El Trasgu y Otros Seres Similares. Recopilación de Leyendas

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Título: Trasgu

Recopilador parte primera, las leyendas asturianas:


Aurelio de Llano Roza de Ampudia (1868-1936)
Autor, selección y traducción, parte segunda:
El Trasgu y otros personajes similares.
Xabier Susperregi

Autor parte tercera, de los cuentos:


Xabier Susperregi

Ilustrador de la portada:
John Bauer
Otros ilustradores:
Arthur Rackhman, Herbet Cole, John Batten, Anne Anderson

Colección:
Cuentos, leyendas y mitos de Asturias
Volumen II

Edita: Biblioteca de las Grandes Naciones


bibliotecadelasgrandesnaciones.blogspot.com/
Libro 8º

Oiartzun, enero de 2013

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TRASGU
Mitología de Asturias

Recopilador de las leyendas:


Aurelio de Llano Roza de Ampudia (1868-1936)
Autor de los cuentos y de “personajes similares al Trasgu”: Xabier
Susperregi
Ilustrador de la portada: John Bauer

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PRESENTACIÓN

Apenas ha pasado tiempo desde que publicamos el pequeño libro


dedicado a la Xana de Asturias y ciertamente me resultó tan interesante la
temática que no pude resistirme a ponerme manos a la obra con otro de
los personajes fascinantes de las leyendas y mitología de esta maravillosa
tierra, como es el Trasgu, simpático duende de gorro colorado que es muy
probable que te ayude en tus labores pero seguro que te resulta muy
complicado, el deshacerte de él. Nuevamente, también son las leyendas
recogidas por Aurelio de Llano, las que conforman el punto de partida del
libro.

Siguiendo con el propósito de esta iniciativa de publicar ediciones


digitales de libre acceso para que las tradiciones de los pueblos que se
recogen del propio pueblo, puedan estar al alcance de cualquiera, cosa que
lamentablemente no ocurre con frecuencia y que se convierte en la gran
motivación y el eje de todas estas publicaciones.

Ciertamente no existe demasiado publicado acerca del Trasgu,


pero sí lo necesario y suficientemente interesante como para ocupar su
lugar en esta colección. Personaje conocido también en Galicia y Cantabria.

Ha sido mi deseo también el dedicar la segunda parte del libro,


tras las leyendas, a otros personajes que tienen cierto parecido al Trasgu,
en la mitología y las leyendas europeas, como es el caso de el Boggart, de
origen celta-anglosajón o Tom Tit Tot, inglés; el Lepracaun, irlandés o el
Intxixu, de Oiartzun, en Guipúzcoa. A estos personajes tal vez algún día
podamos dedicarles mayor espacio; el tiempo lo dirá.

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En cuanto a la parte más personal, viene a ser nuevamente la que
despide este pequeño libro, con varios cuentos originales, inspirados en el
propio personaje y que ojala sirvan para que pueda el Trasgu, conocerse
un poco más, tanto en Asturias, como fuera de ella.

Y ya despido esta presentación pero seguro que no tardaremos


demasiado tiempo en continuar hablando de Asturias, sus cuentos y
leyendas, hasta pronto entonces.

Xabier Susperregi

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PARTE
PRIMERA

LEYENDAS
DEL
TRASGU

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BREVE DICCIONARIO

* Gorru: gorro.

* Paxu: cesta de varas de avellano, poco honda y mucho más ancha por
arriba, con pequeñas asas laterales, usada para llevar la ropa al lavadero.

* Cuatrada o cuatriada: jugada de bolos en la que la bola entra, derriba el


cuatro o pasa detrás de él.

* Güestia o güeste: personaje terrorífico imaginario, portador de


calamidades y muerte (no parece tener corporeidad sino que se conserva
como expresión de un ser borroso e indescifrable).

* Gargayada: carcajada.

* Conceyar, aconceyar: reunirse los vecinos en conceyu o junta.

* Riestru: ristra pequeña.

* Calamiyeres: cadena que pende sobre el fuego para colgar al fuego.

* Barbes: barbas.

* Ingrienta, ingrientu: candente.

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EL TRASGU

El Trasgu es de figura diminuta y simpática, viste de blusa de


bayeta colorada y cubre su cabeza con un gorro del mismo color. Cuando
un niño es muy travieso, le dicen: "Eres más enredoso que el del gorru
colorau”. Nadie se ha fijado si gasta o no pantalones y si anda calzado o
descalzo.

Por las noches penetra en las casas cuando los moradores están
durmiendo y se entretiene en hacer labores domésticas, pero si está de
mal humor rompe cuantos cacharros hay en la casa, revuelve la ropa de
las arcas, trasiega el agua de una herrada a otra, saca el ganado del
establo y lo lleva al abrevadero dando voces y gritos que espantan a las
reses.

De todas estas roturas no resulta ningún perjuicio material; cuando


los dueños de la casa se levantan de la cama, encuentran las cosas como
las dejaron al acostarse.

Para echar al Trasgu de casa se le manda hacer una de estas tres


cosas:

- Traer un paxu lleno de agua del mar.


- Coger del suelo medio copín de linaza.
- Poner blanca una pelleja de carnero negro.

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Claro está que traer agua en un paxu le es imposible. Y la linaza,
conforme la va recogiendo, le vuelve a caer por un agujero que tiene en la
palma de la mano izquierda.

La pelleja la coge y va con ella de río en río restregándola contra


las piedras y cantando:

- Aunque gaste más jabón


que hay de Madrid a Valencia,
no se me ha de poner blanco
este pellejo o pelleja.

(Por eso dice la gente que el Trasgu anda de noche


por los ríos lavando la manta).

Y como no puede hacer ninguna de estas tres cosas, se marcha


avergonzado para no volver.

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Algunas familias que desconocían estos medios de despedir al
gracioso enano, por no poderle aguantar, se mudaban de casa. Y cuando
llegaban al nuevo domicilio, se presentaba allí el Trasgu a entregarles
algún cacharro viejo que habían dejado olvidado en la casa de donde
acababan de salir, y les decía:
- Esta casa es más guapa que la otra, me quedo aquí.

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LEYENDAS DEL TRASGU

BIRLE A LA IZQUIERDA

Hay en Caravia la Alta, cerca de un espeso robledal, una casona


antiquísima: el palacio de San Lorenzo, en el cual se había instalado
definitivamente el Trasgu.

Allí nadie podía dormir; las vacas andaban sueltas por el corral
corneando los pesebres, las gallinas alborotaban el gallinero, y en el
desván se oía gran ruido, producido por los saltos y carreras del gracioso
Trasgu.

Determinaron algunos mozos del concejo ir a pasar una noche al


palacio para ver si atrapaban al alborotador. Al poco tiempo de llegar
oyeron pasos en el desván y una voz que decía:
- ¡Birle a la izquierda! ¡Ja, ja, ja! ¡Cuatrada! ¡Vale!
- Está jugando a los bolos -dijeron los mozos-, vamos a ir a
preguntarle si quiere que echemos una partida con él.

Resultó que ninguno se atrevía a subir; pero estaba en la reunión


un mozo que hacía pocos días que había regresado de servir al rey. En
estos casos, y lo mismo cuando se presenta la Güestia o algún aparecido,
dicen que siempre da la cara uno que fue a servir al rey.

Cogió el mozo una luz y un palo de porra y se dirigió al desván;


apenas llegó, le apagaron el candil, se derrumbaron los bolos con estrépito
y dijo el Trasgu:

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- ¡Cuatrada! ¡Vale! ¡Ja, ja, ja!

Continuaron en aquella casa las diversiones trasguescas, hasta


que una pobre, encarándose con el célebre personaje una noche en la
tenada, le dijo:
- Recoge esto del suelo.

Y le arrojó a la cara medio copín de linaza; desde entonces acá el


Trasgu no volvió a poner los pies en la vetusta casona de San Lorenzo.

