Te 2209
Te 2209
Te 2209
Clara Fabiana
Rey, C. (2021). Justicia de oídos sordos: el caso de Herminia. Tesis de grado. Universidad
Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria
Académica. Disponible en:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.2209/te.2209.pdf
Departamento de Historia
Agradecimientos………………………………………………..………………3
Introducción……………………………………………………………….……4
Capítulo 1
La Justicia……………………………………………………………………...12
Capítulo 2
Delito de adulterio……………………………………………….…………….29
2. 3. Delito de adulterio…..……………………………………………………..36
Consideraciones finales…………………………………………………………40
Capítulo 3
De adultera a Homicida………………………………………………………...42
Consideraciones finales………………………………………………………..…57
Conclusiones……………………………………………………………………..59
Bibliografía………………………………………………………………………71
2
Agradecimientos
Para poder escribir esta tesina, he recibido muchísimo apoyo. Este ha sido el
comienzo de un camino que espero poder seguir recorriendo y me sorprendí gratamente
de que tanta gente muy ocupada en sus tareas, haya dedicado su tiempo para colaborar
con mi trabajo.
Por eso, quiero agradecer a la Betina Riva, a María Angélica Corva, a Florencia
Castells y a Federico Belzunces, por sus sugerencias y aportes.
Inevitablemente, esta tarea que nos da tanta satisfacción, también nos quita
tiempo para dedicarle a la familia. Es indispensable la ayuda y la comprensión. Por eso,
agradezco a mi marido, mis hijos, mi yerno y mis nietos, que además me escucharon
una y otra vez relatarle los avances de mi trabajo.
3
Introducción
Y, tal vez, por eso me parece que la historia y la ficción conforman una
amalgama ideal. La ficción nos proporciona el desarrollo de la imaginación tan
necesario a la hora de darle cohesión y claridad a los datos duros que nos proveen las
fuentes. Personalmente, creo que la literatura nos aporta mucho a la hora de historiar,
nos aporta colores, formas, imágenes que enriquecen nuestro trabajo. La escritora
española Rosa Montero1, a la que sigo hace muchos años y considero una de las mejores
1
Montero Rosa, nació en Madrid y estudió periodismo y psicología. Ganó numerosos premios (Premio
Mundo de Entrevistas, Premio Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios y Premio de la
Asociación de la Prensa de Madrid a toda una vida profesional y Premio Nacional de las Letras) y ha sido
4
autoras contemporánea de novela, tuvo la gentileza de responder a una pregunta que le
hice con relación a este tema de la vinculación literatura-historia:
―Las novelas son material para la historia sin duda, lo que no hay que
tomarlo literalmente en el sentido de un hecho factual, pero sí de lo que
estaba pasando en esa época. Hablan de una manera simbólica de la época‖.
reconocida por el ámbito académico con títulos honoríficos. Su obra está traducida a más de veinte
idiomas.
5
irresistible con fundamento porque cuando leí sobre Herminia, además de haber
conocido de cerca la cruda realidad de la vida en la cárcel, de haberme sensibilizado con
las historias de las mujeres de carne y hueso que había conocido en el penal o en los
expedientes, también me había acercado a la historia de las mujeres y a la perspectiva de
género, a partir de un Seminario que dictó la profesora Adriana Valobra, a la que
agradezco el haberme introducido en este camino. A partir de ahí creció mi interés por
estudiar a las mujeres y, particularmente, a aquellas a las que la vida las llevó a
delinquir.
Lamentablemente, el virus del Covid 19, que tanta tragedia y tristeza instaló en
el mundo entero, es el telón de fondo de la escritura de mi tesis. Readapté mi proyecto
original a las circunstancias que impuso el momento. Aspiro en este trabajo a hacer un
análisis micro histórico, a ver el caso de Herminia y Domingo a través de un
microscopio social, metafóricamente hablando. Mi intención es trasladar esta mirada
pequeña a problemas generales, en este caso a la construcción del modelo de mujer en
esta sociedad y su implicancia en las sentencias judiciales. Sobre la microhistoria como
referente teórico metodológico, Ronen Man (Man 2013) nos dice:
Y es en esa línea que Justo Serna y Anaclet Pons (Serna y Pons 2019)
consideran, y yo coincido, que podemos ocuparnos de cosas pequeñas, prácticamente
invisibles o presuntamente irrelevantes, pero debemos hacerlo para exhumar lo
imperceptible o desconocido. De eso tan minúsculo habrá que sacar lección y
consecuencia.
El delito cometido por mujeres en el período bajo estudio está atravesado por la
construcción del modelo de mujer imperante que lo podemos observar tanto desde la
producción bibliográfica científica, como también desde la posición del estado. En las
páginas que siguen intentaré armar ese modelo para comprender cómo se refleja y deja
su huella en los papeles que conforman los expedientes escritos por funcionarios
policiales y judiciales que tienen en sus manos la tarea de juzgar a las mujeres que han
delinquido. Para este período, tanto desde el Estado como desde la ciencia, se construye
un modelo de mujer que está inmersa en la esfera privada, siendo su rol principal la
maternidad, el cuidado de los hijos y del esposo. Una mujer que se dedica al hogar,
privada de derechos civiles y que debe estar subordinada al varón, primero al padre y
luego al marido. En esta construcción, la mujer que comete un delito era considerada
como desviada o descarriada de ese modelo, por lo que era necesario encarrilarla y
volver a colocarla en el rol asignado para su género.
7
Una lectura minuciosa de las sentencias judiciales y del legajo de quienes
delinquieron, especialmente en el caso de las mujeres, me permitirá observar la
presencia o ausencia de una serie de elementos y términos utilizados a la hora de
juzgarlas como son el honor, la clase social, su estado civil, etc. La existencia de estos
elementos puestos en juego resultará, a veces, a favor; y a veces, en contra de la
cantidad de años de condena que finalmente se aplique.
El problema que representa el significado de las relaciones entre los sexos fue
tardíamente descubierto por el trabajo historiográfico y esto socavó algunos
presupuestos de la historia como disciplina. La historia no ignoró a las mujeres, sino
que apenas se visibilizó su participación en los círculos domésticos y en la esfera de la
intimidad, atribuyéndoles a las mujeres debilidad física, intelectual y moral (Dora
Barrancos, 2007). Desde una perspectiva de investigación sobre encierros y sujeciones,
un estudio sobre el destino de los entonces denominados ―menores‖ abandonados en la
ciudad de Buenos Aires, en la primera mitad del siglo XX, se centra en las niñas
abandonadas y cómo terminan siendo criminalizadas al ser alojadas en cárceles de
mujeres (Guy, 2000). Durante este periodo, el estado, salvo algunas efímeras iniciativas,
no se preocupó por solucionar el problema y las niñas abandonadas eran encarceladas
junto con las delincuentes adultas en la Casa Correccional de Mujeres a cargo de
órdenes religiosas. Guy afirma que existía la diferenciación de género en cuanto a que a
las mujeres no deberían brindarles formación profesional como a los varones, sino
prepararlas para las tareas del hogar, considerado su lugar de regeneración. En relación
al análisis de los procesos judiciales como fuentes primarias, un texto estudia desde una
perspectiva de género la relación entre la justicia y el delito en Tucumán a finales del
siglo XIX, a través del análisis de expedientes judiciales que involucran a mujeres de
8
los sectores populares, fundamentalmente como acusadas. El análisis de estas fuentes
permite ver la relación de los grupos subalternos con la ley para reconstruir las
asimetrías que la aplicación de la justicia generaba, profundizando la inferioridad
jurídica femenina (Hernández y Brizuela, 2007).
