Influencia de La Guipuzcoana en La Independencia Venezuela

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 13

La Compañía Guipuzcoana de Caracas

y el comercio de libros: un compromiso


con la modernidad
Carmen María Panera Rico
Universidad de Sevilla

1. REFLEXIONES EN TORNO A LA FUNDACIÓN DE LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA

Con el nacimiento del siglo XVIII se produjo en España el cambio de la dinastía de los Austrias por la
francesa de los Borbones. El relevo dinástico provocó un conflicto bélico, conocido como Guerra de
Sucesión, entre los partidarios de Felipe V, duque D’Anjou, y los del archiduque Carlos de Austria. Una
de las causas de la guerra fue la desconfianza y el temor de Inglaterra, Holanda y Austria de que la
reciente unión entre Francia y España alterara el equilibrio europeo. En consecuencia, los intereses
c o m e rciales de las naciones implicadas en el combate extendieron el enfrentamiento hasta los territo-
rios americanos.
El primer Borbón español, Felipe V, fue educado en la Francia nacionalista y absolutista de su abuelo
Luis XIV, que había roto los vínculos con la tradicional escuela escolástica, que en su vertiente política
defendía la monarquía absoluta de origen divino. El futuro monarca español tuvo por maestros a algunos
de los más importantes teólogos franceses que habían ayudado a redefinir el nuevo modelo de Estado. A
través de ellos y de algunos racionalistas asimiló las diversas y modernas teorías políticas que proclamaban
un absolutismo con nuevas señas de identidad. De los sermones de J.B. Bossuet aprendió muy de cerca la
idea del absolutismo monárquico y el galicanismo o nacionalismo eclesiástico1, tesis compartidas por su
amigo el historiador Claude Fleury2. Recibió también influencias de su preceptor François de Salignat de la
Mothe Fenelon, autor de una importante teoría política que expuso en su obra Las aventuras de Theléma-
co. En ella condenaba la tiranía política y presentaba al Príncipe como el primer servidor de la felicidad de
sus súbditos3. Asimismo, conoció las teorías políticas del moralista Jean Baptiste Massillon4, muy cercanas
a las defendidas por Fenelon.
La formación e influencias recibidas por el futuro monarca español, son decisivas para comprender las
nuevas directrices que tomará la política española en los albores del Siglo de las Luces.
Una vez instalado en el trono español, Felipe V y sus colaboradores franceses dotarían al Estado de una
serie de mecanismos adaptados a la modernidad, pretendiendo hacer de la maquinaria estatal un meca-
nismo útil para conseguir un mayor grado de felicidad de los súbditos. Los órganos de gobierno experi-
mentaron las primeras remodelaciones, pero habrían de tener efectos prácticos aún muy tímidos. El
gobierno consideró la economía como el factor más importante a tener en cuenta porque, el nuevo abso-
lutismo, necesitaba una sólida base económica. En su vertiente comercial, la nueva política implicaba ter-
minar con el «Sistema de Flotas», vigente desde el reinado de Felipe II, por el de «Navíos Sueltos», y tam-
bién la cesión del privilegio comercial a algunas sociedades mercantiles. Como resultado de la influencia
francesa en la política española con los recién llegados Borbones, comenzó a actuar en la provincia vene-
zolana desde 1701, por un período de 7 años, la Compañía Real de Guinea, de origen francés, que se
encargaría de la introducción de esclavos negros5. Después del tratado de Utrecht de 1713, España tuvo
que ceder a Inglaterra el privilegio del asiento de negros a la Compañía Inglesa del Mar del Sur, durante 30
años6.

1. PLONGERON, Bernard: Théologie et politique au siècle des lumierés (1770-1820), Genevè, 1973, págs. 37-38.
2. CONSTANTIN, C.: «Claude Fleury», en VACANT, A.; MANGENOT, E.; AMMAN, E. (dir.): Dictionnaire de Théologie Catholique, T.XI, París, 1933,
col.21-24.
3. SÁNCHEZ-BLANCO PARODY, Francisco: Europa y el pensamiento español del siglo XVIII, Madrid, 1991, págs. 350-351.
4. MOLIEN, A.: «Jean Baptiste Massillon», en VACANT, A.; MANGENOT, E.; AMMAN, E. (dir.): Dictionnaire de Théologie Catholique, T.XIX, París,
1939, col.258-265.
5. ARCILA FARIAS, Eduardo: Economía colonial de Venezuela, Caracas, 1973, págs. 210-215. y PÉREZ-MALLAINA, Pablo Emilio: Política naval
española en el Atlántico (1700-1715), Sevilla, 1982, págs. 66-76.
6. ARCILA FARIAS, E.: Economía colonial..., págs. 221-222.