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EL TRASGU DEL PALACIO DE ROZADIELLA

En el palacio de Rozadiella, cerca de Cangas de Tineo, no se podía


vivir por causa del Trasgu. Y los que lo habitaban determinaron irse de allí.
Cargaron todos los enseres en varios carros, y cuando éstos iban a
romper la marcha, uno de los carreteros vio al Trasgu sentado encima de
los muebles del último carro.

- ¿Dónde vas? -le preguntó el carretero.

A lo cual contestó:
- Ya que todos vais,
de casa mudada,
también yo me mudo
con mi gorra encarnada.

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EL TRASGU EN EL MOLINO DE SOPEREDA

Otra de las diversiones del Trasgu era ir a los molinos por la


noche a burlarse de las personas que estaban de molinada.

A las mozas de Parres, cuando estaban por la noche en el molino


de Sopereda, se les presentaba un hombrín muy pequeñín, vestido de
colorado, bailaba delante de ellas y se marchaba dando jargayadas.

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¡UX, ME QUEMÉ!

Vivía en Duyos, concejo de Caravia, un matrimonio sin hijos. En


las noches de invierno, después de tomar la cena, el marido se iba a
conceyar a casa de un vecino, y mientras tanto su mujer amasaba una
torta y la ponía a cocer en el llar. Durante la cocedura de la pasta la buena
mujer se acurrucaba sobre un riestru y comenzaba a hilar copos de lino.

Cuando la torta estaba en su punto de cocción, el Trasgu bajaba


por las calamyeres, cogía la torta y marchaba por el camino que había
traído, diciendo:
- ¡Ja, ja, ja, que te la llevé!

Y esto ocurría una y otra noche sin que la mujer se atreviera a


decirle nada al bromista. Pero una noche se puso de acuerdo con su
marido para que éste se quedara hilando, vestido con la ropa de ella, y
colocara una piedra en el llar en vez de la torta.

A la hora acostumbrada asomose el Trasgu a la baranda de la cuña


y quedó sorprendido al ver que la hilandera tenía barba. Sin atreverse a
entrar, dijo, ahuecando la voz:
- ¡Oye! ¿Tienes barbes y files?
- ¡Sí!
- ¿Files y non salives?
- ¡Sí!
- ¿Quieres que coja la torta?
- Cógela si quieres.

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Entonces el Trasgu bajó muy contento, pero en vez de la torta
cogió la piedra ingrienta y soplando las manos subió por las calamiyeres
diciendo:
- ¡Ux, que me quemé!

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PARTE
SEGUNDA

EL TRASGU Y OTROS
PERSONAJES LEGENDARIOS
SIMILARES

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EL BOGGART

Gran parecido con nuestro Trasgu, lo tiene el celta-anglosajón


Boggart. Según la leyenda este ser había tomado posesión de la morada de
un honesto campesino de Yorshire, llamado George Gilberstson. En aquel
lugar causó cantidad de molestias, especialmente, atormentando a los
niños de diferentes maneras. A veces les quitaba el pan o la mantequilla o
sus vasos de leche eran volcados por una mano invisible, porque nunca el
Boggart, se dejó ver.

Otras veces sacudía las cortinas de la casa de adelante a atrás. O


colocaba peso sobre los niños hasta sofocarlos. Los padres tuvieron a
menudo, al oír sus gritos, ir rápidamente en su ayuda.

Había una especie de armario, formado por un tabique de madera en


las escaleras de la cocina y una tabla quitada, por lo que quedaba un hueco.
El más joven hijo del granjero lanzó una vez al hueco el calzador que
pronto le vino de vuelta, directo a su cabeza.

El Boggart estuvo atormentándolos durante mucho tiempo y el


granjero y su esposa decidieron abandonar aquella casa, para poder vivir
más tranquilos. Y se pusieron en marcha. Ya estaban terminando de
colocar las cargas de muebles, cuando un vecino le dijo:
- Ya habéis cargado todo y os vais.
- Sí muchacho, me veo obligado porque el Boggart nos
atormenta, no podemos ni descansar y está poniendo
enferma a mi esposa.

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Apenas había pronunciado aquellas palabras cuando fue el propio
Boggart quien se dirigió a él:
- Estoy revolteando, ya lo ves.

Debía estar con la carga, ya preparado para marchar con ellos.

Efectivamente tienen cierto parecido el Trasgu asturiano con el


Boggart, sobre todo por ser unos seres domésticos. Aunque generalmente
Trasgu parece más simpático y bueno, aunque la leyenda del palacio de
Rozadiella narrada anteriormente viene a ser prácticamente igual a la del
Boggart que hemos recogido aquí también. Ambos hacen imposible la vida
de los dueños de la vivienda y cuando deciden marcharse, se encuentran
al causante de todos sus males, preparado para marchar con ellos y nos
muestra también la peor cara de los Trasgu.

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TOM TIP TOP

La historia de este personaje de la tradición inglesa, Tom Tit Tot,


es similar a la del cuento recogido por los hermanos Grimm,
Rumplestilskin o del más cercano, recogido en Laburdi en el siglo XIX, de
Mari Kirikitoun. Éste personaje tiene similitud también al Trasgu. Pero
aquí va el cuento tradicional titulado precisamente, Tom Tit tot.

Es la historia de una madre que horneó cinco pasteles y todos ellos


se los fue a comer su hija antes de la cena, así que cuando se dirigieron
por la noche a repartirlos, la madre se dio cuenta de lo que había ocurrido
con los dulces.

Mucho se enfadó. Sacó su rueca y se puso a hacerla girar y también


a cantar:
- Mi hija se comió cinco pasteles enteros,
cinco pasteles enteros se comió mi hija.

Ahora, el rey de aquel país pasaba precisamente en aquel momento


junto a aquella casa por lo que escuchó a la madre cantar, aunque no logró
entender bien qué es lo que decía.

- ¿Qué es lo que estás cantando, buena mujer?

La madre, que bastante asustada estaba con el apetito que tenía su


hija, no quería que otra gente se enterase de ello y menos aún el rey, así
que cantó:
- Mi hija sabe hilar cinco madejas al día,

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cinco madejas al día sabe hilar mi hija.

- ¡Cinco madejas! –exclamó el rey. Jamás escuché algo así.


Ando buscando una doncella por esposa y si su hija es
capaz de hilar cinco madejas en un día, me casaré con ella.
Su hija pasará once meses como reina; comiendo lo que
desee, vistiendo lo que quiera, con la compañía que elija.
Todo cuanto desee, no le faltará. Pero en el siguiente mes,
deberá hilar cinco madejas al día o si no, morirá. ¿Acepta
el trato?

La madre estuvo de acuerdo, pensando en el grandioso matrimonio


de su hija. En cuanto a las madejas, ya se preocuparían de ello más
adelante. Además, seguramente el rey ya lo tendría olvidado para
entonces. Cuando menos, su hija sería reina durante once meses.

Se casaron y fue una mujer tan feliz como se pueda llegar a ser.
Tuvo cuanto quiso, pero al llegar el décimo mes, empezó a preocuparse
por las cinco madejas y se preguntaba si el rey lo recordaría.

El undécimo mes empezó a soñar con las madejas pero como quiera
que el rey jamás lo mencionaba, se sintió confiada.

Sin embargo, el último día del undécimo mes, el rey la llevó a una
habitación que nunca sus ojos habían visto antes. Tenía una ventana y
dentro, todo lo que encontró, fue un taburete y una rueca.

- Mañana serás aquí encerrada con algunos víveres y lino.


Si para la noche no has hilado las cinco madejas, cortaré
tu cabeza.

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Quedó asustada porque jamás había aprendido a girar la rueca.
¿Cómo iba a lograr hacer aquella labor en un día? Además, nadie tenía que
pudiera ayudarla y su propia madre no vivía cerca.

