Los Sapiens y El Lenguaje
Los Sapiens y El Lenguaje
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LA REVOLUCIÓN COGNITIVA R.a06720c3396e38daabbd
Hace unos 150 000 años, los sapiens ya poblaban África oriental y hace solo 70 000 años que
comenzaron a invadir el resto del planeta. Aunque no eran los animales más fuertes y poderosos,
sorprendentemente rápido lograron alcanzar una posición hegemónica sobre las demás especies y
empujaron a muchas otras a la extinción. La mayoría de investigadores considera que esta posición
dominante es el resultado de una revolución de las capacidades cognitivas del sapiens. La aparición
de las nuevas formas de pensar y comunicar, desarrolladas entre hace 70 000 y 30 000 años,
constituye esta revolución cognitiva crucial para nuestra especie. Esta revolución fue posible antes
que nada por su lenguaje. ¿Cuál es la singularidad del lenguaje humano que permitió esto? ¿Qué
poseía de tan particular esta nueva forma de comunicarse? Existen varias teorías, que no son
excluyentes entre sí, que lo explican.
Con la primera teoría, se puede afirmar que la respuesta más corriente es que este
lenguaje tiene una sorprendente flexibilidad. Por ello, podemos asociar un número limitado de
sonidos y signos para producir un número infinito de enunciados, cada vez con un significado
diferente. Un mono verde puede gritar a sus congéneres: ¡Cuidado, un león!; pero un sapiens puede
contarles a sus amigos que esta mañana, cerca del recodo del río, ha visto un león seguir a una
manada de bisontes. Con esta información, los miembros de su banda pueden reflexionar, discutir,
planificar y ejecutar acciones complejas, por ejemplo, decidir cómo espantar al león y cazar algún
bisonte.
Según una segunda teoría, nuestro lenguaje habría evolucionado como un medio para
compartir datos sobre el mundo, y de ellos el más importante sería el que concierne, no tanto a los
leones o bisontes, sino a los mismos humanos. Nuestro lenguaje evolucionó como una forma de
conversar. Según esta teoría, el Homo sapiens es esencialmente un animal social. La cooperación
social es la clave de nuestra supervivencia y reproducción. Lo más importante para los humanos es
saber quién, en su banda, odia a quién, quién se acuesta con quién, quién es honrado, quién es
tramposo. Las nuevas capacidades de este sapiens moderno le han permitido, hace unos 70 000
años, conversar horas de horas y con esos datos, han podido elaborar formas de cooperación más
estrechas y refinadas con las que se consiguen grupos más articulados que podían estar
conformados hasta por unos 150 individuos. Muchos estudios corroboran esta teoría. Hoy aún, la
mayor parte de la comunicación humana se relaciona con la conversación: correos electrónicos,
llamadas telefónicas, chats, noticias periodísticas.
Ambas teorías, la de la conversación y la del león cerca del río, son ciertamente válidas. Sin
embargo, considero que la característica verdaderamente única de nuestro lenguaje es la capacidad
para transmitir informaciones sobre cosas que no existen. Hasta donde se sabe, solo los sapiens
pueden hablar de todo tipo de entidades que nunca han visto, tocado o sentido. Leyendas, mitos,
dioses y religiones, todos aparecieron con la revolución cognitiva. Muchas especies podían
comunicar: ¡Cuidado, un león!; pero esta revolución le permitió solo al sapiens decir: El león es el
espíritu tutelar de nuestra tribu. Así, se pudieron transmitir grandes cantidades de información
sobre cosas que no existen realmente como los espíritus tribales, las naciones, las sociedades
anónimas o los derechos humanos. Desde entonces, los sapiens han vivido en una doble realidad:
por un lado, la realidad objetiva de los ríos, los árboles y los leones; por otro, la realidad imaginaria
de los dioses, las naciones y las sociedades comerciales. La realidad imaginaria no es una mentira;
al contrario, es algo en lo que todo el mundo cree; y mientras esta creencia compartida se mantiene,
ejerce una gran fuerza en el mundo. Las realidades imaginarias compartidas permiten la
cooperación entre un gran número de desconocidos y, también, innovaciones bastante rápidas en
materia de comportamiento social.
Así, el lenguaje nos permite no solo imaginar cosas, sino imaginarlas colectivamente. Los
científicos sociales llaman a estas realidades imaginarias compartidas “mitos” o “construcciones
sociales” y estas son parte fundamental de cada cultura. Esto permite al sapiens cooperar con
muchos desconocidos de manera flexible –a través de las relaciones y normas sociales– y dirigir el
mundo, a diferencia de los demás animales que no cuentan con esta herramienta.
En primer lugar, este orden imaginario está incorporado en el mundo material. Por
ejemplo, las sociedades modernas valoran el individualismo: los niños aprenden que no deben
prestar una atención demasiado grande a la opinión que los demás tienen de ellos. Y esta
mentalidad se refleja en los elementos materiales como la arquitectura. Así, la casa moderna está
construida siguiendo la concepción individualista: está dividida en pequeñas habitaciones para que
cada integrante del hogar tenga su propio cuarto, con una puerta que se puede cerrar, con paredes y
estantes que se pueden decorar como cada uno quiere. Un niño que crece en una casa de este tipo se
percibirá a sí mismo como un individuo que goza del derecho de diferenciarse de los demás. En la
Edad Media, en cambio, no se creía en el individualismo. El valor de las personas dependía de su
lugar en la sociedad y de lo que los demás pensaban y decían de ellas. Esto se reflejaba en los
castillos medievales: el hijo de un noble no tenía un cuarto propio con una puerta que podía cerrar;
dormía en una sala común con otros muchos jóvenes y estaba permanentemente expuesto a la
mirada y al juicio de los demás. Crecer en este entorno hacía evidente que el valor de cada uno
dependía de su lugar en la jerarquía social y de la opinión que los demás tenían de él.
En segundo lugar, este orden imaginario modela nuestros deseos. Hasta nuestros deseos
más personales están orientados por él. Actualmente, por ejemplo, la gente gasta enormes
cantidades de dinero para pasar sus vacaciones en el extranjero porque son adeptos del consumismo
romántico. Este mito moderno combina dos ideologías dominantes en la actualidad: el
romanticismo y el consumismo. El romanticismo nos dice que para desarrollar nuestro potencial
humano debemos multiplicar las experiencias, romper con la rutina diaria y alejarnos de nuestros
espacios cotidianos para conocer la cultura de otros pueblos. El consumismo nos dice que para ser
felices debemos consumir los más posible de productos y servicios. Cada publicidad televisiva
insiste en que consumir un producto o servicio mejorará nuestra vida. La unión de ambos ha creado
un enorme “mercado de experiencias” que sustenta a la industria del turismo. Pocos cuestionan
estos mitos y la gran mayoría no es consciente de que estos construyen nuestros deseos.
A pesar de las ventajas que estas redes supusieron para los sapiens, los órdenes imaginarios
que las sustentaron no eran ni neutros ni justos. Estos dividieron a la población en grupos
organizados jerárquicamente: hombres libres y esclavos, blancos y negros, ricos y pobres, hombres
y mujeres. Y cada sociedad pretende que su jerarquía es natural y justa, pero que la de los demás se
sustenta en criterios falsos y ridículos.
Gracias a que el lenguaje humano permite construir órdenes imaginarios compartidos por
millones de individuos que forman parte de culturas particulares, las sociedades se mantienen
cohesionadas y logran funcionar más o menos organizadamente. Esta revolución cognitiva explica
el lugar que el Homo sapiens ha logrado alcanzar frente a otras especies.