Jenna Rose - Proving His Devotion

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 114

Proving His Devotion

Jenna Rose

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

Traducción no oficial, puede presentar errores

Apoya a los autores adquiriendo sus libros

1
Sinopsis
Eli Hilt es un multimillonario, un genio y un conocido
mujeriego. No es para nada el tipo de hombre con el que Anna
está acostumbrada a ligar. Aunque, Anna no está
acostumbrada a ligar con ningún tipo de hombre.

Pero después de ver a Anna asistiendo a su conferencia


especializada en la universidad, Eli está seguro de haber
encontrado a la indicada.

Anna, en cambio, no está tan segura. No quiere terminar


como un nombre más en la libreta negra de Eli, pero con una
fortuna casi infinita a su disposición, el encantador CEO ha
dejado claro que hará todo lo posible por conquistarla.

Pero, ¿se ganará su corazón con su insistencia o la alejará


para siempre?

2
Capítulo 1
Anna

—Dios mío, mira lo entusiasmada que estás. Se supone


que debes estar entusiasmada porque tienes la oportunidad de
acostarte con él, no porque tienes que ir a su estúpida
conferencia.

Mi compañera de cuarto, Britney, se pone otra capa de


pintalabios rojo cereza y me mira desde el espejo.

—Sí, bueno, a algunas de nosotras nos importa realmente


lo que los chicos tienen que decir —respondo. —Especialmente
éste.

Britney pone los ojos en blanco y agarra su cepillo de rímel.


No podríamos ser más diferentes, Britney y yo. Yo soy bajita y
morena; ella es alta y rubia. Yo tengo los ojos marrones y ella
azules. Tengo pechos naturales un poco más pequeños;
Britney tiene unas enormes tetas falsas que le compró su padre
cuando cumplió dieciocho años. Era popular en el instituto y

3
la invitaban a todas las fiestas o las organizaba ella misma,
mientras que yo estaba en casa estudiando o construyendo mi
propio ordenador e investigando en Internet.

No me desagrada, pero está bastante claro que yo no le


gusto, aunque hace un trabajo decente no haciéndolo
demasiado obvio.

—Finges que te importa lo que tiene que decir —dice


corrigiéndome. —Para que se acueste contigo. Entonces le
dices: 'Sí, Sr. Hunt. Por supuesto que tomo anticonceptivos. Por
supuesto que puedes correrte dentro de mí'. Y entonces tienes
sus bebés y luego recibes esos ricos y gordos cheques por el
resto de tu vida si no puedes hacerlo sentir culpable para que
se case contigo.

Me doy la vuelta para que no pueda ver la expresión de


horror en mi cara y respondo: —Oh, claro. Lo había olvidado.

Su falta de humanidad me horroriza por completo. Pero


supongo que por cada mujer de corazón frío como ella que hay,
existe un hombre como ella a la altura. Esperemos que
terminen juntos en lugar de que ella encuentre a algún pobre
chico bueno del que aprovecharse como la serpiente que es.

Claro, es cierto que Eli Hunt es un hombre muy apuesto.


Por eso tiene la reputación de ser un mujeriego y una especie
de Tony Stark de la vida real. Pero no es por eso por lo que
estoy tan entusiasmada de que venga a mi campus

4
universitario esta tarde para dar una conferencia. No soy tan
fría y calculadora como Britney.

Tampoco soy ni remotamente su tipo, así que no es como


si pudiera llevar a cabo su pequeño plan de hacer bebés y
dinero de todos modos, ¡pero eso no viene al caso!

No, estoy entusiasmada porque realmente quiero ver su


conferencia sobre sistemas informáticos avanzados,
inteligencia artificial y democratización de la informática, tema
este último en el que espero especializarme y ayudar algún día
al mundo.

Voy a mi armario y me pongo mi sudadera del M.I.T. y mi


par de vaqueros azules más cómodos y me calzo mis zapatillas
Vans a cuadros. Cuando me doy la vuelta, veo a Britney
frunciendo el ceño como una tía disgustada.

—¿Eso? —me pregunta. —¿Te vas a poner eso?

—¿Sí? ¿Y qué? —respondo. Britney, por su parte, lleva un


pantalón de yoga con un traje de encaje debajo que hace las
veces de top y que parece sospechosamente una pieza de
lencería o un corsé, una especie de capa exterior transparente
que bien podría no estar ahí, y un par de tacones negros.
Parece que está más preparada para ir a la discoteca que para
una conferencia especializada. Suspira y sacude la cabeza.

5
—Sí, no sé por qué me sorprende, supongo. No es que él
vaya a mirarte de todos modos. Muy bien, ¿lista para irnos?

—Sí —respondo, haciendo lo posible por no sentirme


insultada. Sé que tiene razón; estoy acostumbrada a no ser el
centro de atención cuando se trata de chicos, especialmente
cuando hay chicas como ella cerca. Ha sido así toda mi vida.
Eso es lo que pasa cuando te pasas todo el tiempo estudiando
para asegurarte de conseguir una beca en la universidad
porque tu padre se jugó todo el dinero de tu familia y tu madre
se lo gastó todo en alcohol.

Ambas tomamos nuestras llaves y salimos. Sólo hay unos


minutos de camino por el campus hasta el edificio de ciencias
donde se lleva a cabo la conferencia, pero justo cuando
estamos a punto de entrar juntas, Britney se detiene y extiende
una mano.

—Oh, no podemos entrar juntas —dice rápidamente. —O


sentarnos juntas.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Estás bromeando, ¿verdad? —casi se ríe. —No puedo ser


vista contigo. No, no, no. Si voy a hacer mi jugada con Eli,
tengo que hacer mi jugada. Si me ve contigo, va a pensar...
bueno, no importa lo que piense. Yo entraré primero, tú espera
tres minutos y luego entra y busca un lugar para sentarte que
no esté a mi lado.

6
Sin esperar respuesta, Britney abre la puerta y se desliza
dentro. Es un poco más duro de lo habitual en ella, pero no
está fuera de lugar. Y, sinceramente, no quiero que esa
pequeña interacción se convierta en una discusión aún mayor
cuando volvamos a la residencia, así que espero los tres
minutos antes de entrar.

Una vez que entro en la sala de conferencias, me doy


cuenta. La anticipación de que estoy a punto de conocer a
alguien que significa mucho para mí.

Mi ritmo cardíaco se dispara, y una sensación de


hormigueo comienza en las yemas de los dedos y se extiende
rápidamente por los dedos y los antebrazos. ¿Adrenalina, tal
vez?

La situación empeora cuando miro a los que ya están


sentados y veo cuántas chicas como Britney hay allí. Al menos
la mitad de las sillas están ocupadas por chicas que parecen ir
a un concierto o a una fiesta de presentación de un álbum.
Pelo retocado y minifaldas con tacones por todas partes. El
contraste entre ellas y los chicos de informática es más que
sorprendente. Localizo a Britney en el lado derecho y
encuentro una silla vacía a la izquierda junto a la salida de
incendios.

—No puedo creer que Eli Hilt esté aquí, ¿y tú? —pregunta
una chica cerca de mí a su amiga.

7
—¿De qué está hablando ahora? ¿De Matrix o algo así?

—¿A quién le importa? —se ríen. —¿Has visto sus


abdominales?

—Sí, bueno, yo podría mantener unos abdominales así si


tuviera el dinero que tiene él —comenta alguien que debe ser
uno de sus novios, obviamente celoso.

—Tienes todo el tiempo del mundo para hacer ejercicio,


Jason —responde una chica. —Deja de actuar como un beta.
No es atractivo.

La mirada del chico cuando oye esto y se da la vuelta me


hace querer decirle algo, pero realmente no es asunto mío y el
grupo de chicas que lo rodea parece que probablemente me
arrancaría la carne de los huesos mientras estuviera viva, así
que me quedo con la boca cerrada y espero a que empiece la
charla. Por suerte, sólo pasan unos minutos antes de que un
estudiante suba al escenario para empezar.

Durante unos minutos, repiten las cosas que todos


sabemos sobre cómo Eli diseñó su primera aplicación cuando
tenía 15 años, el mismo año en que se graduó en el instituto y
entró en el M.I.T., y cómo hizo una doble licenciatura y se
graduó en tres años y nunca se molestó en hacer un máster o
un doctorado porque estaba demasiado ocupado creando su
primera empresa, la cual vendió a Google por 20 millones de

8
dólares, que luego utilizó para fundar su siguiente empresa,
Hilt Enterprises, la empresa que le llevó a ser multimillonario.

Me doy cuenta de que para cuando la introducción está


terminando, mi corazón está a punto de salirse de mi pecho.

—Y, señoras y señores, es un gran y claro placer para mí


presentar a Eli Hilt.

Con un estruendoso aplauso, todos los presentes se ponen


prácticamente en pie cuando se abre la puerta a un lado del
escenario y Eli, el hombre que he visto en las fotos, sale con la
apariencia que esperaba y más.

Su pelo castaño está peinado hacia un lado y se mantiene


erguido con los hombros hacia atrás como si fuera el dueño de
la sala. Y, sinceramente, podría comprar el edificio si quisiera.

Como otros multimillonarios, Bezos, Gates, Zuckerberg, se


nota que Eli pasa tiempo en el gimnasio. O eso o tiene aficiones
que lo mantienen en una forma increíble. O tal vez ambas
cosas. He oído que le gusta navegar y me lo imagino en uno de
esos catamaranes en los que Pierce Brosnan navegaba en The
Thomas Crown Affair, saltando y rodando por la red, con los
músculos de los brazos flexionándose al sol.

Sale cómodamente al centro del escenario y levanta las


manos para acallar los aplausos.

9
—Gracias, qué bien, qué bien —dice con una sonrisa. —
Pero completamente innecesario. Sólo soy un hombre de la
tecnología, no Justin Bieber ni Justin Timberlake.

Sus ojos barren a la multitud como un láser, observando


todo. Todas las chicas se acicalan el pelo o arquean la espalda
cuando su mirada se posa en ellas, todas menos yo. Sólo para
contrariar... al universo, me encorvo en mi asiento y me hago
invisible mientras él mira hacia mí.

No voy a jugar a ese juego, pienso con orgullo mientras sus


ojos pasan por encima de mí. Que esas otras chicas se
desgasten con sus maquiavélicos planes sobre cómo acostarse
con su cuenta bancaria; yo estoy aquí para recibir consejos de
vida sobre cómo aumentar mi propia cuenta bancaria.

Pero cuando empieza a hablar, tengo que admitir que una


parte de mí, una gran parte de mí, no puede evitar preguntarse
cómo sería despertarse al lado de un hombre como Eli.

—Como la mayoría de ustedes saben, lancé mi primera


aplicación cuando tenía 15 años...

Sinceramente, es difícil concentrarse en lo que dice con unos


ojos así...

En lugar de estar de pie en el podio o acercarse a una silla,


Eli se pavonea por el escenario para su charla como una
especie de gurú del fitness o un orador motivacional. Incluso

10
se quita la americana para mostrar un increíble conjunto de
brazos que estiran la tela de su camiseta negra de color carbón.

No es justo, pienso mientras suelta otro chiste y el público


se ríe. Buen aspecto, una fortuna inimaginable, ¿y encima es
gracioso?

—Por eso, al final de este año, seleccionaré a un estudiante


para la beca Eli Hilt.

Los aplausos se suceden y me doy cuenta de que he estado


soñando despierta, perdida en los ojos de Eli.

No sólo ha terminado la conferencia y todo el mundo está


de pie, sino que Eli acaba de anunciar una beca a la que podría
acceder y estoy demasiado aturdida como para
entusiasmarme. Lentamente, me uno a todos los que aplauden
mientras Eli sonríe, saluda y sale por la puerta que hay al lado
del escenario.

—Ahora sólo tenemos que averiguar dónde va a salir de


fiesta —susurra una de las chicas que están a mi lado.

—Sí, y comprarle muchos chupitos.

Y esa es mi señal para irme.

Sintiéndome de alguna extraña manera, me voy por la


salida lateral, lejos de la multitud. Sin embargo, aún no estoy
preparada para volver a mi dormitorio. Es como si acabara de
tener una experiencia religiosa que me ha cambiado la vida o

11
algo así y necesitara un tiempo para procesarlo, así que me
dirijo al comedor y compro un chocolate caliente y me preparo
un gofre y lo lleno de mantequilla y mucho sirope.

Debería estar pensando en la charla de Eli, en todas las


lecciones de vida que soltó mientras hablaba de su pasado, o
en la charla que dio sobre hacia dónde iría el futuro de la
informática democrática después de eso, pero tengo que
confesar que mi cerebro en realidad está nadando con
fantasías estúpidas y femeninas sobre cómo sería una cita con
Eli o cómo se vería sin esa camiseta puesta.

—Dios mío —gimo, dejando caer la cabeza sobre la mesa.


—Eres ridícula, Anna. Ahora eres tan mala como Britney.

¿Pero lo soy realmente?

Britney sólo quiere utilizar a Eli por su dinero: atraparlo


para que desembolse los billetes. Yo nunca haría algo así. En
todo caso, puedo ver a Eli y a mí siendo socios iguales en una
relación. Compartiendo ideas de negocio, teniendo objetivos
similares...

—Dios, escúchate —gimoteo, poniéndome de pie. Tiro el


resto de mi gofre a la basura y me dirijo a mi dormitorio. —Sí,
estoy segura de que a Eli Hilt le encantaría ser tu pareja en
igualdad de condiciones en una relación, Anna, tonta.

12
Aun así, no puedo evitar fantasear con ello mientras
atravieso el campus de vuelta a mi dormitorio. ¿Cómo sería ser
la novia de Eli Hilt? ¿La novia de un multimillonario apuesto y
brillante?

Por un segundo, mientras me deslizo fuera del coche para


entrar en la residencia, me permito sonreír ante la idea. ¿Qué
tiene de malo un poco de fantasía, verdad? Pero entonces, al
abrir la puerta de mi dormitorio, la vida me responde a esa
pregunta.

Allí, de pie, en toda su gloria de multimillonario, está Eli,


y a menos de un metro delante de él, sonriendo y echándole
sus mejores ojos de 'fóllame', está mi compañera de cuarto
Britney. Se gira y me mira como si estuviera interrumpiendo
algo.

—Oh, hola, Anna. ¿No has visto el lazo para el pelo que
dejé en la puerta? —El lazo para el pelo, nuestra pequeña
versión del cartel de no molestar.

—Oh, no... —murmuro. —Debo habérmelo perdido.

—Bueno, estaba ahí —dice ella. —Ahora, si no te importa.

—Claro —respondo rápidamente. —Los dejaré solos...

Prácticamente puedo sentir el puñal invisible que se me


clava en el estómago mientras vuelvo a salir al pasillo. No era
más que una tontería; todo era una fantasía tonta que me

13
permitía tener. Sabía que él nunca me elegiría a mí. Pero, ¿de
verdad tenía que ser Britney?

14
Capítulo 2
Eli

Santa mierda, ¿quién era esa?

Mi corazón prácticamente se paraliza ante ella, Anna, y


casi me salgo de mi piel cuando intenta salir de la habitación.

—¡Whoa, espera un segundo! —Quiero gritar eso tras ella,


pero hago lo posible por bajar la voz mientras me abalanzo
sobre ella y me escabullo hacia el pasillo justo cuando cierra
la puerta. —¿A dónde crees que vas?

Anna me mira con una combinación de escepticismo y


timidez más que adorable. Dios, hacía tiempo que no veía a
una chica tan naturalmente bella. De hecho, no sé si alguna
vez he visto a una chica con tan buen aspecto sin intentarlo.

