Dia 25 Tratado
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202 Los ama tiernamente, y más tiernamente que todas las madres juntas. Poned, si
podéis, todo el amor natural que las madres de todo el mundo tienen para sus hijos, en
un mismo corazón de una madre para un único hijo: ciertamente esta madre amará
mucho a ese hijo; sin embargo, es verdad que María ama aún más tiernamente a sus
hijos que lo que esa madre amaría al suyo. No los ama sólo con afecto, sino con
eficacia. Su amor por ellos es activo y efectivo4, como y más aún que el de Rebeca para
Jacob. He aquí lo que esta buena Madre, de la cual Rebeca no era sino la figura, hace
para obtener a sus hijos la bendición del Padre Celestial:
203 1º) Espía, como Rebeca, las ocasiones favorables para hacerles bien,
engrandecerlos y enriquecerlos. Como ve claramente en Dios todos los bienes y los
males, los sucesos favorables y los adversos, las bendiciones y las maldiciones de Dios,
dispone Ella las cosas desde mucho antes para librar de toda clase de males a sus
servidores y para colmarlos de toda clase de bienes; de suerte que, si hay algún buen
lucro para realizar, en Dios, por la fidelidad de una criatura en algún alto cometido, es
seguro que María procurará esta ventura para alguno de sus buenos hijos y servidores,
y le dará la gracia para llevarlo a cabo con fidelidad. Ipsa procurat negotia nostra5, dice
un santo.
1
Prov 8, 17
2
Rom 9, 13
3
Eccli 24, 13
4
Siguiendo la mente del Santo podemos decir que, como María está transformada y unida en Dios ama con el
amor de Este que, según santo Tomás, es causa de bondad en las cosas. Cum amor Dei sit causa bonitatis
rerum… (Sume Theol. I, q.20, a. 2, 3 y 4).
5
“Ella misma procura [gestiona, administra, por nosotros] nuestro interés”.
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204 2º) Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: “Fili mi, acquiesce consiliis
meis6: Hijo mío, sigue mis consejos”. Y, entre otros consejos, les inspira que le lleven
dos cabritos, es decir, su cuerpo y su alma, que se los consagren para hacer con ellos
un manjar que sea agradable a Dios, y que hagan todo lo que Jesucristo, su Hijo, ha
enseñado con sus palabras y con sus ejemplos. Si no es por sí misma que les da esos
consejos, lo hace por el ministerio de los ángeles, que no tienen mayor honor y placer
que el de obedecer a alguno de sus mandatos para descender a la tierra y socorrer a
alguno de sus servidores.
205 3º) Cuando se ha llevado y consagrado el cuerpo y el alma y todo lo que depende
de ellos, sin exceptuar nada, ¿qué hace esta buena Madre? Lo que hizo antaño Rebeca
a los dos cabritos que le llevó Jacob: 1º) los sacrifica y hace morir a la vida del viejo
Adán; 2º) los desuella y despoja de su piel natural, de sus inclinaciones naturales, de su
amor propio y voluntad propia y de todo apego a las criaturas; 3º) los purifica de sus
manchas, suciedades y pecados; 4º) los adereza al gusto de Dios y a su mayor gloria.
Como no hay, excepto Ella, quien conozca perfectamente este gusto divino y esta mayor
gloria del Altísimo7, tampoco hay, excepto Ella, quien sin equivocarse, pueda acomodar
y aderezar nuestro cuerpo y nuestra alma a este gusto infinitamente sublime y a esta
gloria infinitamente oculta.
206 4º) Esta buena Madre, habiendo recibido la ofrenda perfecta que le hemos hecho
de nosotros mismos y de nuestros propios méritos y satisfacciones, por la devoción de
que he hablado, y habiéndonos despojado de nuestras viejas vestiduras, nos limpia y
nos hace dignos de comparecer ante nuestro Padre celestial. 1º) Nos viste con las
vestiduras limpias, nuevas, preciosas y perfumadas8 de Esaú el primogénito, es decir, de
Jesucristo su Hijo, que Ella guarda en su casa9 , es decir, que Ella tiene en su poder,
siendo la tesorera y la dispensadora universal y eterna de los méritos y de las virtudes
de su Hijo, Jesucristo10, que Ella da y comunica a quien Ella quiere, cuando Ella quiere,
como Ella quiere y cuanto Ella quiere, como hemos visto antes11. 2º) Ella envuelve el
cuello y las manos de sus servidores con las pieles de los cabritos muertos y desollados;
es decir, los adorna con los méritos y el valor de sus propias acciones. Mata y mortifica,
en verdad, todo lo que hay de impuro y de imperfecto en sus personas; pero no pierde ni
disipa ningún bien que la gracia ha obrado en ellos; lo guarda y lo aumenta para hacer
con ello el ornamento y la fuerza de su cuello y de sus manos, es decir, para fortificarlos,
a fin de llevar el yugo del Señor, que se lleva sobre el cuello, y obrar grandes cosas para
la gloria de Dios y la salvación de sus pobres hermanos. 3º) Ella da un nuevo perfume y
una nueva gracia a estas vestiduras y ornamentos comunicándoles sus propias
vestiduras: sus méritos y sus virtudes, que al morir les ha legado, por testamento, como
6
Gn 27, 8
7
Cf. Sab 9,13. “Aut quis poterit cogitare quid velit Deus?
