Deber Final Eclesiología

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REVITALIZACIÓN DE LA IGLESIA INDÍGENA EN EL ECUADOR

INTRODUCCIÓN:
El propósito es presentar la opción de la Revitalización de la Iglesia Indígena en el

Ecuador como una opción de transformación eclesial, una propuesta para suplir las

necesidades ministeriales observadas en la Iglesia Indígena .

Se describe en forma específica, los objetivos y metas a lograr, así como los

recursos necesarios para efectivizar lo propuesto; incluye además una forma de

evaluación de resultados, que permitirá determinar si se lograron o no los objetivos y

metas planteadas, así como las fortalezas y debilidades de la propuesta.

En el desarrollo del presente trabajo, se expone en forma clara y sencilla las

características de esta población indígena, desde las fuentes bibliográficas y las

realidades y experiencias personales, así como la debida fundamentación bíblica en todo

este quehacer.

Al final se presenta una breve conclusión que tiene que ver con la proyección

ministerial, el cual se considera un instrumento educativo para la Iglesia Indígena

ecuatoriana y cómo este se alinea con el objetivo principal del ministerio, así como el

impacto académico que produce.

La Iglesia Indígena, es un lugar excelente para desarrollar un trabajo de

Revitalización de Iglesias por la predisposición y carisma de la gente. Es difícil llegar a

estas comunidades por falta de vías de acceso o por la distancia, en su mayoría solo se

puede acceder en un vehículo propio o a pie. La mayoría de Iglesias ya existentes son de

comunidades nativas de habla quichua del sector, aunque existen algunas en la ciudad

que son producto de la migración de personas de estas comunidades. En su mayor parte

la economía es baja, con bajos niveles de escolaridad, y la atención que estas iglesias es
insuficiente, por lo que a través de este Proyecto se pretende mejorar la atención

espiritual que estas comunidades necesitan.

PROBLEMATIZACIÓN

El objetivo de la revitalización es, engrandecer el Reino de Dios, formando

sanadores para tener mejores Iglesias, desarrollando una misión integral, a fin de

atender las diferentes áreas del ser humano, tanto material, espiritual y emocional, es

decir predicar el evangelio completo, desarrollando proyectos derevitalización,

predicando un evangelio práctico, conviviendo con la gente, con sus costumbres,

tradiciones, etnias, etc.

Alcanzar con el evangelio a los perdidos, que mejor que por medio de Iglesias

Saludables.

Con el propósito de continuar con este proceso de revitalización, se he planteado los

siguientes objetivos específicos

 Emprender programas de capacitación en Revitalización de Iglesias en cada

distrito de mi Región, enfocándome principalmente en la pastoral.

 Crear un centro de Revitalizadores de Iglesias desde nuestro contexto social,

cultural y económico.

La meta a conseguir es:

 Implementar un programa de acción para la Revitalización de Área Indígena del

Ecuador.

Al pertenecer a la denominación “Iglesia de Dios” en Ecuador, la misma que forma

parte de una gran familia espiritual latinoamericana, norteamericana y europea, tengo

un panorama general de la eclessia evangélica.


La Iglesia de Dios, es de denominación Pentecostal, con sede en Cleveland Tennessee,

EEUU., su origen se remonta al año 1886, en que un grupo de ocho cristianos con

deseos de una vida y relación más estrecha con Cristo, establecieron una nueva iglesia,

cuyo objetivo sería restaurar el sonido escritural y doctrinal de la Biblia, además de una

profunda consagración; alentar y promover la evangelización y el servicio cristiano.

A partir de este hecho, la Iglesia de Dios ha crecido y actualmente tiene una membrecía

de más de 8 millones con presencia en cerca de 180 países. Los líderes de la Iglesia de

Dios son reconocidos como algunos de los más respetados líderes Pentecostales de hoy.

