Sistemas Agroforestales en Argentina UNLP
Sistemas Agroforestales en Argentina UNLP
Sistemas Agroforestales en Argentina UNLP
en Argentina
FACULTAD DE
SISTEMAS AGROFORESTALES EN ARGENTINA
Raúl tenía una sensibilidad única como ser humano, incansable defensor de la educación pública, siem-
pre disponible para sus estudiantes y compañeros.
A mediados de los años noventa, fue de los primeros docentes en impulsar dentro de nuestra Facultad de
Ciencias Agrarias y Forestales el estudio y análisis de la temática que aborda este libro cátedra, determi-
nante para que los sistemas agroforestales se incluyeran dentro del programa de la materia Introducción a
la Dasonomía, en la cual participó como docente desde 1994. Juntos organizamos la primera Jornada de
Sistemas Silvopastoriles realizada en la Facultad, además, dictó y participó de innumerables charlas en la
Facultad, en el Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires y en otros diversos ámbitos
de los que formó parte activamente.
En la vastedad del espacio y la inmensidad del tiempo ha sido una alegría disfrutar un planeta y una
época con Raúl.
Agradecimientos
A la Universidad Nacional de La Plata y en especial a EDULP por la iniciativa de los libros cá-
tedra y por su interés en este proyecto.
A los colegas y amigos de la actividad forestal (algunos de ellos ex alumnos de nuestra que-
rida Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales) que, al conocer de la realización de este
libro, aportaron su experiencia y experticia como autores para actualizar y enriquecer los
contenidos: Pablo Peri, Florencia Montagnini, Jorge Esquivel, Marcelo Navall, María Elena
Gauchat, Esteban Borodowski, Esteban Thomas, Patricia Cornaglia, Guillermo Reutemann,
Gonzalo Caballé, Bárbara Heguy, María Julia Nosetti, Beatriz Eibl, Hernán Cancio, Sara
Barth, Lorena Mendicino, Federico Fernández, Víctor Bolaños, Juan Martín Sánchez , Tatia-
na Cinquetti y Diego Ramilo.
Índice
Prólogo ......................................................................................................................................... 8
PRIMERA PARTE
Conceptos generales
Capitulo 1
Los sistemas agroforestales ........................................................................................................ 11
Sandra E. Sharry
Capítulo 2
Clasificación de los SAF .............................................................................................................. 27
Sandra E. Sharry
Capitulo 3
Principios de la agricultura sintrópica aplicables en sistemas agroforestales ............................ 60
Juan M. Sánchez
Capítulo 4
Cortinas forestales ...................................................................................................................... 87
Diego I. Ramilo
Capítulo 5
Montes de reparo para ganado ................................................................................................. 133
Raúl A. Stevani
SEGUNDA PARTE
Sistemas silvopastoriles y silvoagrícolas en Argentina
Capítulo 6
Sistemas silvopastoriles en bosque nativo ............................................................................... 152
Pablo Peri y Marcelo Navall
Capítulo 7
Sistemas silvopastoriles en el Nordeste de Argentina ............................................................. 208
Jorge I. Esquivel
Capítulo 8
Sistemas Agroforestales en Misiones ....................................................................................... 229
Guillermo Reutemann, Beatriz Eibl, Florencia Montagnini, Sara Barth
y María Elena Gauchat
Capítulo 9
Implementación y manejo de Sistemas Silvopastoriles en el bajo Delta del río Paraná .......... 249
Esteban D. Borodowski y Patricia S. Cornaglia
Capítulo 10
Sistemas agroforestales en Patagonia Norte ............................................................................ 276
Esteban Thomas, Hernán Cancio y Gonzalo Caballé
Capítulo 11
Sistemas silvopastoriles en la Pampa Deprimida, interacciones y efectos sobre los
componentes ............................................................................................................................. 312
Bárbara Heguy, Víctor Bolaños, Federico Fernández y Lorena Mendicino
Capítulo 12
Sistemas silvopastoriles en la región de Cuyo .......................................................................... 324
Julia Nosetti
TERCERA PARTE
Para ir cerrando
Capítulo 13
Sistemas agroforestales: medidas de apoyo estatales vigentes en Argentina ......................... 343
Sebastián P. Galarco
Capítulo 14
Contenidos sobre sistemas agroforestales en los planes de estudio ...................................... 357
Raúl A. Stevani, Sebastián P. Galarco, Diego I. Ramilo, Tatiana Cinquetti
y Sandra E. Sharry
Este libro ha sido escrito con dos propósitos en mente: 1) servir como libro de texto a los estu-
diantes y como guía de apoyo a los docentes y 2) ofrecer al público interesado y a otras institu-
ciones de enseñanza superior un libro de texto sobre la planificación agroforestal en Argentina.
Fue elaborado con el fin de responder a la necesidad de contar con material sobre sistemas
agroforestales (SAF) de Argentina, que sirvan de apoyo a estudiantes de nivel grado o posgra-
do. También es un excelente material de capacitación o enseñanza, de la misma forma que
permite contribuir a enriquecer el conocimiento de las personas involucradas en el campo agro-
forestal. En este sentido, se espera que este libro sea una herramienta importante para el me-
jor entendimiento de los diferentes aspectos y componentes bióticos y abióticos de los sistemas
agroforestales del país y que en su conjunto contribuyan a una mayor adopción o difusión de
los SAF cómo estrategia de producción sostenible.
Equipo Docente
Curso Introducción a la Dasonomía
F.C.A.y F. – U.N.L.P
Conceptos generales
CAPITULO 1
Los sistemas agroforestales
Sandra E. Sharry
Introducción
El impacto de los sistemas tradicionales de producción agropecuaria sobre los recursos na-
turales, la deforestación, la degradación ambiental, el cambio climático, la desigualdad social,
entre otros problemas globales, lleva a la necesidad de practicar sistemas de producción sos-
tenibles. Una alternativa para lograrlo según Giraldo (1996) es diseñar sistemas que combinan
actividades agrícolas, ganaderas y forestales que sean productivas y compatibles con el uso
racional de los recursos. Estos son los sistemas agroforestales.
La agrosilvicultura se está convirtiendo en una gran solución para la mitigación del cambio climático, la adaptación, la
resiliencia y la biodiversidad. Por su parte, el manejo forestal sostenible contribuye, directa e indirectamente, al cumpli-
miento de la mayoría de los ODS y sus metas. Según FAO, los SAF contribuyen a alcanzar los ODS 1,2,12 y 15. Fuen-
te: FAO- http://www.fao.org/sustainable-forest-management/toolbox/modules/agroforestry/basic-knowledge/es/
La agroforestería como ciencia trata del uso de una serie de técnicas que combinan la agro-
nomía, la silvicultura y la zootecnia para lograr un adecuado manejo del conjunto y las interde-
pendencias entre cada uno de sus elementos. El término agroforestal abarca una gran cantidad
de diferentes sistemas de gestión de los recursos naturales.
Los sistemas agroforestales son sistemas multifuncionales que pueden proporcionar una
gran variedad de beneficios económicos, socioculturales y ambientales. Estos sistemas de
producción son especialmente importantes para los pequeños agricultores ya que generan
diversos productos y servicios en una superficie limitada. No obstante, estos sistemas tienen
también sus limitaciones, por lo que es necesario llevar a cabo un análisis minucioso antes de
su establecimiento y manejo. Se trata de gestiones del territorio que pueden llegar a ser total-
mente distintas en función del sistema utilizado y las condiciones bajo las que se aplica, consi-
derando las condiciones económicas, sociales y ambientales prevalecientes.
Este capítulo brinda un panorama general de los sistemas agroforestales, teniendo en cuenta
el enfoque de este libro. Para ello es pertinente considerar algunos aspectos tales como las defi-
niciones de sistema, sistema agroforestal, características, objetivos y antecedentes de los SAF.
Conceptos básicos
Fuente. https://www.alegsa.com.ar/Dic/sistema.phP
La palabra sistema procede del latín systēma, y este del griego σύστημα (systema), identificado en español como “unión
de cosas de manera organizada”. Es un conjunto de componentes, arreglados o acomodados entre sí de manera tal que
actúan interrelacionadamente como una unidad, procesando materia, energía e información que ingresa al sistema (entra-
das) y obteniendo resultados (salidas de materia, energía e información) en base a un objetivo que regula su funciona-
miento. La función de un sistema se define siempre en términos de procesos o actividades, y está relacionada con el
proceso de recibir entradas y producir salidas regulado por algún objetivo que orienta o regula sus acciones. Representa
en algún modo "el valor de la interacción"(http://fca.web1.unl.edu.ar/agromatica/Docs/04-Agrosistemas.PDF)
Un sistema agroforestal (SAF), tiene como componentes a los árboles (forestal) y los culti-
vos (agro) y/o animales (Figura 3 a). Hay que considerar, además, la articulación e integración
de los componentes abióticos del sistema, como el clima, el agua y el suelo, en relación con el
manejo de los componentes agrícolas y forestales; y los seres humanos, quienes tienen un
papel protagónico en dirigir las interacciones de los componentes en el sistema (Figura 3b).
Se ejemplifican los componentes agrícolas y forestales del sistema y la dirección humana en su selección en un con-
texto particular. Elaboración Moreno-Calles et al.2014
La importancia relativa y el efecto de las diferentes interacciones entre los árboles y los cultivos
(pasturas, frutales, cereales, etc.) dependen de las condiciones del sitio (suelo y clima), la selección
del genotipo (especie, variedad y procedencia), las características bajo y sobre el suelo de los árbo-
les y los cultivos, así como de las prácticas de manejo del cultivo principal (Beer et al., 2003). Las
interacciones entre componentes pueden afectar positiva o negativamente la producción.
Estos sistemas presentan los atributos de cualquier sistema: límites, componentes, ingresos
y egresos, interacciones, relación jerárquica con la organización de la finca y una dinámica
(Montagnini et al., 1992) (Figura 4).
Por otro lado, se llama práctica agroforestal (PAF) a la generalización de un arreglo físico
y su gestión. Por ejemplo: el cultivo en callejones, que privilegia unas salidas sobre otras, como
podas, y promueve ciertas funciones sobre otras (el aporte de biomasa) (Nair, 1997).
Un sistema agroforestal (SAF) es la particularización de una práctica en función de las cir-
cunstancias locales donde se realiza: especies predominantes, características de su gestión,
situación socioeconómica, etc (Nair, 1997). Las tecnologías agroforestales se refieren a inno-
vaciones sobre bases académico-científicas que optimizan la gestión de un sistema de uso de
la tierra genéricamente o agroforestal específicamente (Torquebiau, 1993). Una técnica agro-
forestal es la aplicación concreta de una tecnología y su difusión de uso (por ejemplo: poda).
El componente forestal
Los paisajes agrícolas en general, tienen un alto número de árboles, que cumplen con dife-
rentes propósitos, como producción de madera, leña, forraje, frutas, medicinas, etc. Los árboles
brindan servicios como: sombra para cultivos y animales, protección como en el caso de corti-
nas rompe vientos, etc., además los árboles aumentan la diversidad biológica de los agroeco-
sistemas. Los científicos del Centro Mundial de Agrosilvicultura (ICRAF) han demostrado me-
diante un estudio de imágenes satelitales, que prácticamente la mitad de todos los paisajes
agrícolas del mundo incluye una cubierta forestal considerable (Figura 5).
Figura 5. Mapa del porcentaje de árboles en los terrenos cultivados en todo el mundo
Fuente: ICRAF-2009
Para que sean parte de un sistema, debe haber una acción deliberada de combinarlos con otra
actividad agropecuaria. La conformación de un sistema busca optimizar la producción unidad pre-
dial a través de una diversificación, en la que los árboles cumplen un rol fundamental. Este rol se ve
reflejado en que los árboles pueden proveer muchos productos tales como madera, alimento, forra-
je, leña, postes, materia orgánica, medicina, cosméticos, aceites y resinas entre otras. Por otra par-
te, los árboles son proveedores importantes de servicios como seguridad alimentaria, conservación
de suelos, aumento de la fertilidad del suelo, mejora del microclima, cercos vivos para los cultivos y
árboles frutales, demarcación de límites, captura de carbono, estabilización de cuencas, protección
de la biodiversidad, recuperación de tierras degradadas y control de maleza (Figura 6).
Fijación de Nitrógeno
Aumento del contenido de N
Producción de biomasa
Adición de materia orgánica
Fijación de
Nitrógeno Mejora de las propiedades
Aumento del físicas del suelo (retención
contenido de N de agua, drenaje, etc
Los árboles pueden mejorar la productividad de un agroecosistema, al influir en las características del suelo, del mi-
croclima, de la hidrología y de otros componentes biológicos asociados. Modificado de Nair, 1989
• Cortinas rompevientos
• Montes de reparo
Sin embargo, para hacer un uso eficiente de las especies se requiere conocer sus cualida-
des y propiedades. Es importante conocer su adaptación a condiciones regionales (suelo, cli-
ma, manejo), tamaño y hábito de crecimiento incluyendo el sistema radicular ya que en gran
parte el sistema radicular determina los tipos de asociaciones o combinaciones de los árboles
con otros cultivos. En este sentido es importante considerar a los árboles multipropósito.
Budowsky (1987) los define como árboles que, en adición de los productos y servicios nor-
malmente esperados como madera, influencias microclimáticas, mejoramiento del suelo y adi-
ción de materia orgánica, también proporcionan productos y servicios adicionales tales como
fijación de nitrógeno, forraje, alimentos, gomas, fibras y productos medicinales. Burley y von
Carlowitz (1984) mencionan que un árbol de usos múltiples (AUM) es una perenne leñosa,
cultivada deliberadamente para proveer más de una contribución importante a la producción o
servicio (protección, sombra) del sistema de uso de la tierra que él ocupa. Por su parte Nair
(1993), define un árbol de usos múltiples en un contexto agroforestal, como aquel que provee
múltiples productos de uso económico y al mismo tiempo se combina bien tanto económica
como ecológicamente con los otros componentes de ese sistema agroforestal.
El AUM no es sólo aquél que ha demostrado potencial para proveer un conjunto de bienes y
servicios, sino aquél cuyos potenciales pueden ser desarrollados y mejorados a través de no-
vedosos sistemas de manejo. Las premisas para nominar a una especie como AUM son
(Wood, P.J. et Burley, J. 1993):
(a) Toda leñosa perenne es un AUM circunstancialmente.
(b) No toda leñosa perenne puede ser un AUM para todo SAF
(c) Las funciones de un AUM dependen de las demandas del SAF
Un ejemplo de AUM son las leñosas forrajeras, leguminosas o no, como la morera (Morus
alba). Las especies arbóreas y arbustivas son útiles como suplemento dietético para animales
en pastoreo, por su alto contenido de proteína y energía y otros elementos indispensables para
los animales.
Antecedentes de la agroforestería
La agroforestería se practica desde hace muchos años en numerosas partes del mundo. Sus
formas varían considerablemente de un paisaje a otro, de un país a otro y de una región a otra, en
función de las necesidades y la capacidad de las personas, condiciones ambientales, culturales y
socioeconómicas prevalecientes (FAO). Si bien el término “Agroforestería” fue acuñado por primera
vez en 1977, los sistemas de uso de la tierra con interacción de árboles y cultivos se han practicado
durante miles de años, y tradicionalmente han sido elementos importantes del paisaje agrícola en
las regiones tropicales y templadas de todo el mundo. Las primeras etapas de la historia de la agri-
cultura fueron dominadas por la agricultura migratoria, con alternancia de períodos de agricultura y
silvicultura. Posteriormente, se desarrollaron sistemas más estables con la participación del pasto-
reo y bosques silvopastoriles, cuyo propósito fue la transferencia de nutrientes al sistema a través
del estiércol (Farfan, 2014). Es decir, el uso de los árboles y cultivos o ganado combinados, es una
antigua práctica que los agricultores han utilizado a través de la historia de la humanidad. King
(1987) hace un recuento de la Agroforestería y específicamente menciona que, en Europa, antes de
la Edad Media, fue una costumbre general limpiar áreas degradadas, quemar y posteriormente
cultivar plantas alimenticias. Esto se hacía en diferentes épocas en el área limpia, y se sembraban y
plantaban árboles, antes, durante y después de los cultivos agrícolas. En América Tropical, diversas
comunidades han simulado las condiciones del bosque para obtener efectos beneficiosos de los
ecosistemas forestales. Por ejemplo, en América Central, la roza, tumba y quema ha sido una prác-
tica tradicional por mucho tiempo. Cuando los españoles llegaron a América, los SAF eran la mane-
ra de producir de las comunidades originarias. Según Fassola et al. (2009) la evolución de las prác-
ticas agrícolas, pecuarias y forestales en zonas tropicales y subtropicales tienen una similitud con la
trayectoria de las mismas en nuestro país. Las prácticas silvopastoriles se plantearon en el país,
fundamentalmente en el NEA. Según los autores, instaurado el modelo silvopastoril comienzan a
surgir demandas conducentes al desarrollo de modelos agroforestales de mayor complejidad donde
el estudio de las interacciones y sus efectos conduce a nuevos modelos productivos donde la ob-
tención de alimentos estará permanentemente presente acompañando la producción forestal. A
escala mundial se calcula que mil millones de hectáreas son ocupadas por sistemas agroforestales
y silvopastoriles. En América Latina y en el Caribe, estos sistemas productivos probablemente su-
peren las 300.000.000 de hectáreas, asociando en diferentes regiones cultivos, pasturas y ganado
con árboles y arbustos (Peri et al., 2015).
Definiciones
Agroforestería
Según Solorio et al (2009) se han hecho innumerables esfuerzos para definir la Agroforestería.
Los primeros intentos comenzaron en la década de los 70, a finales de esta década y a principios
de los 80, se presentaron numerosas definiciones, las cuales eran muy extensas y contenían más
bien cualidades o propiedades, que elementos de definición. Las primeras definiciones de Agrofo-
restería son de los años setenta, definiéndola como un sistema sostenible de manejo de tierras que
aumenta la producción, combinando simultáneamente o secuencialmente cultivos agrícolas (fruta-
les u hortalizas), plantas forestales y/o animales, y aplicando prácticas de manejo que sean compa-
tibles con los patrones culturales de la población local (Bene et al., 1977). Combe y Budowski
(1979) a su vez, indican que la agroforestería es el conjunto de técnicas de manejo de tierras, que
implican la combinación de árboles forestales, ya sea con ganadería o con cultivos y la combinación
puede ser escalonada en el tiempo o en el espacio, con el objeto de optimizar la producción por
unidad de superficie, respetando el principio de rendimiento sostenido. En 1982, el Centro Interna-
cional de Investigación en Agroforestería (ICRAF) la definió́ como un sistema de uso de la tierra en
el que se combinan deliberadamente, de manera consecutiva y simultánea, en la misma unidad de
aprovechamiento de tierra, especies arbóreas perennes con cultivos agrícolas anuales y o anima-
les, a fin de obtener una mayor producción. Young (1989) indica que la Agroforestería representa
un enfoque en el uso integral de la tierra, que involucra una mezcla o retención deliberada de árbo-
les y otras leñosas perennes en el campo de la producción agropecuaria, que la misma se beneficie
de las interacciones ecológicas y económicas resultantes”. Por último, Budowski (1993) aporta la
siguiente definición de Agroforestería, que integra casi todos los elementos citados: “Agroforestería
es el conjunto de técnicas de manejo de tierras que implica la combinación de árboles con cultivos o
con animales, o la combinación de los tres. Tal combinación puede ser simultánea o secuencial,
manteniendo el principio de rendimiento sustentable. En esta combinación debe haber una interac-
ción significativa”. Ospina (2003) recuperó más de cincuenta definiciones de Agroforestería y otros
términos equivalentes y también presenta la evolución del término a partir de aspectos o descripto-
res que identificó en su investigación.
Como se mencionó anteriormente, la agroforestería es un área interdisciplinaria que incluye
interacciones entre árboles, personas y agricultura (Sinclair, 2004; Kass, 1992.). Como nudo
interdisciplinar, se basa en la silvicultura, la agricultura, la ganadería, la acuicultura y la piscicul-
tura, el manejo del recurso tierra y otras disciplinas, que, en conjunto, constituyen el enfoque
sistemático del uso de la tierra (Tabla 1). Esto permite un uso de la tierra más diverso, integra-
do, productivo, provechoso, saludable y sostenible.
Según otros autores, la agroforestería es una ciencia, cultura y arte, que reúne conocimien-
tos científicos y tecnológicos, teóricos y prácticos, modernos y ancestrales, para la generación
de sistemas de producción sustentables, que considera la asociación de leñosas perennes
(árboles, arbustos, palmeras, bambú, cactáceas y hierbas gigantes) con cultivos (agrícolas o
forrajeros) y/o cría de animales en la misma unidad de tierra. Implica un proceso dinámico co-
mo modelo de conservación-productiva en donde la valoración e integración de los recursos
naturales con bases agroecológicas permiten enfrentar los problemas actuales y otros emer-
gentes (Moreno Calles et al, 2020).
Sistemas agroforestales
Nair (1985) definió́ a los sistemas agroforestales (SAF) en los siguientes términos: “son sis-
temas de uso de la tierra en los que leñosas perennes (árboles, arbustos, etc.) crecen en aso-
ciación con plantas herbáceas (cultivos, pastos) y/o animales en un arreglo espacial, en rota-
ción o ambos, y en los cuales hay interacciones, tanto ecológicas como económicas, entre el
componente arbóreo y no arbóreo del sistema”.
Vega (1992) a su vez los define como la forma de uso del suelo que es específico a una lo-
calidad y descrito de acuerdo con su composición y arreglo biológico, el nivel de manejo tecno-
lógico o las características socioeconómicas.
Montagnini (1992) define los sistemas agroforestales como formas de uso y manejo de los
recursos naturales en las cuales especies leñosas (árboles, arbustos y palmas) son utilizadas
en asociación deliberada con cultivos agrícolas o con animales en el mismo terreno, de manera
simultánea o en una secuencia temporal.
Gonzáles y Aguilera (2003) indican que son un conjunto de tecnologías de uso del suelo en
los cuales las especies leñosas perennes (árboles, arbustos, palmas, etc.) se utilizan delibera-
damente en el mismo sistema de manejo con cultivos agrícolas y/o producción animal, en algu-
na forma de arreglo espacial o secuencia temporal.
Dupraz (2008) define a un SAF como una asociación en una misma superficie de árboles y
producciones agrícolas, promoviendo sus interacciones y estudiando las interrelaciones de
competencia y facilitación entre árboles y cultivos.
Sotomayor (2008) recalca que los SAF favorecen una cierta armonía entre la actividad del
hombre y las fuerzas naturales de la sucesión, dado que son una forma de utilizar la tierra bajo
el principio de uso múltiple, en forma integral, satisfaciendo las necesidades humanas.
● Para que los sistemas agroforestales sean sostenibles debe existir una conjugación de
los aspectos ecológicos y sociales con los económicos.
En base a las definiciones se puede establecer que los SAF deben cumplir con “las 4 i”
(Figura 7):
Figura 7. Las 4 i
Los SAF tienen sus propias reglas y algunas características que los definen, entre los cua-
les podemos mencionar (Arévalo, 1999):
Límites: pueden ser naturales o artificiales y claramente definen lo que es endógeno (interno) y
exógeno (externo) con relación al sistema.
Función: está relacionada a los insumos que entran al sistema y los productos que se obtienen
a partir de ellos.
Un SAF sólo está correctamente definido si las tres primeras características mencionadas
son claramente conocidas.
Los atributos que caracterizan a los sistemas agroforestales son la productividad, sos-
tenibilidad y adaptabilidad.
Los objetivos o beneficios de un SAF pueden ser diferentes para cada situación y región
del mundo y se clasifican en generales, biológicos-ambientales o económicos-sociales (Tabla
2). Algunos de estos son ampliamente reconocidos, como: mejor protección y mejoramiento
del suelo; más de un tipo de cosecha o producto para los propietarios, lo cual le asegura una
mayor estabilidad y retornos económicos en el mediano y largo plazo; obtención de subpro-
ductos como, leña, postes, miel y otros, que mejorará la calidad de vida de los propietarios;
dado el reconocido aumento en la eficiencia biológica del sistema, ayudar á a un incremento
de la productividad no solo para un productor, sino que para toda la comunidad o región
(https://agroforesteria.infor.cl/index.php/definiciones-saf/que-es-agroforesteria)
Aumentar la productividad Mejor utilización del espacio. Disminuir los riesgos del
vegetal y animal agricultor.
tiempo. Desde el punto de vista biológico, las técnicas agroforestales permiten combinar espe-
cies con requisitos ambientales diferentes para mejorar el aprovechamiento de la energía ra-
diante, utilizando tanto el espacio vertical como horizontal. Debido a la estructura vertical pro-
porcionada por los árboles y otras especies leñosas, pueden convivir plantas y cultivos con
diferentes requerimientos de luz, protegiendo al suelo de los efectos del sol, el viento y las fuer-
tes lluvias que caracterizan al trópico (Iglesias, 1999).
Los SAF presentan ciertas ventajas (Nair, 1982, 1983; Lundgren y Raintree, 1983), entre las
principales podemos mencionar:
1. Producción de una gran variedad de productos para la venta y autoconsumo,
2. Un flujo de ingresos estable y sostenido a través del tiempo,
3. Menor riesgo para los agricultores con poco capital,
4. Mantenimiento de la fertilidad natural del suelo debido al incremento de la materia orgánica,
5. Mejoramiento de las propiedades físicas del suelo,
6. Crea un microclima que puede ser benéfico para ciertas plantas y/o animales (por ejem-
plo, modificaciones de luz, temperatura, humedad, viento, etc.).
Conclusiones
Referencias
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Introducción
Este capítulo brinda una compilación y re-elaboración de la clasificación de los SAF en base
a la bibliografía vigente referenciada. Existen varias clasificaciones de los sistemas agroforesta-
les, sin embargo, clasificar los sistemas agroforestales con sus variantes ambientales y de sitio
ha sido una labor difícil que tomó mucho tiempo sin alcanzar consenso ni una clasificación glo-
bal. En este contexto, el ICRAF realizó un inventario mundial de SAF entre 1982 y 1987, cuyos
resultados dieron lugar a un esquema de clasificación que es generalmente aceptado en la
actualidad (Nair, 1989). Dicho inventario estuvo diseñado para recopilar, reunir, sintetizar y
difundir información sobre los SAF existentes en los países en desarrollo. Este proyecto tam-
bién permitió generar una lista de las principales plantas herbáceas y leñosas perennes repor-
tadas como componentes de los sistemas existentes y sus principales usos en diferentes re-
giones (Botero y Russo, 2020). La clasificación de los sistemas agroforestales es necesaria con
el fin de comprender los diferentes tipos, proveer un marco conceptual que permita evaluarlos y
desarrollar planes de acción para su diseño y establecimiento.
Existe profusa y variada bibliografía que clasifica a los SAF en base a diferentes considera-
ciones. Así los SAF han sido clasificados según su estructura en el espacio, su diseño a
través del tiempo, la importancia relativa y la función de los diferentes componentes, los
objetivos de la producción y las características ecológicas, sociales y económicas pre-
valentes. Combe y Budowski (1979) los clasifican en base a los productos que se pueden ob-
tener y el tipo de combinaciones entre los componentes. La Office of Technology Assesment
(1984) se basa en la escala y los objetivos de producción y establece que son sistemas agrofo-
restales comerciales, de subsistencia e intermedios. Nair (1985) propone una clasificación para
evaluar la efectividad de un sistema agroforestal y preparar la estrategia de implementación.
Esta clasificación agrupa y categoriza los sistemas agroforestales de acuerdo a los siguientes
criterios (Cuadro 1):
• Bases estructurales: referido al arreglo de los componentes del sistema, esto incluye las
mezclas espaciales del componente arbóreo, la estratificación vertical del componente mixto y
el arreglo temporal de los diferentes componentes.
• Bases funcionales: referida a la principal función del sistema, principalmente la del compo-
nente arbóreo (esta puede ser productiva, por ejemplo: producción de alimentos, forrajes, leña
o también protectora, ejemplo: cortinas rompe vientos, conservación de suelos.
• Bases socioeconómicas: referidas al nivel de inversión del manejo (altas o bajas inversio-
nes) o debidas a la intensidad o escala de manejo y a los objetivos comerciales (de subsisten-
cia, comercial o intermedio).
Por su parte, Iglesias (2015) recomienda una clasificación y ejemplos en la que se toma en
cuenta los aspectos estructurales y funcionales como base para agrupar los sistemas en
cuatro grandes grupos (Cuadro 2).
Tipos Ejemplos
Fuente: Iglesias,2015.
A su vez, autores como Arias Nery (2017) diferencian Sistemas Agroforestales (SAF), de
Sistemas Agroforestales Simultáneos (SAS). La principal diferencia radica en que los prime-
ros son una forma de uso de la tierra donde plantas perennes, interactúan biológicamente en
un área con cultivos y/o animales, aunque el manejo de cada componente es independiente
uno del otro, se trabajan aisladamente. Por el contrario, los SAS se implantan en el mismo
momento y son manejados de forma integrada, en beneficio mutuo de sus diferentes compo-
nentes. Ambos sistemas se orientan a permitir actividades productivas en condiciones de alta
fragilidad, con recursos naturales degradados, mediante una gestión económica eficiente, alte-
rando al mínimo la estabilidad ecológica, lo cual contribuye a alcanzar la sostenibilidad de los
sistemas de producción y, como consecuencia, mejorar el nivel de vida de la población rural.
En consecuencia, persiguen objetivos tanto ecológicos como económicos y sociales (González
y Aguilera, 2003).
Tipo Ejemplos
Fuente: Iglesias,2015.
De acuerdo con el tipo de cultivo asociado, la función principal del componente fores-
tal y su distribución en el espacio y el tiempo, se llega a un arreglo múltiple y complicado de
los sistemas agroforestales (Cuadro 4).
Cuadro 4. Según el tipo de cultivo asociado, la función principal del componente forestal
y su distribución en el espacio y el tiempo.
Tipo Ejemplos
Según Aldana Vargas (2017), otro tipo de SAF son los Sistemas Especiales (Cuadro 5).
Por su importancia y generalización a nivel mundial aparecen en casi todas las clasificacio-
nes anteriores los sistemas Taungya, los huertos caseros mixtos o tradicionales, los cultivos en
callejones, los árboles de sombra sobre cultivos perennes y la agricultura migratoria con mane-
jo de barbechos.
Para reducir la complejidad en la clasificación de los sistemas agroforestales Nair (1989) re-
comienda que se tengan en cuenta sólo los aspectos estructurales y funcionales como base
para categorizar los sistemas (agrosilviculturales, silvopastoriles y agrosilvopastoriles, Figura 1)
y los factores socioeconómicos y agroecológicos como base para la agrupación de los
sistemas para propósitos definidos.
Otros sistemas
Debido a la competencia por el espacio entre los principales elementos (la silvicultura y la
agricultura), un elemento de la superficie asignada a uno de ellos produce automáticamente
una reducción de la asignada al otro, suponiendo naturalmente que la superficie total sea
siempre la suma de esas dos. En la Figura 2, por ejemplo, el punto A en el extremo izquierdo
indica que el 100% de la superficie está asignado a la agricultura. Del mismo modo, a la dere-
cha (punto E) la superficie está totalmente destinada a la silvicultura. En cualquier punto entre
esos dos extremos habrá sistemas agroforestales con proporciones variables en la asignación
de tierras. En el punto B, por ejemplo, la agricultura domina, por lo que el sistema puede de-
nominarse «agrosilvicultura» En cambio en el punto D domina la silvicultura, por lo que el sis-
tema puede denominarse propiamente «silvoagricultura» Puede darse una situación, como se
indica en el punto C, en que ambas actividades reciban una proporción igual de la tierra. En
ese caso puede usarse cualquiera de los dos términos (Vergara,1985).
Como se dijo anteriormente, de acuerdo a las bases estructurales, se definen los compo-
nentes, ya sea por su tipo y o por su arreglo en el espacio. Esta definición de componentes
conduce a una clasificación sencilla de sistemas agroforestales (Figura 3).
Sistemas agrosilviculturales (SAS) (asociación de cultivos con árboles): son sistemas donde
se usa la tierra para la producción secuencial o concurrente de cultivos agrícolas y cultivos
leñosos. Se componen de una o varias especies arbóreas cuya producción es a largo plazo y
entre ellas se plantan cultivos de cosechas de corto plazo (Santana Rodríguez, G., s/f)
Sistemas silvopastoriles (SSP) (asociación de árboles con pasturas y animales): sistemas de
manejo de la tierra en los que los bosques plantados o nativos, se manejan para la producción de
madera, alimento y forraje, como también para la ganadería y/o crianza de animales domésticos.
Según Farfán (2014), los árboles cubren el piso inferior constituido por pastos, el piso inferior y al-
gunas veces también el superior está dedicado a la producción animal. La producción de forraje
bajo la cubierta arbolada puede dedicarse a los sistemas de corte. En estos sistemas pueden in-
cluirse distintos tipos de animales. Son practicados a diferentes niveles, desde las grandes planta-
ciones arbóreas comerciales con inclusión de ganado, hasta el pastoreo de animales como com-
plemento a la agricultura de subsistencia. El pastoreo de los animales en los bosques o áreas arbo-
ladas es una práctica bastante frecuente en los trópicos y climas templados. En los siguientes capí-
tulos de este libro se describirán en detalle algunos ejemplos de establecimiento de SSP en Argen-
tina. Estos sistemas ofrecen oportunidades importantes de producción animal al igual que la pro-
ducción de madera, leña o postes para la construcción. Generalmente la biomasa de la vegetación
en las áreas boscosas o de los montes es suficiente para mantener una buena cantidad de anima-
les (Farfán, 2014). Las entradas o componentes del sistema silvopastoril son los elementos que
necesita el sistema para realizar los procesos, ellas son: el suelo, la pastura, los animales, los insu-
mos (sales, abonos, drogas), maquinaria (Santana Rodriguez,S/F).
Sistemas agrosilvopastoriles (SASP): sistemas en los que la tierra se maneja para la producción
concurrente de cultivos forestales y agrícolas y para la crianza de animales domésticos. Estos sis-
temas se caracterizan por utilizar una gran diversidad de especies anuales, perennes asociadas
con animales manejados de tal forma que ocurren una gran cantidad de interacciones (positivas,
negativas o ambas). La economía de estos sistemas se caracteriza por la obtención de ingresos,
tanto a corto como a largo plazo, a través de los productos arbóreos y animales.
Las interacciones que se pueden dar entre los componentes de este sistema son (Aré-
valo, 1999):
- La presencia del componente animal cambia y puede acelerar algunos aspectos del ci-
claje de nutrientes.
- Si la carga animal es alta, la compactación de los suelos puede afectar el crecimiento de
los árboles.
- Los árboles proporcionan un microclima favorable para los animales.
Las interacciones entre los componentes del sistema son de vital importancia, debido a que
condicionan el éxito del sistema y proveen los principales puntos de intervención del hombre
para su manejo (Giraldo, 1996).
Si bien en esta figura pueden indicarse más de dos elementos o componentes, es imposible mostrar el grado de pre-
dominio de cada uno de ellos. Fuente: elaboración propia.
Si los árboles se han establecido antes o después del cultivo y permanecen después de la cosecha, se le denomi-
na sistema secuencial. Fuente. Estudio FAO Montes 64: Cultivo de Árboles por la Población Rural
Es el más antiguo de los sistemas agroforestales, el bosque se corta, seca y quema con
el objeto de desbrozar la tierra y devolver al suelo los nutrientes contenidos en la biomasa
forestal, para poder sembrar los cultivos alimenticios (Vergara,1985). Hay varias definicio-
nes de la agricultura migratoria. La que más se emplea la define como cua lquier sistema
agrícola en el cual se desbrozan los campos (generalmente con fuego) y se cultivan por
períodos cortos, luego de los cuales los suelos descansan (Conklin 1957). Según Warner
(1994), con el avance del enfoque agroecosistémico y su concepto to talizante que ubica a
los sistemas agrícolas como parte de un ecosistema natural mayor, se ha re conceptuali-
zado la agricultura migratoria. El planteamiento del agroecosistema procura integrar la mul-
tiplicidad de factores que afectan a los sistemas de cultivo (Gliessman 1985). Trabajos ba-
sados en el enfoque del agroecosistema han destacado la práctica de corta y que-
ma/barbecho como parte de una estrategia global de subsistencia que responde con flexibi-
lidad a las tensiones, a medida que va cambiando el entorno social, económico y natural
(Gliessman 1985, Altieri et al. 1973).
Comprende sistemas de subsistencia orientados a satisfacer necesidades básicas de
alimentos, combustible y habitación. Sólo ocasionalmente considera la fuente de ingresos
por medio de la venta de los excedentes de los productos. En este sistema, el bosque se
corta y se quema y la tierra se cultiva por pocos años, luego del periodo de cultivo continuo
una fase de descanso, los tiempos suelen ser de 5 a 20 años para la primera y de 2 a 3
años de cultivo. Esto considera rotación de tierras más que de cultivos. Inicialmente, la
productividad del cultivo es elevada, ya que, con la quema, los nutrientes se incorporan al
suelo, baja la acidez y aumenta la fertilidad del suelo. Después de 2 a 3 a ños de cultivo,
aumenta la población de plagas y malezas y las demandas de nutrientes, reduciendo la
productividad (Figura 5).
El ciclo de corte y quema tiene seis etapas, en cada una de las cuales el agricultor de-
berá adoptar decisiones críticas sobre la ubicación, cronograma, cultivos y aporte de mano
de obra: la selección del sitio, desbroce, quema, plantación, deshierbe y protección, cose-
cha y sucesión. Si la decisión es errónea en cualquiera de estas etapas, el resultado podría
ser una cosecha reducida o, quizás, ninguna (Warner,1994). Se practica en condiciones en
que la mano de obra es más escasa que la tierra, el capital generalmente es escaso y el
nivel tecnológico bajo (Díaz Rojas y Soto Barbosa, 2015). Cuando la presión de población
era todavía baja, su práctica era sostenible; pero a medida que la presión aumenta, se re-
ducen considerablemente, e incluso eliminan los períodos de barbechos (Solorio et al,
2010). Esto ha ocasionado grandes problemas por lo que esta práctica se cita como causa
de deforestación.
Sistema Taungya
Se inició en Birmania a partir de 1860. Se ideó como procedimiento oficial para la reforesta-
ción de tierras deforestadas. Los agricultores reciben temporalmente del gobierno tierras con
un contrato para la plantación de las especies arbóreas deseadas. Mientras los árboles son
jóvenes y antes de que se cierre la cubierta de las copas, los agricultores pueden sembrar cul-
tivos alimenticios cuyos frutos le corresponden íntegramente y se consideran como compensa-
ción por la plantación de los árboles. Cuando la sombra impide el crecimiento de los cultivos
alimenticios y la fertilidad del suelo disminuye marca el final de este tipo de asociación, el cual
tiene entonces que ser renovado sobre otro campo en donde se repite el proceso (Figura 6).
Mientras tanto, la zona "abandonada" se ha convertido en un bosque plantado ya formado y en
ella no habrá cultivos alimenticios anuales hasta que los árboles plantados no lleguen a la ma-
durez y se talen (Combe, 1982, Vergara, 1985).
La rotación entre árboles y cultivos anuales en el sistema Taungya varía algo con respecto al de
la corta y la quema, pues hay una coincidencia temporal entre cultivos. Otra diferencia es que, du-
rante el periodo de barbecho, los árboles plantados, son de especies elegidas y están sistemática-
mente espaciados en vez de ser los que se regeneran naturalmente en terrenos abandonados. En
este sistema, la obtención de madera es la meta final, pero los ingresos a corto plazo que se obtie-
nen son motivantes para los agricultores. Las ventajas que se tienen con este sistema son: ahorrar
costos de establecimiento de las plantaciones forestales y obtener ingresos o beneficios por con-
ceptos de cosechas. Dentro de sus desventajas están el no obtener beneficios inmediatos por venta
de productos forestales, el uso y manejo de la tierra están determinados por las necesidades que
tienen los productores, el diseño de las plantaciones no siempre es el adecuado y la presencia de
árboles impide la utilización de maquinaria para los cultivos.
Por su parte, Solorio et al. (2010) ilustran los sistemas clasificados según la secuencia tem-
poral de los componentes como se muestra en la figura 7.
Los criterios socioeconómicos, tales como la escala de producción y nivel de manejo, tam-
bién son utilizados para clasificar los sistemas agroforestales. Nair (1985), los agrupa en co-
merciales, intermedios y subsistencia.
Se aplica el término comercial a aquellos sistemas en donde los rendimientos totales de produc-
ción son cómodos, las ventas son el principal factor del sistema, la escala de producción varía de
mediana a grande y la tenencia de la tierra puede ser del gobierno, de corporaciones o privada.
Los sistemas intermedios están entre las escalas de producción y manejo comercial y las
escalas de subsistencia y se diferencian de ellas en el tamaño, el nivel y la prosperidad eco-
nómica. Ejemplos de sistemas agroforestales intermedios son las plantaciones de café, cocote-
ros y árboles frutales, etc.
Los sistemas agroforestales de subsistencia son aquellos donde el uso de la tierra es para
satisfacer en su mayor parte las necesidades básicas y el manejo del mismo lo hace el campe-
sino y su familia. La mayoría de los sistemas agroforestales practicados en diferentes partes de
los países en vías de desarrollo se catalogan bajo la categoría de subsistencia y todas las for-
mas de agroforestería migratoria tradicional encontradas a través de los trópicos es el ejemplo
más amplio. (Solorio et al, 2010).
Navarro G. et al (2012) proponen el término Sistema Agroforestal Comunitario (SAC) como
aquel nivel jerárquico que se estructura espacial y funcionalmente, basándose en la existencia de
diferentes modalidades de sistemas agroforestales familiares. En dicho contexto, a un nivel jerár-
quico inferior se configuran y funcionan con lógicas de gestión específicas los sistemas agroforesta-
les familiares, los cuales a su vez se estructuran mediante conectividades de subsistemas diversos;
entre ellos, el sistema de cultivo agrícola, el animal o de producción de pastos y el arbóreo. La di-
versidad de combinaciones de usos de árboles y arbustos se ejemplifica a partir de las capacidades
tecno-económicas, necesidades determinadas y diversos objetivos, entre los diferentes productores
y sus sistemas agroforestales familiares. Musálem (2002) comenta que es importante considerar
que, además de los productos esperados de la cosecha de los cultivos establecidos, se añada los
de los árboles de uso múltiple, los cuales conforman un conjunto de recursos que típicamente se
concretan y funcionan desde la perspectiva integral del sistema agroforestal familiar o colectivo.
Desde la perspectiva de la investigación, los componentes del Sistema Agroforestal Comunitario de
la comunidad son dos: el agrosilvícola y el silvopastoril, cada uno con diferentes variantes de arre-
glos espaciales que cumplen diferentes funciones, entre ellas producción de leña, alimenticias,
abasto forrajero, medicinales, producción de utensilios, delimitar la propiedad y proporcionar som-
bra, entre otras. Las diferentes modalidades de sistemas agroforestales y sus lógicas de gestión
familiares, como estructuras bióticas-sociales, son funcionalmente complejas, útiles para satisfacer
múltiples necesidades de bienes, uso y cambio (Navarro G. 2012).
Existen otras diversas formas de clasificar los sistemas, sin embargo, lo más importante es
que debemos tomar en cuenta que cualquiera sea la clasificación que usemos, los sistemas
agroforestales deben establecerse de acuerdo a un objetivo; el objetivo es el resultado final del
sistema, es lo que queremos como resultado de nuestros esfuerzos (Figura 9).
Fuente: anónima.
Son sistemas donde se combina árboles con cultivos perennes como frutales. En este sis-
tema se diversifica la producción y aumenta la productividad a través de algunas interacciones
con el componente arbóreo (Figura 10). Los objetivos del sistema son la producción de sombra
para ciertos cultivos comerciales como el cacao, contar con cosechas a través del tiempo, me-
jorar la calidad del producto y diversificar la producción y reducir riesgos económicos. Los árbo-
les que se utilizan son principalmente especies maderables, árboles de sombra (Díaz Rojas y
Soto Barbosa, 2015). En estas asociaciones se tiende a optimizar el uso de los recursos y au-
mentar la productividad por unidad de terreno; las condiciones de mercado son determinantes
para el éxito. Estos sistemas representan una alternativa, ya que con la introducción de los
árboles para sombra se puede llegar a suplir parte de las necesidades nutricionales del cultivo.
La sombra reduce la fotosíntesis, la transpiración, el metabolismo y el crecimiento; por consi-
guiente, decrece también la demanda de nutrimentos del suelo y así “se capacita” a un cultivo
para que se mantenga en suelos de baja fertilidad (Iglesias,2015).
Los árboles de sombra para cultivos perennes deben reunir una serie de características, en-
tre las que resaltan:
• Compatibilidad con el cultivo.
• Sistema radical fuerte y resistente a los vientos.
• Habilidad de propagación vegetativa por medio de estacas.
• Habilidad para fijar nitrógeno.
• Posesión de una copa rala.
• Ramas y tallos no quebradizos y libres de espinas.
• Tolerancia a la poda.
• Alta producción de biomasa, con residuos vegetales de fácil descomposición.
• Alta velocidad de rebrote.
• Presencia de hojas pequeñas.
• Producción de madera, frutos u otro producto de apreciable valor.
• Resistencia a las plagas y las enfermedades
Estos sistemas presentan las mismas interacciones entre los cultivos y los árboles que las aso-
ciaciones de árboles con cultivos perennes; sin embargo, para el caso particular de los sistemas de
cultivos de callejones también se pueden utilizar especies que no son tolerantes a la sombra. En
estos se incluyen cultivos tales como maíz, soya, cereales, tubérculos y raíces en asociación con
árboles, que en la mayoría de los casos son fijadores de nitrógeno (Figura 11). Los cultivos en calle-
jones son prácticas agroforestales en las que los cultivos anuales son sembrados en los espacios
que quedan entre las líneas de una especie leñosa, generalmente leguminosa, que es podada a
intervalos regulares para evitar la competencia y proveer un “mantillo” o “mulch”. Este mulch sirve
para controlar las malezas y a su vez proveer nutrimentos al suelo. Alternativamente, el material
podado puede ser utilizado como leña o alimento para el ganado (Iglesias,2015).
Los beneficios potenciales de este sistema son los siguientes:
• Las prácticas de cultivo y barbecho se realizan simultáneamente.
• Se aumenta el período de cultivo y la intensidad del uso de la tierra.
• Se logra una regeneración efectiva de la fertilidad del suelo con especies más eficientes
para este propósito.
• Requerimientos bajos de insumos externos.
El sistema es de escala neutral y lo suficientemente flexible para su uso por agricultores pe-
queños y para la producción mecanizada a gran escala.
Para el establecimiento de cultivos en callejones generalmente se utilizan leguminosas arbó-
reas, pues muchas de estas presentan un rápido crecimiento, alta producción de biomasa de fácil
descomposición, respuesta a las podas, alta capacidad de rebrote y capacidad de fijar
el nitrógeno atmosférico. Una vez establecidos los árboles, la decisión de establecer un programa
de podas es lo más importante. El momento de la poda lo determina el cultivo agrícola, ya que del
árbol se obtiene el aporte de nutrientes, pero a la vez se debe minimizar la competencia por la
luz, el agua y los nutrientes que este pudiera ejercer sobre el cultivo (Iglesias,2015).
Según Días Rojas y Soto Barbosa (2015), “uno de los mayores potenciales que se tiene en
este tipo de sistemas es en zonas de ladera, la siembra de árboles en hileras perpendiculares a
la pendiente, contribuyen a disminuir la erosión” (Figura 12).
Dentro de las desventajas que tienen estos sistemas podemos citar la competencia de agua
y nutrientes entre árboles y cultivos, el espacio que utilizan los árboles disminuye el rendimien-
to de cultivos y alto costo de mano de obra para su establecimiento.
Los objetivos de las barreras vivas y las cortinas con árboles son: reducir la velocidad del
viento en parcelas con fines agropecuarios; reducir el movimiento del suelo y protegerlo de los
procesos erosivos; conservar la humedad del suelo, reducir la acción mecánica del viento so-
bre el cultivo, proteger la fauna silvestre, regular las condiciones del microclima, incrementar la
belleza natural de un área y proteger cultivos y animales, incluso donde la agricultura es inten-
siva. Además, producen madera, abono verde, leña y frutos, entre otros.
Las barreras rompevientos están constituidas por una o varias hileras de árboles (Far-
fán,2014). La figura 13 muestra esquemas de este tipo de sistemas.
Cortinas rompevientos
Son plantaciones en líneas con el objetivo principal de proteger las parcelas cultivadas, pastos y
animales contra los efectos nocivos del viento. Las ventajas consisten en mantener el clima más
rentable y mayor producción en los cultivos y animales. Dentro de lo negativo encontramos que la
sombra excesiva al lado de los arboles disminuye la productividad del cultivo. Se diferencian de las
cercas vivas por tener un mayor tamaño los árboles que las forman (Ver capítulo 4).
Barreras vivas
Esta categoría emplea tecnologías agroforestales derivadas o semejantes a los huertos ca-
seros mixtos, y que dan origen a cultivos que se asemejan a los bosques, de aquí el nombre de
agrobosque (Figura 15). Frecuentemente, son pequeñas parcelas con una estructura típica de
los bosques, debida a la presencia de árboles grandes y multiestratos. A menudo existe gran
diversidad de especies en un arreglo no zonal de grandes árboles coexistiendo con otros más
pequeños y plantas arvenses que son, generalmente, tolerantes a la sombra. En el agrobosque
los árboles y los cultivos se manejan individualmente con distintas prácticas. Otro aspecto im-
.
Fuente: Botero y Russo 2020
Cercas vivas
En los últimos años el sistema cercas vivas ha tomado mayor relevancia económica y eco-
lógica, no sólo porque su establecimiento significa un ahorro del 54% con respecto al costo de
las cercas convencionales (Holmann et al, 1992), sino, por que constituye una forma de reducir
la presión sobre el bosque para la obtención de postes y leña, además de que representa una
forma de introducir árboles en los potreros. Bajo este esquema, se plantan árboles o arbustivas
con el propósito de delimitar potreros y proporcionar sombra a los animales. Las especies que
comúnmente se utilizan son aquellas que se pueden propagar por medio de esquejes o esta-
cas. La integración de árboles forrajeros en cercas vivas es una de las estrategias sugeridas
con el propósito de proporcionar forraje y sombra a los animales en pastoreo. Diversos estu-
dios han demostrado la importancia de este recurso para mantener los animales en buenas
condiciones aun cuando la producción de pasto se ve reducida por la falta de agua en la época
de sequía (Figura 16).
En muchos casos, los árboles y arbustos que aparecen a lo largo de los alambrados se ori-
ginan de semillas depositadas por las aves que se posan sobre los estacones muertos o sobre
los alambres. En otros casos, los ganaderos y agricultores pueden plantar deliberadamente
estacas de especies que enraízan con facilidad. Los postes vivos de cercas son mucho más
duraderos que los estacones tradicionales ya que son menos susceptibles al ataque de insec-
tos y a la descomposición por la acción de los hongos u otra enfermedad. La manera más sim-
ple de establecer cercos vivos, es comenzar con un cerco convencional de postes muertos
apoyado por alambre, y gradualmente, establecer los postes de cerco vivo hasta sustituir los
muertos. Esto es muy importante para prevenir el daño causado por los animales cuando ra-
monean (Reyes Jiménez y Martínez Alvarado,2016).
Bancos de proteína
en pastoreo directo. Para construir un BP se deben plantar las especies leñosas en altas den-
sidades, buscando mejorar la calidad “proteica” de sus ramas y hojas al reducirse la proporción
de pared celular, que es una fracción rica en lignina (polifenoles).
Bancos forrajeros
Los bancos forrajeros se refieren a las áreas establecidas compactas, establecidas en den-
sidades altas con especies forrajeras, con el propósito de maximizar la productividad animal.
Existe una gran diversidad de especies que son utilizadas para este propósito, entre las más
importantes podemos mencionar a L. leucocephala y G. sepium. En zonas con periodos secos
definidos, los resultados del uso de árboles en bancos forrajeros para suplementación animal
han sido significativamente mejores en productividad en comparación a lugares con mayor
humedad (Cabrera Núñez et al, 2019).
Pasturas en callejones
Otra modalidad de sistemas agroforestales que se ha estudiado son las pasturas en callejo-
nes, que involucran la siembra de forrajeras herbáceas entre las hileras de árboles o arbustos.
Su objetivo es proveer a los animales mayor producción de forraje durante todo año, mejorar la
calidad de suelo y reducir los procesos de erosión.
Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria. (CIPAV). Colombia. 2015
Los huertos caseros mixtos ocupan un lugar muy singular en los sistemas agroforesta-
les. Ningún otro es tan diverso en cantidad de especies y variedades, complejo y variado
en estructuras y posibles asociaciones, ni tan completo en sus funciones como el huerto
En América Latina, los huertos caseros son sistemas que se han utilizado desde antes del
auge de los sistemas agroforestales. Los huertos caseros son de vital importancia para los
pobladores de comunidades rurales y de la población de bajos recursos. Ningún otro SAF es
tan diverso en cantidad de especies y variedades, y diverso en estructuras y posibles asocia-
ciones y tan complejo en sus funciones como el huerto casero. Esto lo hace, a la vez, un siste-
En América Latina existen una gran diversidad de conceptos sobre los huertos caseros,
toda esa variedad se debe en gran medida a la diversidad en formas y contenido y a factores
geofísicos, sociales y culturales de cada región. Los huertos caseros tienen una fuerte ten-
dencia a volverse cada vez más importantes en las zonas urbanas y periurbanas debido al
crecimiento de la población urbana de escasos recursos y a la creciente presión sobre la
tenencia de la tierra.
Resumiendo lo expuesto hasta aquí, los diferentes sistemas descritos pueden verse en la
Figura 19 y Figura 20.
Según Arévalo (1999), un buen diseño de un SAF debe tomar en consideración, tres puntos
importantes:
• Usar plantas con habilidad de rebrote, para disminuir los costos de establecimientos,
en las siguientes etapas.
• Producir bienes y servicios tangibles durante el primer año, los productos obtenidos
deben tener un mercado establecido o fácil de establecer, y
• Utilizar los recursos disponibles en forma eficiente.
La agroforestería tiene sus límites, es por ello que se deben identificar plenamente sus ven-
tajas y desventajas. Conocer esto nos ayudará a ubicar el sistema agroforestal en el sitio y con
las alternativas de manejo correctas.
Los SAF presentan ciertas ventajas (Nair, 1982, 1983; Lundgren y Raintree, 1983), entre
las principales podemos mencionar:
1. La agroforestería imita de mejor manera los patrones de producción natural de los eco-
sistemas, favoreciendo su eficiencia en el uso de recursos.
2. El sistema disminuye el riesgo y mejora las opciones de ingreso a través de la diversifi-
cación en caso los cultivos destinados para la comercialización disminuyan su precio y
su productividad.
3. La agroforestería favorece la regulación de la radiación solar, la temperatura y la hu-
medad, en los diferentes estratos del sistema (árboles, arbustos, pastos).
4. Disminución de la escorrentía superficial del agua de lluvia, aliviando su efecto erosivo
y disminuyendo la evaporación del agua del suelo.
5. Protección de los impactos de la fuerza del viento en las plantas.
6. Aumento de la productividad del sistema, por la mayor producción de biomasa y mate-
ria orgánica, así como mejor uso del espacio vertical.
7. Mejor aprovechamiento de los nutrientes del suelo, por la extracción de los mismos
desde diferentes niveles de profundidad de la tierra de cultivo.
8. Favorece el desarrollo de la capa orgánica del suelo (capa superficial), que aumen-
ta la fertilidad.
9. Favorece el desarrollo de efectos benéficos para las plantas debido a los procesos
ecológicos de simbiosis, alelopatía, predación, parasitismo y mutualismo.
10. Los árboles y arbustos resisten mejor la sequía que los cultivos; en caso que los culti-
vos fracasen, los árboles, aun en cantidades menores, siguen produciendo.
11. Los cultivos de árboles constituyen un método muy eficiente y barato de asimilar car-
bono en la chacra, es posible acceder a créditos y subsidios mediante mecanismos de
desarrollo limpio (MDL).
12. Producción de una gran variedad de productos para la venta y autoconsumo
13. Un flujo de ingresos estable y sostenido a través del tiempo
una familia rural, por lo cual sus miembros deben conseguir insumos externos adiciona-
les para sobrevivir; las principales vías para asegurar su sustento proceden de (1) la
venta de mano de obra a otros propietarios para labores estacionales (2) la colecta de
productos de áreas boscosas vecinas. Estos casos especiales estas formas alternati-
vas de ingreso que disminuyen la oferta de mano de obra deben ser identificadas cla-
ramente para evaluar al detalle el real potencial de los sistemas agroforestales.
Conclusiones
Existen diferentes criterios para clasificar los SAF. Según CATIE (2001), la complejidad de
los SAF hace difícil su clasificación bajo un solo esquema. Los criterios de clasificación más
frecuentes son: la estructura o función del sistema, las zonas agroecológicas donde el
sistema existe o es adoptable y el escenario socioeconómico (escalas de producción y
nivel de manejo del sistema). Sin embargo, estos criterios no son independientes ni excluyen-
tes. Las clasificaciones agroforestales más conocidas son jerárquicas y arbitrarias, porque el
objetivo es definido por el usuario, y existen niveles de organización por componentes (árboles,
cultivos, ganadería), arreglos temporales (secuenciales o simultáneos) y arreglos espaciales,
entre otros.
Al considerar que hay relación entre los conceptos de la definición y la construcción de una
clasificación, es importante tener claridad sobre aspectos de manejo: silvicultura, densidades
de siembra, costos de establecimiento y mantenimiento, servicios ambientales proporcionados
y producción forestal asociado a los SAF, para evitar ambigüedad cuando se clasifican (Botero
y Russo,2020). Según González Valdivia et al. (2016), “La estrategia que permita aumentar la
producción agrícola y ganadera pasa por la inclusión de diferentes estratos arbóreos, con múl-
tiples propósitos para el humano…Los arreglos deben incluir diferentes formas y patrones es-
paciales, incorporando desde el conjunto de árboles dispersos, pasando por bosquetes disper-
sos, conectados por líneas de árboles multiespecies y multiestratos, de amplitud variable, hasta
las franjas permanentes de vegetación adyacente a campos cultivados o pasturas”.
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A la izquierda, calicata de Terra preta do Índio. A la derecha, calicata típica de los suelos de la región ama-
zónica. Fuente: Pries Devide, 2012.
En este capítulo trata sobre los fundamentos de la agricultura sintrópica, que brinda he-
rramientas para comprender cómo potenciar los procesos naturales, obteniendo a cambio
sistemas equilibrados, sin dependencia de insumos, y altamente productivos. Estas herra-
mientas o principios pueden aplicarse tanto en sistemas agrosilvopastoriles, como silvoagrí-
colas, y silvopastoriles.
Agricultura sintrópica
tizal degradado por la tala indiscriminada y sobrepastoreo (cuyo dueño anterior tenía un ase-
rradero y ganado mayor), en una selva altamente productiva y diversa, llena de especies nati-
vas, donde renacieron 17 arroyos de agua que durante años estuvieron secos. Allí lleva ade-
lante una producción diversificada con foco en cacao, en aproximadamente 7 ha y el resto de
sus 480 ha están reforestadas y fueron destinadas a una Reserva Particular de Patrimonio
Natural. El destino comercial es el mercado interno y externo, donde su producción de cacao
ranquea entre los mejores por sus propiedades organolépticas. Los rendimientos en el cacao
son similares a los de los productores de cacao convencionales, la mano de obra necesaria
también, con la diferencia de que en algunos años en que se generalizó la enfermedad de la
escoba de bruja en la región e hizo caer la producción, en la Fazenda Olhos D’Água no se vio
tan afectada, evitando así pérdidas económicas.
A la izquierda, imagen de la Fazenda Olhos D'Água en 1984, a la derecha, Fazenda Olhos D'Água en 2015. Fotografía
tomada del libro Abundancia agroforestal (Gietzen, 2016).