9
especialmente de la que está ubicada en la ciudad de La Plata. Lila Caimari (2007), al
referirse a la cuestión carcelaria femenina, consigna la influencia del positivismo en la
criminología argentina y reflexiona sobre la Congregación religiosa Orden del Buen
Pastor que debía hacerse cargo de las instituciones de corrección femeninas de la
provincia de Buenos Aires.
10
Esta tesina está estructurada en tres capítulos, la presente introducción y las
conclusiones finales. En el capítulo 1, analizaré el estado de la justicia en los primeros
años del siglo XX, período en que sucede el caso analizado en este trabajo y la creación
de los departamentos judiciales. Además, se describe la ciudad de Mercedes,
específicamente el barrio en el que la pareja vivía, con el objetivo de ubicarla en su
contexto.
11
Capítulo 1
La Justicia
La frase del epígrafe expresa la idea principal del objetivo de este capítulo
porque con la fuente judicial con la que trabajo para recrear el caso de Herminia y con
la ayuda de la bibliografía sobre el tema intento reconstruir el funcionamiento de la
justicia en la provincia de Buenos Aires, haciendo hincapié fundamentalmente en la
ciudad de Mercedes donde Herminia termino asesinando a Domingo. Creo que las
fuentes que utilizo -en este caso, la sentencia judicial, las planillas de ingreso a la cárcel
y los diarios de la época- me brindan la posibilidad de analizar el entorno de los
protagonistas de este hecho, los funcionarios judiciales que intervienen en el juicio, su
entrada a la cárcel y hasta una descripción de su imagen física. Además, la referencia a
una reelaboración literaria que hace Ginzburg me pareció bella, ya que aspiro a conjugar
con esta tarea investigativa, una sensibilidad estética.
Por lo tanto, este capítulo tiene como objetivo describir el estado de la justicia en
la provincia de Buenos Aires para contextualizar el juicio a Herminia en el año 1901 y
la conformación de la ciudad de Mercedes como Departamento judicial. El estudio de la
estructura, la organización y el funcionamiento del sistema judicial tiene un valor en sí
mismo, determinado por la necesidad de descubrir quiénes administraban justicia, de
qué manera lo hacían y con qué resultados (Corva 2012).
12
1. 1. La organización de la Justicia bonaerense
13
Para Betina Riva (2017, p. 11) esta percepción, junto a algunos sonados casos
como el del asesinato de Livingston, daría lugar a la reforma del año 1903, considerada
fuertemente represiva y discutida por algunos juristas en la época. Esta endurecía las
penas para la mayoría de los delitos, al mismo tiempo que agregaba las disposiciones de
la llamada ―ley de defensa social‖.
A partir del 1 de febrero de 1887, entró a regir el primer Código Penal para la
Nación Argentina (Ley 1920, del 7 de diciembre de 1886), basado en el proyecto de
Tejedor. A través de la codificación de la legislación y de las instituciones judiciales, las
autoridades provinciales persiguieron brindar un derecho más racional, predecible y
uniforme (Sedeillan 2013).
14
En el artículo 95, se establecían las penas por homicidio que iban de entre tres y seis
años de presidio si existía una circunstancia atenuante, cambiando a penitenciaria si
hubiera más de una:
Como vemos, las penas por homicidio iban de entre tres y seis años de presidio si
existía una circunstancia atenuante, cambiando a penitenciaria si hubiera más de una.
A diferencia del código anterior, este solo fijaba la pena en tres años de prisión si el
muerto hubiera provocado el acto de injurias graves e ilícitas.
En caso de no existir atenuantes ni agravantes, la pena podía variar de entre seis y diez
años de presidio; de existir solo agravantes, podía subir hasta la pena de muerte
(Sedeillan, 2012).
2
Artículo 96: En los demás casos no comprendidos en los dos artículos anteriores, el homicidio será
castigado: 1º) Con presidio de diez años hasta por tiempo indeterminado, si hay una o más circunstancias
agravantes. 2º) Con presidio por seis a diez años, si no hubiese circunstancia agravante alguna. 3º) Con
presidio por tres a seis años, si hubiese una solo circunstancia atenuante. 4º) Con penitenciaria por tres a
seis años si concurriesen dos o más circunstancias atenuantes.
Artículo 97: La pena será de tres años de prisión, si la víctima misma provocó el acto homicida con
ofensas o injurias ilícitas y graves.
Artículo 98: Cuando en riña o pelea en que toman parte más de dos personas resultasen uno o más
muertos, se observaran las disposiciones siguientes: 1º) si constase quien o quienes dieron la muerte, solo
él o ellos serán castigados como homicidas; y como cómplices los otros que estuvieron de su parte. 2º) si
la muerte se produjese por el número de las heridas, no siendo mortal alguna de ellas, todos los autores de
las heridas serán castigados como homicidas con el mínimum de la pena señalada para este delito. 3º) Si
no constase quien o quienes infirieron las heridas, todos serán castigados con prisión de uno a tres años.
Artículo 99: El acto de disparar intencionalmente un arma de fuego contra una persona sin herirla, será
penado con uno a tres años de prisión. Esta pena se aplicará, aunque se cause herida á que la ley señale
pena menor siempre que el hecho no importe delito mayor.
15
La pena de muerte era para los casos donde el homicidio se había perpetrado con
alevosía y sin atenuante. También, se consignaban los atenuantes3 y agravantes de las
penas.4 Si bien algunos intelectuales vinculados a la criminología positivista
participaron activamente de diversas comisiones de reformas del Código Penal de 1886
–elaborado a su vez sobre la base de los preceptos del liberalismo penal- no lograron
introducir reformas estructurales que consagraran las ideas positivistas, sino que
colonizaron algunas reglas en el Código Penal de 1921.
3
De la atenuación de las penas. Artículo 83: Son circunstancias atenuantes: 1º) las expresadas en el titulo
anterior, cuando no concurran todos los requisitos necesarios para eximir de responsabilidad criminal en
los respectivos casos. 2º) Ser menos de diez y ocho años o mayor de setenta. 3º) No haber tenido, el
delincuente, intención de causar todo el mal que produjo. 4º) Haber precedido provocación, amenaza u
ofensa por parte del ofendido. 5º) Haber procurado con celo reparar el mal causado o impedir su
consumación. 6º) El estado de irritación o furor sin culpa del autor del delito, cuando no le ha hecho
perder del todo la conciencia de lo que hace. 7º) Cualquiera otra circunstancia análoga a las anteriores. 8º)
En los delitos que merezcan pena capital, cuando la causa dure más de dos años, sin culpa del procesado o
su defensor. 9º) Haber corrido la mitad del tiempo necesario para la prescripción del delito.
4
De la agravación de las penas. Artículo 84: Son circunstancias agravantes, salvo disposiciones
especiales: 1º) Ser el agraviado ascendiente, descendiente, cónyuge, hermano o afín en los mismos grados
del ofensor, estar este obligado a un respeto particular hacia aquel, por ser su tutor, superior, maestro, etc.
2º) Ejecutar el hecho con alevosía entendiéndose que la hay cuando se obra a traición o sin peligro para el
agresor. 3º) Aumentar deliberadamente el mal, causando otros innecesarios para la ejecución. 4º) Obrar
con premeditación. 5º) Emplear astucia, fraude o disfraz. 6º) Obrar con abuso de confianza. 7º) Cometer
el delito por precio, promesa o recompensa. 8º) Ejecutarlo por medio de veneno, incendio, inundación,
descarrilamiento, explosión u otros medios que puedan ocasionar mayores estragos o daños sea a la
persona objeto de delitos o a otras. 9º) Cometer el delito con ocasión de incendio, naufragio u otros
acontecimientos semejantes. 10º) Abusar de la superioridad por edad, fuerza o sexo. 11º) Prevalerse del
carácter público que se inviste. 12º) Ejecutar el hecho con auxilio de gente armada, o de personas que
faciliten o proporcione la impunidad. 13º) Cuando se produce mayor alarma, por haberse cometido el
delito de noche o en despoblado. 14º) Cometerlo en cuadrilla, con violación del domicilio u otra
circunstancia semejante. 15º) Ejecutarlo en personas que ejerzan autoridad pública o en lugares en que
estén ejerciendo sus funciones. 16º) Verificarlo en la persona o en desprecio de los ministros de una
religión o en lugares destinados al culto. 17º) Ejecutarlo con fractura o escalamiento de lugar cerrado.
18º) Ejecutarlo haciendo uso de armas prohibidas por los reglamentos. 19º) Haber sido el culpable
castigado anteriormente por delito a que la ley señale igual o mayor pena. 20º) Ser reincidente de delitos
de la misma especie.
Artículo 85: Si se ha reiterado el mismo delito contra varia personas o cosas, o si el mismo malhechor
comete delito d diferente especie por otras tantas acciones, la pena del unió se agregará a la del otro; pero
si esta reunión fuese imposible por la naturaleza de las penas o por exceder del máximun legal la suma
resultante de la acumulación, se aplicará la del delito mayor, agravándola con las adicionales que fuese
posible. Si no fuese posible acumulación alguna por la diversa clase de las penas, el delito menos grave
será circunstancia agravante del más grave.
Artículo 86: Si un delito de la misma especie se comete varias veces contra una misma persona o casa, se
castigará el acto más grave y los otros se considerarán circunstancia agravante.
Artículo 87: Si el mismo culpable con ocasión de la ejecución del delito que se propone cometer,
perpetrase otros, se le aplicara la pena del más grave y los otros se consideraran circunstancia agravante.
Artículo 88: Los tribunales tomaran en cuenta las circunstancias expresadas en el artículo 84, teniendo en
consideración la naturaleza y accidentes del delito.
16
la justicia penal como peritos, especialmente en las consideradas ―causas célebres‖
(Sozzo, 2011, pág.3-34).
17
la sociedad porteña del fin de siglo, quizás el capítulo más espectacular de un ciclo de
crecimiento urbano que afectó a muchas capitales y puertos latinoamericanos (Caimari,
2012).
En el art 2º:
―Los partidos de Monte, Las Flores, Chivilcoy, Bragado y todos los que
quedan al norte de ellos compondrán un departamento cuya jurisdicción en
lo Criminal se denominará de Norte. Todos los restantes, con la excepción
de la Magdalena, que pertenecerá a la jurisdicción de la Capital,
compondrán otro que se denominará del Sud‖.
18
Veintiún años después, con la sanción de la ley 2795, acudimos a una
reestructuración de la organización del Poder Judicial con la implementación del
departamento costa sud. El proyecto para su creación ingresó a la Cámara de Diputados
en el año 1901, donde se consideró el estudio realizado previamente por los diputados
Gnecco y Machado (Calandria, 2016). Esta ley crea el Departamento Judicial de Costa
Sud con sede en la ciudad de Bahía Blanca. En 1915, por Ley 3617, se creó el
Departamento Judicial del Sud Oeste, con sede en la ciudad de Azul.
19
intención de asemejarlo con la estética del Cabildo porteño; su inauguración se da en
1868, siendo no solo la sede de las autoridades políticas sino también el sitio donde se
ubicaron el Juzgado del Crimen y la Cárcel Publica, que venía a reemplazar a la vieja, y
desde hacía un buen rato, ineficiente, que funcionaba en la Alcaidía (Servicio
Penitenciario Bonaerense, 2006). Desde el 1 de marzo de 1865, llegaba la línea del
Ferrocarril Oeste a la Vila de Mercedes, otro dato que mostraba la integración regional
en el contexto de expansión agroexportador.
5
Una de las versiones es que, en épocas de lluvias, este barrio se llenaba de sapos que aparecían a miles y
dificultaban la circulación por las calles. Esto podía deberse a las zanjas que se encontraban llenas de
agua y maleza y que hacían un ambiente propicio para que los sapos se multiplicaran. Otra explicación
tiene relación con una enfermedad que azotó a la población de este lugar. Esta enfermedad afectaba a la
piel y se extendía por todo el cuerpo. Se la llamó ―sarpullido‖ y se cree que fue lo que se conoció
posteriormente como varicela. La gente estaba muy asustada porque ya había padecido la viruela que
provocó la muerte de muchos pobladores. Una curandera de la zona, que tenía mucho prestigio, sugirió
para la curación que los enfermos se colgaran del cuello o de la cintura un sapo. Ver gente caminando con
un sapo colgando en su cuerpo era un espectáculo para las personas del centro de la Villa. Era común ir al
barrio a ver esta rareza, a ver al ―barrio del sapo‖. Y de ahí, posiblemente, su nombre (De Garcerón
Ignacio Víctor, Mercedes 1996).
20
y de la 33 a la 49. Fue una zona muy poblada, aunque en las epidemias de cólera, en
1868, y de viruela, en 1895, se perdieron muchas vidas. A la calle 10 (donde vivía
Herminia) se la llamó ―calle del cólera‖, por la gran mortandad sufrida por esta
enfermedad. La higiene estaba descuidada y era un gran problema el de las aguas
servidas que corrían por las zanjas cercanas a las viviendas. Sus calles eran de tierra y
las viviendas eran predominantemente ranchos, recién en la década de 1920 se
construyeron dos casas de material que fueron destinadas a prostíbulos (Garcerón,
1996). El barrio aumentaba notablemente su población con gente que llegaba de otros
lugares, en su gran mayoría buscando refugio y huyendo de la policía (Garcerón, 1996).
Por lo que relatan las historias mercedinas, era un barrio de matones, cuchilleros y
cafishios que cuidaban sus prostíbulos. Además, existían en el barrio varios curanderos
a los que acudían, desde el centro, caballeros y señoras en elegantes carruajes a
consultarlos por sus dolencias.
Este barrio fue muy resistido por la población del centro, que pretendía
mantenerlo alejado y aislado. Cuando la gente de este barrio hacía su entrada a las calles
céntricas, se la consideraba como una intrusa y se apelaba a todos los medios posibles
para que retornara a su barriada, con una intervención activa de la policía. Pero en el
barrio ―Del Sapo‖ no todos eran matones, proxenetas o vagos, había también gente
trabajadora y decente, según los términos de los testimonios (Garcerón, 1996). La caña,
el vino, las mujeres y el empaque orillero resultaron allí el caldo de cultivo de hechos,
que o se decidieron ahí, en otras esquinas de la barriada o en las calles centrales de la
ciudad (Ortelli y Ungaro, 1970).
21
―…mientras se resuelva la instalación del Juzgado en aquella
ciudad (Arrecifes), y se designe su titular, se traslade a la
Guardia de Lujan y establezca allí su tribunal…‖.6
Diario ―La Hora‖, 24/09/1965, citado en: Alejandro Molle Gonzales, Historia del Departamento Judicial
6
22
para servir de cárcel pública, á escepción (sic) del Colegio de
Niños, único que ofrece garantías de comodidad y seguridad‖7.
Esta cárcel, que se denominaba ―La casona‖, funcionó como tal hasta que,
finalmente, el 24 de febrero del año 1877 se inaugura la nueva cárcel de Mercedes
(actual Unidad Penal N° 5 de Mercedes, perteneciente a la Provincia de Buenos Aires).