El inicio de la Iglesia de Dios en el Ecuador (1977) tiene sus capítulos de persecución y

martirio, que incluso en la cárcel, cuando un grupo de católicos y nuestros hermanos

fueron arrestados, los primeros cristianos de la Iglesia de Dios compartieron los

alimentos y acompañaron a los “perseguidores”, que debido al temor de sus familiares y

amigos de ser arrestados también, no los visitaban.

CONCEPTOS CENTRALES

El pasaje bíblico que ha servido como fundamento para el cumplimiento del

objetivo de revitalización es: “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda

su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia” Efesios 3:10 (NVI)

La motivación bíblica para sembrar iglesias saludables reside en la misión del

Dios trino (missio Dei), amoroso y misericordioso, que desea que hombres y mujeres

sean discípulos de Jesucristo y miembros responsables de la iglesia, el cuerpo de Cristo,

cuyas congregaciones son señales de la venida del reino de Dios para alabanza de su

gloria.

En el siglo XXI es imprescindible tener claras nuestras motivaciones al pensar

en revitalizar iglesias. Hoy nos enfrentamos con una realidad complicada y casi
contradictoria en cuanto a este tema. Por ejemplo, la religiosidad del pueblo en América

Latina es una moneda con dos lados. Por un lado, el 95% de la población se considera

“cristiana” de algún modo. Hay una diferencia radical entre la religión popular y las

iglesias oficiales y formales; un porcentaje muy bajo de la población asiste a una iglesia

con regularidad y la secularización y el nominalismo aumentan cada día. Y aunque hay

una diferencia marcada de una nación a otra, en casi todas las repúblicas del continente

el pueblo en general demuestra una profunda desilusión con la iglesia como institución.

Sin embargo, hay otro lado de la moneda.

En la América Latina de este nuevo siglo nos encontramos con un ambiente de

profunda hambre espiritual en el que al parecer todo el mundo está abierto a cualquier

asunto religioso, dispuesto a probarlo y creerlo todo. Vivimos en tiempos de grandes

cambios en cuanto a lealtad religiosa. Nos enfrentamos a cambios tan profundos y

grandes que la Reforma Protestante del siglo XVI en Europa occidental palidece en

comparación con ellos, incluso cuando pensamos en reformadores como Lutero,

Calvino, Zwinglio, Bucer y otros personajes de renombre que vienen a nuestra mente.

Como Pedro Berger menciona, estamos atravesando tiempos de una verdadera

revolución religiosa en la creación de nuevas formas de religión, nuevas estructuras

eclesiales y nuevas expresiones de espiritualidad.

Ambos lados de esta realidad religiosa contribuyen a la creación de un ambiente

de competencia y sospecha, el cual tiene un impacto profundo en la plantación de

iglesias. ¿Por qué sanar iglesias ?

No por querer extender el pequeño reino, dominio o influencia de nuestra

denominación u organización misionera, de nuestra iglesia o de nuestro pastor. En este

caso estaríamos abriendo nuevas sucursales de una corporación religiosa, pero no

plantando la iglesia de Jesucristo.


No porque todas las demás congregaciones en nuestra ciudad o nación no sean

verdaderamente iglesias de Cristo. En este caso nos veríamos forzados a comprobar que

solo nosotros tenemos la verdad y todos los demás andan mal delante de Dios. De ser

así, nuestra motivación enfocaría de modo negativo a otras iglesias en lugar de apuntar

positivamente a Cristo, la cabeza de la iglesia. Al contrario, Jesús nos invita a examinar

la viga en nuestro propio ojo antes de tratar de extraer la pequeña paja del ojo del

prójimo (Mt. 7:3-5).

No porque queramos imponer por la fuerza una forma de religiosidad. Ya se

vivió esa clase de “plantación” en América Latina durante la época colonial, con

resultados desastrosos. Al contrario, la Biblia nos llama a ofrecer una invitación abierta,

amorosa, tierna y llena de gentileza a todo aquel que, movido por el Espíritu Santo,

llega a confesar su fe en Jesucristo y sobre la base de esa fe, se hace miembro de la

iglesia.

No porque estemos en competencia para ganar más seguidores que otras

congregaciones, como si plantar iglesias fuera un campeonato de fútbol. Si nuestra

motivación es la competencia, lo que hacemos tal vez sea “reciclaje de santos” o “robo

de ovejas”, pero no la misión de Dios.

No porque deseemos manipular al pueblo de tal forma que al seguirnos logremos

construir una gran fuente de dinero y prestigio en nuestra comunidad y nación.

Ni tampoco porque plantar iglesias satisfaga nuestro orgullo o nos brinde

reconocimiento, para hacernos grandes o famosos. Aunque sabemos que muchos

sembradores tienen una tendencia psicológica en esa dirección, es imprescindible

reconocer esta predisposición y ofrecer nuestros cuerpos “en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios” para que nuestras actividades al plantar iglesias saludables sean en

realidad nuestro “culto racional”, nuestra ofrenda a Dios (Ro. 12:1).

Si rechazamos estas motivaciones que no honran ni al Espíritu Santo ni a

Jesucristo nuestro Salvador, entonces debemos concentrarnos en descubrir las

motivaciones correctas y bíblicas que nos impulsen a plantar iglesias saludables.

Las motivaciones bíblicas han de basarse en una misionología trinitaria. Porque

Dios es el Padre que busca y halla lo perdido: El fundamento bíblico; reside en la

naturaleza misma de Dios. Todo esfuerzo de misión, incluida la plantación de iglesias,

deriva y fluye de su voluntad: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a

su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida

eterna” (Jn. 3:16).

Hendrikus Berkhof, afirma que el atributo más elemental de Dios es que se auto

revela. En 1 Juan 4:8 leemos que Dios es ágape, amor que se auto entrega. Siempre es

Él quien inicia la búsqueda para alcanzar de nuevo a la humanidad, buscando abrazar y

recibir a los seres humanos en una relación de pacto. “Yo seré vuestro Dios, vosotros

seréis mi pueblo, y moraré en medio de vosotros” es la afirmación bíblica más

fundamental de la naturaleza de Dios. (Berkhof, 1979)

El Dios de la Biblia no es el Primer motor inmóvil o la Causa primera. No es el

dios de los deístas que se suponía había puesto en acción las llamadas “leyes de la

naturaleza” y luego se había apartado del cosmos para dejar que la “naturaleza”

gobernara el mundo. No es solo el Dios de los “omni” (omnipresente, omnisciente,

omnipotente, etc.) como se describe, por ejemplo, en la Confesión de Westminster,

aunque estos atributos están incluidos en sus características. No es solo la creación de

nuestra experiencia subjetiva como lo presentó Schleiermacher, ni el Dios únicamente


de las categorías de la mente como lo expresó Emmanuel Kant. No es un dios

inmanente, producto de cosmovisiones culturales, ni el producto de una necesidad

psicológica de significado. Él no es el objeto de una búsqueda religiosa humana. (Teja

& Wagenveld, 2017)

Al contrario, es amoroso, compasivo, lento para la ira, bondadoso, lleno de

misericordia; desea alcanzar a los seres humanos con su gracia y amor, y hacer un pacto

con ellos. La Biblia nos presenta un Dios activo e involucrado con su creación, que se

autorrevela a los humanos, que responde hasta emocionalmente al rechazo humano de

su amor y que, en Jesucristo, preserva y sostiene la creación, como afirma Pablo en la

alta cristología de Colosenses capítulo 1. (Barth , 1961)

Naturaleza misionera del Dios de la biblia

El Dios de la biblia es netamente misionero, así lo revela en la creación que con

su amor y misericordia también elige a quienes han de llevar las buenas nuevas como

instrumentos de amor.

Dios creó y cuida a todo ser humano, a pesar de que la humanidad lo rechaza

Todos los seres humanos tienen un origen en común en la creación del Dios del

universo (Gn. 1-3; Job 38-42). Así que en Adán y Eva todos los pueblos tienen

ancestros en común (Gn. 1-5).

