Edición en Construcción - Cap 1

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Capítulo 1

Perspectivas sobre la edición como campo


de conocimientos

Martín Gonzalo Gómez

Introducción

La edición actúa en un espacio sociocultural situado his-


tóricamente en la encrucijada de las mediaciones comuni-
cativas, donde los procesos de realización y socialización de
catálogos y conocimientos dan forma a un campo de pro-
ducción específico en cada tiempo y lugar. Estamos, pues,
ante una forma particular de incidir en la construcción po-
lítica de la cultura.
Para comprender esta situación, será necesario, en pri-
mer lugar, desnaturalizar el conocimiento editorial para
mostrar la variedad de formas de conocer la edición que
redundan a su vez en su carácter propiamente interdisci-
plinario. En tal sentido avanzará este capítulo. Se observa-
rá en primera instancia el saber técnico y empresarial que
surge de la evidencia profesional de la edición, para luego
contextualizarlo social y culturalmente. Esto nos conducirá
a espacios de saberes de extensa tradición, como la comu-
nicación y la historia, respectivamente, de los cuales cono-
ceremos algunos fundamentos teóricos básicos aplicados al

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campo editorial. Sus conceptos y debates son, como se verá,
una clave necesaria para conocer el trasfondo epistemoló-
gico de un campo de conocimientos de incipiente desarro-
llo como es la edición.

Formas de conocer la edición

Las profundas transformaciones por las que atraviesa el


campo de la edición nos interpelan para repensar hoy sus
formas de conocimiento. Por un lado, en el centro de la pro-
ducción cultural, la actividad editorial se afianza en su po-
tencial tanto de masividad como de autogestión, al mismo
tiempo que atraviesa de forma transversal distintas tecno-
logías y áreas de la comunicación social. Por otro lado, en
el proceso de conformarse como disciplina cultural, se en-
cuentra con la reformulación de todo el sistema de saberes
y con el impulso del conocimiento colectivo que rearticu-
la las disciplinas modernas en torno a las ciencias sociales
(Wallerstein, 2001). Esto es especialmente significativo para
un campo de saberes todavía en proceso de integración.
La posibilidad de repensar la edición como un saber es-
pecífico va surgiendo en gran medida de las relaciones que
se desarrollan entre los estudios sobre la “comunicación”
y la gestión de las llamadas “industrias culturales”. La co-
municación es un área de conocimiento con una larga tra-
yectoria desde comienzos del siglo XX, y el concepto de
industria cultural surge en principio críticamente en el cam-
po de la sociología (con la Escuela de Frankfurt), luego pasa
a la comunicación y finalmente se “institucionaliza”: se asu-
me como un área de interés común a nivel social.1

1 Hoy los gobiernos cuentan con áreas específicas (ministerios, secretarías) que se encargan de su
desarrollo y gestión.

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Cuando un ámbito de producción se torna cada vez más
relevante para una sociedad, esta puede responder desa-
rrollando conocimiento específico que se va organizando
en instituciones como la educativa. En los últimos años, el
surgimiento y la consolidación de espacios formativos de
pregrado, grado o posgrado dan cuenta de esta situación
que atraviesa la edición, justo en un momento histórico en
el que comienzan a desestabilizarse los patrones de produc-
ción y comunicación que rigieron los últimos siglos en tor-
no a la imprenta.
En el trascurso de este proceso, otras disciplinas ya con-
solidadas se han extendido hacia el nuevo campo para es-
tudiar sus problemáticas y producir sus conocimientos.
Aquí es posible identificar hacia la edición los aportes de
sectores específicos que ya cuentan con su propia trayec-
toria, como el derecho, las letras, la informática, el diseño
o la administración. Ello explica que una carrera específica
como es Edición en la UBA, mientras aun sostiene en gene-
ral un perfil limitado a lo técnico, continúe con un plan de
estudios compuesto por materias que responden a los linea-
mientos de otras disciplinas. También explica que los fo-
cos de investigación sobre edición más destacados del país
aún estén regidos por miradas, métodos y enfoques de otras
disciplinas, como la bibliotecología, las letras, la sociología
o la historia.
En el desarrollo actual de los conceptos, teorías y pro-
blemáticas sociales de la edición, van confluyendo a su vez
otros saberes de mayor novedad, como la gestión cultural,
la antropología cultural, la sociología de la lectura o el aná-
lisis del discurso. Todo esto hace lucir a la edición como
“interdisciplinaria”, un concepto que da cuenta de un tipo
de saber y profesión que tiende a reestructurar el conoci-
miento sobre la cultura, y que está en proceso de formación
como disciplina.

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Ello no obedece exclusivamente al momento histórico de
este proceso; también tiene que ver con la especificidad cul-
tural de la edición. Las materias que comprenden espacios
de acción cultural encuentran que sus problemáticas, sus
objetos y modelos no están cerrados sino continuamente en
proceso, en un determinado entorno histórico y social, y
con unos determinados usos tecnológicos y una praxis po-
lítica que se pone en consideración en todo ámbito produc-
tivo (Dussel, 1984).
En este capítulo, la propuesta es repasar brevemente al-
gunos enfoques destacados sobre problemáticas que inclu-
yen cuestiones relativas al “libro”, la “lectura”, etcétera, y
que dan cuenta, desde sus distintas formas de conocer, del
panorama actual de las temáticas que confluyen en el po-
tencial desarrollo de los estudios editoriales.

El carácter interdisciplinar de los estudios editoriales

El proceso de profundos cambios que tiene lugar en el


campo de la edición, tanto en lo epistemológico como en lo
tecnológico y lo profesional, se acompaña con un renovado
interés en sus problemáticas dentro del ámbito académico,
lo cual acrecienta una producción teórica y práctica especí-
fica. En este recorrido, los aportes a este campo provienen
de la confluencia y colaboración de diversas disciplinas de
ciencias sociales y humanidades; en gran parte, mediante
debates –que se han observado como una “metapráctica es-
peculativa” (Bhaskar, 2014)– dedicados a examinar el mo-
vimiento del sector empresarial o productivo del libro, una
tarea descriptiva del epifenómeno que es propia de toda dis-
ciplina en sus comienzos, y que ya vislumbra la posibilidad
de una perspectiva epistemológica propia. Este movimien-
to se relaciona con que sus materiales de estudio, dentro del

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paradigma comunicacional, están atravesando actualmen-
te una de sus mayores transformaciones históricas.
Esas otras disciplinas se extienden hacia “lo editorial”
para atender sus diversos intereses: su devenir histórico,
que resulta constitutivo en tanto actividad social y cultu-
ral; su carácter comunicacional, desde la diversidad de pa-
radigmas que se han establecido a lo largo del siglo XX; su
vinculación con el ámbito de los derechos, que prescribe
legalmente los alcances y mediaciones posibles de la acti-
vidad; las técnicas de producción, en sus diversos estadios
(la escritura y su corrección, el diseño, la reproducción, la
difusión, etcétera); entre otros.
Estos movimientos del pensamiento social institucio-
nalizado, la necesidad de comprender los eventos que se
suceden en el ámbito de la edición, dan cuenta de la impor-
tancia de las problemáticas culturales en la conformación
de nuestras sociedades contemporáneas. En el mundo mo-
derno occidental, la separación del conocimiento en tres
campos pensados culturalmente –ciencias naturales, hu-
manidades y ciencias sociales– es una división establecida
a lo largo de dos siglos que parece seguir hoy hacia una de-
cisiva reformulación (Wallerstein, 2001). En este escenario,
para repensar la edición es preciso discutir las barreras que
se suelen poner muchas veces desde lugares transitorios
de poder institucional, donde los actores circunstanciales
pueden autopercibirse como “autoridades”. Se requiere una
humilde y sincera discusión y colaboración para que, al
trascender las divisiones disciplinares dogmáticas, la con-
fluencia de pensamiento y acción cultural pueda proyectar
a la edición en la vanguardia de estos cambios.
En esta situación, la limitación epistemológica y me-
todológica a lo técnico y/o a lo mercantil –o, también en
sentido inverso: su exclusión– ya no alcanza para enten-
der el fenómeno de la edición (Gómez, 2013). Sin embargo,

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cuando se piensa en su objeto de estudio, resulta frecuente
encontrar asociaciones directas entre edición y libro, como
si una instancia fuera linealmente el ejercicio y a la vez el
estudio de la otra. Esto limita la posibilidad de pensar cómo
sería posible descifrar los factores que entran en juego en
condiciones comunicativas, industriales y tecnológicas
tan complejas como las que tenemos en nuestras socieda-
des contemporáneas. Tales fenómenos predisponen hoy a
la apertura conceptual, a la incorporación estructural de la
mirada histórica y la perspectiva social, para propiciar la
postulación de nuevas propuestas teórico-prácticas.
En el ámbito de la investigación y la producción biblio-
gráfica de las diversas disciplinas ya mencionadas, se suele
aportar desde el desarrollo de estados de la cuestión o del
arte y de problemáticas para las cuales se comparten va-
liosas descripciones bien documentadas. Basta explorar un
poco la producción académica sobre temáticas “editoriales”
para reconocer todo ese trabajo de sistematización y fuen-
tes. Por lo general, tales estados y documentaciones ubican
aquellos aportes de “afuera” hacia “adentro” del campo edi-
torial, es decir: se reúne y sistematiza lo que se ha hecho
hasta el momento en diversas áreas, desde aquellas discipli-
nas, como aportes hacia el campo de la edición.
Para complementar estos avances, cuya extensión resulta
en algunos casos inabarcable, es preciso considerar tam-
bién un recorrido inverso, para mostrar cómo el propio
campo editorial articula, desde sus propios objetos y pro-
blemáticas de estudio (empresa y tecnología, textualidad y
discurso, autoría y lectura, etcétera), dimensiones de análi-
sis específicas que pueden remitir luego a especialidades de
otras disciplinas. De esta forma es posible visualizar el es-
pecial carácter interdisciplinario de los estudios editoriales,
los dogmas a veces impuestos por otras disciplinas (un jue-
go que es siempre parte del movimiento del pensamiento

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“tradicional” hacia “lo nuevo”) y la correlativa necesidad
de ampliar un diálogo entre sus saberes en el marco de las
ciencias sociales y las humanidades.

El saber técnico y empresarial

El conocimiento editorial cuenta con una característica


que lo destaca respecto de otras especialidades de las cien-
cias sociales y humanas: incluye una práctica profesional
específica cuyo oficio comporta una decisiva intervención
social tanto privada como pública. Por ello ha avanzado
exhaustivamente y de forma prioritaria en su desarrollo
como profesión ligada a saberes técnicos. Respecto del co-
nocimiento sobre esos distintos aspectos, encontramos una
producción ya establecida y reconocida dentro de la edición
en su carácter de oficio, aplicado a la correcta composición
de productos editoriales. Con esta base se relaciona la acti-
vidad editorial con prácticas afines como el diseño y la co-
rrección de estilo, así como también las diversas actividades
y roles profesionales que pone en juego quien edita.2
En cuanto al análisis de esta actividad profesional respec-
to de su alcance social y su carácter organizacional, exis-
ten, por un lado, recorridos de tipo impresionista sobre la
actividad, donde se enumeran sus manifestaciones más
evidentes –solo por mencionar un ejemplo: las preocupa-
ciones sobre la “proliferación” de los libros (Zaid, 1996)–.
Estos enfoques se complementan con estudios sobre casos
particulares de emprendimientos editoriales que han he-
cho historia dentro del sector, tanto en el plano local como
internacional. Con el foco puesto principalmente en el

2 Cfr. Calvino (1994) sobre la relación profesional del editor con el autor.

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carácter empresarial,3 se desarrollan asimismo saberes de
tipo positivista que retoman conceptos organizativos para
postular fórmulas de acción y efectividad dentro del sector.
Estas dos grandes líneas generales de trabajos sobre la
edición, el enfoque del saber técnico y el saber empresa-
rial, se aúnan en toda una serie de manuales sobre la ma-
teria, desde una mirada informativo-comunicacional hasta
otros más estrictamente profesionalistas.4 La perspectiva
que subyace a estos y otros desarrollos derivados de la prác-
tica editorial es comunicacional y de tipo unidireccional,
esto es: se trata de una vinculación que va de la creación de
un autor que genera una obra, tomada a cargo por el editor
para hacer de ella un libro, aplicando todos los saberes del
oficio, y luego todas las estrategias económicas y comercia-
les para que llegue al lector.

Esquema 1. Concepción unidireccional de la producción y comunicación editorial

[“Autor”] → [“Obra”] → [“Editor”] → [“Libro”] → [“Lector”]

De cada una de las instancias de este proceso comunica-


cional derivan las problemáticas con que se piensa la edi-
ción. En cuanto al autor, cuestiones relativas al derecho
(¿cómo se realizan las contrataciones?, ¿cómo se reformulan
los derechos del autor y del público a partir de las nuevas
tecnologías de la comunicación?, etcétera). En cuanto a la
obra, todas las problemáticas de estilo (¿cómo adecuar la
obra según el género discursivo y destinatario?, entre otras).
Sobre el editor, las problemáticas más propiamente empre-
sariales (por ejemplo, ¿de qué forma desarrollar las ventas,

3 Cfr. gran parte de la exitosa colección “Libros sobre libros” de la editorial Fondo de Cultura Eco-
nómica.
4 Solo a manera de ejemplo, podemos mencionar trabajos como los de Alonso Erausquin (2004) y
Pimentel (2007), respectivamente.

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los canales de distribución y “competir”?). En cuanto al li-
bro, las cuestiones de producción (¿qué técnicas de impre-
sión utilizar?, ¿de qué forma?, etcétera). Y finalmente, sobre
el lector, las problemáticas de la recepción (¿qué leen los dis-
tintos públicos? o ¿cómo utilizan sus lecturas?).
Los problemas de este esquema son muchos, desde lue-
go, comenzando con lo más evidente: que los modelos de
creación de un libro varían a partir de múltiples posibili-
dades (Haslam, 2007) en el comienzo de la cadena, donde
puede ubicarse no solo un “autor”, sino también el “editor”,
un ilustrador, un equipo de diseño, etcétera. Al margen de
estas cuestiones de oficio, que muestran lo problemático
en los propios términos del planteo, para este análisis re-
sulta relevante, como veremos a continuación, que se trata
de la asunción de uno de entre tantos otros paradigmas de
la comunicación.