Así que cerró la puerta del habitáculo, se sentó en el taburete y lloró


y lloró y lloró hasta que sus lindos ojos estuvieron rojos.

Cuando eso ocurrió, escuchó un ruido extraño en la parte inferior de


la puerta. Pensó que sería un ratón y se preparó para golpearlo con algo.

Abrió la puerta, ¿y qué vio? Una pequeña cosita, un enano negruzco


con larga cola que andaba y andaba siempre rápido y que movía su cola
también a gran velocidad.

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- ¿Por qué lloras? –preguntó
- ¿Qué es eso? –preguntó ella mirando su cola.
- No mires mi cola si te asusta –dijo sonriendo-. Mira mis
dedos de los pies. ¿No son hermosos?

Y tenía unos zapatos altos, de tacón, con unas hebillas y grandes


lazos muy elegantes.

Ella se olvidó de la cola y dejó de estar asustada.

- Venga... dime qué ocurre.

Ella se secó esos ojos bonitos y le contó lo de los pasteles y las


madejas.

- Si eso es todo –dijo riéndose-, tomaré el lino cada mañana


y con mi rueca haré las cinco madejas para entregártelas
cada noche. ¡Vamos!
- Pero... ¿cuál es tu salario?

Giró entonces su cola rápidamente como antes y sonrió.

- Yo te daré tres oportunidades cada noche para que


adivines mi nombre y si al cabo del mes no lo haces; tú
serás mía, hermosa mía.
- ¿Tres intentos cada noche durante el mes?

Como pensó que sería capaz de lograrlo y además no le quedaba


más remedio, dijo:
- ¡Sí, estoy de acuerdo!

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Pues bien, al día siguiente, el rey la llevó de nuevo a la extraña
habitación, donde había comida, la rueca y también cantidad de lino.

- ¡Ahí quedas! –le dijo cortésmente-. Y recuerda que si no


hay cinco madejas enteras esta noche, me temo que tu
cabeza se desprenderá de tu cuerpo.

Comenzó a temblar y después de irse el rey, cerró la puerta e iba


a empezar a llorar cuando escuchó unos extraños golpes en la ventana.
Abrió y se encontró al enano, sentado junto al borde de la ventana.

Con sus hermosos pies colgando y girando su cola tan rápido que
apenas lo podía ver.

- Buenos días, mi belleza –le dijo-. ¡Dame el lino!

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Le dio el lino, cerró la puerta y comió los manjares porque ya
saben que tenía buen apetito. Comió a su antojo y al llegar la noche, oyó
nuevamente el ruido extraño en la ventana. Abrió y allí estaba el enano
con las cinco madejas hiladas, bajo el brazo.

Giró la cola más rápido que nunca, sonrió y le entregó las cinco
madejas.

- Ahora, belleza, ¿cuál es mi nombre?


- ¿Puede ser Bill?
- No lo es –respondió y giró su cola.
- Entonces... ¿es Ned? -le preguntó.
- No, no lo es –y giró su cola más rápido aún.
- Bueno... –dijo ella después de pensárselo algo más-. Debe
ser Mark.
- No lo es.

Y al decirlo, rió, rió y rió y giró su cola tan rápido que no se podía
ver, parecía que volaba.

Pues bien, cuando su marido el rey entró, él estuvo muy feliz de


encontrar las cinco madejas preparadas, pues le gustaba mucho aquella
bella mujer.

- Parece que no voy a cortarte la cabeza y espero que


todos los días ocurra igual.

Luego le dio las buenas noches y cerró la puerta con llave y allí la
dejó.

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A la mañana siguiente le llevó de nuevo lino fresco y alimentos
aún más delicados.

Llegó el enano, cogió el lino tal y como hiciera antes y no regresó


hasta la noche, con la tarea terminada. Le hizo tratar de adivinar, pero ella
no lo logró.

Ahora, cada mañana y cada noche fue ocurriendo lo mismo y cada


día, el enano se reía más y más y los ojos cada vez, también más le
brillaban.

Entonces, a partir de entonces, después de comer los delicados


alimentos, empezó a pasar el día tratando de pensar los nombres que iría a
decir. Así fue quedándose el mes sin días. Llegó el enano con las cinco
madejas de lino hiladas y dijo sonriendo:
- ¿Usted no consigue adivinar mi nombre?

Ella estaba leyendo la Biblia y dijo:


- ¡Debe se Nicodemo!
- No, no lo es –dijo.
- Debe ser... Samuel.
- No, no lo es, mi belleza –rió entre dientes.
- Bueno, Matusalén –dijo ella llorando.

El enano tenía los ojos como el carbón al fuego y dijo:


- No, no lo es y me parece que mañana por la noche...
¡serás mía!

El enano desapareció rápidamente, moviendo su cola a gran


velocidad.

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Ella se encontraba tan mal que ni siquiera tenía ganas de comer.
Escuchó la llegada del rey y trató entonces de aparentar estar alegre y así
sonrió.

- Bien, esposa. ¡Cinco madejas de nuevo! No voy a tener


que cortarte la cabeza. Veo que vamos a divertirnos
juntos.

Ordenó el rey que trajeran la cena y se sentaron el uno junto al


otro. Pero la pobre no podía comer nada. No podía olvidar al enano.

Después de comer el rey un par de bocados, empezó a reír y rió


tanto y tan fuerte, que al final, la pobre reina le dijo:
- ¿Pero por qué te ríes así?
- Es algo que he visto hoy, mi amor –dijo el rey-. Estaba
cazando y por casualidad llegué a un lugar donde no había
estado nunca antes. Estaba en un bosque, de repente, vi
un tipo raro, haciendo un ruido como un zumbido. Bajé a
ver lo que era. ¿Y sabes lo que encontré al mirar hacia
abajo? ¿Qué crees que vi? Había un enano negruzco. Tenía
una rueca y parecía que le iba la vida en hacer su labor.
Giraba y giraba la rueca pero iba más rápida aún su cola. Y
en sus pequeños pies tenían zapatos de hebilla y lazos.
Iban arriba y abajo y de abajo a arriba, con velocidad
desesperada y entonces dijo:

“Mi nombre, quién no soy, quién soy;


a ver si adivinas que soy Tom Tit Tot.”

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Cuando oyó aquellas palabras la reina, casi saltó fuera de sus pies
de alegría. Pero se las arregló para disimular y comió la cena
tranquilamente.

Ella no dijo nada cuando llegó a la mañana siguiente el enano.


Cuando cogió el lino se le veía alegre; apenas podía contener la risa.

Y cuando llegó la noche, golpeó el cristal de la ventana y ella le


abrió lentamente, como si sintiera miedo. Él tenía una sonrisa de oreja a
oreja y vaya manera de dar vueltas y batir su cola.

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- Bueno, mi belleza –le dijo dándole las cinco madejas-.
¿Cuál es mi nombre?

Ella le respondió como llorando:


- ¿Acaso es Salomón?
- No, no lo es –respondió sonriente y se acercó un poco a
ella.

Así que lo intentó de nuevo y parecía como si fuera incapaz de


hablar por el miedo.

- Bueno... ¿acaso es Zebeo? –preguntó.


- ¡No, no! –gritó lleno de alegría y se acercó casi hasta
donde se encontraba ella.
- Tómate tu tiempo, mi belleza –dijo burlándose.

Sus negros y pequeños ojos parecían comérsela.

- Tómate tu tiempo y recuerda... si no adivinas la siguiente


vez... ¡serás mía!

Ella se retiró un poco porque le resultaba horrible verlo, pero


entonces, lo señaló con el dedo y dijo:

“Mi nombre, quién no soy, quién soy;


a ver si adivino, que eres Tom Tit Tot.”

Y nunca se oyó un grito tal y como el que dio aquella pequeña


cosita. Su cola se dejó caer derecha y sus pies quedaron arrugados.

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Desapareció entonces en la oscuridad y ya nunca volvió a verlo.

Y feliz vivió para siempre, con su marido el rey.

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LEPRACAUN O LEPRAHAUN

Pequeño zapatero irlandés que generalmente es visto trabajando tan


sólo un zapato. Viejo y solitario. Bastante sociable y vive con sencillez.
Encorvado, burlón y travieso. Son considerados grandes bromistas.

El Lepracaun hace zapatos continuamente y ha crecido muy rico.


Tiene muchos tesoros en vasijas de barro enterradas. En una oficina del
periódico en Tipperary, solían mostrar un zapatito olvidado por un
Lepracraun.

Otro personaje es el Cluricaun, que suele emborracharse en las


bodegas de los caballeros. Algunos suponen que no se trata más que de un
Lepracaun de juerga.

Otro personaje similar es el Darrig Far. Lleva una gorra roja y


abrigo, siempre haciendo bromas, sobre todo pesadas. No hace otra cosa.

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El Leprehaun es alegre, pequeño y trabajador pero que hace todo el
trabajo de zapatero y sastre de la alta burguesía de las hadas. Y sen ven a
menudo, bajo el seto, cantar y coser. Ellos conocen todos los secretos del
tesoro escondido y si se encaprichan con alguna persona, lo guiarán hasta
el lugar de las hadas, donde la olla de oro está enterrada.

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Se creía que una familia de Castlerea obtuvo sus riquezas de forma
extraña, todas gracias a la ayuda de un Leprahaun y esa leyenda se fue
transmitiendo de generación en generación:

“Había una vez un niño pobre que conducía su carro de hierba todos
los días hacia atrás y hacia delante. Y vivía con el dinero que ganaba por
su venta.

Pero era un niño muy extraño, muy silencioso y taciturno. La gente


decía que era un hada de hadas, por lo que nadie quería jugar con él. Casi
nunca hablaba con nadie y pasaba todas las noches leyendo los libros
viejos que recogió en sus paseos.

Lo único que deseaba, por encima de todo lo demás, era hacerse


rico y algún día dejar el trabajo que realizaba y vivir tranquilo y solo,
descansar y estar sin más compañía que libros y más libros a su alrededor,
en una hermosa casa con jardín propio.

Ahora que había leído en los libros antiguos, cómo los Leprahauns
conocían todos los lugares secretos donde las hadas escondían su oro, un
día alcanzó a descubrir desde lejos al zapatero y escuchó el clic, clic de su
martillo mientras estaba sentado bajo el seto, remendando los zapatos.

Por fin, una noche, cuando el sol se puso, vio un hombrecillo


trabajando, todo vestido de verde, con sombrero de tres picos en la
cabeza. Así que el muchacho saltó del carro y lo agarró del cuello.

- ¡Ahora, no te muevas! –exclamó-, hasta que me digas dónde


encontrar el tesoro escondido.

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- Es fácil ahora –le dijo el Leprehaun- yo te contaré todo, pero
fíjate que yo podría hacerte daño si quisiera porque tengo
poder para ello. Pero no lo voy a hacer porque somos primos.
Y así, como tenemos relación, voy a ser bueno contigo y te
mostraré el lugar secreto al que nadie puede acceder, salvo
quién es de raza y sangre de las hadas. Venga conmigo, a la
antigua fortaleza de Lipenshaw, porque no se encuentra. Pero
date prisa, porque cuando el último resplandor rojo se
desvanezca, el oro también desaparecerá y nunca lo
encontrarás de nuevo.
- Salgamos pues –dijo el muchacho.

Y le llevó al Leprahaun en el carro de hierba y marcharon. Y en un


segundo, estaban en el viejo fuerte y entraron por una puerta en la pared
de piedra.

- Ahora, mire a su alrededor –dijo Leprahaun.

Y el niño encontró todo cubierto de monedas de oro. Parecía que


todas las riquezas del mundo estaban allí reunidas.

- Ahora, toma todo lo que quieras –dijo el Leprahaun- pero


hazlo rápido porque si esa puerta se cierra, nunca saldremos
de este lugar en el tiempo que vivamos.

Así que el niño llenaba sus brazos de oro y plata y al encontrarse


saliendo, se cerró la puerta con ruido atronador y no vio más al Leprahaun,
ni tuvo tiempo, tan siquiera, de darle las gracias.

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Cuando llegó a casa, contó sus riquezas y todas las piezas de
brillante oro amarillo, suficiente para el rescate de un rey.

Él era muy sabio y no dijo nada a nadie. Al día siguiente fue a Dublín
y puso todos sus tesoros en un banco y se encontró que de pronto era tan
rico como un Lord.

Construyó una hermosa casa con hermosos jardines. Tenía


sirvientes, carruajes y tantos libros como deseaba su corazón. Y reunió a
todos los hombres sabios de los alrededores para darles aprendizaje de
caballeros y se convirtió en le hombre más grande y poderoso del país,
donde se le recuerda todavía con honores. Sus descendientes vivían ricos
y prósperos y se destacaban por se de buen corazón y generosos”.

Pero los Leprahauns pueden ser realmente maliciosos si se sienten


ofendidos y se debe ser muy cauteloso al tratar con ellos y siempre
tratarlos cortésmente porque si no, tomarán venganza y jamás revelarán el
secreto del oro escondido.

Otra leyenda dice que un joven estaba trabajando fuera, en los


campos, cuando vio un muchachito de la altura de su mano, remendando
zapatos bajo una hoja de alazán. Se acercó, sin apartar sus ojos de él, por
miedo a que desapareciera y cuando estuvo ya cerca, lo agarró de la
criatura, lo levantó y puso en el bolsillo.

Luego huyó hasta casa tan rápido como pudo y cuando estuvo
seguro con el Leprahaun en la casa, lo ató con una cadena de hierro a la
encimera.

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- Ahora, dime –dijo él-, ¿dónde voy a encontrar una olla de oro?
Quiero saber el lugar o si no, te voy a castigar.
- No conozco ninguna olla de oro –le dijo el Leprahaun- pero
déjame ir para que pueda terminar de reparar los zapatos.
- Entonces, voy a hacer que me lo digas –dijo el muchacho.

Y por eso hizo un gran fuego, poniéndole a quemar al enano.

- ¡Oh, sácame de aquí y llévame fuera! –gritó el Leprahaun. Te


lo voy a contar. Llévame al lugar donde me encontraste, bajo
la hoja de alazán. Allí hay una olla de oro. No tienes más que
cavar y la encontrarás.

Así que el muchacho estuvo encantado y corrió hacia la puerta, pero


dio la casualidad de que su madre estaba en ese momento llegando con el
cubo de leche fresca y en su carrera chocó contra el cubo, que cayó y
toda la leche se derramó por el suelo.

Entonces, cuando la madre vio al Leprahaun, se enfadó mucho y lo


golpeó pensando que había traído mala suerte.

El muchacho corrió a buscar la hoja de alazán pero regresó muy


triste por la noche, porque había cavado y cavado la tierra pero no halló la
olla de oro.

Aquella misma noche, el padre volvía a casa de su trabajo y al pasar


junto al viejo fuerte, oyó voces y risas y una voz que decía:
- Ellos están buscando una olla de oro, pero poco saben que
una vasija de oro está apoyada al fondo de la antigua cantera,
se escondió debajo de las piedras, cerca de la pared del jardín,

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pero el que vaya, deberá ir en una noche oscura y que se
guarde de llevar a su esposa.

Así que el hombre corrió a su casa y le dijo a su esposa lo ocurrido


y que iría aquella misma noche, porque estaba del todo oscura y que ella
debía quedarse en casa hasta su regreso.

Luego partió solo, en aquella oscura noche.

Ahora bien. Pensó su mujer que si lograba llegar a la cantera antes


que él, la olla sería para ella sola y que si él lo conseguía, ella no tendría
nada.

Con aquel pensamiento salió y corrió como el viento hasta que llegó
a la cantera y empezó a deslizarse hacia abajo, tranquilamente en la
oscuridad. Pero había una gran piedra en el camino y tropezó con ella y
cayó al suelo, yendo hasta abajo, hasta llegar a la parte inferior. Y allí
quedó, quejándose, porque su pierna estaba rota por la caída.

En ese momento, su marido se acercó al borde de la cantera y


comenzó a descender. Pero quedó asustado al escuchar los gemidos.

- ¡Cruz de Cristo sobre nosotros! –exclamó ¿qué es eso que hay


abajo?, ¿es malo o bueno?
- ¡Oh, qué humillación, ven y ayúdame! –exclamó la mujer-. Soy
tu esposa que estoy aquí, al fondo de la cantera y mi pierna
está rota y voy a morir si no me ayudas.
- ¡Y esta es mi olla de oro! –exclamó el pobre hombre-; ¿mi
mujer con la pierna rota en el fondo de una cantera?

41
Sin saber qué hacer quedó, porque la noche era tan oscura que nada
se podía ver, ni una mano tan sólo por delante suyo.

Cuando fue despertado por un vecino, entre los dos arrastraron a la


pobre mujer y la llevaron a casa y la acostó en la cama medio muerta de
miedo y pasó muchos días en volver a la normalidad. De hecho, ella cojeó
durante toda su larga vida y la gente decía que la maldición del Leprahaun
estaba con ella.

En cuanto a la olla de oro, desde ese día no ha pertenecido a nadie


de la familia, ni al padre, ni al hijo... y el Leprehaun todavía se encuentra
bajo la hoja de alazán y aunque lo ven, el se ríe de ellos mientras repara
los zapatos con su martillo; tack, tick, tick, tack. Pero tienen miedo de
tocarlo, porque saben que puede tomar venganza.

42
EL INTXIXU

Y para terminar con esta parte de seres legendarios que guardan


cierto parecido con el Trasgu, deseo acercarles este curioso personaje
llamado Intxixu, cuyo eco de su existencia ha llegado hasta nuestros días
aún vivo, aunque en un lugar solamente, Oiartzun.

Estos curiosos seres han forjado su hueco en el conjunto de la


mitología vasca por sus particulares características. La antigua
explotación de minas por parte de los romanos hace dos milenios dejaron
el Valle de Oyarzun plagado de incontables y a veces casi interminables
agujeros, minas, algunas de ellas de pequeño diámetro. Todo esto facilitó
sin duda alguna, la creencia en la existencia aislada de estos misteriosos
seres.

Muy antigua es la referencia de Pío Baroja de un acontecimiento que


sitúa a finales del siglo XIX y que aparece reflejado en Bagatelas de otoño;
donde describe su encuentro con una joven y lo que ella le contó: que
hace muchos años en Peñas de Aia, cerca de donde se encontraban, había
minas de oro de las que aún podían verse galerías y pozos. De noche
solían aparecer unos enanitos enmascarados, Intxixu, con sacos al hombro
llenos de riqueza y que decía que en las minas existían unas galerías muy
grandes y de cuando en cuando plazas con palacios e iglesias. Añadía que
muchos habían entrado pero nada se había vuelto a saber de ellos.

Manuel de Lekuona en su Del Oyarzun antiguo nos menciona que


había gente que consideraba que los cromlechs del valle eran lugar de
enterramiento de los Intxixu, considerando que su nombre provenía de la
palabra hechizo. Para las gentes del lugar era un personaje misterioso,
parejo al brujo.

43
44
Que habitaban las cuevas de Arditurri, era creencia muy extendida.

Luis de Uranzu escribía que fueron aquellos seres los que


construyeron las minas de Arditurri, allí vivían. Solían estar escondidos
aunque podían escucharse sus canciones. No se relacionaban con las
gentes del pueblo ya que tenían una cultura diferente.

Cuando preparaba el libro Oiartzun haraneko kondairak, “Leyendas


del Valle Oyarzun” tuve ocasión de comenzar a investigar también estos
seres fascinantes. La conversación que tuve con el hijo de Luís de Uranzu
tuvo su fruto. Él mismo acompañó a su padre de caserío en caserío
tratando de informarse sobre los Intxixu en la zona de Arditurri. La
descripción que le dieron era coincidente y era creencia de que eran unos
personajes pequeños, de poco más de un metro, delgados y con mucho
pelo.

Una informante me habló de los duendes de un lugar de Iturriotz


llamado Arraldeko zuloa. De pequeña le causó gran impresión y temor el
caminar cerca de aquel paraje ya que en el caserío solían escuchar que
debían de tener cuidado porque por allí solían aparecer duendes. La abuela,
en Bordatxo le decía que caminase sin miedo y que ella le estaría
observando hasta que pasara de largo para que nada le ocurriese.

Por otra parte junto al conocido caserío Amolatz, en el lugar


denominado Amolatzko harrobia, había una especie de agujero habitado
por los Intxixu o duendes al que era peligroso acercarse.

En otra ocasión también una mujer me habló de un lugar que cuando


era niña denominaban “el bosque de los enanitos”, cerca de Ola, ya en Irun,
en la parte alta, más hacia Oairtzun estaba aquel bosque al que no debían

45
de acerarse porque estaba habitado por unos seres pequeños que podían
causarles algún mal.

46
PARTE
TERCERA

CUENTOS
DEL
TRASGU

47
LA FÓRMULA MÁGICA

En cierta casa vivía un feliz matrimonio al que parecía la vida


sonreírle porque prosperaron rápidamente. La cosecha era siempre la
mejor de la comarca, el número de animales a su cargo aumentaba cada
año y tenían además la casa como una patena, cada vez que recibían
alguna visita. Por si aquello fuera poco, algunos granjeros de los
alrededores se encontraban frecuentemente al matrimonio paseando
tranquilamente o al marido dormido profundamente junto a la orilla del río.

Nadie allí cayó en la cuenta de que un Trasgu habitaba aquella casa


y como quiera que le trataban muy bien, éste les recompensaba haciendo
todo tipo de labores para ellos.

La esposa estaba encantada, siempre hablando de lo bueno que era


con ellos aquel Trasgu y siempre preparando rosquillas o algún otro dulce
que pudiera gustarle para ser también agradecidos.

Pero aquellas atenciones de la esposa y también del Trasgu,


hicieron que el granjero cada vez tuviera más celos de compartir su casa
con el Trasgu. Ya había progresado mucho en la vida y ya no hacía
demasiada falta aquel visitante para él cada vez más incómodo. Y por eso,
cuando el Trasgu estaba malhumorado y se ponía a romper todo cuanto
encontraba a su alrededor, haciendo un ruido de espanto, se ponía cada
vez más nervioso el granjero y le entraban ganas de darle una buena tanda
de golpes. Siempre la mujer le detenía y le recordaba que a buenas, el
Trasgu era muy bueno con ellos, pero a malas, no sabían cómo podría
llegar a ser.

48
El encontrar todos los platos y objetos destrozados antes, ahora
perfectamente recompuestos, sin duda alguna, les hacía sentirse mejor.

El granjero estaba intrigado con aquella maravillosa capacidad del


Trasgu para reparar todo cuanto antes rompía y empezó a imaginar que
aquella virtud en sus manos le haría grandiosamente rico, porque sería
capaz de reparar cualquier objeto roto y conocida esa virtud irían a donde
él gentes de todo el mundo para repararles sus ropajes, joyas, carruajes,
incluso imaginábase reconstruyendo el castillo de algún rey, atacado por
su poderoso enemigo que al ver como de la noche a la mañana todo estaba
como antes, desistirían de volver a atacarlo nuevamente. En pocos
minutos, con su imaginación, se convirtió en un caballero importante, casi
tanto como un rey.

Aquella noche, estando sentados de sobremesa tomando una copita


de vino, el granjero le dijo a su esposa:
- Cuando escuche que el Trasgu empieza a romper las
cosas, me voy a asomar para descubrir de qué manera lo
arregla todo después. Si logro aprender la forma, seremos
tan ricos como te puedas llegar a imaginar y aún más.

La esposa no estuvo demasiado de acuerdo. Ya le parecía que vivían


bien y no necesitaba nada más para ser feliz. Por eso, como hacía todas
las noches, le dejó un platito de rosquillas sobre la mesa del salón. La
mujer fue primero a la cama y el granjero dijo que iría poco después, que
debía hacer algo antes.

¿Y qué es lo que hizo? Pues comerse todas las rosquillas menos una,
que dejó mordisqueada; con el deseo de malhumorar al Trasgu y que
comenzara a hacer de las suyas.

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Así ocurrió. Prontamente comenzaron a escucharse gritos y ruido de
platos rotos. Entonces, el granjero se acercó a la puerta y la entreabrió tan
sólo un poquito, lo suficiente como para ver y escuchar lo que pudiera
hacer y decir el Trasgu.

Allí estuvo largo rato, hasta que los ruidos cesaron. Aunque no había
logrado verlo, sí que pudo escuchar lo que dijo cuando todo quedó en
calma:
- Todo lo roto,
giro en el tiempo,
quede compuesto.
Compuesto quede,
tiempo en el giro,
roto lo todo.

Extraña fórmula que repitió tres veces. Las veces suficientes como
para que el granjero se la aprendiera, porque finalmente cayó en la cuenta
que la segunda parte de aquellas palabras mágicas, no era otra más que la
misma que la primera, invirtiendo el orden de las palabras.

El granjero marchó feliz a la cama, pero antes de dormir le enseñó a


su esposa cuál era la fórmula, por si acaso a él se le olvidaba. También
estuvo repitiendo una y otra vez aquellas palabras, antes de cerrar los
ojos, por lo importante que iban a ser en su futuro.

A la mañana siguiente, tal y como el granjero le pidió a su esposa,


ésta preparó unas rosquillas para el Trasgu, porque después de desayunar,
solía ir a llevar el ganado al abrevadero.

50
Aprovechó el granjero aquel momento en que el Trasgu se
ausentaba de la casa para romper el primero de los platos. La mujer le dijo
que era suficiente para comprobar el efecto de la fórmula y que
ciertamente la recordaban. Pero el granjero estaba convencido de su
buena memoria. Por eso siguió rompiéndolo todo: todos los platos y vasos,
todas las cristaleras, puertas, candiles, hasta la rueca de su esposa o el
reloj de pared que habían adquirido recientemente. Todo quedó destrozado.
El semblante de preocupación de la esposa, nada tenía que ver con el del
granjero que aunque nervioso, se sentía enormemente feliz por lo que
estaría a punto de acontecer.

Se colocó en medio de todo el estropicio y dijo, tratando de imitar,


además, la voz de Trasgu:
- Todo lo roto,
giro en el tiempo,
quede compuesto.
Compuesto quede,
tiempo en el giro,
roto lo todo.

Volvió a repetir la fórmula y una tercera vez también.

Y ante los ojos atónitos de la esposa y del granjero, todo quedó igual
que antes, igual que antes de decir la fórmula pues todo continuaba
destrozado.

Probó de nuevo y después probó a cambiar alguna de las palabras


por si pudiera haberse equivocado. Pero nada, no había manera.

Desesperado estaba pero pensó en decir por última vez la fórmula:

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- Todo lo roto,
giro en el tiempo,
quede compuesto.
Compuesto quede,
tiempo en el giro,
roto lo todo.

La repitió dos veces más y fue entonteces cuando escuchó grandes


carcajadas del Trasgu, que permanecía escondido detrás de la puerta,
justo en el mismo lugar donde estuvo escuchando la conversación que
tuvo el granjero con esposa la noche anterior.

52
EL HOMBRE DEL CASTILLO Y EL TRASGU

Había un hombre que era tan rico como avaro, poseedor de gran
cantidad de tierras que arrendaba a agricultores y granjeros y que le
daban gran beneficio. Así iba acumulando y acumulando riqueza. Y lo que
más odiaba era el gastar dinero, pues vivía sin ningún sirviente en el
castillo. Tampoco iba nadie a visitarlo porque nadie lo apreciaba suficiente.
Así, vivía solo o casi...

Digo casi porque en la parte alta del castillo habitaba un Trasgu que
sacaba de sus casillas al avaro dueño al que lo que más gustaba era la
tranquilidad que le daba el vivir en medio del campo, sin más ruidos que el
de los animales salvajes y así trataba de disfrutar de la lectura, pues tenía
cantidad de libros, que había heredado, claro, porque comprarlos no los
había comprado.

Sin embargo, era ponerse a leer y el Trasgu poníase también a


hacer lo que a él más gustaba... jugar a los bolos e imaginaros el ruido que
producía el rodar de la bola por el suelo de madera y después, al golpear
contra los bolos y también los gritos de alegría que emitía cuando lograba
hacer un buen lanzamiento.

El dueño se enfadaba mucho pero evitaba contagiarle el enfado al


Trasgu para que no se ensañara con los valiosos objetos que había en
aquel castillo.

Entonces, dándole vueltas y más vueltas al asunto de aquel molesto


Trasgu que lo atormentaba día sí y otro también, se le ocurrió una idea.

53
54
Cuando notó que el Trasgu empezaba a jugar y divertirse, subió las
escaleras y le llamó. El ruido se detuvo y el Trasgu, aunque sin dejarse
ver, le preguntó qué es lo que quería.

- Siento tristeza por ti, siempre tan solo jugando con tus
bolos. Si yo sería más joven, jugaría contigo y lo
pasaríamos estupendamente.
- No importa, así me he acostumbrado y además, gano
siempre.
- Eso es cierto pero no es lo mismo, un Trasgu debe aspirar
a ganar a cualquier adversario. Además, muy cerca de
aquí hay una gran casona, ideal para ser habitada por un
Trasgu. Allí vive una familia con varios jóvenes con los
que podrías jugar y pasarlo estupendamente.

El Trasgu quedó pensativo y finamente le dijo que tendría en cuenta


sus consejos y que tal vez algún día...

Pero ese día no parecía llegar nunca. El Trasgu continuaba con sus
ruidosos juegos y el señor del castillo continuaba malhumorado.

Cada día, cuando empezaban a caer los bolos, tras ser fuertemente
golpeados, el dueño subía y le repetía aquello de que lo pasaría mucho
mejor jugando acompañado y que un Trasgu debía de aspirar a derrotar a
cualquier adversario.

Así, tras muchas idas y venidas y tras muchos quebraderos de


cabeza, finamente el Trasgu dijo un día que debía de salir del castillo

55
porque quería cumplir aquel deseo de jugar a los bolos acompañado y
poder derrotar a cualquier adversario.

Aquel día, al anochecer, después de respirar profundamente, cogió


un libro y se sentó en el diván, no sin gran emoción. Abrió el libro y
entonces... empezó a rodar nuevamente la bola que golpeó sonoramente
los bolos. Tras ello se escuchó un gran griterío. Ahora no había un Trasgu
en el castillo, sino que había cantidad de ellos y allí estuvieron muchos,
muchos años.

56
LLARA Y EL TRASGU

Llara era una joven muy, muy, muy hermosa, pero muy, muy, muy
pobre. Al quedar huérfana siendo todavía una niña, tuvo que apañárselas
como pudo pero logró salir adelante sin por entonces darse cuenta que la
muerte le habría llegado muy pronto de no haberse colado en su casita de
madera algunos Trasgu que desde entonces estuvieron ayudándola sin que
ella lo supiera.

