Microbioma Intestinal - Mem

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RCO

REGENERACIÓN CELULAR DEL ORGANISMO

PILAR 4: RECONSTITUCIÓN DE LA MICROBIOTA: El microbioma intestinal

MICROBIOMA INTESTINAL: RECONOCERLO Y MANTENERLO ORDENADO

Si gozas de buena salud y eres diligente respecto a la higiene, tendrás un


rebaño de un billón de bacterias pastando en las llanuras de tu cuerpo, unas 100.000
por cada centímetro cuadrado de piel. Están ahí para reciclar los 10.000 millones de
escamas de piel de las que te desprendes cada día, más todos los sabrosos aceites y
los minerales que afloran de poros y fisuras. Y ésas son sólo las que viven en la piel;
hay billones más alojadas en el intestino y en los conductos nasales, aferradas a tu
cabello, nadando por la superficie de tus ojos, operando sobre el esmalte de dientes
y muelas. El sistema digestivo alberga más de 100 billones de microbios de muchas
especies. Como los humanos somos listos para fabricar antibióticos y desinfectantes,
es fácil creernos qué las hemos arrinconado. No lo creas. Este es su planeta, y estamos
en el sólo porque ellas nos permiten estar. Lo dice Bill Bryson en su libro “Una breve
historia de casi todo”.

Actualmente la medicina está tomando conocimiento de varios hechos


revolucionarios: los contaminantes ambientales, los disruptores endocrinos (químicos
que alteran la función hormonal), los telómeros (mecanismos del envejecimiento), la
epigenética (el ambiente modulando la expresión genética) ... Pero la gran revolución
viene de la mano de la comprensión del micro bioma humano, a partir de la
publicación en 2012 por parte del Instituto Nacional de Salud de EEUU, del primer
mapa genético del cuerpo, gracias a la tecnología de los secuenciadores de genes.
Allí la ciencia comprendió que somos más bacterias que células (10 a 1) y que tenemos
más genes bacterianos que propios (150 a 1). El impacto de este nuevo conocimiento
es la consideración del papel fundamental de la mal llamada “flora” digestiva en la
salud. Antes de esta novedad, se llamaba “flora” a las bacterias intestinales,
asociándolas a vida vegetal. Ahora se habla de micro bioma o micro biota, y a su
desequilibrio se lo conoce como disbiosis o disbacteriosis. Este desorden aparece
implicado (directa o indirectamente) en todas las patologías que se investigan bajo
esta óptica: enfermedades autoinmunes, digestivas, cardiovasculares, hormonales,
sobrepeso, diabetes e incluso la enfermedad de Parkinson y los trastornos
psiquiátricos. Por ello es tan importante conocer más sobre nuestro bioma, para
tratarlo correctamente, evitando y corrigiendo sus consecuencias.

Existen colonias bacterianas en el intestino delgado, el estómago, la boca, las


cavidades nasales, la piel, el sistema genitourinario, el tracto respiratorio... y sobre
todo en el colon, donde se comprueba la presencia de trillones de microorganismos
de 33.627 especies diferentes (bacterias, arqueas, levaduras, hongos y virus). Esta
población, interactiva y dinámica, pesa cerca de dos kilos y a todos los efectos debe
ser considerado un órgano más (por comparación, veamos que el hígado no llega a
ese peso y el cerebro no llega a 1,5 kg).Ahora comenzamos a comprender que se
trata de un ejército de microorganismos (unos 100 millones de millones, o sea 14
ceros) que principalmente pueblan el colon (el último tramo del intestino, justo antes
del recto), y que día y noche digieren, protegen y limpian, impidiendo que micro
organismos dañinos se desarrollen e invadan la zona. Estos soldados controlan tu
apetito, tu digestión, tu comportamiento e incluso tu salud mental. Nuestros cuerpos
son un complejo ecosistema en el que las células representan un insignificante 10%
de la población. Este microbiota, compuesta por bacterias, virus, hongos y protozoos,
tiene una relación con nosotros de beneficio mutuo: les damos alojamiento y
alimento y estos seres microscópicos realizan un sinfín de tareas beneficiosas para
nuestra salud. Esta diversidad de vida (cada persona tiene su propia flora intestinal,
tan individual como su huella dactilar) cohabita y coopera, tal como ocurre en los
jardines. Cuidar el propio jardín es responsabilidad de cada persona: resembrarlo con
frecuencia, eliminar las malas hierbas, abonarlo, cuidarlo diariamente… o bien
abandonarlo, como seguramente hemos hecho en los últimos años. Por esto último,
lo que era un bonito jardín, rápidamente se ha convertido en un horrible baldío y en
un nauseabundo vertedero (putrefacción intestinal, moco colónico), refugio de
especies nocivas (hongos, patógenos, virus) que provocan enfermedades. Pueden
identificarse miles de especies de bacterias en este mundo interior cuya importancia
hemos subestimado durante mucho tiempo. Sus genes, contienen una información
capaz de movilizar operaciones bioquímicas de todo tipo.

Si cada uno de nosotros existe gracias a los 23.000 genes heredados del óvulo
y el espermatozoide, somos además portadores de una fábrica bioquímica
increíblemente más rica. El metagenoma, que es el nombre que recibe el conjunto de
genes de las bacterias que viven en nosotros, es infinitamente más rico que nuestro
propio genoma. Amplios estudios, como el Meto HIT o el Human Microbiome Project,
han permitido contabilizar más de tres millones de genes en el cuerpo.

Obviamente la alimentación es el principal condicionante del ecosistema. Pero


hay otros factores que afectan la composición de las poblaciones bacterianas que
viven en el tubo digestivo: el tipo de parto que tuvimos (vaginal o cesárea), el entorno
bacteriano en que vivimos, la lactancia, la contaminación ambiental y el estrés. Los
científicos concuerdan en que la vida urbana moderna, la alimentación industrializada,
el uso de antibióticos e inclusive las cesáreas innecesarias, han contribuido a un
empobrecimiento de la comunidad microbiana, y esto está vinculado a ciertas
dolencias, como la enfermedad celíaca, el asma o la obesidad.
¿Y para qué sirven las poblaciones bacterianas que viven en nosotros? Nuestra
microbiota interviene en numerosas funciones. Las bacterias intestinales ayudan a
digerir los alimentos, y los subproductos de las bacterias son a su vez útiles nutrientes.
Alrededor del 75% de la vitamina K es producida en tos intestinos por las bacterias.
Además, producen vitaminas esenciales (B12) y ayudan a absorber vitaminas que
provienen de los alimentos. Un ejemplo de esta interacción lo vemos en animales
como las vacas, que no se alimentan de las pasturas que ingieren. Las utilizan para
alimentar microbios que viven en su organismo. Lo que en realidad constituye su
comida son los subproductos del metabolismo de los microbios. Y nosotros, los seres
humanos, también hemos establecido vínculos similares con nuestros colonizadores.
Por ejemplo, no poseemos todas las enzimas necesarias para digerir vegetales, así
que necesitamos la ayuda de los microbios que viven en nuestro aparato digestivo
para procesarlos. Cuando fermentan estos vegetales en nuestro intestino grueso,
generan ácidos grasos de cadena corta, una fuente de energía fundamental para las
células humanas. Y también nos proveen vitaminas esenciales para la vida, que no
podríamos obtener de otra forma.

EL MICROBIOMA ES UN ORGANO

Las bacterias que habitan en nuestro interior tienen un papel tan relevante,
que ya se lo considera como un nuevo órgano esencial, no sólo relacionado con la
salud física, sino también mental. Y es que hay millones de neuronas en el intestino
(nuestro “segundo cerebro”) y millones más en el cerebro; ambas redes se comunican
entre sí (a través del nervio vago) e influyen en las emociones. Esta comunicación y la
química del ambiente (neurotransmisores, hormonas) esta mediada por las bacterias.
Una mala composición, o desequilibrio, de las bacterias del intestino, puede
causar gran cantidad de síntomas y enfermedades, como sobrepeso y obesidad (con
sus consiguientes complicaciones inflamatorias como diabetes, inflamaciones, fatiga
y problemas de sueño), problemas digestivos (como diarrea, estreñimiento,
hinchazón abdominal, flatulencias), trastornos de la piel (como eccema o psoriasis),
problemas relacionados con el equilibrio nervioso y emocional (como estrés o
depresión), enfermedades infecciosas (como gripe, resfriados, gastroenteritis),
algunos tipos de cáncer (como el de colon, mama o próstata) y un largo etcétera.

Cuando el micro bioma intestinal se encuentra balanceado, su función general


refleja un mayor nivel de energía, porque en términos generales, se encuentra más
saludable. Cuando el micro bioma carece de bacterias sanas, uno se siente físicamente
agotado y eso afecta su rendimiento.

La comunidad científica está revolucionada con cada nuevo descubrimiento


ligado a la importancia de la flora intestinal en la salud. Por ejemplo, recientemente
un estudio ha demostrado cómo la alteración en la flora intestinal se relaciona
directamente con el desarrollo de la esclerosis múltiple. Los investigadores han
comprendido que la alteración en la barrera intestinal desencadena el proceso
inflamatorio que afectará al sistema nervioso y provocará el daño neurológico.

