Secuencia de Ciencia Ficción
Secuencia de Ciencia Ficción
Secuencia de Ciencia Ficción
Contenido:
Objetivos:
El vocabulario que usan los autores de este tipo de cuentos está lleno de
tecnicismos (palabras o expresiones específicas de determinado ámbito
científico) y neologismos (palabras inexistentes en el diccionario, creadas para
nombrar las nuevas realidades que se describen, para las que aún no existe un
lenguaje). Esto contribuye a crear la atmósfera de la narración de ciencia
ficción y darle verosimilitud a la realidad creada.
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POSIBLES ACTIVIDADES:
TERRAFORMACIÓN DE MARTE
EL TÉRMINO TERRAFORMACIÓN APARECIÓ PRIMERO EN LA CIENCIA FICCIÓN Y
FUE INCORPORADO LUEGO POR LA CIENCIA. ES UN PROCESO HIPOTÉTICO (ES
DECIR QUE AÚN NO SE LLEVÓ A LA PRÁCTICA) MEDIANTE EL CUAL EL CLIMA, LA
SUPERFICIE Y LAS CUALIDADES CONOCIDAS DE UN PLANETA PODRÍAN SER
ACONDICIONADAS PARA HACERLO HABITABLE POR SERES HUMANOS.
Contenidos a trabajar
Actividad :
Parte 1:
1) ¿Dónde y cuándo transcurre la historia? ¿cómo se describe ese planeta? ¿Qué características
tienen sus habitantes? ¿Cómo es su aspecto físico?
2) ¿Sabemos si el narrador pertenece al planeta que se describe? ¿Qué información del cuento
puedes usar para justificar tu respuesta?
8) ¿Qué sospechas despierta la vuelta del señor K a la casa? ¿Qué indicios ofrece el cuento
para justificar las sospechas?
Parte 2:
A partir del final diferente crear una nueva historia de ficción . (Respetando los signos de
puntuación).
Parte 3:
Exposición de los grupos contando la nueva historia, cada uno de los integrantes tiene que leer
una parte.
Parte 4:
Cuánto se divertían
Isaac Asimov
Margie lo anotó esa noche en el diario. En la página del 17 de mayo de 2157
escribió: “¡Hoy Tommy ha encontrado un libro de verdad!”.
Era un libro muy viejo. El abuelo de Margie contó una vez que, cuando él era
pequeño, su abuelo le había contado que hubo una época en que los cuentos
siempre estaban impresos en papel.
Uno pasaba las páginas, que eran amarillas y se arrugaban, y era divertidísimo
ver que las palabras se quedaban quietas en vez de desplazarse por la
pantalla. Y, cuando volvías a la página anterior, contenía las mismas palabras
que cuando la leías por primera vez.
-Caray -dijo Tommy-, qué desperdicio. Supongo que cuando terminas el libro lo
tiras. Nuestra pantalla de televisión habrá mostrado un millón de libros y sirve
para muchos más. Yo nunca la tiraría.
-Lo mismo digo -contestó Margie. Tenía once años y no había visto tantos
telelibros como Tommy. Él tenía trece-. ¿En dónde lo encontraste?
-En mi casa -Tommy señaló sin mirar, porque estaba ocupado leyendo-. En el
ático.
-¿De qué trata?
-De la escuela.
-¿De la escuela? ¿Qué se puede escribir sobre la escuela? Odio la escuela.
Margie siempre había odiado la escuela, pero ahora más que nunca. El
maestro automático le había hecho un examen de geografía tras otro y los
resultados eran cada vez peores. La madre de Margie había sacudido
tristemente la cabeza y había llamado al inspector del condado.
Era un hombrecillo regordete y de rostro rubicundo, que llevaba una caja de
herramientas con perillas y cables. Le sonrió a Margie y le dio una manzana;
luego, desmanteló al maestro. Margie esperaba que no supiera ensamblarlo de
nuevo, pero sí sabía y, al cabo de una hora, allí estaba de nuevo, grande,
negro y feo, con una enorme pantalla en donde se mostraban las lecciones y
aparecían las preguntas. Eso no era tan malo. Lo que más odiaba Margie era la
ranura por donde debía insertar las tareas y las pruebas. Siempre tenía que
redactarlas en un código que le hicieron aprender a los seis años, y el maestro
automático calculaba la calificación en un santiamén.
