Este documento discute cómo a veces percibimos a Dios como débil en lugar de fuerte. Comienza contando la historia de un hombre que criticó los sermones en la iglesia por no recordarlos, a lo que alguien respondió comparándolo con las comidas que fortalecen el cuerpo aunque no se recuerden. Luego explica que sólo en Dios encontramos el verdadero poder para vivir bien y ayudar a otros. Aunque Jesús nació como un bebé aparentemente débil, en realidad es el fuerte Dios que v
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Este documento discute cómo a veces percibimos a Dios como débil en lugar de fuerte. Comienza contando la historia de un hombre que criticó los sermones en la iglesia por no recordarlos, a lo que alguien respondió comparándolo con las comidas que fortalecen el cuerpo aunque no se recuerden. Luego explica que sólo en Dios encontramos el verdadero poder para vivir bien y ayudar a otros. Aunque Jesús nació como un bebé aparentemente débil, en realidad es el fuerte Dios que v
Este documento discute cómo a veces percibimos a Dios como débil en lugar de fuerte. Comienza contando la historia de un hombre que criticó los sermones en la iglesia por no recordarlos, a lo que alguien respondió comparándolo con las comidas que fortalecen el cuerpo aunque no se recuerden. Luego explica que sólo en Dios encontramos el verdadero poder para vivir bien y ayudar a otros. Aunque Jesús nació como un bebé aparentemente débil, en realidad es el fuerte Dios que v
Este documento discute cómo a veces percibimos a Dios como débil en lugar de fuerte. Comienza contando la historia de un hombre que criticó los sermones en la iglesia por no recordarlos, a lo que alguien respondió comparándolo con las comidas que fortalecen el cuerpo aunque no se recuerden. Luego explica que sólo en Dios encontramos el verdadero poder para vivir bien y ayudar a otros. Aunque Jesús nació como un bebé aparentemente débil, en realidad es el fuerte Dios que v
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Dios fuerte
4/12/2022
Algunos años atrás, se publicó en el periódico de cierta
ciudad la carta de un lector que decía: Señores, no sé por qué la gente asiste a la iglesia. Llevó 30 años de congregarme, y en ese tiempo he oído unos 3000 sermones. Pero por más que lo intente, no recuerdo ninguno de ellos. Así que, me parece que los pastores pierden el tiempo y nos hacen perder el tiempo con sus mensajes. Esa carta lanzó una controversia en la sección de cartas, hasta que un día alguien respondió con la siguiente carta: Llevo 30 años de casado. En ese tiempo mi esposa me ha preparado unas 32.000 comidas. Por más que lo intente, no recuerdo el menú de ninguna de esas comidas. Pero esto sí lo sé. Todas ellas me dieron las fuerzas que necesitaba para vivir y trabajar. Si mi esposa no me hubiera dado esos alimentos, mi cuerpo hoy estaría muerto. De la misma manera, si no asistiera a la iglesia para recibir el alimento espiritual, mi espíritu hoy estaría muerto. ¿Dónde encuentras las fuerzas para vivir? ¿Dónde encuentras el poder para resistir la tentación, para superar los problemas, para vivir en esperanza y para ayudar a los demás? En realidad, sólo podemos encontrar esas fuerzas en Dios, porque Dios es fuerte. Es poderoso. Una de las cosas que Dios usa para fortalecernos es la predicación de su Palabra. Dios siempre obra con poder en el mundo para que él sea exaltado, para que su reino se extienda y para que su pueblo fiel se levante. De hecho, uno de los títulos proféticos de Jesús que fue revelado a través de Isaías es precisamente este: Dios fuerte, o Dios poderoso, o Dios invencible. Isaías 9:6 dice: Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Por medio de Isaías, Dios reveló que vendría a este mundo un Rey perfecto. No sería como los gobernantes humanos corruptos, insensatos y débiles. Más bien, Dios reveló cuatro títulos que describen la realidad de este gran Rey. La semana pasada vimos el primero, Consejero admirable. Ahora veamos el segundo, Dios fuerte. ¡Qué irónico es pensar que ese bebé acostado en el pesebre es el mismo Dios fuerte! ¿Qué hay más indefenso que un bebé? ¡Ni siquiera se alimenta