No lleva ni una pizca de maquillaje, y va vestida como si


fuera a la biblioteca con una sudadera del M.I.T. y unos
vaqueros desgastados. Apuesto a que no se ha lavado el pelo
en un día o incluso en dos, pero por alguna razón, eso me

15
gusta. En comparación con todas las demás chicas que he
visto esta noche, que se han arreglado para impresionarme, la
chica que tengo delante es un soplo de aire fresco. Tampoco
lleva tacones; lleva un par de Vans gastadas.

—¿Patinas? —pregunto, ya que no ha respondido a mi


primera pregunta.

—Yo... no —responde, desviando la mirada. —Soy una


nerd, supongo. Yo... estuve en tu conferencia de esta noche.

Su afirmación me golpea como un cortocircuito en mi


cerebro. Frunzo el ceño.

—¿Estuviste? ¿Cómo es posible que no te haya visto allí?

Anna pone una cara de incomodidad y se peina. —


Intentaba no ser vista.

—¿Qué? —Casi me río. —¿Por qué harías eso?

Se encoge de hombros. —Supongo que porque eso es lo


que hacían todas las demás chicas.

—¿Y no querías ser como las demás chicas? —pregunto,


sintiendo que una sonrisa se dibuja en mis labios.

Cuando digo eso, Anna levanta la vista hacia mí.


Establecemos contacto visual -aunque sólo sea durante un
breve segundo antes de que desvíe la mirada- y durante ese

16
instante, siento una chispa semejante a la más intensa carga
eléctrica y sé que esta chica es especial.

Tengo que tenerla.

—Se podría decir que sí —responde con voz suave, casi un


susurro.

—Bueno, ciertamente no lo eres —respondo. —¿Sabes


cómo lo sé?

—¿Cómo? —pregunta.

Dios, es preciosa. Tan naturalmente hermosa. No hay


nada falso en ella. Quiero alcanzarla y tocarla, pasar mis
manos por su piel y sentir su suavidad. Envolverla con mis
brazos y olerla, incrustar su aroma en mis pulmones para no
olvidarlo nunca.

—Porque has conseguido mi atención —digo. —Y eso no es


algo fácil de hacer.

—Parece que mi compañera de piso lo ha conseguido —me


responde, obviamente dolida. —¿Otro número en tu lista?

—Whoa, calma ahí —digo, cortándola. —No ha pasado


nada entre tu compañera de piso y yo.

—¿No?

—No —digo con firmeza. —Si no me crees, puedes volver a


entrar y preguntarle a ella.

17
—Oh, ella simplemente mentiría de todos modos —
responde. —Y diría que te ha follado aunque no lo haya hecho.

Me río y asiento con la cabeza. —Sí, probablemente.


Bueno, pregúntale cómo es mi polla entonces —respondo.

—Ah, ¿y supongo que me demostrarás si miente o no?

—Exactamente. —Sonrío. —Después de nuestra cita.

Anna frunce el ceño, más adorable que nunca. No puedo


decir si está tratando de averiguar si hablo en serio o no, o
tratando de decidir si saldrá conmigo.

—¿Nuestra cita? ¿Qué cita sería esa?

—La que voy a tener contigo esta noche.

—¿Esta noche? —prácticamente grita, dando un paso


atrás. —No, no, no, no. Eso no va a pasar.

—¿Por qué no?

Anna se ríe y agita una mano en el aire. —En primer lugar,


no me he duchado y parezco un desastre —dice. —En segundo
lugar... ¡no puedo salir contigo en general!

—¿De qué estás hablando? Claro que puedes.

—No —se ríe de nuevo, como si acabara de ofrecerle mi


puesto de CEO. —¡Eres Eli Hilt!

—Lo soy.

18
—Tienes una lista de conquistas femeninas más larga que
Leonardo DiCaprio.

—Algo exagerado —respondo. —Pero aun así, ¿qué


importa eso? ¿Te sientes intimidada?

—Yo... —Anna se detiene, piensa, y luego asiente,


completamente imperturbable. —Sí, en efecto. Sí, así es.
Tampoco me gustaría cocinar la cena para Gordon Ramsay,
muchas gracias.

Me río. No puedo evitarlo.

—Vaya, qué analogía.

—Gracias, me alegro de que te guste —dice Anna,


empujando junto a mí hacia su puerta. —Ahora, si me
disculpa, Sr. Hilt, he disfrutado mucho de su charla de esta
noche, y agradezco su invitación, pero tengo que hacer los
deberes, así que me voy a ir ahora.

—Anna, si esperas un segundo...

—¡Lo siento, no! —exclama ella, abriendo de golpe la


puerta de su dormitorio. —Me tengo que ir, ¡adiós!

Y con un movimiento cegadoramente rápido, Anna se


desliza dentro y tira de la puerta tras ella. Escucho su
movimiento al instante.

19
Por un segundo, me planteo llamar a la puerta y preguntar
por ella, pero me doy cuenta de que no va a servir de nada.
Esta noche no. Ella ha tomado una decisión. Si quiero hacer
algún progreso con ella, voy a necesitar un plan de ataque
diferente, y que me cuelguen si no empiezo a formular uno
ahora mismo.

Paso junto a un grupo de chicas al salir del dormitorio.

—¿Sr. Hilt? Um, ¿Sr. Hilt?

—¿Eli? ¿Podemos hacer una foto?

Las ignoro. Normalmente, soy mucho más amable con mis


'fans', pero sé lo que estas chicas están tramando esta noche,
y no quiero formar parte de ello. Cualquier otra noche, estaría
dispuesto a un poco de acción universitaria mixta. Quiero
decir, ¿por qué no? Pero ahora mismo, mi mente está en una
chica y sólo en una chica:

Anna.

Mientras camino hacia el estacionamiento, sólo puedo


pensar en ella. Maldita sea, es como un virus, un código
invasor que se ha instalado a la fuerza en el sistema de mi
mente... y la verdad es que me parece bien. Porque la haré mía,
sin importar lo que ella piense ahora.

Mi asistente, Sona, está esperando en el asiento del


conductor del coche cuando llego.

20
—¿Viendo lo que es ser yo? —bromeo mientras abro la
puerta.

—¿Cuántas chicas han sido esta vez? —me pregunta,


deslizándose mientras subo. —¿Dos? ¿Tres?

—Una —respondo, tomando el volante. —Y no te lo vas a


creer, pero ni siquiera me dormí con ella.

—Sí, nunca te duermes con ellas —me dice mientras nos


alejamos del campus.

—No, hablo en serio, Sona. Ni siquiera pasó nada entre


nosotros.

Mientras conduzco, Sona me mira como si estuviera


tratando de engañarla. Hace esa cosa de los labios fruncidos
que siempre hace cuando espera que admita que estoy
bromeando, pero le devuelvo la mirada y me encojo de
hombros.

—En serio.

—¿En serio? —pregunta. —¿Por qué, porque te dijo que


tenía herpes?

Me encanta Sona como asistente. Lleva años conmigo y me


entiende perfectamente. Me encanta su humor, su energía y
su eficiencia, pero me conoce bien y va a ser muy difícil
convencerla de lo que siento ahora mismo por Anna.

21
—Muy bien, ¿sabes qué?

—¿Qué? —sonríe.

—Esta chica, Anna —le digo. —Es una estudiante de


primer año y vive en Meadows Hall con una compañera de
cuarto llamada Britney. Necesito que la encuentres, averigües
quién es, veas si tiene matrículas o préstamos pendientes, que
supongo que sí, y luego los pagues todos.

—¿Pagarlos?

—Ya me has oído —respondo.

Sona tuerce los labios y estrecha los ojos. —¿Te has metido
en algún tipo de problema del que deba saber, Eli? Porque si
lo hiciste...

—No, ningún problema —respondo. —Maldita sea, ¿no


puede un hombre hacer algo agradable?

—No —dice ella. —No cuando ese hombre es un playboy


multimillonario con una diana en la espalda.

Me meto en la autopista, asintiendo con la cabeza. —Bien,


es justo. Pero mira, sólo haz eso, ¿de acuerdo? No estoy siendo
coaccionado o chantajeado, sólo quiero hacer algo agradable
para esta chica, ¿de acuerdo?

—Más que agradable —responde Sona. —Puede que seas


rico, Eli, pero ¿sabes lo que cuesta la universidad hoy en día?

22
—Sólo hazlo, ¿de acuerdo, Sona?

No estoy pensando en el gasto en este momento; todo lo


que estoy pensando es en la mirada de Anna cuando vea la
sorpresa, cuando vea que ya no tiene que preocuparse por
préstamos, becas o facturas de matrícula durante los próximos
tres años y medio de su carrera universitaria.

—Tú decides, jefe —responde ella. —Pero ¿puedo


preguntarte algo? ¿Qué hace que esta chica sea tan especial?

—Esa es una gran pregunta. —Asiento con la cabeza. —Y


me gustaría tener una respuesta mejor para ti, pero ahora
mismo todo lo que puedo decirte es que ella es especial. No sé
cómo lo sé, pero puedo sentirlo.

23
Capítulo 3
Anna

Tenía la esperanza de que cuando llegara a casa después


de las clases, Britney no estuviera en la habitación, pero no
hubo suerte; estaba descansando en su cama haciendo algo
en su teléfono, probablemente TikTok. Cuando entro, levanta
la vista y me dedica una media sonrisa que parece ser más de
pena que de felicidad por verme.

—Hola, siento todo lo de anoche —dice.

—¿Todo qué? —pregunto, dejando mi bolsa en el suelo.

Por favor, no tengas esta conversación conmigo.

—Todo lo de Eli —dice, sentándose. No, la estamos


teniendo. —Probablemente deberíamos conseguir un sistema
mejor que el lazo de pelo en la puerta, ¿eh? Quiero decir, algo
más grande y más obvio que se vea para que no vuelva a pasar
algo así.

24
—Algo que yo vea.

—Bueno, sí —se ríe. —Quiero decir, no es que traigas a los


chicos a la habitación para ligar.

De todas las características que podrías enumerar que


posee Britney, el tacto no sería una de ellas.

—De acuuuerdo.

—Quiero decir, ¿fue incómodo lo que pasó? Claro, pero


¿puedes culparme? —Se encoge de hombros. —No. Yo estaba
haciendo mi jugada, ¿tú no lo harías?

—En realidad no —respondo. —Me invitó a salir cuando


estábamos en el pasillo.

Casi al instante, Britney pone los ojos en blanco y agita la


mano despectivamente en el aire como si yo acabara de decir
la cosa más absurda del mundo.

—No seas tan ingenua, Anna —casi se ríe. —Sólo lo hace


porque te ve como la chica joven e inocente que no lleva
maquillaje y que no lo adula. A los chicos les encanta ese tipo
de cosas. Cree que te estás haciendo la difícil y sólo está
tratando de conquistarte.

—Oh, ¿en serio? —pregunto. —Si a los chicos les encanta


eso, ¿por qué no te haces la dura?

25
De acuerdo, tal vez eso fue un poco sarcástico de mi parte,
pero Britney está siendo bastante sarcástica, y por alguna
razón hoy no estoy de humor.

—Porque no todas somos pasivo-agresivas, Anna —


bromea.

—No, algunas de nosotras somos simplemente agresivas


—le respondo.

—¿Perdón? —dice, sonando como una Kim Kardashian


muy enojada. Estoy a punto de discutir con ella cuando mi
teléfono emite una alerta. Es el momento perfecto para
interrumpir y, posiblemente, para que se disipe nuestra
pequeña disputa. Lo compruebo y veo que tengo un nuevo
correo electrónico. Lo reviso, y cuando veo la frase inicial del
primer párrafo, me siento repentinamente mareada.

Me apoyo en el armario, parpadeo un par de veces, miro


hacia otro lado y vuelvo a mirar para asegurarme de que no he
alucinado del todo.

—¿Qué? —pregunta Britney. —¿Qué pasa?

—Yo... tiene que haber un error.

—¿Qué? ¿Está todo bien?

Britney puede tener la capacidad de ser una verdadera


perra, pero no carece de corazón. Lentamente, leo la línea
superior en voz alta.

26
—Querida Anna Mitchell, esta es una factura de pago para
confirmar el pago completo de su matrícula. Este correo
electrónico servirá como recibo oficial de este pago. Puede
solicitar un recibo físico si lo desea respondiendo a este correo
electrónico o llamando al... —Mi voz se interrumpe y miro a mi
compañera de piso, que parece casi tan aturdida como yo.

—Espera, ¿qué? —pregunta Britney. —¿Tus padres te han


pagado la matrícula?

—¿Mis padres? —resoplo. —¿Te refieres a mi padre, que


se jugó todo lo que habían ahorrado, o a mi madre, que se
gasta el dinero del supermercado en vodka?

—¿Entonces quién? —pregunta Britney.

—Yo...

Ya sabes quién, Anna...

Miro hacia abajo y mis ojos se desenfocan lentamente. Me


quedo con la boca abierta al procesar todas las implicaciones
de esto.

¿De verdad Eli Hilt acaba de pagar el resto de mi


matrícula?

De nuevo, mi teléfono vibra en mi mano. Otro correo


electrónico, esta vez de mi banco. Mi corazón amenaza con
explotar mientras lo reviso.

27
—Querida Anna Mitchell...

—¿Otro más? —pregunta Britney.

Lo leo, y esta vez tengo que sentarme.

—También pagó mis préstamos...

—¿Quién? —pregunta Britney. —¡¿Quién pagó tus


préstamos?!

Antes de que pueda reaccionar, llaman a la puerta. —


¿Esperas a alguien? —pregunto. —¿Vas a salir con Sarah?

—No... —responde Britney, negando lentamente con la


cabeza.

Pensaba que mi ritmo cardíaco ya estaba por las nubes,


pero resulta que puede subir aún más cuando dirijo mis ojos
a la puerta y me quedo mirando, esperando el siguiente golpe,
que llega unos segundos después.

—Hola, ¿Anna? —se escucha la voz de Eli desde el otro


lado. —Anna, ¿estás ahí?

—¡Mierda! —sisea Britney, corriendo a mi lado. —¿Me


estás tomando el pelo ahora mismo?

—¡No lo sé! —susurro. —¿Qué... qué está pasando? Sácalo


de aquí!

28
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Por qué quieres sacarlo de
aquí?

Trago con fuerza, al borde del pánico. —¡Britney! ¡No soy


como tú! ¡Soy virgen! ¿De acuerdo? ¡No puedo salir con Eli Hilt
para una... aventura o algo así! ¡No sé lo que estoy haciendo!

—¡Bueno, tampoco puedes rechazarlo! —me dice Britney


al oído. —Es como... ¡el soltero más codiciado del planeta!

—¡Me va a dar un ataque al corazón!

—¡¿Anna?! —pregunta Eli, golpeando la puerta de nuevo.


—Las chicas de al lado dicen que te acaban de ver volver de
clase. Ahora abre antes de que eche la puerta abajo como un
loco.

Esto no está pasando, me digo, cerrando los ojos y


respirando profundamente. No puede ser. No soy una chica
sexy. A los tipos como Eli no les gustan las chicas como yo.

Todo estará bien. Sólo tengo que quedarme aquí y


mantener la calma. No va a derribar la puerta; sólo está
haciendo amenazas vacías. No hay manera de que realmente
lo haga. Me quedaré aquí, a salvo en mi dormitorio hasta que
se vaya.

Sí, ese es el plan.

29
Pero cuando abro los ojos, veo que Britney ya no está a mi
lado; está a medio metro de la puerta y está tratando de
alcanzar la cerradura.

—¡No! —siseo, agitando la mano en su dirección. Pero es


demasiado tarde. Con una sonrisa diabólica, se gira hacia mí,
me guiña un ojo y abre la puerta.

De alguna manera, Eli tiene incluso mejor aspecto que


ayer, de pie con un par de mocasines marrones, pantalones
azul marino y un Henley del mismo color con dos botones
abiertos. Dios mío, podría haber sido un modelo masculino.