537
Carmen María Panera Rico

En Venezuela, durante la Guerra de Sucesión, y como consecuencia de ella, se había producido un con-
siderable desabastecimiento de productos, al quedar el tráfico mercantil prácticamente interrumpido7. Esta
situación fue aprovechada por los contrabandistas, principalmente holandeses, que vieron el camino libre
para introducir sin trabas sus mercancías en la re g i ó n8. En consecuencia, cuando llegaban los barcos espa-
ñoles, sus cargamentos tenían que ser vendidos con un 70% de pérdidas, y, además, no hallaban casi nada
para su retorno, porque los productos de la tierra ya habían sido comprados en el contrabando. De esta for-
ma, el comercio español casi dejó de frecuentar estos países. Eran escasas las naves que llegaban a sus
puertos para abastecer a la población: entre los años 1701 a 1720 llegaron a Venezuela pocos barcos mer-
cantes, 6 de ellos procedentes de Sevilla y 19 de Canarias, además de otros llegados de Veracruz, Santo
Domingo, etc.9. La situación debía ser precaria y claramente insuficiente para las necesidades de la pro v i n-
cia, porque el gobernador de Caracas, Don José Francisco de Cañas, se quejaba, en el año 1711, de la fal-
ta de géneros que sufría la región y de la necesidad de que llegaran a sus puertos más navíos españoles10.
Felipe V conocía directamente de las riquezas naturales de Venezuela, y, en 1714, había enviado a Don
Pedro Tomás Pintado y a Don Antonio Alvarez Abreu como jueces visitadores a la región, en una misión de
marcado carácter económico11. Aunque el proyecto acabó en fracaso, era claro el interés económico que
despertaba el territorio.
La inclinación definitiva del gobierno español hacia una economía de tipo mercantilista, adoptada por
los países europeos más avanzados desde hacía más de un siglo, fue decisiva para que de los territorios del
Nuevo Mundo se tratara ahora de extraer el máximo provecho de sus riquezas. Se decidió entonces con-
ceder el privilegio del comercio venezolano a una compañía comercial española, que sirviera para vincular
esta región americana marginal a España y contribuyera al desarrollo económico de la misma.
En 1727 se reunía el ministro Patiño con el secretario de la Junta Foral de Guipúzcoa, Don Felipe de
Aguirre, para poner las bases de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, que sería fundada un año
más tarde por el conde de Peñaflorida. La nueva Compañía limitaría sus actuaciones a un territorio ameri-
cano y controlaría toda la actividad comercial.
En el aspecto técnico, la Guipuzcoana se regiría por una junta general de accionistas y la gerencia téc-
nica sería llevada por cinco apoderados12. La recaudación de fondos se hizo por acciones, un total de 500,
de las cuales los reyes suscribieron 200.
La Compañía tuvo desde el principio dos objetivos: uno mercantil, por el que obtuvo el monopolio del
cacao, y otro de vigilancia para impedir el contrabando y el comercio furtivo dentro de la jurisdicción de
Caracas, Orinoco y Río Hacha. Para facilitar esta labor se le entregaron atributos privativos de la Real Mari-
na, al permitírsele todo un servicio de inspección en puertos, costas y caminos13. La Compañía podía
armar en guerra a las embarcaciones menores para perseguir a las naves contrabandistas. Por ello, los con-
trabandistas criollos, judíos y holandeses estuvieron en su contra, y también los mercaderes y dueños de
haciendas que protestaron contra la actividad acaparativa de la Guipuzcoana14.
Hasta la fundación de la Guipuzcoana en 1728 no se establece un tráfico regular con la región. La
compañía vasca arrebató a la inglesa el privilegio de que disfrutaba, y tan sólo se le permitió el comercio
con negros y la extracción de algunos productos15.

7. PÉREZ-MALLAINA, P.E.: Política naval..., págs. 9-61.


8. El viajero francés de principios del siglo XIX, Francisco DEPONS señala en su obra: «no hay posesión española en América en que no se practi-
que el contrabando porque las mercancías llevadas por el comercio a la metrópoli llegan a ella de tal modo recargadas de derechos y gastos, que las
colonias de otras naciones pueden suministrar los mismos objetos a precios que dejan, en cualquier tiempo, al contrabandista español beneficios muy
importantes que no puede dejar de preocuparse, a despecho de las leyes fiscales y de sus agentes, y el lugar de toda América donde el contrabando es
más activo es Tierra Firme». Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América meridional, estudio preliminar de Pedro GRASES, Caracas, 1960,
cap.VIII, pág.136.
9. ARCILA FARIAS, E.: Economía..., págs. 169 y ss.
10. Archivo General de Indias (en adelante AGI), Sto. Domingo, 696. Informe del gobernador José Francisco Cañas sobre la situación por la que
atravesaba la provincia, Caracas, 3-11-1711.
11. ARAUZ MONFANTE, Celestino A: El contrabando holandés en el Caribe, 2 tomos, Caracas, 1984, T.I, págs. 175-181. BORGES, Analola: Una
Real Instrucción de 1714, primer intento reformista de los jueces visitadores en Indias, y posible precedente del sistema de intendencias, II Congreso
Venezolano de Historia, Caracas, 1964, T.I, págs. 109-149.
12. RICO LINAGE, Raquel: Las Reales Compañías de Comercio con América, los órganos de gobierno, Sevilla, 1983. En la obra se analizan varias
compañías de comercio, la de Filipinas, Barcelona, Habana, etc. El modo como se efectuaban los nombramientos de directores, ejercicios del cargo, la
junta de gobierno y órganos de asesoramiento de la Compañía Guipuzcoana, aparecen detalladamente expuestos, págs. 31-37, 87-90 y 137-140.
13. BASTERRA, Ramón de: Los navíos de la Ilustración. Real Compañía Guipuzcoana de Caracas y su influencia en los destinos de América, Cara-
cas, 1954, Cap. I.
14. ARAUZ MONFANTE, Celestino A.: El contrabando holandés..., T.II, págs. 15-17.
15. ARCILA FARIAS, E.: Economía colonial..., pág.222.

538
Desde el mismo año de su creación se encargó de la introducción de géneros en la zona de Caracas,
pues el comercio de la vecina Nueva Andalucía y del resto del territorio no le interesaba por la escasez del
volumen que representaba. La mayor parte del comercio legal realizado en el territorio venezolano se hizo
en navíos de la Guipuzcoana, excepto en la década de los setenta, en que el comercio de las zonas de
Cumaná y Guayana experimentó un incremento.
A lo largo de su actuación en Venezuela (1728-1781), ejerció una dominación política y económi-
ca casi absoluta y contribuyó a consolidar la estructura comercial de la pro v i n c i a16. Sin embargo,
hubo un aspecto, derivado de este monopolio comercial, que apenas ha sido considerado, pero que
pone el contrapunto positivo a los tan famosos perjuicios que la Guipuzcoana habría causado en la
región: los nuevos sistemas de pensamiento, tanto en el terreno especulativo, político, como científi-
co, basados en la razón, y que re m o v i e ron y dieron autonomía a las conciencias de las personas en el
Siglo de las Luces, fueron conocidos en Venezuela por medio de la Compañía Guipuzcoana; vehícu-
lo, casi exclusivo que tuvieron las ideas impresas para llegar a la provincia durante los años centrales
de la centuria.

2. LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA Y EL TRÁFICO DE LIBROS EN VENEZUELA

Cuando la Compañía Guipuzcoana empezó sus actividades en el año 1728, el comercio se estabilizó
en Venezuela. Desde entonces, esta región marginal entró a formar parte importante del circuito comer-
cial español. Exponente de la bonanza económica que la provincia comenzó a disfrutar a partir del pri-
mer tercio del siglo, son los cargamentos de libros que llegaban en los buques de la Guipuzcoana. Ade-
más, en Caracas se había fundado la Universidad de Santa Rosa el mismo año de 172817, por lo que la
demanda de libros se incrementó. Por tanto, el inicio de las actividades de dos de las más importantes
instituciones venezolanas, fue simultánea y paralela.
Pero en siglos anteriores, la entrada de libros en el territorio, llamado hoy Venezuela, no había sido tan
frecuente. Para el lejano siglo XVI son pocos los datos referentes a los libros que entraron en la provincia.
Las fuentes documentales son más abundantes en el siglo XVII, y señalan la existencia de libros en el
territorio. A través de los escasos buques que aún llegaban a esta zona marginal, penetraban los libros
para uso, formación y disfrute del público lector.
Los libros de religión fueron los preferidos por los venezolanos durante esta centuria. Dichos libros, que
alcanzan una proporción del 80%, eran muy variados: vidas de santos, catecismos, biblias, sermonarios, bre-
viarios, teologías e historias de la Iglesia. Tanta cantidad de textos religiosos es comprensible, al ser la Iglesia
la institución que dominaba y controlaba la vida de las gentes, y en el terreno cultural no tenía aún rival.
El 20% restante de libros importados se referían a temas humanísticos (derecho, filosofía, historia, lite-
ratura), y a producciones de la ciencia tradicional (o de método escolástico) (medicina, botánica, matemá-
tica, física, química y arquitectura)18.

2.1. El tráfico de libros entre los años 1728-1758

En el primer cuarto del siglo XVIII apenas había existido un tráfico comercial regular entre España y
Venezuela, por lo que la llegada de libros también quedó prácticamente interrumpida. Pero al iniciarse las
actividades comerciales de la Guipuzcoana, se reanudó la entrada de libros en la provincia. Durante los pri-
meros treinta años de actuación de la compañía vasca, 1728-1758, si bien el tráfico librero era regular, no
puede decirse que fuera numeroso.

16. No es el propósito de este artículo detallar los conflictos que la actuación de la Guipuzcoana provocó en Venezuela. De ello se han ocupado
ampliamente importantes historiadores como Eduardo ARCILA FARIAS, en su obra ya citada; Ronald HUSSEY en La Compañía de Caracas (1728-1784),
Caracas, 1962; Francisco MORALES PADRÓN en Rebelión contra la Compañía de Caracas, Caracas, 1963; Gerardo VIVAS PINEDA en «Los tropiezos del
Estado: la Casa de la Contratación de Cádiz y su incidencia en los fraudes marítimos de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728-1785)», en
Venezuela en el Siglo de las Luces, Sevilla-Bogotá, 1995, entre otros.
17. Cedulario de la Universidad de Caracas (1721-1820), introducción y compilación deI lldefonso Leal, Caracas, 1965, págs. 15-16, y RODRÍGUEZ
CRUZ, Agueda: La universidad en la América hispánica, Madrid, 1992, pág. 34.
18. Libros y bibliotecas en Venezuela colonial (1633-1767), estudio preliminar de lldefonso Leal, 2 tomos, Caracas, 1978, T.I, págs. XLII-
X L I V.

539
Carmen María Panera Rico

Los libros eran remitidos por algunos de los agentes comerciales radicados en Cádiz o Sevilla, o por
particulares. Otros llegaban en los equipajes de los funcionarios designados por la Corona para ocupar
cargos en la administración venezolana, o en los de los clérigos y misioneros que iban a desarrollar su
labor evangelizadora; otros pertenecían a los propios funcionarios de la Guipuzcoana.
Los títulos de las obras que entran son muy similares a los del siglo anterior. Sin embargo, la demanda
de literatura religiosa desciende hasta un 70%. El 30% restante corresponde a las otras disciplinas señala-
das, a las que se suman la geometría, astronomía, geografía y náutica19.
Junto a los lectores de literatura tradicional, ya fuera humanística o científica, apegada al principio de
autoridad de los grandes pensadores de siglos pasados, existen otros que reclamaban las modernas obras,
que, apartadas del escolasticismo dogmático, imponen la necesidad del planteamiento de la cuestión del
origen y alcance del conocimiento. En definitiva, la búsqueda de la verdad, basada en la autonomía de la
razón individual y los criterios propios del conocimiento humano. Estas obras racionalistas, tanto de inte-
lectuales españoles como del resto de Europa, fueron cada vez más demandadas y significaron un intento
de renovación cultural en todos los sentidos, a la vez que manifestaban un deseo de incorporación al nue-
vo espíritu de Europa.
El claro ascenso de las obras científicas viene a confirmar la buena acogida entre el público de los tex-
tos que versaban sobre ciencias útiles. Éstas eran apoyadas y fomentadas desde el gobierno, interesado
por un mejor conocimiento del medio físico que permitiera un mayor aprovechamiento de las fuentes de
riqueza. Esta tendencia irá en aumento a medida que pasen los años, y se harán más evidentes cuando las
Sociedades Económicas de Amigos del País empiecen a funcionar en la segunda mitad del siglo, en la
Península primero, y luego en América.
La renovación del pensamiento tradicional en Venezuela comenzó con la llegada, en los navíos de la
Guipuzcoana, de las obras de autores ilustrados, como el benedictino Benito Jerónimo Feijoo. En sus
obras Teatro Crítico Universal (1726-1739) y Cartas Eruditas y Curiosas (1741-1760) difundió los princi-
pios elementales de la nueva ciencia, popularizando los postulados de Bacon, Descartes, Bayle y Male-
branche.
Los principios teóricos de la economía y el comercio, que tanta importancia adquirieron en el siglo
XVIII, fueron conocidos en Venezuela gracias a la obra de Jerónimo de Ustáriz, Teoría y Práctica del Comer-
cio y de la Marina (Madrid, 1724). En esta obra se señalaban las causas del atraso industrial y comercial de
España y sus dominios, así como las medidas para remediar la situación.
Otras obras que difundieron la ciencia moderna en Venezuela, y que aparecen en estos primeros años
de actuación de la Guipuzcoana, proceden de los intelectuales de la escuela valenciana, alrededor de cuya
universidad existió un grupo de novatores que difundieron el racionalismo. A Venezuela llega la obra del
catedrático valenciano Juan Bautista Berni y Catalá, titulada Filosofía racional, natural, metafísica y moral,
(Valencia, 1736), en la que reivindicaba la libertad filosófica y el pensamiento individual. De la misma for-
ma se consultó el Compendio Mathematico (Valencia, 1707-1715) de Tomás Vicente Tosca. También se
difundió la obra de Juan Bautista Corachán, catedrático de Valencia, Arithmetica theorico-practica,
(1699), y Avisos del Parnaso, (1741), dedicado a la moderna física, matemáticas y astronomía, iniciadas
por Bacon y Descartes.
En Venezuela también circularon libros prohibidos por presentar proposiciones contra la moral, la reli-
gión o las leyes existentes. Las obras de los «philosophes» Montesquieu, El espíritu de las Leyes, y de Vol-
taire, Carlos XII de Suecia, entraron en la provincia, pero en equipajes de algunas personas autorizadas
para leerlas, como es el caso de los obispos.
Lo mismo ocurría con las obras de ciertos teólogos, juristas e historiadores eclesiásticos, principalmen-
te franceses. En ellas se exponía un nuevo planteamiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado,
como la exigencia para una redefinición de la naturaleza jurídica o política del Estado, que se consideraba
absolutamente autónomo y soberano frente a la autoridad papal, quien, hasta ese momento, se había
atribuido facultades en su funcionamiento20. Con estas tesis hubo un necesario replanteamiento del papel
que habría de jugar el Papa y los obispos. La corriente espiritual jansenista, por motivos diferentes, tam-
bién estuvo en contra del excesivo poder de Roma, por lo que se convirtió en una útil aliada del nuevo
absolutismo.

