Psicopatia R

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UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR

FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES


DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA

PSICOPATOLOGIA SOCIAL
Mtro. Vladimir Flamenco

Introducción al estudio de la psicopatía.

Investigaciones sobre el tema de la psicopatía, sus


raíces, la prognosis de los psicópatas, los programas o
modelos de tratamiento que se proponen para ésta
población y los perfiles de sus víctimas.

El psicópata se caracteriza por su falta de empatía, la incapacidad para ponerse en el


lugar de otros, la falta de conciencia y remordimiento, la impulsividad, la
irresponsabilidad y la irritabilidad. Todos ellos, factores que nos alentarían a
mantenernos fuera de su alcance. Si bien otras de sus características son como señala
Vicente Garrido en su libro “El psicópata. Un camaleón en la sociedad” su
habilidad para encandilar, para seducir, su encanto y su fuerza de convencimiento,
al principio antes de que sepamos quienes son realmente su presencia nos puede
estimular, pudiendo llegar a pensar que nos encontramos ante una persona
interesante... es el denominado glamour del psicópata.

El psicópata es el manipulador por excelencia, gracias a su inteligencia y


astucia, consigue enredar a los demás. Para el psicópata lo lógico es la consecución
de sus fines. Saben la diferencia entre el bien y el mal, conocen las normas y las leyes,
pero simplemente no les importa lo más mínimo. Como no les importan el dolor o el
sufrimiento que sus acciones pueden causar en los demás, lo único que es relevante
es qué van a sacar ellos de sus acciones. Sin arrepentimientos, ni sentimientos de
culpa posteriores, sin miedo ni ansiedad... un perfecto depredador.

Pero entonces, ¿están locos? Tal vez estos fragmentos, ambos recogidos del
libro de Vicente Garrido, nos aclaren que el psicópata no presenta un deterioro de
la realidad, es decir, saben cual es la realidad:

“Esta es la esencia de la psicopatía: el sujeto no es un psicótico, no tiene


alucinaciones o delirios, no se cree Napoleón ni siente que les persigue la KGB;
tampoco tiene crisis de ansiedad o conflictos psicológicos que lo hagan un sujeto
neurótico; sin embargo, su mundo emocional es limitado. Él como ser una humano,
es un completo autista”
“El psicópata esta libre de alucinaciones y delirios que constituyen los síntomas más
espectaculares de la esquizofrenia. Su normalidad aparente, su máscara de
cordura, lo hacen por ello más difícil de reconocer, y lógicamente más peligrosos”

Según Robert Hare, la psicopatía aparece entre los tres y los cinco años, tanto en
familias estables como inestables. Es decir el psicópata puede proceder de
cualquier familia. Pero existen distintos grados y no todo psicópata termina
convirtiéndose en criminal, aun así, sería preferible no tenerlo ni como jefe, ni como
padre, ni como pareja.

La psicopatía no se cura. Al menos hasta el momento no se ha descubierto


ninguna terapia eficaz. De hecho, tal y como Robert Hare señala “Se ha intentado
todo pero no hay nada que funcione”. Es decir, que desde este punto de vista el
panorama es bastante desalentador. Los programas de rehabilitación funcionan al
revés para ellos.

La Personalidad del Psicópata (el depredador):


Robert D. Hare quien es un experto reconocido internacionalmente por haber
documentado una conceptuación diferente para analizar e identificar a los
psicópatas.
A través de sus investigaciones experimentales con poblaciones penales y convictos,
el Dr. Hare ha formulado un conjunto de características que distinguen a los
psicópatas de otras personas que han sido diagnosticadas con el Trastorno de
Personalidad Antisocial.
El estableció los siguientes indicadores de psicopatía:
En el ámbito Emocional/Interpersonal
• Son egocéntricos y grandiosos
• No conocen el remordimiento o los sentimientos de culpa
• Son incapaces de sentir empatía
• Son locuaces y manipuladores
• Son superficiales y engañadores

En el ámbito de Desviación Social :


