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CATEGORÍAS DE RETENCIÓN

Para poder abordar convenientemente la cuestión de las retenciones policiales,


resulta primordial proceder a alguna aclaración terminológica previa.
Así, podemos entender que existe más de un tipo de retención, siendo
únicamente una de ellas —la que presenta una problemática más intrincada— la que
será objeto de atención en el presente trabajo.
Hoy en día, es generalizada la idea de que, entre las retenciones que resultan
conformes a la legalidad, podemos distinguir entre aquellas que constituyen la
retención «simple», dentro de las que se incluiría la identificación policial in situ  —
es decir, sin traslado (art. 16.1 LOPSC)—, que realiza en cumplimiento de sus
funciones de indagación o prevención, y aquellas otras que, por demorarse más en el
tiempo, constituyen la «retención con traslado» (art. 16.2 LOPSC).
En el primer caso, se habla de una mera inmovilización momentánea de la
persona, instrumental de prevención o de indagación, esto es, una inmovilización
«provisionalísima», que únicamente durará el tiempo imprescindible, que se
presume breve —con independencia de que, como resultado de esa identificación,
proceda su detención, para proceder a su cacheo, a su identificación o a la práctica
de un test de alcoholemia o de sustancias estupefacientes. Estamos, en tales casos,
ante situaciones que se consideran como «retenciones simples», que no dan lugar,
por su brevedad, a mayores problemas, aunque suponen una restricción —si bien,
mínima— de la libertad ambulatoria. Como bien señala Banacloche Palao (‍1996:
251), solo puede realizarse la identificación si previamente se ha procedido a
restringir la libertad de los ciudadanos afectados por ella.
En estos casos, se procede a comprobaciones (o identificaciones) en la vía
pública o en el lugar en que se hubiere hecho el requerimiento. Tales
inmovilizaciones para el registro personal (el conocido como «cacheo»), la
identificación o la realización del test correspondiente para verificar el estado de un
conductor pueden proceder aunque en el afectado no haya indicios de haber
cometido una infracción, es decir, en el curso de controles preventivos que suponen
la puesta en práctica de «normas de policía» esto es, en el desempeño de funciones
de indagación o prevención.

1. EL CASO DE LA «RETENCIÓN CON FINES DE


IDENTIFICACIÓN» O «RETENCIÓN CON TRASLADO
1. LA SITUACIÓN ANTERIOR A 1992
Antes de la promulgación de la Ley Orgánica 1/1992, de Protección de la
Seguridad Ciudadana, nos encontrábamos en una situación complicada, puesto que
la práctica policial de proceder a inmovilizaciones y conducciones de ciudadanos
con el objetivo de identificarles no encontraba amparo legal alguno.
Tal situación era la que propiciaba, ciertamente, la existencia de dos tendencias
contrapuestas: en primer término —y sostenida, especialmente, por miembros de las
fuerzas y cuerpos de seguridad (‍Portilla Contreras, 1993: 104 )—, aquella que
defendía el recurso a la retención en atención a su utilidad para la prevención y
represión de infracciones. Los partidarios de esta primera tesis denunciaban,
asimismo, cómo la ausencia de regulación legal acerca de tal cuestión colocaba a la
Policía, frecuentemente, en la tesitura de tener que optar entre exponerse a cometer
un delito de detención ilegal o proceder al abandono de sus funciones. En el origen
de esta reforma, como destaca López Ortega (‍1992: 153), está presente la
reivindicación tradicional, por parte del aparato policial, de mecanismos jurídicos
que permitan detener a un ciudadano por un breve espacio de tiempo, con la
intención de realizar las diligencias preliminares de comprobación de su identidad.
En segundo término, y en sentido contrario, un sector importante de la doctrina
penal y procesal española —Fairén Guillén (‍1992: 530) y Ramos Méndez (‍1987:
519-‍530)— reclamaba que a dicha figura de la retención se le aplicaran las garantías
propias de una verdadera detención, evitando los problemas que se aparejarían a su
configuración como un tertium genus‍].
En esa confrontación de ideas, jugó un papel fundamental el dictado de la STC
98/1986, de 10 de julio, que —siguiendo, en este punto, la orientación de la
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 6 de noviembre de 1980
(caso Guzzardi)— declaró que entre la libertad y la detención de una persona no
cabían zonas intermedias, y que no era tolerable que situaciones efectivas de
privación de libertad —en las que, de cualquier modo, se impedía u obstaculizaba la
autodeterminación de la conducta lícita— quedaran sustraídas a la protección que a
la libertad dispensaba la CE. Por tal causa, entendía el TC, debiera beneficiarse del
conjunto de las garantías que el art. 520 LECrim prevé para los privados de libertad ‍].