19. Libros y bibliotecas..., T.I, pág. LXXII. En esta cifra se refiere hasta el año 1767.
20. DÍAZ, Furio: Europa, de la Ilustración a la Revolución, Madrid, 1994, pág. 84 y ss.

540
Por tanto, las obras de galicanos y jansenistas, franceses, italianos y españoles, fueron prohibidas por
el Tribunal de la Inquisición, que, dominado por los padres jesuitas hasta su expulsión de España en el
año 1767, había impedido su circulación, por ser corrientes con las que mantenían un secular enfrenta-
miento desde hacía años21. Fueron prohibidas algunas de las obras de Fleury, Bossuet, Fenelon, Massi-
llon, Gravesson, Don Agustín Calmet, Flechier, Rollin, algunos de ellos, viejos conocidos del monarc a
español, Felipe V.
Todos estos autores, junto con otros muchos, imposible de enumerar en estas páginas, pero cuyas
obras y pensamiento ocupan el mismo lugar ideológico que los anteriores, fueron tachadas de heterodo-
xas, y llegaban a Venezuela escasamente, porque tampoco era frecuente su uso en la Península. Su difu-
sión fue, por tanto, muy escasa en la provincia, y se encuentran contados ejemplares. Sirvan como ejem-
plo algunas bibliotecas.
En la voluminosa biblioteca que el Obispo de Caracas José Félix Valverde dejó a su muerte en 174022,
destacan algunas obras muy atacadas por la escuela jesuítica, ya que en ellas se defendía un modelo dife-
rente de espiritualidad, pero cada vez más apoyado desde la Corona, porque, a través de ellas, el gobier-
no encontró una justificación a sus pretensiones. Entre estos libros aparece la polémica obra de Enrico
Noris Historia Pelagiana (Padua, 1693), defensora del nuevo agustinismo. Esta obra fue muy atacada por
los jesuitas que pretendieron, sin éxito, colocarla en el Indice de libros prohibidos por considerarla janse-
nista. También aparecen en esta biblioteca la obra del obispo Palafox, de la que no se especifica título, per-
sonaje que estuvo radicalmente en contra de la doctrina ignaciana, y la del jesuita Luis Bourdalue, predi-
cador en la corte de Luis XIV23, ambas prohibidas por la Inquisición. Bourdalue es un caso raro dentro de
su orden, pues no defendió la infalibilidad del Papa, cuestión clave para las relaciones Iglesia-Estado en el
XVIII, y que provocó innumerables enfrentamientos entre regalistas, jansenistas y jesuitas, hasta la expul-
sión de estos. La obra de Dom Agustín Calmet, Historia del Viejo y Nuevo Testamento y comentario sobre
la Biblia, también prohibida por la Inquisición, formaba igualmente parte de su biblioteca.
La biblioteca de otro obispo venezolano, Don Juan García Abadiano24, revela la expansión que las teo-
rías regalistas estaban adquiriendo en España y sus dominios en la primera mitad del siglo. En ella apare-
ce la obra del obispo Francisco Valero y Lossa, Carta Pastoral, en la que defendía los poderes del rey Felipe
V, y atacaba la intolerancia religiosa25. La corriente racionalista que ganaba terreno en toda Europa, y tam-
bién en España, se refleja en algunos de los títulos que aparecen en su biblioteca. En ella está presente la
obra de Juan Bautista Berni y Catalá, titulada Filosofía racional, natural, metafísica y moral, a la que antes
hacíamos mención.
Otra biblioteca que revela cierta curiosidad por los nuevos sistemas y tendencias de pensamiento ilus-
trado es la del también obispo de Caracas, Manuel Machado y Luna26. En ella aparecen varias obras prohi-
bidas por la Inquisición, entre las que destaca el Espectáculo de la Naturaleza, del abat Noël Antoine Plu-
che, donde hacía una exposición sistemática de las causas físicas que regían la creación. Era un deísmo
mitigado, pero que se apartaba de la teología tradicional, pues aplicaba la crítica racional y la ciencia expe-
rimental al ámbito de la religión27. También se encontraban entre sus libros la famosa obra de Montes-
quieu, El espíritu de las leyes, la Historia Antigua de Charles Rollin, y una Historia de Luis XIV, de Péllison.
El nacionalismo eclesiástico está presente en esta biblioteca con las obras de los galicanos Fleury, Catecis-
mo histórico, y Bossuet, Historia de las variaciones de las iglesias protestantes, y del regalista español José
Antonio Alvarez y Abreu, Victima Real Legal (Madrid, 1726).