Era un edificio moderno en consonancia con el proyecto civilizatorio de la élite que
gobernaba en ese entonces. Tal es así que la inauguración estuvo a cargo del presidente
Nicolás Avellaneda y un conjunto de asesores que se trasladaron en tren desde Buenos
Aires y se dirigieron en carruaje hasta la cárcel (Servicio Penitenciario Bonaerense,
2006). Entre comilonas, paseos y relaciones públicas, la cárcel marchaba en un moderno
edificio ―que al poco tiempo se conoció popularmente como La Blanqueada, debido a
que la remozaban periódicamente con cal, con el doble propósito de mantenimiento y
desinfección" (Servicio Penitenciario Bonaerense, 2006).
7
Sección Histórica Judicial de Mercedes, juzgado de paz, Carpeta de 1867.
23
Le dedico a la figura del juez este apartado porque creo que en este caso que
ocupa mi trabajo es un protagonista insoslayable, aunque en un proceso judicial hay
distintos actores intervinientes. Como dije anteriormente, mi objetivo es acercarme a
mostrar cómo la justicia reproducía el modelo de mujer construido en esta sociedad de
1901, específicamente en la provincia de Buenos Aires. No porque este modelo sea
distinto en otros lugares, sino porque el caso de Herminia ocurrió en este marco
geográfico. Por lo tanto, el juez del Crimen del departamento judicial de Mercedes, en
1901, es blanco de observación porque a través de su sentencia escrita podemos
escucharlo hablar de lo que se esperaba de la mujer.
El juez, Dr. Anacleto Llosa, fue quien tuvo en sus manos el destino de Herminia
y terminó condenándola a la pena de penitenciaria por tiempo indeterminado, en abril de
1902, más de un año después del homicidio. En la Sentencia que utilizo como fuente
para este trabajo se ve el sello del Secretario del Juzgado de nombre Enrique J. Risso.
Aparentemente, el Dr. Anacleto Llosa estuvo poco tiempo más a cargo del Juzgado del
Crimen de Mercedes ya que cuando se creó la primera Cámara de Apelaciones del
departamento de Bahía Blanca, en 1902, es integrante de la misma junto con los
doctores Ramón S. Castillo y Manuel F. Escobar (Roncoroni, 1953).
24
por la heterosexualidad, como un mandato, junto con otras condiciones que el varón
debía reunir como la dominación, el poder, la fuerza, el coraje y la virilidad. Estas
prácticas debían ser aceptadas y legitimadas por el resto de los varones y mujeres
(Kaufman, 1997). Es decir, la masculinidad no puede dejar de analizarse dentro de una
estructura más amplia.
25
cuando bebe y se embriaga, es provocador. Por lo tanto, Llosa entiende que el estado de
ebriedad explica el conflicto y por ello, falló aplicando una atenuación parcial (aunque
el caso fue apelado y la pena fue reducida por el Tribunal). De todos modos, en ningún
momento, aparece ninguna referencia al estado civil de Marcelino ni de Daniel, la
víctima, ni opiniones sobre la moralidad de sus personas, ni adjetivaciones que tengan
que ver con su comportamiento o personalidad. Es evidente que el caso de Marcelino se
juzga ateniéndose a lo que establece el Código Penal, atenuando su pena porque el
mismo estado de ebriedad que lo orilla al crimen es, también, el que justifica su
mengua, incluso aunque sea ebriedad parcial y no absoluta. De ese modo, no es juzgado
por otras circunstancias como veremos que sucede con Herminia con más profundidad.
26
analizan las fuentes (escritas, en imágenes, etc.) en tanto que testimonios de
―representaciones‖ sociales; pero al mismo tiempo se rechaza, como una imperdonable
ingenuidad positivista, la posibilidad de analizar las relaciones existentes entre estos
testimonios y la realidad por ellos designada o representada.
Consideraciones Finales
27
homicidio donde un hombre mató a su novia y solo se lo condena a tres años de prisión,
el mínimo de la pena:
28
Capítulo 2
Delito de adulterio
Por eso, este capítulo recorre nociones sobre leyes civiles respecto de las
mujeres que normalizaron las pautas de convivencia dentro del espacio doméstico. La
familia y el tipo de vínculos entre sus miembros devinieron una cuestión de interés
público y se intentó, de diversos modos, regular las relaciones íntimas y la reproducción
legítima en torno al modelo de familia patriarcal (De Paz Trueba, 2010).
Como nos explica Scott (Scott, 1986), el género es una categoría útil para el
análisis histórico porque nos ayuda a comprender esta relación social. El género queda
implicado en la concepción y construcción del poder en sí mismo, en la medida en que
tales referencias establecen unas determinadas distribuciones de poder (el control
diferencial sobre los recursos materiales o simbólicos y el acceso a ellos).
29
2. 1. El Estado y la normalización de las relaciones de género
Entendían esas acciones como las que permitirían ―civilizar el país‖. En este
proceso modernizador, se avanzaba en la consolidación del Estado y, también, se
garantizaban las condiciones de recepción de mano de obra para insertarse en el
mercado laboral. La inmigración masiva transformó el mundo laboral y social tal como
se había conocido hasta entonces, pero la distancia entre las promesas y la realidad,
conllevaron una serie de dificultades que se manifestaron en disturbios sociales que
fueron incrementándose para fines del siglo XIX. El Estado encontró como respuesta a
esta problemática la implementación de medidas coercitivas, para contener posibles
tensiones sociales. Los discursos de los médicos higienistas, positivistas y
moralizadores pretendían aplicar correctivos sociales a sectores populares y,
particularmente inmigrantes, que eran considerados los más vulnerables a las
enfermedades físicas y también a las que afectaban el cuerpo social, como la
delincuencia y la agitación anarquista (De Paz Trueba, 2010).
30
La mujer fuera del hogar era una amenaza y un riesgo para la familia ya que no
cumplía en esta sociedad patriarcal con el estereotipo de mujer sujeta al hogar. El
discurso liberal desde el Estado responsabilizaba a las mujeres de la educación y el
cuidado de la salud de los ciudadanos de la Nación y, como consecuencia, la maternidad
resultaba un tema de mucho valor para la élite gobernante (Lionetti, 2001, pp. 221-260).
También, desde la ciencia médica se elaboró una concepción de la maternidad como un
valor femenino que la naturaleza otorgó a las mujeres y estableció casi como una
obligación, las mujeres debían ser madres. En caso contrario, si decidían no serlo, era
visto como algo anti natural (Ben, 2000). Marcela Nari describió el modelo de familia
en el que el rol de la mujer estaba firmemente establecido:
31
menos profunda y un juicio guiado por la sensibilidad y no por la razón. En la mujer, el
amor, las facultades afectivas y la abnegación estaban más desarrolladas que en el
varón; en cambio las facultades morales eran menores al igual que la ambición (Ben,
2000, pág. 254).
32
sumisión respecto del poder masculino. En ese sentido, ese poder adoptaba una forma
muy precisa en relación con la condición civil.
Las casadas no podían intervenir en un juicio sin que el marido la autorizara, por
lo tanto, sería imposible pensar en la posibilidad de que la mujer enjuiciara al marido,
33
sobre todo si no tenía padres o hermanos con una situación económica que permitiera
socorrerla, excepto que no se cumplieran los deberes de los esposos como proveedores.
Un elevado número de juicios encabezados por mujeres cuando se trata de causas
domésticas expresa bien las situaciones de violencia y opresión a las que estaban
sometidas, fenómenos que no eran otra cosa que consecuencias de la misma ley
(Barrancos, 2000).
De esta manera, el reclamo por los derechos civiles de la mujer se hacía público.
Para Verónica Giordano, entre 1870-1900, la mujer ya había adquirido cierta visibilidad
en la esfera pública, pero todavía no disputaba cuotas de poder para imponer demandas
propias en el seno del Estado. En general, se trataba de hombres que pensaban a las
mujeres o de mujeres que se pensaban a sí mismas a través de la escritura. En este
sentido, éstas no superaban el status de objeto (Giordano, 2004).
Las normas que establecía el Código Civil con respecto a las mujeres también se
espejaban en el derecho punitivo. La discriminación de género se veía, por ejemplo, en
la evaluación del delito de adulterio. Si la mujer adúltera era sorprendida in fraganti por
el cónyuge y éste la mataba, esa circunstancia obraba como atenuante; pero si sucedía lo
contrario y la mujer mataba al marido, el vínculo establecía un agravante. Acá se ponía
en juego el honor que en esta sociedad patriarcal era inherente a la identidad viril y
muchos jueces asieron este concepto del honor para dejar maridos asesinos en libertad
(Barrancos, 2007).
10 En el año 1969, el decreto ley 18.248 estableció la obligación de que la mujer añada a su apellido
el del marido unido por la palabra “de”. Recién en el año 1987, por ley 23.515 se otorgó a la mujer la
libertad de utilizar o no el apellido marital (Almeida y Martínez, 1996).
11
Como en el caso del nombre, esto recién cambio en el año 1987 cuando la ley 23.515 estableció que la
decisión de donde sería establecido el domicilio debía ser de común acuerdo.
35
―normalidad‖ o, lo que sería peor, como un fenómeno ―normativo‖, es decir, que
participaría del conjunto de las reglas que crean y recrean esa normalidad (Segato,
2003). Además, la autora considera que en los fenómenos de violencia se revela el
carácter coercitivo e intimidador de las relaciones de género ―normales‖.
Por lo tanto, Herminia vivía en una sociedad patriarcal, con valores que hacían
de la mujer una madre y esposa fiel y cuidadora, pero al mismo tiempo, incapaz (como
lo establecía el Código Civil) para administrar bienes o dinero. El hogar era su reino,
donde en realidad, estaban recluidas, en encierro. A esto se sumaba la concepción de
sensibilidad que era propia de las mujeres, la obediencia, la sumisión, piezas del modelo
construido para la mujer y, si no se cumplían, resultaban agravantes, como veremos lo
fueron para el juez que dictó la condena de Herminia.
2. 3. Delito de adulterio
36
sentencia, el juez se refiere a Domingo como el ―cómplice de adulterio‖ de Herminia,
resaltando de esta manera que ella ya se encontraba transgrediendo las normas antes de
cometer el homicidio. Es decir, Herminia ya estaba siendo juzgada por dos delitos. A
partir de la confesión de Herminia ante las autoridades policiales, se elaboró un informe
que el juez tiene en cuenta, pero utiliza en un sentido contrario al contenido del mismo.
En el informe dice que Herminia era: ―buena y débil, compañera, obediente y sumisa,
madre amorosa‖. Elementos que se condicen con los necesarios para atenerse al modelo
de mujer construido en esta época. Pero el Juez, no los toma para preguntarse por las
razones por las que una persona así caracterizada cometió un asesinato.
37
Pero no quedaba allí la cuestión. Además, Herminia no sólo no vivía con su
esposo en el domicilio fijado por este, como la ley civil mandaba, sino que se había
vinculado a otro hombre, Domingo, con quien vivía en concubinato. Esa relación, por lo
tanto, se enmarcaba en la figura del adulterio. El adulterio era considerado un delito que
se penaba de manera diferencial según lo cometiera un varón o una mujer. Se tipificaba
entre los delitos contra la honestidad. Con respecto al adulterio, en el Código Penal
vigente al momento de que Herminia mató a Domingo, la figura se encuentra en el
artículo 122. En ese artículo se pena a la mujer adúltera con prisión de un mes a un año
y si el adúltero era el marido se lo condenaba cuando éste tuviere manceba dentro o
fuera de la casa conyugal. En efecto, desde el siglo XIII, las Siete partidas fijó las bases
de la institución matrimonial de larga perdurabilidad. La monogamia quedó afirmada y
la figura del adulterio tuvo el carácter diferencial que perduró largamente en el derecho
durante gran parte del siglo XX (Barrancos, 2007, pág.44). En la misma época que el
derecho canónico condenaba (con excomunión) al marido y a la mujer infieles como
igualmente adúlteros en virtud del principio ―la misma ley para los hombres y para las
mujeres‖, el derecho secular no consideraba delito la infidelidad del marido. La
sociedad de entonces practicaba una doble moral. Mientras que el varón tenía un amplio
margen para satisfacer su apetito sexual el de la mujer era restringido en nombre del
honor del marido. La falta de la mujer merecía ser castigada siempre, la del marido no
(Levaggi, 2012, pág.87).
38
cuando sean tan frecuentes que hagan intolerable la vida conyugal; 7. y
el abandono voluntario y malicioso‖.
Los malos tratos que llegaban a un límite extremo podían considerarse -incluso-
sevicia y resultar en el inicio de una causa penal.
39
Consideraciones finales
Para cerrar este capítulo trataré de recapitular los temas principales que me
interesaba que estuvieran claros en este apartado. Mi idea fue realizar una pintura para
ubicar a Herminia en este paisaje donde ella y todos los sujetos del género femenino
estaban viviendo.
La vida de las mujeres debía ajustarse a un modelo. Este modelo fue construido
desde el Estado, pero con la colaboración de la medicina (que determinaba como debía
ser el cuerpo de la mujer), de la educación, de la prensa (que divulgaba este modelo).
Pero, además, en esta transmisión a la sociedad de cómo debía ser y como debía
comportarse se facultaba al hombre no solo del control de las mujeres sino también le
otorgaba la responsabilidad de la corrección en el caso de que ellas desviaran su
conducta. Y en esta facultad de corrección de las mujeres que la sociedad patriarcal le
otorgaba se encontraba el germen de la violencia en las familias y en especial a las
mujeres.
Segato encuentra el origen de esta violencia en una tensión entre este contrato
sexual y el sistema de status, ambos interrelacionados en la larga prehistoria patriarcal
de la humanidad. El sistema de status se basa en la usurpación o exacción del poder
femenino por parte de los hombres. Esa exacción garantiza el tributo de sumisión,
domesticidad, moralidad y honor que reproduce el orden de estatus, en el cual el hombre
debe ejercer su dominio y lucir su prestigio ante sus pares. Ser capaz de realizar esa
exacción de tributo es el prerrequisito imprescindible para participar de la competición
entre iguales con que se diseña el mundo de la masculinidad (Segato, 2003).
40
Herminia no cometió un delito, pero tampoco puede omitirse que ese acto debe
comprenderse en un contexto y el mismo estaba cargado de una carga por su condición
civil que la condena de antemano.
41
Capítulo 3
De adúltera a homicida
42
3. 1. Agravantes y atenuantes de género en el castigo femenino
Este apartado tiene una relación estrecha con la descripción que hice anteriormente de la
construcción del modelo de mujer cimentada desde el Estado. Esta relación está basada
en una ecuación lógica para el pensamiento de la elite intelectual y dirigente de la
época. La ecuación era la siguiente: si la mujer se apartaba de ese modelo, ello
implicaba un castigo. Si significaba cometer un delito, el castigo estaba establecido por
los teóricos de la época y reflejado en la legislación.
