Litio - TrianguloLitio

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CLACSO

Chapter Title: Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”


Chapter Author(s): Bruno Fornillo and Martina Gamba

Book Title: Litio en Sudamérica


Book Subtitle: Geopolítica, energía y territorios
Book Author(s): Melisa Argento, Martina Gamba, Martín Kazimierski, Florencia Puente,
Gustavo Romeo, Elaine Santos, Ariel Slipak, Santiago Urrutia and Julián Zicari
Book Editor(s): Bruno Fornillo
Published by: CLACSO

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctvtxw25t.8

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Sudamérica

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Política, ciencia
y energía en el
“Triángulo del litio”

Bruno Fornillo
Martina Gamba

El litio es el elemento químico central para confeccionar los acu-


muladores que utilizan los dispositivos eléctricos cotidianos, los
vehículos eléctricos que se lanzan al mercado y los reservorios de
electricidad que demanda la generación renovable, es decir, cons-
tituye un basamento del entramado industrial-energético de una
sociedad renovada. En este sentido, se ubica en el corazón de la
transición energética que habrá que encarar a nivel global a causa
del agotamiento físico del combustible fósil y de las peligrosas con-
secuencias ambientales que acarrea su quema: los hidrocarburos
son responsables del 67,3% de las emisiones de CO2 (Bajzelj et al,
2013). El litio se erige, por tanto, como un prisma privilegiado para
dar cuenta de la situación de nuestra región respecto de las alter-
nativas al desarrollo que apunten a desmontar el patrón extracti-
vista para encarar los desafíos que demanda el naciente siglo XXI.
Así, una faceta central de la “cuestión litio” reenvía a la capacidad
para escalar en su cadena de valor, esto es, pensar las dinámicas
gracias a las cuales se logran productos de mayor valor agregado,
especialmente los acumuladores de energía. Este tránsito atañe, en
nuestra región, a una sinergia particular de las esferas de la cien-
cia, la industria y la política.
En este capítulo nos proponemos caracterizar la interrelación que
existe entre las áreas de ciencia e innovación, y las esferas de la
economía y la política que se asocian a la cuestión litífera en el
“Triángulo del litio”. En una primera parte, luego de una breve his-
torización del surgimiento de la problemática litífera en cada país,
describimos la dimensión técnica, científica y de innovación de las

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técnicas de extracción del recurso (del carbonato de litio y de pro-


ductos químicos primarios en general –la obtención de hidróxido
de litio, por caso–). Tras ello, presentamos las oportunidades para
la confección de productos químicos secundarios como materiales
activos para las baterías o de la misma producción de células de
energía. Por último, analizamos las interrelaciones entre la dimen-
sión científica, política y económica de la “cuestión litio”, con el pro-
pósito de vislumbrar hasta qué punto existen políticas integrales y
efectivas para con el recurso.
En cuanto a nuestro marco teórico, partimos de la premisa pre-
sentada por Jorge Sábato y Natalio Botana según la cual es nece-
sario integrar al sistema científico-tecnológico a la trama del de-
sarrollo latinoamericano (Sábato y Botana 2011, Lopez Hurtado
2014). Esta perspectiva, tradicional en las ciencias sociales lati-
noamericanas, postula la existencia de un triángulo que tiene por
vértices el gobierno, la estructura productiva y la infraestructura
científico-tecnológica. Al ser parte de una región subdesarrollada,
corresponde precisamente al gobierno administrar y gestionar las
interacciones dentro del triángulo para lograr un crecimiento inte-
gral de nuestras economías. En otras palabras, se trata de que las
instituciones políticas fomenten el avance del sistema de investiga-
ción en su interacción con la estructura productiva hasta alcanzar
sociedades basadas en el conocimiento, la agregación de valor y la
autonomía económica.
Antes de comenzar, se incluyen una serie de aclaraciones im-
portantes. En primer lugar, al ponderar este tránsito no adopta-
mos una visión ingenua que supone que cada país deba controlar
y tener bajo su mando el conjunto de la cadena de valor litífera.
En segundo lugar, no consideramos que se tenga que encarar la
industrialización desde el trabajo sobre el carbonato o hidróxido
de litio para, desde ahí, ascender paso a paso en la cadena de va-
lor (podría, por ejemplo, comenzase por ensamblar acumuladores
y de ahí descender). En tercer lugar, no desestimamos en lo más
mínimo el crecimiento tecnológico en las etapas ligadas a la extrac-
ción. Aquí, tratamos concretamente los beneficios que puede traer
enfocarse en la tecnología de extracción de la materia prima y los
derivados del litio (hidróxido, litio metálico, etc.), factibles de reali-
zarse en el “Triángulo del litio”, por ejemplo en técnicas que no per-
judiquen el ambiente y que podrían, eventualmente, contar con el
necesario aval de la población local. A su vez, no consideramos que
las baterías sean la única producción a prestarle atención o que
se deban producir baterías para todos los usos (obtener Li6 o Li7

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para la energía nuclear también supone crecer en conocimiento).


En cuarto lugar, no desconocemos la gran asimetría –en recursos,
mercados, know how, innovación, etc. – que existe entre nuestros
países y aquellos que cuentan con tecnología de punta. En todo
caso, sí afirmamos que es preciso contar con una estrategia que
tienda a gestar la mayor cantidad de valor en términos locales, “in-
ternalizar” el excedente, apuntar a poseer el dominio tecnológico
de la mayor cantidad de procesos posibles y diagnosticar nichos
concretos donde asentar la producción. ¿Cómo se originó la proble-
mática litífera en el “Triángulo del litio”? ¿Cuáles son los intentos
para agregar valor al recurso? ¿Qué interrelaciones existen entre
las esferas de la ciencia, la industria y la política de nuestros paí-
ses? ¿Contamos con políticas nacionales de carácter “integral” para
con el recurso –es decir, cuando menos coordinadas en los múlti-
ples actores y proyectadas entre las diferentes escalas y carteras
de gobierno–? ¿Qué luz nos arroja la comparación entre Argentina,
Bolivia y Chile? Estas son algunas de las preguntas que intentamos
responder.
La emergencia histórica del litio como problema en el
“Triángulo del litio”
Las primeras alusiones fuertes al litio se dan en el marco del fin
de la segunda guerra mundial y la importancia que tras ella te-
nía conocer y controlar los recursos naturales, muy especialmente
aquellos ligados a la energía nuclear, que se hallaba en el cen-
tro de la escena global. En la primera mitad del siglo XX, Luciano
Catalano –el primer geólogo en descubrir uranio en la Argentina– se
dedicó a recorrer importantes extensiones de los salares del noroes-
te argentino y catalogar los recursos allí existentes. Ya por 1965
afirmaba: “La defensa nacional debe establecer el monopolio fiscal
productivo (...) [de] todas las fuentes naturales de energía (...) y las
materias primas necesarias a esos fines, tales como lo son los mi-
nerales de uranio, torio, berilio, litio (...), que sabemos que existen
en buena cantidad y calidad en nuestro país” (Catalano, 1965: 9).
Estos descubrimientos quedaron inicialmente bajo la órbita de las
instituciones nacionales del Estado y estuvieron vinculados a la
importancia y el desarrollo de la energía nuclear en el país.
En Chile, apenas tres años antes, la compañía Anaconda bus-
caba agua en el Salar de Atacama pero en cambio encontró una
multiplicidad de compuestos en la baja salmuera, litio entre ellos,
lo cual motivó a que el Instituto de Investigaciones Geológicas del
Ministerio de Minería estudie el Salar (un primer análisis amplio fue
publicado en 1974). Por entonces, la Corporación de Fomento de
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la Producción (CORFO), instancia estatal encargada de incentivar


las políticas de desarrollo, creó el Comité de Sale Mixtas en 1977
para supervisar el desarrollo del mineral y realizó varios estudios
adicionales sobre la fisonomía del Salar de Atacama. Esta atención
se vinculó a la sanción del Decreto Ley 2886 que dictó Pinochet en
1979, declarando al litio recurso estratégico del Estado, parte de
un proceso que había comenzado con la creación de la Comisión
Chilena de Energía Nuclear (CEChN) y estaría marcado por el influ-
jo geopolítico y belicista de la dictadura (Lagos, 2017).
También en los tempranos 60, la Universidad Autónoma Tomás
Frías (UATF) del departamento de Potosí, en Bolivia, llevó adelante
investigaciones sobre los recursos del Salar de Uyuni en conjunto
con la “Academia de Minas de Freiberg”, de Alemania, en parte gra-
cias a profesores visitantes como Manfred Wolf (Entrevista a Claros,
2012). Con todo, la investigación más significativa se concretó du-
rante la dictadura de Banzer. En 1973, la Universidad Mayor de San
Andrés (UMSA) se vinculó con la Recherche Scientifique Technique
Outre (ORSTROM), de Francia, para analizar conjuntamente los re-
cursos minerales de los salares del sur de Bolivia, especialmente
el de Uyuni. El interés económico que ofrecía la zona comenzó a
despertar expectativas y Banzer la declaró reserva fiscal mediante
el Decreto Supremo 11.614, bajo el propósito de comercializar los
recursos no-metálicos, principalmente la sal (Echazú, 2015). La po-
tencialidad de Uyuni incluso llamó la atención de la Administración
Aeronáutica y Espacial de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en
inglés), que en 1976 estableció un convenio con el gobierno para
investigar los recursos de las salinas vía satélite, dándose a co-
nocer indicios de concentración de litio (Nacif, 2012). En suma, el
despertar de la problemática litífera se vinculó estrechamente con
su papel en la energía nuclear, con la potencial comercialización
de los recursos de las salinas, y supuso un primer avance protago-
nizado por un abanico disímil de actores: investigadores pioneros,
gobiernos militares, una empresa casual en búsqueda de agua y
potencias ávidas de conocimiento y recursos.
Ahora bien, en Chile muy tempranamente emerge el interés por
el litio pero ya como una fuente novedosa de acumulación de ener-
gía, componente clave de las baterías del futuro. En ningún otro
país de Sudamérica como allí se estaba tan a tono con las investi-
gaciones de los países centrales respecto a la importancia del litio
en relación a un entramado productivo que lo excedía; es decir,
para pensar el desarrollo en relación con los acumuladores de ener-
gía. Véase lo siguiente, en el lejano año 1983 –hace más de tres

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décadas y cuando las baterías de Ion-litio aún no se habían in-


ventado– Miguel Córdoba advertía en su artículo “Litio: bases para
una estrategia de desarrollo”, publicado en la revista Creces, de la
necesidad de usar al litio como caso testigo para una política que
apunte a crecer en las cadenas de valor de los recursos naturales.
A su vez, postulaba la posibilidad de utilizar el elemento químico
en la realización de baterías, de manera indudablemente pionera
por lo temprano del anuncio (Córdoba, 1983). Esa tónica será com-
partida, ya que la misma posición desplegará Gustavo Lagos (1984)
apenas un año después, y de nuevo sucederá en 1985, cuando el
ingeniero chileno Guillermo Baltra Aedo, que realizaba sus trabajos
en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), dijo que Chile no
podía perder la tercera oportunidad que le brindaba el litio luego de
los sinsabores sufridos con el salitre y el cobre. En sus palabras:
“donde el litio muestra su real perspectiva es en el futuro, princi-
palmente en sus aplicaciones energéticas. La modesta y pequeña
pila que actualmente usa litio, por ejemplo, puede ser expandida
a empleos de más potencia, en baterías secundarias de alto poder
específico muy apropiadas para automóviles (y esto significaría un
crecimiento explosivo de las demanda por litio)” (Baltra, 1985: 2).
Se trataba de investigadores que formaban parte de un mundo aca-
démico pionero y entusiasta, que participaban de primera mano
de la tecnología naciente en los países centrales pero a su vez in-
tervenían sobre la situación chilena, a la que más de uno prestaba
atención con esperanza renovada (no pocos habían migrado allí por
la irónicamente llamada “beca Pinochet”).
Con todo, en Chile no solo despuntó el anuncio académico de una
chance que el país no debía dejar pasar, sino que poseía visos prác-
ticos concretos. La Comisión Chilena de Energía Nuclear y CORFO,
en el año 83 y luego en el 86 con motivo del Primer Simposio Chileno
sobre Litio, sostienen un programa titulado “Investigación de nue-
vos productos y aplicaciones de litio”, que fue financiado hasta
1991. Desde su surgimiento en 1977 el Comité de Sales Mixtas
contrató varios proyectos de investigación vinculados a la “cuestión
litio” en diferentes instituciones locales hasta su disolución a fines
de los años 80 (Lagos, 2017: 105). Se trataba, por tanto, de una
atención que el Estado chileno le brindaba al quehacer con el litio
pero que irá menguando con el paso del tiempo. Por caso, en 1991,
el recientemente creado Fondo de Fomento al Desarrollo Científico
y Tecnológico (FONDEF) rechazó el proyecto “Desarrollo de mate-
riales de litio para uso en baterías”, que agrupaba a seis institucio-
nes que venían analizando la cuestión litífera bajo la dirección de

