Funciones Sociales Economicas y Politicas - Perez Gomez-1-17
Funciones Sociales Economicas y Politicas - Perez Gomez-1-17
Funciones Sociales Economicas y Politicas - Perez Gomez-1-17
Para cubrir tales deficiencias surgen desde muy pronto y a lo largo de la historia
diferentes formas de especialización en el proceso de educación o socialización
secundaria (tutor, preceptor, academia, escuela catedralicia, escuela laica...), que
han conducido a los sistemas de escolarización obligatoria para toda las capas de
la población en las sociedades industriales contemporáneas. En estas sociedades
la preparación de las nuevas generaciones para su participación en el mundo del
trabajo y en la vida pública requiere la intervención de instancias específicas como
la escuela, cuya peculiar función es atender y canalizar el proceso de socialización.
Por otra parte, la escuela no es la única instancia social que cumple con esta
función reproductora; la familia, los grupos sociales, los medios de comunicación
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J.Gimeno Sacristán, A. I. Pérez Gómez, Comprender y transformar la enseñanza. Décima Edición
EDICIONES MORATA, S.L. (2002)
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son instancias primarias de convivencia e intercambio que ejercen de modo directo
el influjo reproductor de la comunidad social. No obstante, aunque cumple esta
función de forma delegada, la escuela se especializa precisamente en el ejercicio
exclusivo y cada vez más complejo y sutil de dicha función. La escuela, por sus
contenidos, por sus formas y por sus sistemas de organización va induciendo
paulatina pero progresivamente en las alumnas y alumnos las ideas, conocimientos,
representaciones, disposiciones y modos de conducta que requiere la sociedad
adulta. De este modo, contribuye decisivamente a la interiorización de las ideas,
valores y normas de la comunidad, de manera que mediante este proceso de
socialización prolongado, la sociedad industrial pueda sustituir los mecanismos de
control externo de la conducta por disposiciones más o menos asumidas de
autocontrol.
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Las discrepancias entre tales enfoques teóricos surgen cuando se trata de
concretar qué significa la preparación para el mundo del trabajo, cómo se realiza
dicho proceso, qué consecuencias tiene para promover la igualdad de
oportunidades o la movilidad social, o para reproducir y reafirmar las diferencias
sociales de origen de los individuos y grupos. Como veremos a lo largo de este
capítulo, no es fácil definir lo que significa en términos de conocimientos,
disposiciones, destrezas y actitudes, preparar a los alumnos/as para su
incorporación no conflictiva en el mundo del trabajo, especialmente en sociedades
postindustriales, donde emergen diferentes puestos de trabajo autónomos o
asalariados y donde el desarrollo económico requiere cambios acelerados en las
características del mercado de trabajo.
En cualquier caso, cabe ya indicar que la preparación para el mundo del trabajo
requiere el desarrollo en las nuevas generaciones no sólo, ni principalmente de
conocimientos, ideas, destrezas y capacidades formales, sino la formación de
disposiciones, actitudes, intereses y pautas de comportamiento que se adecuen a
las posibilidades y exigencias de los puestos de trabajo y de su forma de
organización en colectivos o instituciones, empresas, administraciones, negocios,
servicios...
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conocimientos, ideas, actitudes y pautas de comportamiento que permitan su
incorporación eficaz al mundo civil, al ámbito de la libertad en el consumo, de la
libertad de elección y participación política, de la libertad y responsabilidad en la
esfera de la vida familiar. Características bien distintas a aquellas que requiere su
incorporación sumisa y disciplinada, para la mayoría, al mundo del trabajo
asalariado.
"Puesto que sólo unos pocos individuos pueden en realidad manifestar sus
singulares pensamientos, valores y capacidad artística, dentro de la
estructura social, la gran mayoría es abandonada a una común y pobre
uniformidad (...). Mientras se crea una poderosa imagen del hombre o la
mujer solitaria haciéndose a sí mismos, las sociedades que se basan en el
individualismo, en realidad proporcionan pocas oportunidades para que la
mayoría de la gente manifieste su individualidad. Es una paradoja
significativa que el individualismo y el conformismo social coexistan como
partes del mismo orden social dentro de las sociedades avanzadas'
(GOODMAN, 1989b, pág. 102).