Sin embargo, durante el último cuarto del siglo XIX, muchos sociólogos y
escritores, médicos y psicólogos, mostraron su preocupación y sus temores ante la
degeneración física y mental que advertían en muchas zonas urbanas de Europa. Desde
la medicina y la psiquiatría, se realizó una clasificación y catalogación de una serie de
desórdenes mentales y patologías sexuales que sirvieron para presentar evidencias del
deterioro de la salud mental, moral y física y en la estabilidad fe las poblaciones en las
naciones europeas (Cesano- Dovio, 2009). El sociólogo francés Gustave Le Bon (1841-
1931) y Max Nordau –médico, sociólogo y escritor francés (1849-1923)— describieron
como características femeninas y que representaban signos de degeneración el
nerviosismo, la neurastenia y el exceso de emoción e histeria (Cesano-Dovio, 2009,
pág.43). Se hablaba de una criminalidad específica de la mujer que se diferenciaba
naturalmente de la del hombre. La escuela positivista fue fundada por Cesare Lombroso,
un criminólogo y médico italiano que ideó métodos científicos para explicar la
delincuencia considerándola determinada por la naturaleza. Para Lombroso, las causas
de la criminalidad estaban relacionadas con la forma del cráneo, los rasgos de la cara,
causas físicas y biológicas. Hablaba de una criminalidad específica de la mujer
basándose, por ejemplo, en que para concebir un asesinato es necesario no solamente
contar con fuerza física
43
Tanto Lombroso como otros autores de esta corriente positivista consideraban
que esta característica hacía que, en términos cuantitativos, las mujeres cometieran
menos delitos en comparación con los varones.
Los criminólogos argentinos de fines del siglo XIX y principios del siglo XX
consideraban que las mujeres eran menos criminales que los varones y se consideraban
crímenes femeninos los hurtos domésticos, los homicidios por envenenamientos, los
encubrimientos o los delitos que involucraban infantes o aquellos que no utilizaban
violencia física. Los delitos pasionales, en general, eran considerados típicamente
femeninos. Como establece Julieta Di Corleto, ―las mujeres que escapaban de sus roles
domésticos eran equiparadas por los observadores sociales del período a las que habían
escogido el camino del delito‖. Así, la figura de la mujer criminal fue construida como
la antítesis de la mujer-esposa-madre dedicada al cuidado del hogar (Castells, 2019).
Producto de excitaciones nerviosas irresistibles, de huracanes psicológicos, el crimen
pasional llevaba al uso de armas inadecuadas. La naturaleza emotiva de las mujeres, su
tendencia a actuar sin pensar, las inclinaba más fácilmente a perder el dominio de sus
acciones (Di Corleto,2010).
44
―el infanticidio fue una práctica que desafió las representaciones hegemónicas de la
maternidad‖ (Calandria, 2019). José Ingenieros desarrolló numerosos trabajos en el
campo de la psiquiatría y la criminología.12 Para Ingenieros, los factores que
determinaban la criminalidad en el delincuente podían distinguirse entre factores
―endógenos‖ y factores ―exógenos‖. Los primeros eran de carácter biológico, propio de
la constitución físico-psíquica de los delincuentes, mientras que los segundos se
relacionan con las condiciones del ambiente físico o social (Ascaini, 2015). Consideró a
la infanticida como una loca moral13, un crimen que llevaban a cabo las mujeres con
exclusividad y, desde el punto de vista del Estado, era una forma de dejar de contribuir a
la reproducción de la sociedad, además de una manera de escapar del natural control
que los hombres debían ejercer sobre las mujeres. Las mujeres eran consideradas
inestables, sobre todo en la época del nacimiento de un hijo. El argumento era que el
saber médico era mejor para juzgar la vida de las mujeres con sus ciclos menstruales,
embarazos, menopausias y partos (Ini, 2000). La ley juzgaba a las infanticidas
utilizando el discurso médico de la demencia porque era inconcebible que no siguieran
los designios naturales.
12 Nació en Italia el 24 de abril de 1877. Fue un médico, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico,
sociólogo, filósofo y un importante referente intelectual de su tiempo en los campos de la filosofía y la
psicología y un gran divulgador de los más grandes pensadores argentinos. Entre 1902-1913 dirigió los
archivos de Psiquiatría y Criminología y se hizo cargo del Instituto de Criminología de la Penitenciaría
Nacional de Buenos Aires, alternando su trabajo con conferencias en universidades europeas (Ascaini,
2015).
13
En el año 1907, analizó el caso de una mujer de 23 años procesada por haber cometido el acto
infanticida. Tituló ese estudio: Loca moral infanticida. Ubicó al caso de esta mujer dentro de la categoría
de Delincuentes por Anomalías Morales y explicó que existían individuos que nacían degenerados,
destacando el papel de la herencia y su incidencia en la personalidad (Ascaini, 2015).
45
1.- Muerte
11.- Multa
46
Esa excepción en el caso de las mujeres parece tener su origen en debates
anteriores. María Angélica Corva (2014) analiza la pena de muerte a partir del crimen
de Vicente Fiorino en 1856. A todas las personas que se halló culpables se las condenó
a la pena de muerte. Entre ellas estaba la esposa de Fiorino, Clorinda Sarracán. Una
petición a las Cámaras con infinidad de firmas, que incluían a las señoras de la Sociedad
de Beneficencia, solicitó que ella no sufriera esa pena. En respuesta a este reclamo, la
Legislatura en Asamblea Extraordinaria en sesión de 29 de noviembre resolvió ―en
nombre del sentimiento público‖ suspender los efectos de la sentencia pronunciada
contra Clorinda Sarracán como también contra Remigio y Crispín Gutiérrez, ―hasta la
resolución que adopte sobre las peticiones que le han sido dirigidas‖ (Corva, 2012, pág.
315). Comenzaron, así, largos debates legislativos sobre la pena de muerte, el derecho a
conmutar y el papel de los poderes del estado en este tema. Finalmente, a Clorinda le
fue conmutada la pena y, en la provincia de Buenos Aires, siguió discutiéndose si se
mantenía o no esta pena en la legislación. En el Código Penal de 1886, publicado en
1887, la pena de muerte seguía existiendo, pero ya no para mujeres, menores y personas
mayores de setenta años. Cabe preguntarse, como agenda abierta, si la concepción civil
de las mujeres no se acomodaba mejor a esta decisión que la anterior en la que la
condena podía ser la misma.
48
Sin embargo, el juez considera que este escenario de riesgo no es excusa que
justifique el homicidio. En varias oportunidades utiliza la palabra miedo para referirse a
la sensación por la estaría atravesando esta mujer amenazada, aunque para él el miedo
no existió en esta oportunidad. El magistrado supone que si Herminia tuvo miedo
tendría que haber recurrido a la policía a pedir ayuda o a sus vecinos antes de optar por
matar a Domingo. El contexto donde todo esto estaba sucediendo era el Barrio del Sapo,
cuya descripción realizamos en el Capítulo 1, y aunque pudiéramos considerar que
algunos testimonios eran magnificados por quienes los elaboraban, resulta convincente
que era un espacio que por sus características socioeconómicas se ubicaba en una zona
marginal donde se expresaban problemas vinculados al delito. Al menos, no parecía un
territorio sensible a las situaciones de violencia contra las mujeres que pudiera contener
a Herminia frente a su problema.
¿Domingo era uno de esos personajes del barrio, como insinúa el defensor de
Herminia? Es posible que el defensor quisiera subrayar la posibilidad de que Domingo
era capaz de realizar sus amenazas. Su objetivo pudo ser echar una duda sobre Domingo
que explicara, a su vez, los dichos de Herminia, pero el juez no lo tomó en
consideración a pesar de las pruebas presentadas por la defensa:
50
eran claros estigmas de su criminalidad (Di Corleto, 2010). También, se prestó atención
al desorden que había en la casa de Carmen y se dijo que había descuidado a los hijos.