El inspector sonrió al terminar y acarició la cabeza de Margie.
-No es culpa de la niña, señora Jones -le dijo a la madre-. Creo que el sector
de geografía estaba demasiado acelerado. A veces ocurre. Lo he sintonizado
en un nivel adecuado para los diez años de edad. Pero el patrón general de
progresos es muy satisfactorio. -Y acarició de nuevo la cabeza de Margie.
Margie estaba desilusionada. Había abrigado la esperanza de que se llevaran
al maestro. Una vez, se llevaron al maestro de Tommy durante todo un mes
porque el sector de historia se había borrado por completo.
Así que le dijo a Tommy:
-¿Quién querría escribir sobre la escuela?
Tommy la miró con aire de superioridad.
-Porque no es una escuela como la nuestra, tontuela. Es una escuela como la
de hace cientos de años -y añadió altivo, pronunciando la palabra muy
lentamente-: siglos.
Margie se sintió dolida.
-Bueno, yo no sé qué escuela tenían hace tanto tiempo -Leyó el libro por
encima del hombro de Tommy y añadió-: De cualquier modo, tenían maestro.
-Claro que tenían maestro, pero no era un maestro normal. Era un hombre.
-¿Un hombre? ¿Cómo puede un hombre ser maestro?
-Él les explicaba las cosas a los chicos, les daba tareas y les hacía preguntas.
-Un hombre no es lo bastante listo.
-Claro que sí. Mi padre sabe tanto como mi maestro.
-No es posible. Un hombre no puede saber tanto como un maestro.
-Te apuesto a que sabe casi lo mismo.
Margie no estaba dispuesta a discutir sobre eso.
-Yo no querría que un hombre extraño viniera a casa a enseñarme.
Tommy soltó una carcajada.
-Qué ignorante eres, Margie. Los maestros no vivían en la casa. Tenían un
edificio especial y todos los chicos iban allí.
-¿Y todos aprendían lo mismo?
-Claro, siempre que tuvieran la misma edad.
-Pero mi madre dice que a un maestro hay que sintonizarlo para adaptarlo a la
edad de cada niño al que enseña y que cada chico debe recibir una enseñanza
distinta.
-Pues antes no era así. Si no te gusta, no tienes por qué leer el libro.
-No he dicho que no me gustara -se apresuró a decir Margie.
Quería leer todo eso de las extrañas escuelas. Aún no habían terminado
cuando la madre de Margie llamó:
-¡Margie! ¡Escuela!
Margie alzó la vista.
-Todavía no, mamá.
- i Ahora ! -chilló la señora Jones-. Y también debe de ser la hora de Tommy.
-¿Puedo seguir leyendo el libro contigo después de la escuela? -le preguntó
Margie a Tommy.
-Tal vez -dijo él con petulancia, y se alejó silbando, con el libro viejo y
polvoriento debajo del brazo.
Margie entró en el aula. Estaba al lado del dormitorio, y el maestro automático
se hallaba encendido ya y esperando. Siempre se encendía a la misma hora
todos los días, excepto sábados y domingos, porque su madre decía que las
niñas aprendían mejor si estudiaban con un horario regular.
La pantalla estaba iluminada.
-La lección de aritmética de hoy -habló el maestro- se refiere a la suma de
quebrados propios. Por favor, inserta la tarea de ayer en la ranura adecuada.
Margie
obedeció, con un suspiro. Estaba pensando en las viejas escuelas que había
cuando el abuelo del abuelo era un chiquillo. Asistían todos los chicos del
vecindario, se reían y gritaban en el patio, se sentaban juntos en el aula,
regresaban a casa juntos al final del día. Aprendían las mismas cosas, así que
podían ayudarse a hacer los deberes y hablar de ellos. Y los maestros eran
personas…
La pantalla del maestro automático centelleó.
-Cuando sumamos las fracciones ½ y ¼…
Margie pensaba que los niños debían de adorar la escuela en los viejos
tiempos. Pensaba en cuánto se divertían.
Actividades:
1- ¿Quiénes protagonizan el cuento? ¿Cómo son ellos?
2- Tommy dice haber encontrado un “libro de verdad”. ¿En qué se diferencian
ese libro y el “telelibro” que ellos conocen?
3- ¿Por qué a Margie no le gusta la escuela?