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los investigadores Guillermo Gonzales y Gustavo Lagos (Entrevista


a Gonzales, 2017). Ciertamente, desde que se creó el FONDEF se
presentaron 8 proyectos vinculados al tema litio, de los cuales solo
uno fue aceptado y otro obtuvo un subsidio, el resto fue rechazado
(Departamento de Ingeniería de Minas, 2002:23). Así, la ebullición
intelectual inicial alimentada por ingenieros muy inclinados a la
aplicación concreta, careció del empuje que se palpaba en sus ini-
cios: “se realizaron dos simposios sobre el litio en los 90 pero el
tema perdió fuerza” (Lagos 2017:105). A la hora de buscar la causa
central de la desatención creciente del Estado debemos remitirnos
al lugar cada vez más significativo cedido a la órbita privada en
la cuestión litífera chilena, donde migraron las investigaciones de
más peso. En este sentido, varios testimonios recabados coinciden
en subrayar que en el transcurso de la década del 90 va, lenta
pero persistentemente, feneciendo la investigación de litio que tan
temprano había empezado en el país donde, de hecho, se cerró el
Comité de Sales Mixtas (Entrevista a Gonzales, 2017 y a Gustavo
Lagos, 2017). Este eclipse sobre la cuestión litífera lo ilustra la mis-
ma revista Creces que tanto hálito vanguardista había acogido: edi-
tó cuatro artículos referidos al litio en los tres años que van del 83
al 86, pero solo publicó igual cantidad en los 30 años siguientes.
Para 1981 se conocen los primeros resultados de ORSTROM que
certifican los grandes recursos bolivianos de litio, ubicando a Uyuni
como el mayor reservorio del mundo (5.500.000 toneladas). A la
par, comienzan los intentos de licitar su explotación por parte de
diferentes gobiernos, sea en dictadura o en democracia (Echazú,
2015). Empero, el de mayor repercusión fue el intento durante el
mandato de Paz Zamora (1989-1993) de ofrecer por 40 años la ex-
plotación del Salar a la internacional FMC. El convite se topó con
fuertes resistencias de las comunidades locales, del comité cívico
departamental y de la Universidad Tomás Frías, de modo que las
tensiones regionales terminaron por sepultar el proyecto empre-
sario bajo una presión social que incluso amenazó la gobernabi-
lidad a escala nacional. Un nuevo intento en 1992, jalonado por
intensos debates parlamentarios y nuevas resistencias, llevó a que
la propia firma desistiera definitivamente de la posibilidad de ra-
dicarse en Bolivia (Calla, 2014). Significativamente, por entonces
la Universidad Tomas Frías y la Universidad Mayor de San Andrés
(UMSA) de La Paz llevaron adelante, hasta su conclusión, la ela-
boración a nivel de factibilidad del “Proyecto de planta piloto para
obtención de carbonato de litio”, pero en aquella época no contó
con el financiamiento público que imaginaban (Entrevista a Claros,

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2012). Igualmente, el conflicto surgido en torno a la explotación del


salar hizo que Bolivia fuera el primer país donde la discusión y el
debate sobre la cuestión litífera adquirieron un estado público de
alcance nacional.
En términos amplios, el interés por el litio en Argentina, Bolivia
y Chile ganará en intensidad a principios del milenio, cuando el
litio se asocie a escala mundial con la acumulación energética del
futuro y esa evidencia se vincule con la constatación de las grandes
reservas andinas. De todos modos, cada país reaccionó frente a la
fiebre del “oro blanco” de manera diferente, en consonancia con la
historicidad que acusaba la temática a nivel local. En la Argentina,
el primer contacto científico serio con las baterías de litio surge
entre los años 2005 y 2006, cuando se le encarga a la Comisión
Nacional de Energía Atómica (CONEA) la fabricación, testeo y con-
trol de la batería de un satélite argentino, el SAC D, que pondría
en órbita Estados Unidos, a partir de un convenio de vinculación
que existía entre ambos países. Fue por entonces que una serie de
investigadores, Juan Collet (del Centro Atómico Constituyentes),
Arnaldo Visintin (del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas
Teóricas y Aplicadas -INIFTA-), y Daniel Barraco (que por entonces
era miembro del directorio de la Comisión Nacional de Actividades
Espaciales –CONAE– y hoy se desempeña en la Universidad
Nacional de Córdoba) tomaron conocimiento de la existencia del
nuevo tipo de baterías. En aquel momento, pensaron que podría
ser económicamente rentable realizar las baterías para que la uti-
licen los satélites argentinos, ya que eran de un precio significativo
(rondaba el millón y medio de dólares) y de gran complejidad puesto
que debía asegurarse su supervivencia en el espacio. La iniciativa
no prosperó, la CONEA no estaba muy interesada en destinar re-
cursos (humanos, económicos y físicos) a una tarea que no estu-
viese en estrecha sintonía con la ya de por sí complicada gestión de
la confección del Satélite (Entrevista a Collet, 2013). En este país,
por tanto, el grueso de la investigación sobre litio se inicia con la
atención de aquellos que poseían una trayectoria en electroquími-
ca y venían investigando otro tipo de acumuladores, de hidrógeno
fundamentalmente, desligada de manera casi absoluta de la explo-
tación del litio que FMC realiza en la provincia de Catamarca desde
1997 (Fornillo, 2015).
Los momentos constitutivos iniciales de cada país respecto de la
cuestión litífera son significativos, puesto que emplazan una serie
de rasgos destinados a durar. En Chile, el interés por el litio surgió
de la mano de ciertos científicos que poseían una percepción aguda

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de lo que sucedía con el litio a nivel internacional. Más temprano


que tarde cobró preeminencia el avance de las empresas privadas
sobre el área extractiva, adonde se mudaron las investigaciones
concretas: sin interés por una perspectiva vinculada al desarrollo
general, se centraron en la pura faena extractiva, donde la firma
SQM, por caso, se volvió especialista. Asimismo, sobresalió la exis-
tencia de núcleos atomizados de investigación casi sin articulación
entre sí pero que incumbieron a un buen número de universidades
y con pocas perspectivas de desarrollo sostenido de ciencia básica,
pese a lo aggiornados que se encontraban esos mismos núcleos res-
pecto de lo que se investigaba a nivel internacional. Por último, y de
manera vinculada, emergieron proyectos que duraban un tiempo
determinado y luego se veían obligados a interrumpirse a causa de
la ausencia de un financiamiento sostenido, lo cual redundaba en
que las investigaciones también se opacaban. En este sentido, tras
una primera atención que le propició el Estado chileno a la investi-
gación, ciertamente al compás de su presencia en el área extractiva
y de la relativa injerencia de CORFO, esa misma atención fue decli-
nando cada vez más y propiciando una suerte de ondulación en las
investigaciones públicas de Chile.
Al otro lado de los Andes, la extracción de litio se produce en
Argentina a espaldas de lo que sucede en los núcleos de investi-
gación centrales del país e incluso no suscita la atención de las
instancias nacionales de gobierno. Más aun, la única explotación
de litio que existía desde 1997 por parte de FMC mereció apenas
la consideración aislada y menor de las provincias de Catamarca y
Salta, incentivada por la federalización y el traspaso de los recur-
sos a las provincias que produjo la reforma constitucional del año
´94. Denotando una historicidad singular, la comprobación de la
existencia de litio surgió gracias a un descubrimiento individual
embebido de un impulso nacional desarrollista, pero terminó más
temprano que tarde en manos de la empresa FMC. Entre tanto, de
manera independiente surgió el interés científico por el litio como
clave de la acumulación energética mucho tiempo después. Aquí,
es la tradición científica local vinculada a la investigación en elec-
troquímica, que posee cerca de 70 años, la que se trasladó del hi-
drógeno al análisis del litio, por ser solidaria y vecina, dando cuenta
de la importancia de las trayectorias de investigación independien-
temente de las mudanzas de las tecnologías de vanguardia.
Por último, el conflicto acontecido en Bolivia representó el fon-
do histórico que hizo de la cuestión del litio un problema so-
cial compartido y la condición inicial para que en 2007 fuera la

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propia Federación Regional Única de Trabajadores del Altiplano Sur


(FRUTCAS) la que le presentará al poder ejecutivo –del cual el sindi-
cato se siente parte orgánica–, el proyecto de que el litio quede bajo
mando estatal, que aun hoy lo tiene en sus manos (Calla, 2014).
Un impulso estimulado por el físico belga Guillaume Roelants, que
mantenía una relación estrecha con el sindicato local (Entrevista
a Héctor Córdoba, 2017). Sin lugar a dudas, este rol central del
Estado es la marca continua de la cuestión litífera boliviana.

Tecnología y extracción de litio: organicidad, insularidad y


privatización
La etapa inicial de la cadena de valor litífera está compuesta por
las técnicas necesarias para extraer los recursos evaporíticos de
los salares y por los productos químicos primarios que transfor-
man esa materia prima naciente. En el caso de Bolivia, la nueva
Constitución del Estado Plurinacional sancionada en 2009 conci-
be al litio como un bien estratégico y no como un commoditie, re-
servando al Estado su explotación, comercialización y uso (CEPB,
2010)1. El avance sobre el litio boliviano ha quedado en su totalidad
bajo dominio del poder ejecutivo paceño, que en un proyecto de tres
fases gestiona de principio a fin la cadena productiva, buscando
tener injerencia sobre la totalidad de la tecnología que va del salar
a la batería2. A partir del año 2007, se llevó adelante la instalación
de la infraestructura productiva sobre el Salar de Uyuni y allí mis-
mo se montaron laboratorios, espacios de investigación y testeo,
etc. El núcleo del pensamiento científico técnico boliviano estuvo
destinado a pensar la técnica más apropiada para extraer el litio del
salar. En los hechos, durante este largo período el mayor obstáculo
ha sido encontrar una técnica de extracción que permita obtener
los recursos evaporíticos de manera eficaz, rentable y sustentable,
para así comenzar la producción a gran escala3.
Al principio, se probó una técnica de extracción que generaba
muchos residuos y no utilizaba comercialmente el magnesio. En
efecto, la “línea de los cloruros” que recibió un reclamo desde Chile

1 Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia (Declaración Transitoria 8,


Bolivia, 2010).
2 Tal como se ha visto en el Capítulo 3, Bolivia posee un plan estratégico de
tres fases, todas encaradas por el Estado: una primera en la que se produzca
la química primaria, una segunda en la que se confeccionen materiales activos,
y una tercera que suponga la propia producción de baterías, asociándose con
empresas extranjeras fundamentalmente en esta última etapa.
3 Para una caracterización pormenorizada de las técnicas de extracción, véase
Anexo.

