La Confesión - 231116 - 180327

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Subsidio para celebrar el Sacramento de

La Penitencia

Es muy difícil olvidar la primera vez que te confiesas, supongo que si te


pregunto tú podrás contarme una historia muy interesante sobre tu
primera confesión. Creo que lo que nunca voy a poder olvidar son los
nervios, esos que te hacen sentir que sería mejor volver otro día, esos
nervios que no te dejan dormir bien en la noche porque algo
emocionante va a pasar al otro día; pero al mismo tiempo ya te
preparaste, todos esos sábados aprendiendo además de que rascaste
todo lo que hay dentro de ti y tienes muchas ganas de sacarlo y pedir
perdón.

Recuerdo que también tenía muchas dudas ¿qué hago si se me olvida


decir algo? ¿será mejor entrar con una lista escrita en el confesionario?
¿se lo digo todo al padre o me guardo partes de la historia? Digo, porque
a lo mejor esa parte de la historia no es tan importante ¿el padre me va
regañar? ¿cuánta penitencia me va a poner?, preguntas de alguien
pequeño que intenta algo por primera vez. También es muy difícil
entender que no debes sentir vergüenza al hablar, ¿cuántas veces
dejamos de acercarnos a confesarnos por pena? Y pensamos “es que el
padre me conoce desde hace mucho tiempo” “es que ya le había dicho lo
mismo” “mejor voy con un padre al que jamás volveré a ver” “el padre es
amigo de mis papás” y tantas y tantas cosas que pasan por nuestra
cabeza.

Sin duda la primera confesión es muy emocionante, te preparas con todo


el corazón y sales como nuevo y con ganas y fuerzas para no volver a
hacer lo mismo, sales feliz y tranquilo. De hecho, esto es lo que hace la
confesión con nuestro corazón, lo alivia, lo tranquiliza, y así estamos
felices.

¿Cuánto tiempo te preparaste para tu primera confesión? ¿cuántas cosas


te enseñaron para saber qué decir?

Dios nos da la oportunidad, con cada confesión, de volver a comenzar, de


pedir perdón, de sanar nuestro corazón y de salir alegres de ese lugar
para estar cada vez más cerca de Él y así vivir realmente felices. Él nos da
la oportunidad de vivirla siempre como si fuera la primera vez.

Por eso quiero invitarte a hacer este examen de conciencia, que este te
ayude a “rascar” en lo más profundo de ti, en saber qué de lo que has
hecho, dicho o pensado deberías confesarlo, en saber cómo puedes
cambiar de dirección para que aproveches este tiempo en el que Dios te
espera con los brazos abiertos para que vuelvas a casa y regreses en paz.

I. La confesión

Dios Padre manifestó su misericordia reconciliando consigo por su Hijo


Jesucristo todos los seres, los del cielo y de la tierra, haciendo la paz por
la sangre de su cruz.1 Jesús muerto y resucitado, el Hijo de Dios, hecho
hombre, convivió entre los hombres para liberarlos de la esclavitud del
pecado2 y llamarlos desde las tinieblas a su luz admirable. 3 Por ello inició
su misión en la tierra predicando penitencia y diciendo: «Convertíos y
creed en el Evangelio.» 4 Jesús, no sólo exhortó a los hombres a la
penitencia, para que, abandonando la vida de pecado se convirtieran de
todo corazón a Dios, 5 sino que acogió a los pecadores para reconciliarlos
con el Padre.6

Posteriormente dijo a Pedro este mandato «Te daré las llaves del reino
de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en el cielo».7 Instituyendo así en su
Iglesia el sacramento de la penitencia, dando a los Apóstoles y a sus
sucesores el poder de perdonar los pecados; así los fieles que caen en el

1
Cf. 2Co 5, 18s.; Col 1, 20.
2
Cf. Jn 8, 34- 36.
3
Cf. 1P 2, 9.
4
Mc 1, 15.
5
Cf. Lc 15.
6
Lc 5, 20.27- 32; 7, 48.
7
Mt 16, 19.
pecado después del bautismo, renovada la gracia, se reconcilian con
Dios.8

Los miembros de la Iglesia están sometidos a la tentación y con


frecuencia caen miserablemente en el pecado. Por eso, «mientras Cristo,
"santo, inocente, sin mancha", 9 no conoció el pecado, 10 sino que vino a
expiar sólo los pecados del pueblo, 11 la Iglesia, recibiendo en su propio
seno a los pecadores, santa al mismo tiempo que necesitada de
purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación». 12

Esto la Iglesia lo realiza en su vida y lo celebra en su liturgia, siempre que


los fieles se confiesan pecadores e imploran el perdón de Dios y de sus
hermanos, como acontece en las celebraciones penitenciales, en la
proclamación de la palabra de Dios, en la oración y en los elementos
penitenciales de la Celebración Eucarística. 13

Por el sacramento de la penitencia los fieles «obtienen el perdón de la


ofensa hecha a Dios por la misericordia de éste y, al mismo tiempo, se
reconcilian con la Iglesia, a la que, pecando, ofendieron, la cual, con
caridad, con ejemplos y con oraciones, los ayuda a su conversión». 14

El discípulo de Cristo que, después de haber pecado, movido por el


Espíritu Santo se acerca al sacramento de la Penitencia, ante todo debe
convertirse de todo corazón a Dios. Esta íntima conversión del corazón,
que incluye la contrición del pecado y el propósito de una vida nueva, se
expresa por la confesión hecha a la iglesia, por la adecuada satisfacción y

