No. 6 Vol. 8 Capítulo 4

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Título: No.

6
Kanarianime Fansub

No. 6 Tomo 8. Capítulo 4.

En el aire nocturno

Hace ya miles de años que la pálida Ofelia


Pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
Más de mil años ya que su suave locura
Murmura su tonada en el aire nocturno.
-Arthur Rimbaud, “Ofelia”i

Nezumi cayó muy lentamente y en silencio. Era como ver una película a cámara
lenta, una película antigua y monocromática.

Un impacto sordo alcanzó su pecho, Nezumi había caído sobre él. Shion atrapó
el peso y calor del chico en sus brazos. Repentinamente la pantalla de tonalidad blanco
y negro recuperó los colores repulsivos de la realidad.

Nezumi colapsó en brazos de Shion, dejando caer todo su peso. El efluvio a


sangre asaltó la nariz de Shion.

Nezumi…

Pero no le salió la voz, no podía entender qué había sucedido. Simplemente no


podía. ¿Qué es esto? ¿Qué acaba de suceder? Los soldados les estaban apuntando sus
armas; rifles; las bayonetas que cargaban brillaban de un blanco descarnado. Uno de
los soldados asomaba la lengua entre los labios.

Una nueva oleada de prisioneros bajó en torrente las escaleras, formaron un


bloque entre los soldados y Shion. Entre ellos, un hombre gigantesco soltó un grito
corto y se tambaleó, agarrándose el pecho.

—Maldición… lo han hecho. —El gigante dio dos, tres pasos hacia un soldado
y de repente dejó escapar un gran rugido. —¡Mierda!

El gigante le gritó con todas sus fuerzas al soldado y al mismo tiempo hubo una
explosión. Estallaron humo y llamas desde el cuarto de monitoreo cerca de las
escaleras. Shion vio al soldado estrellándose contra el muro por la explosión.
Rápidamente el humo llenó el corredor, como una serpiente blanca gigante se deslizó
subiendo las escaleras y bajó arrastrándose al pasillo.

Shion se echó a Nezumi al hombro y se dirigió al final del corredor; a juzgar por
el movimiento del humo, la ruta típica de escape era seguramente bajando a los pisos
inferiores. Pero al otro lado del pasillo estaba el departamento de Administración de
Higiene.

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El Departamento de Administración de Higiene; por la distribución, Shion


supuso que se había construido adyacente una sala sencilla de reconocimiento médico.
Atravesó la puerta, que habían dejado entreabierta, y la cerró para prevenir la entrada
de más humo y llamas.

Tropezó y el cuerpo de Nezumi casi se le resbaló. Shion intentó atraparlo, pero


cayó enredado junto con él; instintivamente extendió las manos y notó que habían
dejado huellas rojas en el piso. Sus palmas estaban teñidas de sangre… de la sangre
de Nezumi.

—¡Nezumi!

No pudo evitar el alzar la voz, las palabras se derramaban en raudal por su


garganta.

—Nezumi, ¿Puedes oírme? ¡Nezumi!

Los ojos de Nezumi permanecieron cerrados y siguió sin responder. La sangre


se había extendido desde su hombro, manchado su pecho, empapado su brazo y
estaba goteando de sus dedos.

—No, ¿Cómo- cómo puede esto-? —Sabía que no podía perder la


compostura, tenía que ser racional, tenía que llevar a cabo calmadamente lo que tenía
que hacer.

Lo sé, por supuesto que lo sé, pero no puedo moverme. Mi mente y cuerpo
están congelados.

—Nezumi, Nezumi. Por favor, abre tus ojos. —Apretó los dientes.

Tarado. Escuchó una voz regañándolo. Eres un idiota sin remedio, inútil, bueno
para nada. Eres un engreído, lento y cobarde.

¿Inukashi? ¿Eres tú?

¿Ni siquiera puedes proteger a tu persona más preciada? ¿Sólo puedes llorar sin
siquiera intentar salvarlo? ¿Entonces en qué te beneficiaste al estar con Nezumi todo
este tiempo? ¿Sigues siendo el mismo mimado élite que eras en No. 6?

No podía decir si era la voz de Inukashi o la suya, pero alguien le estaba dando
una severa reprimenda.

Shion ¿Estás seguro? ¿Te sería indiferente si pierdes a Nezumi? ¿Siquiera serías
capaz de soportarlo?

Shion respiró hondo y el olor de sangre le caló hasta el pecho. Acercó la oreja a
los labios de Nezumi y revisó su respiración; le tomó el pulso poniendo los dedos sobre
la muñeca del chico. Percibió la sangre pulsando contra las puntas de sus dedos, pero
era un pulso débil que parecía a punto de desaparecer en cualquier momento.

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Shion se levantó y miró alrededor de la habitación, unas llamas delgadas y


humo salían del panel de instrumentos en el centro. Había un armario contra la pared
cerca de las puertas de cristal, el vidrio se había roto y había esparcidas botellas de
plástico, algunas habían perdido sus tapones, o las mismas botellas se habían dañado,
porque el contenido se estaba derramando. Shion se acercó, pero no olió nada
extraño. A cada botella le habían fijado etiquetas, escritas a mano, con el nombre de la
droga. Shion tal vez habría sonreído ante la letra redonda si la hubiera visto en una
situación normal, habría sonreído sin darse cuenta, ante la idea de alguien escribiendo
etiquetas a mano en un lugar tan inhumano como el Correccional, en vez de utilizar
etiquetas impresas.

Pero ahora, sus pensamientos no tenían espacio para eso.

Shion inspeccionó todas las etiquetas, una por una. Reprimió su corazón
agitado y se dijo una y otra vez que se calmara, como un mantra.

Desinfectante; un agente hemostático; calmantes; agua purificada; una jeringa


estándar; pinzas hemostáticas; gasa; almohadillas de algodón absorbentes… en un
rincón del estante había una linterna de emergencia volcada de lado. Como esperaba,
había un rango adecuado de drogas e instrumentos para tratamiento médico simple.

¿Sería capaz de conseguir algo con ellas? Una herida menor no habría sido
problema; pero ¿Sería capaz de tratar una herida tan severa que le había causado al
paciente pérdida masiva de sangre y pérdida de consciencia?

La mayoría del conocimiento médico de Shion era teórico, casi no tenía


experiencia práctica. Además, en esta situación ¿Qué tan bien podía administrar
tratamiento de emergencia? ¿Podía hacerlo? Sentía como si le estuvieran apretando
contra la garganta la bayoneta que acababa de ver.

¿Puedes hacerlo?

Tengo que hacerlo. No hay tiempo para vacilaciones, no puedo simplemente


sentarme sin hacer nada y preocuparme al respecto. No puedo permitir que me
arrebaten a Nezumi con tanta facilidad, sin luchar. No se los entregaré.

—Nezumi, puedes escucharme ¿Verdad? Sé que mi voz te llega.

Es imposible que no puedas oírme, es imposible que mi voz no te alcance. Sin


importar cuando o en qué situación, tú siempre captas perfectamente mis palabras. Me
escuchas a través del ruido, entiendes mis palabras y me respondes. Regresaste a mi;
esta vez, yo voy a traerte de regreso. Te haré regresar a la fuerza.

—¡Nezumi!

Shion rasgó la ropa del otro; la bala lo había alcanzado bajo el hombro
izquierdo, en la unión con el brazo. Si el disparo hubiera sido un poco más hacia
dentro, la bala hubiera alcanzado su corazón y habría muerto instantáneamente.

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Vive, aférrate a la vida. El cielo te dio esa posibilidad, no dejaré que se


desperdicie. Lo primero es lo primero, tengo que detener el sangrado, en este
momento mi prioridad es detener la sangre, luego tengo que llevarlo a un sitio donde
pueda recibir un tratamiento apropiado. Rápido, aunque sea un segundo antes. Sólo
eso.

Iluminó la zona afectada con una linterna y roció desinfectante en la herida.


Lavó la herida de adentro hacia fuera y examinó el interior a simple vista; la arteria no
estaba dañada por completo. Aplicó presión en la clavícula de Nezumi y controló
temporalmente el sangrado. Sus dedos estaban temblando.

Cálmate, cálmate, cálmate. Tengo que calmarme. Desvanece todas tus


emociones y enfócate sólo en la herida de bala que lo ha traspasado.

Pinchó la arteria con las tenazas hemostáticas, puso una gasa y la presionó con
una almohadilla de algodón absorbente. Alrededor envolvió apretadamente una venda.

Este es el mejor tratamiento que puedo darle ahora mismo.