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por la patente del método, empleaba la cal para separar al litio de


otros compuestos al inicio del proceso de extracción de la salmuera,
técnica que hubiese generado aproximadamente 4.000 toneladas
por día de lodos de encalado y casi un millón y medio de toneladas
de residuos cada año (Calla, 2014). Además, a causa de la especial
composición del salar, el magnesio se desechaba como residuo en
vez de comercializarse. Esta última fue la causa central por la cual
se dejó de lado y se reemplazó por otra técnica: la “línea de los
sulfatos”. La actual “línea de los sulfatos”, al utilizar el encalado al
final del proceso de evaporación y concentración de los compuestos
en piletas, genera muchos menos residuos –3 toneladas de resi-
duos por cada una aprovechada– y logra obtener el magnesio para
la comercialización, ya que se extrae previamente al proceso de en-
calado (Entrevista a Pozo, León, 2017 y GNRE 2016)4.
La particularidad de la investigación local sobre el proceso extrac-
tivo reside en que se vincula directamente a un proyecto en manos
del Estado, que patentó y aplica la “línea de los sulfatos” para su
propio usufructo. Bolivia no tardó tanto más de lo que suele de-
morar la puesta en producción de los salares –entre cinco y siete
años– e incluso no se le cerró una oportunidad, de hecho sucedió lo
contrario puesto que el precio del carbonato de litio ha aumentado
notablemente en el último tiempo. La capacidad científica boliviana
está abocada, entonces, a generar tecnología local, poniendo la in-
vestigación y su aplicación al servició de un proyecto que se declara
de beneficio público. En este sentido, es loable la disposición del
conjunto del sistema científico a trabajar en el desarrollo de servi-
cios y procesos de alta tecnología relacionados con la obtención de
recursos evaporíticos. El problema acerca del método de extracción
se encuentra saldado para quienes conducen el proyecto litífero
boliviano, de modo que se espera comenzar con la producción ma-
siva: 15.000 toneladas anuales, momento en el cual se compro-
bará la efectividad final y última de la técnica nueva (Entrevista
a Montenegro, 2017). A fines de 2018 la planta de producción de
potasio ya está concluida, el mercado de potasio es muy amplio, las
primeras partidas se dirigen a Brasil, que lo consume in extenso, y
la planta de producción de carbonato de litio se encuentra en cons-
trucción por parte de la empresa China Asociación Beijing Maison

4 La larga vinculación entre la Universidad Tomas Frías y la Universidad Técnica


de Freiberg se reedita a partir de un proyecto conjunto en el año 2008, cuyo fruto
es el patentamiento de la “técnica de los conos” para extraer recursos evaporíticos,
litio entre ellos, una técnica probada pero con la dificultad de extenderse a una
escala productiva masiva (Entrevista a Claros, 2017). Sobre la situación ambiental
de las explotaciones, véase el capítulo de Gustavo Romero en este mismo libro.

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

Engineering, que la erige bajo la modalidad “llave en mano”5.


Bajo esta impronta, la gestión estatal del proyecto de recursos
evaporíticos fue creciendo cada vez más. En principio, ocupaba un
lugar entre otros dentro de la Corporación Minera de Bolivia, luego
pasó a lograr una mayor independencia al constituirse la Gerencia
Nacional de Recursos Evaporíticos (GNRE) y actualmente se ha fun-
dado la empresa autónoma Yacimientos Litiferos Bolivianos (YLB),
que tomará el control de la totalidad de la cadena de los recursos
evaporíticos del Salar de Uyuni. De igual modo, quien ha apalanca-
do constantemente el proyecto litífero, Alberto Echazú, ha dirigido
cada etapa y hoy es Viceministro de Altas Tecnologías Energéticas.
En Argentina se encuentran en producción dos salares, el de
Hombre Muerto en manos de la corporación estadounidense FMC
y el Salar de Olaroz-Cauchari, bajo el control de la firma australia-
na Orocobre (aunque todos los salares poseen pertenencias priva-
das). Las dos firmas cuentan con sus propias técnicas y procesos
de extracción, cuyas patentes dominan e instrumentan de modo
privado y confidencial; de hecho, detentan sus propios laboratorios
I+D o recurren a universidades extranjeras con las que mantienen
una tradición de colaboración (Entrevista a Flexer, 2018). En el ám-
bito público, un centro de investigación cercano al área extractiva
lo constituye el Centro de Investigación y Desarrollo en Materiales
Avanzados y Almacenamiento de Energía de Jujuy (CIDMEJU),
emplazado en las oficinas administrativas de lo que antiguamente
era la principal siderúrgica de Latinoamérica, Altos Hornos Zapla,
en Palpalá. Su pertenencia es múltiple: depende de la Universidad
Nacional de Jujuy (UNJU), del CONICET, del gobierno provincial,
y entre otras instancias también se busca que la empresa público-
provincial Jujuy Minería y Energía Sociedad del Estado (JEMSE) se
articule con él, de modo que recibe presiones múltiples, atenciones
y desatenciones varias, además de fondos diversos. Desde el año
2015, el interés del nuevo gobernador Gerardo Morales por la cues-
tión litífera logró vehiculizar un cúmulo mayor de fondos nacionales
que aceleraron su construcción. Actualmente, tal como nos comen-
taba el Rector de la UNJU, el CIDMEJU tiene por uno de sus direc-
tores a Arnaldo Visintin, bajo el propósito de combinar las dos líneas
centrales de la investigación del litio en la Argentina, la constituida
por una suerte de eje Buenos Aires-Jujuy, y la conformada por una
eje La Plata-Córdoba, que se aboca a baterías contemporáneas y
más abajo describiremos (Entrevista a Tecchi, 2017). Sin embargo,

5 “La Planta Industrial de Cloruro de Potasio será inaugurada el domingo en


Uyuni”, Prensa, Consulado General de Bolivia en Buenos Aires (3/10/18).

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aun resulta incierta la combinación de ambas líneas (vale aquí su-


brayar que en la Argentina existen múltiples núcleos dispersos de
investigación de litio que detallamos en la sección anexo). Se espera
que un futuro la provincia de Jujuy, a través de JEMSE, cuente con
litio y el CIDMEJU proporcionaría la fuente de recursos humanos
y de conocimientos, forjando una suerte de “cluster del litio” local
(Entrevista a Simone, 2017)6.
En efecto, existe un eje de investigación que vincula a los nodos
de Jujuy y Buenos Aires. El grupo de Electroquímica de Litio del
Instituto de Química de los Materiales, Medio Ambiente y Energía
(INQUIMAE) de la Universidad de Buenos Aires, bajo la dirección de
Ernesto Calvo, junto a Victoria Flexer –que alguna vez fue su dis-
cípula– del CIDMEJU de Jujuy, estudian métodos de extracción de
litio de salmueras “limpios”. Ernesto Calvo recibió el premio Bright
Minds Challenge (Mentes brillantes) el 13 de junio de 2017 en la
ciudad de Amsterdam, por el desarrollo de un método electroquí-
mico que fue patentado en Argentina en 2015 para extraer litio de
las salmueras empleando paneles solares como fuente de energía.
Esta técnica está probándose a ver si puede alcanzar escala masiva
–dos informes técnicos de YTEC y la empresa Clorar conciben que
no– y, fundamentalmente, no existe salar público dónde aplicarse.
La misma Victoria Flexer advierte que los salares del país, inclusive
aquellos que están sin explotar, están en manos privadas y por eso
“por más que yo tenga una nueva técnica, se la tengo que vender
a alguien” (algo semejante sucede con el litio necesario para las in-
vestigaciones, que es importado)7.
El empuje general jujeño desde hace tiempo busca crecer en la
cadena de valor, fundamentalmente desde que de manera pionera

6 En este momento se desarrollan en el CIDMEJU siete tesis doctorales, la


mayoría son profesionales formados en la Universidad Nacional de Jujuy: “El 60%
de la investigación se aboca a nuevas técnicas de extracción, más sustentables
pero principalmente más eficientes” (Entrevista a Flexer, 2018). En el CIDMEJU
también se comenzó a trabajar en baterías de avanzada (baterías litio-aire y
baterías litio-azufre), pero aún de manera incipiente. Sumados a los estudios de
extracción de litio de salmueras, en diferentes puntos de Argentina se estudia el
desarrollo de métodos de extracción de litio de rocas y de baterías agotadas (en la
Universidad Nacional de San Luis a cargo de Roberto P. Orosco; en la Universidad
Nacional de Cuyo bajo la dirección de Mario H. Rodríguez y en el CINDECA de La
Plata, a cargo de Andrés Peluso). En marzo de 2017 los científicos de Mendoza
solicitaron una patente internacional por el proceso de extracción y patentaron
un método para la disolución de LiCoO2 contenido en baterías ion-litio agotadas
bajo la titularidad de CONICET y la Universidad Nacional de Cuyo. Empero, al
día de hoy ninguna de estas técnicas de extracción o reciclaje se ha aplicado a
nivel productivo.
7 Victoria Flexer en, “¿Una estrategia para explotar el litio?”, TSS 5/05/2016.

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

Rodolfo Tecchi –hoy rector de la UNJU– insistió en caratular al litio


como recurso estratégico en la provincia. Con todo, lo cierto es que
la provincia no posee aún litio propio (las empresas no venden en el
país ni tienen interés económico ni obligación de hacerlo), tampoco
un salar dónde aplicar una técnica de extracción novedosa, no exis-
te una empresa provincial robusta –en concreto, el 8,5% del capital
accionario de Sales de Jujuy, a partir de un préstamo que todavía
debe devolver, la deja subsumida a la lógica de acumulación y de-
cisión de las empresas trasnacionales–, ni impuestos sustanciales
que abonen las empresas privadas de la renta de la extracción de
litio, de modo que nos encontramos con una iniciativa científica
sin un entorno sólido que la haga real y palpable. En cierto sen-
tido, los intentos de crecer “aguas arriba” requieren en Argentina
tanto ahínco como realizar baterías, sin contar que resultan com-
plejos técnicamente y se topan con un mercado no menos cerrado,
con cuatro grandes firmas que lo dominan (SQM, Talison, FMC,
Albemarle –Ströbele-Gregor, 2015–).
En Chile, tal como mencionábamos, al compás de la definitiva
privatización de la extracción litífera que se consolida en los años
90 y de la desatención de la CORFO, se evidencia una migración de
la investigación sobre procesos extractivos hacia las compañías pri-
vadas. En este sentido, no sería apropiado afirmar que el análisis y
la investigación sobre la cuestión litífera eclipsan por completo lue-
go de su temprana aparición, más bien se realizó puertas adentro
y de forma privada, una característica que se sostendrá en el tiem-
po. Por entonces, la novel SQM formó un Centro de Investigación
y Desarrollo de tecnologías del litio que a través de los años creó
16 patentes internacionales sobre procesos extractivos de litio, y
en la actualidad posee trabajando no menos de 18 personas en
Investigación y Desarrollo, a tal punto que el vicepresidente de
SQM afirma que 25 hidrogeólogos se encuentran trabajando en sus
instalaciones, los mejores y casi todos los que hay en Chile, inclu-
so extranjeros (Entrevista a Jiménez, 2017). La ondulación chilena
es bastante clara, mientras disminuyen las investigaciones públi-
cas sobresale el predominio del trabajo técnico a nivel privado, con
SQM como insignia.
Ahora bien, una escalada de valor y de obtención de productos
químicos primarios lo constituye el pasaje de carbonato de litio a
hidróxido de litio, o la extracción directa del salar de hidróxido o la
elaboración de litio metálico. Las estimaciones suelen indicar que
la demanda de compuestos de litio para cátodos de batería crece-
ría de las 55.000 t LCE (carbonato de litio equivalente) en 2014 a

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cerca de 220.000 t LCE en el año 2025, subiendo la participación


del hidróxido de un 10% a 36% con respecto al carbonato, cuyo
precio suele ser un 40% mayor (Entrevista a Spadillero, 2018)8.
En la Argentina, el proyecto de Olaroz exporta el carbonato y es
la propia Toyota la que lo transforma en hidróxido en sus plantas
niponas. Pese a ello, uno de los principales proyectos del CIDMEJU
consiste en investigar acerca de la producción de hidróxido de litio
a nivel planta piloto, donde estaría involucrada la empresa Laring,
que trata y comercia materias químicas orgánicas (un proyecto que
en verdad existe hace más de cinco años –Fornillo, 2015–). Para
poner en funcionamiento esta planta haría falta, cuando menos,
financiamiento y la provisión constante de carbonato del litio, cerca
de quince toneladas mensuales, con las cuales hoy no cuenta el
país (aunque en un futuro JEMSE tendría litio en sus manos, en
principio menos que sus pares bolivianos y chilenos, con lo cual
habría que ver si logra escala competitiva en este rubro). Otro pro-
yecto promovido desde el gobierno jujeño lo comanda la empresa
Clorar –dedicada a la consultoría, investigación, desarrollo y diseño
de procesos y equipos para la industria química–, para obtener litio
metálico por electrólisis de sales fundidas. El proyecto es relevante
en cuanto a que un kilo de litio metálico vale 120 U$D y el costo
de producirlo son 42 U$D (7 kilos de carbonato de litio y 4 U$D de
energía –32 KWh–); es decir, comporta una ganancia de 78 U$D por
unidad (Clorar, 2017). Sin embargo, no pasa de ser un anuncio, ya
que no hay financiamiento para llevar adelante una planta piloto
(Entrevista a Spadillero, 2018)9.
En Chile, la misma SQM exporta hidróxido de litio y espera cre-
cer en este rubro. Si en la primera década del 2000 los testimonios
coinciden en afirmar que la investigación sobre litio en Chile se
esfuma, la cuestión litio comenzará a adquirir nuevamente rele-
vancia en la segunda década del siglo. Por entonces, las empresas
extractivas avizoran que financiar la investigación “puertas afuera”
podría beneficiarlas y además legitimar una actividad considerada
sólo como una obtención de rentas de la faena extractiva. En el año
2010, pegado al Salar de Atacama, se creó en Chile el Centro de
Investigación Avanzada del Litio y Minerales Industriales (CELIMIN),
dependiente de la Universidad de Antofagasta, de la mano de una
serie de ingenieros locales que buscaban producir conocimiento
a la vera del salar. Entre los principales objetivos del centro se

8 Véase Anexo “¿Cómo funciona una batería?”.


9 Para una descripción de las posibles aplicaciones tecnológicas del litio véase el
interesante estudio editado por Enrique Baran (Baran, 2017).

