Amos y Mazmorras XIV Lena Valenti
Amos y Mazmorras XIV Lena Valenti
Amos y Mazmorras XIV Lena Valenti
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Titivillus 02.07.2019
Título original: Amos y mazmorras XIV
Lena Valenti, 2019
Sky no se hubiera imaginado eso. Koda tenía los ojos abiertos de par en par,
y ella retrocedía ante su implacable acecho.
—¿Por qué?
—¿Por qué qué? —contestó ella con la voz encogida.
—Dices que quieres que te proteja y a la primera oportunidad que tienes
me drogas y te entregas a ellos —le echó en cara desdeñoso. Los perros
empezaron a ladrar desde el interior del coche. Pero fue un detalle que no
importó a Koda.
—Lo he hecho para protegerte. Para que no te…
—¡Yo diré si quiero que me protejan! —explotó golpeándose el pecho
como un gorila. A pesar de sentirse descontrolado con el subidón de
epinefrina por su torrente sanguíneo sabía que nunca haría daño a Sky—.
¡No tú! ¡Yo! ¿Quién te has creído que eres para hacerme esto y ponerte en
peligro así? ¿Crees que tu Patrón no hubiera enviado a más gente a
buscarme en cuanto a ti te tuviera a buen recaudo? ¡¿Y qué crees que habría
pasado si me hubieran encontrado anestesiado en la cabaña?! ¡¿Eh?! Me
habrían matado a mí también. ¡Me dejaste sin posibilidad de defenderme!
Sky no había pensado en ello. Sin embargo, esperaba que Koda tuviera
el tiempo suficiente como para recuperarse y huir. O que sus hermanos
hubiesen llegado antes. Tal vez había sido una temeridad, pero ella no se
hubiera perdonado que por su culpa a él le sucediera nada malo.
—Me has dejado vendido, joder. Habría sido una muerte vergonzosa y
humillante. Y lo peor es que has preferido huir de mí y volver con tu
Patrón. Lo que me hace entender que tan mal no estabas con él, ¿no? De lo
contrario, no lo entiendo. ¿Has fingido conmigo? ¿Me has mentido, bruja?
—Koda la hizo caminar en la dirección opuesta y al final, la obligó a apoyar
la espalda en el coche.
Sky alzó la barbilla y negó con la cabeza, sintiéndose arrepentida pero
sin perder su dignidad.
—Piensa lo que quieras de mí. Lo he hecho solo porque no quiero que
nadie más sufra por mi culpa. Yo también acarreo muertes sobre mis
espaldas.
—¡No! —gritó él—. Lo has hecho porque ya no eres virgen y pensabas
que así tu Patrón te desecharía y que tú podrías comprar tu libertad.
¿Todavía crees que puedes negociar con él?
Ella aguantó el chaparrón. Seguía impresionada de verlo ahí, después de
haberle pinchado casi media hora atrás una anestesia para caballos. Sus ojos
amarillos parecían fuera de órbita, su cuerpo estaba tenso… y ella, ella
agradecía volverlo a ver porque pensaba que no tendría otra oportunidad.
Aquel paseo con los guardias y los perros había sido una procesión para
ella, como si la entregaran a una muerte segura. Se estaba sacrificando, no
era una traición, por mucho que Koda lo viera de aquel modo.
—Sé que no se puede negociar con el Patrón. Solo estaba aceptando mi
sino.
—¿Tu sino? ¿Dónde está escrito que tengas que ponerte en sus manos?
Ella sacudió la cabeza. No iba a poder hablar con él en ese momento…
se le veía totalmente ofuscado y fuera de sus cabales.
—¿Cómo puede ser que estés despierto?
—¿No contabas con que me despertara a tiempo? —insinuó de manera
peligrosa.
—No es eso. No contaba con que un anestésico de caballos no te hiciese
nada —replicó nerviosa.
Koda la miró de arriba abajo, rencoroso y decepcionado.
Sky entendió lo que le sucedía. Pero él también debía entender su
postura. Lo que había hecho lo hizo pensando en él y en sus hermanos. En
el bienestar de todos.
No podía ponerse así con ella porque no tenía sentido.
Koda la agarró por el antebrazo y le dijo:
—Nos vamos.
—Deberías dejarme aquí —murmuró ansiosa.
Él le lanzó una mirada perdonavidas.
—¿Dónde está tu puto orgullo, mujer? Te rindes muy fácilmente.
—¿Mi orgullo? ¿De qué sirve tener orgullo si arriesgo la vida de otros
por ello? No quiero que te pase nada…
—Me pusiste a dormir como un orangután, Sky —contestó tirando de
ella para salir de ahí—. Me dejaste preparado con un lazo para que los otros
me rematasen. No finjas que te importo.
Aquello la dejó helada. Sabía que Koda se enfadaría pero no que
pudiera pensar así de mal por ello.
—Espera… —le pidió ella con voz temblorosa.
—¿Qué?
—Los perros.
—¿Qué les pasa?
—No los dejes ahí encerrados… —alzó el rostro al cielo claro y
despejado—. De noche ha hecho mucho frío —mencionó recordando la
intimidad con él—, pero ahora… pueden asfixiarse ahí adentro. No los
dejes ahí. Déjalos libres —miró a los guardias—. Están inconscientes, ¿no?
—Sí.
—Pues llevémonos a los perros.
—No.
—Parecían inofensivos —protestó ella.
—Te he dicho que no.
—Koda, por favor.
—Te encariñas de los animales muy rápidamente. Son dobermans.
Gigantes. Te pueden arrancar el brazo de un mordisco.
—No me han hecho nada. Estaban contentos, me lamían las manos…
solo querían jugar.
En ese momento el Hummer de Lonan entró por uno de los senderos
terrenosos que daban a aquella pequeña isla de arena en medio del río.
Los dos hermanos Kumar bajaron del vehículo y se acercaron a ellos
cerciorándose de que estuvieran bien y a salvo.
—¿Te han hecho algo? —preguntó Dasan revisando a Sky.
—No. Estoy bien —contestó disgustada por todo lo que le había dicho
Koda.
Lonan estudió los cuerpos que había desmadejados en el suelo y
después centró sus ojos verdes en los amarillos de Koda, que no dejaba de
mirar a Sky como si quisiera comérsela.
—Eh —Lonan lo agarró de la barbilla—. ¿Todo bien?
Koda parpadeó y asintió obligándose a tranquilizarse.
—Sí.
—¿Qué vamos a hacer con ellos? —Dasan se había agachado para
desarmar a los tres individuos y cogerles los móviles y todo lo que tuvieran
para comunicarse.
—Que se busquen la vida —Koda apuntó a las dos ruedas traseras del
Ford y reventó los neumáticos de un balazo.
Los perros no dejaban de ladrar y Sky lo sentía mucho por ellos.
—Quiero que nos llevemos a los animales —le pidió Sky a Lonan al ver
que Koda se mostraba intransigente.
El mayor de los Kumar la miró con sorpresa.
—¿Animales? ¿Los perros que nos mencionó Koda cuando lo
encontramos? ¿Los que no dejan de ladrar?
—Sí —asintió con seguridad—. Son jóvenes.
—¿Y si tienen chips, Sky? ¿Y si poseen localizador como Dark
Chocolate? —irrumpió Koda negándole la petición—. No.
—Koda —protestó ella—. No tendrán más de un año. Están siendo
adiestrados.
—¿Y cómo sabes tú eso?
—Lo hablaban entre ellos. Se llaman Hansel y Gretel. Son macho y
hembra. Hermanos. Trabajan con ellos desde hace poco y se vanagloriaban
de lo bien que iban, como si fueran teléfonos o cualquier otro objeto. Los
han sacado de una perrera. Los abandonaron pero les habían adiestrado.