2.2. El tráfico de libros entre los años 1759-1779

La ascención al trono de Carlos III, en 1759, coincide con una mayor afluencia de cargamentos de
libros a Caracas en buques de la Compañía Guipuzcoana. Tras treinta años de actuación de la compañía
vasca, el comercio se había estabilizado, y la buena marcha de la economía era apreciable en la región, al

21. SAUGNIEUX, Joël: Le jansénisme espagnol du XVIIIe siècle: ses composantes et ses sources, Oviedo, 1975, págs. 128-129.
22. Libros y bibliotecas..., T.II, págs. 50-70.
23. CHÉROT, H.: «Louis Bourdalue», en VACANT, A.; MANGENOT, E.; AMMAN, E. (dir.): Dictionnaire de Théologie Catholique, T.III, París, 1923,
col. 1095-1099.
24. AGI, Caracas, 960. Libros que quedaron del expolio de los bienes del obispo de Caracas, D. Juan García Abadiano, 1947. La lista de los libros
aparece también publicada en la obra Libros y bibliotecas..., de I. Leal, T.II, págs. 140-147.
25. GONZÁLVEZ, R.: «F. Valero y Lossa», en Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, 1975, pág. 2705.
26. AGI, Caracas, 961. Inventario de los bienes que quedaron a la muerte del obispo Don Manuel Machado y Luna, 1752. La lista también apa-
rece publicada en la obra Libros y Bibliotecas..., de I. Leal, T.II, págs. 197-213.
27. SÁNCHEZ-BLANCO PARODY, F.: Europa y el pensamiento..., pág. 20.

541
Carmen María Panera Rico

margen de algunos levantamientos y conflictos sociales que el régimen monopolístico de la Compañía


había provocado. Consecuencia de esta bonanza económica, fue la creciente demanda de libros, efectua-
da por las clases acomodadas de terratenientes y comerciantes criollos, que ahora aspiraban a un mayor
grado de cultura. Muchos de ellos cursaban estudios en la floreciente universidad caraqueña buscando, en
un futuro, ocupar los cargos administrativos y eclesiásticos más importantes de la ciudad.
La creciente demanda librera queda reflejada en los registros de los navíos de la Guipuzcoana. De los
41 buques de la Compañía que llegan a La Guaira procedentes de Cádiz, entre los años 1759-1779, tan
sólo cuatro de ellos no llevaban libros registrados. Estos buques fueron el pingue Ntrª Srª de los Dolores,
que hizo viaje en junio de 1767, el navío San Gabriel, en enero de 1770, la fragata Ntrª Srª de Montserrat,
en abril de 1774 y el navío San Miguel y Santiago, que cruzó el Atlántico en octubre de 177828.
El resto de los buques portaban abundantes cargamentos de libros. Como en épocas anteriores, algu-
nos de estos lotes de libros pertenecían a funcionarios (políticos y militares), religiosos, o simples particula-
res. Otros eran de los hombres de la Compañía Guipuzcoana. Sin embargo, la mayoría de los cargamentos
de libros eran enviados a Venezuela por agentes comerciales, entre ellos agentes de la propia Compañía.
Entre los agentes comerciales que más libros enviaron a La Guaira encontramos a los factores de la
Compañía Guipuzcoana Viuda e Hijo de Don Santiago Irisarri, con 13 facturaciones de lotes de libros y, a
Don Ignacio Zubirtuaga, apoderado de la Compañía, con 4 facturaciones de lotes de libros.
El resto de los agentes comerciales, muchos de origen vasco, que más se repiten en los inventarios son
Don Lorenzo de la Azuela, con 10 facturaciones de lotes de libros; Don José Antonio de Elorga y Don
Roque Aguado, con 7 facturaciones cada uno. Otros agentes comerciales que enviaron libros a La Guaira
en los buques de la Guipuzcoana fueron Don Agustín Valverde, Don Pablo Capitanichi, Don Eduardo y
Don Jacobo Gough, Don Francisco de Iriarte, Don Sebastián de Francia, Don José Retortillo, Doña Vicenta
Correa, Don Francisco de la Guardia, Don Rafael Robledo, Don José Cabeza, Don Guillermo Lemiere, Don
Jorge Araurrenechea (Aranechea), Don Joaquín de Zuloaga, Pardo y Frayre Compañía, Don José Roldán e
hijo, Don José Correa, Don Juan Bautista de Laurnaga, la Real Compañía de Impresores y Mercaderes del
Libro del Reino, Aguado y Gunceta Hermanos, la propia Compañía Guipuzcoana, etc.
Estos libros eran recogidos en el puerto de La Guaira por sus dueños, pero en numerosas ocasiones,
(he podido contabilizar 26 operaciones), eran recibidos por los propios factores que la Compañía tenía en
aquel puerto, que luego repartirían entre los propietarios. De esta forma, los factores Don Agustín Ignacio
de Uranga, Don Martín de Goicoechea y Don José de Amenabar se vieron mezclados en el tráfico librero29.
Los cargamentos de libros más voluminosos efectuados por los agentes comerciales en estos años,
corresponden a los propios factores que la Guipuzcoana tenía en Cádiz, Viuda de Don Santiago Irisarri e
hijo, y Don Ignacio Zubirtuaga.
Entre estos voluminosos cargamentos, son de destacar algunos de los efectuados por los herederos de
Irisarri: en diciembre de 1767 en el navío San Francisco Javier, enviaron 22 cajones de libros30. Otros, igual-
mente voluminosos, fueron realizados en el navío San Miguel (alias el Rayo) en el año 1773, con un total
de 11 cajones de libros que sumaban 495 obras; también fue abultado el realizado en el navío San Julian,
que salía para La Guaira ese mismo año, y llevaba 14 cajones de libros, con 153 obras31. En agosto de
1774 fueron enviados a Venezuela, en la fragata San Rafael 344 obras repartidas en 30 cajones. El tam-
bién factor, Don Ignacio de Zubirtuaga, mandaba en septiembre de 1775, en el navío San Miguel y San-
tiago, 12 cajones de libros que contenían 145 obras32.
En todos los países, la literatura que atentaba contra la ortodoxia era combatida, pero su control, en
gran medida, era ineficaz, dado el empeño que pusieron muchos hombres comprometidos con sus postu-
lados. Muchas de las obras literarias de tintes jansenistas y regalistas o galicanos, corrientes a las que per-
tenecían una buena parte de los hombres instalados ahora en el gobierno, o cercanos a él, como Campo-
manes, el conde de Aranda, Mayans y Siscar, Pablo de Olavide, obispos como José Climent, Felipe Beltrán,
Antonio Tavira, etc., estuvieron prohibidas en España hasta 1767.