Toda la humanidad es juzgada en el diluvio. Noé y su familia son los ancestros

de todos los pueblos, y Dios estableció un pacto con todos los pueblos, la señal fue el

arco iris (Gn. 6-10).

La “Tabla de las naciones” presenta la idea de que toda la humanidad desciende

de una misma raíz (Gn. 10:5-6, 20, 31-32).


La torre de Babel afirma que todo ser humano tiene ancestros en común en

términos de idiomas y lenguas (Gn. 11:1-9). Aquí se ven diferentes pueblos dentro del

amor universal de Dios, un concepto que se afirma otra vez en la genealogía de Sem y

Taré (Gn. 11:10-32).

Dios es el rey de toda la tierra, creador, poseedor, sustentador, el “rey de gloria”

(2 S. 15:10; 2 R. 9:13).

El Dios de la Biblia siempre da el primer paso. Él inicia la búsqueda e invita a

los seres humanos a una nueva relación con Él a través de la reconciliación. Este Dios

ha creado y sigue creando a los humanos con el propósito de que estén en comunión

constante con Él. Con sus propias manos formó la humanidad del barro. Habiendo

soplado aliento de vida dentro de ese trozo de barro (Gn. 2:7), lo tomó y

cuidadosamente, con amor y gozo, formó la humanidad a su imagen, imago Dei (Gn.

2:20-25).

Este es el Dios de la Biblia que, después de que Adán y Eva pecaron contra Él y

se escondieron de su rostro, clamó con angustia y dolor: “¿Dónde estás tú?” (Gn. 3:9).

Y es quien preservó a Noé y a su familia, y prometió nunca más destruir la humanidad

(Gn. 6-9). (Driver, 1998)

Por lo tanto, como hijos de ese Dios creador y sustentador, también aprendemos

a cuidar la creación de la cual somos mayordomos, y nos esforzamos por afirmar el

valor de la vida humana y preservarla hasta donde sea posible.

En cuanto a plantar iglesias saludables, esta verdad sugiere que trabajemos para

que todos los seres humanos puedan conocer a su Creador y los invitemos a que, por fe

en Jesucristo, se unan a nosotros para adorar y glorificar a nuestro Creador. Así que los

miembros de nuestras congregaciones procuran, hasta donde les sea posible, participar
en la labor de Dios de cuidar la creación y la vida de todo ser humano y transformar la

realidad en que viven. (Guder, 2000)

Dios es un Dios de amor y misericordia

La Biblia afirma una y otra vez que Dios es amoroso y misericordioso. El mismo

ser del trino Dios de la Biblia es amor ágape, un amor que se auto entrega. Moisés se

encontró en la presencia de Dios después de la liberación de la esclavitud en Egipto.

Sobre ese encuentro, la Biblia dice lo siguiente. “Y Jehová descendió en la nube, y

estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de

él, proclamó: ‘¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y

grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la

iniquidad, la rebelión y el pecado” (Ex. 34:5-7).

El Dios de la Biblia es el Dios de amor de los salmos. Hay una multitud de

salmos que hablan de su amor, misericordia y cuidado. Por ejemplo, Salmos 23 dice:

“Jehová es mi pastor y nada me faltará”.

En Isaías 6 se presenta el llamado del profeta Isaías. Está en el templo y se

encuentra con el Dios misionero, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. En ese encuentro

Isaías es impactado por la presencia divina en sus cinco sentidos: ve a Dios alto y

elevado, oye a los serafines alabándolo, siente sacudirse el edificio, huele el humo que

llena el templo y saborea el carbón del perdón divino con el que el serafín le toca los

labios. Y la importancia primordial de ese encuentro no se limita a la relación de Isaías

con su Dios. Hay además una dimensión misionera. El Dios de amor y misericordia que

no desea que nadie se pierda clama: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?” (Is.

