Educación Cristiana
Educación Cristiana
Educación Cristiana
LA EDUCACIÓN PALEOCRISTIANA
por EMILIO REDONDO y JAVIER LASPALAS
1. El contexto histórico
Peculiari- 1. El cristianismo aparece en la historia de la humanidad como una
dades y realidad nueva y original, de naturaleza esencialmente «religiosa», que
paradojas
dela sorprende por su intención de «universalidad» y su actitud de «exclusivi-
religión dad», pues se presenta como la única religión verdadera, aspira a con-
cristiana quistar el mundo entero y, paradójicamente, a pesar de su aparente debi-
lidad, termina alcanzando en buena medida ambos objetivos, ya en la
primera etapa de su desarrollo. Así, desde el punto de vista históri-
co-temporal, el Cristianismo actúa como un fermento nuevo y poderoso
que irrumpe en la vieja cultura clásico-pagana, creando un orden social y
cultural nuevo.
2. Los primeros cristianos fueron conscientes de la radical novedad
de la religión que profesaban y de su carácter «paradójico», e insistieron
en los rasgos que la colocaban al margen y por encima -pero no desen-
tendida o desconectada- de las diversas culturas humanas. Éste es, por
ejemplo, el sentido del testimonio de San Pablo:
hombres. [ ... ]Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el leyes
Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorga- todo
do, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de la sabi- ellos
duría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espiri- abun
tuales en términos espirituales. El hombre natural no capta las cosas del dos.
Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede entender, pues sólo el los ir
Espíritu puede juzgarlas. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo; y a casti
él nadie puede juzgarle. Porque ¿quién conoció el pensamiento de Dios para los ce
instruirle? Pero nosotros poseemos el pensamiento de Cristo. 1 bargc
Mas¡
tiano
En este texto se afirma el origen divino del cristianismo, que lo coloca
po,y
al margen y por encima de todas las doctrinas humanas y le otorga el dere- cueq
cho a juzgarlas. Pero junto a esa conciencia de superioridad hay también pero
un acto de humildad. La fuerza del cristianismo no procede de lo que creen cito e
y obran quienes lo profesan, sino del poder de Dios. «Nada hay más carac-
terístico de los griegos -afirmaba con ironía San Gregario de Nisa- que 4. L
su creencia en que la fuerza del cristianismo procede del dogma.» 2 Pero virtud de
lo que explica el triunfo de los cristianos, dice San Pablo, es que Dios está las cultur
de su parte, pues «SÍ Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?». 3 Y ninguna;
lo mismo quiere destacar San Justino cuando escribe: «De Jerusalén sa- formarlas
lieron doce hombres por el mundo, y éstos ignorantes, incapaces de elo- tiano no e
cuencia, que, sin embargo, persuadieron por la virtud de Dios a todo el enelGérn
género humano haber sido ellos enviados por Cristo para enseñar a todos justicia le
la palabra de Dios. 4 sólo pued
3. En la Epístola a Diogneto (5-6) se destaca otra de las facetas pa- filisteo y·
radójicas de la religión cristiana: toda tierr:
de Dios; n
Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni esjustamc
por su habla ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas "pozos de
suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los
Dios" y re
demás. A la verdad, esta doctrina no ha sido por ellos inventada gracias al ta-
lento y espéculación de hombres curiosos, ni profesan, como otros hacen, 5. E
una enseñanza humana; sino que, habitando ciudades griegas o bárbaras, consciente
según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y novartodc
demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de negativo.:
un tenor de peculiar conducta, admirable, y por confesión de todos, sorpren- rante». «E
dente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en va: las pe1
todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra ex- perspecfü
traña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña. Se casan como todos; transform
como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen mesa se ha desv
común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan davía alca
el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las
leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las leyes. A todos aman y por
todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata y en
ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y
abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorifica-
dos. Se los maldice y se los declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se
los injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se los castiga como malhechores;
castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los judíos se
los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin em-
bargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio.
Mas para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cris-
tianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuer-
po, y cristianos hay por todas las ciudades del mundo. Habita el alma en el
cuerpo, pero no procede del cuerpo; así, los cristianos habitan en el mundo,
pero no son del mundo.[ ... ] Tal es el puesto que Dios les señaló y no les es lí-
cito desertar de él.
sima Trinidad. El hombre cobra sentido solamente -como todas las de-
más criaturas- a la luz de este principio supremo, de esta vinculación a
Dios. Su ser y su destino están radicalmente afectados por tres hechos que
los configuran totalmente: la realidad de la creación, la realidad de la caída
original y la realidad de la Redención: el hombre es un ser creado, caído y
redimido. Su origen, su destino y su salvación están en Dios. Su condición
y su situación son las propias del peregrino -horno viator-, cuya ciuda-
danía no es de este mundo. 39 El hecho de «estar de paso» por este mundo es
una de las características más acusadas de la vida del hombre sobre la tie-
rra. Su virtudes peculiares -en cuanto viator- son la fe y la esperanza;
pero la más importante es la caridad, que constituye la señal de identidad
del cristiano: «En esto -dijo Jesucristo- conocerán todos que sois discí-
pulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» 40 El referente de la cari-
dad lo precisó explícitamente el mismo Jesucristo al promulgar el manda-
miento que él calificó como «suyo» y <<nuevo»: «Un nuevo mandamiento os
doy: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado.» La virtud de
la caridad es la única que permanece después de haber cruzado la frontera;
la esperanza, en cambio, y la fe, como atavíos propios del caminante, se de-
jan aquí abajo al final de la jornada.