Los paradigmas de la comunicación


El acontecimiento editorial ha sido estudiado desde las
ciencias de la comunicación como una de las variantes po-
sibles dentro de la noción abarcadora de “medios de comu-
nicación”. El grado de expansión de esta disciplina propia
del siglo XX ha motivado, antes que un estadio transdis-
ciplinar, una situación de convivencia de paradigmas que
sirven como recurso heteróclito para la investigación. Así
como se ha estudiado una y otra vez la evolución y sucesión
de los medios en sí, 5 también se han intentado sistemati-
zar los distintos enfoques epistémicos, haciendo desde bre-
ves síntesis (Scolari, 2008) hasta secuencias problemáticas
donde el objeto de estudio no deja de revisarse (Mattelart y

5 Cfr., para ejemplos, Barbier y Lavenir (2007).

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Mattelart, 2003). En este espectro encontramos incontables
revisiones que aportan una mirada histórica tanto como
crítica, y que en sus planteos retoman nociones de diversos
enfoques paradigmáticos,6 los cuales abrevan en la matriz
disciplinaria de la comunicación donde confluyen generali-
zaciones simbólicas, presunciones y marcos teóricos que se-
guidamente repasaremos.
Para definir el objeto de conocimiento de la comunica-
ción, un primer encuadre conceptual puede entenderse a
partir de la conjunción de las perspectivas informacional y
funcionalista, que para la edición resulta en el esquema li-
neal del autor al lector que identificamos anteriormente. La
mirada informacional está en la tradición de la teoría ma-
temática de la información, y apunta al perfeccionamiento
del medio, bajo la lógica de la supresión de las “interferen-
cias” en la comunicación, en un planteo que se replica en
numerosos desarrollos, como por ejemplo el de Munari
(1985) para la comunicación visual. La funcionalidad cons-
tituye un aporte a aquella idea de unidireccionalidad, el po-
tencial de los medios como instrumentos positivos para la
gestión de las opiniones públicas (Bardin, 1986), y que ha
conducido a marcos teóricos como el del establecimiento
de la agenda pública (“setting”). Estamos ante un principio
de estímulo-respuesta, una definición conductista de la co-
municación, que se basa en la primacía del instrumento de
la comunicación y su unidireccionalidad. Ello se ha canoni-
zado a mediados del siglo XX en el planteo de Lasswell sobre
la estructura y función de la comunicación en la sociedad.7

6 En el concepto de paradigma se ha discernido una doble faceta: sociológica, como conjunto de


creencias, valores, técnicas (en suma: compromisos) que comparte una comunidad; y filosófica,
referida a las soluciones (modelos o ejemplos) de problemas que funcionan como reglas y son
base para la solución de los restantes problemas de la ciencia en cuestión (Kuhn, 2004).
7 Lasswell, H. D. (1948). Estructura y función de la comunicación en la sociedad. Compilado por Mo-
ragas (1985).

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Esquema 2. Estructura y función conductista de la comunicación

1. Quién dice 2. qué 3. por qué canal 4. a quién 5. y con qué efecto

control contenido medios / soportes audiencia efectos

La idea de acción y reacción hoy puede servir para com-


prender, por ejemplo, estrategias de mercadotecnia: se
aplican los estímulos correctos, se compra el producto (el
“libro”, o lo que sea). La teoría de sistemas atraviesa estos
paradigmas, de forma tanto crítica como positiva, y lle-
ga a desarrollos posteriores como los de la ecología de la
comunicación.
El efectismo comunicacional hasta aquí observado ha
sido puesto en debate por planteamientos que le fueron con-
temporáneos y posteriores y que, a partir de la teoría crítica
de la Escuela de Frankfurt (Adorno y Horkheimer, 2006),
cuestionan aquella instrumentalidad por movilizar la conti-
nuidad de un sistema social excluyente que reproduce iden-
tidades colectivas a través de la serialización de productos
culturales (Pasquali, 2007). Este planteamiento crítico den-
tro del campo particular de la edición podría abarcar a las
publicaciones periódicas como medio de información que
impone su agenda basándose en sus intereses particulares.
A partir del auge del estructuralismo a comienzos de la
segunda mitad del siglo XX, se complejiza la mirada comu-
nicacional a partir de la conformación del campo de la se-
miología, que desde un principio observa el desarrollo de la
publicidad, la prensa, la radio y demás ritos comunicativos.
Estos serían mediadores de, en términos de Barthes (2003),
los mitos burgueses contemporáneos que circulan en la co-
municación de masas, como lenguajes connotados con im-
plicancias ideológicas.

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Esquema 3. El signo del lenguaje como significante del mito cultural

Significado Significado
= Signo → = Signo
Significante Significante

Lenguaje Mito

Barthes ejemplifica esto mirando productos gráfico-co-


municativos de la industria cultural, distinguiendo, por un
lado, los elementos gráficos, textuales y visuales que la com-
ponen (el “lenguaje”), y por otro, las ideas y concepciones
que moviliza esa composición (el “mito”).
Con aquellas premisas, con énfasis en lo ideológico, han
tomado forma, pues, un paradigma económico-político y
uno semiótico-discursivo, que ahondan cada uno a su modo
en las implicancias sociales y culturales de la utilización de
los medios, desde el lugar de poder que otorgan a sus pro-
fesionales. Luego, con la conformación de un enfoque in-
terpretativo, de tipo subjetivista, se completará la crítica del
planteo informacional original, incorporando finalmente
el espacio de la recepción, del usuario, del lector, como una
instancia de generación, debate e interpretación de los pro-
pios contenidos de la comunicación.8
Se puede sumar otra línea de representación acerca de
qué son y muestran, y cómo actúan, los medios de comu-
nicación, que se podría conceptualizar como mediológi-
ca, y que con especial énfasis en la influencia histórica
de la imprenta en el desarrollo de la civilización occi-
dental, da al soporte material una preeminencia tanto
por su influencia sobre lo político y sensorial (McLuhan,

