Tanatopolitica
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Tanatopolitica
htm
Abstract
The main line of work is the analysis of dead body in relation to the biopolitical speech or thanatos-political
regarding the administration of life and death by the power. In this sense, some ideas will be rediscovered and
passages from Michael Foucault, Roberto Esposito, Giorgio Agamben and Judith Butler. On the other hand, death is
profound not as biological but as a social death and the different ways to define the living and the dead this social
death generates. This social death will be understood as a product of limited human frames that breakout of man to
numerous individuals for different reasons. These ideas come out in the light to rebuild the destruction of identities
and derealization conducted during the last Argentine dictatorship. From this analysis of the dislocation of identities
and bodies will address the dynamic death-dead, is to say ways to litigate the death with the dead.
Palabras claves
Administración, cuerpo muerto, biopolitica, tanato-politica, violencia política, Argentina, ocultamiento.
Keywords
Administration, death body, biopolitics, tanatho-politics, politic violence, Argentina, concealment.
Introducción
Este artículo se detendrá en el planteo de la biopolítica que ha crecido buscando la
relación cuerpo-política1 para encontrar allí elementos para establecer el papel que
cumplen los cuerpos muertos en un orden social. Desde el planteo de Foucault al de
Esposito el protagonismo de los cuerpos se hace cada vez más presente. La relación
vida-cuerpo es sistemáticamente cuestionada por quienes ven en la supervivencia un
modo de muerte. ¿Cuál es el lugar del cuerpo muerto para la biopolítica? Si los vivos no
logran gozar de derechos ¿qué sentido tiene hacer reclamos para un cuerpo muerto?,
¿Es que tiene derechos? El ejercicio del poder como propiciador o eliminador de la vida
se juega en la biopolítica y permitirá entender más adelante la relación del muerto con el
cuerpo en la desaparición forzada.
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Para comenzar se va a retomar la idea de Dussel3 por la cual la acción política lucha por
la transformación no por la inclusión. La acción política desplegada durante la última
dictadura tenía como sustento base el despliegue de una campaña represiva contra
aquellos opositores al régimen [según la versión oficial ya que un gran número de
víctimas no estaban encuadradas en ninguna organización]. La campaña represiva
puede entenderse como una acción política en estado puro por la cual la transformación
de la población fue llevada hasta los límites más brutales. Donde la transformación no
era solamente entendida como la implantación de una ideología especifica en la
sociedad y un cambio en las ideas de aquellos opositores sino que extendía los límites
más allá de la vida. Aquellos que no fueran considerados recuperables, eran
transformados en zoe y posteriormente, en cuerpos muertos ignorados mediante el
ocultamiento. Así, la transformación asumía su máxima expresión o su expresión más
cruda, desnuda4. Estas muertes, pueden pensarse como un proceso doble el cual
comenzaba en vida con la muerte social entendida como la anulación de la identidad, la
cosificación de la persona, la obliteración de todo derecho para proseguir con una
segunda muerte pero esta vez biológica donde se materializaba la práctica sobre el
cuerpo.
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Dentro de este campo político represivo existía, y es esto sobre lo que se quiere
ahondar, una violencia no solo durante la detención de las victimas sino también una
violencia sobre el cuerpo de las victimas una vez aniquilada su vida. Estos cuerpos eran
más que una representación material de la muerte, eran más que un cadáver (una
cosificación en si misma) sino que eran la evidencia de un crimen por lo que debían
ocluirse y posteriormente, ignorarse. La trasformación final en esta lucha política
implicaba el ocultamiento del asesinato de las víctimas y la des-realización de su historia
convirtiendo a estos cuerpos sin vida en verdades negadas. Esto se lograba a través de
las prácticas de ocultamiento de los cuerpos y por ende, del escamoteo de los mismos.