Había empezado a sudar, las gotas se formaban y bajaban por su rostro, se


metían en su boca y le dejaban un sabor amargo en la lengua.

¿Cuánto durará con esto? Tres horas- no, más bien dos, considerando lo mucho
que ha sangrado. Si Nezumi no consigue un tratamiento adecuado dentro de las
próximas dos horas, no lo logrará.

Tiempo límite: 120 minutos.

—Ugh…—Nezumi gruñó bajito y sus párpados se agitaron ligeramente.

—¡Nezumi! ¿Puedes oírme? ¡Nezumi!

—…Shion… —murmuró.

—Sólo un poco más, necesito que aguantes conmigo. Te estoy llevando


al hospital, resiste y quédate conmigo. —Embutió toda la fuerza que pudo en sus
palabras.

—…Shion… no puedo… moverme…

—No hay problema, yo te cargaré. —Estoy aquí, estoy justo aquí, así que
estarás bien. Shion se pasó el brazo de Nezumi por el cuello y lo cargó, luego rodeó la
cintura del chico con el brazo para asegurarlo y salió al pasillo.

El humo se le clavó en los ojos y le dio un ataque de tos. Su garganta se vio


atravesada por el dolor y su vía de aire se obstruyó.

No tenía conocimientos de supervivencia, pero tenía la voluntad y su corazón


estaba preparado para hacer lo que fuera necesario. Nezumi le había enseñado
muchísimo sobre eso.

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Shion se agachó y arrastró a Nezumi casi a gatas. El calor y el humo


revoloteaban a su alrededor en las escaleras, era demasiado peligroso adentrarse allí,
pero no había tiempo para buscar otras rutas de escape. Si se entretenían allí, serían
rodeados por el humo y morirían asfixiados.

¿Qué hago? ¿Qué debo hacer?

Su agitación creciente y el humo que se introducía lentamente a su cuerpo casi


lo hicieron perder la calma. No entres en pánico, lo que sea que hagas, no entres en
pánico, siempre hay un camino.

—Shion…

Nezumi se movió. —Sal… por el ducto de basura…

Su voz llegó a Shion en fragmentos. Podía decir que Nezumi se estaba


aferrando desesperadamente a la consciencia, una vez que la perdiera sería más difícil
que nunca despertarlo de nuevo; Nezumi lo sabía demasiado bien.

El ducto de basura. Cierto, existe esa opción.

En los pisos inferiores, del primero al tercero, había un ducto de basura


instalado en medio del corredor de cada piso. Al parecer pequeños aparatos eran
desechados cada día junto con los desperdicios del diario, porque el ducto era bastante
amplio. La primera vez que Shion lo había descubierto, la idea de utilizar el ducto para
infiltrarse en las instalaciones le había cruzado por la mente; pero la idea había durado
poco. Era imposible trepar por un ducto casi perpendicular al piso, sin asideros de
ningún tipo. Además, el ducto estaba programado para detectar y hacer saltar la
alarma ante cualquier objeto extraño que sobresaliera de las entradas. La infiltración
era imposible, pero era posible usarlo como ruta de escape.

Él y Nezumi habían hablado sobre ello antes. Fue- dos días antes de la Cacería.

El día de la Cacería había sido un día de frio invierno con un viento soplando en
ráfagas, pero dos días antes había sido soleado, con un clima más leve. El cielo azul se
extendía sobre el Bloque Oeste en vez de nubes de nieve; y los rayos brillantes que
caían eran tan cálidos que era difícil creer que era invierno. La gente parecía estar
aprovechando al máximo esta corta racha de clima placentero, y recorría el mercado a
un paso relajado. Los viejos mendigos y los niños desnutridos aún inundaban las calles
como normalmente, pero parecían respirar con mayor facilidad que la mayoría de los
días. Los vendedores, quienes normalmente los echaban de una forma maliciosa e
imperdonable, estrechaban los ojos ante el sol y relajaban las caras; no iban tan lejos
como para darles limosna, pero parecían dispuestos a hacer la vista gorda ante los
mendigos mientras no se robaran nada de su mercancía. Algunos incluso bromeaban
con mendigos conocidos.

De entre ellos ¿Cuántos podrían haber previsto el infierno que se desataría dos
días después? ¿Cuántos podrían haber escapado del infierno de la Cacería?