solo! Pero cuando Jesús nació de María, nació el mismo Dios fuerte que se hizo hombre. Sin embargo, muchas veces no reconocemos su poder. Una de las maneras en las que el pecado nos afecta a nosotros como seres humanos es que nos hace ignorar el poder de Dios. El pecado afecta nuestra percepción del mundo. Pensamos que el bien es débil y que el mal es poderoso. Vemos a un criminal con su metralleta y pensamos: ¡Eso sí es poder! Vemos a un predicador con su Biblia y pensamos: ¡Pobre ingenuo, tan indefenso! Y por eso, nos dejamos llevar por el mal, porque pensamos que representa el poder. Y si no nos entregamos al mal, por lo menos nos desanimamos y pensamos que no vale la pena luchar por el bien. Nos creemos víctimas, como ratoncitos que se tienen que esconder entre las paredes para que nadie los vea y les haga daño. A veces, nuestra percepción de la debilidad de Dios también tiene que ver con los cuadros típicos que hemos visto de Jesús. Cuando nuestra fe se basa más en imágenes que en la Palabra de Dios, podemos caer en confusión. Vemos los cuadros de la Navidad y se nos enseña que allí está Dios, acostado en el pesebre. Fácilmente podemos pensar: Si ese bebé es Dios, es muy débil. Me da ternura, pero no me da mucha confianza de que me pueda rescatar. Por eso, buscamos a otros personajes que parecen ser más poderosos. Quizás hayamos visto alguna representación de Jesús en los brazos de su madre, y nos preguntamos: ¿Quién tiene más poder aquí? ¿El bebecito, o su mamá? Ya sé a quién le voy a pedir. Siempre hay que recordar que, aunque los cuadros representan cosas que sucedieron, ningún cuadro es capaz de explicar su significado. El cuadro nos muestra a Jesús como bebé, pero no nos explica quién es en realidad. No nos muestra la gloria que él tenía en el cielo con su Padre, en el Espíritu Santo, antes de dejarlo todo y convertirse en hombre. Si sólo nos basamos en el cuadro, nos quedamos con la idea equivocada de un Dios débil. Por eso necesitamos siempre la Palabra. Hace algunos meses, mi madre contrató a un hombre para cambiar los pisos de su casa. Fui a visitarla para ayudarle con el proceso de preparación. Tuvimos que empacar casi todo lo que tenía en la casa, pero el hombre le dijo que no teníamos que mover los muebles. Él se encargaría de eso. Llegó el día, y el hombre se apareció tempranito por la mañana para comenzar a trabajar. Era un poco más bajo de estatura que yo y muy amable. Mientras él le rascaba las orejas al perrito de mi madre, yo me preguntaba dónde estaría su ayudante para mover los muebles pesados. Me ofrecí para ayudarle a moverlos, pero él me dijo que no era necesario. Me pregunté si los muebles saldrían raspados o quebrados si él los movía solo. Cuando comenzó a trabajar, sacó sus correas y trapos y carretillas. Sin ayuda, movió todos los muebles de la casa sin dejar ni un solo rasguño. Él tenía una capacidad que no me imaginaba. Lo había subestimado. Esto es lo que hacemos con Dios, cuando nos lo imaginamos solamente como un bebé tierno y débil. Jesús nació como un bebé, así como hemos nacido todos nosotros. Pero él es mucho más que un simple bebé. Él es Dios fuerte, Dios poderoso, Dios invencible. Dios fuerte no es sólo un nombre que le pusieron. Él realmente es Dios. En Isaías 10:21, un capítulo después del verso que hemos leído, el profeta declara: un remanente de Jacob volverá al Dios Poderoso. Aquí se usa exactamente la misma frase que se había aplicado antes a Jesús como un título de Dios. Quienes dicen que Jesús no es Dios, que simplemente lo llamaron así, ignoran lo que claramente dice la Biblia. En esto vemos el gran misterio de la Trinidad. Dios, en su esencia y ser, es espíritu. Como Dios, no tiene un cuerpo. No es material. Es invisible, pero está en todas partes. Además de esto, Dios siempre ha existido en tres personas. ¿Cómo puede ser que un Dios exista en tres personas? La respuesta más sencilla es que Dios no es como nosotros. Cada uno de nosotros es un ser y una persona, pero Dios es un ser en tres personas. Hace dos mil años, una de esas personas – Dios el Hijo – dejó la gloria del cielo y entró en el vientre de una mujer. Se convirtió en hombre. Sin dejar de ser Dios, se hizo hombre y nació como un bebé. Es lo que celebramos en la Navidad. Es la llegada de Dios a este mundo en la forma de una criatura. Ese bebé se llama Jesús. Es el Dios hombre. Es el Dios fuerte, poderoso, invencible, que vino para luchar por su pueblo y conquistar a sus enemigos. Frente al error que cometemos en pensar que el mal es más poderoso que el bien, o que Dios realmente es un debilucho, la Biblia nos dice la realidad. El bebé que nació en Belén hace dos mil años es el Dios fuerte que nos vino a rescatar. Piensa en cómo serían las cosas si esto no fuera cierto. Si Dios fuera poderoso pero malvado, solamente nos esperaría la destrucción. Seríamos como ratones entre las patas del gato, juguetes que sólo sirven para un rato de diversión antes de morir. Pero Dios no es así. Dios es bueno. ¿Cómo serían las cosas si Dios fuera bueno, pero impotente? Así lo ven muchos. Dios es como un abuelito allá en el cielo, tan bueno, pero sin muchas fuerzas. Pero Dios no es así. Dios es fuerte. Es poderoso. Él puede salvar, y también va a destruir a sus enemigos. ¿Cómo serían las cosas si Jesús no fuera Dios? Si fuera un simple hombre, con las mismas debilidades que tenemos todos nosotros, quizás podríamos respetarlo, pero jamás encomendarnos a él. No nos podría salvar de nuestro pecado. No nos podría liberar de Satanás. No sería digno de reinar sobre todo el mundo. La gran noticia de la Navidad es que el niño que nació en el pesebre es nuestro Dios fuerte. Él puede salvar. Él ofrece el perdón de los pecados a todos los que se entregan a él. Él puede transformar nuestras vidas. Él responde a la oración. Él puede sanar nuestro corazón. Él volverá para reinar. Hace años, un misionero llegó a un nuevo lugar de servicio. Le asignaron un vehículo no muy nuevo que no arrancaba sin ser empujado. Muy pronto buscó la manera de lidiar con su carro problemático. Cuando salía de la casa, les pedía a los estudiantes de un colegio cercano que empujaran el carro para arrancarlo. Cuando llegaba a algún lugar, siempre se estacionaba sobre una colina o dejaba el motor encendido para no tener que arrancarlo. Durante dos años, así vivió hasta que un día, él y su familia tuvieron que dejar su lugar de servicio. Un nuevo misionero llegó para tomar su lugar. Le comenzó a explicar al nuevo misionero todos los detalles del carro, cuando el hombre lo interrumpió. Creo que el problema que tiene este carro es que este cable está suelto. Ajustó el cable, se metió a la cabina del carro, y el motor prendió al instante. Durante todo ese tiempo, el poder para encenderlo había estado presente. Sólo faltaba la conexión. Del mismo modo, el poder de Dios está presente en Jesús para perdonar y para restaurarnos. Sólo tenemos que hacer una conexión con él. ¿Cómo la hacemos? La hacemos por medio de la fe. La primera conexión que tenemos que hacer con Dios, la más importante, es la conexión de la salvación. Hacemos esta conexión cuando reconocemos que necesitamos que Jesús nos salve. Tenemos que entender que hemos pecado, que somos culpables ante Dios y que sólo el sacrificio de Jesús en la cruz puede quitar la culpa de nuestro pecado. Entonces, nos arrepentimos del pecado y nos entregamos a Jesús por fe. Confiamos en lo que él hizo por nosotros y decidimos seguirle. Si no has hecho esa conexión con Dios, puedes hacerla hoy. Te invito a acercarte al final del culto para que podamos hablar sobre esto. Pero si ya has hecho esa conexión con Dios, no dejes de confiar en que su poder también se puede manifestar en tu vida diaria. Él responde a la oración. Pero tenemos que orar con fe y paciencia. Dios no contesta las oraciones que no se hacen. Él ya está obrando a tu alrededor. ¿Estás atento a lo que Dios está haciendo para unirte a él en sus proyectos? ¿Te estás alineando con sus fuerzas? ¿O andas por allí haciendo lo tuyo, luchando con todas tus fuerzas y dejando a un lado el poder de Dios? Aún peor, ¿te opones al poder de Dios? Esa es la mejor manera de salir perdiendo. En la Navidad, nació Jesús, el Dios fuerte y poderoso que un día vendrá de nuevo a este mundo. ¿Estás viviendo en conexión con su poder?