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

encuentra investigar y brindar valor a la materia prima, esto es,


obtener bajo usufructo de la Universidad, el Centro y sus investiga-
dores, productos de sales de alta pureza exportables a mercados de
la industria química, farmacéutica y nutracéutica, entre otras. En
2015, por ejemplo, se firmó un contrato con la empresa Rockwood
para investigar los modos de recuperación de agua de las piscinas
de evaporación. En otros términos, se proponen realizar investiga-
ción, innovación y desarrollo tecnológico en sales inorgánicas liga-
das a los compuestos de litio, sodio y potasio, para lo cual se han
adjudicado varios proyectos financiados por empresas privadas y
por el Estado chileno (subsidios del Fondo de Innovación para la
Competitividad Regional (FIC-R) y del FONDECYT). Esta dinámica
da cuenta de la particular situación chilena donde interactúan las
instancias de investigación –en su mayor parte dependientes de
las Universidades privadas– y las empresas, dispuestas siempre a
alimentar los sistemas de innovación para lanzar nuevos productos
al mercado (Entrevista a Grageda, 2017).
En definitiva, en el área extractiva cada país presenta un recorrido
particular. Si en Chile sobresale claramente el comando de las em-
presas extractivas sobre el cual pivotea un entramado ya asentado
de investigación propio y otro parcialmente financiado con fondos
públicos, en una suerte de asociación privada-pública que, como
veremos, tenderá a acercentarse; en Argentina los intentos aislados
de una provincia como Jujuy son menores frente al predominio
de las firmas vinculadas a la producción litifera; mientras que en
Bolivia la investigación es más reciente y el direccionamiento del
Estado es nítido respecto de su orientación, abocada a la puesta en
marcha de la producción. Este panorama incial tenderá a crecer y
adquirir múltiples derivas a medida que se avanza en la pluralidad
de tecnologías que posibilita el litio.

Materiales activos: política estratégica, nacional y provincial


La cadena de valor litífera se abre en un abanico de aplicaciones
que van desde la producción de cerámicos o vidrios pasa por la
energía nuclear e incluye las células de energía contemporáneas.
Los productos químicos secundarios, los materiales activos que de-
mandan la confección de la batería, así como la parte física de la
batería, implican el manejo de tecnología de punta, agregado sus-
tancial de valor e innovación aplicada10. En términos concretos, los
10 El pasaje que va del litio a la batería posee cuatro pasos básicos: 1) contar con
los elementos químicos, el litio entre ellos; 2) el procesamiento de esos químicos,
lo que se llama el pasaje del “carbonato de litio a los compuestos”, esto es, contar
con las diferentes sales y materiales químicos procesados que se utilizan en la

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productos químicos secundarios para una batería consisten en sin-


tetizar, a partir del puro carbonato o cloruro de litio y otras sales,
los materiales activos base de cátodos y ánodos; la preparación de
los electrodos y la síntesis del electrolito; esto es, los componentes
químicos propios de los acumuladores11. Estos elementos son los
de mayor precio en el costo total de una batería (el cátodo represen-
ta el 16%, el ánodo el 8% y el electrolito otro 8%).
En Chile, bajo el marco de los lineamientos sugeridos por la
Comisión Nacional del Litio en 2015, existe una nueva política en
relación al litio llevada adelante en lo fundamental por la CORFO.
La base sobre la que sustenta esta nueva política hacia el litio re-
side en nuevos acuerdos realizados entre CORFO y las dos gran-
des empresas que explotan el Salar de Atacama, Albemarle –antes
Rockwood– y SQM. Sus lineamientos centrales implican que se ex-
tiende la cantidad de materia prima que pueden extraer y un mayor
lapso de tiempo para ello. Como contraparte, Albemarle, por caso,
anuncia invertir 600 millones U$D, aumenta el royalty que deberá
abonar, destina un 25% del elemento químico extraído al mercado
nacional a precio preferencial, devenga unos 12 millones de dólares
anuales para investigación y unos 5 millones para las comunidades
aledañas al salar (un 1,7 de las ganancias)12. Habiéndose plasmado
de este modo la política litífera se ha llevado adelante la visión más
soft de las directrices que apuntaba la Comisión Nacional del Litio,
dejando de lado aquella que sostenía la necesidad de una presencia
directa del Estado en la extracción y la cadena de valor, justificado
en lo fundamental en la ausencia de dinero en hacienda para inver-
tir (Entrevista a Ebensperger Jessen, 2017).
Respecto a la confección de materiales activos, desde el año
2017 Chile avanzó a partir del programa “Proyecto de Inversión
de Productores Especializados de Litio en Chile” comandado por
CORFO, estimulando a las empresas nacionales y extranjeras a
radicarse en el país para aprovechar la materia prima. Esta op-
ción fue posible sobre la base de los nuevos acuerdos, donde se
estableció que aquel 25% del litio extraído se debía procesar en
el país mediante la fabricación de materiales activos que permi-
tan exportar productos de mayor valor agregado y desarrollar una
emulsión que contiene la batería; 3) producir los elementos físicos de la batería.
Se requiere, por ejemplo, realizar las celdas, lo cual demanda insumos de difícil
composición como los separadores (permiten el pasaje selectivo de una serie de
compuestos entre el ánodo y el cátodo de una batería); 4) el ensamblado final del
producto (Fornillo, 2015).
11 Véase anexo “¿Cómo funciona una batería?”.
12 Acuerdo CORFO-Rockwood.

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

industria primera vinculada al litio. El programa convocó a em-


presas interesadas en asegurarse el suministro de litio a un precio
preferencial, y por resultado se eligieron tres empresas (Molymet,
de Chile; Samsung y Posco, de Corea y Sichuam Fulin Industrial
Group, de China) que se instalarán en el país en un plazo de dos
años, invirtiendo 754 millones U$D, para producir cerca de 58.078
ton/año de materiales cátodicos13. En este sentido, controvertida o
no, puede afirmarse que Chile posee una política estatal centrada
en cierta participación de la renta litífera y en el estímulo a la in-
versión extranjera.
En la Argentina, la línea de investigación que se aboca al campo
de las células de energía cuenta con un desarrollo amplio y cierta
trayectoria. Ella está compuesta por una suerte de eje La Plata-
Córdoba, esto es, el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas
Teóricas y Aplicadas –INIFTA– de La Plata –encabezado por Arnaldo
Visintin– y el Laboratorio de Energías Sustentables de Córdoba –
bajo la dirección de Ezequiel Leiva y Daniel Barraco–, donde se
encuentran radicados más de 20 investigadores abocados a dife-
rentes aristas del campo de las células de energía. Además, junto
con la investigadora Rita Humana del Centro de Investigaciones y
Transferencia de Catamarca (donde realizaron un prototipo de ba-
tería para moto), constituyen un grupo de investigación que trabaja
de manera coordinada la problemática de las baterías de litio, par-
ticularmente el desarrollo de materiales anódicos y catódicos para
baterías, así como el estudio teórico de sus fundamentos.
Esta coordinación de equipos de investigación se conformó a par-
tir del seminario “Utilización integral de litio en Argentina. Ciencia,
Tecnología e Innovación al servicio del Desarrollo” llevado a cabo
en el año 2011 en San Salvador de Jujuy, y se consolidó al calor
de los diferentes proyectos que, promovidos desde organismos del
Estado Nacional, se generaron entonces para contar con industrias
abocadas a la confección de baterías. En efecto, a fines de 2011 se
gestó la primera comunión entre Ministerio de Industria (MinI), el
Ministerio de Ciencia y Tecnología, investigadores del eje La Plata-
Córdoba y las empresas Plaka y Probattery para ensamblar en el
país las baterías que utilizarían las computadoras que distribuía
el gobierno nacional a las escuelas públicas través del programa
Conectar Igualdad, primer paso para dominar la tecnología que
va del “salar a la batería”. Una segunda experiencia complemen-
taria fue fomentada por el MinI en 2012, que consistió en articular

13 “Tres Empresas Invertirán US$754 Millones para Industrializar el Litio en el


Norte de Chile”, Estrategia (31/5/18).

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Litio en sudamérica. Geopolítica, energía y territorios

formalmente a los científicos con las grandes empresas electrónicas


de Tierra del Fuego para realizar la totalidad del proceso de pro-
ducción en el país, fundamentalmente las celdas, el “corazón” de
la batería. Aunque las condiciones iniciales parecían óptimas, se
apreciaba una cierta articulación entre mercado, industria, ciencia
y política, no fueron pocos los obstáculos con los que se toparon
estos proyectos. Entre ellos, la dificultad de cumplir con los plazos
de entrega de las baterías, la negación de las grandes empresas
fueguinas de sostener económicamente la apuesta, la consiguiente
desatención del Ministerio de Industria y el apoyo menor a em-
prender el salto industrial por parte del Ministerio de Ciencia; es
decir, la debilidad del Estado para dirigir el accionar de los actores
(Fornillo, 2015). Esta fue la última vez que el Estado nacional ar-
gentino tuvo una política en la que se coordinaron los ministerios y
se le dio una proyección a la “cuestión litio”.
Aunque estos proyectos de producción no prosperaron, este grupo
de investigación se constituyó a partir del año 2014 como “Espacio
de Innovación” de YTEC (YPF-Tecnología, conformada por YPF
–51%– y CONICET –49%–), el brazo de investigación de la empresa
petrolera semipública YPF que apuesta a desarrollar espacios de
innovación en la industria energética. Desde entonces, pusieron en
práctica cuatro laboratorios en Córdoba, La Plata y Catamarca, con
equipamiento necesario para estudiar las baterías y se avanzó en
niveles de articulación entre los científicos en pos de un objetivo que
trasciende el propio campo científico: “a escala laboratorio tenemos
materiales tan buenos como los comerciales. Y tenemos materiales
que son inéditos”. En el último tiempo han abordado el análisis
de la baterías litio-azufre, que emergen como los acumuladores de
“pasado mañana” (Entrevista a Leiva y Barraco, 2017). Claro está,
una especificidad de este grupo es su impulso para que las inves-
tigaciones se vinculen con la esfera productiva. Mencionemos aquí
que la Argentina, a raíz de su extensa tradición en el campo de la
energía nuclear, podría proyectar investigar la generación de Litio 6
y 7, cuyo valor aproximado es de 10.000 U$D el kilo.
En la provincia de Jujuy, además de promover la instalación de
nuevos emprendimientos mineros avanzan algunos proyectos de
agregado de valor a nivel planta piloto e industrial. Sobre esto últi-
mo, en 2017 el gobernador acordó en Milán (Italia) un contrato de
sociedad entre la estatal-provincial JEMSE con la empresa SERI
GROUP (a través de la compañía italiana FIB-FAAM) para enca-
minar la construcción de una fábrica de celdas de litio y baterías
en la provincia. El vínculo entre el gobierno de Jujuy y el grupo

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

empresario italiano surgió en una reunión junto a los científicos de


Córdoba y La Plata, que hace tiempo conocían a la gente del poli-
técnico de Torino, fundadores de la empresa Lithops que fue com-
prada por FIB-FAAM, uno de los mayores fabricantes mundiales de
baterías de plomo-ácido. Esta es una de las causas por las cuales
también iba a participar de la sociedad la estatal Y-TEC con un
3%, aunque finalmente no se la incluyó en el convenio (Entrevista
a Visintin, 2017). Se creó entonces una firma –Jujuy Litio SA–, con
una participación del 60% del estado provincial (a través de JEMSE)
y del 40% del Grupo SERI, cuyo objetivo nominal sería arrancar
con plantas de ensamble de baterías, para continuar con la fabri-
cación de celdas y luego materiales activos, que se localizarían en
el Parque Industrial en la jujeña localidad de Perico. Básicamente
aquí se asienta la esperanza de la provincia de Jujuy, en la que más
adelante profundizaremos, a contramano las otras provincias lití-
feras de Salta y Catamarca, que en este rubro no abrigan ninguna.
En Bolivia, tras un fallido intento por establecer una suerte de
joint venture con la empresa coreana Kores-Posco, el Estado puso
en marcha en agosto de 2017 una fábrica de materiales catódicos
de baterías en La Palca, emplazada por la empresa francesa ECM
Green Tech a pedido y financiada por el Estado Plurinacional,
con un costo de 3,5 millones de dólares (Entrevista a Carballo,
2017). En la planta se producirá óxido de manganeso litio (LMO),
pero también óxido de níquel-manganeso-cobalto litio (NMC),
componentes principales para la producción de baterías de litio,
apuntando así a cerrar el circuito de la industrialización del litio
boliviano a escala piloto. Con esta planta Bolivia busca adquirir
conocimiento y tecnología para la producción de química secun-
daria para baterías; formar y calificar a profesionales y técnicos
bolivianos y optimizar los procesos para la producción industrial
de materiales catódicos destinados a la fabricación industrial14.
Por esta vía, Bolivia está buscando participar de la tecnología del
conjunto de la cadena litífera.
En este punto, ya podemos comenzar a mencionar que las orien-
taciones estructurales están claras y resultan decisivas. Los dos
países que poseen un direccionamiento nítido son Chile y Bolivia.
El primero utiliza el andamiaje estatal para crear las condiciones de
mercado que posibiliten crecer dentro de las múltiples aristas de la
“cuestión litio”, aumentando significativamente las regalías que ob-
tiene (la provincia argentina de Jujuy procura llevar adelante una
iniciativa comparable, de menor porte, sin tener de respaldo una

14 “Morales inaugura planta piloto de materiales catódicos”, Página Siete (23/8/17).

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Litio en sudamérica. Geopolítica, energía y territorios

precisa política nacional). El segundo, claro está, apuesta a que el


predominio estatal sea lo suficientemente fuerte como para poder
participar de manera ininterrumpida en los destinos que adquiere
el litio. Si es preciso contemplar de manera primigenia los marcos
históricos, la interrelación entre las esferas de la política, la ciencia
y la economía, es porque el tipo de entrelazamiento que construyen
en Sudamérica continúa siendo determinante.
Industria y comercialización de baterías
En Chile, la investigación sobre el litio expresa un nuevo impulso
a partir de 2010. Ese año la Universidad de Chile creó el Centro
de Innovación del Litio (CIL), fundamentalmente gracias al empu-
je de su mentor, Jaime Alee, experto en la relación Universidad/
Empresa, quien obtuvo financiamiento de parte de SQM y de
Chemetall e incluso de la multinacional Japonesa Marubeni. En
un inicio llevaron adelante los proyectos gracias a 600 mil U$D de
aporte de privado, 300 mil U$D de la Universidad de Chile y 100 mil
U$D de CORFO. La idea era crear valor para la ciencia y la indus-
tria del país, a través de la investigación y desarrollo en torno a las
baterías de Ion-Litio. El objetivo apuntaba a los actuales desafíos
que presentan las baterías utilizadas para los vehículos eléctricos:
lograr un mayor rendimiento y vida útil, recargas más rápidas y
reducción de costos. El CIL montó laboratorios de investigación de
modelado de baterías, de acumuladores, talleres de reconversión
de automóviles a electricidad, a partir del cual realizar empaque-
tamiento de baterías; diagnósticos del estado de carga y salud de
celdas bajo diferentes condiciones de operación; desarrollo de pack
de celdas para bicicleta eléctrica; entre otras iniciativas. Aunque
el centro propició algunas investigaciones de ciencia básica –en
ánodos de batería por ejemplo–, y buscaban producir patentes, la
estrategia fundamental consistía en avanzar en la cima de la cade-
na de valor, en las puertas de la comercialización. El centro estaba
muy ligado a generar un producto que pueda demandar el merca-
do, coordinando una potencial red de inversionistas y, de ser pre-
ciso, obteniendo todos los componentes de la importación. En julio
de 2013 el CIL, de la mano de Manuel Mata, presentó la primera
batería para vehículos eléctricos diseñada en el país, un sistema
de batería inteligente denominada E-LI-Battery1.0, pasible de ser
alojada en autos o de servir de complemento a sistema de genera-
ción de energía renovable o de respaldo de hogares (“Eli-Home”).
Lo cierto es que más allá de lo innovador del intento, la iniciativa
se vio interrumpida al agotarse los recursos que acercaban las em-
presas (Entrevista a Alee y Mata, 2017).
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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

Por las características del sistema científico chileno, la investi-


gación se realiza fundamentalmente en universidades que carecen
de financiamiento público de peso, a lo cual se suma la dificultad
para sostener la continuidad en el tiempo de las investigaciones,
ya que la institución estatal a cargo financia proyectos específicos
y no investigadores. Este es el punto base que explica la interrup-
ción de los desarrollos científicos y su necesidad de vincularse a
propuestas rápidamente atractivas para la comercialización, así
como el relativo aislamiento de los proyectos. La dinámica del área
científica que se da en Chile se despliega en los extremos de la
cadena, o en la fase de extracción o ya directamente en la comer-
cialización de las baterías, nunca desligada del financiamiento de
las empresas extractivas, y sin la pretensión de controlar ni llevar
adelante estrategias en el conjunto de la cadena de valor del litio15.
La tonalidad dominante es la confianza en la dinámica mercantil
y la iniciativa privada como vía de un potencial desarrollo, incluso
bajo un impulso que se busca global, a tono con la histórica pers-
pectiva chilena de atender a su vínculo con los países centrales. En
efecto, no es una casualidad que una antigua integrante de SQM
-Daniela Desormeaux- haya creado Signunbox, consultora que pro-
cesa y comercializa información global sobre el mercado del litio
y de las baterías: “processing strategic information”, para de este
modo ofrecer “signals for decisión makers”, tal como reza en su sitio
web (Entrevista a Daniela Desormeaux, 2017). En suma, desde el
comienzo de la década en Chile parece primar una suerte de estra-
tegia que se quiere realista respecto de la investigación, donde se
presta especial atención a la dimensión primaria de la extracción,
o bien otras iniciativas que se dirigen directo a la comercialización.
Ahora bien, existe un leve viraje desde que surgió la Comisión
Nacional del Litio, que entre otras recomendaciones llamaba a agre-
gar valor en Chile, y desde entonces fue la CORFO la encargada de
direccionar la situación del litio. En primer lugar, tras la estela del
acuerdo, la idea consistió en erigir el Instituto Solar Minero de Chile
(Ahora llamado Instituto Tecnológico de Energía Solar, Minería de

15 La fuente de financiamiento privilegiada de las mismas empresas que explotan


el litio aun puede colegirse del impulso dado por la Universidad Pontífica de
Chile a la investigación de materiales avanzados para el almacenamiento de
energía usando sales de litio, además de nuevas tecnologías de extracción, que
se llevó adelante en el Centro de Innovación UC Anacleto Agenili, financiado por
Rockwood y liderado por René Rojas. O bien, el apoyo económico que recibió la
misma Universidad para investigaciones relacionadas con los efectos benéficos
del litio para la salud humana. “Rockwood Lithium y Centro de Innovación de
la Universidad Católica firman convenio marco de colaboración”, Centro de
Innovación UCAA, noticias (11/08/15).

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Bajas Emisiones y Materiales Avanzados de Litio y otros minera-


les.). Emplazado en Antofagasta, a inaugurarse durante el año
2019, su presupuesto –cerca de 200 millones U$D– en parte surge
de los dividendos que deberán desembolsar SQM y Albemarle, y
busca trazar sinergias con múltiples universidades y también con
empresas mineras. El Instituto no consiste en un espacio acadé-
mico ni universitario, sino un centro de desarrollo tecnológico e
industrial: “Se trata de evaluar las posibilidades de escalamiento
industrial y eso debe ocurrir al lado de donde están las oportuni-
dades, de donde está el sol, el litio y la minería del cobre”16, afir-
maba el ex vicepresidente de la CORFO, Eduardo Bitran. De este
modo, la investigación sobre la cuestión litífera se inserta en una
más amplia vinculada a la intención de Chile de incorporar energía
renovable dada la profusa capacidad solar que posee en su norte,
siendo uno de los países de mayor tasa de crecimiento de energía
solar en Latinoamérica (aunque en el sur de Chile esa incorpora-
ción de generación renovable se basa en proyectos de mini represas
y energía eólica). En este país, entonces, se plasma un sistema de
vinculación público-privado donde se financia un abanico de inves-
tigaciones vinculadas a la transición energética, con el objetivo de
crear 100 empresas del rubro en un futuro cercano.
A su vez, CORFO realizó un acuerdo con la Universidad de Chile
que determinó la existencia de cobalto en Chile, elemento que hoy
utilizan las baterías y es más estratégico que el litio, ya que su pro-
ducción se da casi exclusivamente en África (Townley et al, 2018).
La estrategia de CORFO guarda ciertos visos de integralidad a par-
tir de atraer inversión privada y generar un ambiente económico
estimulante para la formación de una suerte de “energy valey”,
desde una provisión preferencial de materias primas, así sería si
estuviesen en condiciones de ofrecer litio, cobre y cobalto. A tono
con las tendencias productivas globales, Bitran expresaba que
Chile debía articular energías limpias, electromovilidad, revolución
digital e industria 4.0, en un contexto de innovación sistémica, tec-
nologías disruptivas y cuarta revolución industrial, bajo el anhelo
de volver sustentable la minería (el mayor consumidor de energía
en Chile, con un 36% del total, principal aportante del Estado chi-
leno –21%–) (Bitran, 2017; BNE, 2016). La iniciativa es un tanto
irrealista por lo ambiciosa, pero de todos modos no deja de indicar
tanto la continua búsqueda de adaptación de Chile a políticas de
desarrollo a tono con los tiempos, como una suerte de política de
Estado que se quiere coherente y a largo plazo. Con todo, el patrón

16 “Chile tendrá en octubre el Instituto Solar Minero”, Periódico Lea (27/04/17).

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

central del Estado está teñido del histórico mandato neoliberal


destinado a crear las condiciones para que las empresas produc-
toras internacionales abocadas a la industria verde se instalen e
inviertan en el país o que las empresas chilenas participen de las
cadenas globales de valor.
En Argentina, los científicos más capacitados sobre células de
energía han radicado en YTEC sus investigaciones desde el año
2014 y uno de los anhelos constantes ha sido contar con una plan-
ta piloto de producción de baterías, puesto que representaría tanto
un empuje para la comercialización como un ámbito de experien-
cia en donde profundizar las investigaciones (Entrevista a Visintin,
2017) (un proyecto conjunto elevado a las líneas de financiamiento
de ciencia del país entre la línea La Plata-Córdoba y Jujuy-Buenos
Aires, llamado “Del Salar a la batería” no tuvo los recursos espe-
rados, dando por tierra una coordinación potencial de las investi-
gaciones, más aun, agudizando sus distancias). El gerente general
de YTEC, Santiago Sacerdote, nombrado debido al cambio general
de autoridades que propició al asumir el poder ejecutivo nacional
macrista, se sumó al impulso para contar con una planta piloto
pero los logros han sido relativamente escasos. En este sentido, la
robustez del entramado científico local contrasta con la ausencia
de iniciativas productivas y el casi inexistente apoyo del Estado
para la aplicación de este conocimiento, lo cual origina límites a
la investigación misma. Es un dato paradójico que en la Argentina
el CONICET reporte contar con 234 investigadores abocados al li-
tio17 –entre miembros de carrera, técnicos y becarios–, que en la
mayoría de los casos terminan por elaborar “conocimiento aplica-
ble no aplicado” (Kreimer, 2003). Hace casi una década que el ex
Ministerio de Ciencia viene intentando involucrarse en la cuestión
litio –ha realizado múltiples encuentros y obtuvo buenos informes
en el año 2014 (Industrialización del litio y agregado de valor local.
Informe tecno-productivo) y en el año 2018 (Oportunidades y res-
tricciones para la construcción de eslabonamientos en torno al litio
en la Argentina) –, pero siempre termina naufragando en la medida
en que se dice a sí mismo que es posible sostener un “sistema de
innovación”, cada vez más desfinanciado, sin importar las articu-
laciones con el entorno político y económico donde operar, el cual
no hizo más que darle la espalda y mostrarle su ineficacia una y
otra vez. En todos estos años, las autoridades del área de ciencia no
17 Consulta RRHH página web CONICET (Se seleccionó la palabra litio en la
búsqueda de recursos humanos que alguno de sus trabajos contengan la palabra
litio excluyendo el área de Ciencias Biológicas y de la Salud, que en la mayoría de
los casos investigan el litio en tanto componente de psicofármacos).

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han podido aplicar ni coordinar las investigaciones ni sostener un


proyecto continuo respecto del litio, incluso contando con investi-
gadores abocados al litio en muchas provincias.
En la provincia de Jujuy, con el cambio de gobierno en 2015
se profundizó la atención por el recurso, a lo cual se sumó el in-
terés por las energías renovables, alineados con la intención del
gobierno nacional de abrir al mercado esta fuente de recursos.
A tono con ello, el día 23 de agosto de 2017 se ha creado por ley
el Instituto de Energías Renovables que funcionará en el recien-
temente inaugurado Centro de Desarrollo General Savio. Es en
Jujuy donde la empresa italiana Seri y JEMSE, en diciembre de
2017, anunciaron que se instalará una planta de producción de
materiales activos, de material catódico para baterías, y otra de
ensamble, asegurando que con el paso del tiempo buscará reali-
zarse el proceso completo del salar a la batería en el país, con una
inversión estimada en 60 millones U$D (donde tallaría una nueva
empresa, Jujuy Litio). La firma provincial JEMSE deberá contri-
buir con un 60% del capital, la materia prima litio –asegurada así
para cualquier operación global de la firma italiana– y gestionar el
mercado de las baterías (siendo el más importante la reconversión
de los buses urbanos, hecho que contrasta con la intención de
importarlos con arancel reducido por parte del gobierno nacional,
amén de que era una posibilidad que ya había sido recomendada
al Ministerio de Ciencia en el año 2015 sin que nada se hiciera
–Kloster et al, 2014–). Por su parte, Seri aportaría una tecnología
que apenas maneja en su fase experimental, contando además
que no es una gran empresa de baterías. Por si fuera poco, es un
anuncio del cual no participa YTEC. En este caso, es realmente
notorio el desbalance entre lo que debe aportar la provincia y lo
que asume la firma trasnacional, de manera prístina si se lo con-
trasta con las iniciativas que realizan los países vecinos, a todas
luces mucho más favorables. De todos modos, en Junio de 2019
finalmente parece concretarse la inversión italiana para construir
en Jujuy una fábrica de ensamble, luego de celdas, y posterior-
mente dedicarse a materiales activos; y a modo de espejo se levan-
tará una fábrica semejante en Italia (en los hechos contarán con
litio a precio preferencial). De concretarse realmente la produc-
ción, restará ver si el Estado Nacional acompaña de modo firme
una iniciativa que difícilmente pueda sobrevivir autónoma y que
ciertamente no cuenta con la presencia de los científicos locales.
Además de los intentos de agregado de valor encarados por
la provincia de Jujuy, hay otros dos en marcha. Por un lado,

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YTEC posee una planta piloto de 300 mil dólares en su sede en


Ensenada, provincia de Buenos Aires, con máquinas compradas
a China con el objetivo de conocer la “escala” de fabricación y las
problemáticas asociadas al escalado, pero la planta es de pequeña
escala. Los materiales que utilizaría son los desarrollados por los
científicos de Córdoba-La Plata-Catamarca (Entrevista a Visintín,
2017). Otro proyecto que se está afrontando a nivel planta piloto
es el que encara Plaka, una mediana empresa de la provincia de
Córdoba. Se trata de una planta piloto de celdas construida en la
Argentina, con planos diseñados por colegas de República Checa
y materiales desarrollados por científicos de la provincia. Empero,
aunque permitiría hacer una batería cien por ciento argentina, “la
tecnología va a ser obsoleta” (Entrevista a Leiva y Barraco, 2017).
Estos últimos proyectos antes que beneficios económicos traerían
la posibilidad de avanzar en el conocimiento científico, que hoy
está limitado a la escala laboratorio: “Las dificultades asociadas
al escalado sólo las conoceremos al escalar. Seguimos resolvien-
do problemáticas científicas pero no las que demanda una plan-
ta piloto o industrial” (Entrevista a Flexer, 2018). Existen otros
proyectos de agregación de valor como Litarsa, pero es solo un
anuncio antes que algo sólido, y en el camino ha quedado la po-
sibilidad de que la Corporación América, una de las más grandes
de Argentina, invierta en la producción de baterías (Entrevista a
Visintin, 2017). Por último, el proceso termina con el ensambla-
do de la batería, etapa que no demanda gran saber científico y
que en la Argentina actualmente se realiza a nivel industrial en
dos empresas, Probattery y Plaka, y también existe una iniciativa
como Dynami, dedicada a baterías de litio ultra finas, aguardando
un mercado potencial significativo18. Estos espacios representan
iniciativas con mayor o menor grado de robustez, pero que se en-
cuentran dejadas a su suerte, sin un entorno que brinde condicio-
nes para su despliegue, lo cual termina por presentar una cons-
tante enumeración de buenas intenciones de difícil concreción.

18 La tercera y medular etapa del armado de las celdas incluye la incorporación


del BMS, el sistema eléctrico que controla el estado de carga y el estado de salud
de la batería (SoC y SoH, respectivamente, por sus siglas en inglés). Este tema
es uno de los desafíos tecnológicos que YTEC planteó a fines del año 2017 en
su Laboratorio de Ideas (un espacio de encuentro entre la empresa y científicos
de la región que busca forjar proyectos de colaboración). Se trata de un tema de
relevancia considerando que el BMS es específico para cada tipo de baterías. En
ese sentido, es importante destacar la existencia de una solicitud de patente, del
Dr. R. H. Milocco “Método y Dispositivo para Determinar el Estado de Carga y
la Capacidad de Baterías Recargables” que constituyen resultados promisorios
para ser aplicados en la industria.

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El Estado boliviano ha buscado intervenir y crecer en la confec-


ción de baterías de Ion-litio. En la zona potosina de Palca se en-
cuentra en funcionamiento una planta ensambladora de baterías,
comprada a la empresa China Linyi Gelon New Battery Materials
Co. por un costo de 2,5 millones de dólares. Esta planta de en-
samble posibilita la adquisición de experiencia en el tratamiento
y comercialización de baterías. El gobierno plurinacional procuró
reaccionar frente a los mayores obstáculos con los que se enfren-
ta el proyecto boliviano: la debilidad del tejido industrial y el poco
desarrollo del entramado científico-técnico en el país. En primer
lugar, los testimonios de quienes dirigen el tránsito actual de la
“Fase III” –la que corresponde a la fabricación de baterías– resaltan
la importancia del conocimiento, la tecnología y la innovación, de
modo que mencionan la puesta en marcha en Palca del Centro de
Investigación en Ciencia y Tecnología de los Materiales Evaporíticos
de Bolivia, con el propósito de acrecentar la producción de conoci-
miento local (Entrevista a Pozo, León y Carballo, 2017). En segundo
lugar, en mayo de 2018 YLB ha realizado un joint venture con la
alemana ACI System, una sociedad mixta donde la estatal boliviana
tendrá 51% de participación, haciéndose de un mercado potencial
con el que parecía no contar (Andrade, 2017). La propuesta acep-
tada a ACI System prevé la inversión de 1.300 millones U$D –la
contraparte boliviana está cifrada en unos 900 millones U$D, de
los cuales ya se ejecutaron el 50% en las fases preliminares– para
la instalación de un complejo que incluirá plantas de hidróxido de
litio, de cátodos y de baterías de ion-litio de diverso tamaño y po-
tencia, fundamentalmente destinadas al mercado europeo, que uti-
lizarán como insumo principal el carbonato de litio que producirá
una fábrica estatal19. En principio, las dimensiones de la apuesta
boliviana –que tiene por objetivo final una utilidad de 1000 mi-
llones U$D anuales– contrastan con la que puede llevar adelante
Jujuy y aun con el entramado privado que busca emplazar Chile.
El desafío de esta apuesta en el campo del crecimiento de valor es
poder ejercer un influjo geoeconómico real frente al peso histórico
de la industria alemana, siempre preparada para que las rentas de
innovación queden de su lado. Paralelamente, Bolivia ha anunciado
en el año 2019 un acuerdo con el consorcio chino Xinjiang TBEA
Group-Baocheng para conformar una sociedad que industrializará
reservas de litio y otros minerales de los salares de Coipasa y Pastos
Grandes, con una inversión estimada de 2.300 millones de dólares,

19 “Bolivia adjudica a Alemania la construcción de su primera fábrica de


producción de litio”, Energía Estratégica (26/4/2018).

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

pero la particularidad reside en que la compañía estatal YLB con-


tará con participación accionaria en la planta de baterías de litio
en China.
Entretanto, una serie de anuncios de empresas transnacionales
productoras de baterías aseguran que se radicarán en la región sin
que expresen, por el momento, ninguna vinculación con la confec-
ción local de baterías. En Chile, las firmas chinas Vision Group,
Kanhoo Group y MTL Shenzhen Group, junto a empresarios co-
reanos radicados en Chile prevéen invertir 2000 millones U$D en
una planta para producir baterías de litio, en un horizonte de diez
años, y utilizaría instalaciones que la Universidad de Chile posee
en la Ruta 68. En Argentina, el gigante chino BYD proyecta instalar
una fábrica de baterías para buses en Salta, pero es otro proyec-
to incierto. A su vez, Generals Motors menciona que invertirá 500
millones de dólares en las cercanías de la ciudad de Rosario para
producir un modelo eléctrico, que afirma estará disponible para
202020. No dejan de ser meros anuncios, pero a su vez puede cole-
girse que cuando sea efectivamente rentable se instalarán, y habrá
que ver si por entonces existe la suficiente densidad regional como
para blandir algún grado de autonomía. Siguiendo a Ariel Slipak
y Santiago Urrutia21, la competencia interlocal en cuanto a políti-
cas ambientales y de “seducción a los inversores” que ofrezcan los
mínimos costos para la fase extractiva que lleva a las provincias
liíferas argentinas a competir entre sí, puede repetirse en cuanto a
la normativa laboral o industrial para el conjunto de los países del
hoy denominado “Triángulo del litio”, que podrían, de no mediar
el crecimiento del desarrollo local, terminar por convertirse en un
“triángulo de la maquila de baterías de Ion-Litio”.
Con todo, las políticas públicas entre los tres países, e incluso
al interior de cada país, son tan diferentes entre sí, que las posi-
bilidades de una política de integración regional para con el litio
se encuentra realmente alejada. El hecho es problemático puesto
que el sudeste asiático, Europa y el norte global en general, están
desplegando un profuso entramado tecno-industrial en torno al
litio y la transición energética, que luego de su consolidación será
cada vez más difícil de disputar en términos locales.

20 “Grupo chino-coreano prevé invertir US$2.000 millones en planta para


producir baterías de litio”, Minería Chilena (6/11/2016). “Avanza un proyecto
chino para instalar una fábrica de buses eléctricos en salta”, TELAM (24/09/2017);
“Generals Motors comenzará a vender autos eléctricos en el país este año”, TELAM
(13/02/2018).
21 Nos referimos a las ideas contenidas en el capítulo de ambos autores en este
mismo libro.