La cuestionada constitucionalidad de la «retención con traslado


El hecho de que no se trate de una verdadera detención plantea problemas, también,
en cuanto al fundamento constitucional de la medida.
Así, la propia redacción del art. 17 CE encierra una complejidad añadida. En él,
se afirma que nadie podrá ser privado de su libertad «sino con la observancia de lo
establecido en este artículo». En este se regulan las detenciones preventivas como
hipótesis de privaciones de libertad. Sin embargo, las retenciones, como hemos
tenido ocasión de examinar, no suponen verdaderas detenciones preventivas, por lo
que no cabría afirmar, a priori, que su práctica contara con tal respaldo
constitucional. Ante tal circunstancia, el TC, de manera un tanto forzada, afirmó en
su Sentencia 341/1993 —en su intento de justificar la constitucionalidad de la Ley
Orgánica 1/1992— que el art. 17.2 CE expresa un principio de limitación temporal
de «toda» privación de libertad de origen policial, incluso, por tanto, aquellas
distintas a la detención preventiva.

4.4. La innecesaridad de la «retención con traslado»


A nuestro juicio, el eje central del debate en torno a esta figura lo constituye el
determinar si alguna de las garantías propias de la detención —y que brillan por su
ausencia, como vimos, en la retención— supone, en la práctica, un obstáculo para el
adecuado desarrollo de la labor policial —lo que justificaría, en cierto modo, la
previsión de esta atípica figura—, o si, por el contrario, la Policía cuenta —con la
regulación, por ejemplo, de la detención policial— con instrumentos y márgenes de
actuación lo suficientemente amplios para el cumplimiento de sus deberes, de donde
derivaría la innecesaridad de la previsión de la retención con traslado.
Repárese, además, en que, si el traslado se debe a la negativa injustificada del
ciudadano a atender el requerimiento policial de identificación, podría entenderse
cometido un delito de desobediencia al agente de la autoridad (art. 556 del Código
Penal). Si así fuera, cabría adoptar una medida cautelar de detención, supuesto en el
que el recurso a la retención resultaría innecesario. A este respecto, sin embargo,
puede aventurarse que, en no pocas ocasiones, a los agentes policiales les interesará
más retener que detener, calificando la falta de colaboración del requerido como una
mera infracción administrativa. Sin embargo, si, más allá de no prestarse a la
identificación, se negara a ser conducido a dependencias policiales para realizar
dicha identificación, ¿sería posible hacerlo coactivamente?
Resulta razonable que primero se haya de intentar la vía pacífica de solicitar al
sujeto requerido tal acompañamiento. Pero, ante una eventual negativa, ¿cabría
hacerlo por la fuerza? A nuestro parecer, ello sería siempre posible en los casos en
que la hipótesis supra descrita se verificase. Sin embargo, si bien en el caso de la
conducción «pacífica» nos encontraríamos ante una verdadera retención con
traslado, en los casos en que esa conducción fuera forzosa lo lógico es que hubiese,
por parte del requerido, una voluntad firme de oponerse a tal traslado, lo que, a
nuestro juicio —y con independencia de que existiera o no un «forcejeo» o una
pugna «física»— debiera entenderse como resistencia por parte del requerido,
convirtiendo su conducta en un verdadero delito de desobediencia a la autoridad. Y
es, precisamente, en tales casos, donde la innecesaridad (más aún, la inconveniencia)
de la retención con traslado se revela de forma más clara, puesto que lo procedente,
ante tal conducta, sería practicar una verdadera y probable detención.

CONCLUSIONES

En atención a todo lo expuesto, podemos concluir lo siguiente: en primer lugar,


las actuaciones correspondientes a las retenciones simples no comportan problemas
en su aplicación, al suponer meras restricciones, que no privaciones, de libertad. No
sucede igual con la práctica de la comúnmente conocida como «retención policial
con fines de identificación», o «identificación/retención con traslado», que es el
objeto principal de estudio en el presente trabajo.
En segundo término, la LOPSC de 2015 ha supuesto la previsión expresa de los
casos en que cabe la práctica de la retención con traslado a dependencias policiales,
así como el establecimiento de un plazo máximo de seis horas de duración de la
misma, la necesidad de informar al retenido, de forma inmediata y comprensible, de
las razones de dicha actuación, la remisión mensual del libro-registro de
identificaciones al MF y al juez y, por último, la obligación de expedir volante
acreditativo del tiempo transcurrido en dependencias policiales y de la identidad de
los agentes actuantes.
Parece evidente, en consecuencia, que en el nuevo texto se refuerzan —a través
de estas novedosas previsiones— las garantías de los ciudadanos frente a eventuales
prácticas abusivas de estas diligencias de identificación, aunque para ello haya
habido que introducir sustanciales cambios en el texto proyectado, al que se le
achacaba ser aún más restrictivo que la norma entonces vigente y no haber tenido en
cuenta las previsiones que realizó el TC en la célebre STC 341/1993.
Es necesario destacar, sin embargo, que la situación descrita dista mucho de ser
plenamente satisfactoria. Lejos de abandonar la tesis que concibe a la retención
como figura distinta de la detención, en la nueva LOPSC se vuelve a insistir en
dicha diferenciación, concluyendo, así, que los requisitos y formalidades que son
predicables de esta no son exigibles a aquella. No en vano, el art. 19 del nuevo texto
dispone que las diligencias de identificación, registro y comprobación practicadas
por los agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad no estarán sujetas a las mismas
formalidades que la detención.