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Nezumi y Shion habían estado cenando pan duro que habían comprado en el
mercado, remojándolo primero en agua caliente. Tal vez la sonrisa de Nezumi había
hecho el truco: la panadera principal les había dado algo de queso gratis. Era un queso
espléndido, libre de moho.

No había ningún sonido en la habitación subterránea aparte de las voces de los


dos chicos, extrañamente, ni siquiera el aullido del viento del norte que había
empezado a soplar durante el ocaso llegaba hasta allí. ¿Había amainado el viento
durante ese tiempo? ¿O Shion había estado tan absorto en la conversación que sus
oídos se habían rehusado a captar cualquier otra cosa que no fuera la voz de Nezumi?

—Shion, el ducto de basura podría ser una ruta de escape. ¿Es factible?
—preguntó Nezumi, dándole vueltas en las manos a su taza de agua caliente.

—El ducto de basura, eh… ya veo, es como tener un camino que


conduce directamente del tercer piso al punto de encuentro en el sótano.

—Sí, en base a la copia del plano, supongo que seguramente el ducto


entero, exceptuando las entradas, no está integrado en el sistema de
detección de objetos y desechos. Je, parece que No. 6 es completamente
descuidado cuando se trata de las instalaciones de eliminación de residuos.

—Tienes razón, —había replicado Shion. —Y es más grande que un ducto


típico, técnicamente deberíamos ser capaces de atravesarlo.

—Exactamente, ¿No te alegra que los dos hayamos resultado ser


delgados? Si alguno de nosotros hubiera sido más o menos de la talla de
Rikiga, nos quedaríamos atascados en medio. Sería basura demasiado grande.

—Eso suena un poco duro.

—Ni lo menciones, sólo estoy diciendo la verdad. Tú dime si puedes


imaginarte a ese vejete panzón bajando a toda velocidad por el ducto como si
nada.

—Bueno- supongo que tienes razón. —La imagen de Rikiga con su vientre
gordo se apareció en la mente de Shion, y casi tuvo un ataque de risa, pero se lo tragó
y frunció los labios. La pregunta de Nezumi no era de la clase que se pudiera
responder con una sonrisa.

¿El ducto de basura era una ruta de escape plausible o no? Después de unos
momentos de reflexión, Shion habló.

—Para ser sincero, no tengo idea si realmente podemos hacerlo, pero


hay una posibilidad. Aunque debo decir que todo es en teoría. —respondió.
Nezumi bajó su taza y se arrellanó en el asiento.

—Una posibilidad, eh.

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—Sí.

—Hay una posibilidad, entonces. —Nezumi cruzó las piernas y cerró los ojos.
Shion también se recargó contra la estantería y se abrazó una rodilla. Fue entonces
cuando Shion notó el sonido del viento por primera vez. Era un sonido rasposo, similar
al llanto en murmullos de una anciana.

La habitación iluminada tenuemente por una lámpara; el perfil pensativo de


Nezumi; el bajo retumbar del viento- sintió como si estuviera mirando la escena de
una obra.

Shion estaba sentado en la audiencia, con los ojos fijos en el cuadro vivo
silencioso en el escenario ensombrecido frente a él. Una comodidad total, una
melancolía y una emoción cercana al sobrecogimiento, junto con las otras emociones
que no podía nombrar, se mezclaron, enredaron entre ellas y llenaron a Shion hasta el
borde.

Si sólo este momento pudiera durar para siempre, si tan solo el tiempo se
detuviera justo en este momento. Si tan solo mi mundo entero consistiera en las cosas
de aquí mismo. El deseo se elevó repentinamente en su corazón.

—La vida es una sombra que camina, un pobre actor. ii —Una línea de Macbeth
de repente surgió en su mente.

—¡Apágate, breve llama!

—La vida es una sombra que camina, un pobre actor.

Nezumi abrió los ojos y su mirada se enredó con la de Shion.

—¿Qué?

—¿Eh? No, nada… —Shion removió el cuerpo y retrocedió ligeramente de la


luz de la lámpara; no quería que Nezumi viera sus mejillas, que seguramente estaban
sonrojadas.

—Shion, ¿Sabes en qué estaba pensando hace un instante?

—¿Tú? Bueno… ¿Tal vez en el ducto de basura?

—Por supuesto que no, no voy a preocuparme por la basura para


siempre, además ya resolvimos ese problema: es posible, lo que significa que
vale la pena el intento. ¿Hasta ahí todo bien?

—Correcto. —No importaba si sólo era en teoría, no importaba si la idea no era


más que especulación, si era posible tenías que metértelo en la cabeza- eso era lo que
estaba diciéndole Nezumi. Shion asintió lentamente como señal de que había
entendido.

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—Bien, pero si me preguntas, preferiría hacer mi graciosa salida por la


puerta frontal, completada con todos los acompañamientos. Pero ese es un
lujo que seguramente no tendré.

—Seguramente no, te advertiría que no esperes tratamiento VIP.


Entonces, si no estabas pensando en el ducto de basura ¿En qué estabas
pensando? ¿Otras rutas de escape?

Nezumi cruzó las piernas de otra forma y dejó escapar un suspiro compungido.

—Estaba pensando en comida.

—¿Eh?

—Comida. C-o-m-i-d-a. Estaba pensando qué ordenaría si pudiera


atiborrarme de cualquier cosa que me gustara.

—...Materialista de tu parte ¿Eh? —comentó Shion.

—La comida es importante, a veces un rollo que un anciano panadero


ha amasado es mucho más significativo que una verdad eterna descubierta
por un filósofo reputado. Esa es la naturaleza de la vida. Como sea, justo
ahora estoy tan hambriento que estoy empezando a sentir pena por mi
mismo, seguramente no podré dormir si me voy ahora a la cama.

—Acabas de comer, te comiste dos rollos.

—Duros como piedra; panes mustios, agua caliente y un pedazo de


queso no es suficiente ni de cerca.

—No seas codicioso, —dijo Shion con severidad. —Gracias a esa señora en
la panadería pudimos ponerle las manos encima a un poco de buen queso, fue
una cena bastante decente.

—Si sólo hubieras sido un poco más amigable, seguramente podríamos


haber conseguido algo de cordero en conserva o una botella rasante de leche.
¡Que lástima!.

—¿Yo? No tengo nada que ver con eso.

—¿Qué estás diciendo? Tienes todo que ver con eso, debiste ver la
forma en que te miraba esa dama, creí que la estabas ignorando a propósito.
¡No me digas que realmente no te diste cuenta!

—No tenía idea.

Nezumi le dirigió una mueca y sacudió la cabeza. —Shion, necesitas repasar


un poco- no, olvida eso, muchísimo- tus percepciones del otro sexo. Si no lo
haces pronto, las cosas se pondrán bastante mal.

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—¿A qué te refieres? ¿Mal?

—Tan mal que no puedo expresarlo en palabras, al menos no oirás nada


de mi parte. Oh, pero vaya, eso es serio. Sólo pensar en ello me pone la piel
de gallina.

—¿De qué estás hablando? —le preguntó Shion con fastidio. —Ahora me
despertaste la curiosidad, seguramente me mantendrá despierto si me voy a
la cama ahora. Mi curiosidad y tu hambre harían buena competencia.

Nezumi se rio en voz alta, lo que era inusual en él. Su risa era despreocupada y
llena de alegría. Se introdujo en Shion silenciosa y profundamente.

—Nezumi.

—¿Qué?

—¿Puedes recitar Macbeth?

—¿Macbeth? ¿Qué parte?

—Acto cinco escena cinco, justo después que le dicen a Macbeth sobre
la muerte de su esposa.

—¿Por qué Macbeth?

—No sé, —replicó Shion. —Me pregunto porqué, simplemente de repente


deseé escucharte recitando Macbeth. ¿Lo harías?

—Bueno, no me molesta.

Hamlet y Tsukiyo treparon al hombro de Shion. La voz de Nezumi, serena


aunque estrujada de dolor, llegó a los oídos de Shion.

Mañana, y mañana, y mañana


se arrastra con paso mezquino día tras día
hasta la sílaba final del tiempo escrito,
y la luz de todo nuestro ayer guío a los bobos
hacia el polvo de la muerte. ¡Apágate, breve llama!
La vida es una sombra que camina, un pobre actor…

Shion y los ratones escucharon arrobados con el aliento contenido; la llama de


la lámpara tembló, al igual que sus sombras. También las sombras estaban
estampadas en la voz y expresión de Nezumi y Shion sintió como si lo estuvieran
liberando de la realidad y llevando a las alturas. Una ligereza efímera; una realización
eterna. Que horas tan ricas, plenas y hermosas las que pasaron.

