Rodolfo J. Walsh Acerca de Kafka y El Lugar Común

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Rodolfo J.

Walsh: acerca de Kafka y el lugar común


Bárbara Crespo

Nuevo Texto Crítico, Año VI, Número 12/13, Julio 1993-Junio1994, pp. 131-137
(Article)

Published by Nuevo Texto Crítico


DOI: https://doi.org/10.1353/ntc.1993.0026

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RODOLFO J. WALSH:
ACERCA DE KAFKA
Y EL LUGAR COMÚN
BARBARA CRESPO

Universidad de Buenos Aires

La crítica que se ha ocupado de la obra de Walsh ha optado por elo-


giar o bien la producción testimonial o bien sus textos de ficción. El propio
autor infirió detrás de estas valoraciones una respuesta política —o su au-
sencia— a los tiempos que corrían, y con este gesto situó una polémica que
ineludiblemente juega su espacio en el lugar donde las circunstancias histó-
ricas le permiten situarse. De manera que, o se valora el testimonio, en
constante confluencia con otros discursos, conmocionado y sacudido desde
dentro por las variables corrientes de la historia, o la precisión formal de
algunos relatos destinados a transitar la literatura de antología en antología,
páginas que se revelan como un aleph, minúsculos modelos de mundo.
Para enfrentar el dilema, no para diluir una oposición sin duda fundante
de la narrativa walshiana, sino con el objeto de tornarlo productivo, zona de
roce, de cruce y engendramiento, es que deseo referirme a un reportaje
escrito al promediar la década del 60, que —entiendo— despliega en sus
columnas un modo integrador (en función de lo que desintegra) de concebir
la literatura.
Durante más de veinte años de oficio periodístico Rodolfo Walsh fre-
cuentó reiteradamente un género: la nota de investigación. Notero inde-
pendiente las más de las veces, se internó en investigaciones que condujeron
a obras testimoniales de singular trascendencia: Operación Masacre, Caso
Satanowsky, ¿Quién mató a Rosendo?, entre las más difundidas. Aún en los
casos en que no eligió publicarlas en libro, sus notas organizan los materia-
les siguiendo un plan argumentativo y reconstruyen la verdad desde el lugar
de la práctica, tanto por la recopilación de testimonios directos como por la
figura paradigmática de un periodista testigo que, al estilo de un Marlowe,
no desdeña sumergirse en las circunstancias materiales de su investigación.
La nota de investigación o reportaje supone un alto grado de variabili-
dad formal. En ella confluyen distintos discursos: la documentación estadís-
tica o sociológica, la investigación articulada a la manera de una historia de
vida, la narración constituida a partir de un verosímil biográfico o autobio-
gráfico, el relato policial o de costumbres, etc. Su objeto se constituye sobre
una expectativa de revelación, poniendo en circulación lo que el circuito
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informativo de otros géneros del periodismo, y el periodismo en su conjun-