Cierto día en que Llara se adentró en el boque en busca de moras y


frambuesas, los Trasgu tuvieron una disputa entre ellos y fue tal el
escándalo que montaron, que la joven se dio cuenta que algo estaba
ocurriendo en su casa.

Regresó rápidamente para tratar de descubrir lo que ocurría y


alcanzó a escuchar voces, sin embargo, al entrar en la casa, no halló a
nadie.

Entonces dijo en voz alta:


- Juraría que escuché el sonido de algún animal.

Y dijo aquello porque había caído en la cuenta de que aquella casa


estaba habitada y fue entonces cuando empezó a atar cabos; la leña que
siempre encontraba cerca de la casa, los animales que caían
frecuentemente en sus endebles trampas... todo cobraba sentido si las
historias de Trasgu que escuchó de muy pequeña eran ciertas.

De pronto creyó en ellas y un puñado de lágrimas recorrió


rápidamente su rostro. Oír hablar de los Trasgu, era de las pocas cosas
que recordaba de sus padres y haberlos tenido ayudándole estos años,

57
significaba, de alguna forma, como tener parte de sus padres con ella, que
además la habrían estado protegiendo.

También, claro está, recordó cuál fue su mayor deseo de su niñez.


Por eso siempre que iba de una estancia a otra de la casa, abría la puerta
lentamente y sin hacer ruido, tratando de descubrir a algún Trasgu y
poder así conocer sus rasgos.

Algunos decían que vestía camisa y gorro colorado. También decían


que era cojo o que tenía un agujero en una mano. Tantas cosas se decían,
pero nadie conocía a nadie que los hubiera visto y ella soñaba en la niñez
con hacerlo.

De alguna forma recuperó aquella ilusión y como tenía el


presentimiento de que los Trasgu se colaban en su vivienda en cuanto ella
salía afuera. Cierto día salió con su escoba al exterior y comenzó a cantar
mientras barría.

- Escoba viene,
escoba va;
de allí a acá
y aquí a allá.

En cuanto la escoba,
se ponga a descansar;
al pueblo yo,
habré de marchar.

Y cuando terminó de barrer, dejó su escoba junto a la puerta y tomó


el camino que la llevaría a pueblo.

58
59
Desde la casa de madera hasta el pueblo había más de una hora de
caminata, por eso los Trasgu permanecían tranquilos en la casa, campando
a sus anchas, sin sospechar que Llara, pasados tan sólo unos minutos, ya
se había dado la vuelta para tratar de descubrir y ver por fin cómo eran
los Trasgu.

Se acercó muy despacio, sin hacer ningún ruido que la pudiera


delatar, sobre todo con cuidado de no pisar ninguna rama, aunque por eso
había estado barriendo cerca de la casa, precisamente para hacer el menor
ruido posible al regresar.

Al asomar la cabecita por la ventana... ¿Qué es lo que fue a ver?


Pues un grupito de Trasgu jugando a las cartas tranquilamente. Pudo
fijarse en cada detalle de su vestimenta, su pequeña estatura, sus
simpáticos rasgos, pues no podría haber sido de otra manera. Algunos
objetos que portaban y algunas diferencias que había entre unos y otros.

Pero se escuchó el graznido de algún cuervo que hizo que los


Trasgu, dirigiesen de golpe su mirada hacia la ventana, descubriendo
sorprendidos que Llara los estaba observando. La pobre quedó paralizada.
Si hasta entonces habían logrado que ningún humano los viera y pudiera
contar cómo eran, qué no serían capaces de hacer para impedir que ella
pudiera hacerlo.

No le dio tiempo a pensar mucho más, porque rápidamente salieron


al exterior y la rodearon, invitándola después a entrar a la casa y a
sentarse.

Mientras que dos de los Trasgu salieron dirección al bosque, el


resto quedó custodiándola. Parecían tranquilos, lo que de alguna forma

60
tranquilizada a Llara también y pensaba que si había llegado su hora no
habría de ser tan malo porque habría cumplido los dos mayores deseos
que tuvo en la niñez: conocer a los Trasgu y reunirse con sus padres.

Regresaron los Trasgu que habían marchado y lo hicieron con varias


hierbas y plantas en sus manos. Llara se tranquilizó porque conocía alguna
de las plantas y no parecía que fueran mortales.

Prepararon una especie de infusión y pronto le aclararon lo que iba


a sucederle después de tomarla.

- En menos de diez minutos quedarás profundamente


dormida y al despertar, no recordarás nada de lo que hoy
ha ocurrido. Será mejor así, por el bien de todos, nuestro
porque estaremos más seguros cuantas menos humanos
sepan de nuestra existencia y también será mejor para ti,
porque te tomarían por loca si contases lo que aquí está
sucediendo.

Le dieron de beber y marcharon ante la mirada triste de Llara


porque iba a olvidar para siempre cómo eran aquellos pequeños seres que
tan bien la habían tratado.

Pasaron días, semanas... y cierto día en que se sentó a descansar y


a leer un poco, al coger el libro y abrirlo, cayeron de él unas cuartillas
escritas y con dibujos. Pronto reconoció su propia letra.

“Aquel día logré engañar a los Trasgu y descubrirlos jugando


tranquilamente en la casa, aunque fui descubierta, pude ver sus rasgos
perfectamente. No tenían todos la misma estatura y sus semblantes

61
reflejaban gran simpatía. Era cierto que vestían blusa y gorro colorado, al
menos, la mayoría de ellos, pero no todos. Sí que había uno cojo, otro con
la mano agujereada y uno con una oreja mucho más grande que la otra o la
otra mucho más pequeña que la una. Prepararon una pócima para que
olvidara cuanto había ocurrido pero me dio tiempo a escribir sobre ellos y
a hacer también algunos dibujos de cómo son. Cuando encuentre esto y lo
lea, destruiré estas cuartillas para siempre para proteger a los Trasgu.

Llara quedó maravillada con aquel hallazgo, aunque le quedó la duda


de si no fueron los propios Trasgu quienes escribieron todo aquello
imitando su propia letra e hicieron también aquellos dibujos para que ella
viviera al menos con la ilusión de creer haber cumplido su sueño.

Llara quemó aquellos valiosos papeles pero el paso tiempo le iría a


deparar muchas, muchas más sorpresas.

62
EL TESORO DEL TRASGU

Había una vez un joven matrimonio de granjeros que como os


podréis imaginar, tenía un inquilino no poco molesto. Era un Trasgu, claro.

Sin embargo, a pesar de todas las trastadas que hacía, como


acostumbraba a arreglar lo que rompía durante sus enfados, pues llegó a
ser casi como uno más en la familia. De alguna forma se las arreglaban
para hacer entre los tres las labores, repartiéndose el trabajo, de forma
que además, cumplían el deseo del Trasgu de no coincidir, pues no
deseaba ser visto.

Mientras trabajaban el campo, el Trasgu preparaba en un pequeño


fuego, cerca de la casita, preparaba la comida para los tres. Después
comía rápidamente su parte y dejaba todo preparado en la mesa y cuando
el matrimonio regresaba cansado de su labor, se sentaban a comer con
todo hecho. Aquello les resultaba maravilloso.

Y mientras comían, cogía el Trasgu el ganado y lo llevaba a


apacentar. Y así hacían con todo.

Tenían una hermosa casita, de paredes blancas y rojizos ladrillos; el


sueño de cualquier matrimonio. Y un caminito de piedra que ellos mismos
habían construido, por el que se accedía a la casa. Tenían la veleta de un
gallo que les indicaba hacia dónde iba el viento y la casita estaba rodeada
de robles enormes que como si fueran gigantes, les protegían de las
inclemencias.

63
A veces, los enfados del Trasgu, asustaban un poco a la esposa,
pues pensaba que aunque sin quererlo, podría algún día causarles algún
daño.

Allí tenían ciertamente casi todo lo que deseaban, digo casi todo
porque algo deseaban desde hacía años, por encima de todas las cosas
materiales. Esa niña o niño que no acababa de llegar.

Y por fin llegó el momento tan deseado, pronto la mujer se dio


cuenta de que tenía una criaturita en su interior y la alegría que tuvieron al

64
principio, se fue tornando poco a poco en preocupación. ¿Cómo iban a
arreglárselas cuando naciera el bebé? No podrían dejarlo ni tan sólo un
momento a solas con el Trasgu, pues un enfado de éste podría poner en
peligro su vida.

Lo discutieron mucho, pues el marido era partidario de permanecer


en aquel lugar que tantos esfuerzos les había costado construir, mientras
que la esposa estaba convencida de que allá donde fueran, serían capaces
de salir adelante y la seguridad de quien iba a venir al mundo, estaba por
encima de todas las cosas.

Finalmente, la mujer se salió con la suya porque su postura


ciertamente era la más razonable y así tomaron aquella difícil decisión.

Sin embargo tuvieron que pedir ayuda para marcharse sin que
cayera en la cuenta el Trasgu, porque sabían lo dificultoso que era librarse
de él y que no les siguiera a la nueva morada. Por eso evitaron hablar del
tema, para que el Trasgu no llegara a escucharles y descubrir lo que
planeaban.

Cierto día en que el Trasgu ya había marchado a apacentar el


ganado, llegaron varios vecinos del matrimonio para ayudarles con aquella
mudanza fugaz. En muy poco tiempo, la casa se había vaciado de los
enseres más importantes y ya se ponían de camino, muy, muy, muy lejos
de aquella casa y muy, muy, muy lejos del Trasgu. La esposa no pudo
evitar mirar una y otra vez hacia atrás, con lágrimas en los ojos, hasta que
la perdió de vista.

También, tiempo después, el Trasgu quedó muy triste al regresar a


su morada y encontrarla deshabitada.

65
Fue un poco duro para el matrimonio, pues no conocían a las gentes
del pueblo al que fueron y tampoco estaban acostumbrados a tener
vecinos tan cerca. Ciertamente, echaban de menos su pequeña casita.

Cierto día en que la esposa sacaba objetos de las cajas de la


mudanza, fue a encontrar un extraño papel como de pergamino. Lo abrió
con curiosidad y dio un grito de alegría.

Cuando llegó el marido se lo mostró; era una especie de mapa con


señales de árboles y una pequeña cueva situada no demasiado lejos de la
casa donde habían vivido. También había un cofre dibujado y una
inscripción que decía que se trataba del tesoro del Trasgu. Era sin duda el
último regalo que les quiso hacer su entrañable amigo.

Tenían tentación de ir lo más pronto posible, pero tuvieron que


posponer un poco el viaje, porque nació por entonces una pequeña niña.

Aunque finalmente, después de dejar a la criatura con unos


familiares, marcharon al lugar indicado en el pergamino. Tuvieron una
gran tentación de desviarse del camino para ver, aunque fuese por última
vez, su casita cerca del bosque, pero desistieron, no fuera a ocurrir que se
encontraran con el Trasgu que seguro campaba por allí a sus anchas.

Llegaron hasta la cueva y gracias al mapa, tardaron muy poco en


encontrar un hermoso cofre, con herrajes dorados, que seguro que en su
interior guardaba los más importantes tesoros del Trasgu.

66
Al ir a abrirlo, cayeron en la cuenta de que estaba cerrado con un
candado que no lograron romper, a pesar de golpearlo fuertemente con
una piedra que allí hallaron.

Así pues, decidieron transportarlo cerrado y no lograron abrirlo


hasta que estuvieron en su nueva casa.

Quedaron atónitos al abrirlo porque ciertamente hallaron los tesoros


más valiosos del Trasgu: dos gorros colorados, dos camisas raídas del
mismo color, unos pantalones que tal vez fueron en algún tiempo rojos,
unas tabas, agujeros con calcetines, una bola para jugar a los bolos y
también... un Trasgu.

67
68
INDICE

PRESENTACIÓN: - página 7
PARTE PRIMERA: LEYENDAS DEL TRASGU – página 9
Breve diccionario- 10
El Trasgu- página 11
Birle a la izquierda- página 13
El Trasgu del palacio de Rozadiella- página 16
El Trasgu en el molino de Sopereda- página 17
¡Ux, me quemé!- página 18
PARTE SEGUNDA: EL TRASGU Y OTROS PERSONAJES
LEGENDARIOS SIMILARES- página 21
El Boggart- página 22
Tom Tit Tot- página 24
Lepracaun o Leprahaun- página 35
El Intxixu- página 43
PARTE TERCERA: CUENTOS DEL TRASGU- página 47
La fórmula mágica- página 48
El hombre del castillo y el Trasgu- página 53
Llara y el Trasgu- página 57
El tesoro del Trasgu- página 63
Índice- página 69
Índice de ilustraciones- página 70
Bibliografía utilizada- página 71
Otras obras publicadas de la
Biblioteca de las Grandes Naciones- página 73

69
INDICE DE ILUSTRACIONES

Portada John Bauer


Ilustración página 10- Arthur Rackhman
Ilustración página 15- Arthur Rackhman
Ilustración página 23- Arthur Rackhman
Ilustración página 26- Anne Anderson
Ilustración página 28-Hernert Cole
Ilustración página 32- John Batten
Ilustración página 34-Hernert Cole
Ilustración página 35- Arthur Rackhman
Ilustración página 36- Arthur Rackhman
Ilustración página 43- Arthur Rackhman
Ilustración página 46- Arthur Rackhman
Ilustración página 53- Arthur Rackhman
Ilustración página 59- Arthur Rackhman
Ilustración página 64- Anne Anderson

70
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

* T . Keightley, The Fairy Mythology, p. 307, quoting the Literary Gazette


for 1825.

* Yeats, William Butler. Fairy and Folk Tales of the Irish Peasantry.
London: Walter Scott, 1888.

* Wilde, Jane. Ancient Legends, Mystic Charms, and Superstitions


of Ireland. London : Ward and Downey, 1887.

* Llano Roza de Ampudia, Aurelio de: Del folklore asturiano: Mitos,


costumbres y supersticiones. Talleres de Voluntad. Madrid, 1922.

* Clodd, Edward: Tom Tit Tot. An Essay on Savage Philosophy in Folk-


Tale, 1898.

* Baroja, P.; Bagatelas de otoño. Biblioteca Nueva, Madrid. 1949.


Lekuona, M.: Del Oyarzun antiguo. Monografía histórica. Gipuzkoako Foru
Aldundia, Donostia. 1959.
Susperregi, X.: Intxixuak. Oiartzun urtekaria. Oiartzungo Udala, Oiartzun.
2008.
Susperregi, X.: Intxixuen aztarrren ondotik. Oiartzun Urtekaria. Oiartzungo
Udala. 2010.
Susperregi, X.: Oiartzun haraneko Kondairak. Oiartzungo Udala. Oiartzun,
2006.
Uranzu, L. de: El país de los Inchisus. In Guía sentimental del Bidasoa
(Leonardo Arteaga). Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, Donostia.
1976.

71
72
TÍTULOS PUBLICADOS

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CUENTOS TRADICIONALES
MIL Y UN POEMAS SAHARAUIS
SAHARAUIS

ANTIGUOS CUENTOS DE ÁFRICA


RELATOS DE PAÍS DE LOS SAHARAUIS
CUENTOS Y LEYENDAS DE
XANA
ZUGARRAMURDI

CUENTOS DE ESCOCIA TRASGU

74

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