La Fierecilla Domada
La Fierecilla Domada
La Fierecilla Domada
WILLIAM SHAKESPEARE
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ACTO 1
ESCENA 1
LURENCIO: Tranio, guiado por mi gran deseo de ver la hermosa ciudad de
Padua, cuna de las artes, heme aquí al cabo, llegando a la fértil Lombardía, el
agradable jardín de Italia. Yo, el hijo de Vicencio, debo ahora, de responder a
todas las esperanzas que mi padre puso en mí. Por eso, en el tiempo que duren
mis estudios, quiero dedicarme a la filosofía que trata de la dicha que la virtud
proporciona.
TRANIO: Mi gentil amo; pienso del mismo modo que usted, y estoy contento de
ver que perseveras en nuestros propósitos de saborear la dulzura de la dulce
filosofía. En cuanto a matemáticas y metafísica, no te ocupes de ellas pues donde
no hay placer no se saca provecho. En una palabra, estudiad aquello que más te
agrade.
LUCENCIO: Muchas gracias Tranio. Buenos son tus consejos. Ahora debemos
escoger un alojamiento digno de recibir a los amigos que con el tiempo hagamos
en Padua.
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LUCENCIO: En cambio, en el silencio de la otra veo la dulzura y la modestia de
una virgen.
BAUTISTA: Pues dicho señores. Blanca, vete a la casa. Y que ello no te disguste,
No quiere decir que te amé menos, hija mía.
CATALINA: ¡Vaya con la niña mimada! Mejor sería meterle un dedo en el ojo, y
así se sabría por qué llora.
HORTENSIO: Señor Bautista, extraña decisión la suya. Siento que nuestra buena
voluntad sea causa de los pesares de Blanca.
GREMIO: ¿Por qué la quieres encerrar, por culpa de este demonio del infierno, y
castigarla por la mala lengua de su hermana?
CATALINA: Pero, ¿es que si me place irme, no podré hacerlo? ¡Vaya! (Se va)
GREMIO: ¡Vete con la mujer del diablo! Son tan buenas tus cualidades que nadie
podría soportarte un minuto. Adiós.
HORTENSIO: Tras haber pensado bien, tenemos ambos, como rivales del amor
de Blanca, interés común en realizar una cosa.
GREMIO: Pues yo digo un diablo. ¿Creéis vos, Hortensio, por muy rico que sea su
padre, que hay algún hombre loco para casarse con el infierno?
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GREMIO: ¿Y cuál será la manera de lograrlo?
LUTENCIO: ¡Oh, Tranio! He sentido los efectos del amor, y moriré si no alcanzo el
amor de esa joven y modesta virgen.
TRANIO: Inútil ya, amo, tratar de regañaros. Jamás los reproches expulsaron el
amor de un corazón enamorado.
LUCENCIO: ¡Ah, Tranio, qué padre tan cruel! Pero, ¿no has oído que se propone
buscar maestros para instruirla?
LUCENCIO: Escucha. Como aun no nos han visto en casa alguna y no pueden
leer en nuestras caras quien es el amo y quien el criado, Tranio, serás el amo y yo
seré otro personaje cualquiera. De esta manera nos presentamos en casa del tal
Gremio, y le ofreceré mis servicios como profesor. (Cambian sus vestidos)
ESCENA 2
PETRUCHO: Verona, adiós, te abandono por algún tiempo, para ver a mis amigos
de Padua, y primero de todos a mi mejor y más querido amigo Hortensio.
HORTENSIO: Pues si así es, puedo presentarte a una mujer áspera de veras y de
un carácter infernal. Ahora bien, es rica, ¡y mucho! Pero sois demasiado amigo
mío para deseárosla como esposa.
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PETRUCHO: Si conoces a una mujer suficientemente rica como para ser la mujer
de Petrucho, vengo a hacer un buen casamiento en Padua; si el casamiento es
rico, será bueno para mí.
PETRUCHO: ¿Para qué he venido aquí, sino para eso? ¿No oí acaso en mi vida
rugir los leones? ¡Y vienes a hablarme de la lengua de una mujer que no hace la
mitad de ruido de una castaña estallando en el hogar de un labriego! ¡Bah!
GRUMIO: (A Hortensio) Déjalo, déjalo que vaya, mientras le dura la afición. Si ella
lo conociera tan bien como yo lo conozco, ya vería que los insultos no pueden
impresionarle. Puedo llamarle diez veces bribón o algo por el estilo; pues bien, no
lo conmoverá.
GRUMIO: ¡Catalina la fiera! ¡El peor de los títulos para una doncella!
ACTO 2
ESCENA 1
5
BLANCA: Hermana querida, no me conviertas en criada y esclava.
CATALINA: (Le toma de la muñecas) Entre todos tus galanes, te mando que me
digas cual prefieres; y mira de no disimular.