• Tienen una necesidad de experimentar excitación
• Son irresponsables
• Son impulsivos
• Tienen un pobre control de su comportamiento
• Han tenido problemas de conducta en su niñez
• Rasgos de conducta antisocial en su adultez
Es importante señalar que los psicópatas forman parte del acervo de diagnósticos
que encontramos en las instituciones penales dentro de las diferentes
manifestaciones de la conducta antisocial, pero que NO toda la población de las
cárceles reúne los indicadores de psicopatía.
La gran diferencia entre un Trastorno de Personalidad Antisocial y un Psicópata,
está en que en el primero se consignan indicadores de conducta observable (de
acuerdo con el DSM IV) mientras que en el último se miden indicadores relacionados
con el nivel de conciencia moral, la empatía hacia la víctima, y el arrepentimiento o
remordimiento ante los actos cometidos.
Los estudios electrocorticales del cerebro efectuados a ésta población demuestran
que los psicópatas son insensibles al significado afectivo de las palabras. Esto quiere
decir, que ellos procesan las palabras que tienen contenidos emocionales, como si
éstas fuesen neutrales despojándolas así de su dimensión y significado afectivo.
De manera que podemos afirmar que el mayor déficit en la personalidad del
psicópata emana de su gran limitación para identificar y procesar la dimensión
afectiva de las relaciones humanas. Tanto sus cogniciones como su lenguaje carecen
profundamente de afecto
El Dr. Hare, en su interés por diferenciar a los psicópatas del resto de la población
penal desarrolló el único instrumento de medición de psicopatía que hasta el
momento se ha estandarizado en diferentes poblaciones y en diferentes culturas: se
llama la “Lista de Cotejo de Psicopatía” (“Psychopathy Checklist”). PCL - R
Lo curioso es que en muchos casos los psicópatas nunca llegan a una prisión.
Dan la impresión de que funcionan razonablemente bien, pueden ser abogados,
doctores, psiquiatras, académicos, mercenarios, oficiales de la policía, líderes de
cultos, personal militar, comerciantes, escritores, artistas, personas del espectáculo
y pueden actuar sin violar la ley o al menos sin dejarse apresar y llegar a ser convictos.
Dichas personas son igualmente egocéntricas, insensibles, y manipuladoras que el
psicópata criminal promedio; sin embargo, su inteligencia, trasfondo familiar,
destrezas sociales, y circunstancias le han permitido construir una fachada de
normalidad y le han permitido lograr lo que quieren con relativa impunidad.
Algunos especialistas se refieren a éstos como: los “psicópatas exitosos”. (Hare,
1993)
Caso 1 El comerciante:
El negocio del comerciante era próspero y lucrativo, así como también legal. Sin
embargo, ocasionalmente encubría transacciones nebulosas o prácticas que, aunque
fuesen legales eran indecorosas.
Él es una persona de considerable atractivo físico, hábil en sus relaciones humanas,
y “encantador” según las maestras de su hija. Él vivía con su esposa y su única hija,
y mantenían una imagen pública de familia perfecta. Su esposa era ama de casa.
Tenían un solo hijo de 15 años de edad.
Caso 2 El abogado
El abogado no es tan atractivo físicamente, pero sus conocidos los describían como:
“labioso”. Llevaba una exitosa práctica criminal. Poseía una amplia red de personas
relacionadas con el sistema judicial: jueces, fiscales, policías, lo que le permitía
organizar más efectivamente su práctica criminalista.
Acostumbraba a cobrar fuertes suma de dinero como depósitos por adelantado y
luego no representaba eficientemente a sus clientes. Su esposa es también abogada.
Tiene una hija de 16 años y un hijo de 13 años.
Caso 3 El líder cívico
Hombre que, por su inteligencia, su “don de gentes”, su persistencia y su astucia
logró escalar desde su clase social de familia de origen pobre hasta una posición
bastante acomodada en el plano social y económico. De apariencia física promedio,
pero de vestimenta exclusiva y elegante.
Su discurso oficial estaba plagado de pura retórica progresista y social, comunitaria,
hablaba como pobre y como portavoz de éstos, pero vivía como rico. Utilizaba los
fondos de la organización que dirigía y administraba, para su beneficio personal. Su
esposa era ama de casa. Tenían un hijo de 21 años y una de 17 años.
Ninguno de los tres cumplía con sus compromisos económicos puntualmente. Eran
irresponsables e indolentes en el pago de sus obligaciones.
Los tres son locuaces, simpáticos, manipuladores, engañadores y sobre todo nunca
fueron capaces de reconocer el daño que infligían en sus hijas y en sus esposas por
razón de esa incapacidad para la empatía que distingue a los psicópatas de los demás.
Recurrían a la negación como mecanismo de defensa y en ningún momento, aún al
ser confrontados con los hechos fueron capaces de expresar culpa o remordimiento
por sus actos.
Delito abuso sexual ritualista
Estos tres perpetradores iniciaron el proceso de acercamiento a sus víctimas desde
los 9 años, los 12 años y los 11 años de edad respectivamente, concomitantemente
con el advenimiento del desarrollo físico de la niña y de su primera menstruación.
Durante la niñez temprana ya habían sentado las bases construyendo una
interacción con la víctima: de padre “alcahuete” / hija preferida a quien le otorgaban
privilegios, a quien malcriaban y protegían cuando la mamá intentaba corregirla o
disciplinarla.
Evaluación
Mediante la observación de la dinámica familiar, era evidente la existencia de una
coalición vincular padre/hija, versus la madre a quien se le había enajenado
sistemática y deliberadamente de la interacción entre la díada padre/hija.
En la fase del inicio de los acercamientos sexuales incestuosos, el padre actuaba con
cautela, era cuidadoso a la vez que cariñoso. Fue acercándose poco a poco,
progresivamente, trabajando a la víctima psicológicamente haciéndole creer que era
su protector y benefactor
Uno de ellos le decía a su hija que era como un “maestro” que la estaba preparando
para que cuando llegara su momento de relacionarse con una pareja, supiera cómo
hacerlo. Su acercamiento a la hija era tierno y cariñoso.
Otro le decía a su víctima: “tú no tienes que hacerme nada a mí (refiriéndose al
contacto físico), solamente permíteme a mí enseñarte mi
secreto”. Cuando ella no se sentía cómoda con el acercamiento, era suficiente con
que se virara del lado contrario a él, para que él se retirara. Tampoco tenía que
mirarlo cuando él la tocaba, ella movía su cabeza hacia un lado dando margen a que
él la sedujera.
El tercero le solicitaba que le “modelara” la ropa interior sensual y provocativa que
le regalaba, le pedía que se le sentara en las piernas, le acariciaba a la vez que
admiraba la belleza física de “mi princesa”.
Con la clara intención de confundir a sus víctimas, y de hacerles creer que
participaban “voluntariamente” en los intercambios sexuales, ninguno de los tres
jamás “forzó” su contacto físico mediante el uso de la violencia.
Ese acercamiento lento, pero progresivo, sin prisa, pero sin pausa, se
asemeja al acercamiento que hace cualquier depredador en el reino animal para
capturar a su presa.
Primero las estudiaron con detenimiento, luego se aventuraron a sostener el primer
contacto mediante un acercamiento casi tímido.
El próximo estadio del proceso fue la fría y calculada construcción del escenario en
el cual se perpetraba el acto. El acto sexual nunca se efectuó por asalto,
impulsivamente, o por sorpresa. Siempre se llevaba a cabo en el mismo lugar: para
el comerciante y el líder cívico, en la habitación de sus hijas cuando las madres no
estaban presentes, para el abogado, en su oficina cuando la secretaria terminaba sus
labores.
El proceso de espera significa que los tres perpetradores eran capaces de tolerar la
frustración que implicaba el no contar con una gratificación inmediata, sino que
podían posponerla hasta la llegada del momento más seguro para ejecutar el acto
incestuoso.
El tercer estadio fue la programación de la víctima para que asimile el
abuso. Incansablemente, trabajaron a sus hijas adulándolas mediante regalos y
privilegios, seduciéndolas a través de la tolerancia ante sus indisciplinas o los
desafíos típicos del desarrollo, intercediendo con las madres para que toleraran los
retos de las adolescentes. Con el correr del tiempo, las víctimas terminan como en
un trance hipnótico resultado de la programación fría y calculada del victimario.
Por otro lado, también el contenido erótico de los contactos se calculaba para que
fuese aumentando en gravedad. El primero era un roce que dejaba a la niña
preguntándose si habría sido algo casual. Si habría sido un sueño. O si se lo habría
inventado.
Después aparece la caricia más prolongada siempre asegurándole a la hija que ambos
lo disfrutarían y que sería un secreto mutuo. Todo el tiempo, las intenciones lascivas
se disfrazan con verbalizaciones de un amor paternal sobreprotector. El amor
paterno y el intercambio sexual van de la mano.
Se aseguraban también de que el ambiente donde se perpetraban los actos
garantizara un nicho privado entre víctima y agresor. Todo estaba previsto, nunca
hubo interrupciones de terceros, nunca la madre alcanzó a realizar el peligro
inminente que representaba el padre para la hija. Nunca las jóvenes se sintieron
inseguras. Aunque sí confundidas, desorientadas, culpables.
Para esos momentos “especiales” el perpetrador habría preparado la escena
planificando que la madre estuviese bien ocupada lejos del lugar y también que la
joven estuviese aislada bajo su supervisión y a cargo suyo. Para entonces, el
depredador habría hilvanado el cerco completo alrededor de su víctima.
Los contactos sexuales eran esporádicos. Antes y después de cada contacto la joven
recibía un regalo especial. Tendría que ser aquel regalo que ansiaba y que había sido
previamente solicitado. Es decir, recibía el permiso para invitar a su mejor amiguita
a quedarse en su casa. El permiso para salir a pasear con sus pares. Podría ser un
costoso traje para el Baile de Graduación.
Podría ser un celular. Podría ser su propia tarjeta de crédito. O quizás hasta permiso
para fumar y beber (“sin que su madre se enterara”). El depredador habría seducido
a su víctima entrampándola hasta enredarla sin remedio en su telaraña.
Aunque nunca se decía: “si me concedes esto, te regalo aquello…” la joven sabía que
ocupaba un lugar privilegiado en su relación con papá y disfrutaba de esa posición
que la apoderaba en el interior de la dinámica familiar.
La Transformación de la Víctima:
Habiendo analizado la personalidad del perpetrador y el proceso ritualista que
condiciona a la víctima, traslademos ahora nuestro foco hacia atención hacia la otra
protagonista de éste complejo proceso: la víctima.
Las tres jóvenes habían sido victimizadas desde su pre adolescencia. Todo había
transcurrido en silencio y en secreto hasta que un suceso específico había precipitado
la denuncia por parte de ella.
La primera le confesó a su amiga íntima lo que le había estado sucediendo, a raíz de
una discusión que había sostenido con su padre porque éste no quería que ella
tuviese un novio. Cuando denunció el abuso, estaba molesta y su estado de ánimos
le permitió traer detalles que solamente la víctima y el depredador conocían. Los
profesionales que la evaluamos estábamos seguros de que decía la verdad, por lo que
el abuso sexual se validó clínicamente.
La segunda confesó la situación a la Psicóloga del Colegio al cual asistía. Ella
verbalizó que en los meses recientes su padre se había tornado cada vez más
intolerante y controlador. Que le había negado permisos para compartir con amigos
de su edad y que “le quería controlar su vida”. Los dibujos proyectivos, las pruebas
psicológicas y la evaluación psicosocial fueron contundentes en sus hallazgos. El
abuso se validó clínicamente.
La tercera, durante un intercambio social en el cual consumió alcohol en exceso,
confesó a una amiguita todo lo que había estado sucediendo. La amiga a su vez lo
compartió con su mamá y ésta lo refirió a la fiscalía quienes intervinieron,
De las tres jóvenes ésta fue la que se encontró más deteriorada en el nivel de daño
que tuvo el abuso con relación a la psicodinámica de su personalidad. El elemento
de que su padre era una figura respetada en su comunidad le impuso una presión
emocional y psicológica adicional al denunciar públicamente el abuso. Nuestro
equipo clínico validó la existencia de un patrón de abuso crónico.
¿Ahora bien, entonces cómo explicarnos el hecho de que todas mantuvieran silencio
por tan largo tiempo y de que tuviese que surgir una desavenencia con el padre para
que lo delataran? El dilema al cual nos enfrentamos todos los profesionales de la
conducta humana que trabajamos en éstas situaciones fue el siguiente: ¿acaso estará
la joven manipulando con la intención de apoderarse para lograr obtener unos
beneficios marginales del proceso? ¿Será cierto lo que alega el padre, que su hija
está haciendo esas alegaciones porque el padre no la complació en su petición?
NO, las cosas no eran tan sencillas ni triviales como eso. Encontramos que existe un
análisis científico bien documentado en la literatura clínica para ayudarnos a
entender el complejo proceso de interacción víctima/victimario.
En su libro: VIOLENCIA y ABUSO en la FAMILIA, Diana Sanz y Alejandro Molina
(1999) describen el estado de hechizo que se crea en las víctimas, clasificando las
siguientes tres prácticas a las cuales recurren los perpetradores:
“1. EFRACCION = La EFRACCION consiste primero en penetrar el
espacio de la niña (su habitación, su cama, su ropa) y luego su cuerpo (caricias,
desfloración y coito). También significa una irrupción del mundo imaginario del
niño y una destrucción del tejido relacional, al destruir el vínculo con sus hermanos,
con la madre, con los amigos de su misma edad.
2. CAPTACION = La CAPTACION apunta a apropiarse del otro, en el sentido de
captar su confianza, atraerlo, retener su atención y privarlo de su libertad. Los
contactos corporales tienen una intensidad sensorial desconcertante y van asociados
a mensajes de trivialización (“jugar”), de protección (“dormir juntos, abrazarse”), de
cuidado (“dar un baño, revisar el cuerpo”). Estos gestos educativos se van cargando
de una connotación sexual sin que el niño se dé cuenta del momento en que se
traspuso la frontera.
Cuando el cuerpo del niño es sometido a estimulaciones sensoriales abusivas, la
palabra que acompaña los gestos desvía la atención y crea confusión a fin de anular
el sentido crítico, y amenaza o persuade para desarmar toda resistencia.
4. PROGRAMACION = Consiste en introducir instrucciones en el cerebro del otro
para inducir comportamientos predefinidos, a fin de activar ulteriormente conductas
adecuadas a una situación o libreto previstos. La programación se lleva a cabo
unilateralmente desde el exterior del sujeto. Este obedece a la orden sin integrar
completamente la información.
En conclusión, la efracción consiste en entrar en el territorio de la presa; la captación
en dominarla y ponerla dentro de una jaula, y la programación consiste en
amaestrarla, en enseñarle a no salir, aunque la puerta quede abierta y a permanecer
cautiva voluntariamente.” (Sanz, Molina, 1999)
Una vez el abuso sexual es denunciado, la víctima se hunde en sentimientos confusos
y contradictorios. Como recordaremos, ella ha sido programada para permitir el
abuso y a complacer. Aunque inicialmente tiene coraje, también experimenta
ambivalencia ante un padre a quien amaba, pero que había abusado de su confianza
y ante una madre que nunca alcanzó a identificar lo que había estado sucediendo.
El mecanismo de defensa por excelencia que utilizaron fue el de la negación. Ante
la negación, no se reconocieron los sentimientos de hostilidad, coraje o culpa por lo
que dan margen a las quejas psicosomáticas: tales como dolores de cabeza, fatiga,
dolores de estómago.
Las tres jóvenes desarrollaron una imagen corporal devaluada e inseguridad, por lo
que se minimizaban así mismas continuamente. Los efectos del abuso las
convirtieron en personas básicamente desconfiadas de los demás. Reaccionaban
retrayéndose e ensimismándose en sí mismas.
Una de ellas sufrió episodios recurrentes de depresión mayor, algunos de los cuales
requirieron hospitalizaciones psiquiátricas. Las otras dos se convirtieron en
desafiantes, oposicionales, y desarrollaron rasgos de conducta antisocial:
Presentaron promiscuidad sexual con sus pares del sexo opuesto y de su propio sexo
y a experimentaron con sustancias controladas.
Sanz y Molina (1999) conceptualizan de la siguiente manera las características de
las adolescentes víctimas de incesto: “Con respecto a las características
estructurales de la personalidad, presentan una debilidad superyoíca fruto de la
victimización crónica; estas adolescentes tienen una tendencia a desobedecer reglas,
y poseen poca adherencia a los estándares morales de un grupo; muestran una
actitud indolente, frívola, que es el resultado de la adaptación al mantenimiento del
secreto, o sea, de mantener la homeostasis familiar a cambio de vivir en la mentira.”
La homeostasis es el estado estable en el interior del sistema familiar que busca
mantener el balance del equilibrio interno, aunque las pautas vinculares de la
dinámica familiar sean disfuncionales. Es decir, después de haber denunciado
públicamente el abuso, la víctima se siente culpable de haber sido la causante de que
se interrumpiera la homeostasis familiar y de que su familia se fragmentara.
El tiempo transcurrido desde que inició el abuso hasta que el mismo fue denunciado
(de cuatro a ocho años) no había pasado en vano en el desarrollo psicosocial de la
joven, puesto que ya ha dejado una huella indeleble en la personalidad de la víctima.
La víctima aprendió a dar de su persona a cambio de recibir unos privilegios,
aprendió a disfrutar la excitación que le provocaba la estimulación sexual del abuso.
Aprendió que el amor y el abuso de la confianza van de la mano.
Aprendió que los estándares morales pueden ser violados si lo hacemos en secreto y
en la intimidad. Aprendió a ser individualista. En fin, aprendió a ser manipuladora
y calculadora igual que su victimario y maestro.
Finalmente, concluye que recibe menos presión familiar y social si se retracta de su
versión original y si dice que nunca sucedió lo que realmente Sí sucedió.
Ella piensa que así volverá a contar con la situación privilegiada que disfrutaba antes
de la denuncia. Piensa que su familia volverá a ser lo que era antes (recordemos la
negación como mecanismo defensivo). Piensa que todo quedará atrás y que se
olvidará lo acontecido.
Así finalmente se convence de que derivaría mayores beneficios si se niega a sí misma
partiendo de que su versión original no había sido cierta. En éste punto ya se ha
consumado la transformación de la víctima. El abuso sexual crónico y ritualista la
transformó de una víctima de incesto, en una persona fría, desconfiada,
ensimismada, insegura, trivial, manipuladora y antisocial.
Para los profesionales que trabajamos con éstos casos, constituye un reto el
identificar a tiempo y con precisión a los psicópatas entre aquellas personas que han
sido acusadas de cometer actos criminales.

