Atahualpa

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Atahualpa

(Quito, 1500 - Cajamarca, actual Perú, 1533) Emperador inca (1525-1533). Era
hijo del emperador Huayna Cápac y de Túpac Paclla, princesa de Quito. Poco antes
de morir en 1525, el emperador Huayna Cápac decidió favorecer a Atahualpa
dejándole el reino de Quito (la parte septentrional del Imperio de los incas), en
perjuicio de su hermanastro Huáscar, el heredero legítimo, al que correspondió el
reino de Cuzco.

Atahualpa

Aunque inicialmente las relaciones entre ambos reinos fueron pacíficas, la


ambición de Atahualpa por ampliar sus dominios condujo al Imperio Inca a una
larga y sangrienta guerra civil. En 1532, informado de la presencia de los
españoles en el norte del Perú, Atahualpa intentó sin éxito pactar una tregua con
su hermanastro. Huáscar salió al encuentro del ejército quiteño, pero fue vencido
en la batalla de Quipaypán y apresado en las orillas del río Apurímac cuando se
retiraba hacia Cuzco. Posteriormente, Atahualpa ordenó asesinar a buena parte
de los familiares y demás personas de confianza de su enemigo y trasladar al
prisionero a su residencia, en la ciudad de Cajamarca.

En ese momento, el emperador inca recibió la noticia de que se aproximaba un


reducido grupo de gentes extrañas, razón por la que decidió aplazar su entrada
triunfal en Cuzco, la capital del imperio, hasta entrevistarse con los extranjeros.
El 15 de noviembre de 1532, los conquistadores españoles llegaron a Cajamarca
y Francisco Pizarro, su jefe, concertó una reunión con el soberano inca a través
de dos emisarios. Al día siguiente, Atahualpa entró en la gran plaza de la ciudad,
con un séquito de unos tres o cuatro mil hombres prácticamente desarmados,
para encontrarse con Pizarro, quien, con antelación, había emplazado de forma
estratégica sus piezas de artillería y escondido parte de sus efectivos en las
edificaciones que rodeaban el lugar.

No fue Pizarro, sin embargo, sino el fraile Vicente de Valverde el que se adelantó
para saludar al inca y le exhortó a aceptar el cristianismo como religión verdadera
y a someterse a la autoridad del rey Carlos I de España; Atahualpa, sorprendido
e indignado ante la arrogancia de los extranjeros, se negó a ello y, con gesto
altivo, arrojó al suelo la Biblia que se le había ofrecido. Pizarro dio entonces la
señal de ataque: los soldados emboscados empezaron a disparar y la caballería
cargó contra los desconcertados e indefensos indígenas. Al cabo de media hora de
matanza, varios centenares de incas yacían muertos en la plaza y su soberano era
retenido como rehén por los españoles.
A los pocos días, Atahualpa, temeroso de que sus captores pretendieran
restablecer en el poder a Huáscar, ordenó desde su cautiverio el asesinato de su
hermanastro. Para obtener la libertad, el emperador se comprometió a llenar de
oro, plata y piedras preciosas la estancia en la que se hallaba preso, lo que sólo
sirvió para aumentar la codicia de los conquistadores.

Unos meses más tarde, Pizarro decidió acusar a Atahualpa de idolatría, fratricidio
y traición; fue condenado a la muerte en la hoguera, pena que el inca vio
conmutada por la de garrote, al abrazar la fe católica antes de ser ejecutado, el
29 de agosto de 1533. La noticia de su muerte dispersó a los ejércitos incas que
rodeaban Cajamarca, lo cual facilitó la conquista del imperio y la ocupación sin
apenas resistencia de Cuzco por los españoles, en el mes de noviembre de 1533.

Francisco Pizarro
(Trujillo, España, 1478 - Lima, 1541) Conquistador del Perú. Las décadas
posteriores al descubrimiento de América tuvieron como grandes protagonistas a
los llamados conquistadores, militares españoles que en algunas ocasiones, con
escasos recursos y adecuadas dosis de osadía y sagacidad, lograron adueñarse de
inmensos territorios. Tal fue el caso de Hernán Cortés, el conquistador de México,
y de Francisco Pizarro, conquistador del Perú, que en apenas tres años (1531-
1533) se hizo con el control del rico y poderoso Imperio Inca.

Francisco Pizarro

Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde muy joven participó en las guerras
locales entre señoríos y acompañó a su padre en las guerras de Italia. En 1502
embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo
gobernador de La Española.

Hombre inquieto y de fuerte carácter, Francisco Pizarro no logró adaptarse a la


vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición
de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco
Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513). Entre 1519 y 1523, sin
embargo, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero
y alcalde, lo que le permitió enriquecerse.

La conquista del Perú

Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes riquezas en


el Imperio de los incas, decidió unir la fortuna que había amasado con la de Diego
de Almagro para financiar dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-
1528), que se saldaron con sendos fracasos. A causa de las penalidades sufridas
en el segundo intento, Pizarro se retiró a la isla del Gallo con doce hombres,
mientras Almagro iba a Panamá en busca de refuerzos. Los «trece de la fama»
aprovecharon para explorar parte de la costa oeste de América del Sur, región
que denominaron Perú, tal vez por la proximidad del rio Virú, y tuvieron constancia
de la existencia de una gran civilización.

No obstante, ante la negativa del gobernador de Panamá a conceder más hombres


a Almagro, en 1529 Pizarro viajó a España a fin de exponer sus planes al rey
Carlos V, quien, en las capitulaciones de Toledo (26 de julio de 1529), lo nombró
gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras, designación real
que provocó el recelo y la frustración de Almagro.

De regreso en Panamá (1530), Pizarro preparó una nueva expedición de


conquista, y en enero de 1531 embarcó con un contingente de 180 hombres y 37
caballos hacia Perú. Informado de la guerra que enfrentaba al emperador inca
Atahualpa con su hermanastro Huáscar, el 16 de noviembre de 1532 el
conquistador español se entrevistó en la ciudad de Cajamarca con Atahualpa y,
tras exhortarle sin éxito a que abrazase el cristianismo y se sometiera a la
autoridad de Carlos V, lo capturó en un sangriento ataque por sorpresa.

La captura de Atahualpa

El inca acordó con los extranjeros llenar de oro, plata y piedras preciosas una
habitación a cambio de su libertad, pero de nada le sirvió cumplir su parte del
pacto, pues Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro al frente de un centenar
de arcabuceros, acusó a Atahualpa de haber ordenado el asesinato de Huáscar
desde la prisión y de preparar una revuelta contra los españoles, y ordenó su
ejecución, que se cumplió el 29 de agosto de 1533. A continuación se alió con la
nobleza inca, lo cual le permitió completar sin apenas resistencia la conquista de
Perú, empezando por Cuzco, la capital del Imperio (noviembre de 1533), y
nombrar emperador a Manco Cápac II, hermano de Huáscar.

Poco después, Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión de Cuzco, y si


bien primero unieron sus fuerzas para sofocar la rebelión indígena dirigida por
Manco Cápac II contra el dominio español (1536), acabaron por enfrentarse
abiertamente en la batalla de las Salinas, en abril de 1538. Derrotado y prisionero,
Almagro fue procesado, condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro,
hermano del conquistador (8 de julio de 1538). La venganza de los partidarios de
Almagro, liderados por su hijo Diego de Almagro el Mozo, se produjo el 26 de junio
de 1541, fecha en que Pizarro murió asesinado en su palacio de Lima, ciudad que
él mismo había fundado a orillas del río Rímac seis años antes.

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