Tienen que ir a ponerles los chips esta semana que viene.
—¿De dónde sacan a estos miembros de seguridad? —se preguntó
Dasan divertido—. Son unos ineptos.
—Supongo que los han cogido de urgencia. El Patrón está en Las
Vegas… —ha comentado Lonan abriendo las puertas traseras de la
furgoneta solo para echar un vistazo y encontrarse con dos dobermans
hermosos y algo asustadizos y sumisos—. Han debido tirar de lo que tenían
por aquí cerca. Lo vuestro ha sido una urgencia imprevista.
Sky se acercó a las jaulas y los perros empezaron a lamerse el hocico y
a llorar, como si desearan salir de ahí.
—Tranquilos, pequeños…
Lonan echó un vistazo a Koda. Este apretaba los puños y estaba tenso,
mirándola como si no acabara de encajarla en todo aquel lienzo. Desde
luego, los perros le hacían caso y parecían tener simpatía hacia ella. Serían
guardianes. A la joven le iría bien tener más cuidadores.
—Podemos llevárnoslos —sugirió Lonan acercando un dedo a la jaula.
Inmediatamente, la hembra se acercó y le empezó a dar besos.
Los dos hermanos se sonrieron, menos Koda. Su cuerpo experimentaba
el subidón y estaba mucho más ansioso de la cuenta.
—Nos los llevamos. Pero te harás cargo tú —le ordenó Lonan.
—¿Sí? —Sky parecía una cría emocionada—. Sí. Yo me haré cargo.
Pero si alguna vez soy libre de verdad —apuntó—, me los llevaré conmigo
a mi propia casa.
—Vámonos —pidió Koda enfadado y aburrido de todo aquello. Le
encantaban los animales, lo que no le gustaba era lo que le había hecho Sky.
—¿Tú estás bien? ¿Te ha ido bien la epinefrina? ¿Tienes taquicardias?
—indagó Dasan con interés.
Sky desvió la atención de los perros a Koda.
—¿Por eso estás tan alterado? —le preguntó ella—. ¿Porque te han
dado estimulante?
—No es por eso —dijo él entre dientes—. Es porque tú me has hecho la
cama. Me has traicionado.
A ella le ofendió oír aquellas palabras. Se sentía culpable. Aunque sus
intenciones fueron buenas, al gunlock no le sentó nada bien su maniobra.
Debía respetarlo. Pero le dolía que volviera a desconfiar de ella.
Así que se centró en los perros. Ayudó a sacarlos de las jaulas y siguió a
Lonan para sentarse con ellos en el asiento de atrás del Hummer.
Antes de cerrar la puerta, Lonan la miró compasivo y le dijo:
—Has sido muy valiente.
Ella acarició la cabeza de Gretel. Ojalá Koda pensara igual.
—No lo he hecho a malas. Solo quería que él estuviera a salvo.
Lonan asintió y sonrió. Era un hombre increíblemente hermoso.
—Deja que se le pase el efecto de la inyección.
—¿De cuál? ¿De la mía o de la vuestra?
—De ambas. Vi a mi hermano muy asustado cuando lo encontramos. Y
no estaba asustado por él. Se preocupaba por ti —repiqueteó los dedos
contra el techo del todoterreno y añadió—: Le has hecho sentirse débil. Y
eso no nos gusta a los Kumar —se encogió de hombros—. Pero se le
pasará.
Sky dejó que los dos perros le lamieran la cara, y entre beso y beso le
preguntó a Lonan:
—¿Qué vamos a hacer ahora?
—Esperaremos —contestó—. Después de recibir la llamada de Koda,
Karen movilizó a sus contactos para que revisaran las cámaras de seguridad
de Banan Horses. No sería inteligente de nuestra parte ir allí e irrumpir con
placas, porque perderíamos el rastro del Patrón. O Landom te conocía o…
—O me vieron por las cámaras.
—Sí, así es. Pero le seguiremos el rastro, Sky. Tienes que confiar en
nosotros y no volver a hacer lo que has hecho. Estás bajo nuestra
protección. Debes asumirlo.
Ella tomó aire por la nariz y aceptó lo que él decía.
—De acuerdo.
—Le pediré a Koda que se siente delante conmigo. Ahora mismo está
de muy mal humor —añadió con tono jocoso—. La cantidad de adrenalina
que le hemos suministrado sirve para que pueda correr una maratón en
tiempos récord de guineanos. No va a querer sentirse encerrado contigo
atrás.
—¿Él me… odia? —preguntó mirando hacia atrás. Koda había clavado
sus ojos aguileños en el Hummer, como si pudiera verla a través de los
cristales negros.
Lonan resopló y se frotó la nuca.
—¿Odiarte? No. Esa no es la palabra. Koda siempre ha sido el que
mejor ha mantenido la calma de los tres. El más… manso de espíritu.
Aunque también tiene un volcán. Ese es el sello de los Kumar —adujo sin
más—. Y estamos aprendiendo que, las mujeres que deseamos y que se
quedan con nosotros, son capaces de avivar el cráter y apagarlo a su antojo.
Tú ya lo has hecho antes.
—¿A qué te refieres?
—Mi hermano te secuestró creyendo que eras una persona. Una bruja
oscura y manipuladora. Y le has hecho cambiar de parecer. Has sosegado su
ira. Por eso estaba tan aterrado cuando lo hemos encontrado. Porque sabe
que eres buena y no quiere perderte. Por algún motivo, mi hermano
reacciona a ti. Tendrás que saber sobrellevarlo, Sky. Porque él no va a saber
hacerlo. Nos ha pasado a todos.
—Para Koda no soy como Shia o como Karen… —contestó
acongojada.
Él le dirigió una caída de ojos compasiva.
—Para nosotros, Karen y Shia tampoco queríamos que fueran lo que
son.
A pesar de su apoyo, Sky no lo creía. Ella sí sabía que él le pertenecía.
Pero él no pensaba lo mismo. Es más, seguramente, ahora odiaría verla o
estar en su cercanía.
—Gracias, Lonan —dijo Sky igualmente, sorbiendo por la nariz.
El exDelta le sonrió para tranquilizarla, se puso las gafas de sol y se
alejó del coche.
Aquellos dos perros que tenía encima eran muy amorosos. Sky sabía
que se iban a llevar muy bien y que iban a sentir adoración hacia ella.
Nunca había tenido nadie a quien cuidar. Y dado que Koda no iba a querer
hablar con ella y asumía que le esperaba un castigo silencioso y frío por su
parte, se abrazó a Hansel y Gretel y ellos parecieron entenderla porque
apoyaron sus cabezas sobre sus hombros.
—Esto no va a ser nada fácil.
Nada. Nada iba a serlo. Era la segunda vez que huía del Patrón.
Y la primera que se iba del lado de Koda.
No quería volver a hacerlo. Su osadía le había dolido más a ella que a
él. Nunca hubiera dado ese paso de no saber que estaban a punto de cogerla.
Sky miró por el retrovisor y se percató de la discusión que tenían los
tres hermanos entre ellos. Seguro que uno de los temas de conversación era
ella.
Y aunque lamentó haber roto la dulce tregua que los dos habían
compartido, habría tomado la misma decisión.
No podría cargar con la muerte de Koda.
Con esa no.
CAPÍTULO 3
Regresaron a Carson.
Se acabó la persecución.
Se habían llevado a los dobermans, dejado maniatados a los tres
guardias que mandaron a buscar a Sky y, además, les habían dejado sin
móviles ni armas y con las ruedas del Ford reventadas.
Y, a pesar de eso, Sky continuaba teniendo miedo.
Posiblemente, siempre lo tendría.
Era una víctima. Y había necesitado la libertad para darse cuenta de lo
mucho que la habían menguado e impedido en todos esos años. Ya sabía
que el maldito Patrón se cobraba su venganza en caliente e imaginaba lo
rabioso que debía estar al no haberse salido con la suya. Pero eso, en
alguien tan controlador y meticuloso como él, solo lo convertía en un
individuo mucho más peligroso.
Era lunes, y llegaron al Reino al mediodía.
Dasan había intentado relajarla, era muy simpático el mediano canalla.
Pero Sky lo miraba y solo veía a un lobo sometido por la rubia abogada.
Y con Lonan sucedía lo mismo. Su existencia, en esos momentos,
estaba muy marcada por Karen Robinson. De hecho, la había llamado dos
veces desde su teléfono, con el manos libres, para ver si lograban hackear
las cámaras de Banan Horses. Pero muy en el fondo, Sky sabía que lo hacía
para escuchar su voz sexi y ronca. Porque eso lo hacía sentirse bien y lo
tranquilizaba.
Al llegar al Reino, Koda no le había dirigido ni una palabra en el coche.
Ni una.
Cuando ella bajó de él y Hansel y Gretel la rodearon, se dirigieron todos
a su oficina, donde esperaban impacientes Shia y Karen para que les
informaran de lo sucedido.
Las dos chicas la trataron bien, como si fueran sus hermanas, y eso la
debilitó. Ellas provocaron que tuviera ganas de llorar, pero por lo
agradecida que se sentía.
Fue horrible para Sky mantenerse estoica.
Shia, que había recibido la noticia que traían a dos perros de boca de
Dasan, les había comprado camas y comederos, y ahora los dos canes
estaban tumbados a cuerpos de rey, mordisqueando sus juguetes.
Mientras tanto, ellos hablaban reunidos alrededor de la mesa sobre los
pasos a seguir.
—Summers está metiéndose en el sistema de seguridad de Banan
Horses. En cuanto vea algo extraño nos avisará. Se centrará en el día de
ayer, para saber qué sucedió exactamente y cómo recibieron el aviso de que
tú estabas ahí. Y si ese tal Landom dio el chivatazo o no.
—Mi coche sigue en ese lugar —convino Koda más relajado—. Cuando
consulten la matrícula tendrán los datos de nuestra empresa.
—Vuestra empresa sigue siendo una tapadera —le recordó Shia—. No
tienen por qué saber que os pertenece…
—En cuanto vean las cámaras —asumió Koda—, si me reconocen,
sabrán quién soy. Y sabrán dónde tienen que ir a buscar a Sky o a quien
tienen que provocar.
—Os lo dije. Os he puesto en peligro —reconoció Sky con voz débil,
abrigándose con la chaqueta de cuero negra. Se sentía destemplada. Y era
por culpa del vínculo que ella tenía con Koda. Percibía su frialdad, su helor.
La estaba matando aquella indiferencia. Aunque comprendía que no podía
exigirle que le perdonara.
Koda ni siquiera la miró. Continuó con la vista fija al frente, como si
ella no existiera.
—No creo que hayas puesto en peligro a nadie, Sky —la tranquilizó
Shia con eficiencia—. Creo que has destapado algo muy gordo. Y es una
oportunidad para que se haga justicia y para volver a poner en la palestra a
los que mercadean con personas. Estás ayudando a las comunidades indias
del Estado. Los gunlock y los shoshone se han visto salpicados por los
intereses económicos de otros a los que no les ha importado mentir,
secuestrar o matar para que sus negocios salieran adelante. No debes
sentirte culpable por ello.
Sky tragó compungida. Ojalá pudiera pensar como ella. Pero no era
capaz.
—Si vienen —Lonan se sentó en su silla ejecutiva— estaremos
preparados, Sky. Quédate tranquila. Con nosotros estás a salvo. —Atrajo a
Karen y la sentó sobre sus piernas—. Además, estamos en un punto de
inflexión. Ahora sabemos dónde tenemos que buscar para dar con el Patrón,
y lo mejor que podemos hacer es esperar…
—¿A qué? —quiso saber Sky.
—A que la información nos allane el camino.
—Nick —resumió Karen—, mi amigo es un fantasma de las redes…
puede colarse en cualquier lugar, y va a dar con los datos adecuados para
ser, por primera vez, nosotros quienes llevemos la ofensiva. En todo
momento el Patrón tenía la sartén por el mango. Vamos a revertir la
situación. Vamos a dar con tus tías y con tus primas. No creemos que estén
muertas ni que se hayan extraviado.
Primas. Familia, pensó Sky. Sería maravilloso saber que seguían vivas.
—Si hay más Hermes, como dijiste —continuó Dasan—, deben ser
mujeres con tus capacidades. A ti te tenían cerca de tu madre. Debemos
encontrar a las demás Hermes y ver si son las Banan de las que hablaba
Garia. Puede que tengamos la posibilidad de encontrarlas a todas juntas.
—En las Justas —comprendió Sky pasándose la mano por los rizos
alborotados—. Pero no sé dónde se celebran ni qué son. Yo nunca he ido a
unas.
—Lo sabemos —concedió Karen—. Nos falta información. En cuanto
rellenemos los huecos en blanco podremos verlo todo con más objetividad.
Ahora, Sky, tienes que relajarte… has debido pasar muchos nervios. Mucho
estrés.
Le tembló el labio. No sabía cómo actuar cuando se preocupaban por
ella. No era nada habitual. Se le hizo una bola en la garganta.
Koda la miró de reojo y se cruzó de brazos, como si estuviera hecho de
piedra.
—Es mejor que se quede en el hotel —sugirió Lonan pidiendo permiso
a Koda, como si él fuera responsable de ella—. Allí habrá más ojos para
vigilarla. Esta semana Eric no estará, porque se ha ido a Barcelona. A la
reunión de esa Logia…
Koda ni siquiera se lo pensó.
—Me parece bien. Traeré todas sus cosas para que se hospede en la
habitación de Dunne —repuso sin más. Como si no le importase.
—¿Podré quedarme con los perros? —preguntó a modo de tentativa.
En cuanto ella habló, Hansel y Gretel levantaron la cabeza con
inteligencia, captando a la perfección que hablaban de ellos.
—Por supuesto —contestó Karen. No dio oportunidad a ninguno para
que dijeran que no. Además, todos amaban a los animales. Y Koda el que
más—. Todos te ayudaremos a cuidarlos. Seguro que nos irán muy bien.
Tienen mucha presencia y dan mucho respeto —reconoció mirándolos con
orgullo—. Y son buenos. Se nota que buscan casa y que los quieran —la
morena les sonrió.
Sky respiró aliviada.
Se frotó el rostro con las manos, y Shia y Karen, las más sensibles de
allí, percibieron su desasosiego y su ansiedad.
—Ven —le dijo Shia ofreciéndole la mano. Los dobermans la siguieron
inmediatamente—. Voy a llevarte al hotel. Podrás descansar. Darte una
ducha… y si quieres, te subirán comida a la habitación.
—Solo quiero cambiarme de ropa —contestó destemplada.
—Te la traeré toda —contestó Koda sin mirarla.
En cuanto la rubia y la pelirroja se fueron de la oficina, Karen le lanzó
una goma de borrar a Koda, de encima de la mesa del escritorio.
—¿Qué estás haciendo?
—Nada.
—¿Nada? —repuso ella.
Lonan ponía cara de circunstancias y Dasan se sonreía.
—¿Por qué haces que se sienta tan incómoda?
—Porque me ha vendido. Me ha drogado. Y me ha dejado inmóvil en
una cabaña, con guardias detrás de ella y de mí. Ha sido un acto de
inconsciencia. Y no quiero tener más problemas. No me puedo fiar.
—Claro, qué mala es… —Karen miró al techo y puso los ojos en blanco
—. Qué mala, mala, que la chica te drogó para dejarte fuera de juego y
entregarse por propia voluntad para protegerte…
—Karen, no lo entiendes —repuso Koda.
—¿Ah, no? No entiendo cómo sois los calaveras. Hablo con Shia, si
quieres, y le pregunto qué piensa… ¿Sabes qué pasa? Que los calaveras y
los tíos en general, protectores como vosotros, queréis hacerlo todo. Queréis
proteger a todo el mundo. Ser los héroes. Pero caéis en manos de mujeres
que saben pensar y defenderse solitas. O lo asumís ya —los señaló a los tres
—, u os daréis siempre contra la misma pared.
—Agente, te salvas porque te quiero —le dijo él sin tomársela en serio.
Karen se levantó de encima de su novio Lonan y este refunfuñó, porque
le encantaba tenerla cerca.
La agente Robinson se acercó a Koda y le pellizcó la mejilla.
—Estás en un lío, y lo sabes.
—Déjame en paz —murmuró.
—Y lo sabes, chamán —le señaló—. Eres sabio y tienes una
inteligencia emocional distinta a la de estos dos —se metió con Lonan y
Dasan—. Los adoro igual. Pero tú eres más bueno.
—¿Tú les drogaste?
Ella hizo un mohín y lo miró como si no tuviera remedio.
—Entiendo… vas a meter la pata hasta el fondo —le dio dos palmadas
en el hombro—. Tú mismo, machote. Luego me pedirás consejo…
—¿Por qué?
—Para ayudarte a deshacer tu cagada. Me voy, chicos. Voy a ayudar a
Shia a acomodar a la bruja maléfica Sky… —hizo bailar sus dedos frente al
rostro de su cuñado pequeño.
Le guiñó el ojo a Lonan y le mandó un beso, y después abandonó la
oficina.
Con los tres hermanos a solas, el ambiente se hizo más pesado y no tan
relajado como con la presencia pacífica de las mujeres.
Lonan miró la pantalla de ordenador y dijo:
—Iremos a buscar tu coche, Koda. Y a hablar con Landom. Y si nos
tenemos que encargar nosotros, lo haremos.
—Ya lo había pensado —repuso Koda—. Debemos ir lo antes posible
—estaba ansioso. No los quiero rondando por aquí—. Y al final estos
vendrán. Son sabuesos. Y Sky tiene mucho peso para su Patrón.
—Somos conscientes —murmuró Dasan cogiendo una de las pelotas de
goma, de color azul, que tenían los perros como juguete para lanzarla y
cogerla al aire—. Ese tipo tiene que estar deseando pillarnos. Mañana
deberíamos visitar Banan Horses.
—Estoy de acuerdo —Koda se lamentaba de lo que había pasado—.
Fuimos a parar al nido de las serpientes sin saberlo. Garia nos habló de
Banan Horses y ella quería ir a verlo… Tuve que haberme negado.
—Es imposible adivinar esas cosas —aseguró Lonan—. Ni siquiera tú,
teniendo la visión, podías imaginar que aquello iba a estar vigilado por el
Patrón. Llegamos a tiempo. Eso es lo importante.
Koda se echaba la culpa de todo. Se reprochaba el haber sido tan poco
observador. Pero lo cierto era que solo pensó en contentar a Sky, en hacerla
sentir bien y en concederle algún deseo. La había cagado muchísimo, todo
por dejarse llevar por el encanto de esa chica, que le había llevado por
donde ella quería. Si hasta había conseguido que le arrebatase la virginidad.
¡Él! Que nunca hacía eso con ninguna chica. Ni siquiera lo hizo con su
primera y única novia, de cuando era adolescente.
No. Sky tenía su embrujo, su propio poder, y le afectaba.
No debía permitírselo.
Necesitaba recuperar el control y mantener a esa mujer bien lejos. Ser
distante sería la mejor opción.
—Tienes razón. Ahora voy a ir a casa, me ducharé y después le traeré
todas las cosas a Sky.
A los dos hermanos les pareció buena idea.
—Esta noche es la reunión de Amos de Nevada —le recordó Lonan—.
No tienes por qué asistir. Ya estaremos Dasan y yo de anfitriones.
—No —contestó Koda—. Quiero estar ahí. Me vendrá bien para
distraerme.
Con esa decisión en mente, abandonó el Reino y pidió un taxi para ir a
su casa.
O ponía tierra de por medio entre la presencia de Sky y él, o se volvería
loco.
Además, debía recuperarse de los pinchazos recibidos. Mejor hacerlo en
la soledad de su casa, meditando sobre lo ocurrido y pensando en las mil
razones que tenía para mantenerse alejado de la bruja de pelo colorado y
ojos violeta.
Koda había sido la diana de tres dardos.
El de la anestesia.
El de la adrenalina.
Y el picotazo de la traición de Sky. De todos, ese fue el más doloroso.
El Origin
El hotel de los Amos y las Amas. Su lugar de residencia… eso era aquel
edificio.
Y no tenía ningún aire a dominación. Era un precioso hotel boutique al
lado del Reino, en la esquina de la misma manzana que ocupaba el paraíso
de los Dómines.
Shia y Karen la habían ayudado a llegar a su habitación y estuvieron
hablando con ella.
Su intención era sosegarla. Como mujeres sensibles percibían que
estaba ansiosa y triste. Curioso que no le mencionaran en ningún momento
su ausencia de miedo y se centraran en la tensión entre Koda y ella.
A Sky le caían muy bien esas chicas. Eran honestas, asertivas y además
empoderadas, no por poder controlar a hombres con el carácter de los
Kumar, sino por ellas mismas, porque nunca los necesitaron para ser fuertes
o completas.
Sky tampoco tuvo nunca a un hombre. Al único que había tenido de
alguna manera en sueños y después en el plano físico había sido a Koda. Y
él ahora estaba tan enfadado. Tanto…
Por ese motivo había tomado una decisión. No iba a querer perder el
tiempo. A pesar de los sustos y los varapalos, Sky continuaba queriendo
aprovechar su tiempo en libertad. Su vida de semi vuelo libre.
Hansel y Gretel estaban estirados en el suelo, sobre la alfombra roja de
la bonita habitación.
Aquel lugar tenía de todo. Era una residencia con todas las comodidades
y muy vanguardista.
Sky se imaginaba ahí a todos los Amos y Amas. Tenían una actitud en
las mazmorras, no dejaban de ser lo que eran cuando salían de ellas, pero en
cambio, en su intimidad, podrían relajarse y aparentar ser más mansas de la
cuenta.
¿Dónde se enamoraban de ellos? ¿En sus habitaciones de castigo, o en
sus zonas de reposo y vida?
Allí en su planta se encontraban la amiga de Shia a la que sin lugar a
dudas habían maltratado hacía poco, además. Blanch. Pero esa chica
morena con una cara dulce y muy asimétrica siempre conseguía resurgir de
sus cenizas. Era una superviviente.
Y también estaba Jessica. La Dómina misteriosa que sabía cómo ser
confidente y transmitir confianza, aunque pudiera atarte a las primeras de
cambio. Las dos plantas de arriba eran para las Amas, desde luego. Y la
inferior para los Amos.
¿Y qué hacía ella ahí? Aprovecharse de la ausencia de Eric Dunne para
empaparse de la fuerte personalidad de todas esas personas.
Ella no consideraba que tuviera una personalidad fuerte. Al menos, no
hasta ahora. Pero lo de Koda la irritaba y la sacudía a niveles que nadie
nunca la había sacudido.
Cuando el Patrón mató a Randi ella acumuló ira y miedo. Y todas
aquellas sensaciones se acopiaron como si fueran explosivos a activar en un
futuro. O tal vez nunca.
Pero la actitud de Koda no le gustaba. Le hacía daño. Daño en el centro
del pecho. En el corazón. Porque su águila, su guardián y protector no
debería ignorarla así después de que ella quisiera salvarle la vida.
Nunca lo hizo con intención de humillarle. Para ella aquel acto supuso
una entrega total a él, a sus sentimientos. Fue como decirle: prefiero que me
tomen a mí a que acaben contigo.
Pero los Kumar, los Calavera, hombres de acción y violentos cuando
hacía falta, no sabían cómo lidiar con el hecho de que una chica se jugara el
pellejo por ellos. Los militares eran así, y eso lo entendía Sky perfectamente
porque estaba arraigado en su psique.
Pensaba en ello mientras tenía a los dos dobermans encima, recibiendo
sus mimos. Dios, pesaban mucho, pero eran cachorros todavía y solo
querían cariño.
Ella también quería cariño. Quería volver a conectar con él, a sentirlo
cerca… a que creyera en ella de nuevo. En un mundo desconocido, Koda
era su arrimadero. Su anclaje. Era él.
Había hablado con Shia y Karen sobre sus emociones. Y las dos
mujeres sonreían con evidencia, y aseguraban que eran «las cosas del
tocahuevos del amor calavérico».
—No los quieres —aseguró Shia jugando con los dobermans—. Sabes
que es el último prototipo de hombre que querrías a tu lado. A todas nos
gustan los sensibles, los poetas, los delicados… pero el amor que te ofrece
un calavera es de otra dimensión. Es duro, desgarrado y sometedor. Y al
mismo tiempo te hace brillar. Ellos, con su manera de ser, ayudan a que tus
virtudes se potencien. Y lo mismo provocamos en ellos las que los
aguantamos.
—Yo nunca he sentido amor romántico —había reconocido Sky—. No
sé cómo algo así puede aparecer en tres días —dijo confundida—. Su tótem
venía a cuidar de mí en mis sueños. Y él ha soñado conmigo también. No
puede no darle importancia.
—Si te sirve de consuelo —contestó Karen—, a mí la mirada de Lonan
me marcó desde el primer momento en que nuestros ojos se cruzaron. Y de
eso hace poco más de un mes y medio. Y ahora mira —alzó el dedo anular
y le enseñó el anillo de compromiso—. Quiere que me quede con él para
toda la vida —sonrió socarrona.
—Y yo a Dasan lo quiero desde siempre. Pero el Kumar cazurro no se
enteró hasta hace tres semanas —se encogió de hombros—. No son tipos
fáciles. Tienes que darles un cabezazo a veces para que despierten. Y ser
una de esas mujeres decididas a conseguir lo que quieren. Koda está
inseguro. No sabe qué hacer. Piensa Sky, que son hombres que no creyeron
nunca en encontrar a una mujer para ellos solos. Y se acomodaron en su
manera de tener sexo y de compartir. Así vivían en su zona de confort. Pero,
en cierto modo, nosotras somos como un grano en el culo. No nos
esperaban —Shia se echó a reír al recibir un lametazo de Hansel.
Sky meditaba sobre ello y recordaba todo con resignación. Pero había
tomado una decisión al respecto.
Arriesgada o no, no iba a quedarse de brazos cruzados mientras Koda la
relegaba al ostracismo y a la indiferencia y la castigaba por lo que le había
hecho.
A él le dolía el ego.
Y a ella le dolía el alma al sentirlo tan lejano.
Quería tenerlo. Recuperarlo. Y volver a hacer el amor con él. Tal vez así
él se daría cuenta de que no podía apartarla más.
Sky se iba a poner en sus manos. Iba a ceder y a confiar en ellos, en el
poder de los Kumar.
De los gunlock calavera.
Y su misión sería conseguir que él, su águila con cresta, aceptara que no
la odiaba. Que nunca lo había hecho.
Solo estaba asustado. Como ella.
Además, Koda olvidaba algo. Sky conocía todos los comportamientos y
leía todo tipo de personalidades y personas. Y sabiendo eso, tenía la llave
para abrir cualquier cerradura que quisiera.
La de provocar.
La de alterar.
La de desafiar.
Iba a mostrarle a Koda que sí podía ser su igual y que ella no le temía ni
a su enfado, ni a su carácter repentinamente huraño. Y con razón.
Koda se había plantado en el Origin con las nuevas pertenencias, todas con
etiqueta, de Sky. Las había metido en bolsas.
Después de ducharse y de que se le pasara por completo el efecto de las
inyecciones, se sentía más sereno.
Continuaba muy enfadado, porque cada vez que pensaba en la sensación
de estar en la cabaña sin sentir su cuerpo y viendo a Sky ceder a la presión y
entregarse a sus enemigos, le entraban todos los males de nuevo.
¿Y cómo pensaba en castigar un Dominante como él? Poniéndole el
culo al rojo vivo.
Pero nunca lo haría estando enfadado. Por tanto, no sabía cuándo se le
iba a pasar aquella sensación de decepción y desasosiego. Pero Sky lo había
dejado en un límite nunca cruzado.
Odiaba sentirse inestable. Él siempre había tenido bajo control las
emociones más salvajes y también las más anodinas. Pero la magnitud de su
efervescencia actual nada tenía que ver con lo que él había aprendido a
domar con el tiempo.
Entró en el hotel cargando con las bolsas. Saludó a los trabajadores y
después tomó el ascensor para subir a la planta donde se hospedaba Sky.
Todo estaba en silencio. Los Amos se hallaban en El Reino,
preparándolo todo para la reunión nocturna que se avecinaba. Cualquier día
era bueno para ellos.
Koda golpeó con los nudillos a la puerta de Sky. Movió el cuello a un
lado y al otro, y se lo crujió. Estaba más tenso que las cuerdas de un arpa.
Y entonces sucedió: Sky abrió la puerta con toda su melena roja al
viento, los rizos volando con su propio peso, y solo una bata negra enorme,
de seda, que cubría su preciosa silueta. Llevaba las mangas arremangadas y
se cubría el hombro con una mano.
Tenía los pies descalzos y con sus uñas pintadas del mismo color negro
que el de las manos.
Con la cara lavada era tan bonita que a Koda le sentó mal no poder ser
inmune a su efecto. Esos lunares estratégicos lo volvían loco.
Sky no se sorprendió al verlo. Lo esperaba.
Los dos perros salieron a saludarlo. Se le tiraron encima para juguetear.
—¡Hansel y Gretel! —exclamó Sky—. ¡No! ¡Sit ahí! —les ordenó
señalándole las camas que ya les habían subido.
Los dobermans alzaron las orejas y obedientes se metieron dentro para
seguir las órdenes de su ama.
—Lo siento —dijo Sky aguantando la puerta abierta—. Tienen mucha
fuerza. Son muy juguetones, pero hacen caso.
Koda no contestó. Sus ojos amarillos continuaban fijos en su rostro y de
vez en cuando bailaban por su cuerpo. Olía a jabón. A limpio. Y no supo
por qué, pero inmediatamente pensó en ella, en su sexo liso. En lo que él
había poseído la noche anterior.
Koda estiró los brazos como un robot.
—Tus cosas.
Sky esperaba otra reacción, pero al ver que no llegaba, arqueó sus cejas
rojas y sujetó las bolsas llenas de ropa y accesorios.
—¿Lo has traído todo? —preguntó decepcionada.
—Por supuesto.
