Cruzadas
Cruzadas
Cruzadas
Tuvieron lugar a lo largo de casi dos siglos (entre 1096 y 1291) y su finalidad
era recuperar el control político y religioso de la llamada “Tierra
Santa” (Jerusalén y alrededores), que estaba gobernada por autoridades
musulmanas.
Contexto histórico
Antecedentes de las cruzadas
A mediados del siglo XI, los turcos selyúcidas que profesaban el Islam suní se
expandieron por Medio Oriente. Conquistaron Bagdad y extendieron su dominio
hacia el Oeste. El Imperio bizantino, que conservaba la fe cristiana, estaba
perdiendo territorios en Europa y Asia, y el emperador Romano IV decidió
enfrentar a los turcos selyúcidas que amenazaban su predominio en Anatolia
(actual Turquía).
También conocidos como “Santos Lugares”, estos sitios estaban desde el siglo
VII bajo el dominio político de regímenes islámicos y eran el destino de
peregrinos cristianos provenientes de Europa. Pero la conquista de los turcos
selyúcidas y los conflictos que tuvieron lugar en la región a fines del siglo XI
volvieron peligrosa la peregrinación y avivaron el anhelo cristiano de expulsar
de ella a los musulmanes.
Cada uno de estos Estados quedó a cargo de un líder cruzado que ejercía la
autoridad sobre su población cristiana y musulmana. Muchos cruzados que
cumplían sus votos al visitar el Santo Sepulcro retornaban a Europa,
mientras que otros permanecían y se ponían bajo la autoridad de los
gobernantes cristianos.
Estos Estados se organizaron principalmente según un orden feudal: el líder
militar reclamaba territorios por derecho de conquista y repartía tierras y
responsabilidades entre sus seguidores, que le debían fidelidad.
Los cruzados
Muchos individuos veían la ocasión de alistarse y ser perdonados por sus
pecados.
Las primeras Cruzadas convocaron a personas de toda condición social y
de distintos puntos de Europa. Algunos sectores humildes y marginales
participaron en la llamada “Cruzada popular” que no contó con la aprobación
del Papa, pero otros se integraron en las Cruzadas oficiales junto a nobles y
caballeros que iban mejor equipados y entrenados. A partir de la Segunda
Cruzada adquirieron protagonismo algunos reyes en la conducción de estas
expediciones.
Las razones para participar en las Cruzadas eran diversas. La más visible era
el fervor religioso que podían experimentar todos los estratos sociales de la
cristiandad occidental, motivados por la defensa de la Tierra Santa o por la
indulgencia plenaria. Pero también fue importante la ambición política de
algunos nobles que deseaban conquistar territorios y los intereses económicos
de sectores de la baja nobleza o de condición social menos privilegiada que se
beneficiaron de la rapiña, el botín o la obtención de tierras para usufructuar.
Otras cruzadas
Otras guerras y episodios de violencia fueron denominados “Cruzadas”, pero
no formaron parte del esfuerzo católico por recuperar o defender Tierra Santa.
Entre ellos, se destacan los siguientes: