Integrador de Trabajo Social Iii - 2022
Integrador de Trabajo Social Iii - 2022
Integrador de Trabajo Social Iii - 2022
EJE TEMÁTICO 1
GUERRA – ELEMENTOS PARA LA COMPRENSIÓN DEL TRABAJO
SOCIAL
INTRODUCCIÓN
Nuestra profesión, a lo largo de su trayectoria, se ha caracterizado por no enfrentar
algunas problemáticas, lo cual a mi entender, ha producido, reproducido y
alimentado algunas insuficiencias de naturaleza ideo-teóricas, políticas y
práctico-operativas, dentro de las cuales quiero destacar la ausencia de debates y
polémicas sobre las diferencias ylas divergencias existentes al interior de la
profesión, como sí la misma no fuese constituida por un mosaico de visiones de
hombre, mundo y sociedad, de proyectos políticos, de programáticas de
intervención, de racionalidad, de concepciones sobre la naturaleza y el significado
del Trabajo Social.
Considero que, en ambos casos, los trabajadores sociales se inclinan sobre seudo-
problemáticas o en las palabras de Iamamoto “falsos dilemas”, los cuales por
contraponerse a la realidad también suscitan interpretaciones, conclusiones,
pedidos, orientaciones práctico materiales incorrectas. A los efectos del análisis
que ahora nos proponemos, importa destacar la repetición acrítica de frases
hechas, modismos, palabras de orden, tales como “en la práctica la teoría es otra”
y el pedido (a mi entender improcedente) que los trabajadores sociales hacen por
modelos de intervención, por pautas de instrumentos técnicos-operativos: “el
fetiche de los instrumentos y técnicas o la deificación de las metodologías de
acción”, ambos sustentados por la creencia en soluciones inmediatistas, en
explicaciones padronizadas, simplificadas y simplificadoras de la realidad social,
las cuales por suprimir las mediaciones, impiden que se reflexione críticamente
sobre la instancia de pasaje entre las teorías macro sociales y la intervención
profesional del trabajador social y sobre el horizonte en el cual los medios y las
condiciones para el alcance de las finalidades profesionales son escogidas, o mejor
dicho, sobre La Instrumentalidad del Trabajo Social.
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Se busca contribuir al esclarecimiento y encaminamiento de una solución de estas
cuestionesen el ámbito del Trabajo Social teniendo en cuenta que ambas
problemáticas, - las relativas a la relación teoría/práctica y las concernientes a los
pedidos por la creación de nuevos instrumentos y técnicas de intervención y por la
recreación de los tradicionales-, ha sido recurrente entre los trabajadores sociales
(aunque no únicamente).
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objeto, se aparta mucho de aquella que toma el método como el conjunto de
procedimientos y/o reglas de conocimiento, o todavía, como medio de aplicación
de este conocimiento.En lo que se refiere a las formas de considerar la teoría y las
prácticas vigentes en el interior del Trabajo Social, sumariamente, podemos
considerar que hay tres tendencias que acompañan la trayectoria de la profesión,
las cuales se vienen manifestando de manera híbrida:
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En el primer caso, el reconocimiento de las posibilidades de las teorías se da,
apenas, en el nivel del discurso profesional, puesto que el proceso mismo de
construcción teórica la niega.
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¿Por qué no hay un pasaje directo de la teoría a la práctica? La problematización de
esta cuestión requiere una remisión a la premisa (en la cual nos apoyamos) de que
las teorías sociales son reflexiones sistemáticas que tienden a elaborar una
explicación macroscópica sobre la sociedad y, en este sentido, hay diferentes
teorías y diferentes métodos que se aproximan más o menos a la realidad social. La
realidad social, a su vez, presenta múltiples y complejas determinaciones que ni
siempre se explicitan de forma concreta, lo cual limita las posibilidades de la razón
de comprenderla en su totalidad .Esto explica el desfasaje que se explicita en la
relación teoría/práctica.
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para los cuales no hay distinción entre naturaleza y sociedad. Es por eso que, a mi
entender, las teorías que se basan en modelos, y hasta se jactan de ello, no dan
cuenta de explicar el movimiento, las transformaciones, las alteraciones sociales,
o mejor dicho, la realidad, y ni siquiera pueden ser pensadas como paradigmas
sino como tipologías, en el sentido más vulgar del término.
Por otro lado, siendo el Trabajo Social un trabajo, una rama de especialización de la
división social y técnica del trabajo, una profesión de carácter eminentemente
operativo, el Trabajo Social no tiene teoría propia. Se basa en concepciones
extraídas de las ciencias sociales o de la tradición marxista[1] y en un conjunto de
procedimientos técnico-instrumentales, muchas veces recreados por los
profesionales para responder a su funcionalidad.
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EL FETICHE DE LOS INSTRUMENTOS Y TÉCNICAS O LA DEIFICACIÓN DE LAS
METODOLOGÍAS DE ACCIÓN
El análisis de estas problemáticas nos demuestra que hay de parte de los
trabajadores sociales algunas exigencias para la creación de “nuevos”
instrumentos de acción profesional, como de “recreación” de los tradicionalmente
utilizados en la. Intervención profesional. Esta exigencia se ha manifestado tanto
en los eventos representativos de la categoría como en el interior de la academia,
con base en estas preocupaciones hay, a partir de mediados de la década de 80, un
retorno de las discusiones acerca del instrumental técnico-operativo. Aunque
expresada, muchas veces de manera fluida y apartada de los sesgos metodologistas
que atraviesan a la profesión, la solicitud por instrumentos y técnicas continúa
persistiendo en el medio profesional. No se trata de reeditar nuevas fórmulas para
la atención individual, grupal o comunitaria; tampoco de reforzar el equívoco de
que hay instrumentos diferentes para cada uno de los “procesos” tradicionales del
Trabajo Social substituidos, en este momento, por las denominaciones de
funcionalismo, fenomenología y materialismo histórico. Se trata, y esto
seconstituye en uno de los resultados del esfuerzo realizado por profesionales
apuntando a la madurez teórica de la profesión, de atribuir una nueva calidad a la
intervención; de recuperar el crédito históricamente depositado en la profesión -
tanto por los usuarios de sus servicioscuanto por el segmento de clase que lo
contrata-, de reconocer la naturaleza de las demandas, los modos de vida de los
usuarios, sus estrategias de sobrevivencia, en fin, de tener una competencia técnica
e intelectual y mantener el compromiso político con la clase trabajadora.
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exigencia por el desempeño de funciones que se apartan mucho de lo que el
trabajador social, o cualquier otro profesional, se propone realizar; bajos salarios;
alto nivel de burocratización de las organizaciones; fluidez y discontinuidad de la
política económica; y todavía, que el tratamiento atribuido a la cuestión social a
través de las políticas sociales estatales y privadas es fragmentado, casuístico,
paliativo. De este modo, las condiciones objetivas colocadas a la intervención
profesional no dependen apenas de la postura teleológica individual de sus agentes
y de sus instrumentos de intervención. En este ámbito, la necesidad de reconocer
las estrategias y tácticas políticas de acción, secundariza la preocupación con el
instrumental técnico[1].
Con estas observaciones no pretendemos postergar o apartar, una vez más, las
discusiones acerca del instrumental técnico, ni siquiera negar la importancia de la
discusión y la intención de dar respuestas a estas cuestiones para la profesión. Lo
que se pretende demostrar es que gran parte de los problemas apuntados por los
profesionales como provocados por la ausencia de sistematización del
instrumental técnico, no se localiza en él.
Esto porque hay algo que precede la discusión de instrumentos y técnicas para la
acción profesional, que a mi entender se refiere a la Instrumentalidad del Trabajo
Social, o mejor dicho, a la dimensión que el componente instrumental ocupa en la
constitución de la profesión. Más allá de las definiciones operacionales (qué hacer,
cómo hacer), necesitamos comprender “para qué” (para qué, dónde y cuándo
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hacer) y analizar cuáles son las consecuencias que a nivel de lo “mediato” nuestras
acciones producen.
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En esta línea de reflexión, consideramos que la ubicación socio-institucional de los
trabajadores sociales como prestadores de servicios, ejecutores de actividades
finalísticas, al descaracterizar la profesión como un trabajo y expulsarla de la
intermediación directa de la relación capital-trabajo, oscurece la naturaleza
política de la profesión y limita su intervención a acciones instrumentales,
incidiendo sobre las representaciones que los profesionales tienen de sus acciones
y de la profesión.
A medida que los profesionales se deparan con situaciones inmediatas acaban por
reducir sus acciones a la manipulación de variables del contexto empírico en el cual
actúan, porque la expectativa de las organizaciones (públicas y privadas) en torno
de la acción del trabajador social se localiza en la recuperación del índice de
normalidad necesario al (re)establecimiento del “orden social”. En el nivel de la
empírica la acción del profesional no ultrapasa la realidad inmediata de las cosas,
la singularidad de los fenómenos. Al dar respuestas del tipo “si, ...entonces”, el
trabajador social acciona a un determinado nivel de la razón o una racionalidad
determinada que captura apenas la forma de aparecer de los hechos y los
fenómenos, pero no alcanza sus propiedades constitutivas, tampoco su naturaleza
contradictoria y las posibilidades de revertir que ellas poseen. Esta racionalidad
permite que los trabajadores sociales fijen los hechos en padrones y
procedimientos predeterminados, cristalizados, pero impide que avancen más allá
de ellos. La racionalidad formal abstracta, porque vacía los hechos de sus
contenidos concretos y los separa de las relaciones que los engendran, tampoco
permite que se perciba la conexión, la articulación, la vinculación entre las
instancias socio-económicas, políticas, ideoculturales, etc.
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- El Trabajo Social posee modos particulares de plasmar sus racionalidades, lo
que conforma un modo de operar, lo cual no se realiza sin instrumentos
técnicos, políticos y teóricos, tampoco sin una dirección finalística y
presupuestos ético políticos, que incorporan el proyecto profesional.
- No obstante las solicitudes profesionales por “nuevos” instrumentos
operativos, lo que se percibe es la necesidad de una racionalidad, en cuanto
expresión y fundamento de las teorías y prácticas, capaz de iluminar las
finalidades a partir de las cuales el aparato técnico-instrumental es
movilizado.
- Sólo puede haber dicotomía entre teoría y práctica en el Trabajo Social
mientras los profesionales utilicen como referencial de análisis de la
realidad las teorías paradigmáticas (formalizadoras de la realidad).
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avance de la profesión en sus diversas dimensiones: ética, técnico-política,
intelectual y formativa.
Esta “otra” racionalidad a la cual nos referimos debe ser guiada por una ontología
que, insólita al universo del pensamiento burgués y al mundo de la superficialidad,
tiende a rescatar aquello que en la realidad es indisoluble: la relación
teoría/práctica, ya que es la realidad misma la que se constituye en la
fundamentación del pensamiento y de la acción de los hombres en la sociedad
contemporánea.
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los medios de reproducción. En el año 2001 nuestro país vive una de las peores
crisis de su historia, que se traduce en las instituciones estatales asistenciales en
un aumento de la demanda de vastos sectores de la clase trabajadora y, al mismo
tiempo, en un auge de la conflictividad de clase con el consecuente crecimiento de
las organizaciones de los trabajadores, en particular de los trabajadores
desocupados.
Para dar cuenta de las particularidades de los escenarios de intervención, se suele
apelar con frecuencia a poner en relación la dinámica macrosocial con los
acontecimientos que se producen en el espacio “micro” de intervención. Este modo
de analizar nuestra práctica parece oponer como esferas diferenciadas los dos
niveles. El contexto macro social, parecería influir de manera “exterior” a lo que
sucede en nuestra dinámica cotidiana de trabajo. Preferimos entonces acercarnos a
ese cotidiano estableciendo una unidad entre la estructura social, sus
manifestaciones coyunturales y la configuración particular que asume la
cotidianeidad recreando y transformando con prácticas concretas esa
estructura social.
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asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de
los trabajadores entre sí. El progreso de la industria, sustituye el aislamiento de los
obreros, resultante de la competencia, por su asociación que es la que porta esa
potencia transformadora.
Esta asociación de los trabajadores no se da espontáneamente, sino más bien todo
lo contrario. En nuestros días, muchos son los esfuerzos para mantener esa fuerza
social fragmentada. El componente de control social de las políticas sociales se
dirige en ese sentido. Estas, en su gran mayoría, se organizan en base a una fuerte
individualización y responsabilizando, explícita o implícitamente, a los sujetos de
la situación en la que se encuentran. En la apariencia los sujetos se ven aislados
unos de otros, cada uno enfrentando, por sus propios medios, su situación de
vulnerabilidad. Es necesaria una mirada hacia el movimiento de la sociedad en su
conjunto (dimensión de totalidad) para poder reconocer la dimensión colectiva del
problema, pensarlo como social.
Para el trabajo social, este nivel estructural de las relaciones sociales, nos obliga a
reconocer que nuestra intervención está ligada a la necesidad del Estado de
incorporar parte de las reivindicaciones que plantea la demanda colectiva de los
trabajadores a través de sus organizaciones sociales y políticas; fragmentando la
cuestión social en múltiples áreas de intervención. En este sentido, las políticas
sociales expresan el carácter contradictorio de las luchas sociales pero acaban por
reproducir el perfil de la desigualdad social de nuestra sociedad.
En nuestra intervención esto se presenta como un sentimiento de permanente
frustración por estar llamados a resolver aspectos derivados de esa desigualdad
pero, al mismo tiempo, estar insertos en dispositivos que la reponen
permanentemente. Llamados a superar las situaciones de carencia, pobreza y
padecimiento subjetivo parecemos quedar entrampados en su reproducción.
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reproducción de las familias a través del salario y del trabajo con seguridad social,
se convalidan las ventajas que brinda para la acumulación de capital la sobre
explotación de la fuerza de trabajo, basada principalmente en el pago de la fuerza
de trabajo por debajo de su valor.
Qué hacer desde el trabajo social ante la política social, que por acción y por
omisión, es un instrumento al servicio de la reproducción de las relaciones sociales
dominantes y, en lo que respecta al área específica de nuestra experiencia,cuando
tan claramente está al servicio de intereses ajenos al derecho a la vivienda de la
clase trabajadora. O dicho de otro modo cuando como trabajadores sociales nos
enfrentamos a una situación en la que de un lado, del lado de las políticas sociales,
se nos pide que seamos agentes de un mecanismo de control social y del otro, del
lado de la población, se nos coloca en un lugar de “salvadores”, único o último
recurso para enfrentar situaciones extremas a través de la provisión de recursos
críticos cuyo acceso en el esquema instituido depende de nuestra intervención.
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★ Los sujetos que demandan asistencia lo hacen como “pidiendo un favor”, y
no reclamando un derecho. Quienes lo hacen muchas veces son
“sancionados” por su actitud “beligerante”.
★ Hay un sometimiento más o menos consciente del sujeto a las prácticas
burocráticas institucionales exigidas para acceder a los recursos.
★ El trabajador social puede fácilmente caer en una práctica burocrática,
limitándose a realizar informes, gestionar el recurso correspondiente,
sabiendo que en la mayoría de los casos este no resuelve de manera
estructural el problema que la persona trae.
★ En algunos casos se ejerce un control en torno a lo que la persona dice, se
“sospecha” de la veracidad de sus dichos. La institución pretende que el
trabajador social constate la realidad que relata el sujeto, que reconozca si la
persona realmente necesita lo que solicita.
★ Desde la institución hay una exigencia implícita al trabajador social en torno
a administrar el recurso escaso. No se realiza una estimación de cuantos
sujetos podrían llegar a demandar un recurso (algo posible de acuerdo con
los avances en la producción de datos estadísticos) sino por el contrario se
destina una cantidad de recursos económicos a un programa y eso tiene que
alcanzar. Esto hace que aparezca el recurso como “propiedad” del trabajador
social y este último opere, en algunos casos, como si así lo fuera.
Esta expectativa respecto del trabajador social y de la relación que debe establecer
con los sujetos con los que trabaja, consideramos que es parte de la identidad
atribuida.
Las prácticas corren el riesgo de volverse burocráticas, deshumanizadas y sin
potencialidad política transformadora (o mejor dicho con una utilidad política que
va en detrimento de los intereses de los sujetos que demandan asistencia). La
pregunta es, entonces, cómo puede el trabajador social desde otro tipo de
estrategia, desde otra identidad profesional, reconociendo los límites del
dispositivo construir una práctica que salga del círculo de la alienación.
Consideramos que la atención de la “demanda espontánea” en la medida en que
se centra en el apoyo a la gestión del adquiere un sesgo totalmente funcional a la
política gubernamental.
Por una parte, individualiza el problema al no trascender el abordaje del caso más
allá de su dimensión individual-familiar. Aunque el trabajador social pudiera
incorporar en el diálogo una referencia a la dimensión social del problema, su
aporte más concreto, materializado en el informe social y la posterior gestión
remiten al caso particular.
Por otra parte, implica un abordaje de los efectos visibles del problema a través de
una intervención paliativa ante la emergencia y sobre un supuesto de
transitoriedad del problema que encubre sus causas estructurales. En definitiva,
abordando lo visible, invisibiliza los procesos que lo determinan.
Por último, en la medida en que el problema se individualiza en su concepción y
en la estrategia de abordaje, los sujetos individuales de la demanda se constituyen
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en competidores por un recurso escaso. De este modo se propicia el surgimiento de
conductas de control entre pares (denuncias cruzadas de acceso indebido al
recurso), exigencia de mayor control institucional hacia los otros y actitudes
discriminatorias hacia los extranjeros a los que se atribuye la insuficiencia de los
recursos. En otras palabras se instituye un mecanismo que enfrenta a pobres contra
pobres.
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El trabajo precario, la inestabilidad, obligan a mayor dependencia del aparato
asistencial, a un mayor recorrido por instituciones en demanda de recursos y/o
servicios que permitan a la familia reproducir su vida. Este recorrido y esta
demanda se traducen, en ocasiones, en demanda colectiva ante la inestabilidad e
imposibilidad de reproducir la vida, obliga a la pelea por recursos y a garantizar
estabilidad en el acceso a los mismos. Esto ha configurado la organización de
diferentes espacios de lucha político reivindicativa a través de movimientos
sociales movimientos sociales y trabajo social. Disputa por la acumulación de poder
popular.
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particularización e individualización en las intervenciones. Así, se puede dar cuenta
de la existencia de una primera tensión en el ejercicio profesional de los/as
Trabajadores/as Sociales: entre fragmentación y totalidad.
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colectivo profesional se divide según su espacios socio-laboral; y por otro, que el
conocimiento debe ser sistematizado, práctico y utilitario, dejando de lado los
aportes de la teoría social.
No es casual que la posición hegemónica dentro del colectivo
profesional,entienda a los procesos de intervención como la mera tecnificación del
ejercicio profesional. Esta afirmación, encuentra su fundamento en la pretensión,
casi siempre lograda, de romper la relación
teoría-práctica/conocimiento-acción/saber-hacer y la consecuente presentación
de estas categorías de manera enfrentadas y hasta antagónicas.
La escisión entre teoría y práctica opera de manera orgánica a la partición de la
realidad. Si consideramos que la realidad puede ser fragmentada y abordada desde
allí, lo que se necesitaría no es un profesional que pueda reconstruir la situación de
intervención en clave de totalidad, sino un profesional que, mediante la
consecución de acciones especializadas a tal fin, pueda resolver ESA situación y no
el conjunto de situaciones que evidencian las contradicciones de la sociedad
capitalista. Un profesional especializado, con un conocimiento técnico-
instrumental.
De esta manera, no haría falta conocer demasiado, solo con “saber hacer”
determinadas cuestiones alcanza, lo que en nuestra profesión ha sido
históricamente denominado el manejo de la “caja de herramientas”, ponderando y
reforzando un perfil profesional centrado en el formalismo. Esta postura
manifiesta la pretensión de modelizar y estandarizar la intervención, interviniendo
por analogía, ya que todas las situaciones son similares. Aún peor, se
individualiza/particulariza la intervención, pretendiendo anteponer los medios a
los fines, sin la definición de estrategias que, a partir del análisis del escenario, de
las relaciones de fuerza, de la viabilidad construida, de los recursos asequibles,
de las posiciones, etc., permitan la articulación de tácticas que nos permiten
acercarnos al fin puesto, definido éste a partir de hacer inteligibles las coordenadas
que se articulan en la traída estructura – coyuntura- cotidiano, entendiendo que
no hay singularidad por fuera de la estructura ni estructura que no se concretice en
el cotidiano.
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La perspectiva histórico-crítica marxista ha posibilitado problematizar las
particularidades y el significado social de la profesión, en el marco del sistema
capitalista en el cual se inserta.
La perspectiva epistemológica: se caracteriza por un apriorismo Metodológico, en
tanto la determinación del método se realiza con independencia del objeto real; en
la perspectiva ontológica, recuperando la propuesta marxista, las preocupaciones
metodológicas son determinadas en relación con el objeto concreto (Montaño,
2000).
La posibilidad concreta de utilizar una perspectiva teórico metodológica en el
ejercicio profesional del Trabajo Social permite el desarrollo de una práctica que
posibilita fundamentar, tanto las estrategias adoptadas como la producción de
conocimiento que aporte en la explicación de los procesos sociales que adquieren
particularidad en una situación concreta y con el fin de retomar los procesos de
reconstrucción analítica de la realidad y avanzar críticamente en la aprehensión de
los procesos sociales.
Recuperando la postura ontológica, las posibilidades de profundizar el debate en
torno a la práctica profesional debe partir de considerar a los procesos sociales
desde dos miradas complementarias: por un lado, como totalidad compleja, pues
esta es una característica intrínseca del objeto y, por lo tanto, el proceso de
conocimiento debe incorporar a la totalidad como una de sus categorías decisivas;
mientras que, por el otro, recuperando la historicidad del objeto se trata de la
necesidad de captar la procesualidad histórica que permita explicar el presente y
diferenciar los aspectos esenciales de los fenoménicos, los cuales, dialécticamente
unidos y de igual importancia, constituyen lo particular de cada objeto.
Principales líneas argumentativas desarrolladas por Matus. Considera que la
planificación situacional es el cálculo que precede y preside la acción. Consiste en
considerar al plan como el producto momentáneo del proceso por el cual un actor
selecciona una cadena de acciones para alcanzar sus objetivos y el mismo se
cumple. Esa postura nos permite apreciar una visión dinámica e histórica de los
procesos de planificación.
Sobre esta base, reflexionar en torno a la categoría situación, permite una
aproximación a la realidad considerando los elementos objetivos y subjetivos que la
componen, como así también las distintas fuerzas sociales coexistentes. En
palabras del autor, se define a la situación a partir de la identificación de un actor y
su acción, donde ...acción y situación conforman un sistema complejo con el actor.
La realidad adquiere el carácter de situación en relación al actor y a la acción de
éste. Por eso, una misma realidad es al mismo tiempo muchas situaciones,
dependiendo ello de cómo está situado el actor y cuál es su acción (Matus, 1980: 55)
La relación de cada actor frente a una realidad determinada es lo que determina la
situación, por lo tanto las particularidades de cada situación estarán definidas por
los intereses, las visiones y las acciones que cada uno de los actores realicen. Ahora
bien, esta postura no debe llevar a pensar que existe una escisión entre los procesos
sociales generales y las prácticas que los actores sociales realizan en la realidad,
pues según la propuesta de Matus en cada realidad hecha situación es posible
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identificar la coexistencia de aspectos estructurales y coyunturales. Elementos
estructurales que se expresan en la coyuntura y que son modificados, dentro de
posibilidades históricas concretas, por ella.
En toda situación el autor identifica un componente estructural, estructura o
sistema de estructuras al que denomina genosituación (clases sociales,
contradiccion, y, en relación dialéctica, la fenosituación (grupos sociales,
conflictos), pensada como el contorno fenoménico específico que cubre o envuelve
a la estructura. Esta última contiene lo diverso, lo específico, lo particular,
tratándose de la apariencia, la realidad visible, inestructurada, inentendible, sino
en relación directa con la genosituación y las leyes que la caracterizan. Otra
característica atribuida por el autor a la fenosituación es que la misma presenta
creatividad propia, heterogeneidad y existencia veloz.
Es en la genosituación donde se encuentra la posibilidad de la transformación a
través de las contradicciones en el interior y entre las estructuras que la componen.
De este modo encontramos en la genosituación la posibilidad de que se desarrollen
contradicciones, mientras que en la fenosituación, con la presencia de los distintos
grupos sociales es posible que se gesten y se desarrollen conflictos.
Esquemáticamente, podemos presentar los elementos anteriores de la siguiente
manera: en el proceso de planificación se presentan cuatro momentos. Se piensa
en momentos y no en etapas rígidas, ya que permite asumir el proceso como un
continuo caracterizado por un permanente aprendizaje, un permanente cálculo,
una permanente explicación, un permanente diseño y una acción persistente en el
día a día. La planificación situacional reconoce que los procesos sociales son
dinámicos, conflictivos, en donde cada momento debe ser actualizado de manera
constante, y la racionalidad de cada uno está dada por la lógica del mismo proceso.
Así el cálculo que precede y preside la acción es un proceso continuo que no cesa
nunca, acompañando la realidad cambiante.
1. Momento explicativo: Es el equivalente al diagnóstico en la planificación
normativa, aunque superando el mero listado descriptivo de aquello que
consideramos problemas. Implica seleccionar que problemas se trabajarán,
explicar las causas de cada uno y del conjunto de los mismos que
caracterizan la situación inicial;
2. Momento Normativo: Este momento apunta para lo más trascendental de la
planificación, el diseño del deber ser;
3. Momento estratégico: Implica producir un proceso interactivo entre la
búsqueda positiva por construir viabilidad política, económica y
organizacional al diseño normativo y la necesidad de ajustar o restringir
dicho diseño a lo que resulta viable;
4. Momento Táctico-operacional: Finalmente, a partir de haber razonado,
pensado y reflexionado sobre la realidad y las estrategias adecuadas para
garantizar la viabilidad, surge la necesidad de tomar decisiones, ejecutar y
evaluar la continuidad del plan.
Segunda parte
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Los momentos de la planificación situacional
Los principales puntos de ruptura de la propuesta situacional para con la
planificación considerada tradicional o normativa: reduce el proceso de
planificación a un proceso formal, lineal y secuencial constituido por distintas
etapas, generalmente desvinculadas una de otras y hasta con referentes o actores
sociales distintos. Frente a la idea de etapa de la planificación tradicional que
supone un proceso lineal y secuencial, la propuesta situacional plantea la
coexistencia de distintos momentos en el proceso planificador: momento
explicativo, normativo, estratégico y táctico-operacional.
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en la identificación de las relaciones entre la feno y la genosituación. Superando la
descripción superficial e inmediata de los problemas sociales, la explicación
situacional implica además aceptar que nuestra explicación no es necesariamente
compartida por los otros sujetos que también existen en la realidad, siendo
necesario precisar, definir cual es la explicación de “los otros”, en tanto la misma
es parte de la realidad. Resulta imprescindible reconocer que el concepto de
situación hace explícito al interlocutor o a los interlocutores, por lo que explicar la
realidad lleva a considerar el papel de los mismos y penetrar en sus explicaciones.
De este modo, la diferencia sustancial entre el diagnóstico tradicional, que es
pensado como un monólogo de alguien que lo escribe en su propia visión, la
explicación situacional es un diálogo, entre el actor y los actores, cuyo relato es
recuperado por uno de los actores, en tanto sujeto cohabitante de una realidad
conflictiva que admite otros relatos.
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contradictoria. Sea que la situación problemática remita a tipos de injusticias
económicas o culturales, o un entrecruzamiento entre ambas, siempre es posible
identificar en cada una la coexistencia de aspectos objetivos y subjetivos. Con
aspectos objetivos hacemos referencia tanto a las condiciones físicas y materiales
como a distintas prácticas sociales, es decir, acciones que desarrollan las personas
involucradas en la situación problemática considerada. De esta manera, por
ejemplo, dentro de los aspectos objetivos de una situación problemática, podemos
ubicar cuestiones como el hacinamiento, la precariedad habitacional, la violencia,
en sus distintas expresiones, la discriminación, la desnutrición infantil, entre
otros. Por su parte, en el conjunto de aspectos subjetivos incluimos a aquellas
valoraciones, percepciones, visiones y significados que las personas involucras en
las situaciones problemáticas le atribuyen a los aspectos objetivos, es decir,
siguiendo con los ejemplos: cómo las personas vivencias y explican el
hacinamiento y la precariedad habitacional, donde ubican sus causas, cuales son
las explicaciones y visiones que las personas afectadas por distintas situaciones de
violencia han construido en torno a éstas, etc.
4. Orientaciones operativas
Se tiene en cuenta un conjunto de orientaciones operativas que permiten la
concreción del momento explicativo en la elaboración de proyectos sociales. Para
ello, proponemos trabajar sobre cinco ejes articulados:
a. La identificación de los actores sociales relevantes para el proyecto:
La perspectiva situacional adoptada obliga a una necesaria consideraciones de los
actores sociales involucrados en el escenario en donde se desarrollarán los
proyectos sociales. En términos generales, podemos afirmar que actores sociales
constituyen fuerzas sociales organizadas de acuerdo a intereses y objetivos
comunes. De este modo, es necesario romper con la linealidad que asimila a cada
persona con un actor social diferente, pues varias personas organizadas pueden
constituirse en un actor social particular. Lo que transforma a un sujeto, individual
o colectivo, en actor social es la capacidad de ejercer incidencia en determinada
situación o escenario. Dado que es fundamental una adecuada caracterización de
los actores sociales que participan en el escenario y que pueden tener algún tipo de
incidencia , sea positiva o negativa en el proyecto social, es necesario poder
analizar los intereses geno y fenosituacionales que éstos representan, como así
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también los niveles de participación que ejercen en el cotidiano.Cuando hacemos
referencia a los intereses que persiguen los actores sociales, con el fin de superar
una aproximación fenoménica, se hace necesario poder identificar la ubicación de
los actores sociales en las estructuras generales de la sociedad, en tanto
expresiones objetivas de tales estructuras. Cabe señalar que en este momento
inicial interesa sólo la identificación y una primera caracterización de sus visiones,
posiciones y recursos, pues en la continuidad del trabajo se irá profundizando
sobre distintos aspectos de los actores sociales en relación a la particularidad de los
sucesivos momentos y componentes del proceso planificador.
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necesario poder identificar las expresiones que dicha situación problemática tiene
en el espacio en donde se desarrollará el proyecto. Por ello, en este submomento se
debe poder, en primer lugar, realizar una descripción con la mayor precisión
posible de la población afectada por la situación problemática y, en segundo lugar,
visibilizar cómo esta situación se está manifestando en el cotidiano de esta
población. Luego es necesario realizar una caracterización de las manifestaciones
de la situación seleccionada en el momento de iniciar el proyecto. Se trata de poder
construir la denominada línea base del proyecto social, la cual se encuentra
compuesta por un conjunto de indicadores que permitan explicitar las expresiones
de la situación problemática en ese momento y lugar particular. Los indicadores
que componen la línea base constituyen la evidencia empírica de la existencia y
magnitud de la situación problemática. La construcción de los indicadores al iniciar
un proyecto tiene una importancia fundamental, se puede decir que éstos revelan
cómo se comporta una variable en la realidad y permitirán posteriormente, a través
de constatar sus cambios, evaluar los resultados e impactos alcanzados por el
proyecto social. La construcción de los indicadores se relaciona al estudio de las
expresiones de la situación problemática, pues no es una cuestión meramente
técnica, pues la selección de una u otra variable tiene un fundamento teórico y
político en relación a cómo se piensa la realidad. Recuperando los aportes de los
autores arriba mencionados, puede decirse que una correcta construcción de
indicadores debe considerar si éstos son: pertinentes: si corresponden a la
situación problemática que se pretende abordar; sensibles: en tanto tienen la
capacidad de reflejar los cambios de la variable a través del tiempo; relevantes:
considerando si tienen utilidad para la toma de decisiones en el proceso
planificador; y accesibles: teniendo en cuenta las posibilidades de acceder a la
información y a los datos necesarios para evaluar sus transformaciones en el
tiempo.
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recuperar los elementos anteriormente trabajados para poder desarrollar una
explicación situacional que considere los aspectos objetivos y subjetivos de la
génesis y desarrollo de la situación seleccionada. Explicar implica identificar los
factores causales, que de acuerdo a los planteos de Matus pueden ser geno o
fenosituacionales, es decir, es la articulación entre aspectos estructurales y
coyunturales lo que permite culminar el momento explicativo con una mayor
aproximación a la situación tal cual es. La identificación de los factores causales
nos debe permitir “ir más allá” de la situación problemática, trascender una
descripción superficial, de sus expresiones más inmediatas, para comprender cada
una de las causas que convergen para producirla. Consecuencia directa de estos
planteos es recuperar la historicidad y la idea de totalidad en la aproximación a las
situaciones problemáticas, interpelar la realidad e interpelarnos a partir de la
realidad analizada, con el fin de poder realizar una reconstrucción lo más fiel
posible de tal situación.La identificación de los factores causales nos tiene que
permitir partir de las expresiones identificadas en el escenario en donde se
desarrolla el proceso planificador y avanzar en la vinculación de tales expresiones
con los fundamentos de las injusticias que afectan a la población, sean económicas,
culturales o la articulación entre ambas. Para ello, operativamente se proponen
distintas estrategias que el equipo puede desarrollar: flujograma situacional, árbol
de problemas, etc.
28
orientadora al debate y a la discusión, donde el intercambio entre los actores
sociales involucrados debe ser la base del enriquecimiento en las posiciones para
una toma de decisiones lo más acertada posible.
29
decirse, entonces, que la situación-objetivo es la situación que marca la
direccionalidad del proyecto social, la cual se expresa en los distintos objetivos
previstos.
Por ello, la definición de la situación-objetivo no debe asimilarse a la definición
de objetivos, a los cuales incluye y transciende, en tanto que tal situación se
encuentra constituida por la nueva realidad que se producirá a partir de la
alteración de los procesos sociales que generan la situación problemática. Por ello,
la S O. se formula a partir de la explicitación de la transformación deseada sobre la
situación problemática inicial, incluyendo modificaciones en las relaciones de los
actores sociales involucrados. En este proceso, los objetivos que convergerán y
aportarán a su alcance surgen a partir de la identificación de los procesos críticos
que se definieron en el momento explicativo.La S.O. surge de pensar un futuro
alternativo a la situación futura que existirá si no media intervención alguna. Como
consecuencia, el proyecto interrumpe la continuidad de la situación problemática,
procurando construir una realidad distinta a la explicada inicialmente.
Es necesario tener en cuenta que en la definición de la S.O. se hace necesario el
análisis de los actores sociales involucrados, directa e indirectamente, la situación
problemática que se pretende abordar, como así también de los grados de
viabilidad política, económica e institucional que dispone el equipo planificador en
relación a la situación futura trazada.
Matus (1992) plantea que en el diseño de la S.O. se hace necesario poder tener en
cuenta que la misma debe ser:
- Totalizante: La S.O. se diseña como totalidad situacional que el equipo de
trabajo imagina al término del horizonte de tiempo donde las
transformaciones en la situación problemática aparecen como una nueva
totalidad, no como variaciones o cambios marginales.
- Flexible: La S.O. no es algo estático definido de una vez y que perdura en el
desarrollo del proyecto, sino que se debe constituir en una referencia móvil,
pues debe poder acompañar el desarrollo cambiante de los procesos sociales
en los cuales se inscribe.
- Eficaz: porque debe responder no sólo a los problemas presentes, sino a
aquéllos que existirán en el tiempo futuro en que se ubica la S. objetivo.
- Coherente: porque el cumplimiento de un objetivo previsto en dicha
situación futura no debe imposibilitar el cumplimiento de otro. Para ello, es
necesario tener en cuenta que puede haber objetivos complementarios y
competitivos, donde los primeros implican que el cumplimiento de un
objetivo implica el cumplimiento de otro, y los segundos, implican que el
cumplimiento de un objetivo conlleva el sacrificio de otro.
- Posible: porque debe respetar las restricciones existentes, ubicándose
dentro del espacio de aceptación política de la fuerza social que decide sobre
el proyecto.
- Consensuada: la realización de un proyecto social supone la articulación de
intereses en la totalidad de su proceso, adquiriendo en la definición de la
situación-objetivo rasgos particulares
30
Se hace necesario consensuar una situación que incluya el interés de la mayor
cantidad posible de actores sociales. Por ello, puede decirse que un proyecto social
es también una estrategia de hegemonía, donde, sintéticamente podemos decir, se
produce la formación de la “voluntad colectiva”, en un marco donde múltiples
intereses son articulados. Esta perspectiva, sin negar la capacidad de dirección de
un sector social, presupone que se tengan en cuenta los intereses y las tendencias
de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegemonía.
De este modo, los múltiples intereses aportan a la definición de la situación-
objetivo, que no es la sumatoria de cada uno de ellos, sino una construcción donde
se producen concesiones y conquistas de parte de cada uno de los actores.
En el marco de la definición de la situación-objetivo, se hace necesario que el
equipo planificador particularice tal horizonte en vectores que orientarán el logro
de los resultados, a los cuales llamamos objetivos. Los objetivos son los resultados
previstos o planeados que tienen las acciones sobre la situación problemática. Para
la perspectiva aquí adoptada, los objetivos siempre se refieren a cambios que se
pretenden producir en la situación problemática, y no a actividades que se quieren
desarrollar a lo largo del proyecto.
En el proceso de definición de objetivos es necesario distinguir entre objetivo
general y objetivos específicos, pues mientras que el primero corresponde a la
transformación de la situación problemática que da origen al proyecto social, los
segundos hacen referencia a estados que es necesario ir alcanzando para llegar al
objetivo general y se refieren a transformaciones en los procesos sociales que se
constituyen en causa de la situación que se pretende revertir, más particularmente,
a los procesos, nudos o factores críticos identificados en el momento anterior.
Posteriormente, en un nivel mayor de desagregación nos encontramos con la
definición de las metas, las cuales permiten precisar el alcance de los objetivos y
deben vincularse a los indicadores construidos en la línea base, con el fin de poder
evaluar posteriormente su cumplimiento o no. Las metas suponen una
cuantificación de los cambios esperados y la delimitación de un período de tiempo
para alcanzarlas. Las metas pueden ser de resultado, físicas o de cobertura.
- Metas de resultado: son aquellas que expresan cuantitativa y
cualitativamente los cambios esperados en relación con los objetivos
específicos del proyecto.
- Metas físicas: son la cantidad total de bienes y servicios (productos o
prestaciones) que se generarán en el proyecto en un período determinado.
- Metas de cobertura: es el porcentaje de población que se pretende
atender/que participe en relación con cada objetivo específico, en relación a
un período de tiempo particular o a todo el desarrollo del proyecto.
Los objetivos deben estar elaborados de manera que se evite la ambigüedad y la
confusión, siendo claros para la totalidad de los actores sociales. Así como la
enunciación de la situación problemática implicaba la articulación de un estado
negativo, el sujeto, individual o colectivo, involucrado y la ubicación geográfica o
institucional, estos elementos deben estar presentes en los objetivos, aunque,
obviamente modificando el estado negativo, en tanto un proyecto precisamente se
31
realiza para modificar tal situación. Generalmente los objetivos, sea general o
específicos, deben comenzar con un verbo en infinitivo que vinculado a los otros
elementos de cuenta de esta situación delineada por el equipo planificador.
32
★ Establecer las metas de resultado, lo cual implica prever en dimensión y
alcance los resultados esperados en relación a los procesos críticos
considerados;
★ Explicitar los recursos necesarios para el desarrollo de las actividades: Los
recursos pueden ser humanos (personal de la organización o de la
comunidad cuya participación es necesaria para el desarrollo de las
actividades), materiales (aquellos bienes que se requieren para el
funcionamiento y puesta en marcha del proyecto social), prestaciones
(aquellos bienes y servicios que son entregados a la población afectada) y
financieros o económicos (los cuales hacen referencia al dinero que se prevé
necesario para el desarrollo de las actividades). También es oportuno incluir
un cálculo de imprevistos, para posibles erogaciones que puedan surgir en la
marcha de las actividades. La sumatoria de los valores que implican los
distintos recursos conforman el presupuesto del proyecto.
★ Establecer el cronograma de trabajo, es decir, el horizonte de tiempo en que
deben ejecutarse las actividades y se propone alcanzar los resultados. La
definición de los tiempos de las distintas actividades y su articulación de
acuerdo a la propuesta de trabajo se materializa en el cronograma de trabajo,
el cual es la representación gráfica de los tiempos de implementación de las
diferentes actividades y tareas previstas.De este modo, a cada objetivo
específico le corresponde la definición de un eje o componente de trabajo. A
su vez, estos deben estar conformados por la cantidad de actividades
necesarias que se consideren para alcanzar el objetivo considerado. Del
mismo modo, como unidad de intervención menor, para cada actividad se
hace necesario definir las acciones o tareas indicadas para su desarrollo. En
cuanto a la definición de los demás elementos, es decir: responsables
directos, recursos necesarios, tiempo de duración y resultados esperados,
éstos pueden desagregarse por cada actividad definida, o por cada una de las
acciones o tareas necesarias para que las actividades se desarrollen.
b. Diseño del seguimiento y evaluación del proyecto social
Uno de los cambios sustanciales de la planificación Situacional sobre la llamada
planificación tradicional o normativa es la consideración que se realiza en el
proceso planificador sobre la evaluación. Frente a una escasa ponderación sobre la
misma en la propuesta tradicional, los planteos alternativos abogan por una
revalorización de la evaluación durante todo el proceso. De este modo, se instala en
la agenda de la planificación social a la evaluación como un elemento fundamental
que debe trabajarse solidamente en la elaboración de planes, programas y
proyectos sociales.A diferencia, también, de la planificación tradicional, donde la
evaluación aparecía como una etapa que se desarrollaba antes de iniciar el proyecto
(evaluación ex-ante) y al finalizar el mismo (evaluación ex-post), y donde quien la
realizaba muchas veces era un agente externo al proyecto, la propuesta situacional
incorpora fuertemente la necesidad de una evaluación que se realiza durante la
ejecución del proyecto social, con el fin de ir considerando posibles modificaciones
33
en su puesta en marcha. De este modo, en términos operativos, la evaluación es
entendida como un proceso permanente de análisis sobre los procesos y prácticas
que se desarrollan en los distintos momentos constitutivos de un proyecto social.
En términos generales, entonces, evaluación nos debe permitir reflexionar sobre:
★ la viabilidad económica, política y organizacional del proyecto social;
★ la necesidad de redefinir alguno de los elementos del proyecto a partir de
exigencias del contexto social, o escenario, en el que se inserta;
★ la posibilidad de fortalecer relaciones estratégicas con distintos actores
sociales con el fin de construir viabilidad, en cualquiera de sus dimensiones
al proyecto de trabajo;
★ el grado de cumplimiento de los objetivos y metas y los cambios en la
situación problemática, permitiendo saber los grados de aproximación o
distanciamiento con la situación objetivo definida previamente.
★ los alcances en torno a reducción de las injusticias socio-económicas o
socio-culturales que existen en nuestra sociedad.
Considerando que los aspectos centrales sobre la evaluación ex-ante han sido
incluidos en el momento explicativo, aquí nos interesa mencionar algunos puntos
para orientar la evaluación concurrente y de finalización de proyectos sociales. En
términos generales, la evaluación que se desarrolla en estos dos momentos se
orienta por los siguientes ejes:
1) El cumplimiento de las actividades previstas: Aquí se puede contrastar
información como actividades previstas sobre actividades realizadas;
2) El alcance de los objetivos definidos: Esta segunda posibilidad se centra en la
ponderación del logro parcial o final de los objetivos específicos y metas
delineados al definir la propuesta direccional. En este caso, se trata de una
evaluación de resultados que debe surgir de contrastar los indicadores que
dan cuenta de los factores, procesos o nudos críticos identificados al
momento de la evaluación en relación a los valoresque éstos tenían al
iniciarse el proyecto.
3) Los cambios ocurridos en la situación problemática: La consideración de los
cambios sucedidos en la situación problemática que dio origen al proyecto
social se denomina generalmente evaluación de impacto, y trata de conocer
las consecuencias, positivas o negativas, de la propuesta direccional sobre la
situación considerada.
4) Las posiciones de los actores sociales fundamentales: Esta última
posibilidad, más cualitativa, orienta a indagar las posiciones que los
distintos actores sociales relevantes tienen o tuvieron para con el proyecto
social. La definición de los lineamientos que materializarán la evaluación de
la propuesta direccional debe contemplar la articulación complementaria de
los cuatro ejes mencionados, procurando el mayor nivel de precisión
posible, tanto en los tiempos en que se deberían realizar la evaluación
(periodización de evaluación concurrente y/o al finalizar el proyecto), en los
indicadores que se tendrán en cuenta y las fuentes de información que se
consultarán, como en lo que respecta a las personas involucradas en las
34
distintas evaluaciones, sean los propios miembros del equipo planificador,
otros miembros de la organización en donde se desarrolla el proyecto u otros
actores fundamentales, entre los que se incluye, obviamente, a la población
afectada por la situación problemática.
c. Elaboración del Documento del Proyecto Social
Luego de tomar las decisiones que materializan la propuesta direccional, se hace
necesario poder socializarla a los actores sociales que se considere oportuno. Es el
momento de la elaboración del documento del proyecto social, en el cual se
explicitarán aquellos elementos que estratégicamente se consideran para la
comunicación a terceros. Elementos que se deben considerar para la presentación
de un proyecto social:
★ Portada: donde se incluye título del proyecto, equipo de trabajo y, en caso de
corresponder, institución a la que pertenecen.
★ Introducción: en la cual el equipo de trabajo realiza una presentación
general del proyecto, en la misma se debe incluir, sea en el mismo cuerpo o
con un apartado especial, información sobre los antecedentes del proyecto,
es decir el trabajo previo que se viene realizando con respecto a la situación
problemática que se aborda en el espacio donde se realizará la experiencia; la
justificación o fundamentación , en donde se sintetizan los argumentos que
se consideran oportunos para dejar sentada la posición sobre la necesidad de
implementar el proyecto social.
★ Situación Problemática: donde se plantea la enunciación de la situación
problemática, se desarrolla la explicación de los factores causales que se
consideran relevantes y se incluye la línea base con los indicadores
construidos para demostrar las manifestaciones de la situación
problemática al inicio del proyecto social.
★ Delimitación Social del proyecto: implica realizar una caracterización de la
población afectada por la situación problemática, un análisis de su realidad
social inmediata, y la descripción de la inserción geográfica o institucional.
★ Objetivos: diferenciando entre objetivo general, objetivos específicos y
metas del proyecto.
★ Ejes o componentes de trabajo: en los cuales se incluyen para cada caso las
actividades, tareas y acciones y los recursos necesarios.
★ Cronograma de trabajo: en donde se muestra gráficamente la distribución
temporal de las actividades y acciones que se desarrollarán para alcanzarlos
objetivos.
★ Seguimiento y evaluación: En este apartado se presentan los trazos
generales que se consideran adecuados para la evaluación concurrente y de
finalización del proyecto social.
★ Presupuesto: implica explicitar los costos previstos para la ejecución del
proyecto
MOMENTO ESTRATÉGICO:
35
Posterior a la propuesta direccional que el equipo de trabajo realiza a partir del
análisis de la situación problemática que interpela el cotidiano de un sujeto,
individual o colectivo, surge la tarea de construir la viabilidad necesaria para que
dicha propuesta pueda implementarse. Anteriormente, mencionamos que para la
propuesta situacional la viabilidad debe ser considerada en proceso, como algo que
se construye permanentemente en el marco de las relaciones que el equipo
planificador tiene con el resto de los actores sociales involucrados. También
mencionamos que la viabilidad presenta tres dimensiones distintas, pero
articuladas: económica, política y organizacional. De este modo, superando el
análisis economicista de los procesos sociales, esta perspectiva incorpora otros
elementos que deben ponderarse en el proceso de toma de decisiones. A diferencia
del análisis de viabilidad inicial que se realizó en el proceso de priorización de la
situación problemática que se abordaría en el proyecto social, en este momento, el
análisis de viabilidad se torna más complejo, pues ahora se trata de elucidar la
capacidad económica, política y organizacional que el equipo planificador tiene de
desarrollar la propuesta direccional que se considera adecuada para atender una
situación problemática en un momento histórico particular. Se trata, como afirma
Matus (1992) de analizar la distancia entre el deber ser y el puede ser, y, a partir de
tal análisis, actuar estratégicamente en el marco de las relaciones con los actores
sociales involucrados. En la construcción de la propuesta direccional el equipo de
trabajo definió aquello que consideró necesario para resolver la situación
problemática, debiendo ahora preguntarse acerca de lo posible y luego,
comparando la distancia entre lo necesario y lo posible, crear las posibilidades para
aproximarse al primero. En este análisis, las tres dimensiones de la viabilidad ya
consideradas, se cruzan con el análisis sobre la capacidad política, económica y
organizacional que el equipo de trabajo tiene para:
1) tomar las decisiones inherentes al desarrollo de la propuesta,
2) poder operar en la puesta en práctica del proyecto; y
3) lograr que el proyecto permanezca desarrollándose en el tiempo previsto.
Cada uno de estos puntos implica un plano diferencial de la viabilidad,
correspondiendo, respectivamente: viabilidad de decisión, viabilidad operacional y
viabilidad de permanencia. La articulación de las dimensiones de la viabilidad,
económica, política y organizacional, con sus diferentes planos, de decisión,
operacional y de permanencia, permiten apreciar la complejidad que implica el
gobierno de una propuesta direccional en el marco de las relaciones que se entablan
con los distintos actores sociales.
36
MADRID – LA OBSERVACIÓN EN LA PRÁCTICA PROFESIONAL
DEL TRABAJO SOCIAL
EJE TEMÁTICO 2
NETTO – COTIDIANO: CONOCIMIENTO Y CRÍTICA
37
institucional de las situaciones problemáticas, de modo de posibilitar una mayor
flexibilidad en los criterios de accesibilidad y, mediante la alianza con otros
profesionales y la población usuaria, permitir la incorporación de otras
problemáticas sociales en las instituciones y la modalidad en que éstas son
definidas y concretizadas. En segundo lugar, el trabajo con la población usuaria
permite analizar los modos en que la misma explica las situaciones problemáticas,
habilitando al profesional el inicio de un proceso de cuestionamiento del cotidiano
y de sus expresiones alienantes, de modo de forjar junto a los sujetos otras
concepciones en torno a las problemáticas y las modalidades de resolución
concretas y colectivas de las mismas. Sin dudas, ello será posible en la medida que
los profesionales pongan en cuestionamiento su cotidiano profesional y superen
las expresiones fenoménicas de las problemáticas sociales.
Introducción
Es decir, “territorio” aparece y reaparece en el Trabajo Social, muchas veces sin
explicitación de su contenido, de su orientación teórico-política, o sus
aportaciones al desarrollo de los procesos de intervención; y eso hace que se
formalice como una categoría homogeneizadora, invisibilizando posturas,
soslayando diferencias y obturando la explicitación del eclecticismo.
Reflexionar acerca del territorio es relevante en tanto éste se nos presenta como
algo dado, que “está ahí”, de forma tan inmediata y cotidiana que no damos cuenta
de él (su génesis, su lógica, sus dimensiones, sus relaciones de fuerza, sus límites y
posibilidades para garantizar la reproducción de la vida de las personas); o que se
reduce a “caminar el barrio”, a fijar una mirada romantizada de los anclajes socio-
espaciales en los que se desarrolla – y que configuran– la vida cotidiana, o se
homologa a la implementación de las políticas sociales. Esto es, desde mi punto de
38
vista, asumir una perspectiva de totalidad con todo lo que ello implica. Y, por lo
tanto, se hace necesario explicitar los alcances de la categoría en los diferentes
planos analíticos que la componen, a fin de sintetizar que es una determinación
constitutiva de nuestra configuración societal y, debe ser tenida en cuenta al
reconstruir los elementos que constituyen/configuran/expresan la “cuestión
social”.
Las categorías no son neutras ya que expresan opciones teórico- políticas. Así,
presentar -aunque de forma muy sintética- las diversas líneas analíticas sobre el
territorio, nos permite reflexionar acerca de las implicancias que éstas poseen en la
comprensión de los fundamentos y expresiones que configuran nuestra sociedad y
en su particularización en las lógicas que sostienen los procesos de intervención
profesional.
A grandes rasgos, podemos decir que existen tres grandes líneas de aproximación a
la categoría de territorio, cada una de las cuales configura un modo de acercarnos
al conocimiento de la realidad y, en consecuencia, brinda u obstaculiza modos de
ser/hacer intervenciones situadas, en tanto condensa o fragmenta los elementos
que las componen y, así, explicita o anula las mediaciones entre “cuestión social” y
vida cotidiana. Estas líneas analíticas son:
- El territorio como ámbito de intervención del Estado;
- El territorio como condición y expresión de la ley general de la sociabilidad
capitalista patriarcal;
- El territorio como esfera de acción de sujetxs colectivxs.
39
es más beneficioso, porque les conviene. Aparece -aunque no de forma explícita-
una equiparación entre cotidianeidad e individualidad. Y así es que las afirmaciones
recuperan la pequeña escala, es decir una dimensión “micro” social (barrio/grupo
de barrios/una región) enmarcada por una coyuntura socio-política particular -lo
macrosocial- que opera como telón de fondo.
A razón de esto, es central la intervención del Estado en los territorios locales y los
procesos de descentralización a fin de separar la vida social en esferas (el mercado,
por un lado, y “lo social”por el otro) y sub-esferas e intervenir en cada esfera, en
cada problema de cada territorio. Esto que se logra a partir de, por una parte,
subdividir el territorio en unidades pequeñas (por eso laescala de intervención es,
una persona en relación, como máximo, a su barrio). Por otra parte, el aumento de
la eficacia de las intervenciones se centra en vincular la falta de inclusión (en el
aspecto o la dimensión que fuere) con un plan, programa o proyecto y la vez de
promover la participación delas personas como requisito para acceder a los
recursos de esos planes, programas o proyectos.
Para esta tendencia, no hay manera de dar cuenta de los territorios singulares sino
se reconstruye la dinámica en la que se dan los procesos de urbanización en una
sociabilidad constitutivamente desigual, entendiendo que la desigualdad en su
totalización en clave explotación -opresión – dominación, adquiere una dimensión
espacial.
40
Así la tierra, medio de subsistencia por excelencia, es una mercancía de desigual
acceso (hábitat, equipamientos colectivos, acceso a la vivienda), esto es, los usos
del espacio concretizan la contradicción entre los procesos de reproducción de la
vida y de reproducción del capital.
Esta perspectiva nos permite pensar el territorio como una categoría mediadora
entre “cuestión social” y vida cotidiana, para la cual, el rol del Estado, orientado a
“gestionar” la conflictividad social materializa en su intervención en un espacio de
disputa.
41
societales contemporáneas (y la emergencia de nuevas expresiones de la “cuestión
social”), adquieren particular relevancia “los movimientos sociales” cuyas
reivindicaciones se asocian al acceso/uso del espacio, tanto por las acciones
necesarias para satisfacer necesidades como por las condiciones de
residencia/habitabilidad. Se desarrollan estrategias llamadas “de acción directa no
tradicionales” (Svampa, 2009) tales como cortes de ruta, toma de lugares de
trabajo, pañuelazos, etc., con el objeto de conseguir la interlocución con el Estado,
concretizando, estos sujetxs colectivxs la resistencia a la lógica de dominación en
alguno o varios aspectos de la reproducción social.
42
social” como dice Netto (2003) “es un objeto ineludible para el Trabajo Social”, es
que se hace necesario reconstruirla en clave de sus fundamentos y sus expresiones
en las determinaciones de clase, género, etnia y espacio.Su elemento predominante
en la sociabilidad capitalista es la explotación de clase, fundamento esencial de la
forma en la que se organiza la dinámica de la reproducción social tanto en términos
individuales como colectivos, materiales como espirituales.
Es decir, esta forma de reproducción tiene una configuración que parte del
planteamiento de que los bienes necesarios para garantizar la reproducción de la
vida son mercancías; y por la mercantilización de todos los satisfactores a nuestras
necesidades es que aparece la exigencia qué tenemos las personas de vender (o
intentar hacerlo) nuestra fuerza de trabajo para obtener un salario, que es sólo una
porción de la riqueza socialmente producida; y que, además, y, por lo tanto, el
salario es expresión /contracara de la explotación.
Por otra parte, junto a la explotación de clase podemos identificar otras dos
determinaciones fundamentales de nuestra sociabilidad: la opresión de género que
se vincula a las formas en las cuales se organizan la división sexo-genética de las
actividades llamadas productivas y reproductivas en nuestra sociabilidad y la
dominación étnico-racial.
La segunda, tiene que ver con el proceso por el cual la configuración del
imperialismo genera procesos de desposesión, dominación y colonialismo,
sometiendo identidades culturales y los recursos materiales de los que disponen en
sus territorios, bajo la premisa del “progreso” o la “peligrosidad”. La lógica de la
acumulación por desposesión se ha visto aumentada en el marco de la
característica contemporánea de la circulación del capital: la globalización; que
sumerge a sectores de las clases subalternas a la desposesión de los medios de
subsistencia, de producción y recursos naturales en todos los rincones de nuestro
sistema-mundo.
43
Ahora bien, la expansión del capital en el espacio genera una valorización y
cualificación de ese espacio, constituyendo aspectos propios de la objetividad social
(costo de la tierra, infraestructura, accesibilidad, habitabilidad, etc.); pero también
configura un conjunto de significaciones respecto de ese espacio para diversos
grupos sociales según su pertenencia de clase-género-etnia.
De esta forma, el espacio urbano absorbe el excedente de capital para generar más
plusvalor, y que a medida que se otorga más cualidades (acceso, servicios,
equipamientos, etc.) al territorio, más se lo valoriza (es decir, más valor tiene), y a
su vez, cuando más valor posee, más de lo cualifica. Este proceso implica una
transformación urbana caracterizada por “una ´destrucción creativa´, que casi
siempre tiene una dimensión de clase, ya que suelen ser los más pobres y menos
privilegiados, los marginados del poder político, los que más sufren estos procesos.
Para hacer surgir la nueva geografía urbana del derrumbe de la antigua se requiere
siempre violencia” (Harvey: 2012: 37).
44
ciudad”. En esa dimensión analítica, no solo se evidencian las manifestaciones de
la “cuestión social” a escala espacial, sino también las estrategias de resistencia de
las personas y los modos de intervención del Estado. Es decir, el territorio como
ámbito de disputa se encuadra en un “para que” que, en principio, se define por las
prácticas relacionadas al intento de satisfacer necesidades en un contexto desigual.
Por ello, las tensiones que aparecen en la vida cotidiana para garantizar la
reproducción individual y social tienen una dimensión espacial, en tanto se
realizan en, y en referencia a, un territorio. Un análisis territorializado de las
personas y las acciones que realizan permite identificar un proceso de interacción
con actores múltiples, que construyen relaciones cambiantes (situacionales) de
conflicto y cooperación.
Es por eso, que al hablar de territorio nos encontramos con que los procesos de
urbanización generan desigualdades y resistencias de los grupos sociales que
orientan su acción a la búsqueda de satisfacción de necesidades y, en ese proceso
involucran tanto las instituciones estatales como las organizaciones sociales que se
inscriben en el territorio.
En este plano es que podemos reconstruir la vida cotidiana de las personas usuarias
de los servicios donde trabajamos, y las nuestras en el marco del cotidiano
profesional, considerando que este es un proceso que se ancla en el territorio y que
es configurado por él; que permite trascender “la institución” en la que nos
desempeñamos, “el caso” que atendemos, y en esa clave analítica, empezamos a
identificar que hay sujetos individuales y colectivos, que hay múltiples servicios
sociales, actores y relaciones de fuerza que se sintetizan en nuestros procesos de
intervención.
45
políticas sociales, y/o las acciones conocidas como trabajo doméstico y de cuidado
no remunerado.
Ahora bien, en términos de la división socio-sexual del trabajo, somos las mujeres
e identidades genéricas no hegemónicas las más explotadas, cuyas expresiones se
sintetizan en que tenemos más posibilidades de ser cesanteadas, ganamos menos
salario que un hombre a igual tarea, debido al “piso pegajoso” y “techo de cristal”,
el incumplimiento del cupo laboral trans y, porque, independientemente de
nuestra inserción en el mercado laboral, somos quienes desarrollamos
mayoritariamente las acciones domésticas y de cuidados a escala familiar, geo-
espacial y de gestión de recursos/cumplimiento de condicionalidades de las
políticas sociales.
46
orientación: se orientan a la clase que vive-necesita vivir del trabajo, con un fuerte
sesgo de colocar responsabilidades de cuidado en las mujeres e identidades
feminizadas y desplegando intervenciones o fortaleciendo en aquellos anclajes
socioespaciales caracterizados por una “condensación de desigualdades”.
Tengamos en cuenta que dentro de los sectores más pobres de la clase que vive
necesita vivir del trabajo, las más pobres son las mujeres/identidades feminizadas
(tasa más alta de desempleo, o más tasa de trabajo informal y peor remunerados),
que, además, residen en territorios con menos provisiones de equipamientos y
servicios públicos (ausencia o escasa red de alumbrado público, calles de barro y
rotas, sin zanjeo, con acumulación de agua, nulo o escaso recorrido de transporte
público, las escuelas se consideran totalmente periféricas y de mala calidad, no hay
centros de salud o son los más desabastecidos, hay concentración de situaciones de
violencia barrial y/o policial, etc.). Es decir, hay una condensación de desigualdad
de clave de pobreza, género y
uso/acceso/distribución del territorio.
Por otra parte, si las dimensiones de la “cuestión social” incluye la intervención del
Estado, al intervenir sobre sus manifestaciones de forma fragmentada, con una
perspectiva de clase y también con una perspectiva patriarcal, como expresábamos
antes, también lo hace con una perspectiva de segregación socio-espacial en la cual
se evidencian dispositivos estatales en una doble lógica: por una parte, con
servicios sociales, planes, programas y proyectos, donde la cara del Estado son un
puñado de trabajadores muchas veces sin recursos, sin infraestructura donde
desarrollar su trabajo y, por la otro con la militarización de determinados
territorios. Para decirlo claramente, el Estado, con la finalidad de garantizar las
condiciones de acumulación y de minimizar la conflictividad social lo que hace es
territorializar sus intervenciones sea con la provisión de recursos (humanos,
materiales, institucionales) o con la militarización.
47
profesionales
La posibilidad de, en clave de totalidad, reconstruir la configuración socio-espacial
de la “cuestión social” tanto respecto de sus fundamentos socio-históricos como
de sus manifestaciones contemporáneas, nos permite establecer y desarrollar un
conocimiento situado que hace posible colocar finalidades “situadas” a nuestra
intervención es decir, nos permite explicitar una finalidad y los medios para
lograrla a partir de la reconstrucción analítica de las condiciones en las que se
desarrolla el proceso de intervención, con sus límites y posibilidades. Entonces,
reconstruir a partir del “sobre qué” (es decir, de las situaciones problemáticas) de
la intervención, implica dar cuenta de cómo la “cuestión social” en términos de las
desigualdades de clase, de género y territoriales se particularizan en la vida
cotidiana de las personas que transitan los servicios sociales donde trabajamos.
Nos permite avanzar en poder dar cuenta en términos fenoménicos y estructurales
de las formas en que las desigualdades se profundizan y se imbrican mutuamente.
En resumen, la espacialización del abordaje fragmentado de la “cuestión social” se
concretiza en una parcialización de las intervenciones de los servicios sociales y,
por ende, de les profesionales que intervienen en ella. Se plantea una intervención
territorial sobre las pobrezas, las mujeres, las niñeces, etc., desarticulando la
situación, de la población, de la conjunción de expresiones de la “cuestión social”
y, por supuesto, de sus fundamentos. Es la posibilidad de avanzar en la
reconstrucción analítica de la realidad superando la lógica de la fragmentación y,
concretar, a su vez, intervenciones territorializadas en el sentido desarrollado en
estas páginas, el puntapié inicial para desarrollar procesos de intervención
situados. Esta clave situacional se configura tanto por la comprensión de la
situación problemática inscripta en un procesos de totalización de la realidad como
por la unicidad entre el establecimiento de finalidades-alternativas para lograrlas-
su concreción en un tiempo-espacio determinado que oculta a la vez que evidencia
la realidad social.
EJE TEMÁTICO 3
PASTORINI – LOS FUNDAMENTOS DEL MODO DE PRODUCCIÓN
CAPITALISTA COMO CLAVE PARA ANALIZAR LAS POLÍTICAS
SOCIALES
48
EJE TEMÁTICO 4
ANTUNES – EL TRABAJO Y LOS SENTIDOS
EJE TEMÁTICO 5
MALLARDI – LA ELABORACIÓN DE PROYECTOS SOCIALES
DESDE UNA PERSPECTIVA SITUACIONAL (p. 36 a 65)
Primera Parte: Ejes fundamentales de la Planificación Situacional
49
conflicto aparecen como elementos fundamentales de la realidad en la cual se
insertan los proyectos sociales.
Consecuentemente, se consideran válidos los aportes de Robirosa(1990), cuando
sintetizando sus visiones acerca del significado de un proyecto social, argumenta
que el mismo es simultáneamente cada uno de los siguientes puntos:
- un escenario en el que interactúan diferentes actores sociales;
- una unidad de planificación social con coherencia interna y externa que se
inserta en procesos preexistentes de la realidad;
- un espacio de intercambio de información, de alianzas y resistencias;
- un ámbito para el aprendizaje social de todos los actores; y
- un proceso de elaboración de diagnósticos y estrategias de acción y de
aplicación, monitoreo y ajuste de dichas estrategias y de ejecución de lo
elaborado.
Proyecto social, programa y plan social: Lejos de tratarse de sinónimos, la
principal diferencia se encuentra en los niveles operativos que cada uno implica,
en tanto que las lógicas y procesos constitutivos tienen los mismos ejes
fundamentales:
- El plan debe ser el marco general que contenga las directrices que deben
seguirse en la formulación de los programas.
- Los programas deben ocuparse de atender problemas específicos.
- Los proyectos, como el eslabón final del proceso de Planificación, deben
orientarse a la obtención de un producto final que garantice el logro de los
objetivos propuestos en las políticas”. La elaboración de un proyecto social
no exige la presencia de un programa social, pues si bien el proyecto es por
definición un nivel de instrumentalización de objetivos más generales,
también puede tener origen en procesos sociales que demande
laintervención puntual en un escenario particular. Se trata de un mismo
nivel operativo, pero sin los lineamientos y racionalidades de los programas
y planes que le otorguen sustento y direccionalidad.
50
del accionar de los hombres en él involucrado. Por ello Matus afirma que la
planificación “se inserta dentro de las conquistas de libertad más grandes que
puede perseguir el hombre. Porque planificar no es otra cosa que el intento del
hombre por crear su futuro y no ser arrastrado por los hechos” (Matus, 1985: 13).
Efectivamente, la planificación nos invita a suspendernos momentáneamente de
las demandas y exigencias cotidianas, del aquí y ahora que nos interpela y nos
aprisiona quitando del horizonte mediato toda posibilidad de imaginar algo
distinto, alternativo. Como contrapartida, planificar, entonces, es analizar el
proceso social que nos ocupa en su dimensión histórica, comprendiendo los
determinantes del pasado que provocaron el presente y previendo distintos
futuros, principalmente aquel al que se llegaría sin ninguna intervención de
nuestra parte que tienda a modificarlo y aquel que definimos como horizonte de
nuestra intervención, es decir, aquel futuro al que aspiramos interviniendo sobre
la realidad con nuestro proyecto social. Por ello para el autor, la necesidad de la
planificación descansa en la exigencia de prever posibilidades para definir acciones
y, por lo tanto, ser oportunos y eficaces con la acción. Como consecuencia, la
planificación nos debe permitir la reacción veloz y planificada ante las sorpresas y
modificaciones de la realidad en la cual se está interviniendo. De este modo, uno de
los principales avances teóricos de Matus consiste en considerar al plan como el
producto momentáneo del proceso por el cual un actor selecciona una cadena de
accionespara alcanzar sus objetivos. El plan no se cumple si la praxis contradice el
plan o su grado de intersección con él niega el cálculo previo. Por ello, los objetivos
del plan no constituyen productos acabados, sino parte de un proceso que sólo llega
a su término cuando, tras sufrir los cambios exigidos por el proceso práctico, es ya
un producto real, donde la relación del plan con la praxis no implica solamente la
sujeción de la praxis al plan, sino igualmente la posibilidad de realizar cambios en
el plan ante los requerimientos de la praxis (Matus, 1980).
La categoría situación
La denominación a la propuesta de Carlos Matus como planificación situacional
deviene de la impronta que el autor le otorga al análisis d elas situaciones sociales.
Para ello, el inicia su propuesta planteando analíticamente las implicancias de la
categoría situación, considerando sus determinaciones y elementos constitutivos.
En términos generales, puede decirse que la categoría situación permite una
aproximación a la realidad considerando los elementos objetivos y subjetivos que
la componen, como así también las distintas fuerzas sociales coexistentes. En
palabras del autor, se define a la situación a partir de la identificación de un actor
y su acción, donde acción y situación conforman un sistema complejo con el
actor. La realidad adquiere el carácter de situación en relaciónal actor y a la acción
de éste. Por eso, una misma realidad es al mismo tiempo muchas situaciones,
dependiendo ello de cómo está situado el actor y cuál es su acción (Matus, 1980:
55). La relación de cada actor frente a una realidad determinada es lo que
determina la situación, por lo tanto las particularidades de cada situación estarán
51
definidas por los intereses, las visiones y las acciones que cada uno de los actores
realicen.
Ahora bien, esta postura no debe llevar a pensar que existe una escisión entre los
procesos sociales generales y las prácticas que los actores sociales realizan en la
realidad, pues según la propuesta de Matus, en cada realidad hecha situación, es
posible identificar la coexistencia de aspectos estructurales y coyunturales.
Elementos estructurales que se expresan en la coyuntura y que son modificados,
dentro de posibilidades históricas concretas, por ella. De este modo, en toda
situación, el autor identifica un componente estructural, estructura o sistema de
estructuras al que denomina genosituación, y, en relación dialéctica, la
fenosituación, pensada como el contorno fenoménico específico que cubre o
envuelve a la estructura. Esta última contiene lo diverso, lo específico, lo
particular, tratándose de la apariencia, la realidad visible,
inestructurada,inentendible, sino en relación directa con la genosituación y las
leyesque la caracterizan. Otra característica atribuida por el autor a lafenosituación
es que la misma presenta creatividad propia,heterogeneidad y existencia veloz.
Por otro lado, los conceptos de grupo o agrupamiento social tratan de elementos
fenosituacionales por los cuales se expresan las ideas de un conjunto social de
individuos con intereses fenosituacionales comunes. Por estas razones, estas
segundas fuerzas sociales tienen una entidad más inestable en su composición y
límites que la clase social, y que por ser su aglutinamiento y cohesión derivado de
relaciones puramente fenosituacionales, es mucho más variable.
52
dominante. Sin embargo, es en la genosituación donde se encuentra la posibilidad
de la transformación a través de las contradicciones en el interior y entre las
estructuras que la componen. De este modo encontramos en la genosituación la
posibilidad de que se desarrollen contradicciones, mientras que en la
fenosituación, con la presencia de los distintos grupos sociales es posible que se
gesten y se desarrollen conflictos.
53
incertidumbre y todos los esfuerzos deben orientarse a alcanzar los
objetivos preestablecidos.
9. Se plantea como un proceso técnico y neutro: pues se declara objetivamente
aplicable para cualquier actor, en cualquier circunstancia o caso y para
cualquier propósito.
10. Es una propuesta basada en el reduccionismo económico: Esta propuesta
sostiene que los únicos recursos escasos son los económicos y supone la
existencia de agentes económicos con comportamientos previsibles. Se basa
en el análisis y tratamiento de variables económicas, no considerando en el
proceso de planificación aspectos sociopolíticos, como son los políticos y los
institucionales, por ejemplo.
11. Se plantea escindida de los procesos socio-históricos en los que se inserta:
Esta propuesta se basa en una ruptura entre historia y plan, negando los
procesos sociales que dieron origen a las situaciones problemáticas que
motivan el desarrollo del proyecto.
12. Reduce la planificación a un “metodología” formal: Reduce el proceso de
planificación a procedimientos metodológicos que es necesario respetar
secuencialmente, sin tener en cuenta las influencias del contexto y corregir
el curso de acción. La planificación se reduce a la elaboración de un
documento y no es considerada como un proceso social.
13. Define al proceso de planificación de manera lineal constituido por etapas
secuencial y rígidamente ordenadas: Para esta propuesta la planificación, la
ejecución y la evaluación son etapas diferenciadas y separadas, realizadas
habitualmente por instancias y/o actores distintos. El desarrollo del
proyecto es lineal, primero se planifica, después se ejecuta y luego se evalúa,
sin posibilidad de retroalimentación entre estas etapas o fases.
14. La evaluación del proyecto aparece como etapa aislada: La planificación
tradicional considera a la evaluación como una etapa que debe realizarse al
inicio y al final del proyecto, con el fin de evaluar la viabilidad económica del
mismo y los resultados alcanzados con su implementación,
respectivamente. Su desvinculación con el contexto inmediato hace que se
desestime la evaluación concurrente o durante la ejecución del proyecto, lo
que permitiría ir adaptándolo a las exigencias que se van presentando en su
desarrollo. Como puede verse, se produce una eliminación artificial del
OTRO, lo cual presupone un YO con poder absoluto. De esta manera en
términos abstractos se niega la existencia de fuerzas sociales coexistentes,
las contradicciones genosituacionales y, por ende, los conflictos
fenosituacionales.
54
LÓPEZ – TRANSFORMACIONES SOCIETALES Y
RECONFIGURACIÓN DE LOS ESPACIOS SOCIO-
OCUPACIONALES: UN ANÁLISIS DE LAS CONDICIONES
OBJETIVAS DEL EJERCICIO PROFESIONAL (p. 21 a 46)
55
e) la relación entre conocimiento y acción determina la importancia de la
reflexión y el análisis antes de realizar cualquier acción, teniendo presente
que ese proceso analítico se orienta siempre, asentado en el carácter
eminentemente interventivo del Trabajo Social, al desarrollo de acciones
que tiendan a modificar la situación problemática sobre la cual versa el
desarrollo del ejercicio profesional.
El sujeto que planifica es también parte de aquello que va a ser planificado. Esto es
importante porque pone de manifiesto que NO EXISTE una relación de externalidad
en nuestro rol como diagnosticadores/planificadores/ejecutores/evaluadores,
debido a que somos parte, en términos generales, de la singularidad sobre la que
intervenimos, ya que pertenecemos al mismo mundo social.
Esto significa que todo “sobre qué” de la intervención, se hace en base a una
situación problemática que requiere de acciones para modificarla, pero dicha
situación no se desarrolla en el vacío, sino en un “aquí y ahora” que es puesta de
manifiesto por un grupo de personas que la transitan. Y que a su vez, dicho “sobre
qué” incorpora a más sujetos, dado que la dinámica de la vida social, por más
singular que sea, siempre es relacional y se dirime en los determinantes sociales
generales. En este sentido, toma vital importancia el concepto de situación, el cual
refiere a “una apreciación de conjunto hecha por un actor en relación a las acciones
que proyecta producir para preservar o alterar la realidad que vive” (Matus, 1992:
126).
De esta manera, no hay una única voz (la del planificador), sino la de un conjunto
de actores: como son varios los actores que coexisten en la realidad con
capacidades de planificación diferenciadas, habrá varias explicaciones de la
realidad y todas estarán condicionadas por la inserción particular de cada actor en
dicha realidad, es decir por su situación. En consecuencia, ya no es posible el
diagnóstico único y la verdad objetiva. Sólo es posible una explicación situacional
donde cada sujeto explica la realidad desde la posición particular que ocupa en el
sistema (objeto) planificado. (Matus, 1992: 94)
56
La planificación estratégica tiene un fuerte componente prospectivo, es decir a
partir de la relación entre presente y futuro, se establece un horizonte hacia donde
ir (situación deseada), razón por la cual se determinan y seleccionan entre
diferentes posibilidades aquella que sea considerada, a partir del análisis de las
relaciones de fuerza, los recursos disponibles y la historicidad de la situación sobre
la que se erige la intervención; entendiendo que los “procesos de planificación
(están) caracterizados e imbricados en un contexto de incertidumbre, turbulencia y
conflictividad” (Massa, 2013: 1).