—He comprado esto —dice, sacando un vestido por encima


del hombro. —Pero puedo volver a por un audífono si lo
necesitas.

A Britney se le cae la mandíbula al ver el vestido. Sé que


la mía también debería al ver el bolso de diseño que lo rodea,
pero soy demasiado básica e inculta para reconocer la marca.
Obviamente es elegante y caro, pero eso es todo lo que sé.

—Ummm... —murmura Britney, mirándome como si me


hubiera transformado en Nina Dobrev o algo así.

—¿Has comprado eso para mí? —pregunto, señalando.

—Así es —responde Eli con una sonrisa que podría


iluminar toda la costa este. Deja una caja en el suelo. —Y estos
tacones para acompañarlo.

30
—Eli, yo... —empiezo a decir que no, quiero hacerlo; no
hay forma de que pueda mantener la compostura para una
cena con este hombre. Pero entonces me doy cuenta de que
estoy a punto de rechazar al hombre que acaba de pagar mis
préstamos universitarios y mi matrícula. ¿En qué mundo eso
sería correcto?

—De acuerdo —digo. —Pero quiero decir... ¿no has hecho


ya bastante por mí?

—Oh, no lo creo —dice encogiéndose de hombros y


sonriendo. —Vamos, cámbiate. Te espero fuera en el coche.

Y sin esperar mi respuesta, Eli deja el vestido sobre mi


escritorio, luego se da la vuelta y sale de la habitación como si
se diera por sentado que voy a hacer exactamente lo que me
ha dicho. Supongo que está acostumbrado a eso como hombre
de su posición.

En el momento en que la puerta se cierra detrás de él,


Britney casi se sale de su piel, se da la vuelta y me mira con
los ojos muy abiertos.

—¡Mierda, amiga! ¿Me estás tomando el pelo?

—Yo... ¿no sé?

—Hablando de un desperdicio de esfuerzo —se ríe,


poniendo los ojos en blanco.

—¿Qué quieres decir con eso?

31
—Quiero decir, ni siquiera quieres al tipo —se burla ella.
—Y seamos sinceros, ustedes dos no son exactamente una
pareja a largo plazo.

Caminando hacia el vestido, hago mi mejor esfuerzo para


no dejar que sus palabras me ofendan profundamente.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto, abriendo la


bolsa de la ropa para revelar la tela más hermosa, de color
violeta intenso. No sé nada de moda, pero ya puedo decir que
este vestido ha sido confeccionado con la máxima habilidad.

—Es decir, a los tipos como Eli les gustan las esposas
trofeo —responde. —Rubias platinadas, modelos de Instagram,
influencers... ya sabes. Chicas como yo.

En circunstancias normales, los comentarios de Britney


serían como dagas que atravesarían mi piel hasta llegar al
corazón, pero por alguna razón, ahora mismo son como gotas
de agua que caen por mi espalda. No sé si estoy hipnotizada
por el vestido o si mi confianza en mí misma se ha disparado
al aparecer Eli e invitarme a cenar, pero en cualquier caso, no
me molesta.

—Sí, tienes razón —respondo con sarcasmo mientras


agarro el vestido, la caja de tacones y mi bolsa de maquillaje y
me dirijo al baño. Me gustaría tener más tiempo para
arreglarme, pero no quiero hacer esperar a Eli. Menos mal que
me he duchado esta mañana.

32
Sin embargo, cuando me pongo el vestido, casi no me
reconozco. La última vez que me puse algo ni siquiera cerca de
tan elegante fue cuando fui a la fiesta de bienvenida con Jess
porque ninguna de las dos tenía pareja, y aquel era un vestido
de ciento cincuenta dólares que probablemente costó menos
que la tela utilizada para hacer el dobladillo de este.

Mientras me arreglo el pelo en el espejo, se abre la puerta


del baño y entran Mary y Tiffany, que están al final del pasillo.
Se detienen en seco cuando me ven junto al lavabo.

—Umm, de acuerdo —dice Tiffany, mirándome de arriba


abajo.

—¿Vas a Dubai, Anna?

—No, sólo voy a cenar —digo mientras paso junto a ellas.

—¿Cenar? —responde Tiffany. —¿Con quién demonios?

Probablemente no debería responder, pero por alguna


razón, esta noche, una pequeña parte de mí no puede evitar
hablar por mí misma.

—Oh, sólo este tipo, no sé si has oído hablar de él —digo,


dándome la vuelta. —¿Eli Hilt?

Los ojos de ambas se abren como platos de comida, pero


salgo del baño y abro la puerta al exterior antes de oírlas gritar
tras de mí. Casi tropiezo al bajar los escalones caminando con
tacones, que solo he llevado una vez en mi vida.

33
—¡Con cuidado! —Levanto la vista para ver a Eli
hablándome desde una especie de coche increíblemente caro
estacionado a solo seis metros en el patio.

—¿Puedes estacionar ahí? —le respondo.

Eli sonríe como si mi pregunta fuera una tontería, lo que


probablemente sea cierto.

—Deja de preocuparte y trae tu bonito culo aquí —


responde con un gesto de la mano, haciéndome señas para que
me acerque a él.

El corazón me da un vuelco, las mariposas dan vueltas en


mi estómago, y es en ese momento cuando me doy cuenta de
que se trata de un hombre que rebosa carisma, un hombre que
ha hecho este tipo de cosas miles de veces antes. Ha practicado
para ello. Sabe exactamente lo que está haciendo.

Tal vez Britney tiene razón. Tal vez esto no es una cosa a
largo plazo para él. Tal vez sólo soy la siguiente chica en una
larga lista de conquistas, y una vez que me haya conquistado,
me dejará de lado y pasará a la siguiente.

No puedo dejar que eso ocurra, me digo a mí misma


mientras me dirijo a su coche y abro la puerta. No puedo
entregar mi virginidad a un hombre así. Y no lo haré.

34
Capítulo 4
Anna

Tengo que confesar que me siento un poco como una


princesa sentada en este vestido increíblemente caro, siendo
conducida en este coche increíblemente caro, del que ni
siquiera sé el nombre, viendo el mundo pasar por la ventana
como si fueran escenas de una película proyectadas en una
pantalla.

Eli, sentado al volante junto a mí, es como mi apuesto


príncipe, y no puedo evitar pensar en cuántas chicas se
morirían por estar en mi lugar ahora mismo. Y ni siquiera era
mi objetivo llamar su atención en primer lugar. Después de
girar a la derecha, me mira y me sonríe, y siento que mi
corazón vuelve a palpitar.

No, ni siquiera lo pienses, Anna, me recuerdo a mí misma.

No puedo caer en esa trampa. Claro que es apuesto. Claro


que rezuma carisma y encanto, pero es un hombre que ha

35
tenido a todas las chicas del mundo antes que yo. Britney
puede carecer de tacto la mayor parte del tiempo, pero creo que
tiene razón en esto: Eli me ve como un blanco raro y otra
conquista, y una vez que me tenga, perderá todo el interés. No
puedo dejarme enamorar por él, caer en la cama con él y que
me deje de lado de esa manera.

—Entonces, ¿has estado alguna vez en Poppy? —me


pregunta. —Creo que ya sé la respuesta, pero...

—No, nunca he estado, Eli —respondo, ligeramente


sarcástica pero con una sonrisa para quitarle importancia. Es
una pregunta tonta, que aprovecha para aturdir un poco.

Poppy es un restaurante con dos estrellas Michelin a diez


minutos del campus al que van todos los padres ricos cuando
vienen a visitar a sus hijos y a donde van todos los
administradores cuando la universidad quiere hacerles el
juego y pedirles más donaciones. Preguntarme si alguna vez he
estado allí es como preguntarme si alguna vez he estado en la
casa de Kanye West.

—Bueno, lo harás después de esta noche —responde.

—Oh, Dios —gimo.

—¿Qué?

—¿Vas a hacer que haga el ridículo? —pregunto. —¿Como


Jack en Titanic cuando come con la familia de Rose?

36
Eli se ríe. —Sabes, Jack en realidad lo hizo bastante bien
en esa cena. Encantó a todo el mundo, si no recuerdo mal.

—Bueno, tú sólo asegúrate de dejarte los calcetines


puestos —digo con un firme asentimiento.

Eli se echa hacia atrás en su asiento y me examina como


un científico podría examinar un espécimen que se comporta
de forma inesperada.

—¿Qué? —pregunto.

—Tú —responde.

—¿Yo qué?

—Eres... diferente.

Me encojo de hombros. —Bueno, he llamado tu atención.

—Así es —se ríe. —Ciertamente lo hiciste. La mayoría de


las chicas se desviven por quitarme la ropa, y aquí estás tú
diciéndome que me deje la mía puesta.

—Un problema difícil de resolver —respondo. —Dudo que


la mayoría de los chicos puedan identificarse.

—Yo no soy la mayoría de los chicos. —Sonríe.

—Supongo que yo no soy la mayoría de las chicas —


respondo. —Al menos en esta situación.

37
Los ojos de Eli se entrecierran como si me estuviera
analizando mientras sonríe y detiene el coche frente al
restaurante. Ansiosa por salir de esta incómoda situación, me
bajo rápidamente y sonrío torpemente a un hombre trajeado
que debe ser el aparcacoches. Eli le entrega las llaves y nos
dirigimos a la puerta principal, donde otro hombre trajeado
nos sostiene la puerta.

—Bienvenido, Sr. Hilt —dice con una media reverencia.

—Vaya, como la realeza —susurro.

—Oh, detente —responde Eli mientras entramos en el


restaurante.

Intento no mostrar lo impresionada que estoy, pero es


bastante difícil. Es, con diferencia, el lugar más elegante en el
que he estado. Hay un aire en el lugar que me hace sentir como
si hubiera entrado en un palacio y fuera parte de la familia
real. La ilusión se hace aún más fuerte cuando miro a mi
alrededor y me doy cuenta de que somos los únicos comensales
en el restaurante.

—Por aquí, señor —le dice el anfitrión a Eli.

—¿Has comprado todo el local? —pregunto mientras nos


conducen a nuestra mesa. Eli simplemente sonríe y me acerca
la silla. —Vaya. Debe ser bonito tener más dinero que Dios.

38
—¿Qué, crees que no serían tan amables conmigo si no
fuera rico? —bromea mientras me siento y él ocupa su lugar
frente a mí.

—Oh, no. Estoy seguro que sí —le respondo. —Y también


lo serían todas esas chicas de la conferencia.

—¿Y tú? —pregunta.

—Sólo estoy aquí para darte las gracias —respondo. —Lo


que hiciste por mí... Eli, no sé cómo podré pagarte.

Eli se encoge de hombros y me muestra esa sonrisa de


chico apuesto que hago lo posible por ignorar, pero Dios, es
difícil.

—Bueno, esto es un comienzo —dice, señalando que el


camarero se acerca y nos pregunta si queremos agua con gas
o de manantial.

—Con gas —digo. —Esta noche iré por lo elegante.

—Yo también. —Sonríe y se dirige al camarero. —¿Y si


podemos empezar con los raviolis de langosta y un par de
ensaladas?

El camarero asiente y se dirige de nuevo a la cocina. Su


asertividad me excita, pero decido fingir lo contrario.

—¿Así que vas a pedir por mí?

39
Eli ladea la cabeza y me mira como si acabara de lanzarle
la primera bola curva que una chica le ha lanzado en su vida.

—Oh, lo siento. ¿Tú...? —Por un segundo parece que va a


disculparse de verdad, pero luego se lo piensa mejor y cambia
el rumbo. —Sí, sí lo haré. Los raviolis de langosta aquí son
increíbles, y las ensaladas son generalmente lo que la gente
toma antes de la cena. ¿Me equivoco?

Touché, señor.

—Sí, pero a veces a las chicas les gusta que les pregunten
primero —respondo. —Pero tú no haces eso, ¿verdad? Supongo
que debería haberlo sabido basándome en tu comportamiento
anterior.

Los ojos de Eli brillan. —¿De verdad me estás dando


mierda por no haberte preguntado antes de pagarte la
matrícula de la universidad y los préstamos?

—¡No! —respondo rápidamente. Jesús, ¿qué estoy


haciendo? Eso ha sido una exageración. —Sólo... estoy
tratando de entender por qué lo hiciste, eso es todo.

—Porque quería. —Eli se encoge de hombros. —¿No es una


razón suficiente?

Abro la boca para hablar justo cuando el camarero vuelve


con nuestras ensaladas, así que la vuelvo a cerrar y pongo mi
mejor sonrisa mientras las deja y dice algo fanfarrón sobre la

40
calidad de sus verduras y lo increíble de su aderezo. Una vez
que se ha ido, tomo aire.

—En cierto modo lo es —digo lentamente. —Y sé que eres


rico, pero la universidad es cara, y apenas me conoces. Y los
chicos... los chicos siempre tienen segundas intenciones.

—¿Y qué pasa si las tengo? —pregunta, mirándome con


ojos de león hambriento.

—Bueno, entonces te debo decir que no va a pasar nada


entre nosotros. —Necesito toda mi fuerza de voluntad para
decir esas palabras, y siento que mi corazón se acelera tanto
que me preocupa que me dé un ataque al corazón.

—¿Y eso por qué? —pregunta Eli. Por su expresión, me doy


cuenta de que es algo que no ha escuchado de una chica en...
bueno, tal vez nunca.

—Porque tú... —Se me corta la voz. ¿Cómo puedo


explicarle esto sin parecer grosera? Tal vez sea mejor culparme
a mí misma. —Bueno, porque soy virgen —suelto. —Y con
quien me acueste va a ser el chico del que esté enamorada. Y
sé que tú no vas a esforzarte tanto conmigo y no tienes ese
tiempo ni haces ese tipo de cosas, así que no va a pasar nada
entre nosotros, ¿entiendes? Bien entonces.

Eli sonríe, clava un tenedor en su ensalada, se mete el


bocado en la boca y mastica. Sigo su ejemplo y doy mi propio

41
bocado. El camarero tenía razón sobre el aderezo; está muy
bueno.

—Sabes, eso es bastante insultante —dice Eli después de


tragar.

—¿El qué?

—Insinuar que no tendría la paciencia de quedarme y


meterme en algo serio contigo para que quisieras entregarme
tu virginidad —responde.

Doy un respingo cuando me doy cuenta de que tiene razón.


Eso ha sido bastante insultante, pero al mismo tiempo, ¿me
equivoco? Se trata de un hombre que debe haber tenido cientos
de mujeres hermosas, ¿por qué iba a perder su tiempo en
enamorar a una estudiante universitaria don nadie como yo
cuando podría simplemente ir a revisar sus mensajes de
Instagram y conseguir citas con modelos para todas las noches
de la semana?

—Sí, tal vez un poco —respondo. —Pero no finjamos que


dedicar toneladas de tiempo a enamorarme estuvo alguna vez
en tu lista de cosas por hacer.

—No. —Sonríe. —Pero tú sí.

Hago lo mejor que puedo, en serio, pero tengo que fingir


que se me mete algo en el ojo para poder apartar la mirada y

42
ocultar mi rubor. Rechazar a Eli Hilt va a ser lo más difícil que
voy a tener que hacer en mi vida, ya lo sé.

El camarero vuelve a aparecer y deja un plato con los


raviolis de langosta. El aroma llega a mis fosas nasales y mi
estómago se anima al instante, pero antes de que pueda
empezar a explicarme los entresijos de la comida, me pongo de
pie y empujo mi silla.

—¿Sabes qué? —digo, sintiendo pánico. —Acabo de


recordar que tengo una tarea enorme para mi clase de ciencias
de la computación para mañana, y realmente debería volver y
ponerme a trabajar en ella.

—Estás bromeando, ¿verdad? —pregunta Eli.