6:8). El llamamiento, la vocación de Isaías, se centra en que ese Dios misionero desea

enviar su mensajero a Israel y a las naciones.


Llegará el momento en que Isaías declarará lo siguiente sobre Israel y el Mesías

que vendrá, palabras que más tarde pronunciará Jesús de Nazaret en el evangelio de

Lucas, en relación con su misión: Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que

los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que

mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan: Yo Jehová te he llamado en justicia,

y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las

naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos,

y de casas de prisión a los que moran en tinieblas (Is. 42:5-7, cf. Is. 49:6; Is. 61:1-3; Lc.

2:32 y Lc. 4:18-19). (Rhea, 2007)

Jesús enfatiza que este amor es un atributo de su Padre celestial también, que por

amor busca relacionarse con su pueblo. Le dijo al fariseo Nicodemo, miembro del

Sanedrín (un concilio de setenta personas que gobernaba Israel en la época de Jesús) y

un líder entre los judíos (Jn. 3:16). En su enseñanza Jesús enfatizó la naturaleza amorosa

de Dios. Por ejemplo, en la parábola de los labradores malvados en Lucas 20:9-17 Dios,

representado en el dueño de la viña, constantemente trata de relacionarse con sus

labradores (cf. Is. 5). Y en la parábola de la gran cena, Dios, caracterizado como el

anfitrión de la cena, envía su siervo (Lc. 14:15-24; Mt.22:1).

En Cristo Jesús nos hemos convertido en hijos de este Padre amoroso y

misericordioso (Jn. 1:12). Por eso, como sus hijos, debemos estar involucrados y

desafiados a participar con nuestro Padre amoroso en la búsqueda y el rescate de los

perdidos. No es posible ser hijos e hijas de este Dios de amor y rehusarnos a participar

en esa búsqueda. Al reunirnos a adorarlo no estamos completos porque nos hace falta la

presencia de todas aquellas personas que aún no conocen a nuestro Padre. Cada vez que

nos reunimos a adorarlo es un desafío y un llamado a invitar a otros a unirse con

nosotros para alabar al Dios que ama a toda la humanidad. (Berkhof, 1979)
Dios escoge a su pueblo para ser sus instrumentos de amor en la búsqueda de las

naciones

Dios es el Dios de un pueblo en particular, y a la vez es el Dios de todas las

naciones. En la Biblia la palabra “naciones” no se refiere a una entidad política moderna

como Ecuador, por ejemplo, sino a un grupo determinado de personas interrelacionadas

por idioma, cultura, linaje e historia. El término “naciones” en el Antiguo Testamento

habla de las entidades étnicas, los pueblos, las agrupaciones culturales que viven en el

entorno inmediato de Israel. Israel es el am, el pueblo de Dios, y las naciones son los

goyim, todas las demás agrupaciones de pueblos que no son parte del am de Dios.

Comenzando con el llamado de Abraham, está claro en la Biblia que la razón de

ser de los descendientes de Abraham y Sara, el propósito por el cual existe el pueblo de

Israel, es para ser un instrumento del amor de Dios hacia las “naciones”.

El Dios de Abraham, Isaac y Jacob oyó el clamor de su pueblo en Egipto y obró

por medio de Moisés y de la creación misma para librarlo de la esclavitud en Egipto. Y

esa liberación tiene dos propósitos interrelacionados. El primero es para que el pueblo

de Israel conozca, se relacione de nuevo y adore al Dios de Abraham, Isaac y Jacob en

el Monte Sinaí (Ex. 6:2-7; 7:16). Sin embargo, ese primer propósito es solo una parte de

su plan, que es mucho más grande, ancho y profundo. Por medio del Éxodo. (Nelson,

2001)

Dios quiere que Faraón, como la personificación de Egipto, y todas “las

naciones” alrededor de Egipto lleguen a saber que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob es

el verdadero Dios, creador y sustentador de toda la tierra (Ex. 5:2; 7:5, 17). Y este

propósito de utilizar a su pueblo como instrumento en misión hacia las naciones es tan
importante que siglos más tarde Pablo citará uno de estos mismos pasajes en su propia

descripción de la misión del Dios de amor.

Durante el Éxodo, en labios de Moisés, Dios le dice a Faraón: “Y a la verdad yo

te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la

tierra” (Ex. 9:16; Ro. 9:17). La realidad del amor de Dios para todas las naciones

significa que todos los creyentes en Cristo por razón de la naturaleza divina, es decir,

por definición, están involucrados en la búsqueda de la humanidad perdida. (Nelson,

2001)

Ser hijos de Dios significa plantar iglesias saludables. Nuestro Padre celestial

busca a los perdidos y como sus hijos debemos hacer lo mismo. Es probable que los que

hemos conocido a Cristo por algún tiempo y hemos sido miembros de alguna iglesia

evangélica sepamos las verdades expuestas como conceptos mentales. Pero muy a

menudo rehusamos vivirlas, ponerlas en acción. La base fundamental de plantar iglesias

saludables reside en la naturaleza del Dios de la Biblia, amoroso, misericordioso, que se

revela a los seres humanos y busca establecer un pacto con ellos. De ser así, plantar

iglesias no es opcional.

Al contrario, es parte de la esencia de nuestra fe. Si somos hijos de este Dios,

debemos hacer todo lo posible para buscar, hallar, recibir e incorporar dentro de la

comunidad de fe a todos los seres humanos, para que se reconcilien con Él (2Co. 5). La

misionología bíblica reconoce que nuestra motivación para plantar iglesias saludables

no se desprende únicamente de la naturaleza de la iglesia, sino que fluye de la voluntad

de Dios. (Nelson, 2001)

ANÁLISIS DEL TEMA


Este proyecto responde a la necesidad de formar líderes para la revitalización

de iglesias de tal forma que sirva como eje central para cumplir la gran comisión, que es

el mandato ordenado por el Señor Jesús. (Mt.28:18-20), y se pueda contar con equipos

ministeriales debidamente capacitados y aptos para ser fieles a las grandes demandas del

evangelio en el contexto indígena del Ecuador.

En los tiempos cambiantes en que estamos viviendo es necesario y saludable

estar aferrados y cimentados en los pilares básicos de la palabra de Dios y de la doctrina

de la Iglesia de Dios, como dice en 2 Tm. 3:17 “Enteramente preparados para toda

buena obra” y en 1 Pedo. 3:15 “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y

estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante

todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.

La propuesta consiste en ofrecer capacitación en 3 niveles:

1. DISCIPULADO

Este es el primer nivel de educación, el mismo que será obligatorio para todos

los líderes y miembros de las iglesias, este curso de discipulado se impartirá con un

Manual preparado acorde al contexto que lo preparará la Red de Educación Regional y

deberá ser aprobado por La Red de Educación Nacional .

2. ESCUELA DE FORMACIÓN MINISTERIAL

El requisito para llevar este nivel será el haber aprobado el primer nivel que es

el de Discipulado y estar activo en algún ministerio en su iglesia local, Se regirá a los

materiales brindados por la denominación Iglesia de Dios. La escuela de Ministerio

proporciona Educación y formación para el enriquecimiento y el servicio en una

sociedad contemporánea.
3. ESCUELA DE REVITALIZADORES DE IGLESIAS

Consiste en involucrar a la persona que ha pasado los procesos anteriores en

proyectos de Revitalización de Iglesias.

CONCLUSIONES

La propuesta de este proyecto, responde a la necesidad de contar con obreros

bien equipados para emprender proyectos de Revitalización de Iglesias Indígenas.

En la actualidad las iglesias nuevas tienen más influencia en la sociedad que las

iglesias ya establecidas, además de crecer muy rápido, se puede construir iglesias sanas.

Un sistema educativo cristiano contextualizado a las personas quienes serán los

revitalizadores de iglesias.

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