8
“…et osculatus est eum. Statimque ut sensit vestimentorum illius fragmentiam, benedicens illi, ait: Ecce odor filli
mi – Sicut odor agri pleni – Cui benedixit Dominus (Gén XXVII, 27).
9
“Et vestibus Esau valde bonis, quas apud, se habebat domi, induit eum”. (Gn 27, 15)
10
Mediación universal de María. La Iglesia, en su fiesta el 31 de mayo dice en las 1ras. Vísperas: Ora pro nobis,
Mediatrix nostra potentissima (alleluia), y en la Antífona: Ecce Dominus meus Omnia mihi tradidit, nec quidquam
est, quod non in mea sit potestate, ve non tradiderit mihi.
11
Cf. no . 25 y 141
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dice una santa religiosa del siglo pasado, muerta en olor de santidad, y que lo ha sabido
por revelación; de modo que todos sus domésticos y esclavos, son doblemente vestidos,
con las vestiduras de su Hijo y con las suyas propias: Omnes domestici ejus vestiti sunt
duplicibus12, por esto es que nada tienen que temer del frío de Jesucristo, blanco como
la nieve, que los réprobos totalmente desnudos y despojados de los méritos de
Jesucristo y de la Santísima Virgen no podrán resistir13.
207 5º) Ella, en fin, les hace obtener la bendición del Padre celestial, aunque, no
siendo sino segundones e hijos adoptivos no debieran naturalmente tenerla. Con estas
vestiduras totalmente nuevas, preciosísimas y de fragancia agradabilísima, y con sus
cuerpos y sus almas bien preparados y compuestos se acercan confiadamente al lecho
de reposo de su Padre celestial. Este oye y distingue su voz, que es la del pecador; toca
sus manos cubiertas de pieles; siente el buen olor de sus vestiduras; come con gozo lo
que María, Madre de ellos, le ha aderezado; y, reconociendo en ellos los méritos y la
fragancia de su Hijo y de su Santa Madre: 1º) les da su doble bendición, bendición del
rocío del cielo: De rore coeli14, es decir, de la gracia divina que es la semilla de la gloria:
Benedixit nos in omni benedictione spirituali… in Christo15, bendición de la grosura de la
tierra: De pinguedine terrae16, es decir, que este buen Padre les da su pan cotidiano y
una suficiente abundancia de bienes de este mundo; 2º) los hace señores de sus otros
hermanos, los réprobos: no que esta primacía aparezca siempre en este mundo, que
pasa en un instante17, donde los réprobos a menudo dominan: Peccatores effabuntur et
gloriabuntur…18, Vidi impium superexaltatam et elevatum19, mas, con todo es verdadera,
y aparecerá manifiestamente en el otro mundo, por toda la eternidad, en la cual los
justos, como dice el Espíritu Santo, dominarán y mandarán a las naciones:
Dominabuntur populis20. 3º) Su Majestad, no contento con bendecirlos en sus personas
y en sus bienes, bendice también a todos aquellos que los bendigan y maldice a todos
aquellos que los maldigan y persigan.
Oraciones - Día 25
LETANÍAS DEL ESPÍRITU SANTO
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
12
Prov 31, 21
13
Profunda figura. La desnudez de la nada, no cubierta de lo que Es, se helará de espanto ante Dios, no
encontrando para cubrirse ni las hojas del Edén (Gn 3, 7) (excusas), ni las vestiduras de la Mujer fuerte
(misericordia), ni tan siquiera los montes que querrían los cubran sepultándolos, es decir el aniquilamiento (cf. Ap
9, 6). Ver, además, Ap 16, 15.
14
El Santo ha puesto, no literalmente “del rocío del cielo” (rore coeli) sino “del rocío celestial” (de rore coeli). Dice la
Vulgata: “Det tibi Deus de rore coeli” (Gn 27, 28)
15
Ef 1, 3. El Santo ha puesto: benedixit nos – omni omite “in” (antes de omni) e “in coelestibus” después de
spirituali. Además, añade Jesu al final.
16
Gn 27, 28
17
Cf. 1 Cor 7, 31
18
Sal 93, 4 y 3
19
Sal 36, 35
20
Sab 3, 8. Cf. Sab 5, 16-17
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Oremos. Asístanos, te pedimos, Señor, la virtud del Espíritu Santo, que purifique
clementemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.
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