Argumento y Falacias
Argumento y Falacias
Argumento y Falacias
Prácticamente en cualquier contexto argumentativo está latente la posibilidad de que nos engañen; es decir,
que se nos haga tomar por correctas conclusiones que no se desprenden apropiadamente de las razones que se
arguyen para llegar a ellas. Lo más común es que nos tomen por sorpresa o nos dirijan supuestos argumentos
que, aunque no son sólidos, sí tienen una importante fuerza persuasiva. Las falacias son justamente esos
argumentos cuyas conclusiones, aunque no se infieren adecuadamente de sus premisas porque tienen errores,
pueden tener un alto poder de convencimiento.
En nuestra vida diaria constantemente damos o escuchamos argumentos. Los oímos en la radio, de la gente que
nos rodea; los vemos en la televisión, los leemos en el periódico o en Internet, etc. También los construimos
para defender nuestra propia posición respecto de algún tema o para refutar la de otros. En este contexto,
solemos encontrar con mucha frecuencia argumentos que en un primer momento parecen correctos, pero que
cuando los analizamos cuidadosamente, advertimos que no lo son, a esto lo denominamos falacias
Esta unidad tiene el propósito de habilitarte en la detección de las falacias que más se utilizan en distintos
contextos argumentativos, pero, sobre todo, de que adquieras consciencia de la recurrencia con que se usan
cuando el interés principal nuestro o de nuestros interlocutores está en la persuasión o el convencimiento y la
aceptación en los demás de ciertas ideas independientemente de que sean o no correctas.
Comenzaremos nuestro estudio precisando, por una parte, el uso de la retórica y la persuasión en un sentido
positivo, y por otro, su manejo de manera empobrecida, con la falacia como principal instrumento de
manipulación, hasta caer en el nivel de la marrullería. Revisemos brevemente el campo de la retórica.
La retórica como arte y disciplina configuró, de muy variadas maneras, la vida espiritual de los griegos y los
romanos. Uno de los más importantes retóricos de la antigua Grecia fue Gorgias (490 -380 a.C.), quien
perteneció a la primera generación de sofistas y escribió manuales de retórica y numerosos discursos políticos.
Fue también un orador famoso. En la antigua Roma, un destacado retórico fue también un prominente político.
Nos referimos a Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), considerado un orador de enorme talento. Cicerón escribió
textos sobre retórica, oratoria, cartas y tratados de filosofía moral. Sin embargo, para los estudiosos de este
arte, el personaje que nos aporta la visión más amplia y detallada de la retórica romana es Marco Fabio
Quintiliano,
De acuerdo con estos teóricos, un discurso retórico consta de distintas fases: la invención, el ordenamiento, el
ornato, la memoria y la acción . Las tres primeros son fundamentales; las dos últimas son de índole práctica, y
se aplican al pronunciar el discurso. Para el retórico es de gran importancia ser elocuente (adornar el lenguaje
para seducir al auditorio) porque tiene muy claro que su objetivo es persuadir, principalmente con el placer que
produce la forma sensible y elegante de la palabra, de tal forma que el rigor lógico o la solidez de sus
argumentos no es lo que más le importa, y por ello no tiene inconveniente en recurrir al empleo de falacias.