Esta práctica asumió tres formas distintas: primero, inhumaciones tanto legales en
cementerios como clandestinas en emplazamientos militares u otros descampados;
segundo, cremaciones de cuerpos; y tercero, el arrojamiento a las victimas al mar o rio
práctica comúnmente conocida como “vuelos de la muerte”. Estas prácticas
transformaban a cada individuo particular, pasando de ser una persona con derechos
viviendo en una comunidad política, a un desaparecido con una identidad fatalmente
politizada. Por último y siendo solo en el mejor de casos, se convertían en NN. ¿Por qué
se plantea esto último? por que otras prácticas de ocultamiento ni siquiera dejaban
rastros a nivel burocrático. Aquí se piensa en la cremación de cuerpos en centros de
detención o la inhumación clandestina en predios militares.
A continuación se detallarán ejemplos de estas tres formas que tomo el ocultamiento de
los cuerpos.
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Otros que se investigaron en el último tiempo son Somalia, Indonesia, Sri Lanka y
Bangadesh. En Argentina se llevaron adelante dos investigaciones muy importantes en
relación a fosas comunes: Cementerio Municipal de Avellaneda (Gran Buenos Aires);
Cementerio de San Vicente (Córdoba); Campo San Pedro (Santa Fe) y Arsenal Miguel
de Azcuenaga (Tucumán). A continuación se desarrollará el primer caso al ser la primera
investigación realizada en la Argentina.
Durante octubre de 1986, en el juicio a las juntas un oficial de la dictadura declaro que
Rafael Perrota un periodista que dirigió El cronista Comercial había sido inhumado en el
sector 134 de Avellaneda. Ya que la información que se tenía era tan imprecisa se realizo
una cuadricula de 2 mts x 1 mtr, siguiendo las instrucciones de un trabajador del
cementerio. Pronto se descubrió que el sitio contenía una fosa común por lo que era
necesario exhumar toda el área. Luego de que se planteo este informe a la corte, esta
permitió al EAAF excavar el sector entero. Esta tarea se inicio en 1984. Este sector es un
área rectangular de 12 x 24 m localizado en la parte de atrás del cementerio de
Avellaneda, entre una calle del barrio y una senda en cementerio. Una pared de 2 mts de
altura separa el sector del resto del cementerio. A uno de los costados en encuentra un
pequeño edificio que actuaba como morgue y depósito de cadáveres. Una puerta existe
en la pared que da a la calle para que entren los camiones con cuerpos. Las paredes y
las puertas de metal aíslan al sector de la mirada de los transeúntes. Durante los
primeros tres años de la dictadura los vecinos del área veían entrar camiones y
vehículos policiales de día y de noche. Después de 1982, el sector 134 quedo
abandonado, y pronto se lleno de vegetación. Si bien se conocía que posiblemente allí
se inhumaron cuerpos de las víctimas de la dictadura el lugar no fue investigado hasta
1983, cuando la democracia fue instaurada9.
Uno de los grandes problemas de afrontar esta tarea, no fue solo a nivel metodológico
sino también fue dificultosa la tarea de reunir la información acerca de esta fosa, los
jueces no estaban interesados en reunir la información acerca de la localización de los
cuerpos y sus identidades. Consecuentemente, el EAAF se dedico a realizar esta
reconstrucción histórica la cual no es independiente de la exhumación y análisis de los
restos óseos. Todos los reportes escritos y orales del sector 134 fueron relevados, como
así también los reportes de individuos desaparecidos en los alrededores. Las
exhumaciones en el sector 134 comenzaron en 1988 y concluyeron en 1992, una vez
que el área entera fue excavada. Aunque los datos de los juicios y otras fuentes eran
incompletos, se pudo saber que existían al menos 19 fosas comunes abiertas entre 1976
y 1978. A través de un trabajo arqueológico cuidadoso, se pudo exponer las fosas y
cuidadosamente registrar los hallazgos. Cuando el trabajo concluyo, se pudo obtener
una idea más clara de lo ocurrido en el sector. Los hallazgos fueron los siguientes: 336
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El Pozo de Arana
Múltiples declaraciones de personal de los aparatos represivos, ex detenidos y vecinos
de las áreas lindantes a determinados centros de detención clandestinos atestiguan la
cremación de cuerpos como forma de ocultamiento de los crímenes cometidos en dichas
dependencias de reclusión. Estas denuncias provienen de los CCD Arsenal Miguel de
Azcuénaga en San Miguel de Tucumán, Pozo de Arana en la ciudad de La Plata,
Escuela de Mecánica de la Armada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Base Aérea
de Morón, entre otros. Al momento pudo constarse la práctica de cremación en el
Arsenal Miguel de Azcuenaga y en el Pozo de Arana, hallazgo que será tratado a
continuación.
El Pozo de Arana se encuentra ubicado en calle 137, esquina calle 640 de La Plata,
Provincia de Buenos Aires. Actúo bajo la jurisdicción del área 113 de la subzona 11
operando entre los años 1976 y 1977. Por la ubicación del centro en un paraje
descampado, el mismo parece haber sido utilizado en forma habitual para ejecuciones.
Hay testimonios que señalan el ruido frecuente de disparos, y un liberado que tuvo
ocasión de recorrer el lugar, señaló la presencia de impactos de bala en algunas
paredes. A partir de testimonios ofrecidos por dos ex agentes de Policía de la Provincia
de Buenos Aires es que puede reconstruirse el procedimiento que empleaban para hacer
desaparecer los restos de los detenidos que eran asesinados en el propio campo: "Se
los enterraba en una fosa existente en los fondos del destacamento, siempre de noche.
Allí se colocaban los cuerpos para ser quemados, disimulando el olor característico de la
quema de carne humana, incinerando simultáneamente neumáticos"11. En diciembre de
2008 estos testimonios tuvieron finalmente un correlato material hallándose restos óseos
humanos quemados en el predio del Destacamento policial de Arana.
Estos hallazgos son la prueba material que refuerzan los testimonios de las víctimas y
los testigos. El EAAF trabajó por orden judicial entre el 25 de febrero y el 15 de
setiembre, realizando excavaciones en el fondo del lugar, el patio interno y la unidad
sanitaria. A partir de los testimonios se identificaron 15 lugares probables de
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Las muestras cremadas que se envían a los laboratorios son destruidas para poder ser
procesadas y extraer el ADN necesario para identificar a las víctimas. La destrucción de
la muestra genera dos resultados. Por una lado, la posibilidad de identificar y por el otro,
la imposibilidad de restituir un cuerpo a la familia. Los análisis genéticos pueden
confirmar la presencia de un determinado individuo pero impide la restitución de restos a
la familia. Al destruirse la muestra se destruye el único elemento que fehacientemente
correspondía a ese individuo. Esto genera una situación muy particular en donde los
antropólogos deben enfrentarse a las familias para trasmitir un resultado impedido de
restituir a la persona identificada. Entonces, ¿Qué se hace con la cantidad de restos que
componen estos conjuntos?, ¿deben ser dispuestos de manera conjunta en un
panteón?, ¿debe restituirse una cantidad determinada de fragmentos a cada familia? La
perdida de integridad en los casos de cremaciones es total. No solo se pierde producto
de una conducta de ocultamiento sino que también se pierde cuando se trabaja para
identificar a las víctimas.
Vuelos
Los “vuelos de la muerte” fueron otro de los mecanismos utilizados para realizar la pena
de muerte decidida por los responsables de los detenidos en los centros clandestinos.
Este mecanismo, sin duda el que mayor infraestructura requiere (piénsese en la cantidad
de requisitos necesarios para despachar un vuelo) es también la más eficiente de las
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Según la investigación histórica previa, estos cuerpos habían sido encontrados en las
costas de San Clemente y Santa Teresita entre diciembre de 1977 y febrero de 1978 y
fueron enterrados como NN en ese cementerio municipal. En este grupo logro
identificarse a cinco personas: Angela Auad, Esther Ballestrino, María Eugenia Ponce,
Azucena Villaflor –las tres últimas integrantes de las primeras Madres de Plaza de Mayo-
y a la monja francesa Léonie Duquet. Todas ellas habían sido secuestradas entre el 8 y
10 de diciembre de 1977 por un Grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la
Armada (ESMA) donde fueron vistas hasta el 14 de diciembre de 1977. Las fracturas que
se hallaron en los huesos largos de las víctimas eran compatibles con las que son
habituales observar como producto de una caída de un cuerpo desde cierta altura y su
impacto contra un elemento sólido. Este hecho, que confirma que los NN exhumados
habían sido arrojados al mar desde uno de los "vuelos de la muerte", ya había sido
advertido por los médicos de la policía que realizaron la primera autopsia en 1978.
Es muy difícil establecer cuantas personas fueron víctimas de esta práctica. Se estima
un número de entre 60 a 70 cuerpos que llegaron a la costa argentina y uruguaya
provenientes de los vuelos y no es aventurado pensar que esta última cifra represente a
una porción insignificante del total de víctimas, bastante menos de un 5%. El registro de
quienes, habiendo padecido esta práctica, excepcionalmente aparecieron en la costa, se
integra gracias a las causas por hallazgo labradas por la prefectura (uruguaya o
argentina) o por la policía. En cualquier caso, recién entonces estos casos tienen un
tratamiento burocrático similar al que reciben aquellas personas que, sacadas de centros
clandestinos que no poseen acceso al medio aéreo, son asesinadas en descampados y
abandonados sus cuerpos para que la autoridad jurisdiccional se haga cargo de su
inhumación administrativa. A continuación se detallan brevemente algunos datos de los
principales hallazgos:
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En mayo de 1976 aparecen en Colonia (3), Montevideo (2) y la dársena norte del
puerto de Buenos Aires (6). Varios de estos últimos fueron identificados por
comparación de huellas dactilares, aunque sus cuerpos no pudieron recuperarse
por haber pasado a osario.
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una vez que fueron producidas sus muertes fue el mismo: el control sobre estos cuerpos
prosiguió, no encontró fin ni se detuvo.
No existió algo así como una liberación postmortem de los detenidos a través de su
reinserción en el tejido social devolviéndoles a las familias los cuerpos. Esto no ocurrió y
lo que generó es una estrategia biopolítica para administrarlos y ocultarlos. Sin embargo,
aunque idénticos sean los objetivos y sustrato material de la biopolitica y la tanato-
politica no se puede desconocer que la muerte implica procesos administrativos y
prácticas que le son exclusivas y que al actuar sobre la vida humana en una fase
determinada hace útil y necesario el término tanato-politica para remitir directamente a la
administración política de la muerte.
En su dimensión tanato-politica la muerte anuncia sus múltiples presencias– la vida del
no totalmente muerto, el muerto vivo que no vive totalmente. El cuerpo no tiene
pertenencia ni adscripción; mortal, inmortal, irreal, imaginario, fragmentario. Según
Blanchot16, es una muerte incierta siempre anterior; contractual de un pasado sin
presente, rebosa el todo: fuera de todo, fuera del tiempo. La muerte desaparecida se
inserta en un estadio intersticial donde no puede ser determinada. Que se intuye pero no
hay pruebas fehacientes de que haya ocurrido. Se encuentra fuera del espacio al no
conocerse la ubicación del cuerpo-muerto-desaparecido y se encuentra fuera del tiempo
al desconocerse cuando aconteció. En esta línea argumental, la muerte mantiene una
relación infinita con la vida, aunque fuese del modo más abyecto.
La muerte, para ser muerte, debe cumplir con los mismos requisitos que tiene la vida. En
este sentido debe ser registrada. El registro de la muerte implícitamente alude a su
administración ya que la misma no escapa a la burocracia de los estados. En este
sentido, la tanato-politica implica la administración de los cuerpos semivivos y muertos.
Se utiliza el término cuerpo, porque la tanato-politica que actúa sobre aquellos detenidos
en centros clandestinos o en situaciones de explotación, es aquella que administra el
zoe, vida considerada no humana que se torna objeto17. Se debe pensar en cómo se
administró y se administra el cuerpo-muerto. Si bien esta discusión aparece en primera
instancia como eminentemente burocrática y teórica, tiene importantes consecuencias
para los modos de construcción de la memoria colectiva y, por lo tanto, para el impacto
que dichos modos de memoria podrán tener en el presente y futuro.