4- Realiza una comparación entre nuestra escuela y la escuela que se describe
en el cuento.
5- ¿Qué clase de escuela prefieres? ¿Por qué?
6- En la escuela del futuro, ¿se emplea el mismo código lingüístico (idioma)
que en la actualidad? Justifica con el fragmento del cuento que lo aclara.
7- ¿Qué comparación establece Margie entre el “maestro hombre” y el
“maestro robot”? ¿Tommy coincide con ella? Justifica.
8- ¿Cómo imaginas a la escuela del año 2151?
9- En la actualidad, existe algo similar al “telelibro” del cuento, ¿de qué se
trata? ¿Hay algún otro elemento que el autor imaginó en su relato y
actualmente existe?
Otras Actividades
1. ¿Dónde y cuándo transcurren los hechos del cuento?
2. ¿Cuál era el contenido del libro encontrado por los niños?
3. ¿Por qué los niños sentían envidia de los niños del pasado?
4. ¿A qué le llaman “escuela” Tommy y Margie?
5. ¿A qué se refiere cuando se habla de un “maestro automático”? Explica tu
respuesta
6. ¿A qué hace referencia esta frase: “Creo que el sector de geografía estaba
demasiado acelerado”? Explica tu respuesta.
7. Qué infieres de esta frase: “Margie estaba desilusionada. Había abrigado la
esperanza de que se llevaran al maestro. Una vez, se llevaron el maestro de
Tommy durante todo un mes porque el sector de historia se había borrado por
completo”. Explica tu respuesta.
8. Infiere: ¿Qué es para los niños un “maestro normal”? Explica.
9. Infiere: ¿Qué es lo que se había perdido en la educación que nos muestra
este cuento sobre el futuro? Explica.
10. ¿Por qué el título del cuento se llama “Cuánto se divertían”? Justifica tu
respuesta
11. ¿Qué mensaje nos quiere dejar el cuento? Explica tu respuesta
12. Opina: En el cuento se habla de cómo son las evaluaciones de los
estudiantes. Según tu punto de vista: ¿cómo debería evaluarse los
aprendizajes de los estudiantes en la escuela? Justifica tu respuesta.
13. Opina: ¿Compartes la idea de que la escuela es divertida? ¿Por qué?
14. Juicio crítico: ¿Cómo relacionas este cuento con la educación virtual o a
distancia? ¿Crees que es importante el contacto social con los demás para que
la educación sea significativa? Explica tu respuesta.
Sueños de robot
Isaac Asimov
-Anoche soñé -anunció Elvex tranquilamente. Susan Calvin no replicó, pero su
rostro arrugado, envejecido por la sabiduría y la experiencia, pareció sufrir un
estremecimiento microscópico. -¿Has oído eso? -preguntó Linda Rash,
nerviosa-. Ya se lo había dicho. Era joven, menuda, de pelo oscuro. Su mano
derecha se abría y se cerraba una y otra vez. Calvin asintió y ordenó a media
voz: -Elvex, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por
tu nombre. No hubo respuesta. El robot siguió sentado como si estuviera hecho
de una sola pieza de metal y así se quedaría hasta que escuchara su nombre
otra vez. -¿Cuál es tu código de entrada en computadora, doctora Rash? -
preguntó Calvin-. O márcalo tú misma, si te tranquiliza. Quiero inspeccionar el
diseño del cerebro positrónico. Las manos de Linda se enredaron un instante
sobre las teclas. Borró el proceso y volvió a empezar. El delicado diseño
apareció en la pantalla. -Permíteme, por favor -solicitó Calvin-, manipular tu
computadora. Le concedió el permiso con un gesto, sin palabras.
Naturalmente. ¿Qué podía hacer Linda, una inexperta robopsicóloga recién
estrenada, frente a la Leyenda Viviente? Susan Calvin estudió despacio la
pantalla, moviéndola de un lado a otro y de arriba abajo, marcando de pronto
una combinación clave, tan de prisa, que Linda no vio lo que había hecho, pero
el diseño desplegó un nuevo detalle y, el conjunto, había sido ampliado.