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Litio en sudamérica. Geopolítica, energía y territorios

Conjunción y disyunción de las esferas: política, industria y


ciencia
Los acumuladores de energía son un componente básico de una
sociedad posfósil, con redes de generación descentralizadas y vehí-
culos impulsados por electricidad. Contar con el recurso litio es un
aspecto relevante pero cobra sentido cuando hay una infraestruc-
tura científico-tecnológica e industrias con capacidad de agregarle
valor, con más razón si concierne a líneas estratégicas de desarrollo
contemporáneas, como es el caso de la industria verde base del
nuevo paradigma energético (Fornillo, 2017). La experiencia his-
tórica demuestra que la acción de insertar ciencia y tecnología en
la trama misma del desarrollo, significa saber dónde y cómo inno-
var. En definitiva, evitar un papel subordinado de la región requie-
re gestar entramados productivos nacionales a partir de fronteras
tecnológicas locales o bien diseñar nichos a los cuales volcar la
producción, es decir, detentar una política estratégica precisa, sos-
tenida, coordinada (Fornillo, 2015).
Entendemos que en el caso del litio, apostar por la cadena de va-
lor que termina en la confección de baterías ofrece mayores venta-
jas que centrarse en la tecnología vinculada a la fase de extracción,
básicamente porque el litio no es un elemento químico más, sino
que forma parte de la nueva plataforma energética pos-fosil. Dicho
rápidamente, estamos hablando ciertamente del nuevo paradigma
energético que deberá hacer de base al conjunto de la sociedad por
venir, donde las baterías de litio tienen un papel que cumplir, en el
conjunto de la electromovilidad por ejemplo (por la que China entró
estratégicamente gracias a la producción de vehículos eléctricos,
y de hecho la Agencia Internacional de Energía calcula que habrá
70 millones de autos eléctricos en 2025 –AIE, 2017–). Por si fuera
poco, el mercado de las baterías de litio es de otro orden si se lo
compara con el mercado del elemento químico primero: el monto de
suministro de baterías de Ion-litio sólo para vehículos ligeros puede
llegar a 221.000 millones de dólares para 2024, mientras el litio, al
momento en que Chile era el principal exportador mundial, repre-
sentaba tan solo uno de los 30 minerales que componían el 1,4%
de las exportaciones mineras del país22. El conjunto tecnológico del
nuevo paradigma energético y su inmensa industria verde (tecnolo-
gía eólica, solar, electromovilidad, redes inteligentes, nueva infraes-
tructura energética, etc.) de la que forma parte las baterías de litio,

22 “The Global Market for Lithium Ion Batteries for Vehicles is Expected to Total
$221 Billion from 2015 to 2024, According to Navigant Research”, Business wire
(17/02/16) y Ministerio de Minería de Chile, 2013.

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

hoy en día representa la transición energética que encaran algunos


países, comparable al peso del petróleo o el combustible fósil en
general, lo cual entendemos como el basamento de una alternati-
va completa hacia el posdesarrollo (Fornillo, 2017). La veta central
del litio, por lo tanto, reside en su carácter estratégico dentro del
nuevo paradigma energético, de aquí los beneficios de las políticas
realistas que apunten a un mayor margen de injerencia económico-
tecnológica en su ruta de valor y en la creación de su sistema socio-
técnico. Obviamente, este camino está plagado de obstáculos para
nuestros países, tan solo uno de ellos es que China supo que había
que transitarlo y se abocó a dominarlo decididamente.
Sin embargo, es innecesario oponer la tecnología de extracción
a las baterías, pues terminaría por reproducir en las ciencias so-
ciales y humanas una polaridad especular que puede darse en las
“ciencias duras” en la Argentina por ejemplo, cuya causa de fondo
en realidad es la falta de financiamiento del sistema científico. El
problema real es qué tipo de política de articulación científico-in-
dustrial propician los países a partir de un esquema que busque la
mayor participación de rentas y controles tecnológicos locales. Por
ello no se trata de discutir si “a” (extracción) o “b” (baterías), sino
que lo importante es cómo se diseñan la política general en ciencia,
industria, etc. En la Argentina, por caso, las chances de crear tec-
nología en torno a la extracción no son para nada evidentes, no por
capacidad tecnológica sino por otras causas: un informe que pro-
curó dar cuenta de las oportunidades de desarrollarse en relación
a la extracción litífera aseguraba que las empresas transnacionales
radicadas en los salares no tienen interés en adoptar métodos de
extracción alternativos, que demuestran “poco interés” en explotar
recursos que no se encuentren en sus modelos de negocios, que
existe escasa capacidad para regular la actividad de las empresas
y, aunque resulte increíble, “dificultades para acceder a los salares
por parte de los investigadores de organizaciones públicas”.
Aunque nos enfocamos en el “Triángulo del litio”, queremos traer
a colación una particularidad sudamericana que vale la pena con-
siderar, el caso de Brasil23. A la hora de mapear las publicaciones
científicas respecto a la “cuestión litio” no debemos dejar de men-
cionar aquí la presencia de Brasil como un actor importante en
Sudamérica. En la búsqueda de documentos conteniendo la pa-
labra “lithium” en el buscador Scopus y sin restringir a áreas de
conocimiento, el total de trabajos publicados es de 3.593 entre los

23 Para una caracterización de la situación brasileña véase el capítulo de Elaine


Santos y Ariel Slipak en este mismo libro.

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Litio en sudamérica. Geopolítica, energía y territorios

cuatro países24. De éstos, la producción de Brasil es llamativamente


superior: 2.519 documentos contra 628 documentos de Argentina,
436 de Chile y 10 procedentes de Bolivia. De hecho, Brasil se en-
cuentra entre los 20 países con más trabajos publicados, con un
total similar al de Holanda, Suecia o Polonia y superior al de Israel,
Singapur o Bélgica. Si se agrega la palabra “batteries” a la búsque-
da y se restringe por áreas de conocimiento, el “Triángulo del litio”
más Brasil genera en conjunto 439 trabajos. Esta vez, encabeza
Brasil (316), seguido por Chile (71), Argentina (70), y finalmente
Bolivia con dos trabajos. En este caso, Brasil ocupa el puesto 24 en
el ranking de países, presenta una tasa de crecimiento del número
de documentos reportados más o menos constante e igual desde
principios del siglo XXI, sin discontinuidades evidentes. Un punto
a considerar dado que no suele no ser un país que se tenga en con-
sideración cuando se trata de litio.
Ahora bien, Chile es un país que posee especiales condiciones
para estimular la concreción de un nuevo paradigma energético,
en buena parte porque lo ha definido como una política de Estado
de aquí al año 2050 (MdE, 2018). Al contrario de lo que sucede en
los países vecinos, carece de producción fósil de peso, la ciudad
central de Santiago –donde vive casi el 40% de la población– acusa
una contaminación ambiental de peligro, no posee restricciones
para importar electromovilidad y además cuenta con condiciones
muy propicias para la generación de energía renovable, sea solar,
eólica o mini hidráulica. Si a eso se le suma un elam neoliberal ge-
neral, compartido por los mayores partidos que gobiernan desde
la posdictadura, y la decidida apelación a la inversión privada, no
sería extraño que el estimulo al mercado de las nuevas industrias
genere el beneplácito de las corporaciones globales, encontrando
allí un espacio dónde radicar su producción. Ciertamente, en nin-
gún momento se pensó en Chile realizar el pasaje completo que
va del salar a la batería, lo que parece predominar es la intensi-
dad de los extremos de ese tránsito, es decir, una especialización
en la materia prima o una apuesta a la comercialización, a la
entrada al mercado por la cima. La inquietud por los modos de
comercializar los avances científicos es en Chile una constante,

24 Scopus es la base de datos más grande del mundo: concentra 22.878 revistas
científicas de las 150.000 que, se estima, circulan en todo el globo (Cátedra CPS,
2015). Teniendo en cuenta que apenas el 20% de las revistas están indexadas, el
universo Scopus representaría el 75% del total de publicaciones que pueden ser
incluidas en indicadores bibliométricos. Para un debate sobre la utilización de
los indicadores bibliométricos en la evaluación de la producción científica véase
Cátedra CPS, 2015.

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

bajo el despliegue de una suerte de apelación al realismo acerca


de las posibilidades científicas, financieras y comerciales del país
(aunque no carece de realismo, nunca faltó el argumento acerca
de la inalcanzable cantidad de recursos que invierten los países
centrales en investigación). El conjunto de los cerca de 24 mi-
llones de dólares anuales que deberán aportar SQM y Albemarle
para investigación se busca contribuyan a conformar una suerte
de “energy valey”, donde empresas, universidades e investigación
se articulen para generar soluciones tecnológicas en el área del
litio, la energía solar, la minería, el campo amplio de la “transición
energética”25. Como contracara, la iniciativa privada es dueña de
las posibilidades que se vislumbran, tal como afirma el vicepresi-
dente de CORFO, Bitran: “si no hay financiamiento privado quiere
decir que nos equivocamos”26.
Desde que se crearon ciertos lineamientos para con el litio a
partir de la reunión de la comisión nacional, CORFO considera
poseer una idea renovada de lo que quiere para el recurso, aunque
esa misma idea parece navegar en cierta continuidad. Su inicia-
tiva consiste en fabricar materiales catódicos, lo cual supone una
escalada de valor en la fase química del proceso con el objetivo
de emplazar un cluster del litio. En este sentido, se trata de un
proyecto que se asienta en una dinámica de la política pública
chilena de hace más de cuarenta años: tener una perspectiva que
busca el desarrollo por la vía de un capitalismo de corte decidi-
damente aperturista, y que para alcanzarlo apuesta al mercado
de manera constante. Esta es una de las causas por la que no
sería extraño que Chile sea el país que más rápidamente concrete
la electromovilidad, la asunción de generación renovable y la co-
mercialización de baterías de industria extranjera. La pregunta es
si ese desarrollo y capacidad tecnológica podrá tener un carácter
local o será un conocimiento puramente privado, como sucede con
la investigación sobre su propia actividad que lleva adelante SQM,
la cual solo ha impactado en el dominio de patentes por parte de la
empresa (recordemos que casi la totalidad de la generación, trans-
misión y comercialización de la energía eléctrica está en manos
privadas en el país). La pregunta, a su vez, es si el desarrollo de
un mercado puramente privado, sin control público de la tecno-
logía y nula participación pública en el área energética, permitirá

25 “El “Silicon Valley del litio” que alista CORFO con platas de SQM y Albemarle:
Licitación será en 2019”, La tercera (5/09/2018).
26 Cita Bitran en: “La proyección de litio a futuro es extraordinariamente
atractiva”, Minería Chilena (12/7/2017).

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acrecentar los márgenes de bienestar de la población o redundará


en mayores niveles de acumulación del sector privado, reprodu-
ciendo las desigualdades. Igualmente, errada o no, lo cierto es que
hoy Chile tiene una política para el litio.
La Argentina ha desestimado la asunción de una política para
pensar el agregado de valor desde que asumió el macrismo. Si
en el período político previo las intenciones de vincular el sector
científico al industrial no fueron suficientes para gestar una real
innovación, luego de ello existe una política decidida a vaciar las
capacidades científico-tecnológicas del país como potencial he-
rramienta para promover el desarrollo27. Durante el año 2017, el
entonces Secretario de Minería de la Nación, Daniel Melián, al pre-
sentársele la inquietud de condenar al país a una actividad litífera
meramente extractiva desatendiendo el agregado de valor, afirmó:
“Eso es populismo puro, porque el desarrollo tecnológico no se
compra en un kiosco. El único organismo público local que llegó
al máximo de valor en el mundo ha sido la Comisión de Energía
Atómica, que trabaja desde hace 70 años”28. Quitando el descono-
cimiento de que la electroquímica en nuestro país cumple exac-
tamente siete décadas, que del actual centro dedicado a baterías
–INIFTA– partieron electroquímicos a trabajar a la productora de
aluminio Aluar29 de Puerto Madryn en 1971, que en apenas tres
años de contar con los laboratorios aptos se han logrado tener ba-
terías a escala laboratorio empleando materiales propios promete-
dores, sus palabras tornan patente la desatención del Estado na-
cional a la cadena de valor del litio y una ignorancia comprobada
acerca de lo que implica el desarrollo de un país. Resulta al menos
llamativo que el Servicio Geológico Minero Argentino haya elabo-
rado un informe detallado de las tenencias disponibles de litio en
la Argentina para su explotación –Argentina Lithium Map– junto
con el Servicio Geológico de Estados Unidos, y se apreste a acom-
pañar una iniciativa semejante con la República Popular China,

27 El cambio de gobierno en 2015 modificó las políticas de Ciencia y Técnica a


nivel nacional. A pesar de la vigencia del Plan 2020, el presupuesto real de ciencia
y tecnología cayó sistemáticamente desde 2015 en adelante; se restringieron las
vacantes para ingresar a la carrera de investigador/a científico/a de CONICET,
además del desmembramiento de áreas estratégicas centrales como Fabricaciones
Militares, Empresa Argentina de Soluciones Satelitales, Producción Pública
de Medicamentos, Instituto Nacional de Tecnología Industrial y el Plan Nuclear
Argentino, entre otras.
28 “Litio: el oro blanco de la Argentina”, La Nación (3/9/17).
29 Aluar (Aluminio Argentino S.A.) es una empresa de capitales argentinos. Es
la única empresa que produce aluminio primario en Argentina y una de las más
grandes de Sudamérica.