Muerte y cuerpo no son opuestos, donde hay muerte existe un cuerpo (negado o no,
ocluido o no) y este último es la representación material del deceso. El cuerpo perdura
aun muerto por que no solo es una realidad biológica sino también un constructo
narrativo, testimonial. El lenguaje es la voz y la memoria de la muerte. Por ende, el
cuerpo muerto no se completa ni fragmenta por si solo sino que necesita a la comunidad
o entorno inmediato para ser. Esta comunidad de pertenencia es presente y por ende,
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se conserva a través del poder y la muerte de aquellos de los cuales el sistema cree
tener que prescindir para volverse inmune a los riesgos y la violencia de aquellos
reducidos a less-than-human. No se puede pensar la vida y la muerte disociándolas del
cuerpo. Este en su continua inestabilidad no es sino el resultado siempre provisional del
conflicto de fuerzas que lo constituyen. El cuerpo no es res extensa, sustancia, materia,
sino el lugar material de ese conflicto y de las condiciones de prevalencia y sujeción,
jerarquía y resistencia, que este va determinando en cada caso.
En el cuerpo lo muerto de alguna manera se aferra a lo vivo y lo retiene en su propia
orbita: la herencia gobierna al mundo, los seres vivos actúan, pero en ellos hablan los
muertos, y los vuelven aquello que son. Lo pasado vive en nosotros como cuerpo y esto
no representa un tipo sino un contratipo. Por ello el desaparecido -el cuerpo
desaparecido- pertenece al mundo del no: ya no más vivo es también y sobre todo, no
muerto, rechazado por la vida y por la muerte, arrojado hacia un abismo que no puede
cerrarse; este es un punto neurálgico para reflexionar sobre la desaparición forzada
desde la tanato-politica. La administración de los cuerpos muertos en orden de
desaparecerlos genera la imposibilidad de saber que ocurrió con la víctima, y abre una
laguna temporal indefinida intrusada en una localización geográfica desconocida. El
poder no solo se ejerce sobre la vida sino sobre la muerte.
La muerte de aquellos que se busca borrar de la historia es la de los que desafiaron el
orden. Sin embargo, es esta violencia la que amenaza definitivamente cualquier orden:
ontológico, social, moral incluso biopolitico. Lo que amenaza al statu quo no es la
pretendida violencia del otro, sino su “afuera”. Lo negativo de esta violencia es que exista
por afuera del derecho puesto que la violencia deriva su ilegitimidad no de su contenido
sino de su ubicación. Basta con desplazarla del afuera al adentro para que no solo cese
su enfrentamiento con la ley sino inclusive termine coincidiendo con ella a través de la
asimilación o el encapsulamiento, que aunque ocluya lo considerado negativo aun lo
retiene y forma parte de sí21.
La violencia no es más que un pasaje interno del derecho y el derecho no es más que un
22
pasaje interno a la violencia: su racionalización . En este sentido, el mal debe
enfrentarse, pero sin alejarlo de sus propios confines. Al contrario, incluyéndolo dentro de
estos. La figura dialéctica que de este modo se bosqueja es la de inclusión excluyente o
23
de una exclusión mediante inclusión . En términos sistémicos se incluye excluyendo, se
une separando, se vincula diferenciando. Es cierto que el sistema social siempre se
refiere a su propio exterior: la subjetividad, la vida, la comunidad; pero justamente
concebido como ambiente. Y, por ende, como otro-del-sistema. No se puede excluir a
aquello que está en el seno de una determinada comunidad pero si neutralizarlo. La
muerte como estrategia biopolitica tiene un límite, el otro no puede ser aniquilado del
todo. De hacerlo el régimen tendría que llegar a su fin. El otro es necesario para justificar
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social y entonces, ausencia de ritos, privación del derecho a la verdad por parte de los
familiares, oclusión del derecho a identidad por parte del muerto, negación de huellas.
Pero también implica, la ausencia que actúa como marca innegable, un recordatorio
constante de la perdida. La ausencia es un espacio temporal y físico desconocido y
pendiente, desde donde se gesta la muerte social del muerto.