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las peculiaridades contradictorias del orden existente, no quedando sino la
oportunidad de adaptarse y prepararse para ascender, mediante la participación
competitiva, hasta el máximo de sus posibilidades en la escala abierta para todos
por la "igualdad de oportunidades" que ofrece la escuela común y obligatoria. La
institución educativa socializa preparando al ciudadano/a para aceptar como natural
la arbitrariedad cultural que impone una formación social contingente e histórica
(BOURDIEU y PASSERON, 1977). De este modo, la escuela legitima el orden
existente y se convierte en válvula de escape de las contradicciones y desajustes
sociales. Como veremos a continuación, este proceso de reproducción de la
arbitrariedad cultural implícita en la ideología dominante ni es lineal, ni automático,
ni exento de contradicciones y resistencias, como han puesto de manifiesto los
trabajos de APPLE y GIROUX entre otros.
¿Cómo lleva a cabo la escuela este complejo proceso de socialización?
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primacía de la filosofía idealista y de la psicología cognitiva como bases prioritarias
de la teoría y de la práctica pedagógicas. El influjo creciente de la sociología de la
educación y de la psicología social en el terreno pedagógico ha provocado la
ampliación del foco de análisis, de modo que se comprenda que los procesos de
socialización que tienen lugar en la escuela ocurren también, y preferentemente,
como consecuencia de las prácticas sociales, de las relaciones sociales que se
establecen y desarrollan en dicho grupo social, en tal escenario institucional.
En este sentido, y sin ánimo de ser exhaustivos, puesto que será objeto de análisis
a lo largo de los siguientes capítulos, puede afirmarse que algunos aspectos del
desarrollo del curriculum, que indicamos a continuación, son especialmente
relevantes para entender los mecanismos de socialización que utiliza la escuela:
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1) La selección y organización de los contenidos del curriculum. En concreto,
qué se elige y qué se omite de la cultura pública de la comunidad y quién
tiene el poder de seleccionar o intervenir en su modificación.
2) El modo y el sentido de la organización de las tareas académicas, así como
el grado de participación de los alumnos/as en la configuración de las
formas de trabajo.
3) La ordenación del espacio y del tiempo en el aula y en el centro. La
flexibilidad o rigidez del escenario„ del programa y de la secuencia de
actividades.
4) Las formas y estrategias de valoración de la actividad de los alumnos/as.
Los criterios de valoración, así como la utilización diagnóstica o clasificatoria
de los resultados y la propia participación de los interesados en el proceso
de evaluación.
5) Los mecanismos de distribución de recompensas como recursos de mo-
tivación extrínseca y la forma y grado de provocar la competitividad o
colaboración.
6) Los modos de organizar la participación del alumnado en la formulación,
establecimiento y control de las formas y normas de convivencia e
interacción.
7) El clima de relaciones sociales presidido por la ideología del individualismo y
la competitividad o de la colaboración y solidaridad.
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escolar quieren que los alumnos/as hagan y lo que éstos están dispuestos a
hacer" (FERNÁNDEZ ENGUITA, 1990a, pág.147).
Por tanto, puede afirmarse que en la escueta, como en cualquier institución social
surcada de contradicciones e intereses enfrentados, existen espacios de relativa
autonomía que pueden utilizarse para desequilibrar la evidente tendencia a la
reproducción conservadora del statu quo (PÉREZ GóMEZ, 1979). Así pues, el
proceso de socialización tiene lugar siempre a través de un complicado y activo
movimiento de negociación donde las reacciones y resistencias de profesores/as y
alumnos/as como individuos o
como grupos pueden llegar a provocar el rechazo e ineficacia de las tendencias
reproductoras de la institución escolar.
“Hay en las escuelas (...) mujeres y hombres que tratan de modificar las
instituciones educativas en las que trabajan. Para que esas modificaciones
tengan efecto duradero es menester vincular tales actos con una serie de
análisis de las relaciones entre la escolaridad y la dinámica de clase social,
raza y sexo que organiza nuestra sociedad” (APPLE. 1989, pág. 9).