28. AGI, Contratación, legajos 1692, 1693, 1694 y 1695 respectivamente.


29. Estas operaciones aparecen descritas en los inventarios de los registros de los buques de la Compañía Guipuzcoana en el AGI, Contratación,
legajos 1690, 1691, 1692, 1693, 1694 y 1695, años 1759-1779.
30. AGI, Contratación, 1692.
31. AGI, Contratación, 1693. Aclararemos que el número de obras mencionadas no se refiere a volúmenes, que eran muchos más. Una obra
podía constar de varios volúmenes, que sin embargo eran inventariados como una sola obra.
32. AGI, Contratación, 1694.

542
En este año, la Compañía de Jesús, que controlaba el Tribunal de la Inquisición hasta su expulsión, una
de cuyas funciones era anatematizar los libros que atentaran contra el dogma, el pudor o las leyes exis-
tentes, fue expulsada de España y sus dominios. Los motivos del extrañamiento de los ignacianos, defen-
sores de los derechos de la Santa Sede frente al nacionalismo eclesiástico fomentado por las monarquías
borbónicas, fueron fundamentalmente políticos33, y aún son una interesantísima fuente de debate y de
estudio entre los historiadores. Como consecuencia, a partir del año 1767, el Santo Tribunal relajó su con-
trol sobre ciertas obras literarias de varias disciplinas, que, recomendadas por el gobierno carolino en los
diferentes seminarios y facultades de las universidades, tendían hacia un ensanchamiento de las potesta-
des reales, a la vez que estaban en la línea ideológica gubernamental.
Pudiera parecer que a partir de la expulsión de los ignacianos por el gobierno carolino, las obras de los
padres jesuitas desaparecieron de los cargamentos de libros que iban a la provincia. No fue este el caso, y
numerosas obras de tintes probabilistas —doctrina oficialmente condenada— de autores de esta orden, si
bien no eran las más radicales, continuaron pasando a Venezuela en los enormes cargamentos de libros
que, fundamentalmente, efectuaban los factores de la Guipuzcoana, de origen vasco, como el fundador
de la Compañía de Jesús, región en la que la implantación jesuítica era muy importante.
Las obras jesuíticas que se difundieron en Venezuela estaban firmadas por los miembros más destaca-
dos de esta orden, bien del siglo en curso o de épocas anteriores. Entre ellos aparecen importantes teólo-
gos, predicadores, juristas, científicos, filósofos e historiadores. Algunos de los nombres más significativos
que aparecen en las bibliotecas venezolanas son José de Gumilla, Vieira, Bourdalue, Mariana, Lacroix, Nie-
remberg, Segneri, Pinamonti, Buffier, Sánchez, Croisset, Ripalda, Astete, y un largo etcétera, que engrosan
una interminable lista que señala la influencia de esta escuela sobre la sociedad venezolana.
Fiel reflejo de la nueva política emprendida por el rey, son las obras literarias que a partir del año 1767,
y junto con las anteriores señaladas, comienzan a llegar a Venezuela en los navíos de la Guipuzcoana, lla-
mados en alguna ocasión «los navíos de la Ilustración».
Los enormes cargamentos de libros efectuados por los agentes comerciales, y por los factores de la Gui-
puzcoana, herederos de Irisarri, principalmente, están llenos de títulos que en décadas anteriores habían
estado prohibidos, y sólo eran leídos por unos cuantos escogidos. En esos años pasan sin trabas por el con-
trol inquisitorial gaditano. Esta situación es un reflejo del debate ideológico que se estaba produciendo en
la Península, principalmente en los campos de la teología, la historia, la filosofía y el derecho, y que inme-
diatamente pasa a Venezuela. La teología escolástica tradicional seguía gozando de un gran respeto, pero
comienzan a llegar obras que manifiestan el deseo de adaptar el cristianismo a los nuevos tiempos. Testigo
de ello es la producción bibliográfica que llega a Venezuela después de 1767, en la que la teología moral se
convierte en la gran protagonista, una vez que la escuela jesuítica fue suprimida por la Corona. En este sen-
tido comienzan a abundar en la provincia las obras de algunos adversarios del movimiento probabilista, co-
mo Eusebius Amort, cuyas obras Theologia eclectica, moralis...,(1752), y Elementa juris canonici...,(1757)
aparecen constantemente en los inventarios de los libros destinados a Venezuela.
A través de las obras de algunos importantes autores franceses de la corriente moralista de la teología,
se difundirán las tendencias galicanas en Venezuela. Es frecuente encontrar títulos de Jean B. Gonet, Noel
Alexandre o Gravesson en las listas de libros que pasan para aquella provincia.
También abundan las obras de otros importantes teólogos, predicadores e historiadores, como J.B.
Bossuet, C. Fleury, V.E. Flechier, L. Bourdalue, J.B. Massillon, Dom Calmet, Tamborini, Muratori, J.L. Selva-
gio, L. Moreri, L. Berti, L. Thomasin, B. Lamy, A. Arnauld, G. Juenin, Jean Optraet, y un largo etcétera de
autores extranjeros pertenecientes a las nuevas tendencias religiosas, cuyas obras eran recomendadas en
estos años.
En filosofía comienzan a llegar en abundancia las obras que defienden la importancia del pensa-
miento individual frente a las escuelas o los grandes maestros y filósofos. Impregnadas de este moder-
no espíritu están los textos, ya citados, de J.B Berni y Catalá, los de Andrés Piquer, Lógica moderna,
racional y experimental (Valencia, 1747), que difundió las ideas de I. Newton, o los de T.V. Tosca, C o m-
pendium Philosophicum (Valencia, 1721), y sus conocidas Mathematicas. Las obras de Luis Antonio
Verney, inspirados en el pensamiento de J. Locke, también estuvieron muy extendidas en Venezuela,
pues aparecen constantemente en los inventarios de los libros de los navíos de la Compañía Guipuz-
coana.