Dos días antes de la Cacería, en esa habitación sucedió la escena que dejó una
impresión como ninguna otra en la vida de Shion. Lo que había sucedido hace poco
tiempo se sentía como si hubiera sucedido hace muchísimos días.

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Derramó lágrimas.

Eran debido al humo, y no porque su corazón llorara de nostalgia.

Chip-chip, chip-chip, chit chit chit. Tsukiyo descendió al suelo y chilló


incesantemente. La superfibra había caído al piso y Shion se detuvo abruptamente
para recogerla. La fuerza abandonaba el cuerpo de Nezumi y su peso recaía en el
hombro de Shion.

—Nezumi, resiste. Permanece despierto.

—…Sal de aquí… deprisa…

—Lo sé, ni siquiera yo me tomaría un descanso aquí. Nezumi, casi


llegamos. Aguanta conmigo un poco más.

—Shion… no podemos. No… los dos.

—¿Eh? ¿De qué estás hablando?

—Corre… por tu cuenta… sólo corre.

—¡Idiota! —espetó Shion. —¡No me digas esa mierda! —El enojo creció en
su interior, era una ira dirigida a Nezumi. Tuvo la sensación que su cabello blanco se le
estaba parando en punta; el aire abrasador soplaba no sólo del exterior, sino también
desde el interior de Shion.

¿Diciéndome que me vaya sin ti? ¿Qué debería escapar por mi cuenta? No me
digas eso. No te atrevas. ¿Tanto así me menosprecias? ¿Qué tan pobremente piensas
de mí? No soy tan débil como para dejarte y elegir el sendero de mi propia
supervivencia. Puedo protegernos, sabes. Tengo la suficiente fuerza para protegernos
a ti y a mí.

—No me subestimes, carajo. —dijo enojado.

La ira se transformó inmediatamente en energía para seguir adelante, mandó


fuerza a sus brazos y miró adelante. El lugar estaba libre de cualquier presencia
humana. Shion sintió una ligera brisa, las flamas empezaron a lamer el techo; al
parecer el fuego había alcanzado algunos químicos, porque hubo una pequeña
explosión, seguida por un característico olor penetrante.

—Tsukiyo, vamos.

Tsukiyo se sumergió en su bolsillo, sacó la cabeza y emitió unos chillidos


agudos. A Shion le sonaron como las ordenes de un navegante, y se sintió alentado.
Tenía que escapar aunque fuera un segundo antes también por el bien de esta
minúscula criatura que mantuvo sus gritos a pesar de su falta de aire.

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Tropezó con algo y casi se cae. Había un prisionero gigante tirado boca abajo en
el suelo; había muerto con la cara en un charco de su propia sangre. Shion pasó sobre
el cuerpo y continuó avanzando.

Escaleras aquí, lo que significa que la ubicación del ducto de basura es… recordó
los detalles precisos del plano que había taladrado en su mente, lo trazo en su
memoria. Era una esquina del pasillo, donde ahora el humo estaba arremolinándose.
Con la punta del dedo metió la cabeza de Tsukiyo de vuelta en su bolsillo.

—Nezumi. —Vamos a entrar. Shion aguantó la respiración y se lanzó al humo.


No tenía tiempo ni forma de revisar la abertura del ducto, su campo de visión en el
corredor lleno de humo era prácticamente de cero metros. Una ligera vacilación y
encontraría su final asfixiado.

Cree, cree en ti mismo. Si vas a aferrarte, aférrate a ti mismo.

Sus pies se detuvieron, podía ver la abertura del ducto de basura. Un soldado
estaba derrumbado contra ella como para bloquearles el camino. Tenía las piernas
estiradas y yacía con los ojos aún medio abiertos. Su cuello estaba torcido en un
ángulo extraño. Su rifle, que aparentemente había sujetado fuerte incluso mientras era
arrojado por la explosión, descansaba en su regazo. El mismo rifle que había disparado
a Nezumi.

Shion no sintió surgir ninguna clase de emoción hacia el soldado; ni odio, ira ni
lástima, ni siquiera el respeto por alguien que había muerto. La cosa que estaba frente
a él no era un cuerpo humano, no era más que un obstáculo.

Pateó al soldado.