Sin embargo, si bien en la LOPSC sí se exige expresamente, como se vio, que


el requerido a acompañar a los agentes sea informado de las razones de dicho
requerimiento —que era una de las exigencias de las que la STC 341/1993 hacía
depender la constitucionalidad de tal diligencia—, no se hace lo propio con el
derecho a la asistencia letrada. En consecuencia, quien sea requerido para
desplazarse a dependencias policiales a los solos efectos de lograr su identificación
—es decir, siempre que dicha retención no responda más que a la finalidad de
obtener datos personales y no se convierta, por tanto, en un verdadero interrogatorio
— no podrá exigir en ese momento la asistencia de abogado.
Como en tantas ocasiones en materia procesal penal, nos encontramos ante un
compromiso del derecho fundamental a la libertad que responde a consideraciones
de seguridad. Se hace por ello necesario encontrar el deseado equilibrio entre ambos
valores fundamentales, máxime teniendo en cuenta que, al carecer de las garantías
de la detención, la retención se ubica en un lugar indeterminado.
Con independencia de que asimilar, a todos los efectos, la retención policial a la
medida cautelar de detención permitiría evitar las indeseables consecuencias de su
consideración como un tercian genus, debe igualmente plantearse si, en sí misma, la
previsión legal de esta retención con traslado resulta necesaria. A este respecto, ha
de destacarse que la mera existencia de sospechas acerca de la comisión de delitos
justifica, en nuestro sistema, la práctica de la medida cautelar de la detención
policial. Teniendo presente que, en ningún caso, estas detenciones pueden ser
arbitrarias ni —en cumplimiento del principio de especialidad— prospectivas ‍],
podríamos concluir que la previsión de la retención resultaría, por superflua,
innecesaria.
Resulta evidente que el hecho de que determinadas garantías —que han de
acompañar a toda privación de libertad, por el mero hecho de serlo— puedan
entorpecer el desarrollo de una investigación policial, no puede servir de
justificación para su disminución y/o supresión pues, como con acierto advirtiera
Queralt (‍1987: 529), el aseguramiento de las libertades no debe ser tan grande que se
quede sin objeto, esto es, sin libertades que asegurar.

NOTAS
[1 Ley Orgánica 1/1992, de 21 de febrero.
]
[2 En el ámbito de la praxis policial, era una realidad desde hacía ya mucho
] tiempo.
[3 Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo. En lo sucesivo, LOPSC.
]
[4 En adelante, TC.
]
[5 En lo sucesivo, CE.
]
[6 Convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades
] fundamentales, hecho en Roma el 4 de noviembre de 1950.
[7 Por todos, la STC 341/1993, de 18 de noviembre, que recuerda cómo esas
] limitaciones que se establezcan —al igual que tampoco podrán incurrir en falta
de proporcionalidad— han de responder siempre a la finalidad de protección de
derechos, bienes o valores constitucionalmente reconocidos o que por su grado
de indeterminación crearan inseguridad o incertidumbre insuperable acerca de
su modo de aplicación efectiva.
[8 Destaca Lascuráin Sánchez (‍2009: 373 y 374) cómo la proporcionalidad opera,
] de hecho, como garantía material de la libertad.
[9 Entendida esta como seguridad «física o personal» (‍Lascuráin Sánchez, 2009:
] 369 y 370).

Año de la unidad, la paz y el desarrollo


Policía nacional del Perú

Nombre: Alva cadillo brayan yhomar


Asignatura: código procesal penal
Tema: retenciones
Catedrático:
Sección: 6”op”
Protectores de la democracia
2023

DEDICATORIA
Este presente trabajo está dedicado primeramente a dios, a nuestros padres que
gracias a ellos estamos cumpliendo con nuestro objetivo, a nuestro catedrático que
gracias a sus enseñanzas vamos fortaleciendo nuestros conocimientos en el día a día,
del que nos será de mucha utilidad en nuestro ámbito policial.

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