—¡No! Realmente debería volver —digo, retrocediendo


hacia la puerta. —Así que si pudieras llevarme de vuelta al
campus ahora sería genial.

Eli frunce el ceño y tuerce los labios hacia mí. Estoy segura
de que se da cuenta de que estoy mintiendo, pero después de
unos cinco segundos de mirarme fijamente, supongo que
decide no enfrentarse a mí y se levanta de su asiento. Le dice
algo al camarero, mete la mano en el bolsillo del pantalón, saca
dos billetes de cien dólares, se los da y se acerca a mí.

—Esas clases de ciencias de la computación —dice


mientras salimos. —Te pueden afectar.

43
—Sí, lo siento mucho.

—No, está bien —responde. —No es tu culpa. Quiero decir,


¿qué puedes hacer?

44
Capítulo 5
Anna

El viaje en coche a casa es in-có-mo-do.

Hablando de incomodidad. Los dos sabemos que mi


historia sobre los deberes de ciencias de la computación es una
mentira, pero Eli está siendo lo suficientemente caballeroso
como para no llamarme la atención, y yo no sé cómo entablar
conversación con un playboy multimillonario, así que nos
limitamos a hacer comentarios estúpidos sobre las cosas que
vemos en el camino y sobre cómo es estar en la universidad
estos días. En cierto modo, me siento como si estuviera en la
consulta del dentista hablando de cosas sin importancia antes
de que me saquen una muela.

Cuando entramos en el campus, un grupo de chicos grita


y levanta el puño al ver el coche de Eli.

—¿Qué es esta cosa? —pregunto.

—Es un Bentley —responde. —Un Continental GT.

45
—¿Y es muy caro, supongo?

—Digámoslo así —se ríe. —Podría pagar tu matrícula o


comprar otro de estos.

—Jesús... —murmuro mientras entra en el


estacionamiento y se detiene. De alguna manera, eso hace que
su generosidad adquiera una nueva perspectiva para mí, que
se convierta en una realidad física más allá de los recibos de
mi bandeja de entrada. Miro a Eli, que ya me está mirando.

Es más que apuesto, con unos ojos que parecen ver a


través de mí. Me pregunto a cuántas chicas habrá subido a
este coche, a cuántas habrá impresionado con su riqueza.
Tienen que ser muchas, y hago todo lo posible por no caer en
la trampa... pero es muy difícil no hacerlo. Me siento como si
me hubieran arrastrado en una alfombra mágica a un mundo
completamente nuevo, más allá de lo que podría haber
experimentado por mi cuenta, con un hombre muy, muy fuera
de mi alcance.

—¿Puedo preguntarte algo, Eli?

—Cualquier cosa —responde.

—¿Cómo veías el final de esta noche?

Eli se ríe. —Te preocupa realmente mucho ser una más de


mis chicas, ¿no?

46
—Bueno, ¿es realmente tan malo? —pregunto. —Has
tenido mil millones de chicas, al igual que los mil millones de
dólares que tienes. Es imposible que me quieras de verdad.

—¿No? ¿Por qué estoy haciendo todo esto entonces?

—¿Sabes lo que dice mi compañera de piso?

—¿Qué?

—Dice que me quieres porque yo no te quiero, y...

—¿No me quieres?

Su pregunta me detiene en seco como una descarga


eléctrica. Hago una pausa, debatiendo si debo o no abordar el
tema, y luego decido seguir adelante.

—Y dice que una vez que me tengas, eso será suficiente


para ti. Perderás el interés, seguirás adelante y te olvidarás de
mí.

—Vaya, tu compañera de piso sí que es sabia —responde


con sarcasmo. —Debería tener su propio podcast sobre la
psicología de los hombres.

Eso sí que me hace reír. Britney con un podcast


aconsejando a cualquiera sobre cualquier cosa sería un
espectáculo de terror.

—¿Y por eso te pagué la matrícula y los préstamos? —


pregunta. —¿Para poder tenerte y olvidarme de ti?

47
—Sí, pero eres multimillonario —respondo. —Eso es como
una entrada de cine para mí y probablemente también una
deducción de impuestos.

Eli se echa a reír. —Tienes razón. —Asiente con la cabeza.


—Es una deducción de impuestos, pero no una sustancial para
un tipo como yo, y no es por eso que lo hice. Y créeme, Anna,
ya nunca te voy a olvidar.

Sus palabras hacen que mi corazón se agite de nuevo.


Estoy sudando y a punto de enloquecer. Esto es una locura.
En serio, no puedo creer que esté sentada en el campus, en un
Bentley, con Eli Hilt, diciéndole todas las razones por las que
no puedo empezar una relación romántica con él.

Sería tan fácil ceder a esos ojos penetrantes y a esa sonrisa


que me hace sentir como si fuera la única chica del mundo,
pero sé que no soy la única chica del mundo, y ¿cómo me voy
a sentir dentro de una semana o dos o incluso tres cuando él
me deje de lado y no vuelva a saber de él?

—Uh huh —respondo mientras abro la puerta de mi coche


y salgo. —Gracias de nuevo por pagar mi matrícula, Eli, pero
tengo que irme.

Darle la espalda es una de las cosas más difíciles que he


tenido que hacer, pero sé que es lo correcto. No puedo
permitirme entrar en el juego de un playboy multimillonario.
Britney puede estar celosa y no ser alguien a quien considere

48
una gran amiga, pero tiene razón en una cosa: Eli no está en
esto a largo plazo, y no voy a ponerme en la posición de que
me rompan el corazón.

Camino rápidamente hacia mi dormitorio, haciendo todo


lo posible para no romperme un tobillo con los tacones, pero
oigo la puerta del coche abrirse y cerrarse detrás de mí.

—¡Anna, espera!

Por favor, no.

—Tengo... deberes —murmuro mientras paso la tarjeta y


entro en el dormitorio. Podría, y debería, cerrar la puerta
detrás de mí para evitar que Eli entre detrás de mí, pero por
alguna razón no lo hago, y él lo hace.

—Anna, vamos. —Siento su mano alrededor de mi


muñeca, callosa y fuerte, no lo que se espera del CEO de una
empresa de tecnología. —¿De verdad vas a hacerme rogar así?
Porque lo haré si tengo que hacerlo.

Me doy la vuelta para mirarlo, con el corazón palpitando


en mi pecho. Su contacto me pone al límite, justo donde no
quiero estar.

—No quiero que me ruegues, Eli —respondo. —Es que...


no quiero ser otra chica en tu pequeño libro de jugadas que
sabes que funciona y no quiero que me hagas a un lado una
vez que me hayas llevado a la cama.

49
—Yo tampoco quiero eso —responde Eli en un tono que
quiero creer desesperadamente. Pero aun así, retrocedo
lentamente hacia mi puerta. Por una vez, espero que Britney
esté en la habitación para poder salvarme. —Sólo te quiero a
ti, de cualquier manera que pueda tenerte.

—Oh, claro —me burlo. —Los chicos son todos iguales.


Dicen lo que sea para conseguir lo que quieren.

—¡Eso no es cierto! Esto ni siquiera se trata de mí en este


momento.

—¡Tienes razón! —le digo. —Se trata de mi virginidad. Es


algo por lo que vale la pena trabajar, ¿y crees que voy a
renunciar a ella porque te has gastado algo así como el cero-
cero-cero-uno por ciento de tu patrimonio neto en mi
matrícula?

En un instante, Eli se adelanta y me rodea la cintura con


un brazo. Lo siguiente que sé es que estoy pegada a la pared
con su cuerpo contra el mío. Mis hormonas se disparan
cuando su olor llena mis fosas nasales, y siento la fuerza de
sus músculos tensos y flexionados.

—Abre la puerta de tu habitación —dice, con el tono de su


voz como una orden.

—Yo... no —respondo.

50
—Ábrela —repite. —Y te demostraré que ahora mismo no
se trata de mí.

La confusión me invade. ¿Me dice que lo deje entrar en mi


habitación, pero también me dice que no se trata de él ahora
mismo? ¿Cómo puede tener eso algún sentido?

Pero aún así... estoy más que excitada. Siento un calor


entre las piernas y un hormigueo en los dedos de las manos y
de los pies. Y no es que Eli sea el tipo de hombre que vaya a
forzarme si lo dejo entrar... ¿verdad?

No...

—No veo cómo puede ser eso cierto —digo mientras deslizo
mi llave en la cerradura. —Pero sólo porque tengo curiosidad...

Giro la llave y abro la puerta.

Los ojos de Eli se encienden y sonríe. —Buena chica.

Como si estuviéramos bailando, Eli toma la delantera y me


guía hacia la habitación, que está vacía. Britney debe haber
salido con sus amigas o con un chico. Eli cierra la puerta de
una patada detrás de él y la cierra con llave, y luego, como un
príncipe, me hace girar hacia mi cama y me acuesta de
espaldas.

—Eli... —Mi voz es apenas un susurro mientras desliza


una mano por mi tobillo y comienza a levantar el dobladillo de
mi vestido. —Pensé que habías dicho...

51
—Silencio —dice. —Esto no se trata de mí, Anna. Se trata
de ti. Ahora recuéstate y relájate y déjame darte placer.

Sus palabras me sacuden.

¿Realmente ha dicho lo que creo que ha dicho?

Miro hacia abajo y lo veo mirándome. Nuestros ojos se


cruzan mientras sigue deslizando mi vestido hacia arriba.
Cuando el dobladillo pasa por encima de mis rodillas, me
asalta un momento de puro pánico y me incorporo y presiono
mis dos manos contra sus hombros en un intento de detenerlo.

—Espera —susurro. —Sólo espera.

—Relájate —responde, apartando mis manos. —Respira,


cariño. Estás en buenas manos. Recuéstate, relájate y deja que
haga explotar tu mente.

Siento su cálido aliento en mis muslos mientras me sube


el vestido, el vestido que me compró, y deja al descubierto una
zona de mi cuerpo que ningún miembro del sexo opuesto ha
visto nunca. Eso por sí solo es casi suficiente para llevarme al
borde de la locura, pero hago lo que me dice y respiro
profundamente, cierro los ojos y me concentro en el momento.

Cálmate, Anna. Mantén la calma.

—Protestas tanto —susurra. —Y, sin embargo, tu lindo


coñito está goteando para mí.

52
—Eli, yo...

Pero mis palabras se cortan cuando siento su lengua


presionando mi feminidad. La electrizante sacudida de la
sensación es suficiente para forzar mis muslos con tal fuerza
que casi aprieto mis piernas sobre la cabeza de Eli y tengo que
evitar hacerle daño.

—¡Oh, Dios mío! —grito mientras mi cuerpo se apodera de


él. Mis manos se agarran a las sábanas mientras una
respiración monstruosa me atraviesa, llenando mis pulmones
de aire y haciendo que mi espalda se arquee hasta su punto de
inflexión. —¡Eli!

Eli gime algo en respuesta, pero su boca está ahora


totalmente presionada contra mi tierna piel, mi lugar más
íntimo, donde ahora puedo sentir los latidos de mi corazón
palpitando mientras él empieza a mover su lengua arriba y
abajo con una presión y un ritmo absolutamente perfectos.

—Oh, Dios mío, oh, Dios mío, oh, Dios mío —murmuro
mientras las terminaciones nerviosas que ni siquiera sabía que
existían empiezan a brillar como un millón de bombillas
llenándose de electricidad. Sin saber siquiera lo que estoy
haciendo, me acerco a él y deslizo mis dedos por su pelo y lo
agarro. De alguna manera, esto me hace sentir aún más cerca
de él.

53
¿Esto está realmente sucediendo? ¿Eli Hilt me está
chupando ahora mismo?

Mi mente da vueltas, gira como un tornado mientras las


sensaciones hacen que mi cuerpo empiece a temblar.

¿Por qué está haciendo esto? ¿Y si Britney pudiera ver


esto? ¿Y si las otras chicas pudieran? ¿Va a querer que me
acueste con él después?

Pero entonces Eli hace algo que elimina todo pensamiento


de mi cerebro: desliza una de sus manos por la parte superior
de mi vestido y me agarra un pecho. Con la otra mano, me
abre, permitiendo que su lengua llegue aún más al corazón del
asunto, amplificando el placer que ya me recorre.

Jadeo. Mi boca se abre en un grito silencioso mientras mi


cuerpo se convierte en una bomba de relojería. Puede que sea
virgen, pero no es que nunca haya tenido un poco de 'tiempo a
solas'. Sé lo que está a punto de suceder, y va a suceder pronto.

—Eli...

Sus lametones se aceleran.

Su presión se intensifica.

Con una mano agarrada a las sábanas, aprieto la otra


contra la pared para estabilizarme, mientras mi cuerpo
empieza a moverse de forma incontrolada. Un terremoto de
sensaciones me sacude cuando mi clímax me golpea,

54
sacudiendo todo pensamiento de mi mente, todo pensamiento
más allá del hecho de que Eli es quien me está haciendo esto.

Grito y consigo mirar hacia abajo y clavarle los ojos


mientras me corro. Es la sensación más placentera que he
experimentado nunca, y puedo ver en su expresión que está
disfrutando casi tanto como yo.

Me rodea la cintura con su mano libre y me sujeta


mientras mi cuerpo entra en un frenético ataque. Mantiene su
lengua justo donde está mientras las olas de placer me
recorren, manteniendo sus ojos en los míos hasta que
finalmente me derrumbo, sintiéndome más agotada que si
acabara de hacer el ejercicio más intenso de mi vida.

Con un brazo, me levanto y me limpio el sudor de la frente.


Lentamente, muy lentamente, Eli levanta su lengua de mi
lugar y me da un momento de alivio por el increíble gozo al que
me acaba de someter.

—Podría hacer eso todo el jodido día —susurra Eli,


retirando lentamente su lengua de mi parte más tierna. —Todo
el jodido día.

—Yo... no sé si podría soportar eso. —Respiro con fuerza


mientras intento recuperar el sentido común. —Además, sólo
lo dices por decir.

55
—No lo hago —responde, limpiándose la boca con el dorso
de la mano. Es entonces cuando me doy cuenta de lo mojada
que estoy. Sus labios brillan con mi humedad, y cuando muevo
las piernas para alejarme de él, también lo noto.

Estoy más que excitada. Mi cuerpo me indica que estoy


lista para él. Lo quiere. Yo lo quiero. Pero eso no puede ocurrir.
No ahora. Todavía no. Tal vez nunca. No simplemente por lo
que me acaba de hacer. Por lo que sé, eso podría ser parte de
su plan.

—Lo dices para que te deje... ya sabes.

Eli se incorpora. Se queda con la boca abierta, atónito. —


¿Estás bromeando? —pregunta. —Te hago eso sin ninguna
reciprocidad, ¿y crees que todo es un plan para que me dejes
follarte?

—¿Y bien? —respondo, cruzando los brazos sobre el


pecho.

Eli ladea la cabeza y me mira con una sonrisa que me hace


sentir como una niña pequeña. Se levanta y veo el evidente
bulto en sus pantalones.

—Me voy a ir ahora, Anna —dice. —Pero volveré mañana


para invitarte a salir de nuevo. Por si acaso pensabas que me
iba a rendir.

—Eli...

56
Pero no sé ni qué decir. Lo único que puedo hacer es mirar
cómo se dirige a la puerta. Me bajo rápidamente el vestido
mientras él la abre y sale al pasillo. Siento... algo cuando se va
y cierra la puerta tras de sí.

¿Una sensación de pérdida, tal vez? ¿El pesar de no haber


tenido las palabras adecuadas para decir en ese momento? No
lo sé. Pero lo que sí sé es que, independientemente de si le creo
plenamente cuando dice que está realmente interesado en mí,
me entusiasma la idea de verlo mañana.

Mientras me levanto y voy al espejo para arreglarme el


pelo, oigo un ruido en la puerta.