to, excluye. La selección temática se orienta hacia lo extraterritorial, lo mar-
ginal que otros discursos relegan a una zona de silencio u oscuridad.
La nota a la que deseo referirme corresponde a una serie que Walsh
produjo entre 1966 y 1967 para la revista Panorama, mensuario editado por
Abril y Time-Life Editores, cuyas publicaciones (extranjeras) proporcionan
el modelo para la propuesta editorial. Papel ilustración de buena calidad,
moderna diagramación y diseño gráfico, ilustraciones a todo color, cuidada
presentación y un equipo de reconocidos profesionales, la revista se orienta
hacia una franja de público de clase media cuyo standard de vida permite la
adquisición habitual de algunas de estas publicaciones.
La dupla Rodolfo Walsh —periodista— y Pablo Alonso —fotógrafo—
recorre el país realizando notas con temas variados: el leprosario, las car-
nes, San La Muerte, la inmigración coreana en Misiones, entre otras. Una
perfecta complementación entre material gráfico y texto las caracteriza, así
como la selección de personajes marginales, protagonistas de una "sociolo-
gía de la pobreza".
La nota sobre el leprosario se titula "La isla de los resucitados"; ya des-
de el título el universo de la crónica roza la ficción. Los leprosos son "resu-
citados", el eje vida-muerte se invierte en este término, el recorrido conduce
desde la muerte hacia la vida en un movimiento habitual para los relatos de
Walsh, que pone en juego un eje de discusión vital y literaria, que allá por
los '70 fue central para la reflexión nacional.
Desde el punto de vista temporal la narración despliega una secuencia-
lidad compleja. El relato se abre con la indicación de una temporalidad
iterativa, invariante: "Todas las noches...", y una indicación puntual que con-
trasta "una semana antes". El espacio del relato se desarrolla entre un pasa-
do cercano y el momento de la escritura, que coincide con la separación
espacial, con la partida, que es, al mismo tiempo, punto de partida de la
narración. Separación, distancia, contraste entre un afuera y un adentro,
sostienen la posición del narrador.
Se elige contar la zona en pasado, contarla como recuerdo, desde afue-
ra. El hábito, la temporalidad iterativa que auna a todos los personajes de la
nota, incluido el periodista, se tematiza en aperturas y cierres de secuencias
coincidentes, en una estructura de redundancia que se torna espectacular en
el relato de Palamazczuk. Recurrencia y disyunción son los ejes narrativos.
En el comienzo se alude a una acción repetida, habitual, que por otra parte
constituye un desplazamiento espacial, salir de la zona y volver "a casa", un
afuera entrecomillado que se opone a un adentro en bastardilla. La alter-
nancia entre estos dos recursos tipográficos permitirá pensar relaciones va-
riadas en el texto. La nota se inicia con un nosotros exclusivo, que designa a
Pablo y al cronista, y aplica las comillas a sus palabras, "a casa", lo que
provoca un doble efecto: literalidad y distancia. Son las comillas del discurso
directo, pero al coincidir emisor y cronista las comillas se vuelven objetiva-
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ción del propio discurso, desdoblamiento intencional, distanciamiento frente


al universo de certezas y valoraciones de la palabra propia. A igual distancia
entonces de la palabra ajena que de la propia, el texto inaugura una zona
vagamente familiar entre ambas que sostendrá el movimiento argumentativo
del artículo.
En el primer párrafo se insinúan los personajes: una mujer, un hombre,
uno, el periodista, el fotógrafo. El uno intercambiable, proteico, sostiene la
posibilidad de identificación. De él parten y a él vuelven todos los actores
que la narración distingue. El uno es el lector, es el periodista, "es él y es yo
y es todos", una zona híbrida, más allá o más acá de las comillas, del texto
bastardeado, el uno es el punto de partida y el contacto.
Más tarde estos personajes genéricos del inicio (un hombre, una mujer,
etc.) tendrán nombre y apellido. El texto los irá delineando gradualmente,
marcando a la vez identidad personal e identificación genérica. De las pri-
meras personas que aparecen se registran sólo fragmentos de enunciados,
"reliquias" de su lenguaje como, por ejemplo, en la visita al pabellón de los
enfermos graves, donde la fragmentación del cuerpo se corresponde con
una enunciación fragmentada. En el transcurso de la nota los personajes
cobran una mayor independencia hasta llegar a la presentación de cuatro
testimonios "literales", recogidos en bastardilla. Tres de estos testimonios
presentan un título hendido: "Alcaraz: el desprecio", "Ramona: el amor",
"Vallejo: la soledad". Cada individuo identifica una respuesta existencial. El
primero se refiere a la vida fuera del leprosario, la segunda a la posibilidad
de recrear una existencia normal dentro y el tercero habla desde la margina-
lidad, la apertura hacia la naturaleza. El testimonio de Palamazczuk solo
lleva su nombre y lo consideraré por separado.
Cada entrevista se vincula con una tesis dentro del artículo: la necesidad
de cambiar la imagen de la lepra, la injusta legislación sobre el tema, los
sectores sociales marginales. En general las tesis se presentan como discurso
directo de los médicos, que constituyen una voz desde donde pensar lo rela-
tado, "Después habló la razón" (p. 40)*. El otro personaje para el que se
reservan las comillas y el discurso directo es el "correntino aporteñado", cu-
ya voz coincide con la reaparición textual del cronista y el fotógrafo, unidos
los tres en el común anhelo de volver a la ciudad. El discurso ajeno se iden-
tifica aquí con el propio.
La voz de los médicos permite explicar el discurso en bastardilla, los
sufrimientos de los leprosos. Es una voz reflexiva, simbólica, que se distancia
para comprender, como lo hará la escritura de la crónica. Por otra parte el
discurso ajeno, en bastardilla, se separa y vuelve al cuerpo del texto median-
te un recurso repetido, los puntos suspensivos, indeterminación y continui-
dad.
Bastardilla y comillas/discurso directo marcan una disyunción significa-
tiva como lo hace también el agua de los ríos que "no se mezclan nunca".
Pero, ¿no se mezclan?
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La primera voz de un médico que el relato presenta híbrida los dos


recursos. Es la voz del doctor Iglesia la que dice en bastardilla: "La lepra es
la menos contagiosa de todas las enfermedades infecciosas" (p. 40). Es tam-
bién la voz del doctor Iglesia, afuera del leprosario, la que cierra la nota.
En ambos casos el narrador la califica como "dictamen". Solo que un dicta-
men, el primero, ajeno, producido desde afuera, está en bastardilla. Y el
otro aparece incorporado a la voz de la razón por el discurso directo, soste-
nido por la experiencia del cronista y las opiniones de los entrevistados. Por
otra parte el "dictamen" constituye un juicio, una opinión autorizada y que
apela a la verificación, apoyado en la evidencia. Las dos declaraciones pro-
ceden de un mismo personaje, el director del leprosario, de un mismo mo-
mento y espacio (exterior al sanatorio), pero su separación textual configura
el espacio de la escritura.
La voz del doctor Iglesia establece una zona franca, en ella se intercam-
bian comillas y bastardilla, así como se ponen en contacto dos mundos, dos
modos de enfrentar la realidad y comprenderla, la de los médicos y la de los
enfermos. Exentos de la crónica, los "sanos" son interpelados por estas vo-
ces, por el dictamen que funde los dos recursos tipográficos.
Después del primer "dictamen" el texto presenta una segunda apertura,
la de la secuencia que narra el adentro: "En la confluencia misma del Para-
guay y el Paraná, está el puerto", dice la crónica. Y en esta voz resuena la de
Herr Palamazczuk: "En la vuelta del río está la red". El relato de la vida de
Palamazczuk se inicia y finaliza con la misma imagen: "allí el agua hierve
permanentemente con sorda furia y los colores de los dos ríos —uno rojizo,
otro azulado— no se mezclan nunca" (p. 40). Y luego: "bajo el sol aplastan-
te, el Paraná y el Paraguay se juntaban y hervían sin mezclarse" (p. 52). El
relato de Palamazczuk incluye también un dictamen: "la guerra es la verda-
dera lepra" (p. 50) que confiere otro sentido al problema. Al dictamen le
sucede una negación: "pero en eso no quiero pensar" y el texto se cierra
sobre sí mismo. El relato del cronista concluye con un dictamen ya no ajeno
sino propio, convalidado por las historias de vida de los personajes: "la lepra
ataca casi siempre a la gente pobre, mal alimentada, que trabaja de sol a
sol..." Pero aquí cae la negación y se menciona otro episodio, la posible ex-
propiación de la isla, un argumento de la realidad que brinda otra resonan-
cia a la imagen final. La alusión a una misma imagen, ahora semánticamente
enriquecida por lo narrado, sugiere un cierre perturbador en tanto vuelta
atrás, como si nada hubiese sucedido. Las preguntas que la nota ha ido
proponiendo y contestando, la revelación de las causas reales que hacen de
la lepra una enfermedad maldita, identifican aquí redundancia y violencia,
negación del avance, como la guerra, como la respuesta institucional del
"afuera" a ese adentro que ha construido trabajosamente una alternativa.
En los cuatro testimonios directos que la nota mantiene: Alcaraz, Ra-
mona, Vallejo, Palamazczuk, hay una gradación idiolectal. El lenguaje de los
protagonistas es cada vez más complejo, casi ilegible al final (Vallejo), hasta
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un "roto lenguaje interior donde los verbos se alargan en incesante contem-