Continuó, atrás y adelante, tocando las teclas con sus dedos nudosos. En su
rostro avejentado no hubo el menor cambio. Como si unos cálculos vastísimos
se sucedieran en su cabeza, observaba todos los cambios de diseño. Linda se
asombró. Era imposible analizar un diseño sin la ayuda, por lo menos, de una
computadora de mano. No obstante, la vieja simplemente observaba. ¿Tendría
acaso una computadora implantada en su cráneo? ¿O era que su cerebro
durante décadas no había hecho otra cosa que inventar, estudiar y analizar los
diseños de cerebros positrónicos? ¿Captaba los diseños como Mozart captaba
la notación de una sinfonía? -¿Qué es lo que has hecho, Rash? -dijo Calvin, por
fin. Linda, algo avergonzada, contestó: -He utilizado la geometría fractal. -Ya me
he dado cuenta, pero, ¿por qué? -Nunca se había hecho. Pensé que tal vez
produciría un diseño cerebral con complejidad añadida, posiblemente más
cercano al cerebro humano. -¿Consultaste a alguien? ¿Lo hiciste todo por tu
cuenta? -No consulté a nadie. Lo hice sola. Los ojos ya apagados de la doctora
miraron fijamente a la joven. -No tenías derecho a hacerlo. Tu nombre es Rash
1: tu naturaleza hace juego con tu nombre. ¿Quién eres tú para obrar sin
consultar? Yo misma, yo, Susan Calvin, lo hubiera discutido antes. -Temí que se
me impidiera.
1 URL: https://www.isliada.org/relatos/suenos-de-robot-isaac-asimov
¡Por supuesto que se te habría impedido! -Van a… -su voz se quebró pese a que
se esforzaba por mantenerla firme-. ¿Van a despedirme? -Posiblemente -
respondió Calvin-. O tal vez te asciendan. Depende de lo que yo piense cuando
haya terminado. -¿Va usted a desmantelar a Elv…? -por poco se le escapa el
nombre que hubiera reactivado al robot y cometido un nuevo error. No podía
permitirse otra equivocación, si es que ya no era demasiado tarde-. ¿Va a
desmantelar al robot? En ese momento se dio cuenta de que la vieja llevaba
una pistola electrónica en el bolsillo de su bata. La doctora Calvin había venido
preparada para eso precisamente. -Veremos -postergó Calvin-, el robot puede
resultar demasiado valioso para desmantelarlo. -Pero, ¿cómo puede soñar? -
Has logrado un cerebro positrónico sorprendentemente parecido al humano.
Los cerebros humanos tienen que soñar para reorganizarse, desprenderse
periódicamente de trabas y confusiones. Quizás ocurra lo mismo con este
robot y por las mismas razones. ¿Le has preguntado qué soñó? -No, la mandé
llamar a usted tan pronto como me dijo que había soñado. Después de eso, ya
no podía tratar el caso yo sola. -¡Yo! -una leve sonrisa iluminó el rostro de
Calvin-. Hay límites que tu locura no te permite rebasar. Y me alegro. En
realidad, más que alegrarme me tranquiliza. Veamos ahora lo que podemos
descubrir juntas. -¡Elvex! -llamó con voz autoritaria. La cabeza del robot se
volvió hacia ella. -Sí, doctora Calvin. -¿Cómo sabes que has soñado? -Era por la
noche, todo estaba a oscuras, doctora Calvin -explicó Elvex-, cuando de pronto
aparece una luz, aunque yo no veo lo que causa su aparición. Veo cosas que no
tienen relación con lo que concibo como realidad. Oigo cosas. Reaccionó de
forma extraña. Buscando en mi vocabulario palabras para expresar lo que me
ocurría, me encontré con la palabra “sueño”. Estudiando su significado llegué a
la conclusión de que estaba soñando. -Me pregunto cómo tenías “sueño” en tu
vocabulario. Linda interrumpió rápidamente, haciendo callar al robot: -Le
imprimí un vocabulario humano. Pensé que… -Así que pensó -murmuró Calvin-.