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Así pues, en las sociedades avanzadas contemporáneas la escuela se enfrenta a
un proceso de socialización con demandas diferenciadas e incluso contradictorias
en la misma esfera del quehacer económico. Empieza a aparecer con fuerza la
quiebra en alguna medida del isomorfismo entre las relaciones sociales en el aula y
las que se producen en el ámbito de la producción. Aquéllas se corresponden en
gran medida con las relaciones que se mantienen en el mundo de la empresa y de
las instituciones burocráticas, pero no con las que emergen en otros ámbitos de la
economía.
Del mismo modo, en la escuela, los procesos de socialización para las diferentes y
en apariencia contradictorias esferas de la vida social deben asumir un cierto grado
de hipocresía y esquizofrenia en correspondencia con las peculiaridades de la
sociedad. Mediante la transmisión ideológica y en especial mediante la
organización de las experiencias académicas y sociales en el aula, el alumno/a
empieza a comprender e interiorizar ideas y conductas que se corresponden con la
aceptación de la disociación del mundo del derecho y del mundo de la realidad
fáctica.
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origen se diluye en el terreno de las declaraciones de principio, pues como bien han
demostrado BERNSTEIN, BAUDELOT y ESTABLET, BOWLES y GINTIS... la
orientación homogenizadora de la escuela no suprime sino que confirma y además
legitima las diferencias sociales, transformándolas en otras de carácter individual.
Distinto grado de dominio en el lenguaje, diferencias en las características
culturales, en las expectativas sociales y en las actitudes y apoyos familiares entre
los grupos y clases sociales, se convierten en la escuela uniforme en barreras y
obstáculos insalvables para aquellos grupos distanciados socialmente de las
exigencias cognitivas, instrumentales y actitudinales que caracterizan la cultura y la
vida académica de la escuela. Las diferencias de origen se consagran como
diferencias de salida, el origen social se transforma en responsabilidad individual.
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trabajan, que identifiquen y desenmascaren el carácter reproductor de los influjos
que la propia institución, así como los contenidos que transmite y las experiencias y
relaciones que organiza, ejerce sobre todos y cada uno de los individuos que en
ella conviven.
De este modo, los inevitables y legítimos influjos que la comunidad, en virtud de sus
exigencias y necesidades económicas, políticas y sociales, ejerce sobre la escuela
y sobre el proceso de socialización sistemática de las nuevas generaciones deben
sufrir la mediación crítica de la utilización del conocimiento. La escuela debe utilizar
a éste para comprender los orígenes de aquellos influjos, sus mecanismos,
intenciones y consecuencias, y ofrecer a debate público y abierto las características
y efectos para el individuo y la sociedad de ese tipo de procesos de reproducción.
La función educativa de la escuela, por tanto, inmersa en la tensión dialéctica entre
reproducción y cambio, ofrece una aportación complicada pero específica: utilizar el
conocimiento, también social e históricamente construido y condicionado, como
herramienta de análisis para comprender más allá de las apariencias superficiales
del statu quo real, asumido como natural por la ideología dominante, el verdadero
sentido de los influjos de socialización y los mecanismos explícitos o larvados que
se utilizan para su interiorización por las nuevas generaciones. De este modo,
explicitando el sentido de los influjos que recibe el individuo en la escuela y en la
sociedad, puede ofrecer a aquélla espacios adecuados de relativa autonomía para
la construcción siempre compleja y condicionada del individuo adulto.
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democrática en la esfera política, pervive la desigualdad y la injusticia. La escuela
no puede anular tal discriminación pero sí paliar sus efectos y desenmascarar el
convencimiento de su carácter inevitable, si se propone una política radical para
compensar las consecuencias individuales de la desigualdad social.
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académico del aula sólo consolidan y reafirman los mecanismos, capacidades,
actitudes y pautas de conducta ya inducidos "espontáneamente" en su ambiente.
Por el contrario, para aquellos grupos sociales, cuya cultura es bien distinta a la
académica del aula, la lógica de la homogeneidad no puede sino consagrar la
discriminación de hecho. Para estos niños/as, el trato de igualdad en el aula supone
de hecho la ratificación de un retraso inmediato y de un fracaso anunciado a medio
plazo ya que poseen códigos de comunicación e intercambio bien diferentes a los
que requiere la escuela, y manifiestan deficiencias bien claras en el lenguaje y en la
lógica del discurso racional, así como en las destrezas y capacidades que requiere
la vida académica y no disponen de apoyo familiar ni en cuanto a las expectativas
sociales y laborales que puede abrirles la escuela, ni en cuanto al clima de
intereses por el mundo de la cultura.
Por otra parte, si se concibe la democracia más como un estilo de vida y una idea
moral, que como una mera forma de gobierno (DEWEY, 1967), donde los
individuos, respetando sus diferentes puntos de vista y proyectos vitales, se
esfuerzan a través del debate y la acción política, de la participación y cooperación
activa, por crear y construir un clima de entendimiento y solidaridad, donde los
conflictos inevitables se ofrezcan abiertamente al debate público, cabe fomentar la
pluralidad de formas de vivir, pensar y sentir, estimular el pluralismo y cultivar la
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originalidad de las diferencias individuales como la expresión más genuina de la
riqueza de la comunidad humana y de la tolerancia social. No obstante, en la
situación actual la división del trabajo y su jerarquización consiguiente en una
sociedad de mercado, provoca la diferente valoración social de los efectos de la
diversidad. No es lo mismo, desde la perspectiva de la consideración social,
dedicarse a actividades manuales que a tareas intelectuales, a la economía que al
arte. Por ello, y como tendremos oportunidad de desarrollar en los siguientes
capítulos, es delicado encontrar el equilibrio óptimo entre el curriculum común y la
estrategia didáctica de la diversidad, dentro de la escuela comprensiva si nos
proponemos evitar en lo posible los efectos individuales de la desigualdad social.
Como es evidente, tanto el mundo de las relaciones sociales que rodean al niño/a
como la esfera de los medios de comunicación que transmiten informaciones,
valores y concepciones ideológicas, cumplen una función más cercana a la
reproducción de la cultura dominante que a la reelaboración crítica y reflexiva de la
misma. Es ingenuo esperar que las organizaciones políticas, sindicales o religiosas,
o el ámbito de la empresa, mercado y propaganda, se encuentren interesados en
ofrecer al futuro ciudadano/a las claves significativas para un debate abierto y
racional, que permita opciones relativamente autónomas sobre cualquier aspecto
de la vida económica, política o social. Sus intereses, más o menos legítimos, se
orientan en otras direcciones más cercanas a la inculcación, persuasión o
seducción del individuo a cualquier precio, que a la reflexión racional y al contraste
crítico de pareceres y propuestas.
Solamente la escuela puede cumplir esta función. Para desarrollar este complejo y
conflictivo objetivo, la escuela comprensiva, apoyándose en la lógica de la
diversidad, debe empezar por diagnosticar las preconcepciones e intereses con que
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los individuos y los grupos de alumnos/as interpretan la realidad y deciden su
práctica. Al mismo tiempo, debe ofrecer el conocimiento público como herramienta
inestimable de análisis para facilitar que cada alumno/a cuestione, contraste y
reconstruya sus preconcepciones vulgares, sus intereses y actitudes
condicionadas, así como las pautas de conducta, inducidas por el marco de sus
intercambios y relaciones sociales. Como afirma BERNSTEIN (1987):
No quiere esto decir en modo alguno que el conocimiento, las actitudes o formas de
actuación reconstruidos por el alumno/a en la escuela se encuentren libres de
condicionamiento y contaminación; son el resultado, también condicionado, de los
nuevos intercambios simbólicos y de las nuevas relaciones sociales. La diferencia
estriba en que el alumno/a ha tenido la oportunidad de conocer los factores e
influjos que condicionan su desarrollo, de contrastar diferentes propuestas y modos
de pensar y hacer, de descentrar y ampliar su limitada esfera de experiencia y
conocimiento y, enriquecido por el contraste y la reflexión, tomar opciones que sabe
provisionales. En definitiva, la escuela, al provocar la reconstrucción de las
preconcepciones vulgares, facilita el proceso de aprendizaje permanente, ayuda al
individuo a comprender que todo conocimiento o conducta se encuentran
condicionados por el contexto y por tanto requieren ser contrastados con
representaciones ajenas, así como con la evolución de sí mismo y del propio
contexto.
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solidaridad, la colaboración, la experimentación compartida, así como a otro tipo de
relaciones con el conocimiento y la cultura que estimulen la búsqueda, el contraste,
la crítica, la iniciativa y la creación.
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