Africa y Los Intereses Europeos
Africa y Los Intereses Europeos
Africa y Los Intereses Europeos
ANTECEDENTES
A lo largo de la historia, los africanos apenas han podido disfrutar de sus riquezas.
Siempre se les ha adelantado un hombre extranjero. Ya q proceso de colonización que ha
sufrido y sufre África desde comienzos del siglo XIX.
En 1820, los ejércitos egipcios comenzaron a avanzar hacia el sur, remontando el río Nilo.
En pocos años Mehmet Alí se hizo con el control de las tierras de Nubia y Sudán, ricas en
recursos y en esclavos. Egipto era uno de los cinco Estados africanos que podemos
etiquetar como modernos y que no estaban bajo el control de los europeos. Los otros tres
Estados autóctonos que convivían en el continente eran Marruecos, el Imperio Otomano
(su rama libia), el Sultanato de Zanzíbar (en la costa Este) y el Estado afrikáner al norte
de la Colonia del Cabo, que si bien era un país «de blancos», se puede considerar como
Estado netamente africano (sus habitantes no eran europeos).
Lo que caracterizaba a estos cinco países era su condición de africanos (no eran colonias
de países extranjeros) y su adelanto tecnológico (por eso lo de modernos). Tenían
ejércitos que disparaban modernas armas de fuego y comerciaban con las potencias
europeas. Se puede decir que, a comienzos del siglo XIX, eran las cinco excepciones en
el continente africano.
En África predominaban los Estados de origen tribal, pequeños territorios gobernados por
monarquías familiares históricas, como los Reinos Mossi. La mayoría de estos Estados
desaparecieron conforme avanzaba el siglo XIX y llegaban masivamente los colonos
europeos. Los antiguos reyes y sultanes africanos fueron reemplazados por gobernadores
ingleses y franceses, y los califatos e imperios pasaron a ser productivas colonias.
Los europeos explotaron una forma de comercio (el marítimo) que los reinos africanos no
habían desarrollado. Los portugueses fueron pioneros instalándose en las costas
orientales (Beira, Quelimane, Mozambique), donde comerciaron y compartieron espacio
con el Sultanato de Zanzíbar, un Estado que en realidad era un asentamiento permanente
de los omaníes de la Península Arábiga.
La superioridad militar fue la responsable de que los europeos colonizaran en poco tiempo
un continente tan grande como África, y el factor determinante de que ese control se
alargara en el tiempo hasta la mitad del siglo XX. Durante interminables décadas el
continente africano vio cómo sus minas se vaciaban y sus árboles se cortaban, para
beneficio de unos extranjeros blancos que tenían el poder de la tecnología.
Una superioridad tecnológica que en realidad era un pretexto para llevar a la práctica la
superioridad moral que los europeos creían tener sobre los subdesarrollados africanos. El
ministro de asuntos exteriores alemán, Bernard von Bulow, excusó la colonización de
África en 1897 porque Alemania tenía derecho a “ocupar un lugar bajo el Sol”.
El derecho de cualquier país a ocupar un lugar bajo el Sol (un derecho casualmente
reclamado únicamente por países europeos, nunca por africanos) significaba la
justificación de la colonización y la explotación de los recursos de territorios extranjeros.
Tales preceptos morales carentes de ética fueron firmados y aceptados en la Conferencia
de Berlín de 1885, donde Europa decidió unilateralmente el futuro y el destino de África.
Los europeos no sólo derramaron sangre en su avance hacia el corazón del continente,
sino que además implantaron las costumbres occidentales, terminando con culturas y
tradiciones locales milenarias. Abolieron las monedas existentes, introdujeron impuestos,
cambiaron los modelos de comercio, tanto las materias primas como los recursos
humanos fueron explotados en beneficio exclusivo de la industria y del comercio de
Europa. Ante este ataque tan evidente, en varios puntos del continente surgieron
movimientos de resistencia, que no duraron mucho. Los ijebu de Nigeria se rindieron en
1892, los matabele de Zimbabwe lo hicieron en 1896, los mandinga en 1898, los zulúes
en 1908.
Tan sólo un Estado logró hacer frente a los europeos: Etiopía, liderada por el
modernizador emperador Menelik II, aplastó a un ejército italiano en la batalla de Adua
(1896). El Estado de esclavos libres de Liberia también logró sobrevivir, a pesar de una
importante pérdida territorial a manos de Gran Bretaña y de Francia.
DESARROLLO
A finales del año de 1960 el continente africano sufrió un cambio radical, pues se
independizaron 17 países de dicho continente, quedando la mitad de África
descolonizada. En el orden mundial ganó un peso político surgiendo un espíritu en toda
su población de no aceptar más ser disminuido. En el año de 1963, los países
independizados del África eran 32 y los Estados compartían los mismos ideales de una
libertad política y el progreso económico y social. A raíz de estos acontecimientos, África
se posicionó como líder de la descolonización a nivel mundial. La presión de las potencias
en contra del colonialismo impulsó dicha independización que vislumbró en los pueblos
africanos un futuro marcado por el optimismo y desarrollo. Sin embargo, esas
proyecciones positivas quedaron en el tintero debido a la irrupción de golpes militares
originados en varios países africanos con el diseño de un sistema de partido único. El
proceso irregular de descolonización llevado a cabo posibilitó guerras internas en África y
que aún continúan subsistiendo en la miseria y en perjuicio de su población sin que los
países más poderosos del mundo le presten mayor atención. La independización supuso
grandes cambios, pero lo que siguió fueron golpes de estado, guerras civiles y
revoluciones.
África entró en una etapa de inestabilidad política, debido a la ideología marxista optada
por diversos países, la deuda externa que propició una dependencia económica de las
potencias capitalistas; además de la guerras civiles entre grupos raciales, (ataques
violentos de nacionalistas negros, contra colonos blancos); asimismo los nuevos estados
independientes tuvieron que afrontar diversos problemas, entre los cuales se puede
mencionar: las delimitaciones fronterizas, el lenguaje de diferentes etnias en un mismo
estado y las relaciones económicas con los antiguos estados colonizadores, teniendo en
cuenta que la economía interna era controlada por la mayoría “blanca”.
Uno de los pilares de la UE para con África sigue siendo el comercio. Bruselas hizo
explícito su interés en evitar la dominación unilateral de Estados Unidos o China, para
retener mercados clave como los africanos, que serán en las próximas décadas los más
dinámicos del planeta, incluso por delante de los asiáticos.
Pero este año, el presidente Emmanuel Macron anunció una reducción de tropas
francesas en el Sahel, donde París desplegaba una operación antiterrorista desde 2013.
Semanas antes de la decisión, Malí sufría un segundo golpe de Estado.
Desde finales de 2020, Etiopía se desangra por una guerra civil entre el gobierno central y
las fuerzas de la región norteña de Tigray, con avances y retrocesos que han costado
miles de vidas, decenas de miles de desplazados y el país arrasado.
Más allá, las migraciones son otro tema central en la agenda de seguridad bilateral UE-
UA. Encuadrada siempre por los europeos como una “crisis”, las tendencias demográficas
africanas son vigiladas con extrema cautela por Bruselas. Los conflictos armados, la falta
de oportunidades económicas y los desastres naturales continúan produciendo niveles de
migración y desplazamiento forzoso preocupantes para una Europa con voces xenófobas
y racistas cada vez más ruidosas.
CONCLUSIONES
Las relaciones económicas entre Europa y África, sin duda, siguen siendo importantes
para África, tanto en lo que respeta a los miembros de la UE como a la propia UE.
Representa más de la mitad de las relaciones comerciales y financieras del continente.
Sin embargo, tiende a disminuir, debido, por una parte, a la diversificación de los socios
africanos y, por otra, a la reorientación de Europa hacia otras zonas de proximidad y, en
concreto, el mundo asiático.
Sin embargo, sigue siendo escasa con respecto al reto mundial de la reducción de la
vulnerabilidad y de la lucha contra los cambios climáticos. La ayuda y la solidaridad con
África fueron unos de los valores sobre los que se fundó Europa. Las políticas europeas
de ayuda al desarrollo han evolucionado en consonancia con las transformaciones de la
UE, las diversas trayectorias de los países africanos y los cambios internacionales. Los
acuerdos de Yaundé (1963-75) y de Lomé (1975-2000), entre la Comunidad Europea y
los países ACP, se situaban dentro de una perspectiva regionalista de preferencias y de
no reciprocidad, teniendo en cuenta las asimetrías internacionales.
Tenían por objetivo la compensación de las inestabilidades internacionales. Pretendían
incluir a las antiguas colonias de África, el Caribe y el Pacífico en unos acuerdos
preferenciales con sus antiguas metrópolis que se estaban integrando en el espacio
europeo. Han perdido mucha legitimidad y fuerza con la ampliación de Europa hacia
países sin pasado colonial y con la reorientación de los intereses hacia Europa del Este
desde la caída del muro de Berlín. El ajuste ha llevado a acercar en gran medida las
doctrinas de los proveedores de fondos bajo el liderazgo de las instituciones de Bretton
Woods. La UE, que hablaba a través de una sola voz en la Organización Mundial del
Comercio (OMC), adaptó sus acuerdos para cumplir las normas de la OMC, ya que sabía
que los principios de no reciprocidad y de discriminación entre países en vías de
desarrollo del Convenio de Lomé contradicen hasta cierto punto las normas de la OMC
(Art. 24 del GATT). Los resultados de la Convención de Lomé son moderados.
Sin embargo, en el tablero internacional rara vez los países hacen movimientos altruistas
sin esperar algo a cambio.
El continente africano esconde bajo sus tierras el 57% del cobalto del mundo, el 46% de
los diamantes, el 16% del uranio, el 13% del petróleo del planeta, el 21% del oro, el 44%
del cromo, el 39% del manganeso… en definitiva: un tesoro de recursos naturales
codiciado por las grandes potencias, que, no hay que olvidarlo, están en una constante
competición por el control de los recursos.
Eso es lo que China quiere de África. Y lo está consiguiendo. Hoy en día es el principal
extractor de recursos naturales del continente, principalmente consumidor de minerales y
metales. Por ello es tan importante mantener satisfechos a los gobiernos africanos.
B) Económicamente a nadie se le escapa que varios de los países en los que Francia ha
colocado sus fichas son tableros con recursos naturales estratégicos. Un ejemplo es Malí,
un país con importantes yacimientos de uranio, oro, litio y petróleo, o el caso similar de
Níger, que produce el 33% del uranio que importa Francia. Argelia o Senegal también son
casos que pueden analizarse bajo esta óptica. Son varios los analistas que apuntan a que
no es descabellado pensar que Francia está en África para vigilar el control de los
recursos naturales. Además, es sorprendente ver cómo todavía hoy algunos países
africanos tienen que pagar tributos a Francia por los supuestos beneficios que obtuvieron
de la esclavitud y la colonización.
El Reino Unido mantiene una posición muy directa y clara: está en África para extraer sus
recursos, principalmente energéticos.
El país que vio nacer el liberalismo económico pone en práctica su marco teórico a la
perfección: la empresa privada tiene vía libre para actuar. Y lo hace. Fruto del gran control
territorial que a comienzos del S.XX el Imperio Británico tenía en el continente africano,
empresas como las señaladas en el mapa, tienen hoy la exclusividad de la explotación de
recursos naturales como el petróleo y el gas.