8
Cf. Concilio Tridentino, Sesión XIV. De sacramento Paenitentiae, cap. I: DS
1668 y 1670; can 1: DS 1701.
9
Hb 7, 26
10
Cf. 2Co 5, 21.
11
Cf. Hb, 2 17
12
Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia,
núm. 8.
13
Cf. Concilio Tridentino, Sesión XIV, De sacramento Paenitentiae: DS 1638,
1740 y 1743; Sagrado Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum
mysterium, de 25 de mayo de 1967, núm. 35: AAS 59 (1967), pp. 560- 561;
Ordenación general del Misal Romano, núms. 29, 30 y 56, a, b, g.
14
Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia,
núm. II.
por el cambio de vida Dios concede la remisión de los pecados por medio
de la Iglesia, a través del ministerio de los sacerdotes. 15

II. Pasos para una buena confesión

Examen de conciencia: es revisar en lo más profundo de nuestro corazón


si estamos realizando la voluntad de Dios en nuestra vida, si hemos
fallado a lo que él nos pide y reconocer en qué hemos fallado en nuestra
relación con Dios. A esta falta le llamamos pecado. Para esto nos ayudará
la palabra de Dios en donde encontramos lo que Él quiere para que no
vivamos en pecado.

Dolor de Corazón: (Contrición): es el dolor que se siente por haber


cometido un pecado, pues se rechaza el amor de Dios y se decide no
volver a pecar. Esto es la conversión, que el pecador quiera regresar y
vivir el amor de Dios.

Decir los pecados (Confesión): es cuando el hombre se enfrenta a los


pecados de los cuales se siente culpable; asume su responsabilidad y, por
ello, habré su corazón de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia, a
través del sacerdote que me confiesa, con el fin de hacer posible un
cambio de vida. Es muy importante confesar los pecados mortales desde
la última vez que nos confesamos.16

Propósito de enmienda: cuando nos confesamos, hacemos las paces con


Dios, esta es la reconciliación; y hacemos el propósito de no volver a
pecar, es decir, de no volver a fallar a su amistad y a todo lo bueno que
nos ofrece para nuestra felicidad.

Cumplir la penitencia: es la reparación del daño cometido a Dios y a


nuestros hermanos por nuestros pecados. Es como la medicina, la cura
que genera paz y tranquilidad de alma que se sientan lastimada por haber
pecado. Nos pide, dar lo mejor de cada uno de nosotros para volver a
sentirnos parte de la comunidad, la Iglesia.17

15
Cf. Concilio Tridentino, Sesión XIV, De sacramento Paenitentiae, cap. 1: DS
1673-1675.
16
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica 1455
17
Catecismo de la Iglesia Católica 1468
III. Guía para realizar el examen de conciencia

¿Vivo con alegría?

¿Doy gracias a Dios por las cosas bellas de la vida, pero también por las
difíciles?

¿Me comprometo e involucro activamente en la política, en la sociedad,


en la Iglesia, para contribuir al bien común?

¿Cultivo los talentos que Dios me dio y los comparto con los demás?

¿Soy agradecido con los demás por el bien que me hacen?

¿Valoro la amistad y se ser buen amigo?

¿Perdono a otros de corazón, y pido perdón con sinceridad?

¿Alegro la vida de los otros?

¿Ayudo a las personas más necesitadas, ancianos y enfermos?

¿Soy sincero conmigo mismo y con los demás?

¿Construyo una verdadera relación con Dios?

¿Cuido de mi cuerpo con una buena alimentación y ejercicio físico?

¿Pospongo mi relación con Dios?

¿Me considero a mí mismo como el mejor de todos?

¿Amo a alguien o a algo más que a Dios?

¿Soy supersticioso, o creo en los horóscopos?

¿Me avergüenzo de mi propia fe?

¿He blasfemado contra Dios, maldecirle o desafiarle?

¿Propago prejuicios contra la Iglesia acríticamente?

¿Vivo exclusivamente para el propio placer?

¿Holgazaneo, echo a perder las cosas?

¿Murmuro, criticando todo, soy un pesimista?


¿Engaño, hago trampas, miento, cedo a presiones y tejo intrigas?

¿Manipulo a otros, los uso para conseguir mis propios objetivos?

¿Revelo secretos a terceros?

¿Seduzco a alguien para utilizarlo sexualmente?

¿Envidio a los demás?

¿Callo cuando mis amigos consumen drogas?

¿He colaborado en un aborto o lo apruebo?

¿Estimulo un culto fanático del cuerpo?

¿Fumo, consumo drogas, me emborracho?

¿Consumo pornografía, me masturbo?

¿Sacrifico todo por la propia carrera?

¿Mendigo compasión?

¿Minusvaloro o minimizar manías y dependencias?

¿Exploto abusivamente mi cuerpo, trabajando en exceso o


desmedidamente?

¿Soy egoísta?

¿Me dejo dominar por malos hábitos?

¿Paso demasiado tiempo en redes sociales sin ningún provecho, a costa


de mi educación, trabajo, familia o salud?

¿Postpongo, minimizo o paso por alto mis responsabilidades educativas,


familiares o personales por jugar videojuegos?

¿Cultivo la relación con mi pareja, mis hijos, hermanos y padres?

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