Actividades Articulos, Determinantes y Pronombres
Actividades Articulos, Determinantes y Pronombres
Actividades Articulos, Determinantes y Pronombres
1. Señala los determinativos que aparecen en las siguientes oraciones y precisa de qué clase es cada uno:
3. Distingue determinantes y pronombres que en el siguiente texto y determina a qué clase pertenecen:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos
y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su
hacienda. El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los días
de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa un ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina
que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad
de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo
de la caza.
5. Los posesivos se relacionan con las personas gramaticales, por lo que estas deben tenerse en cuenta para la
concordancia. Corrige los errores en estas oraciones:
7. Corrige los usos incorrectos de los relativos e interrogativos en las oraciones siguientes:
Ha sido ese coche quien ha provocado el accidente. He visto un accidente, cuyo suceso me ha impresionado
mucho.
Los alumnos a quien he nombrado que salgan. Había una gran multitud, quien no paraba de chillar.
Desconozco el con qué lo ha hecho. Dime el por qué no quieres venir.
He conocido a un chico que su padre es inglés. Los alumnos que sus notas sean superiores a notable
recibirán un premio.
La gente quien quiera puede venir. Escribió una novela, por cuya obra se ha hecho famosa.
La afrenta viene de parte de quien la puede hacer y la sustenta; el agravio puede venir de cualquier parte, sin que afrente. Sea
ejemplo: está uno en la calle descuidado; llegan diez con mano armada, y dándole de palos, pone mano a la espada y hace su
deber; pero la muchedumbre de los contrarios se le opone, y no le deja salir con su intención, que es de vengarse; este tal queda
agraviado, pero no afrentado. Y lo mesmo confirmará otro ejemplo: está uno vuelto de espaldas; llega otro y dale de palos, y en
dándoselos, huye y no espera, y el otro le sigue y no alcanza; este que recibió los palos recibió agravio, mas no afrenta; porque
la afrenta ha de ser sustentada.
La verdad sea dicha: cada vez entiendo menos a la gente. Ahí está mi primo Severiano: ocho años largos hacía que no nos
veíamos –nada menos que ocho años-; llego a su casa, y aquella única noche que, al cabo de tantísimo tiempo, íbamos a pasar
juntos, la emplea el muy majadero -¿en qué?– ¡pues en contarme la historia del manuscrito!, una historia sin pies ni cabeza que
hubiera debido hacerme dormir y roncar, pero que terminó por desvelarme. Y es que estos pueblerinos atiborran de estopa el
vacío de su existencia rutinaria, convirtiendo en acontecimiento cualquier nimiedad sin el menor sentido de las proporciones.
La visita de su primo, con quien él se había criado, y en cuya vida y milagros tanta cosa de interés hubiera podido hallar, no era
nada a sus ojos, parece, en comparación de la bobada increíble que había tenido preocupado al pueblo entero, y a Severiano en
primer término, durante meses y años. Me convencí entonces de que ya no restaba nada de común entre nosotros: mi primo se
había quedado empantanado ahí, resignado y conforme. ¿Quién lo hubiera dicho veinte años atrás, o veinticinco, cuando
Severiano era todavía Severiano, cuando aún no estaba atrapado tan sin remedio en la ratonera de aquel almacén de
herramientas donde ha de consumir sus días…!