Estoy asombrada. -Pensé que podía necesitar el verbo. Ya sabe, “jamás ‘soñé’
que…”, o algo parecido. -¿Cuántas veces has soñado, Elvex? -preguntó Calvin. -
Todas las noches, doctora Calvin, desde que me di cuenta de mi existencia. -
Diez noches -intervino Linda con ansiedad-, pero me lo ha dicho esta mañana. -
¿Por qué lo has callado hasta esta mañana, Elvex? -Porque ha sido esta
mañana, doctora Calvin, cuando me he convencido de que soñaba. Hasta
entonces pensaba que había un fallo en el diseño de mi cerebro positrónico,
pero no sabía encontrarlo. Finalmente, decidí que debía ser un sueño. -¿Y qué
sueñas? -Sueño casi siempre lo mismo, doctora Calvin. Los detalles son
diferentes, pero siempre me parece ver un gran panorama en el que hay robots
trabajando. -¿Robots, Elvex? ¿Y también seres humanos? -En mi sueño no veo
seres humanos, doctora Calvin. Al principio, no. Solo robots.
-Yo era el hombre. Susan Calvin alzó al instante su arma de electrones y
disparó, y Elvex dejó de ser.
FIN
-¿Qué hacen, Elvex? -
Trabajan, doctora Calvin. Veo algunos haciendo de mineros en la profundidad
de la tierra y a otros trabajando con calor y radiaciones. Veo algunos en
fábricas y otros bajo las aguas del mar. Calvin se volvió a Linda. -Elvex tiene
solo diez días y estoy segura de que no ha salido de la estación de pruebas.
¿Cómo sabe tanto de robots? Linda miró una silla como si deseara sentarse,
pero la vieja estaba de pie. Declaró con voz apagada: -Me parecía importante
que conociera algo de robótica y su lugar en el mundo. Pensé que podía
resultar particularmente adaptable para hacer de capataz con su… su nuevo
cerebro
-declaró con voz apagada.
-¿Su cerebro fractal? -Sí. Calvin asintió y se volvió hacia el robot. -Y viste el
fondo del mar, el interior de la tierra, la superficie de la tierra… y también el
espacio, me imagino. -También vi robots trabajando en el espacio -dijo Elvex-.
Fue al ver todo esto, con detalles cambiantes al mirar de un lugar a otro, lo que
me hizo darme cuenta de que lo que yo veía no estaba de acuerdo con la
realidad y me llevó a la conclusión de que estaba soñando. -¿Y qué más viste,
Elvex? -Vi que todos los robots estaban abrumados por el trabajo y la aflicción,
que todos estaban vencidos por la responsabilidad y la preocupación, y deseé
que descansaran. -Pero los robots no están vencidos, ni abrumados, ni
necesitan descansar -le advirtió Calvin. -Y así es en realidad, doctora Calvin. Le
hablo de mi sueño. En mi sueño me pareció que los robots deben proteger su
propia existencia. -¿Estás mencionando la tercera ley de la robótica? -preguntó
Calvin. -En efecto, doctora Calvin. -Pero la mencionas de forma incompleta. La
tercera ley dice: “Un robot debe proteger su propia existencia siempre y cuando
dicha protección no entorpezca el cumplimiento de la primera y segunda ley”. -
Sí, doctora Calvin, esta es efectivamente la tercera ley, pero en mi sueño la ley
terminaba en la palabra “existencia”. No se mencionaba ni la primera ni la
segunda ley. -Pero ambas existen, Elvex. La segunda ley, que tiene preferencia
sobre la tercera, dice: “Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres
humanos excepto cuando dichas órdenes estén en conflicto con la primera ley”.
Por esta razón los robots obedecen órdenes. Hacen el trabajo que les has visto
hacer, y lo hacen fácilmente y sin problemas. No están abrumados; no están
cansados. -Y así es en la realidad, doctora Calvin. Yo hablo de mi sueño. -Y la
primera ley, Elvex, que es la más importante de todas, es: “Un robot no debe
dañar a un ser humano, o, por inacción, permitir que sufra daño un ser
humano”. -Sí, doctora Calvin, así es en realidad. Pero en mi sueño, me pareció
que no había ni primera ni segunda ley, sino solamente la tercera, y esta decía:
“Un robot debe proteger su propia existencia”. Esta era toda la ley. -¿En tu
sueño, Elvex?
-En mi sueño.
-Elvex -dijo Calvin-, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te
llamemos por tu nombre.
Nombre:
Fecha:
Evaluación de Ciencia Ficción
1- Leemos el siguiente texto:
● (Justifica tu respuesta)
1- ¿Dónde jugaban los chicos?
2- ¿Quién descendió de la nave?
3- Escribí con tus palabras lo comprendido del texto (Respetando las mayúsculas, y
signos de puntuación).
4- Señala con una cruz la respuesta correcta: