Fabbian, G. El Arte
Fabbian, G. El Arte
Fabbian, G. El Arte
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giselafabbian@yahoo.com.ar
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Bourdieu, P., Cosas Dichas, Buenos Aires, Gedisa, 1988, p. 108.
los cuerpos, son hoy, son el resultado de lo que han venido siendo”.3 Ambos conceptos
(habitus y campo), están claramente interrelacionados:
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campo de producción y el campo de consumo: los consumidores satisfacen sus
necesidades en el campo de producción y los productores encuentran un mercado para
sus productos en los diferentes gustos e intereses culturales de los consumidores. Lo que
se da es una relación dialéctica entre el campo de la producción y el campo del consumo
en tanto son campos que se encuentran homologados funcional y estructuralmente. Esto
quiere decir que, partiendo de la distribución desigual de capital, se dan diferentes
posiciones que están especificadas en términos de clases (dominante – dominada), e
incluso dentro de la clase dominante (fracción dominante – dominada); es decir,
oposiciones sincronizadas en ambos campos.
Para Bourdieu es claro que el campo artístico (como el resto de los campos) ocupa
una posición en el seno del campo de poder y en el espacio social global. El campo de
poder es “el espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones que tienen
en común poseer el capital necesario para ocular posiciones dominantes en los diferentes
campos”.6 En la sociedad capitalista es el capital económico el que ocupa el lugar
preponderante en la jerarquía de los diferentes capitales, con lo que queda desplazado el
campo de producción cultural a ocupar una posición dominada dentro del campo de
poder. Sin embargo, entre el campo de producción cultural y el de poder, se establece
una relación también de homología entre quienes ocupan en uno y otro una posición
dominante. Es decir, los artistas productores de un arte comercial dentro del campo
cultural producen para la región dominante del campo de poder, ocupando una posición
dominante dentro del campo artístico, posición determinada por la relación que mantienen
los agentes con el mercado.
Teniendo en cuenta estos factores se da una doble producción de bienes culturales
de acuerdo al grado de autonomía7 que tiene el campo y el lugar que ocupa dentro del
campo de poder. Una producción destinada al mercado, donde el capital económico
dominante en el campo de poder ocupa también una posición dominante dentro del
campo de producción artístico con respecto al capital cultural o simbólico,8 lleva a que se
produzca un intercambio de bienes culturales cargados de capital económico y deficiente
de capital simbólico subordinado a la demanda del público. Como reacción, y con un
grado mayor de autonomía del campo, se da una producción de obras “puras” destinada
6
Bourdieu, P., Op. Cit,1995, p. 320.
7
No hay que olvidar que el campo no es una estructura aislada, es un espacio relativamente autónomo, es
decir relativamente dependiente también de otros campos en especial del campo económico y de poder y su
autonomía varía de época en época y de tradición en tradición.
8
El capital simbólico es el carácter de legitimidad, prestigio, reconocimiento que se agrega a otros capitales.
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más bien a la apropiación simbólica carente de capital económico e independizada de las
demanda externas y las exigencias del mercado. En este punto se produce lo que
Bourdieu denomina “economía al revés”.
Los bienes culturales adquieren una doble faceta de mercancías y significaciones,
donde sus valores comercial y simbólico permanecen independientes. De este modo,
encontramos, por un lado, la formación de una industria artística o “cultural” que,
La obra de arte se revela mediada por las exigencias del mercado que marcan su
aceptabilidad y dirigen su finalidad. El mercado funciona como aparato de control,
convirtiéndose entonces en el verdadero “autor” del arte contemporáneo, Se produce un
doble condicionamiento: el del arte por los intereses del mercado, y el de la sociedad por
la manipulación que hacen los intereses capitalistas del arte.
Por otro lado, encontramos el “arte puro” en el que como
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sentido inverso, de igual modo, en el campo de producción cultural los
beneficios económicos se incrementan cuando se va del polo “autónomo”
al polo heterónomo, o, si se prefiere, del arte “puro” al arte “burgués” o
“comercial”, mientras que los beneficios específicos varían en sentido
inverso”.13
Las obras de arte “puro” luchan por la transformación del capital específico en juego.
Estas luchas se traducen en luchas por la conservación o alteración de la estructura del
campo, por la imposición de los límites del campo y la consagración de legitimidad. En la
óptica de Bourdieu, estas luchas se dan dentro del campo de poder y tienden al poder,
simbólico en el caso del arte puro y económico en el caso del arte de divulgación.
El arte de vanguardia es el arte puro que actúa como un movimiento de
confrontación frente a quienes detentan ambos poderes, con el objetivo de manipular el
capital cultural convirtiéndolo en un bien comercializable económicamente y ejercer
dominación social a través de la manipulación del poder simbólico. Y es también un claro
y manifiesto rechazo del conformismo con que trabaja el mercado del gran consumo
donde se pierden o más bien se borran las convicciones y se neutralizan los
compromisos.
El arte puro de vanguardia no actúa sólo contra las leyes del mercado. Es un arte
que arremete contra la representación clásica poniendo también en crisis a quien las
percibe en tanto provocan un “extrañamiento” (que implica la puesta en marcha de un
mecanismo de desautomatización de la conciencia), trata de generar formas de
pensamiento crítico y denuncia los poderes que quieren hundirlo en las supersticiones del
conformismo cultural y la lógica del menor esfuerzo. Las obras vanguardistas postulan un
quiebre o, para decirlo en términos adornianos, negativizan la sociedad. Es decir, el arte
aún dentro de su estado de pureza e incluso de mayor autonomización, la obra no deja
nunca de funcionar en relación al campo social, no deja nunca de cumplir una función
social. “El arte es algo social, sobre todo por su oposición a la sociedad, oposición que
adquiere sólo cuando se hace autónomo”.14 El arte asume una postura crítica, y no
meramente imitativa, ante la sociedad en que se produce. Su repliegue “inmanente” le
permite encontrar en sí mismo una identidad que no puede tomar de la realidad empírica
con la que debe romper para alcanzar su fin, una realidad con la que vuelve a ligarse en
tanto es su negación. Se produce así una paradoja: la función social del arte se convierte
en la negación misma de la sociedad como algo dado o natural. La puesta en
13
Ibíd., pp. 371-372
14
Adorno, T., Teoría Estética, Buenos Aires, Ediciones Orbis S.A., Hyspamérica, 1983, p. 296.
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funcionamiento de una dialéctica constante entre su inmanencia y su socialización (que
tiene como síntesis la vuelta a la sociedad sólo a partir de su negación) es la condición
por la cual la obra de arte no puede reducirse a una mera mercancía. Su negatividad
radical, su resistencia a la sociedad naturalizada, su objetivación y su ruptura con la lógica
económica que articula la estandarización cultural, son pruebas evidentes de la necesidad
de un estudio particular de la obra de arte en la sociedad contemporánea.
Según Adorno, la preocupación por hacer del arte un bien susceptible de mayor
comercialización de acuerdo a las exigencias del mercado, es un ademán político de
aquellas facciones que intentan eternizar el status quo y proponerlo como única realidad
posible. Sólo en la negación radical del status quo instituido se da el verdadero
compromiso social del arte,
Por eso, para Adorno el arte puede prescindir de su carácter bifronte: de inmanencia
en tanto negación de la realidad empírica y de fenómeno social en tanto que esa negación
lleva a la sociedad una reformulación cultural. Para Adorno el arte que encarna este
verdadero compromiso social y que cumple con su propuesta artística, es el arte de
vanguardia. Sólo en el arte nuevo se da la liberación de la forma y una forma liberada
choca con el statu quo. Este arte experimental rompe, fractura el estrato dominante en el
campo social global.
Pero, a diferencia de Adorno, Bourdieu no entiende estas “revoluciones artísticas”
como luchas internas que accionan en el campo social proporcionando luchas externas y
consiguientemente luchas en los diferentes campos. Las concibe existentes pero
obedeciendo a una lógica inversa. Las considera en última instancia siempre arbitradas
por la correspondencia que se pueda dar entre los cambios internos y los cambios
externos al nivel de las relaciones entre campos.
15
Ibíd., p. 318.
6
desarrollan en el seno del campo del poder o del campo social en su
conjunto) y los apoyos que unos y otros pueden encontrar en ellas”.16
16
Bourdieu, P., Las Reglas del Arte, Op. Cit., p. 375
17
Hay que tener en cuenta, así mismo, que las posibilidades del agente social están también condicionadas
por el lugar que ocupa el agente dentro del campo, posición que le viene dada por el volumen y la estructura
del capital. Cfr. Bourdieu, P., Cosas Dichas, Op. Cit., p. 131.
18
Bourdieu, P., Op. Cit., p. 441.
7
prácticas). Dentro del pensamiento de Bourdieu, ése es el único soporte a partir del cual
retorna la posibilidad de plantear la obra de arte como un gesto de negatividad radical y
transformación frente a los poderes que son dominantes en el espacio social global.
BIBLIOGRAFÍA
ADORNO, Theodor, Teoría Estética, Buenos Aires, Ediciones Orbis S.A., Hyspamérica,
1983.
GUTIÉRREZ, Alicia, "La tarea y el compromiso del investigador social: notas sobre Pierre
Bourdieu", en BOURDIEU, Pierre, Intelectuales, política y poder, Buenos Aires,
Eudeba, 2000.