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

hecho que no induce a las autoridades a preguntarse por qué las


dos mayores potencias globales ofrecen su contribución a cono-
cer de manera fehaciente las reservas de litio local. La Argentina
posee materias primas claves, tiene conocimientos en productos
químicos secundarios y la única etapa que no se estaría abor-
dando en el país es la del armado de celdas de baterías, la parte
más costosa desde el punto de vista técnico. El sistema científico
abocado a la investigación de litio persevera con sus desarrollos
pero desligado de cualquier instancia de producción, dado que el
sector empresarial tampoco realiza una inversión de peso en el
área química primaria o secundaria, o en la industria de baterías,
y además el gobierno no lo obliga ni lo estimula. Nos encontramos,
en definitiva, frente a una lógica de corte extractiva, ya que predo-
minan corporaciones globales que exportan el carbonato de litio
sin ninguna agregación de valor, favorecida por un Estado que le
crea las condiciones para llevarlo adelante. Así, la política públi-
ca, la industria y el sistema científico se hallan desarticulados y
cada esfera languidece de forma aislada. Son estas condiciones
de subordinación las que debería interesar discutirse en ese país,
fuente básica de lo que René Zavaleta Mercado ha llamado –tan
bellamente– el “excedente infecundo” (Zavaleta, 1986).
Actualmente, solo el gobierno de Jujuy pareciera encarar accio-
nes tendientes a integrar verticalmente la cadena de agregación de
valor, aunque se ve limitado por el presupuesto provincial y la casi
nula participación del Estado Nacional, quedando subordinado a la
lógica de las empresas privadas. Y el propio impulso de Jujuy, de
una escala mucho menor que en los países vecinos, adolece de limi-
taciones propias. Por ejemplo, ni siquiera se plasma la posibilidad
de dedicarse a la química primaria: La implementación de la planta
piloto para producción de hidróxido de litio no se concreta por falta
de financiamiento y por “falta de carbonato. JEMSE podría garan-
tizarlo, pero no ha mostrado interés” (Entrevista a Flexer, 2018).
Desde sus inicios JEMSE estuvo abocada a captar la renta -bajo
un desempeño particularmente gris-, de los emprendimientos pri-
vados mineros más que a oficiar de palanca del desarrollo (Fornillo,
2015). Particularmente en Jujuy, donde pareciera haber un plan
provincial, los proyectos son de diferente envergadura en cada esla-
bón de la cadena, se encuentran segmentados y se encaran a partir
de distintos entramados público-privados. Habrá que ver si esta
atomización inicial logra superarse en pos de un proyecto mayor, si
es posible avanzar luego en las etapas que hoy no se están contem-
plando, qué rol ocupará el conocimiento desarrollado en el ámbito

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público en todo el proceso y si el resultado final será en términos


de beneficios para la población local que hoy es deliberadamente
desoída30. En definitiva, el mapa de actores comprometidos con la
agregación de valor del litio en la Argentina es, como se puede ob-
servar, por lo menos escueto. Un gobierno nacional desinteresado;
un gobierno jujeño jugando su propio juego a través de JEMSE,
en relativa asociación con YTEC e inciertos capitales extranjeros;
una serie de pequeñas y medianas empresas encarando algunos
proyectos acordes a sus posibilidades; un Ministerio de Ciencia que
hace años aborda una y otra vez el problema pero que contribuye
siempre de modo escuálido sin una apuesta de peso, científicos
dedicados a cumplir con su rol de científicos y a generar acerca-
mientos y contactos para poder “transferir” esos conocimientos al
sector industrial. En suma, la Argentina evidentemente no posee
una política nacional estratégica respecto del litio. Restará ver si
la iniciativa de Jujuy de participar en la cadena de valor, particu-
larmente en baterías, logra superar los escollos que le presenta un
entorno de por si poco propicio.
Resulta ilustrativo presentar el recorrido de una empresa como
Probattery –una de las firmas más grandes de la Argentina en el
comercio de baterías–, puesto que en mayo de 2012 realizó una
inversión que le permitió incrementar la producción y ensamblaje
de baterías para el programa Conectar Igualdad, siendo uno de
los principales proveedores de baterías a las escuelas públicas.
En su plan de inversiones, Probattery evaluó recurrentemente la
oportunidad de dedicarse a la producción de celdas de batería, no
se efectivizó debido a que, entre otras cosas, el costo de produc-
ción en su momento era mayor a un 25% respecto a una batería
importada desde el exterior. Sin embargo, Probattery continuó
abasteciendo al programa Conectar Igualdad y se consolidó en la
fase de ensamble (Fornillo, 2015). La llegada del macrismo cerró el
programa Conectar Igualdad, de modo que de Probaterry se vio en
la obligación de reducir su planta de 100 a 25 trabajadores, con
la perspectiva de reducirla aun más y descontando de hecho toda
posibilidad de crecer en la cadena de valor. Bajo este panorama,
gracias a una iniciativa de su socio chino, reorientó su actividad
a buscar una explotación de litio, asumiendo que la extracción de
litio era una salvación posible ante una realidad que en nada esti-
mula la incorporación de valor que supo proyectar en su proceso
productivo (Entrevista a Freund, 2017).
30 Para un análisis de la dinámica comunitaria-territorial en cada uno de los
países del “Triángulo del litio”, véase el capítulo de Melisa Argento y Florencia
Puente en este mismo volumen.

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Política, ciencia y energía en el “Triángulo del litio”

En Bolivia, para consolidar la producción de los recursos eva-


poríticos del salar de Uyuni se culminó la construcción la plan-
ta industrial de potasio –a cargo de la empresa China CAMC
Engineering Co.–, se están formando las líneas de piletas que se
precisan para depurar la concentración de diferentes compuestos
químicos, se encuentra en marcha la construcción de la planta
industrial de carbonato de litio31. “Ya no necesitamos de la suer-
te”, afirmó Gonzalo Alfaro, Jefe de Seguridad en las instalaciones
del salar, y pareciera ser cierto (Entrevista, 2017). La proyección
estratégica del proyecto litífero apunta a dos niveles. En primer
término, volver sustentable económicamente el emprendimiento
a partir de la explotación de potasio, del cual producirá 350.000
toneladas anuales (que representa 75 millones U$D aproximada-
mente32), para de este modo ganar en independencia operativa y
evitar la ansiedad por el “despegue” de la explotación. Al mismo
tiempo, la constitución de la empresa mixta con ACI system le
promete un nicho donde volcar su producción de litio.
En paralelo, la reciente creación de Yacimientos de Litio
Bolivianos en febrero de 2017 apunta a darle consistencia al pro-
yecto litífero y se encamina en la dirección más certera: separar
la empresa de su actual cobertura minera –más aun sabiendo
del peso que la Corporación Minera de Bolivia y el Ministerio de
Minería tienen en Bolivia–, brindarle mayor autonomía y, funda-
mentalmente, darle a la “cuestión litio” integralidad en toda la ca-
dena para incorporarla a un proyecto energético nacional. Bolivia
quiere pensarse a sí misma como un “pulmón energético regio-
nal”, y una vía consiste en situar a la energía del litio al interior
de una transformación del paradigma energético que incluye pero
también excede la “cuestión litio”. En efecto, el Estado ha elabo-
rado una política integral para con el recurso, busca intervenir en
toda la cadena productiva de la energía del litio y la investigación
se encuentra vinculada de modo directo al entorno productivo. El
proyecto de joint venture con la empresa alemana en 2018, don-
de el YLB mantiene el control aunque debe decidir todo por con-
senso, parece situarla de lleno en el campo de la producción de
baterías. Apuntar a una firma alemana es certero ya que Europa
no posee fábricas de baterías importantes pero sí una industria
automotriz gigante, y hoy está perdiendo peso y competitividad
futura en manos de Asia, de modo que le es vital entrar en carrera.

31 Parte de la información fue recabada de primera mano en la visita al complejo


productivo del Salar de Uyuni durante el mes de febrero del año 2017.
32 www.indexmundi.com Octubre 2018.

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Litio en sudamérica. Geopolítica, energía y territorios

Empero, como dijimos anteriormente, todavía está por verse si


podrá torcer el peso de un proyecto que la Comunidad Europea
asume en conjunto: la realización de baterías es el primero paso
de un plan industrial futuro de Alemania y Francia para todo el
continente. En otras palabras, las chances de que Bolivia quede
subordinada a la lógica de sus socios mayores son amplias. A su
vez, la estipulación de una participación boliviana en una plan-
ta de baterías China abre otro escenario de por sí singular. Otra
mención de alerta, en este punto, reenvía a los problemas ambien-
tales de la lógica extractiva.
En Bolivia la presencia del Estado Plurinacional en los hechos
suplanta al sector empresario y aviva las capacidades tecnológi-
cas, vía de desarrollo usual en países marginales. La importancia
de este impulso puede colegirse de las declaraciones del propio
vicepresidente, Alvaro Garcia Linera: “Uyuni es nuestro banco del
siglo XXI, ahí está nuestro destino (…) La inversión en litio para
nosotros es de carácter estratégico. Permitirá a Bolivia producir
baterías de litio [y] cloruro de potasio para la agricultura”33. No
es posible saber si el proyecto boliviano de recursos evaporíticos
logrará sortear las dificultades que se le presentan. En los hechos,
es entendible la apuesta por soportar un desarrollo estratégico
sobre la base de las propias capacidades con las que cuenta el
país, antes que nada a la luz de la histórica sangría de recursos en
manos ajenas. Este proyecto es indisociable de la historicidad que
posee la extracción del litio en Bolivia y del papel protagónico que
han tenido las comunidades originarias en ella, para imprimirle
el actual rumbo. Resta ver si el entorno contextual que baña esta
voluntad política abre la posibilidad para trascender una visión
industrialista y afianzar una alternativa al desarrollo clásico.

33 “La inversión en litio para nosotros es de carácter estratégico”, COMIBOL


Prensa (26/09/2017).

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explotación de recursos de Cobalto en Chile, Universidad de Chile-


CORFO, Chile.
Zavaleta, Mercado, R. (1986) Lo nacional popular en Bolivia, Siglo
XXI, México.

Entrevistas
Argentina
Barraco, Daniel. Investigador CONICET-Cordoba, 2018
Colet, Juan. Investigador CONICET, CONEA, 2013
Flexer, Victoria. Investigadora CONICET, Jujuy, 2018
Freund, Guillermo. Director de Probattery, 2017
Leiva, Ezequiel. Investigador CONICET-Cordoba, 2018
Simone, Hector. Presidente del CIDMEJU, 2018
Spadillero, Bruno. Empresa Clorar de Santa Fé, 2018 (comunica-
ción personal)
Visintin, Arnaldo. Investigador CONICET-INIFTA, La Plata, 2017

Bolivia
Alfaro, Gonzalo. Jefe de seguridad de instalaciones Uyuni, Uyuni,
2018
Carballo, Ronandt. Director de Electroquímica y Baterías de
GNRE, La Paz, 2017
Claro, Jaime. Universidad Tomás Frías, Potosí, 2017
Córdoba, Héctor. Ex presidente Corporación Minera de Bolivia,
La Paz, 2017
León, Graciela. Área operativa GNRE, La Paz, 2017
Montenegro, Juan Carlos. Ex director área operativa GNRE, La
Paz, 2017
Pozo, Aleida. Área operativa GNRE, La Paz, 2017

Chile
Alee, Jaime. Centro de Energía, Facultad de Ciencias Físicas y
Matemáticas, Universidad de Chile, 2017
Desormeaux, Daniela. Manager General Signumbox, 2017
Ebensperger Jessen, Arlene. Directora Ejecutiva, CORFO, 2017
Gimenez, Daniel. vicepresidente de SQM, 2017
Gonzalez, Guillermo. académico en física de la Universidad de
Chile, 2017
Grageda Zegarra, Mario. CELIMIN, correo personal, Chile, 2017
Lagos, Gustavo. Académico de Ingeniería en Minas de la Pontificia
Universidad Católica, 2017
Mata, Manuel. Co fundador Eli-Batt SpA, 2017

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Datos y Estadísticas
CONICET (cantidad de personal cuyo título de investigación con-
tiene la denominación “Litio”. www.conicet.gov.ar).
Indexmundi (www.indexmundi.com)

Documentos de Estado (Argentina, Bolivia y Chile)


Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia (2009)
Gerencia Nacional de Recursos Evaporíticos (GNRE) (2016)
Memorias. Bolivia.
Acuerdo CORFO-Rockwood
Ministerio de Energía de Chile (MdE) (2018) Energía 2050. Política
energética de Chile
Ministerio de Minería de Chile (MdM) (2013) Anuario de la Minería,
2013
Comisión Nacional de Energía (BNE) (2016) Balance Nacional de
Energía, Chile.

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