8 Cfr., por ejemplo, De Certeau (1996) o Williams (2002).

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1998), como sobre los vastos procesos de transmisión
cultural (Debray, 2001) y los efectos sobre la percepción
(Lowe, 1999).
El desarrollo del pensamiento comunicacional en su
conjunto se ha ido conformando como un campo de ob-
servación científica situado en tensión entre conceptos ta-
les como naturaleza y cultura, lo micro y lo macro, actor y
sistema, individuo y sociedad. Cada paradigma ha ido re-
tomando uno u otro polo de estas dicotomías, que se han
replicado en el desarrollo inicial de un espacio de saber
particular dentro de lo comunicacional como es la edición,
para lo cual pueden sumirse como niveles de análisis donde
luego fundamentar y desarrollar una u otra postura.
En suma, la diversidad de enfoques que constituyen
los debates sobre la comunicación se han agrupado his-
tóricamente, a grandes rasgos, en dos grandes grupos.
Por un lado, las miradas de corte sistémico y funciona-
les, que al centrarse en los medios en sí mismos, les otor-
gan un rol central en la evolución de la sociedad, como
un instrumento determinante para su regulación. Por
otro lado, las escuelas de pensamiento crítico o inter-
pretativo, centradas en los usos y prácticas que se dan en
torno a los medios, que observan las consecuencias del
desarrollo de los medios de producción cultural como
vehículos de influencia simbólica, instrumentos de po-
der y transmisión.
Tanto la efectividad como el poder definen los medios
socialmente por su actuación dentro de una comunidad
cultural. Estas caracterizaciones aportan al pensamien-
to editorial desde un horizonte sincrónico, por lo que se
cruzan, como veremos a continuación, con el campo de la
historia ubicada, con sus diferentes matices, en un hori-
zonte diacrónico.

Perspectivas sobre la edición como campo de conocimientos 49


Comunicación, historia y sociedad

Al considerarse la edición como un medio, ha resulta-


do necesario inscribirla en el marco general del proceso
comunicativo, como se ha hecho en el siglo XX de forma
más o menos explícita según la mirada que aporta cada pa-
radigma comunicacional. La referencia de la producción
cultural al marco político y económico ha conducido a la
supremacía de un análisis sistemático de las distintas in-
dustrias culturales, distinguiendo en nuestro rubro entre
edición continua –prensa– y discontinua –libros– (Zallo,
1988), y finalmente, a un estadio actual donde confluyen y
disputan, en el ámbito comunicacional, la economía políti-
ca y los estudios culturales (Ferguson y Golding, 1998).
En esta última deriva de las discusiones sobre industrias
culturales, se han producido debates desde la última década
del siglo XX que ponen en evidencia los polos entre los que
se mueven los enfoques actuales, como por ejemplo los es-
tudios de economía política de la comunicación y la cultura
(Garnham, 1997) frente a los llamados estudios culturales
–cultural studies– (Grossberg, 1997). Con el tiempo, se ha re-
conocido como una separación arbitraria del trabajo, por
un lado, de enfoques que se basan en la ciencia social y to-
man las comunicaciones como su objeto, y por otro, aque-
llos que se orientan hacia la cultura desde las humanidades
tomando los textos como su objeto epistemológico, respec-
tivamente (Kellner, 1998).
Ya en el enfoque sociológico, y en diálogo con el campo de la
historia, se han definido las funciones sobre las cuales se asien-
ta el sistema o campo editorial (Bourdieu, 2002; Chartier, 1992;
Hesse, 1998): la autoría, la edición, el libro, la lectura. Desde
allí el objeto editorial ha podido observarse, no como un pro-
ducto cultural acabado, sino como forma que institucionaliza
(Castoriadis, 2007) la instancia de la mediación cultural.

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Esquema 4. Las funciones/instituciones del campo editorial

autoría ↔ libro
↕ campo editorial ↕
edición ↔ lectura

En esta línea, la especialización que se ha dedicado a las


problemáticas de la edición con mayor éxito en cuanto a
extensión de análisis de casos y penetración en el campo
académico ha sido la historia cultural. La promesa de un
encuentro entre “el mundo del texto” y “el mundo del lec-
tor” (Ricœur, 2000) ha conducido a una historia de las prác-
ticas de lectura que es a la vez una historia de los “objetos
escritos” y de las “palabras lectoras” (Cavallo y Chartier,
2011). Desde este enfoque, los significados de los textos se
ven como dependientes de las formas y las circunstancias
a través de las que sus lectores u oyentes los reciben y se los
apropian. Se entiende, en tal sentido, que los lectores uti-
lizan objetos materiales y palabras cuyas modalidades go-
biernan la lectura o la escucha.
Así, se ha establecido toda una línea dentro de los estu-
dios sobre las prácticas culturales, en la cual se considera
el significado del texto como originado en la combinación
entre una literalidad –que organiza un espacio legible– y
una lectura –que organiza una trayectoria necesaria a la
efectuación de la obra– (De Certeau, 1996). De este modo, la
escritura en sus diversas modalidades editoriales acumula,
almacena, resiste al tiempo mediante el establecimiento de
un lugar y se multiplica por la reproducción (a partir de la
imprenta, de los medios digitales, etcétera).
Específicamente el campo de la sociología ha aporta-
do, a la mirada de largo plazo que propone la historia, la
idea de que la obra intelectual, el creador y sus relaciones

Perspectivas sobre la edición como campo de conocimientos 51


se inscriben dentro de las relaciones sociales en las cuales
se realiza toda creación intelectual como acto de comuni-
cación. En el análisis del acto de comunicación como ins-
tituyente de todo un campo intelectual (Bourdieu, 1995 y
2002), esto lleva a establecer ciertas regularidades dentro
del mercado de los bienes simbólicos, a través del funcio-
namiento de las empresas editoriales en su tensión entre lo
cultural y lo económico.

Esquema 5. Los “bienes simbólicos” en tensión entre los campos cultural


y económico

Campo intelectual

[Campo cultural] ↔ Mercado de los bienes simbólicos ↔ [Campo económico]

[Procesos de legitimación]

Tanto la mirada histórica como la comunicacional discu-


ten con el enfoque más específicamente discursivo, con pa-
radigmas como el estructuralismo o la teoría de la recepción;
en este último caso, en relación también con el movimiento
intersubjetivo, principalmente en cuanto a la observación de
la tensión entre las definiciones de la lectura dispuestas en un
texto y la recepción que hace el lector (Jauss, 1978). Desde la bi-
bliografía se ha observado el producto editorial como forma
expresiva partícipe del discurso social, con sus materialidades
y su transmisión (McKenzie, 2005). Es en el análisis de los dis-
cursos, cuando este se basa en la interpretación de las obras en
sí mismas, donde surge la crítica de tipo materialista.
Estas miradas se diferencian a su vez de lo que sería estric-
tamente la historia del libro, orientada, o bien a localizar las

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traducciones culturales de las diferencias sociales para me-
dir la presencia del libro en el desarrollo del mundo occi-
dental, o bien a ofrecer una dimensión histórico-positivista
al campo de la bibliotecología y las ciencia de la informa-
ción, allí donde esta busca legitimarse como disciplina su-
mando –no siempre críticamente– diversos enfoques en
pos del “universo de la cultura impresa” (Parada, 2010).
El foco en la lectura busca la comprensión de los objetos es-
critos en su momento de uso y circulación, tras las diferentes
prácticas de lectura que se localizan en diversos círculos o co-
munidades que comparten –en sus parámetros principales–
una misma relación con lo escrito. Se ha definido esto como
“comunidades de interpretación” (Fish, 2005), como el lugar
donde los actores de la comunicación participan en cada caso
como miembros de una institución o ámbito específico de
producción de sentido, basados en creencias que no son indi-
viduales sino comunales y convencionales. Comunidades que
desarrollan a lo largo del tiempo sus prácticas comunicativas,
sus géneros y, en torno a ellos, sus usos editoriales.

Definiciones y debates en torno a la mirada histórica

La mirada histórica de la edición confluye en este cam-


po de estudios con los aportes de otras disciplinas como la
comunicación, un área de saberes que, como vimos, cuenta
con una extensa trayectoria desde comienzos del siglo XX,
surcada por la fragmentación y la cuestión de la legitimidad
científica, y donde se conciben los medios y las escrituras
en vinculación con las tecnologías y los sentidos. En todo
esto, la historia cultural aporta, con una tradición tal vez de
mayor alcance, una perspectiva material para observar las
transacciones editoriales entre las obras y el mundo social,
entre los textos y las prácticas de lectura (Chartier, 2007).

Perspectivas sobre la edición como campo de conocimientos 53


Estas disciplinas se han imbricado en sus propios planteos
a veces de formas explícitas y otras no tanto, y muchas ve-
ces con las dificultades para el diálogo que surgen de los ce-
los profesionales entre sus practicantes más ortodoxos. Para
los estudios editoriales, por su carácter interdisciplinario,
es fundamental considerar la totalidad de los enfoques.
Darnton, en su primera esquematización (2008 [1982]),
muestra el medio editorial en un determinado momento
histórico como un circuito de comunicación en torno al
libro. Toma para ello de referencia el largo período de es-
tabilidad tecnológica en torno a la imprenta (los tres siglos
posteriores a su invención), poniendo énfasis en las perso-
nas dedicadas a los diversos oficios, el papel central de la
autoría, y la fijación del discurso en el formato libro. Años
después (2008 [2007]) revisará esta concepción, para pensar
un esquema no condicionado por un momento histórico
determinado, que ponga el énfasis en los acontecimientos,9
y donde la edición tanto como el discurso social que movi-
liza (Angenot, 2012) se puedan pensar, más allá de los libros
tradicionales, en documentos bibliográficos.