El duelo puede ser considerado algo privado, que devuelve a una situación solitaria y
que, en este sentido, despolitiza. Sin embargo, en determinadas circunstancias el duelo
permite elaborar en forma compleja el sentido de una comunidad política, comenzando
por poner en primer plano los lazos que cualquier teoría sobre nuestra dependencia
fundamental y nuestra responsabilidad ética necesita pensar. El duelo enseña la sujeción
a la que somete la relación con los otros en formas que no siempre podemos contar o
explicar. No implica siempre los mismos procesos, no siempre es individual ni siempre es
politizada. Puede serlo o no de acuerdo a determinados contextos morales a los que
aludimos (aunque no son un justificativo) e indudablemente no pueden desconectarse de
los entendimientos éticos.
¿Lo privado despolitizado es antagonista de lo político-publico? ¿Son opuestos? ¿Lo
público no existiría sin lo político y este último es una contradicción frente a lo privado?
El límite entre público-privado y entre aquello que es político y lo que no, es muy débil.
Lo que si se podría decir es que bajo determinados contextos priman algunos aspectos
más que otros. Si se habla de individuos que sufrieron una muerte social, el mismo
hecho de que la muerte se dé en los términos de lo social implica algo que ya es en sí
mismo comunitario, que excede la individualidad de la persona y que se proyecta por
sobre si para alcanzar un ámbito que ya no le es propio sino que es el de todos aquéllos
que hacen por acción u omisión a esa muerte.
La muerte social puede ejemplificarse materialmente en los términos del funcionamiento
de un reflejo múltiple. El individuo es posicionado frente al espejo pero los que reflejan su
muerte son aquellos que están del otro lado. La muerte social nunca es auto inducida
sino que deviene del afuera, son los otros los que pueden privar de derechos
fundamentales, negar, ocluir, desvanecer a un individuo en la obviedad del tejido social.
No existe algo así como un suicidio social donde el individuo es el perpetrador de su
propia muerte social. Ser un muerto social implica un estado público de la muerte, no hay
muerte social si no hay una sociedad que reconozca esa ausencia del entramado y es
así, que nunca escapa a la esfera política. En síntesis, no existe muerte social por fuera
de la comunidad.
No es fácil entender el modo en que se forjan estas comunidades políticas. Uno habla, y
habla para otro, a otro, aun así no hay forma de hacer caer la distinción entre el otro y
uno mismo. Cuando se dice nosotros no se hace más que nombrar el problema. Esta
disposición de un nosotros por afuera del nosotros parece ser una consecuencia de la
vida del cuerpo, de su vulnerabilidad, de su exposición. ¿No hay una forma en la que el
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lugar del cuerpo y el modo como el cuerpo dispone de nosotros abra otro tipo de
aspiración normativa dentro del campo político? Judith Butler28 plantea que, “El cuerpo
supone mortalidad, vulnerabilidad, praxis: la piel y la carne nos exponen a la mirada de
los otros, pero también al contacto y a la violencia, y también son cuerpos los que nos
ponen en peligro de convertirnos en agentes e instrumentos de todo esto. Aunque
luchemos por derechos sobre nuestros propios cuerpos, los cuerpos por los que
luchamos nunca son lo suficientemente nuestros. El cuerpo tiene una dimensión
invariablemente pública. Constituido en la esfera pública como un fenómeno social, mi
cuerpo es y no es mío”.
Entonces, existen aspectos donde aquello que suceda con el cuerpo es una
responsabilidad propia y otra en donde los deseos no entran en cuestión y es en esta
fase donde el cuerpo es ajeno. Si los cuerpos por los que se lucha no son
suficientemente propios, nunca lo son de manera completa, entonces se puede plantear
que la muerte jamás es la muerte de un individuo ya que en su cuerpo muerto o vivo no
solo convergen su individualidad sino la comunidad. Y esto cuanto más si la muerte es
generada por violencia política, por violación a los derechos fundamentales.