—Has debido vaciar los armarios… —hurgó en el interior de una de las
bolsas—. Vaya… es como si me hubieras echado de tu casa. ¿No quieres
ver nada que te recuerde a mí?
Koda entrecerró sus ojos, que brillaban con la frialdad del bronce.
—Me voy.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó ella volviéndose a frotar el
hombro disimuladamente—. ¿Estás mejor?
—¿Te importa?
—Te estoy preguntando.
Koda no contestó. Advirtió el movimiento tenso de su articulación.
—¿Qué te pasa?
Ella no supo qué responder.
—¿A qué te refieres?
—En el hombro.
—Nada —contestó obligándose a relajarse.
—¿Me estás mintiendo otra vez?
Ella apretó la mandíbula, frustrada con él y consigo misma. Así que
accedió a contestarle.
—Creo que necesitaré unos puntos. La herida del disparo se me abre de
vez en cuando —concluyó.
Eso alertó al Kumar que entró en la habitación como si fuera suya y
cerró la puerta tras él.
Irradiaba una energía feroz e intimidante, pero no para Sky. Lo quería
ahí. Con ella. ¿Cómo iba a limar las aristas de Koda si no lo tenía a mano?
—Siéntate en la cama —le ordenó brusco.
Ella cedió, porque lo prefería así, en las distancias cortas.
Koda se dirigió al baño. Estaba todo en orden, los de la limpieza ya
habían adecuado y acondicionado la habitación. Pero Koda abrió la puerta
del mueble del aseo, que tenía espejo, y allí encontró un botiquín. Era el que
habían dejado ellos para todos los miembros del hotel. Un botiquín de
emergencias. Todavía estaba envuelto con el plástico. Eric no lo había
estrenado.
Cuando salió del baño, con la caja en la mano y vio a Sky sentada de
espaldas a él, con la elegante curva de la columna al descubierto y la parte
superior de la bata por la cintura, se quería morir ahí mismo.
La imagen disparó directamente a su estómago.
CAPÍTULO 4
El Reino de la Noche
Sky salió en estampida de la furgoneta. Abrió las puertas como pudo, echó
a correr y se fue a un lado de la cuneta de la carretera en la que se
encontraban. Allí se dobló hacia adelante y se puso a vomitar.
La información le había revuelto el estómago y la hizo sentirse
indispuesta y mal.
Su propio padre. Un asesino, un coaccionador y abusador. Un traidor.
Él se había encargado de secuestrar a todas las Banan y a sus
generaciones. Y se había apropiado de todo el negocio.
¿Hasta dónde podía llegar la codicia humana? Era un psicópata.
Notó la mano calmante de Koda en la nuca. Le estaba recogiendo el
pelo como si fuera su amigo. Pero ella estaba enfadada con todos. Así que
lo apartó de mal humor y se alejó a soportar su indisposición a solas.
—Respira —le ordenó Koda acercándose lentamente a ella.
—No te acerques —le pidió.
Él se quedó quieto y esperó el tiempo necesario a verla más entera.
Sky colocó sus brazos en jarras y perdió la mirada en la espesa arboleda
que rodeaba la solitaria carretera.
Cogía grandes bocanadas de aire. Como si fuera presa de una fuerte
ansiedad.
—Malcolm. Mi padre se llama Malcolm —repitió ella—. El Patrón se
llama Malcolm. Y es un sociópata enfermo. Traicionó a toda su familia. Y
está obsesionado conmigo, su propia hija. Le obsesiona que pierda mi
virginidad y mis dones —estaba a punto de echarse a llorar. A llorar de
dolor y de pena como nunca—. Es… me siento muy sucia ahora mismo.
Nos ha usado y nos está usando a todas como esclavas. Ya sé por qué lleva
máscara. Es por su rostro. Lo tiene quemado. Sabía que yo indagaría sobre
ello. Y temía darme pruebas suficientes como para que adivinara quién era
y atara cabos —se pasó el dorso de la mano por los ojos, para apartar sus
lágrimas—. Koda acudió a su lado rápidamente y la tomó por los hombros
para que lo mirase. Pero Sky volvió a hacer lo mismo.
Se apartó de él. No quería su contacto.
A Koda no le gustaba nada aquella sensación de rechazo. Era la primera
vez que la experimentaba. Y le sentó muy mal.
—Sky…
—No me agobies ahora, por favor —le reclamó ella—. No tengo ganas
de hablar ni de que me hables.
—Solo quiero decirte una cosa —mantuvo las distancias pero la miró a
la cara para decírselo—. Tú nunca serás lo que es tu padre. No tenéis nada
que ver.
Ella alzó el rostro devastada.
—Llevó días esperando oír mi presunción de inocencia. Y lo oigo ahora
cuando menos lo quiero.
—Sé que tenemos que hablar.
—No tengo nada de qué hablar contigo —lo zanjó ella—. Nada, Koda.
No necesito tu discurso para tranquilizarme. Estoy bien. Estoy aquí con
vosotros porque me protegéis y queréis llegar al fondo de todo este
asunto… pero esto es pasajero. No tendremos mucho que ver después de
que todo se solucione y yo me vaya de Carson.
Aquello no le gustó nada a Koda. Sky quería irse. Iba a echar a correr
bien lejos de él. Normal, pensó Koda. Él también se hubiera ido corriendo.
—Solo quiero decirte que mi padre ha sido el mayor hijo de puta de
Carson, y yo siempre he luchado por no parecerme. Que llevemos sangre de
malas personas no nos convierte en una de ellas.
Los ojos lilas de Sky chispearon con anticipación.
—Tal vez deberías esforzarte más. A veces, eres más malo de la cuenta.
Sky quería alejarse de él, subirse al Hummer y que los Kumar la
llevasen donde quisieran, como hacían y deshacían desde que los conocía.
Pero Koda la cogió del codo suavemente y la detuvo.
—Quiero hablar contigo.
—No. Ahora no. No quiero —lo rechazó abiertamente—. Además, no
imagino qué puede interesarte hablar conmigo. Yo no soy de tu mundo y he
dejado claro que no quiero participar en él.
A Koda le estaba sucediendo algo muy extraño. El sueño que había
tenido con Jessica de mensajera, le había abierto el acceso directo a todos
sus recelos. Y estaba analizándolos y haciendo limpieza.
Toda su vida había sido una puerta cerrada a cal y canto desde que era
un crío. Y sin embargo ahora la vivía y se exponía a ella. A todo lo que no
había querido ser y a todo lo que no quiso tener.
Para colmo, la apariencia vulnerable y emocionada de Sky lo estaba
debilitando. Que le cayera un trueno ahí mismo si no quería atraerla a sus
brazos y abrazarla de verdad. Con todas las ganas que tenía por verla bien y
haberla recuperado…
—Ahora no. Está bien —cedió él—. Si quieres, métete en el Hummer y
descansa. Cierra los ojos. Vamos a ir a Carson, al hotel. Nos ducharemos,
descansaremos lo que podamos y después viajaremos a Moapa —explicó
nervioso—. Pero hablaremos —sentenció.
—Hablar contigo es muy aburrido, Koda. No me interesa.
Liberó el codo de su amarre y se fue andando hasta la furgoneta.
Dasan y Lonan estaban sacando a Landom de la Chevrolet Express.
Además, iban a meter al guardia, cerrarla y avisar a la policía de Carson a
que vinieran a recogerlo.
Tenían que salir de ahí y prepararlo todo. Disponían del número de
teléfono del Patrón, podrían rastrearlo y además sabían dónde iba a estar.
Mañana les esperaba un día muy intenso.
A todos.
Y Koda quería estar preparado para ayudar a Sky, en lo que fuera que
necesitara.
Ella no quería saber nada de él. Estaba muy disgustada.