3. Como consecuencia de todo lo anterior, para el cristiano, el proble-
ma fundamental y decisivo está en llegar felizmente al término del camino,
es decir, a Dios. Esto supone un proceso de perfeccionamiento o acabamien-
to de ser, que el hombre tiene la oportunidad de realizar mientras dura su
estancia y su paso por este mundo. Ahora bien, tal perfeccionamiento sólo
cobra sentido bajo el doble supuesto de la realidad del pecado original y del
hecho de la restauración de la naturaleza humana por Cristo. El hombre,
por sí mismo, es radicalmente incapaz de recorrer el camino y de alcanzar la
meta final que Dios le ha trazado: 41 sólo puede llegar a ella si sigue las ins-
trucciones que Dios mismo le comunica a través de su Hijo: «Nadie va al Pa-
dre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre.» 42 «Yo
soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo.» 43 La figura central del cris-
tianismo y de la pedagogía cristiana es Jesucristo: el Mesías -prometido y
esperado- con quien la historia de la Humanidad alcanza la plenitud de los
tiempos. Pero Jesucristo no es, como los profetas del Antiguo Testamento o
como Juan el Bautista, un simple «mensajero»: es -sustantivamente- la
misma Palabra; no trae propiamente un mensaje, una doctrina, una verdad:
por ser el Verbo Hijo de Dios, Él mismo es la doctrina, el mensaje, la Verdad:
ego sum Veritas, «yo soy la Verdad». 44
ser justil
4. La misma Persona de Jesús es «modelo» y «norma» del ser y de la
pedagog
conducta del cristiano, cuyo fin es su trasformación en Cristo; llegar a ser
yapuest1
-en expresión de San Pablo- alter Christus, otro Cristo, al haber «llegado
necesari
al estado de hombre perfecto a la medida de la edad de la plenitud de Cris-
la vidad1
to» .45 La doctrina de Jesucristo instaura así una antropología pedagógica
«no es éi
original y radicalmente nueva. Siendo Dios y Hombre perfecto, tiene dere-
hablar di
cho a exigir del hombre un cambio total, ¡nacer de nuevo!: «En verdad te
despojar
digo -le aseguró a Nicodemo- que el que no nace de nuevo no puede ver
rrompe ~
el Reino de Dios.» 46 Por la misma razón, habla «Como quien tiene autori-
tu devm
dad» 47 y exige cosas que ningún maestro humano está en condiciones de
en lajus·
exigir: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de
7. :
mÍ»; 48 «quien no tome su cruz y me siga, no es digno de mí»; 49 o «si alguien
-por su
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo». 50
que sigm
Génesis, S. En el Nuevo Testamento, salvo en aquellos pasajes en que se descri- za «med
evolución y be la educación de los gentiles, no se maneja un concepto de educación a es- ñor». 56 G
sentido de to, el ho1
la expresión cala humana parangonable a la paideia griega o la humanitas romana. La
«educación educación es concebida, por el contrario, en la línea de la tradición judaica a este ob
cristiana» reflejada en el Antiguo Testamento, cuyos rasgos más esenciales quedaron hortaSa
(en Christó frodenu1
paideia)
incorporados a la educación cristiana, aunque superados y puestos al servi-
cio de un objetivo superior, del mismo modo que la Ley judaica fue integra- el cristia
da en la religión cristiana y superada por la Nueva Ley: la Ley de la caridad. consiste
6. El cristianismo no se limitó, sin embargo, a reeditar la concepción Él: «Hen
pedagógica hebrea, sino que introdujo importantes novedades ella, pues el en otro 11
propio Jesucristo la renovó con su doctrina y con su manera de enseñar y vensegú
conducirse, recogidas y reflejadas en los Evangelios. Él es y se considera a diez mil
sí mismo «maestro»; y así lo proclama: «Vosotros me llamáis "el Maestro" nos de Ce
y "el Señor", y decís bien, porque lo soy»; 51 es más, afirma que Él es el único Evangeli
Maestro: 52 «Vosotros -dice a sus discípulos- no os hagáis llamar Rabí, tadores»
porque uno sólo es vuestro maestro [ ... ]. Tampoco os hagáis llamar docto- Jesúsaq
res, porque vuestro Doctor es uno sólo, Cristo.» Sin embargo, y aunque las como la
repercusiones -también pedagógicas- de todo esto son inmensas y origi- Bien sab
nales, Jesucristo no expuso los fundamentos teóricos de su «pedagogía». ésta es la
Es San Pablo el primero que asume esa tarea y extrae las consecuencias pretende
para la educación de la venida del Hijo de Dios al mundo y de su mensaje. subrayar
Al encarnarse, dice, Cristo ocupa el lugar de la Ley. Hasta Él «estábamos Ésta es e
encerrados bajo la custodia de la Ley, en espera de la fe que debía manifes- cador tn
tarse. De manera que la Ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para
53. 1
54.
45. Ef 4, 13.
55. J
46. Jn 3, 3.
56. J
47. Cfr. Me 1, 22; Mt 7, 29; Le 4, 32 y 36. 57. 1
48. Mt 10, 37. Cfr. también Le 14, 26.
58.
49. Mt 10, 38. 59.
50. Mt 16, 24. Cfr. también Le 9, 23 y Me 8, 34.
J
60.
51. Jn 13, 13.
61.
52. Cfr. Mt 23, 8-10.
LA EDUCACIÓN PALEOCRISTIANA 221
ser justificados por la fe. Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el
pedagogo». 53 Desde ese momento, «nadie puede poner otro cimiento que el
ya puesto, Jesucristo»: 54 la educación religiosa -que es la esencial- pasa
necesariamente por el seguimiento e imitación de Jesucristo. Por eso, ante
la vida desordenada de algunos cristianos de Éfeso, el Apóstol les advierte:
«no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído
hablar de él y en él habéis sido enseñados, conforme a la verdad de Jesús, a
despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se co-
rrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíri-
tu de vuestra mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios,
en la justicia y santidad de la verdad». 55
7. La educación cristiana, así concebida, se distingue radicalmente
-por su naturaleza, por sus objetivos, por su contenido y por los cauces
que sigue- de la educación pagana y de la educación hebrea, pues se reali-
za «mediante la instrucción (paideia) y la corrección (nouthesía) del Se-
ñor».56 Gracias a ambas, es decir, en la medida en que sigue e imita a Cris-
to, el hombre puede conseguir la identificación con Él. En esto consiste, y
a este objetivo se endereza, la educación cristiana; y es a esto a lo que ex-
horta San Pablo a los gálatas cuando les dice: «¡hijos míos!, por quienes su-
l fro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros». 57 Para
el cristiano, la educación forma parte del proceso de santificación, que
consiste en imitar a Jesucristo para transformarse en Él e identificarse con
Él: <<Hermanos, aconseja San Pablo a los filipenses, sed imitadores míos-y
en otro lugar matiza· "como yo lo soy de Cristo"-, 58 y fijáos en los que vi-
ven según el modelo que tenéis en nosotros»; 59 «pues aunque hayáis tenido
diez mil pedagogos en Cristo -escribe, esta vez dirigiéndose a los cristia-
nos de Corinto-, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el
Evangelio, os engendré en Cristo Jesús. Os ruego, pues, que seáis mis imi-
tadores».6º Y a los tesalonicenses: «OS rogamos y exhortamos en el Señor
Jesús a que progreséis todavía más en la manera de vivir que agrada a Dios,
como la aprendisteis de nosotros y conforme a la cual ya os comportáis.
Bien sabéis qué instrucciones os dimos en nombre del señor Jesús [ ... ];
ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación». 61 Con ello, el Apóstol no
pretende hacer una apología de su talento pedagógico; lo que intenta es
subrayar el carácter liberador y «Cristocéntrico» de la educación cristiana.
Ésta es eficaz para transformar a las personas en la medida en que el edu-
cador transmite la doctrina de Jesucristo y procura, ejemplarmente, vivir
como Él, y cuando, si es sacerdote, actúa -en virtud del sacramento del equivale
Orden- in persona Christi, como instrumento suyo. Los dichos y los he- dieron p
chos de Jesús (logia et acta Iesu) recogidos en los Evangelios, junto con la afinidad
Gracia de Dios y el testimonio de los cristianos, constituyen la referencia y que aleo
el contenido básico de la educación cristiana. griega, a
8. En suma, según la pedagogía paulina, la educación cristiana con- idealde1
siste, operativamente, en un proceso en el que se busca alcanzar -en uni- dos en u1
dad de vida- la plenitud humana y la plenitud sobrenatural. En este senti- Jaeger, «
do, la educación es para el cristiano un camino de santificación, que reco- conside~
rre en la medida en que sigue el ejemplo y la doctrina de Jesús y se alimen- cuenta la
ta con la gracia que le llega, a través de la Iglesia, desde su principio fontal un proce
que es el mismo Jesucristo; más que un proceso de formación de la perso- sentael¡:
nalidad humana -aunque también puede y debe serlo en cierta medida-, deia grie
es un proceso de transformación en Cristo que permite al educando despo- se dio al
jarse del «hombre viejo», del hombre del pecado, para revestirse del <<nue- paradesi
vo Adán», 62 de Cristo. Ser alter Christus -«otro Cristo»- es el nuevo ideal en virtud
de perfección que introduce el cristianismo. Esta concepción de la educa- cióncris1
ción como paideia cristiana, es decir, como un proceso de transformación literatun
en Cristo, fue ya asumida en su integridad por los Padres apostólicos. No espaideü
obstante, la expresión griega en Christó paideia aparece por vez primera a na, alas e
finales del siglo I en la primera Carta a los corintios de San Clemente Ro- ideal del
mano: «participen nuestros hijos de la educación en Cristo (en Christó pai- era y es,
deia)».63 Los rasgos esenciales de la educación cristiana la identifican recogido
como una educación radicalmente «divina», porque el educador y garante
principal no es el hombre, sino Dios mismo a través de su Hijo, Jesucristo, Peculiari- 10.
dades de la presenci;
«Pedagogo de toda la Humanidad» -según la expresión de Clemente de paideia
Alejandría-; y también porque su fin, el cauce y los medios trascienden so- cristiana proceso e
brenaturalmente la dimensión natural del cristiano. namient<
9. Los primeros cristianos, por la originalidad de la educación que Pneuma,
preconizaban y difundían, y por la clara conciencia de su excelencia y supe- ración sa
rioridad sobre otros tipos de educación, tuvieron algunas dificultades en su mundo a
confrontación con la educación pagana; y no sólo, como veremos, en lo rela- con voso
tivo a los objetivos y los contenidos propios de la paideia griega y la humani- minomb
tas romana, sino también en lo que respecta al concepto mismo de educa- dicho.[..
ción. Una educación, como era la greco-romana, fundada en el libre desen- sobrellev
volvimiento de la personalidad y puesta al servicio de la polis o del Estado, hasta la'
tenía que resultar por fuerza extraña y sospechosa a los ojos de los cristia- de la edu
nos, en la medida en que se apoyaba exclusivamente en las capacidades hu- esfuerzo:
manas, en lugar de confiar en el poder de Dios manifestado en Cristo. De ahí menos re
que los primeros cristianos rechazasen el concepto griego de paideia y su al discípt
11.
que realü
62. Cfr. Rom 5, 12-19.
63. San Clemente Romano, Carta primera a los corintios, 21, 8. En la misma carta
(cfr. 4 7, 6 y49, 1) se emplea también la expresión en Christó agogé («disciplina o guía cristia- 64. '
na») para referirse a la «Conducta» propia de los cristianos, que ha de estar presidida por la 65. 1
«caridad en Cristo» (en Christó agapé). 66. J
1 LA EDUCACIÓN PALEOCRISTIANA 223
equivalente romano, la humanitas. Con el paso del tiempo, sin embargo, pu-
dieron percibirse -con la misma fuerza que las diferencias- determinadas
afinidades que existían entre la educación cristiana y la paideia griega. En lo
que al concepto de educación se refiere, resultaba evidente que la educación
griega, al igual que la cristiana, se basaba en la imitación de un determinado
ideal de perfección, plasmado en una serie de testimonios literarios conteni-
dos en un conjunto de escritos de carácter canónico. Y es que, como afirma
Jaeger, «Uno de los rasgos esenciales de la paideia griega [ ... ] es que no sólo
consideraba el proceso de desarrollo humano, sino que también tomaba en
cuenta la influencia del objeto de aprendizaje. Si vemos la educación como
un proceso de moldeamiento o formación, el objeto de aprendizaje repre-
senta el papel de molde que da forma al sujeto. El molde formativo de la pai-
deia griega primitiva fue Homero, y con el transcurso del tiempo ese papel
se dio a la literatura griega en general. Los griegos no tenían otra palabra
para designarla». 64 Este sencillo, poderoso y original mecanismo formativo,
en virtud del cual se realizaba la paideia griega, era compatible con la educa-
ción cristiana. «Así como la paideia griega consistía en el corpus entero de la
literatura griega, así la paideia cristiana consistía en la Biblia. La literatura
es paideia en la medida en que contiene las reglas más altas de la vida huma-
na, a las que ha dado su forma más duradera e impresionante. Es la imagen
ideal del hombre, el gran paradigma.» 65 En el cristianismo, ese paradigma
era y es, por supuesto, Jesucristo, y el contenido formativo, el que se halla
recogido el Antiguo y, sobre todo, en el Nuevo Testamento.
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Frc. 4.1. Relaciones entre los agentes y factores que intervienen libre; ni 1
en la educación cristiana. sús.» 75 En
secuencia
universal
que el discípulo se halla unido a Jesucristo, como el sarmiento a la vid: «Lo vuestro Pi
mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece
en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; voso-
tros los sarmientos. El que permanece en mí como yo en él, ése dará mucho 68. k.
San Juan (J
fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.» 67 Cristo se convierte 69. s
así en el hontanar del cual brota la educación cristiana, que el Padre realiza 70. s
por medio del Espíritu y con la colaboración del mismo cristiano a través de 71. I
su fe y de sus buenas obras. En este contexto hay que situar el sentido y al- 72. E
cance de las palabras de Jesucristo, citadas anteriormente: «Vosotros, al 73. e
74. e
75. G
67. Jn 15, 4-5. 76. Ñ.
LA EDUCACIÓN PALEOCRISTIANA 225
68. Mt 23, 8-10. «No necesitáis que nadie os enseñe», salvo el Espíritu, dice también
San Juan (J Jn 2, 27).
69. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 72, 3.
70. San Jerónimo, Comentario sobre San Mateo, IV, 23, 8-10.
71. 1 Cor 3, 7-9. Cfr. también Fil 1, 6 y 2, 13.
72. Ef2, 10.
73. Cfr. Gn 1, 26-27
74. Cfr. Jn 1, 12, Rom 8, 14-17 y Gal 4, 5.
75. Gal. 3, 28.
76. Mt 5, 48.
LA EDUCACIÓN PALEOCRISTIANA 227
tiones de geometría. Pero, ¿qué tiene que ver todo eso con la cuestión que
nos ocupa? Los entimemas, los silogismos y otras cosas parecidas ¿implican
acaso que uno conozca la verdad o sea por necesidad digno de ser creído en
lo relativo a los argumentos más oscuros? Los hombres han de ser compara-
dos, no en función de su talento oratorio, sino en función del poder con el
que actúan y hay que llamar buen maestro, no al que da a su discurso una
forma trasparente, sino al que confirma sus promesas con la garantía de las
obras divinas. [ ... ]. Las maravillosas obras que mostró [Jesucristo] ante la
mirada de todos y la inaudita grandeza de las cosas que Él llevó a cabo públi-
camente, o repitieron sus propagadores por todo el mundo, avivaron tantas
llamas de deseo e hicieron que se agrupasen con el único propósito de confe-
sar una sola fe gentes, pueblos y naciones de costumbres muy diversas. 80
80. Arnobio, Los siete libros contre los paganos, II, 11.
81. Me 16, 15.
82. Me 16, 20.
83. Cfr. Le. 9,1-6; 10, 1-12 y par.
84. Cfr. Hechos, 1, l.
85. Me 7, 39.
228 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN
tural: «N
do.» 88 De
unadoct
ni por él
tamos eIJ
en la visi
«veremrn
cristiana
universal
admite e
verenterr
Iglesia, a
verdad-
que es «J
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4. 1
que desb
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se funda1
o «porta1
mente-
FIG. 4.2. Estructura y componentes de la educación cristiana. damenta
yla «obn
gramapt
de la ple1
San Juan Crisóstomo- «enseñaba también callando, no sólo hablando.
bre, oper
Unas veces nos adoctrinaba abriendo su boca, otras con la voz de sus
palabra e
obras». 86 El encargo que tenían los Apóstoles de transmitir el evangelio in-
ha sido e:
cluía también ambas cosas: lo que Cristo había hecho y lo que Él había ense-
devivirh
ñado: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto
lio ha sid
con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos
to, el Hij1
acerca de la Palabra de vida -pues la Vida se manifestó, y nosotros la he-
riéndose
mos visto y damos testimonio[ ... ], os lo anunciamos -dice San Juan- para
rá si mi 1
que también vosotros estéis en comunión con nosotros.» 87
3. Cuatro características fundamentales presenta la doctrina cristia-
na: en primer lugar, no es una creación humana, algo que se le haya ocurri- 88. J
do a un hombre genial; es propiamente «palabra de Dios», verdad sobrena- 89.
90.
91.
86. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 15, l. 92. J
87. l Jn 1, 1-3. Cfr. también Hechos, 1, l.
LA EDUCACIÓN PALEOCRISTIANA 229
tural: «Mi doctrina no es mía -dice Jesús-, sino del que me ha envia-
do.»88 De ahí-y ésta es la segunda de sus características- que se trata de
una doctrina objetivamente verdadera, no sea mensurable por el hombre,
ni por él plenamente «Comprehendida», aquí en la tierra: «Mientras habi-
tamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe, no
en la visión.» «Ahora vemos en espejo, confusamente»; en la vida eterna,
«veremos cara a cara». 89 En tercer lugar, la verdad contenida en la doctrina
cristiana es una verdad trascendente al hombre, fija e inmutable, válida
universal e intemporalmente, que se configura como un «dogma» que no
admite cambio sustancial alguno en su contenido y, como tal, ha de ser re-
verentemente recibida y fielmente transmitida. Por eso, los Padres de la
Iglesia, al compararla con la verdad pagana, dicen de ésta -en tanto que
verdad- que es «parcial», que se halla a menudo mezclada con el error,
que es «pálida» como una sombra y «adjetiva» como una imagen; y que,
aunque tiene valor propedéutico, en sí misma, aisladamente, es «vana»;
mientras que la verdad cristiana es «plena» y «sustantiva». «Malgasté mu-
cho tiempo -dice, por ejemplo, San Basilio- en tonterías y perdí casi
toda mi juventud en el vano trabajo al que me entregué para adquirir las
enseñanzas de la sabiduría que fue hecha necedad por Dios. Por fin, un
día, me desperté como de un profundo sueño, volví los ojos a la admirable
luz de la verdad evangélica y consideré inútil la sabiduría de los príncipes
de este mundo, que están abocados a la destrucción.» 9º
4. Finalmente, otra característica esencial de la doctrina cristiana es
que desborda el plano «intelectual» y exige ser «vitalmente» incorporada.
En consecuencia, el fin y el contenido de la educación cristiana, que en ella
se fundamenta, no son separables porque Jesucristo no sólo es «portador»
o «portavoz» de la verdad, sino que Él -la Palabra- «es» -sustantiva-
mente- la Verdad: «ego sum veritas» (Jn 14,6). Por eso, en lapaideia es fu-
damental la «unidad de vida», la viculación indisoluble entre la «palabra»
y la «obra», entre lo que se dice o enseña y lo que se hace o practica. El pro-
grama pedagógico que se «nutre» de la doctrina cristiana implica, además
de la plena adhesión a unas verdades, la íntima transformación del hom-
bre, operada por la virtualidad de la gracia y de la doctrina -mediante «la
palabra de Dios, que permanece operante en vosotros»-; 91 este programa
ha sido expuesto admirablemente por San Juan: El que no tiene fe, no pue-
de vivir la vida de Cristo ni realizar obras de Dios, obras buenas: el Evange-
lio ha sido escrito-dice San Juan-para que «Creáis que Jesús es el Cris-
to, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida abundante». 92 Y, refi-
riéndose al Padre, dice Jesús: «Si alguno quiere hacer su voluntad, conoce-
rá si mi doctrina es de Dios, o si yo hablo por mí mismo»; el que «es de
Dios» y ama a Dios «escucha las palabras de Dios» y las pone en práctica: unarelig
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos», pero «quien no ama, no ha mudo, si
conocido a Dios, porque Dios es amor». 93 La doctrina que profesan los cris- 6.
tianos y su estilo de vida son realidades de suyo inseparables; «si os mante- en unes1
néis fieles a mi Palabra seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis a través
la verdad, y la verdad os hará libres». 94 La Epístola a Diogneto recoge esta memori•
característica esencial del cristianismo: la unión y coherencia entre la doc- estilo de
trina y la forma de vida: «no hay vida sin ciencia, ni ciencia segura sin vida mento se
verdadera». 95 En suma, la doctrina de Jesucristo tiene tres funciones estre- coleccio
chamente vinculadas -la iluminadora, la normativa y la liberadora- cióndel
cuyo compendio se cifra en las palabras de Cristo: «Yo soy el Camino, la lacateq1
Verdad y la Vida.» 96 Jesús es el Camino, en tanto que único acceso al Padre Pedro;S
y guía de la conducta para el cristiano; es la Verdad, porque no sólo dice y utiliza té
enseña la verdad, sino porque Él -sustantivamente- es la Verdad: «Yo ble habl:
soy la Verdad»; es la Vida, porque sólo a través de Él-viviendo su vida- llos libre
tiene el hombre acceso a la Vida eterna. fueron «
5. El objetivo y el contenido de la educación cristiana son indisocia- dice Jes1
bles y tienen un origen común. Y lo mismo sucede con su método -la cate- son las e;
quesis-, que se ajusta, lógicamente, a las peculiares características del inspirad
mensaje cristiano. 97 La palabra griega katechesis -derivada del verbo kate- ticia; así
cheo- significa hacer «resonar», «hacer resonar en los oídos», «enseñar na.» 105 D
de viva voz», «instruir», «catequizar». Le enseñanza de la doctrina cristia- tituya la
na es, en primer lugar y originariamente, catequesis oral y vital: antes de ción cris
ser un libro -el Evangelio- fue Palabra encarnada; antes que escrita fue lectura, J
predicada, mostrada con hechos y avalada con milagros; antes fue escu- Cristo a 1
chada y vivida, que leída y analizada. La educación cristiana se realiza en labra es 1
la medida que el maestro cristiano da testimonio de los dichos, los hechos moque•
y los signos de la Palabra intangible que es Jesucristo. Por eso, afirma Orí- 7. 1
genes que «la Sagrada Escritura-la Palabra de Dios- está más en el cora- minaelá
zón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos». 98 Educar, en so que es
sentido y al módo cristiano -«catequizar»- es sobre todo comunicar y vez,com
hacer presente en el discípulo la Palabra -el Hijo de Dios encarnado-, es el mis
única fuerza capaz de transformar interiormente al hombre. «La fe -dice bredelP
San Pablo- viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de COnSUffiél
Cristo.» 99 Quien convierte a alguien, o logra que sea mejor cristiano, lo yos elem
hace, no tanto por lo que le ha enseñado como hombre como en virtud del y común
poder de la Palabra. Jesucristo mismo se considera el «sembrador de la Pa- bleeduc1
labra» y los Apóstoles, «Servidores de la Palabra». 100 El cristianismo no es gen dela
una religión del Libro, sino de la Palabra de Dios; «no de un verbo escrito y
mudo, sino del Verbo encarnado y vivo». 1º1
6. La catequesis fue cristalizando en un esquema de predicación,
en un esquema ritual-«litúrgico»- de reviviscencia de la vida de Jesús,
a través de los ritos santos por Él mismo ordenados para perpetuar su
memoria -«haced esto en conmemoración mía»-, 1º2 y en una forma y
estilo de vida a imitación del mismo Jesucristo. En un determinado mo-
mento se produce el tránsito de la catequesis oral al evangelio escrito: las
colecciones de logia et acta Iesu serán el material originario para la redac-
ción de los Evangelios. Los Evangelios sinópticos son la réplica escrita de
la catequesis oral apostólica: San Marcos refleja la catequesis oral de San
Pedro; San Lucas refleja la catequesis oral de San Pablo y de San Pedro y
utiliza también otros documentos escritos. 103 A partir de entonces es posi-
ble hablar de una literatura propiamente cristiana, integrada por aque-
llos libros que dan un testimonio infalible y sagrado de la Palabra, ya que
fueron «inspirados» por Dios mismo. «Investigad las Escrituras -les
dice Jesús a los fariseos-, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas
son las que dan testimonio de mí.» 104 Y San Pablo: «Toda la Escritura es
inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir y para educar en la jus-
ticia; así el hombre de Dios se encuentra preparado para toda obra bue-
na.» 105 De ahí que la Biblia-especialmente el Nuevo Testamento- cons-
tituya la fuente privilegiada de la que se toma el contenido de la educa-
ción cristiana, que brota de un modo especial durante su audición y/o su
lectura, pues Dios mismo quiso que el hombre llegase al conocimiento de
Cristo a través de las Sagradas Escrituras, en las que la presencia de la Pa-
labra es especialmente viva y pregnante. En este sentido, dice san Jeróni-
mo que «desconocer la Escritura es desconocer a Cristo». 1º6
7. Finalmente, la esencia misma de la educación cristiana se deter-
mina el ámbito necesario y adecuado para su realización. Jesucristo dispu-
so que e~_te ámbito fuese la Iglesia por Él fundada, institución visible y, a la
vez, comunidad espiritual invisible, Cuerpo místico de Cristo, cuya cabeza
es el mismo Cristo y cuyos miembros son todos los bautizados en el nom-
bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 107 En su seno se inicia y llega a
consumación el proceso de la educación cristiana (en Christó paideia), cu-
yos elementos constitutivos se hallan estrechamente vinculados en íntima
y común dependencia de Jesucristo; de tal modo que, así como no es posi-
ble educarse cristianamente al margen de Jesucristo, tampoco lo es al mar-
gen de la institución querida, creada, regida y vivificada por Él a través del
espíritu
Espíritu: 108 «El que a vosotros escucha -dice Cristo a los Apóstoles-, a mí vosquei
me escucha; el que a vosotros desprecia, a mi me desprecia; y el que a humana
mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado.» 109 gunos de
> E/fin y los 8. Desde el punto de vista teleológico, la educación adquiere en el Por el ce
ojetivos cristianismo un sentido nuevo y una nueva dimensión: no tiene ya finali- cristiane
dela
dad en sí misma, ni se considera-como en la paideia griega- como un or- condene
educación.
Justificación nato de la personalidad libre; ahora adquiere un sentido netamente instru- le rodea
y sentido de mental, por cuanto se pone al servicio de la santificación personal. El obje- 10.
la formación
tivo final del hombre es ultraterreno, trascendente: entrar con fortuna en nal, sine
humana profesió;
la Vida Eterna como consecuencia de este proceso de transformación en
Cristo, que se realiza aquí abajo, en virtud de la gracia y de la lucha ascéti- bién ins1
ca personal. La educación -uno de los factores que intervienen en el per- un aspee
feccionamiento del hombre- se pone, en calidad de instrumento, al servi- que Dios
cio de ese fin sobrenatural y trascendente. El núcleo esencial de la educa- cación» J
ción cristiana es de naturaleza religiosa. tianismc
9. Pero como el hombre tiene también un objetivo temporal-la edi- existía e1
ficación de la ciudad terrena-, la educación se pone también al servicio de fesional,
esta otra finalidad. En su oración sacerdotal, dice Cristo, dirigiéndose al ducen,q
Padre: «ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo. [ ... ]No pido A Jesucr
que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno.[ ... ] Como tú bres cul1
me enviaste al mundo, así los he enviado yo al mundo». 110 Los cristianos que han:
están -constitutivamente~ llamados a santificar el mundo y a santificar- virtud d~
se en él; este objetivo está, jerárquicamente, subordinado al fin trascen- del cristi
dente, está integrado dentro de él, y se realiza con relativa autonomía en su tización
propio ámbito temporal. Tertuliano expresa así esta idea: 11.
sidad de
Los cristianos sostenemos precisamente lo siguiente: con nuestras cos- secuenci
tumbres y con las de nuestros predecesores hebreos, y de una manera pareci- embargo
da con el culto divino y la misma vida de Cristo, son compatibles sólo aque- paideia c
llas cosas relativas a las necesidades de la vida de las personas, que procuran lo fue la:
los medios adecuados para la pura y simple satisfacción de las necesidades losmism
más esenciales de una manera recta, con una decorosa comodidad y tal y nos cons
como vienen dadas por la inspiración de Dios mismo; porque es Dios el que nas era e
antes que nadie prevé y provee las necesidades del hombre que ha creado, lo ser ésta~
educa y le sugiere, si así lo desea, el modo de divertirse. Sin embargo, las co-
merade1
sas que están al margen de este orden providencial no son compatibles con
nuestras costumbres, en especial aquéllas que, evidentemente, por la razón
en el sigi
antes expuesta, no es posible hallar ni en los santos que vivieron bajo la Anti- pastoral·
gua Ley, ni en el culto divino y en la vida de Jesucristo. 111
Job, al autor de los Proverbios; allí encontrarás más inteligencia que en to- mu11
das la obras poéticas y sapienciales, porque son los oráculos del Señor, el aritr
único Dios sabio. Si buscas obras líricas, tienes los Salmos; si un relato sobre das
los orígenes, tienes el Génesis; si uno sobre los preceptos y las leyes, tienes la den
gloriosa Ley del Señor Dios. [ ... ] Por medio de tales lecturas te educarás tran.
grandemente en la fe y serás cimentado en Cristo, del cual has venido a ser disc
cuerpo y miembro. 113 atra·
sus
12. De este primer rechazo de la sabiduría pagana se pasó pronto a Cris
una aceptación selectiva de sus contenidos, por entender que pueden servir la di
puei
de algún modo como preparación para los estudios cristianos. Ésa es, por
crea
ejemplo, la propuesta de Orígenes que, al hacer la exégesis del primer capí- la e<
tulo del Éxodo, ve en las comadronas egipcias, que en él se citan, la imagen nas
de la sabiduría pagana. Son, afirma, la «figura del conocimiento razona- con1
ble». En efecto, prosigue, den
pre<
[ ... ]son como neutrales, puesto que favorecen el nacimiento tanto de los va- edif
rones como de las mujeres. Del mismo modo, la enseñanza común del cono- los e
cimiento razonable llega a casi todo entendimiento, instruye a todos y favo-
rece a todos. Si se encuentra en ella algún espíritu viril, que quiere buscar las 13.