Como protegernos de los psicópatas

Nuestro mayor handicap a la hora de protegernos de un psicópata es nuestra


tendencia a pensar que la gente que nos rodea es igual que nosotros. Como dice
Robert Hare “tendemos a pensar que la gente es buena, inherentemente buena.
Creemos que si les das la oportunidad todo irá bien (…) Y no es así, no es tan fácil”.

Vicente Garrido lo explica de este modo "En cierto sentido los psicópatas juegan con
ventaja. Presumen (muchas veces correctamente) que no vamos a creer que en
realidad “ellos son así”. Que buscaremos alguna lógica, algo que pueda ayudarnos a
caminar por ese sendero de la sinrazón. Pero mientras tanto ellos actúan". Más
adelante continua diciendo "el problema no estriba en que el razonamiento lógico
este dañado. La lógica existe, aunque sea perversa".

Más allá de las continuas mentiras, manipulaciones y argucias del psicópata, el


problema a la hora de enfrentarnos a ellos es nuestra incapacidad para creer que
realmente son así. Que no les importamos en absoluto y que no nos ven más que
como meros objetos, instrumentos para conseguir sus fines o saciar sus ansias
egocéntricas.

El psicópata es demasiado impulsivo, como explica Vicente Garrido “tu mayor


ventaja frente a este personaje es tu constancia y tu firmeza. Él es de naturaleza
voluble, y no va a matarse por conseguir algo”.

Aun que, en definitiva, el mejor consejo es el de mantenernos lo más lejos posible de


ellos. Si somos de los que cuando no vemos algo bueno en alguien, seguimos
escrutando en búsqueda de esa bondad escondida o seguimos a su lado intentando
encontrar la explicación a su comportamiento o el porqué “la vida” les ha hecho así…
nos estamos convirtiendo en presa fácil para muchos desalmados, que
saben como somos y se aprovechan de esas circunstancias. Y no sólo eso, estamos
malgastando un precioso tiempo que podríamos emplear en conocer a otras
personas o en ir al cine.
BIBILOGRAFIA

1. Hare, Robert D. PhD., Without Coscience: The Disturbing World


of The Psycopath Among Us, The Guilford Press, New York, London, 1993

2. Hare, Robert D. PhD, Hart Stephen D, Harpur Timothy J., University of


British Columbia, Psycopathy and the DSM-IV Criteria for Antisocial
Personality, August 1991 Vol. 100, No. 3, 391-398

3. Hare Robert D. PhD, Psychopaths and Their Victims, Department of


Psychology, University of Brithish Columbia, Vancouver, Canada, 1999

4. Meloy Reid, J., PhD., Violent Attachments, Jason Aronson Inc.,


Northvale, New Jersey, London, 1992

5. Sanz, Diana – Molina, Alejandro, Violencia y Abuso en la Familia,


Editorial Lumen/Humanitas, Buenos Aires, República Argentina, 1999

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