El cuerpo del soldado rodó, con el cuello aún doblado en un ángulo extraño. La
abertura se reveló en su totalidad. Duele, no puedo respirar, mi garganta esta
ardiendo, quiero aire. Sus venas se hincharon, su corazón estaba en caos en su pecho.
La fuerza lo estaba abandonando. Demonios, he llegado hasta aquí, no me rendiré
ahora. He llegado tan lejos…

Nezumi. ¿Qué? ¿Puedes recitarme Macbeth? ¿Macbeth? ¿Qué parte? Acto cinco
escena cinco…

El viento estaba soplando, la llama estaba titilando. Y deseé desesperadamente


escucharte recitar esa línea. No sé porque, tal vez sólo quería prestar atención a tu voz
y sumergirme en tu respiración. Mientras escuchaba a Macbeth andar por el camino
hacia la destrucción, me sentí elevado; me sentí realizado.

—¡Apágate, breve llama!


La vida es una sombra que camina, un pobre actor…

Nezumi, vamos a casa. Vamos a regresar a esa habitación. No podemos


regresar el tiempo, pero podemos crear uno nuevo.

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Normalmente el ducto de basura estaba programado para abrirse


automáticamente cuando percibía a alguien parado frente a él. Por supuesto, ahora
mismo no se movió para nada. Una vez que Shion hubo bajado a Nezumi al suelo,
agarró el rifle y disparó todo el cargador en la abertura del ducto. La tapa voló en
pedazos.

Un cuadrado negro vacío se abrió frente a él. El triunfo traspasó su cuerpo.

Nezumi, casi llegamos. Casi llegamos. Quería hablarle a Nezumi, pero ya no


podía hablar en voz alta. Envolvió a Nezumi en la tela de superfibra. Si pudiera,
hubiera deseado deslizarse por el ducto mientras sostenía a Nezumi, pero el ducto era
demasiado estrecho. Era lo suficientemente amplio para sólo una persona.

Shion levantó a Nezumi y lo metió en el ducto con los pies por delante. Shion se
deslizó tras él y sujetó la abertura con la mano izquierda mientras aseguraba la cabeza
de Nezumi en su abdomen con la derecha. Podía sentir las vibraciones de las
explosiones. El viento rugió.

Shion cerró los ojos y liberó su mano izquierda. Dos cuerpos cayeron por el
ducto perpendicular.

***

—¡Au! —gritó Inukashi. Le habían mordido en el lóbulo de la oreja. —¿Por qué


demonios fue eso? Eso duele, jodidas ratas.

Con una mano en la oreja, Inukashi fulminó a los dos ratones posados lado a
lado.

—Supongo que decirles ratas no lo consideran mucho como insulto, son


muy parecidos. Demonios, eso duele.

Evidentemente le había ganado el sueño, recargándose en el escritorio.


Supongo que tengo algo de agallas como para dormirme en esta situación. Je je. Se
felicitó mentalmente mientras se masajeaba el lóbulo de la oreja. En realidad,
seguramente había perdido la consciencia del agotamiento, pero no se sentía mal
halagarse de esa manera.

Escuchó un ronquido. Rikiga estaba acurrucado en el suelo a sus pies, roncando


con total libertad. Ni siquiera un monstruo legendario podría producir un ruido tan
horripilante.

—Tsk, parece que el anciano este tiene más agallas, —Inukashi chasqueó
la lengua. Los ratoncitos treparon a su brazo.

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—Oigan, deténganse. Sólo chasqueé la lengua, no los estaba invitando a


jugar. Y tampoco tengo comida. ¡Oigan, no me muerdan la oreja! ¡Yo también
tengo hambre!

Chit-chit-chit. Chit-chit-chit.

¡Crat! ¡Crat! ¡Crat!

Los ratones treparon y volvieron a bajar por el brazo de Inukashi por turnos.
Sus acciones y chillidos eran claramente fuera de lo ordinario.

—¿Qué pasa? ¿Pasa algo malo?

Su nariz se arrugó, olía como si algo se estuviera quemando. El humo se estaba


filtrando por la puerta, que estaba ligeramente entreabierta. El interior del Correccional
se estaba incendiando.

—Mierda… —se murmuró Inukashi.

Seguramente el humo llenaría el cuarto en poco tiempo. Tenían que escapar


antes.