¿Eli ha vuelto?

Pero entonces se abre la puerta y veo entrar a Britney, con


los ojos muy abiertos y fijos en mí.

—De acuerdo —dice, con el tono de voz en modo de cotilleo.


—Acabo de verlo salir de la habitación y parece que acabas de
hacer ejercicio. Suéltalo, perra.

Oh, chico. Aquí vamos.

57
Capítulo 6
Eli

No puedo creer que esté conduciendo hacia un campus


universitario para recoger a una chica que básicamente me ha
rechazado a cada paso del camino. Quiero decir, he estado con
modelos, actrices, celebridades, influencers... mujeres que
harían que cualquier hombre estuviera celoso, y aquí estoy
luchando por una chica que ni siquiera me quiere.

¿Y sabes qué? Me parece bien. Porque por lo que puedo


decir hasta ahora, Anna vale la pena.

No sé cómo lo sé; simplemente lo sé.

Algo en mi interior me dice que tengo que luchar por ella.


Hacer que confíe en mí. Hacerla mía. Demostrarle que estoy en
esto a largo plazo y que no la dejaré una vez que la tenga.
Cristo, todo lo que quiero es hacerla feliz, y necesito que ella lo
entienda. Y si lo que hace falta es dedicarle tiempo y trabajo,
entonces, maldita sea, eso es lo que voy a hacer.

58
Vuelvo a estacionar el Bentley en el patio más cercano al
dormitorio de Anna y salgo. La seguridad del campus ya me
conoce, y la propina de quinientos dólares que les di a Tyson y
Pablo significa que no me molestarán pronto.

—Buen coche, jefe —me dice un chico que parece estar en


uno de los equipos cuando salgo.

—Oye, ¿puedes meterme en esta residencia? —pregunto.

—Claro que sí. —Sonríe. —Vivo aquí.

Con una sonrisa de oreja a oreja, el chico pasa su tarjeta


por mí y me abre la puerta exterior.

—Gracias —respondo mientras entro. Encuentro a Britney


de pie junto a la puerta de su habitación y la de Anna. Es obvio
que me ha estado esperando.

—Hola, tú. —Sonríe, cruzando los brazos. Lleva un


descarado top escotado sin sujetador que no podría mostrar
más de sus pechos sin exponerlos completamente. —Mi clase
fue cancelada esta tarde. ¿Buscas algo que hacer?

—Estoy aquí para recoger a Anna, en realidad. —Intento


pasar por delante de ella, pero se pone delante de mí.

—¿Anna? ¿En serio? —Ella frunce la nariz como si hubiera


olido algo asqueroso. —Es tan... básica. ¿Y sabes que también
es virgen?

59
—La verdad es que sí —respondo.

—Entonces, ¿para qué quieres salir con ella? Es tan


aburrida.

—Tal vez. —Me encojo de hombros, pasando junto a ella.


—Al menos no es una perra.

Britney hace un sonido de ofensa cuando giro el pomo de


su habitación y empujo la puerta para abrirla. La cierro
rápidamente para evitar que haya más interacción entre
nosotros y, cuando levanto la vista, me encuentro con Anna
sentada en su escritorio, tan hermosa como siempre.

Lleva un par de vaqueros rasgados con una camiseta rosa


pastel sin mangas y unas sencillas zapatillas Converse. Me
encanta que no haya intentado arreglarse para mí. De hecho,
probablemente haya intentado no arreglarse para mí, y eso me
gusta aún más.

—¿No vas a aceptar la oferta de Britney? —me pregunta.

—Iba a hacerlo —respondo. —Pero luego recordé que no


me gustan las perras superficiales que apuñalan por la
espalda. —Anna ahoga una risa con una mano sobre la boca.
—¿Estás lista para irnos?

Ella asiente. —Sí.

—¿Qué te apetece?

60
—Estaba pensando en algo un poco menos elegante que
anoche —responde ella. —¿Qué tal un poco de helado?

—Me encanta el helado. ¿Conoces un buen lugar por aquí?


Preferiría no ir al comedor.

—Yo también —ríe ella. —Por suerte, lo conozco. Vamos.

Anna toma su bolso y me lleva fuera de la habitación, otra


cosa a la que no estoy acostumbrado: seguir a la chica. Pero,
como he dicho, cuando se trata de ella, estoy dispuesto a hacer
prácticamente cualquier cosa.

Por suerte, Britney se ha hecho a un lado, así que no hay


ninguna confrontación incómoda con la compañera de piso
cuando nos dirigimos al coche. Anna me da el nombre y la
dirección del lugar al que nos dirigimos, lo introduzco en el
GPS y nos ponemos en marcha.

—No puedo creer que te dejen estacionar en el patio así —


dice cuando me alejo.

—Todavía no has visto nada. —Sonrío.

—Oh, ¿como tus trajes de Iron Man y la inteligencia


artificial que dirige tu casa?

Me río. —Los trajes de Iron Man vienen después.

Sólo queda un corto trayecto hasta Just a Gelittle Gelato,


un pintoresco local de helados de estilo hipster situado en un

61
centro comercial a pocos minutos del campus que,
obviamente, atiende a los universitarios. Mi coche llama la
atención de un grupo de chicos, que claramente han traído sus
tablas de surf. Me lanzan pulgares hacia arriba y señales de
shaka1 cuando Anna y yo nos bajamos.

—¿Esto es lo que se siente ir por ahí contigo? —susurra


mientras le sostengo la puerta.

—Esto no es nada —respondo. —La próxima vez te


recogeré en el Lamborghini amarillo.

Pone los ojos en blanco, pero capto un pequeño brillo en


sus ojos que me hace saber que se está divirtiendo.

Entramos y pedimos. Anna pide chocolate negro, caramelo


y sal marina con virutas de café, y yo pido un trozo de chocolate
con menta y fresa balsámica.

—¿Podemos pedirlos para llevar? —Le pregunto a la chica


que nos atiende.

—Oh, ¿quieres llevarme ya a la residencia? —comenta


Anna.

—Oh, no vamos a ir a la residencia. —Sonrío, entregándole


a la chica mi tarjeta de débito. —Vamos a otro lugar. A un lugar
que sé que te gustará más.

1 La señal de shaka es un gesto típico de saludo que se suele asociar con Hawái y con
la cultura del surf.

62
—¿Sí? ¿Y dónde es eso? —pregunta.

Me encantaría decírselo, pero eso arruinaría la sorpresa, la


sorpresa que me he estado muriendo por darle todo el día, y
no puedo esperar a ver su reacción cuando la vea.

—¿Has visto alguna vez Matrix? —le pregunto.

—La primera. El resto no.

—De acuerdo, bien. —Sonrío. —Bueno, a donde vamos es


una sorpresa, una sorpresa como la de Matrix. No te pueden
decir lo que es; tienes que verlo por ti misma.

La cara de Anna se tuerce en una especie de mezcla entre


una sonrisa y un ceño fruncido, como si no pudiera decidir con
cuál quiere quedarse.

—De acuerdo...

—Confía en mí —le respondo, haciendo un simulacro del


brindis de nuestros vasos de helado de plástico. —Esto te va a
encantar. Vamos.

Tomándola de la mano, esta vez yo conduzco a Anna hasta


el coche, le sostengo la puerta y se la cierro una vez que está
dentro. Muchos hombres en mi posición no se tomarían tantas
molestias; se sentirían como un chófer o algo así, como si
estuviera por debajo de ellos, pero a mí no me importa. Estoy
listo para mimar como un demonio a esta chica. Iré hasta el

63
fin del mundo para probarme a mí mismo con ella. Anna es
una entre un millón, y no voy a dejarla escapar.

Se sienta a mi lado, comiendo su helado con desconfianza


mientras conduzco, torciendo los labios y mirándome de vez en
cuando, obviamente tratando de averiguar a dónde la estoy
llevando.

—Así que esta es la parte en la que me llevas a tu búnker


de multimillonario bajo tu casa, ¿verdad? —pregunta. —¿Y
nunca más se sabe de mí?

—Casi —me río. —Pero no del todo.

Doy una vuelta y siento que la excitación en mi interior


empieza a aumentar. Ya casi hemos llegado, y ella ni siquiera
lo sabe. Demonios, ni siquiera sabe la sorpresa que le va a
cambiar la vida.

Nunca he estado tan excitado como cuando llego a la


entrada de la casa y estaciono. Apago el coche, me giro y miro
a Anna, que me mira con total confusión.

—Seguramente esta no es tu casa —dice, observando la


casa que tenemos delante. Es una casa bonita, de dos plantas,
con garaje, patio delantero y lateral, no es algo que nadie
describiría como 'modesto', pero definitivamente tampoco es
un lugar en el que se esperaría que viviera un multimillonario.

—No. —Sacudo la cabeza. —Es tuya.

64
Anna suelta una carcajada. —Sí. Claro.

—En serio —respondo. —La compré para ti.

—La compraste para mí —responde ella. —¿Como si fuera


sólo un par de zapatillas o algo así?

—Solo así —le digo.

Lo veo: la sorpresa y el principio de la aceptación empiezan


a calar. Dios, vale la pena cada centavo.

—Pero tú... tú no podrías —balbucea, mirando a la casa y


de nuevo a mí. —Quiero decir que podrías, pero... ¿por qué?
¿Por qué lo harías?

—Quiero decir, es bastante obvio que Britney no es la


mejor compañera de piso del mundo —me río. —Y nunca se
sabe quién te va a tocar el año que viene, así que pensé en
eliminar esa incertidumbre de la ecuación.

Anna se queda boquiabierta. Vuelve a mirar hacia la casa


y luego dirige lentamente sus ojos hacia mí.

—¿Sacar esa incertidumbre de la ecuación? —repite. Niega


con la cabeza. —No te creo.

—¿No? —pregunto, metiendo la mano en la guantera. —


¿Qué tal esto entonces?

Le entrego la escritura con su nombre y le doy un minuto


o dos para que lo procese. He hecho muchos regalos en mi

65
vida, y muy caros, pero ninguno de ellos se ha comparado con
esto, con el sentimiento que ruge dentro de mí en este
momento.

—Hablas en serio... —dice cuando se da cuenta.

—Claro que sí. —Sonrío. —¿Crees que esto es una broma


para mi canal de YouTube o algo así?

—Quiero decir, ¡no lo sé!

—Vamos —le digo, abriendo la puerta del coche. —Vamos


a entrar. Te mostraré tu nueva casa. ¿Sabes que tiene una sala
de masajes?

66
Capítulo 7
Anna

Mi corazón late como el ritmo de una canción de EDM


cuando Eli abre la puerta principal y entramos.

Mi casa, pienso. Esta es mi casa.

Pero no parece real. De repente me siento como una


princesa de Disney o un personaje de una serie de televisión
para jóvenes mientras mis zapatillas chirrían en el reluciente
suelo de madera. ¿Cuándo me despertaré en mi dormitorio y
me daré cuenta de que todo esto ha sido un sueño y tendré a
Britney mirándome fijamente diciéndome que estaba hablando
en sueños?

—¿Y bien? —pregunta Eli. —¿Qué piensas?

—¿Qué pienso? —me río, atónita. —¿Es eso una broma?


¿Es esto una broma?

—Sería una broma bastante cruel —responde Eli.

67
—O una forma bastante creativa de conseguir que me
acueste contigo —digo, adentrándome por la preciosa entrada
abierta. ¿Qué clase de casa tiene una entrada así? —Fingir que
me compras una casa, o comprármela de verdad, y luego, una
vez que me entregue, venderla a mis espaldas.

Eli se mete las manos en los bolsillos, negando con la


cabeza. —Vaya, sí que eres desconfiada, ¿no?

—Oye, nunca se sabe —le respondo. —Tu juego es


legendario.

—Bueno, esto no es un juego. Lo prometo. —Con una


sonrisa tonta en la cara, Eli saca una mano del bolsillo y hace
el gesto de cruzarse el corazón.

No respondo de inmediato. Me limito a mirarlo y a esperar


a ver si vacila o hace algo que lo delate. Pero no lo hace. Por lo
que veo, está siendo cien por cien genuino.

—Hablas en serio —le digo. —Realmente me has comprado


una casa.

—Realmente te he comprado una casa —dice, acercándose


a mí y tomándome la mano. —Y realmente tiene una sala de
masajes, que realmente te voy a mostrar ahora mismo.

—Espera, Eli...

Pero Eli no espera; me lleva a través de los hermosos


suelos de madera, pasando por una mesa auxiliar con un

68
jarrón de aspecto caro sobre ella, y atravesando una puerta
que da a un pasillo. Abre de un empujón la segunda puerta,
que conduce a una acogedora habitación con paredes de color
cáscara de huevo y, en el centro, una mesa de masaje de
aspecto muy caro. Incluso hay un tocador con toallas, aceites
y velas.

—Quítate la ropa —me dice.

—Eli, yo...

—¿Qué, nunca te han dado un masaje antes? —me


pregunta. —¿Te pones tímida de repente? ¿Incluso después
de...? Muy bien, puedes tener una toalla encima y yo me daré
la vuelta mientras te desnudas, ¿qué te parece?

Eli se da la vuelta y se cruza de brazos, esperando que


haga lo que dice. Es una combinación muy extraña de
comportamientos -exigiendo básicamente que lo obedezca y
haga lo que me dice sólo para que luego pueda darme un
masaje, hasta ahora sin ningún indicio de querer reciprocidad.
Algo parecido a lo que hizo en mi dormitorio. Este hombre está
decidido a mimarme, me guste o no. ¿Y no estaría loca si me
negara?

Empiezo por quitarme los zapatos lentamente. Creo que


puedo ver el borde de los labios de Eli torcerse en una sonrisa
cuando escucha esto. Luego me desabrocho el botón de los

69
vaqueros y abro la cremallera, lo que hace que mi ritmo
cardíaco se dispare. Empiezo a bajármelos, pero me paralizo.

No. Primero la camiseta.

Me quito la camiseta y el sujetador y los dejo a un lado.

—Quédese de espaldas, señor —digo con la voz más firme


que puedo reunir. Eli levanta las manos como si tuviera una
pistola en la espalda.

—Entendido.

Ya he estado básicamente desnuda con él antes, pero por


alguna razón, todavía estoy completamente nerviosa mientras
me quito los vaqueros y el tanga. Tal vez sea la falta total de
juegos previos a este momento, o el hecho de que él esté de pie,
de espaldas, mientras yo me desnudo detrás de él... En
cualquier caso, me siento completamente incómoda mientras
me recuesto, boca abajo, en la camilla de masaje, y me cubro
con la toalla lo mejor que puedo.

—¿Estás lista? —me pregunta Eli.

—Um... sí —respondo.

Eli se da la vuelta antes de que termine de hablar y al


instante está a mi lado. Entonces sus manos están en mi
espalda, aplicando presión en la zona justo debajo de mi
cuello. Y vaya que se siente increíble. Sin pensarlo, dejo
escapar un gemido.

70
—No está mal, ¿verdad?

—Um, sí... —admito. —No está nada mal.

Mi estómago revolotea como si estuviera lleno de mil mini


tornados. ¿Cómo puede estar pasando esto? Esto realmente no
puede estar pasando, ¿verdad? Nadie creería esto. ¿Anna
Mitchell, la chica que nunca consigue a los chicos, que fue a la
fiesta de bienvenida con su amiga y nunca fue invitada al baile
de graduación, está recibiendo un masaje sensual de Eli Hilt
en la casa que él acaba de comprar para ella?

Si alguien del instituto pudiera ver esto ahora...

—Así que dime, Anna —dice Eli, su voz baja y oh tan sexy.
—¿Qué quieres hacer cuando te gradúes? Eres una estudiante
de ciencias de la computación, ¿verdad?