Esquema 6. Adaptación del modelo tomado por Darnton para repensar su planteo
del circuito del libro

Influencias intelectuales / legales, políticas y religiosas


↓ ↓ ↓ ↓ ↓
[Publicación] ↔ [Manufactura] ↔ [Distribución] ↔ [Recepción] ↔ [Supervivencia]

↑ ↑ ↑ ↑ ↑

Presiones comerciales / Comportamiento social y gusto

9 Modelo que Darnton cita de Thomas R. Adams y Nicolas Barker (“A new model for the study of the
book”, en A Potencie of Life: Books in Society, Londres, British Library, 1993).

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La posibilidad de alcanzar dimensiones que trasciendan
la coyuntura, y que sirvan como base para estudiar la edi-
ción en distintas etapas, es un paso a considerar para propi-
ciar la construcción disciplinaria.
La historia cultural y de las prácticas de lectura se han
definido en gran medida por contraste con el enfoque más
semántico, estructuralista o discursivo, contraponiendo a
la interpretación de las obras en sí mismas una historia de
los objetos escritos y de las palabras lectoras. Esta diferencia
pone en juego el entendimiento del sentido: quienes leen,
antes que textos abstractos e ideales, utilizan productos
editoriales portadores de una determinante materialidad,
transmitiendo contenidos diversos cuyas modalidades go-
biernan la experiencia de lectura. De esta forma, las dife-
rentes prácticas de lectura se localizan en diversos círculos
o comunidades que comparten unas formas de relacionarse
con la edición (Cavallo y Chartier, 2011).
La cuestión de la materialidad se hace presente de forma
recurrente para comprender el objeto de la actividad edi-
torial, y para ello puede ubicarse en torno al concepto de
forma (Calasso, 2004): el arte de la edición residiría, pues, en
la forma dada a cada emprendimiento en particular, de acuer-
do con sus intereses y propuestas, a las obras (por medio de
sus paratextos, sus interfaces, sus redes discursivas) y a los
catálogos (por medio de sus operaciones de selección, jerar-
quización, composición, etcétera). Calasso (2004) entiende
que esta es entonces la dinámica que explica el componente
de “arte” de la edición (el otro sería el “negocio”).

Esquema 7. La forma como variable para la comprensión del arte de la edición

Edición = “negocio” + “arte” → Forma → Obras – Catálogos


↓ ↓
paratexto / selección /
interfaz jerarquización

Perspectivas sobre la edición como campo de conocimientos 55


Ahora bien, esta materialidad de la producción editorial
puesta en contexto del enfoque materialista-histórico hace
ver su rol en el desarrollo de la producción cultural como
un campo con sus propias lógicas: allí, las culturas son más
que la suma de intencionalidades y acciones individuales,
para alzarse como el resultado de acciones sociales y co-
lectivas (Altamirano y Sarlo, 1980). Este carácter social de
la edición se evidencia en sus propias herramientas, en sus
discursos, en las formas de trabajo y organización, en el
alcance de las temáticas que retoman unos y otros géne-
ros, en las convenciones que asumen, en los mecanismos
de legitimación en los que participa (premios, paratextos
de presentación, colecciones y catálogo, cánones, etcétera).
Así, la edición se observa en la historia como el momento
de mediación cultural en el que la producción libresca ad-
quiere carácter social, por medio de múltiples mecanismos
y políticas, atravesada a su vez por factores tanto técnicos
(modos de reproducción y circulación, costos) como so-
cioeconómicos (formas de consumo, relaciones laborales,
condiciones económicas).
Es posible realizar el intento de sistematizar el cruce de la
historia y la edición, esperando que el resultado sea una his-
torización de sus objetos propios: una historia de los libros,
de la edición, de la lectura, etcétera. Sin embargo, la prolife-
ración de diversos elementos dentro de cada una de estas lí-
neas muestra las dificultades de emprender una explicación
solamente histórica; más aún: intentar sistematizar estos
elementos (Valinoti, 2013) puede ser, por esto mismo, con-
traproducente, por ejemplo al disponer la superposición de
categorías. Pero si concebimos el rol social y cultural de la
edición como un factor constitutivo de las sociedades mo-
dernas, este sería el punto de partida para la mirada his-
tórica, de forma no lineal ni repetitiva sino dimensional y
problematizadora.

