BELLO Las Silvas Americanas
BELLO Las Silvas Americanas
BELLO Las Silvas Americanas
Fragmentos inéditos
PRIMERA PARTE
II
Sabia Naturaleza
dio varios dones a los varios climas;
ni es uno el vegetal, que en la rudeza
de la zona glaciar, o en las opimas
márgenes crece del sagrado Betis,
el que en las cumbres de los Alpes mora,
o en el imperio líquido de Tetis.
Ni solo el vegetal, mas cuanto dora
la etérea luz, o cuanto el mar encierra,
o en sus entrañas recelosa esconde,
la común Madre, a la virtud propicia
o del aire o del agua o de la tierra
vario en sustancia y formas corresponde.
¿Ves cómo eterno cebo a la codicia
ofrece, y de su plata el orbe inunda
México? ¿Ves el hierro que al guerrero
Cantabria da, los granos de que abunda
Mauritania, y las uvas del ibero?
Mientras que su café celebra ufana
Arabia, y su canela Trapobana,
el ruso al mar el pino añejo envía
que hará la furia de los vientos vana;
Haití en sus montes la caoba cría,
y el oaqueño en su nopal la grana.
Sabia Naturaleza
hizo varios presentes a los climas;
ni es uno el vegetal que en la rudeza
de la costa glacial o en las opimas
márgenes crece del sagrado Betis,
el que las cumbres de los Alpes viste
o besa el pie de la salobre Tetis.
Ni solo el vegetal; mas cuanto existe,
cuanto esconde la mar o alumbra el día
o la gran Madre en sus entrañas cría
siente el influjo del paterno cielo,
de la tierra, o del aura natalicia.
¿Ves cuán fecundo el mexicano suelo
pábulo eterno dando a la codicia
de torrentes de plata el orbe inunda?
¿Ves cómo de granos el morisco abunda,
y en generosas uvas el ibero?
Mas el duro metal da a Marte fiero
Cimbria; la Arabia en su café se ufana,
y en su grata canela Trapobana.
La pacífica oliva de Minerva
las márgenes del Arno condecora.
¿Diré de Cuba la olorosa hierba
que cuando en humo leve se evapora
dulce cordial del alma
divierte el ocio y los cuidados calma?
¿O las fragantes lágrimas que llora
el arbusto sabeo?
¿O las piedras que compra el europeo
en los felices reinos de la Aurora?
El ruso al mar el roble añejo envía,
su vellón la vicuña da al peruano,
da al caribe el Atlántico sus perlas...
Mas ¿quién decir las obras de tu mano
quién alcanza en guarismo a comprenderlas,
Eterna Causa, inescrutable fuente
del ser y de la vida? No, no es dado
mensurar tu poder ni al abrasado
serafín que a tu solio refulgente
de escabel sirve y cubre con las alas
su faz ante la gloria de tu frente.
Tú que el gran todo cual angosta escena
de una mirada calas,
Tú que por ambos cabos la cadena
sostienes de los orbes, que las puras
ondas de los etéreos golfos hienden
o en el gran vacuo equilibradas penden,
Tú solo a numerar tus criaturas
Padre del Universo eres bastante.
El hombre cuya vida es un instante,
cuya mirada un punto circunscribe,
solamente percibe
de tus prodigios una breve parte,
y en el inmenso libro puede sólo
descifrar una línea y adorarte,
.................................
Naturaleza a los diversos climas
diversos dones concedió; ni es uno
el vegetal que en los polares yermos
sufre eternas heladas, y el que habita
en la templada zona, do a la nieve
sucede el blando aliento de Favonio,
o el que da sombra a las ardientes playas
que ven sumirse en la salobre espuma
el carro boreal. Ni el árbol solo
mas cuanto vive, y cuanto crece, y cuanto
sostiene el globo, o en sus entrañas hondas
albergan, el influjo de los cielos
de la materna tierra, y de las auras
natalicias conoce. ¿No reparas
cómo abundoso de metales ricos
pábulo eterno a la codicia ofrece
el suelo mexicano? Mas la Iberia
sus mármoles alaba; el ruso inerte
sus alerces y pinos que en las ondas
al Euro borrascoso desafían;
su hierro Cimbria; el Líbano su cedro.
Espanto de las selvas africanas
salta el rayado tigre tras la presa;
mientras que haciendo escarnio de los dardos
al rojo cazador del Orinoco
embiste el cocodrilo; al sarraceno
sirve el camello, el elefante al indio;
su vellón da al peruano la vicuña;
da al caribe el Atlántico sus perlas...
¿Pero quién de Tus obras portentosas
puede la varia innumerable suma
declarar, Causa Eterna, Eterna Fuente
del ser y de la vida? No, no es dado
calar de Tu poder el hondo abismo
ni a los puros espíritus, que sirven
de escabel a Tu trono, y con las alas
velan su faz ante el dosel de gloria
en que sublime estás; ni a los que mueven
en espacios sin límites, o sólo
limitado a Tu vista, la cadena
inmensa de los mundos. Todo canta
de Tu magnificencia los prodigios,
Tú con el orden la riqueza uniste,
con lo simple lo vario. Mas el hombre
como el insecto que en el verde cáliz
de una flor es nacido, y vive y muere,
sólo una parte mínima contempla
de maravillas tantas, y en el libro
de la Naturaleza puede sólo
descifrar una línea y adorarte.
III
IV
VI
VII
VIII
II
Hija de la memoria,
que a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría,
albergue el antro solitario hiciste
y el eco de los montes compañía:
deja ya, deja el suelo
de la soberbia Europa, que desama
tu rustiquez nativa, y tiende el vuelo
a donde el mundo de Colón te llama;
que también crece allí la verde rama
con que al ingenio y al valor coronas;
y allí también la selva, el bosque, el río
digno sujeto a tu pincel ofrecen;
y entre musgosas peñas la cascada
arcos descuelga de cristal sonoro;
y viste Abril al campo su librea;
y agita la espigada
mies el fogoso estío en días de oro,
y la noche su carro clavetea
de fúlgidos diamantes veladores;
y la aurora, ahuyentando, en presta fuga
la yerta sombra, a desvolver madruga
el gayado tapiz de los colores.
El padre de la luz en nacarado
trono sobre las ondas se levanta,
y en aprendidas notas el alado
coro con dulce pico himnos le canta.
¿Qué a ti, silvestre ninfa, con la pompa
de marmóreos alcázares reales?
Deja que rinda en ellos
la turba cortesana,
el torpe incienso de servil lisonja;
que no tal te vio a ti tu edad más bella,
cuando en la infancia de la gente humana,
maestra de los pueblos y los reyes,
dictaste al mundo las primeras leyes.
Deja, que es tiempo ya, deja a la lucha
de la ambición las depravadas cortes,
do de tiranos execrable liga
jurado ha el yugo en que los pueblos gimen
hacer eterno, y que la mente esclava
mire otra vez lobreguecer en torno
la antigua noche de barbarie y crimen;
do ante el poder se arrastra
la santa religión envilecida;
donde la libertad vano delirio
la servidumbre fe, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida.
De la encina que abrigó a Permeso
bajo el follaje espeso
y cede hoy a los años carcomida,
descuelga la sagrada lira de oro,
con que los atractivos inocentes,
la virginal belleza
de la Naturaleza.
a los hombres cantaste embelesados;
y sobre el ancho Atlántico batiendo
las refulgentes alas, a otros prados
a otros bosques alegres,
a otro mundo, a otras gentes te encaminas,
do viste inculta el primeral ropaje
y aun no bien de los hombres reconoce
la tierra vasallaje;
y la riqueza de los climas todos,
desde la yerma antártica marina
hasta la helada Osa,
en su seno feraz cría y esmera
América, del Sol joven esposa,
del antiguo Oceano hija postrera.
III
IV
TERCERA PARTE
FIN