En estos contextos morir implica la destrucción de la vida biológica para ordenar
(reorganizar) el cuerpo social y en esta muerte biológica individual de aquél que primero
hubiera sido muerto social, es que se generan imágenes y mensajes agentes sobre la
comunidad. No es una mera muerte social primero y biológica después sino que es el
intento de instrumentar una determinada re-organización nacional a partir de la
generación en la sociedad de brechas y rupturas de lazos sociales. La muerte, al igual
que el cuerpo, es socialmente construida, debe serlo para poder ser reconocida y
elaborada. La muerte no es un fenómeno que finaliza en la individualidad, menos aun en
contextos de violencia política, sino que es un intento de aniquilar todo aquello que esa
persona representa y por lo tanto, la generación de un mensaje agente para aquellos
similares a éste.
Entonces, existen marcos culturales para pensar las pérdidas y distinguir entre aquellas
que podemos reconocer como tales y aquellas que no. En esta línea Judith Butler29
pregunta: “Después de todo, si alguien desaparece, y esa persona no es nadie,
¿entonces qué y dónde desaparece, y cómo puede tener lugar el duelo?”. Para que
existan pérdidas que no son pérdidas debe estar actuando una concepción restrictiva de
lo humano que permite dicha exclusión. Las vidas excluidas entran en el ámbito de lo
irreal, si una vida no es visible a la sociedad entonces puede no haber ocurrido, esta
desrealizada y esto implica deshumanización y omisión. Administrar una población no
solo entonces es un proceso por el cual un poder regulatorio produce un conjunto de
sujetos; también constituye un proceso de des-subjetivación, con consecuencias
políticas y legales. Se debe pensar en la lucha por el reconocimiento en el sentido
hegeliano lo que requiere que cada una de las partes involucradas en el intercambio
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reconozca no solo que la otra necesita y merece reconocimiento, sino también que cada
una, en un sentido diferente, se sienta obligada por la misma demanda, por la misma
necesidad.
el mundo sobreviviente. Por otra parte, los registros de esa muerte o su no registro
también hablan de su materialidad. En términos físicos o burocráticos los muertos
ocupan un lugar que no es usurpado a los vivos sino que les pertenece por ser ellos sus
predecesores. Si se quiere plantear desde otra óptica, se podría decir que el vivo ocupa
y retoma los lugares que antes habían sido ocupados por los ahora muertos por lo que
existe una existencia pretérita y futura.
No es posible desembarazarse de los muertos, jamás se termina con ellos. Entre el
muerto y la muerte, ¿Son los sobrevivientes el nexo? Se puede plantear que en algún
punto y en determinados contextos los sobrevivientes hacen de puente. Al reconocer y
aceptar la muerte de un allegado conectan lo físico y material de la muerte con sus
aspectos más abstractos. Pero se debe plantear que esto genera un paradigma
paternalista por el cual solo los sobrevivientes tienen la potestad de decidir acerca de los
procesos de la muerte. De ser así, la muerte y el muerto solo existen si se los rememora.
Sin embargo, la conexión entre la muerte y el muerto en algún punto escapa a los
sobrevivientes. Su existencia es una realidad aunque no sea reconocida, buscada, o
rememorada. El muerto se conecta a su muerte aunque no haya nadie que lo recuerde.
La realidad de su propia muerte escapa a su comunidad inmediata o sociedad de
inclusión.
1 Nederman, C. J. (1979) "A Bibliography of Articles in Political Theory, 1974-1978," Political Theory, 7 (4), p. 563-
580.
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2 Mainetti, J.A., Tealdi, J.C. y Andrieu, P.E. (1997) Antibioética. Disponible en: http://www.elabe.bioetica.org/1.html.
Entrada: Abril 2011.
3 Dussel, E. (2006) Filosofía de la cultura y la liberación. D.F.: Universidad Nacional Autonoma De Mexico.
4 Agamben, G. (1998) Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. España: Pre-textos.
5 Mant. A.K. (1987) “Knodledge adquired from post-war exhumations”, en: Boddington, A., Garland, A.N. y Janaway,
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7 Hunter, J. & Cox, M. (2005) Forensic Archeology. Advances in theory and practice. Londres: Routledge.
8 Hunter, J., Roberts, C. & Martin A. (1996) Studies in crime: An Introduction to forensic archeology. Londres:
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9 Bernardi, P. & Fondebrider, L. (2007) “Forensic Archeology and the scientific documentation of Human Rigths
violations: An argentinian example from the early 1980s”, en: Ferllini, R. (ed.) Forensic Archeology and Human
Rigths Violations. Illinois: Charles C. Thomas.
10 Bernardi, P. & Fondebrider, L. (2007) “Forensic Archeology and the scientific documentation of Human Rigths
violations: An argentinian example from the early 1980s”, en: Ferllini, R. (ed.) Forensic Archeology and Human
Rigths Violations. Illinois: Charles C. Thomas.
12 Cordo, A. (2007) “Hallazgos de la represión ilegal en Argentina”, Agencia Periodística del Mercosur, Diciembre
12; Diario Uno (2008) “Encontraron restos óseos cremados en el Pozo de Arana”, Diciembre 9.
13 En una entrevista a Adolfo Scilingo este comenta que, “Los vuelos fueron comunicados oficialmente por Mendía
(vicealmirante de la Armada) pocos días después del golpe militar de marzo de 1976. Se informó que el procedimiento para
el manejo de los subversivos en la Armada sería sin uniforme y usando zapatillas, jeans y remeras. Explicó que en la
Armada no se fusilarían subversivos ya que no se quería tener los problemas sufridos por Franco en España y Pinochet en
Chile. Tampoco se "podía ir contra el Papa" pero se consultó a la jerarquía eclesiástica y se adoptó un método que la Iglesia
consideraba cristiano, o sea gente que despega en un vuelo y no llega a destino. Ante las dudas de algunos marinos, se
aclaró que "se tiraría a los subversivos en pleno vuelo". Después de los vuelos, los capellanes nos trataban de consolar
recordando un precepto bíblico que habla de separar la hierba mala del trigal".
14 En 2002 se recuperaron en el Cementerio Municipal de Colonia del Sacramento (ROU) los restos no identificados de 8
personas –todas de sexo masculino- aparecidas en esas costas entre enero y septiembre de 1976. La aparición de
personas víctimas de vuelos en las costas uruguayas tuvo repercusiones iniciales que muestran las difícil que resultaba
imaginar lo sucedido. En abril y mayo de 1976 hubo apariciones masivas en Rocha y Montevideo; el color amarillento que
presentaban, luego de varios días en las aguas, los cuerpos unidos a las fracturas que su caída les produjera llevaron a
pensar a las autoridades uruguayas que las víctimas eran de ascendencia oriental y provenían de homicidios rituales
ocurridos a bordo de buques. De hecho, se llegó a solicitar a la Capitanía del Puerto de Montevideo la nómina de buques
asiáticos que se habían surtido en ese puerto en los días previos a los hallazgos. A medida que estos se hicieron más
frecuentes y advirtiendo que algunas de las víctimas vestían prendas de origen argentino (incluso, uno de los hombres
aparecidos en septiembre en Colonia tenía en su poder una cédula de identidad de la Policía Federal Argentina) el origen
de las víctimas quedó en evidencia.
17 Agamben, G. (1998) Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. España: Pre-textos.
18 Agamben, G. (2003) Remnants of Auschwitz. The witness and the archive. New York: Zone.
21 Butler, J. (2006) Vida Precaria. El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós.
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23 Esposito, R. (2005) Inmunitas. Protección y negación de la vida. Buenos Aires: Amorrortu.
26 Patterson, O. (1982) Slavery and Social death. Cambridge: Harvard University Press.
27 Butler, J. (2000) Antigone´s Claim. New York: Columbia University Press; Birmingham, P. (2006) Hannah Arendt
and Human Rights. Indianapolis: Indiana University Press.
28 Butler, J. (2006) Vida Precaria. El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós.
29 Butler, J. (2006) Vida Precaria. El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós.
31 Ricoeur, P. (2008) Vivo hasta la muerte. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
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