—Sí, lo soy —respondo. No es fácil concentrarse con sus


manos sobre mí. —Bueno, siempre he tenido esta visión de la
democratización de la informática. Hacer que los componentes
de los ordenadores sean más intercambiables, sustituibles, y
crear una empresa que ayude a llevar la informática a precios
accesibles al tercer mundo y que no se limite a enviarles
nuestras viejas cosas estropeadas y desgastadas.

—Bueno, ahora —responde Eli. —Me impresiona.

Una oleada de calor se hincha dentro de mí, sube por mi


núcleo y va directa a mis mejillas. Me sonrojo. Tantos

71
empresarios ahí fuera se morirían por un comentario como ese
de Eli.

—Lo dices por decir —respondo.

—No lo hago —dice, aplicando presión a mi escápula. —Es


una gran idea y muy bien pensada para una estudiante de
primer año de universidad.

—¿Tú... crees que sí?

No sé en qué concentrarme en este momento: en sus


elogios por mi idea o en sus pulgares amasando los músculos
de mi espalda y las sensaciones que está enviando por el resto
de mi cuerpo.

—Lo sé —dice. —Deberías escuchar las tonterías que oigo


a diario en Silicon Valley. Las cosas que la gente quiere que
apoye. El 99% de las cosas nunca las haría, pero ¿eso? Podría
verme apoyando eso a lo grande.

Apoyándome en un codo, me giro y miro a Eli.

—Detente —digo. —¿Lo dices en serio?

—¿Cuándo vas a dejar de hacer eso? —sonríe.

—¿Dejar de hacer qué?

—Preguntarme si hablo en serio —responde. —O si te


estoy haciendo una broma. No lo hago. No hago ese tipo de
cosas. Si digo algo, lo digo en serio, Anna.

72
No parece que esté bromeando, pero ¿cómo podría hablar
en serio? Sólo soy una estudiante de primer año con una idea.
No he hecho prácticas ni nada, ni siquiera me he graduado
todavía. ¿Cómo puede estar interesado en trabajar conmigo en
el futuro? Tiene que estar bromeando.

Pero, por otra parte, nunca habría esperado que me


comprara un vestido y me llevara a Poppy, ¡o que me comprara
una maldita casa! Así que tal vez...

—Eli, ni siquiera sé qué decir...

—No tienes que decir nada —responde, presionando


suavemente una mano en mi espalda y aplastándome de nuevo
sobre la mesa. —Sólo recuéstate ahí y déjame hacer mi magia.

Magia...

No está bromeando. Sus manos son precisamente eso. Mis


ojos se cierran y giran hacia atrás cuando empieza a trabajar
en mis músculos de nuevo, amasando los nudos que ni
siquiera sabía que estaban ahí con tal habilidad y precisión
que no me sorprendería que fuera a decirme que solía trabajar
como masajista.

—¿Te parece bien un poco de aceite? —me pregunta.

Sin siquiera pensarlo, respondo: —Mmm, sí.

Lo siguiente que sé es que Eli está tirando de la toalla hacia


abajo, hasta la parte baja de mi espalda. Se detiene justo en

73
mi trasero, dejando al descubierto todo mi torso. Mi sangre se
siente eléctrica y mis pezones se endurecen contra la sábana
que tengo debajo. Esto es lo más nerviosa y excitada que he
estado nunca. Sé que sus ojos recorren mi cuerpo de arriba a
abajo, observando cada centímetro expuesto, y no sé si quiero
decirle que quite la toalla para poder ver más o correr y
esconderme.

Se hace a un lado y oigo el sonido de una botella con


surtidor y vuelvo a sentir sus manos sobre mi piel, esta vez
untadas con aceite de masaje. Sus manos son tan fuertes y a
la vez tan suaves cuando suben y bajan por mi espalda,
acariciándome perfectamente con total precisión, forzando otro
gemido de mis labios.

—¿Está bien? —me pregunta.

Qué pregunta más tonta.

—Sí... —susurro.

La tensión en el aire es palpable. Cuanto más intento


decirme a mí misma que esto es sólo un masaje normal de una
masajista normal y que no tengo que preocuparme de que vaya
a ninguna parte, más me late el corazón con fuerza contra la
mesa.

74
¿Adónde va esto? ¿Se detendrá en algún momento y me
dirá que me ponga la ropa? No puedo ver que eso ocurra. No
con Eli.

Pero todavía no puedo ceder. Tengo que mantenerme firme


en mi decisión: No me voy a acostar con él.

No todavía, al menos...

Comprarme una casa fue un gesto increíble, pero para un


multimillonario como él, sigue siendo como comprar una
bicicleta para cualquier otra persona. Podría ceder a él hoy y
él podría hacerme a un lado mañana.

No, tengo que mantenerme firme. Y puedo hacerlo. Puedo


hacer eso.

Pero entonces, cuando Eli mueve sus manos por la parte


baja de mi espalda y levanta la toalla, dejando al descubierto
mis nalgas, siento que mi determinación empieza a flaquear.

Sí, esto no va a ser tan fácil como pensaba...

—Eli, yo...

—Es sólo un masaje en el trasero —dice Eli. —Nunca antes


te han dado un masaje en el trasero, ¿verdad? Son increíbles.

—Pero yo...

Mi voz se interrumpe cuando Eli comienza. Nunca lo


habría imaginado, pero Dios, tiene razón. He oído a las chicas

75
del colegio hablar de que les gusta que las azoten durante el
sexo, pero nadie ha mencionado nunca un masaje en el
trasero. ¿Tal vez ninguna ha tenido uno?

Gimo y me muevo en la mesa, dejando que mis piernas se


abran, haciendo que la toalla se retraiga hasta la mitad del
muslo.

Sé lo que eso significa, lo que Eli puede ver ahora desde


donde está, pero tampoco me importa. Ya lo ha visto antes, así
que no es que estemos abriendo un nuevo camino en esa zona
ni nada por el estilo. Pero entonces, como respuesta, Eli baja
lentamente su mano izquierda entre mis piernas, con suavidad
al principio, como si me pusiera a prueba para ver cómo
reacciono.

Cuando sus dos dedos encuentran mi feminidad, los


músculos de mi cuerpo, tan relajados por su masaje, se tensan
de golpe, haciendo que me levante ligeramente de la mesa.

—Maldita sea, nena —gruñe. —Estás más mojada que este


aceite de masaje con el que cubrí mis manos.

—¿Lo estoy?

—Joder, sí. —Lentamente empuja más profundo,


abriéndome en preparación para lo que sé que quiere que
venga después. —Sé que nunca has hecho esto antes. Sé que
eres virgen, pero nunca me perdonaré si dejo que otro hombre

76
reclame este pequeño y perfecto coño tuyo. Por favor, nena,
deja que sea yo. Por favor.

Sus dedos, que se mueven en pequeños círculos, me


provocan olas de placer que hacen que mi cuerpo tiemble. Mi
cabeza se inclina hacia el techo y su nombre sale de mi boca:
—Eli...

—Sí, Anna —responde suavemente. —Tienes mi polla más


dura que el acero bajo mis pantalones, nena. ¿Sabes las ganas
que tengo de meterla dentro de ti?

Estoy perdiendo el control. Dios, no sé si voy a ser capaz


de resistirme a él.

—¿Qué tanto?

—Daría toda mi jodida fortuna por cinco minutos en ese


celestial coño tuyo.

Sus palabras me sacuden con más fuerza que la creciente


presión que ejerce con las yemas de los dedos, y es en ese
momento cuando siento que se desmorona lo último de mi
resolución. Esta vez ni siquiera abro la boca, sino que me
acerco con la mano izquierda al grueso bulto que hay entre sus
piernas y lo noto: su virilidad, dura como el acero, tal y como
dijo.

77
—Joder, nena —gruñe, dando un paso atrás. —Estoy tan
excitado que podría correrme en los pantalones. Déjame tomar
un poco de aire para no decepcionarte en tu primera vez.

Mi primera vez...

Sí, lo hiciste, Eli. Me has conquistado.

78
Capítulo 8
Eli

Mi polla ha estado sólida como una roca desde que puse


mis manos sobre ella cuando se acostó en esa mesa de masaje,
y cuando retiré la toalla y expuse su perfecto culo, casi me corrí
en mis pantalones como si estuviera en la escuela secundaria.

Cómo esta chica no tiene hordas de hombres tratando de


follar con ella está más allá de mí. Su cuerpo es una perfección
total; su cintura es fina y se une a su culo con una curva
celestial que me muero por tener en mis manos cuando me
deslice dentro de ella por detrás. Llevo imaginando su coño sin
estrenar desde que me dejó meter la lengua en él, y verlo hoy
desde este ángulo no hace más que reforzar lo mucho que
necesito reclamarlo.

Me bajo los pantalones y doy dos pasos para ponerme


delante de ella. Cuando saco mi polla, los ojos de Anna se
abren de par en par. Se pone de lado, dejando al descubierto
sus turgentes tetas de adolescente. Dios, quiero despertarme

79
junto a ellas todos los días del resto de mi vida, adorarlas,
besarlas, chupar sus pequeños pezones con forma de gomitas
y deslizar mi polla entre ellos mientras ella lame la punta de
mi polla con su lengua.

—Abre —le digo.

—Yo... no sé cómo —responde ella.

—Yo sí sé —le respondo. —Te voy a enseñar.

Anna me mira con esos hermosos ojos y abre la boca


obedientemente. Respiro profundamente, empujo mis caderas
hacia delante y deslizo mi polla entre sus labios.

La abrumadora explosión de placer que siento es casi


suficiente para llevarme al límite inmediatamente.

—Joder —gruño, agarrando la mesa con una mano y


clavando los dedos en mi muslo con la otra. La preparación
para este momento ha sido tan grande que apenas puedo creer
que haya llegado. Mi diosa tiene mi polla en la boca y ambos
sabemos cuál es el siguiente paso...

—Sí, eso es, nena —gimo, moviéndome de un lado a otro,


haciendo la mayor parte del trabajo. —Justo así.

Maldita sea, ¡aún no la he besado!

Echo mis caderas hacia atrás y me arrodillo, agarro su


cara y la atraigo hacia la mía.

80
La beso profundamente, apasionadamente, con todo lo que
tengo. Esto significa más para mí que cualquier otra cosa que
pueda obtener de ella. Oigo la aguda inhalación cuando respira
por la nariz, y la atraigo contra mí para sentir sus pechos
contra mi pecho.

Sí, me he ganado esto. Y seguiré ganándomelo durante el


resto de mi vida.

Recorro su cuerpo con las manos, sintiendo la piel cálida


y suave, el cuerpo que supe que tenía que tener en cuanto lo
vi.

—¿Tú... no quieres que siga haciendo eso? —pregunta


mientras me pongo de pie y me quito la camiseta. —¿No lo hice
bien?

—Oh, lo hiciste bien —le digo, quitándome los pantalones


de una patada. —Pero tenía que besarte. Y ahora, tengo que
tener algo más.

Las mejillas de Anna estallan en un rubor rosado. La


agarro por las caderas y la hago girar noventa grados para que
quede medio colgada de la mesa, con las piernas abiertas y su
hermoso y perfecto coño frente a mí. Mojado y listo. Brillante y
perfecto.

—¿Estás lista, nena? —pregunto, poniéndome en posición.

81
Anna me mira mientras presiono la punta de mi polla
contra sus labios, haciendo que se abran ligeramente. Esta es
su primera vez, y voy a asegurarme de hacer todo lo posible
para que sea lo más cómodo y especial para ella.

—¡Espera! —dice cuando empiezo a empujar. Me detengo


al instante. —Eli, ¿con cuántas otras chicas has hecho esto?

Su pregunta me aturde. ¿Preguntar eso ahora, justo


ahora?

—Anna, tú sabes quién soy —respondo. —Sabes la vida


que he llevado. ¿Estás segura de que quieres una respuesta
honesta a eso?

Anna tuerce los labios, desvía la mirada, y yo siento que


se me retuerce algo parecido a un cuchillo en el estómago. Me
inclino, la rodeo con mis brazos y acerco mi cara a la suya,
obligándola a mirarme.

—Oye —susurro. —No importa con cuántas otras chicas


he estado antes de ti, ¿de acuerdo? Lo que importa es que
nunca estaré con más chicas después de ti.

Toda la cara de Anna se suaviza al escuchar esto. Me


invade una sensación de calidez que no esperaba sentir.
Demonios, ni siquiera esperaba decir eso, pero las palabras
salieron de mí.

82
—Bésame otra vez —le digo. —Eso es lo que quiero ahora
mismo. Un beso tuyo.

Los ojos de Anna se llenan de lágrimas, pero asiente, se


inclina, me rodea el cuello con un brazo y acerca sus labios a
los míos.

Esta vez, me besa con una gran lujuria. Deja que su boca
se abra, y presiono mi lengua dentro, dándole un profundo
beso francés mientras deslizo lentamente mi polla en su
agujero virgen.

—Oh, Dios... —jadea, rompiendo nuestro abrazo. Deja caer


la cabeza contra la mesa, haciendo que todo su glorioso cuerpo
se arquee como una diosa. Tengo que apretar los dientes para
no explotar mientras la lleno con mis centímetros. Es increíble,
más que increíble, reclamar su cereza y hacer mía a Anna para
siempre.

—Eli, eres... ¿todos los hombres son así de grandes?

—No, nena. —Sonrío. —He tenido suerte en ese aspecto.

Ruedo mis caderas hacia adelante, tomándola por


completo, dándole todo lo que tengo para dar y observando
cómo su hermoso rostro se retuerce mientras la lleno. El
primer y último hombre que estará dentro de este dulce, dulce
coño, que la besará, que sentirá esos labios alrededor de su
polla.

83
Dios, es demasiado para pensar. Me estoy acercando cada
vez más al límite.

Intento pensar en otra cosa. Negocios, números, mi juego


de golf. Pero es casi imposible. Su coño virgen está tan
apretado y tan caliente y envuelve mi polla como un puño
cerrado, como si me desafiara a empujar más rápido sin
correrme.

Pero eso no es algo que pueda hacer, al menos no ahora.

Todo lo que puedo hacer es pensar en ella, concentrarme


en ella, fijar mis ojos en ella. Ahora mismo, ella es el centro de
mi mundo, y no veo que eso vaya a cambiar a partir de este
momento.

Hago todo lo que puedo para aguantar; aprieto la


mandíbula, respiro profundamente y tenso mi abdomen, recito
líneas de películas en mi cabeza para distraerme... y funciona.
Consigo mantenerme al límite, entrando y saliendo del perfecto
coño de Anna, viendo cómo sus turgentes tetas rebotan y su
cara de diosa se retuerce de placer.

Tengo que llevarla a allí.

Es imprescindible en este momento. No hay manera de que


falle en follarla hasta el orgasmo en su primera vez. Sería el
mayor fracaso de mi vida, mi mayor fracaso como hombre.
Tengo que hacer que esta sea la experiencia más increíble para

84
ella y asegurarme de cumplir cualquier expectativa que tenga
y superarla con creces.

Pero Dios, es tan difícil contenerme dentro de su coño


virgen.

—Eres tan jodidamente buena, nena —gruño. —Apenas


puedo contenerme para no correrme, ¿lo sabías?

—¿De verdad?

—Sí, nena. Nunca he sentido nada tan bueno en mi vida.

Y esa es la verdad. Los ojos de Anna brillan con deleite por


mi cumplido, y se levanta y me agarra la cintura con ambas
manos mientras siento su coño apretarse alrededor de mi
circunferencia. Ahora es mía... toda mía.

Puedo sentir la presión creciendo dentro de ella. Se está


acercando. Todo lo que tengo que hacer es mantener mi ritmo,
seguir haciendo lo que estoy haciendo. Pero es más fácil decirlo
que hacerlo.

En este momento, soy una bestia salvaje con un instinto


desbordante dentro de mí que me pide a gritos que haga una
cosa: criarla.

Me inclino hacia delante y hacia abajo, cierro los ojos y


entierro mi cara en el centro de su cuello, concentrándome en
no correrme.

85
Todavía no. No hasta que ella lo haga.

Su coño se tensa. Siento un torrente de humedad contra


mis muslos y Anna grita.

—Eli, estoy...

No puede terminar la frase, pero no tiene que hacerlo. Su


cuerpo la termina por ella.

Cada músculo se tensa y se estremece debajo de mí. Jadea


y me rodea con las piernas, atrayendo mi polla hasta el fondo,
rompiendo mi última capacidad de contención.

Me corro, y cuando lo hago, no se parece a nada que haya


sentido antes.

No es un simple pulso de alivio; es un chorro dentro de ella


que hace que mi espalda se arquee y mi mandíbula se abra
mientras grito su nombre.

—¡Anna!

Vacío mis pelotas dentro de ella, disparando cuerda tras


cuerda de mi liberación caliente en lo profundo de su coño sin
tocar, llenándola hasta que no puede aguantar más, hasta que
mi semilla chorrea fuera de ella, por sus muslos, su culo
perfecto, y en la mesa de masaje debajo de nosotros.

Dios, ni siquiera puedo empujar mientras me corro; tengo


que dejar mi polla ahí, enterrada dentro de ella hasta terminar,

86
hasta que los dos terminamos, hasta que puedo respirar hondo
y acercar su cara a la mía para darle un beso profundo y
apasionado.

Ella me devuelve el beso y desliza su mano alrededor de mi


cabeza, como si tratara de acercarme más de lo que ya
estamos, y en ese momento me doy cuenta de que mi prioridad
número uno en la vida ahora es proteger y cuidar a esta chica
pase lo que pase.

—Ha sido... bueno, ha sido increíble —ríe Anna, apartando


un mechón de pelo de su cara.

—Eso espero. —Sonrío. —Quería asegurarme de que tu


primera vez fuera memorable, pero no tienes idea de lo difícil
que fue contenerme.

Anna se ríe de nuevo, escondiendo su cara en mi brazo.


Agarro suavemente su barbilla y tiro de ella hacia atrás,
haciéndola mirarme.

—Sabes, mi madre siempre me dijo que encontraría a


alguien que me importaría de verdad —le digo. —Pero después
de que tuve éxito, y las mujeres empezaron a mirarme de cierta
manera, dejé de creerlo.

Los párpados de Anna se agitan. —¿Si?

—Sí. —Sonrío. —Hasta ahora.

87
Capítulo 9
Anna

Me despierto en el dormitorio de mi casa y me quedo


mirando el techo durante al menos cinco minutos, tomándome
el tiempo necesario para acostumbrarme al hecho de que es mi
casa.

—Mi cama —me susurro. —Mi dormitorio.

Miro a mi izquierda y veo que estoy sola y tengo un


momento de pánico, pensando que mis peores temores se han
hecho realidad y que Eli me ha dejado antes de oír sonidos
procedentes de la cocina.

—¿Eli? —llamo en voz alta.

—¿Sí, cariño? —me responde con el tono tonto de un


marido de los suburbios.

Me relajo inmediatamente, salgo de la cama y voy a


cepillarme los dientes en el baño, que ya ha sido abastecido

88
con todo lo que podría necesitar, todo de mi marca también.
Mientras me arreglo el pelo en el espejo, entra Eli con un bol
de avena en la mano. Saca una cucharada y me la ofrece.

—Toma, come un poco —dice. —Come algo antes del vuelo.

—¿Vuelo? —pregunto, tomando el bocado. Está delicioso:


la cantidad perfecta de azúcar moreno y mini-arándanos.

—Bueno, es fin de semana —responde. —Así que he


pensado en hacer un viaje rápido a Cabo San Lucas.

—Cabo —repito después de tragar. —¿México? Creo que ni


siquiera tengo pasaporte...

—Oh, no te preocupes por eso. —Sonríe, agitando una


mano.

—¿Que no me preocupe por eso?

—Sí, todo estará bien —responde, cogiéndome de la mano,


tirando de mí hacia la ducha. —Todo se solucionará cuando
estés conmigo, nena.

No puedo evitar sentirme arrastrada mientras nos


duchamos. Eli me lava, me besa por todas partes y vuelve a
chuparme sin dejarme corresponder. —Tendremos tiempo en
el avión —me dice, y luego me lleva fuera, donde un coche ya
nos está esperando.

—Pero mi ropa...

89
—Ya tengo una maleta preparada para ti —dice. —Y
podemos comprar todo lo que necesites una vez que lleguemos
allí. Además, hay cosas preparadas para ti en el barco.

—¿El barco? —pregunto.

—Vamos —se ríe. —No pensarías que íbamos a ir hasta


Cabo sin un barco, ¿verdad?

Mientras nos llevan al aeropuerto, empiezo a darme cuenta


de que he entrado en un mundo completamente diferente, un
mundo en el que básicamente todo es posible. Un mundo en el
que no tienes que hacer la maleta para viajar; simplemente
compras lo que necesitas cuando llegas o pides a alguien que
te lo traiga para que esté allí cuando llegues. Un mundo en el
que el pasaporte no es necesario para viajar. Un mundo en el
que las cosas básicas por las que tenía que preocuparme hace
unos días -y por las que se preocupan todos los demás- ya no
se aplican.

Subir a un avión privado es otra cosa más que puedo


tachar de mi lista de cosas que nunca pensé que haría en mi
vida. Las auxiliares de vuelo, si es que se las puede llamar así,
son más educadas que los camareros de Poppy, y el interior
del avión es más bonito que cualquier hotel de lujo que haya
visto en cualquier película.

Está diseñado como una sala de estar, con sofás, enormes


sillas reclinables como las que se ven en un cine (sólo que un

90
millón de veces mejor), madera dura por todas partes, varios
televisores, un bar y una exuberante moqueta por todas
partes.

—Vaya —es lo único que puedo decir cuando nos


sentamos uno al lado del otro.

—Sí, no está mal —bromea Eli.

Me siento como una princesa mientras volamos, sorbiendo


agua con gas, incluso una copa de champán, y una ensalada
César de pollo que estoy segura de que sería lo suficientemente
buena como para ser servida en Poppy.

—Podría acostumbrarme a esto —le digo a Eli mientras las


azafatas vuelven a recoger nuestras bandejas.

—Deberías. —Él sonríe, poniendo una mano en mi rodilla.


—Porque esta es tu nueva vida. Por cierto, hay más cosas en
este avión que aún no has visto.

—Oh, ¿las hay? —pregunto, sintiendo que mi corazón se


agita cuando me mira con esos ojos.

—Seguro que las hay —responde, poniéndose de pie. —


¿Por qué no te las muestro?

Como un príncipe, me tiende la mano. La tomo, me levanta


de mi asiento y me lleva a la parte trasera de la cabina hasta
una puerta que da a un precioso dormitorio. Lo siguiente que

91
sé es que cierra la puerta y me acuesta de espaldas a él. Y
bueno, ya puedes adivinar lo que pasa después.

***
Cuando aterrizamos en Cabo, estoy resplandeciente. Las
azafatas sonríen y saludan mientras desembarcamos y nos
dirigimos al coche que nos espera. El cielo es azul, el aire es
cálido y mi corazón está lleno de sentimientos que nunca
esperé sentir por el hombre que está a mi lado.

¿Estoy soñando? ¿O esto está sucediendo realmente?

¿Me estoy enamorando realmente de Eli Hilt?

Todo lo que siento es felicidad mientras me siento a su lado


de camino al hotel. De hecho, estoy tan mareada de felicidad
que me desabrocho el cinturón de seguridad y me apoyo en su
hombro. Prácticamente deliro de emoción, recordando lo que
me hizo en el avión... pensando en sus manos acariciando mi
cuerpo, sus labios contra los míos, su lengua entre mis
piernas, y su gruesa y fuerte polla bombeando dentro y fuera
de mí, haciéndome saber que ahora le pertenezco.

Toda esa protesta que hice, me siento tan tonta ahora,


como si debiera decir algo cortante para hacerle saber que
todavía tengo una chispa de independencia en mí, pero ¿qué

92
resolvería eso? No tiene sentido. Quiero estar aquí ahora
mismo, justo aquí donde estoy.

Cuando llegamos al hotel, de nuevo se me corta la


respiración. Me siento como de la realeza, pero de alguna
manera, cuando estoy con Eli, él hace que todo parezca
natural, como si yo perteneciera a ella. Sé que es el rey
multimillonario del mundo, pero se las arregla para hacer que
todo parezca natural.

Me hace sentir como en casa mientras nos registramos


entre otras élites adineradas que claramente han estado aquí,
y en lugares como éste, muchas veces antes. No sólo me siento
protegida a su lado -y no estoy segura de cómo lo hace- sino
que, de alguna manera, me hace sentir que yo le estoy
haciendo un favor a él al estar aquí.

—Después de ti. —Sonríe y me abre la puerta de la suite.

—Sabes, tú... no tienes que ser tan bueno conmigo —le


digo.

—Sé que no tengo que serlo —responde mientras


entramos. —Pero quiero hacerlo.

El interior de la suite me deja sin aliento, y la vista...

La vista da a la costa, con su agua espectacularmente azul


que refleja el sol, tan brillante y hermoso que casi no parece

93
real. Veo unos cuantos barcos balanceándose en el puerto y
los señalo.

—¿Es uno de esos el tuyo? —pregunto. Eli se acerca por


detrás y me envuelve en sus fuertes brazos, ahuecando un
pecho con una mano.

—Ese —dice, señalando. —Con el helipuerto.

Tengo que reírme.

—¿El helipuerto? —pregunto, girándome hacia él. —¿Qué


eres, un villano de Bond?

Eli pone cara de tonto y frunce el ceño. —¿Qué, no puedo


ser Bond?

—Bond no tendría un yate.

—Eso es cierto. —Asiente con la cabeza.

Mientras lo miro fijamente a los ojos, siento que algo fuerte


empieza a formarse en el centro de mi pecho: un calor que
conozco, que me excita pero que al mismo tiempo me aterra.
Me golpea con fuerza, tanto que tengo que girarme y apartar la
mirada.

—Déjame preguntarte algo, Eli —digo, tratando de que no


me tiemble la voz.

—Cualquier cosa.

94
—Si no hubiera vuelto a mi dormitorio esa noche...
¿habrías terminado acostándote con Britney?

—Probablemente —responde Eli inmediatamente. Mis ojos


se dirigen a los suyos mientras siento una sensación dolorosa
como si me clavaran un cuchillo en el pecho.

—¿Qué? —jadeo.

—Quiero decir, eso es lo que haces cuando no crees en el


amor. —Sonríe. —¿Sabes?

El cuchillo en mi pecho se desvanece y es reemplazado por


un puñetazo en el estómago que elimina todo pensamiento de
mi mente. ¿Acaba de decirme que me ama?

Eli se inclina, me quita el pelo de la cara y me besa.

Esa sensación en el pecho que sentí antes -esa sensación


que me excitaba y aterrorizaba al mismo tiempo- estalla como
un volcán, enviando ondas de emoción a través de mi cuerpo.

¿Se lo digo yo también?

Sé que siento... algo. Todo esto ha sido tan mágico, tan


increíble, pero, ¿y si... y si pasa algo y lo destruye todo? Todo
ha sucedido tan rápido.

Eli se retira y me mira intensamente a los ojos.

¿Está esperando algo? Por supuesto que sí. Acaba de


decirme que me ama.

95
—Eli, yo...

—No pasa nada. —Sonríe. —No tienes que decir nada


ahora. Sólo cuando estés preparada.

Y así, es como si me quitara un enorme peso de encima.

Aún así, siento que debería decir algo... pero Eli tiene
razón; no estoy preparada. Todavía no. Quiero decir, ni
siquiera pensé que me permitiría llegar así de lejos con este
hombre. Pero aquí estoy, en Cabo San Lucas con él, dejando
de ser virgen, sintiendo cosas que nunca pensé que sentiría.
¿Quién sabe realmente lo que sentiré después... o cuándo?

96
Capítulo 10
Eli

El fin del curso escolar. He ido a visitar a Anna a su casa,


me he quedado a dormir, hemos salido a comer, hemos hecho
la cena juntos, hemos desayunado juntos, hemos ido de
vacaciones juntos cuando ella tiene fines de semana largos o
cuando puedo convencerla de que se tome un viernes libre... a
todos los efectos somos una pareja. Una pareja perfecta.

Pero todavía no dice que me ama.

Muchos tipos ya se habrían ido, especialmente otros tipos


en mi posición. Tipos multimillonarios con el mundo a su
alcance.

Pero yo he tenido esa vida. Sé a dónde lleva, y sé cómo se


siente. También sé que ya no la quiero. No ahora que tengo
este sentimiento en mi corazón, un sentimiento que sólo siento
cuando estoy con Anna. ¿Y qué pasa si todavía no me ha dicho
las palabras? Sé en mi corazón que me ama.

97
Lo siento cada momento de cada día cuando estoy con ella.
Lo siento cuando veo que sus ojos se iluminan cuando me
acerco o cuando viene a visitarme a la oficina. Lo siento cuando
hacemos el amor y la tengo envuelta en mis brazos,
mostrándole que es la más preciosa de todas mis posesiones.
Sé que ella también lo siente, y sé que hay una razón por la
que todavía no ha dicho lo que siente en su corazón.

Sus padres.

Su padre es un jugador y su madre es una alcohólica.


Padres como esos infunden terribles problemas de confianza
en una persona, y Anna sigue sufriendo de ellos hasta el día
de hoy. Cuando la conocí, sabía que no era como las demás
chicas, que tendría que luchar mucho para conquistarla, pero
subestimé el esfuerzo que tendría que hacer.

Pero soy un luchador. No me rindo, especialmente cuando


se trata de algo que me importa mucho, y nunca me ha
importado nada más profundamente en mi vida que Anna. Y
ahora he ideado un plan para demostrarle que no voy a ir a
ninguna parte. Nunca.

Me detengo frente a su casa, ansioso pero aún ligeramente


nervioso mientras retuerzo la cajita de joyas en el bolsillo de
mi pantalón. Esto es algo que nunca antes he hecho con una
chica y, por lo tanto, no tengo ni idea de qué esperar ni de cómo
pueden resultar las cosas.

98
La veo a través de la ventana del salón. Está enviando un
mensaje de texto a alguien en su teléfono, probablemente a
alguien de una de sus clases. Tiene el pelo recogido y lleva ese
bonito pantalón corto gris de gimnasia que me encanta y que
siempre lleva cuando acaba de salir de la ducha.

—Ahí está mi princesa.

Se pierde de vista mientras se dirige al piso de arriba, y yo


salgo del coche y me dirijo a la puerta principal. Uso mi llave y
entro. Su olor llena instantáneamente mis fosas nasales.
Cierro los ojos y respiro profundamente. Su casa, que cuesta
la décima parte que la mía, se siente más como un hogar que
mi propia casa en momentos como éste.

—¿Nena? —la llamo.

—¡Hola, cariño! —me responde desde su dormitorio. —


Estoy arriba.

He dado estos pasos innumerables veces y nunca he


sentido ni siquiera una pizca de inquietud. Pero hoy es
diferente.

Hoy siento la misma energía nerviosa que sentía cuando


empecé a trabajar y no estaba seguro de lo asertivo o agresivo
que podía ser sin que se hundiera el trato.

Cuando llego a su habitación, está de espaldas a mí y con


los brazos en alto, arreglándose el pelo. Desde este ángulo, su

99
físico es espectacular. Desde sus delicados hombros hasta su
esbelta cintura, pasando por su espectacular culo y sus
increíbles piernas, que me encanta separar y enterrar mi cara
entre ellas.

—Podría mirarte haciendo esto durante horas, ¿lo sabes?

Anna me mira en el espejo de su baño y sonríe. —¿Ah, sí?

—Sí. —Asiento con la cabeza. —De hecho, tenía algo en


ese sentido de lo que quería hablarte.

—¿Querías hablarme acerca de mirarme fijamente?

—No —digo, acercándome. La tomo de la mano con la


fuerza suficiente como para llamar su atención. —De otra cosa.

—¿Qué? —pregunta. —¿Qué es, Eli?

—Sabes que te amo, ¿verdad?

—Yo... sí —responde ella, con la voz temblorosa. Se siente


culpable ahora que he sacado el tema. Culpable por no haberlo
dicho. Tengo que hablar rápido.

—Y sé que no me has respondido, y sé por qué, y eso está


bien. Sé que tienes problemas de confianza por culpa de tus
padres, y quiero hacer algo ahora para demostrarte que puedes
confiar en mí. Demostrarte que no voy a ir a ninguna parte.
Nunca.

100
La mano de Anna tiembla en la mía. Me aferro a la otra y
tiro de ella para acercarla.

—Eli...

—¿Recuerdas cuando te dije que me impresionaba tu idea


de democratizar la informática y que me veía apoyándola?
¿Antes de que te diera ese masaje asesino?

—Yo... sí.

—Bueno, quiero proponerte algo ahora mismo —digo,


poniéndome de rodillas. Los ojos de Anna se abren de par en
par cuando saco el joyero de mi bolsillo.

—Eli...

—Anna Mitchell, te amo tanto que no sólo quiero casarme


contigo, sino que también quiero financiar cualquier idea que
se te ocurra cuando te gradúes —digo, con el corazón
palpitando. —No sólo financiar, sino también asociarme
contigo. Un socio activo, que esté ahí todos los días para
ayudar a que tu visión se haga realidad.

A Anna se le llenan los ojos de lágrimas. Sus manos, aún


temblorosas, se aferran a las mías con fuerza.

—Pero Eli...

—Quiero que sepas que siempre estaré a tu lado —le digo.


—Nunca fue mi intención abandonarte, y sigue sin serlo. Nada

101
significa más para mí que tú, Anna. Ni mi fortuna, ni mis
negocios, nada. Por favor, confía en tu corazón y deposita tu
confianza en mí y sé mi amor por el resto de mi vida.

Las palabras más difíciles que he tenido que pronunciar.

El mayor riesgo que he tenido que correr.

Mientras abro el joyero y le muestro el anillo, sé que todo


podría venirse abajo ahora mismo. El dolor y la traición que ha
sentido a lo largo de los años podrían haberle afectado
demasiado como para aceptar mi propuesta. Pero maldita sea,
tengo que intentarlo, o nunca me lo perdonaré.

¿Qué clase de hombre soy si no lo intento?

Los labios de Anna tiemblan. Mira el anillo y las lágrimas


caen de sus ojos.

¿Son lágrimas de alegría o de tristeza porque está a punto


de terminar con todo?

Pero entonces sus labios se tuercen en una sonrisa, y una


sensación de alegría y alivio tan abrumadora me invade que
casi pierdo el equilibrio.

—¡Sí! —grita. —¡Dios mío, Eli, sí!

—¿Sí? —repito, lleno de alegría.

—¡Sí! —grita ella, saltando sobre mí, rodeando mi cintura


con sus piernas. Me besa, con las lágrimas cayendo por sus

102
mejillas. Deslizo las manos por la espalda de su camiseta, noto
su tierna piel y rodeo con mis dedos la base de su cuello. —¿Y,
Eli? Te amo. He querido decírtelo... siento haber tardado tanto.

—Está bien, cariño —le respondo, pasando mis dedos por


su pelo. —Lo entiendo. Lo entiendo.

103
Epilogo
Anna
Tres años después

—No puedo creerlo. No más universidad.

—Ya no eres una universitaria —responde Eli. —Tengo que


admitir que estoy un poco deprimido. Ahora sólo salgo con una
chica normal. Se terminó la universidad compartida. No tiene
el mismo encanto, ¿sabes?

—¿Ahora me vas a dejar? —me burlo, levantando mi bata


de graduación para mostrarle la lencería que llevo debajo. Hace
tres años no habría sido capaz de hacer este tipo de bromas
sin sentirme extremadamente insegura. Pero hoy en día, no
sólo puedo soportarlo, sino que lo abrazo.

—Sí, puede que tenga que cambiarte por un modelo más


joven —me responde Eli. —Mira si hay alguna Britney viviendo
en tu antiguo dormitorio de primer año.

104
Me acerco a él y deslizo mi mano, la que tiene mi anillo de
compromiso y de boda, hacia abajo para darle un rápido
apretón entre las piernas cuando nadie está mirando.

—¿Ah sí, señor? Bueno, voy a llamar a ese otro Eli. Ya


sabes, el que lanza cohetes a Marte.

—Adelante. —Sonríe. —¿Cuánto tiene, unos cincuenta y


tantos?

Me muero de ganas de un beso, me inclino y levanto la


mano al mismo tiempo y atraigo la cabeza de Eli hacia la mía.
Al mismo tiempo, me rodea la cintura con un brazo y me
levanta hacia él. Nuestros labios se juntan y oigo el sonido de
muchas cámaras al fotografiarnos. Pero no me importa.

Nos hemos convertido en una pareja pública desde


nuestra boda, el verano después de mi primer año. Sabía que
ocurriría, por supuesto; no es posible casarse con un
multimillonario como Eli y mantenerlo en secreto durante
mucho tiempo.

Los rumores empezaron a circular por Internet


inmediatamente: ¿Quién es ella? ¿Qué busca? ¿Qué tipo de
acuerdo tienen? ¿Es una acompañante en secreto? ¿Es una
actriz a la que Eli está ayudando a entrar en Hollywood?

Por supuesto, las cosas se pusieron aún peor cuando se


supo que él había pagado mi universidad y me había comprado

105
una casa. No sé cómo la gente se entera de cosas así, pero lo
hacen. Borré mis redes sociales y mantuve la boca cerrada
cuando los 'periodistas' trataron de entrevistarme, y después
de unos meses, el revuelo inicial se apagó. Estas fotos
aparecerán en línea en algunos sitios durante unos días y
luego desaparecerán. La verdad es que no me importa. La gente
puede decir lo que quiera. Es un pequeño precio a pagar por
estar con el hombre de mis sueños.

Mi madre y mi padre cobraron, por supuesto, aumentando


mi resentimiento hacia ellos. Incluso publicaron un libro sobre
cómo fue criarme y cómo sabían que terminaría siendo una
'genio', lo que por supuesto soy ahora debido a la empresa
conjunta de informática que Eli y yo lanzaremos el próximo
otoño.

Por suerte, su proyecto no funcionó. La mayoría de la gente


se dio cuenta de sus tonterías. Eli sigue diciéndome que no los
juzgue con demasiada dureza y que tal vez algún día entren en
razón, pero ahora mismo me resulta bastante difícil hacerlo.

—Vamos, salgamos de aquí —dice Eli, alejándome de la


multitud de la graduación.

—Gran idea.

Utilizo mi diploma para proteger mi cara de los pocos


paparazzi que hacen fotos mientras nos dirigimos al coche y
subimos. Mientras Eli se aleja del campus, miro los edificios

106
que desaparecen detrás de nosotros y pienso en voz alta: —Me
pregunto si será la última vez que vea este lugar.

—No, lo dudo mucho —responde Eli. —Te pedirán que


vuelvas aquí dentro de un par de años para dar un discurso
sobre emprendedoras y mujeres en la tecnología. Puedes
apostar por ello.

Sonrío, me acerco y lo tomo de la mano.

—Sí, y les diré: chicas, lo mejor que pueden hacer es


casarse con Eli Hilt.

—Oh, detente —se ríe Eli. —Te dije que no me habría


involucrado en tu idea si no me hubiera parecido buena. No es
que hayas venido a mí con una propuesta de portavelas
perfumados para tu portátil o algo así.

—Es cierto —me río. —Aun así, me diste una ventaja.

—Y tú me diste una vida digna de ser vivida —responde


Eli, haciendo que mi corazón se derrita.

—¿Y qué hacías antes? —le pregunto.

Me mira con esa mirada cariñosa que siempre me llega al


pecho. —Fingir.

A veces Eli es tan increíble que tengo que pellizcarme para


asegurarme de que no estoy soñando, y esta es una de esas
veces. Nuestra boda fue otra.

107
La celebramos en París porque una noche, mientras
veíamos una de las películas de Bourne, comenté de improviso
que nunca había estado en París y que me encantaría ir. Él se
acordó de eso y lo planeó todo, junto con una luna de miel en
el sur de Francia que superó todo lo que yo hubiera podido
imaginar.

A veces era difícil volver a la universidad después de pasar


un tiempo así con Eli. Me sentía como si estuviera viviendo una
doble vida, pero quería tanto mi título que tenía la motivación
necesaria para concentrarme y trabajar duro. Y ahora, con él
en la mano, estoy más emocionada y preparada que nunca
para salir y enfrentarme al mundo con él a mi lado.

Puedo sentir las correas de las ligas bajo mi túnica


mientras me muevo en el asiento. Estamos a sólo unos
minutos de casa, pero estoy excitada desde antes de que
hiciéramos la fila para la graduación. Coloco mi diploma en la
parte trasera, me desabrocho el cinturón de seguridad, me
inclino sobre la consola central y le bajo la cremallera a Eli.

—Dios mío, nena —gruñe, mirando por el retrovisor. —Un


paparazzi podría estar siguiéndonos...

—¿Sí? —le respondo con mi mejor voz de chica traviesa


mientras extraigo su polla de los bóxers. Ya está casi
completamente duro. No es una sorpresa en absoluto. —¿Te
preocupa algo, cariño?

108
—Bueno, sí, si consiguen una foto de esto...

Corto sus protestas deslizando su polla en mi boca. Un


profundo gemido retumba en su pecho mientras su cálida
circunferencia comienza a expandirse entre mis mejillas.

Eso es, muchachote.

Le paso una mano por la pierna, sintiendo el músculo


fuerte y tenso mientras él pone inmediatamente una mano en
mi nuca como siempre hace.

—Joder. —El placer en su voz me llena de calor y


satisfacción. Nada me hace más feliz que complacer a mi
hombre. Y después de todo lo que pasó para demostrármelo,
se lo merece.

Mi feminidad alcanza nuevas cotas cada vez que le doy


placer. Dios, no sabía que podía ser tan bueno. Para cuando
llegamos a la casa, estoy chorreando, y mientras Eli va hacia
mi lado del coche, me levanta y me echa sobre su hombro como
un vikingo, estoy zumbando de lujuria y desesperación.

He nacido para servir a este hombre. He nacido para estar


a su lado. Gracias a Dios, se quedó el tiempo suficiente para
demostrármelo a mí... a mí y a mi testarudo trasero.

Chillo cuando me arroja al sofá y me levanta la túnica por


encima de la cabeza.

109
—Joder, te ves mejor que cualquier modelo de pasarela
que haya existido jamás —gruñe cuando echa un vistazo
completo a mi lencería. —Victoria's Secret no sabe lo que se
pierde.

—¿Crees que tengo una carrera alternativa? —pregunto,


con la voz baja.

—Podrías hacerte con la maldita industria —responde,


apartando mis bragas. —Dios, mira ese precioso y chorreante
coño.

Antes de que pueda reaccionar, se inclina y arrastra su


lengua por todo mi coño, terminando con una estimulación
aplastante en mi clítoris que me hace gritar y agarrar el sofá
con ambas manos.

Sube la mano, me agarra los pechos y me aprieta los


pezones, ya duros, mientras las sensaciones recorren mi
cuerpo. Abro las piernas, invitándolo a entrar, prácticamente
suplicando. Quiero que me llene, quiero ver su cara
retorciéndose de placer mientras entra y sale, utilizando mi
cuerpo como medio para su liberación.

Y hay algo más que quiero de él hoy y que aún no le he


dicho...

—Eli —gimoteo. —Métela dentro de mí, nene. Déjame


sentirte.

110
—Mmm, no tienes que pedírmelo dos veces —responde,
con sus ojos ardiendo de pasión. Los dos gemimos cuando
entra en mí, estirándome como siempre lo hace con su
inmensa circunferencia. Me penetra hasta el fondo, tan
profundamente que puedo sentir sus testículos contra mi culo
y sus sólidos abdominales contra mi montículo. —Dios, eres
una diosa. Ese coño está tan jodidamente húmedo. Realmente
me vuelves loco.

Me agarro a su cintura mientras él empieza a mover sus


caderas, embistiendo hacia dentro y hacia fuera. Empieza con
suavidad, calentándome como siempre, pero sé que es sólo
cuestión de tiempo que su lado animal tome el control y se
lance con una furia primitiva que hará temblar el sofá.

Apoya su cuerpo en el mío, presiona sus labios contra mi


cuello y empieza a besarme. Cierro los ojos y dejo que su
masculinidad me abrume, envuelvo mis brazos alrededor de su
torso y siento los músculos de su espalda mientras él empuja.

Me encanta sentirme atrapada bajo él, inmovilizada como


si fuera un luchador y yo su oponente y estuviera decidido a
ganar nuestro combate. Me encanta sentirme pequeña e
indefensa en comparación con su fuerza. Ya puedo sentir que
mi clímax empieza a encenderse dentro de mí como el motor
de un cohete.

—Te amo —gimoteo.

111
—Te amo —responde él. —Te amo, te amo...

Soy su tesoro, y él es el mío. Me resulta casi imposible


creer el miedo que tenía a comprometerme con él cuando nos
conocimos. Es como si yo fuera una persona diferente en ese
entonces. Ahora, lo único en lo que puedo pensar es en lo que
estoy a punto de decirle, en lo que estoy a punto de pedirle.

—Eli —le susurro al oído. —Dejé de tomar mis


anticonceptivos.

Eli ralentiza sus embestidas y se levanta para mirarme a


los ojos, esos ojos que dicen sin palabras Me perteneces.

—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo, cariño?


—pregunta.

Sonrío, muevo las caderas, chocando contra él, sintiendo


su polla hinchada y gruesa dentro de mí, con el clímax al borde
del abismo.

—Tienes toda la razón —respondo. —Embarázame, Eli.


Lléname.

Sé que será difícil. Sé que criar un hijo y hacer realidad


nuestra empresa será más difícil de lo que sería si
esperáramos, pero no puedo. Necesito ser madre. Necesito
darle un hijo, y no me importa si me agota y si tengo que
trabajar diez veces más para hacerlo realidad. Maldita sea, lo
haré.

112
—Eres perfecta —dice Eli, sonriendo tan apaciblemente. —
Y no puedo esperar a convertirte en la madre de mis hijos.

Vuelve a inclinarse, me besa e inmediatamente acelera el


ritmo. Lo rodeo con las piernas y lo sujeto, manteniéndolo bien
adentro para que su liberación haga su trabajo.

Sus músculos se tensan y noto el estremecimiento que


recorre su cuerpo en el momento en que yo me corro. Llegamos
al clímax al mismo tiempo, gimiendo al unísono, agarrándonos
el uno al otro en una danza orgásmica que nos sacude a los
dos hasta lo más profundo. Grito al sentir su líquido caliente
rociándose dentro de mí, cubriendo mis centímetros íntimos
con el increíble poder que siempre tiene. Sólo que esta vez, sé
que las cosas son diferentes; esta vez estamos dejando que la
naturaleza siga su curso.

Y como estaba previsto, nueve meses después, añadimos


un precioso niño a nuestra familia.

Fin

113

También podría gustarte