CS42
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C.S.
DÍA
42.
En un día vendrán sus plagas, muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego;
porque el Señor Dios es fuerte, que la juzgará. Y llorarán y se lamentarán sobre ella los
reyes de la tierra, los cuales han fornicado con ella [...] diciendo: ¡Ay, ay, de aquella
gran ciudad de Babilonia, aquella fuerte ciudad; porque en una hora ha venido su
juicio!” (Apc.18:5-10).
Cuando Dios ponga fin a la maldad de este mundo y libere del cautiverio a su pueblo,
terrible será el despertar de los que lo hayan perdido todo en la gran lucha de la
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vida. Cegados por los engaños de Satanás, los hombres no supieron aprovechar el
tiempo de gracia y vivieron ignorando las cosas de Dios hasta que fue demasiado
tarde.
En aquel día llorarán los ricos que se enorgullecieron de sus riquezas pero que “habían
dejado de dar de comer a los hambrientos, de vestir a los desnudos, de obrar con justicia,
y de amar la misericordia”. “Los impíos están llenos de pesar, no por su indiferencia
pecaminosa para con Dios y sus semejantes, sino porque Dios haya vencido. Lamentan
el resultado obtenido; pero no se arrepienten de su maldad”.
Allí está también el “ministro que sacrificó la verdad para ganar el favor de los
hombres. Discierne ahora el carácter e influencia de sus enseñanzas”. Con tristeza
recuerda el lamento divino en el libro de Ezequiel: “Habéis entristecido el corazón del
justo con vuestras mentiras… habéis robustecido las manos del inicuo, para que no se
vuelva de su mal camino, a fin de que tenga vida” (Ez.13:22).
Los pastores y el pueblo ven que no sostuvieron la debida relación con Dios, que se
rebelaron contra el Autor de toda ley justa y recta. “Ningún lenguaje – dice Elena
White – puede expresar la vehemencia con que los desobedientes y desleales desean lo
que perdieron para siempre: la vida eterna”. Los hombres se acusan unos a otros, pero
todos concuerdan en señalar a los pastores con la más amarga condenación.
El gran conflicto ha seguido su curso durante seis mil años. Jesús y los ángeles hicieron
todo lo posible por luchar contra el poder del maligno y para salvar a los hombres. “Ahora
todos han tomado su resolución; los impíos se han unido enteramente a Satanás en su
guerra contra Dios. Ha llegado el momento en que Dios ha de vindicar la autoridad de
su ley pisoteada. Ahora el conflicto no se desarrolla tan solo contra Satanás, sino
también contra los hombres”.
El profeta Isaías señala este tiempo cuando escribe: “Jehová sale de su lugar para
castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus
homicidios, y no encubrirá más sus muertos” (Is.26:21). La desolación es enorme. Tal
y como anuncia el texto bíblico, la ira de Dios cae sobre la tierra sin mezcla de
misericordia y los “sacerdotes, gobernantes y el pueblo en general, ricos y pobres,
grandes y pequeños” son borrados de la superficie de la tierra. El profeta Jeremías
describe esta escena con las siguientes palabras: “Y los muertos por Jehová en aquel día
estarán tendidos por toda la tierra; no serán llorados, ni recogidos, ni enterrados”
(Jer.25:33).
Los impíos son exterminados. La tierra queda vacía durante 100o años
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Cristo viene y ante el resplandor de su gloria, los impíos son consumidos. Los textos
anuncian que la tierra quedará absolutamente vacía. Así lo declara Isaías: “He aquí
que Jehová vaciará la tierra, y la dejará desierta, y cual vaso, la volverá boca abajo, y
dispersará sus habitantes” (Is.24:1). Y este otro pasaje: “La tierra será enteramente
vaciada y completamente saqueada; porque Jehová ha hablado esta palabra” (Is.24:3).
Cristo ha cumplido su promesa y ha arrebatado a los justos por lo que toda la tierra
tiene un aspecto desolado. Elena White afirma: “Las ruinas de las ciudades y aldeas
destruidas por el terremoto, los árboles desarraigados, las rocas escabrosas arrojadas
por el mar o arrancadas de la misma tierra, están esparcidas por la superficie de esta,
al paso que grandes cuevas señalan el sitio donde las montañas fueron rasgadas desde
sus cimientos”.
Hasta los malos se encuentran ahora fuera del poder de Satanás; y queda solo con sus
perversos ángeles para darse cuenta de los efectos de la maldición originada por el
pecado. Este es el lenguaje que encontramos en este capítulo: “Durante mil años,
Satanás andará errante de un lado para otro en la tierra desolada, considerando los
resultados de su rebelión contra la ley de Dios. Todo este tiempo, padece intensamente.
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Desde su caída, su vida de actividad continua sofocó en él la reflexión; pero ahora,
despojado de su poder, no puede menos que contemplar el papel que desempeñó desde
que se rebeló por primera vez contra el gobierno del cielo, mientras que, tembloroso y
aterrorizado, espera el terrible porvenir en que habrá de expiar todo el mal que ha hecho
y ser castigado por los pecados que ha hecho cometer”.
Para los redimidos, el cautiverio en que se verá Satanás será motivo de contento y alegría.
A ellos se les ha dado el juicio de los impíos. Así lo describe Pablo cuando escribe: “No
juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor; el cual sacará a luz las obras
encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones” (1ª
Cor.4:5). Daniel declaró que “se dio el juicio a los santos del Altísimo” (Dn.7:22).
Juan, por su parte, escribió: “Vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio…
Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apc.20:4, 6). Durante
los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda, los justos
verificarán el juicio de los impíos. También Satanás y los ángeles malos son juzgados
por Cristo y su pueblo. San Pablo dice: “¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?”
(1ª Cor.6:3).
“Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán
resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución del ‘juicio decretado’. Así el
escritor del Apocalipsis, después de haber descrito la resurrección de los justos, dice:
“Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que sean cumplidos mil años” (Apc.20:5).
E Isaías declara, con respecto a los impíos: ‘Serán juntados como se juntan los presos
en el calabozo, y estarán encerrados en la cárcel; y después de muchos días serán
sacados al suplicio” (Is.24:22).
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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