Bueno, tal vez podía ser con Sky como él era en realidad y, a lo mejor,
ella podía cambiar de parecer.
Koda lo intentaría con todas sus fuerzas.
Empezaría por pedirle perdón cuando la joven estuviera más receptiva.
Origin
El ritmo de vida que llevaba en libertad, era mucho más estresante que
estando con el Patrón, entre otras cosas porque su vida estaba en peligro
continuamente.
Con él, bajo una guardia obligada, el tiempo pasaba relativamente lento.
Desde que Koda entró en su vida, todo sucedía parpadeo tras parpadeo,
sin mucho margen a reaccionar o a poder rectificar.
Cuando la cagaba, la cagaba mucho. Y ya no lo podía arreglar.
No podía dar un paso atrás y corregir su experiencia en el nido. De
haber sabido que él la ofrecería a otro, joder… no habría ido nunca. Y eso
que ella se consideraba abierta de mente y nada le parecía suficientemente
obsceno. Pero con Koda todo eso estaba mal. Y era fácil de explicar: Sky
estaba enamorada.
Koda no. No sentía por ella lo que se suponía que tenía que sentir.
Tampoco podía cambiar la otra verdad desagradable: que el Patrón era
su padre, que se llamaba Malcolm y que era un mercader de personas, un
explotador y un sociópata.
Un ser sin escrúpulos, definitivamente.
Todas las chicas habían ido a visitarla para asegurarse de que estaba
bien. La última en hacerlo fue Jessica.
La Dómina había visto cómo se la llevaban y, gracias a ella, ahora
estaba allí de nuevo, porque habían ido a rescatarla. Pero Sky estaba harta
de rescates. Quería que la dejaran en paz. Por una parte quería irse muy
lejos… pero los Kumar tampoco se lo permitirían hasta que el Patrón
estuviera entre rejas. De hecho, ella también deseaba aquello, por eso iba a
esperar a que de una vez por todas lo cazaran.
Y por otra parte, pensar que tenía familia y que estaban vivas… la
llenaba de una ilusión muy especial. Su madre faltaba. Pero había más
como ella. Tías y primas.
No era lo mismo estar sola en el mundo que saber que había más
Banans. Más de su “especie”. La soledad cobraba otro sentido de ser así.
Jessica le había sugerido que durmiera, que ella se iba a encargar de que
nadie la molestara durante esas horas.
Era una visionaria. Y creía firmemente que al cabezón de Koda podía
pasársele por la mente el ir a hacerle una visita para quitarse el regusto
amargo de la boca. Un sabor a derrota. Porque perder a Sky no era plato de
buen gusto, sin lugar a dudas.
De hecho, Jessica no podía creer cómo el calavera no veía lo que ella. Y
lo que todos.
Sky no era un problema. Sky era su solución.
Mientras Sky se secaba el pelo rojo y vivo lleno de rizos y volumen,
Jessica la miraba, sentada en su cama.
—Debe de ser un estrés vivir así, chica —reconoció la Dómina—.
Perseguida.
Sky levantó la cabeza que tenía boca abajo y no adoptó ninguna
expresión.
—No es agradable —se quitó la toalla delante de ella y empezó a
ponerse la ropa. Unos tejanos, unas botas militares, una camiseta gris
oscura y la cazadora. No quería volver a ir tan atractiva. Tenía ropa de sobra
para matar a un ejército. Pero esta vez sentía necesidad de cubrirse, de no
exponerse. De ir cómoda y preparada por si tenía que echar a correr.
—¿Llevas algún arma? Ya sabes que este es el país donde cada
ciudadano tiene una en su mesita de noche.
—No he comprado todavía —contestó abrochándose el botón del
pantalón—. No espero tener que defenderme, porque para eso está la agente
Robinson y los Kumar, preparados en la línea de salida —bromeó.
—¿Estás nerviosa?
—No. No tengo nada que perder, Jessica. Y sí mucho que ganar… Si
tengo que jugar a esto para lograr mi libertad total, no lo pensaré dos veces.
Estoy muy cansada de estar bajo las órdenes y los deseos de los demás.
Quiero acabar con todo esto ya.
—Pero vas a tener que exponerte en ese intercambio. Al menos hasta
que ellos puedan intervenir y destapen todo.
—Lo sé. Lo tengo asumido.
—Entonces es mejor que te dé algo. Tenía pensado entregártelo igual —
se levantó de la cama y se acercó a ella—. No sé por qué no se me ocurrió ir
a comprarlo contigo. Toma —le ofreció un pequeño frasco de no más de
doscientos mililitros. Era negro. Y parecía un desodorante—. Es spray
pimienta. Si lo echas directamente a los ojos los dejas fuera de juego.
Recuerdo una vez que echamos spray en un local para que se fueran todos
los vainillas pesados… y aquello se convirtió en el fin del mundo —contó
entre risas.
Sky se echó a reír y tomó el spray pimienta.
—Muchas gracias, Jessica. Por todo —Sky veía en ella a una amiga. Y
a alguien que la entendía, porque a ella le sucedía lo mismo.
La rubia se encogió de hombros.
—No es una despedida. Cuando acabes, volverás aquí y te ayudaré a
buscarte una vivienda y a que empieces una vida tuya y de nadie más. Lejos
del Reino —añadió leyéndole la mente—. Si algún calavera quiere
convencerte de que te quedes, sería genial.
—Lo dudo. Koda no está por la labor. Solo quiere cubrir sus
necesidades y seguir comiendo lo mismo todos los días. Yo he sido un
hándicap en su vida llena de odios y venganzas. No le sirvo.
Jessica dibujó un mohín de disgusto con sus labios perfectos.
—Memeces. Pero todavía albergo esperanza con él. Sus hermanos
corrigieron sus errores a tiempo. Él hará lo mismo.
—¿Por qué va a corregir nada? No considera que haya hecho nada mal.
¿Por qué iba a enamorarse de mí cuando no llevo ni cinco días en su vida?
—Porque cinco días pueden ser muchos. Porque hay personas que se
enamoran de otras en un segundo. Flechazos, se llaman —señaló la Dómina
con sabiduría—. Te dije que yo solo necesité unos segundos.
—¿Muy complicado? —la tanteó Sky.
—¿Qué te voy a contar? —no le quiso dar más importancia. La atrajo,
le dio un beso rápido en los labios y murmuró—. Cuídate mucho, Sky. Y
espero que vuelvas. Me gustas como amiga. Las que mandamos nos
reconocemos enseguida y debemos apoyarnos.
La pelirroja sonrió y asintió.
—Ídem, Dómina.
—Bueno —suspiró—, me voy. Hasta mañana.
Jessica abrió la puerta de la habitación y cerró suavemente.
Sky estudiaba el spray pimienta. Lo apretó con los dedos como si
sujetara un tesoro y después se lo guardó en el bolsillo trasero del tejano.
Miró su reloj. En unas horas debían estar en Moapa. Quedaba a
cincuenta minutos de las Vegas. Tendrían un trayecto no muy largo en
coche. Eran las cuatro de la mañana. Podía descansar dos horas tal vez. Así
que se metió los AirPods en su backpack y se aseguró de tener una lista de
canciones que le gustaran para el camino. Las compraría sobre la marcha.
La puerta volvió a sonar. Alguien la tocaba suavemente con los nudillos.
Sky fue a ver quién era. Seguro que Jessica se había dejado algo.
Pero cuando abrió la puerta blanca se encontró con Koda.
CAPÍTULO 10
Moapa Town
Condado de Washoe
Reno
Iban y venían.
Después de todo, estaban en Reno y se encontraban a menos de
cincuenta kilómetros del Norte de Carson.