33. LACOUTURE, JEAN: Jésuites. T.I: Les Conquérants, Paris, 1991, cap. XIV.

543
Carmen María Panera Rico

Pero hasta la década de los 80, la nueva filosofía no empezó oficialmente a difundirse en la universi-
dad caraqueña34. La demanda de las nuevas corrientes de pensamiento fue anterior a la universitaria. La
Guipuzcoana se había encargado de satisfacer la demanda social existente a este respecto.
Para el estudio del derecho natural, fomentado por el gobierno de Carlos III, se utilizaron en las facul-
tades los textos de Croccio y Heinecio. Para el derecho canónico se recomendó a Van Espen, muy elogia-
do por Jovellanos, y hasta el propio Conde de Campomanes tuvo que hacer gestiones especiales para que
su libro pudiera circular35. Estas obras también llegan a Venezuela en los navíos de la Guipuzcoana.
La revolución científica de los siglos XVII y XVIII significó un profundo cambio de actitud social en el cultivo de
las ciencias, que pasó a convertirse en un hecho central para la vida económica, política e intelectual36. Gracias a
Feijoo, defensor de la ciencia moderna, y cuyas obras son muy frecuentes en los cargamentos de libros, se difun-
dieron en Venezuela el pensamiento empírico de Bacon y Boyle, y el racionalista de Descartes y Malebranche.
Comienzan a llegar a Venezuela obras de muy variadas disciplinas científicas, que habían desplazado el
antiguo método dogmático por el experimental. Los nuevos textos de medicina más solicitados aparecen
firmados por el médico holandés Boerhaave y el español Martín Martínez. En matemáticas, los ya citados
de Tosca, Piquer y el de Juan Bautista Corachán, Arithmetica theorico-practica, y Avisos del Parnaso, dedi-
cado a la moderna física, matemáticas y astronomía iniciadas por Bacon y Descartes.
Los textos sobre comercio de Ustáriz, tratados de navegación, geografías, mapas, calendarios astronó-
micos, y un largo etcétera de libros, delatan el interés por la economía y por el conocimiento del medio
físico existente en la región.
En definitiva, asistimos en esta segunda mitad del siglo a un cambio cualitativo y cuantitativo de la lite-
ratura que llega a Venezuela, sin duda, impulsada por el rey Carlos III y su gobierno.
En el Siglo de las Luces, el mensaje intelectual se difundió entre las capas sociales más privilegiadas,
pero también llegó con más facilidad que en otra épocas hasta los escalones más bajos de la sociedad.
Gran parte del éxito de la Ilustración se debió, con respecto a movimientos ideológicos de otras épocas, a
la difusión de la que gozó.
La Compañía Guipuzcoana había contribuido corporativamente a la difusión de las nuevas corrientes
de pensamiento en Venezuela, apoyadas o no apoyadas por el gobierno, y que, paulatinamente, fueron
provocando un cambio de mentalidad en la provincia. Pero los hombres de la Guipuzcoana, a título indi-
vidual, también participaron en la difusión de las nuevas tendencias ilustradas. Las bibliotecas que con
ellos llevaban a Venezuela así lo indican.

3. LA ILUSTRACIÓN Y LOS HOMBRES DE LA COMPAÑÍA

No se debe concluir este artículo sin hacer mención a algunas de las bibliotecas particulares de los hom-
bres de la Compañía Guipuzcoana, tema, pienso que interesantísimo, para evidenciar hasta qué punto estos
hombres no sólo dejaron un legado económico-comercial en Venezuela, sino también cultural e ideológico.
Los libros pertenecientes a Don Martín de Aznares, capitán y maestre del navío San José, que viajó a La
Guaira en 1759, reflejan el carácter de un hombre piadoso, pero a la vez interesado por las nuevas corrien-
tes que trataban de adaptar el cristianismo a los nuevos tiempos. Destacan en su biblioteca la obra teoló-
gica de Gonet y los sermones del jesuita Vieira, que aparecen mezclados con algunos tradicionales brevia-
rios y misales37.
La biblioteca de Don Gilberto Upton de Fuentes, factor de la compañía vasca en Caracas38, indican un
claro interés, en el temprano año de 1765, por las ciencias, por la crítica histórica, y por la nueva teología-
física o deísmo. Entre los libros de su biblioteca que marcan estas tendencias se encuentran el Espectácu-
lo de la Naturaleza, de Pluche (traducido por el jesuita Terretos y Pando), el Catecismo de C. Fleury, Memo-

34. MILIANI, Domingo: Vida intelectual de Venezuela, Caracas, 1970, pág. 16.
35. ÁLVAREZ DE MORALES, Antonio: Inquisición e Ilustración (1700-1834), Madrid, 1987, págs. 113-115.
36. LÓPEZ PIÑERO, José María: «Los estudios históricos sobre la actividad científica en la España de los siglos XVI y XVII», en Coloquio sobre His-
toria de la Ciencia Hispanoamericana, Madrid, 19-23 de Abril, 1976, Madrid, 1977, págs. 133-137.
37. AGI, Contratación, 1689. La lista aparece publicada en la obra Libros y Bibliotecas..., de I. Leal, T.II, págs. 239-240.
38. AGI, Caracas, 82, año 1765. La lista de los libros aparece publicada en Libros y Bibliotecas..., de I. Leal, T.II, pág. 312.