56 Martín Gonzalo Gómez


El campo de la historia, por la tensión instaurada entre
la historia en sí y la historicidad tal como se la comprende
o vivencia en campos o esferas socioculturales específicas,
puede llevar a perderse el intento de pensar la particula-
ridad histórica de un campo como el editorial. Una parti-
cularidad que está en su especial forma de devenir dentro
de una comunidad, en sus propios tiempos de desarrollo.
El mercado editorial y la figura del “editor” surgen en un
determinado momento dentro de una región, para luego
estar sujetos tanto a procesos de organización del espacio
profesional donde participan, como a momentos de conso-
lidación de crisis dentro de sus mercados.
Para ver todo esto se suelen articular de forma histórico-
narrativa indicadores económicos de la industria, políticas
editoriales, tendencias de lectura y procesos de la cano-
nización, entre otros factores (De Diego, 2006). Si bien
ello no constituye la mirada propia de los estudios edito-
riales, aporta la rigurosidad de la investigación aplicada
a la historización de determinados fenómenos represen-
tativos divididos por ejemplo por épocas. En este trabajo
intentaremos una mirada a contrapelo (Benjamin, 2009),
muy distinta al recorrido lineal tradicional, que permita
rastrear de forma tentativa lo propio de la edición como
fenómeno sociocultural y como disciplina, desde proble-
máticas y momentos específicos.
La perspectiva histórica, la mirada relacional y de largo
plazo permiten asimismo ir más allá de las situaciones co-
yunturales, los entusiasmos y lamentos que pueden gene-
rar las permanentes transformaciones del campo editorial
(como los de la “muerte del libro”), para comprender que
toda contemporaneidad se constituye del devenir de pro-
blemáticas y sucesos precedentes (Chartier, 2007). Con esta
impronta, podemos encarar entonces de forma consecuen-
te los cambios del presente: en la concepción de la identidad

Perspectivas sobre la edición como campo de conocimientos 57


de las obras como eje de reunión frente a la movilidad de
los discursos sociales; en el ordenamiento de lo escrito en
cuanto a la tensión de los procesos de legitimidad; en el con-
texto de comprensión lectora conformado por productos y
emprendimientos editoriales de todo tipo; en los procesos
de conservación, distribución, transmisión y acceso a las
obras de la cultura; entre otros.
Si relacionamos la producción editorial en la larga se-
rie del discurso social, a través de los géneros como in-
sumos de catálogos, bibliotecas, librerías y demás lugares
de explícita visibilidad, con los sectores sociales, grupos
lectores, instituciones, Estado o profesiones en que se uti-
lizan y practican, ya vemos lo dinámico y complejo de su
constitución. Y eso es sólo lo visible, el epifenómeno: la
edición permea todos los procesos de comunicación so-
cial y transmisión cultural. Este dinamismo y compleji-
dad es lo que nos hace requerir precisamente un planteo
especial que permita comprender este fenómeno en toda
su extensión.

Conclusión

Cómo se definan los temas editoriales en cada momen-


to y lugar es resultado de determinadas elecciones teóricas,
sociales y políticas, resultado también del hecho de cómo
se han ido definiendo cada una de estas cuestiones en rela-
ción con las necesidades y problemáticas sociales y cultura-
les (Hesse, 1998). La propuesta de concebir la realización de
la actividad editorial más allá del objeto industrial aislado
lleva a incluirla en un devenir social mediador y a la vez
productor de cultura y comunicación. Implica considerar
temáticas y problemáticas relevantes para la comunidad,
como la formación de sentido y subjetividad en diversas

58 Martín Gonzalo Gómez


esferas discursivas, las distintas experiencias de lectura, el
acceso al conocimiento, la definición y puesta en discusión
tanto intelectual como profesional.
Todas estas instancias se encuentran actualmente en re-
formulación a partir del cambio tecnológico, las mutaciones
de materiales y medios de edición, y los debates sobre cues-
tiones de acceso al conocimiento y la información. Todo
esto, que hace a la concurrencia de lo que en la mirada histó-
rica han llamado “revoluciones” (de la lectura, de los libros,
de la edición, etcétera), hoy confluye en la edición. Por eso
estamos ante un tiempo único, de transición entre una gran
época y otra, que requiere nuevos planteos paradigmáticos,
donde disciplinas como la historia y la sociología, en tanto
coordenadas situacionales, resultan fundamentales.
En este sentido, consideramos que la articulación de di-
mensiones interdisciplinarias no puede pensarse por fuera
de las coordenadas del devenir editorial. Allí es donde en-
contramos su dinamismo como sector productivo clave para
la formación y transformación de nuestras comunidades.
Asimismo, la trasformación de la obra cultural a partir
de la mediación del sentido se considera desde la forma, de
su particular existencia material. En esta línea, desde la crí-
tica literaria y discursiva se ha formulado el concepto de
enunciación editorial (Souchier, 2007) para observar los ele-
mentos que desde la edición definen la materialidad parti-
cular de un texto, esto es, sus ediciones consideradas en su
aspecto morfológico como formas expresivas específicas.
Esto no se contradice con el hecho de que hoy la tecnología
está llevando cada vez más a la reproductibilidad editorial
a operar con flujos de información que dislocan la unicidad
del objeto editorial, una ilusión que se ha erigido sobre la
mecánica de la imprenta.
Con estas problemáticas, el acontecimiento editorial
hoy se está moviendo cada vez más hacia el centro del

Perspectivas sobre la edición como campo de conocimientos 59


pensamiento cultural. Por eso, antes de adentrarnos en sus
propias definiciones (próximo capítulo), resultó necesario
conocer las coordenadas básicas del conocimiento que se
ha venido desarrollando en torno a sus ejes de acción. Con
esa base, será necesario ir más allá, articulando los aportes
de la historia y la comunicación, para comprender a la edi-
ción como uno de los sistemas que articulan los campos de
acción en la sociedad, donde cada actividad tiene su ámbito
respectivo, mediado por prácticas editoriales.

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