Era conocida como La pequeña ciudad más grande del mundo. Ubicada
en un valle entre montañas semiáridas, esta ciudad vivía como casi todas las
que rodeaban Tahoe y Nevada, de los casinos y los hoteles.
El localizador se había detenido allí. En aquel hotel. El Harrah’s.
Era un hotel de estilo moderno. Tenía un gran cartel de espectáculos. Y
ese martes por la noche no era una excepción, dado que hacían shows toda
la semana.
El ambiente en Reno, fuera el día que fuese, se vivía siempre por todo
lo alto, como si todos los días fuesen fiesta para que la gente pudiera gastar
el dinero que no tenía, en unos casos, y el que le sobraba, en otros.
Ese hotel, como muchos de Las Vegas, aceptaba perros. Koda Kumar lo
tenía muy claro.
Una vez comprobaron que el impostor y sus gorilas se hospedaban allí,
volvieron a Carson para recoger a los dos perros nuevos de Sky, Hansel y
Gretel, y los iban a usar. Después de que Sky les dijera que la gabardina del
Patrón impostor tenía pelos de perro, y que se había llevado un pañuelo de
su bolsillo, tenían las herramientas perfectas para encontrar su habitación
sin problemas. Al final, todo podía ser de ayuda en una investigación.
Hansel y Gretel eran expertos rastreadores.
Una vez entraron en el Harrah’s, se registraron los cuatro en dos
habitaciones, una al lado de la otra.
Dasan y Lonan en una.
Koda y Sky en otra con los perros. Aunque Sky se había mostrado
renuente a esa posibilidad, al final cedió porque era imposible convencer a
Koda de lo contrario. Ella necesitaba protección. Punto.
Y Sky no quería volver a discutir con él. En el parquin había mostrado
su mal humor y su incomprensión hacia sus decisiones. Sí, sabía que se
había puesto en peligro, pero debía arriesgarse para rascar algo.
Y lo había conseguido.
Los calavera no le iban a negar eso. De hecho, estaban muy agradecidos
con su aportación. Pero Koda continuaba nervioso.
Cuando entraron a la habitación, de estilo informal, Sky dejó su mochila
encima de una butaca esquinera colocada de frente a un amplio balcón que
daba a las vistas de la cuidad. Después dejó las mantitas preparadas en el
suelo para que los cachorros se tumbaran. Y eso hicieron mientras
mordisqueaban sus juguetes.
Ella se sentó en el sofá y miró al exterior.
—¿Hasta qué hora se supone que debemos estar aquí?
Koda dejó su mochila en la otra butaca y se quedó de pie frente a la
ventana.
—Supongo que estar de hoteles sin poder tener demasiada autonomía
no debe gustarte nada —la ceja del piercing se elevó—. No quiero que
pienses que te damos el mismo tratamiento que el Patrón.
Sky negó con sinceridad.
—Sé que son cosas muy diferentes. Pero sí. Tienes razón. Mis
sensaciones en una habitación de hotel cerrada no son nada buenas.
Él lo comprendió y lamentó que ella sintiera cosas así estando con él.
No quería darle peores recuerdos de los que ya poseía.
—Entonces, vamos.
—¿Vamos? ¿Adónde?
—Ponle la correa a los cachorros. Vamos a ponerlos a trabajar un rato.
¿Tienes el pañuelo?
—Sí —lo había guardado en un bolsillo de su mochila, para que no
estuviera en contacto con nada y no se le adhiriese ningún olor externo. El
pañuelo olía a un perfume especial y a algo más. Seguramente el olor
personal de ese individuo—. Aquí está —de un blanco impoluto.
Koda lo sujetó, llamó a Hansel y Gretel y los perros enseguida se
levantaron y fueron hacia él.
—Eso es, guapos… —los acariciaba y les ponía el pañuelo en el hocico
—. Oledlo. Oledlo bien… Venga, vamos —miró a Sky.
Esta se levantó como una niña feliz de ir a una atracción.
—No, así no —le prohibió él—. Recógete la melena roja que tienes.
Llamas mucho la atención. Si las Justas son en Reno, este puede ser un
hotel frecuentado por los invitados a participar del Patrón. No queremos
que te reconozcan.
Ella se lo recogió en un moño grueso en lo alto de la cabeza.
Koda mantuvo su mirada fija en ella unos larguísimos segundos. Hasta
que carraspeó y musitó:
—Llamas la atención igualmente.
Sky entrecerró sus ojos lilas.
—Pues no puedo hacer nada más.
—¿Tienes una sudadera con capucha?
—¿Qué? No. No tengo.
—Te fuiste de compras el otro día y vaciaste casi todos los centros
comerciales y ¿no compraste ni una sudadera que te hayas podido traer en
esa mochila de diseño que llevas?
—En lo último que me fijé fue en sudaderas —lo miró horrorizada—.
Compré otras cosas.
—Ya lo he visto —se rio. Había descubierto esa moto eléctrica que
seguro que incumplía muchas normativas y corría mucho, pero ella la
podría llevar sin carné—. Está bien —se dirigió a su mochila militar, la
abrió y sacó una sudadera negra oscura que tenía la palabra DELTA
estampada en la parte de delante—. Póntela.
—Voy a parecer una rapera…
—No vas a parecer nada de eso —Koda se divertía con ese interludio—.
Póntela.
Sky no se lo pensó dos veces. Se quitó el jersey gris delante de Koda y
se quedó en sujetador.
Y no era un sujetador cualquiera. Era uno que recién estrenaba. Un
súper push-up con las tiras negras finas y todo tipo de encajes frontales en
las copas. Se le veía la piel del pecho, pero no los pezones. Era precioso.
Koda tragó saliva, se le había secado la boca. Estaba destruido por esa
mujer. Se ponía duro de verla en sujetador y con el tejano y las botas
puestas. Sky era hermosa se pusiera lo que se pusiese.
Cuando la sudadera gigante le cubrió el torso y las manos y los bajos le
quedaron por medio muslo, ella resopló un tanto desencantada.
—Me haces llevar tu sudadera. Es un saco.
Koda carraspeó para salir de su embobamiento. No. Era preciosa.
—Sí, muy bien. Ponte la capucha.
—Dios… —bufó Sky—. ¿Ya?
Koda le echó un último vistazo. Los dobermans la cubrían a cada lado.
Con aquel rostro de lunares que jugaban a la distracción y sus ojos de otro
mundo, Sky no parecía un rapero.
Era una hechicera.
Y lo tenía embrujado. Ya no podía luchar contra eso.
—Andando. Veamos cómo de competentes son Hansel y Gretel.
—Lo encontrarán. Pero después hay que premiarlos con una salchicha o
algo. He leído mucho. Tienen que asociar que lo que hacen tiene premio.
—Les daremos la cena en la habitación —aseguró Koda—. Pero
primero hay que encontrar al estafador.
—Buscad. Buscad —les ordenaba Sky con el pañuelo en la mano.
Koda abrió la puerta y permitió que Sky y sus bestias salieran primero
de la habitación. Así él podía disfrutar de mirarla sin que pudiera
incomodarla.
Todavía no estaba receptiva. Y él no quería avasallar. Aunque era,
justamente, lo que quería. Y le sorprendía que en situaciones como aquella,
en las que debían trabajar y tener los sentidos alerta, su instinto le pidiera
otra cosa. Como por ejemplo, llevar a Sky a la cama y hacerle lo que no
había hecho con nadie.
Quería hacer el amor.
Lone Mountain
Cementerio de Carson
¡ZAS! ¡ZAS!
Besos y azotes,
Lena
DICCIONARIO Bedesemero
Dice la WIKIPEDIA:
BIBLIOGRAFÍA: