Vidas Robadas - Beta Readers

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Sinopsis

Vivo en un mundo perfecto.

Claro que sí, pero perfecto para quienes lo controlan.

Todo está controlado, desde dónde vivimos hasta la duración de nuestra vida. Sí,
leíste bien, la duración de nuestra vida.

Al nacer nos extraen una muestra de sangre, la examinan en un laboratorio y


como si fuera por arte de magia, dejan en un sobre sellado junto a la muestra, el
día en que nos toca dejar este mundo y la forma en que lo haremos. Aterrador,
¿no? Es como si escribieran tu destino desde que eres tan solo un bebé gritón
que acaba de ser extraído de su lugar seguro; aún no llevas ni un minuto de vida
y ya tienes fecha de caducidad. El tema es que nadie debe saber lo que dice ese
sobre hasta el día en que dejas este mundo, por esa razón se encuentran
resguardados en el edificio más seguro de la ciudad y desobedecer esa orden es
un delito grave que puede condenarte a la muerte. Es cultura general, nadie toca
esos archivos jamás. El problema es que… soy una persona muy curiosa y es
muy díficil aceptar la idea de no saber cuánto tiempo de vida me queda y si
podré lograr todo lo que necesito hacer antes de que ocurra, sobre todo después
de perder todos mis recuerdos y no saber ni siquiera quién soy.

Cada vez siento que me ocultan más cosas y no tengo nada a lo que aferrarme
aparte de los confusos sueños que tengo cada noche, veo a un desconocido que
no debería significar nada para mí, pero lo hace. Mi corazón late como nunca
antes por él y no sé lo que está pasando conmigo, necesito encontrar
información, no me quedaré esperando a que los recuerdos vuelvan solos.

La curiosidad mató al gato dicen por ahí, y eso es exactamente lo que me pasó.
Esta es la historia de mi muerte, literalmente. ¿Te atreves a averiguar cómo
termina
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Despertar

¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿Qué me pasó? ¿Por qué no
recuerdo nada?

Abro los ojos lentamente, la luz me quema como si hubiese pasado meses en
una oscuridad profunda pero me obligo a mantenerlos abiertos porque no tengo
idea de dónde me encuentro, cómo llegué aquí y ya que estamos, tampoco tengo
idea de cuál es mi nombre.

Con lo poco que recuerdo de las cosas o tal vez es algo que uno nace
conociendo, creo que estoy en un hospital. Las paredes blancas y asépticas que
me rodean me lo dicen pero por más que intento forzar mi mente para que me
recuerde qué hago aquí, no coopera. Es como si estuviera vacía, la tentación de
darme unos golpecitos para ver si suena hueca es grande pero me vería ridícula
haciéndolo así que decido hacer algo más productivo y observo con
detenimiento la habitación para ver si eso me trae algún tipo de pista.

Las paredes están vacías, todo parece demasiado impersonal. Lo único diferente
es la ventana enorme que tengo a mi izquierda y que muestra un atardecer
lluvioso con enormes montañas de fondo. No aporta mucho color a la habitación
ya que el día está en tonos grises pero creo me gusta, mi corazón salta animado
al escuchar la lluvia caer con fuerza.

Junto a la cama, hay un pequeño sofá en el que imagino es donde se sientan los
visitantes pero en estos momentos está vacía. Aunque pensándolo bien, no sé si
alguien lo ha ocupado alguna vez. ¿Vendrá alguien a visitarme regularmente o
solo está de adorno? ¿Alguien habrá estado esperando pacientemente a que
despertara o estoy sola en el mundo?

Muevo la cabeza hacia el frente en donde me encuentro con un televisor enorme


que está apagado y a los pies de mi cama hay una mesa en la que hay una pila
de papeles. Distingo a lo lejos dos puertas que imagino serán el baño y la salida.
La habitación no es demasiado grande, pero definitivamente no es pequeña, no
es lo que uno se imagina al pensar en un hospital normal y aunque no sé mucho
de esas cosas, estoy segura de que saldrá una millonada si es que llevo tanto
tiempo aquí como mi instinto me dice.
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La verdad es que no entiendo cómo es que reconozco lo que son todas estas
cosas y no soy capaz de recordar mi nombre, mi cara o el simple hecho de por
qué estoy aquí y no en mi casa, porque…tengo una casa, ¿no?

Finalmente, miro hacia mi lado derecho y encuentro una mesita con un par de
cosas que parecen ser mis objetos personales: un teléfono muerto, una foto
enmarcada de Jesús y un espejo. Una ansiedad enorme me recorre al estirar mis
dedos y tomar el último, no recuerdo ni siquiera cómo es mi cara, no quiero
sonar superficial pero ¿qué pasa si lo que veo es algo que no quiero? ¿Si tengo
la cara llena de horribles cicatrices o acné? ¿Y si está llena de hematomas?

Con lentitud, acerco el espejo a mi cara pero cierro los ojos con fuerza mientras
me preparo mentalmente para esto. No puede ser tan malo y si lo es, será mejor
saberlo de una vez que seguir dándole vueltas. Tomo una larga bocanada de aire
y decido contar hasta tres.

«Uno. Dos. Tres.»

Abro los ojos y observo a la extraña que me devuelve la mirada desde el otro
lado, me sorprende lo que veo aunque en realidad no sé lo que esperaba
encontrar. Todo parece estar en su lugar; mi nariz, un poco pequeña y
respingona parece estar en su lugar; mis ojos, de un color azul cielo y bastante
enrojecidos, supongo que por la exposición a la luz; mi tez en la que distingo un
par de cicatrices casi imperceptibles, es tan blanca como la nieve que me
pregunto cuándo fue la última vez que fue tocada por un rayo de sol y mi
cabello, una larga melena castaño oscura que está un poco desarreglada. Se
podría decir que soy atractiva, o lo más atractiva que puedo estar al despertar en
el hospital sin saber qué diablos pasó pero no es eso lo que llama mi atención.
Lo que realmente noto es la expresión de profunda tristeza que hay en esa cara,
es la expresión de alguien que está sufriendo, que tal vez lleve años haciéndolo
y es muy frustrante no saber la razón de eso tampoco, ¿qué pudo haberme
convertido en eso?

Es inutil. Dejo el espejo nuevamente en la mesita y suelto un largo suspiro, tenía


la esperanza de que ver mi cara me traería un ligero recuerdo, un
reconocimiento de quién solía ser pero no pasa nada. Sigo tan vacía como hace
unos minutos.

Siento un dolor punzante en el brazo y recién me doy cuenta de que tengo un


par de tubos —o lo que sean— conectados en el brazo derecho por los que
pasan un montón de líquidos transparentes a través de unas pequeñas maquinas
llenas de luces extrañas.

«¿Tan grave estoy?»


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Con más dificultad de la que esperaba, me siento en la orilla de la cama y


comienzo a sacar uno a uno los tubos, haciendo muecas de dolor ya que no soy
lo suficientemente cuidadosa que debería ser y pequeños hilillos de sangre
comienzan a aparecer en mi brazo.

—Mierda…

Tomo rápido la sábana que tenía encima y presiono cada puntito con fuerza
hasta que deja de sangrar. Una vez que me aseguro que no dejaré un camino que
me delate tras de mí, apoyo los pies en el suelo y en el último segundo
considero la posibilidad de que no me sostengan pero ya estoy cayendo cuando
lo hago. Mis manos alcanzan la baranda de la cama de pura suerte y me aferro a
ella como si mi vida dependiera de eso, mientras mis piernas no dejan de
temblar al intentar poner todo mi peso sobre ellas.

Intento doblarlas y moverlas para que se acostumbren a mi peso pero siguen


demasiado débiles para sostenerse por sí solas. Estoy a punto de resignarme y
volver a acostarme cuando detrás de la mesita veo un par de bastones
ortopédicos.

«¡Sí! Parece que es tu día de suerte… chica desmemoriada»

Me estiro con dificultad pero logro llegar a los bastones y aunque me tiemblan
también los brazos cuando me apoyo en ellos, consigo dar unos pasos lentos que
son mejor que hacer nada. Por supuesto, la primera puerta que abro es la que da
hacia el baño porque nada podría salirme fácil pero al menos ya solo queda una
opción para salir de esa habitación.

Nadie me presta atención cuando llego al pasillo, veo un par de enfermeras tras
un mostrador conversando animadamente y supongo que el chisme es mucho
más interesante que ver a una chica sin recuerdos, vestida solo con una bata
clínica casi con el trasero al aire y con bastones, cojeando hacia la salida. Me
siento realmente invisible y no sé si me gusta esa sensación.

«¿Seré un fantasma?»

Decido aprovechar las oportunidades que me da la vida así que luego de


localizar la puerta, me dirijo a ella lo más silenciosa que puedo. No hay guardias
de seguridad ni nada que me detenga así que en un par de minutos salgo a la
calle y el viento azota mi cara igual que unas finas gotas de agua. Ya oscureció
por completo y llueve mucho más que cuando miré por la ventana pero eso no
me detiene, una sonrisa se forma en mi rostro a medida que doy un paso más
antes de tirar los bastones y miro hacia el cielo con los brazos estirados a mis
lados. Por primera vez desde que desperté siento que puedo respirar con
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tranquilidad; la sensación de la lluvia cayendo sobre mi piel es mágica, no


puedo evitar preguntarme cuándo fue la última vez que sentí algo así y cómo
pude olvidar lo maravilloso que era.

Estoy tan concentrada en la lluvia, en la sensación de libertad y en el pasto


húmedo que rodea mis pies descalzos, que apenas noto que alguien está
hablando a mis espaldas hasta que siento una mano fría posarse sobre mi
hombro. Me doy la vuelta, exaltada, para encontrarme con un chico rubio que
parece ser un par de años mayor que yo, aunque ni mi edad recuerdo como para
saber cuánto es eso.

—¿Quién eres? —pregunta con los ojos entrecerrados, su mirada destila


desconfianza y no lo culpo, yo también miraría raro si un loco estuviera parado
bajo la lluvia sonriendo como si fuera el mejor día de su vida y vistiendo solo
una bata clínica que… ¡Mierda!

Bajo los ojos hacia mi cuerpo y confirmo lo que ya sabía, la bata blanca está
empapada y se pega a mi cuerpo de manera que no deja nada a la imaginación,
llevo puesta unas bragas de algodón pero supongo que nadie pensó en que sería
util ponerme un sujetador así que mis pechos se alzan libremente bajo la tela ya
transparente. Me llevo ambas manos a ellos para taparlos y cuando levanto la
vista, el chico intenta mirar a cualquier parte menos a mí.

«Genial, el primer acto que recuerdo de esta vida fue hacerle una escena de
poleras mojadas a un desconocido. Vas por buen camino, chica desmemoriada»

Veo que se debate por un segundo, tiene su chaqueta sobre la cabeza ya que
supongo que no le gusta tanto la lluvia como a mí pero al parecer su lado
caballeroso gana la batalla así que lanza un suspiro resignado y me ofrece la
chaqueta para que pueda taparme. La acepto sin pensar y me envuelvo con ella,
no es demasiado grande ya que el chico es unos centímetros más bajo que yo
pero al menos me tapa lo suficiente y no queda nada vergonzoso a la vista.

—Entonces… ahora que tienes mi chaqueta y me estoy empapando, ¿me vas a


decir quién eres? —su voz es firme, no tiembla y no está ni siquiera un poco
nerviosa, a diferencia de mí que me muero de verguenza por lo que acaba de
pasar. ¿Estará acostumbrado a ver chicas semi desnudas por ahí?

—Yo… —hago una pausa, sorprendida al escuchar mi voz por primera vez.
Suena bastante grave pero supongo que debe ser por no haberla ocupado en un
largo tiempo—. No lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes?


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—¡No lo recuerdo! —La realidad me golpea como un rayo y comienzo a


desesperarme. Hasta ahora no le había tomado el peso a la situación, no había
asimilado lo grave que era esto. ¿Qué mierda me pasó? Nadie pierde la memoria
de la noche a la mañana sin razón— ¡No puedo recordar nada! —repito
desesperada y me aferro a los bordes de su chaqueta tan fuerte que los nudillos
se me ponen blancos.

—Tranquila, te llevaré adentro para que te vea una enfermera. Estarás bien.

Me toma el brazo con delicadeza dejando de lado su desconfianza inicial pero


ahora soy yo la que desconfía.

—¡No! —exclamo e intento alejarme con brusquedad pero no me suelta—.


¡Suéltame! No te conozco.

—Soy voluntario en la clínica, confía en mí. Te ayudaré.

—¿Cómo sé que no eres un pervertido que quiere raptarme para luego matarme
y vender mis órganos por internet, eh?

—¿Qué? —empieza a reír a carcajadas como si acabara de escuchar el mejor


chiste de su vida hasta que se da cuenta de que yo lo digo muy en serio y
lanzando nuevamente un suspiro de resignación, saca del bolsillo de su pantalón
una credencial que dice que, efectivamente trabaja ahí—. ¿Ves? Benjamin
Bradley, ese soy yo —apunta la foto que hay en la tarjeta justo arriba de la
palabra voluntario—. Vamos, te enfermarás aquí afuera.

A regañadientes, acepto el brazo que me ofrece sintiéndome muy ridícula de


repente. Tal vez esta no fue mi mejor idea, ¿qué planeaba? ¿Irme a casa sin ropa
y sin ningún peso? Ni siquiera sé si tengo un lugar para llegar. Me dejo arrastrar
por el chico voluntario hacia la puerta por la que acabo de salir, alejándome de
la tan maravillosa lluvia y de mi libertad momentánea.

Una vez que llegamos a mi ala, las enfermeras no están ocupando el puesto de
hace un rato sino que corren de un lado a otro, luciendo bastante nerviosas y
desesperadas mientras un ruido insoportable sale de los altavoces. No me doy
cuenta de lo que hacen y pienso que tal vez también perdieron la cabeza hasta
que una me apunta con el dedo y en su rostro aparece un profundo alivio
mezclado con enojo, se acerca al mostrador y presiona un botón que hace que el
ruido infernal deje de sonar. Al parecer era una alarma de emergencia y estaban
buscando a la desmemoriada. Sip, esa soy yo.
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Qué ironía, ya que hace unos minutos me vieron y ni repararon en que estaba
ahí. ¡Qué viva el sistema de salud! Con razón estamos como estamos, aunque
pensándolo bien… ¿cómo estamos?

—¿Qué le hiciste? —le pregunta una de ellas furiosa al chico como si la culpa
fuera de él y no de ella que estaba distraída contándole a la otra todo lo que le
hizo su cita de anoche, y definitivamente yo no quería saberlo. Eso me molesta,
sobretodo cuando le exige:— ¡Suéltala!

—No me hizo nada, yo estaba perdida y él solo me ayudó a encontrar el camino


de vuelta. Dejenlo en paz.

—¿Por qué se escapó? Su madre está muy preocupada y usted por ahí jugando
con la lluvia.

—¿Mi madre? —pregunto muy sorprendida olvidando mi enojo anterior y su


regaño porque ahora solo me importa una cosa—. ¿Tengo una madre?

«No, idiota. Naciste de un repollo»

Me disculpo con el chico por pensar que robaría mis órganos y me dirijo lo más
rápido que mis piernas lo permiten a la habitación en la que desperté, todavía
con dificultad pero al menos ya me sostienen.

Hay dos personas de pie junto a mi cama. Una mujer despampanante que debe
andar en los cuarenta y pocos pero que no los aparenta para nada, vestida con un
vestido rojo hasta la rodilla bajo un abrigo negro y tacones del mismo color. Su
cabello es tan oscuro como el mío pero el suyo está peinado en un rodete bajo y
su maquillaje es perfecto. Me siento insignificante a su lado con mi bata y la
chaqueta que olvidé devolverle al chico. Parece una mujer fría pero en el
momento en que me ve, en su rostro se dibuja una sonrisa de alivio.

A su lado, hay un chico de unos veinte años. Es bastante alto y guapo aunque
lleve el cabello castaño claro pegado a la cara por la lluvia, pero lo más
impresionante son esos ojos verde oscuro que te atrapan desde el primer
momento en que lo miras. Me pregunto si tal vez…

«Nop. Nada. No me traen ningún mísero recuerdo.»

El chico se acerca a mí con una sonrisa de oreja a oreja y antes de que pueda
reaccionar, apartarme o hacer cualquier cosa, tengo sus labios sobre los míos.
Me quedo paralizada un momento sin saber qué está pasando. Por mi cabeza
pasa el impulso de darle una patada en la entrepierna para que me suelte pero en
el último segundo decido no hacerlo para ver si algún recuerdo vuelve a mí con
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ese beso pero para mi mala suerte, mi cabeza sigue igual de vacía que cuando vi
mi cara en el espejo.

—¡Mi amor! —exclama cuando por fin me suelta, sus ojos están muy brillosos
lo que los hace ser incluso más hermosos—. ¡Despertaste! Sabía que lo harías,
sabía que volverías a mí.

—¿Amor? —estoy muy confundida y me quedo inmóvil nuevamente ante ese


desconocido que debo admitir, besa bastante bien pero no sé de dónde diablos
salió—. ¿Quién eres?

La sonrisa del chico desaparece de golpe mientras mira a la otra mujer con algo
parecido al pánico en su mirada. Ella da un paso al frente con una arruga en el
entrecejo, al parecer, tampoco entienden nada de lo que está pasando y eso me
preocupa todavía más.

—¿Quiénes son? —insisto al ver que ambos se quedan en silencio sin mostrar
indicios de que me quieran decir algo.

—Cariño, ¿estás bien? Soy yo, mamá.

—¿Usted es mi madre? —comienzo a soltar preguntas como loca—. ¿Por qué


no la conozco? ¿Quién es él? ¿Qué me pasó? ¿Por qué no recuerdo nada?

—¡Ve a buscar al médico! —ordena al chico que parece estar paralizado, lo que
desespera a la mujer que termina gritándole que se de prisa.

El besador sale corriendo de la habitación y unos segundos después, entra un


par de enfermeras que me ayudan acostarme nuevamente en una cama
perfectamente limpia y vuelven a ponerme las vías intravenosas que me
arranqué antes de salir. Por suerte, no son tantas como las que tenía al despertar
y son bastante rápidas y eficientes así que en unos minutos ya estoy nuevamente
conectada a quién sabe qué líquidos que van directo a mis venas.

Por su parte, la mujer que dice ser mi madre no deja de moverse de un lado a
otro, como si fuera un león enjaulada y decido que no me gustaría verla nunca
enojada conmigo. La mirada gélida que le dedica a la enfermera cuando le dice
que el médico está en pabellón y no puede venir enseguida me provoca un
escalofrío y supongo que algún tipo de poder tiene porque cinco minutos
después, el médico que tan ocupado estaba aparece y aunque sonríe, no me pasa
por alto la mirada de terror que intenta esconder de la mujer que tiene enfrente.
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Me esfuerzo en escuchar lo que dicen pero comienzo a sentir los párpados tan
pesados que es imposible mantenerme despierta un minuto más. Supongo que
debieron de haberme sedado sin que me diera cuenta.

Unos minutos, o tal vez pudieron ser horas más tarde, entre sueños escucho una
voz furiosa discutiendo con una más calmada y despierto de golpe. Estoy un
poco desorientada al principio pero luego recuerdo dónde estoy pero nada más
nuevo.

El sol entrando por la ventana me confirma que debo haber pasado varias horas
dormidas y cuando levanto mi mirada hacia las voces, veo a mi supuesta madre
junto con un médico diferente al de ayer, parece como si estuvieran discutiendo
así que decido fingir que sigo dormida para ver si puedo obtener algo de
información y al fin entender algo de toda esta locura.

—¿Qué le pasa a mi hija? —la voz enojada de la mujer es un susurro pero


nuevamente me alegro de que no sea dirigida a mí. Cierro los ojos de golpe
cuando se gira hacia mí.

—No lo sé, hay que hacer exámenes —empieza a explicar el médico, su voz
tiembla—. Sabe que esto es muy complicado, nunca antes habíamos realizado
este procedimiento, usted conocía los riesgos cuando aceptó y es un milagro que
haya despertado después de tanto tiempo. Dos años es mucho tiempo para estar
en coma.

—No entiendo cómo se les pueden escapar detalles tan importantes como que
no tenga recuerdos. Dejé a mi hija en sus manos porque eran los mejores y me
vienen con estas sorpresas. ¡Necesito respuestas, no excusas! ¡Y las necesito
ahora!

—Tranquilícese, señora. Haremos todo lo posible por investigar qué es lo que


salió mal y cómo remediarlo. Tendremos que hacer varios exámenes pero lo
averiguáremos, tiene mi palabra.

—Más les vale —se da la vuelta tan rápido hacia mí que no alcanzo a cerrar los
ojos una segunda vez—. ¡Cariño! ¿Cuánto tiempo llevas despierta?

—¿Dos años estuve dormida? —ignoro su pregunta y veo preocupación en sus


ojos. Definitivamente hay algo de lo que estaban hablando que no debo saber y
eso comienza a enfurecerme—. ¿Por qué nadie me explica lo que me pasó?
¡Tengo derecho a saberlo!

—No es el momento —me frena en seco, su voz es fría y no acepta


cuestionamientos. Creo que se da cuenta de eso porque intenta sonreír y poner
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un tono más amable—. El doctor Cresmont dice que ya estás lista para ir a casa
y he pensado que sería mejor si te cuento todo lo ocurrido cuando estés en un
ambiente más familiar, no es algo fácil

Empieza a sacar del armario un par de bolsos y ropa que al parecer tenía
preparada para mi salida. Una enfermera llega para ayudar a vestime y recién
ahí me doy cuenta de que ya me habían desconectado todos los tubos del brazo
mientras dormía. Una vez vestida y sentada en una silla de ruedas, mi supuesta
madre me sonríe antes de acariciar una de mis manos.

—Hora de irnos. Al fin podrás volver a casa después de todo este tiempo.
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Recuerdos

Al salir del hospital, un auto negro con los vidrios blindados y de aparencia
lujosa nos está esperando. Junto a la puerta trasera está de pie un hombre alto y
serio quien apenas nos ve, comienza a abrir la puerta para que entremos y luego
rodea el auto para sentarse en el asiento del conductor. Murmuro un gracias casi
silencioso porque me doy cuenta de que nadie más se las da y no sé si será
costumbre de esta gente o si simplemente lo olvidaron.
Si la habitación que ocupaba en la clínica y el auto no me lo habían confirmado,
la ropa que llevo puesta lo hace. Vengo de una familia con dinero y ni siquiera
sé por qué me sorprendo porque es cosa de ver a la mujer que dice ser mi madre
y que luego descubro, se llama Sarah Hamilton. Parece sacada de una revista y
jamás nadie se imaginaría que tuviera una hija de mi edad.
Sentado a mi lado va Ethan Brooks, mi supuesto novio. No sé mucho de él y lo
único que pude averiguar antes de salir del hospital fue que tiene veinte años
—un año más que yo— y va en tercer año de la carrera de ciencias políticas
aunque su sueño siempre fue dedicarse a la música. Nos conocimos hace cinco
años en un campamento de verano, creo que algo relacionado con la música
también y por lo que él cuenta, fue amor a primera vista. No sé si creo en ese
tipo de amor pero lo dejo pasar, no estoy en condiciones de poner en duda nada
en estos momentos. Lo que más me asombra de todo esto es que me haya
esperado los dos años que estuve dormida, Sarah dice que no se apartó de mi
lado en ningún momento y eso me entristece un poco; él detuvo su vida por mí,
me quiere de verdad y yo ni siquiera siento un mísero cosquilleo al tenerlo
cerca.
El auto se detiene casi una hora después, frente a un enorme portón negro justo
en medio de una pared de arbustos, no se ve nada hacia dentro hasta que el
chófer habla con un hombre que está en una pequeña caseta al lado y el portón
comienza a abrirse. Mis cejas se elevan hasta casi el nacimiento de mi cabello al
ver los enormes jardines que rodean el recinto, llenos de vida y con flores de
todos los colores posibles, pero no es hasta que veo la enorme casa cuando mi
boca se abre por completo y aunque me vea ridícula, no soy capaz de cerrarla.
¿Quiénes son estas personas?
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Sarah tiene buen gusto, eso lo admitiré. La casa blanca de dos pisos parece
sacada de una revista, con enormes pilares y balcones en casi todas las ventanas
y tiene un toque victoriano pero a la vez moderno que se ajustan a la perfección
para no opacar al otro. Me quedo sin palabras y por un momento pienso que tal
vez nos quedaremos en un hotel por esta noche, pero descarto esa idea
enseguida ya que dijeron que iríamos a casa. ¡Pues qué casa! No sé con cuántas
personas más viviremos pero no me cabe duda de que veinte personas vivirían
aquí perfectamente y sin siquiera encontrarse por los pasillos.
Una vez que el auto se detiene, se forma un silencio incómodo y me pregunto
por qué nadie se mueve hasta que el chófer se baja a abrirnos la puerta. Supongo
que sería demasiado trabajo si la abrieramos nosotros mismos. Pongo los ojos
en blanco mientras me bajo y suspiro, no puedo evitar sentirme un poco
agobiada con todo esto, han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo.
Siento que la cabeza me da vueltas y vueltas, no sé si en algún momento dejará
de hacerlo.
—¿Cuántas personas viven en esta casa? —le pregunto a Sarah en un susurro y
ella sonríe como si le hubiese hecho la pregunta más estúpida del mundo.
—Solo las dos y algunos empleados de confianza. Los guardias tienen una
cabaña también dentro del recinto pero no entran en nuestra casa a no ser que
estén de guardia y sea estrictamente necesario.
—¿Las dos? Esta casa es como para veinte personas o más.
—Sí, lo sé, ¿no es maravilloso?
—No me lo creo, ¿segura de que no se equivocó de habitación y se trajo a la
chica amnésica equivocada? —intento quitarle un poco el peso con una broma
pero ella no parece captarlo del todo porque me mira como si estuviera loca.
—¡Qué cosas dices! —mueve la cabeza de un lado a otro pero al menos sonríe
un poco antes de volver a hablar—. Van a haber muchas veces en las que no
estaré en casa, por temas de trabajo me toca viajar mucho o pasar horas
interminables en la oficina pero puedes estar tranquila porque aquí estás segura
y nunca estarás sola. Gina te acompañará en todo momento, es una mujer
excepcional que trabaja para nosotros desde que yo era una niña, es parte de la
familia ya y ustedes estaban muy unidas.
—¿Puedo verla? —pregunto con una emoción desconocida que no sentí ni al
ver a mi madre ni a mi novio cuando los conocí. No sé qué significará eso pero
no le doy demasiadas vueltas.
—Después, cariño. Ethan, ¿por qué no la llevas a su habitación? Tal vez una vez
que esté rodeada de sus cosas, comience a recordar algo. Iré a pedir que les
preparen una bandeja con algo de comer.
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Ethan me dirige en silencio a mi cuarto y toma distancia, creo que entendió que
esto no será rápido y no necesito que me presionen. Subimos la enorme escalera
que se divide en dos caminos por la mitad y tomamos el de la derecha. Todavía
no me creo que esto esté pasando, todo parece tan irreal, hace unas horas
despertaba sin saber quién era y ahora resulta que vivo en una especie de
palacio, ¿dónde están las cámaras?
Recorremos un largo pasillo hasta detenernos en la última puerta y en la que hay
una gran letra «A» tallada. Ethan da un paso adelante y toma la manilla para
abrirla mientras yo tomo un poco de aire preparándome para lo que sea que me
encontraré del otro lado.
La primera impresión es que la habitación se siente igual de vacía e impersonal
como siento mi mente en este momento. Parece como si nadie hubiese vivido
aquí en su vida, no tiene ningún objeto personal, todos es en colores blancos y
beige, la habitación perfecta cuando vas a ver una casa piloto. Me quedo
paralizada un momento porque algo arde dentro de mí, como si la falta de color
y de vida no encajara conmigo pero, ¿qué puedo hacer? Tal vez la antigua yo era
así de minimalista y ya está.
Salgo al balcón en busca de algo de color y el jardin me tranquiliza, los colores
de las flores y creo que podría quedarme horas sentada aquí mirándolos o tal
vez pintándolos si supiera cómo hacerlo. Mis manos cosquillean ante ese
pensamiento pero no le hago demasiado caso, en vez de eso, me vuelvo hacia
Ethan que está en el marco de la ventana corredera.
—¿Cómo es que en este lugar tan grande vivamos solo dos personas? Es un
poco… ostentoso.
—Con el puesto de tu madre podrían vivir hasta en un lugar más grande que
este pero creo que le guarda cariño a esta casa por ser donde creció.
—¿El puesto de mi madre?
—Sí, es la alcaldesa de Whitebridge y por eso tiene una de las casas más lujosas
de la ciudad. Aunque la tendría de todas formas aunque no lo fuera ya que fue la
única heredera de tu abuelo que también tenía mucho dinero.
—¿Y… Whitebridge es?
Me queda mirando como si no pudiera creer que hice una pregunta tan estúpida
pero enseguida cambia la cara y sonríe.
—Es la ciudad en la que estamos, la capital de Ilenard.
—Supongo que las clases de geografía también desaparecieron de aquí —llevo
un dedo a mi cabeza y suspiro con resignación.
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Sigo observando mi habitación mientras analizo toda la información que he


encontrado. Me acerco a la cama y paso mis dedos por encima, recorro los
muebles uno por uno, abro el armario enorme lleno de prendas que pareciera
que son igual de incómodas que las que llevo puestas y de colores igual de
sosos. No hay nada que destaque, a lo mejor yo nunca lo hice.
Todavía no asimilo el hecho de que Sarah sea la alcaldesa de esta ciudad pero
me viene a la mente una pregunta bastante importante y en la que no había
reparado hasta ahora. No sé cómo pude pasarlo por alto.
—Disculpa, ¿me podrías decir mi nombre?
—¿Estás bromeando? —suelta una risita pero al ver que niego con la cabeza, se
comienza a poner nervioso—. Tu madre me dijo que no te contara nada, lo
siento.
—Es solo un nombre, no me moriré por saber cómo me llamo y además, creo
que tengo derecho a saberlo.
—April —aunque no parece muy convencido, cede y por un momento me doy
cuenta de que tal vez sea capaz de hacer todo lo que le pida sin importar qué
es—. Te llamas April Hamilton.
Nada. No hay reconocimiento en ese nombre. Nada que me haga sentir que me
llamo así, podría haberme dicho cualquier otro y no habría cambiado el
resultado.
—¿Sabes si escribía algún diario o algo así? Puede que si leo algunas cosas, me
ayude a recuperar algunos recuerdos.
—No lo sé, pero concuerdo con tu madre de que es mejor no apresurar las
cosas, puede ser peligroso para ti que todos los recuerdos lleguen de golpe.
—¿Interrumpo? —Sarah entra a la habitación golpeando primero y no ignoro el
hecho de que Ethan parece aliviado de que nos haya interrumpido—. Llegó la
hora de que hablemos.
—Sí, quiero saber todo lo que pasó —suelto impaciente.
—Será mejor que las deje a solas, ¿te veo mañana?
—Está bien.
Se acerca a mí y como temo que vuelva a besarme de improviso como anoche,
estiro mi mano de forma automática antes de que pueda hacer nada. Le hago
daño, lo noto en su mirada pero no dice nada, simplemente finge una sonrisa y
estrecha mi mano.
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Una vez que estamos a solas, Sarah me pide que tome asiento en la cama y ella
se acomoda a mi lado. Apoya una de sus manos perfectas sobre las mías y con
la otra me pone un mechón de cabello detrás de la oreja con cariño.
—Quiero ser completamente sincera contigo —comienza a decir—. Lo que te
contaré es muy fuerte y necesito que me prometas que no te volverás loca luego
de saberlo, ni hagas ninguna tontería.
—Puedo soportarlo, solo necesito saber qué me pasó. Estaré bien.
—Hace dos años fuiste secuestrada por un hombre muy malo. Tenía una historia
conmigo de la que no me enorgullezco, me guardaba mucho rencor y lo único
que quería era hacerme daño. Lo intentó de diferentes maneras pero nada
parecía funcionar hasta que se dio cuenta de que te tenía a ti y que eras lo único
y más importante que yo tenía en la vida.
»Fue un dieciocho de Julio, tres días antes habías cumplido dieciséis años.
Habíamos discutido por una estupidez, fue una pelea bastante fuerte pero que
nos dañó a ambas, nunca hacías eso pero te escapaste de casa con tus amigas a
una fiesta esa noche. Yo no estaba enterada de que no estabas aquí hasta que
apareció una de tus amigas el día siguiente preguntando si habías llegado bien la
noche anterior, estaba muy preocupada porque no le contestabas el teléfono.
Sarah se lleva una de sus manos a la cara y se limpia una lágrima, veo que su
perfecto maquillaje se está corriendo un poco pero no digo nada, ni siquiera soy
capaz de moverme. Ella toma aire con fuerza como si le faltara y continua:
—Me sorprendió mucho su visita y comencé a llamarte también pero tu teléfono
estaba apagado. Comencé a desesperarme y llamé a la policía, no sabía de
cuándo estabas desaparecida pero ellos al ver que se trataba de ti, se olvidaron
de los protocolos e iniciaron la búsqueda ese mismo día a pesar de que por ley
deberían haber esperado veinticuatro horas.
»Estuviste desaparecida por tres meses, fueron eternos y muy oscuros. Era un
fantasma, dejé de ir a trabajar, no salía de tu habitación con la esperanza de que
volverías más rápido si te esperaba en tu lugar seguro y no dejaba de soñar todas
las noches que era todo una pesadilla y que en cualquier momento entrarías por
esa puerta pero finalmente siempre despertaba y la realidad era mucho peor.
»Ya estaba perdiendo las esperanzas, cuando un día recibí un llamado de la
policía diciendo que encontraron una chica anónima en un accidente de moto,
dijeron que tenía rastros de haber sido maltratada y secuestrada, y que por la
descripción que yo había dado, podría tratarse de ti. No sabían cuándo ni cómo
lo hiciste pero lograste escapar, en la desesperación tomaste una moto que
encontraste en la calle e intentaste alejarte lo más posible de ese hombre, pero al
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llegar a una esquina, un auto se saltó un semáforo y tú ibas demasiado distraída


como para evitar que se estrellase contra ti.
Sarah se detiene un momento, ya ni siquiera es capaz de controlar los sollozos y
estiro una mano para tomar la caja de pañuelos que hay en la mesita a mi lado.
Se los entrego y estrecho aun más su mano.
—No es necesario que sigas —intento tranquilizarla pero ella niega con la
cabeza y se intenta recomponer.
—Nunca había sentido tanto miedo en toda mi vida, así que me levanté como
pude y fui hacia el hospital que me indicaron. Nadie me detuvo cuando llegué
corriendo y exigí verte, entré en la habitación y ahí estabas. Comencé a gritar
como una loca al verte así. Estabas tan indefensa, tan delgada y demacrada,
llena de heridas y rasguños. Me sentía muy culpable porque te estabas muriendo
cuando yo debería haber sido la que estaba ahí y además nuestra última
conversación había sido una pelea.
»Los médicos decían que tenías muchos daños internos y que era imposible que
sobrevivieras pero los obligué a seguir el tratamiento, me negué a desconectarte
porque sabía que algún día despertarías, lo sentía en mi corazón y así fue —me
regala una pequeña sonrisa llorosa y en ese momento me doy cuenta de que yo
también tengo mis mejillas llenas de lágrimas—. Estuviste dos años en coma y
volviste a mí. Nadie en el hospital podía creerlo ya que nadie tenía la fe que
tenía yo y todos te conocían como La bella durmiente. Te admiraban y rezaban
por ti en secreto y al final sus plegarias y las mías fueron escuchadas. Eres el
milagro que tanto pedí.
Me quedo de piedra, paralizada sin saber qué decir o hacer. No puedo
imaginarme lo fuerte que debió haber sido, todo lo que debe haber sufrido ella y
yo también. No puedo creer todo lo que acabo de escuchar y las lágrimas siguen
cayendo por mis ojos aunque nada de lo que me cuenta me resulta familiar. Es
como si me estuviera contando la historia de alguien más pero de todas formas
es tan terrible que no puedo evitar llorar, como cuando ves una película o lees
un libro muy triste.
—Mañana vamos a ir a la clínica para que te hagan unos exámenes, necesitamos
saber qué significa esta secuela de la amnesia —se seca las lágrimas una vez
más con un pañuelo antes de volver a mirarme—. Sé que es mucho que asimilar,
puedes tomarte tu tiempo.
—¿Conoces a quién me hizo esto? Dijiste que tenías historia con él, ¿salieron
juntos o algo?
—No, no es lo que crees. Era un chico que estudiaba en tu colegio pero unos
años más grande, no tenía los mismos recursos que nosotras así que el estado le
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concedió una beca completa para entrar porque tenía muy buenas calificaciones
y se le veía potencial. El problema fue que en el último tiempo comenzó a
meterse en muchos problemas, era rebelde y sus calificaciones bajaron
considerablemente. Yo era ministra de educación en ese entonces y no me quedó
de otra que quitarle su beneficio ya que habían chicos que lo merecían mucho
más y eso generó que me odiara profundamente y comenzara a planear su
venganza hacia mí.
—¿Cómo puede haber gente tan mala?
No sé cómo sentirme, estoy confundida. Sé que estudiar es algo muy importante
para algunas personas pero poner en peligro la vida de una persona inocente
porque te quitaron una beca que tú mismo dejaste de merecer me parece una
locura.
—No lo sé, pero eso no es nada de lo que debas preocuparte ahora —suelta más
animada que antes, aunque sus ojos siguen enrojecidos—. Apenas tuviste el
accidente lo encontraron y me encargué de que se pase todos los años de su
miserable vida en la cárcel de mayor seguridad, no hay forma de que escape.
—Quiero verlo —suelto casi al instante en un arrebato y Sarah se pone de pie de
un salto.
—¡¿Qué?!¡¿Estás loca?! —me reprende más molesta de lo que imaginé— ¿Es
que no has escuchado nada de lo que te conté? Ese tipo es peligroso y piensa
que no sobreviviste, es mejor que eso siga siendo así. Por esa misma razón
hemos mantenido esto fuera de la prensa, si él se entera, puede empezar a
planear una nueva venganza, una mucho peor y me niego a perderte otra vez.
—Necesito entender, Sarah. Necesito saber de verdad por qué me hizo algo tan
malo si me conocía, dijiste que iba a mi colegio, ¿cómo pudo ser tan
despiadado?
—Ya te dije sus razones y no quiero que te acerques a él. Es un psicópata, no te
quiero ni a diez kilómetros de él.
—Pero yo...
—¡No! —me interrumpe con un grito que me hace retroceder—. Te prohíbo que
te acerques a ese lugar o investigues a ese hombre. El caso ya está cerrado y
seguirá estando así, ahora lo que tienes que hacer es preocuparte de tu salud y
continuar con tu vida.
Sale de la habitación como si estuviera furiosa, cualquier rastro de la mujer
indefensa que lloraba a mi lado se ha ido. No sé si esto era algo común en
nuestra relación pero no me gusta nada que me den órdenes y me griten de esa
forma. Tal vez sí esté un poco loca por querer ver al tipo que tanto daño me hizo
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pero es que necesito saber…necesito entender y ver si me pasa algo cuando lo


vea, si algún recuerdo regresa a mí.
No sé si la April antigua se hubiese quedado de brazos cruzados y hubiese
aceptado sin rechistar pero ahora mismo ella no está aquí. No puedo controlar
nada de mi pasado pero sí puedo controlar lo que me pasa desde ahora en
adelante. Necesito respuestas y no me quedaré sentada esperando a que los
recuerdos vuelvan solos.
19

3
Sueños confusos

La conversación con Sarah me agotó emocionalmente y aunque pienso que eso


tal vez me quite el sueño, una vez que apoyo mi cabeza en la almohada, no
tardo ni dos minutos en dormirme. Supongo que dormir dos años seguidos no
fue suficiente.

Mis sueños son confusos, no van hacia ningún lado, todo parece un montón de
nada hasta que una imagen aparece clara por fin. Me veo a mí, debo de tener
unos tres o cuatro años menos que ahora, lo noto por las facciones un poco
redondeadas y aniñadas de mi cara. Llevo puesto un vestido blanco demasiado
pomposo pero eso no parece importarme, me veo radiante y como si hubiese
nacido para usarlo.

La casa está decorada a la perfección y lo primero que se me viene a la mente


es uno de esos bailes de la realeza que aparecen en los cuentos. Luego de
observar un poco más detenidamente todo, comprendo que estoy celebrando mi
cumpleaños número quince. No sé qué tiene de especial esa edad pero ahí estoy
yo, bajando por la escalera con una sonrisa de oreja a oreja como si fuera una
princesa mientras los invitados me esperan sin quitarme el ojo de encima.

Al llegar a los últimos peldaños, un chico un par de años mayor que yo va a


encontrarme y me ofrece su mano. Mi corazón comienza a latir a mil por hora y
mi sonrisa se ensancha tanto que podría partirme la cara en dos a la vez que
dejo que me guie por el final del camino. Todos me observan a mí pero yo no
puedo dejar de mirarlo a él. Es un poco delgado como todos los chicos de su
edad lo serían, tiene el cabello castaño perfectamente peinado y unos ojos color
avellana que parecen tenerme hipnotizada. Pero lo mejor de todo, es que él
tampoco parece poder dejar de mirarme a mí.

Me quedo embelesada mirándolos desde fuera como si fueran dos


desconocidos, como si no se tratara de mí porque la verdad ni siquiera sé si es
algo real. Mi vista se desvía un momento y me encuentro con Sarah, a quien
parece no gustarle nada la compañía de su hija pero se limita a hacer una
mueca y cruzarse de brazos. No tengo que ser adivina para saber que el chico
no le agrada pero al parecer prefiere dejarme disfrutar el momento.
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—Eres una princesa sacada de un cuento, bonita —él susurra en mi oído


susurra luego de que saludo a todos los invitados y ya nadie nos presta
atención. Él parece aprovecharse de eso y con una sonrisa maliciosa me
conduce hacia un balcón vacío y con una cortina que nos aleja de la vista de
todos—. Lastima que yo sea lo menos parecido a un príncipe que hay.

Le regalo una sonrisa ladeada y muerdo mi labio inferior antes de responder.

—¿Y quién dice que los príncipes no pueden ser chicos malos de vez en
cuando?

—Escápate conmigo entonces, podemos ir a dar una vuelta en la moto. Solo


nosotros dos.

—¿Estás intentando convertirme en una chica mala, Alexander?

—Jamás. Me gusta tal y como eres, jamás se me ocurriría cambiar nada de ti.

Observo cómo mis ojos se llenan de lágrimas antes de acercarme más a él y


rodearle el cuello con mis brazos. Acerco mi cara a la suya y él termina con la
distancia, besándome tan dulcemente que por un momento siento celos de mí
misma. ¿Qué se sentirá que alguien te bese con esa devoción? ¿Que te hablen
con tanta admiración?

Me siento de golpe en la cama, completamente despierta y con el corazón


latiendo desenfrenado. Miro el reloj que hay en la mesita y me doy cuenta de
que recién son las cinco de la mañana. Doy vueltas mientras intento volver a
dormirme pero es inútil, el sueño me ha abandonado por completo así que me
dirijo al baño para lavarme la cara en un intento por despejarme.

«¿Qué fue eso? ¿Un recuerdo o solo un sueño? ¿Quién era ese chico?»

Salgo al balcón para tomar un poco de aire, siento la respiración todavía


bastante agitada. El frío invade cada parte de mi cuerpo pero me quedo de pie
ahí, mirando hacia el cielo aún oscuro. No puede ser un recuerdo porque según
lo poco y nada que me han contado, cuando cumplí quince años yo ya estaba
saliendo con Ethan y en el sueño él no aparecía por ninguna parte. Además, si
era su novia, no tiene sentido que haya besado a Alexander.

¡Dios! Ni siquiera existe y lo llamo por su supuesto nombre. Me terminaré


volviendo loca de verdad.

Entro de nuevo a la habitación, cada vez más frustrada pero comienzo a buscar
algo en donde escribir. Hay un escritorio frente a otra de las ventanas y
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encuentro un cuaderno en blanco. Lo tomo junto con un lápiz y me siento en el


suelo del balcón mientras describo detalladamente el sueño. No sé si me ayude
en algo pero no quiero olvidarlo, quiero recordar cada detalle. Una vez que
termino, distraída comienzo a trazar líneas al azar en la hoja siguiente y cuando
me concentro en lo que estoy haciendo, noto que no son solo líneas…estoy
dibujando la cara del supuesto Alexander a la perfección. Eso me sorprende
bastante, sin darme cuenta acabo de descubrir que tengo habilidades para el
dibujo. Tiene sentido ahora que con Ethan nos hubiésemos conocido en un
campamento artístico.

Cuando el frío ya es demasiado, vuelvo a entrar en la habitación pero estoy


demasiado hiperventilada como para dormir otra vez. Observo con detenimiento
toda la habitación y después de pensarlo un momento, comienzo a investigar
todo el lugar para ver si encuentro algo que me ayude a recordar, lo que sea.

Abro cada cajón a mi alcance y cuando ya estoy perdiendo la fe, en el último


encuentro una caja llena de fotos. Sé que esto puede traer muchos problemas, ya
que me dijeron que no es recomendable recibir mucha información en tan poco
tiempo, pero al parecer soy una persona muy curiosa y no puedo esperar a que
mi memoria se recupere sola, tengo que ayudarla un poco.

Dejo la caja sobre mi cama y saco poco a poco las fotos hasta dejarlas todas
sobre las sábanas desordenadas. Hay muchas caras y todas se me hacen
desconocidas, se ve como si hubiese tenido muchos amigos pero supongo que
no eran demasiado buenas amistades ya que aparte de Ethan, no ha habido nadie
a mi lado desde que desperté.

Observo las fotos con una mueca, hay alrededor de cien y no sé por cual
empezar así que decido dejárselo al azar. Cierro mis ojos y estiro mi mano para
tomar cualquiera. La elegida es una foto grupal, unos diez adolescentes en traje
de baño, sonriendo a la cámara como si fuera el mejor día de su vida. No tardo
en encontrarme a mí, igual de feliz que el resto pero no es eso lo que me deja
paralizada, sino quien está a mi lado rodeando mi cintura con sus brazos como
si fuera lo más normal del mundo. Busco rápidamente entre todas las fotos para
ver si encuentro a esa persona otra vez y me llevo una gran sorpresa al ver que
quien aparece conmigo en la gran mayoría es Alexander. Ya no me queda
ninguna duda de que es real, aunque sigo sin saber quién es ni qué papel
ocupaba en mi vida y eso es tan confuso porque al mirar con detenimiento las
fotos, no son fotos de amigos ni de conocidos, parecemos tan… enamorados.

Pero, si éramos tan cercanos no entiendo por qué no está aquí conmigo.

¿Se habrá cansado de esperar a que despierte?


22

Siento una extraña opresión en el pecho, como si hubiese algo que no me deja
respirar y una sensación de decepción. ¿A quién quiero engañar? Cualquier
persona se cansaría de esperar si pasaron dos años y yo no daba ninguna señal
de vida.

—Permiso —me interrumpe una voz muy amable y pego un salto al ver a una
mujer de unos sesenta años parada en la puerta con una bandeja llena de comida
en sus manos—. Le traje el desayuno, mi niña.

—Gracias —respondo todavía un poco aturdida mientras intento guardar las


fotos con rapidez. Aunque es más que obvio que ya las vio, decide no
mencionarlo mientras deja la bandeja sobre la cama. ¿Desayuno a la habitación?
Otra sorpresa más—. Disculpe la pregunta, no quiero sonar maleducada pero,
¿quién es usted?

—Soy Georgina, trabajo aquí desde hace mucho tiempo. Suelen llamarme Gina.

—Claro, Gina —recuerdo lo que dijo Sarah ayer y sonrío—. Desde que Sarah
era una niña o algo así.

—Así es. Sé que no lo recuerda pero éramos muy unidas en el pasado, usted
pasaba sola gran parte del tiempo y yo la acompañaba, la quiero tanto como si
fuera mi propia hija.

—Eso me contaron, me alegra mucho tener una confidente —le guiño un ojo y
mi corazón late contento, esta mujer me da una vibra muy buena, me gusta—.
Me da un poco de miedo hablar con Sarah, se ve tan seria.

—Aquí estaré siempre que me necesite.

—Gracias, y prefiero que no me trate de usted, es un poco extraño —le pido


antes de que se me ocurre la mejor idea que he tenido desde que desperté en el
hospital—. Gina…ya que éramos tan unidas, usted debe saber muchas cosas
sobre mí.

—Sí, ¿por qué? —lo dice cautelosa, sabe que planeo algo y suelto una
maldición mental. Creo que en verdad me conoce más de lo que creía.

—¿Quién es él?

Le muestro una de las fotos en que aparecemos Alexander y yo sonrientes


sentados en una gruesa rama de un árbol. Ella se pone pálida.
23

—No debería estar viendo esas cosas, si su madre se entera, se enojará


muchísimo. Me las tendré que llevar, lo siento.

—Pero son mías y estoy segura de que me pueden ayudar —ruego pero ella no
cede. Suspiro con resignación—. Al menos, ¿me puede decir quién es él?
—insisto y no dejo de mirarla mientras rápidamente guardo una de las fotos
debajo de la almohada sin que ella lo note.

—Es el joven Alex, y eso es lo único que puedo decirle. Lo siento.

—¿Alex? ¿Alexander? —pregunto y soy consciente de que parezco una idiota


con mi razonamiento básico.

—Sí, por favor ya no me pregunte más cosas y coma un poco o se le enfriará el


desayuno. Además, el chófer la estará esperando en treinta minutos para llevarla
al centro médico.

Dicho esto, sale de mi habitación antes de que yo pueda decir algo más. No paso
por alto que se puso muy nerviosa cuando le pregunté por Alexander, así que
ahora no tengo ninguna duda de que algo me están ocultando, algo que no
debería saber y esa es la razón principal por la que probablemente me
obsesionaré con esto hasta averiguarlo, ¿mencioné ya que soy muy curiosa?

Esto quiere decir que él sí existe, que mi sueño tal vez sea un recuerdo, que ese
chico tan encantador me besó cuando tenía quince años y que en esa época de
mi vida yo haya sido tan feliz como me veía. Pero entonces, ¿qué pasó con él? y
¿Por qué no puedo sacármelo de la cabeza?

Supongo que es porque es la primera emoción real que siento desde que
desperté, la primera vez que siento mi corazón acelerarse sin otro motivo y él
fue el causante, aunque ni siquiera sepa con exactitud quién es ni qué papel
ocupaba en mi vida.

Me decido a dejar de darle vueltas a ese asunto por ahora ya que no quiero
llegar tarde a mi cita con el médico. Me dirijo al baño y abro la llave de la
ducha, me desnudo con rapidez pero quedo paralizada al ver mi reflejo en el
espejo, más bien al ver mi clavícula derecha. El tatuaje de una pluma
desintegrándose hasta convertirse en pájaros la recorre casi por completo. Bajo
la mirada por mi cuerpo hasta llegar al hueso de mi cadera en la que un
diminuto símbolo de infinito está dibujado con delicadeza y ahogo un grito
cuando me quito los calcetines y encuentro una enredadera con flores rosas
recorriendo mi pie izquierdo.
24

Examino todas las partes visibles de mi cuerpo en busca de algún otro pero no
encuentro nada. Ayer las enfermeras fueron quienes me vistieron cuando yo aún
luchaba contra los efectos de la sedación así que ni siquiera se me pasó por la
cabeza mirarme pero no me esperaba esto, no parezco el tipo de chica que va
tatuada y dudo que a Sarah le haya gustado la idea. Me pregunto si significarán
algo importante para mí o si solo me los hice para estar a la moda ya que los
diseños parecen ser bastante genéricos. Espero que sea lo primero, no me
molesta la idea de llevar mi piel marcada pero me gustaría en serio que hubiera
una razón.

Dejo de observarme y me doy una ducha rápida, busco algo de ropa en el


armario y me decido por unos pantalones blancos con una blusa de color rosa
fuerte. Me sorprendo de encontrar una prenda tan llamativa ya que todo lo que
me rodea es de colores neutros y es por eso que la elijo, porque me hace sentir
algo diferente a ese vacío que tengo desde que desperté.

Intento comer un poco del desayuno que parece ser para al menos tres personas
y aunque está delicioso, no logro dar más que un par de bocados. Todos los
descubrimientos de esta mañana me formaron un nudo en el estómago y no
logro hacerlo desaparecer así que finalmente me rindo y termino de arreglarme
antes de ir a encontrarme con el chofer, quién me está esperando puntualmente
en la entrada.

Llegamos al centro médico unos veinte minutos después y me hacen los


exámenes correspondientes en tiempo record. Me sorprende que no tengo que
esperar nada, al parecer esas son las ventajas de ser la hija de la alcaldesa.
Luego, el mismo médico que estaba hablando con Sarah en el hospital ayer me
cita en su oficina para preguntarme algunas cosas.

—¿Has tenido algún recuerdo?

—No —él me observa detenidamente mientras juego nerviosa con mis dedos.
Dudo un poco antes de continuar—. Solo tuve un sueño muy raro anoche.

—¿Un sueño? Se supone que no deberías soñar —me mira y se quita los lentes
con rapidez, se ve realmente preocupado—. ¿Qué soñaste?

—¿Por qué no debo soñar? La gente normal sueña, ¿no?

Se queda pensativo demasiado tiempo y yo me cierro completamente. Este


hombre ya no me inspira ningún tipo de confianza, al final es igual que todos,
algo me oculta así que no compartiré nada con él. No sé por qué siento esa
necesidad de proteger a ese chico de los demás, de guardarlo del resto del
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mundo y mantenerlo a salvo solo en mi cabeza. Suspiro y digo lo primero que


se me viene a la mente:

—No era nada, olvídelo. Solo cosas extrañas como yo nadando en un lago y que
un tiburón me perseguía —suelto una risa que suena demasiado falsa—.
Supongo que no es un recuerdo, ¿verdad?

—Por lo general la gente como tú no sueña.

—¿A qué se refiere con la gente como yo? ¿No soy humana? ¿Soy un alíen?
¿un ángel caído o algo así? Dígame que soy un vampiro —me burlo pero él no
parece captar la broma porque sigue igual de serio.

—No es normal lo que te pasó, April y deberías tomarle el peso. La gente sí


sufre amnesia por accidentes pero se supone que a ti no debería haberte pasado,
en los exámenes no aparecía nada de esto y por eso quisimos corroborar con
unos nuevos.

—Claro que le tomo el peso, ¿cómo se atreve siquiera a pensar que no lo hago?
Soy yo la que tiene la mente en blanco, la que recuerda cosas inútiles pero nada
de su pasado y no me disculparé por intentar bromear un poco para no volverme
loca con todo esto —respiro con dificultad luego de ese arrebato, sé que él no
tiene la culpa pero me siento tan impotente—. Lo único que quiero es recordar
por lo menos una cosa de lo que fui.

—La memoria llegará sola, por lo general es así como funciona. Los exámenes
estarán listos mañana por la tarde así que la espero aquí. Le pediré a mi
secretaria que le envíe los detalles a su asistente.

—¿Mi asistente?

—Sí, entre ellas pueden acordar el horario adecuado.

Estoy a punto de decirle que no necesito de ningún asistente y que me envíe a


mí directamente los detalles pero me doy cuenta de que no tengo teléfono y no
sé siquiera si tengo correo electrónico. Suspiro con resignación, supongo que
tendré que hacerme la idea de que tengo un asistente. ¿Suena tan loco como yo
lo siento?

—Está bien, nos vemos mañana. Adiós.

Salgo de su oficina y me dirijo al auto que me lleva de vuelta a mi supuesta casa


sin dejar de darle vueltas a todo lo que me acaban de decir. Todo es muy
extraño, ¿ahora se supone que no soy normal? No entiendo nada.
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Necesito investigar y necesito hacerlo sin que Sarah se entere. Estoy segura de
que no me dará ninguna respuesta concreta si le pregunto directamente e
intentará desviar el tema como ha hecho desde ayer. Pero estoy decidida, me las
arreglaré y averiguaré cosas de mi pasado. Investigaré hasta el más mínimo
detalle en busca de mis recuerdos y no me detendré por nada ni nadie hasta
descifrar por completo todo este rompecabezas.
27

4
Muertes controladas

Tal como había dicho el médico, al llegar a casa, una chica llamada Grace se
presenta como mi asistente y me avisa que el día siguiente debo estar en la
consulta del médico a las tres de la tarde. Es una chica que no debe tener más de
veinticinco años, de cabello castaño, grandes ojos marrones y baja estatura que
al parecer siempre está seria y corriendo por todos lados con sus tacones de
quince centímetros repiqueteando por el suelo. No es mucho lo que hablamos, y
por más que me paso cinco minutos completos rogándole para que deje que yo
me haga cargo de mis propios horarios, su respuesta es un tajante no.

De todas formas, para hacerme sentir mejor, me ha dado un teléfono nuevo —al
parecer el mío desapareció luego del secuestro— y me ha actualizado de todas
mis claves importantes, aunque no he encontrado nada de información en mi
correo y no tengo redes sociales. Al parecer era una chica a la que no le gustaba
compartir su vida por internet, lo que es muy inoportuno para mí en estos
momentos. También me entrega una tablet en la cual puedo encontrar mi
calendario perfectamente organizado y… ¿dos citas en la peluquería en una
semana? ¿Quién soy, la reina?

Decido no preguntar nada, ya que cada vez que lo hago la otra persona me mira
como si fuera algo obvio. Ya entendí que tenemos dinero y lo malgastamos a lo
grande, creo que no necesito más información que esa en este momento aunque
me siga sorprendiendo cada vez que veo algo así.

Al día siguiente voy a la cita, esta vez acompañada por Grace, y todos mis
exámenes parecen estar dentro de rangos normales. Todos se muestran
aliviados, me dicen que eso es algo bueno y aunque sé que debería alegrarme
por eso, en lo único en lo que puedo pensar es en que eso solo retrasa su
búsqueda de la causa de mi amnesia y eso no tiene nada de bueno.

Paso tres días en la más grande monotonía, me vienen imágenes extrañas a la


cabeza de vez en cuando y piensan que eso es un gran paso aunque no me hago
ilusiones porque no son muy claras y todavía no sé cómo relacionarlas con mi
vida. También me llevan a la peluquería por más que le ruego a Grace que lo
sacara de mi calendario así que dejo que un extraño se espante al ver mi cabello
tan descuidado y mis uñas quebradizas, y que me tengan cuatro horas ahí hasta
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parecer en serio una digna hija de la alcaldesa con el cabello brillante, la


manicura y pedicura perfecta y sin ningún vello extra en el cuerpo. No disfruto
del proceso pero debo admitir que el resultado me agrada bastante. Ya nadie
diría que solo cinco días atrás desperté de un coma de dos años.

Sarah nunca está en casa pero no es algo que me sorprenda ni que me quite el
sueño, ella me lo advirtió desde el principio y por lo que he podido averiguar,
siempre ha sido así. Supongo que es lo que conlleva ser la hija de la alcaldesa.
Al menos no me he sentido sola, Gina siempre está para mí y Ethan ha venido a
pasar unas horas conmigo cada día y aunque al principio todo es un poco tenso e
incomodo, parte de mí se comienza a acostumbrar a su presencia. Me cuenta
pequeñas cosas de nosotros sin llegar a abrumarme, como por ejemplo dónde y
cómo nos conocimos, nuestros pasatiempos en común y algunas cosas que
desearía con el alma poder recordar porque sé que le daña que no lo haga, lo
noto cada vez que lo encuentro mirándome con anhelo y dolor.

Lo que he podido recopilar es que nos conocimos cuando yo tenía catorce años
y él quince. Llegó al colegio como el chico nuevo y todas las chicas querían
estar cerca de él —la verdad no me extraña porque en realidad es muy guapo—.
Estábamos en diferentes clases así que nunca hablamos ni sabíamos mucho de
la existencia del otro hasta que por casualidad nos encontramos en un
campamento artístico ese mismo verano. Al ser las únicas caras conocidas
dentro de ese lugar, comenzamos a pasar mucho tiempo juntos y al poco tiempo
nos enamoramos, al menos según lo que cuenta él. Desde ese momento, nos
volvimos inseparables, cerca de mi cumpleaños número quince nos hicimos
novios y cuando llevábamos más o menos un año juntos, me secuestraron.

Se sigue sintiendo culpable por lo que me pasó. Según él, si no me hubiese


dejado sola ese día, todo esto se podría haber evitado, pero que no hay nada que
se pueda cambiar. Lo hizo, se fue luego de nuestra primera pelea y nunca se
perdonará a sí mismo.

—Habías tenido una discusión con tu madre y lo único que querías hacer era
olvidarlo así que comenzaste a beber como nunca antes. A mí no me gustaba la
idea de que te emborracharas por esa razón y te lo dije —suelta un suspiro
cansado—. Por supuesto, te pusiste furiosa y respondiste que no podía controlar
tu vida y que solo tú decidías si te emborrachabas o no. Seguimos discutiendo
un buen rato hasta que también terminé enojado y me fui de la fiesta, supuse
que al estar con tus amigas estarías bien y se te pasaría el enojo conmigo pero
no fue así. Al día siguiente llamó tu madre y al principio no me lo creí, pense
que podría ser alguna de tus bromas, a veces no te tomabas nada en serio, pero
al pasar los días comprendí que no era así esta vez, que en verdad habías
desaparecido.
29

Cuando termina de contarme la historia, noto que está muy afectado, por más
que hayan pasado dos años, se sigue sintiendo culpable por lo que pasó aunque
en mi opinión, es algo que a cualquiera le podría haber pasado. Me recorre una
sensación amarga al darme cuenta de que es muy probable de que la razón
principal por la que se ha quedado todo este tiempo a mi lado es porque siente
que me lo debe, porque cree que es lo mínimo que puede hacer después de que
me dejara sola ese día.

—Perdóname, por favor —me suplica con los ojos llenos de lágrimas y no es
capaz de sostenerme la mirada—. Sé que no lo merezco pero por favor,
perdóname.

—¿Perdonar qué? No fue tu culpa, no podrías haber sabido lo que pasaría.

—Claro que sí, nunca debí haberme ido en primer lugar.

—Las cosas pasan por una razón y esto es lo que me tocó, no es tu culpa.

—Si te hubiese llevado conmigo todo sería muy distinto —sigue lamentándose
y yo pierdo un poco la paciencia. Tomo su cara con ambas manos para que me
mire fijamente.

—No podemos volver el tiempo atrás, Ethan. El pasado ya está, no podemos


hacer nada para cambiarlo por más que lo deseemos ni estancarnos en él. Solo
nos queda vivir el presente y avanzar hacia el futuro.

—No sé cómo puedes decirme eso, ¿no recuerdas siquiera cómo fue tu pasado y
estás pensando en el futuro?

Eso es como un balde de agua fría, un golpe que me envía directo a la realidad
pero no quiero que se de cuenta de lo mucho que me afectaron sus palabras.

—Me esperaste todos estos años por culpa, ¿verdad? —suelto lo primero que se
me viene a la cabeza, no puedo evitar sentir curiosidad por eso—. Por
compromiso, porque no aceptabas la idea de que Sarah te viera como el único
culpable y…

—¿Estás escuchando lo que dices? —me interrumpe molesto y se levanta


rápidamente—. Te esperé porque te amo, ¿es muy difícil de creer?

De todas las respuestas posibles, estoy segura de que no esperaba esa. Quedo
paralizada y no sé qué responderle; me mata no recordar nada y verlo sufrir así
por mi culpa. Es tan triste amar y que no te amen, pero creo esto es peor. Que la
30

persona que amas no te recuerde, ni sepa si corresponde o no tus sentimientos


debe ser devastador. No me gustaría jamás estar en su lugar.

Me pongo de pie también y avanzo hacia la puerta, evitando mirarlo. Sé que


estoy ruborizada pero intento ignorarlo.

—Creo que escuché un ruido en el primer piso.

—Tu esencia sigue intacta —sonríe pero no llega a sus ojos, sé que lo herí por
más que finja que todo está bien.

—¿Cómo?

—Que incluso sin recuerdos, sigues siendo la misma persona por dentro.
Cuando estás nerviosa, evades las preguntas o situaciones —se acerca a mí y me
toma una mano antes de seguir—. Pasó lo mismo la primera vez que te dije que
te amaba. Me alegro que tu esencia no haya cambiado a pesar de todo y que
sigas siendo igual a la chica de la que me enamoré en el pasado. Eso me da
esperanzas.

Si antes pensé haber quedado paralizada con su confesión repentina, esto me ha


dejado aún peor. Por suerte, en el momento en que estoy formulando una
respuesta que no lo siga dañando, Sarah ingresa a la habitación sin siquiera
golpear la puerta e interrumpe nuestra conversación. Nunca había agradecido
tanto que esta mujer apareciera.

—¡Ethan! —exclama animada—. Qué sorpresa, hace días que no te veía.

—Me alegro de verla, señora Hamilton.

—También yo, querido. No quiero interrumpirlos pero debo hablar con April de
algo importante a solas —le da un abrazo bastante afectivo y luego se dirige a
mí—. Por favor ven a mi escritorio lo antes posible.

Sale de la habitación y extrañada, acompaño a Ethan hasta la puerta para luego


dirigirme hacia su despacho, intentando imaginar de qué tratará esta tan
importante conversación. Tal vez se enteró de que vi las fotos y está enojada o
algo así; la verdad no sé qué puede haber pasado pero parece serio.

La puerta está abierta así que solo entro y ella me indica que tome asiento en un
sofá junto a unos enormes ventanales que dan hacia los jardines. Tiene una vista
preciosa, supongo que si no fuera su despacho, yo vendría todo el tiempo solo a
admirar el paisaje. Ella no parece ni fijarse en eso cuando toma asiento en el
otro extremo del sillón y me toma una mano antes de comenzar a hablar.
31

—Me encantaría dejarte fuera de esto, ya que solo has vuelto hace cuatro días,
pero necesito que me acompañes a un… funeral.

Ok, eso no me lo esperaba.

—¿A un funeral? ¿Y tengo que ir? —pregunto confundida y un poco disgustada


con la idea—. No sé cómo habrá sido la antigua April pero creo que a mí no me
gustaría nada asistir a ese tipo de cosas.

—Lo sé, a nadie le gusta hacerlo pero soy la alcaldesa y tengo que ir a entregar
el certificado y el archivo de defunción.

—¿Todas las veces que muera alguien tengo que ir yo también?

Todo esto me parece innecesario y aunque no sé mucho del mundo, me parece


una estupidez. Qué deprimente debe ir de funeral en funeral como si fueras la
misma muerte, no sé si lo soportaría.

—¡Oh, no! Es solo a este —se interrumpe de golpe, creo que para aclarar sus
ideas antes de continuar—. El tema es que…. tú conocías a esta persona y creo
que a su familia le haría bien verte en este momento tan difícil.

—Pero si no los recuerdo, ¿no se sentirán aún más tristes?

—Yo creo que será como un regalo que sepan que estás viva. Siempre te
quisieron mucho y luego de haber perdido a su hija, necesitan al menos una
buena noticia. Un milagro.

—¿Era mi amiga?

—Sí, nuestras familias eran muy unidas y tú con Giselle eran casi como
hermanas. Enfermó hace un año de leucemia y no pudo vencerla. Lamento que
no hayas alcanzado a conocerla nuevamente, era una muy buena chica.

—Está bien, iré —cedo porque aunque no sepa de quién diablos está hablando,
también tengo corazón.

—Gracias. Ahora necesito que vayas a arreglarte, por favor. El chófer nos estará
esperando en veinte minutos para llevarnos.

Salgo del escritorio y me dirijo a mi habitación. Encima de la cama hay un


vestido negro, que obviamente Sarah pidió que dejaran ahí antes de avisarme
que debería acompañarla. Me arreglo con rapidez porque una vez que estoy sola
comienzo a preguntarme a qué archivos aparte del certificado de defunción se
refería Sarah y ahora no puedo más con la curiosidad.
32

Apenas me subo al auto, se lo pregunto directamente y aunque no parece


hacerle mucha gracia, comienza a explicarmelo mientras el auto traspasa el
portón.

—Todos tenemos un archivo que debe ser entregado a sus familiares el día de su
muerte —se queda en silencio como si esa información fuera suficiente, pero al
ver que espero más, da un largo suspiro—. Verás, apenas una persona nace, se le
extrae una muestra de sangre y esa muestra se deja en un tubo rotulado con el
número de identificación confidencial que se le asigna. Luego de ingresarlos en
la base de datos por personal autorizado, las muestras son enviadas al
laboratorio central de Whitebridge en donde los mejores científicos del país la
examinan con mucho cuidado sin saber realmente de quién se trata, hacen todo
tipo de investigaciones que permita nuestra tecnología, buscan posibles
enfermedades o factores que puedan influir en la muerte del sujeto estudiado.

»Pueden tardar horas o meses, todo depende de la persona y una vez que logran
llegar al resultado, con esa pequeña muestra de sangre se crea una especie de
chip, parecido al de los telefonos pero un poco más grande que nos mostrará
holográficamente el día, la hora y el motivo exacto de la muerte de cada
persona. Ese archivo se guarda en un sobre y se almacena en el laboratorio
central hasta que llega su momento de ser abierto.

Me quedo pasmada. Increíble, ¿no? Me cuesta un poco creerlo, ¿cómo es que


desde que naciste tu destino ya está escrito? Es casi irreal. Como si me estuviera
contando la trama de una película. Casi como si fuera… magia.

—Luego, cuando la persona muere —continúa con su relato, ajena a las vueltas
que da mi cabeza intentando asimilar toda la información—, el alcalde de turno,
–en este caso yo– debe ir a todos los funerales a entregar ese archivo, que solo
puede abrirse con la huella digital de un familiar o en caso de adopciones, de su
tutor legal el cual debe haber actualizado sus datos previamente al momento de
la adopción, se proyecta toda la información. Nunca falla, siempre todo es
exacto.

Suelto una exhalación, no sé si estoy emocionada o solo sorprendida pero esto


es lo más interesante que me han contado desde que desperté.

—Entonces, ¿ya está escrito cuándo voy a morir? ¿Puedo verlo?

—¡No! —responde y parece molesta porque me atreviera a preguntarlo—. No


se te ocurra siquiera pensar en buscar tu archivo, es confidencial y sé muy bien
lo curiosa que eres, April, pero está prohibido. Aquel que rompa esta regla debe
ir a un juicio en el que se determinará su castigo, a veces es un castigo pequeño,
sin importancia pero también hay veces en que puede llegar a la pena de muerte.
33

Lo más increíble de todo esto es que ha habido solo dos personas a los que se
les dio este último y al abrirse su archivo salía exactamente todo lo que hizo
para llegar a su muerte. Al parecer, estaba en su destino morir por romper las
reglas.

—Entonces, ¿les dan pena de muerte por abrir un sobre antes de tiempo?
—pregunto casi divertida porque me parece algo ridículo.

—No es solo un sobre —me reprende y parece molesta por no tomarme el tema
con seriedad—, si esa información llega a las manos equivocadas puede traer
muchas consecuencias.

No digo nada más porque no quiero que me regañe otra vez pero no me saco de
la cabeza que es un poco exagerado todo eso. Digo, ¿aún es legal la pena de
muerte? ¿En qué siglo estoy?

Cuando llegamos me olvido del tema. Al ver a toda esa gente alrededor del
ataúd de madera, las manos me comienzan a temblar. Al parecer no era una
simple intuición, de verdad odio estos sitios. Nos acercamos a la multitud y noto
que la señora que está más próxima al ataúd se seca con rapidez las lágrimas y
me mira como si hubiese visto un fantasma antes de caminar con rapidez hacia
nosotras.

—¿Mi…? —comienza a decir con la voz entrecortada.

—April —la interrumpe Sarah y le lanza una mirada extraña a la señora que
parece confundida—. Ella es Diana, la madre de Giselle. Sé que no recuerdas
nada, pero se conocían desde pequeñas y pasaste muchas tardes en casa de ellas.

—¿April? ¡Por Dios! Estás viva. ¿Cómo es posible?

—¿No es increíble? Es un verdadero milagro —Sarah parece orgullosa—. El


único problema hasta ahora es que está con una amnesia temporal, pero
esperamos que pronto recupere la memoria y todo vuelva a ser como antes.

—¿Puedo abrazarla? —los ojos enrojecidos de Diana se vuelven a llenar de


lágrimas y yo asiento con la cabeza.

Diana me abraza tan fuerte que casi me quita la respiración pero no soy capaz
de apartarme, ni siquiera cuando siento una pequeña electricidad recorriendo mi
cuerpo y un escalofrío que recorre mi espina dorsal de arriba a abajo. Creo que
ella necesita aferrarse a algo en este momento así que aunque no la recuerdo,
dejo que ese algo sea yo y le devuelvo el abrazo mientras llora
desconsoladamente.
34

Una vez que Diana logra calmarse un poco, sin soltar mi mano, nos dirige hacia
la multitud. Me presenta al padre de Giselle, quien se sorprende incluso más que
ella al verme. Es increíble como todos me dieron por muerta, ¿nadie preguntó
por mí o Sarah no los dejaba hacerlo?

Escuchamos a un sacerdote decir algunas oraciones que me suenan de algún


lugar pero no las reconozco y luego a Diana y su esposo dicen unas hermosas
palabras sobre su hija.

Cuando llega el momento de abrir el Archivo, Sarah abre el sobre y saca el


pequeño aparato del que me habló. Lo acerca a Diana, quién pone su dedo en
una pequeña hendidura y una luz verde parece escanearlo antes de soltar un
ruidito y la información se proyecte frente a nosotros junto con una foto de una
sonriente pelirroja de cabello ondulado.

Al leer esa última frase, muchas imágenes invaden mi cabeza de golpe, son
demasiado rápidas como para retenerlas todas y no tardo en marearme. Hay dos
niñas pequeñas —una de cabello castaño y otra pelirroja— jugando, creciendo
juntas, arreglándose para ir fiestas y a citas, en pijama contándose secretos entre
risas tontas, escapándose de sus padres cuando ya son adolescentes. Me demoro
varios segundos en darme cuenta de que no son imágenes al azar, son
recuerdos… recuerdos míos y de Giselle.

Lágrimas caen por mis ojos sin que pueda evitarlo, siento un dolor profundo en
el pecho, ella era mi mejor amiga y tuvo que morir para poder recordarla.

—¡Elle! —exclamo mientras mi mente intenta retener toda la nueva


información pero creo que es demasiado porque segundos después, pierdo la
conciencia y me desplomo en el suelo.
35

5
Reencuentros

Poco a poco abro los ojos y noto que hay mucha gente vestida de negro a mi
alrededor. No recuerdo donde estoy, solo sé que me duele mucho la cabeza y
siento algo caliente deslizarse por mi nariz. Llevo mi mano hacia ese lugar y
cuando la aparto me doy cuenta de que está cubierta de sangre. Sin perder la
compostura, Sarah pide un pañuelo y se arrodilla a mi lado para limpiarme con
cuidado.

—¿Qué pasó? —pregunto todavía un poco desorientada e intentando enfocar


bien la vista, todas las personas parecen moverse como si estuvieran hechas de
gelatina.

—Te desmayaste —explica Sarah—, solo dijiste nombraste a Giselle y luego…


solo caíste. ¿cómo te sientes?

—¿Cómo me siento? —De pronto todo vuelve a mí. El funeral, Diana, el


archivo de defunción, los recuerdos de Giselle. — ¡Oh no! Diana, lo siento
mucho —me intento levantar de golpe pero Sarah me lo impide diciendo que
me puede volver a pasar si no me lo tomo con calma pero no me importa. Me
siento tan avergonzada—. Arruiné la ceremonia, lo siento mucho.

—No te preocupes, no arruinaste nada, mi... —Sarah mira directamente a Diana


y no sé si sea producto del mareo pero me parece más una mirada de
advertencia que otra cosa— niña. Mi niña —repite al final aclarándose la
garganta.

—Recordé a Giselle, todo lo que vivimos desde pequeñas. Yo… yo la quería


mucho.

—¿Todo? —pregunta Sarah bastante sorprendida y más preocupada de lo que


debería.

—Solo las cosas que viví con ella.

Se queda pensativa pero no dice nada más. Unos minutos después, nos
disculpamos con los presentes y volvemos a casa. Apenas llegamos, me voy
directo a la cama ya que la situación me dejó muy agotada y la migraña me está
matando. Gina me lleva un poco de comida pero apenas doy un par de bocados
36

cuando tengo que levantarme al baño y expulsar lo poco que hay en mi


estómago. Al levantarme noto que Gina ha cerrado todas las cortinas, lo que
agradezco porque no soporto la luz.

—Descanse un poco, mi niña, ha pasado demasiadas emociones hoy —Gina se


sienta a un costado de mi cama y acaricia mi cabello con cariño antes de dejar
una pastilla en mi mano—. Es un analgésico, ayudará con el dolor de cabeza.

—Gracias.

Me tomo el medicamento y ella me deja sola para que pueda dormir pero no
puedo hacerlo, mi mente no deja de dar vueltas y repetir esos recuerdos que
parecieron volver como por arte de magia. No entiendo lo que está pasando.

Según lo que recordé, Giselle y yo nos conocimos a los cinco años en el jardín
de infantes y desde ahí nos volvimos inseparables, compartíamos todo. Pude
recordar cada conversación con ella, las promesas que nos hicimos. Mejores
amigas hasta el final, hermanas del corazón para siempre. Recordé también una
noche lluviosa en una habitación que parece ser la mía aunque muy diferente a
lo que es ahora, cuando teníamos quince años, contándonos secretos,
escuchando música y riendo como nunca. Esa noche fue especial porque nos
hicimos una promesa. Todas las chicas de nuestra clase estaban obsesionadas
con el sexo, creían que hacerlo te volvía automaticamente mejor que las que no
y no dejaban de hablar de eso pero nosotras no lo entendíamos así que
prometimos no dejarnos llevar por nadie más, que nuestra primera vez sería
muy especial y que estaríamos muy seguras antes de dar ese paso, no
apresurarnos por presión social, sino que esperar el momento y a la persona
indicada para hacerlo. Nos hicimos un corte en el dedo índice y los juntamos.
Fue un pacto de sangre. Un pacto bastante idiota pero ¿quién hace cosas cuerdas
a los quince años?

Poco a poco estoy empezando a armar el rompecabezas que es mi memoria, las


piezas comienzan a encajar con lentitud pero no me desespero porque esto es
mucho más de lo que esperaba y espero poder completarlo pronto.

El recuerdo de Giselle hace que se me ocurra una idea y comienzo a escribir un


mensaje en el nuevo teléfono que me dio Grace sin pararme a pensar en si es
una buena idea o no.
37

No pasa ni un minuto y mi teléfono emite un sonido demasiado fuerte para mi


cabeza adolorida que comienzo a odiar enseguida.

No puedo creer lo atento que es este chico conmigo y que aunque solo nos
hayamos visto hace un par de horas, con solo un mensaje que le envíe, deje todo
lo que está haciendo para complacerme. Este chico merece que lo recuerde, que
recuerde nuestro amor y ahora mismo solo se me ocurre una forma de hacerlo.

Ethan toca la puerta de mi habitación exactamente quince minutos después de


su mensaje y entra cuando le grito que lo haga.

—¿Estás bien? —pregunta preocupado al ver la habitación oscura y a mí en la


cama.

—Solo tengo un poco de migraña pero no es importante. Recordé algunas cosas.

—¿De nosotros? —sus ojos se iluminan tanto que siento culpa por no haber
empezado de otra forma. No lo conozco pero tampoco quiero decepcionarlo.

—No, lo siento mucho. Yo quiero recordar y te prometo que lo haré, estoy


poniendo todo de mi parte. Solo dame tiempo.

—No te preocupes, lo importante es que recordaste algo y...

—Bésame —lo interrumpo de golpe y él se queda tan sorprendido como yo de


mi impulso. ¿Acabo de pedirle que me bese sin miramientos? Sip.

—¿Qué?

—Que me beses —ya está hecho así que no saco nada con arrepentirme—.
Necesito tener emociones fuertes para ver si recuerdo algo, me paso hace un
rato.

Ethan me mira como si se hubiese enloquecido y se lleva una mano al cabello,


dubitativo.

—No creo que funcione así.

—Solo bésame, por favor. No perdemos nada con intentarlo.


38

No parece necesitar más estímulos. Se acerca lentamente a mí, toma mi cara


delicadamente con sus largos dedos, levanta mi barbilla y dirige sus labios a los
míos. Cuando nuestros labios están a punto de unirse se detiene, nos quedamos
mirando por unos segundos, sintiendo nuestras respiraciones y completamos el
beso. Al comienzo es un beso lento y suave pero termina siendo bastante
apasionado.

Nos separamos un segundo y esta vez yo soy la que le da el siguiente, no estoy


recordando nada pero mentiría si dijera que no lo estoy disfrutando un poco,
este chico sí que sabe cómo dar un buen beso y ahora que no estoy desorientada
en un hospital puedo apreciarlo. Un sentimiento de culpa me recorre de repente
porque siento que besándolo a él, estoy traicionando a alguien y la imagen del
tal Alexander aparece en mi cabeza. La aparto de golpe porque no quiero pensar
en eso en este momento.

Poco a poco los besos van subiendo de tono, me recuesto en la cama y lo traigo
conmigo hasta que queda encima de mí. Siento la evidencia de su deseo
perfectamente y lo mucho que quiere esto pero yo sigo vacía, no siento nada
más que un leve cosquilleo en los labios que no es suficiente. Intento no pensar
en nada pero recuerdo una y otra vez la promesa que hicimos con Giselle, me
pregunto si alguna vez con Ethan…

—Nosotros... —interrumpo el beso y me aparto unos centímetros con la


respiración entrecortada— ¿Alguna vez tuvimos relaciones?

—No —niega con la cabeza muy serio—. Nunca te quise presionar, quería que
estuvieras segura antes de dar ese paso.

—¿Soy virgen? —no sé por qué me sorprende pero no lo esperaba.

—No lo sé, nunca lo hablamos en realidad. Yo creo que sí, ya que fui tu primer
novio.

—Está bien

No digo nada más, simplemente acerco una vez más mi boca a la suya y lo beso.
Seguimos donde lo dejamos pero estoy demasiado desconcentrada. Comienzo a
arrepentirme de lo que estoy haciendo, si nunca he estado con nadie y ahora me
estoy obligando a acostarme con Ethan solo para ver si obtengo las respuestas
que quiero, estoy rompiendo la promesa. Sé que dije que era una promesa
estúpida pero es lo único que me queda de Giselle, lo único que queda de esa
vida que perdí. Además, una parte de mí me dice que siempre cumplo lo que
prometo, por muy descabellado que sea.
39

Estoy a punto de interrumpir una vez más pero no es necesario ya que alguien
abre la puerta sin golpear.

—¡Oh, por Dios! —exclama Sarah mientras se lleva una mano a la boca.

Ethan se pone muy nervioso y su cara empieza a tomar un tono tan rojizo que
parece un tomate antes de salir de encima y arreglarse la ropa mientras
tartamudea.

—S-señora, lo-lo siento mucho.

—¿No será muy pronto para todo esto?

—No estábamos haciendo nada, Sarah —intervengo un poco molesta, aunque


por dentro le agradezco la interrupción—. Tal vez podrías golpear la puerta la
próxima vez.

—Mi casa, mis reglas, cariño. Y espero que la puerta se mantenga abierta
cuando Ethan esté aquí pero lo dejaré pasar por esta vez —hace un ademán con
la mano y sonríe condescendientemente—. Solo venía a decirte que ha venido a
visitarte una antigua amiga.

—¿Otra amiga?

Me sorprende cada vez que aparece alguien nuevo preguntando por mí, a pesar
de las fotos que alcancé a ver, me daba la sensación de que no tenía muchos
amigos verdaderos. Me dirijo hacia la entrada, curiosa por esta nueva amiga y
veo a una chica alta de cabello castaño oscuro desordenado y unos ojos verdes
como el césped. Una imagen totalmente nítida se viene a mi cabeza. Sé quién es
ella.

—Samantha —la nombre con tal seguridad que todos los presentes me miran
sorprendidos y debo admitir que yo también lo hago, no sabía que la recordaba
hasta que la vi hace unos segundos.

—Hola —dice ella con lágrimas en los ojos y da un paso hacia mí para
abrazarme, lo que hago con gusto.

—¿La recuerdas? —preguntan Ethan y Sarah al mismo tiempo, ambos


estupefactos.

—Creo —me encojo de hombros—. Nos conocimos en París, en una exposición


de arte, ¿no?
40

—¡Sí! No puedo creer que hayas despertado, no pude venir antes porque estoy
viviendo fuera del país, pero apenas Ethan me avisó, tomé el primer avión que
encontré. Tenía que verlo con mis propios ojos.

Se acerca a Ethan y se abrazan como dos viejos amigos que no se han visto en
mucho tiempo. No entiendo cómo es que la recuerdo sin ningún esfuerzo. Solo
me bastó con verla para saber quién era y varias cosas del pasado volvieron a mi
cabeza, cosas vividas con ella. Supongo que tengo que dejar de buscar, al final
es al azar. Cuando menos me lo espero, todo vuelve.

Poco después de nuestro reencuentro, Sarah se va a su habitación y Ethan nos


deja para que podamos ponernos al día. Me siento un poco culpable ya que solo
vino por mí pero deposita un beso en mi frente y me dice que no me preocupe,
que disfrute el tiempo con mi amiga porque nosotros tenemos todo el tiempo del
mundo.

Con Samantha nos dirigimos a mi habitación para hablar más tranquilas, estoy
tan emocionada por esto que no sé por dónde empezar pero finalmente me
tranquilizo y le pregunto cómo ha estado.

—Muy bien. Luego de tu accidente, me dieron una plaza en el conservatorio de


artes de París y decidí tomarla. El pronóstico era muy malo y todos creíamos
que no sobrevivirías, mi lado egoísta me dijo que no iba a soportar la idea de
perderte así que como una cobarde huí al único lugar en el que solo tenía
bonitos recuerdos contigo.

—No eres egoísta, era tu sueño desde que te conozco, no me habría gustado que
lo dejaras por esperar un milagro casi imposible —le tomo la mano y sonrío—.
Pero hablemos de cosas más animadas. ¿Qué tal París?

—Maravilloso como siempre aunque nada se siente como el hogar. No planeaba


quedarme luego de la graduación el próximo año pero… —se sonroja tanto que
suelto una risita, creo que ya sé por dónde va esto— me he enamorado por
primera vez.

—Cuéntamelo todo.

—Se llama Damien, lo conocí en el conservatorio, es unos años mayor que yo…

Me cuenta toda la historia y no puedo hacer más que sonreír al verla tan feliz, es
algo que merece. También me cuenta que apenas supo que había despertado, él
se ofreció a acompañarla.
41

—Me alegra mucho verte feliz. Y respecto a tu guapo novio parisino, quizás
podríamos salir los cuatro algún día para conocerlo.

—¿Cómo va tu relación con Ethan? —pregunta tímidamente y yo me encojo de


hombros.

—No lo sé, no recuerdo nada y él me quiere más de lo que yo creía. Me pone


muy triste hacerlo sufrir así.

—No es culpa tuya, ya recordarás y todo volverá a ser como antes.

—Eso espero.

Suspiro con resignación así que ella decide cambiar el tema rápidamente.

—¿Y? ¿Cómo fue despertar?

—No lo sé, creo que lo más raro de todo hasta ahora, fue ver que tenía un
tatuaje en la clavícula y no saber por qué me lo hice o si significaba algo para
mí. Bueno, después vi el del pie y la cadera y me sorprendí aún más. —suelto
una risa seca—. No quiero ni imaginarme la reacción que tuvo Sarah cuando lo
descubrió ya que no se ve muy fanática de esas cosas.

—Fue en tu etapa rebelde —comenta entre risas y yo enarco una ceja—. Todos
pasamos por algo así y tú probaste hacerte un tatuaje. Luego te empezó a gustar
y te hiciste el de la espalda, el pie y la cadera. Supongo que si no hubieses
tenido el accidente, tu piel ya estaría llena de dibujos.

—¿Dijiste la espalda? —abro mucho los ojos, sorprendida y recién caigo en la


cuenta de que en estos tres días nunca me he mirado la parte trasera.

—Creo que aún no lo descubrías… lo siento.

—¿Tengo más? —pregunto ya sin poder contener la risa. Es eso o ponerme a


llorar como un bebé.

—No que yo sepa, creo que solo te hiciste esos.

—¿Sabes si hay alguna razón por la cual me los hice o si significan algo?
Aparte de estar en una etapa rebelde, por favor dime que no era así de básica.

—Supongo que por amor —suelta sin pensar y enseguida se pone una mano en
la boca como si hubiese dicho algo indebido.
42

—¿Amor? Ethan no parece ser del tipo al que le gusten los tatuajes, ¿cómo pude
haberlo hecho por amor? ¿O había alguien más?

—Y-yo no debería haber dicho eso. Olvídalo, por favor.

—Explícamelo —mi voz es fría, estoy demasiado molesta—. ¿Por qué todos me
ocultan cosas? ¿Qué esconden?

—Yo...

—Sam —entra Sarah a interrumpir como de costumbre—. Creo que es hora de


que vuelvas a casa, está oscureciendo y April necesita descansar luego de tantas
emociones juntas en un día. No la saturemos de información.

No lo puedo creer. ¿Cómo es posible que esta mujer aparezca cada vez que
alguien está a punto de contarme algo que parece importante? No entiendo
cómo puede ser que todas las personas que me hablan en algún momento dicen
algo indebido y un segundo después aparece Sarah a salvar la situación. A veces
incluso he llegado a pensar que ha puesto micrófonos en mi habitación, no
puede ser una coincidencia.

Samantha se despide de mí y en su cara veo el arrepentimiento pero estoy


demasiado furiosa como para que me importe. Otra vez queda información
incompleta en mi cerebro y ya estoy resignada a que tendré que averiguarlo por
mi cuenta.
43

6
Talentos ocultos

Me encuentro frente al espejo de cuerpo completo sin camiseta y contorsionada


como si fuera una estrella de circo, observando hipnotizada un atrapasueños que
recorre casi toda mi espalda, es enorme. Pensaba que el tatuaje de la clavícula y
el pie habían sido sorprendentes pero ver este me deja sin palabras. Debo estar
por lo menos unos diez minutos mirándolo con detenimiento e intentando
imaginar la razón que me llevó a tatuarme, hasta que el cuello comienza a
dolerme por la mala postura y me giro todavía pensativa. Sé que si le pregunto a
Sarah o a Ethan no me responderán, se pondrán muy nerviosos y en menos de
un segundo cambiarán el tema como siempre hacen.

—Permiso, mi niña —escucho la voz de Gina seguida de unos golpecitos en la


puerta.

Camino por la habitación mientras me pongo la camiseta y le abro con una


sonrisa amable.

—¿Qué pasa, Gi?

—Su madre quiere verla en el escritorio.

—Gracias, voy enseguida.

Se va y por más que un lado rebelde en mí me dice que la haga esperar un poco,
al final mi lado racional me recuerda que soy una adulta y debo actuar como tal.
Así que me dirijo hacia el escritorio de Sarah, otra vez sin saber qué querrá
decirme. Ahora sí que no he hecho nada malo, lo juro. Solo espero que me dé
alguna información importante y no me confunda aún más de lo que estoy con
sus explicaciones incoherentes. Y que no me lleve a otro funeral. Por favor otra
vez no.

—Permiso —toco la puerta que ya está abierta por cortesía y me quedo


esperando la respuesta en el marco de la puerta. ¿Ves? Una adulta madura.

—Pasa, por favor. Toma asiento.

—¿Por qué me llamaste? ¿Pasó algo malo?


44

—No, por supuesto que no. Quería hablar contigo, sé que tal vez es un poco
pronto pero creo que es momento de que nos enfoquemos en tu futuro.

—¿Mi futuro? —pregunto incrédula mientras me acomodo en el mismo sofá


que la vez anterior— ¿Cómo voy a hablar de un futuro si ni siquiera tengo
pasado?

—Querida, por supuesto que tienes pasado.

—Si no lo recuerdo, de poco sirve tenerlo.

—Ya recordaras todo, lo prometo. Mira todo lo que has avanzado en unos pocos
días, estoy segura de que pronto volverás con nosotros completamente.

—Eso espero —suelto un suspiro, desanimada, esto ya se está volviendo


frustrante.

—Creo que llegó el momento de que hagas alguna de las actividades que solías
hacer antes del… incidente e intentar rearmar tu vida —se detiene un momento
como si estuviera evaluando mi reacción y luego continúa más animada—.
Quiero decir, aún te faltaban dos años para terminar tu educación en el colegio y
también habías ganado un cupo para estudiar en la academia de bellas artes
luego de graduarte. He hablado con ellos, estarían muy contentos de recibirte
allí otra vez, siempre y cuando termines tus estudios en paralelo. ¿Qué te parece
eso?

—¿Debo volver al colegio con chicos de dieciséis años? Creo que estoy un poco
grande para eso.

—Claro que no, puedes hacerlo en casa. Tenemos contacto con los mejores
tutores, quienes pueden ayudarte a ponerte al día y luego dar los exámenes
correspondientes para graduarte. Ni siquiera tendrán que ser dos años, solo este
y mientras antes lo hagas, luego podrás enfocarte cien por cien en la academia
de artes.

—No sé si sea una buena idea, ni siquiera pude recordar mi nombre y dudo que
recuerde cómo estudiar o pintar bien.

Se me forma un nudo en el pecho. Una parte de mí quiere decir que sí sin


pararme a pensar en nada más pero la otra tiene mucho miedo. ¿Qué pasa si ya
no soy lo suficientemente buena como para merecer el cupo en la academia de
artes? ¿Y si no soy lo suficientemente inteligente para terminar el colegio? ¿O si
no soy capaz de hacer ninguna de las dos cosas?
45

—Eres una chica inteligente y naciste con un talento innato para las artes, una
simple amnesia no te lo quitará —parece tan convencida y casi suelto una risa
seca pero me contengo en el último segundo. Como si fuera simple—. Sé que
ahora te cuesta creerlo pero ya verás. Ven conmigo, hay algo que quiero
enseñarte.

No espera mi respuesta. Simplemente sale de la habitación y se dirige hacia las


escaleras, en el segundo piso sigue caminando por el pasillo hasta llegar a una
escalera más pequeña que no sabía que existía hasta ahora hasta que llegamos a
una puerta cerrada.

—¿A dónde me llevas?

—A tu estudio —saca una tarjeta de su bolsillo y la acerca a un sensor en la


puerta. Este lanza un pitido y automaticamente la puerta se abre—. Este era tu
lugar favorito de la casa —me cuenta a la vez que nos adentramos a la
habitación oscura—, tu padre lo creó para ti cuando comenzó a notar tu talento
para pintar, tenías solo ocho años y saltabas de felicidad. Desde ese momento,
siempre que te enojabas o estabas triste, venías acá y te desahogabas con el
pincel. No es porque sea tu madre pero déjame decirte que hacías maravillas.

La luz se enciende automáticamente a medida que entramos y observo


maravillada lo que tengo frente a mí. La habitación no es tan grande como todas
las demás que he visto en esta casa pero desde el primer momento en que la
recorro, sé que es mi lugar favorito; podría llamarlo amor a primera vista. Hay
arte por todos lados, paredes llenas de cuadros coloridos y preciosos, otros
cuadros amontonados en una esquina, los cuales no tardo en separar para
admirar mejor. Son diferentes pero todos tienen un estilo propio. ¿Mi estilo?

—¿Todo esto… lo hice yo?

—Claro, te dije que eras muy talentosa. También estabas todo el día dibujando
en digital pero no logramos encontrar tu tablet luego del accidente.

Siento mi corazón latir con fuerza dentro de mi pecho y un nudo se va formando


en mi garganta mientras me recorren unas inmensas ganas de llorar. Todo esto lo
hice yo alguna vez, todo esto nació de mí, forma parte de lo que soy aunque no
lo recuerde ahora mismo. El lugar es precioso aunque se nota que estuvo
abandonado demasiado tiempo, lo que no es extraño teniendo en cuenta que
estuve durmiendo dos años. No se parece en nada al resto de la casa tan
impoluta que parece de revista, este lugar es real, es colores, es caos, es… yo.

Llevo una mano a mi pecho y sigo caminando, empapándome de cada rincón de


este lugar. Al fondo hay una gran ventana que también da a los jardines y junto
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a ella, un atril con un cuadro en blanco, esperando ser invadido por nuevos
colores. Por nuevas ideas. No sé si tengo el mismo talento que antes pero si me
guío por el dibujo que hice mi primera mañana aquí luego del sueño, creo que
no es algo que se me haya olvidado por completo y merece la pena intentarlo.

—Esto es increíble, Sarah. No sé qué decir. ¿Puedo venir aquí cada vez quiera?

—Por supuesto, este es tu lugar. Enseguida le diré a Gina o a alguien que lo


habilite para ti y podrás usarlo.

—No es necesario, puedo hacerlo yo.

—De ninguna manera. Acabas de salir del hospital y aún no sabemos si


presentarás alguna otra secuela, no quiero que te exijas demasiado. Ve a tu
habitación, ya es tarde, pero desde mañana podrás venir al estudio cada vez que
quieras.

—Está bien, buenas noches.

—Dulces sueños —me da un pequeño beso en la frente y camina hacia la


escalera para salir.

Miro una última vez el estudio y cierro la puerta con una sonrisa antes de
dirigirme a mi habitación. Todo esto del accidente puede haber tenido su lado
positivo después de todo, ha hecho que me sorprendan muchas cosas y creo que
eso nos hace falta a todos: sorprendernos, ilusionarnos con la vida. Pienso que si
tuviera mi memoria intacta no podría apreciar esto ni agradecer la segunda
oportunidad que me dio la vida al despertar luego de dos años en coma. Era una
situación imposible y no todos tienen esa suerte.

Horas más tarde, me encuentro acostada mirando el techo y repasando todas las
cosas que he recordado hasta el momento. Dos amigas y algún que otro
recuerdo de mi niñez. Sí, ya sé que no es mucho, pero para mí es suficiente…
por ahora. No puedo dormir así que tomo un cuaderno de dibujo y una caja de
lápices de colores que encuentro en mi escritorio y empiezo a trazar líneas.
Estuve trazando un par de líneas hace un rato en la tablet y probando todos los
programas de dibujo que habían en ella y aunque fue divertido, creo que
prefiero algo más físico. Dejo mi imaginación volar, tengo la cabeza hecha un
lío y no tengo idea de qué estoy dibujando pero supongo que en unas horas lo
sabré, ¿no es eso emocionante?
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Son las cinco de la mañana cuando por fin termino mi dibujo. Sigo sin saber lo
que significa pero creo que está genial, es increíble pero Sarah decía la verdad,
tengo talento para esto. La memoria muscular, o lo que sea que me permita
hacer esto sin tener recuerdos en mi mente casi parece irreal.

Observo el dibujo con detenimiento, a esos enormes ojos color caramelo que me
devuelven la mirada casi como si fueran reales. Son maravillosos y no puedo
evitar preguntarme a quién le pertenecen, a quién observé tan minuciosamente
en mi otra vida como para saber que en el ojo derecho tiene unas pintitas un
poco más oscuras que el color de sus iris que lo hacen único. Alrededor de esos
ojos, hay ramas de árbol rodeando toda la hoja y más lejana, casi llegando al
final del papel está la silueta de una mujer. No lo hice con ninguna intención
pero algo me dice que soy yo o tal vez la que solía ser.

Mientras intento encontrarle un significado real al dibujo, mis ojos comienzan a


cerrarse de a poco ya demasiado cansados como para mantenerse abiertos. Es
tanto el cansancio que no llego ni siquiera a dejar el cuaderno en la mesita de
noche ni a apagar la luz, simplemente mi cerebro se apaga sin previo aviso.

Estoy en una especie de bosque, hay un cartel colgado que dice «Campamento
de Whitebridge: para futuros artistas y músicos». Supongo que es el mismo del
que Ethan me habló. Veo una versión más pequeña de mí, sentada en una fuente
fuera del comedor en donde están todos los demás. Todos los chicos parecen
conocerse ya que venían todos los años pero yo solo había logrado convencer a
Sarah de que me dejara ese año así que no conozco a nadie y soy demasiado
tímida como para hablarle a alguien.

Estoy demasiado ensimismada así que no noto que alguien se acerca hasta que
escucho una voz masculina dirigida a mí y cuando levanto la mirada, me
encuentro con unos preciosos ojos verdes mirándome fijamente con una sonrisa
ladeada.

—¿Por qué estás sola aquí afuera? Te estás perdiendo toda la diversión.

—No conozco a nadie y no sé a dónde ir —me encojo de hombros con una


sonrisa tímida y comienzo a jugar con las manos sin saber qué más hacer—.
Además, no creo que alguien quiera pasar el rato conmigo. No soy tan
divertida.

—A mí me encantaría pasar el rato contigo —me sonrojo tanto pero él finge no


notarlo y estira su mano a modo de saludo—. Por cierto, soy Ethan…

—Brooks. Lo sé, estudiamos en el mismo colegio. Yo soy...


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—Hamilton —me interrumpe mientras sonríe y le doy la mano al fin.

—Al menos alguien sabe quién soy.

—¿Bromeas? Todos saben quién eres.

—No, todos saben quién es mi madre —suelto un suspiro resignado—, pero en


realidad nadie me conoce y nadie quiere saber qué hay más allá, siempre
estaré bajo su sombra.

—Bueno, pues yo sí que me muero por conocerte —me guiña un ojo antes de
tomarme la mano y llevarme hacia donde están todos—. Y ahora, ellos también
lo harán. Vamos.

Siento un nudo en el estómago solo de nervios cuando entramos al comedor y


siento que todos se detienen a mirarnos mientras caminamos a una mesa llena
de chicos bromeando y riendo. Todos me saludan con amabilidad pero noto que
al principio están un poco tensos, supongo que porque saben quién es mi
madre. Toda la vida ha sido así, poca gente se acerca a mí por el puesto de mi
madre, no sé si pensarán que a mi madre le interesan los rumores de
adolescentes y los hará encarcelar por haberse besado con alguien en el
armario o por haber bebido a escondidas el licor de sus padres, pero la verdad
es que no me importa mucho. Ethan no suelta mi mano en ningún momento y
con el pasar de los días, la gente comienza a sentirse cómoda a mi alrededor, a
contarme secretos e invitarme a compartir con ellos, se molestan en conocerme
y les agrada lo que descubren. Estoy tan contenta, me siento tan agradecida
con Ethan por darme esto y no puedo evitar sentirme atraída por él, sería una
estúpida si no lo hiciera. Ese chico es un sueño y aunque pienso que tal vez él
nunca me verá de esa forma, dos días antes de que termine el campamento, me
aleja de la multitud y me besa por primera vez. Creo que es desde ese momento
que estamos juntos.

Despierto de golpe con el corazón acelerado y no espero hasta tranquilizarme


para levantarme y buscar con rapidez mi cuaderno de sueños/recuerdos. Mi
letra es un desastre pero no quiero perderme ni un solo detalle de lo que vi, no
quiero olvidarlo. Una vez que creo que ya lo he escrito todo, llamo a Ethan sin
importarme que sean las ocho de la mañana aunque eso me convierta en una
egoísta. Necesito que lea esto y me confirme si esto es un recuerdo real o si
simplemente fue otro sueño que no significa nada.
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Nuevas amistades

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