Pero sin dudas, necesitamos poder identificar actores y las relaciones de fuerza
presentes, a partir de la forma en que se concretizan los intereses, las alianzas y los
conflictos entre ellos. Siempre teniendo en cuenta que el modo en que cada actor (o
grupo de actores) se relaciona con la situación problemática que se constituirá
como núcleo de nuestra intervención, ya que según los intereses que entran en
juego o las alianzas que entablen, determinará y condicionará la estrategia
construida para intervenir y, en consecuencia, sus tácticas. Tácticas que están
cristalizadas en un conjunto de acciones que remiten a las funciones asignadas a
los trabajadores sociales, y en base a las cuales se ha configurado y desarrollado la
profesión, que, como sintetiza Oliva (2007) son asistencia, gestión y educación.
57
estrategia para poder intervenir. Esa estrategia estará determinada a su vez por el
escenario elegido, por la viabilidad construida y por las relaciones de fuerza
manifiestas, y, a partir de todos estos elementos, se seleccionarán las tácticas a
utilizar.
A partir de esto, una vez determinado el para qué intervenir y él como hacerlo,
definiremos las tácticas a utilizar. Si bien dentro de la estrategia que construimos
para intervenir vamos a utilizar varias tácticas, la diferencia sustancial entre
ambas radica en que estas últimas se presentan como acciones aisladas (Trotsky,
s/f). Es decir, podemos realizar una entrevista o una observación que se presentan,
a priori, sin encadenamiento entre sí, pero es justamente la estrategia la que
constituye el “paraguas” que otorga integralidad e inteligibilidad a esas acciones
que se nos presentan como esporádicas, erráticas o fragmentadas. Es, en
definitiva, la direccionalidad, el sentido de la intervención lo que integra lo que en
apariencia está escindido; y ese es el rol de la estrategia.
Matus (1992), identifica tres líneas posibles y generales para definir una estrategia
en la medida que construimos viabilidad, la cual, en nuestro caso estará
principalmente vinculada a la relación profesional-actor. Estas son:
★ Estrategias de cooperación, que implica instancias de negociación para
generar acciones comunes y acuerdos;
★ Estrategias de cooptación, que supone la atracción de otros actores, la suma
de voluntades;
★ Estrategias de conflicto, que suponen la resolución/disminución del
enfrentamiento o el rechazo, intentando reducir el conflicto.
Si optamos por una de estas estrategias de acercamiento o construcción de
viabilidad, no podemos olvidarnos que estamos vinculándonos con actores sociales
que tienen sus intereses, alianzas y necesidades; que nuestras acciones pueden
58
orientarse a transformar o preservar; que la realidad está siempre en movimiento y
que la complejidad social puede conservar o modificar el escenario construido. Es
importante que tengamos en cuenta que la relación entre táctica y estrategia no se
escinde de la vinculación que esta tiene con nuestro posicionamiento ético–
político, con el proyecto de sociedad, y de profesión que configura nuestro ejercicio
profesional. Es decir, que así como diversos autores plantean que el ejercicio
profesional se configura en la triada estructura, coyuntura, cotidianeidad; las
intervenciones en situaciones problemáticas concretas, que se configuran en el
núcleo de nuestras intervenciones en el día-a-día profesional, cristalizan, desde la
perspectiva de la planificación situacional, esa triada en la relación dimensión
ético-política/estrategia/táctica.
Aclaraciones:
Desde la perspectiva situacional, un problema es una percepción de un actor (o
varios actores), de una discrepancia entre la realidad actual que constata y la
situación deseada; es una “indicación/alarma” de que existe una brecha entre la
situación en la que estamos y la proyectada como ideal. Ahora bien, en la
delimitación y explicación de un problema existe siempre, pues, un conjunto de
valores que influyen sobre su demarcación y jerarquización. Un “problema”
entonces, no es el problema que perciben indistintamente de la misma manera los
distintos actores, sino que es una construcción teórico - empírica que emerge de
la valoración que de él efectúa un actor social o un conjunto de ellos. Por eso es que
se afirma que no existe el problema si no hay sujetos que los asuman como tal.
La segunda aclaración, tiene que ver con que cuestionamos la idea que el
“problema social” se reduce al inacceso de los bienes/servicios con los cuales
satisfacer las necesidades para la reproducción de las personas, sino que este
aparece en el orden de lo fenoménico como “manifestación particular”, o
“dificultad personal”. Como forma de de-construir ese apriorismo, es que
sostenemos la pertinencia de la categoría situación, no solamente como la
“lectura” que hace un actor de una realidad en determinado momento, sino como
aquello puntual que debe ser determinado en relación a una totalidad, con el fin de
restituir el aspecto constitutivamente político de dichos problemas y, por ende,
superando su equiparación a las refracciones de la cuestión social. Es decir que,
concebir al problema social como situación, implica explicarlo en el contexto
social en el que emerge, del que forma parte y al que explica en términos parciales.
De modo tal que descontextualizado, tanto el problema social como la situación,
serán deshistorizados, despolitizados, sin contemplar la complejidad social, lo que
devendrá en la cosificación de los problemas sociales y, por ende, en una
intervención fragmentada e inmediatista.
Es a partir de estas dos aclaraciones, que repetimos que no hay que confundir una
táctica con una estrategia, o dicho de otra manera, un medio con un objetivo.
Hacerlo genera que el medio se transforme en un fin en sí mismo. Y ello es así,
59
porque las tácticas cambian tanto como los agrupamientos situacionales. Es en
ellas donde se hace manifiesta la dimensión flexible de la planificación
situacional: las tácticas tienen que ser variables, elásticas y adecuarse al momento
singular. Entonces, el objetivo estratégico es el de largo plazo, y las tácticas son
los medios para llegar a ese objetivo.
60
e) la direccionalidad que tome el proceso de intervención, estará determinada
por la posición ético-política del/de la profesional y la opción por la
alternativa más viable, el cual remite siempre a un proyecto de sociedad, y
de profesión.
61
recursos presentados anteriormente. Otras de las características de todo proceso de
intervención, y que se encuentra en estrecha relación con lo anterior, son aquellas
funciones “propias” del Trabajo Social, en tanto profesión inscripta en la división
social del trabajo, que le son asignadas girando “en torno a necesidades, demandas
y recursos bajo la relación Institución/Usuario/Trabajador Social” (Oliva; 2000:4).
Por último, cabe remarcar que uno de los aspectos no señalados hasta ahora en la
construcción de los procesos de intervención y de las estrategias, y por ende,
selección de tácticas, tiene que ver con el posicionamiento de cada profesional a
partir de su relativa autonomía, esto es, a partir de las posibilidades de generar
alianzas con otros profesionales, con otros actores que nos permitan definir el
encuadre en el cual se desarrolla nuestro proceso de trabajo.
62
realizar determinada acción y no otra. Guerra (2011: 16), establece que “un proyecto
es la expresión de una intencionalidad que se plasma en la acción”. Todo proyecto
implica una finalidad, valores que la sustenten y medios para lograrla.
Los proyectos pueden ser tanto individuales como colectivos, en estos últimos
podremos identificar tanto a los proyectos societarios como a los profesionales
(Netto, 1999). Mientras los primeros se hacen extensivos al conjunto de la
sociedad, y por ende son proyectos de clase, los segundos son aquellos vinculados
a una profesión reconocida y regulada “jurídicamente y que suponga formación
teórica y/o técnico-interventivo a nivel académico superior” (Netto, 1999: 274). En
este sentido, entendemos que no se puede escindir a los proyectos profesionales de
la complejidad social; es decir, los proyectos profesionales están determinados
por las visiones y por las contradicciones de la sociedad. Entonces todo proyecto
profesional tiene vinculación con proyectos más amplios que hacen referencia a
cuestiones sociales, políticas, económicas, culturales e históricas. Por ende, todo
proyecto profesional se enmarca en proyectos societarios, a partir de la
identificación de cada profesional a determinado proyecto de sociedad. Pero, a su
vez, los proyectos socio-profesionales son estructuras dinámicas (Netto, 1999),
dado que son concreciones que expresan modificaciones en el sistema de
necesidades sociales sobre el cual opera la profesión, en las determinantes
económicas, históricas y culturales, en el corpus teórico y práctico, y en la
composición del colectivo profesional.
La inscripción en determinado proyecto socio-profesional, nos permite
manifestar en cierta forma nuestro posicionamiento ético-político. Es decir,
ninguna acción que el profesional realice será meramente objetiva y limpia de
subjetivaciones. Al contrario, nuestra posición ético-política determinará tanto a
la dimensión táctico-operativa como a la teórico-metodológica (Pellegrini, 2014).
De algún modo podemos decir que adscribir a determinado proyecto, traerá
consigo la determinación de ciertas teorías, herramientas metodológicas, ciertas
técnicas, etc. En este sentido, cada profesional pondrá en juego a la hora de la
intervención o bien las llamadas estrategias básicas de intervención o aquellas
denominadas funciones asignadas. Ahora bien, nuestra profesión ha
particularizado el concepto de “estrategia”, restringiéndolo a la idea de
“estrategias básicas de intervención”, que rigidizan la posibilidad de establecer
objetivos (las estrategias) y sus consecuentes dispositivos (técnicas) para
lograrlos, entendiendo que la definición de “estrategias básicas” entra en tensión
con la concepción que entiende a la realidad como dinámica y compleja. Tanto la
asistencia, la promoción como la prevención, sintetizan en la historia de la
profesión la modelización de la dimensión estratégica de la intervención.
63
modelizaciones en situaciones que revisten características similares, cayendo en la
inmediaticidad, la superficialidad y el espontaneismo, central en el método de caso
individual, o vulgarmente denominado “caso a caso”.
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★ Contexto global: régimen político vigente en el país y las políticas
económicas a nivel nacional, provincial y local.
★ Información general sobre la institución empleadora: antecedentes
históricos; política general de la institución.
★ Inserción del Trabajo Social: dependencia del profesional o del equipo de
trabajo social; nivel de remuneraciones salariales, viáticos; condiciones
laborales; etc.
★ Prestaciones, recursos de funcionamiento y visuales; Recursos de tiempo y
vínculos
★ Recursos escritos: acceso a producción teórica; materiales informativos;
leyes, etc.
★ Recursos del profesional;
★ Mecanismos institucionales: modos de definir el objeto de intervención;
Sector poblacional/usuarios.
65
no necesariamente la asistencia significa una entrevista individual (demanda
espontánea). En ese sentido, en la atención de la demanda el profesional tiene que
realizar la re-construcción de las manifestaciones de la cuestión social,
apuntando a realizar una devolución que les permita a los usuarios superar los
límites que le impone su vida cotidiana en la comprensión global de sus
necesidades y demandas.
Los profesionales del Trabajo Social insertos en los servicios sociales realizan su
función de asistencia atendiendo demandas y otorgando prestaciones. La
actividad de otorgar prestaciones está determinada por procedimientos
institucionales, funciones asignadas al personal, características de las
prestaciones, disponibilidad de recursos, entre otras. La forma de otorgar se puede
realizar con la entrega directa por parte del profesional o mediante distintos
mecanismos de comunicación escrita o verbal. La entrega directa se realiza cuando
el profesional es quien toma parte en el encuentro entre los recursos materiales y
los usuarios
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POLANCO – EL FEMINISMO COMO LENTE PRIVILEGIADA PARA
EL ANÁLISIS CRÍTICO DEL EJERCICIO PROFESIONAL, DE LAS
POLÍTICAS PÚBLICAS Y DE LAS PRÁCTICAS COTIDIANAS
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