Además, se le daba mucha importancia a la sexualidad previa al matrimonio que se
asociaba con la prostitución lo cual no le permitió formar un hogar con los valores de
virtud. Carmen había declarado que Livingston abandonaba el hogar porque tenía otros
vínculos afectivos. Con el objetivo de lograr una declaración de irresponsabilidad, la
defensa intentó enmarcar como locura aquello que la acusación denunciaba como
anomalía moral. Los resultados de las pericias médicas no favorecieron a la acusada ya
que, según el juez de la causa, la interpretación del artículo 81 del Código Penal de 1886
— que establecía que un ―estado de locura‖ o una ―perturbación cualquiera de los
sentidos y de la inteligencia no imputable al agente‖ eximía de pena—, no beneficiaba a
delitos como el de Carmen Guillot (Di Corleto, 2010).
51
desconsidera cualquier atenuante porque desestima ese informe al considerar que sólo
se basa en los dichos de Herminia.
El Ministerio fiscal dará lugar a este Informe en sus fundamentos al retomar los
dichos de éste y corroborará: ―No concurre (…) en favor de la procesada ninguna
52
circunstancia atenuante‖. Estos informes que realizaba la policía tenían, entonces,
supuestos fuertes tal y como ha consignado, para otros casos, Florencia Castells.
Andrea, de treinta y siete años, dedicada a los ―quehaceres domésticos‖. En 1904, fue
acusada de asesinar a su esposo con tres disparos de arma de fuego en un paraje cercano
a Necochea. En su declaración, Andrea afirmaba que el día de los sucesos una persona
empezó a golpear con violencia puertas y ventanas, ante lo cual, ―temiendo la
interrogada que se tratara de algún hecho que ponía en peligro su vida‖, produjo un
disparo sin saber que se trataba de su marido. Cuando ella había preguntado quién se
encontraba junto a la puerta, el varón no había respondido, queriendo entrar de manera
violenta a la pieza donde ella se encontraba (Castells, 2020, pág.151-180). En el caso de
Andrea, el informe que realizó la policía estaba construido en base a presupuestos de
infidelidad por parte de ella por lo que los agentes policiales consideraban que su
esposo estaba celoso. Aunque Andrea fue sobreseída por considerarse la muerte un
accidente, la policía había estimado que el temor a la pérdida de la honorabilidad
justificaba al marido en el ejercicio de violencia contra la esposa infiel, lo que la
inculpaba14.
14
Sobre la pérdida de honorabilidad del marido ante la infidelidad, Cfr. Ben, 2014. Sobre el honor
masculino, Cfr. Gayol, 2000.
53
como una situación normal y que nunca iban a concretarse. Esta presunción del
comisario tenía relación con las teorías sobre criminología de esta época.
El informe policial describe, sí, con especial detenimiento, el hecho que condujo
a la muerte de la víctima:
Según el juez, Herminia supo por ese suspiro que había matado a Domingo con
el primer golpe e, igualmente, le asestó un segundo. El informe fue utilizado por el juez
para afirmar:
54
―que este es un homicidio cometido con alevosía,
entendiéndose por tal, dar una muerte segura fuera de
peleas o riña de improviso y con cautela, tomándolo
desprevenido a la víctima‖.
Otro aspecto que el letrado defensor de Herminia, así como ella misma había
atestiguado en su declaración, es la sensación de vulnerabilidad que sintió la mujer
frente a una situación de peligro, no solamente para ella sino también para sus criaturas
que, por su edad, estaban indefensas. Los hijos eran pequeños: tenían cuatros, dos y un
año, aparentemente, el último era amamantado todavía. El código penal establecía, de
hecho, como ya mencionamos, que se consideraba legítima defensa si la persona
actuaba por sí o por sus descendientes si había una agresión ilegítima, necesidad de
impedir la agresión y no haberla provocado.
55
distinto modo del que quisiéramos, el miedo nos fuerza, y por tanto, el miedo nos
justifica‖15.
¿Es posible que al no cumplir Herminia con los preceptos establecidos para un
modelo de mujer significaba que tampoco tenía la sensibilidad característica de las
mujeres ―normales‖ y, por eso, no podía sentir miedo? Este es un interrogante difícil de
resolver, pero probablemente el juez haya considerado de antemano que Herminia no
sintió miedo esa noche fatal.
El miedo fue una experiencia que vivió Herminia, que produjo en ella un efecto
emocional relacionado con su vivencia. Este efecto emocional interpretado como el
peligro o amenaza, produjo en ella un estado de inseguridad y la decisión de asesinar a
Domingo fue la salida que encontró para sentirse en un contexto de seguridad. La
sentencia no retoma más que para cuestionar su miedo y, asimismo, asociar su accionar
a una falta de fe religiosa que le viene dada a Herminia por no haber mantenido los
preceptos del matrimonio -ni legal, ni religioso-. Incluso, la propia idea de
autosugestión que el Comisario Instructor consigna en su informe podrían apoyar la
idea del miedo que sintió Herminia, pero son desconsideradas. Esto es así, incluso,
cuando se da por cierto que Domingo la había amenazado, pero que la autosugestión de
Herminia fue creer que realizaría su amenaza. El juez, por tanto, oye, pero no escucha
las razones de Herminia. Según el juez, por lo tanto, el miedo no existió en ella, aunque
la situación hubiera sido peligrosa y aunque las emociones correspondieran a un sentir
propio de lo que cada una de las personas siente como amenaza.
15Fallo C.A. 19 de noviembre de 1889 (t.3, Libros VII a IX. 1886-1892) pp. 404 y 405, citado por
Sedeillan, 2012.
56
Sin duda, Herminia había cometido un crimen y le correspondía una pena. Pero
no había habido un recorrido para comprender las circunstancias ni, tampoco, se había
profundizado en los pocos elementos que mencionaba Herminia. A lo largo del
Testimonio de Sentencia no hay ninguna referencia que cuestione a Domingo, no se
habla en ningún momento, salvo cuando lo hace Herminia, de su carácter violento, de
las amenazas con que sometía a su mujer. Tampoco queda claro, como mencionamos, si
se encontró la cuchilla que, según el relato de Herminia, Domingo puso debajo de su
almohada antes de dormirse y con la que iba a matar a ella y a sus hijos. Es curioso que
el juez no le diera ninguna importancia al hecho de que Domingo se acostara con la
cuchilla debajo de su almohada, como si esto fuera una situación cotidiana y normal.
Consideraciones Finales
Los artículos sobre criminalidad femenina fueron escritos desde una mirada
médico legal y asociaban al delito cometido por mujeres con problemas morales y
sociales. Por ejemplo, se tiene en cuenta a la hora de analizar los delitos la falta de
atributos de la maternidad y la domesticidad de las mujeres que habían delinquido.
Una mujer que abandonaba a su marido como hizo Herminia con Ingrato, su
primer esposo, no es ni sumisa ni obediente según el enfoque del juez. A pesar de que
se la considera una madre amorosa, también se la califica como de un ―limitadísimo
alcance moral e intelectual‖. Esta desviación en el carácter de Herminia era vista desde
las disciplinas científicas como una patología y el delito cometido por ella tenía estrecha
relación con esta enfermedad. La desobediencia, la falta de sumisión, el adulterio, todos
eran síntomas de esta patología.