BLANCA: Si le amas, hermana mía, aquí te juro que yo misma hablaré a tu favor
y haré todo cuanto pueda para que sea tuyo.
CATALINA: ¡Ah, vamos! Me parece que prefieres las riquezas. Quieres a Gremio
para tener lujosos vestidos.
BLANCA: ¿Es a causa de él por lo que estas tan envidiosa de mi? Ahora
comprendo se han estado burlando de mÍ. Te ruego, hermana, que me sueltes de
las manos.
CATALINA: Si tal cosa te parece broma, esto te lo parecera tambien. (Le pega,
Entra Bautista)
BAUTISTA: ¡Cómo! ¿Qué modales son esos, hija mia? ¿A qué viene tanta
insolencia?... Blanca, apartate… ¡pobre niña! Estás llorando…¡Qué vergüenza! Y
tú, ser diabólico, ¿De dónde sacas tanta violencia?
CATALINA: ¿Qué? ¿No me puedes soportar? ¡Ay, bien veo ahora que ella es
nuestra preferida! No me hables. Ire a encerrarme y llorar hasta que encuentre la
manera de vengarme (Se va)
BAUTISTA: ¿Hubo jamás un hombre más afligido que yo?... Pero ¿Quién viene?
ESCENA 2
GREMIO: Buenos dias, vecino Bautista.
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PETRUCHO: ¡Y a usted también, buen señor! Digame ¿Tienes una hija llamada
Catalina, bella y virtuosa?
BAUTISTA: Sea bien venido señor y tambien a él. En cuanto a mi hija Catalina no
creo que sea lo que le conviene. ¿De dónde es caballero y cómo debo llamarlo?
PETRUCHO: Señor Bautista, mi asunto lleva prisa y no puedo venir todos los días
a cortejar. Decirme pues, si obtengo el amor de vuestra hija. ¿Qué dote obtendría
al hacerla mi esposa?
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ESCENA 3
PETRUCHO: Buenos dias Kate, ¿ese es tu nombre?
PETRUCHO: Te llamas Kate, la buena Kate y a veces la mala Kate. Pero bueno
me he sentido trasportado para hacerte la corte como mi futura esposa.
PETRUCHO: ¡Ay pobre Kate! No te cargaré. Me dijeron que eras ruda, esquiva y
remolona y en cambio eres agradable, juguetona y cortés en exceso. (La abraza)
PETRUCHO: Bien señor, bien ¿Podría dudarlo? Sería imposible que fracasara.
Voy a Venecia a comprar lo necesario para la boda. Preparé la comida para ese
acto, suegro, e invite a los amigos.
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Título: «El profesor sustituto»
Autor: Manuel Martínez
4 personajes:
VALENTIN.- 38 años, profesor sustituto. Llega con miedo al
Instituto, pero pronto hace valer su autoridad.
EZEQUIEL.- 17 años, repetidor, es un mal estudiante que no teme a
ninguna autoridad.
SOFÍA.- 40 años, profesora más veterana del Instituto.
DIRECTOR.- 56 años, director del Instituto.
ACTO I
Pasillo del Instituto Félix Valoir. Las clases están a punto de empezar, los
alumnos ya están en las clases esperando a que cada profesor entre en el
aula.
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Valentín, camina junto con Sofía una profesora compañera de Instituto.
Hasta que se detienen en la puerta de un aula.
VALENTÍN: ¿Cómo fuerte?
SOFÍA: Sí, que no dudes, que estés muy seguro de ti mismo, cómo dudes
hacen contigo lo que quieras.
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VALENTÍN: ¿Y por qué tengo que tener especial cuidado?
SOFÍA: Supongo que no te han dicho nada. Entonces mejor que sea así, tú
simplemente vigílalo.
ACTO II
Clase de segundo A, Valentín entra en la clase ante la atenta mirada de los
alumnos. Sentado en primera fila está Ezequiel. Valentín deposita en su
mesa su maletín y saca una lista de su interior.
EZEQUIEL: Que valiente.
VALENTÍN: ¿Cómo dices?
VALENTIN: Eso.
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Valentín mira fijamente a Ezequiel
ACTO III
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Pasillo del Instituto, vacío y en silencio, todos los alumnos se encuentran en
sus clases. Valentín y Ezequiel están fuera de su aula, cerca de la puerta.
EZEQUIEL: ¿Entonces?
El Director del instituto se acerca a los dos sin que estos adviertan su
presencia
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DIRECTOR: Pero cómo se le ocurre. Que no vuelva a repetirse, no haga
que me arrepienta de haberlo contratado. Vuelvan a su clase
inmediatamente.
VALENTIN: Ahora mismo.
VALENTIN: ¿Continuamos la clase?
FIN
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