cosas celestiales y seguir las cosas divinas, gracias al cuidado y la protección mentad
de este tipo de enseñanza llegará mejor preparado a la inteligencia de las co-
temáticc
sas divinas. En efecto, una es como el gorrión: enseña las verdades superio-
res y provoca a los espíritus a volar hacia lo alto con las alas razonables de la
na en el
doctrina. La otra, que se ruboriza o es vergonzosa, es moral, regula las cos- esencial
tumbres, enseña el pudor, funda la honestidad. 114 sino del:
gendrar
La formación humana -que pueden adquirir indistintamente los des sob1
cristianos y los paganos- es conveniente por dos motivos y se circunscri- daralu2
be a dos campos: por un lado, prepara la inteligencia para captar las verda- salve inc
des de fe, pues «la sabiduría humana no es más que un ejercicio del alma: de abane
la divina es su fin»; 115 por otro, tiene capacidad para acrecentar las virtudes delmun
humanas, cuya adquisición es previa a la de las virtudes religiosas o sobre-
naturales. En este sentido hay que interpretar sin duda la siguiente afirma-
dos
ción, que San Gregario Taumaturgo atribuye a Orígenes: «Ni la religión
.cesi
misma puede practicarla en absoluto, decía rectamente, quien no haya ella
cultivado la filosofía.» 116 Por ambos motivos, el ideal que deben plantearse de(
los intelectuales cristianos ha de ser unir la formación cultural pagana con bue
la religiosa, y poner la primera al servicio de la segunda, porque cor
bre
[ ... ]si, además de la seguridad de las enseñanzas de la ley de Dios, tenemos las
también contacto con las disciplinas seculares que parecen ser extrañas al no1
eln
rra firme, esto es, habiendo salido de la agitación de la vida, será empujado
hacia lo estable por el impulso mismo de las aguas. 120
Del pasaje bíblico no se deduce, sin embargo, que haya que rechazar la
formación humana, sino más bien que conviene ponerla al servicio de la
formación sobrenatural. Que se produzca una alianza -incluso un verda-
dero matrimonio- entre la cultura pagana y la sabiduría cristiana, no sólo
no es imposible o perjudicial, sino que además resulta beneficioso y nece-
sario para vivir en el mundo. Por ese motivo, es lícito y conveniente, para
«quienes buscan una vida libre a través de la virtud [ ... ], aprovisionarse paid1
con la riqueza de la cultura extranjera en la que se glorían quienes son aje- han
nos a la fe. Así sucede con la ética, la física, la geometría, la astronomía, la ingri
dialéctica y todas las demás ciencias que son cultivadas por quienes no
pertenecen a la Iglesia». 122 \ La
14. Una fe robusta que se apoye en la ciencia humana es el mejor fru- elaboración se ce
to que un cristiano puede ofrecer a Dios y a la Iglesia. Por eso, de acuerdo dela
enkyklios info1
con el sentir unánime de los Padres de la Iglesia de la edad de oro, la reli- paideia de a
gión cristiana no puede ser partidaria de la ignorancia ni enemiga de la cristiana hast
educación. Por el contrario, a su manera y en función de sus objetivos, ha deia
de conducirse como una entusiasta partidaria de la cultura, y ello por las ese 1
razones que expone San Gregorio Nacianceno en su Oración fúnebre a la idea
muerte de San Basilio: crist
tera1
otro
120. San Gregario de Nisa, Sobre la vida de Moisés, II, 6-8.
121. San Gregario de Nisa, Sobre la vida de Moisés, II, 11-12.
122. San Gregario de Nisa, Sobre la vida de Moisés, II, 115-116.
LA EDUCACIÓN PALEOCRISTIANA 237
llegó a enseñar las artes liberales y la filosofía lo mismo a cristianos que CAPÍTULO.
paganos, y siguiendo una línea claramente socrática. 149
12. Por otro lado, la separación institucional era coherente con la Arist<
neta distinción que el cristianismo primitivo establecía entre el ciclo for- Arist<
mativo basado en las letras humanas y el que se centraba en las Sagradas Esqui
Escrituras. Además, puesto que la mayoría de los cristianos no acudían a Herá<
la escuela y se convertían siendo adultos, tampoco desde el punto de vista Gredos, 1
pastoral era un objetivo primordial convertirlas. Lo que sí hicieron los Hesíc
cristianos fue fundar escuelas superiores en las que se enseñaba la teología Gredos, 1
y otras disciplinas afines, de las cuales debían salir los apologetas y cate- Home
quistas que la Iglesia necesitaba. Todo lo dicho explica que los intelectua- Jenof
les cristianos estudiasen en las escuelas paganas las letras humanas, nú- Estudios l
cleo de la enseñanza elemental -lectura, escritura y cálculo-, y media Lucia
-Gramática, Retórica, Dialéctica, Aritmética, Geometría, Astronomía, Mú- 1988.
sica y Filosofía-, pero cursasen en escuelas cristianas el ciclo superior de Pínda
enseñanza, centrado en las disciplinas teológicas de carácter apologético, Plató:
dogmático, litúrgico y moral. 1984.
13. En cuanto a la otra institución educativa básica -la familia: Plató1
«iglesia doméstica»-, adquiere extraordinaria importancia dentro de la Plató1
educación paleocristiana: asume -en parte, como complementaria de la Plató1
Iglesia- la responsabilidad de la «Crianza» espiritual-natural y sobrena- Plutru
tural- como prolongación y complemento de la crianza física. Sófoc
Tucíd:
1990.
Fuentes
A continuación indicamos las ediciones de las que se han extraído las CAPÍTULO 2
citas literales correspondientes a los capítulos 1 al 4:
Apule:
CAPÍTULO 1: La educación de las antiguas culturas orientales Ciceré
Ciceré
Biblia de Jerusalén, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1967. Ciceré
Confucio: «Coloquios», en Confucio/Mencio: Los cuatro libros, Ma- Ciceré
drid, Alfaguara, 1982. Ciceré
Confucio: «Gran Estudio», en Confucio/Mencio: Los cuatro libros, Ma- Ciceré
drid, Alfaguara, 1982. Ciceré
Confucio: «Libro de justo medio», en Confucio/Mencio: Los cuatro li- Ciceré
bros, Madrid, Alfaguara, 1982. 1950.
Flavio Josefo, Contra Apión, Madrid, Gredos, 1994. Come
Heródoto, Historia, vol. 11, Madrid, Gredos, 1986. Gayo:
Mencio: «Libro de Mencio», en Confucio/Mencio: Los cuatro libros, Petror
Madrid, Alfaguara, 1982. Plutar
1962.
149. Cfr. Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, VI, 18, 2-4, y sobre todo la emoti- Salust
va evocación del sistema de enseñanza de Orígenes que realiza su discípulo San Gregorio Tácito
Taumaturgo, Discurso de agradecimiento.