Los principios se colocan aquí en una secuencia para facilitar la lectura. Esto no significa
que haya alguna jerarquía entre ellos, por lo contrario, están todos interconectados, y la no
aplicación de cualquiera de ellos puede debilitar nuestro sistema haciendo que se pierda ener-
gía disponible (y por ende contribuyendo a la entropía, y no a la sintropía).
Este principio merece su dedicación y se espera de las y los lectores especial atención, da-
do que es el fundamento por el cual se desarrollan el resto de las prácticas. La vegetación para
el suelo es como la piel para el cuerpo humano. Un suelo desnudo es un suelo que continua-
mente se está degradando, a través de:
1
Juanma.cipo@gmail.com
Por el contrario, cubriendo el suelo ya sea con plantas (cobertura viva) como con materia
orgánica en descomposición (hojarasca, troncos, ramas, etc.), no solo se frenan los procesos
erosivos, sino que mejorarán las condiciones del suelo, contribuyendo a su complejización. La
cobertura del suelo es una premisa importante para garantizar la elevada humedad relativa del
aire y la estructuración del suelo, así como para prevenir al máximo la erosión. A su vez, evita
que el suelo esté a la intemperie, minimizando la amplitud térmica y, por ende, disminuyendo la
evapotranspiración, dando lugar a un suelo húmedo por mayores períodos de tiempo, gene-
rando las condiciones necesarias para el desarrollo de la vida en el suelo – ya sea la microbio-
logía, como las plantas y fauna del suelo.
La práctica frecuente e intensa de la poda es la herramienta más utilizada por la agricultura
sintrópica para generar cobertura permanente en el suelo de forma eficiente, y es fundamental
para favorecer la ampliación de los nichos ecológicos de los organismos edáficos, y la conse-
cuente liberación de los nutrientes para la sustentación de las agroforestas (Steenbock y Vez-
zani, 2013). A modo de ejemplo, Ernst Göstch en su establecimiento productivo “Olhos de
agua” en Brasil, logra ciclar entre 180 a 200 toneladas de materia verde por hectárea, que co-
rresponde a 15 a 20 toneladas de materia seca, en una producción diversificada, con foco en
cacao, en sistemas productivos maduros (Götsch, 2018). A continuación, se profundizará en
los beneficios que trae la incorporación de materia orgánica al sistema.
En primer lugar, no toda la materia orgánica en descomposición es igual, ni se descompone
de la misma forma. Sin embargo, es preciso hacer un repaso general de cómo es su ciclo: una
parte se incorpora a la biomasa microbiana, otra se transforma en materia orgánica humificada
y en el proceso, hay liberación de dióxido de carbono a la atmósfera, como subproducto de la
descomposición, como también disponibilización de nutrientes que podrán ser consumidos por
microorganismos y/o absorbido por las plantas (Steenbock y Vezzani, 2013). Así, aumenta la
materia orgánica en forma de carbono lábil, de rápida transformación y por ende disponible
para ser asimilado, como también carbono estable - humus - dependiendo del tipo de material
del que se parta.
Este aumento contribuye a mejorar las propiedades físicas y químicas del suelo. En cuanto
a las primeras, a partir de los macro agregados que forman la materia orgánica particulada (las
que van de 0,053 mm a 2 mm de tamaño) aumenta la porosidad, dando lugar a más cantidad
de poros, y de mayor tamaño. Esto facilita la infiltración y el drenaje del agua, aumenta la pre-
sencia de agua y aire en el ambiente del suelo, factores esenciales para promover la vida de
los organismos edáficos (Steembock y Vezzani, 2013), lo que es también un ambiente ideal
para el crecimiento de las plantas y en particular de sus raíces.
No sólo aumenta la actividad biológica de los microorganismos, sino de toda la red trófica, lo
que conlleva a un aumento en cantidad y diversidad de la micro y meso fauna, los cuales apor-
tan a la formación de macro poros a partir de las galerías que hacen en el suelo al desplazarse.
Estos mejoran aún más la estructura del suelo, y nuevamente mejoran la infiltración y el drena-
je del agua. Esto, sumado a que la materia orgánica tiene capacidad de retener agua, hace que
la misma sea almacenada de forma más eficiente en el perfil del suelo.
En cuanto a las propiedades químicas, la materia orgánica contribuye a que los nutrientes
siempre se encuentren en su forma asimilable por las plantas, al actuar como buffer y corregir
el pH de los suelos. Esto se da ya que el pH en el cual todos los micro y macro nutrientes se
encuentran disponibles, es el mismo que el pH que tiene la materia orgánica – entre 6,5 y 7,5.
Por otro lado, la materia orgánica estable tiene gran capacidad de intercambio catiónico
(CIC), por ende, contribuye a la retención de los nutrientes en el suelo, evitando que se pierdan
progresivamente. Steenbook (2013) compara los valores de CIC que presentan algunos mine-
rales del suelo con respecto a la materia orgánica humificada. En la tabla 1 se pueden ver di-
chos valores entre los que se encuentra cada material, y se puede apreciar el gran aporte que
hace la materia orgánica a la CIC.
CIC
3 a 15 115 a 250 400 a 1400
(cmol(+)/kg)*
Como se dijo anteriormente, también puede cubrirse el suelo con coberturas vegetales. Al
contrario de lo que se dice muchas veces, las plantas, los cultivos, no agotan el suelo. Más bien
las prácticas asociadas a ellas son las que lo deterioran. Todas las plantas son capaces de fijar
carbono y, por ende, materia orgánica – no solo en la parte aérea, tallos, hojas, troncos – sino
también, en el suelo. Jones (2008) explica lo que ella llama “La vía del carbono líquido”, y esta-
blece que, bajo condiciones adecuadas, entre el 30 y el 40% del carbono fijado en hojas verdes
suele ser transferido al suelo y rápidamente humificado a través de las hifas de hongos micorri-
za. Esto se da en un proceso en el cual la planta exuda azúcares simples que son re sintetiza-
dos en polímeros de carbono altamente complejos por la microbiología asociada – en general
micorrizas. Estos polímeros están formados por carbono y nitrógeno de la atmósfera, combina-
dos con diversos minerales del suelo.
Por otro lado, Jones (2018) diferencia el carbono humificado, de la reserva lábil de carbono
orgánico: difieren tanto a nivel físico, químico como biológico. Esta última se forma cerca de la
superficie del suelo a partir de entradas de biomasa (tal como residuos de cosecha, podas,
Con el fin último de aumentar los tenores de materia orgánica en el suelo, y partiendo de la
premisa “suelo sano, plantas sanas” es que se recurre a este principio – estrategia, para acele-
rar los procesos de regeneración del suelo, complejizar el sistema, y reactivar la vida del suelo.
En la práctica, significa cubrir el suelo con materia orgánica en descomposición asegurando un
colchón permanente de cobertura de un espesor de mínimo 10 cm, sin existir un máximo. Es
decir, mientras más cobertura, mejor. El suelo conservará mejor la humedad y se acelerarán
todos los procesos, así como también disminuirán los eventuales estreses que le pueden ocu-
rrir a las plantas.
En los sistemas agroforestales, la materia orgánica se dispone imitando el nido de las aves
(Figura 3), rodeando los tallos de las plantas, donde la periferia del mismo es más elevada, con
mayor cantidad de material, y en el centro – donde irían ubicadas las plantas - menor cantidad
y espesor. Esto se hace para evitar ataque de hongos en los tallos de las plantas.
A la izquierda, diferencia en el crecimiento en cultivos con cobertura (parte de abajo de la foto) en comparación con
cultivo sin cobertura (parte de arriba). A la derecha, detalle de la forma de nido en la que se dispone la cobertura. Fotos
tomadas de Gietzen (2016) y de Namaste agroforestal (cuenta en Instagram).
Para contar con materia orgánica para cubrir el suelo en todas las etapas del cultivo, es pre-
ciso diseñar y planificar bien cuáles serán las plantas que aportarán biomasa y en qué momen-
to. Para ello, se eligen especies cuyo fin principal es el de proveer biomasa – lo que no significa
que no tengan otros usos. De esta manera, habrá diferentes fuentes de biomasa en cada eta-
pa: al principio acumularán mayoritariamente materia orgánica las gramíneas, sumado a algu-
nas herbáceas, luego el raleo de árboles, o plantas de placenta (se verá más adelante), y por
último, serán las podas de los árboles, y los raleos, de ser necesario, los que mantendrán el
suelo cubierto hasta que termine el ciclo de la producción (Figura 4).
En algunos sistemas, el corte de las gramíneas y su deposición en los canteros está meca-
nizado, donde el tractor corta y apila el pasto en las líneas de los árboles. Lo que se suele ha-
cer es distanciar las filas de árboles de forma tal que la pastura (nativa o implantada) pueda
crecer y generar la cantidad de biomasa necesaria para cubrir los canteros los primeros años.
Se deja crecer, se corta antes de que florezcan, y se las dispone cuidadosamente en los cante-
ros. Es importante cortar – sea con la herramienta que sea – con cuchillas afiladas. En el caso
de cortar con motoguadaña con tanza, ésta no hace cortes limpios, lastima a la planta y, por
ende, pierde vigor, y tarda más en rebrotar. Otra estrategia consiste en plantar especies de
rápido crecimiento, como el vetiver (Chrysopogon zizanioides), que, gracias a su gran desarro-
llo radicular, también sirve para traer a la superficie nutrientes del subsuelo, así como también
se la considera una “bomba de agua”. Éstas serán intensamente podadas para poder cubrir el
suelo. Entre agroforesteros/as suelen decir: se planta pasto para no carpir pasto.
El distanciamiento entre filas de árboles dependerá de la capacidad del sistema de producir
biomasa. Si contamos con pasturas altamente productivas, el distanciamiento se reduce. Si, por
el contrario, el área está muy degradada, será conveniente separar las filas un poco. Una estra-
tegia es implantarlas al doble de la distancia definitiva, “salteando” una fila de árboles el primer
año, para volver al año siguiente y completar el diseño con la fila faltante. Se supone que, para
ese momento, las pasturas estarán recuperadas generando cada vez más biomasa, lo cual hay
que corroborar observando la evolución del sistema. Para dar una idea, aunque lejos de ser una
receta, Corrêa Neto et al. (2016), en Brasil, recomienda distanciamientos entre líneas de 3 a 4
veces el ancho a cubrir. Si el cantero que estamos armando para la línea agroforestal es de un
metro, la distancia entre filas será de 3 a 4 metros. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en
Argentina la radiación solar difiere mucho con la de Brasil, así como la productividad de las pastu-
ras y la velocidad de descomposición de los materiales. Estos factores hacen que las distancias
para agroforestas en estas latitudes tengan que alejarse un poco entre sí.
Otra práctica frecuente es la de hacer caminos al costado de los canteros con troncos, para
evitar la compactación superficial por el pisoteo continuo, los procesos anaeróbicos asociados,
y el perjuicio a la actividad microbiana que tanto buscamos favorecer – y, además, para que
éstos se vayan degradando y aportando materia orgánica al sistema, alimentando a la vida del
suelo. Algunos productores hacen estos caminos con el pseudotallo de bananos, el cual es fácil
de manejar, fácil de cortar y disponer en el suelo. Para evitar la reproducción del gorgojo negro
del banano (Cosmopolites sordidus), lo cortan transversalmente, y lo ponen boca abajo. De
esta manera funcionan como una trampa, ya que ponen los huevos en el pseudotallo, y cuando
eclosionan y salen las larvas, no les da el tiempo para alcanzar la adultez y acaban muriendo.
Por otro lado, funciona como un gran abono, ya que es muy rico en nitrógeno, minerales y
agua. Mantiene el suelo húmedo y lo deja libre de hierbas y pastos (Corrêa Neto et al. 2016).
A la izquierda: detalle de la distancia entre líneas, caminos hechos con madera y canteros con cobertura vegetal, ade-
más de troncos de bananos colocados transversalmente. En el centro, cantero agroforestal típico, realizado colocando
los pseudotallos de bananos boca abajo, cortados a la mitad. (Ambas fotografías de Namaste Agroforestal) Y a la
derecha, detalle de la superficie del suelo por debajo del camino, habiendo utilizado los pseudotallos de banano: suelo
húmedo, sin compactar, con alta presencia de lombrices, a pesar de ser un lugar bien transitado. (Fuente propia).
Maximizar la fotosíntesis.
En la naturaleza, las plantas producen muchas más semillas del número de plantas que se
tornan adultas. Esto también se hace así en las agroforestas. Se planta una gran cantidad de
semillas de cada especie, preferentemente de plantas madre diferentes. En Brasil lo llaman
“muvuca de sementes”, algo así como mezcla de semillas, pero que hace alusión a una técnica
ancestral que utilizaban los pueblos originarios para reforestar las áreas linderas a sus estable-
cimientos con especies de corto, mediano y largo ciclo, al mismo tiempo que sembraban cu-
curbitáceas, mandioca, entre otras. Las especies sembradas tenían varios usos: medicinales,
frutales, maderables, usos místicos, entre otros. Del total de semillas, algunas no germinarán,
otras sí y serán predadas o parasitadas, y otras todavía podrán ser retiradas del sistema para
generar cobertura del suelo (Steenbock y Vezzani, 2013). Se puede decir que las semillas y el
tiempo son el abono de nuestro sistema, por lo que nunca están de más. Otra frase muy utili-
zada por los agroforesteros/as, a la hora de diseñar, es: “Ante la duda, plante”. La decisión de
ralear una especie para abrirle el nicho a otra de preferencia es un lujo que se da en este tipo
de agricultura, al tiempo que se regenera el suelo. De todas las especies creciendo, algunas
serán direccionadas para producir lo que es de nuestro interés: fruto, flores, madera, semillas,
hojas; y otras serán transformadas en abono para los cultivos.
Partiendo de la base que la productividad de un sistema crece en función al flujo de carbono
(Milz, 1997), y en concordancia con lo que ya se viene diciendo, se busca acelerar este flujo, y
para ello, retomamos la teoría de la vía del carbono líquido. Acumular carbono en el suelo de
forma estable es un proceso que comienza con la fotosíntesis y termina con la humificación.
Muchos sistemas de producción agrícola industrial no consiguen almacenar carbono en el sue-
lo de forma estable debido a la falta de capacidad fotosintética suficiente y/o el uso elevado de
fertilizantes sintéticos u otros químicos que inhiben el establecimiento de la asociación planta –
microbio. Estos factores han sido pasados por alto en la mayoría de modelos de captura de
carbono en el suelo (Jones, 2008). Si se aumenta la fotosíntesis, también lo hace la fijación de
carbono, se acelera el flujo y aumenta la productividad del sistema. Además, al maximizar la
fotosíntesis diversificando las especies vegetales, también se diversifica la microbiología del
suelo, y se maximiza el control y equilibrio de plagas y enfermedades (Jones, 2014)
En otro trabajo realizado por Jones (2011) midieron los niveles de carbono en dos parcelas
donde el material parental, pendiente, aspecto, lluvia y explotación agrícola eran los mismos, y
también lo era el nivel inicial de carbono en el suelo. Una parcela era un potrero manejado,
cultivado y pastoreado para incrementar la actividad fotosintética, y la otra, era un potrero ma-
nejado convencionalmente, a 10 metros de la valla, cuyo ganado ha sido manejado con pasto-
reo continuo y con una larga historia de aplicación de fosfatos. Hicieron una calicata y analiza-
ron los perfiles: en la primera parcela (a la izquierda de la figura 5), encontraron que los niveles
de carbono en los primeros 10 centímetros eran muy similares a los de la segunda parcela (a la
derecha de la figura 5). Dicho carbono es resultado de la descomposición de la materia orgáni-
ca en superficie (hojas, raíces, estiércol, etc.) que forma carbono lábil inestable, de cadena
corta. Sin embargo, en la parcela manejada en pos de aumentar la fotosíntesis, los contenidos
de carbono que se encuentran por debajo de los 30 cm de profundidad, han sido fijados me-
diante la vía del carbono líquido y ha sido rápidamente incorporado a la fracción húmica – no
lábil – del suelo. Es carbono de cadena larga, muy estable. En la parcela con manejo conven-
cional no existió tal fijación de carbono. Esta simple diferencia hizo que el potrero de la izquier-
da pueda mantener el doble de ganado que el potrero de la derecha (Jones, 2011).
A la derecha, línea agroforestal utilizando estratos, manejado con podas, maximizando la fotosíntesis. A la izquierda,
ensayo hecho por Jones (2011), comparando perfil edáfico y contenido de carbono en un potrero manejado para ma-
ximizar la fotosíntesis, con otro potrero con manejo convencional, pastoreo continuo. (Fuente Namaste Agroforestal)
Como se vio anteriormente, es preferible plantar en alta densidad, para aumentar la vida
en el suelo, para complejizar, aumentar los tenores de materia orgánica, generar porosidad
en el suelo, estructurarlo, entre otros. Para lograr esto y aprovechar mejor el tiempo y el
espacio, es necesario intercalar especies de diferentes ciclos de vida, ya que, si por ejem-
plo se plantan especies de ciclo de vida largo una al lado de la otra, cumpliríamos el princi-
pio de maximizar la fotosíntesis, pero rápidamente deberíamos elegir los ejemplares más
desarrollados y ralear el resto. En principio no estaría mal, pero si se plantan especies que
van a ser cosechadas a los meses de sembradas, otras al año, otras a los dos años, y así
sucesivamente, no haría falta ralear, sino más bien cosechar y aprovechar los rastrojos que
va dejando cada cultivo que pasa para cubrir el suelo. De esta manera no hace falta espe-
rar tanto tiempo para obtener un ingreso económico, a la vez que se contribuye a mejorar
el suelo y “criar” las especies forestales y frutales del futuro. Se trabaja en el diseño para
llevar adelante cultivos hortícolas los primeros años en las líneas de agroforesta, así como
también cultivo de granos entre líneas (si se desea y en función de la materia orgánica que
pueda generar la línea de árboles ya que sería la única fuente de biomasa para cubrir los
canteros); hasta que llega el momento en el que los árboles han crecido tanto que, a pesar
de las podas, sombrean y desplazan a estas especies altamente exigentes en l uz. Así se
hace uso de la sucesión natural como una herramienta para mejorar continuamente el sue-
lo, impulsando al sistema a alcanzar niveles altos de fertilidad que sean capaces de alber-
gar tipos de vida cada vez más exigentes en materia de nutrientes, es tructura, exposición a
la luz, disponibilidad de agua, entre otros.
Se entiende por sucesión ecológica o natural al fenómeno de evolución y complejización
de los ecosistemas ocurrido en ambientes que fueron desestabilizados o perturbados, y que
poco a poco se van repoblando, dando lugar a que puedan habitar otras especies con carac-
terísticas diferentes, hasta llegar a un estado de maduración, o de clímax. Se distinguen es-
pecies que cumplen diferentes roles: las especies colonizadoras, las primeras en estab lecer-
se en un determinado ambiente; luego las especies pioneras, llamadas “especies facilitado-
ras”, que crean las condiciones para que el próximo consorcio pueda crecer (Götsch, 1992).
Le siguen las especies secundarias, o de sucesión tardía, que presentan estrategias de re-
producción y dispersión muy diferentes, así como también requieren de mayor cantidad de
materia orgánica en el suelo y toleran menos las sequías. Por último, son las especies llama-
das “climácicas” las que logran instalarse como último consorcio de especies. En la naturale-
za, colonizadoras, pioneras, secundarias y especies climácicas tienden a crecer juntas, solo
que a velocidades diferentes: las primeras tienen vida muy corta y tienden a hacer de placen-
ta protectora ya que los árboles cuando nacen son muy frágiles (Dos Santos Rebello, 2018).
Cuando se retiran, las pioneras crecen más deprisa que las secundarias, y éstas, más que
las climácicas. Entre las secundarias, están las iniciales, medias y tardías. Las colonizadoras
preparan las condiciones para las pioneras, éstas para las secundarias, hasta llegar a las
climácicas, plantas longevas de lento crecimiento. En este sentido, Ernst Götsch identificó,
en base a los procesos ocurridos a través de la sucesión natural, tres sistemas: de colon iza-
ción, de acumulación y de abundancia (Figura 6).
Los sistemas de colonización se caracterizan por desarrollarse en ambientes donde se
inicia la vida, en general después de algún disturbio de primera magnitud, ya sea desliza-
miento de laderas, erupción de un volcán y el posterior enfriamiento de la lava, entre otros.
Las primeras formas de vida que aparecen son bacterias, luego hongos, algas, musgos, y
líquenes. Estas primeras transformaciones del ambiente dan lugar a que las primeras plan-
tas puedan instalarse, por lo general gramíneas anuales, que suelen ocupar rápidamente el
espacio, no requieren de alta fertilidad en el suelo, florecen y semillan en poco tiempo, re-
sisten a alta insolación, altas y bajas temperaturas, fuertes vientos, entre otras. De a po co
se va mejorando el suelo y se abren nichos ecológicos que permiten que se establezcan
otras formas de vida, como herbáceas, arbustos y árboles pioneros, pertenecientes a sis-
temas de acumulación, además de fauna del suelo.
Los sistemas de acumulación alcanzan la tasa máxima de producción de materia orgánica
tanto en el suelo como en los organismos que lo componen. A medida que se estructura más
cantidad de vida, se disponibiliza crecientemente la energía y los nutrientes, empiezan a au-
mentar los niveles de nitrógeno en las plantas, aumentando por ende los procesos de la foto-
síntesis, que superan a los de la respiración. Esto se puede ver en las hojas, ya que poco a
poco, se van tornando menos coriáceas y más suculentas, y con mayores porcentajes de
nitrógeno. Es así que la materia orgánica se acumula con velocidad creciente en los suelos
(Corrêa Neto et al., 2016). Dentro de este sistema encontramos a especies como Fumo bra-
vo (Solanum granulosum-tuberosum), Sesbania punicea y Sesbania virgata, Curupí (Sapium
haematospermum), Guarán amarillo (Tecoma stans), Tala (Celtis ehrenbergiana), Falso cafe-
to (Manihot grahamii), sen del campo (Senna corymbosa), Ceibo (Erythrina crista-galli), cac-
táceas en general, entre otras, las cuales son pioneras. También anacahuita (Blepharocalyx
salicifolius), canelón (Myrsine laetevirens), koku o chal (Alophyllus edulis), coronillo (Scutia
buxifolia), a modo de citar algunos ejemplos, que son secundarias.
Por último, en los sistemas de abundancia se ha acumulado tanta materia orgánica que se-
guir produciéndola no es prioridad para los organismos forestales. Al contrario, en estos siste-
mas se empieza a exportar materia orgánica para otros lugares, como veras de ríos, manglares
y hasta los océanos. En esta etapa de la sucesión, las plantas tienen baja relación de carbono
– nitrógeno, producen gran cantidad y variedad de frutos, más grandes y sabrosos. De esta
manera, crían y atraen una gran cantidad y diversidad de animales que dispersan las semillas,
llevándolas a otras áreas donde germinarán y constituirán nuevos sistemas de abundancia. Es
en los claros de estos sistemas avanzados en la sucesión natural, que se encuentran las con-
diciones naturalmente perfectas para el desarrollo de la mayoría de nuestros cultivos, lo que
torna a esta situación nuestro objetivo a lograr en nuestros Sistemas Agroforestales Agroecoló-
gicos (Corrêa Neto et al., 2016). Ejemplos de especies que conforman este sistema son: de
estrato emergente: nuez pecán, nogal, araucaria, papaya. Estrato alto para emergente: pera;
de estrato alto: manzana, acerola, siete capotes, palmito, higo, mango, maracuyá, vid, olivos,
pitaya, entre otros; de estrato medio para alto: palta, arazá, yerba mate, jaboticaba, níspero.
Estrato medio: cítricos en general, algunas variedades de banana, guayaba, grosella, pitanga,
uvaia, durazno, membrillo. Estrato bajo: ananá, arándanos. (Corrêa Neto et al., 2016; Dos San-
tos Rebello, 2018).
que en monocultivo: al 100% de su potencial. Los brócolis no se plantan tan juntos, se los
planta al 50% para poder dejarle lugar a las lechugas. Los tomates, se plantan al 100% de
su potencial. También se podría sembrar junto con las rúculas, puer ro, al 10% del área
potencial que se plantaría en monocultivo. Si sumamos los porcentajes de cada uno de los
cultivos, obtenemos como resultado 210%: contra 100% si se cultiva solo en monocultura.
Se hizo provecho del lugar, a través de la estratificación y la sucesión natural, en más del
doble de su potencial, utilizando la misma cantidad de abono, misma cantidad de cobertura
vegetal, mismo trabajo de preparado de sitio, maximizando la fotosíntesis en cada una de
las etapas, y cubriendo la mayor cantidad de nichos posibles y por lo tanto, reduciendo los
nichos disponibles para que crezcan “malezas”.
A este primer consorcio de plantas, se las llama placenta uno (Figura 7), justamente por-
que es la que alimenta y protege a nuestra agroforesta del futuro. Si hubiésemos plantado
mandioca, caña de azúcar, tabaco, entre los tomates, cada dos metros, aseguramos lo que
se llama placenta dos (Figura 7), que protegerá al suelo por más tiempo, cuando ya los toma-
tes y brócolis se hayan retirado del sistema. Si además se siembra papaya, ananá, maracu-
yá, bananas, daremos lugar a las secundarias iniciales, que protegerán a las plantas secun-
darias intermedias y tardías (Figura 8), como pueden ser madereras de rápido crecimiento,
árboles para leña, forrajeras, entre otras (todas especies del sistema de acumulación), hasta
que por último llegará el momento de cosechar a las climáxicas, de sistemas de abundancia:
paltos, nogales, mangos, duraznos, manzanas, cítricos, jabuticabas, y maderas nobles de
lento crecimiento y alta calidad.
A la izquierda, imagen de placenta uno: canteros con asociación de cultivos. A la izquierda, placenta dos, con gran
desarrollo de Mandioca y porotos por debajo, entre otras. Fuente: CEPEASORG.
Iniciales en la imagen de la izquierda (con ananá y banana produciendo, y guapuruvú como fuente principal de
biomasa) y tardías en la imagen de la derecha. Fuente: Hudsonanaua.
Producto de este manejo es que las raíces de cada una de las plantas que van abandonan-
do el sistema – las cuales alcanzan cada vez más profundidad – son fuente de alimento para la
microbiología del suelo, se descomponen y dejan el lugar en mejores condiciones del que lo
encontraron, además de haber estado contribuyendo a fijar carbono al suelo a través de sus
exudados, tal como vimos con la teoría de la vía del carbono líquido. De esta manera se crean
nichos nuevos, para que sean ocupados por otras plantas. Estos pulsos de luz y sombra, de
raleo de raíces, raleo de individuos, son el motor que impulsa a crecer a toda la agroforesta.
Deshierbe selectivo es un término creado por Götsch, que significa remover del sistema
aquellas plantas que son de sistemas anteriores en la sucesión natural. Este principio deja algo
claro: se debe evitar desyuyar por desyuyar. Se debe evitar “limpiar el terreno”. Si nace una
planta espontánea, está indicando algo: hay un nicho vacío y tiene que ser ocupado por alguna
planta para mejorar el sistema. Cabe identificar si nuestro sistema se encuentra en una etapa
de colonización, acumulación o abundancia para saber cómo vamos a proceder: siempre hay
que retirar las especies de sistemas sucesionales anteriores, para permitir que avance hacia
sistemas de abundancia. Si por ejemplo nos encontramos manejando una parcela en condicio-
nes de acumulación, es preciso sacar las plantas anuales, los pastos que forman parte de un
sistema de colonización. Si nos encontramos en un sistema de abundancia, es necesario sacar
las especies que forman parte del sistema de acumulación. Por otro lado, mientras que la es-
pecie que aparece espontáneamente en la línea agroforestal pertenezca al mismo sistema que
nuestra línea (colonización, acumulación o abundancia), no es necesario sacarla. Mejor es
dejarla y manejarla: podar, que genere materia orgánica y aporte al ciclado de nutrientes de
nuestro sistema, hasta que sea necesario ralear.
En cuanto a la poda, en el inciso anterior se nombraron algunos beneficios. Otros se vieron
en el primero: son fuente de materia necesaria para cubrir el suelo. En el caso de podar árboles
e incorporar troncos y ramas al suelo, cabe agregar el por qué es que éstos contribuyen nota-
blemente a mejorar el suelo. Aplicar como cobertura madera “rameal” – pedazos de madera de
no más de 5 cm de longitud, que provienen de ramas de un diámetro no mayor a 7 cm – viene
siendo estudiada por diferentes autores y en sus ensayos han tenido resultados prometedores.
Algunos ejemplos son: eliminación de nematodos en producciones hortícolas en Senegal; au-
mento de materia seca en papa y eliminación de la esclerosis (Sclerodermia sclerotinium) en
casi su totalidad; aumento de materia seca en maíz en un 400% en Costa de Marfil aportando
madera rameal de Azadirachta indica y Gliricidia sepium; aumento del rendimiento del tomate
en un 400%; un 1000% en berenjena; entre otros (Guarachi Condori, 2021). Es importante a la
hora de aplicarla, no mezclarla en el suelo ya que esto contribuiría a inmovilizar nutrientes. Por
lo contrario, si se aplica en superficie, se estará fijando nitrógeno en el suelo, ya que los micro-
organismos se encuentran con un material a degradar con una relación carbono – nitrógeno
más o menos alta, dependiendo del material, lo que favorecerá la aparición y el desarrollo de
bacterias fijadoras de nitrógeno, vitales para continuar con el proceso de degradación del mate-
rial. De esta manera, brindará todos sus beneficios: retención de humedad, habiéndose obser-
vado en climas subtropicales que la necesidad de suplementar el riego cae en un 50%, además
de aportar al flujo de nutrientes, entre otros. (Guarachi Condori, 2021)
Las características de este tipo de madera es que tienen una alta proporción de corteza; alto
tenor de polifenoles solubles – de cadena más corta; son precursores de humus altamente
reactivos; concentran el 70% de los nutrientes de los árboles; y tienen una relación carbono -
nitrógeno entre 30:1 y 170:1, mientras que los troncos tienen una relación entre 400:1 a 750:1;
además de que poseen aminoácidos libres, y alta carga de hormonas que hacen que la des-
composición del material sea más rápido, y dando como resultado materia orgánica estable en
el tiempo (Dos Santos Rebello, 2018).
Estos no son los únicos beneficios de hacer podas. Como se vio anteriormente, las plantas
se comunican entre sí por medio de micorrizas y otros microorganismos. Al podar una planta,
ésta recibe la información de que hay una amenaza, y como consecuencia, responde creciendo
nuevamente con mayor vigor, mayor velocidad, mayor sanidad. Al mismo tiempo, liberan a
través de los exudados de las raíces, ácido giberélico, hormonas de crecimiento, que llegan a
las demás plantas – entre ellas nuestros cultivos objetivo – y las inducen a crecer. Este aumen-
to en el crecimiento refuerza a su vez las relaciones simbióticas entre plantas, por un lado, y
por el otro, entre bacterias y hongos que disponibiliza nutrientes (Götsch, 2015). Por otro lado,
la poda conlleva a una entrada de luz y si está bien planificada, a la sincronización de los culti-
vos – que se verá más adelante.
A la hora de llevar adelante las podas, es importante siempre empezar desde los árbo-
les más altos a los más bajos, con el fin de disminuir los daños que puedan llegar a causar
la caída de ramas grandes, que son amortiguadas por los árboles de abajo. En este mismo
sentido suelen hacerse podas apicales para que los árboles alcancen una altura máxima
que no entorpezca el manejo. Se podan en primer lugar las ramas enfermas, tortuosas,
sobrepuestas entre sí con otras ramas, y que le dan una arquitectura a la planta desfavora-
ble. Se puede podar drásticamente haciendo el corte en el tronco principal, o bien mante-
niendo la arquitectura de la planta, según el objetivo de poda, la planta en cuestión, el con-
texto. A través de las podas los porcentajes de sombreamiento se modifican y es este di-
namismo el que contribuye a que el sistema se rejuvenezca y no pierda vigor. Dentro de los
manejos que se hacen, se encuentran podas de estratificación y de fructificación y así co-
mo también raleos.
Las podas de estratificación tienen por objetivo evitar que las plantas entren a competir por
recursos – sobre todo lumínicos – para pasar a ocupar cada una el estrato ideal al que perte-
necen. Para esto, es preciso intercalar plantas de diferentes estratos, y al podarlos, es aconse-
jable que las copas no se toquen, e idealmente que entre copas haya una distancia en el eje
vertical de uno a dos metros, para favorecer que entre mejor la luz al resto de los estratos.
Las podas de fructificación son tratamientos para facilitar la producción de flores y frutos,
además de contribuir a la fitosanidad de la planta. Es importante tener en cuenta las caracterís-
ticas propias de cada especie para hacer una poda adecuada.
Los raleos tienen por objetivo eliminar plantas que ocupan el mismo estrato y sus copas se
están tocando. Generalmente, se opta por las plantas que son de etapas de sucesión más
avanzadas y se elimina la que es de etapas anteriores.
agroforesta es fundamental visualizar en el corto, mediano y largo plazo, cuáles serán las
especies que ocuparán cada uno de los estratos. La plantación organizada y simultánea de
estas especies es la acción principal para garantizar una agroforesta lo más compleja y
productiva posible (Steenbock & Vezzani, 2013).
A la izquierda, plantas de ananá ubicadas bajo dosel, estrato bajo, con crecimiento vigoroso. A la derecha, ubica-
das a pleno sol, cual estrato emergente, en malas condiciones fitosanitarias. Fuente: Dos Santos Rebello (2018)
Conforme haya disponibilidad de luz – que se genera a través de las sucesivas podas - el
cedro y el lapacho van a crecer derechos, sin problemas de forma, gracias a que las primeras
funcionarán de tutor vivo. Cuando lleguen a la altura misma del eucalipto, o fumo bravo, éstos
deben cortarse y dejarle lugar al lapacho o Cedro y al Incienso. Y el proceso se repite para con
el Incienso, con la diferencia que el cedro y el lapacho no toleran podas del 100% de la copa,
siendo mejor hacer podas del 80% de la misma. De esta manera el primer aprovechamiento se
hizo sobre especies madereras de calidad media, mientras que los dos aprovechamientos que
le siguen son maderas nobles, de alta calidad, tardando aproximadamente lo mismo: entre 8 y
12 años el eucaliptus en función de los objetivos, a los 20 – 25 años el cedro o lapacho (lo que
significa 8 a 12 años más) y a los 40 años, el incienso. Según Dos Santos Rebello (2018), se
puede producir desde un 30 a un 50% más madera y de mejor calidad de esta forma, que bajo
la silvicultura tradicional.
Con motivo de que entre luz y se distribuya en pos de optimizar el uso del espacio, en Brasil
están considerando áreas sombreadas por especies emergentes que rondan entre un 15 a un
25% de la superficie total, por debajo de ellas, ocupar el estrato alto en un 30 – 40%, el medio
en un 50 – 60%, el bajo en un 80 – 90%, mientras que el área sombreada por rastreras y por la
regeneración nueva se espera que sea de un 10 – 20% (Figura 11). Si se colocan plantas del
mismo estrato una al lado de la otra, se utiliza el 100% del espacio. Si se estratifica, y se suma
el porcentaje ocupado por cada uno, se ve que se hace uso del 210%. Así se maximiza la foto-
síntesis y aumenta la productividad, al tiempo que se mantiene al sistema dinámico y rejuvene-
cido a través de las podas. Estos porcentajes de ocupación son estimativos, y van a variar en
función de los objetivos de la plantación. Por ejemplo, en sistemas donde deba prevalecer la
acumulación de materia orgánica por falta de fertilidad en el suelo, se hace fuerte hincapié en
estratos altos y emergentes, para generación de biomasa (Dos Santos Rebello, 2018).
A la izquierda, poda de estratificación hecha por Namaste Agroforestal. A la derecha, un esquema que muestra los
porcentajes de ocupación del espacio según cada estrato. Fuente: Correa Neto et al., 2016.
Por último, a la hora de diseñar, es recomendable que las plantas de una misma línea se
“salteen” un estrato. Es decir, es preferible plantar especies emergentes intercaladas con espe-
cies de estrato medio, en otra línea, especies de estrato alto con bajos. Esto, y sumado a las
podas de estratificación previamente explicadas, permiten un aprovechamiento más eficiente
de la luz en el sistema.
Para pensar en este principio, es necesario pararse en el foco de nuestra producción, pa-
ra sincronizar todas las demás especies y manejos en función de ella. Un ejemplo es el de
los cítricos. Los mismos son de estrato medio, y producen fruta de muy buena calidad cuan-
do están sombreados y protegidos de los vientos y las lluvias intensas. Sin embargo, necesi-
tan de abundante luz para estimular una floración abundante. Sincronizar el plantío en este
caso sería plantar árboles caducifolios por encima de los cítricos para que, al momento que
éstos están por empezar a florecer, los árboles de estratos altos y emergentes recién estarán
brotando luego del reposo invernal. Esto les da la chance de que entre la luz que necesitan
para florecer, a la vez que luego del cuajado de sus frutos, estarán cada vez más protegidos
por las copas que van creciendo poco a poco y otorgando cada vez más sombra. Es necesa-
rio conocer la ecofisiología de las especies en cada región que se la cultiva, para producir el
efecto deseado. Hay especies caducifolias que pierden las hojas a principios del otoño, y
brotan una vez entrada la primavera, y otras que pierden las hojas en principio s del invierno y
brotan al final del mismo. Tener estas cuestiones en cuenta es fundamental. Además, Sán-
chez Trapes (com. personal) hace hincapié en otro efecto benéfico que se produce con es-
pecies caducifolias y cítricos en casos en los que las primeras pierden las hojas al tiempo
que los cítricos terminan de madurar sus frutos, en el otoño casi invierno, según la variedad.
Esto permite nuevamente el ingreso de la luz y favorece los procesos de hidrólisis de los
almidones de la fruta, que se transforman en azúcares, lo que se traduce en una mejora en el
sabor al momento de la cosecha.
Por otro lado, si se asocian con especies perennes, es necesario hacer podas fuertes – cor-
tando un 80% de sus ramas en la época en que los árboles pierden las hojas. Esto tendría
además el efecto de estimular el crecimiento de los cítricos, adquiriendo el sistema una dinámi-
ca muy fuerte (Milz, 1997). Bajo esta lógica, pueden pensarse innumerables consorcios que
estén sincronizados entre sí. Milz (1997), luego de explicar acerca de la sincronización de los
cultivos, concluye “Debajo de una sombra vieja no desarrollan los cultivos”, haciendo alusión a
la importancia de las podas.
En este tipo de agricultura no se conciben a las plagas como tal. De serlo, deberíamos lu-
char permanentemente contra ellas, contra la naturaleza, en lugar de trabajar con ella. Ernst
prefiere llamarlos “organismos que trabajan en el departamento de optimización de los proce-
sos”. Las “plagas” nos ayudan a entender qué es lo que está pasando, cuáles son los desequi-
librios, qué es lo que estamos haciendo mal. Lo que hay que entender es por qué están ahí.
Hay ciertas situaciones, como estrés hídrico, lumínico o bien desequilibrios nutricionales, que
hacen que las plantas no puedan terminar de sintetizar proteínas, generando aminoácidos li-
bres en sus estructuras celulares, así como también azúcares simples en vez de complejos. Al
mismo tiempo, los hongos e insectos no tienen el complejo enzimático necesario para alimen-
tarse de una planta sana, no pueden romper los enlaces peptídicos de las proteínas, para así
poder nutrirse de los aminoácidos, por lo que sencillamente prefieren alimentarse de aminoáci-
dos libres. Y como dijimos anteriormente, éstos, los encuentran en plantas que ya sufrieron
algún tipo de estrés, lo que es, generalmente, consecuencia de que una planta no está en su
nicho ecológico adecuado (Chaboussou, 1999). Esto se conoce como la teoría de la trofobiosis,
la misma que explica cómo la aplicación de fertilizantes, sobre todo nitrogenados, generan tal
desbalance nutricional en las plantas que hacen que sean susceptibles al ataque de “plagas”
por lo dicho anteriormente. Estos insectos y hongos, en el mediano plazo, están mejorando
nuestros suelos: colaboran en el sistema acelerando los ciclos de la materia, incorporando al
suelo aquellas plantas que no deberían desarrollarse en ese momento dado, en ese lugar.
Un ejemplo muy claro de ello son las hormigas cortadoras de hojas, de los géneros Atta y
Acromyrmex. Estas hormigas al cortar las hojas se alimentan de su savia, aunque no es su
principal fuente de alimento; por lo contrario, su fuente de proteínas son los hongos que culti-
van en su hormiguero (Figura 12), al cual le dan de comer fragmentos de plantas. Para ello han
desarrollado una de las estructuras sociales más complejas dentro de su género, y hasta se
han asociado con bacterias que mantienen sus cultivos libres de otros hongos parásitos.
Ellas suelen indicarnos muy bien dónde es necesario hacer las podas, a la vez que regene-
ran los suelos: al llevarse las hojas a los hormigueros, al darle de comer al hongo que crían,
logran transformar abundante biomasa en materia orgánica. En ambientes tropicales un solo
hormiguero puede cortar 2.000 kg de hojas por año (en peso seco). Un nido de Atta puede
desplazar hasta 30 toneladas de suelo removiendo anualmente 1.1 toneladas por hectárea.
Evidentemente, los grandes movimientos de tierra indican la existencia de un alto número de
cámaras subterráneas, muchas de ellas con abundante material orgánico en descomposición –
su basura. En Brasil, excavando un nido de Atta sexdens encontraron 296 cavidades con basu-
ra orgánica a profundidades entre 1 y 6 metros. Algunas de estas cavidades tuvieron hasta 5 m
de altura por 1,5 m de diámetro, con más de 500 kilos de materia orgánica, desechos vegetales
y hasta “inquilinos” vivos (otras especies de insectos) (Folgarait & Farji-Brener, 2005).
En ambientes naturales los hormigueros cumplen un papel vital en la formación y modifica-
ción del suelo, mejorando sus propiedades, incorporando materia orgánica y acelerando el
ciclado de nutrientes. Como consecuencia, cuando la colonia muere muchas veces los hormi-
gueros funcionan como sitios de colonización para distintos tipos de plantas, incrementando la
diversidad vegetal local y modificando el paisaje (Folgarait y Farji-Bremer, 2005). De esta ma-
nera contribuyen a saltar rápidamente de un sistema sucesional a otro, generalmente pasando
de un sistema de colonización a uno de acumulación.
Al mismo tiempo, Folgarait y Farji-Bremer, (2005) agregan que “(…) las cortadoras de hojas
funcionan “concentrando” materia orgánica, ya que traen pedacitos de plantas de hasta 100 m
de distancia para depositarlos en lugares específicos de su nido. Estos sitios pueden ubicarse
en cavidades subterráneas o sobre la superficie, dependiendo de la especie de hormiga. Los
desechos de materia orgánica provienen principalmente de los vegetales usados para el cultivo
del hongo, aunque también de los cadáveres de hormigas y las excreciones de la colonia. Co-
mo consecuencia de la acumulación de materia orgánica, en estos sitios ocurre un intenso
proceso de descomposición, transformando esos “basureros” en verdaderos depósitos de hu-
mus a los cuales pueden acceder las raíces de las plantas cercanas. O sea, la acumulación de
esta materia orgánica o “basura” propicia un verdadero ciclo de la materia. De hecho, en los
bosques tropicales se demostró que el ciclo de nutrientes en suelos cerca de hormigueros es
hasta 38 veces más rápido que en sitios cercanos sin nidos de hormigas.”
Y como vale la pena profundizar en el tema, se agrega este fragmento del texto: “De este
modo, en ambientes naturales los grandes nidos funcionan generando heterogeneidad en el
suelo y posibilitando que plantas diferentes al entorno se puedan instalar y reproducir, incre-
mentando la biodiversidad. Por ejemplo, en las pasturas del Chaco y en las sabanas sudameri-
canas, las plantas leñosas se desarrollan mayoritariamente sobre nidos de Atta, estimulando la
formación de verdaderas “islas” de arbustos y árboles en un “mar” de pastos. De esta forma,
algo pequeño como un hormiguero que abarca sólo unos metros cuadrados puede modificar
paisajes de cientos de kilómetros. Este enriquecimiento del suelo ocasionado por las hormigas
cortadoras es especialmente importante en los ambientes con suelos pobres. Pese a que por
un lado sacan hojas, por el otro favorecen el ciclado de nutrientes, el cual, indirectamente, favo-
rece al crecimiento de la vegetación. Dicho de otra forma, las hormigas cortadoras ayudan a
mantener un equilibrio energético en los sistemas naturales donde habitan. Por último, varios
estudios han demostrado que los suelos cercanos a los hormigueros son más ricos en nutrien-
tes que suelos lejanos a los nidos, tanto en las selvas y sabanas tropicales como en las este-
pas del Noroeste de la Patagonia. Este suelo más rico puede ser aprovechado por las plantas
que se encuentran alrededor de los nidos, ya sea mientras la colonia esté activa o cuando el
nido es abandonado y/o muere.”
Haciendo un repaso se ve que las hormigas cumplen con muchos de lo s principios que
la agricultura sintrópica persigue. Por un lado, realizan podas de árboles, permitiendo que
entre luz para otras plantas ubicadas debajo de ella, eliminan los más débiles o con desba-
lances nutricionales (deshierbe selectivo) y concentran la energía en un lugar determinado:
el hormiguero. Además, muchas de ellas mantienen el suelo cubierto y dinamizan los pro-
cesos para dar lugar a la sucesión natural. Seguramente cuando abandonen el hormiguero,
habrán dejado el sitio preparado para que germinen gran cantidad de semillas que maximi-
zarán la fotosíntesis.
A pesar de todo esto, las hormigas son consideradas un gran problema, “una plaga” tanto
para la agricultura como para la forestería, ya que son capaces de eliminar árboles enteros por
defoliaciones repetidas. Sin embargo, según Folgarait y Farji-Bremer (2005) esto no sucede así
en ambientes naturales. Es común que cortadores, abandonen un árbol del cual se están ali-
mentando antes de que este sea completamente defoliado, o que se alimenten de plantas leja-
nas al nido pese a existir otras similares más cerca. La ventaja de este patrón de comporta-
miento es que estas colonias pueden vivir hasta 20 años sin mudarse, por lo que no sería con-
veniente para ellas consumir los árboles más apetecibles hasta su muerte, ya que el radio en el
cual deberían moverse para encontrar su alimento sería cada vez más grande. Por otro lado,
no todas las hojas son igualmente apetecibles para las hormigas: siempre van a preferir los
brotes nuevos, más aún si en estos no hay síntesis completa de sus proteínas y almidones. Por
tanto, la calidad de los recursos dentro de una misma planta puede variar tanto en el espacio
(diferentes ramas), como en el tiempo (solo en alguna época del año). Así mismo sucede en
los ambientes en los que viven: la defoliación está separada en el tiempo y en el espacio entre
diferentes especies. Y acá hay un aspecto clave: el gran problema que supone el ataque de
hormigas en los cultivos convencionales se da justamente porque ha sido reemplazado un am-
biente diverso – con oferta alimenticia diversa en tiempo y espacio – por un monocultivo que
supone un único recurso para la alimentación de las hormigas (Folgarait y Farji-Bremer, 2005).
Su comportamiento entonces se altera al modificarse su medioambiente, así como también
tienden a aumentar las densidades poblacionales. Tal es el ejemplo de Acromyrmex landolti,
cuya densidad poblacional en sistemas naturales tiende a ser entre 20-500 nidos/hectárea, en
función de la capacidad de generar alimento del ambiente, mientras que los mismos ambientes
transformados a pasturas, suelen tener una densidad de 6.000 nidos/hectárea, como respuesta
a las modificaciones que el hombre realiza. (Folgarait y Farji-Bremer, 2005).
Y entonces… ¿Qué se puede hacer ante esta realidad? Plantar en alta densidad, dejar solo
las plantas de mayor vigor y ralear o podar las plantas que hayan sido atacadas, dinamizando
un proceso que ya iniciaron estos organismos, aportando a cubrir el suelo en menor tiempo del
que lo harían ellos, induciendo a las plantas a rebrotar y rejuvenecer, a la vez que se aporta
materia orgánica para mejorar el suelo, para que las especies que no pudieron desarrollarse en
ese momento, puedan hacerlo en un futuro.
Conclusiones
Como se pudo ver, muchos de los ejemplos son de establecimientos productivos en Brasil, cuna
de la agroforestería sintrópica, donde no sólo se están llevando adelante ensayos, investigaciones
científicas, y mucha práctica, sino que también tienen un gran significado a nivel social, un hito, un
antes y un después. En palabras de un agricultor del Movimiento Sin Tierras de Brasil, propietario
de 12 ha, decía: “Antes luchaba por la reforma agraria. Hoy con una hectárea me alcanza y me
sobra. La agroforestería es otra forma de hacer la reforma agraria”. Son muchas las cooperativas,
las escuelas de agroforestas, las comunidades indígenas, así como también las universidades que
se están involucrando en este mundo. Los jóvenes, quienes en general migran a las ciudades, es-
tán enraizando un sentido de pertenencia muy fuerte para con el lugar en el que viven y un orgullo
muy grande de ser parte de una comunidad agroforestera. Esto es esperanzador, y constituye una
salida a los conflictos socio – ambientales que se dan en todo el mundo”.
Por este mismo motivo, hoy en día se están tomando los conceptos básicos y principios de
agroforestería y se están practicando en cada uno de los continentes – excepto en la Antártida.
También se están rediseñando sistemas viejos de producción de frutales para reconvertirlos en
agroforestas, y se viene avanzando muy rápidamente. En Argentina existen varios sistemas en
curso, principalmente en Misiones, pero también en la región pampeana, en Yungas y Chaco
(aunque puede que haya en más provincias/regiones que no tenga registrado).
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Introducción
Al igual que en otras partes del mundo, en el paisaje rural de diferentes regiones de Argen-
tina es habitual hallar plantaciones de árboles en alineación en establecimientos agropecuarios,
ya sea en los perímetros de lotes en producción o alrededor del área de viviendas, galpones y
otra infraestructura asociada.
En muchas regiones el viento puede constituir una adversidad que afecta las producciones
agropecuarias como también la confortabilidad térmica de la vida del hombre en el campo,
especialmente en aquellas de climas templados o fríos. En algunas zonas los vientos son una
limitante para poder realizar actividades productivas; ejemplos de ello son los oasis de riego de
Cuyo y Patagonia, al igual que diversas áreas de secano en la Patagonia Andina, por citar al-
gunos ejemplos.
Es a través de forestaciones de servicio, específicamente de cortinas forestales corta-
vientos o cortinas rompevientos (ingl. windbreaks o shelterbelts), que el hombre ha logrado
en cierto modo morigerar los efectos perniciosos del viento, reduciendo su velocidad y brindan-
do protección a cultivos, ganados e infraestructura, y para su propia confortabilidad de vida en
la naturaleza.
El viento puede tener efectos perjudiciales para las producciones agropecuarias, pudiendo
ser estos directos o indirectos. Los efectos directos son aquellos que se producen por la acción
mecánica del viento. Los efectos indirectos son ocasionados por este en la fisiología de plantas
y animales y en su normal comportamiento.
Uno de los efectos negativos es la erosión, que sucede cuando se combinan fuertes vien-
tos con suelos de texturas gruesas, condiciones de sequedad o climas secos y suelos libres de
cobertura vegetal, ya sea porque fueron cosechados sin dejar residuos de cobertura, se en-
cuentran laboreados o han sido sobrepastoreados (Figura 1). Bajo tales condiciones, aumenta
el riesgo de inicio de procesos erosivos, con deflación y transporte de partículas de suelo su-
perficial y la consecuente pérdida de fertilidad y capacidad productiva. Este transporte de partí-
culas y el impacto de éstas en los vegetales puede también causar daño mecánico a los culti-
vos especialmente en sus fases iniciales de crecimiento, como también ocasionar perjuicios al
acumularse y sepultar parcial o totalmente las plantas.
Izq. Voladuras en suelos laboreados con condiciones inadecuadas de humedad. Der. Suelo desnudo
luego de cosecha que no deja residuos que brinden adecuada cobertura.
Con su acción mecánica directa el viento puede afectar a diversos cultivos: cereales, indus-
triales, forrajes, frutales, hortícolas o florales por mencionar algunos, al rasgar o dañar el follaje,
o a la floración en sus diferentes fases y con ello los rendimientos cuando el producto de inte-
rés son frutos o semillas (Cleugh et al., 1998). Es frecuente también que se vea afectada la
calidad de los productos debido a los golpes y fricción provocada por el viento, lo que genera el
marcado en los frutos como también su caída prematura (Figura 2 Der.). De igual forma, pue-
den registrarse vuelcos de plantas enteras en cultivos de talla alta ante la acción de vientos
fuertes obrando de forma aislada o combinados con lluvias (Figura 2 Izq.).
(Izq.) Vuelco en maíz. (Der.) Caída de frutos en cítricos. Fuente: Curso de introducción a la Dasonomía FCAyF – UNLP.
Junto con el contenido de humedad, las características del suelo, la radiación solar, la tem-
peratura y humedad del aire, el viento es un factor que influye en la evapotranspiración de los
cultivos (Defina, 1985). Al aumentar la evapotranspiración provoca la desecación y estrés en
las plantas, afectando su normal crecimiento y repercutiendo en los rendimientos. El hombre
puede intervenir modificando el contenido de humedad del suelo mediante la práctica agronó-
mica de riego; en la velocidad del viento, puede hacerlo a través del establecimiento de barre-
ras cortavientos.
Para muchos cultivos la polinización mediada por insectos o aves es crucial en la fecunda-
ción y formación de frutos (Mc Gregor, 1976; Buchmann y Nabhan, 1996; Carreck et al., 1997;
Monelos y Peri, 1998; Cecen et al., 2008; Bentrup et al., 2019). La velocidad del viento ejerce
su influencia en los polinizadores dificultando el vuelo. Por ejemplo, las abejas cesan la colecta
de polen y por lo tanto su actividad polinizadora cuando la velocidad del viento supera 20 km/h
y con velocidades de 25 – 30 km/h dejan de volar en altura (Shoukat y Muhahid, 2020).
El clima afecta al ganado de forma directa e indirecta, modificando la calidad y cantidad de
forrajes, los requerimientos energéticos de los animales y sus mecanismos fisiológicos y el
comportamiento de estos para mantener su temperatura corporal dentro de rangos normales
(Arias et al., 2008). En verano, el viento ayuda a reducir los efectos del estrés por calor, mejo-
rando los procesos de disipación de calor por evaporación (Madler et al., 1999), siendo estos
más eficientes cuando la piel del animal está húmeda.
Durante el invierno, el viento potencia el efecto negativo de las bajas temperaturas y la tem-
peratura equivalente o sensación térmica resultante puede provocar estrés en el ganado. El
estrés por frío causa un aumento significativo en el consumo de alimento por los mayores re-
querimientos energéticos del animal para mantener su temperatura corporal; son asimismo
menos eficientes en convertir el alimento en energía, disminuyendo su eficiencia productiva
(Quam et al., 1994; Morris et al., 1996; Smith, 2016) y dicho estrés puede ocasionar morbilidad
y mortalidad de crías en condiciones severas (Gregory, 1995).
En climas fríos, las características del pelaje mullido de los animales en invierno y el aire en-
tre las fibras actúa como una barrera aislante; no obstante, cuando el animal se moja o cuando
el viento sopla fuerte, esta capacidad aislante se pierde. En estas condiciones, los animales
buscan refugio en elementos naturales (quebradas, arbustos o árboles aislados, montes) y
artificiales (infraestructura, cercos, carteles, entre otros) que puedan brindarles protección, o
bien se agrupan entre sí para disminuir la pérdida de calor.
La Tabla 1 muestra la temperatura equivalente o sensación térmica para diferentes tempe-
raturas del aire ante vientos de velocidad creciente y refleja la incidencia que puede tener el
viento en las condiciones térmicas a las que debe enfrentarse el ganado en pastoreo en zonas
frías y ventosas. Como el enfriamiento al que pueden estar expuestos los animales depende de
la temperatura, de la velocidad del viento, de la capacidad aislante del pelaje y de si este está
mojado o no, al reducir la velocidad del viento las barreras cortavientos interactúan con uno de
los elementos que puede causar pérdidas excesivas de calor en el ganado.
Barreras cortavientos
Un cortavientos o cortina rompeviento es una barrera que reduce la velocidad del viento
y genera una zona de calma o protección a sus espaldas o sotavento, es decir, del lado opues-
to al que incide el viento.
Su aplicación es diversa: en el ámbito rural se utilizan para la protección de los efectos noci-
vos del viento sobre cultivos, huertos frutales, pasturas y áreas de pastoreo, cultivos florales,
feedlots, mangas, corrales e infraestructura de producción (salas de ordeñe, galpones, silos,
etc.), viveros y para brindar abrigo a las viviendas y construcciones asociadas. Son también
utilizadas en la industria con el fin de reducir la deriva de polvo que algunas de ellas generan,
además de amortiguar los ruidos y brindar una barrera visual para enmascarar infraestructura y
mejorar el paisaje desde el punto de vista estético.
Las barreras cortavientos pueden ser artificiales o naturales. Entre las primeras se encuentran
las mallas sintéticas de diferentes características, elaboradas en polietileno de alta densidad o poli-
propileno, y con diferente graduación respecto a la cantidad de aire que dejan atravesar (Figuras 3 y
4). Ejemplos de este tipo son las mallas mediasombra y mallas plásticas diseñadas específicamen-
te para reducir el viento denominadas mallas cortavientos (ingl. windbreak mesh).
(Izq.) Producción de orégano en El Maitén, Chubut. (Der.) vivero forestal en Gdor. Virasoro, Corrientes. Fuente: Curso de
introducción a la Dasonomía FCAyF – UNLP.
También se elaboran cortavientos artificiales a partir de materiales naturales entre los que
se destacan los cercos de cañas, muy utilizados en huertas familiares y en algunos cultivos
intensivos por su bajo costo relativo y facilidad de construcción (Figura 5).
(Izq.) Cortaviento de cañas en cultivos de frutilla. Veinticinco de mayo, Buenos Aires. (Der.) Cortavientos y cercos de
caña y mimbre protegiendo huertas familiares. Chile.
En el medio rural, las cortinas forestales están integradas al sistema productivo, por lo que
forman parte de sistemas agroforestales. Cabe esta aclaración de “en el medio rural”, pues
están también presentes en zonas periurbanas, asociadas frecuentemente a áreas industriales
(parques industriales, precintos industriales y fábricas de forma aislada), conformando barreras
para disminuir la velocidad del viento, para enmascarar infraestructura industrial por cuestiones
de estética visual y/o cumpliendo funciones de mitigación de ruidos. Al respecto, existe legisla-
ción provincial que exige la instalación de barreras forestales al momento de radicar nuevas
industrias (Ley Nº 14.440 modificatoria de la Ley Nº 11.459 de Radicación industrial de la pro-
vincia de Buenos Aires y Resol. OPDS-PBA 85/2011).
Desde el punto de vista de su clasificación por su estructura en el espacio y diseño en el
tiempo (ver clasificación de SAF en el capítulo 2), las cortinas son sistemas agroforestales
simultáneos pues coexisten en el tiempo y espacio con la producción a la que están brindán-
dole protección.
En cuanto a la clasificación por sus componentes, en producciones donde la cortina está
protegiendo un cultivo perenne cuya persistencia se prolonga en el tiempo durante la vida
útil de la cortina, estamos en presencia de un sistema silvoagrícola. Podemos citar como
ejemplo producciones frutales de pepita y carozo, en las que la cortina y el monte frutal
coexisten durante toda la vida del primero y junto con el recambio del monte frutal es fre-
cuente que se elimine también la cortina para renovarla a la vez que se comercializa su
madera. En el caso de cortinas protegiendo pasturas, podría entonces clasificarse como un
sistema silvopastoril si el lote en cuestión es destinado de forma permanente a pasturas
de corte y pastoreo, y como un agrosilvopastoril cuando alterne en el tiempo pasturas con
otro tipo de cultivos anuales o plurianuales. Un ejemplo de ello sería una plantación de
álamo en Cuyo, que durante los primeros años coexiste con horticultura en los espacios
interfilares y posteriormente dicho cultivo es reemplazado por pasturas perennes.
Al encontrarse con el obstáculo que la cortina constituye al normal flujo del viento, la velocidad
de este disminuye en relación a la que traía a campo abierto (V0). En el sector inmediatamente
anterior a la barrera (barlovento) ocurre una ‘acumulación’ de aire que provoca un aumento de la
presión (zona de alta presión). Este fenómeno fuerza a que parte del viento ascienda y fluya por
encima de la cortina (Figura 7), mientras que una fracción la atraviesa. Queda de este modo de-
terminada la zona protegida o zona de calma a sotavento en la que la velocidad del viento es
sensiblemente menor a la que tenía a campo abierto antes de incidir en la cortina.
Formación de zona de alta presión inmediatamente antes de la cortina provoca el ascenso y flujo del aire por enci-
ma de esta. Fuente: elaboración propia
El comportamiento del aire que fluye a través de la cortina y por encima de ésta, el porcen-
taje de reducción en la velocidad del viento y la extensión de la zona protegida están influen-
ciados principalmente por 2 parámetros: la altura de la cortina y su porosidad (o bien su den-
sidad, que es la inversa de la porosidad).
La altura de una cortina (H) está determinada por la/s especie/s empleada/s, la calidad de sitio
en que está creciendo y su edad. En cortinas de más de una especie, estará definida por la altura
promedio de la especie más alta. La extensión del área protegida, ya sea a barlovento o a sotaven-
to, se expresa como múltiplos de la altura de la cortina (n veces H) y la influencia que la cortina
tiene en la velocidad del viento se extiende hasta 30 veces la altura a sotavento (30H) y hasta 5
veces la altura a barlovento (5H) (van Eimern et al., 1964; Vigiak et al., 2003; Brandle et al., 2004).
proteccion de infraestructura y
Densa < 15 % 10 3 - 4H 80-90%
cultivos muy sencibles al viento
Fuente: elaboración propia a partir de Read (1964), Peri (1996), Vigiak y colab. (2003) y Davel y colab. (2020).
En las cortinas densas o poco permeables (permeabilidad < 15%), solo una pequeña
fracción del viento que incide logra atravesarla. La mayor parte asciende y fluye por encima de
esta, generando turbulencias en la zona posterior a la cortina que promueven un descenso más
rápido y brusco de la corriente de aire, reduciendo la extensión del área protegida (Figura 8).
Este tipo de cortinas brinda alta protección a distancias relativamente cortas, es decir, logran
una alta reducción de la velocidad del viento en una zona de hasta 10 veces la altura de la
cortina (10H), registrando un máximo de reducción a 3 - 4 veces la altura (3 – 4H) (Vigiak et al.,
2003). En síntesis, las cortinas densas son muy útiles cuando el objetivo perseguido es brindar
mucha protección en distancias muy cortas y generalmente se las emplea para la protección de
infraestructuras, producciones intensivas y como barreras en el área de viviendas.
Figura 8. Esquema del flujo del viento en una cortina densa o poco porosa
(porosidad < 15 %)
En las cortinas semipermeables (Figura 9) parte del viento incidente atraviesa la cortina y
fluye por la zona de barlovento a una velocidad reducida (V 1). De manera simultánea, una parte
del viento pasa por encima de ella a la misma velocidad que traía a campo abierto (V 0). En esta
condición, el viento que atravesó la cortina por un lado favorece una menor turbulencia del aire
a la vez que provoca que el viento que pasó por encima de ella descienda a una distancia más
alejada de su emplazamiento, ampliando la longitud de la zona protegida.
Figura 9. Esquema del flujo del viento en una cortina semipermeable (porosidad 25 – 50%).
Parte del viento atraviesa la cortina y promueve que el viento que pasa por encima de esta descienda y recobre su
velocidad a campo abierto a una distancia mayor, ampliando la longitud de la zona protegida a sotavento. Fuente:
elaboración propia.
En cortinas de este tipo, la zona protegida se extiende hasta 20 veces la altura de la cortina
(20H) y la mayor reducción de velocidad se registra a una distancia entre 5 a 10 veces la altura
de esta (5 – 10H). A medida que nos alejamos de la cortina hacia sotavento, la velocidad del
viento va aumentando hasta recobrar aquella que tenía a campo abierto antes de incidir en la
barrera (Figuras 10 y 11).
Figura 10. Esquema de reducción de velocidad del viento a diferentes distancias de una
cortina semipermeable (porosidad 40-50 %).
La velocidad en las diferentes zonas está expresada como porcentaje de la velocidad del viento a campo abierto antes
de atravesar la cortina (100* V1/V0). Fuente: elaboración propia a partir de Read (1964)
Figura 11. Esquema de vista en planta de la reducción de velocidad del viento a dife-
rentes distancias de una cortina semipermeable (porosidad 50 %)
La velocidad en las diferentes zonas está expresada como porcentaje de la velocidad del viento a campo abierto.
Modificado de Goor y Barney (1976)
Este tipo de cortinas logran una menor reducción en la velocidad del viento, pero lo ha-
cen sobre una mayor extensión. Son empleadas en cultivos extensivos, frutales, pastur as,
áreas de pastoreo y otras producciones, como también en la protección de infraestructura
en situaciones donde por la naturaleza de los vientos locales no se requiere una significati-
va reducción de velocidad.
A modo de síntesis, el Gráfico 1 ejemplifica como varía la reducción de la velocidad del vien-
to y la extensión de la zona protegida a sotavento y barlovento bajo diferentes porosidades de
cortina y en la Tabla 2 se resumen sus características.
Hemos de tener en cuenta que, para una misma cortina, estas características son dinámi-
cas; cambian con la edad, volviéndose más densa conforme los árboles crecen, expanden su
copa y las copas de árboles contiguos se aproximan y/o entrelazan, a la vez que aumentan su
altura y con ello la extensión del área protegida. Por este motivo, al diseñar una cortina han de
considerarse como referencia las características que tendrán los árboles que la componen a
una edad de 10-20 años, esto último dependiendo de la especie y la velocidad de crecimiento
en el sitio donde será plantada.
A fin de proteger toda la extensión de un área, se plantan cortinas principales paralelas y
a intervalos regulares y el distanciamiento entre ellas está determinado, como antes comenta-
mos, por la altura que alcanzarán los árboles y la permeabilidad de la cortina (Tabla 2). Estas
son complementadas con la instalación de cortinas secundarias cuyo objetivo es mejorar la
protección mientras las cortinas principales son jóvenes. Las secundarias se plantan con idén-
tica orientación y a distancias intermedias entre las principales y también de forma perpendicu-
lar a ellas (Figura 17 Der.). Cuando las cortinas principales alcanzan su altura adulta, las se-
cundarias pueden eliminarse.
El ángulo de incidencia del viento también modifica la porosidad de una cortina respecto
a la que tiene cuando éste incide en forma perpendicular. La incidencia del viento en forma
oblicua a la orientación de la cortina afecta la zona protegida a sotavento (Figura 12), tanto en
su extensión como en su forma.
Figura 12. Alteración en la extensión del área protegida por una cortina forestal ante
vientos que inciden en forma oblicua a la orientación de su eje longitudinal.
Por último y no menos importante, la propia velocidad del viento modifica la porosidad de la
cortina: los vientos muy fuertes (> 50 km/h, ver Tabla 4 de escala de Beaufourt modificada por
Simpson) provocan la deformación temporaria de la copa producida por la flexión de tallos,
ramas y la reorientación del follaje (Gardiner et al., 2016) y dicha variación en la porosidad re-
sulta en una disminución de su efecto morigerante del viento y protector.
Figura 13. Esquema de vista en planta de la reducción lateral del área protegida a so-
tavento por el efecto de los vientos que flanquean la cortina.
Para un correcto funcionamiento es necesario que la barrera tenga una distribución uni-
forme de los árboles y que no presente interrupciones, pues alteran el flujo del aire y el com-
portamiento aerodinámico. La existencia de huecos en la continuidad de la cortina habilita el
pasaje del viento, que por un lado se acelera al pasar a través de esta constricción, generando
turbulencias inmediatamente detrás de la cortina a la vez que se modifica la velocidad del vien-
to y la forma del área protegida (Figura 14).
Figura 14. Esquema de vista en planta del efecto que provoca un brecha o disconti-
nuidad en la cortina sobre el flujo y velocidad del viento.
A B
(A) Formación de un pasaje oblicuo al eje de la cortina. (B) Establecimiento de mangas en la cortina que protejan la
brecha originada por el paso. (C) Plantación de segmentos de cortina frente a los pasos. La flecha roja indica el tránsito
a través de la cortina. Fuente: elaboración propia
NNE 22,5
N 0 NE 45
ENE 67,5
ESE 112,5
E 90 SE 135
SSE 157,5
SSO 202,5
S 180 SO 225
OSO 247,5
ONO 292,5
O 270 NO 315
NNO 337,5
Las cortinas rompevientos brindan protección frente a los vientos de velocidades normales
que soplan con regularidad en una determinada zona. Por su dirección, contenido de humedad
y/o temperatura, algunos se consideran especialmente problemáticos para determinadas pro-
ducciones en varias regiones del país: ejemplos de ello son las bajas temperaturas y heladas
advectivas ocasionadas por el viento Pampero en la región central y litoral del país (también
Uruguay y Sur de Brasil) y su consecuente efecto en cultivos y ganados; o la acción desecante
de vientos secos del oeste (Zonda) en algunas regiones de Cuyo y su impacto en la floración
de frutales, vid y olivo (Caretta et al., 2004).
Nombre Provincia Lat S Long W Altura Nro OMM Categoría Pertenece a Periodo
HILARIO ASCASUBI
Buenos Aires 39,23 62,37 22 87741 Climática I.N.T.A. 2001-2010
INTA
VIENTO (km/h)
VELOCIDAD MEDIA POR DIRECCIÓN Y FRECUENCIA DE DIRECCIONES EN ESCALA DE 1000
DIR ENE FEB MAR ABR MAY JUN JUL AGO SET OCT NOV DIC ANUAL
Frecuencia 85 93 93 78 90 57 67 77 94 86 77 60 80
N
Velocidad Media 9,0 4,1 7,4 7,4 7,1 7,0 6,4 1,3 8,0 9,2 8,6 5,9 6,8
Frecuencia 154 156 113 57 57 48 69 77 105 120 133 146 103
NE
Velocidad Media 9,7 4,7 6,8 7,3 6,4 7,1 7,8 7,7 8,5 8,2 8,7 8,5 7,7
Frecuencia 90 107 68 20 30 26 19 39 60 59 91 125 61
E
Velocidad Media 7,7 1,5 5,9 6,5 6,9 6,3 5,7 6,5 8,1 6,7 7,3 7,3 6,3
Frecuencia 130 122 92 63 42 19 25 64 65 100 85 101 76
SE
Velocidad Media 8,0 3,4 6,5 7,6 6,4 4,0 8,7 8,2 9,3 7,8 10,5 9,3 7,6
Frecuencia 51 47 63 53 39 20 30 43 65 47 69 56 48
S
Velocidad Media 6,6 1,7 6,0 6,8 5,4 4,9 6,5 6,4 8,3 6,3 7,6 8,1 6,2
Frecuencia 104 91 92 111 107 132 168 142 120 136 139 112 121
SW
Velocidad Media 11,0 2,0 8,2 8,4 7,4 8,7 9,1 9,3 8,2 10,6 9,6 10,5 8,8
Frecuencia 65 61 60 118 81 125 106 95 68 80 99 73 86
W
Velocidad Media 8,6 9,6 7,7 6,5 5,9 7,1 6,7 6,9 7,9 9,9 8,0 9,0 6,6
Frecuencia 221 181 197 245 275 340 272 261 220 216 189 216 236
NW
Velocidad Media 11,3 1,3 9,4 8,9 8,4 8,8 9,8 5,5 10,1 11,0 10,3 10,7 8,7
Calma Frecuencia 101 142 222 255 279 232 245 202 204 155 118 110 189
N
30%
25%
NO NE
20%
15%
10%
5%
O 0% E
SO SE
SO SE
SO SE
S
S
25% 25,0%
NO NE NO NE
20% 20,0%
15% 15,0%
10% 10,0%
5% 5,0%
O 0% E O 0,0% E
SO SE SO SE
S S
Fuente: elaboración propia a partir de serie de estadísticas climáticas 2001-2010 del Servicio Meteorológico Nacional.
En el ejemplo anterior, en el anemograma anual se observa que en ese lugar los vientos más
frecuentes proceden del noroeste; los vientos primaverales y los estivales son frecuentes desde
el sudoeste y noreste. En consecuencia, las cortinas deberán planificarse preferentemente con
una orientación SO-NE y NO-SE, es decir, perpendiculares a los vientos predominantes.
En las últimas tres décadas, la adopción progresiva de estaciones meteorológicas automáti-
cas ha permitido contar con un gran volumen de datos del clima en general y del viento en par-
ticular, con registros detallados de dirección y velocidad a lo largo del día. Para las estaciones
meteorológicas que cuentan con series de datos con este detalle, es posible construir anemo-
gramas que incluyen la velocidad del viento como variable y con ello identificar la dirección de
los vientos de mayor velocidad (Gráfico 4), que en algunas regiones son los más problemáticos
y los que se tienen en cuenta para definir la orientación de una cortina. En otros casos, junto
con la velocidad se tiene en cuenta la temperatura (bajas o altas) y/o el contenido de humedad
al momento de identificar los vientos más nocivos para las producciones.
10
Frecuencia en %
0
O E
O 270,0 90,0 E 0 270,0 90,0
0
10
(Izq.) Anemograma para la EEA San Pedro INTA indicando la frecuencia de días con viento según su origen permite
identificar los vientos más frecuentes. (Der.) Anemograma de la misma estación señalando la velocidad (denominada
también intensidad) de viento según origen. Nótese que mientras que los vientos más frecuentes proceden del norte y
del sur, los de mayor velocidad proceden del S y SO. Fuente: elaboración propia a partir de datos de estación meteoro-
lógica automática EEA San Pedro INTA.
No siempre es posible plantar una cortina con la orientación óptima perpendicular a los vien-
tos predominantes. En la mayoría de los casos, la proyección a campo de una cortina frecuen-
temente se encuentra con restricciones determinadas por la división catastral y la orientación
de los lotes, la ubicación de alambrados, caminos e infraestructura, como también la existencia
de desagües, arroyos u otros condicionantes naturales. En las zonas de regadío, la disposición
de los canales de diferente magnitud que conforman la red de riego y drenaje definen la orien-
tación de los lotes y de las cortinas cortavientos (Figura 17 Der.).
(Izq.). Cuando los vientos predominantes inciden de forma oblicua a la orientación de los alambrados o la red de riego,
se establecen cortinas sobre las 2 aristas o linderos de los lotes. (Der.). La disposición de las cortinas en zonas de
riego se ajusta a la división catastral y a la orientación de la red de riego y drenaje. Fuente: elaboración propia.
La selección de la/s especie/s a utilizar en una cortina cortavientos está condicionada por
diversos factores, siendo los más importantes:
• Las características climáticas y edáficas del sitio
• El tipo de producción a proteger y la época crítica en que esta requiere protección.
• La talla de la especie, su velocidad de crecimiento, forma de copa, arquitectura de ramas
y persistencia de follaje.
• El potencial destino industrial de la madera obtenida del aprovechamiento de la cortina.
• La existencia de mecanismos de promoción o fomento al establecimiento de cortinas.
Las condiciones de clima y suelo resultan excluyentes al momento de elegir las especies
potenciales para uso como cortinas. En líneas generales, el tipo de clima define los géneros o
grupos de especies que es factible cultivar. Luego, las características del suelo delimitarán
calidades de sitio disponibles y con ello las especies a plantar en cada zona.
Un segundo criterio que se tiene en cuenta en la selección son las características de creci-
miento del tronco, abundancia, largo, ángulo de inserción y flexibilidad de las ramas frente al
viento, además de las características del follaje en cuanto a si es perenne o caduco, su tama-
ño, textura y la persistencia de las ramas en la porción baja y media del tronco con la edad. Las
especies preferidas para uso como cortinas se caracterizan por un tener hábito de crecimiento
excurrente, con un trono o eje preferentemente único y dominante, ramas poco extendidas
horizontalmente o adpresas al tronco generando copas de forma columnar o fastigiada.
A B
C D
(A) casuarina y cítricos, Colonia Ayuí, Entre Ríos. (B) ciprés y soja, Lima, Buenos Aires. (C) pino de Alepo y pastura,
Pigüe, Buenos Aires. (D) pino taeda y arándano, Concordia, Entre Ríos. Fuente: Curso de introducción a la Dasonomía
FCAyF – UNLP.
(Izq.) de hoja perenne (Eucalyptus spp). (Der.) de hoja caduca (Populus spp.). Fuente: Curso de introducción a la
Dasonomía FCAyF – UNLP.
A B
C D
E F
(A) álamo y frambuesa, Plottier, Neuquén. (B) álamo y alfalfa, Senillosa, Neuquén. (C) álamo y vid, Sargento Vidal, Río
Negro. (D) álamo y tulipanes, Gdor. Gregores, Santa Cruz. (E) álamo criollo y bovinos, El Maitén, Chubut. (F) álamo
criollo, lanares y caprinos, Epuyén, Chubut. Fuente: A al D: Curso de introducción a la Dasonomía FCAyF – UNLP. E y
F: Ing. Ivana Amico, EEA Esquel INTA.
Aplicación de la
Región Protegiendo Grupos cultivados Especies / cultivares
madera
Cuasuarina ssp.
Casuarina, eucaliptos Eucalyptus camaldulensis; E. tereticornis; clones aserrado,
pasturas,
Región carpintería rulal,
cultivos, templados, álamo, de Populus deltoides y P. x euroamericana;
pampeana leña (casuarina y
infraestructura cipreses Cupressus sempervirens, C.macrocarpa, C.x eucalipto)
leylandii
Fuente: Elaboración propia a partir de SAGPyA (1999), Amico (2002), Calderón (2006), Serventi (2011), Boro-
dowski (2017), CFI-FCAyF (2018), Zubrzycki (2019), Davel y colab. (2020) y observaciones propias
Cabe comentar en este punto que los mecanismos de fomento forestal vigentes en Argenti-
na establecen para cada región del país cuáles son las especies que están promocionadas
para realizar forestaciones en cortinas y en macizos. Volveremos brevemente al tema de fo-
mento a la realización de cortinas en un próximo apartado.
Materiales de propagación
Los materiales de propagación empleados para plantar cortinas son la planta con cepellón o
pan de tierra en el caso de casuarina, pinos, eucaliptos y cipreses. En eucaliptos y pinos el
material de plantación más común es el plantín en contenedor de una temporada de crecimien-
to (plug + 0), fácilmente disponible y a bajo costo en viveros forestales. Para casuarina y cipre-
ses, frecuentemente se emplean plantas de 2 a 4 temporadas de crecimiento en envase tipo
maceta plástica de 1 o 4 litros dependiendo de la región y el vivero proveedor.
Para álamos y sauces que son multiplicados vegetativamente, se utilizan barbados de 1 o 2
temporadas (estacas enraizadas en vivero con 1 o 2 temporadas de crianza), guías o estacas.
En zonas bajo riego el barbado es el material de plantación por excelencia, pues al ser una
planta con raíz, se logra un mayor prendimiento. En la región Pampeana y en el Delta del Pa-
raná se utilizan con frecuencia guías de 1 temporada de crecimiento y estacas por su menor
costo y buena sobrevivencia. Las estacas también se emplean en zonas bajo riego cuando las
cortinas se plantan junto a acequias y canales que aseguran una adecuada dotación de hume-
dad en el suelo.
Para ahondar en los diferentes tipos de material de propagación referiremos al lector al ca-
pítulo 2 del libro cátedra “Plantaciones forestales en Argentina: Fundamentos técnicos y meto-
dologías para la realización de forestaciones en diferentes regiones” (Galarco y Ramilo Ed,
2020) publicado por EDULP y de libre acceso a través del repositorio institucional de la UNLP.
El número de hileras de una cortina varía con las especies y variedades (o clones), la región
con sus condiciones climáticas y en particular sus vientos, el tipo de producción a proteger y la
utilización que tiene la madera de la cortina. En todos los casos son de 1 a 3 hileras, excepcio-
nalmente 4, ya que con mayor número de hileras se consideran fajas o trincheras.
En cortinas de 2 o más hileras la configuración espacial de las plantas puede ser en tresbo-
lillo (Figura 21) o marco real (Figura 22), siendo la primera muy utilizada ya que en cortinas de
2 hileras tal disposición garantiza que todas las plantas tengan frente al viento cuando este
sopla en dirección perpendicular a la barrera.
2º hilera
1º hilera
1,5m
3m
2º hilera
3m
1º hilera
3m
Las plantas de hileras contiguas se ubican desfasadas un 50% entre sí. Fuente: elaboración propia.
2º hilera
1º hilera
2m
2º hilera
3m
1º hilera
Las plantas de hileras contiguas están alineadas; puede ser ‘rectangular’ cuando la distancia entre
plantas en la hilera y entre hileras es diferente o ‘cuadrado’ cuando ambas distancias son iguales.
Fuente: elaboración propia.
En las de 3 o 4 hileras se repite alguno de estos dos patrones de distribución, siendo la distri-
bución en marco real algo común en este tipo de cortinas. Asimismo, puede ser la opción ade-
cuada en situaciones en las que, por restricciones de apotreramiento, orientación de alambrados
o de otro tipo, el viento incide de forma oblicua al eje longitudinal de cortina (Figura 17 Izq.)
Cortinas de 1 hilera
Las cortinas de 1 hilera son las más simples (Figura 23); el espaciamiento entre plantas
surge del compromiso, por un lado, de la especie y variedad en relación a su arquitectura, for-
ma y diámetro de la copa y por otro, de la porosidad deseada para la cortina a crear, esto últi-
mo en relación al tipo de producción y/o infraestructura que se desea proteger. En casuarina
los espaciamientos entre plantas de 2 m a 2,5 m son usuales para cortinas semipermeables;
para las poco permeables o de tipo barrera sanitaria, puede reducirse a 1,2 a 1,5 m (Figura
23A). En Eucalyptus se adoptan distanciamientos entre plantas de 2 hasta 3 m dependiendo de
la especie utilizada y un aspecto tenido en cuenta es que son pocas las especies del género
que mantienen las ramas en la porción baja y media del tronco con la edad (Figura 23B).
(A) Casuarina spp., Bolívar, Buenos Aires. (B) Eucalyptus dunnii, Saladillo, Buenos Aires. Fuente: Curso de introduc-
ción a la Dasonomía FCAyF – UNLP.
(A) Populus x euroamericana I-214 en Allen, Río Negro. (B) Populus nigra cv italica en Trevelin, Chubut.
Fuente: A: Ing. Esteban Thomas, EEA Alto Valle INTA. B: Ing. Ivana Amico, EEA Esquel INTA.
Cortinas de 2 hileras
En este tipo de cortinas se recomienda la plantación en tresbolillo cuando son de una sola
especie. Los distanciamientos entre plantas en la misma hilera se amplían respecto a los utili-
zados en las de 1 sola hilera y las plantas de la segunda hilera ocupan posiciones intermedias
entre las plantas de la primera (Figura 21).
En región Pampeana se adoptan distancias entre hileras de 2,5 hasta 5 m. Los distancia-
mientos entre plantas en la hilera son de 2 a 3,5 m dependiendo de la porosidad buscada en
relación al objetivo de protección. Similares distanciamientos se emplean en cortinas de casua-
rina o de pino para la protección de cítricos en el litoral (Zubrzycki, 2019; Oberschelp et al.,
2020). Para eucaliptos los distanciamientos entre hileras son de 4 a 6 m y entre plantas dentro
de la hilera de 3 m a 4 m según la especie.
(Izq.) casuarina protegiendo arándanos en Concordia, Entre Ríos. (Der.) Eucalyptus viminalis en Veinticinco de
Mayo, Buenos Aires. Fuente: Curso de introducción a la Dasonomía FCAyF – UNLP.
En Patagonia, para las cortinas de 2 hileras realizadas con álamos de porte fastigiado se uti-
lizan distanciamientos de 1,5m a 2m (y hasta 3m) entre hileras y 1 - 1,6m entre plantas (Peri,
1998; Amico, 2002; Peri, 2003; Tassara et al., 2008; Thomas, 2014; Davel et al., 2020) depen-
diendo de la porosidad de cortina que se desea lograr.
En los oasis de riego de Patagonia y Cuyo se emplean cortinas de álamo de 2 hileras y es
una práctica frecuente plantarlas a ambas márgenes de las acequias (Figura 26).
(Izq.) Allen, Río Negro; (Der.) Senillosa, Neuquén. Fuente: (Izq.) Ing. Esteban Thomas, EEA Alto Valle INTA.
(Der.) Nicolás García.
A fin de facilitar los trabajos regulares de limpieza y mantenimiento de la red de riego en la épo-
ca invernal, es conveniente evitar la plantación de las cortinas inmediatamente junto a las acequias,
optando por ubicarlas en la contra acequia (Salimbeni, 1980; Thomas, 2014) (Figura 27).
Figura 27. Ubicación de las plantas en la contra acequia, a fin de facilitar los trabajos
regulares para su limpieza y mantenimiento.
Fuente: (Izq.) tomado de Thomas (2014). (Der.): cortina de álamo en el Valle Bonaerense del Río Colorado. Curso de
introducción a la Dasonomía FCAyF – UNLP.
Figura 28. Cortina madura de 1 hilera de Populus deltoides con porosidad excesiva en
la porción baja del tronco en San Pedro, Buenos Aires.
En algunos casos, la especie principal ha de complementarse con otra especie de menor porte y/o con ramas basales
persistentes o bien con una arbustiva. Fuente: Curso de introducción a la Dasonomía FCAyF – UNLP.
En esos casos puede combinarse la especie principal con otra arbórea de menor talla o bien con
una de tipo arbustiva para aumentar la densidad de la barrera en su porción inferior, dando origen a
cortinas mixtas. Algunos ejemplos de combinaciones son álamo y sauce (Figura 29), eucalipto y
casuarina, eucalipto y aromo australiano (Acacia melanoxylon), eucalipto y ciprés entre otros.
Cortinas de 3 y 4 hileras
Las cortinas de 3 o 4 hileras, aunque poco frecuentes, se emplean cuando junto al objetivo de
protección se persigue la obtención de madera como finalidad secundaria pero económicamente
relevante, sin que ello reste superficie de magnitud a la actividad principal. Por ejemplo, en el
sudeste bonaerense son usuales las cortinas de Eucalyptus globulus de 3 y de 4 hileras como
diseño modal (CFI-UNLP, 2018), ya que la producción de madera para celulosa fue un objetivo
de trascendencia económica a mediados de la década de 1990 y una industria exportadora de
rollos y chips se sostuvo en la región basada fuertemente en el aprovechamiento de cortinas. En
dicha región, la plantación de este tipo de cortinas se realiza en marco real o a tresbolillo, con
distanciamientos semejantes a los de planteos celulósicos, de 2,8m x 2,8m o 3m x 3m.
Con el propósito de reducir la velocidad del viento y proteger una superficie amplia de te-
rreno productivo, se plantan cortinas paralelas entre si y a intervalos regulares, configurando
sistemas de cortinas. La distancia a la se repetirá la instalación de cortinas principales estará
determinada por la porosidad de la cortina en acuerdo a la producción que se desea proteger y
por la altura de los árboles al estado adulto, parámetros que en conjunto y como vimos ante-
riormente, definen la extensión del área protegida a sotavento del emplazamiento de una corti-
na. A modo de ejemplo, en una cortina semipermeable en la que se prevé que los árboles al-
cancen una altura de 20m, se estima que el área protegida será de aprox. 18 a 20 veces la
altura (18 - 20H) y, en consecuencia, la distancia máxima entre dos cortinas principales sucesi-
vas deberá ser de entre 360 y 400 metros (Figura 30).
Cortinas
principales
D = 20 x H = 400m
Cortinas
H=20m secundarias
Esquema de distanciamiento entre cortinas principales. D: distancia entre cortinas; H: altura de la cortina. Fuente:
elaboración propia sobre imagen de USDA Natural Resources Conservation Service
Las cortinas ejercen un efecto de reducción del rendimiento en los cultivos adyacentes, que
es de diferente magnitud dependiendo del tipo de cultivo, las especies que forman la cortina y
las condiciones climáticas (Stoeckeler, 1962; Zhu, 2008). Esta reducción ha sido vinculada
principalmente a un mayor consumo de agua por parte de la cortina, pero también intervienen
la intercepción de lluvia por parte de las copas de los árboles, el sombreado y posibles efectos
alelopáticos de las especies forestales empleadas (Kort, 1988; Ong y Huxley, 1996). Esta zona
de competencia cortina-cultivo puede extenderse de 0,5 hasta 1 a 1,5 veces la altura de los
árboles de la cortina.
Aun cuando el incremento general de rendimiento del cultivo que se logra por el efecto pro-
tector de la cortina supera ampliamente las mermas de productividad experimentadas en la
zona de competencia (Read, 1964; Helmers y Brandle, 2002; Wight y Straight, 2015), estas
últimas pueden reducirse mediante prácticas de manejo. Algunas alternativas son el uso de
especies forestales de anclaje profundo, el empleo de técnicas de plantación en profundidad
cuando se emplean barbados de álamo en zonas de regadío, el aumento en los volúmenes de
riego en proximidad de las cortinas para satisfacer el mayor consumo hídrico y la poda periódi-
ca (cada 2 o 3 años) de las raíces superficiales de los árboles (Brandle et al., 2004; Requena,
2006) mediante pasaje de subsolador o rastra pesada.
Las labores de preparación del terreno previas a la plantación varían según las características
del terreno, el tipo y tamaño del material de propagación empleado y las maquinarias y aperos dis-
ponibles localmente. Las alternativas van desde el laboreo de la línea de plantación con rastra de
discos, rastra de discos y cincel o subsolador, el hoyado con hoyadora montada en tractor o de
motor a explosión y accionamiento manual, hasta el hoyado con pala y sin laboreo previo del suelo.
Como lineamiento general, para álamos y sauces el hoyado se realiza con hoyadora o con pa-
la cuando el material de propagación es el barbado; cuando se emplean estacas la plantación
puede efectuarse con barreta común o con barreta hidráulica. Cuando se usan plantines en tube-
te o contenedor, la plantación de las cortinas se realiza de forma manual con el auxilio de diferen-
tes herramientas como la pala común, pala barreta, bastón plantador, tubo plantador o saracuá.
El lector encontrará una descripción más detallada de las alternativas de preparación del te-
rreno, marcación y las técnicas de plantación en el capítulo 3 del libro cátedra “Plantaciones
forestales en Argentina” (Galarco y Ramilo Ed, 2020).
Época de plantación
La época de plantación varía entre las regiones y con las especies utilizadas. En Salicá-
ceas, la plantación se realiza preferentemente a fin del invierno, con variaciones en la fecha
según la latitud, la evolución de las temperaturas, la magnitud de la obra de forestación y la
época de brotación de los diversos clones. En Casuarina spp. la plantación es también en el
invierno, pudiéndose extender a la primavera.
En el caso de los eucaliptos, género que se cultiva en nuestro país en regiones de climas
templados y cálidos seleccionando adecuadamente las especies, la época de plantación es
frecuentemente la primavera debido a que son en su mayoría sensibles a las heladas. No obs-
tante, algunas especies tolerantes al frío como E. viminalis, E. benthamii y E. dunnii (esta últi-
ma solo parcialmente tolerante) pueden plantarse con bajo riesgo al final del verano e inicio del
otoño, una vez finalizado el período de fuertes calores estivales.
En pinos la época de plantación se extiende desde el otoño hasta la primavera cuando se em-
plean plantas en contenedor, sin embargo, algunas especies del género pueden ser susceptibles a
temperaturas muy bajas, por lo cual se evita su plantación en los meses de heladas más severas.
Por otro lado, en Patagonia la plantación de pinos durante el otoño e invierno puede verse afectada
en la práctica por condiciones de suelo congelado o por la acumulación de nieve que dificulta las
labores, en razón de lo cual la época más propicia es el final del verano o la primavera.
En la región húmeda del NOA, la época de plantación está definida por el régimen de lluvias
que es de tipo estival con estación seca marcada en el invierno, lo que obliga a plantar entre
diciembre y fines de febrero.
Para profundizar en el tema de épocas de plantación para las diversas especies en las dife-
rentes regiones del país recomendamos al lector remitirse a los capítulos 4 al 9 del libro cáte-
dra “Plantaciones forestales en Argentina” (Galarco y Ramilo Ed, 2020).
Cuidados culturales
En las cortinas más que en ningún otro sistema de plantación es de fundamental importancia
lograr la más alta sobrevivencia y la pronta instalación de las plantas en el terreno. Ello involucra
un esmerado control de plagas, especialmente de hormigas cortadoras y de liebres, las prime-
ras a través recorridas, marcación a campo de hormigueros y su control antes y después de plan-
tar; las segundas mediante el uso de productos de acción lebrífuga o colocando protecciones
individuales a las plantas que garanticen su resguardo del ramoneo de estos roedores.
El riego periódico durante los primeros meses hasta lograr el establecimiento de una cortina
es una práctica deseable y plenamente justificada, al igual que la realización de riegos en eta-
pas posteriores ante condiciones de sequías extraordinarias que puedan comprometer la so-
brevivencia de las plantas. Los sistemas utilizados abarcan el riego gravitacional característico
en las zonas de regadío, la instalación de sistemas por goteo y, como alternativa más asequi-
ble en regiones de secano, el riego manual con el auxilio de acoplados cisterna de arrastre.
Vinculado al riego y cuando en material de propagación empleado es planta en contenedor
o con cepellón, es una práctica de adopción creciente el uso de geles de poliacrilato (denomi-
nados hidrogeles) al momento de plantar con el objetivo de mejorar la retención de humedad
en la zona de raíces.
La reposición de fallas es crucial en la instalación de cortinas cortavientos. Al explicar el
funcionamiento de las cortinas al inicio del capítulo, advertimos el efecto que provoca la exis-
tencia de brechas o huecos en la cortina sobre el flujo del aire y como ello afecta la protección
que esta brinda. Es por esa razón que han de realizarse los esfuerzos necesarios para lograr
un prendimiento de plantas lo más próximo al 100% como sea posible. Ello incluye efectuar
todas las reposiciones de plantas muertas, enfermas, anormales y débiles que sean necesarias
durante los primeros años del establecimiento de la cortina.
Aunque la fertilización de arranque no es una práctica generalizada en la realización de corti-
nas, ha resultado beneficiosa en plantaciones en macizo en eucaliptos y álamos (Larocca et al.,
2004; Aparicio et al., 2005; Achinelli et al., 2003) especialmente en aquellos sitios en donde el su-
ministro de nutrientes es deficitario en relación a la demanda nutricional las especies en su fase
inicial de cultivo. Tal práctica, junto con un adecuado control de malezas podría contribuir a un
rápido establecimiento de las cortinas en el terreno mediante un crecimiento inicial más vigoroso.
Referiremos al lector al capítulo 3 del libro cátedra “Plantaciones forestales en Argentina” donde se
describen las alternativas para el control de malezas y para la fertilización de plantaciones.
En algunas regiones de Argentina las cortinas rompevientos representan una alta propor-
ción del recurso forestal aprovechable para las industrias locales, como por ejemplo los oasis
La zona de riego del Comahue, en la Norpatagonia, comprende los oasis de riego de Alto
Valle del río Negro y del río Neuquén. La introducción del álamo en sistemas de plantación en
cortinas junto a las acequias de riego tiene su origen en la necesidad de atenuar las severas
condiciones climáticas de sequedad y viento predominantes en esta región. En el período com-
prendido entre septiembre y diciembre se registra la mayor frecuencia de vientos con velocida-
des superiores a 20 km/h, con ráfagas que alcanzan los 80 km/h (Rodríguez et al., 2014) y
constituye la principal adversidad para el desarrollo de producciones agrícolas en general y la
fruticultura en particular, ya que provoca desecación y daños mecánicos que afectan el desa-
rrollo del cultivo y la calidad de lo producido.
Entre los efectos positivos de las cortinas sobre los montes frutales de pepita y carozo, Mer-
lo citado por Serventi (2011) y Tassara et al. (2008) señalan los siguientes:
• Atenúan el rameado y asoleado de la fruta.
• Ejercen un efecto protector durante las heladas primaverales, al modificar el microclima
diurno y nocturno y, en consecuencia, disminuir su intensidad.
• Moderan las situaciones de estrés fisiológico de las plantas por acción del viento, propi-
ciando condiciones de microclima favorables al desarrollo de los frutales y su sanidad.
• Regulan la temperatura dentro del monte frutal, atenuando la incidencia de dos plagas
importantes en la fruticultura regional como Grapholita molesta “Carpocapsa” y Tetrani-
chus sp. “Arañuela”, cuyo potencial biótico aumenta en ausencia de cortinas.
En relación a la acción mecánica del viento en la calidad de la fruta, Rodriguez et al. (2014)
estudiaron el efecto protector de cortinas de álamo sobre el rameado de frutos de pera varie-
dad Williams (Pyrus communis L. cv. Bartlett) hallando que con vientos fuertes una cortina fo-
restal adecuada disminuye hasta un 20% la proporción de frutos dañados y otorga una protec-
ción significativa hasta aproximadamente 5H de distancia. Otras producciones que se benefi-
cian del efecto protector de las cortinas incluyen pasturas, cultivos anuales y animales de cría,
como también infraestructura de invernáculos, galpones y viviendas.
El cultivo de álamos en los valles de los ríos Negro y Neuquén data de fines del siglo XIX. Los
primeros álamos introducidos a la región por misioneros y colonos fueron los álamos negros Popu-
lus nigra cv. italica (álamo criollo) y P. nigra cv. thayssiana (álamo chileno) (García, 2002; Serventi,
2011). Ambos son de porte fastigiado, con ramas cortas y adpresas al fuste, muy adecuados para
su utilización en cortinas a lo largo de acequias y canales de la red de riego, razón por la cual aún
persisten en cultivo. Diversos clones fueron probados y cultivados a lo largo de los años, como el
álamo Bolleana (P. alba cv. pyramidalis ‘Bolleana’) de mayor adaptación a suelos más pesados y
salinos, diversos clones de P. x euroamericana introducidos desde Italia (I-214, I-455, I-488, I-205, I-
262, I-154) de los cuales el I-214 y el I-455 son los más difundidos en la región (SSDFI-Minagro,
2017) y más recientemente selecciones de Populus nigra introducidas como cv ‘Jean Pourtet’ que
es el clon de uso preponderante, cv. ‘Sehuil’, cv. ‘Narduze’ y cv. ‘Vert de Garonne’ y otras seleccio-
nadas localmente como ‘Conti 12’ y cv. ‘Guardi’.
La técnica de plantación predominante es el hincado de estacas (García, 2011) de 25 a 30
cm cuando se plantan junto a las acequias; también se emplean barbados R1/T1. La distancia
de plantación depende del clon, variando de 1,2 a 2 m entre plantas en cortinas de una sola
hilera. Cuando se utilizan álamos de porte fastigiado (P. nigra cv italica, cv thayssiana o P. alba
‘Bolleana’) se plantan en doble hilera, con distanciamientos de 1,2 a 1,5 m entre plantas y 2,5 a
3 m entre hileras (Tassara et al., 2008).
Protegiendo producciones de Pera (izq.) y Vid (der.). Alto Valle del río Negro. Fuente: Ing. Esteban Thomas, EEA Alto Valle.
En la provincia de Santa Cruz el viento es un factor climático que es limitante para las pro-
ducciones agrícolas y las posibilidades de realizarlas al aire libre quedan restringidas a los va-
lles fluviales y a pequeñas chacras en los cascos de estancias. Desde principios del siglo XX
se plantaron cortinas cortaviento con especies de Salicáceas, donde los clones Populus nigra
cv italica, Populus deltoides y Salix fragilis fueron los más utilizados con el propósito de prote-
ger los cultivos agrícolas, el ganado y las estancias de los fuertes vientos (Peri et al., 1998a;
Peri, 1998b) generando un microclima favorable para estas producciones.
Figura 32. Cortinas de Populus nigra cv. italica (álamo criollo) protegiendo un monte
de cerezos en Los Antiguos, Santa Cruz.
En términos de calidad, los mejores calibres de fruta coincidieron con las máximas produc-
ciones a distancias entre 1,5 y 2 veces la HT. La fruta marcada por acción del viento (rameado)
y que desmerece su calidad, fue de 3 % a 0,4 veces HT mientras que al alejarse de la cortina 4
veces HT fue del 33%, resultados que reafirman la importancia que tiene en la producción cua-
li-cuantitativa de fruta el diseño de los cuadros productivos de cerezas y el emplazamiento de
cortinas internas.
Situación similar representa el cultivo de frutilla en Gdor. Gregores, donde las cortinas
rompevientos brindan un servicio de protección a esta producción que tradicionalmente se rea-
lizaba bajo cubierta. A partir de mediados de la década de 1990, con la incorporación de nue-
vas variedades y ajuste de técnicas, fue posible expandir el cultivo a otras zonas de la provincia
y producir también al aire libre. Debido a su clima frío, en Santa Cruz la cosecha podría reali-
zarse en pleno verano, produciéndose una parcial contra estación con el resto del país (Cittadi-
ni et al., 1997) y la producción se destinaría también a abastecer mercados extra provinciales.
Estudios realizados por Peri y colaboradores (1998a; Peri y Bloomberg, 2002) hallaron una
correlación entre la producción del cultivo y la protección brindada por la cortina densa joven
(hilera simple, 0,3 m entre plantas, 3m HT), observándose una disminución de los kg/ha al ale-
jarse de la misma. La mayor producción promedio por planta (14,8 gr/planta) y el mayor rendi-
miento total (3.512 kg/ha) se registró a una distancia de 1,3 veces la HT. Más del 80% del fruto
de los menores calibres fue obtenido a distancias de más de 4 HT para la cortina semipermea-
ble y a 3 HT en la densa. A una distancia de 8,8 veces HT la producción fue nula y se observa-
ron los mayores índices de mortalidad de plantas.
La polinización juega un papel fundamental en la fructificación de las plantas de frutilla y nor-
malmente se produce a través de insectos (abejas, himenópteros silvestres o moscas de la fami-
lia de los Sírifos) o por el viento, facilitado por el pequeño tamaño del polen (16 x 25 micrones)
(Folquer, 1986). En consecuencia, las cosechas más abundantes y con frutas de mejor tamaño
se obtienen cuando existe un adecuado número de insectos polinizantes en el cultivo (Sangiaco-
mo, 1980), y no se ve dificultada o impedida su actividad por acción de fuertes vientos.
En contraste, en producciones de ajo bajo riego y con fertilización realizadas también en
Gdor. Gregores, el efecto protector de una cortina adulta densa (doble hilera a 1m entre plantas
y 1m entre hileras, 22 m de altura, 15% de porosidad) afectó significativamente la producción
hasta las 8,8 veces HT. Solo se registró una menor productividad en cercanías de la cortina
(0,6 H), atribuible al sombreado y la competencia ejercida por la cortina, y el lavado de nutrien-
tes por acción del riego en surcos (Peri et al., 1998b; Peri y Bloomberg, 2002). Este resultado
muestra la rusticidad natural del ajo al crecer en ambientes ventosos, a lo que se suma que el
producto a comercializar crece bajo tierra y no es afectado por daños mecánicos que pueda
ocasionar el viento. No obstante, como es una producción que se da en rotación con otros cul-
tivos que son sensibles, la presencia de cortinas es clave para mejorar la producción general y
para proteger el suelo de la erosión.
En la producción de tulipanes para bulbos en Gdor. Gregores y bajo protección de una cor-
tina inerte de malla sintética, Peri y colab. (2000) registraron similar comportamiento a lo acon-
tecido con el cultivo de ajo.
(Izq.) Cortina interna de Casuarina spp. de doble hilera plantada a tresbolillo a 4 m entre hileras y 3 m entre plantas.
(Der.) Cortina interna de Pino elliotti también de doble hilera, plantada a 2 m entre plantas y 4 m entre hileras. Fuente:
Curso de introducción a la Dasonomía FCAyF – UNLP
En virtud a las citadas características, los eucaliptos se utilizan en las cortinas perimetrales
de los predios, asociándolos con casuarinas o pinos en cortinas de 2 o 3 hileras; el eucalipto
como especie de mayor altura se ubica del lado del cultivo y la/s otra especie (casuarina o
pino) ocupa el lado externo enfrentando el viento. La plantación es a tresbolillo, con un distan-
ciamiento de 4 – 5m entre filas y de 2 - 3m entre plantas dentro de la fila dependiendo de las
especies seleccionadas (Zubrzycki, 2019). En el interior y separando los lotes, se instalan las
cortinas internas para las que se utiliza casuarina o pino por su menor competencia con los
citrus, dispuestas en doble hilera y con un espaciamiento de 2 – 3 m entre plantas. La división
de las plantaciones en lotes cuyo tamaño no debería exceder las 4 has es un requisito para el
control de la cancrosis de los cítricos.
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Definiciones
Los montes de reparo para ganado son plantaciones forestales en forma de macizo, que
brindan protección a todo tipo de ganados, instalaciones o construcciones (mangas, bretes,
corrales, galpones de producción avícola, conejeras, potreros, etc.), ante fenómenos climáti-
cos adversos.
Los de mayor difusión son los montes de sombra y abrigo para el ganado.
Es probable que los de mayor difusión sean los montes de sombra, debido a que es relat i-
vamente fácil apreciar y cuantificar los efectos perjudiciales de las altas temperaturas sobre
todo tipo de ganados. Sin embargo, brindarles reparos contra el frío y el viento también es
una cuestión importante que, con prácticas de manejo correctas, puede brindar enormes
ventajas productivas
Otra definición es la de cuadro de sombra, definido como una plantación de árboles fores-
tales con estas características: forma variable entre cuadrado, rectángulo y triángulo; de super-
ficie reducida y con el objetivo principal de suministrar sombra al ganado en épocas de tempe-
raturas altas; integrada por árboles implantados a distancias que les permitan desarrollar su
copa (Tuset, 2009).
Clasificación
Importancia
Las prácticas vinculadas con el bienestar animal han ganado mucho terreno en los últimos
años, según Martínez Luque (2018):
Entre las prácticas vinculadas con el bienestar animal podemos identificar la comida, el
agua, las estructuras, la sanidad, el manejo y el clima. En el presente capítulo trataremos de
analizar un conjunto de ellas, centrándonos en los problemas que causa el clima, pero abor-
dando recomendaciones que integran al conjunto de las prácticas de bienestar animal.
El clima
El desempeño productivo del ganado bovino de leche y carne es directamente afectado por los
factores climáticos de su entorno productivo, particularmente la temperatura ambiental, la humedad
relativa, la radiación solar y la velocidad del viento, los que en su conjunto afectan elbalance térmi-
co. La producción animal en los sistemas a campo resulta influenciada por el clima. Teniendo en
cuenta las múltiples situaciones que puedan presentarse, es necesario realizar protecciones con el
fin de brindarle mayor confort al ganado, asegurando así que no habrá pérdidas de producción.
Normalmente, la presencia de montes o cuadros de sombra y abrigo para la hacienda, en
función de una vasta cantidad de experiencias, aseguran beneficios extras en los rendimientos,
ya sea obteniendo ganancias en kilogramos de carne o de leche y, en otros casos, disminu-
yendo la mortandad en ganados jóvenes. Por el contrario, son bien conocidos los efectos per-
judiciales sobre la producción que ocasionan temporales con temperaturas extremas y otros
factores climáticos sobre todo tipo de ganado.
Si bien todo tipo de ganado vacuno sufre afectación por altas temperaturas, la inmensa ma-
yoría de los estudios al respecto están formulados sobre ganado vacuno lechero. Esto se debe
a varias razones, pero principalmente por su producción diaria, la facilidad de contar con esos
registros y el tipo de trabajo intensivo que se realiza con ellos.
Respecto a las bajas temperaturas también el ganado sufre afectación y las regulaciones o
control de esas temperaturas es de mayor dificultad.
Todo ganado tiene una zona de neutralidad en su tolerancia a las temperaturas sin que se
afecten sus variables productivas, es decir una zona óptima de temperaturas sin que resulten
afectados. Esta se sitúa entre 5°C y 21°C de temperatura ambiente, con humedad relativa de
50% y velocidad del viento de 5 a 8 km/h. Por encima de estos registros, en cuanto a T° y lle-
gando a los 27°C/30°C, la situación comienza a complicarse y por encima de 30°C pasa a ser
crítica, afectando diversos procesos metabólicos, produciéndose el estrés calórico.
Por debajo de los 5°C, comienzan los problemas y superando el 0°C hasta -5°C la tempera-
tura se torna muy crítica, obligando a los animales a invertir energía productiva en el manteni-
miento de su temperatura corporal, o sea generando estrés por frío.
Los bovinos al igual que el resto de los mamíferos son animales homeotermos, es decir po-
seen varios mecanismos fisiológicos para mantener su temperatura corporal constante. Ella se
mantiene en un rango entre 38.4°C y 39.0°C. Cualquier alteración de la condición ambiente
(temperatura, humedad relativa) produce algún trastorno metabólico.
Estrés calórico
Si bien todo tipo de ganado resulta afectado, los individuos de mayor producción resultan
aún más; en ese sentido son marcadamente diferentes las consecuencias que sufre un ganado
lechero en máxima producción frente a una vaquillona de primera parición. Asimismo, en un
animal de gran producción en los primeros sesenta (60) días de la lactancia es cuando sufren
más inconvenientes. También existen diferencias resultando más afectado si se trata de gana-
do Holando que en Jersey. En el ganado Holstein americano de alta producción (+de 24lt/día)
el rendimiento de leche puede disminuir hasta un 25%. Otro aspecto negativo, debido a tras-
tornos digestivos y metabólicos, es que puede alterarse la composición química de la leche con
disminución del contenido proteico (Gallardo y Valtorta, 2000).
Un estudio poblacional realizado por INTA Rafaela (Zehnder R; Quaino O y Orosco D.,2001)
en la cuenca lechera central (Santa Fe – Córdoba) utilizando registros de producción de leche
de empresas tamberas permitieron definir mermas diarias atribuidas al efecto “estrés calórico”
que variaron entre un 3 a un 10%.
La respuesta de la vaca al estrés calórico se manifiesta clínicamente por una reducción
drástica en el consumo, la rumiación y por incremento en el consumo de agua, temperatura
rectal y en la frecuencia respiratoria (una vaca en condiciones normales respira entre 35-40
veces por minuto, sin embargo sometida a condiciones de estrés calórico puede llegar a respi-
rar 100-120 veces/minuto). Los efectos del estrés calórico en la producción de leche son muy
agudos, lo mismo que en aspectos reproductivos, que suelen ser crónicos y se manifiestan en
cambios en las concentraciones plasmáticas de estrógenos, progesterona, cortisol y LH. Tam-
bién trae como consecuencias la disminución de la duración y expresión del celo, la disminu-
ción del riego sanguíneo al útero, la disminución del crecimiento del feto y la función placentaria
y por un aumento en la muerte embrionaria temprana.
El ITH es un índice bio meteorológico que permite cuantificar el estrés calórico a través
de la temperatura y la humedad del aire. El mismo fue desarrollado por Thom (1959) y
puede ser utilizado para todo tipo de animales. En particular aplicado al ganado vacuno y
en especial a las vacas Holando, se ha establecido que, en producción, la zona de confort
térmico toma valores de ITH entre 35 y 70 y se ha determinado un valor crítico de 72
(Johnson et al., 1961). Este es el valor límite, donde comienzan los problemas para el ga-
nado. Un índice superior a 74 implica graves riesgos. En este sentido el número de horas
diarias de estrés adquiere gran importancia.
Este índice compuesto que relaciona la T° y la H° del aire determina el valor del estrés calórico:
Por lo tanto, con Tbs superior a 26°C o HR superior a 40% el valor comienza a ser crítico.
En el cuadro Nº 1 se observa una tabla de doble entrada, en donde se van combinando diferen-
tes valores de ITH según se incremente la T° o la H° relativa; clasificándose con distintos colo-
res en normal, estrés leve, estrés severo y emergencia.
Tanto el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), como el Instituto de Clima y Agua del IN-
TA, conjuntamente con la EEA Rafaela y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad
Nacional del Litoral producen información prácticamente en tiempo real del ITH.
El SMN todos los días calcula el ITH para las siguientes horas: 6, 9, 12 y 15. A partir de es-
tos valores se obtienen los ITH mínimo y máximo diario. En la página web del SMN en el apar-
tado “Información para el agro” se puede encontrar el mapa del país con la coloración corres-
pondiente a cada valor de ITH, con la escala de valores. Desde el año 2013 se elabora y distri-
buye el boletín electrónico “Monitoreo semanal de estrés calórico”, en el cual se informan y
pronostican valores del Índice de temperatura y humedad (ITH) de la hora 9 y 21 en la región
pampeana, durante cuatro días y un pronóstico de los 3 días contiguos. El mismo se realiza en
colaboración entre el Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar y la Estación Experimental
Agropecuaria INTA Rafaela y la FCA-UNL (Figura 1).
Izquierda: página web SMN. Información para el agro. Derecha: página web Instituto de Clima y Agua. INTA Castelar
En el cuadro 2 se presentan los valores de ITH para las principales cuencas de abasteci-
miento lechero del país. Observando el cuadro vemos que todas las cuencas presentan ho-
ras de estrés en el verano. Los mismos son promedio de 10 años y representan el valor me-
dio de cada mes.
Según Flamenbaum (2013), las vacas estresadas pueden sufrir una disminución del 20% en
el consumo de alimentos y de un 10% en la eficiencia alimenticia. La producción puede caer entre
un 10 y 20%. Además, se producen caídas del 9 y 4 % en grasa y proteína, respectivamente
(Valtorta, 2004). En paralelo, se registra un aumento del recuento de células somáticas. Los pa-
rámetros reproductivos se deterioran pasando de tasas de concepción del 40% a menos del 10%
(Flamenbaum, 2008) y se incrementa el intervalo entre partos y los descartes por esterilidad.
En los veranos 2010/2011 y 2011/2012, en el INTA Rafaela se realizaron dos estudios con
el objetivo de evaluar el efecto del sombreo y la refrigeración en el sector de comedero sobre el
confort y la producción de vacas lactantes en corrales de alimentación. Se compararon 2 gru-
pos de vacas, uno testigo y otras que recibieron refrescado (sistema de ventilación y mojado)
desde las 09:00 hasta las 19:30 h.
Con respecto a la producción de leche los animales refrescados produjeron un 15% más en
ambos ensayos. A su vez, incrementaron la eficiencia de conversión leche/ alimento (kg le-
che/kg MS) en un 14%.
Como parámetros de bienestar animal se midieron la frecuencia respiratoria (FR) y la tem-
peratura rectal (TR) 2 veces por semana, en 2 mediciones diarias, a las 08:00 y a las 13:30 h.
Las vacas refrescadas tuvieron un incremento del 39.2% y 0.59% entre ambas mediciones,
para FR y TR respectivamente. Mientras que las vacas no refrescadas tuvieron un incremento
del 58.3% y 1.28% para TR y FR respectivamente. Esto demuestra que el enfriamiento de los
animales mejora su confort impactando positivamente en su bienestar.
Otra de las mediciones efectuadas fue la observación del posicionamiento y comportamien-
to animal. En relación al mismo, las vacas refrescadas pasaron un 40% del tiempo diurno en el
sector de comedero, refrescándose y/o comiendo; mientras que las vacas no refrescadas sólo
pasaron un 5% de su tiempo, lo que trajo aparejado un menor consumo de alimento.
Estrategias de manejo
Estudios realizados por el INTA en nuestro país, así como otros del exterior, demuestran
que las inversiones en instalaciones para reducir el estrés calórico tienen un corto periodo de
repago y una vida útil prolongada.
Existe un conjunto de prácticas de manejo e instalaciones tendientes a limitar el impacto del
estrés térmico, como son:
• Adaptar los horarios de ordeño. Especialmente si las instalaciones son deficientes y los
tiempos de ordeño prolongados. Normalmente debieran ser a las 6.00 h y a las 18.00 h.
• Evitar caminatas largas durante los momentos del día con mayor ITH (mayor estrés).
Arreo despacio. El movimiento de los animales para algún tipo de manejo puede incre-
mentar la temperatura corporal entre 0,5 y 3,5 °C.
• Manejar el pastoreo en los momentos con menor ITH diario, tardecita/noche.
• Utilizar dietas frías que por su composición minimizan la generación de calor metabólico
manteniendo la oferta de nutrientes, sin afectar la salud y el normal funcionamiento rumi-
nal (Ghiano, Taverna, Gastaldi y Walter, 2014).
• Proporcionar agua de calidad en cantidades suficientes y en lugares estratégicos, que
permitan un fácil, rápido y cómodo acceso a los animales (Taverna et al, 2012). El abas-
tecimiento de agua en época estival debe incrementarse en un 30 a 50%. Asegurarse el
suficiente espacio por animal en los bebederos. En lo posible deben ubicarse en lugares
sombreados y con el agua en flujo continuo. Deben existir bebederos a la salida de la sa-
la de ordeñe
• Asegurar acceso a sombra natural y/o artificial en corral de espera, potreros y lugares de
encierro de animales. La finalidad de las mismas es disminuir la incidencia de la radia-
ción solar directa sobre el ganado, para generarle un ambiente más confortable al ani-
mal. Estas estructuras, cuando están bien diseñadas, reducen entre un 40 y un 50% la
incidencia de calor radiante sobre los animales. Existen diferentes alternativas, desde
móviles a fijas y de diferentes materiales. En ensayos desarrollados en INTA Rafaela
permitieron un incremento de la producción de leche del 9% en comparación con vacas
que no disponían durante las olas de calor (Ghiano et al, 2011). Se debe continuar con la
promoción de este tipo de planteos, pues según la Encuesta Sectorial Lechera 2018/19
de la Región Pampeana Argentina realizada por INTA Rafaela (enero 2020) en la princi-
pal cuenca de abasto lechera, solo la mitad de los establecimientos cuenta con sombras
en los corrales de espera.
• Implementar sistemas de ventilación y aspersión conjuntamente con sombra. Esta última
propuesta consiste en aplicar ciclos consecutivos de aspersión de agua y de ventilación
forzada sobre las vacas, práctica utilizada a nivel de corral de espera y en el sector de
suministro de alimentos en sistemas PMR o TMR (corrales estabilizados para alimenta-
ción, galpones). La utilización de los mismos previo a los ordeños permitió incrementar la
producción de leche en un 5% (Valtorta, 2003) y en un 15% si se usaban durante las ho-
ras del día donde el ITH era mayor al umbral de confort 72 (Ghiano, 2012). Datos de la
misma Encuesta Sectorial Lechera de INTA Rafaela dicen solo el 18 % tiene ventiladores
y aspersores para refrescar a las vacas en los días de calor agobiante.
Bajas temperaturas
Con las bajas temperaturas también el ganado sufre afectación y las regulaciones o control
de esas temperaturas es de mucha mayor dificultad. Si bien los efectos adversos normalmente
son menores.
Por debajo de los 5°C, comienzan los problemas y superando el 0°C hasta -5°C la tempera-
tura se torna muy crítica, obligando a los animales a invertir energía productiva en el manteni-
miento de su temperatura corporal, o sea generando estrés por frío.
A su vez el frío combinado con condiciones de H° prolongada y vientos, genera estrés sobre
todo en pequeños terneros, cuyo rango de tolerancia es bastante menor. En cuanto a los ani-
males adultos también sufren estrés pero reaccionan echándose en sitios más protegidos,
agrupándose tratando de crear una “isla” de calor. En crianzas artificiales de terneros es común
la utilización de mantas o capas térmicas sobre los animales.
Necesidad de sombra
Las altas temperaturas causantes principales del estrés calórico afectan todo tipo de gana-
do. Durante las horas de mayor insolación los animales no escatiman esfuerzos en guarecerse
en todo aquello que proyecte sombra; la estrategia consiste en la disminución de la carga de la
radiación solar por intercepción de ésta. La figura 2 muestra esta situación. Con ello se intenta
demostrar que si tuvieran acceso a un cuadro de sombra podrían beneficiarse de él.
La sombra de los árboles es de las más efectivas, pero también pueden realizarse som-
breadores en establos o bien en bastidores portátiles. Cada una de estas opciones es la más
indicada para asegurar sombra:
• en potreros, los montes de árboles son los más indicados;
• en sitios de manejo intensivo de ganado (corrales de espera, establos) las estructuras fi-
jas con techos de zinc o de madera y laterales abiertos, con la posibilidad de ventilado-
res y sistema de aspersión para mojar a los animales son muy eficientes;
• en lugares o corrales de encierre las estructuras portátiles con techo de media som-
bra y estructuras de caños son las más adecuadas en función de moverlas para pre-
servar el piso.
• Para cada alternativa hay cuestiones a tener en cuenta, donde la superficie por animal
es la principal; la superficie total y la orientación también puede variar.
Considerando que la unidad de medida es un animal adulto de 500 kg, si nos encontramos
frente a planteos de terneros de recría u otros animales de menor peso, se puede efectuar el
cálculo de la superficie total prorrateado de acuerdo al peso del animal. En ese sentido, por
ejemplo, con terneros de 170 kg, cada tres (3) de ellos se considerará una unidad de medida.
La superficie por animal de 500 kg es de entre 12 y 15 m 2. Para garantizar que en los mo-
mentos de mayor Tº estén cómodos, echados y no tengan contacto con otros animales se debe
considerar una superficie por animal de por lo menos 2 m 2. Es decir, el animal echado con toda
una superficie a su alrededor sin otro animal, ocupa 12 m 2/animal. La diferencia a 15 m 2/animal
es en función de la superficie que ocupan los fustes o troncos de cada especie forestal y princi-
palmente para equilibrar el aspecto de las filas de la bordura, puesto que el verdadero confort
térmico para los animales se percibe al internarse en el monte o cuadro de sombra, no en la
bordura que prácticamente sigue registrando similar T° que a pleno sol.
Un cuadro o monte de sombra bien diseñado debe permitirnos ver animales rumiando,
echados y separados del próximo por una buena distancia. Es necesaria una buena planifica-
ción de un cuadro de sombra, en atención a que los vacunos son muy rutinarios. Así como
ingestan alimentos como máximo por ocho (8) horas, rumian siete horas y el resto lo reparten
entre el descanso y el reposo. Por lo tanto, un ambiente confortable ante situaciones de estrés
calórico es muy buscado.
Entonces, considerando dicha superficie por animal de 500 kg, la superficie total del cuadro
de sombra resultará de multiplicar esos 15 m 2 x la carga máxima instantánea que pueda sopor-
tar ese potrero.
En caso de rodeos chicos, debemos atender que la superficie total del cuadro o monte de
sombra no sea inferior a 2000 m 2 a los efectos de garantizar una superficie óptima para el ga-
nado. Por ejemplo, con un monte de sombra de 50m x 40m tendremos un monte de 2000 m 2,
capaz de soportar 85 cabezas.
Suponiendo un monte de una especie caduca, plantada a 4 m entre planta y entre hile-
ras, tendríamos 11 hileras de 13 plantas cada una, o sea 143 plantas to tales. Descontan-
do la bordura de plantas en toda la superficie (considerando esto la superficie donde la T°
no tiene variaciones respecto a campo abierto) nos quedan 9 hileras de 11 pl c/u, por lo
que la superficie efectiva de sombra es de 32 m x 40 m o sea 1280m 2 para (15m 2) 85 ani-
males de 500 kg.
En la Figura 4 se pueden observar ejemplos de monte de sombra.
Derecha: monte de sombra de álamo con ganado. Izquierda: monte de sombra de eucalipto. Fuente: curso de In-
troducción a la Dasonomía FCAyF - UNLP
Ubicación
La localización del monte de reparo está asociada al manejo ganadero que se realice:
el monte lo más cercano posible al lote de pastoreo y al agua. Allí los animales tendrán
libre acceso a la sombra, al agua y al pastoreo;
• si el manejo de la hacienda es extensivo, es decir cuadros de pastoreo amplios, se debe-
rá tomar la precaución de ubicar los montes en lugares opuestos a las aguadas para fa-
vorecer el recorrido de los animales y que no sobre pastoreen el área inmediata al agua
y a la sombra;
• en el caso del sistema de pastoreo intensivo tipo Voisin, el agua y la sombra deberían
estar en cada potrero o en su defecto ubicar el monte sobre los caminos internos, favo-
reciendo el menor movimiento de los animales para generarle lo que son sus necesida-
des de sombra, agua y pasto.
# Rápido crecimiento
# Buen arraigue
# Sistema radical profundo
# Copa globosa
# Follaje palatable
# Frutos comestibles (supl. de alimentación)
# Fijadores de Nitrógeno
# Que no presente sustancias alelopáticas
# Sin espinas, aguijones, etc.
# Corteza lisa
Follaje persistente:
Follaje caducifolio:
Los reparos o sombras artificiales son eficientes para mejorar el confort y la producción de
leche de vacas en pastoreo. Recientes estudios dan cuenta que en el 50% de los tambos, exis-
ten protecciones de sombra en los corrales, por lo que debe continuar con la promoción de este
tipo de planteos (Encuesta Sectorial Lechera 2018/19 de la Región Pampeana Argentina, reali-
zada por INTA Rafaela, enero 2020 en la principal cuenca de abasto lechera).
Los montes de sombra con árboles pueden brindar una sombra de excelencia, pero ante la
ocurrencia de condiciones climáticas adversas, como precipitaciones, en suelos de tierra puede
desmejorar el estado del piso. Una primera consideración es consolidar los pisos y abovedarlos.
Otra cuestión a tener en cuenta es en aquellos establecimientos con sectores de producción
con grandes cantidades de animales en superficies pequeñas. Allí es necesario preservar el
estado del piso recurriendo a reparos artificiales, en algunos casos de fácil desarme ante con-
diciones climáticas adversas.
En sectores de trabajo intensivo con el ganado, como corrales de espera en tambos, corra-
les de encierro, mangas, sectores de alimentación y también a guacheras y engorde a corral
(Feed Lots), debido a la gran cantidad de animales posibles de juntar, es necesario planificar
sectores con sombra pues por lo general, permanecen varias horas y con ello se pueden pre-
sentar inconvenientes que causen estrés. Esto con independencia de suelo que se ofrezca.
Hay varias razones, algunas ya expuestas, que justifican su instalación. En la figura 5 po-
demos comparar la temperatura del piso de cemento de un corral con y sin sombra.
Por lo tanto, vemos que en suelo cubierto de cemento también resulta imprescindible colo-
car sombras.
Materiales y medidas
más adecuada ya que maximiza la sombra, en cambio, cuando el material es tierra, balasto o
afín la orientación norte-sur permite un mejor secado del piso. En todos los casos, el ancho
máximo es de 8m y, si la construcción es a 2 aguas, debe tener una abertura central de 0,30 a
0,50 m para lograr un efecto chimenea que permita la adecuada remoción del aire caliente. La
pendiente del piso de 1,5 a 2,5% para ayudar a mantener el drenaje.
Tipos
En los corrales de espera, de encierro, en mangas o comederos suelen ser fijos; mien-
tras que en guacheras o en lotes de pastoreo suelen ser móviles. La ventaja que presentan
estos últimos, es que ante inconvenientes tipo anegamiento se los puede desarmar y llevar
a otro sector. En las Figuras 6,7,8 y 9 pueden apreciarse distintos ejemplos de proteccio-
nes móviles.
Fuente: https://www.infocampo.com.ar/
Fuente: https://grupo-ap.com.ar/
Superficie
Al ser protecciones para el sol para determinadas ocasiones, la superficie total de cada es-
tructura es muy distinta a los montes forestales. Para este tipo de estructuras la finalidad la
cumplen durante los períodos de alimentación en el caso de los comederos o bien el tiempo
que insuma el trabajo por el cual fueron encerradas.
Siempre el dimensionamiento responde a la carga máxima instantánea que necesite ese repa-
ro y se establece en 3 a 5 m cuadrados por vaca adulta; mientras que para las vaquillonas y
novillos será de 2 a 3 m cuadrados por animal y para terneras y terneros de hasta 170 kg la
superficie será de 1 a 1,5 m cuadrados por animal.
Datos de la Encuesta Sectorial Lechera de INTA Rafaela muestran que solo el 18 % de los
establecimientos poseen ventiladores y aspersores para refrescar a las vacas en los días de
calor agobiante, no obstante, está perfectamente demostrado los incrementos en la producción
que se producen a partir de su adopción. Por otra parte, esos mismos estudios plantean que el
recupero de los gastos ocasionados en su construcción se logran en cortos plazos.
Aspersión
Las gotas producidas por los aspersores deben de ser suficientemente grandes como
para penetrar la cubierta del animal. El uso de neblinas no llega a mojar la vaca sino que
incrementa la evaporación del agua al aire de los alrededores de la vaca y, en consecuen-
cia, hace un ambiente más fresco en el entorno. Esto se recomienda más para estabula-
ción ya que están diseñados para enfriar el aire por evaporación e incrementar la conduc-
ción y la convección. Hay que tener cuidado con las aguas duras ya que estas pueden ta-
par las boquillas que forman la neblina.
La importancia radica en mojar el animal en un tiempo limitado (por ejemplo, la espera en el
corral para el ordeñe). Con este fin se utilizan aspersores de alto caudal con capacidades de
250 a 500 litros/hora. De esta forma, se logra un mojado de la vaca, sin embargo no es conve-
niente que se moje en demasía a la vaca y el agua empiece a correr hacia la glándula mama-
ria. Por eso se recomienda ciclos de mojado y ventilado. Otro aspecto importante es que au-
menta los requerimientos de agua en la sala de ordeñe entre un 10 y un 20%.
Los aspersores típicos son los utilizados para riego de jardines. Estos aspersores o simila-
res se encuentran disponibles en locales comerciales del rubro. Su altura desde el piso debe
ser de 3,5 m; la separación entre aspersores de 4 m; el tamaño de la gota es de 3-5 mm; a una
presión de trabajo de 2,1 bares; ángulo de mojado regulable de 0 a 360º y caudal por pico: 12,7
a 16,0 l/minuto (8,5 a 10,6 litros por cada ciclo)
Ventilación
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nativos y sus superficies. Por ejemplo, mientras que para la región del Espinal con una superfi-
cie de 2.488.000 ha (bosque xerófilo con predominancia del género Prosopis sp. y otras espe-
cies de origen chaqueño, y donde se destaca los bosques de caldén) y la región del Monte con
una superficie de 42.995.400 ha (zonas áridas y semiáridas con formaciones de jarillales (La-
rrea sp. alternando con algarrobales) se registró el 5% de antecedentes publicados, para el
bosque nativo de ñire en Patagonia la información generada representó aproximadamente el
22% del país con sólo 751.640 ha (Peri 2012).
Aproximadamente el 70% de los bosques de ñire (Nothofagus antarctica) en Patagonia tie-
nen un uso silvopastoril (Peri, 2009). Sin embargo, existe un escaso manejo silvopastoril inte-
gral de los establecimientos. En Patagonia Sur, la producción bovina y mixta (bovino+ovino)
tienen la mayor participación en los establecimientos con bosque de ñire, con una carga pro-
medio de 0,65 ± 0,15 equivalentes ovinos/ha y siendo las razas predominantes Corriedale
(ovino) y Hereford (bovino) (Ormaechea et al., 2009). La producción ganadera se sustenta en el
pastizal nativo conformado en varias zonas por especies naturalizadas de alto valor forrajero
como Dactylis glomerata, Holcus lanatus, Trifolium pratense (trébol rojo) y Trifolium repens
(trébol blanco). La propuesta silvícola en SSP con ñire contempla intensidades de los raleos
según la calidad de sitio (o régimen hídrico) y aspectos relacionados a la continuidad del estra-
to arbóreo. Los beneficios que el productor percibe de los SSP en bosques de ñire son la pro-
tección que provee al ganado de los fuertes vientos o bajas temperaturas (principalmente en
época de parición) y el aporte de forraje de calidad.
La región Parque Chaqueño comprende más de 60 millones de hectáreas, siendo la re-
gión forestal más grande del país con 21.278.396 ha de Tierras Forestales (Dirección de
Bosques-Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, 2005). De acuerdo al gradiente
de temperatura, precipitaciones y aspectos de la flora, se reconocen cuatro subregiones: el
Chaco Húmedo; el Chaco Semiárido (el de mayor superficie); el Chaco Árido y el Chaco Se-
rrano. Al intentar cuantificar el uso silvopastoril en la zona, cabe realizar una aclaración ya
que el término “silvopastoril” se aplica inadecuadamente a una diversidad de prácticas o tra-
tamientos, lo cual se presta a confusión. En un extremo, podrían ubicarse modalidades con
poco manejo y planificación como la “ganadería a monte”, que consiste simplemente en ha-
cer pastar o ramonear los animales en el bosque nativo. Estas prácticas, repetidas durante
décadas, alteran la estructura del bosque por su efecto directo sobre la regeneración, la cali-
dad del suelo y el funcionamiento del ecosistema. En el otro extremo, se han difundido nota-
blemente prácticas de alta intensidad en remoción de biomasa leñosa, como el “desmonte
selectivo”, con siembra de especies forrajeras megatérmicas como Gatton panic ( Panicum
maximun cv. Gatton) en el Chaco Semiárido y Buffel grass (Cenchrus ciliaris) en el Chaco
Árido, con el fin de incrementar la producción fundamentalmente de carne bovina. Este tipo
de uso altera significativamente la estructura del bosque, por dejar en pie árb oles de las cla-
ses de tamaño mayores, no tiene en cuenta la reposición del estrato arbóreo ni la biodiversi-
dad del ecosistema, y se suman prácticas que le dan mayor intensidad al tratamiento, como
repasos de rolados, agroquímicos y fuego. Se estima que alrededor de 6 millones de hectá-
reas tienen algún tipo de uso silvopastoril entre estos extremos. Los SSP de bajo impacto
que el INTA propone en Santiago del Estero y Córdoba consideran el control secuencial de
los arbustos para favorecer la producción forrajera, establece la rotación de áreas habilitadas
al pastoreo para favorecer la regeneración forestal, e incorpora una valoración de la diversi-
dad. Además, contemplan una planificación del uso en el tiempo y el espacio que permiten
hablar de “sistema silvopastoril”, dándole todo el sentido a este término. El método de control
de leñosas arbustivas, es mecánico, siguiendo los criterios que el equipo técnico denominó
Rolado de Baja Intensidad (RBI) (Carranza y Ledesma, 2005; Carranza, 2009; Gomez y Na-
vall, 2008; Kunst, 2008; Navall, 2008). Sin embargo, esta práctica de uso silvopastoril presen-
ta un número bajo de productores que la aplican. Los aspectos positivos que los productores
grandes y medianos perciben en la implementación de los SSP están relacionados a los ser-
vicios ambientales que los árboles proveen al ganado, mientras que los pequeños lo visuali-
zan en el uso múltiple del bosque. Los índices de producción de carne en las explotaciones
tradicionales son bajos (4 a 12 kg carne/ha/año) con una capacidad de carga equivalente a
10 a 20 ha por unidad Ganadera (UG). Con la implantación de pasturas en SSP estos valores
aumentan la capacidad productiva (45 a 80 kg carne/ha/año) con cargas de 2 a 7 ha por UG.
Para la región del Chaco las limitaciones de la implementación de un SSP integral para los
grandes productores se centran en el bajo valor de mercado de los productos forestales y en la
falta de consideración de la planificación de uso forestal. En cambio, para los pequeños pro-
ductores las limitaciones son los problemas en la tenencia de la tierra, la falta de recursos para
instalaciones de infraestructura mínimas (alambrados, agua), falta de acceso a información y
maquinarias y limitaciones para la gestión.
En el bosque nativo de ñire de Patagonia, las principales limitantes para la implementación in-
tegral de SSP radica principalmente en la falta de Planes de Manejo que incluya en su formula-
ciones ajustes de carga animal, mantenimiento de los bienes y servicios del bosque nativo (biodi-
versidad, calidad de agua, conectividad para la fauna silvestre, etc.) y continuidad del estrato
arbóreo, entre otros, en un marco situacional donde la cría y engorde del ganado vacuno en estos
ecosistemas irá en aumento. A esto se le suma que en algunas áreas no existe seguridad jurídica
de la tenencia de la tierra y que es bajo el valor de los productos madereros proveniente de los
raleos (principalmente el uso es leña, postes y varas). Por esto resulta prioritario acciones rela-
cionadas a políticas forestales y planeamiento de uso del bosque de ñire, administración y utiliza-
ción del recurso. En el contexto de mejoras de planes de manejo para los SSP en bosque nativo
(a nivel predial y regional) existe la perspectiva cierta que las Direcciones de Bosques de las pro-
vincias cuente con pautas de manejo en el marco del Plan de Manejo Sostenible – Modalidad
Silvopastoril dentro de la Ley Nacional de Nº 26331 sobre Presupuestos Mínimos de Protección
Ambiental de los Bosques Nativos, donde se podrá tener objetivos ganaderos y madereros o
solamente ganaderos pero contemplando la persistencia del bosque y tendiendo a aumentar el
valor agregado de la madera, en el que las intervenciones permitidas son lo suficientemente mo-
deradas como para que el bosque siga manteniendo los atributos de conservación de la catego-
ría II (Amarilla) o las recupere durante el transcurso del plan.
Tabla 1. Características y situación actual de los principales sistemas silvopastoriles desarrollándose en el bosque nativo de Argentina.
Región Superficie Superficie de Principal especie Tipo principal Tipo de animal Principal Porcentaje Principal limitante
total de bosque forestal y de pastura o y carga usual motivo porque estimado de para el desarrollo de
bosque nativo bajo silvicultura más pastizal usada se usan los lo investigado los SSP
nativo (ha) uso usual SSP que se aplica
silvopastoril en el campo
(ha)
Región 751.640 526.100 Nothofagus Pastizal natural Principalmente Los bosques de Se estima una Falta de Planes de
Patagónica antarctica (ñire), de Festuca sp., ganado bovino ñire proveen de adopción Manejo con carencias
intensidad de Poa sp., (Hereford) y protección de actual del 20%. en la conectividad
raleos varia de 40 Deschampsia producción los vientos, en para la fauna silvestre,
a 70% de remoción sp., Carex sp. mixta época de de la continuidad de la
de cobertura de Con especies (bovino+ovino parición y/o regeneración y el
copas según nturalizadas Corriedale) con forraje de cuidado de los
calidad de sitio como Holcus una carga calidad recursos hídricos. La
(régimen de lanatus, Dactylis promedio de seguridad jurídica de
precipitaciones). glomerata y 0,62 la tenencia de la tierra
Trifolium repens. equivalentes es baja (Chubut). Las
ovinos/ha condiciones laborales
no son óptimas.
Bajo valor de los
productos madereros
Región 21.278.396 6.300.000 Bosques mixtos Pastizal natural; Productores Servicios am- Muy bajo a Bajo valor de mercado
Chaqueña2 secundarios de Cenchrus ciliaris grandes y me- bientales de los nivel de me- de los productos
algarrobo y cv. Texas (Buffel dianos: cría de árboles para con dianos y gran- forestales.
quebracho. grass); Panicum bovinos (criollo el ganado des producto- Para pequeños
Prácticas de rolado maximum y cruzas de Uso múltiple del res. Incipiente productores:
de baja intensidad. (Gatton panic). índico). bosque. en pequeños problemas en la
Pequeños productores. tenencia de la tierra,
productores: falta de recursos para
mixto, bovino y instalaciones mínimas
caprino (cruza (alambrados, agua),
de criollo con falta de acceso a
Nubian). información,
limitaciones para la
gestión.
1 2
SAyDS (2005); Fertig (2006); Ivancich et al. (2009); Fertig et al. (2009); Peri 2005, 2009a, b; Peri et al. (2009); Ormaechea et al. (2009); Rusch et al. (2009a,b); Sarasola et al. 2008a,b;
Carranza y Ledesma (2005); Carranza (2009); Dirección de Bosques – Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable (2005); Gomez y Navall (2008); Kunst (2008); Navall (2008).
El ñire es una especie nativa de los bosques patagónicos con una distribución amplia que
se extiende desde el norte de Neuquén hasta Tierra del Fuego. Los principales aspectos del
manejo de los sistemas silvopastoriles en bosques de ñire y el conocimiento generado para los
diferentes componentes del sistema fueron compilados en revisiones previas (Peri et al.,
2016b,c; Peri et al., 2017a; Rusch y Varela, 2019). Estos bosques han sido utilizados por más
de 100 años con fines ganaderos, así como extracción de leña y carpintería rural, y en muchos
casos con remoción y conversión de bosque a pastizales. Además, se han determinado las
sinergias y antagonismos que se generan en estos sistemas silvopastoriles y su incidencia a
nivel paisaje, donde se destacan el efecto de las interacciones entre coberturas de copa y cali-
dad de sitio de los rodales sobre el microclima, la productividad primaria y calidad nutritiva del
sotobosque, la instalación de regeneración arbórea, el ciclado de nutrientes y el comportamien-
to animal (Bahamonde et al. 2018a). En particular, en Santa Cruz y Tierra del Fuego existen 97
estancias con bosque de ñire de las cuales un 68% tiene más del 10% de su superficie ocupa-
da con bosque de ñire (Ormaechea et al. 2009). La importancia de los bosques nativos de ñire
como sistemas silvopastoriles principalmente radica en la capacidad productiva ganadera (ovi-
na y bovina) y la obtención de productos madereros provenientes de las intervenciones silvíco-
las como postes, varas y leña. El uso sustentable de los bosques nativos toma relevancia a
partir de la promulgación de la Ley de Presupuestos Mínimos Ambientales para la protección
de los bosques nativos, la cual podría financiar parte de los costos del manejo. En este contex-
to, fueron propuestas pautas generales para el manejo silvopastoril de los bosques nativos de
ñire en Patagonia que tiendan a maximizar la producción del sistema y propender a su conser-
vación (Peri et al., 2009).
men hídrico y la calidad de sitio de los rodales, recomendando intervenciones más intensas a
medida que mejora la calidad de sitio o la disponibilidad de agua. Estos niveles de apertura del
dosel permiten obtener aumentos de biomasa del sotobosque de entre 300-1400 kg MS/ha de
materia seca, permitiendo incrementar un 30% las cargas animales promedios para la región
(Peri et al., 2009a, 2017a).
Figura 1. Propuesta de manejo silvícola para bosques de ñire bajo uso silvopastoril:
(A) rodal en fase de desmoronamiento, (B) rodal en fase de desmoronamiento con regeneración avanzada, (C)
rodal en fase de crecimiento óptimo, (D) rodal en fase de envejecimiento, (E) rodal manejado con cobertura de ár-
boles originales, (F) rodal manejado con protección de renovales y cobertura de árboles originales, (G) rodal mane-
jado con cobertura mixta de árboles originales y secundarios, (H) rodal secundario con raleo y poda, y (I) rodal ma-
nejado con cobertura de árboles secundarios. Fuente: Martínez Pastur et al., 2013.
Integrando el conocimiento generado (Peri, 2005; Peri et al., 2005a, b; Sarasola et al.,
2008a, b) y conceptos de practicidad operativa se proponen dos intensidades de raleo para
diferentes sitios de ñirantales, quedando excluidos de intervención silvícola aquellos bosques
con alturas finales de árboles dominantes menores a los 4 m debido a la fragilidad ambiental
del ecosistema (Quinteros et al., 2008). Mientras que en sitios de estrés hídrico severo (alturas
de los árboles dominantes inferiores a los 5-8 m) se recomienda una intensidad máxima de
raleo que deje una cobertura de copas remanente entre 50 y 60%, en sitios con un régimen de
precipitaciones más favorable (ñirantales con alturas de los árboles dominantes superiores a
los 8 m) se recomienda una intensidad máxima de raleo que deje una cobertura de copas re-
manente entre 30 y 40% (Peri et al., 2009). Sarasola et al. (2008b) evaluaron que la respuesta
del crecimiento medio en diámetro de árboles de ñire al raleo fluctuó desde 0,18 a 0,49 cm/año
para rodales densos y semiabierto, respectivamente. Además, se generó un índice de densidad
de rodal de ñirantales, independiente de la edad del rodal y la calidad de sitio (Fig. 2), como
una herramienta biométrica para determinar intensidades de raleo de modo de alcanzar dife-
rentes coberturas arbóreas bajo un uso silvopastoril (Ivancich et al., 2009). Su empleo facilitará
la toma de datos durante los inventarios forestales, siendo necesaria sólo la determinación de
las variables densidad y área basal para estimar la intensidad de los raleos frente a una cober-
tura de copas determinada.
N: densidad; DM: diámetro medio; y CC: cobertura de copas. Fuente: Ivancich et al., 2009.
Las propuestas de raleo para los bosques de ñire (Fig. 3) se han definido a partir de par-
celas de monitoreo a largo plazo, según el manejo silvícola planteado. En Tierra del Fuego, el
raleo intensivo en los bosques secundarios permitió aumentar las tasas de crecimiento de los
árboles y duplicar la radiación a nivel del sotobosque que potencian el manejo Silvopastoril
(Martínez Pastur et al., 2018). En parcelas permanentes de Santa Cruz, en un rodal puro de
ñire en fase de crecimiento óptimo inicial (41±6 años de edad), una densidad original de 4055
árboles/ha, con una altura dominante de 5,2 m, un DAP promedio de 12,6 cm y un área basal
de 29 m 2/ha, con un raleo fuerte (densidad final de 1551 árboles/ha y cobertura del dosel
remanente del 40%) se lograron incrementos significativos en DAP (2,1 y 3,5 mm/año para el
rodal testigo y raleado, respectivamente) y un crecimiento en volumen de 4,3 m3/ha/año (Peri
et al., 2013).
Los volúmenes totales aprovechados de los raleos en bosques de ñire bajo uso silvopastoril
de Santa Cruz fueron superiores en rodales con un remanente de transmisibilidad luminosa de
~60% (de 64 a 220 m 3/ha dependiendo de la calidad de sitio) comparado con aquellos de una
transmisibilidad luminosa del ~30%, pero con similares porcentajes de madera destinada a
aserrado (15%), a postes y varas (30%) y leña (55%) (Peri et al., 2005b). Por su parte, el po-
tencial de cosecha y el rendimiento industrial de ñirantales de Tierra del Fuego fueron analiza-
dos por Martínez Pastur et al. (2008) en rodales cuya área basal original fue de 59 m²/ha con
una intensidad de raleo que dejó un remanente de 30 m²/ha. El volumen cosechado fue de 102
m3/ha, y el rendimiento en aserradero varió con la calidad y el tamaño de las trozas desde 34%
para trozas >30 cm de diámetro en punta fina de calidad alta (pudrición blanca <10% en la peor
cara, pudrición parda <30%, mancha <50%, flecha <3 cm/m, rajaduras <50 cm y sin fustes
retorcidos) a 4% para trozas de baja calidad. Las trozas de mejor calidad produjeron 9% de
tablones, 21% de tablas, 49% de tirantes, 5% de madera corta y 16% de madera para pallet.
Los resultados sugieren la posibilidad de incorporar al aserrado sólo trozas de alta calidad de
cualquier diámetro, lo que representa rendimientos de cosecha de 50 m 3/ha para bosques de
calidad de sitio media-alta. Considerando sólo el punto de vista maderero, los rendimientos
obtenidos pueden solventar la aplicación de los tratamientos silvopastoriles. La inclusión de
madera para pallets (producto que usualmente no se produce en el aserradero) incrementó
significativamente el rendimiento en el aserradero.
La continuidad del estrato arbóreo del bosque nativo de ñire tendrá los objetivos de man-
tener la productividad de pasto, el reparo para los animales, los servicios ambientales y con-
servar una producción diversificada. Basado en la cuantificación de la producción (fluctúa de
<1 a 40 millones de semillas por hectárea) y calidad de semillas (4 a 45% de semillas viables,
y de 1 a 35% de germinación), y la caracterización del banco de plántulas (incorporación,
mortalidad y crecimiento) en bosques de ñire en diferentes calidades de sitio (Tejera et al.,
2005; Peri et al., 2006a; Hansen et al., 2008; Soler Esteban et al., 2010, 2012; Bahamonde et
al., 2013a, 2018b) se concluyen que la continuidad del estrato arbóreo bajo uso silvopastoril
no puede asegurarse a través de la regeneración por semillas, por lo que fue necesario gene-
rar técnicas silviculturales que mantengan la sustentabilidad del sistema. En este sentido,
una propuesta es la instalación de clausuras temporales de la regeneración pre -establecida
por cepa, de semilla o raíz (o en sitios que no existiera regeneración, la forestación con plán-
tulas de ñire obtenidas de vivero) que protejan las plantas del pastoreo y el ramoneo hasta
que adquieran una altura superior a 2,5 m. Se estima que se deberá proteger de 2 a 5 reno-
vales de ñire por ha/año hasta asegurar el reemplazo total de los individuos en fases de en-
vejecimiento o con edades superiores a los 150 años.
Fuente propia.
esta manera el tiempo de oferta forrajera para los animales. Por su lado, Bahamonde et al. (2012a)
determinaron que la relación entre variables ambientales y la producción de forraje fue diferente
dependiendo de las clases de sitio. En general, en los sitios de mejor calidad se encontró una rela-
ción positiva con la radiación fotosintéticamente activa, temperaturas de aire y/o suelo.
La respuesta diferencial en la producción de materia seca de acuerdo a los diferentes nive-
les de sombra y estrés hídrico nos brinda una herramienta de criterio para determinar la inten-
sidad de raleo, pudiendo ser más intenso en sitios con moderado o sin estrés hídrico. Además
de los aspectos biológicos mencionados, también es importante determinar la factibilidad eco-
nómica del sistema.
Figura 4. Tasa media de producción de materia seca (MS) del pastizal desarrollándose
en sitios de ñirantales con distintos grados de cobertura de copas y zonas adyacentes
sin árboles (0% cobertura).
El sitio con estrés hídrico severo (○) se correspondió con una humedad media del suelo hasta los 25
cm de profundidad inferior a 16% durante el principal periodo de crecimiento (octubre-abril) y el sitio
con estrés hídrico moderado (●) con una humedad media del suelo superior a 19% (Peri et al., 2005a).
Además, existen antecedentes de producción de materia seca del pastizal mejorado a tra-
vés de la introducción de pasturas forrajeras de alto rendimiento en sistemas silvopastoriles de
ñire con diferentes niveles de radiación (Peri et al., 2005b). La magnitud de la mejora en la
productividad del pastizal con pasturas de trébol blanco (Trifollium repens) y pasto ovillo (Dacty-
lis glomerata) estuvo en función del grado de sombreamiento (Tabla 2). Por ejemplo, mientras
que en sitios adyacente sin árboles (100% transmisibilidad luminosa) el aumento de producción
(Kg MS/ha)
Producción de materia seca (Kg MS/ha) del pastizal y el pastizal mejorado con trébol blanco (Trifollium repens) y pasto
ovillo (Dactylis glomerata) correspondiente al rebrote de primavera (Septiembre-Octubre) para el sitio adyacente sin
árboles (100% transmisibilidad luminosa) y para sistemas silvopastoriles con 30 (SS 30%) y 60% de transmisibilidad
luminosa (SS 60%). Entre paréntesis se presenta el desvío estándar de la media (Adaptado de: Peri et al., 2005b).
En forma similar a la productividad, Peri et al. (2005b) determinaron que la proteína bruta
(PB) del pastizal de los ñirantales varió según la interacción entre los factores sitio e intensidad
lumínica que ingresa al sotobosque, con un rango entre 8,2 y 12,2%. En general, el contenido
de PB fue mayor en los niveles de sombra severa (10% de transmisibilidad) y en aquellos sitios
de menor estrés hídrico. En contraste, la digestibilidad in vitro del pastizal (DIVMO) no presentó
diferencias frente los diferentes niveles de sombra (Peri et al., 2005b). Mientras que los bajos
valores anuales promedios de DIVMO (55,6%) se detectaron en sitios o períodos de mayor
déficit hídrico, la mejor digestibilidad media del pastizal (68,9%) se observó en los sitios de
menor estrés hídrico. Por su lado Peri y Bahamonde (2012), al analizar los promedios anuales
de DIVMO y relacionarlos con los diferentes factores ambientales encontraron que la humedad
volumétrica del suelo y las temperaturas de aire y suelo fueron las variables que más explican
su variación. Por otro lado, en el mencionado estudio también se encontró una fuerte relación
(R2=0,84; P<0,05) entre la DIVMO de las forrajeras y la calidad forestal de los rodales, es decir,
de la misma manera que la producción de MS era mayor en lugares donde los árboles crecían
más, también la calidad nutricional del forraje se vio incrementada.
Peri et al. (2012) evaluaron la producción y calidad del sotobosque mejorado con trébol blanco
considerando las variaciones espaciales de micrositios (bajo y entre copas) dentro del sistema sil-
vopastoril comparado con un pastizal aledaño sin árboles (Tabla 3). Mientras que la mayor produc-
tividad del pastizal y su contenido de PB estuvieron relacionados positivamente con un mayor con-
tenido de humedad del suelo (humedad volumétrica en los primeros 20 cm) y una mayor radiación,
la DIVMO estuvo solo asociada con la humedad del suelo. El trébol blanco demostró ser sensible al
estrés hídrico (verano) y las bajas temperaturas (inicio de primavera y otoño) con una reducción de
la tasa de crecimiento de hasta cuatro veces, y su producción se redujo aproximadamente un 35%
a niveles de sombreamiento de 20% de transmisividad lumínica. Por otro lado, en ensayos con
siembra de especies forrajeras con diferentes niveles de fertilización (0, 100 y 200 Kg de N/ha en el
caso de las gramíneas y de 0, 50 y 100 kg/ha de P para leguminosas) y dos niveles de riego (se-
cano vs. Irrigado con aplicación de una lámina total de 90 mm), se obtuvo la mayor producción con
Dactylis glomerata con riego y nivel medio de fertilización (6347 kg MS/ha/año) seguido por el estra-
to herbáceo natural con riego y máximo nivel de fertilización (5729 kg MS/ha/año) y Trifolium pra-
tense con riego y sin fertilizante (5207 kg MS/ha/año) (Gargaglione et al., 2012).
Tabla 3. Producción y calidad del sotobosque mejorado con trébol blanco considerando
las variaciones espaciales de micrositios (bajo y entre copas) dentro del sistema silvo-
pastoril comparado con un pastizal aledaño sin árboles.
Letras diferentes indican diferencias significativas (Tukey, p<0,05) entre coberturas (transmisibilidad). Producción total
y por componentes de materia seca (kg MS/ha/año) del pastizal con trébol blanco (Trifollium repens), y valores medios
de proteína bruta (%PB) y digestibilidad in vitro (%DIVMO) correspondiente al período de crecimiento (Octubre-Mayo) y
dos años de medición (2007-2008 y 2008-2009) para un sitio adyacente sin árboles (100% transmisividad luminosa
correspondiente a un promedio de radiación total en el período de crecimiento de 36,3 mol/m 2/día) y para sistemas
silvopastoriles en bosques de ñire (Nothofagus antarctica) con 20 (SSP 20%) y 70% de transmisividad (SSP 70%). La
humedad del suelo promedio (20 cm) durante el período de crecimiento fue de 29,9, 32,5 y 34,0% para las situaciones
bajo copa, área sin árboles y entre copas, respectivamente.
Fertig et al. (2009) determinaron el efecto del raleo sobre la calidad forrajera en distintos
ambientes de ñire en el noroeste de la provincia de Chubut. Mientras que el contenido de pro-
teína bruta (PB) disminuyó en los sitios húmedos raleados (50% cobertura) respecto al bosque
sin intervenir (6,94 vs. 8,90%) debido probablemente a la dilución provocada por el crecimiento,
la Fibra Detergente Neutro (FDN) aumentó (47,33 vs. 40,75%) lo cual podría provocar una dis-
minución en el consumo potencial del ganado. Por su parte, los valores de Fibra Detergente
Ácido (FDA) no presentaron diferencias en los rodales raleados (promedio 37,65%).
Por otro lado, para garantizar el uso silvopastoril de los ñirantales a nivel predial es necesario in-
corporar la evaluación de pastizales dentro del Plan de Manejo del sistema, ya que provee informa-
ción para optimizar la producción ganadera y evitar el deterioro del sistema por sobrepastoreo. La
evaluación de pastizales dará lugar a la Planificación del Pastoreo, el cual consiste en determinar el
número de animales (carga animal) y la época de uso de cada potrero. Recientemente se ha logra-
do desarrollar un método de evaluación de pastizales (Ñirantal Sur- San Jorge) adaptado al ecosis-
tema de ñirantales en Patagonia Sur (Santa Cruz y Tierra del Fuego), el cual sirve como herramien-
ta técnica para estimar la capacidad de carga animal en sistemas silvopastoriles a nivel predial (Pe-
ri, 2009a, 2020). El mismo se basó en la estimación de la Producción Primaria Neta Anual Potencial
(PPNAP) del pastizal para diferentes condiciones del ñirantal y momentos de uso (primavera o pico
de biomasa, verano, otoño e invierno), siendo a su vez de fácil uso, ya que las únicas variables que
deben tomarse a campo son la cobertura de copas, la clase de sitio expresado por la altura prome-
dio de los árboles dominantes y la cantidad de residuos leñosos.
Para acompañar el entendimiento de la respuesta de producción de materia seca del soto-
bosque, se evaluó las variaciones microclimáticas (temperaturas del aire y suelo, humedad
relativa del aire, velocidad de viento y precipitaciones) en bosques de ñire bajo uso silvopastoril
desarrollándose en dos clases de sitio, comparados con áreas sin cobertura arbórea en Pata-
gonia Sur (Bahamonde et al., 2009). Además, se generó un modelo que predice a escala de
rodal la producción de materia seca y la variación en la concentración de proteína bruta de
gramíneas en sistemas silvopastoriles en bosques de ñire, considerando variables ambientales
como las temperaturas de aire y suelo, humedad de aire y suelo, calidad de sitio y cobertura de
copas, entre otras (Bahamonde et al., 2014).
El sistema de producción con bovinos y mixto (bovino+ovino) representa el 78% de los estable-
cimientos con ñire de Santa Cruz y Tierra del Fuego, con valores de carga animal que fluctúan entre
0,60 y 0,65 ovejas/ha, y donde más del 75% de las estancias presentan un manejo de los potreros
en veranadas e invernadas (Ormaechea et al., 2009). Estimaciones de productividad en ñirantales
de Chubut, arrojan valores de 14 Kg de carne vacuna/ha/año, lo cual aparece como un piso poten-
cialmente mejorable ante las condiciones agro-ecológicas del área (Fertig, 2006). Para los estable-
cimientos ganaderos ovinos de Patagonia Sur, el promedio del porcentaje señalado es del 75% y la
producción media de lana por animal de 4,7 Kg/animal (Ormaechea et al., 2009). La principal dieta
en la que se basa la producción ganadera (ovinos y bovinos) pastoreando los bosques de ñire a lo
largo del año son las gramíneas y graminoides (56-90%) donde se destacan Poa pratensis, Festuca
pallescens, Holcus lanatus y Carex sp. (Manacorda et al., 1996; Bonino, 2006).
Existen antecedentes de ensayos que cuantifican la respuesta de ovinos (ovejas Corriedale de 4
años de edad) y bovinos (vaquillonas Polled Hereford de 14 meses de edad) frente a la variación de
los atributos del pastizal para dos coberturas arbórea (40 y 60%) y pastoreando hasta dos condicio-
nes de residual del pastizal (óptimo y sub-óptimo) en sistemas silvopastoriles de ñire en Santa Cruz
(Peri et al., 2006b; Peri, 2008). En ambos estudios, se midió la ganancia de peso vivo (GPV) indivi-
dual (gr/animal/día) y por hectárea (Kg/ha/día) durante el mes de diciembre coincidente con el pico
de biomasa del pastizal y en parcelas de 0,7 ha. Si bien no hubo diferencias significativas en GPV
diario individual entre diferentes coberturas del sistema silvopastoril, las GPV disminuyeron entre un
50% (para el caso de ovinos) y 86% (para bovinos) cuando los animales pastorearon hasta un resi-
dual sub-óptimo. La mayor disponibilidad de pasto en el sistema silvopastoril con 40% de cobertura
de copas permitió una carga animal más alta que el potrero con 60% de cobertura, resultando en
una GPV por hectárea significativamente mayor para animales pastoreando hasta un residual ópti-
mo (29,9 vs. 17,1 Kg/ha/día para bovinos y 3,8 vs. 2,4 Kg/ha/día para los ovinos).
El manejo del pastoreo tiene una gran importancia en la producción ganadera. En Chubut se
analizó los efectos de un sistema de pastoreo continuo (potrero de 10,1 ha) y un pastoreo rota-
tivo (cuatro parcelas de 2,7 ha) durante 82 días en novillitos y vaquillonas Hereford de alrede-
dor de 13-15 meses de edad en un ñirantal alto y abierto con un pastizal conformado por espe-
cies de alto valor forrajero como Dactylis glomerata, Holcus lanatus, Trifolium pratense (trébol
rojo) y Trifolium repens (trébol blanco) (Fertig, 2006). Si bien no hubo diferencias en la ganan-
cia promedio de peso individual (~1 Kg/día/animal) entre sistemas, la producción de carne por
unidad de superficie (219 Kg/ha) y la eficiencia de cosecha (57%) bajo pastoreo rotativo fueron
mayores que en el sistema continuo (174 Kg/ha y 40%).
Si bien se avanzó en la cuantificación de la producción del componente animal en estos
sistemas silvopastoriles, los estudios fueron realizados en superficies pequeñas (potreros
entre 0,7 y 10,1 ha) y en períodos cortos (20 a 82 días). Ormaechea et al. (2014) cuantifi-
caron la producción animal de ovinos (cordero y lana) a escala espacial (establecimiento) y
temporal (ciclo productivo) real de producción durante 2 años, donde se determinó las ven-
tajas del manejo propuesto en la producción y calidad de lana principalmente bajo inviernos
más rigurosos. Por su lado, Ormaechea et al. (2018) han puesto a prueba a escala de es-
tablecimiento y ciclo completo una propuesta de manejo bovino que incorpora la evaluación
de pastizales, la separación de ambientes y el pastoreo rotativo, evaluando diversos indi-
cadores como el porcentaje de preñez y destete, evolución de peso (Fig. 5), hábitos dieta-
rios, comportamiento animal, incidencia de parásitos, compactación de suelos y cambios en
la composición botánica del pastizal. Los resultados han mostrado la viabilidad de la pro-
puesta de manejo y sus ventajas: Preñez: 94,4%, Destete: 93,1%, Producción de carne:
hasta 1,22 Kg/animal/día y 73 Kg/ha, y mayor mansedumbre del ganado.
Figura 5. Evolución de peso de vacunos desde los 12 a los 43 meses de edad bajo Mane-
jo Silvopastoril Intensivo en Ea San Pablo, Tierra del Fuego.
Otro aspecto importante en el manejo animal es conocer el uso espacial de los potreros, ya
que los mismos presentan en general diferentes comunidades vegetales (bosque, vegas o malli-
nes, y pastizal natural). El manejo extensivo de animales en grandes cuadros (1000 ha) permitiría
al animal seleccionar diferentes sitios para el pastoreo, lo que comúnmente implica un sobrepas-
toreo de las comunidades vegetales más preferidas, y también la subutilización de sectores que
pierden calidad forrajera a medida que avanza la estación de crecimiento. Es posible suponer que
al pastorear áreas más pequeñas con el mismo número de animales estos tenderían a usar ínte-
gramente todo el recurso forrajero sin sobrecargar algún área en particular. Esto determinaría una
mayor eficiencia de cosecha y uso de la superficie logrando consecuentemente mayores ganan-
cias de carne por unidad de superficie. Ormaechea et al. (2012) evaluaron el uso espacial de los
pastizales por parte de bovinos con el uso de collares de geoposicionamiento satelital bajo dos
manejos en un establecimiento ganadero de Tierra del Fuego: el tradicional o extensivo utilizado
en la zona y un manejo propuesto donde se intensifica el pastoreo a través de potreros más pe-
queños utilizando alambre eléctrico y una mayor frecuencia de movimientos. Los resultados de-
mostraron una homogeneidad de uso mayor en potreros de menor tamaño (Fig. 6), determinando
para los animales bajo manejo intensivo un valor superior a 80% de la relación entre el área ex-
plorada media diaria y la superficie de los potreros utilizados, comparado con valores inferiores al
30% para el manejo tradicional. En el manejo intensivo además se evidenció un marcado efecto
del amansamiento del rodeo, lo que determinó un menor requerimiento de días dedicados al
arreo y junta de animales en la época otoño-invernal.
Figura 6. Ejemplo de locaciones grabadas a través del uso de collares GPS en vacu-
nos en primavera para los potreros extensivo (348 ha de bosque y 150 ha de vega) e
intensivo (solo bosque de ñire, 20,9 ha) al cabo de 8 días de medición en estancia
San Pablo, Tierra del Fuego
Carbono y nutrientes
Este tipo de información puede ayudar a cuantificar el impacto de diferentes prácticas silvícolas y
establecer pautas de manejo que tiendan a mantener la productividad del sistema silvopastoril en
ñirantales a largo plazo. Por ejemplo, si el raleo forma parte del manejo silvícola, sería conveniente
descortezar los fustes antes de retirarlos, evitando de esta manera la exportación fundamentalmen-
te de Ca del sistema. Asimismo, al ralear y extraer árboles quedaría en el subsuelo las raíces que,
al descomponerse, aportaría P que puede ser aprovechado por las pasturas. Con respecto al N, se
podría hacer un raleo por lo bajo con una intensidad de extracción de hasta el 75%, ya que el apor-
te de solo los árboles dominantes alcanza para cubrir los requerimientos del pastizal. Sin embargo,
numerosos factores afectan la disponibilidad efectiva de nutrientes al pastizal y al sistema en gene-
ral, entre ellos, las tasas de descomposición, mineralización, el contenido de lignina, etc. En este
sentido, existen antecedentes donde se cuantificó el aporte anual, la distribución espacial y tempo-
ral de hojarasca (1300 a 2000 kg MS/ha/año) y retorno potencial de nutrientes en bosques de ñire
bajo manejo silvopastoril desarrollándose en diferentes clases de sitio (Peri et al., 2008b; Bahamon-
de et al., 2015), e información sobre tasas de descomposición y mineralización en bosques de ñire
con uso silvopastoril (Bahamonde et al., 2012b, 2013b).
Entre los principales servicios ambientales de los bosques nativos de Argentina se incluye la
capacidad de fijación de gases de efecto invernadero. Dada la extensa área de tierra actual-
mente gestionada como sistemas de producción de rumiantes en Patagonia, el potencial para
la mitigación del cambio climático a través del secuestro de C por los sistemas silvopastoriles
toma gran relevancia. Para estos ecosistemas se cuantificó la distribución aérea y subterránea
de carbono (C) de árboles individuales de ñire en diferentes fases de desarrollo (desmorona-
miento-220 años, envejecimiento-152 años, crecimiento óptimo final-85 años, crecimiento ópti-
mo inicial-45 años, regeneración-5 años) y clases de copa (dominante, codominante, interme-
dio, suprimido), y la distribución de C en el perfil del suelo hasta una profundidad de 0,6 m (Peri
et al., 2005d; 2010, 2017). El total de C almacenado varió entre 108,4 a 182,2 Mg C/ha para
pastizales y bosques nativos, respectivamente (Fig. 8). El C almacenado en SPP presentó un
valor intermedio de 148,4 Mg C/ha, encontrándose el C distribuido de la siguiente manera: 85%
en el suelo, 7% en biomasa radicular y 8% en biomasa aérea.
Densidad media del rodal: 960 árboles ha-1; Clase de sitio V: rodales donde la altura total media del árbol dominante
(Hd) alcanza los 5,8 m; edad rodal 195 ±15 años; b) Sistemas silvopastoriles de N. antarctica: 175 árboles ha-1 (80%
árboles dominantes y 20% co-dominantes); Hd de 5,6 m, edad rodal 188 ± 21 años; y c) pastizales adyacentes abiertos
en la Patagonia Austral. Los recuadros indican stock de C y las flechas indican el flujo de C.
Los sistemas silvopastoriles en los ñirantales de Patagonia son sistemas productivos desarrolla-
dos en bosques nativos, por lo que es estratégico asegurar su sustentabilidad. El sistema de Crite-
rios e Indicadores (C&I) permite abordar la complejidad de los sistemas silvopastoriles en forma
jerárquica y lógica, otorgando herramientas para el monitoreo y fijando pautas de manejo (Rusch et
al. (2009a). En este contexto, es importante contemplar (i) diseños adecuados de densidad de ca-
minos, (ii) áreas de protección para el mantenimiento de la biodiversidad y servicios ambientales del
bosque nativo, y (iii) sistemas permanentes de monitoreo que nos brinden información para mitigar
los posibles efectos negativos de las intervenciones en el ñirantal y así elaborar protocolos de ma-
nejo que faciliten su sustentabilidad. Según Rusch et al. (2009b), dos aspectos principales son cla-
ves para la sustentabilidad de los sistemas silvopastoriles en ñirantales: el mantenimiento de la
capacidad productiva de los componentes arbóreo y forrajero, y el mantenimiento o mejora del bie-
nestar de los actores asociados al manejo. Respecto a los cauces de ríos y arroyos se deberá dejar
una zona de protección de 15 a 60 m (Rusch et al. 2004). Se deberá evitar que las vías de saca de
madera crucen cauces de ríos o arroyos o humedales. Los márgenes de lagunas y cauces debe-
rían mantener la vegetación arbórea o arbustiva original minimizando las aberturas para el consumo
por parte de los animales. Además, la propuesta de manejo podría incluir la formación de bosques
coetáneos en etapas sucesivas (cada 20 años, por ejemplo) de manera de establecer, a una escala
de predio, bosques disetáneos que permitan mantener en todo momento bosques maduros e indi-
viduos en desmoronamiento que favorezcan la biodiversidad del sistema. En este sentido, para el
mantenimiento de aves insectívoras de tronco deberán dejarse individuos enfermos y muertos; y
mayores a 40 cm de diámetro para el anidamiento de aves como el carpintero magallánico o la
lechuza ñacurutú (Gallo et al., 2004; Rusch et al., 2004). Asimismo, las áreas de mantenimiento de
arbustos permitirán la conservación de numerosas especies de aves e insectos (Rusch et al. 2004).
Sugerencias y detalles respectos a este tema se encuentran en Rusch et al. (2004, 2009a, b), Gallo
et al. (2004) y Carabelli y Peri (2005).
Además, para mantener en el largo plazo los principales servicios ecosistémicos del bosque
se desarrolló un modelo de los estados y transiciones (ME&T) para los bosques de ñire en el
sur de la Patagonia (Fig. 9) basado en variables estructurales y funcionales, donde se definie-
ron 7 estados y 10 transiciones negativas, los factores que disparan las transiciones y sus nive-
les asociados al pastoreo, incendios y extracción intensa de madera (Peri et al., 2017c). Los
bosques maduros de ñire con baja utilización de pastoreo, nula actividad extractiva y con co-
berturas completas (>70%) corresponde al estado de referencia o la condición de mayor inte-
gridad, y el pastizal o murtillar (dominancia de Empetrum rubrum) con pérdida de cobertura de
bosque es considerado el estado de mayor degradación. Si bien la mayoría de las transiciones
son irreversibles, algunas son factibles de recuperar a través de prácticas de manejo o restau-
ración (por ejemplo, la protección de renovales de la presión de herbivoría del ganado podría
permitir la recuperación de EIII a EI en la transición T2, Fig. 9).
Asimismo, se desarrolló un modelo de estados y transiciones (MEyT) para el bosque de ñire
en el norte de la Patagonia, en el que se determinó 7 estados, 13 transiciones de degradación
y cuatro de restauración (Rusch et al., 2017). Los bosques más íntegros están dominados por
ñire y caña (Chusquea culeou) y el estado más degradado lo componen estepas subarbustivas
de cadillo (Acaena splendens). Los estados intermedios serían los más aptos para el uso silvo-
pastoril (bosque abierto de ñire con caña y pastizal, y bosque de ñire con pastizal). El pastoreo,
la extracción forestal, los incendios y las especies invasoras son los principales factores que
disparan las transiciones de degradación.
El desarrollo de MEyTs permite contar con alertas tempranas del deterioro, visualizar los
efectos del manejo y orientar las prácticas para mantener la composición y estructura del bos-
que dentro de los límites que contemplan los aspectos productivo y ambiental.
Figura 9. Modelo de Estados y Transiciones para bosques de ñire del Sur de Patago-
nia (Peri et al., 2017c).
Las cajas grises representan los estados (números romanos), las cajas con línea punteada las fases y las flechas las
transiciones (números arábigos). Los sistemas silvopastoriles en Patagonia Sur podrían manejarse en los Estados EI,
EII y EIII, acompañado con un diseño de distribución espacial adecuado y pautas de manejo claras.
La integración silvopastoril en bosques del Parque Chaqueño plantea una serie de desafíos
para la planificación silvicultural, entre los cuales cabe destacar los siguientes: (i) La verifica-
ción de la posibilidad de aprovechamiento forestal en un rodal o potrero; (ii) El cálculo de la
posibilidad real del bosque; (iii) La selección de árboles a cortar y el control de cosecha; (iv) La
convivencia con los desarbustados necesarios para ganadería. Se desarrollan a continuación
algunas propuestas específicas para atender cada uno de estos desafíos, surgidas en su ma-
yoría por la experiencia desarrollada por el INTA EEA Santiago del Estero.
A partir de esta fórmula, se calcularon para un rango de diámetros cuadráticos medios entre
10 y 45 cm, la máxima densidad esperada en número de árboles, y a partir de ésta y el diáme-
tro cuadrático del rango, se calculó el stock máximo esperado (Smax), y los correspondientes al
80, 60 y 40% del mismo (S80%, S60%, S40% respectivamente). Estos valores, junto las isolí-
neas de los diámetros cuadráticos medios entre 14 y 41 cm de DAP, con una amplitud de 3cm,
se graficaron para los ejes área basal / densidad. El resultado es el Diagrama de Gingrich para
la Cuenca Foresto Industrial de Monte Quemado (Fig. 11).
Figura 11. Isolíneas de diámetro cuadrático medio de 14 a 41cm de DAP (líneas sólidas),
e isolíneas de densidad equivalente: máximo stock encontrado en las parcelas disponi-
bles (Smax), y stocks del 80, 60% y 40% de Smax (S80%, S60% y S40%, respectivamente,
en líneas punteadas).
La línea roja muestra la trayectoria sobre el gráfico ocasionada por una corta del 30% del área basal, sobre un bosque
de 8,3 m2/ha de área basal y 180 árboles/ha mayores a 10cm de DAP.
El gráfico anterior puede utilizarse para una mejor caracterización relativa del stock en par-
celas respecto al máximo posible para una región, de una forma más completa que con sólo el
número de individuos o el área basal. La pendiente de la línea de máximo stock representa la
línea de auto-raleo, es decir el nivel de stock en el cual se alcanza el uso completo de los re-
cursos disponibles (growing stock en el sentido dado por Oliver y Larson, 1996). Puede obser-
varse que la relación de ésta con el área basal no es lineal, lo cual muestra que el área basal
no sería un buen indicador del grado de uso de los recursos, y por ende del stock relativo.
El Diagrama de Gingrich completo, incluye además una línea de stock mínimo, determinada
a partir de los valores de densidad a la cual comienza a actuar la competencia entre individuos.
Como este valor no se dispone actualmente, puede asumirse temporariamente que la línea de
mínimo stock deseable podría ser la del 40% de stock. La determinación correcta de esta línea
y el monitoreo de la respuesta de las parcelas a los tratamientos de corta, permitirá mejorar
estas estimaciones a futuro.
Conocidos los valores de área basal y densidad de una parcela de bosque, el diagrama
elaborado puede brindar importante información para el manejo. La principal información es
la posibilidad de evaluar el stock relativo del bosque, y analizar la conveniencia o no de
practicar una corta forestal. En bosques donde estos diagramas se utilizan habitualmente,
se recomienda que las cortas forestales se apliquen sólo cuando la parcela se encuentra
por encima del 60% del máximo stock, y cuidando que el stock post-corta no quede por
debajo de la línea del 40% de stock. Agregada a estas condiciones, debiera respetarse
también la restricción aplicable por la legislación provincial a la corta forestal, que en el
caso de Santiago del Estero regula la intensidad máxima de cosecha, en el 30% del área
basal inicial.
• las tasas de interés son moderadas: datos de crecimiento indican valores promedio de
alrededor de un 1,16 a 1,82% de crecimiento anual en área basal (Navall, 2012), que es
la variable de existencias más fácil de medir.
• tope de acumulación: a diferencia del dinero en un plazo fijo, los bosques pueden acu-
mular crecimiento indefinidamente. Según la zona, los valores de stock máximo están
entre 8 a 12 m2/ha de área basal.
• tope en las extracciones: los bosques no pueden aprovecharse por tala rasa (que equi-
valdría a retirar completamente el pazo fijo). El tope máximo de extracción establecido
por ley es del 30% del área basal existente (Brassiolo et al, 2007).
• saldo mínimo no aprovechable: la intensidad de corta a aplicar debería ajustarse en
función del estado del monte, relativo al stock máximo de la zona. La tasa máxima de
corta del 30% es aplicable sobre un bosque en buen estado, con un stock cercano al
máximo posible para la región. Pero si el monte ha tenido intervenciones recientes y
está lejos de ese máximo, la intensidad de corta debería reducirse, hasta el extremo
de no recomendarse la corta en bosques que tengan un stock muy bajo. No existen
buenos datos para determinar este umbral, pero tal como se propuso en el apartado
anterior, se sugiere que toda corta sostenga un stock mínimo remanente de al menos
el 40% de área basal del stock máximo de referencia en la zona de trabajo.
La pregunta básica que un productor forestal debiera ser capaz de responder, es cuál es
la cosecha máxima que puede extraer de su monte, sin afectar el capital forestal que dispo-
ne; es decir, sin degradarlo. Para responder esto debiéramos calcular, con las particularida-
des del “plazo fijo forestal”, cuál es la máxima extracción admisible por año que asegure u na
renta a perpetuidad.
Para realizar este cálculo sobre un plazo fijo, deberíamos definir:
Con las unidades adecuadas, una simple multiplicación de estos cinco factores nos da-
ría la respuesta a la pregunta sobre un plazo fijo. Cada una de estas variables tiene su
homóloga en el manejo del bosque, a partir de las consideraciones particulares citadas
anteriormente. Para evaluarlas se propone un ejemplo práctico: calcular la corta máxima
admisible para un productor de leña para carbón, que dispone de 300 ha de monte con 8m 2
de área basal promedio, y que quiere cortar año de por medio. La Tabla 4 muestra la ana-
logía propuesta entre las variables listadas arriba y sus homólogas en el monte y también
su aplicación al ejemplo planteado.
a) monto de capital stock de área basal * superficie del 8 m2/ha * 30 ha (un tramo en un
tramo de corta anual área de manejo de 300 ha)
b) tasa de interés crecimiento relativo anual en área 0,015 (1,5% como promedio)
basal
c) plazo depósito ciclo de cortas / años entre cortas 20 años (ciclo) / 2 años (entre
cortas)
El ejercicio planteado puede ser útil para el diálogo entre técnicos y productores, pues per-
mite acercar varios conceptos de la planificación forestal a partir de una comparación bastante
difundida. El balance se completa al contrastar la oferta posible calculada, con la demanda
prevista para el nivel de producción deseado, y así permite tomar las medidas necesarias para
abastecer la demanda sin degradar el recurso disponible.
El tercer desafío planteado se refiere a la selección de árboles de corta y cosecha, con los
cuales componer la tasa de corta calculada anteriormente. La planificación de la estructura
deseada de un bosque irregular después de una corta, se basa en la definición de tres pará-
metros básicos: el área basal residual (B), el diámetro del árbol remanente más grande (D), y
la distribución diamétrica del arbolado remanente, definida por un factor que mide la razón
entre la densidad en una clase diamétrica y la inmediata superior (q); de ahí que este método
de planificación se reconozca como “BDq” (Marquis, 1978; O'Hara & Gersonde, 2004). Com-
parando la distribución diamétrica real (determinada por un inventario) y la planificada, los
desvíos positivos indican el número de árboles que habría que cortar en cada clase particular
(Hawley & Smith, 1972).
Criterios utilizados para clasificar a un árbol como “árbol de futuro” para el Parque
Chaqueño seco
1. Quebrachos colorado y blanco con DAP menor a 40 cm (destino madera): rectos, fuste
libre de ramas grandes, lo suficientemente alejados de otros árboles de futuro, sanos (in-
cluye hasta regeneración avanzada: árboles > 2m de altura)
2. Algarrobo negro y mistol con DAP p menor a 40cm (destino frutos y follaje): con copas
frondosas y de alta vitalidad, bien iluminadas (dominantes o codominantes), incluye has-
ta regeneración avanzada: árboles > 2m de altura; por no estar priorizada la producción
maderera, para estas especies el mal estado sanitario o la mala forma del fuste no son
criterios suficientes para descartarlo como árbol de futuro.
3. Árboles con diámetro mayor a 40cm: si tienen huecos o nidos, o están “solos” en áreas
de baja cobertura arbórea.
Todos los demás árboles, se definieron como “competidores” o “indiferentes”. Los árboles
competidores y por ello candidatos a corta, son aquellos que a juicio del observador compiten
directamente por recursos con un árbol de futuro. Cada árbol puede ser competidor potencial
de todos sus vecinos, pero una regla empírica para determinar esto en el Parque Chaqueño
seco es observar particularmente la disposición de las copas, y otro es analizar no sólo la com-
petencia entre las mismas en este momento, sino imaginarse cómo convivirán estos árboles
durante los próximos 20 años, que será el período hasta la próxima corta.
También puede encontrarse que dos árboles con características “de futuro” estén en rela-
ción de competencia entre sí. En tal caso habrá que decidir cuál de ambos es calificado como
de futuro y cuál como competidor, en función de las decisiones anteriores de corta y del área
basal acumulada por las mismas.
Los árboles considerados competidores se marcarán para corta, siempre que esa decisión
sea conducente a lograr un área basal cortada igual al 30% del área basal total para cada es-
pecie principal: colorado, blanco, mistol y algarrobo; y también para el total general. Puede
ocurrir que luego de este análisis, un árbol se identifique como “competidor” pero que no sea
marcado para corta, porque cortarlo excedería los límites de corta admisible.
Con este resultado, queda demostrado que el criterio aplicado, controlado por área basal,
tuvo un efecto exactamente igual sobre la distribución diamétrica al que hubiera tenido una
corta controlada por densidad. El método tiene un potencial importante para controlar la aplica-
ción de cortas en bosques irregulares como los del Parque Chaqueño Seco.
La línea muestra la curva de diseño teórico con el método BDq para B=70% del área basal antes de la corta,
q=1,4 y D=50cm.
dado por el diseño de los tratamientos de desarbustado. Cuando los tratamientos aplican
disturbios de alta intensidad (eliminando mucha biomasa), alta severidad (causan una alta
mortalidad o daños en el ecosistema) y poca selectividad (aplicados indiscriminadamente a
diferentes ecosistemas y comunidades), seguidos de intervenciones de alta frecuencia (retra-
tamientos cada 2 o 3 años), claramente la compatibilización no es posible, por su efecto so-
bre la estructura forestal.
Sin embargo, cuando los tratamientos de desarbustado se diseñan preservando la es-
tructura del bosque, y consideran además otras condiciones propias de la región como el
déficit hídrico, la variabilidad climática, la pobre estructura de los suelos, el riesgo de salini-
zación y la dominancia de especies leñosas; es posible encontrar mayor compatibilidad y
sinergia entre las actividades. Este es el concepto que orientó el diseño del denominado
RBI: Rolado Selectivo de Baja Intensidad. Aplicando esta práctica en bosques, se han lo-
grado incrementos significativos en la accesibilidad y oferta forrajera, afectando solamente
el 3% en área basal (Navall, 2008), y se ha demostrado que es factible extender el período
entre rolados sucesivos hasta 6-7 años sin disminuciones significativas en la oferta forraje-
ra (Kunst et al, 2016).
En la experiencia se ha demostrado, que los efectos no deseados del rolado se pueden evi-
tar si se capacita al tractorista sobre las condiciones básicas del manejo forestal, como el con-
cepto de árbol de futuro y distribución diamétrica, compartiendo pruebas de campo sobre la
maquinaria. Allí se comprueba que es totalmente factible identificar y esquivar árboles mayores
a 15cm de diámetro en la primera intervención, y árboles mucho menores en las intervenciones
de re-rolado siguientes.
La regeneración forestal merece una mirada detallada en estas interacciones con el
manejo ganadero. El grupo de árboles menores a 10 cm de DAP es la porción más crítica
de las poblaciones forestales en integraciones con la ganadería, porque son susceptibles al
ramoneo y pisoteo del ganado, y porque al compartir el estrato con los arbustos, son difíci-
les de identificar al momento de aplicar los rolados. A través del estudio en parcelas per-
manentes, se determinó que la proporción de árboles dañados es mayor en las clases más
chicas. Se determinaron daños superiores al 80% de los árboles menores a 1,3 m de altu-
ra, cercanos al 50% de los de 0 a 5 cm de DAP, y algo superior al 40% en los árboles de 5
a 10 cm de DAP.
Para evaluar adecuadamente el impacto de esta práctica, es importante contrastar el arbo-
lado remanente sin daños después del rolado con las curvas de diseño de la estructura (Fig.
13). Para hacer esta comparación, se diseñó una curva teórica para un bosque previo al rolado,
usando el método BDq ya descripto. Considerando un área basal final de 8,9 m 2/ha, un diáme-
tro mínimo de corta de 50 cm y un valor de q de 30%, se encontró que las densidades necesa-
rias en las clases de regeneración son las siguientes: Clase 0 – menores a 1,3m de altura: 67
árboles/ha; Clase 2,5 – de 1,3m de altura a 5 cm de DAP: 51 árboles/ha; Clase 7,5 – de 5 a
10cm de DAP: 40 árboles/ha.
Contrastando estos valores con los remanentes después del rolado de baja intensidad
(Fig. 14), se observó que los árboles remanentes en la clase 0 cuadruplican los necesarios
según la curva de diseño, y que los remanentes en la clase 2,5 quintuplican los neces arios
(Fig. 15). Se observó un déficit solamente en la clase 7,5, en la cual la cantidad de árboles
remanentes sin daños por rolado era de 36 árboles por ha, y se necesitaban 40 para cum-
plir con los necesarios según la curva de diseño. Desde la experiencia , se considera que
ésta es la clase más crítica en la interacción con rolados, porque los árboles más grandes
se ven fácilmente y se pueden evitar, y los árboles más chicos en esta clase están en una
densidad suficiente como para tolerar pérdidas sin afectar la reposición. Pero la clase de 5
a 10 cm de DAP comparte estrato con el arbustal y tiene pocos árboles disponibles. En
este caso, puede aumentarse la densidad mínima necesaria en las clases anteriores, am-
pliar las capacidades de los tractoristas para identificarlos y evitarlos y preservar particu-
larmente este tipo de árboles ante futuras intervenciones (corta forestal y re -rolados).
Fuente propia.
Figura 15. Proporción de árboles por clase diamétrica, efecto del rolado y necesidades
para reposición según curva de diseño.
Componente animal
Los sistemas predominantes son de cría extensiva y semi-extensiva sobre pastizales naturales y
bosques, caracterizado por una baja productividad de los rodeos con destetes que se ubican entre
el 45 y 50%, con producciones de carne que varían entre 5 kg/ha/año y 50 kg/ha/año (Veirano Fré-
chou 2002). Los principales factores de esta baja productividad de los sistemas de cría son la baja
carga animal de vientres por hectárea, baja eficiencia reproductiva de los vientres, lento desarrollo
de la recría y engorde, inadecuada organización de los rodeos y bajo nivel de aprovechamiento de
los recursos forrajeros. Para la región Chaqueña semiárida los sistemas de cría presentan en co-
mún un aspecto crítico que es la recría de las vaquillonas de reposición, en los cuales la edad al
primer entore oscila entre los 27 y 36 meses (Fumagalli y Cornachionne, 2002). Saravia et al.
(2019) en un ensayo bajo uso sistemas silvopastoril en bosque de algarrobo y quebracho blanco y
con terneras cruza Braford para la recría (tiempo de permanencia en cada lote es de 35±15 días y
de 120 a 200 días de descanso, y con suplementación energético-proteica de 100 días al 0,6% del
peso vivo) en Santiago del Estero, determinaron ganancias de peso diario promedio que fluctuaron
desde 0,34 a 0,61 kg/día. Estos valores también son comparables a los obtenidos por Salado y
Fumagalli (2003), en INTA EEA Santiago del Estero, donde se estudió el efecto de la suplementa-
ción invernal con semilla de algodón al 0,7% del peso vivo sobre la ganancia de peso de terneras
pastoreando Gatton Panic, cuyos valores promedio fueron de 0,358 kg/día y 0,424 kg/día, para las
razas Braford y Brangus, respectivamente. Estos resultados resaltan la importancia de la suplemen-
tación para lograr ganancias de peso y mayor consumo de forraje de baja calidad durante la esta-
ción seca acordes a los requerimientos del animal para una adecuada recría.
Por otro lado, la producción caprina (el Parque Chaqueño participa con el 47% del stock to-
tal nacional) se ha concentrado en la región semiárida del Chaco principalmente para autocon-
sumo, asociado al minifundio y con escasa tecnificación. Los caprinos consumen mayor pro-
porción de leñosas que los ovinos y bovinos, especialmente en la época seca (Yayneshet et al.
2008). Además de la preferencia, la carga animal depende de la oferta de forraje disponible, el
cual varía de 1,3 a 2,5 cabras/ha en la estación húmeda.
En la EEA Santiago del Estero se desarrolló una serie de ensayos para determinar si las
prácticas de Rolado de Baja Intensidad (RBI) tenían efecto sobre variables ecosistémicas. Se
realizaron numerosas determinaciones contrastando lotes tratados y testigo, en variables del
suelo como Densidad Aparente, Contenido de Materia Orgánica, Tasas de Infiltración de agua,
Actividad y diversidad microbiana, entre otras. En ninguno de los tratamientos se encontraron
diferencias significativas con los valores observados en los testigos, sin rolado. Sin embargo, y
de manera consistente, estas investigaciones demostraron que las diferencias en estas varia-
bles, sí son significativas entre sitios ecológicos (alto, media loma y bajos), entre micrositios
respecto de la cobertura de copas (bajo la copa, a media distancia, fuera de copas), o entre
especies arbóreas que cubren el suelo (Mistol, quebrachos blanco y colorado) (Albanesi, 2013).
Coria (2012) determinó que la aplicación de tratamientos de rolado de baja intensidad, pro-
vocó cambios en los ensambles de aves en un bosque del Parque Chaqueño. En los tratamien-
tos rolados, dejaron de detectarse algunas especies de aves exclusivas del bosque, pero apa-
recen más especies de los pastizales que antes no estaban presentes. Con una riqueza global
de 54 especies, 44 estaban presentes en los tratamientos rolados y 38 en los testigos. Un mo-
saico de sectores tratados y otros sin rolar sería la estructura de mayor diversidad, en esta
variable. Efectos similares se observaron en anfibios y reptiles (Kunst et al., 2016).
fico y humano, y donde se generan interacciones ambientales, económicas y sociales, bajo un ma-
nejo sustentable e integrado en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, muchos de los llamados
SSP se habían instalaron principalmente en el Parque Chaqueño con intervenciones muy intensivas
(dejando menos de 100 árboles/ha y sin cuidado de la regeneración), orientadas sólo a producir
pasto y en el corto plazo (Fig. 16). Estas prácticas son consideradas directamente como desmontes
por la Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal (UMSEF) del Ministerio de Ambiente
de Nación, inclusive algunas leyes como la de áreas forestales de Santiago del Estero, no los con-
sideran como una modalidad de manejo de bosque nativo, sino como un cambio de uso del suelo.
En síntesis, la aplicación de prácticas y esquemas de intervención que no permitían la sub-
sistencia del bosque, y que, en algunos casos, recibían subsidios de la misma ley de bosques.
Figura 16. SSP en el Parque Chaqueño con intervenciones muy intensivas (dejando me-
nos de 100 árboles/ha y sin cuidado de la regeneración), orientadas sólo a producir pas-
to y en el corto plazo
Arriba: Ejemplo de los mal denominados sistemas silvopastoriles en el Parque Chaqueño con intervenciones muy
intensivas y no sustentable. Abajo: Ejemplo de un lote con rolado de baja intensidad bajo Manejo de Bosques con
Ganadería Integrada (MBGI) en Santiago del Estero. Fuente propia.
En este marco se realza la importancia de contar con propuestas de manejo que congenien
las expectativas de producción con la conservación de los demás servicios ecosistémicos de
los bosques nativos. La necesidad del estado de compartir una visión integral en la implemen-
tación de políticas de bosque y ganadería cuando comparten un mismo territorio, llevó a que,
en el año 2014, la Secretaría de Ambiente y el Ministerio de Agricultura junto con el INTA con-
formen una mesa que elaboró el Acuerdo técnico. Con el objetivo de implementar un Plan Na-
cional de Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI), en 2015 se firma el Convenio
Marco Interinstitucional entre los actuales Ministerios de Agroindustria y el de Ambiente y Desa-
rrollo Sustentable de la Nación para la implementación del acuerdo técnico sobre “Principios y
Lineamientos Nacionales para MBGI” (Navall et al., 2016). El mismo es un plan político-
técnico, que permite establecer acuerdos intersectoriales de articulación de herramientas técni-
co-financieras, con el fin de optimizar los recursos del estado, garantizar la distribución cohe-
rente y equitativa de los mismos, y la aplicación de los lineamientos por parte de las provincias
y los productores. El MBGI propone el manejo integral del ecosistema, como una herramienta
de desarrollo frente al cambio de uso del suelo, donde se incluye al bosque nativo en la matriz
productiva, como un agente proveedor de servicios ecosistémicos, especialmente en lo que
respecta a la producción ganadera y forestal. Dicha propuesta se basa en la adopción de tec-
nologías de bajo impacto ambiental, con una visión integral del ambiente que busca el equilibrio
entre la capacidad productiva del sistema, su integridad y sus servicios, bajo el principio de
mantener y mejorar el bienestar del productor y las comunidades asociadas. Por lo tanto, el
término MBGI se refiere a la planificación de todo tipo de actividad ganadera y forestal dentro
de un bosque nativo, ampliando así, el concepto de Prácticas Silvopastoriles Tradicionales.
El marco conceptual donde se sustenta el acuerdo técnico MBGI, está basado en la provi-
sión de servicios ecosistémicos por parte de los bosques, y en un esquema de manejo adapta-
tivo para definir las intervenciones. Este marco permite avanzar con una base técnica en la
toma de decisiones sobre el uso de la tierra y el manejo de los recursos naturales, de manera
de conservar la provisión de servicios ecosistémicos y evitar los impactos ambientales y socia-
les asociados a la pérdida de los mismos. El marco conceptual MBGI parte de una concepción
no dicotómica de las relaciones entre las sociedades y los ecosistemas, lo cual determina un
socio-ecosistema compuesto por un sub-sistema biofísico en el cual se ubica el bosque nativo y
los procesos naturales que permiten la provisión de los servicios ecosistémicos, un subsistema
económico-productivo el cual se rige por el sistema económico dominante en un momento de-
terminado y que determina las políticas públicas, y un sub-sistema socio-político-cultural que
refleja la organización social, de una empresa forestal o familias que aprovechan el bosque
nativo desde una dinámica cultural particular (Fig. 17). En este esquema se debe enmarcar el
manejo forestal del bosque nativo, ganadero y las interrelaciones entre cada uno de los sub-
sistemas, como la dinámica de estas en el tiempo y en el espacio.
Figura 17. Marco para la valoración integrada de los bosques que considera tanto la
prestación de servicios y bienes del ecosistema (oferta) como el uso y valor por parte de
la sociedad (demanda), incluidos los valores ecológicos, culturales y monetarios.
MBGI plantea 7 lineamientos técnicos para cumplir los objetivos y guiar los planes de manejo:
1. Todo plan de MBGI se ajusta a los contenidos mínimos para Planes de Manejo
Sostenible de Bosques Nativos: propone una planificación integral de uso, donde se
definan claramente las metas y objetivos específicos para cada componente del siste-
ma y se diseñen las intervenciones respecto de un estado de referencia del bosque y
su estado actual. Un Plan de Manejo Sostenible es el documento que sintetiza la orga-
nización, medios y recursos, en tiempo y espacio, del aprovechamiento sostenible de
los recursos forestales maderables y no maderables y los servicios que provee el eco-
sistema como la producción de alimentos y energía en un bosque nativo o grupo de
bosques nativos. Por lo tanto, el plan debe incluir una descripción pormenorizada del
establecimiento en sus aspectos ecológicos, legales, sociales y económicos, así como
también un inventario forestal o del recurso no maderable objeto de aprovechamiento o
algún otro tipo de relevamiento con un aceptable nivel de detalle para la toma de deci-
siones en cuanto a la silvicultura a aplicar o a las medidas a implementar según la mo-
dalidad de que se trate. Los contenidos mínimos de los Planes de Manejo Sostenible
son establecidos y periódicamente actualizados por el Consejo Federal del Medio Am-
biente (COFEMA). Para ello, se necesita realizar una caracterización detallada Estado
cos de sustentabilidad del emprendimiento. Las especies forrajeras implantadas para in-
crementar la oferta forrajera compatibles con el MBGI serán definidas a nivel regional por
los organismos competentes en la materia. Por ejemplo, para el Chaco árido y semiárido
las especies son Panicum maximun Jacq. y Cenchrus ciliaris L.
4. La organización de actividades incluye un plan de manejo forestal que permita
conducir la estructura del bosque y monitorear su estado periódicamente: el es-
quema de tratamientos propuesto para cada sitio intervenido debe basarse en la dinámi-
ca natural del bosque, con el fin de asegurar su regeneración. Se establece que la es-
tructura resultante del aprovechamiento forestal debe ser representativa del bosque de
referencia para la región, tanto en la composición de especies (en cuanto a su riqueza y
abundancia) como en la distribución diamétrica. A su vez, establece que se deberá con-
templar un remanente de árboles que cumplan con otras funciones del bosque como co-
bertura, producción de semillas, hábitat de fauna, ciclado de nutrientes, etc. Por ejemplo,
se define para formaciones de Quebrachal en sitios ecológicos de “alto” de la región del
Chaco semiárido, que las existencias mínimas de área basal que deben mantenerse sea
de 6 m2/ha, con una distribución irregular balanceada, mientras que las cortas no deben
superar la posibilidad forestal del tramo de corta, ni el 30% del área basal total. Para
alentar la aplicación exitosa del manejo forestal en el marco de MBGI, es deseable pro-
mover el agregado de valor a los productos forestales y la promoción de la diferenciación
de los productos madereros y no madereros, junto con la mejora de las capacidades y
condiciones del empleo en el sector agro-forestal.
5. Manejo ganadero: el manejo ganadero explicitado en el plan de manejo integral debe ade-
cuarse a las posibilidades reales del sistema, en un horizonte temporal que tenga en cuenta
la variabilidad interanual de las condiciones ambientales, contemplando las distintas fuentes
de forraje, la planificación de reservas de forraje y la eficiencia productiva, permitiendo en to-
dos los casos, la regeneración del bosque. Asimismo, atendiendo a la variabilidad productiva,
y para evitar los efectos adversos que provoca el sobrepastoreo, es necesario el monitoreo
de la carga ganadera (ajuste de carga) y la planificación de reservas forrajeras. Un plan de
MBGI debe contemplar una meta y estrategias de eficiencia productiva. En el caso de siste-
mas ganaderos de cría, se deberá poner especial énfasis en alcanzar niveles de procreo
adecuados para evitar el impacto de ganado improductivo sobre el sistema.
6. Contingencias: establece que el plan MBGI debe contener un sistema de prevención y
control de incendios forestales y de pastizales asociados, y de situaciones de sequías
prolongadas para prevenir o controlar los impactos negativos sobre el sistema. Las prác-
ticas ígneas de eliminación de residuos vegetales provenientes de los tratamientos apli-
cados se consideran una práctica excepcional, sólo recomendable cuando exista una
amenaza cierta de incendio forestal. En caso de sequía, se recomienda establecer reser-
vas hídricas para consumo del ganado. Si existiesen alarmas de prevención de las mis-
mas, se recomienda realizar ajustes de carga animal y reservas forrajeras.
7. Manejo del agua: establece la planificación y el diseño del uso eficiente y productivo del
Estos lineamientos técnicos de MBGI precisan definiciones por parte de organismos de go-
bierno provinciales que les den sentido y operatividad a escala local, manteniendo el balance y
la integración de las bases productivas, ambientales y sociales que están plasmadas en los
principios de sustentabilidad. Aspectos tales como tipos de bosque, estados de referencia,
umbrales de intervención, protocolos de acción, valores especiales de conservación y estable-
cimiento de corredores biológicos deberán desarrollarse en mayor detalle a escala provincial, y
revisarse periódicamente a la luz de los resultados en un enfoque de manejo adaptativo.
Dentro de la planificación predial se prevé que la mayor parte de la unidad de producción esté
manejada a través de intervenciones de bajo impacto y una proporción menor esté destinada a: (i)
conservación exclusiva (núcleos y corredores ubicados en consonancia a la situación de contexto
en que se encuentre el predio); y (ii) áreas de “sacrificio” para la producción intensiva de forraje que
permita producir reservas y preservar del pastoreo lotes en regeneración. Estas áreas de sacrificio,
deberán ubicarse prioritariamente en áreas ya perturbadas o aún degradadas, a fin de recuperar su
producción a través de prácticas de rehabilitación (e.g. chacras abandonadas y/o en uso).
En cuanto al área de manejo de bajo impacto, se proponen intervenciones secuenciales (ro-
tación espacio-temporal) de todos los componentes del sistema, manejando al bosque dentro
de los límites de su resiliencia. En el caso del estrato arbustivo, el objetivo de su manejo es
liberar recursos (espacios, agua, nutrientes) para favorecer la producción forrajera, controlando
su cobertura y densidad secuencialmente y de manera rotativa. Este concepto se aleja del pro-
puesto por esquemas de intensificación ganadera de alto impacto, ya que reconoce el rol del
estrato arbustivo en la prestación de servicios ecosistémicos, clave tanto en la regulación eco-
lógica como en la provisión de bienes: aporte de materia orgánica al suelo, provisión de forraje,
manteniendo del proceso de infiltración de agua, control de la erosión hídrica y eólica, el cicla-
do de nutrientes, entre otras (Carranza y Ledesma, 2005; Peri et al., 2017b).
El aprovechamiento forestal se ajusta considerando las tasas de crecimiento de los rodales
y bajo pautas que contemplan el mantenimiento de un stock y cobertura remanente mínimos, la
preservación de hábitat para la conservación de la biodiversidad y de los demás servicios de
sostén y regulación del sistema. Para el Parque Chaqueño, se propone un manejo irregular en
forma policíclica de la masa arbórea manteniendo la estructura heterogénea del bosque nativo,
cuya posibilidad de un aprovechamiento actual queda expresada por la cantidad de árboles
comerciables maduros. Las prácticas para favorecer la regeneración, las podas sanitarias, los
raleos y el aprovechamiento de árboles maduros se realizan simultáneamente en una misma
intervención, tomando como una referencia el mantenimiento de la distribución diamétrica de “J
invertida”. El manejo ganadero en tanto, se debe adaptar a los requerimientos para la regene-
ración del bosque. De esta manera, al disminuir la intensidad, frecuencia y escala espacial en
que se aplican los tratamientos, el impacto sobre la biodiversidad y los servicios de sostén y
regulación es menor. La propuesta tiene fundamentos en la valoración de la diversidad y servi-
cios ambientales claves para estos sistemas productivos, y para mantener la integridad ecoló-
gica de todo el paisaje. Estas propuestas fueron las bases para lo que hoy se denomina MBGI,
que se diferencia de otros manejos silvopastoriles en que la base del sistema es siempre el
manejo y uso del bosque, al cual se integra la ganadería. La propuesta MBGI se adapta sin
inconvenientes a sistemas productivos de pequeños productores campesinos, ya que el man-
tenimiento de la biodiversidad permite el uso múltiple que normalmente realizan. Productores
más especializados en ganadería bovina, medianos y grandes, tienen reparos en su implemen-
tación, ya que tienden a optar por sistemas más simplificados, no visualizando el rédito que
pueda tener para sus expectativas mantener cobertura arbustiva, aun cuando en muchas situa-
ciones eliminar este estrato supone importantes riesgos económicos y ambientales, sobre todo
cuando se trata de regiones áridas/semiáridas y en contexto de cambio climático. Se debe en-
tender que MBGI es una propuesta que trata de congeniar producción y conservación en el
contexto de una ley que ordena y establece que, en bosque bajo categoría de protección inter-
media, las actividades productivas no pueden hacer perder al bosque su integridad ecológica.
El convenio MBGI se sustenta en un informe técnico que presenta prácticas concretas de mane-
jo y de diseño de la planificación predial, muchas de ellas tomadas de un caso de estudio en Chaco
Semiárido, que deben ser interpretadas sólo a modo ilustrativo. Como quedó expuesto, las prácti-
cas en cada predio estarán sujetas a condiciones particulares de ese sistema socio-ambiental. La
propuesta MBGI, como máxima intervención plantea un 10% o más de la superficie boscosa del
predio como área para conservación de la biodiversidad, conectividad, y resguardo de la fauna
silvestre, donde no podrán realizarse actividades ganaderas o forestales. Esa superficie se determi-
nará tomando como referencia aquellos bosques de mayor grado de conservación dentro de cada
predio y se proyectará dentro de ella. También, la propuesta contempla el desarrollo de un banco
forrajero con el fin de incorporar un mecanismo para quitarle presión al bosque nativo, cumpliendo
una función esencial en el mantenimiento del sistema forestal y ganadero. La superficie máxima con
destino a Banco Forrajero establecida en los lineamientos del convenio es el 10% o menos del área
ocupada por bosques en el predio. Dependiendo del planteo productivo o por motivos circunstancia-
les, estas áreas exclusivas pueden ser utilizadas tanto para la implantación de pasturas como para
cultivos, fundamentalmente sorgo, maíz, alfalfa o pasturas mejoradas en función de la actividad
ganadera. El resto del predio (80%) es destinado en el Parque Chaqueño a prácticas de RBI (Rola-
do de Baja Intensidad) donde se controla el estrato arbustivo, pero dejando un remanente de cober-
tura arbustiva mínimo del 30% por cada hectárea intervenida (Fig. 18) o raleos sucesivos para los
bosques de ñire en la región Patagónica.
En el país, diez provincias formalmente adhirieron al Convenio MBGI con diferentes grados de
avance. Las provincias de Salta, Chaco, Formosa y Santiago del Estero firman la adhesión al
convenio MBGI en el año 2015. Las provincias Patagónicas (Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa
Cruz y Tierra del Fuego) firman el convenio en el año 2016 en el marco de las V Jornadas Fores-
tales Patagónicas – III Jornadas Forestales de Patagonia Sur realizadas en la ciudad de Esquel
(Chubut). Luego se adhiere la provincia de Jujuy firmando el acuerdo en el año 2018. Cada pro-
vincia tiene su comité técnico provincial MBGI integrados por autoridades relacionadas al bosque,
ambiente y ganadería, como así también representantes de la ciencia y tecnología (INTA, Univer-
sidades, CONICET, Colegio de Ingenieros Agrónomos y Forestales) y productores. En estos
comités técnicos se establecen en el marco del convenio nacional MBGI pautas de manejo adap-
tadas a cada región, planes de manejo y sitios pilotos representativos MBGI, capacitaciones diri-
gidas a formuladores y productores.
Teniendo en cuenta los múltiples aspectos que involucra al MBGI es necesario evaluar y
monitorear distintas variables relacionadas a las dimensiones socio-económicas y ambientales.
Considerando que una característica de MBGI es el manejo adaptativo, actualmente se están
instalando Sitios Pilotos en que serán monitoreadas en sus consecuencias sobre aspectos
ambientales, productivos y socio-económicos a través de un sistema de indicadores elaborado
para este fin. Para el conjunto de lineamientos definidos en MBGI pretende que la combinación
de actividades ganaderas y forestales permita el mantenimiento de los componentes estructu-
rales y funcionales del bosque nativo, y por ende de sus servicios ecosistémicos. Es decir, los
indicadores responden a los principios básicos de sustentabilidad: a) La capacidad productiva y
la productividad del ecosistema deben mantenerse o mejorarse; b) La integridad del ecosiste-
ma y sus servicios deben mantenerse o mejorarse; c) El bienestar de las comunidades asocia-
das a su uso debe mantenerse o mejorarse. La importancia de contar con un conjunto de indi-
cadores de seguimiento permitirá a los organismos gubernamentales con competencia en la
gestión de los bosques nativos (por ejemplo, los Comité Técnicos Provinciales en la aplicación
del MGBI), aparte de contar con una línea de base, evaluar el impacto de los Planes de Manejo
sobre los principales procesos naturales en el estado de conservación de los bosques y en la
calidad de vida de la población asociada a ellos.
En un proceso participativo (consulta amplia a expertos y trabajo de taller para la redefini-
ción y priorización de indicadores) y por indicación de la Mesa Nacional MBGI se generaron los
indicadores de monitoreo a escala predial. Por ejemplo, para la región Chaqueña se acordó por
consenso de especialistas 17 indicadores (7 ambientales, 4 socio-económicos, 6 productivos)
para el monitoreo a escala predial (Tabla 5) (Carranza et al., 2015; Allagia et al., 2019).
En forma similar en el año 2016, con una metodología similar, se determinó 25 indicadores de
sustentabilidad para el monitoreo de MBGI a nivel predial para la región Patagónica (Tabla 6).
baja inversión de trabajo y capital, hasta los intensivos donde la incorporación de recursos
y tecnologías permite principalmente mejorar la calidad y cantidad de forraje disponible
para los animales (por ejemplo, implantación de pasturas en SSP con plantación de pino en
Misiones). Estos antecedentes dan pauta de la falta de información a nivel predial (escala
espacial productiva) y en períodos anuales de producción. En este sentido, la escala espa-
cial en general determinaría con mayor potencia el componente animal. Se deduce del aná-
lisis que sería conveniente propiciar ensayos o estudios con diseños experimental es sim-
ples a largo plazo (escalas temporales mayores), que pueda integrar mediciones de las
diferentes disciplinas (producción forestal, ecología, pasturas, componente animal y eco-
nomía) y que a la vez sea claramente presentado al productor como un área de mostrativa
que genere información que se puede ajustar a su establecimiento.
Se ha avanzado en el conocimiento de estos sistemas principalmente en la producción y ca-
lidad del componente forrajero e interacciones con el estrato arbóreo, y en menor medida en
los aspectos relacionados a la producción animal. El conocimiento de estas interrelaciones
entre árboles-pastos-animales nos brinda actualmente herramientas para el manejo del sistema
silvopastoril, las cuales optimizarán la producción y la sustentabilidad del recurso. Los sistemas
silvopastoriles en bosque nativo toman relevancia a partir de la promulgación de la Ley de Pre-
supuestos Mínimos Ambientales para la protección de los bosques nativos, la cual podría fi-
nanciar parte de los costos del manejo.
Sin embargo, por tratarse de sistemas complejos, aún resta profundizar varios aspectos re-
lacionados al manejo de estos sistemas silvopastoriles, los cuales pueden tomarse como li-
neamientos futuros de acción para el sector de investigación, productores e instituciones dedi-
cadas al desarrollo. A modo orientativo se sugieren los siguientes lineamientos futuros: (i) Es-
tudios de producción y manejo animal a escala de establecimientos durante todo un ciclo pro-
ductivo. (ii) Fortalecer la factibilidad de instalación de industrias primarias o secundarias alter-
nativas (producción de tableros, parquet, muebles) con el fin de aumentar el valor agregado de
los productos madereros provenientes de los sistemas silvopastoriles. (iii) Es importante brindar
herramientas económicas actualizadas y a diferentes escalas (predial y provincial) en el marco
del uso silvopastoril. (iv) Son necesarios futuros estudios que profundicen sobre el impacto a
nivel paisaje, la conectividad para la vida silvestre a escala regional, el mantenimiento de la
biodiversidad y los servicios ambientales. (v) Integrar el conocimiento generado con políticas de
desarrollo local, provincial y nacional para la expansión y mejor uso de los sistemas silvopasto-
riles en bosque nativo.
Para que MBGI alcance los objetivos de aumentar la productividad conservando los demás
servicios ecosistémicos de los bosques nativos, necesariamente los planes de manejo predia-
les deben estar contextualizados en relación a su conectividad con el resto del paisaje y al ám-
bito socio-productivo en que se desarrollan. Tratándose de una propuesta de manejo sustenta-
ble adaptativo, es fundamental que MBGI se entienda como proceso y que como tal se monito-
ree su desempeño en el tiempo. Asimismo, es necesario generar una red de Sitio Pilotos con
un monitoreo Socio-Ambiental de MBGI. El monitoreo de corto-mediano y largo plazo, debería
llevarse a cabo en Sitios Pilotos en predios con bosques de las Ecorregiones del Chaco y de
Patagonia que evalúen (experimentalmente) diferentes niveles y configuraciones de interven-
ción y sus efectos sobre funciones y servicios ambientales claves.
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Introducción
Citrus sinensis, Zea mayz, Oryza sativa), la superficie disponible para ganadería es de 5.7
millones de hectáreas pastoreadas por 5.1 millones de cabezas de ganado vacuno. Ade-
más, cuenta con cerca de 0.5 millones de hectáreas forestadas. Ambos sectores producti-
vos (ganadero y forestal) tienen planes estratégicos de crecimiento, tanto en cabezas de
ganado como de hectáreas forestadas respectivamente. Pero si tenemos en cuenta que la
superficie disponible es la misma, una opción inteligente de uso del suelo sería compartir la
tierra a través de los Sistemas Silvopastoriles. Hoy existen aproximadamente 50 mil hectá-
reas con SSP, siendo potencialmente posibles llegar a un millón de hectáreas, sin despla-
zar a la ganadería.
En Nueva Zelandia se iniciaron regímenes de manejo denominados ¨Directos para ase-
rraderos¨, en los cuales al momento de realizar la última poda se definía la densidad final
hasta el momento de cosecha. Con este manejo era posible el ingreso de luz debajo del
dosel forestal permitiendo el crecimiento de los pastos y consecuentemente su utilización
con pastoreo. El fundamento técnico era producir madera de calidad en el menor tiempo
posible, favoreciendo el crecimiento individual al disminuir la competencia, concentrando el
crecimiento forestal en un número reducido de árboles. Un axioma que debe comprenderse
desde el inicio es que en los SSP se produce menor cantidad de madera (existe un sub
aprovechamiento del suelo forestal) pero el producto final tiene mayor rendimiento indus-
trial y por lo tanto mayor valor unitario que la madera producida por una forestación con
manejo tradicional.
Fuente: propia
Fuente: propia
Figura 3: Efecto de las heladas sobre la pastura de Brachiaria brizantha a cielo abierto
y debajo del dosel de Eucalyptus grandis.
Una vez seleccionado el suelo, las especies forestales, forrajeras y el manejo durante la
plantación, el éxito del SSP dependerá de la correcta realización de dos operaciones: el raleo y
la poda. Mediante. Los raleos disminuyen la densidad de árboles permitiendo el ingreso de luz
y el crecimiento diamétrico de los árboles seleccionados. Las podas se utilizan para quitar las
ramas basales y así mejorar la calidad de la madera (libres de nudos). Ambas tareas silvícolas
deben tener una secuencia tal que no afecten el normal pastoreo de los animales. Existe una
medida máxima para el diámetro del cilindro defectuoso que contiene las ramas cortadas, a
partir del cual comenzamos a producir madera de calidad. Es importante que tanto la poda
como el raleo sean realizados en el momento oportuno y sean considerados en el proyecto de
inversiones. En muchos casos los gastos de podas y raleos no comerciales igualan al costo de
plantación del primer año.
Es importante definir bien la densidad de plantación. En un principio los productores silvo-
pastoriles plantaban los árboles con las mismas configuraciones de una plantación en macizo
(3x2: 3 metros entre hileras por 2 metros entre plantas, 3x3, 4x2 o 4x2.5m.). Luego fueron au-
mentando la distancia entre las hileras de plantación a 5, 6 o 7 metros. El manejo de las densi-
dades se realizaba con varias intervenciones de raleo hasta llegar a densidades cercanas a las
100 plantas por hectárea al turno de corte (SSP permanente) o 200 plantas por hectárea con
pastoreo hasta el décimo año ya que luego el crecimiento de las forrajeras era impedido por la
sombra de los árboles (SSP temporario). Con el objetivo de simplificar el manejo de las densi-
dades compatibles con el ingreso de luz, a partir del año 1999 comenzaron a utilizarse diseños
de plantación denominados líneos apareados. Consistían en plantar dos líneos juntos (distan-
ciados a 4 metros en Pinus o 5 metros en Eucalyptus), separados del próximo par de hileras
por una calle más ancha (12 metros en Pinus y 20 metros en Eucalyptus). La distancia entre
plantas oscila entre 2,5 y 3 metros dependiendo del material genético y la posibilidad de co-
mercializar el primer raleo (Figura 4).
Como todas las prácticas agrícolas, esta configuración tiene ventajas y desventajas. El cos-
to es menor que plantar con el sistema en macizo, la densidad final al momento del corte final
es mayor (a igualdad de intercepción de luz), permite un manejo más flexible no dependiendo
tanto del momento del raleo comercial, en los callejones se pueden realizar cultivos agrícolas o
reservas forrajeras, entre otras tantas ventajas. Como desventaja, la principal es que se pierde
el efecto de protección ambiental de los árboles en todo el potrero, al no tener distribuidos ho-
mogéneamente los árboles, por lo menos esto ocurre así durante los primeros años.
La orientación de los callejones seleccionada por los productores fue de Este a Oeste, con-
siderado la pendiente del terreno (siempre plantar cortando la pendiente) y el drenaje del potre-
ro (no impedir el normal escurrimiento de las áreas inundables). La prioridad debe ser impedir
• aumentar el área forestal (considerando que es un negocio más rentable que el ganade-
ro) sin disminuir el área ganadera;
• aprovechar la promoción del Estado para invertir en árboles sin dejar de contar con el in-
greso del ganado;
• diversificar la empresa;
• complementar las actividades aprovechando la sinergia entre la ganadería y la forestación;
• incrementar el patrimonio de la empresa teniendo en cuenta futuras divisiones familiares;
• ingresar al negocio forestal sin perder las tradiciones culturales ganaderas heredadas;
• generar trabajo para las personas en propiedades pequeñas;
• utilizar suelos de inferior calidad;
• generar ingresos anuales con la ganadería hasta el momento de realizar la venta de las
forestaciones;
• mejorar el confort de los animales.
Una opción interesante para productores que no cuenten con el capital financiero para em-
prender un proyecto forestal, es arrendar a forestadores (con manejo SSP), de manera tal que
se pueda obtener un ingreso anual (equivalente a 3 o 4 veces la ganancia ganadera) y conti-
nuar con sus animales debajo de las forestaciones. A su vez, el arrendamiento forestal mejora
la rentabilidad de las empresas forestales que no tienen que invertir grandes sumas en la com-
pra de la tierra, pudiendo seleccionar los suelos de mejor calidad y la ubicación con respecto a
las industrias. La existencia de la Ley de Derecho Real de Superficie, ampara legalmente tanto
al inversor como al propietario de la tierra, favoreciendo el mejor uso de los recursos.
Así como se defienden los bosques atlánticos impidiendo su desmonte, existen otros recur-
sos con alto valor de conservación que son afectados por el avance de las forestaciones, nos
referimos a los pastizales naturales del Bioma Pampa. Allí anidan especies de aves en peligro
de extinción, son el sustento de herbívoros silvestres, se brindan servicios ambientales hídri-
cos, generan trabajo a comunidades tradicionalmente gauchas entre muchas otras ventajas.
Los pastizales de la Provincia de Buenos Aires fueron desplazados en su mayoría con el avan-
ce del cultivo de la soja. Esto mismo puede ocurrir con las forestaciones en los pastizales de
Corrientes. Hasta el momento con los Sistemas Silvopastoriles plantados con diseños en líneos
apareados, la modificación de los pastizales naturales no sufrió alteración con forestaciones de
18 años y callejones de 12 metros. Quizás con otras investigaciones podríamos conocer cuáles
son los cambios que se producen en la composición botánica y avifauna de estos sistemas.
Donde sí existe una alteración irremediable es en la modificación del paisaje.
La manera tradicional de calcular la densidad de plantación es determinando el área en me-
tros cuadrados utilizado por cada árbol y dividiendo 10.000 m2/ha por dicho valor. El área ocu-
pada por cada árbol es el resultado de multiplicar la distancia entre hileras por la distancia entre
plantas. Sin embargo, en los sistemas silvopastoriles una de las configuraciones cada vez más
utilizada es la que combina hileras múltiples (dos o más) separados por calles más anchas o
callejones (9 metros a más). Aquí la base del cálculo para definir la densidad es igual al criterio
utilizado anteriormente.
Lo primero que hay que definir es cuál es el área ocupada por cada árbol. Veamos un ejem-
plo de una plantación cuya configuración inicial será de 2 hileras separadas con un callejón de
15 metros con una distancia entre hileras de 5 metros y entre plantas de 3 metros (Figura 5).
Sería conveniente tener una nomenclatura común para describir las configuraciones de
plantación. La propuesta que hacemos es expresar entre paréntesis la cantidad de hileras,
luego la distancia entre hileras separada con el signo X de la distancia entre plantas y finalmen-
te la distancia del callejón separada con el signo +: (2) 5X3 + 15, indicaría dos hileras separa-
das a 5 metros con una distancia de 3 metros entre árboles y callejones de 15 metros.
Desde el punto de vista social los SSP permitieron desarrollar más puestos de trabajo en
la misma propiedad rural. Este trabajo además fue cambiando con el tiempo, siendo inicial-
mente marginal y ¨golondrina¨ hasta convertirse en calificado y con sentido de pertenencia en
los establecimientos.
La actividad forestal desarrollada por las principales empresas de la zona está bajo proce-
sos de certificación forestal (FSC - CerFoAr), esto generó un cambio positivo en las condicio-
nes de trabajo de las personas. Esto no tardó en extenderse a otras empresas vecinas y a
otras actividades como la ganadería y la yerba mate.
La gran diferencia entre hacer empresas y hacer negocios radica en cumplir sueños (hacer
empresas) o buscar rentabilidad (hacer negocios); tener valores compartidos o tener valores
pragmáticos; buscar trascendencia o buscar inmediatez; tener como fin las personas o tener
como fin el dinero. Los SSP tienen mucho de lo primero.
El negocio forestal como cualquier emprendimiento agropecuario, está sujeto a las siguien-
tes condiciones: clima, precios, plagas y enfermedades. Además, se deberían agregar: la posi-
bilidad de incendios forestales, el tiempo de espera para la cosecha, el cambio de hábitos de
los consumidores y la posibilidad de que la administración de las plantaciones sea realizada por
nuevas generaciones de propietarios. Todas estas, aparentes desventajas deben ser compen-
sadas con la posibilidad de aumentar el patrimonio de la empresa. Generalmente la actividad
que compite por el recurso suelo es la ganadería, de menores resultados económicos; esto
motiva emprender en el negocio forestal buscando mejorar la rentabilidad. Un SSP tiene que
tener como condición principal no desplazar a la ganadería. Ya sea como fuente de recursos
financieros ante la inmovilización del capital en las forestaciones o como criterio deliberado de
mantener diversificadas las actividades del establecimiento.
Muchas veces comenzamos un proyecto forestal impulsados por las ganas de producir,
cumplir un sueño o imitar a otros productores, sin tener en cuenta aspectos esenciales. No está
mal. Siempre hay tiempo para ordenar y generar los estudios necesarios para re-direccionar
acciones. Lo primero que hay que hacer es algo sencillo: escribir el Plan de Negocios. Tiene
que ser simple, no colocar cosas superfluas, únicamente lo importante. Debe contener el obje-
tivo, las metas (es poner cantidades a los objetivos, hectáreas, toneladas, etc.), los recursos
necesarios (suelo, dinero, jornales), los beneficios a obtener, cómo se piensa comercializar,
dónde, etc. Es decir, todo lo que ayude a realizar el planeamiento del Proyecto desde el punto
de vista operativo.
Ayuda mucho a definir el plan de negocios tener una Matriz de Decisión donde se pueda se-
leccionar todas las características del emprendimiento: destino de la madera, si existe o no una
integración vertical con la industria, las distancias a los mercados, si el mercado será nacional o
internacional, turnos de corte, suelos, financiación, proporción de suelos forestables sobre el
total, nivel de conocimientos, complementación con la ganadería, escala productiva, competen-
cia con la agricultura, amenazas de enfermedades, posibilidad de heladas, certificaciones inter-
nacionales, acceso a empresas de servicios forestales.
El planeamiento consiste en armar el programa de trabajos, calcular los insumos necesa-
rios, estimar los tiempos y ubicarlos en un calendario. El tercer documento necesario para un
buen proyecto forestal es el Presupuesto Financiero. Debe contemplar los ingresos y egresos
desde el punto de vista financiero (concepto de percibido no de devengado que es mas conta-
ble) ubicados en el momento en que se harán efectivos, considerando los plazos.
Armar el Presupuesto Financiero es una parte del proceso de presupuestar. Debe estar
acompañado por el Control Presupuestario, cuya periodicidad puede ser desde un extremo,
semanal hasta trimestral. Nos indica la evolución de los saldos mensuales y los desvíos entre
lo realizado y lo presupuestado. Es importante que se manejen las mismas cuentas en el Pre-
supuesto Financiero y en la Contabilidad de Gestión para evitar el trabajo de ordenarlos. Mu-
chas veces controlar mensualmente el Presupuesto Financiero nos permite tomar decisiones
que definen una buena gestión económica.
De igual manera que el Control Presupuestario, contar con un Tablero de Control, nos per-
mite monitorear la marcha del proceso productivo. El Tablero de Control o Tablero de Coman-
dos es una herramienta administrativa que mediante una serie de indicadores alertan sobre
desvíos que se produjeron. Debe tener únicamente los indicadores que tengan influencia en el
resultado de la Empresa (igual que los de un automóvil: combustible, aceite, temperatura, revo-
luciones por minuto del motor). Existe una metodología para su confección, la misma tiene que
tener un responsable de generar el indicador, la base de datos desde donde provengan los
valores, claridad en la fórmula utilizada para su cálculo, periodicidad y valores críticos o umbra-
les a partir del cual se alertará al administrador para hacer correcciones.
Contar con buenos inventarios forestales, es definitivo para hacer un buen control de ges-
tión. El inventario forestal está formado por dos partes: la medición de la superficie y la medi-
ción de la madera existente. En el primer caso, comúnmente llamada Cartografía, existen mu-
chas herramientas basadas en imágenes satelitales que pueden ser usadas con mucha exacti-
tud. Se debe definir previamente la nomenclatura que se manejará para identificar los lotes
forestados. Existen muchos sistemas, lo importante es que sea fácil su detección y coincidan
con la cartografía. Saber bien cuál es la superficie forestada es importante para controlar los
pagos a las empresas contratistas, calcular la cantidad de insumos necesarios, programar las
cador que pueda comparar el negocio forestal con el ganadero es el Ingreso Anual Equiva-
lente (IAE) cuya unidad $/ha/año puede ser comparada con el resultado económico de la
ganadería (Jacobson,1999). En la mayoría de los casos analizados en la Provincia de Co-
rrientes, el IAE triplicó o quintuplicó el Margen Bruto Ganadero (Ingresos - Gastos Directos).
La TIR de los proyectos SSP oscila entre 13 y 25 % en los casos analizados, sin considerar
el costo de la tierra en la inversión inicial.
La ausencia de un buen presupuesto financiero de la inversión forestal puede generar serios
inconvenientes financieros si no se cuenta con ingresos anuales que cubran los gastos operati-
vos. Es aquí donde la promoción forestal del Estado brindó una buena ayuda. Un error muy
común es planificar la inversión calculando el costo de plantación olvidándose del dinero nece-
sario para el manejo forestal (raleos, podas, cortafuegos, etc.)
Trabajar con dos productos permite al productor manejar relaciones de precios y costos pa-
ra determinar a lo largo de los años la conveniencia de intensificar la plantación forestal ven-
diendo ganado o aumentar el rodeo ganadero vendiendo madera. Los promedios de precios
del CREA Tierra Colorada demostraron que en el período 2007/2008 fue el mejor momento
para comprar terneros vendiendo rollos de Pinus (21 kg de ternero comprados con una tonela-
da de Pinus vendido, versus un promedio de 13 kg.). Por otro lado, en el período 2010/2011 se
necesitaban 80 kg de ternero para plantar una hectárea de SSP comparando con el promedio
de 174 kg de ternero por hectárea plantada.
A través del indicador LER (Land Equivalent Ratio, cuadro 3) se puede establecer el nivel
de competencia entre monocultivos (plantaciones forestales o ganadería) con la combinación
en la misma superficie de ambas actividades (SSP). Esto permite calcular la superficie de
tierra necesaria para obtener la misma cantidad de producción en volumen o en valor eco-
nómico con respecto a la combinación en un modelo agroforestal. Equivale a la suma de las
fracciones de los rendimientos combinados con respecto al cultivo puro. Relaciona el valor
económico de la producción conjunta respecto a la producción individual por unidad de su-
perficie (Terreaux y Chavet, 2004).
El crecimiento de las plantaciones forestales, al igual que cualquier organismo vivo, está re-
presentado por una curva sigmoidea, donde al principio el crecimiento es lento, luego se acele-
ra para finalmente tender a la horizontal. Por lo tanto, el IMA de cualquier variable medida irá
disminuyendo con la edad.
Otro indicador es el Incremento Corriente Anual (ICA). A diferencia del IMA, el ICA mide la
diferencia entre dos evaluaciones consecutivas. La diferencia dividida entre ambas mediciones
genera como resultado el ICA. La fórmula es la siguiente:
Al conocer la Altura Total de los mejores árboles y correlacionar esta variable con la Edad
de las plantaciones podemos determinar el Índice de Sitio (IS). Este indicador refleja la aptitud
del suelo forestal ya que está directamente relacionado con la capacidad de crecimiento en
altura de los árboles (Figura 7). Cuanto mayor sea la altura de los árboles a la misma edad,
mayor será el Índice de Sitio. Conocer el IS permitirá proyectar crecimientos y predecir rendi-
mientos. Técnicamente en pinos el IS representa la altura que tendrán los mejores 100 árbo-
les/ha a la edad de 15 años.
emisiones de CO2eq no sólo en términos absolutos, sino también en relación a los kilogramos
de producto pecuario o forestal, como indicador. En promedio podría calcularse que una hectá-
rea de SSP captura el CO2eq emitido por 5 a 15 cabezas de ganado según sea la especie fo-
restal, la actividad ganadera y el ciclo de la forestación.
El cuidado del suelo, del agua, la biodiversidad, el bienestar animal, la menor dependencia
de insumos externos, el menor uso de agroquímicos, el cuidado de la identidad cultural y el
desarrollo de las personas forman parte indisoluble de una ¨Ganadería Sostenible¨. Allí los
Sistemas Silvopastoriles constituyen un pilar fundamental.
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nes, Argentina.
Introducción
Por otro lado, en épocas recientes resurgen los huertos familiares como sistema agrofores-
tal que integra varios estratos productivos en pequeños o medianos productores de la agricultu-
ra familiar. Una de las experiencias dignas de conocer es la llevada adelante por PUSALI (Pro-
ductores Unidos de Santiago de Liniers), aunque no hay un número de hectáreas de produc-
ción sino árboles de distribución aleatoria en huertos familiares. En el año 2019, se realizó una
plantación de árboles de manera regular de un cuarto de hectárea de distintas especies frutales
nativas a modo de experiencia. La asociación tiene como objetivo desarrollar una cadena pro-
ductiva alternativa. Al momento se realizaron cosechas de la fruta, se experimentaron y docu-
mentaron prácticas de despulpado y rendimiento de pulpa y se elaboraron dulces, panificados y
helados artesanales (Chifarelli et al. 2019).
De todas maneras, el sistema agroforestal más difundido y de mayor importancia económica
en la provincia de Misiones, junto a los sistemas silvopastoriles, es la arborización de yerbales,
por lo cual en este capítulo este sistema es abordado a mayor profundidad, además de com-
partir con las demás combinaciones productivas la mayoría de las ventajas y dificultades.
La yerba mate, Ilex paraguariensis A. St.-Hil., Aquifoliaceae, es un árbol nativo que forma
parte del dosel intermedio del Bosque Atlántico Interior en Argentina, Paraguay y Brasil (Eibl et
al., 2015). Esta especie ha evolucionado durante miles de años para integrarse al estrato me-
dio de esa formación boscosa2. En los yerbales tradicionales o convencionales, a cielo abierto,
con manejos inadecuados de suelo y planta, observamos una declinación paulatina y continua
de la producción. Esto es debido a la pérdida de condiciones apropiadas en el suelo (de su
fertilidad, tanto biológica como física y química), y al deterioro de la estructura productiva de la
planta (el daño en sus ramas cargadoras principales). ¿Cuáles son las causas? La mecaniza-
ción excesiva: pasaje de rastras y arado tatú, que pulverizan el suelo; la macheteadora y el
tractor, cuyo peso en suelo húmedo produce compactación; la cosecha con cortes y quebradu-
ras que dañan las ramas por el uso de herramientas inadecuadas, o en malas condiciones,
desafiladas, además del efecto del sol y las heladas, los herbicidas, etc., que atentan contra la
sustentabilidad de un yerbal.
Nuestros agroecosistemas yerbateros deberían parecerse al monte, sin embargo, han
predominado las plantaciones a cielo abierto. La planta de Yerba Mate tiene una corteza
muy sensible a las condiciones que se dan a cielo abierto. Basta recorrer los yerbales, en
cualquier sitio, para observar que las ramas que están expuestas al sol de la tarde, y espe-
cialmente aquellas más horizontales (que abren la copa) que reciben directamente el sol
2
Al Bosque Atlántico Interior también se lo denomina como Selva Paranaense.
del mediodía, están con frecuencia fuertemente dañadas, con grandes secciones podridas,
desecadas o descascaradas, es decir, en distintas etapas de un proceso que termina con
la muerte de esa parte de la estructura, o incluso si es masivo el daño, de la propia planta.
Cada rama dañada o cada planta muerta significan menores cosechas (Figura 2). También
implica entrar al yerbal con el serrucho o la motosierra a realizar una poda de rejuveneci-
miento, conocida como “rebaje”, y eso implica esperar un tiempo para recuperar nueva-
mente la estructura productiva, es decir, perdemos rendimiento durante ese período de
espera (hasta tres años).
También se manifiestan daños cuando hay heladas intensas o con granizo, con o sin
vientos. La disminución del efecto de una granizada tiene que ver con que la cobertura de
los árboles actúa como un “paraguas”, amortigua o disminuye la energía del granizo, la
absorbe y el impacto sobre las plantas del estrato inferior, el yerbal, se reduce dada la me-
nor energía con la que llega a las plantas. Entonces el daño queda en el estrato alto, que
no es lo que cosechamos todos los años, y que además se recupera bien con el tiempo. El
arbolado disminuye muchísimo el daño de las ramas, que son las que cargan nuestra co-
secha futura.
Foto: G. Reutemann
Todo esto nos indica que debemos cubrir los yerbales acompañándolos con árboles. De
otra manera, la planta muestra los síntomas de su falta de adaptación al sol directo, y la cose-
cha debe dejar un porcentaje de hojas para proteger su estructura. Debemos entonces, traer el
bosque a la chacra, al “kokue” (chacra, en guaraní).
¿Qué nos brinda el monte? ¿Cuáles son las condiciones del bosque que favorecen a la
Yerba Mate? (ver Fig. 1). En el bosque hay sombra permanente, la presencia de los árboles
modera la temperatura, haciendo que la mínima en invierno sea mayor que a cielo abierto y
la máxima en verano sea menor, no hay exposición al viento, hay diversidad biológica, arriba
y dentro del suelo, y esa biodiversidad es muy activa, es funcional, el agua infiltra en ma yor
Fig.3 Izquierda, Cobertura de suelo en yerbal sombreado, fotografía el 18 de diciembre de 2014. Paraje Bayo Troncho,
Los Helechos, Oberá. Derecha, Detalle de la misma parcela prácticamente libre de “malezas”; cobertura de buenas
hierbas como Plantago major (llantén). Fotos: G. Reutemann
Fig.4. Izquierda, Cobertura de suelo en yerbal no sombreado, fotografía tomada el 18 de diciembre de 2014. Paraje
Bayo Troncho, Los Helechos, Oberá. Derecha, Detalle de la misma parcela, infestada con Conyza bonariensis (buba
negra) seca y C. polydactyla (pasto azul) en desarrollo. Fotos: G. Reutemann
Además, en los yerbales con árboles se observa que la vegetación espontánea invernal pro-
longa su ciclo de vida porque las condiciones de sombreado generan un microclima benéfico
por más tiempo, más entrado el ciclo primavero-estival. Dado que una de las cualidades del
sombreado es reducir la amplitud térmica diaria, es decir, la temperatura máxima del día es
menor en el ambiente de sombra que en un yerbal bajo sol directo, y en el invierno, la mínima
registrada dentro del SAF es mayor que a cielo abierto. También observamos que, en las cu-
biertas verdes de Vicia villosa o V. sativa (vicias), Lollium multiflorum (rye grass o azevem),
Brassica napus (nabo forrajero) y Avena strigosa (avena negra), en monocultivo o asociadas, el
ciclo se prolonga hasta fines de primavera y la cobertura muerta que queda después impide o
retrasa el desarrollo de las especies de verano, especialmente las gramíneas mencionadas
previamente, y a partir de abril ya se puede ver el comienzo del nuevo ciclo de vicia – azevem –
nabo – avena. En estos sistemas no es necesario ningún control químico.
Una especie muy adaptada al sistema de yerba bajo sombra es Arachis pintoi (maní forraje-
ro), que alcanza un nivel de cobertura total, protegiendo el suelo de la insolación directa y del
golpe de la gota de lluvia, funciones importantes en momento en que algunos árboles de hoja
caduca están defoliados. Eso baja los costos, mejora la salud del agroecosistema y genera un
alimento libre de residuos de agroquímicos. Esto puede posicionar comercialmente a la yerba
en mercados que exigen alimentos libres de residuos derivados de agroquímicos.
Otro beneficio que proveen los yerbales con árboles es una mayor presencia de aves, al
brindarles hábitat y nicho. En esos ambientes consiguen alimento, anidan o se posan transito-
riamente durante sus movimientos, y eso tiene impacto en la población de algunos insectos
considerados plagas, como Perigonia lusca (marandová), Hedypathes betulinus (taladro, kiritó
o tigre), Gyropsylla spegazziniana (rulo, psílido o agalla), etc.), pues son fuente de alimento de
las especies insectívoras y omnívoras de aves. La época de aparición de estos insectos coinci-
de con los momentos en que las aves tienen sus crías, demandando alimento, por lo que, si
nos tomamos el trabajo de observar, vemos una intensa actividad de las aves colectando “bi-
chos” para sus nidadas. Hemos realizado observaciones de esta actividad para especies como
Guira guira (pirincho), Crotophaga ani (anó), Troglodytes aedon (tacuarita), Pitangus sulphura-
tus (benteveo), entre otras, constituyendo una actividad predadora de insectos en yerbales con
árboles (Reutemann, observaciones personales).
Según Silveira Soares (1997), yerbales con ambientes complejos por incorporación de es-
pecies arbóreas, preferentemente nativas, es un método de control cultural altamente reco-
mendable para la reducción de los niveles poblacionales de H. betulinus. Es un control natural
que baja el nivel de daño que pudiera ocasionar la “plaga”, haciendo innecesario el tratamiento
con productos biológicos o químicos. Es decir, podemos eliminar totalmente el uso de agroquí-
micos en yerba mate, haciendo un manejo del sistema hacia una mayor biodiversidad.
Hay un factor silencioso, imperceptible, que disminuye la productividad de los cultivos de
yerba mate: el viento. Los vientos, sobre todo si son constantes, secos y cálidos, provocan en
ambientes desprotegidos (sin cortinas, sin cobertura del suelo y sin sombra) una pérdida de
agua por evapotranspiración muy alta. Las hojas pierden agua por sus estomas (en el caso de
la yerba mate, los estomas están presentes sólo en el envés de la lámina foliar), y si no hubiera
viento, la capa de aire saturado de humedad que se acumula bajo la hoja no se removerá,
permitiendo una mínima diferencia de gradiente entre la humedad dentro de la hoja, en la cá-
mara subestomática, respecto a la humedad fuera de la hoja. Como el agua, la humedad, se
mueve del ambiente más húmedo al más seco, si existe viento que remueve la capa de aire en
contacto con la hoja de manera permanente, siempre el aire nuevo será más seco, tendrá ma-
yor diferencia de humedad con el interior de la hoja, provocando una transpiración excesiva,
que la planta busca evitar para no llegar al estrés hídrico, a la marchitez, cerrando los poros.
Cuando cierra los estomas, regula la pérdida de agua, pero se interrumpe el intercambio ga-
seoso y disminuye la fotosíntesis. En síntesis, la planta expuesta al viento constante pierde
capacidad de producción de hoja verde. Por lo tanto, debemos evitar el efecto de los vientos,
en todos los cultivos.
En general, se presentan tres tipos de interacciones entre las diferentes especies de árboles
y la yerba mate, que afectan a su desarrollo:
• Positivas (+), donde la Yerba Mate es beneficiada por el árbol, como en los casos de En-
terolobium contortisiliquum (Timbó Colorado) y Peltophorum dubium (Yvyra Pytã).
• Negativas (-) para la yerba mate, que ocasionan una depresión en su crecimiento,
como en los casos de Jacaranda micrantha (Caroba Guazú) y Nectandra megapota-
mica (Laurel Negro).
• Indiferentes (x), que es lo que ocurre con la mayoría de las especies, al menos hasta co-
nocer más profundamente sus relaciones interespecíficas. ¡Pero se mantienen todos los
beneficios antes nombrados!
Con buenas prácticas podemos reducir las pérdidas de suelos por erosión hídrica y con
buen manejo de planta (cosecha o poda) podemos sostener la producción. Pero sin sombra y
sin cortinas rompevientos irremediablemente se van afectando ramas expuestas al sol y habrá
estrés hídrico, por lo tanto, pérdida de rendimiento. Nuestro yerbal debe parecerse al monte.
Hay que imitar las condiciones que se dan en el monte. Observar e imitar. Manejar un sistema
complejo requiere capacidad de observación para reducir nuestras intervenciones, y promover
procesos, especialmente biológicos, para reducir los aportes de insumos.
¿Cómo nos podemos parecer al bosque? Cubriendo el suelo utilizando coberturas vivas o
muertas, disminuyendo la temperatura del agroecosistema con sombra, evitando los efectos del
viento a través del uso de cortinas y el arbolado, moderando los efectos de la lluvia, evitando la
erosión hídrica y el granizo, equilibrando la nutrición mediante el uso de biofertilizantes enri-
quecidos con micronutrientes, sombreando parcialmente los cultivos, promoviendo la diversidad
biológica sobre y bajo el suelo, estimulando su actividad aportando abundante materia orgánica
producida en el lugar, no removiendo el suelo, diversificando los cultivos mediante asociaciones
o cultivos mixtos, etc. En la naturaleza no hay monocultivos. Muchas de estas opciones se
trataron en el capítulo 3.
Los sistemas agroforestales con yerba mate han tenido diversos orígenes, considerando el
momento en que se incorporan los árboles respecto al sistema yerbatero, pudiendo tenerse así
una primera clasificación de sistemas agroforestales yerbateros. Podemos encontrar que la
forma más extendida de realizar un Sistema Agroforestal con yerba mate ha sido la introduc-
ción de árboles a los yerbales en producción. Otra manera, más reciente, que observamos y
proponemos actualmente, es la implantación simultánea de nuevos yerbales con los árboles.
La opción restante, es la implantación de yerba mate bajo dosel de bosque nativo con diferen-
tes grados de intervención (bosque nativo alto, bosque secundario y capueras3), o incluso refo-
restaciones (monocultivos forestales).
Esta es la modalidad más extendida de establecer un SAF con YM, dado que el monocultivo
ha sido la forma más común de cultivar yerba mate, y la diversificación de los sistemas se dan a
partir de este modelo con la incorporación de los árboles. Los diseños utilizados son simplifica-
dos, y partiendo de las densidades de plantación del yerbal, donde los árboles comparten su
posición en la propia línea de plantación de la yerba, y con variantes en las cuales la línea forestal
está en las entrelíneas. La elección de uno u otro esquema se basa en las opciones futuras de
cosecha mecanizada, para la cual es necesario tener el líneo libre de obstáculos. También se
argumenta que para el apeo de los ejemplares es mejor plantarlos en la entrelinea, pues previo
desrame causa muy poco daño a la estructura de la planta de yerba. El apeo de ejemplares ubi-
cados en el líneo, afecta a los líneos laterales, aún con un desrame o poda fuerte. El daño a la
estructura de las plantas requiere luego una intervención para recuperarlas. Otro argumento para
plantarlos en el líneo es que todas las entrelíneas pueden mecanizarse para el control de espon-
táneas con macheteadora de arrastre o para realizar subsolados periódicos.
La arborización de yerbales en producción se puede realizar con especies nativas o exóti-
cas, incluso combinándolas.
3
Capueras: nombre regional con el que se denomina a la vegetación natural en el inicio de la sucesión secundaria.
ciones llegan hasta el noreste de Misiones (Departamentos Gral. Manuel Belgrano y San Pe-
dro). Juega en contra de esta combinación, el desrame natural o artificial que origina un mate-
rial incómodo de manejar por su follaje con extremos punzantes. El material caído en las parce-
las y no retirado, dificulta las tareas de limpieza y cosecha. Por su tamaño, no “contamina” el
producto que va al secadero. Vale para este caso lo señalado antes, de plantar/sembrar en el
surco o en las calles.
Otras especies observadas en monocultivo son Cordia trichotoma (peteribí o loro negro),
Bastardiopsis densiflora (loro blanco) y Cedrela fissilis (cedro misionero).
Los sistemas multiespecíficos también son frecuentes, y desde nuestro paradigma para la
agricultura (Agroecología) son los más interesantes, por la dinámica y función más próxima a la
de los sistemas naturales locales (selva paranaense). En esta propuesta, las combinaciones
son infinitas, y nos permiten tener sistemas con múltiples estratos. Una de las cuestiones fun-
damentales a establecer por la investigación de estos sistemas complejos consiste en estable-
cer las densidades más convenientes, en relación a la productividad del yerbal, priorizando el
margen bruto por sobre el rendimiento de hoja verde. En ese sentido, se ha propuesto un en-
sayo con niveles artificiales de sombra de 35, 50 y 70 por ciento, a efectos de determinar una
intensidad que después pueda ser replicada con una combinación de especies forestales (Mu-
naretto et al., 2019). En parcelas de producción se han implantado SAF con densidades de
entre 120 a 400 ejemplares/hectárea. Baggio et al. (2008) recomiendan no sobrepasar los 200
árboles por hectárea, aunque densidades mayores permitan luego una selección posterior de
los mejores ejemplares. Estos casos son de manejo más complejo, requiriendo observaciones
continuas, pues las distintas especies tienen comportamientos diferentes, exigiendo podas y
raleos, destacándose que las podas de formación de la propia planta de yerba mate, también
requiere atención, en virtud de que presenta una tendencia a desarrollarse en altura, con varios
tallos dominantes.
Los SAF con especies exóticas son muy simplificados, pues se establecen con una sola es-
pecie forestal (mono-específicos), y han sido en respuesta a diferentes situaciones. Algunos
casos se vinculan a períodos de crisis en la economía yerbatera, en especial ante precios muy
bajos de la materia prima (hoja verde). En esas épocas, muchos productores optaron por refo-
restar yerbales mediante el aprovechamiento de los subsidios fiscales que el Estado Nacional
promovía (y aún promociona) para forestar con exóticas (también se reforestó con araucaria).
Pinus elliottii y P. taeda (pinos resinosos), son los que se introdujeron ocupando la mayor su-
perficie con yerbales, seguidos por Paulownia spp (kiri), y Toona ciliata (cedro australiano o
toona), Grevillea robusta (grevillea o roble sedoso), Melia azedarach (paraíso), en menor medi-
da Eucaliptus spp (eucalyptus), Acacia mangium (acacia), y algunas experiencias interesantes,
no incluidas en la promoción forestal, como Schizolobium parahyba (guapuruvú), que propor-
ciona abundante cantidad de hojarasca (foliolos, pecíolo y flores) .
Los pinos resinosos tienen una desventaja, no evaluada al inicio de su utilización, consisten-
te en la abundante caída de acículas que quedan retenidas en las ramas de yerba mate que se
cosechan, y que hoy tienen fuertes restricciones de los secaderos, que rechazan cargas con
este contaminante vegetal. La separación de las acículas del material cosechado, antes de
ponerlos en la ponchada, disminuye la productividad del trabajo del cortador-podador que reali-
za la cosecha, que demanda mejor retribución por esa dificultad. Las demás especies no repre-
sentan un problema en este sentido.
Estos sistemas son menos complejos en su manejo, por la uniformidad de copas y el desa-
rrollo similar de todo el componente arbóreo.
La plantación de yerbales bajo bosque nativo tiene cierta tradición en Misiones, pues ha si-
do utilizado por los agricultores de manera espontánea, es decir, por decisión autónoma. Hay
muchos casos emblemáticos, tal como el de Alberto Roth, en Santo Pipó. Este sistema está
bastante difundido, y muchas veces, afortunadamente, nos sorprenden nuevos casos en las
recorridas de trabajo de campo. Estos sistemas se establecen realizando una limpieza del so-
tobosque, dejando los ejemplares de mayor porte, seleccionados por especies de interés del
propio agricultor, y la extracción de otros para comercializar (aserrío, leña, etc.), según la den-
sidad original de los mismos en el bosque. Bajo este dosel remanente, se realiza la plantación
del nuevo yerbal, generalmente sin laboreo del suelo, por los raigones presentes. La implanta-
ción, en general, no se ha realizado en curvas de nivel.
Un inconveniente de estos sistemas donde se dejan solamente ejemplares adultos, madu-
ros, es que dada su gran altura, raíces superficiales y una mayor exposición a los efectos de
los vientos fuertes a la que quedan, por la falta de los estratos intermedios que fueron extraí-
dos, tienen caídas periódicas de ejemplares, lo que origina espacios sin cobertura, exponiendo
las plantaciones y los suelos al sol, retomando las gramíneas una dominancia de la cobertura
del suelo y afectando, la insolación, la sanidad de la estructura de copa (ramas cargadoras con
quemaduras de sol). La misma caída de árboles afecta por roturas la estructura de la copa de
las plantas de yerba, que deben ser intervenidas con podas para recuperarlas. Estos inconve-
nientes han llevado a que se proceda de manera diferente para implantar yerbales bajo monte
nativo, haciendo la extracción de los ejemplares maduros y dejando los dominados, los renova-
les, de diámetro, altura y volumen de copa menor, que son más estables al factor viento. En
estos casos pueden dejarse ejemplares en exceso e ir raleando con el tiempo según su ubica-
ción, tipo de follaje, especie, y otros factores de interés del productor o por recomendaciones
de los técnicos que los asisten.
Existen también experiencias de plantaciones bajo sucesión secundaria (capueras y capue-
rones), en diferentes estadios de evolución, donde la yerba mate se incorpora al proceso, y se
maneja todo el sistema con podas y raleos de diferente intensidad de manera de ir estable-
ciendo un sistema agroforestal de tipo sucesional, pero iniciado más tardíamente comparado
con los sistemas que describimos a continuación.
Varios trabajos recientes indican que los árboles aportan beneficios al cultivo de la yerba mate
cuando ésta se encuentra asociada a sistemas agroforestales (Reutemann 2009, 2013; Gonzalez
2013). Para lograr una adecuada combinación con la yerba mate, las características deseables de
las especies arbóreas incluidas, además de su valor maderable, son el crecimiento en un eje único
(monopódico), y la desrama natural , como es el caso de Cordia trichotoma, Balfourodendron riede-
lianum, Bastardiopsis densiflora, Araucaria angustifolia, Nectandra lanceolata, Jacaranda micrantha,
Aspidosperma polyneuron, Schefflera morototoni, Aralia warmingiana, así como también especies
de palmeras, entre otras como fuera reportado por Eibl et al. (2015; 2017). Además, es preferible
que los árboles asociados con la yerba mate tengan una copa mediana a pequeña y un follaje
permeable a la luz (Baggio et al. 2008), como es el caso de Balfourodendron riedelianum, Cordia
trichotoma, Eugenia involucrata, Jacaranda micrantha, Aralia warmingiana y las palmeras Euterpe
edulis y Syagrus romanzoffiana, entre otras. También, se espera que el aporte de hojarasca por
parte de los árboles asociados beneficie al reciclaje de nutrientes (Fernández et al. 1997, Ilany et al.
2010, Day et al. 2011) y que el sistema radicular sea poco competitivo con las raíces de la yerba
mate. En todos los casos se propicia que las especies presenten un buen crecimiento y tengan un
valor de mercado (Figuras 5, 6 y 7).
Fuente: B. Eibl.
Fuente: B. Eibl.
Fuente: B. Eibl.
Varias especies que tienen buen crecimiento de tipo simpódico, cuando son incluidas en el
sistema productivo, debido a la restricción lateral de luz por competencia, sus copas toman
forma invertida y se induce la poda natural. En estos casos se recomienda su presencia, aun-
que en densidades relativamente bajas como es el caso de Enterolobium contortisiliquum, es-
pecie que es valorada por los aportes de nitrógeno al suelo (Figura 8). En este grupo se en-
cuentran varias especies de alto valor maderero tales como Cedrela fissilis, Peltophorum du-
bium, Pterogyne nitens, Handroanthus heptaphyllus, H. albus, H. pulcherrimus, Anadenanthera
colubrina y Myrocarpus frondosus (Eibl y Montagnini, 1998; López et al. 2002). Mientras que las
especies que crecen mejor a la sombra tales como Euterpe edulis, Myrocarpus frondosus, Ca-
bralea canjerana, Aspidosperma polyneuron, Eugenia involucrata, y Aralia warmingiana pueden
ser incluídas en etapas posteriores requiriendo de pequeños claros para un mejor crecimiento
(Eibl et al. 2015, 2017).
Fuente: B. Eibl.
En ensayos de plantaciones de especies nativas con yerba en Eldorado, Misiones, fue incorpo-
rado por su valor paisajístico y maderable Handroanthus heptaphyllus, especie declarada monu-
mento provincial (Eibl et al. 2015). Luego de un rápido crecimiento inicial, los árboles de esta espe-
cie se estancaron en diámetro y altura, lo cual también ha sido observado por Baggio et al. (2011),
característica posiblemente vinculada a la formación del duramen. Su permanencia en el sitio por
mayor tiempo puede ser recomendada por su aporte a la fijación de carbono (Vaccaro et al. 2003),
lo cual fue determinado a edades tempranas por López et al. (2012), así como también lo destaca
Santos et al. (2011). Este es un aspecto que puede ser tenido en cuenta también para otras espe-
cies de crecimiento lento como el caso de Myrocarpus frondosus y Aspidosperma polyneuron (Eibl
et al., 2015). La presencia de árboles nativos promueve una importante regeneración de especies
de interés tales como Cabralea canjerana, Nectandra lanceolata, Peltophorum dubium, Machaerimu
stipitatum, M. paraguariensis y Jacaranda micrantha, a partir de semillas traídas principalmente por
aves y por el viento provenientes de áreas con bosques remanentes adyacentes a los ensayos (Eibl
et al., 2015, Eibl et al. 2017, Eibl et al., 2019) (Figura 9).
En ensayos de plantación de yerba bajo dosel de árboles remanentes en Eldorado Misiones, se
destacaron por su buen crecimiento Cordia trichotoma (Figura 7) y Bastardiopsis densiflora (Figura
10), además de la presencia de ejemplares de Machaerium stipitatum, Myrocarpus frondosus y
Syagrus romanzoffiana, con los cuales se completó un total de 40 ejemplares en el dosel superior
por hectárea. En el mismo sitio también se encontró una importante regeneración natural de Bal-
fourodendron riedelianum, Bastardiopsis densiflora, Cabralea canjerana, Cecropia pachystachya,
Cedrela fissilis, Cordia trichotoma, Cordia americana, Machaerium stipitatum y Nectandra lanceola-
ta, que generaron los diferentes estratos discetáneos de copas (Eibl et al. 2015).
Fuente: B. Eibl.
Fuente: B. Eibl.
Otras especies que fueran implantadas en ensayos en Eldorado, Misiones (Eibl et al., 2015),
como Pterogyne nitens, Enterolobium contortisiliquum y Anadenanthera colubrina son de copas
amplias que toman la forma de “copa invertida”, y presentan desrame natural por competencia
entre las copas. Particularmente Enterolobium contortisiliquum es una especie de copa amplia
y raíces aflorantes, lo cual es una característica que sugiere que no es recomendable para
estos sistemas, sin embargo su elevado potencial para la restauración de suelos degradados,
los visibles beneficios que provee su asociación con yerba mate con respecto a la calidad de la
hoja y la retención del suelo que provocan sus raíces, evitando la erosión hídrica, la indican
como recomendada en bajas densidades (Day et al. 2011, Montagnini et al. 2011). Cuando es
plantada en asociación con otras especies de porte similar, por competencia se produce la
poda natural y desarrolla una copa que no interfiere con la actividad productiva (Figura 8).
En sistemas agroforestales es común encontrar árboles huecos de gran porte y otros muer-
tos que permanecen en el área, propiciando la presencia de aves que anidan en huecos y que
se alimentan de insectos y roedores, tal como lo mencionan y recomiendan Cockle et al.
(2010). La presencia de aves también se beneficia en el caso de cercanías de bosque rema-
nente aledaño (Cockle et al. 2005).
En la producción de yerba orgánica en el municipio de Turvo, Brasil, Santos et al. (2011) se
determinó que cuanto mayor es la biodiversidad y cuanto más complejos son los estratos de
vegetación asociada a la yerba mate, menores son los problemas de plagas y enfermedades.
Las hojas de yerba se observan más sanas y brillantes en aquellas plantas que se encuentran
a la sombra de los árboles y al borde del bosque (Day et al. 2011).
La incorporación de especies nativas en forma mixta en el cultivo de I. paraguariensis propi-
cia otros productos alternativos tales como flores, frutos y semillas de diversos usos.
Las especies que se destacan para un fin paisajístico por sus flores de vistosos colores in-
cluyen J. micrantha, P. dubium, y Handroanthus sp. y para la producción apícola, N. lanceolata,
B. densiflora, E. involucrata, E. uniflora, E. edulis, y M. frondosus, aunque todas las especies
son visitadas por las abejas, en procura de algún insumo (Figura 6). En Eibl et al. (2015), se
presentan las épocas de floración y dispersión para las especies de mayor interés. Todas las
especies en diferentes momentos del año aportan frutos y semillas que son utilizados tanto
para el consumo familiar, como por la fauna de aves y mamíferos, además de ser útiles favore-
ciendo la regeneración natural y como material de propagación para viveros.
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Introducción
El Delta del Paraná es el área más importante de cultivo de Salicáceas en la República Ar-
gentina (Borodowski, 2017). La actividad silvopastoril tomó relevancia en la región principal-
mente por los importantes cambios que se dieron en la situación agropecuaria del país a partir
de la década del 90, fundamentalmente a causa de la expansión de los cultivos agrícolas, en
especial de la soja (Glicine max), que desplazaron a la ganadería hacia zonas que tradicional-
mente no eran ganaderas, fomentando el ingreso del ganado vacuno principalmente en los
ambientes forestales del Bajo Delta del Paraná.
Los sistemas silvopastoriles (SSP) constituyen una importante alternativa para grandes, media-
nos y pequeños productores de la región, ya que ofrecen una posibilidad de diversificación y de
eficiencia en la utilización de los recursos naturales disponibles sin producir grandes transformacio-
nes en estos sistemas productivos. Inicialmente, el pastoreo bajo las plantaciones forestales se
utilizaba para reducir la vegetación herbácea espontánea, minimizando el riesgo de ocurrencia de
incendios, controlando malezas y mejorando el acceso al sitio. Posteriormente, los beneficios eco-
nómicos que trajo la integración de la actividad ganadera con la forestal posibilitaron un recupero
económico intermedio por la venta de animales en plazos más cortos, para una actividad tan larga
como la forestación (Luccerini et al., 2013; Cornaglia et al., 2019). De esta manera la diversificación
productiva, al reducir los riesgos biológicos y económicos, aceleró la introducción de la ganadería
bajo las plantaciones forestales (Suárez et al., 1999; Luccerini et al., 2013; Cornaglia et al. 2019).
Los beneficios ambientales y productivos que se logran a partir de una correcta selección y
distribución de los componentes del sistema silvopastoril, contribuyen a un aumento de la pro-
ductividad. Entre estos se destacan, por ejemplo, que los árboles a través de su sistema de
raíces profundas y su aporte de hojarasca, pueden mejorar el ciclo de los nutrientes no dispo-
nibles a las raíces superficiales de los pastos, mantener la fertilidad del suelo y aumentar el
aporte de materia orgánica. Los árboles crean microclimas más favorables para el conjunto
formado por cultivos y ganado. Su presencia reduce la erosión eólica y/o hídrica promoviendo
la estabilidad del suelo y disminuye la insolación directa conservando el agua del suelo (ver
capítulo 1). Con respecto al ganado, le permite a los animales mantener la temperatura corpo-
ral con una menor pérdida de energía, disminuyendo la pérdida de calor por los vientos fríos o
reduciendo el exceso de calor ante la insolación por su sombreo (capítulo 12).
La incorporación de la ganadería bajo las plantaciones forestales conlleva un cambio en el
manejo forestal tradicional de la región. La actividad silvopastoril requiere de una nueva silvicul-
tura que propone un uso más diversificado del árbol y del ambiente que la silvicultura tradicio-
nal, adaptado a las condiciones ambientales de la región y pensando un manejo eficiente de
los componentes del sistema. A esto, se suman las condiciones exclusivas del Delta del Paraná
principalmente en sus aspectos ambientales que lo hacen casi un sistema único de producción
en un humedal. Por ello, se trata de un sistema de producción silvopastoril particular, que se
encuentra aún en análisis y perfeccionamiento, y que avanza teniendo en cuenta las mejores
prácticas de producción sustentables.
El Delta del Río Paraná está ubicado en la porción terminal de la Cuenca del Río Paraná,
extendiéndose a lo largo de 300 km, entre los 32° 5’ S y 58° 30’ O y los 34° 29’ S y 60° 48’ O
(Bonfils, 1962). La confluencia de los ríos Paraná y Uruguay con el río de la Plata contribuyen a
la formación de este delta, que cubre una superficie de 1.750.000 ha, de las cuales 257.400 ha
corresponden al Delta bonaerense, 1.475.000 ha al Delta entrerriano y el resto a la provincia de
Santa Fe (Figura 1). Se trata de una extensa llanura anegadiza, formada por depósitos fluviales
y un gran número de ríos y arroyos. Desde el punto de vista geográfico se divide en tres zonas:
- Delta inferior: desde el Río de la Plata hasta la línea que une Atucha con el río Ñancay.
- Delta medio: desde el límite anterior hasta San Pedro.
- Delta superior: desde San Pedro hasta Rosario.
Figura 1. Mapa 1 Ubicación del Delta del Paraná en la Ecorregión Delta e Islas del Paraná
en Argentina. Mapa 2 Unidades Geomorfológicas, Bonfils, 1962
La región del Delta del Paraná es una planicie de inundación que Malvárez (1997) defi-
nió como un extenso macromosaico de humedales, con una heterogenei dad atribuida fun-
damentalmente al régimen climático, procesos geomorfológicos pasados y actuales y al
régimen hidrológico.
La región tiene un clima húmedo templado (Malvárez, 1997) con una temperatura media
anual de 16,5 ºC y una variación estacional estrecha (la temperatura media del mes más frío y
más cálido es de 11,5 y 22,5 ºC, respectivamente) y una precipitación media anual de 1.100
mm distribuida uniformemente a lo largo del año (1960-2010; Estación Agrometeorológica INTA
Delta). La humedad relativa media anual es elevada todo el año (76%).
La presencia de ríos, riachos, arroyos, etc. le dan una fisonomía particular al Delta, suje-
to fundamentalmente a los regímenes hídricos del Río Paraná y del Río Uruguay y a su
cercanía al Río de la Plata. La región está sujeta a inundaciones periódicas de mayor o
menor magnitud, cuando el nivel normal de las aguas de los ríos es alterado por alguno de
los siguientes fenómenos:
- Mareas comunes que ejercen su acción sobre el Río de la Plata y provocan oscilaciones
en el nivel del agua y constituyen los repuntes comunes o mareas.
- Crecidas del Río Uruguay originadas por lluvias en su cuenca.
- Crecidas ordinarias y extraordinarias del Río Paraná, debidas a las precipitaciones que
se producen en el curso superior y medio del mismo.
- Vientos del sector sudeste, que provocan crecientes de variada magnitud según la velo-
cidad con que soplan (sudestada). Si estos vientos son muy fuertes pueden dar lugar a
inundaciones extraordinarias y más aún si coinciden con las épocas en que el río Paraná
está en período de creciente.
Las distintas regiones del Delta son afectadas en forma diferencial por las inundaciones
provenientes de la cuenca del río Paraná, del río Uruguay o de aquellas, producto de vientos
del sudeste. La porción bonaerense, es perturbada principalmente por inundaciones provoca-
das por las elevadas precipitaciones en la naciente y a lo largo de la trayectoria del río Paraná
siendo de gran duración y teniendo consecuencias devastadoras. La región más cercana a la
desembocadura sobre el río de la Plata no es alterada por las inundaciones de aguas arriba
dado que en esa porción el río se abre considerablemente, pero es fuertemente afectada por
las rápidas crecidas que provocan los vientos provenientes del sector sudeste que frenan el
normal desagüe del río llevando, en pocas horas, a marcas importantes de los niveles de agua.
Finalmente, las crecientes del río Uruguay impactan al delta entrerriano principalmente.
La sedimentación de las partículas que traen los ríos Paraná y Uruguay forma bancos que,
una vez en superficie, son colonizados por la vegetación. Estos moderan la corriente y el oleaje
e incrementa la sedimentación. De esta manera, aumentan la superficie por encima del nivel
del agua, se produce la colonización de otras especies y se transforman finalmente en “islas”
(Burkart, 1957). Las islas del Delta poseen los bordes más elevados; estas áreas reciben la
denominación de altos o albardones y, encerrados por ellos, quedan los bajos o pajonales. La
proporción de albardones y pajonales es de 15-25% y 85-75% respectivamente. El ancho de
los albardones varía entre 10 a 100 m. La diferencia en altura entre albardones y pajonales es
de 0,8-1,5 m. En los bajos, con el agua en superficie o muy próxima, aparecen cursos de agua
menores, muchas veces endorreicos. Los albardones se ubican en las márgenes de los cursos
de agua y los de mayor dimensión, se ubican en las márgenes de los ríos más caudalosos. La
posibilidad de aprovechamiento de estas tierras son dos: utilizar sólo los albardones y descartar
prácticamente el resto de la superficie constituida por los pajonales o bien, habilitar estas tierras
en conjunto. Para lograr este objetivo se recurre a la sistematización, dotando a los campos de
redes de desagües y drenajes. Las alternativas para cumplir con estos fines son tres: sistema
abierto o zanja abierta, sistema semicerrado o atajarrepunte y sistema cerrado o endicamiento.
Esquemáticamente, el funcionamiento de estos sistemas consiste en abrir canales y zanjas
que permiten el desagüe y drenaje de los campos bajos, así como realizar “endicamientos”
(cerramientos para la protección ante el ingreso del agua cuando las mismas aumentan su
nivel), el tamaño del mismo dependerá del manejo de agua que se pueda realizar. Estas carac-
terísticas regionales determinarán los sistemas de producción particulares en su selección y
ejecución. La sistematización del área a partir de diques se estima en 48.000 ha para el Bajo
Delta (Gaute et al., 2007) y son las que poseen la mayor aptitud para la implementación de
SSP, para lo cual es imprescindible realizar un manejo específico orientado a la producción de
madera para usos múltiples, forraje y carne en forma sustentable.
La producción de salicáceas
La superficie forestada con Salicáceas en la región del Delta se estima en 80.000 ha, de las
cuales sólo el 75% de las mismas se encuentran bajo manejo (Borodowski et al., 2014). Apro-
ximadamente 64.000 ha corresponden a sauces (Salix sp), con rendimientos promedios de 15
a 20 m3/ha/año y las restantes a álamos (Populus sp), con rendimientos promedios entre 20-25
m3/ha/año. El turno de corta se alcanza entre 12 a 16 años para álamo y entre 10 a 14 años
para sauce, dependiendo del objetivo de producción y el mercado. En plantaciones de sauce
casi el 95 % tiene destino celulósico papelero. Los rendimientos esperados al turno de corta
son de 200 a 400 m3/ha para álamo y de 120 a 250 m3/ha para sauce (Borodowski et al.,
2014). Los álamos comercialmente más plantados en la región son Populus deltoides ‘Austra-
liano 129/60’, ‘Australiano 106/60’ y `Mississippi Slim´ conocido como “Stoneville 67” y los sau-
ces: Salix babylonica var sacramenta, Salix babylonica x Salix alba `Ragonese 131-25 INTA´,
Salix babylonica x Salix alba `Ragonese 131-27 INTA´, Salix matsudana x S. alba `Barret 13-
44´ y Salix nigra `Alonzo nigra 4´ (Cerrillo, 2010; Borodowski et al., 2014).
Los álamos se plantan en sitios altos de albardón, caídas de albardón y en suelos bajos endi-
cados y sistematizados, de textura franca gruesa, moderadamente bien drenados, y profundos,
con un pH ligeramente ácido a neutro (Casaubon et al., 2004). Los sauces se plantan en los
suelos bajos de bañados, a menudo inundables, con una napa freática permanentemente en
superficie, con agua siempre aireada y en movimiento, suelos franco-arcillo-limosos, bien dre-
nados y con pH ácidos a neutros (Casaubon et al., 2013). El material de plantación procede de
viveros forestales de Salicáceas llamados estaqueros. Para la realización del estaquero, las
estacas “madre” que producirán el material para las plantaciones forestales, se plantan a fines
de invierno, a un distanciamiento en general de 0,5 a 0,8 m entre estacas por 1 m entre filas,
siendo de un largo de 0,5 a 0, 7 m. Estos estaqueros pueden producir durante 8 a 10 años (a
veces, más) y proveen las estacas (parte de la rama de un año) y guías (la vara entera, sin
raíz) para la plantación forestal. Para la misma, tradicionalmente se utilizan estacas de 50 a 70
cm de largo, aunque puede ser de un largo mayor en determinadas condiciones de sitio (enma-
lezados o con importante riesgo de inundación). Para objetivos productivos de aserrado o de-
bobinado se pueden utilizar guías. Los manejos silviculturales que se realizan tradicionalmente
en álamos están orientados mayoritariamente a la producción de madera para usos sólidos
(aserrado y/o debobinado) y en menor proporción para la molienda (madera triturada y pulpa
para papel) y usos energéticos. El uso actual de la madera de sauce tiene como principal des-
tino la industria del papel de diarios y el triturado (95%), y, menos conocido, para usos sólidos,
cajonería para frutas y verduras. La madera para muebleria y la fabricación de viviendas tienen
un uso potencial en la región.
El Delta del Paraná es una región modelada por el régimen fluvial, por lo cual el agua cum-
ple un rol predominante. Es imprescindible en el establecimiento que realizará la actividad sil-
vopastoril la presencia de obras de infraestructura de defensa contra los repuntes. Además, se
debe considerar la aptitud de los campos luego de producir en éstos su recuperación del
anegamiento (sistematización) y como condición ambiental constante la alta humedad. Estos
dos conceptos implican consideraciones de manejo especiales para la región. Con respecto a
la recuperación de los campos, una vez producida la salida del agua de un potrero se puede
comenzar a manejar la variación en la carga animal. En veranos secos, es necesario el buen
mantenimiento de las redes de drenaje y el sistema de compuertas y de bombeo, para facilitar
el ingreso del agua a los rodales, y en períodos lluviosos para eliminar los excedentes de agua
con facilidad. Un adecuado manejo del agua en el rodal y la menor densidad de árboles, opti-
mizan el desarrollo de árboles y pastos, brindando no sólo mayor oferta de forraje al ganado,
sino además un mayor bienestar animal. Con lo cual, la experiencia de combinar ganadería
vacuna (principalmente cría) con forestación se realiza principalmente en campos con manejo
del agua (endicados).
La ganadería es una actividad productiva importante para la región debido a que ofrece una
alternativa de diversificación para el productor, y por lo tanto un aumento de la "eficiencia" en la
utilización de los recursos naturales que se encuentran disponibles, sin necesidad de producir
grandes transformaciones. Es posible aprovechar el forraje que naturalmente se produce, o
enriquecerlo. Además, actualmente se incrementan las posibilidades para facilitar el transporte
de ganado vacuno durante el período de comercialización (compra/venta, caminos, rutas, puen-
tes, alteos, balsas, etc.). Por lo tanto, la actividad ganadera en la región se puede realizar utili-
zando los campos naturales sin forestación o realizarla con la misma en un sistema integrado
y/o complementario.
La silvicultura proporciona (i) mayor volumen de madera de calidad para diversos usos
(principalmente aserrado y debobinado), (ii) mayor crecimiento individual por planta, (iii)
mejor homogeneidad del cultivo, (iv) mayores porcentajes de fustes cilíndricos, (v) mayor
período de plantación (mayo-agosto), (vi) mayor prendimiento de plantas, (vii) mayor acce-
so al agua de la napa freática. Es esperable además (i) un menor ataque de plagas y en-
fermedades por mayor aireación de las plantaciones, y (ii) menor competencia con las ma-
lezas y riesgo de incendios forestales porque el forraje está siempre verde y disponible
para el ganado (Casaubon et al., 2014).
A continuación, se describen los principales aspectos a tener en cuenta con respecto a los
componentes de un sistema silvopastoril.
Componente forestal
La calidad del sitio condicionará la elección del género forestal a cultivar y el objetivo de
producción. Además, es importante considerar cómo el mismo responde ante su inclusión en
un sistema silvopastoril. En la región del Delta del Paraná, la ganadería silvopastoril se realiza
principalmente bajo plantaciones de álamos.
Los álamos, a diferencia de los pinos y eucaliptos, son caducifolios (pie rden su follaje en
invierno). Esto permite una mejor llegada de luz al sotobosque durante el invierno, y aporta
una diferencia positiva con respecto a la posibilidad de intercalar cultivos invernales (trigo,
avena, etc.) bajo el rodal, así como el de lograr un mayor desarrollo de los pastos naturales
o sembrados. La luz es uno de los recursos más limitantes en los sistemas agroforestales
(Sharrow, 1992; Lin et al., 1999). Por otro lado, es factible esperar una competencia a nivel
radical por agua y nutrientes. La mayoría de los trabajos de investigación encuentran re-
ducciones en el rendimiento del cultivo intercalar (con respecto a su monocultura) y no en
el forestal (Singh et al., 1989). Pero también es esperable para el forestal, una posible re-
ducción en el rendimiento por competencia por agua o nutrientes o una mejora en función
de las prácticas que se realicen sobre el cultivo intercalar (ej.: fertilizaciones, riego, etc.).
Es importante considerar la disminución de los recursos para el cultivo intercalar (sea un
cultivo, una pastura, o un campo natural) ante el aumento del desarrollo forestal. Varios
Tabla 1. Valores promedios (± desvío estándar) de materia seca (MS), fibra detergente
ácido (FDA), digestibilidad estimada (DE), fibra detergente neutro (FDN) y proteína bruta
(PB) expresados en porcentaje (%) en hojas de Populus deltoides `Australiano 106/60´
originados de guías de uno, dos y tres años durante el período vegetativo.
Si se relacionan los valores nutricionales de las hojas y brotes tiernos de álamo en octubre,
diciembre y marzo, con la mayor preferencia observada a campo en vaquillonas por estos ma-
teriales en primavera (% MS de 20,17%) e inicios del verano (% MS de 36,59%), y la disminu-
ción o ausencia de preferencia del ganado por dichas hojas observada a partir del mes de fe-
brero, puede presumirse que dicho comportamiento podría estar relacionado con el mayor valor
nutritivo y calidad forrajera de las hojas tiernas de álamo de primavera e inicios del verano, y
con la pérdida de calidad de los pastos, en esa época del año, en estado reproductivo (Ca-
saubon et al., 2015) (Tabla 2).
Mes Ca % Mg % K% P
(gr/100gr) (gr/100gr) (gr/100gr) (mg/kg)
Es probable que los elevados valores de proteína bruta (PB), fósforo (P) y potasio (K) regis-
trados en las hojas y brotes tiernos de álamo en primavera (Tabla 3), así como la mayor diges-
tibilidad estimada (DE), tengan también una relación directa con la mayor avidez del ganado
vacuno por el follaje de álamo de primavera e inicios del verano. Analizando la composición
mineral en hojas de álamo y sauce con interés nutricional para el ganado, Carou et al. (2010a)
determinaron que dichos valores son mayores a los conocidos en gramíneas y similares a los
informados para leguminosas forrajeras. En ambos géneros dichos valores nutricionales cubren
los requerimientos en bovinos.
Todas estas particularidades determinan que el establecimiento de un SSP requiera estra-
tegias de manejo que no se utilizan en las monoculturas tradicionales. La combinación del ta-
maño de árboles y la palatabilidad de su follaje puede determinar el éxito en la instalación del
sistema, donde las especies forestales palatables como las Salicáceas requieran mayor protec-
ción que las no palatables (Eason et al., 1996; McAdams, 2003). En este sentido, el hecho de
que los álamos posean hojas y ramitas tiernas muy apetecibles para el ganado (Lefroy et al.,
1992; Taranaki, 2001) plantea un problema en la instalación de un SSP, que se refleja en un
incremento en el costo de establecimiento (Carvalho et al., 2003). Además, la susceptibilidad
de daño por parte de animales al fuste de los árboles implantados en un SSP se relaciona in-
versamente con la disponibilidad y calidad del forraje del sotobosque (Simón et al., 1998, Ca-
saubon, 2013). El sauce comparte con el álamo las características descritas, así como suma la
particularidad de propiedades antihelmínticas que se encuentran en estudio (Schapiro et al.,
2016), pero principalmente el objetivo industrial planteado para los álamos de madera para
aserrado y debobinado, hacen por ahora a los mismos como la especie principal a ser tenida
en cuenta para su integración en sistemas silvopastoriles.
Material de plantación
El material de plantación proviene de los estaqueros, que tradicionalmente se inician con las
estacas (luego cepas) plantadas a 50 cm y hasta 80 cm entre plantas y 1 m entre filas.
Para contar con mejores materiales de plantación y poder acelerar el ingreso de los anima-
les a campo, se evaluaron distintos distanciamientos en estaqueros y utilizar guías de distintas
edades. Los resultados obtenidos indican que los mayores distanciamientos ensayados en
estaqueros (1 m x 1 m y 1,2 m x 1,2 m) produjeron las mejores guías de uno, dos y tres años
de edad, con mayor diámetro a la altura del pecho (DAP), altura total, biomasa aérea, rectitud,
conicidad y estabilidad del fuste (Casaubon et al., 2015). Con este material, se determinó que
utilizando guías con un diámetro a la altura del pecho (DAP) igual o mayor a los 6 cm es posi-
ble acelerar el ingreso del ganado de cría al sistema silvopastoril. Esto permitiría, además, pro-
ducir anticipadamente madera de álamo para usos múltiples (Casaubon et al., 2015). Estos
beneficios hacen que en los sistemas silvopastoriles del Delta se prefiera la utilización de guías
de un año (a pesar del mayor costo que las estacas) ya que son plantaciones a mayores espa-
ciamientos que las tradicionales, y con un objetivo maderero para aserrado y/o debobinado. En
algunos casos se plantan guías de dos años, siendo excepcional plantar guías de tres años.
Las mismas, dependiendo de las condiciones de crecimiento y edad pueden tener entre 3 y 8
m de altura como material de plantación y con muy buenos prendimientos (Borodowski et al.,
2014; Casaubon et al., 2014).
En sitios no endicados (habilitados por sistema abierto), se plantan sauces en los pajonales
y álamos en los albardones. En cambio, en los sitios habilitados por sistema semicerrado o
cerrado, mejoran las condiciones limitantes de los suelos del pajonal y esto permite el cultivo de
álamo en los mismos. Bajo todos los sistemas de habilitación, las labores se inician con el ma-
nejo de la vegetación de los pajonales. En general, se realiza el aplastado del pajonal mediante
el pasaje de rolos (la quema de la vegetación seca durante el invierno es una práctica menos
recomendable). En los albardones, según el tipo de vegetación presente, se hacen limpiezas
que incluyen la tala de la vegetación presente. Si es posible, se utilizan arados y rastras de
discos. Una vez aplastado el pajonal, se plantan las guías manualmente o con máquinas plan-
tadoras. Para plantar en los albardones se usan generalmente barretas plantadoras, en espe-
cial si el sitio no ha sido roturado.
El trabajo de preparación del suelo para la implantación del forestal, debe ser asimilado al
de cualquier otro cultivo agrícola. Las especies forestales, así como los cultivos anuales, pre-
sentan mejor rendimiento y desarrollo en los mejores suelos. La plantación suele realizarse
entre fines de invierno y principios de primavera, dependiendo del material de plantación, de la
fenología de los clones utilizados y de las condiciones térmicas e hídricas. La mejor época de
plantación para las guías es desde la segunda quincena de julio hasta la primera de agosto.
Para la definición del diseño y distribución se debe considerar el objetivo de producción ma-
derero y tener en cuenta que, a mayor espaciamiento de los árboles, mayor será la producción
de forraje (Acciaresi et al., 1994; Cornaglia et al., 2011; Clavijo et al.; 2012). El diseño de las
plantaciones en forma cuadrangular es el más recomendado, ya que es el que evita posibles
"aovamientos" (circunferencia en forma excéntrica) de la madera. La madera de calidad (ase-
rrado y debobinado) genera mayores ingresos y un mercado más seguro, aunque implique un
turno de corta más largo. Para este tipo de objetivo, en general se recomienda amplios espa-
ciamientos, principalmente en el caso que se planten en macizos (Tabla 3).
pastoreo directo y/o formación de reservas para momentos críticos. La formación de "reservas"
se puede lograr a través de silaje (enterrado y/o semienterrado), de henificar, enfardar, etc.
Manejo silvicultural
fuste del árbol. La altura de poda es variable, en los mejores sitios de plantación puede
alcanzar hasta el 50% de la altura total del árbol, y en los sitios buenos, hasta el 30% de la
altura total para no ocasionar una merma significativa en el incremento volumétrico anual
de volumen del árbol. Cuando se poda hasta la mitad de la altura total del árbol, en los
buenos sitios de plantación son suficientes sólo dos intervenciones, mientras que c uando
se poda hasta el primer tercio, se necesitan 3 intervenciones para liberar los primeros 7
metros de ramas en el fuste (Casaubon et al., 2005a).
La poda de las ramas debe ser realizada al ras del árbol pero evitando lesionar la corte-
za, se utilizan tijeras o serruchos, así como motosierras livianas. Es importante considerar
que la combinación de bajas densidades forestales con sitios fértiles puede resultar en
grandes ramas, especialmente si la poda es retrasada. Por lo cual es importante respetar
los momentos oportunos y la intensidad para esta actividad, los cuales generalmente serán
más frecuentes y de mayor intensidad con respecto a la actividad forestal exclusiva. La
altura total de poda será función de la calidad de trozas libres de nudos deseada s y el turno
de corta. El plan de poda debe respetar el tamaño de copa mínimo para no afectar en de-
masía el crecimiento de la planta.
Tala rasa
Para los álamos, la tala rasa (corta al finalizar el turno productivo) se realiza entre los 10 a
15 años de edad, cuando el diámetro promedio alcanzado por los árboles sea el establecido
en el objeto maderero. El objetivo forestal de los productores que realizan sistemas silvopas-
toriles, principalmente es obtener madera de mayor calidad (plantas de más 40 cm de diáme-
tro, podadas, con rollos rectos y sanos) para el aserrado y/o debobinado en el menor tiempo
y con el menor costo posible. Los clones de Populus y Salix utilizados ofrecen una madera
cuya blancura es apropiada para estos objetivos. Suárez y Borodowski 1999 presentaron
rendimientos en álamos plantados a una densidad original de 278 pl./ ha (6,0 m x 6,0 m) sin
realizar raleos posteriores y a un turno de corta de 15 años de 317 t/ha. De estos, el 79 % se
destinó para debobinado (diámetro de 21 cm para arriba), un 11 % para aserrío (diámetro de
14 a 21 cm para arriba) y un 10 % para triturado (diámetro de 7 a 14 cm para arriba). Luego
de la tala rasa es apropiado el manejo de la hacienda vacuna en ese rodal durante dos años
a efectos de favorecer la desaparición de los "tocones". El continuo ramoneo del ganado
sobre los rebrotes impide el nuevo desarrollo de las cepas remanentes. Otra forma es, a tra-
vés del control de los rebrotes en forma mecánica o con herbicidas, principalmente si se rea-
liza una nueva plantación en el mismo sitio. En sistemas silvopastoriles no se realiza el ma-
nejo de rebrotes para reiniciar ciclos forestales.
Componente forrajero
debe ser muy cuidadoso sobre cómo manejar su defoliación en estos sistemas sombreados
según la composición florística del estrato herbáceo para procurar maximizar la productividad
aérea y la persistencia (Figura 3).
Componente ganadero
Tipo de animal
Para los sistemas silvopastoriles de la región se recomiendan las razas británicas como
Aberdeen Angus y Hereford (Figura 4). Es posible aprovechar el vigor híbrido, con cruzas de
Hereford y Aberdeen Angus, por ejemplo, con estos sistemas se obtienen más del 90 % de
terneros al destete, un animal con "mayor vigor híbrido", buen peso al destete y un rápido cre-
cimiento (Suárez y Borodowski, 1999).
La casi totalidad de los terneros nacen en las islas, de manera que están adaptados a la región
y no presentan problemas sanitarios, esto se refleja en el resultado final. El conocimiento del
origen de la hacienda confiere al producto final una calidad diferencial certificable que lo posi-
ciona favorablemente frente a los mercados consumidores de la región y del mundo (Casaubon
et al., 2012a). El principal destino actual de la producción es el mercado nacional. Los terneros
y novillitos del Delta, son considerados de gran calidad carnicera y presentan cualidades que
los hacen pasibles de ingresarlos de manera casi directa en algún sistema de certificación de
productos naturales o protocolo de calidad, como Norma Orgánica, Carne a Pasto, Denomina-
ción de Origen, etc. (González et al., 2006).
Tipo de actividad
La caracterización de la cantidad y calidad del forraje y del tipo de animal objetivo de la pro-
ducción es de suma importancia para el desarrollo ganadero en esta región. Actualmente, los
sistemas productivos predominantes son la invernada en el Delta Medio y Superior (1.400.000
ha) y la cría y ciclo completo Delta Inferior (350.000 ha). Las proporciones de estos sistemas
están muy ligadas a las características medioambientales del humedal y socioeconómicas del
productor (PTR, 2009). En la zona núcleo forestal, si bien la cría y la invernada resultarían acti-
vidades con costos de producción muy bajos, dado que el recurso básico de la alimentación lo
constituyen los pastizales, por lo que en general, se opta por la cría como actividad principal ya
que requiere una dieta de mantenimiento más que de engorde. Además, es una categoría más
pacífica, camina menos y esto es una ventaja para su manejo, por lo cual la vaca de cría resul-
ta más adecuada para desarrollar la ganadería silvopastoril. La abundancia de pastos tiernos,
con un alto valor nutritivo, de bajo porcentaje de materia seca, y elevada degradabilidad para
balancear sus requerimientos nutricionales (PTR, 2009) restringe el consumo, esto puede afec-
tar y retrasar la duración del período de engorde sobre todo en los planteos de invernada, por
ello es muy importante la planificación y combinación de los pastoreos bajo las plantaciones
con los pastizales a cielo abierto adyacentes.
Carga animal
ganadera encontrada entre pastizales naturales sin forestar podría explicarse principalmente
por la presencia o no de especies invernales anuales, fundamentalmente raigrás anual (Lolium
multiflorum Lam.). Bajo forestaciones, las diferencias se explicarían por la presencia del pasto
ovillo en los enriquecidos y por la ausencia de especies forrajeras perennes en los no enrique-
cidos con la siembra de semillas. Estas diferencias, demandan la planificación estratégica y
diferencial del manejo del pastoreo para garantizar una producción ganadera eficiente en cada
planteo silvopastoril de la región (Clavijo et al., 2014).
Plan sanitario
La topografía y los ríos de la región sirven como barrera de contención al ingreso de enfer-
medades infectocontagiosas y parasitarias en el rodeo. Pero se deben extremar los cuidados
para evitar el ingreso de las mismas y con las ya presentes, como garrapatas. El plan sanitario
debe respetar los calendarios veterinarios determinados para el mejor manejo y mínimamente
considerar las prácticas ya establecidos de vacunación por aftosa, mancha - gangrena (vacu-
nación a los terneros/as en el momento del destete), brucelosis - tuberculosis (obligatoria),
venéreas (en toros), parásitos (para todos, internos y externos) y mosca de los cuernos.
Las condiciones naturales del Delta, conforman un microclima ideal para el desarrollo de un
recurso forrajero natural de alta calidad, favoreciendo la longevidad de los vientres de cría y el
estado de comercialización de la vaca de rechazo. La temperatura a la sombra del árbol es
inferior a la de cielo abierto y conforma un microclima muy favorable para el ganado que se
evidencia en su comportamiento. Durante los días soleados bajo las copas de los árboles, la
temperatura superficial del suelo puede aumentar de 8 a 12°C a media tarde y permanecer casi
constante (1,5 a 2°C) en sitios sin sombra, dependiendo de los niveles de agua del suelo
(Feldhake, 2001).
En sistemas silvopastoriles la complementariedad en el uso de los recursos entre las espe-
cies herbáceas y el componente leñoso es clave para su éxito. En el caso de las Salicáceas,
esto se puede ver favorecido si se complementa el hecho de ser árboles que pierden el follaje
en el invierno con la utilización de forrajeras que posean una fenología que aproveche mejor
los recursos disponibles. La presencia de gramíneas perennes que contribuyen a la sustentabi-
lidad del sistema, tienen una mejor función ecosistémica que las anuales (Garden y Bolger
2001, Lazenby y Tow 2001). Tienen un sistema radical más profundo que el de las anuales por
lo que realizan un uso más eficiente del agua y capturan nitratos desde estratos profundos;
esto disminuye la salinización y acidificación de los suelos (Kemp et al., 2000, Kemp y King
2001) al controlar mejor su lixiviación (Garden y Bolger 2001). También presentan menor varia-
bilidad productiva a lo largo del año y proveen una más completa cobertura del suelo que redu-
ce la invasión de malezas (Kemp et al. 2000, Lazenby y Tow 2001).
La presencia del ganado en el sistema, puede ser un aporte significativo de materia orgá-
nica, así como un mayor ciclado de nutrientes, por las deyecciones de los animales. Sin em-
bargo, cuando la carga animal supera a la capacidad de carga, se desencadenan procesos
de deterioro que afectan a todos los componentes del sistema. El pastoreo excesivo (en in-
tensidad y frecuencia) puede conducir a la degradación de la vegetación, provocando la re-
ducción de las especies forrajeras deseables, un aumento de las menos apetecibles para el
ganado y la pérdida de cobertura vegetal. Dejar el suelo desnudo provoca erosión, deterioro
de su fertilidad y estructura, el pisoteo ejerce una presión mecánica sobre el sue lo, especial-
mente en aquellos sitios donde se realiza con mayor frecuencia, por ejemplo en caminos,
lugares donde el ganado toma agua, sitios de descanso, etc. Con la compactación superficial
del suelo aumenta su densidad, disminuye la porosidad y la velocidad de infiltración del agua.
La presencia de suelos compactados reduce la producción forrajera y afecta negativamente
la coexistencia del ganado con la fauna, porque aumenta la competencia por la vegetación o
el agua. Los recursos acuáticos también se ven afectados debido al aumento de sedimentos.
La erosión puede causar pérdida severa de fertilidad cuando la capa superficial del suelo es
removida o arrastrada por el agua. La escorrentía arrastra finas partículas de suelo y de ma-
teria orgánica, causando pérdida de suelo y de nutrientes, la contaminación del agua por
sólidos en suspensión y la deposición de sedimentos.
Prácticas tradicionales, como la “quema” de pajonales principalmente en sistemas gana-
deros, suelen utilizarse para controlar la vegetación no deseada y la maleza alta, para elimi-
nar hierbas y plantas poco apetecibles y favorecer el crecimiento de las plantas más palata-
bles, digeribles y nutritivas para el ganado. Sin embargo, no son utilizados en zonas de plan-
taciones pues pueden dañar la forestación, la vegetación y los suelos y puede causar mayo-
res niveles de erosión. También la utilización de productos químicos para controlar plagas y
enfermedades, o herbicidas para el control de las malezas cuando se prepara el terreno de
plantación puede producir un impacto ambiental negativo, ocasionando problemas de conta-
minación del agua con efectos negativos para el ganado, la fauna, las fuentes de agua (su-
perficiales y freáticas) y la vegetación. Por eso, las técnicas de manejo recomendadas para
aumentar la productividad y controlar la erosión son: la intervención mecánica y física con
respecto al suelo o la vegetación y otras técnicas de conservación del suelo y el agua. Incre-
mentar el número de fuentes de agua ubicándolas estratégicamente y mantener c ubierto el
suelo con vegetación herbácea nativa y/o la siembra de forrajeras tolerantes al sombreo pue-
den reducir la erosión del suelo. Es fundamental estimar la capacidad de carga de cada si-
tuación particular y ejercer un control del pastoreo que garantic e el uso adecuado y el equili-
brio entre los componentes de los SSP.
Además, la presencia de ganado en forma simultánea con la forestación posibilita la di-
versificación de la producción de la empresa, reduciendo los factores de riesgo biológico y
de mercado, así como flexibilizan la distribución del trabajo durante el año, haciendo un
uso completo y estable de la mano de obra del establecimiento. Estos resultados positivos
de la actividad silvopastoril además podrían complementarse con mecanismos de certific a-
ción del tipo de “ganadería carbono neutro”, donde la forestación compensa las emisiones
de gases con efecto invernadero del ganado.
Cornaglia et al., 2019 evaluaron los resultados económico productivos de distintos estable-
cimientos de la región del Delta del Paraná donde se desarrollan sistemas silvopastoriles (SSP)
con distintos niveles de integración e intensificación de la actividad forestal y ganadera con el
fin de determinar el nivel óptimo de integración del componente ganadero. Evaluaron tres es-
cenarios productivos: a) predominancia de actividad forestal b) predominancia de actividad
ganadera (cría y/o ciclo completo) y c) un escenario intermedio y utilizaron el indicador de Valor
Actual Neto (VAN) para el análisis económico y un análisis de sensibilidad de costos e ingre-
sos. En todos los establecimientos evaluados, para la alimentación del rodeo, el componente
forrajero se basó en campos naturales de gran diversidad florística y calidad forrajera y ade-
más, algunos realizaron rollos e incorporaron ocasionalmente otros recursos forrajeros. La acti-
vidad forestal se basa en plantaciones de álamos a densidades entre 278 arb./ha a 400 arb./ha,
con objetivo productivo de madera principalmente para aserrado y parte para triturado.
Los resultados obtenidos en los indicadores reproductivos y productivos de la actividad ga-
nadera de los establecimientos evaluados fueron del 80 a 94 % para el porcentaje de preñez,
del 63 a 82 % para el porcentaje de destete y producción de carne de 71,5 a 245 kg/ha. Los
indicadores reproductivos como los porcentajes de preñez y de destete son muy buenos y
aceptables al ser comparados con los valores de referencia a nivel nacional: 73 % de preñez y
62 % de destete (INTA Balcarce, 2017). Con respecto a la producción de carne, en términos
generales, es muy buena en todos los casos, y es comparable con la de productores de avan-
zada. Las cargas ganaderas para estos mismos establecimientos variaron de 0,29 a 0,7 EV, de
bajas a muy buenas.
Con respecto a los resultados económicos evaluados a través del Valor Actual Neto (VAN),
comparando la actividad forestal, la actividad ganadera y su combinación, en todos los casos la
actividad forestal sola arrojó resultados positivos y elevados. La actividad de cría por sí sola no
era rentable en algunos establecimientos, mientras en otros sí, ocurriendo algo similar con la
actividad invernada sola. Pero si se combina la forestación con la actividad ganadera, bajo un
sistema silvopastoril, todos los planteos arrojan una tasa de rendimiento positiva con respecto a
la ganadería tradicional. La integración de las actividades ganadera y forestal (sistema silvo-
pastoril) resultó la mejor alternativa productiva, en contraposición a la realización de dichas
actividades de forma independiente.
La combinación de las actividades forestal y ganadera aporta mayor estabilidad productiva y
económica al asegurar un ingreso anual por parte del componente ganadero y un ingreso a
mediano y/o a largo plazo por parte del componente forestal. Además, el aumento del capital
circulante proveniente de una mayor diversificación en la producción permite obtener productos
con diferente momento de maduración y escala de tiempo y operación, y reducir los riesgos
inherentes al mercado.
Conclusiones
No existen factores limitantes para las actividades ganadera y forestal bajo las condiciones
de la región del Delta del Paraná. Los SSP, al combinar la producción ganadera con la foresta-
ción, permiten obtener una producción más intensiva y diversificada con ingresos a corto, me-
diano y largo plazo porque reducen riesgos, prorratean gastos fijos, y generan más y mejores
puestos de trabajo. El diseño, la planificación y el manejo de estos sistemas son fundamentales
para asegurar la sustentabilidad ambiental.
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Introducción
En los valles de Patagonia Norte se utilizan álamos y sauces como cortinas rompevientos
para protección de diferentes cultivos (frutícolas, hortícolas, forrajeros) y en forestaciones en
macizo destinados a la producción de madera de calidad. La madera es utilizada por las indus-
trias del aserrado y debobinado, principalmente en la confección de envases y embalajes para
el transporte y comercialización de productos frutihortícolas, como también para la obtención de
vigas, tablas, tirantes y machimbres utilizados por el sector de la construcción. Un porcentaje
menor se destina a la industria celulósica, que puede aprovechar los rollizos de menor diámetro
(García y Serventi, 2006; Thomas y Garcés, 2014).
La superficie forestada con Salicáceas en los valles de Patagonia Norte se encuentra en no-
table retroceso. García y Serventi (2006) mencionan que a mediados de la década del 90 exis-
tían aproximadamente 3.500 hectáreas de forestaciones en macizo, superficie que disminuyó a
2.810 hectáreas estimadas al momento de esa publicación. Ponen énfasis, además, en que
algo más del 50% de esas 2.810 hectáreas corresponde a macizos de menos de 5 años de
edad. El Inventario de Plantaciones Forestales bajo riego en la región patagónica realizado en
2017, indica una superficie de 1.520 hectáreas de macizos (Bava, 2017), considerablemente
menor a las estimaciones antes mencionadas.
Si bien desde 1999 existe un instrumento de incentivo a través de la Ley Nº 25.080de Inver-
sión para Bosques Cultivados -prorrogada en 2008 por la Ley Nº 26.432 y en 2018 por la Ley
Nº 27.487- (ver capítulo 13), se observa una sensible disminución de la superficie de macizos
forestales. La principal causa de esta situación es la crisis de la actividad frutícola, principal
destino de los productos confeccionados con la madera de álamos y sauces, que se traduce en
un mercado deprimido, con un consumo estimado de madera que disminuyó de 300.000 a
155.000 toneladas anuales (García y Serventi, 2006; García et al., 2017) y precios bajos para
la madera. En este contexto, la adopción de sistemas agroforestales como alternativa producti-
va podría contribuir al aumento de la superficie forestada en la región.
En la zona cordillerana de Patagonia Norte, las áreas aptas para forestación en secano se ex-
tienden a lo largo de las zonas ecotonales de transición entre el bosque nativo y la estepa patagóni-
ca hasta la isohieta de 400 mm. La superficie potencialmente forestable se aproxima a 2,3 millones
de hectáreas (Laclau et al. 2005), si bien se reduce sensiblemente si se analizan restricciones so-
ciales, territoriales, ambientales, económicas y topográficas. La superficie actualmente forestada
asciende a 109.031 ha, de las cuales, 87.345 ha corresponden a coníferas y el 80% de esa superfi-
cie a pino ponderosa (Pinus ponderosa). Neuquén posee el 58% de las plantaciones, con una su-
perficie cultivada de 63.725 ha, Río Negro cuenta con 11.860 ha y Chubut posee 33.446 ha fores-
tadas (Bava et al., 2017). El 60% de estas forestaciones con coníferas se encuentran en el rango de
edad entre 11 y 25 años. La clase madura, que corresponde a plantaciones mayores a 26 años,
representa el 27% de la superficie. La clase menor, que incluye plantaciones menores o iguales a
10 años, representa el 12% de la superficie (Bava et al., 2017).
La madera empleada actualmente por la foresto-industria de la zona cordillerana se obtiene
mayoritariamente de plantaciones de pino ponderosa en edad de segundo raleo o primer raleo
comercial (25-35 años). Esta madera posee todavía una gran proporción de madera juvenil que
le confiere alta inestabilidad dimensional y altas contracciones axiales y longitudinales (Marti-
nez-Meier et al., 2017). Madera aserrada, tacos para pallets, machimbres y en los últimos años,
madera con destino estructural para uso en construcción de viviendas, se encuentran entre los
principales productos obtenidos por la foresto-industria de la región.
Los sistemas agroforestales, una combinación de especies leñosas con cultivos, pasturas
y/o animales en la misma unidad de producción, optimizan las interacciones biológicas creadas
entre estos componentes, otorgando como resultado, una mayor eficiencia en la captura y utili-
zación de recursos (nutrientes, luz y agua) con el consecuente aumento de la productividad
(Gordon et al., 1997). Simultáneamente, la mayor diversidad estructural provee al sistema alta
estabilidad y resiliencia ambiental y económica a nivel de predio (Lefroy et al. 1999).
El correcto manejo agroforestal implica la optimización del uso espacial y temporal de los recur-
sos de crecimiento de manera de maximizar las interacciones positivas (facilitación) y minimizar las
negativas (competencia) que se generan entre los componentes (Jose et al., 2000). La competencia
se produce cuando las especies componentes del sistema se superponen en el uso de los recur-
sos, a punto tal que el crecimiento, la supervivencia o el éxito reproductivo de alguna de ellas se ve
negativamente afectado (Harper, 1990). La facilitación ocurre cuando una de las especies del sis-
tema modifica el ambiente biofísico de manera tal de crear una o más condiciones favorables para
el desarrollo de la especie restante. La especie facilitadora puede producir un incremento neto de
los recursos en el sistema o capturar y utilizar más eficientemente alguno de los recursos de creci-
miento (Holmgren et al. 1997). El resultado neto de las interacciones de facilitación y competencia,
que en última instancia asegura la viabilidad de los sistemas agroforestales, es dinámico y depende
del estadio de vida de las especies involucradas, de la fisiología de las mismas y de la intensidad
del estrés causado por factores abióticos (Callaway y Walker, 1997).
En Patagonia Norte se han difundido clones de álamos y sauces que se adaptaron al clima
de la región tanto para la plantación de cortinas rompevientos como de macizos forestales. El
principal aspecto que define la elección de la especie y clon es la susceptibilidad a las enfer-
medades presentes en cada una de las zonas de la región. A su vez, dentro de cada zona, se
deben contemplar las características de los suelos y los objetivos de producción.
Los álamos
Para la plantación de cortinas rompevientos, cuyo propósito es proteger a los cultivos de los
fuertes vientos característicos de la región, se usan principalmente los álamos criollos (P. nigra
‘Itálica’), chileno (P. nigra ‘Chile’) y Blanc de Garonne (P. nigra ‘Jean Pourtet’) (Serventi, 2011;
Thomas, 2015). Estos clones poseen copa estrecha, numerosas ramas cortas desde la base
del tronco y hojas pequeñas, conformando barreras que disminuyen la velocidad del viento a
valores tolerables por los cultivos de interés, contribuyendo a la disminución de la erosión eóli-
ca (Lassig y Palese, 2011; Peri, 2011) y amortiguando el efecto de las heladas (Tassara, 2005).
En menor proporción, se utilizan híbridos euroamericanos (P. x canadensis) y ocasionalmente
el álamo híbrido español (P. x canescens).
En el Alto Valle de Río Negro y Neuquén (Figura 1) como en el valle de 25 de Mayo (La Pampa)
y Catriel (Río Negro), no existen restricciones respecto de los clones a utilizar para la plantación de
macizos destinados a producir madera de calidad. Se utilizan principalmente híbridos euroamerica-
nos debido a su rapidez de crecimiento, características de la madera y rectitud de fuste, siendo el I-
214, I-488, Conti 12 y Guardi los más difundidos (Thomas, 2015). El color claro de la madera de
estos clones otorga buena aptitud para algunas industrias como la del debobinado para fabricar
tableros compensados (Nolting, 2001). En las zonas con mayores precipitaciones como los valles
de General Conesa, Río Colorado e inferior del río Negro (IDEVI), donde la cancrosis (Septoria
musiva) tiene mayor incidencia, se utilizan clones de híbridos euroamericanos como Conti 12 y
clones de álamos deltoides (P. deltoides) como Harvard y Stoneville 72 (Thomas y Cortizo, 2014b).
A partir de evaluaciones de nuevos clones para la región realizadas por INTA Alto Valle, se
suman a los antes mencionados los híbridos euroamericanos Triplo y Ragonese 22 INTA, y los
deltoides Ñacurutú INTA, Carabelas INTA y Paycarabí INTA. Estos clones, al ser tolerantes a la
cancrosis, se recomiendan para ser utilizados en toda la región, sobre todo en aquellas zonas
donde la cancrosis limita el uso de algunos de los clones de híbridos euroamericanos suscepti-
bles a la enfermedad (Thomas y Garcés, 2014; Thomas y Cortizo, 2014a).
Fuente propia.
Los sauces
Las forestaciones en macizo con sauces actualmente son escasas y tienen como objetivo la
producción de madera para triturado. Tanto para cortinas rompevientos como para macizos se
utilizan los sauces híbridos Barrett 13-44 INTA (Salix matsudana x S. alba), Ragonese 131-25
INTA y Ragonese 131-27 INTA (S. babylonica x S. alba), este último muy difundido en el valle
de Río Colorado. Sin embargo, a partir de evaluaciones de nuevos materiales genéticos, los
sauces han demostrado un alto potencial productivo tanto para triturado como para usos sóli-
dos, incluso en suelos marginales. Los híbridos Los Arroyos INTA-CIEF y Agronales INTA-CIEF
(Salix matsudana x S. alba), y algunos otros en etapa final de selección han mostrado un des-
tacado desempeño en suelos salino-sódicos (Thomas y Garcés, 2014; Thomas y Cerrillo, 2014;
Cortizo et al., 2016; Montero et al., 2017).
Materiales de plantación
este material respecto a los otros es que permite un rápido y homogéneo establecimiento de la
forestación. También pueden usarse guías de similar tamaño, que permitan lograr un resultado
similar respecto a la homogeneidad de la plantación, aunque el crecimiento durante el primer
año será menor al que se obtiene cuando se utilizan plantas con raíz.
Métodos de plantación
Fuente propia.
Época de plantación
Densidades de plantación
Las densidades de plantación de macizos (Figura 4) varían en función de los objetivos pro-
ductivos a mediano y largo plazo. El aprovechamiento final de la madera se obtiene entre los
12 y 15 años, dependiendo de la calidad del sitio y de las prácticas culturales realizadas duran-
te el ciclo forestal. Se recomienda utilizar densidades bajas (200 a 350 árboles/ha) cuando el
objetivo es producir rollizos de grandes diámetros para la cosecha final sin necesidad de raleo,
ya que los árboles crecerán prácticamente sin competencia por los recursos (espacio, luz, agua
y nutrientes) hasta el final del ciclo productivo. A modo de ejemplo, marcos de plantación de 8m
x 4m o 10m x 5m permiten la producción agrícola entre las filas de árboles sin mermas impor-
tantes de rendimientos. En cambio, cuando el objetivo es producir rollizos de menor diámetro o
postes a través de un raleo, y rollizos de grandes diámetros en la cosecha final, se recomienda
utilizar densidades intermedias (400 a 600 árboles/ha). Del mismo modo que en el caso ante-
rior, marcos de plantación de 6m x 3m u 8m x 2m permiten la producción agrícola entre las filas
de árboles, pudiendo haber mermas de rendimiento por efecto del sombreo en función de las
necesidades lumínicas del cultivo implantado (Thomas, 2015).
Fuente propia.
Riego
Los álamos y los sauces son muy demandantes de agua, requiriendo al menos 8.000-9.000
m3/ha durante la estación de crecimiento (FAO, 1980). En la región de los valles las precipitaciones
varían entre 240 mm en el Alto Valle de Río Negro (Rodríguez y Muñoz, 2006) hasta 400 mm en el
Valle Inferior del Río Negro (Musi Saluj, 2018). Debido a que estas lluvias no alcanzan a cubrir las
necesidades hídricas de ambas especies, se complementa a través de riegos durante el período de
mayor demanda hídrica que ocurre entre los meses de septiembre y abril. El riego se realiza nor-
malmente por manto o inundación, aunque existen experiencias con riego por goteo (Montero y
Thomas, 2017). La frecuencia de riegos debe ser alta durante los primeros años, aconsejando regar
cada 7 a 10 días, reduciéndose a una frecuencia de 15 días a medida que los árboles crecen y sus
raíces aumentan la exploración del suelo y la absorción de la napa freática.
Poda
La poda consiste en la eliminación de algunas ramas con el objetivo de producir madera sin
nudos. En el caso de los álamos y sauces, se pueden diferenciar dos tipos de intervención:
poda de formación y poda de limpieza de fuste (Amico, 2006).
La poda de formación consiste en la eliminación de tallos secundarios, bifurcaciones y ra-
mas laterales que compitan con el tallo principal, con el objetivo de formar un árbol con un úni-
co fuste y sin ramas laterales de tamaño importante. Esta intervención se debe realizar durante
el segundo o tercer año utilizando tijera de podar, tijerón o eventualmente serrucho.
Figura 5. Poda de limpieza de fuste con plataforma en álamos Guardi (izquierda) y detalle
del corte realizado con la motosierra con pértiga extensible (derecha).
Fuente propia
Raleo
En la región de los valles, el turno para la producción de madera de calidad varía entre 12 y
15 años, pudiendo cosecharse aproximadamente entre 250 y 300 toneladas dependiendo de la
calidad del sitio y del manejo silvícola realizado (Thomas, 2015). También es posible plantear
objetivos de más corto plazo como la producción de postes en turnos de 6 a 8 años.
No existe en la región maquinaria forestal como las cosechadoras (harvesters), los autocar-
gadores o los arrastradores (skiders) que permiten realizar el aprovechamiento de la madera en
forma mecanizada. El aprovechamiento se realiza en forma manual, mediante el apeo, desra-
me y trozado de los árboles con motosierra. Luego, los rollizos son cargados en el camión me-
diante una pala cargadora o un tractoelevador, y acomodados en forma manual para ser tras-
ladados a la industria.
Las forestaciones en macizos tienen como objetivo producir madera de calidad, y según el
marco de plantación es posible la consociación con cultivos agrícolas en sistemas agrosilvíco-
las desde el inicio del ciclo forestal, y con ganadería en sistemas silvopastoriles durante los
años restantes (Figura 6).
El diseño de modelos agroforestales debe estar en concordancia con los objetivos producti-
vos a corto, mediano y largo plazo de cada uno de los componentes agrícola, ganadero y fores-
tal (Esquivel, 2017). Por lo tanto, habrá modelos que prioricen la producción agrícola y ganade-
ra, en los cuales la densidad del componente forestal será más baja (200 a 350 árboles/ha), y
otros modelos con densidades iniciales mayores (400 a 650 árboles/ha) en los que se priorice
la producción forestal, obteniéndose a mediano plazo postes y/o rollizos de diámetros menores
para aserrado a través de raleos, y rollizos de diámetros mayores en la cosecha final.
Sistemas agrosilvícolas
Durante los primeros años de las forestaciones con álamos y sauces bajo riego es posible
producir forraje para henificar, en forma de rollos o fardos, de pasturas perennes puras (alfalfa
u otras) o polifíticas (mezclas con alfalfa, tréboles, raigrás, festuca u otras); y también de pastu-
ras anuales con cebada, avena, centeno, triticale, puras o consociadas con vicia -en otoño-
invierno, verdeos de invierno-, o con sorgo, mijo, moha -en primavera-verano, verdeos de ve-
rano-. También es posible producir granos (maíz, sorgo, cebada, avena, triticale) y hortalizas
(zapallo, maíz dulce, cebolla y otras) (Cancio y Thomas, 2013; Thomas, 2015).
En esta primera etapa, la sombra irá aumentando gradualmente debido al tamaño de los ár-
boles, y proporcionalmente irá disminuyendo el rendimiento de los cultivos en función de su
sensibilidad a la falta de luz (Thomas, 2015). Si bien, en general, los rendimientos durante el
primer y segundo año no se ven afectados, se dispone de una superficie neta cultivable menor
debido al espacio adyacente a las filas de árboles. Según el marco de plantación elegido, es
posible realizar estos cultivos durante una cantidad de años previo a que la sombra comience a
limitar la producción. La poda de formación, que se realiza durante esta etapa inicial 2° y 3°
año, favorece el ingreso de luz para el desarrollo de los cultivos (Davel y Arquero, 2015).
No es recomendable que durante este período ingresen animales libremente a pastorear
dentro de la forestación ya que, debido a la preferencia por las hojas y brotes tiernos de álamos
y sauces, pueden provocarles daños importantes (Casaubon, 2013). Eventualmente, en planta-
ciones con distancias amplias entre las filas (8 a 12 m), es posible implementar un sistema de
pastoreo con alta carga instantánea en los interfilares utilizando alambrado eléctrico, mante-
niendo a los animales alejados de los árboles para evitar daños.
En macizos con marcos de plantación amplios -8m x 4m, 10m x 5m, 12m x 4m o configuracio-
nes similares-, que se corresponden con densidades de 200 a 350 árboles/ha aproximadamente, es
posible producir rollos o fardos de alfalfa durante los primeros 3 o 4 años sin mermas significativas
de rendimiento por efecto del sombreo. En cambio, en marcos de plantación intermedios (6m x 3m;
8m x 2m, 8m x 3m o configuraciones similares), que se corresponden con densidades de 500 a 650
árboles/ha aproximadamente, la producción de forraje sufre una merma significativa (del 50% o
más) por efecto del sombreo a partir del tercer o cuarto año (datos propios, no publicados).
La consociación de álamos con alfalfa durante los primeros años en macizos plantados a
6m x 3m y 8m x 3m ha sido el modelo más elegido al momento de adoptar estos sistemas en
los valles de Patagonia Norte. También hubo experiencias de producción de rollos de sorgo en
los interfilares de macizos plantados a 8m x 3m solamente durante los dos primeros años, ya
que es una especie C4 sensible a la falta de radiación.
En INTA Alto Valle, se instaló en 2009 una parcela demostrativa que incluyó un modelo de
plantación tradicional con álamos (A) y dos alternativas agroforestales con cultivos consociados
(álamos con alfalfa -A+A- y álamos con cultivos hortícolas -A+H-) en un marco de 6m x 3 m. En
las subparcelas correspondientes al cultivo de álamos consociado con alfalfa se cosecharon
fardos durante los primeros tres años; en las correspondientes al cultivo de álamos consociado
con hortícolas, se cultivó zapallo anco durante el primer año y maíz dulce durante el segundo y
tercer año; y en las correspondientes al cultivo de álamos sin cultivos intercalares se controló la
vegetación espontánea. Al cabo de los 3 años de ensayo se observó un mayor crecimiento en
diámetro en los sistemas agroforestales (A+A y A+H) respecto del cultivo tradicional (A) (Tho-
mas et al., 2013; Thomas et al., 2017).
La utilización del espacio interfilar para la agricultura permite aprovechar de manera más
eficiente el suelo y el agua de riego disponible, generando ingresos durante los primeros años
del ciclo forestal. Además, las labores culturales que demandan los cultivos agrícolas muestran
un efecto benéfico sobre el crecimiento inicial de los árboles. Por lo tanto, esta integración de
actividades brinda beneficios productivos y económico-financieros.
Sistemas silvopastoriles
A medida que los árboles crecen, aumenta progresivamente el tamaño de la copa reducien-
do el ingreso de radiación solar al estrato herbáceo (Thomas, 2015). Cuando la cantidad de
radiación limita la producción de cultivos altamente demandantes (heliófilos), es posible implan-
tar pasturas con especies tolerantes a la sombra (umbrófilas) para la producción de forraje
durante el resto del ciclo forestal. En este momento se produce la transición de un sistema
agrosilvícola a uno silvopastoril.
La cantidad de radiación solar que llega al suelo está en función principalmente de la edad y la
densidad de plantación, de la distribución espacial de los árboles para una misma densidad y de
la orientación de las filas respecto a la trayectoria diaria del sol (Acciaresi et al., 1993; Douglas et
al., 2006). Además, la forma de la copa de los árboles y la cantidad y distribución de ramas tiene
gran influencia en la intercepción lumínica. En ese sentido, la elección de clones de álamo y sau-
ce con copas estrechas y menor cantidad de ramas favorece el ingreso de radiación para ser
aprovechado por las especies forrajeras. A partir de evaluaciones de nuevos clones en la región
se observó un buen desempeño del álamo híbrido (Populus x canadensis) ‘Ragonese 22 INTA’ y
de los sauces híbridos (Salix matsudana x S. alba) ‘Los Arroyos INTA-CIEF’ y ‘Agronales INTA-
CIEF’, que desarrollan copas estrechas y los convierte en adecuados para la implementación de
sistemas silvopastoriles (Thomas y Cerrillo, 2014; Thomas y Garcés, 2014).
La siembra de las pasturas umbrófilas se debe realizar cuando los niveles de radiación solar
que ingresan a través del dosel son mayores a los que esas especies pueden tolerar una vez
implantadas. Evaluaciones regionales realizadas en macizos de álamos indican que la implan-
tación de pasturas con especies tolerantes a la sombra debe realizarse cuando el ingreso de
luz a través del dosel es de aproximadamente el 50-60% del total de radiación incidente (datos
propios, no publicados). Ese momento oportuno se corresponde con el cuarto o quinto año de
forestaciones con álamos o sauces implantadas a las densidades utilizadas actualmente (280 a
555 árboles/ha), pudiendo variar sensiblemente según los marcos de plantación utilizados y la
orientación de las filas. Una vez implantadas, estas especies se irán adaptando a la disminu-
ción progresiva de la cantidad de luz disponible, y por lo tanto variará la producción forrajera
hasta el final del ciclo forestal.
Si bien la estación del año adecuada para la siembra de pasturas perennes en regiones
templadas-frías es el otoño, las hojas de álamos y sauces que caen en esa época pueden
constituir un impedimento físico durante la implantación. Una alternativa para evitar este incon-
veniente es realizar siembras tempranas en otoño (fines de febrero o principios de marzo) o
siembras en primavera. Las especies forrajeras de clima templado-frío que mejor se adaptan a
la restricción lumínica propia de estos sistemas silvopastoriles son: pasto ovillo (Dactylis glome-
rata), festuca (Festuca arundinacea), trébol blanco (Trifolium repens) y trébol rojo (Trifolium
pratense) (Cancio et al., 2013; Rodríguez et al., 2013). Las pasturas compuestas por una o más
de estas especies sustentan la producción ganadera (bovina y ovina principalmente).
En base a evaluaciones realizadas por el INTA Alto Valle, en macizos con densidades interme-
dias (400 a 555 árboles/ha) es posible disponer a partir del quinto o sexto año entre 2.000 y 3.500
kg/ha/año de forraje de pasturas puras (festuca, pasto ovillo) o mixtas (festuca-tréboles, pasto ovillo-
tréboles), concentrado mayormente en primavera-verano (Cancio et al., 2013; datos propios, no
publicados). La calidad del forraje varía según las especies implantadas, aportando diferentes valo-
res de fibra y proteína bruta (PB). Pasturas mixtas con pasto ovillo y trébol blanco bajo dosel pro-
veen forraje de calidad, con valores de alrededor del 15% (14,2% a 16,5%) de proteína (PB) y del
67% (63,4 a 68,8%) de digestibilidad de la materia seca (DMS) (Thomas et al., 2016).
El ingreso de radiación a través del dosel arbóreo varía principalmente en función de la edad
de los árboles, de la densidad y distribución espacial de los mismos, y de la cantidad de ramas y
hojas en sus copas. A través del manejo silvícola puede incrementarse el ingreso de radiación
mediante la disminución de la densidad a través de raleos, y de la cantidad de ramas a través de
las podas (Esquivel, 2017). Acciaresi et al. (1993) observaron una disminución del 80% de la
producción forrajera en primavera de una pastura mixta (Bromus unioloides, Lolium multiflorum y
Dactylis glomerata) bajo dosel de álamos deltoides de 6 años de edad con una densidad de 625
árboles/ha, concluyendo que es necesario ralear para favorecer el ingreso de radiación solar.
Cancio et al. (2016) evaluaron la producción de alfalfa en dos niveles lumínicos instalando simu-
ladores de cobertura arbórea (50% de restricción lumínica) en un macizo de álamo híbrido I-488
de 13 años de edad con una densidad de 140 árboles/ha (12m x 6m). Se obtuvieron un total de
4.940 kgMS/ha de forraje en el tratamiento con mayor ingreso de radiación solar (32,3% de
transmisividad -12m x 6m- y 2.408 kgMS/ha de forraje debajo de los simuladores de cobertura
(16,2% de transmisividad -simulando 6m x 6m-). Thomas et al. (2012) evaluaron la producción de
verdeos invernales en un macizo de álamos híbridos euroamericanos raleado a los 14 años de
edad, con una densidad final de 140 árboles/ha. Se sembraron dos consociaciones: triticale (X
Triticosecale) y vicia (Vicia sativa), y avena (Avena sativa), cebada (Hordeum vulgare) y vicia en
callejones de 12 m de ancho, y se obtuvieron 1.968 kgMS/ha para la consociación triticale y vicia,
y 2.445 kgMS/ha para la consociación de avena, cebada y vicia.
Estos resultados de experiencias regionales permiten inferir que el raleo en sistemas silvo-
pastoriles con álamos, a partir del cual se logra moderar la restricción lumínica, es posible pro-
ducir forraje a partir de pasturas puras o consociadas.
Existen experiencias sobre el uso de las hojas de álamos y sauces en verde como suple-
mento alimenticio para el ganado ovino y bovino en épocas de sequía (McWilliam et al., 2005;
Moore et al., 2003). El aprovechamiento de las hojas en verde como forraje se puede realizar
de diferentes formas. Una de ellas es a través de las podas, de formación o de limpieza de
fuste, realizada en los macizos durante la primavera o verano (Davel y Arquero, 2015). Las
hojas de las ramas podadas pueden ser consumidas por el ganado, resultando un excelente
complemento forrajero (Casaubon, 2013).
La cantidad de forraje de hojas por unidad de superficie que puede producir un macizo varía
según la edad de los árboles, la densidad de plantación, la fertilidad del suelo y el manejo silví-
cola (podas, riegos, fertilización). Estimaciones realizadas en Nueva Zelanda cosechando ra-
mas con hojas (pollarding) de álamos y sauces de entre 5 y 10 años de edad, indican que pue-
den producir más de 22 kg MS de hojas por árbol, y en árboles de mayor edad la producción
puede alcanzar los 60 kg MS/árbol. Las hojas de álamo y sauces en verde tienen valores altos
de digestibilidad a (DMS) y proteína bruta (PB). Análisis realizados en Nueva Zelanda muestran
que las hojas de álamo poseen 65-70% de digestibilidad y aproximadamente 15% de proteína
en primavera-verano (New Zealand Poplar & Willow Research Trust, 2016). En el Delta del
Paraná se estudió el valor nutritivo de las hojas de álamos y sauces provenientes de la poda en
diferentes momentos del ciclo vegetativo. En el caso de álamos, a pesar de las variaciones
encontradas en los valores nutricionales según las diferentes épocas de poda, la digestibilidad
fue mayor al 59% (62 +- 3%) y la proteína mayor al 13 % (15,7 +- 2,4%) (Tabla 1 Casaubon,
2013). En el caso de sauces, también se observaron diferencias según el momento, con valo-
res de 26,7% de proteína y 65,9% de digestibilidad en primavera (Casaubon et al., 2017). Estos
valores indican que la calidad forrajera de las hojas permite su utilización estratégica en plan-
teos ganaderos de cría en momentos de mayor requerimiento nutricional.
Tabla 1. Valores promedios (± desvío estandard) de materia seca (MS), fibra detergen-
te ácido (FDA), digestibilidad estimada (DE), fibra detergente neutro (FDN) y proteína
bruta (PB) expresados en porcentaje (%) en hojas de Populus deltoides `Australiano
106/60´ originados de guías durante el período vegetativo 2009/10.
Letras distintas indican diferencias significativas (p<= 0,05) entre meses (Casaubon, 2013).
También es posible aprovechar las hojas caídas en otoño como forraje para rumiantes. Se-
gún evaluaciones regionales, a partir del cuarto o quinto año se dispone de aproximadamente
4.500 a 6.000 kg/ha/año de materia seca de hojas según la densidad del rodal. Si bien la cali-
dad forrajera de las hojas en otoño es baja debido a su escasa digestibilidad (DMS: 55-58%) y
bajo contenido de proteína (PB: 5-6%), constituye un recurso forrajero del sistema que puede
ser aprovechado estratégicamente (Cancio et al., 2013; Cancio y Thomas, 2018). Se evaluó
también el consumo a corral de hojas caídas en otoño por ovejas de refugo a corral, reempla-
zando pellets de alfalfa, como alimento base, por proporciones crecientes (25-50-75%) de hojas
der álamo. Se observó que no hubo pérdidas de peso vivo cuando los reemplazos fueron de
hasta el 50%, incluso con leve aumento de peso cuando solo se reemplazó el 25% por hojas
de álamo, constituyendo un recurso forrajero gratuito y de fácil disponibilidad para esquemas
de producción familiar (Jockers et al., 2019).
Fuente propia
Fuente https://inta.gob.ar/noticias/sistemas-agroforestales.
Fuente propia.
Durante esta etapa no deben ingresar animales a la forestación debido a que las hojas, ta-
llos tiernos y corteza de álamos y sauces son apetecibles y podrían provocar daños irremedia-
bles en los árboles (Casaubon, 2013; Thomas, 2015). Luego de esta etapa inicial y antes de
que los niveles de luz sean limitantes para su implantación, se puede realizar la siembra de
pasturas perennes, puras o consociadas, con festuca, pasto ovillo y tréboles, o verdeos inver-
nales con avena, cebada, triticale y vicia para el pastoreo directo de los animales (Thomas et
al., 2012; Cancio et al., 2013). En el caso de los macizos con densidades iniciales intermedias
(350 a 555 árboles/ha), deberá realizarse un raleo con el fin de favorecer el ingreso de luz y
permitir la implantación de las pasturas.
Una vez implantada las pasturas, cuando los árboles alcanzan 10-12 cm de DAP, es posible
ingresar los animales a la forestación. En este momento, la producción de forraje se ve dismi-
nuida debido a la reducción de radiación que ingresa a través del dosel, generándose además
ciertos efectos sobre el estrato herbáceo como cambios en la velocidad de rebrote, cambios en
las características morfológicas de las plantas y disminución de la tasa de acumulación de ma-
teria seca, lo que provoca una mayor fragilidad del componente forrajero en comparación con la
producción forrajera a cielo abierto. Debido a esto y a que las especies que prosperan con me-
nor radiación son las gramíneas perennes, se debe diagramar con mayor cuidado los momen-
tos de pastoreo. Por lo general, el aprovechamiento del forraje se realizará con categorías de
menores requerimientos, generalmente vacas de cría o animales livianos en etapa de recría.
En estos sistemas se contempla el aprovechamiento forrajero de las hojas del componente
forestal además de lo producido por el estrato herbáceo. La utilización de las hojas puede reali-
zarse a través de las podas aprovechando las hojas en verde durante la temporada de creci-
miento, o durante el periodo en que caen al suelo cuando finaliza la temporada de crecimiento.
Una alternativa es la implementación de sistemas silvopastoriles con planteos ganaderos de
cría vacuna u ovina, en el cual ingresan vacas u ovejas a pastorear debajo de la forestación.
En este caso, la venta de terneros y corderos generará ingresos económicos desde aproxima-
damente el cuarto o quinto año y hasta la cosecha final. La carga animal se deberá ajustar en
función de la reducción gradual de la oferta forrajera bajo dosel a través de los años producto
de la disminución del ingreso de radiación.
En función de la oferta forrajera a lo largo del año, es posible planificar un pastoreo a fi-
nes de primavera para consumir el forraje acumulado en invierno y primavera, y otro pasto-
reo a fines del otoño que permita consumir el forraje acumulado en verano y otoño, suman-
do el aporte forrajero de las hojas de álamos y sauces caídas en esta estación del año
(Cancio et al., 2013).
La elección de los clones de álamo o sauce estará en función, entre otros aspectos, de los
objetivos productivos planteados durante el ciclo forestal. En estos modelos normalmente se
planifica utilizar un solo clon de álamo o sauce, cuya elección estará en función del sitio a fores-
tar y del tipo de rollizos demandados por las diferentes industrias regionales. Una alternativa es
combinar dos o más clones que permitan cumplir con más de un objetivo a lo largo del ciclo
forestal. Por ejemplo, se pueden intercalar dentro de las filas individuos de álamos híbridos
euroamericanos (Conti 12, Guardi, I-214, Ragonese 22 INTA, Triplo) e individuos de álamo
Blanc de Garonne (P. nigra ´Jean Pourtet´), con el objetivo de ralear los álamos Blanc de Ga-
ronne para obtener postes y permitir el crecimiento de los álamos híbridos para obtener madera
rolliza en la cosecha final (Figura 9).
Fuente propia.
La factibilidad técnica de cada cultivo asociado y del planteo ganadero en los diferentes
momentos del ciclo forestal estará en función del marco de plantación inicial, de la planificación
de podas y eventuales raleos, y de la tolerancia a la sombra de cada cultivo en particular.
El pino ponderoso ha sido y sigue siendo la especie más utilizada en las forestaciones en
Patagonia Norte. Utilizando el marco conceptual de interacciones ecológicas que ocurren entre
los componentes de un sistema silvopastoril (SSP), se presentan a continuación resultados de
diferentes investigaciones realizadas por el Grupo de Ecología del INTA Bariloche y se propor-
cionan pautas de manejo para SSP basadas en plantaciones de pino ponderosa establecidas
sobre pastizales naturales de Patagonia Norte. Las pautas de manejo sugeridas se basan en
procesos ecofisiológicos evaluados a nivel de planta y de rodal.
El área donde se pueden desarrollar los SSP corresponde a los distritos Subandino y Occi-
dental (38° a 46°30´S) de la región fitogeográfica patagónica con altitudes entre 300 y 1800
msnm. (Leon et al., 1998). El clima es templado frío, húmedo hacia los Andes, con más de
1000 mm de precipitación anual, y subhúmedo en el extremo oriental (isoyeta de 400 mm). Las
precipitaciones se concentran en otoño e invierno, lo que lleva a veranos secos con menos de
150 mm de precipitación (octubre a abril) (Paruelo et al. 1998).
Los pastizales naturales están dominados por tres de las nueve unidades de vegetación
definidas por Paruelo et al. (2004): Estepa herbácea y estepa herbáceo-arbustiva en posicio-
nes topográficas relativamente altas con productividades anuales entre 300 y 800 kg
MS/ha/año y mallines o praderas en zonas bajas del terreno con disponibilidad de agua per-
manente o semipermanente y productividades variables entre 1500 y 6000 kg MS/ha/año.
Las estepas herbáceas y herbáceo-arbustivas están dominadas por gramíneas perennes C3,
especialmente, coirón blanco o dulce (Festuca pallescens) y coirón amargo (Pappostipa spe-
ciosa). Los principales componentes de los arbustos son las especies nativas de Nassauvia
sp. y Berberis sp. Los mallines están dominados por hierbas exóticas como Taraxacum offici-
nale, graminoides nativos como Juncus balticus y Carex gayana, la leguminosa introducida
Trifolium repens y gramíneas C3, como Phleum pratense y Holcus lanatus y especialmente la
exótica Poa pratensis.
Los sistemas silvopastoriles pueden tener mayores rendimientos en comparación con los
monocultivos debido a una mayor captura de recursos y/o efectos de facilitación de los árboles
sobre las especies del sotobosque (Huang y Xu, 1999). Numerosos estudios informan una dis-
minución de la producción del estrato herbáceo a medida que crecen los árboles (Kellas et al.
1995; Ong et al., 2000) debido a la alta competencia por recursos de crecimiento como el agua
y la radiación. Sin embargo, otros resultados han demostrado que la productividad del sotobos-
que puede aumentar bajo los árboles en determinadas circunstancias (por ejemplo, Belsky
1994; Holmgren et al., 1997). Los árboles pueden mejorar la capacidad de almacenamiento de
agua de los suelos (Joffre y Rambal, 1988) y la disponibilidad de nutrientes (Belsky, 1994).
Además, al reducir los niveles de radiación que alcanzan el sotobosque, disminuyen la deman-
da evaporativa de las especies del estrato herbáceo (Breshears et al. 1997; Holmgren y col.,
1997). Los árboles también amortiguan las temperaturas extremas en invierno y verano (por
ejemplo, Garnier y Roy, 1988). El resultado neto de estos efectos sobre la productividad del
estrato herbáceo dependerá de las características de la especie (Belsky, 1994; Pugnaire et al.,
2011) y de la intensidad de los factores abióticos que condicionan el crecimiento (Callaway y
Walker, 1997; Pugnaire et al., 2011).
Las mencionadas especies que componen los pastizales naturales de Patagonia Norte co-
existen en varios sitios, pero debido a su diferente tolerancia al estrés abiótico, a veces ocupan
diferentes nichos. Pappostipa speciosa es una especie heliófila resistente a la sequía (Nicora,
1978), mientras que Festuca pallescens es más sensible a la sequía (Nicora, 1978; Fernández,
2003). Por lo tanto, es factible que estas dos especies puedan responder de manera diferente a
la presencia del dosel arbóreo y sus diferentes niveles de cobertura (Figura 10).
Figura 10. Sistema silvopastoril con pino ponderosa y pastizal natural de Festuca
pallescens. Forestación de 25 años, Valle Meliquina, Neuquén.
Fuente propia.
Estos resultados sugieren que F. pallescens es la especie más importante para el desarrollo
de SSP con pino ponderosa en Patagonia Norte. Además, esta especie constituye más del
20% de la dieta del ganado doméstico y se distribuye ampliamente en la zona ecotonal (Pelliza
Sbriller et al., 1984; Bertiller y Defosse, 1990; Somlo et al., 1997; Caballé et al., 2009). No obs-
tante, los SSP con pino ponderosa sobre estos pastizales naturales de F. pallescens van a ser
viables si los niveles de cobertura arbórea se mantienen durante todo el turno de corta o ciclo
forestal en el rango presentado en la Figura 11. Si el nivel de cobertura excede el 60-70% pre-
domina la competencia entre estratos y el estrato herbáceo comienza a deteriorarse. A diferen-
cia de lo que ocurre en los SSP con Salicáceas en los Valles irrigados, donde se pueden im-
plantar pasturas bajo el dosel, en la zona ecotonal de Patagonia Norte está práctica es irreali-
zable. Si se pierde el estrato herbáceo, no existe posibilidad de recuperarlo y el SSP se trans-
forma en una plantación forestal convencional.
Tabla 2. Simulación de manejo forestal para SSP con pino ponderosa en distintas calidades
de sitio manteniendo la cobertura arbórea por debajo del 70% evitando alcanzar el umbral
crítico limitante para el desarrollo del estrato herbáceo de F. pallescens. IS (20): Índice de
sitio, altura dominante promedio a los 20 años, Dg: Diámetro cuadrático promedio.
Fuente propia.
Claramente, con el fin de mantener un dosel abierto durante toda la rotación, es necesario
resignar producción de madera respecto a una producción puramente forestal (Tabla 2). En
contrapartida, luego de un periodo inicial de 4 a 8 años de exclusión del ganado para evitar
daños sobre los árboles, se podrían generar ingresos anuales por venta de productos de origen
animal durante el resto del turno de corta, es decir, para el ejemplo anterior, durante 20 años se
podrían combinar la actividad ganadera y forestal.
A medida que los árboles de un SSP crecen, las relaciones ecológicas entre pastos y árbo-
les cambian en magnitud y dirección. En el momento de implantación de los pinos, los pastos y
arbustos presentes en el pastizal natural compiten durante algunas temporadas de crecimiento
(de tres a cinco, según la disponibilidad de recursos, Letourneau y Andenmatten, 2007). A me-
dida que los pinos se hacen más grandes, la competencia disminuye o se vuelve neutra. Los
tratamientos de desmalezado o el pastoreo del pastizal natural previo al momento de implanta-
ción de los pinos pueden ser herramientas de manejo útiles para evitar la competencia inicial y
permitir una correcta implantación del estrato arbóreo.
Es bien sabido, que el crecimiento en diámetro de los árboles disminuye en la medida que
aumenta la densidad de manejo. En el caso particular de las plantaciones de pino ponderosa
en Patagonia Norte, los árboles que crecen en SSP mostraron un crecimiento anual en diáme-
tro 2,5 a 3 veces mayor que árboles de plantaciones densas con destino de producción de ma-
dera, de la misma edad creciendo en sitios similares (DAP: 18 y 6 mm/año, respectivamente,
Gyenge et al., 2010). En términos de productividad, los rodales de 15 años con 350 y 500 árbo-
les/ha presentaron incrementos anuales de 14 y 19 m3/ha/año, respectivamente. Una planta-
ción adyacente de la misma edad, no raleada, con 1300 árboles/ha tuvo un incremento anual
de 13 m3/ha/año (Gyenge et al. 2010).
En relación a la calidad de madera del pino ponderosa se encontró que la densidad prome-
dio de la madera no cambia para un rango importante de densidades de manejo, a pesar de las
diferencias en las tasas de crecimiento anual (Martínez Meier et al. 2013). Sin embargo, fue
posible determinar diferencias de densidad entre las porciones de madera temprana y madera
tardía del anillo anual de crecimiento (Martínez Meier et al., 2013). Por el contrario, el aumento
de la densidad de manejo presentó un efecto positivo sobre el Módulo de Elasticidad (MOE),
una propiedad mecánica que define la rigidez de la madera y su aptitud para uso estructural.
Rodales de pino ponderosa de 35 años de edad con 1300 árboles/ha presentaron un 30% más
de MOE en relación a rodales de la misma edad con 100 árboles/ha, estructura deseable en un
SSP de esa edad (Caballé et al., 2016).
La zona del ecotono estepa-bosque donde se pueden desarrollar los SSP con pino ponde-
rosa es una estrecha franja de 50 km de ancho que se extiende a lo largo de la provincia de
Neuquén, Río Negro y Chubut, entre los paralelos 36 y 42°S. En esta extensión se manifiestan
diferentes sistemas de producción animal. Estos incluyen, producción caprina en la zona norte
de Neuquén, actividad de cría extensiva ovina sobre sierras y mesetas hacia el E y cría y recría
bovina en las zonas de precordillera o bosques andinopatagónicos. La información disponible
sobre el componente animal bajo SSP con pino ponderosa es escasa. Existen antecedentes
provenientes de la zona norte de la provincia de Neuquén, donde el sistema de producción
tradicional es la ganadería de trashumante basada en la "cabra criolla".
La actividad caprina trashumante del norte neuquino, involucra aproximadamente a 1700 pe-
queños productores que utilizan las tierras altas de la Cordillera de los Andes como sitios de pasto-
reo de verano (veranada) y las estepas ubicadas hacia el E como sitios de invernada. El desarrollo
de SSP, puede ser posible solo en los sitios de veranada. Las escasas precipitaciones, inferiores a
300 mm anuales, de los sitios esteparios de las invernadas, limitan el crecimiento del pino pondero-
sa. El período de veranada generalmente comienza los primeros días de diciembre y dura aproxi-
madamente 120 días, hasta principios de abril. La ingesta diaria de materia seca de una cabra crio-
lla se aproxima al 3% de su peso vivo, es decir, 1,2 kg MS. Si se contempla el consumo del 50% de
la biomasa presente en el pastizal natural, la capacidad de carga animal de un SSP en estas áreas
sería de 2 a 4 cabras/ha durante este período de veranada de cuatro meses (Figura 13).
Fuente propia.
El ramoneo y el pisoteo de los animales pueden causar graves daños a los árboles durante las
primeras etapas de un SSP, e inclusive, en algunos casos, provocar la muerte de los árboles. La
ingesta voluntaria de follaje, ramas o corteza responde a la capacidad física digestiva del animal,
la preferencia de dieta, las demandas de energía, la calidad del forraje y la disponibilidad relativa
de cada componente (Minson, 1990). Respecto a la preferencia de dieta, las cabras son menos
selectivas que los ovinos y bovinos, y su dieta generalmente incluye más especies leñosas (Ani-
mut et al. 2008). Por lo tanto, las cabras potencialmente pueden causar más daño a los árboles
jóvenes en los sistemas SSP que otras especies de animales domésticos.
Se realizaron estudios de dieta en cabras criollas pastoreando en SSP con pino ponderosa,
de edad juvenil, en los que al momento de ingresar los animales no se había realizado el primer
levante de poda. La composición botánica de la dieta mostró un mayor consumo de árboles y
arbustos (47%) respecto a gramíneas (30%), hierbas (17,4 %) y graminoides (5,3%). El com-
ponente de árboles y arbustos aumentó en los animales más jóvenes (dientes de leche y ca-
bras de dos dientes), mientras que el componente de gramíneas fue mayor en los animales
más viejos (4 o más dientes). El 80% del componente de árboles y arbustos en la dieta estuvo
representado por las siguientes especies, en orden de importancia: P. ponderosa (13%), Berbe-
ris sp. (7%), Nothofagus antarctica, ñire (7%), Chuquiraga sp. (5,5%), Ephedra sp. (4%), Ades-
mia sp. (3%) y Gaultheria sp. (3%). El componente gramíneo estuvo representado por cuatro
especies, en orden de importancia: F. pallescens (11%), Poa sp. (6%), Rytidosperma sp. (6%) y
Bromus setifolius (3%). El componente hierbas, quedó representado por el único género pre-
sente, Acaena sp. Durante el período veranada, el 37% de la dieta de las cabras criollas estuvo
compuesto por F. pallescens, P. ponderosa y Acaena sp.
La preferencia de dieta, considerada como la relación entre la proporción en la dieta de una es-
pecie y su disponibilidad en la zona de pastoreo, presentó el siguiente orden: 1- ñire (N. antarctica)
especie arbórea nativa y el arbusto leguminoso Anarthrophyllum rigidum, llamado localmente “mata
guanaco”, 2- la hierba Acaena splendens, 3- las gramíneas Poa lanuginosa, Poa ligularis y F. pa-
llescens, localmente llamadas “coirones”, y 4- las acículas de pino ponderosa.
Si bien las acículas de pino ocuparon el cuarto lugar en la preferencia de dieta de las ca-
bras, su contribución promedio a la dieta fue superior al 13% con un pico en febrero del 18%,
momento en el que fue la especie vegetal más consumida. Esto se debe a su distribución es-
pacial homogénea debido al marco de plantación y a la alta disponibilidad de este material (756
kg MS/ha). Esta cantidad de materia seca es aproximadamente el 70% de la materia seca total
de los pastizales naturales bien conservados y más del doble de la materia seca presente en
los pastizales degradados (Caballé et al., 2011).
El daño severo por ramoneo asociado con el consumo de acículas se verificó en árboles
menores a 1,5 m de altura donde en algunos casos se produjo la muerte del ápice de la planta
(Figura 14). Los árboles de más de 1,5 m de altura exhibieron defoliación parcial o total de las
ramas basales y no presentaron ningún daño en los fustes luego de 120 días de pastoreo con-
tinuo. La frecuencia del daño sobre los pinos aumentó en la medida que el pastizal circundante
presentaba indicios de degradación. En pastizales con abundancia de A. splendens y P. spe-
ciosa y más de 30% de suelo desnudo, el daño sobre los pinos fue elevado. Así, en SSP con
pino ponderosa, las cabras deben introducirse una vez que los árboles superen 1,5 m de altura.
Además, se debe prestar especial atención al estado de conservación de los pastizales. De-
pendiendo de la calidad del sitio, el período de exclusión de pastoreo necesario para que los
árboles superen 1,5 m de altura puede ser de 2 a 6 años.
Fuente propia.
Los pastizales naturales de Patagonia Norte, fuera de las áreas de mallines con alta produc-
tividad, tienen un marcado gradiente de producción definido principalmente por la disminución
de las precipitaciones anuales en sentido O-E y la alta estacionalidad de las lluvias que se con-
centran principalmente en el invierno y principios de primavera. La producción primaria neta
aérea está controlada durante el invierno por las bajas temperaturas y durante el final de la
primavera y el verano por la disponibilidad de agua (Jobbagy y Sala, 2000). Estas condiciones
climáticas hacen que la calidad nutricional de las principales especies forrajeras disminuya
notablemente a medida que avanza la temporada de crecimiento y alcance únicamente para
satisfacer las necesidades de mantenimiento del ganado doméstico (Somlo et al.; 1985).
El valor promedio de proteína bruta de las acículas verdes de pino ponderosa alcanzó valo-
res cercanos a 9,2%, considerablemente más alto que la concentración promedio de 5,7% en-
contrada en las gramíneas perennes del pastizal natural (Poa sp., Agrostis sp., Festuca sp.,
Pappostipa sp.) pero más baja que la encontrada en las hojas de los arbustos (12%), ya que la
mayoría son leguminosas (Caballé et al., 2009). Además, a diferencia de las gramíneas, donde
la concentración de proteína bruta cae del 7,2% al 4,6% a medida que avanza la temporada de
crecimiento, la proteína bruta de las acículas verdes del pino permaneció igual o incluso au-
mentó hacia el final de la temporada (Caballé et al., 2010).
Las diferencias encontradas en la concentración de proteína bruta entre las acículas de pino
y las principales especies forrajeras del pastizal natural sugieren que el aporte del pino a la
dieta de las cabras en el norte neuquino puede ser importante, especialmente al final de la
estación seca cuando las gramíneas contienen solo la mitad de su concentración. Sin embargo,
la digestibilidad de la materia seca de las acículas de pino (53%) es muy baja y similar a la
digestibilidad de las gramíneas nativas de peor calidad como Pappostipa speciosa (Somlo et al.
1985). Esto está directamente relacionado con la alta concentración de lignina de las acículas
de pino. La baja digestibilidad y el efecto negativo de los compuestos secundarios presentes en
las acículas de pino sobre la microflora del rumen probablemente impiden que los animales
aumenten la aún más la ingesta de acículas (Pfister et al. 1992).
Tabla 3. Calidad forrajera de las especies del pastizal natural y del pino ponderosa
en SSP en el norte neuquino. FD: Fibra detergente ácida, PB: Proteína bruta, DMS:
Digestibilidad de la materia seca.
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Los sistemas silvopastoriles (SSP) son asociaciones de árboles maderables o frutales con
animales y recursos forrajeros. Existen numerosas clasificaciones (Torquebiau,1990) en las cua-
les tiene en cuenta el tipo de forestación (nativa o implantada), tipo de animal (ganado bovino,
ovinos o herbívoros autóctonos) y el tipo de recurso forrajero (pastizal natural o pasturas implan-
tadas). Los SSP implican coordinar diseños de plantación y prácticas silvícolas con la implanta-
ción de especies forrajeras o utilización de pastizales naturales, lo que genera diferentes tipos de
interacciones y cierto nivel de competencia principalmente por agua, luz y nutrientes.
Los SSP son la modalidad de uso de la tierra más frecuente en amplias zonas de la Argen-
tina que actualmente abarca 34 millones de hectáreas. Las regiones donde se encuentran más
desarrollados estos sistemas son principalmente con bosques cultivados en Misiones, Corrien-
tes, Neuquén y la zona del Delta bonaerense del río Paraná, mientras que su implementación
en bosque nativo se concentra en la región Patagónica y Chaqueña. Los sistemas de pastoreo
en los SSP de las diferentes regiones se diferencian por su grado de intensidad, desde los
extensivos, caracterizados por largas extensiones de superficie y baja inversión de trabajo y
capital hasta los intensivos, donde la incorporación de recursos y tecnologías permite princi-
palmente mejorar la calidad y cantidad de forraje disponible para los animales (INTA, 2016).
En las provincias de Misiones y NE de Corrientes se concentra la mayor superficie forestal
plantada con especies de rápido crecimiento del género Pinus, Eucalyptus y en menor medida
otras latifoliadas como Paulownia sp., Melia sp, Toona ciliata y Cordia trichotoma. En Corrien-
tes el desarrollo de los SSP, el pino híbrido se consocia con pasturas cultivadas, principalmente
Brachiaria spp. y pastizales naturales, es una de las principales provincias con bosques cultiva-
dos del país con 6 millones de hectáreas de pastizales con ganadería pastoril. El sistema tradi-
cional de cría en la provincia evolucionó a sistemas integrados de cría, recría e invernada. Ini-
cialmente, la integración de los sistemas forestales y ganaderos estaba acotada al uso del ga-
nado con el único fin de eliminar el material combustible y abarcaba solo el 25 por ciento del
ciclo forestal. Luego, los productores ganaderos adoptaron los SSP como una alternativa para
diversificar y mejorar la rentabilidad del sistema tradicional. Hoy, la provincia cuenta con alre-
dedor de 30 mil hectáreas bajo SSP compuestos por sistemas ganaderos de cría y/o recría y,
en algunos casos, de ciclo completo. El desempeño productivo en términos de ganancias de
pesos y reproductivos observados en los SSP son superiores a los sistemas ganaderos tradi-
cionales para engorde de novillos (INTA, 2016). En Misiones el 20 por ciento de la superficie
total forestal corresponde a los SSP, de las cuales los productores familiares representan el 15
por ciento, unas 50 mil hectáreas. Los productores familiares lo han adoptado por las numero-
sas ventajas tales como la reducción del estrés calórico de los animales por efecto de la som-
bra de los árboles y la obtención de madera de grandes dimensiones. También porque notaron
el incremento de la productividad forrajera y su concentración proteica, como así también la
disminución de los riesgos de incendio por el pastoreo, y un efecto menor de las heladas y
sequías prolongadas sobre la pastura o pastizal (SIPIF, 2010).
En los bosques patagónicos de Nothofagus antarctica (ñire) se utilizan como SSP de ma-
nera extensiva (Peri, 2005). Existen evidencias que estos sistemas presentan ventajas com-
parativas a los sistemas ganaderos o forestales puros en el aspecto productivo, ambiental y
social (Gargaglione et al., 2015; INTA, 2016). Aproximadamente el 70 por ciento de los bos-
ques de ñire en la Patagonia tienen un uso silvopastoril con un escaso manejo i ntegral en los
establecimientos (ver Capítulo 6). De la superficie total forestada, la mayor actividad de la
SSP con plantaciones se desarrolla en Neuquén. Entre las ventajas percibidas por los pro-
ductores se destacan la protección que provee al ganado de los fuertes vientos o bajas tem-
peraturas (principalmente en época de parición) y el aporte de forraje de calidad (Gargaglione
et al.2015; INTA, 2016).
La región Parque Chaqueño es la región forestal más grande del país donde se encuentran
modalidades con poco manejo y planificación como la ganadería a monte que consiste, sim-
plemente, en hacer pastar o ramonear los animales en el bosque nativo (ver Capítulo 6). Estas
prácticas, repetidas durante décadas, alteran la estructura del bosque por su efecto directo
sobre la regeneración, la calidad del suelo y el funcionamiento del ecosistema. En el otro ex-
tremo, se han difundido notablemente prácticas de alta intensidad en remoción de biomasa
leñosa, como el desmonte selectivo con siembra de especies forrajeras megatérmicas con el fin
de incrementar la producción de carne bovina. Este tipo de uso altera significativamente la es-
tructura del bosque por dejar en pie árboles de las clases de tamaño mayores, no tiene en
cuenta la reposición del estrato arbóreo ni la biodiversidad del ecosistema, y se suman prácti-
cas que le dan mayor intensidad al tratamiento como repasos de rolados, agroquímicos y fue-
go. Se estima que existen alrededor de 6 millones de hectáreas que tienen algún tipo de uso
silvopastoril, entre esos extremos (INTA, 2016).
En la provincia de Buenos Aires la región del Delta del Paraná cuenta con unas 80 mil hec-
táreas, de las cuales 60 mil se encuentran bajo manejo y otras 48 mil con potencial uso silvo-
pastoril. El ingreso del ganado a las forestaciones de salicáceas de las islas del delta es una
técnica ancestral; inicialmente, el pastoreo bajo plantaciones forestales se utilizaba para reducir
la vegetación herbácea espontánea, minimizando el riesgo de ocurrencia de incendios de pas-
tizales y forestales (INTA, 2016). Los pastizales del Delta presentan una gran riqueza florística,
constituyendo la principal fuente forrajera para los diferentes sistemas ganaderos de produc-
ción de carne (cría y ciclo completo) que se desarrollan en la región. El disturbio provocado por
el pastoreo de ganado vacuno en las pasturas naturales espontáneas facilitó la instalación de
especies valiosas desde el punto de vista forrajero (Casaubon et al., 2015). En esta región se
ha comprobado que el establecimiento de árboles puede tener múltiples efectos sobre la pro-
ducción y la biodiversidad de pastizales. Más allá de la diversificación de la producción, las
plantaciones de especies forestales deciduas pueden llegar a albergar una buena fuente de
forraje en su sotobosque, capaz de complementar a la de los pastizales naturales no foresta-
dos en calidad y cantidad y podrían favorecer a las especies invernales del estrato herbáceo,
mejorando la disponibilidad de forraje en el período más crítico del año (del Clavijo et al., 2005)
(ver Capitulo 7).
Entre los factores que en mayor medida determinan los procesos de competencia de am-
bos estratos, herbáceo y arbóreo están la luz seguido por la humedad y los nutrientes. Mien-
tras que él primero afecta el crecimiento del estrato herbáceo los restantes determinan el
comportamiento del componente arbóreo, aumentando la mortalidad durante el estableci-
miento y luego disminuyendo el crecimiento (Mead, 2009). En este sentido, el diseño y el
manejo de densidad del rodal son los dos parámetros utilizados en el manejo de la compe-
tencia, principalmente por luz. El término pastura se define como la comunidad vegetal donde
los árboles están ausentes o sólo presentes de manera esporádica y donde predominan las
especies herbáceas (no leñosas), especialmente las gramíneas o pastos (Carillo, 2003). La
habilidad de las especies para persistir y prosperar en una comunidad depende en gran me-
dida de sus interacciones con otras especies. Entre ellas, la competencia es aquella interac-
ción entre individuos debida a los requerimientos compartidos de un recurso cuya oferta es
limitada que tiene efectos negativos sobre la supervivencia, crecimiento y/o producción de al
menos uno de los individuos involucrados (Connel, 1990). La competencia por la luz puede
llegar a influir negativamente sobre el valor nutritivo del forraje (Lin et al., 2001). Los factores
ambientales como el sombreado provocan cambios en la distribución de nutrientes dentro de
las plantas (An y Shangguan, 2008). En un recurso forrajero en fase de desarrollo vegetativo
la distribución foliar del nitrógeno acompaña al gradiente de luz y entonces maximiza la foto-
síntesis del canopeo. Esta partición de nitrógeno, dependiente de la disponibilidad de luz, es
beneficiosa porque la ganancia marginal de carbono por unidad invertida de nitrógeno es
mayor a mayores niveles de irradiancia, para un dado contenido de nitrógeno (Hikosaka y
Terashima, 1995). Los efectos del sombreado sobre la calidad del forraje podrían ser contra-
puestos. En particular, las gramíneas responden al sombreado asignando más carbohidratos
a la elongación de entrenudos y menos al crecimiento de las raíces. Como los tallos poseen
una mayor proporción de componentes de la pared celular respecto de las hojas, estos son
comparativamente menos digestibles que los del contenido celular (An y Shangguan, 2008).
El otro efecto del sombreado sobre la calidad del forraje consiste en el aumento del área
foliar específica (AFE). Este aumento del AFE en ambientes sombreados coincide con una
disminución del contenido hídrico y la densidad de sus tejidos, al mismo tiempo que aumen-
tan el grosor de sus láminas foliares y el mesófilo (Meziane y Shipley, 1999). Por lo tanto,
dado que el mesófilo es altamente digestible y los otros tejidos se degradan más lentamente
al aumentar AFE el sombreado aumentaría la calidad del forraje, provocando un efecto con-
trario al de la elongación de los entrenudos antes mencionado. Dentro de las especies tem-
pladas tolerantes a la sombra se encuentran el pasto ovillo (Dactylis glomerata), cebadilla
criolla (Bromus catharticus) y trébol rojo (Trifolium pratense) (Maddaloni y Ferrari,2005).
Los sistemas de producción bovina en el país tienen gran importancia económica, se realiza
en una amplia área del territorio nacional y en diferentes agroecosistemas. Las variables climá-
ticas particulares de cada zona agroecológica como temperatura, precipitación, humedad relati-
va y vientos pueden afectar negativamente el desempeño de animales que no están adaptados
a estas condiciones.
Las condiciones climáticas en que viven los animales pueden limitar su desempeño produc-
tivo y reproductivo, incluso pueden ser un factor de riesgo para la presentación de enfermeda-
des. Los bovinos son animales homeotermos, tienen un rango de temperatura ambiente o zona
confort en el cual pueden vivir, producir y reproducirse adecuadamente. La zona confort o zona
de termoneutralidad varía según el tipo de raza o composición racial del animal, razas Bos
Taurus presentan rangos entre 5 y 20° C (Cowan et al.,1993), mientras que en razas Bos In-
dicus, el ideal está entre 10 y 27°C. Los animales disipan el calor corporal mediante mecanis-
mos como conducción, convección, radiación y evaporación, si estos mecanismos no son sufi-
cientes se inician cambios fisiológicos como la reducción del consumo voluntario de alimento y
cambios metabólicos (secreción hormonal). Si los mecanismos no son suficientes para contro-
lar la termorregulación el animal puede morir (Fraser et al., 1990; Johnson, 1987).
La temperatura es el principal factor en el estrés calórico, está asociada con la humedad re-
lativa y radiación solar que afectan la disipación de calor del animal al ambiente (Johnson,
1987) en agroecosistemas húmedos este efecto es mayor y por ello se deben analizar estas
variables a lo largo del año para determinar épocas críticas que pueden limitar el desempeño
de los animales (Navas, 2008). Según Armendano et al. (2020) la intensidad y frecuencia de
exposición a condiciones de estrés calórico (EC) en bovinos para carne en la provincia de Bue-
nos Aires se ha incrementado entre 1980 y 2017, con un aumento acentuado en la última dé-
cada analizada; principalmente en diciembre, enero y febrero registrándose el mayor incremen-
to en diciembre y febrero. A su vez, se proyecta un aumento de la intensidad y de la frecuencia
de exposición a condiciones de EC en el futuro cercano (2015-2039) y serían más evidentes en
el futuro lejano (2075-2099).
El uso de árboles en los sistemas ganaderos tiene múltiples funciones; fuente de alimenta-
ción animal, recuperación de la fertilidad del suelo, regulador del balance hídrico, fijador de
CO2, entre otros; pero un efecto muy importante es la generación de microclimas en los potre-
ros a través de las copas, permitiendo a los animales reducir el estrés calórico. Bajo la copa de
los árboles se ha encontrado reducciones de temperatura entre 2 a 9° C con relación a la en-
contrada en áreas abiertas (Wilson y Ludlow, 1991; Reynolds, 1995).
Los sistemas silvopastoriles, a través de la producción de sombra, reducen el estrés calóri-
co, Pezo e Ibraim (1998) mencionan tienen efectos positivos sobre el consumo voluntario: más
tiempo de rumia y pastoreo mayor consumo, la producción de carne y/o leche: incremento en la
eficiencia de conversión de alimentos e incrementos en la producción, en la reproducción: ma-
yor calidad seminal, mayor tasa de concepción, menores pérdidas embrionaria, entre otras.
Este efecto es mayor en animales de razas Bos Taurus las cuales tienen menor tolerancia a las
condiciones tropicales. En el sur de Misiones el pastoreo con vacunos bajo dosel de Grevillea
robusta A. Cunn. se logró como mínimo el doble de carga y con una mayor disponibilidad forra-
jera que en un pastizal a cielo abierto. Sin ningún tipo de suplementación en la dieta, sobre
pastizal natural bajo dosel fue posible obtener ganancias de peso del orden 0,4-0,5
kg/animal/día/año. La región puede y tiene la posibilidad de pasar de ser zona de cría a zona
de engorde (Lacorte et al., 2003; Lacorte et al., 2009).
Los pastizales de la Pampa Deprimida se destacan por tener alta heterogeneidad espacial,
riqueza y diversidad florística (Vervoorst, 1967; León, 1975) que le confieren su capacidad de
resiliencia, estabilidad y eficiencia (Cahuepé et al.; 1985). Casi toda la riqueza florística presen-
te se corresponde a especies herbáceas, algunas menos semi arbustivas y, escasa presencia
arbórea concentrada en los cordones de conchilla o las terrazas del Río Salado (Vervoorst,
1967). Dentro del pastizal se ha podido distinguir diversas asociaciones florísticas específicas
(León et al. 1979) y estas fueron ordenadas dentro de grandes grupos de vegetación que inte-
gran ambientes claramente definidos y distinguibles, tanto por la vegetación específica propia
como por su relación con ciertos rasgos edáficos (Burkart et al. 2005).
La matriz del paisaje presenta un tapiz vegetal de similar fisonomía, pero con variaciones
sutiles en el color entre diferentes áreas de vegetación, como si fuese un mosaico de distintas
tonalidades. Dicha variación colorimétrica es el reflejo de diferencias en la composición especí-
fica de plantas y/o de fase fenológica que circunscriben determinadas asociaciones vegetales.
Esta asociación de plantas creciendo juntas en un lugar concreto y con manifiesta afinidad
entre sí, encaja con la definición de comunidad vegetal (Clements, 1928). Las asociaciones de
plantas que se encuentran creciendo juntas en un ambiente con mayor frecuencia de lo que
sería esperable se debe a que dichas especies comparten cierto grado de solapamiento de
nicho y similar habilidad para resistir ante regulador/es ambiental (ej.: alcalinidad y/o salinidad,
anegamiento) y/o evento/s de disturbio ya sea generado por actividad de animales, el hombre o
la naturaleza (ej. pastoreo, labranza, incendios).
La condición de marginalidad del componente árbol en el pastizal de la Pampa Deprimida
fue documentado desde hace tiempo por muchos ecólogos e investigadores. Factores ambien-
tales como el balance hídrico negativo durante el periodo estival, la influencia de fuerte regula-
dores ambientales como anegamiento, salinidad y/o sodicidad y la presencia del disturbio de
herbivoría por pequeños mamíferos e insectos, serían los principales factores responsables de
frenar la sucesión del pastizal hacia un estado con mayor presencia de árboles (Vervoorst
1967; Lemcoff 1992). Las evidencias recopiladas sugieren que los principales disturbios mode-
ladores de la vegetación en la historia evolutiva del pastizal de la Pampa Deprimida fueron la
sequía y/o el fuego (Barrera y Frangi 1997) junto con la inundación. No obstante, ciertos auto-
res sostienen que la adaptación de las plantas a ambos factores (sequía y fuego) pudo haber
resultado en la exaptación de la vegetación al pastoreo (Milchunas et al. 1988) consecuente-
mente algunas de las especies nativas serían tolerantes o incluso podrían verse favorecidas
ante un moderado pastoreo, pero en general son vulnerables ante uno intenso (Milchunas et al.
1988). La incorporación del pastoreo de grandes herbívoros al pastizal Pampeano (hace poco
más de doscientos años) llevó a la introducción de al menos tres grandes efectos directos que
el animal genera sobre el componente planta: el pisoteo, las deyecciones y la defoliación. Estos
efectos directos suponen cambios en el ambiente en el sentido de mayor apertura del conopeo
y disponibilidad de luz, mayor temperatura y amplitud térmica del suelo, mayor mineralización y
aumento en la evaporación y flujo vertical del agua. En la actualidad y luego de una historia de
pastoreo de grandes herbívoros sumamente corta (en términos de escala temporal evolutiva),
la evidencia indica que el disturbio pastoreo ha afectado cuantiosamente la composición florís-
tica del pastizal (Chaneton et al. 1988, 2002); su productividad (Rusch et al., 1997) y calidad
forrajera forrajera (Cahuepé et al., 1985), balance hídrico (Alconada et al 1993), dinámica de la
mineralización (Garibaldi et al 2007), fertilidad química y física del suelo (Lavado y Taboada
1987; Alconada 1991; Piñeiro et al 2009; Taboada y Micucci 2009).
Los pastizales naturales de todo el mundo han sido afectados por diversos disturbios como la
agricultura, el pastoreo doméstico, fuegos programados, drenajes controlados, la incorporación de
fertilizantes, herbicidas y la extracción de materia orgánica. La magnitud de la alteración alcanzada
por un disturbio y las probabilidades de su reversibilidad dependen en gran medida del tipo, intensi-
dad y duración del disturbio, como así también de la fragilidad de la comunidad y su capacidad de
resiliencia (Holling, C.S., 1973). La presencia del componente árbol en el pastizal de la Pampa De-
primida es posible en la medida que se hayan superado, con los debidos aportes de energía, los
principales filtros naturales existentes (salinidad y/o sodicidad, sequía, anegamiento y herbivoría).
La incorporación del componente árbol supone un disturbio determinante de cambios en la estructu-
ra y funcionamiento del ecosistema natural de estos pastizales. Los principales cambios esperables
en el ambiente serían la menor disponibilidad de luz, menor temperatura y amplitud térmica del
suelo, menor tasa de mineralización, aportes de biomasa vegetal, competencia por recursos como
luz, agua y nutrientes. Muchos de estos efectos son del mismo orden, pero de signo contrario a los
generados por el disturbio pastoreo.
Dentro de los recursos disponibles para el crecimiento y desarrollo del estrato herbáceo del pas-
tizal de la Pampa Deprimida la luz no resultaría un factor limitante bajo condiciones normales (So-
riano et al. 1992). En parcelas excluidas al pastoreo por más de diez años el conopeo alcanzó como
altura promedio 160 cm y la intensidad de luz incidente al ras del suelo se redujo entre un 50 y 80 %
respecto fuera de la exclusión donde la humedad del suelo fue menor y mayor la temperatura y
amplitud térmica. La composición de la vegetación dentro de la exclusión mostró una disminución
del grupo las especies C4 postradas por el grupo de las erectas C3 perennes y C3 anuales, quie-
nes pasaron a ser dominantes y acompañadas por un segundo estrato superior de latifoliadas semi
arbustivas (Rodriguez et al. 2003). La evidencia sugiere que hay una respuesta especie específica
a los cambios en la disponibilidad de recursos y que estaría asociado a los regímenes de pastoreo
(Altesor et al. 2017). Esto es, las especies asociadas a regímenes altos de pastoreo estarían mejor
adaptadas a microhábitat con alta luminosidad, toleran mejor el déficit hídrico y poseen mayor ca-
pacidad de reasignar fotoasimilados, en tanto que las especies asociadas a los regímenes bajos de
pastoreo estarían mejor adaptadas a microhábitat con menor luminosidad, más fértiles y húmedos
(Tilman 1988; Altesor et al. 2017). Al comparar la composición de la vegetación del estrato herbá-
ceo entre parcelas con y sin estrato arbóreo las especies del grupo C3 fueron predominantes en los
sistemas silvopastoriles respecto al sistema tradicional (del Clavijo et al. 2005). La respuesta de las
especies a la disponibilidad de recurso relacionada al régimen de pastoreo generaría un conflicto de
intereses en los sistemas silvopastoriles porque en dichos sistemas las condiciones de microhábitat
asemejara al de una exclusión, pero dicha condición no es consecuencia de un menor régimen de
pastoreo sino a la presencia del estrato arbóreo. Las gramíneas asociadas a bajos regímenes de
pastoreo requieren un adecuado manejo del pastoreo de lo contrario se perderían del staff con un
consecuente reemplazo por latifoliadas sin valor forrajero. Esto pone en evidencia que los sistemas
silvopastoriles en los pastizales de la Pampa Deprimida deben afrontar dos grandes desafíos. Por
un lado y como se dijo al comienzo de este apartado, la presencia del estrato arbóreo sólo será
posible en la medida que se hayan superado los principales filtros naturales existentes y el segun-
do, tendrá que ver con el manejo del rodal y un adecuado manejo del pastoreo del estrato herbá-
ceo. La evidente complejidad que supone llevar adelante adecuadamente este tipo de sistemas,
demanda que se amplíe la base de información y conocimiento respecto a las componentes: pasti-
zal, árbol, animal, suelo, agua, hombre (manejo) y sus interacciones.
Si bien en la Pampa Deprimida los SSP no se encuentran muy difundidos, el árbol juega un
rol fundamental en los montes de reparo y/o cortinas rompevientos (ver capítulos 4 y 5), que
son plantaciones cuya misión principal es la de proteger al ganado de los efectos del viento y
que a su vez le brinden sombra (Bavera, 2004).
Los beneficios del monte ocurren tanto en invierno atenuando los vientos fríos y las bajas
temperaturas como en verano disminuyendo la temperatura en casi 5 grados centígrados en
relación con la que se registra a pleno sol. Se afirma la relevancia de la sombra natural (proveí-
da por el árbol) como factor importante para la producción del ganado y sus mayores beneficios
respecto a la brindada por implementos artificiales. La superioridad del monte radica en su
mayor eficiencia debido a que funciona como sombra y reparo, requiere menor inversión y
mantenimiento, posee mayor vida útil, posibilita obtener otros ingresos con la producción de
maderera, además de dar mayor valoración al predio (documento del Ministerio de Asuntos
Agrarios del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires 2010). Beretta et al. (2008), demostra-
ron que, en verano, con agua a voluntad y sombra (aunque artificial) entre las 10:30 y las 16:30
horas, los novillos engordaban en promedio unos 280 gramos/día más que los que permane-
cían sin sombra. Estos autores también afirman que en época estival el retiro de los novillos
que pastorean en franjas diarias praderas mezcla de gramíneas y leguminosas hacia a un área
restringida con sombra, entre las 10:00 y 17:00 h, contribuye a mejorar la ganancia diaria de
peso vivo. Mientras que, en invierno, si las plantaciones son diseñadas de tal manera de apor-
tar abrigo (protección contra el viento y cobertura ante bajas temperaturas), los requerimientos
de los animales serían menores y por tanto su mejor performance, para un mismo nivel de ofer-
ta de forraje. En la Cuenca del Salado, técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agrope-
cuaria (INTA Estación Experimental Cuenca del Salado), en sus informes anuales de condición
del ganado en la región, han expresado que durante meses de enero y febrero en años en que
se han registrado condiciones climáticas más desfavorables, con bajas precipitaciones, se han
observado rodeos con síntomas de acaloramiento o asolamiento, manifestándose con babeo,
respiración acelerada, permanencia de los animales en bebederos y lagunas. Y manifestaron la
importancia de poseer en los establecimientos, aguadas limpias y adecuadas al número de
cabezas y contar con sombra para los animales en las horas de máximas temperaturas. Un
estudio realizado también por investigadores del INTA, afirma que existe evidentemente un
estrés calórico que afecta a los bovinos en la región de la Cuenca del Salado, entre las reco-
mendaciones señalan la importancia de proveer de sombra a los animales
Consideraciones finales
Los SSP en la Argentina se encuentran en amplia expansión. Son sistemas complejos con
muchos componentes e interacciones y, dada la diversidad de ambientes que se encuentran en
nuestro país, es necesario profundizar en el estudio de las interacciones con el objetivo de
generar productos forestales y ganaderos de calidad, preservar la perennidad de los recursos
forrajeros y la biodiversidad de los pastizales que permitirá la sustentabilidad de los sistemas
desde el punto de vista económica, social y ecológico.
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Este capítulo tiene como objetivo brindar una descripción de experiencias referidas a los
Sistemas Silvopastoriles que se desarrollan en la región de Cuyo, teniendo en cuenta las parti-
cularidades socio-productivas y climáticas de la misma.
Características regionales
La región de Cuyo comprende las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis (Figura 1).
Desde el punto de vista climático y su geografía, podemos dividir la región en tres zonas que
abarcan relieves montañosos, desiertos y llanuras que influyen en las actividades agropecua-
rias que se desarrollan en cada zona.
Características ambientales
Recurso clima
En Mendoza y San Juan los fenómenos climáticos son: sequías, granizo, heladas y viento
conocido en la región como “Zonda”. Este viento se constituye por masas de aire caliente y
bajo contenido de humedad, provenientes de la cordillera de Los Andes.
En ambas provincias el clima es seco, con precipitaciones mínimas, que varían depen-
diendo de las zonas desde 90 mm a 250 mm anuales, siendo de régimen estival, las cuales
se desarrollan en breves períodos de tiempo y con alta intensidad que puede llegar a suce-
der en forma torrencial.
El régimen hídrico es netamente deficitario pues la evaporación excede ampliamente a
las precipitaciones pluviales. (Catálogo de recursos humanos e información relacionada
con la temática ambiental en la región andina Argentina, 2.000) . La temperatura media
ronda los 17°C.
En la provincia de San Luis, en el sector norte predomina el paisaje serrano, en coinci-
dencia con las Sierras Pampeanas. En la mitad sur, el relieve es llano. El clima es de tipo
continental seco con una temperatura media anual de 17°C, media inve rnal de 8°C y estival
de 24°C.
Las precipitaciones disminuyen de este a oeste y se dan principalmente en verano, entre los
meses de octubre y marzo, variando desde los 300 mm/año a 700 mm/año.
Recurso suelo
El origen de los suelos, son en su casi totalidad derivados de materiales originarios de rocas
cordilleranas de origen eólico, aluvial y coluvial. Según escala geológica son suelos considera-
dos “jóvenes” o de maduración incipiente, considerándolos suelos con escaso desarrollo de
horizontes y escasa materia orgánica. Desde el punto de vista textural predominan los suelos
arenosos y franco arenoso (Figura 2).
Recurso hídrico
La mayor parte de los aportes hídricos utilizados provienen del deshielo de la cordillera en la
zona oeste de la región y de precipitaciones en la zona este de la región. El manejo del agua
para regadío se realiza a través de la construcción de embalses (Figura 3), acequias y canales
de riego (Figura 4), los cuales distribuyen este recurso a las fincas.
Además del agua aportada por los ríos, es importante el aporte del agua subterránea. En
las provincias de San Juan y Mendoza, el agua subterránea se aplica principalmente mediante
riego por goteo y en la provincia de San Luis mediante riego por aspersión a través de pivotes.
La profundidad de la que se extrae el agua puede variar dependiendo de la profundidad de
los acuíferos y de la calidad de la misma.
Según datos obtenidos por el Censo Nacional Agropecuario (CNA, 2.018), el principal sis-
tema de riego utilizado, es el gravitacional a través de riego por surcos, manto, los cuales pre-
sentan menor eficiencia de aplicación, por ende, mayor consumo de agua, respecto a los sis-
temas presurizados.
A continuación, en la Tabla 1, se presentan los distintos sistemas de riego utilizados y las
superficies afectadas en las distintas provincias que integran la región, según datos prelimina-
res del Censo Nacional Agropecuario (CNA, 2.018).
Tanto el agua subterránea como el agua superficial, deben ser utilizadas de manera eficien-
te, ya que es un recurso escaso y vital para el desarrollo de las actividades agropecuarias.
Características productivas
En la región de Cuyo, gran parte de las actividades agropecuarias, se dan en torno a los oasis.
Los oasis son ambientes donde se concentra la mayor parte de la población y de las activi-
dades económicas de las tres provincias.
El desarrollo de estos ambientes, depende del aprovechamiento hídrico, el cual resulta esencial
para el desarrollo socioeconómico, logrando transformar partes del territorio en zonas productivas.
A continuación, se representan los distintos oasis para las tres provincias que integran la re-
gión (Figura 5).
Fuente: Estrategia Provincial para el sector Agroalimentario-EPSA. La economía en los diferentes espacios. Universi-
dad de La Punta-San Luis. Determinación de los oasis de regadío de la provincia de San Juan (PNAGUA).
Mendoza
San Luis
En el sector agrícola tienen relevancia los cultivos de oleaginosas (girasol, soja, maní) y de
cereales (maíz y sorgo). Si bien dichas actividades no son importantes en relación al total del
país, sí lo son desde la perspectiva regional, dado que San Luis es la única provincia de la
región Cuyo con un desarrollo importante de dichos cultivos.
Es relevante la actividad ganadera, especialmente la ganadería bovina, principalmente ubi-
cada al Noroeste y al sur de la provincia, con 1.354.335 cabezas englobando todas las catego-
rías. La ganadería caprina cuenta con 36.819 cabezas, según datos preliminares del CNA
(2.018). La superficie de bosque nativo declarada según el OTBN de la ley N° 26.331, la super-
ficie en categoría I (rojo) es de 526.962 hectáreas, categoría II (amarilla) 1.887.363 hectáreas y
la categoría verde (III) corresponde a 738.305 hectáreas (Mapa Legal CREA).
Dentro de la actividad minera provincial sobresale la explotación de minerales no metalífe-
ros (tales como sal común, yeso, caolín, cuarzo, feldespato y mica).
San Juan
Sistemas Silvopastoriles
La región de Cuyo, presenta potencial para el desarrollo de los sistemas silvopastoriles, te-
niendo en cuenta que la ganadería viene incrementándose en las distintas provincias, sumado
a la actividad forestal presente, la cual puede visualizarse como complemento generando ma-
yor rentabilidad productiva.
La combinación de ganado, pasturas y forestales, debe ser aprovechada para que simultá-
neamente a la producción maderera se desarrolle el sector cárnico que abastezca las deman-
das regionales.
En este apartado se comentarán dos (2) experiencias de manejo silvopastoril en bosque na-
tivo en las provincias de San Juan y San Luis.
También se presentará un trabajo de investigación titulado: “Alternativas de modelos silvopasto-
riles en forestaciones de Populus spp. en zonas bajo riego en Mendoza" (Tondi y Ayala, 2015).
Izquierda: majada de cabras. Derecha: ganado bovino en Balde de las Chilcas, Valle Fértil. Fuente: Ing. Agr. Pedro Lucero.
Fuente: Ing. Natalia Fernández. Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de San Juan.
Se realiza una planificación de los potreros o lotes a pastorear por los animales, a través de
rotaciones, previendo la carga animal por hectárea, regulando la cantidad de materia seca, lo
cual permitirá disponer de alimento para el ganado bovino a lo largo del año.
Para este establecimiento se estima una carga animal de 6 hectáreas/animal/año, aunque
en la zona varía, pudiendo llegar a 30 hectáreas/animal/año en campos no manejados.
La pastura natural se compone de Trichloris crinita (pasto de hoja) y Trichloris pluriflora, Pa-
ppophorum sp (pasto criollo), Setaria sp (cola de zorro), entre otras, todas ellas adaptadas a la
escasez de agua y heladas.
El objetivo es manejar y hacer uso del pastizal natural, pero en caso de tener que sembrar,
recomiendan utilizar pasturas megatérmicas, teniendo en cuenta los 350 mm anuales, lo cual
permite mantener la carga animal, logrando estabilidad productiva (Figura 9).
Izq. Ganado consumiendo pasturas naturales. Der. Pastizal natural y arbustos. Fuente: Izq. Ing. Agr. Pedro Lucero.
Der. Ing. Natalia Fernández.
El manejo del agua, teniendo en cuenta las bajas precipitaciones, se realizan con represas,
ubicadas en lugares estratégicos para la rotación y son dependientes de las lluvias. En otros
casos se manejan a través de perforaciones, que proveen agua (Figura 10).
Izq. Represa natural abastecida por precipitaciones. Der. Ganado en represa Fuente: Izq. Ing. Agr. Pedro Lucero.
Der. Ing. Natalia Fernández.
Se propone el uso de Cenchrus ciliaris (buffel grass), muy “palatable”, siempre y cuando se
respeten las pasturas nativas y aconsejan utilizarlo como “fusible”, como suplemento para los
animales, lo cual permite planificar los lotes de pastoreo y descanso, asegurando la disponibili-
dad de pasturas a lo largo del año.
La época de siembra comienza en el mes de diciembre cuando se establecen las lluvias,
pudiendo utilizar entre 6 a 7 kg/ha.
Se han realizado pruebas de siembra de sorgo de guinea, sorgo negro con muy buenos
resultados.
La intensidad de rolado (Figura 11), dependerá del estado de situación inicial del predio, pa-
ra lo cual se tiene en cuenta el tipo de flora, porcentaje de cobertura, recomendando rolar entre
un 15 a 20% de la superficie total.
Izquierda: rolado intenso. Derecha: rolado con menor intensidad. Fuente: Dr. Ing. Agr. Francisco Murray.
Se trabaja sobre ciertos arbustos como Larrea cuneifolia (jarilla), los cuales rebrotan desde
la base y con el tiempo recuperarán la cobertura y densidad de renovales.
Se utilizan rolos relativamente pequeños, menores a 3 metros, al cual se le acopla un tam-
bor, donde a medida que se va rolando se va distribuyendo la semilla (Figura 12). Suele agre-
garse un lastre, permitiendo una buena siembra, asegurándose que las cuchillas del rolo se
claven de forma tal que trabajen y muevan el suelo correctamente.
Izquierda: rolo de 3 x 1,5 y 8 tn con Zanello de 160 Hp. Derecha: rolado de media intensidad implantado con buffel.
Fuente: Dr. Ing. Agr. Francisco Murray.
En potreros rolados e implantados con buffel, las cargas animales varían de 2 a 5 ha/EV,
para un rango de producción de 3000 a 1000 kg de materia seca por hectárea por año
(MS/ha/año). EV (equivalente vaca), es una manera de expresar la carga animal, representan-
do el promedio anual de los requerimientos energéticos de una vaca que cría un ternero de 150
kg al año y consume aproximadamente 10 kg MS/día. En los mismos rolados, se puede hacer
recría liviana usando lotes diferidos (crecimiento de verano que se difiere para el in-
vierno), destete con 160 kg en mayo que se recría hasta los 210 kg en 6-7 meses (noviembre-
diciembre), con ganancias de peso diarias de 250 a 300 gramos por día (gr/día). Sí o sí se de-
be suplementar con un concentrado proteico, dado que el buffel tiene bajos contenidos en pro-
teína en estado diferido al estar seco en pie. En pastizal natural, las cargas son de 15 ha/EV,
con producción de forraje de 500 a 1000 kg MS/ha/año, siendo que al disponer de potreros
rolados con buffel para hacer uso durante el verano, permite que los potreros con pasturas
naturales se pastoreen en diferido, durante el invierno, no durante la estación de crecimiento.
Respecto al aprovechamiento de las especies forestales presentes, se realizan cosechas
parciales de algarrobo que utilizan como leña, postes para alambrados y cerramientos.
El cultivo de especies forestales, en particular el de Populus sp., en zonas bajo riego requie-
re de plazos generalmente superiores a los 10 años para lograr el retorno del capital invertido
en el desarrollo de esta actividad. Por esta circunstancia surge la necesidad de tener alternati-
vas de ingresos antes del turno de corta del forestal y una de ellas sería la incorporación de
pasturas dentro del bosque para la alimentación del ganado. Uno de los problemas planteados
es que no se conoce claramente el retorno económico que se puede alcanzar con esta activi-
dad ni tampoco la influencia de los cultivos de pasturas sobre el bosque de álamos en las zo-
nas bajo riego.
El objetivo general del proyecto que aquí se describe, es evaluar alternativas de modelos
silvopastoriles en forestaciones de Populus sp. en zonas bajo riego de Mendoza. De este obje-
tivo principal derivan tres objetivos específicos importantes que a continuación se mencionan:
Izquierda: parcela de álamos con pastura. Derecha: parcela de álamos testigo. Tunuyán. Fuente: propia
La otra parcela se sitúa en la localidad de San Rafael ubicada en el Oasis Sur de la provincia
(Figura 15). La temperatura media anual es de 15°C y la precipitación anual de 350 mm/año. El
suelo es franco arenoso y el riego es superficial por manto, conducido por acequias.
El ensayo se desarrolla en el campo experimental del INTA Rama Caída en un bosque de ála-
mos Populus x canadensis, Conti-12, establecido a un distanciamiento de 6 x 4m y de 1 año de
edad. Se compara el crecimiento de los álamos y de las pasturas en 3 tratamientos: rastreo con-
vencional (sin pasturas), pastura pura de Medicago sativa y pastura polifítica compuesta por las
siguientes especies: Dactylis glomerata, Lolium multiflorum, Festuca arundinacea, Medicago sativa
y Trifolium pratense (pasto ovillo, ray grass, festuca, alfalfa monarca, trébol rojo).
Figura 16. Crecimiento de los álamos según los distintos tratamientos en ambas localidades.
Por otro lado, se evaluó la calidad nutricional de las dos parcelas de ensayo, obteniendo los
siguientes resultados. Los porcentajes de proteínas van del 14,45 al 27,71%; el porcentaje de
fibra detergente neutra de 38,72 a 52,10%; el porcentaje de fibra detergente ácida del 34,16 al
40,88%, materia grasa desde 2,16 a 2,58% y el porcentaje de cenizas desde 11,89 a 15,38%.
En la tabla 2 se muestran los valores equivalentes en kg de carne/ha/año para cada tratamien-
to basado en el peso de materia seca y los valores nutricionales de las pasturas.
Con los resultados obtenidos hasta la fecha se puede observar que hay diferencias signifi-
cativas entre los tratamientos en cuanto al crecimiento de los álamos, la media del crecimiento
del álamo en todos los casos fue superior en el testigo, es decir aquel tratamiento que no tiene
pasturas implantadas y donde se realiza un rastreo para mantener libre de malezas. Otro as-
pecto interesante es la producción forrajera que puede alcanzarse en estos sistemas y el valor
que agrega al emprendimiento forestal con respecto al que no tiene incorporado el componente
forrajero. También puede observarse una notable diferencia en la producción total de materia
seca según el sitio, la producción en San Rafael fue muy superior a la de Tunuyán. Esto se
supone puede deberse a las diferentes edades del bosque, las densidades de plantación y las
condiciones ambientales para cada sitio. Al finalizar el ciclo completo se hará el análisis esta-
dístico respecto a la existencia o no de diferencias en el crecimiento del álamo y junto con los
datos de las pasturas se hará una estimación de la rentabilidad económica del sistema silvo-
pastoril. Por supuesto que esta información es parcial y deberá continuar con las mediciones y
cálculos en los próximos ciclos vegetativos a fin de conocer y evaluar el sistema silvopastoril en
todo el ciclo del forestal.
Referencias
Para ir cerrando
CAPÍTULO 13
Sistemas agroforestales: medidas de apoyo
estatales vigentes en Argentina
Sebastián Pablo Galarco
El presente capítulo aborda el análisis de todas las medidas de promoción a la actividad fo-
restal vigentes que incluyen dentro de sus beneficios, directa o indirectamente, a los sistemas
agroforestales en cualquiera de sus formas. El Estado Nacional desempeña un papel central ya
que desde esa jurisdicción provienen las principales líneas de promoción.
En las últimas dos décadas, la implementación de los sistemas agroforestales (SAF) y
en particular los sistemas silvopastoriles (SSP) ha cobrado relevancia en diferentes regio-
nes de Argentina.
Mientras que el principal desarrollo de los sistemas silvopastoriles (SSP) con bosques culti-
vados ocurrió en las provincias de Misiones, Corrientes, Neuquén y la región Delta Bonaerense
del Río Paraná, la implementación y generación de conocimientos con bases científicas de los
SSP en bosque nativo se concentró en las regiones Patagónica y Chaqueña (modificado de
Peri, 2012, Peri, et al, 2015).
A continuación, se detallarán los mecanismos vigentes de promoción a la instalación y ma-
nejo de sistemas agroforestales en Argentina.
4
La FAO ubicó a Argentina entre los diez países que más desmontaron entre 1990 y 2015: se perdieron 7,6 millones
de hectáreas, a razón de 300.000 al año. La superficie desmontada durante 2019 en las provincias del norte de Argen-
tina fue de 80.938 hectáreas (Santiago del Estero 25.513 ha, Formosa 23.521 ha, Chaco 17.240 ha, Salta 14.664 ha).
Si bien desde 2014 se registra una importante disminución de la deforestación, en 2019 un tercio de los desmontes se
produjeron en bosques protegidos por la ley 26.331 (Green Peace, Informe Anual de Deforestación, 2019)
un profesional habilitado. Todos los proyectos deben ser propuestos ante la autoridad de
aplicación de la Ley en cada provincia, quién evaluará y analizará su aprobación. Las activi-
dades que contempla el proyecto son:
• Aprovechamiento forestal
• Aprovechamiento de productos forestales no madereros
• Enriquecimiento
• Conservación
• Restauración y recuperación
• Manejo silvopastoril
• Aquellas actividades que las provincias consideren importantes para el manejo y conser-
vación de sus bosques, de acuerdo a sus realidades
Las cifras explicitadas de los planes de manejo (PM) principalmente, y los principales linea-
mientos acordados entre los actuales el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y Ministe-
rio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, para que las actividades ganaderas en zonas de
Bosques Nativos, “Manejo de Bosques con Ganadería Integrada” (MBGI), que cumplan con
pilares básicos del desarrollo sostenible y los presupuestos mínimos según la Ley N° 26.331,
proyectan un significativo aumento de los proyectos de sistemas silvopastoriles bajo manejo en
bosques nativos.
Como se describió en el Capítulo 6 de este libro, el MBGI propone el aprovechamiento del
bosque de una manera integral, como una alternativa de desarrollo sustentable frente a los
cambios en el uso del suelo. En este marco, la conservación del bosque y el manejo ganadero
son incluidos en una misma matriz productiva, posibilitando la integración de todos los compo-
nentes y aprovechando los beneficios que cada uno aporta al sistema en general. La propuesta
se basa en la adopción y combinación de tecnologías de bajo impacto ambiental, propiciando
un punto de equilibrio entre la capacidad productiva del sistema, su integridad y sus servicios,
bajo el principio de mantener y mejorar el bienestar del productor y las comunidades asociadas.
MBGI apunta a lograr una producción rentable de carne y de productos maderables y no made-
rables, de manera compatible con la conservación del bosque nativo, su biodiversidad y sus
servicios ecosistémicos, en un marco de sustentabilidad ambiental, económica y social (Borrás
et al. 2017). El manejo de bosques con ganadería integrada (MBGI) es una metodología recien-
temente implementada en los bosques de varias provincias de Argentina, las cuales suscribie-
ron a partir del año 2015 un acuerdo general, que determina cuales deben ser los principios
fundamentales y las directrices a seguir para la preservación de los bosques bajo producción
ganadera. El acuerdo MBGI se enmarca en la Ley Nacional 26.331 de presupuestos mínimos
ambientales, a instancias del ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, y el Ministerio de
Ambiente y Desarrollo Sustentable. Actualmente Nueve provincias (Santiago del Estero, Salta,
Chaco, Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego) adhirieron a
este Convenio y otras cinco presentaron su voluntad de adhesión (Peri, 2017).
siendo en el caso de las actividades silviculturales un apoyo del 70% del costo estimado. El
AENR para plantación se implementa de la siguiente forma:
Todos los beneficios resumidamente descritos son aplicables a proyectos que incluyan mo-
dalidades de SAF compatibles con el beneficio, principalmente en SSP: plantaciones en maci-
zos, líneos apareados con espacios intercalares, cortinas de hasta tres (3) hileras, montes de
sombra y reparo.
Entre el 2000 y 2019, según información del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pes-
ca, se pagaron AENR por casi 500.000 hectáreas de forestación, durante el período 2000 -
14 el total de las plantaciones a bajas densidades (278 pl/ha, 6 m x 6 m) representaron
aproximadamente el 10% de la superficie forestada bajo esta Ley (Peri, et al, 2015). Cabe
mencionar que, aunque en las presentaciones al beneficio no se requiere explicitar su uso,
las densidades resultantes de ese y mayores distanciamientos son compatibles con el di-
seño de sistemas agroforestales o silvopastoriles. Para el mismo período, a estos valores
es pertinente sumarle el pago de AENRs por planes de poda, raleo y manejo de rebrote a
3.098 productores (Peri, et al, 2015).
También, muchos planes de plantación a mayores densidades podrán tender esta finalidad,
pues una estrategia común en la práctica silvícola es promover la ocupación temprana del te-
rreno y ralear más tarde, para asegurar el logro de la plantación, mantener una base amplia de
selección y favorecer la conformación de los fustes
En el caso particular de los AENRs a la realización de plantaciones y tratamientos silvicultu-
rales, las resoluciones de costos de plantación y tratamientos silviculturales que periódicamente
actualiza la autoridad de aplicación, contemplan los géneros de las especies más utilizadas
industrialmente, materiales de propagación y densidades de plantas mínimas y máximas para
cada jurisdicción. En algunas jurisdicciones, como por ejemplo en el Delta del río Paraná se
incluyen densidades desde 270 plantas/ha para la plantación guías de álamo, situación igual-
mente contemplada para la plantación con guías de álamo también para distintas zonas de
regadío del país. Para plantación en macizo con densidades inferiores a las mínimas según la
Resolución SAGyP 116/2020, se considerará para aquellas presentaciones aprobadas, el costo
de la densidad mínima y a los efectos de calcular la superficie, se tomará la cantidad de plantas
de la densidad citada como equivalente a UNA HECTÁREA (1 ha) independientemente de la
superficie real que ocupe.
- Todos los planes de MBGI se deben ajustar a los contenidos mínimos para Planes de
Manejo Sostenible de Bosques Nativos
- Los PMBGI mantienen un área exclusiva para la conservación de biodiversidad, el
mantenimiento de la conectividad, preservación del acervo genético de las especies
que ocupan el predio y el resguardo de la fauna asociada.
- Se destaca la importancia y la funcionalidad del estrato arbustivo en el ciclo de nu-
trientes, aporte de forraje, protección de suelos y biodiversidad, ciclo del agua, fuente
de productos no madereros y de alimento y resguardo de fauna
- La organización de actividades incluye un plan de manejo forestal que permita condu-
cir la estructura del bosque y monitorear su estado periódicamente
- El manejo ganadero explicitado en el plan de manejo integral, debe adecuarse a las
posibilidades reales del sistema, en un horizonte temporal que tenga en cuenta la va-
riabilidad interanual de las condiciones ambientales.
- Se considera de gran importancia que los planes de MBGI cuenten con un sistema de
prevención y control de incendios forestales y de pastizales asociados.
- Se recomienda que los planes de MBGI cuenten con un diseño apropiado de aguadas
para lograr un uso productivo eficiente sin perjuicio del funcionamiento del bosque.
Estos lineamientos nacionales de MBGI requieren la adecuación por parte de las provin-
cias, considerando tipos de bosque, estados de referencia, umbrales de intervención, proto-
colos de acción, valores especiales de conservación y establecimiento de corredores biológi-
cos entre otros.
Actualmente la provincia de Entre Ríos, a través de la Ley N° 9.477 adhiere a la norma Na-
cional. En la práctica, el titular del dominio del inmueble percibe una contraprestación (canon,
precio o una porción de lo plantado) y conserva el derecho de enajenar su propiedad. El super-
ficiario tiene el derecho de plantar y disponer de la propiedad de los árboles o sea detenta la
titularidad dominial sobre lo plantado, en un plazo de hasta cincuenta (50) años (Formento, S.
2003, Stevani R. 2020).
En el caso de la provincia de Buenos Aires, a partir de la Disposición Técnico Registral N°
022/2005 de la Dirección Provincial de Registro de la Propiedad, se establecieron las pautas de
registración del Derecho Real de Superficie Forestal en el territorio bonaerense.
En Misiones, la Disposición Nº 135/2003 de la Dirección Reg. Propiedad Inmueble establece
las pautas de registración del Derecho Real de Superficie Forestal en el territorio provincial.
En Corrientes, normada por la Ley N° 5.550 “Régimen de Emprendimientos Forestales” se
instituye la exención referida al Impuesto sobre los Ingresos Brutos se extenderá a las utili-
dades, dividendos, producidos o rendimientos que distribuyan los fideicomisos regulados por
la Ley 24.441 y sus complementarias que se constituyan conforme los términos de la Ley
25.080. Asimismo, dicho beneficio se otorgará a los titulares del derecho real de superficie
forestal previsto en la Ley 25.509, en tanto resulten comprendidos en los términos de la Ley
25.080. También se crea un Fondo Fiduciario Forestal con Participación Estatal. La ley obliga
al Ejecutivo provincial a ceder en fideicomiso el derecho real de superficie forestal, estatuido
por la Ley 25.509, de las tierras fiscales aptas para forestación, y que no tuvieren otro destino
establecido por ley.
Al igual que la ley 25.080 y sus prórrogas, lo normado en la ley de derecho real de superficie
forestal es extensible a cualquier forma de implementación de SAF, ya sea tomando beneficios
consagrados en la 25.080 o no, o en complementariedad con medidas promocionales de orden
provincial o municipal sobre la actividad forestal.
Seguro verde
ción forestal proveniente de todas las pólizas de seguros que se contraten para vehículos de
todo tipo (automóviles, motos, camiones, etc.). Este fondo designará un 1% del valor de cada
póliza digital a la Ley N° 25.080. En forma directa se engrosan los montos disponibles para el
pago de AENRs destinados forestación y manejo de sistemas agroforestales, dentro de lo nor-
mado por la mencionada ley.
A la fecha de publicación de este libro cátedra desde la autoridad de aplicación se informa
que se mantienen tratativas con la Superintendencia de Seguros de la Nación para definir la
posibilidad de continuidad de este aporte – beneficio.
Buenos Aires
Córdoba
En el marco de la norma los sistemas agroforestales son flexibles para su uso por los pro-
ductores agropecuarios.
A partir de esta ley, existe una gran oportunidad de transformar esta exigencia en una alter-
nativa productiva. La norma es compatible y complementaria con la Ley N° 25.080.
Corrientes
Neuquén
Por la Ley Nº 2.482/04 se creó un Régimen de Incentivos Forestales a través del cual se
instrumentan en forma directa el aporte no reintegrable que cubre los costos de implantación,
material de plantación y alambrados para forestaciones comunitarias y de pequeños producto-
res; el aporte no reintegrable que cubre los costos de implantación de forestaciones de media-
nos y grandes forestadores y el aporte no reintegrable para el manejo de plantaciones (poda y
raleo) a cualquier superficie. Los programas establecidos funcionan complementariamente con
las leyes nacionales.
Salta
Santa Fe
La nueva ley del Árbol de Santa Fe, Ley N° 13.836/2018, determina entre otras cuestiones
que los propietarios de partidas inmobiliarias rurales, deben destinar un porcentaje de su superfi-
cie a la forestación progresiva de árboles, de acuerdo a la región agroeconómica en la que se
encuentren. Para el cumplimiento de tales fines, se establecen cinco (5) categorías, de acuerdo a
la superficie, las cuales deberá forestar respectivos porcentajes del total de la superficie del esta:
También se bonificará con una reducción de hasta el quince por ciento (15%) del Impuesto
Inmobiliario, durante el término de un año, a los titulares de las partidas inmobiliarias que cum-
plan con la forestación pautada.
De la lectura de la norma se entiende que los diseños de forestación propuestos incluyen
sistemas agroforestales.
Misiones
El Decreto Provincial Nº 563/05 crea el Plan de Desarrollo Forestal Local "Pequeño Silvicul-
tor" para financiar parcial o totalmente la compra de herramientas menores (machetes, azadas
y serrucho para podar), equipamiento para consorcios de manejo del fuego, capacitación a
técnicos, profesionales y productores. Se incluye el pago de mano de obra para superficies de
hasta 10 hectáreas; adquisición de plantas y hormiguicidas y la logística de distribución de los
mismos, consultoría y auditoría externa. Este Plan será destinado a los Productores y Entida-
des Presentantes de Proyectos de Pequeños Productores Agrupados, que se acojan a los be-
neficios de la Ley Nº 25.080 y los recursos se asignarán a cuenta de los (AENR) Aportes Eco-
nómicos No Reintegrables previstos en la Ley Nº 25.080. Los propietarios/permisionarios de
Tierras que se acojan al Plan "Pequeño Silvicultor" cederán a la entidad con quien el Estado
Provincial convenga, su crédito en carácter de beneficiario del (AENR) Aporte Económico No
Reintegrable de la Ley Nº 25.080; a los fines de su oportuno cobro ante la autoridad de aplica-
ción nacional.
Reflexiones finales
Como se menciona en otros capítulos de esta obra, el pastoreo bajo cubierta forestal es una
práctica arraigada en nuestro país debido, en parte, a la continua expansión de la ganadería
sobre ecosistemas forestales nativos.
Sin embargo, los SSP tomaron relevancia para el sector técnico-científico hace pocos años
(Kozarik, 1993; Schlichter et al., 1999; Laclau, 2015) entre otros motivos por la preocupación
creciente por los efectos del ganado sobre la regeneración forestal (Laclau, 2015) pero también
en plantaciones forestales, por el desarrollo de la cubierta herbácea bajo dosel y sus posibili-
dades forrajeras (López y Hnatiuk, 1995, Laclau, 2015). El abordaje de esta problemática y las
oportunidades asociadas, sumadas a la difusión de prácticas silvopastoriles en áreas foresta-
das del país, fueron integrados en un proyecto nacional de investigación del INTA a partir de
2004 (Laclau, 2015).
En los últimos años, en el marco de la ley 25.080 (sus prórrogas y modificaciones), algunos
planes de SAF - SSP que incluyen forestaciones con exóticas de rápido crecimiento han recibi-
do los beneficios consagrados en la norma. En el marco de la ley 26.331, se han presentado un
gran número de planes de manejo que incluyen SSP bajo lineamientos de MBGI. Existe com-
plementariedad con los beneficios provinciales a la actividad forestal que incluyen directamente
a los SAF – SSP.
Por lo tanto, podemos concluir que las medidas de apoyo para el desarrollo de los SAF-
SSP se han incorporado a las políticas vigentes para el sector forestal de nuestro país
Referencias
Borrás, M., Manghi, E., Miñarro, F., Monaco, M., Navall, M., Peri, P.L., Periago, M.E., Preliasco,
P. (2017). Acercando el Manejo de Bosques con Ganadería Integrada al monte chaqueño.
Una herramienta para lograr una producción compatible con la conservación del bosque.
Buenas prácticas para una ganadería sustentable. Kit de extensión para el Gran Chaco.
Fundación Vida Silvestre Argentina. Buenos Aires.
Formento, S. (2003). Empresa Agraria y sus contratos de Negocios. Editorial Facultad de Agro-
nomía- UBA. ISBN 950-29-0732-9.
Kozarik, J. C.(1993). Los Sistemas Agroforestales en la Argentina. Facultad de Ciencias Fores-
tales/ ISIF (UNaM). Eldorado, Misiones, Serie Técnica N° 2, 73 p.
Laclau, P. (2015). Instrumentos de Política Pública y Sistemas Silvopastoriles. En el 3° Congreso
Nacional de Sistemas Silvopastoriles: VII Congreso Internacional Sistemas Agroforestales /
compilado por Pablo L. Peri. Pág. 49-433. Ediciones INTA, 2015.ISBN 978-987-521-611-2
López, E.J., y G. A. Hnatiuk.(1995). Sistemas combinados de producción. Actas VIII Jornadas
Técnicas: La Economía Forestal y el Desarrollo Sustentable. Facultad de Ciencias Foresta-
les/ ISIF (UnaM). Eldorado, Misiones, 11 al 13 de octubre de 1995: 20-21
Navall, M., Peri, P.L., Merletti, G., Mónaco, M., Carranza, C., Medina, A. (2017). Informe Polí-
ticas Forestales Industriales y Ambientales INTA. “Acuerdo MBGI: una iniciativa para de-
volver el significado a los “Sistemas Silvopastoriles” sobre Bosques Nativos”.
https://inta.gob.ar/sites/default/files/inta-_acuerdo_mbgi.pdf
Peri P.L. (2012). Implementación, manejo y producción en SSP: enfoque de escalas en la apli-
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toriles, pp. 8-21, Ediciones INTA. Santiago del Estero, 9 al 11 de mayo 2012.
Peri, P.L., Paez, J.A., Marcovecchio, J., Carranza C., Laclau P., Schlichter T.(2015).Política
forestal en apoyo a la implementación de sistemas silvopastoriles en Argentina. Libro de Ac-
tas 3° Congreso Nacional de Sistemas Silvopastoriles - VIII Congreso Internacional de Sis-
temas Agroforestales, pp. 391-396. 3° Congreso Nacional de Sistemas Silvopastoriles: VII
Congreso Internacional Sistemas Agroforestales / compilado por Pablo L. Peri. - 1a ed. –
Santa Cruz: Ediciones INTA, 2015. ISBN 978-987-521-611-2.
Peri, P. (2017). Manejo de Bosque Nativo con Ganadería Integrada (MBGI). Marco político y
conceptual. Oportunidades y límites para la expansión de la ganadería. Relatorio presenta-
do en la Jornada Producción Animal en Sistemas Agro-Silvo Pastoriles, del 40° Congreso
Argentino de Producción Animal, 6 de noviembre de 2017, Córdoba, Argentina.
Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (SAyDS). (2017). Informe de
estado de implementación 2010-2016. Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos y pla-
nes alcanzados por el Fondo Nacional para el Enriquecimiento y la Conservación de los
Bosques Nativos. Junio 2017.
Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (SAyDS). (2019). Informe de
estado de implementación 2010-2018. Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos y pla-
nes alcanzados por el Fondo Nacional para el Enriquecimiento y la Conservación de los
Bosques Nativos. Junio 2017.
Schlichter, T.; Laclau, P.; Dalla Salda, G.; Fernández, M.E.; Raffaele, E., y J.Gyenge.(1999).
Viabilidad ecológica y económica de la forestación con coníferas en sistemas silvopastoriles.
Informe final, Proyecto de investigación (PIA) Nº 26/96, Proyecto Forestal de Desarrollo
(SAGPyA)/ INTA EEA Bariloche, 35 pp.
Stevani, R. (2020). Capítulo X. Promoción a la Actividad Forestal. En: “Plantaciones forestales
en Argentina: Fundamentos técnicos y metodologías para la realización de forestaciones en
diferentes regiones”. Coordinadores: Galarco, S. y Ramilo, D. Colección: Libros de Cátedra.
Editorial: Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (EDULP). ISBN: 978-950-34-1898-
7. Link de acceso gratuito: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/101543
Nacional, contempla los contenidos en sistemas agroforestales como materia o curso, sino que
solo conforman una unidad temática, y en la mayoría de los programas, sólo tienen alguna
mínima mención dentro de alguna unidad.
Analizando los planes de estudios para ambas carreras en todas las Universidades Nacio-
nales públicas que las dictan, se corrobora lo antes mencionado, en los planes de estudio es
posible observar que el tema aún no ha ocupado el espacio que merece en las unidades
académicas del país. La Tabla 1 detalla los resultados del análisis realizado.
Tabla 1: Tratamiento de los contenidos sobre SAF en las carreras de Agronomía de Uni-
versidades Nacionales de Argentina.
Elaboración propia con información obtenida de las Páginas web de cada Universidad. Cabe consignar que en algunos
casos no fue posible acceder al programa analítico del curso específico, por ello no se señala ningún contenido.
Tabla 2: Tipo de curso, cantidad y Universidad que tratan contenidos sobre SAF.
Curso con parte de una 11 UNC, UNCa, UNCu, UNJu, UNL, UNL-
unidad temática de SAF PAM,UNLZ,UNMDP,UNS,UNSL,UNVM
Total 29
Elaboración propia.
El nombre del curso que incorpora contenidos sobre SAF toma diferentes denominaciones
en las distintas unidades académicas: Dasonomía, Introducción a la Dasonomía, Silvicultura,
Arboricultura, Producción forestal o Introducción a las Ciencias Forestales. Por ejemplo, en el
curso de Introducción a la Dasonomía-FCAyF-UNLP, materia obligatoria para la carrera de Ing.
Agrónomo y optativo para la carrera de Ing. Forestal, Además, se contemplan los fundamentos
Elaboración propia con información obtenida de las Páginas web de cada Universidad.
Situación en la región
Cabe mencionar que en carreras afines como Ingeniería en Recursos Naturales o Zootecnia
pueden aparecer cursos o contenidos sobre la temática. En la Tabla 4 se muestran los resulta-
dos encontrados para las carreras de Ingeniería en Recursos Naturales.
Tabla 4. Carreras de Ing. en Recursos Naturales que tratan contenidos sobre SAF.
Contenidos de SAF
Título
Universidad Facultad Curso Unidad Parte de Curso Provincia
expedido
Completa Unidad optativo
Cs. Exactas y Diversidad
UNLPAM Ing. RN y MA - SI - La Pampa
Naturales Biológica II
Manejo de
Cs. Exactas y
UNLPAM Ing. RN y MA Bosques - SI - La Pampa
Naturales
Naturales
Unidad Aca-
Ing. RN Re-
UNPA démica Río No tiene - - - Sta. Cruz
novables
Gallegos
Ing. RN Re-
UNCU Cs. Agrarias Dasonomía - - SI Mendoza
novables
Dto. Acadé-
Recursos
mico de Cs.
Ing. En R Forrajeros y
Y Tec. Apli-
Renovables Manejo de
UNLaR cadas a la - SI - La Rioja
para Zonas Pastizales
Prod., al
Áridas en Zonas
Ambiente y
Áridas
al Urbanismo
Elaboración propia con información obtenida de las Páginas web de cada Universidad.
Por otro lado, es importante resaltar que la Carrera de Ingeniería en Recursos Naturales y
Medio Ambiente de la Universidad Nacional de La Pampa, tiene dentro del currículo, de manera
obligatoria la materia Manejo de Pastizales Naturales (5to año), en donde se aborda la temática
de las especies leñosas y los campos naturales, haciendo hincapié en la importancia de las
mismas en los sistemas de producción ganaderos.
En cuanto a la carrera de Ingeniería Zootecnista, se han analizado los planes de estudio en-
contrados en las páginas web de UNLZ (Universidad Nacional de Lomas de Zamora), UNC,
UNF. De los mismos, se desprende que los SAF no se encuentran como asignaturas obligato-
rias dentro del currículo.
Conclusiones
Según Ospina (2003), en las tierras tropicales de Asia, Oceanía, África y América las distin-
tas culturas generaron diversas formas agroproductivas, con elevada biodiversidad de las que
obtenían distintos alimentos, bienes y servicios. Estas culturas desarrollaron creativos sistemas
Referencias
Coordinadores
Autores
Cuatro Gramíneas Nativas del Pastizal Halofítico de la Pampa Deprimida, Argentina” y “Dor-
mancy and soil type as determinant factors for the germination and establishment of Chloris
berroi in the Flooding Pampa”.
Caballé, Gonzalo
Ingeniero forestal FCAyF, (UNLP). Dr. En Ciencias Agropecuarias FAUBA, UBA. Profesional
del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Estación Experimental Agropecuaria
(EEA) Bariloche, Río Negro. Investigador. Temática: tecnología de la madera de especies im-
plantadas en Patagonia Norte (pino ponderoso, pino Oregón y salicáceas); sistemas silvopasto-
riles con coníferas. Es autor y coautor de numerosas publicaciones entre las que destacan:
“Where to find structural grade timber: A case study in ponderosa pine based on stand and tree
level factors” en Forest Ecology and Management 149; “Local adaptation along a sharp rainfall
gradient occurs in a native Patagonian grass, Festuca pallescens, regardless of extensive gene
flow”; Stand density management diagrams of Eucalyptus viminalis: predicting stem volume,
biomass and canopy cover for different production purposes. Participa en varios proyectos
de investigación y extensión de INTA.
Tatiana Cinquetti.
Estudiante avanzado de la carrera de Ingeniería Forestal, Facultad de Ciencias Agrarias y Fo-
restales (Universidad Nacional de La Plata). Experiencia en investigación en Ciencias Foresta-
les y Biotecnologías, en el LIMAD- Centro de Propagación Vegetativa (C.E. Pro. Ve). Proyectos
de investigación vinculados al cultivo in-vitro de Brachychiton populneus y Chorisia speciosa.
Previamente investigación en Cs. Veterinarias. Actualmente desarrolla actividades de investi-
gación y extensión en Cs. Forestales y análisis de planes de estudio. Consultora en
el Proyecto PNUD ARG 15/G 53.
Eibl, Beatríz
Magister en Ciencia Agropecuarias en el área de Tecnología en Semillas. Universidad Nacional
de Córdoba (UNC). Especialista en Conservación para la Biodiversidad de las Plantas. Jardín
botánico de Kew. Londres. Inglaterra. Profesor Titular, Investigador Categoría II. Jubilado. Fa-
cultad de Ciencias Forestales (FCF), Universidad Nacional de Misiones (UNaM). Docente cola-
Heguy, Bárbara
Ingeniera Agrónoma (UNLP). Especialista en Producción Animal (UNMdP), Especialista en
Economía Agroalimentaria (UNLP), Especialista en Docencia Universitaria (UNLP). Actual-
mente realizando el Doctorado en Ciencias Agropecuarias (UNLP). Se desempeña como
Profesora Adjunta del Curso de Forrajicultura y Praticultura, FCAyF, UNLP. Es Investigado-
ra categoría III. Directora de Proyecto de Investigación (I+D 2020 -2023). Directora de Pro-
yecto de Extensión. Profesora Adjunta del Curso de Forrajicultura y Praticultura (FCAyF,
UNLP), responsable de la Actividad optativa Seminario Ecofisiología de Pastizales. Es au-
tora de numerosos trabajos de investigación y capítulos de libros entre los que de stacan:”
La actividad ganadera en el partido de La Plata”; “Producción familiar lechera en la cuenca
de Abasto Sur”; “Una experiencia de movilidad docente para fortalecer la educación a dis-
tancia en la temática de pastizales naturales”; “Ganadería sustenta ble en la región metro-
politana de Buenos Aires: indicadores”
Mendicino, Lorena
Ingeniera Agrónoma, (UNLP). Docente del Curso de Introducción a las Ciencias Agrarias y
Forestales, Jefe de Trabajos Prácticos, FCAyF. Entre sus últimas publicaciones destacan “Sis-
temas productivos periurbanos en el Sur del Área Metropolitana de Buenos Aires. Caracteriza-
ción, transformaciones y desafíos”; “La actividad ganadera en el partido de La Plata” y “Gana-
dería sustentable en la región metropolitana de Buenos Aires: indicadores”. Actualmente parti-
cipación en proyectos de investigación y extensión vinculados a la ganadería vacuna en la
Pampa Deprimida. FCAyF - UNLP
Montagnini, Florencia
Ing. Agrónomo, UNR (1974). Dr. en Ecología, Universidad de Georgia, EE.UU. (UGA) (1985).
Maestría en Ecología, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Venezuela (IVIC)
(1980). Es profesora titular de cursos tutoriales, curriculum de posgrado de la Escuela Forestal
y de Estudios del Medio Ambiente, Universidad de Yale, Connecticut, EE.UU., entre los que
destacan Sistemas Agroforestales: funciones productivas, ambientales y sociales, curso de
Restauración y Conservación de Paisajes Degradados; curso de Manejo y Conservación del
Suelos, curso de Tropical Forest Landscapes: Conservation, Restoration & Sustainale. Entre
2001 y 2012 se desempeñó como Investigadora Principal y Directora del, Programa de Silvicul-
tura Tropical -y Sistemas Agroforestales en la Escuela Forestal y de Estudios del Medio Am-
biente, Universidad de Yale, Connecticut, EE.UU. Profesora, Silvicultura Tropical, Escuela
Forestal y de Estudios del Medio Ambiente, Universidad de Yale, Connecticut, EE.UU. Entre
2000-2001 trabajó como Profesora e Investigadora, Área de Conservación de Bosques y Biodi-
versidad, Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE). Entre sus últimas
publicaciones destacan : Montagnini, F. (Ed.) 2017. Integrating landscapes: Agroforestry for
biodiversity conservation and food sovereignty. Advances in Agroforestry Series 12, Springer,
Cham. Montagnini, F., Somarriba, E., Murgueitio, E., Fassola, H., Eibl, B. (Eds.). 2015. Siste-
mas Agroforestales. Funciones productivas, socioeconómicas y ambientales. Serie Técnica
Informe Técnico 402, CATIE, Turrialba, Costa Rica.
Ramilo, Diego
Ingeniero Forestal egresado de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP. Es
docente del curso de Introducción a la Dasonomía de esa casa de estudios desde 2004. Desa-
rrolló su actividad profesional como técnico del Centro de Investigaciones y Experiencias Fores-
tales (CIEF) desde 2009 a la actualidad, realizando investigación, experimentación y transfe-
Investigador y extensionista. Temática: cultivo de álamos y sauces en los valles irrigados del
norte de la Patagonia. Es autor y coautor de numerosos artículos científicos y capítulos de li-
bros, “Evaluación del crecimiento inicial de clones de álamo en el norte de la Patagonia”; “Eva-
luación de tecnologías alternativas de manejo para disminuir los daños causados por el viento
en frutos de pera cv. Williams, en el alto valle de Río Negro”, “Subprograma Salicáceas (Salix y
Populus). En Libro: Domesticación y Mejoramiento de Especies Forestales”. Participa en nume-
rosos proyectos de investigación y extensión de INTA entre los que destacan: Proyecto INTA
(PE I146). Mejoramiento genético de especies forestales cultivadas de rápido crecimiento: un
desarrollo clave para el fortalecimiento de la forestoindustria nacional; Proyecto INTA (PE I016)
Silvicultura de bosques implantados de alta productividad; Proyecto INTA (PD I039) Restaura-
ción ecológica de sistemas degradados.