En 2013 Ted Dinan, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Cork


(Irlanda), introdujo un nuevo concepto: los psicobióticos. Son bacterias que, cuando
se ingieren en cantidades adecuadas, mejoran la salud mental. Se ha demostrado que
algunas bacterias intestinales de los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium
segregan o modulan sustancias neurotransmisoras como GABA, acetilcolina o
serotonina, implicadas en la regulación de muchos procesos fisiológicos y
neurológicos, cuya disfunción se relacionó con ansiedad o depresión. El consumo de
ciertas bacterias se asocia con una disminución del estrés y una mejora de la memoria.
Científicos de la Universidad de Boston descubrieron una bacteria intestinal que se
desarrolla con el GABA como nutriente. El ácido aminobutirico (GABA) es un
neurotransmisor que reduce la excitabilidad neuronal a lo largo del sistema nervioso
y regula el tono muscular. La molécula GABA es crucial para mantener la serenidad
en nuestro cerebro y esto permite comprender por qué la microbiota intestinal puede
afectar nuestro humor.

Investigadores del Instituto de Tecnología de California (EEUU) han


descubierto que el origen del Parkinson puede estar en el intestino, lo que explica
que estos pacientes, años antes de sufrir los primeros síntomas, tienen problemas
digestivos. Los investigadores explicaron que las enfermedades neuro degenerativas
podrían tener su origen en el intestino, y ello está relacionado con el enlentecimiento
del tránsito intestinal, algo que afecta la composición de la microbiota de la persona.
También se ha descubierto hace poco la conexión entre la flora intestinal
desequilibrada y la diabetes gestacional, y del mismo modo un reciente estudio
vincula una buena, variada y equilibrada flora intestinal con una mayor longevidad.

Las vaginitis femeninas son otro ejemplo de interacción bacteriana. Todas las
mujeres tienen patógenos que son habitantes naturales de la vagina, pero en
concentraciones muy bajas. Junto a ellas, como parte de ese ecosistema microbiano,
viven muchos lactobacilos, bacterias del ácido láctico que modifican el pH evitando
la colonización por potenciales patógenos y mantienen el entorno saludable. Sin
embargo, si por algún cambio hormonal durante el ciclo menstrual, por efectos de un
tratamiento anticonceptivo, por el contacto con el preservativo o con productos de
higiene íntima, cambia el nivel de acidez en ese hábitat, los patógenos pasarán a
dominar.
Los científicos ahora comprenden que las bacterias vaginales de la madre
cumplen una segunda función, tan vital como la primera, pero esta vez para sus hijos.
La microbiota vaginal constituye el primer inóculo bacteriano que recibe el bebé al
pasar por el canal del parto, fundamental para un desarrollo apropiado del sistema
inmune. Esta primera exposición, podría tener consecuencias a largo plazo, como
sugieren muchos estudios que asocian parto por cesárea con riesgo de enfermedades
inmunes.

La gran diferencia entre los niños nacidos de parto vaginal y por cesárea, son
sus bacterias. Los primeros se bañan literalmente en la flora vaginal de su madre. Los
colonizadores bacterianos iniciales son vitales para los sistemas digestivo, metabólico
e inmunitario del pequeño. Instalados en el intestino, hacen la mayor parte de la
digestión al bebé. Además de descomponer la leche, las colonias intestinales fabrican
una serie de vitaminas que el cuerpo humano por sí solo no es capaz de generar y
también funcionan como entrenadoras del sistema inmunitario. A su vez se sabe que
un 21% de la leche materna no resulta asimilable para el bebé, sino que es sustrato
alimentario para las bifidobacterias que deben proteger al niño. ¡Incluso ahora se
descubre que el calostro de las primeras horas aporta inmunoglobulinas (anticuerpos)
en alta concentración... y más de 700 bacterias distintas para proteger al bebé!!!

El Dr. David Perlmutter, neurólogo y autor de los best sellers “Cerebro de pan”
y “Alimenta tu cerebro”, pone en evidencia las limitaciones del sistema médico: “Toda
mi carrera he estado frustrado por no tener herramientas muy poderosas para lograr
cambios en las personas que tienen problemas neurológicos. Ahora empezamos a
conseguir esas herramientas, y están en el intestino. ¿Quién lo hubiera pensado? En
la escuela de neurología, no estudiamos la composición de las bacterias intestinales
y cómo influyen en el cerebro y la ciencia. Es la verdadera definición de simbiosis:
apoyamos su salud y ellos apoyan nuestra salud, y lo hacemos por medio de los
alimentos que comemos. Ellas son comensales. Compartimos la comida. Las tratamos
bien al consumir alimentos fermentados, que son ricos en bacterias probioticas y
alimentos que contienen fibra prebiótica.
Estos nutrientes mejoran el crecimiento de bacterias buenas. Múltiples
estudios comprueban pérdida de peso, un mejor control del azúcar en la sangre y
menor inflamación. Un estudio reciente muestra cómo los niños con rinitis alérgica y
problemas respiratorios, tienen mejoras sólo con darles fibra para mejorar el
crecimiento de bacterias saludables. Tengo una historia clínica en Alimenta tu cerebro;
de un hombre joven con esclerosis múltiple, que no podía caminar sin dos bastones,
que se sometió a una serie de trasplantes fecales en Europa, y que ahora camina sin
ayuda de ningún tipo. Los médicos lo ven y se quedan con la boca abierta, porque
esto nunca fue siquiera considerado en la escuela de medicina. Si uno prestaba
atención al intestino era porque se baria gastroenterólogo, de lo contrario no había
interés en verlo. Pero resulta que es relevante, seas gastroenterólogo, neurólogo,
psiquiatra, especialista en articulaciones, en la piel o incluso oncólogo. Tenemos que
prestar atención en como nutrir a estas bacterias, si pretendemos mantener a la gente
sana.”

Pero los científicos tienen limitaciones para avanzar en este conocimiento; no


pueden poner cámaras como las que se emplean para estudiar el comportamiento
de animales. Ahora, gracias a las técnicas de secuenciación masiva y a la genómica,
están comenzando a ver el paisaje. Sin embargo, la mayor parte de los estudios sobre
microbiota intestinal se hace a partir de las heces, y es más relevante conocer las
bacterias que están pegadas a las paredes intestinales; pero para conseguirlo es
necesario hacer biopsias y eso complica la tarea.

Además, muchas bacterias viven tiempos muy breves y dependen de


condiciones específicas de ese ambiente interno, lo cual también dificulta su estudio.
Por todo esto, el desconocimiento de los microorganismos que viven en nuestro
interior sigue siendo inmenso. Los científicos saben que miles de especies de
bacterias distintas nos habitan, pero solo somos capaces de cultivar un centenar. Así
que por ahora debemos ser pragmáticos y sobre todo autogestores del orden interno.

Ante todo, debemos tomar consciencia que, sea por falta de información o
descuido, hemos convertido nuestro ámbito intestinal en un baldío, donde hay
suciedad (ensuciamiento alimentario) y desorden (disbiosis). La tierra está
compactada (mucosa intestinal demasiado permeable, moco colónico, candidiasis),
hay malezas (hongos y parásitos instalados), plagas (infecciones y virus), demasiado
sol (inflamación, acidez) y putrefacción (anaerobia).

Lo esencial al comienzo es preparar el terreno. Lo que equivale al


“desmalezado” sería el lavaje intestinal o hidroterapia colónica. Con sesiones que
permiten pasar unos 40 litros de agua por el colon, aseguramos ir despegando y
removiendo la placa mucoide adherida a las paredes del intestino grueso. Sin esta
práctica se hace imposible preparar el terreno y cultivar una flora fermentativa. Luego
hay que comenzar a trabajar la tierra: carpir (sellar la mucosa intestinal demasiado
permeable), sembrar semillas de calidad (probióticos), poner buenos abonos
(prebióticos) y buen riego (alimentos fisiológicos, fermentos), rastrillar (evacuaciones
regulares), proteger del sol quemante (reduciendo la inflamación) y así poder llegar a
tener una tierra viva y fértil (buen peristaltismo intestinal), en la cual conseguir buenos
frutos (buena digestión, evacuaciones fisiológicas).
Información contextualizada por el Instituto Florecer

BIBLIOGRAFÍA – RCO
Fuentes de las investigaciones de procesos y metodologías del
programa.
Alimentación depurativa
Néstor Palmetti
Limpieza hepática y de la vesícula Editorial Antroposófica
Andreas Moritz
Ediciones Obelisco Trofología práctica y trofoterapia
Nicolas Capo
Medicina natural al alcance de todos Los libros de la frontera
Manuel Lazaeta Acharan
Instituto de Estudios de Salud Natural de Chile Alimentación Consiente
Dr. Gabriel Cousens
Intestinos saludables Editorial Antroposófica
Néstor Palmetti
Editorial Kier

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