Esto es serio. Y es increíble. Si el humo ha llegado hasta aquí, debe ser un


incendio serio. ¿Qué hay de los dispositivos para extinguir fuegos? ¿No funcionan? ¿Los
dispositivos no están funcionando en el Correccional? ¿Es siquiera posible?

Inukashi tragó. ¿Es su labor? ¿Nezumi y Shion detuvieron todos los sistemas?
¿Ellos lograron este milagro?

—Puedes hacer que los milagros sucedan más fácilmente de lo que crees,
Inukashi.— ¿Me estás diciendo que no estabas mintiendo ni fingiendo cuando decías
eso?

El humo entró a raudales con mayor velocidad, junto con un olor a quemado y
el calor. Su columna se congeló. Espera, espera un segundo. ¿Aún están ahí dentro?

Ese humo, ese hedor, ese calor. No podía imaginar gente sobreviviendo a eso.
Su columna se enfrío más.

Nezumi, será mejor que sepas que sólo se te permite llamarlo un milagro si
regresas vivo para decirlo. Si mueres allí dentro no es un milagro. Ni siquiera
obtendrás un homenaje. Si terminas no viniendo a casa después de darme ese gran
discurso, me reiré. Me partiré de la risa.

Rikiga se ahogó con el humo y empezó a toser. Los ratones chillaron, parecía
que estuvieran rugiendo con toda su fuerza.

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—¿Qué sucede? ¿Qué hago? ¿Qué les pasó a sus amos? —A Inukashi
también le dieron ganas de gritar. ¿Qué demonios se supone que haga?

Uno de los ratones- no podía decir si era Cravat o Hamlet- corrió hacia el área
de recolección. Correteó locamente alrededor del extremo del ducto de basura, donde
se abría una abertura cuadrada. El otro se unió y ambos corrieron alrededor en círculos
mareantes.

¿El ducto de basura? Espera un minuto, ¿Por qué Nezumi hizo que esperáramos
aquí en primer lugar? El ducto de basura…

Inukashi se apresuró y pateó los cuartos traseros de Rikiga.

—Ayúdame, anciano.

—¿Q-qué? ¿Qué sucede?

—Están regresando, ayúdame.

En una esquina del área de recolección había unos cuantos colchones viejos y
desgastados. Getsuyaku los había puesto para prevenir mayores daños a los aparatos
que caían por el ducto. Mientras menos dañadas estuvieran las mercancías, más alto
era el precio al que podían venderlas. Getsuyaku ganaba una cantidad considerable de
dinero por la basura que caía por este ducto.

Había fragmentos de cristal roto esparcidos en el montón de desperdicios del


área de recolección, y en algunas partes estaba expuesto el suelo de concreto
desnudo. Si los chicos bajaban por allí, se destrozarían los huesos. Puedo dejar que les
suceda a máquinas indeseadas, pero ellos son humanos, no puedo permitir que sus
huesos se rompan.

—Apresúrate, anciano. Deja de holgazanear.

—B-bueno. —Rikiga anadeó y agarró un colchón.

—Vamos a juntarlos. Amontónalos, ¡Deprisa!

—Bueno… pero Inukashi, ¿Shion y ellos realmente van a regresar?


¿Cómo van a -?

—¡Cállate y muévete! ¡Rápido!

Inukashi forzó los oídos mientras movía los colchones. Regresa, Nezumi.
Regresa, Shion.

—Inukashi, ¡El humo se está poniendo peor! —gritó Rikiga. El cuartito


estaba inundándose de humo blanco.

Sólo regresen, Nezumi, Shion.

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Título: No. 6
Kanarianime Fansub

Por favor, sólo regresen a casa.

Escuchó el viento rugiendo a través del ducto.

Vengan a casa.

Por favor, vengan a casa.

Oh Señor, cuídalos.

Inukashi juntó las manos y le rezó a Dios por primera vez en su vida. Oh Señor-

Próximo Capítulo: Tomo 9. Capítulo 1

Traducción de japonés a inglés: 9 ave en http://9th-ave.blogspot.com


Traducción al español: Azhreik

Visítanos en: www.kanarianime.com

i
Rimbaud, J. A. 1872. Poesías completas. Pp.40 Versión digital en:
http://es.scribd.com/doc/222253/Rimbaud-Arthur-Poesias-Completas#outer_page_40

ii
Shakespeare, W. Macbeth. Versión digital. Pp. 82.

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