59
Imagen 1 Penitenciaria de Mercedes, c. 1900
La nueva cárcel se construyó en las afueras de la ciudad, cerca del río Luján y
lejos de los pobladores. La impronta civilizatoria de la elite liberal materializaba su
entusiasmo reformista en las nuevas prisiones inauguradas ese mismo año, como la
Penitenciaría de Buenos Aires, la cárcel de Dolores, San Nicolás y, finalmente, la de
Mercedes (Belzunces, 2020, pág.58).
60
Imagen 2. Guardianes de Cárceles. Penitenciaria de Mercedes
El edificio contaba con dos pisos con pabellones en forma de ―T‖ que daban a
un patio interno. En esta distribución, localizadas hacia la izquierda de la entrada
principal, se distinguían nueve celdas destinadas a las mujeres; donde existía un
calabozo de castigo, baños y una cocina (Rodríguez Méndez, 1989).
61
Imagen 3. Plano actual de la Unidad 5 de Mercedes que conserva el edificio primitivo
Fuente: Rodríguez Méndez, Lydia Susana, Historia de la cárcel de Mercedes, desde sus orígenes hasta 1900, Bs. As. 1989, pág. 71
62
Imagen 4. Detalle del Pabellón de mujeres- Penitenciaria de Mercedes
Fuente: Rodríguez Méndez, Lydia Susana, Historia de la cárcel de Mercedes, desde sus orígenes hasta 1900, Bs. As. 1989, pág. 71
63
médico que concurría semanalmente a la cárcel, mientras que los casos de mayor
gravedad se trasladaban a los hospitales.
En 1908, tras una reforma, se hizo construir un muro de seis metros de alto, que
circundaba parte del establecimiento y se ensanchó uno de los pabellones de mujeres de
manera que pudo lograr la separación de penadas y encausados17.
64
derecho de gracia o a la facultad de perdonar, que permitía al soberano suprimir y
aplazar o aminorar la aplicación de la pena (Corva 2016). El gobernador no utilizaría la
potestad de conmutar la pena con arreglo a la ley no con los principios jurídicos, sino
atendiendo a otras circunstancias como, por ejemplo, ciertas condiciones
extraordinarias, que podía apreciar mejor que ningún otro18.
18
La Comisión Poder Ejecutivo presentó en el proyecto un artículo que establecía que el Gobernador era
el Jefe Superior de la Administración de la Provincia y entre sus atribuciones, le otorgaba la facultad de
conmutar las penas. El Gobernador no podía ejercer esta atribución cuando se tratara de delitos en que el
Senado conoce como Juez, y de aquellos cometidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus
funciones (Corva, 2016, pág. 31).
65
El 16 de octubre de 1877, finalmente, se sancionó la ley Nº 1134 que reglamentó
la conmutación de pena. Este hecho jurídico habilitó lo que, sin duda, sería otro hecho
bisagra en la historia de Herminia.
¿Acaso Herminia pudo explicar al gobernador cuál había sido su miedo aquella
noche en que asesinó a Domingo? ¿Acaso algunos elementos de juicio que el juez
desconsideró, fueron claves para mostrar otra interpretación? ¿Entendió el gobernador
que tal vez Herminia había tenido una historia de violencias previas y entendió que
podían ser un atenuante de un crimen cuya responsabilidad ella había asumido? ¿Pudo
haber sido, tal vez, que su comportamiento mientras cumplió presidio fuera evidencia de
que podía reinsertarse en la sociedad sin perjuicio? ¿Tal vez algún hecho relacionado
con sus hijas e hijos podría haber sido interpuesto para que se diera curso a su libertad?
Tal vez, incluso, nada vinculado con Herminia haya motivado la decisión y haya
sido la aplicación de una de las herramientas que el Poder Ejecutivo utilizaba para
disminuir el número de presos en las cárceles que generalmente tenían un exceso de
población.
67
Desconocemos, por lo tanto, si Herminia fue escuchada en esta instancia para
decidir sobre su situación. Según demostramos, tampoco fue escuchada antes. Tanto el
caso de Herminia, protagonista de este trabajo, como en el caso de Marcelino fueron
juzgados por Anacleto Llosa, juez del crimen de Mercedes. En la comparación de
ambas sentencias se puede apreciar la diferenciación de género que existía a la hora de
juzgar a un varón y a una mujer. A pesar de que el juez ha sido estricto en ambos casos,
en el caso de Herminia aparecen las palabras a las que me referí anteriormente que
adjetivaban a esta mujer. Se cuestionó si era sumisa, si era obediente, si era buena o
mala madre, si era adúltera. Si a Marcelino se le atenuó la pena por su ebriedad, la que
lo hacía agresivo, e incluso cuando hubo dudas sobre el modo en que asumió su
culpabilidad; a Herminia no se le consideró haberse entregado sin querer huir o encubrir
el hecho, ni siquiera se hicieron observaciones sobre los elementos que ella misma
aportó para corroborar las amenazas. Pero, además de estos cuestionamientos y
valoraciones, esta ―justicia de oídos sordos‖ no escuchó a Herminia cuando ella expresó
su miedo justificado en las amenazas que recibía. Según lo expuso, Domingo, no solo
amenazó con matarla a ella sino también a sus hijos. En cambio, en el caso de
Marcelino, no aparecen las palabras que adjetivan. No sabemos si tanto víctima como
victimario eran casados, concubinos, solteros. Acá no interesaba su estado civil ni se
consideraba que el adulterio era otro delito a juzgar. No sabemos si eran obedientes, si
eran buenos o malos padres, ni siquiera sabemos si eran hijos. Marcelino no fue juzgado
por otro delito que no fuera el de homicidio. En el de Herminia hasta se desestimó lo
que el informe médico consignaba. Herminia fue considerada rebelde, falta de
religiosidad y adúltera todo lo cual evidenciaban no había ningún atenuante, que su
homicidio era con alevosía y, por ello, recibió la máxima pena que podía recibir una
mujer en ese momento.
68
otras personas condenadas como del personal penitenciario, son algunas de las
demandas que se repiten y llegan, incluso, hasta nuestro presente. Esto hace que, aunque
la finalidad de encerrar a una persona en una cárcel sea la de custodia y rehabilitación a
través del trabajo y la educación, termina convirtiéndose en un castigo. Michel Foucault
definió la prisión como ―un cuartel un tanto estricto, una escuela sin indulgencia, un
taller sombrío; pero, en el límite, nada de cualitativamente distinto‖ (Foucault, 1976).
La imposición de restricciones violentas contra los ―internos‖ no contribuye a los fines
declarados por el sistema. Se supone que se debe aplicar la ley para enseñar el respeto
por ella, pero todo su funcionamiento opera en la forma de un abuso de poder: el poder
arbitrario de la administración (Foulcault, 1976, pág. 266).
Me pregunto, también, cómo era la libertad de una mujer cuando Herminia salió
de la cárcel. Cómo vivió, en todo caso, una mujer, cuyos derechos civiles estaban por la
69
propia ley menguados, luego de haber cometido un crimen. Cuáles de sus derechos
menguados fueron reconocidos cuando salió de la prisión. Cuáles tuvo mientras estaba
en ella. Me pregunto, una y otra vez, sobre todo, cuántas Herminias hay en este mundo,
me pregunto cuántas Herminias hay en nuestra propia vida.
Quiero pensar que algo de aquella dramática decisión que torció su vida, pudo
tal vez no mancillar a aquella simpática mujer, buena como madre, como la describían
los documentos, como la imagino en su menuda existencia, en su juventud encerrada en
aquel drama. Si la cárcel no fue un castigo, sino custodia y rehabilitación, quiero pensar
que sí, que Herminia pudo escribir nuevas páginas para su historia, aunque estén
vedadas para la historia.
70
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