Doctrinas Cristianas

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Doctrinas cristianas

Las disputas cristológicas son una serie de


polémicas sobre la naturaleza de Jesús/Cristo mantenidas en el seno
de la iglesia cristiana durante los primeros siglos de esta religión.

En el año 325, en el Concilio de Nicea, y de la mano del emperador


Constantino I, así como en el Primer Concilio de Constantinopla, en
381, se estableció la doctrina oficial de la Iglesia Católica, que
abarcaba todo el territorio del Imperio Romano (desde España hasta
Siria). Esta estableció que Cristo era eterno, una encarnación divina
consustancial con Dios Padre, una sola persona pero con dos
naturalezas —completamente divina y completamente humana— y
propósitos (ver más abajo). A partir de ese momento, y hasta el siglo
VII, sucesivos concilios condenaron doctrinas que diferían de la del
Credo niceno en materias de ontología crística.

Trinitarismo
El Credo de Atanasio reclama que el trinitarismo es la posición
doctrinal de la Iglesia Católica Romana, aunque después de la
reforma protestante, la gran mayoría de los grupos protestantes
adoptaron la misma posición católica. Cree que hay un Dios, que
existe como una pluralidad de tres personas divinas y distintas, que
comparten los mismos atributos y la misma naturaleza divina. En el
trinitarismo, Jesucristo es considerado como la segunda persona de la
Santísima Trinidad

Unitarismo
El Unitarismo cree que sólo hay un Dios que es indivisible, pero
niega la deidad de Jesucristo. En el unitarismo Jesús es considerado
como un semidiós, o simplemente como una criatura. Dentro de los
principales grupos unitarios encontramos el monarquianismo
dinámico o adopcionismo, apolinarismo, arrianismo, marcionismo,
monofisismo, monotelismo, nestorianismo, origenismo, priscilianismo,
socinianismo y Patripasianismo.

El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas desarrolladas por


Arrio, sacerdote de Alejandría, probablemente de origen libio, quien
consideraba que Jesús de Nazaret no era Dios o parte de Dios, sino
una criatura. Una vez que la Iglesia hubo aceptado como dogma la
proposición opuesta, el arrianismo fue condenado como una herejía.
El término, más allá de designar las doctrinas de Arrio, se utiliza para
denominar aquellas doctrinas que expresen negación de la
esencialidad crística (como Cristo) de Jesús, reducido a la condición
de profeta extraordinario.

El monofisismo o eutiquianismo: Afirma que en Cristo existe una


sola naturaleza: la divina. Actualmente la Iglesia Copta de Egipto y
las Ortodoxas de Siria (jacobitas), Armenia y Eritrea son monofisitas.

El monotelismo: Creado en el siglo VII, fue refutado en el tercer


concilio de Constantinopla (680-1). Afirmaba que en Cristo existían
dos naturalezas (como en el catolicismo), pero sólo la voluntad divina
(para la oficialidad había dos, de lo contrario Jesús no hubiera sufrido
tanto en la cruz como humano).

PRINCIPALES GRUPOS ACTUALES

Principales Grupos Trinitarios

La Iglesia Católica Romana, La Iglesia Ortodoxa Griega que se separó


de la Iglesia Católica Romana en el año 1054 d.C. en el conocido
Cisma de Oriente, y la mayoría de grupos protestantes surgidos de la
reforma, tales como la Iglesia Luterana, La Iglesia Anglicana, La
Iglesia Presbiteriana, La Iglesia Bautista, la Iglesia Congregacional, y
los pentecostales trinitarios entre los que se destaca Las Asambleas
de Dios.

Principales Grupos Unitarios

Actualmente son numerosos los grupos que sostienen la creencia


arriana (o unitaria) y hay muchas divisiones internas en sus
afirmaciones, pero coinciden en negar que Jesús es Dios. Dentro de
los grupos más importantes se encuentran los llamados Testigos de
Jehová (para los cuales Jesús es el Arcángel Miguel), los
Cristadelfianos (para los cuales Jesús es un hombre divino pero
inferior a Dios), la Asociación Unitaria Universal, la Iglesia de la
Ciencia Cristiana, algunos de los llamados grupos Judíos Mesiánicos.
PRIMER CONCILIO DE NICEA (historia y
conclusión)
El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea
(actualmente Iznik), ciudad de Asia Menor en Turquia y fue
convocado por el Emperador Constantino I el Grande, por consejo del
obispo San Osio de Córdoba.

El objetivo de Constantino era mantener unido el Imperio romano, en


grave riesgo de división, unificando a las diversas facciones cristianas
que en ese momento se enfrentaban por distintas creencias sobre la
naturaleza de Cristo. Existían tres corrientes cristológicas del
cristianismo en siglo IV, que básicamente disentían en la relación y
naturaleza del Hijo respecto al Padre. La primera era el arrianismo,
comandado por el presbítero Arrio de Alejandría y Eusebio de
Nicomedia, quien sostenía que el Hijo, que se había encarnado en
Jesús de Nazaret, era el primogénito de Dios y que por lo tanto tenía
un origen temporal, la primera de las criaturas creadas, y por ello no
era coeterno con su Padre. La segunda corriente y opuesta a la
anterior, sostenía que el Hijo de Dios era ontológicamente igual al
Padre, ambos el mismo Dios, pues Padre e Hijo tenían la misma
substancia (ομοουσιος). El obispo Alejandro de Alejandría y su
diácono Atanasio defendían esta postura. Posteriormente se
desarrolló una tercera posición, intermedia entre las dos anteriores,
cuyos seguidores son generalmente conocidos como semiarrianos.
Eusebio de Cesarea fue uno de sus principales representantes. Los
semiarrianos afirmaban que el Hijo no tenía un inicio temporal, pero
debía considerarse al Padre como precediéndolo en existencia. Los
semiarrianos afirmaban que el Hijo era de una substancia similar
(ομοιουσιος) pero no igual a la del Padre. Tras la victoria del bando
que defendía la consustancialidad, Arrio fue considerado hereje, por
negarse a aceptar la declaración final del Concilio, y excomulgado
junto a otros dos obispos.

Asistieron al Concilio más de trescientos obispos presididos por Osio


de Córdoba en nombre del Emperador, y el Papa envió dos sacerdotes
romanos: Víctor y Vicentius para que le representase. Casi todos los
padres conciliares condenaron la doctrina de Arrio, que afirmaba que
el Hijo era una creación de Dios. Sin embargo, los semiarrianos, que
eran la gran mayoría en el Concilio, se opusieron a la palabra
ομοουσιος (consustancial), propuesta por Atanasio, debido a que ésta
sugería que el Padre y el Hijo eran lo mismo. El Emperador
Constantino, aunque no entendía los detalles de las discusiones de
teología griega, notó que el grupo de Atanasio no cedería, y sería
complicado mantener el orden del Imperio. Por esta razón, y
aconsejado por Osio, decidió en favor de Atanasio, proclamando que
Jesús era consustancial con el Padre (ομοουσιον τω πατρι). Con esta
fórmula como base, se compuso el Credo Niceno en el que se resumía
la doctrina cristiana, particularmente en lo que se refiere al Logos.
Este símbolo o credo se propuso inmediatamente en la asamblea. Su
frase fundamental era: engendrado, no hecho, consustancial con el
Padre.

El emperador Constantino declaró que aquellos que no aceptasen este


símbolo serían desterrados. Arrio y Eusebio de Nicomedia no firmaron
el credo y por lo tanto fueron condenados al exilio y la quema de
todos sus libros. Sin embargo, Constantino fue finalmente bautizado
por Eusebio de Nicomedia, que seguía siendo el ordinario y al que se
le habían mantenido sus dignidades eclesiásticas. Posteriormente se
levantó la condena civil a la doctrina arriana y Arrio fue perdonado,
aunque murió repentinamente en circunstancias extrañas cuando iba
a ser investido de nuevo con sus privilegios eclesiásticos.

Una de las decisiones del primer Concilio de Nicea que tendría más
consecuencias prácticas fue la determinación de las normas para el
cálculo de la fecha de la Pascua. El seguimiento de dichas normas
acabó dando lugar a la reforma gregoriana del calendario en 1582,
por el tema de rechazar la teoría de Arrio se trato también el tema de
la Filiación Divina de Jesucristo y se acepto la Doctrina de Atanasio
por la que la Trinidad y la naturaleza de Jesus, se estableció en un
lenguaje comprensible y didáctico.

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