plación, los tiempos se cambian, y él es él, pero es yo y es todos" (p. 46). A
su vez estos tres testimonios se oponen al cuarto: pacientes/médico, lenguaje
familiar/registro literario. Por la respuesta de vida de Vallejo transita el
escritor —nombre obligado de la literatura en el siglo XX— que dijo que el
animal está más cerca de nosotros que el hombre. Como en sus textos el
espacio cerrado del leprosario reproduce una microsociedad, con sus meca-
nismos de poder y sus discriminaciones, de la que el afuera no quiere ente-
rarse. Finalmente, enredada en las evocaciones de Palamazczuk surge la fi-
gura de Kafka y el relato ahonda otros registros discursivos. El testimonio
periodístico, ebrio de certezas y comprobaciones, cede ante lo aludido, ante
la insinuación de una relación con el nazismo apenas entrevista, jamás com-
probada, y el afuera penetra analógico en esta microsociedad. La negación
que clausuraba el relato de Palamazczuk cae definitivamente y la denuncia
apunta a la sociedad en conjunto.
El relato de Palamazczuk roza lo imaginario, pero es un médico quien
produce tal discurso. La voz en bastardilla del primer dictamen del doctor
Iglesia se continúa en el discurso directo de los médicos, la voz de la razón,
y se interna en el campo ficcional con Palamazczuk. Sólo cuando la razón, la
medicina, abandona su espacio de poder y se interna en la vaga ensoñación
del recuerdo, en los recovecos de un demorado lenguaje interior, sólo cuan-
do ese discurso queda atrapado en la red de la literatura, su voz puede ser
recuperada por todos, pierde su aislamiento y el espacio de reflexión se
vuelve lugar "común".
La literatura walshiana, ficción o testimonio, elige articularse siempre
desde el lugar "común", los clisés ideológicos o estéticos que le brinda el
folletín, el policial o el periodismo: en ese casillero compromete su apuesta
estética. Literatura y realidad interactúan constantemente, la realidad impri-
me sus marcas en la escritura y paralelamente la literatura presta sus for-
mas, como convenciones de reconocimiento, a lo social. Los textos de Walsh
trabajan incesantemente sobre esta comprobación, desde el lugar que le re-
serva al arte la existencia cotidiana de las personas, espacio común y com-
partido, de verse y de ver las cosas y a los demás, de interpretar la realidad.
Sus textos nunca pierden de vista los procedimientos del relato tradicio-
nal, la pasión que despierta la literatura. A esos códigos apelan sus textos
una y otra vez, desde allí tejen el espacio para inscribir lo increíble, lo inve-
rosímil pero rigurosamente cierto. Para que la experimentación literaria no
pierda el contacto con los lectores y siga siendo una labor de vanguardia, de
cambio del sistema social y narrativo, y no una patrulla perdida, produc-
ción de capilla para consumo de unos pocos iniciados.
Menos tajantes que sus declaraciones pero igualmente polémicos, los
textos de Walsh resuelven en la práctica la elección entre lo "literario", ana-
lógico aunque elíptico, cifrado, representación de lo social, y lo "testimo-
nial", rotundo y polémico, apelación directa a los lectores, presentación de
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los hechos. Ante todo elige, obcecado, la narrativa, su literatura trabaja la


experiencia, verdadera en tanto social —como lo comprendió Kafka—, or-
ganizada por el relevo de la literatura. Por eso sus páginas, a través de los
años, escriben una dolorida y minuciosa historia argentina, con sus mártires
y sus héroes, con sus recurrencias y disyunciones, profética como lo fueron
los textos del checo, como lo es toda gran literatura.

NOTAS

1."Narrativa argentina y país real", en La Opinión Cultural, domingo 11 de junio de 1972.


6-7. (Entrevista a Rodolfo Walsh y al escritor Miguel Briante.)
2.La literatura de Walsh modula y es modulada por las circunstancias históricas. De ahí
que un texto como Operación Masacre se modifique sin cesar a lo largo de sus sucesivas reedi-
ciones, añada o tache epígrafes o capítulos, registre en cada caso el modo en que la realidad
interpela a Ia literatura.
3.El primero en destacar la calidad estética de esta serie de artículos ha sido Aníbal
Ford. Por otra parte, si dejamos de lado el ineludible y rápido envejecimiento que aqueja a los
paradigmas de interpretación de la crítica, cabe destacar Ia vitalidad y pertinencia de muchas
de las observaciones que realiza Ford en un estudio, sin duda, fundamental sobre el autor
(Ford, Aníbal: "Walsh: la reconstrucción de los hechos", 1972, cfr. "Bibliografía").
4.A este tema, en particular, he dedicado una monografía orientada a la caracterización
semiológica del género, en colaboración con el profesor Américo Cristófalo, presentada en el
II Congreso Nacional de Semiología, reunido en San Juan el año 1987. Algunas observaciones
preliminares de este artículo así como el análisis del reportaje elegido ya están contenidas en
ese trabajo.
5.Es el caso de la serie de notas sin firma sobre la violencia y la corrupción policial que
Walsh encaró para el semanario CGr. Si bien debe haber accedido a la recopilación de las
notas que realizara para el diario Noticias acerca de "La revolución palestina", no parece ha-
berlas revisado para su publicación en libro. (La Revolución Palestina. Buenos Aires, Publica-
ción de la Misión de la Liga de los Estados Arabes, 1975; en Cuestiones Arabes, a. 1, marzo de
1975.)
6.Estos rasgos de estilo, aunados al registro prioritario de la oralidad, vinculan los textos
con una tendencia del periodismo de esos años —ya esbozada en 1956 por Operación Masa-
cre— que en los Estados Unidos ha sido llamada New Journalism. El género testimonial en.çse
país se inicia durante la década del 60. Continuando el estilo expositivo de Hemingway y
otros escritores de Ia Generación Perdida, el Nuevo Periodismo propone una renovación esti-
lística de la escritura de prensa a través de la incorporación de los procedimientos de la ficción.
Recíprocamente, se busca un nuevo realismo literario sostenido por la convención de transpa-
rencia de la crónica como zona de contacto y presencia de Io real. En Argentina, a una tempra-
na Operación Masacre, sucede el auge del género durante la década siguiente —época de un ya
mítico florecimiento editorial — como propuesta correlativa al crecimiento y acumulación ideo-
lógica del progresismo social y político.
7.Idéntica inversión precede —espacial y causalmente— la redacción de Operación Masa-
cre. La muerte de Bernardino Rodríguez, un conscripto que agoniza en plena calle durante el
levantamiento de Valle —vivida como insulto por el autor por su falta de sentido, por su
inutilidad— dispara un juego entre saber y no saber que el texto de Walsh se encarga de
develar. Exhibir los mecanismos de poder que sostienen la muerte confiere sentido al rompe-
cabezas de pánico que articula la narración de Operación Masacre.
8."Todas las noches, cuando salíamos de la zona y volvíamos 'a casa' Pablo y yo nos
lavábamos las manos" (p. 39).
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9.Cabría confrontar este recurso con la construcción de un texto como "Nota al pie" (Un
kilo de oro), en donde el blanco de Ia página, zona de contacto de los dos discursos y, paralela-
mente, de silencio, potencia el efecto de lectura del relato así como la sequedad de estilo que
pone el énfasis en lo no dicho, lugar común para autor y lector.
10."...pero en la práctica sucede que nuestra teoría ha galopado kilómetros adelante de la
realidad. Cuando eso ocurre, la vanguardia corre el riesgo de convertirse en patrulla perdida."
dice el autor a propósito de la estrategia revolucionaria en un texto político que se publica en
Controversia (Walsh, Lilia. "Rigor a inteligencia en la vida de Rodolfo Walsh", en Controversia,
n.4, México, febrero de 1980, p. 15-18).
* Bárbara Crespo cita el número de página del artículo de Walsh correspondiente a su
publicación en la revista Panorama, cfr. "Bibliografía". Por nuestra parte, hemos reproducido
"La isla de los resucitados" en la selección de textos de Walsh, incorporada a este volumen, de
modo tal que el lector de Nuevo Texto Crítico puede verificar el trabajo de lectura realizado
por Bárbara Crespo, estimulando su propia lectura. N. del E.
** Walsh entiende la influencia estilística de Hemingway como efecto del "común oficio
periodístico" (cfr. "El común oficio del periodismo", en Crisis, No. 15, Buenos Aires, julio de
1974, 63).

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