544
ria para la historia de las ciencias, de J.V. Rustant, el Orinoco Ilustrado, de J. Gumilla, la Aritmética, de A.
Puig, y algunos libros de comercio y contrataciones.
Don Antonio Ignacio de Uranga, natural de la villa de Azpeitia (Guipúzcoa), fue factor de la Compañía
Guipuzcoana en Caracas, pero antes había actuado en Maracaibo en representación de la misma empre-
sa. Los libros que contenía su biblioteca son numerosos, pero destacan entre todos el Diccionario Históri-
co..., de L. Moreri, Las Variaciones de las Iglesias Protestantes, del galicano Bossuet, la Instrucción Pastoral
de arzobispo de París, todas ellas obras que reflejan las nuevas tendencias que estaban penetrando en
España, y en las que tanto interés tenía Carlos III. También son de destacar un ejemplar del Correo Gene-
ral de la Europa, y la Teoría y Práctica del Comercio, de Ustáriz39.
Los libros del factor de la Compañía Guipuzcoana Don Juan Ignacio de Bidarrai, que hizo viaje a Ve n e-
zuela en el navío San Francisco Javier en el año 177140, son también muy interesantes y variados. Destaca-
mos el Tratado de la regalía de la Amortización, de Campomanes, Historia de las antiguedades de Navarra,
las Ordenanzas de Bilbao, el Testamento político del Cardenal Richelieu, el Espectáculo de la Naturaleza, de
Pluche, Diccionario Histórico, de Moreri y algunos otros libros de historia y de comercio. Su biblioteca se
incrementó durante los años que vivió en Caracas, pues en el inventario de su testamento del año 177941
aparecen nuevas obras. Las más interesantes son un tomo sobre Magia Natural, y otros sobre La sociedad
vascongada, la Antiguedad del vascuence, y una Instrucción de música sobre guitarra española, triple ban-
dola, citara y clavicordio, ejemplares, los de música, muy raros en los cargamentos de libros.
El Capellán del navío San Ignacio, de la Compañía Guipuzcoana, que viajó a La Guaira en 177842 lle-
vaba entre sus libros la obra de Fenelon, Las aventuras de Telémaco, obras de Bossuet, obras del jesuita
Luis Bourdalue y los Sermones de Flèchier. El deísmo también parece que interesó a este hombre, del que
desconocemos su nombre, pues aparecen las obras de Bergier El deísmo refutado..., y Norte Crítico, de
Jacinto Segura. La obra de Voltaire, Carlos XII de Suecia, aparece igualmente en su biblioteca.

CONCLUSIÓN

Tradicionalmente la Compañía Guipuzcoana de Caracas ha sido estudiada desde un punto de vista eco-
nómico, social y político. Si bien fue un móvil económico, impulsado por Felipe V, el que la llevó hasta las
lejanas tierras venezolanas, su actuación a lo largo de más de medio siglo deparó consecuencias de tipo ide-
ológico para la población de aquella provincia, y que hasta ahora han sido escasamente consideradas.
La Compañía Guipuzcoana fue el más importante vehículo de difusión cultural y transmisor de ideas
en Venezuela hasta su extinción. Fue el medio del que se sirvieron los agentes comerciales que desde la
Península enviaban textos de todo tipo a la región. Pero fueron los propios factores de la Compañía los
que introdujeron los más numerosos lotes de libros. En estos lotes se mezclaba la literatura que ideológi-
camente favorecía al gobierno con la que, a partir de 1767, había sido considerada contraria a sus princi-
pios, es decir, la que había producido la escuela jesuítica expulsa, pero que en Venezuela seguía siendo
demandada. Y es que no se debe olvidar el origen geográfico común de la Compañía Guipuzcoana y la
Compañía de Jesús, ésta con una fuerte implantación en toda la región vascongada.
A título individual, los propios miembros de la Compañía que iban a instalarse a Venezuela desempe-
ñaron un importante papel, por la posición social que ocupaban, en la difusión de la ideología ilustrada,
pues hombres comprometidos con estos principios debe considerárseles, según se desprende de la litera-
tura que manejaban.
En definitiva, la Guipuzcoana llevó las nuevas tendencias del pensamiento ilustrado que circulaban por
España, fomentadas y alentadas a veces desde la Corona y los diferentes gobiernos. Fue, la española, una
ilustración de marcada inclinación católica, alejada de las corrientes de pensamiento más radicales que cir-
culaban por Europa. Como Ilustración es sinónimo de Razón, las corrientes de pensamiento que se difun-
dieron por Venezuela, marcarían el camino hacia una mentalidad más crítica y libre entre los círculos inte-
lectuales de aquella región, que luego se difundirían a capas sociales más amplias, en los cercanos años de
la independencia.

39. Libros y bibliotecas..., T.II, págs. 322-323.


40. AGI, Contratación, 1693, año 1771.
41. Archivo Archidiocesano de Caracas, sección Testamentos, leg. 107.
42. AGI, Contratación, 1695, año 1778.

545
Carmen María Panera Rico

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ÁLVAREZ DE MORALES, Antonio: Inquisición e Ilustración (1700-1834), Madrid, 1982.


ÁLVAREZ DE MORALES, Antonio: La Ilustración y la reforma de la Universidad en la España del siglo XVIII,
Madrid, 1971.
AMEZAGA ARESTI, Vicente de: El elemento vasco en el siglo XVIII venezolano, Caracas, 1966.
ARAUZ MONFANTE, Celestino A.: El contrabando holandés en el Caribe, 2 tomos, Caracas, 1984.
ARCILA FARIAS, Eduardo: Economía colonial de Venezuela, Caracas, 1973.
BASTERRA, Ramón de: Los navíos de la Ilustración. Real Compañía Guipuzcoana de Caracas y su influen-
cia en los destinos de América, Caracas, 1954.
BAUMER, Franklin L.: El pensamiento europeo moderno. Continuidad y cambio en las ideas, 1600-1950,
México, 1985.
BORGES, Analola: «Una Real Instrucción de 1714, primer intento reformista de los Jueces Visitadores en
Indias, y posible precedente del sistema de intendencias», II Congreso Venezolano de Historia, Cara-
cas, 1964, T.I., págs. 99-126.
CAPEL, Horacio: «Geografía y Cartografía», en VV.AA.: Carlos III y la ciencia de la Ilustración, Madrid,
1989.
CARDOT, Carlos F.: Rebeliones, motines y movimientos de masas en el siglo XVIII venezolano (1730-1781),
Madrid, 1961.
CASÁUS ARZU, Marta Elena: «Las redes familiares vascas en la configuración de la élite de poder centroa-
mericana», en Emigración y redes sociales de los vascos en América, Vitoria, 1996.
CASSIRER, Ernst: La philosophie des lumières, París, 1966.
Cedulario de la Universidad de Caracas (1721-1820), introducción y compilación de Ildefonso LEAL, Cara-
cas, 1965.
CHÉROT, H.: «Louis Bourdalue», en VACANT, A.; MANGENOT, E.; AMMAN, E. (dir.): Dictionnaire de Théo-
logie Catholique, T.III, París, 1923, col. 1095-1099.
CONSTANTIN, C.: «Claude Fleury», en VACANT, A.; MANGENOT, E.; AMMAN, E. (dir.): Dictionnaire de
Théologie Catholique, T.XI, París, 1933, col.21-24.
DEPONS, Francisco: Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América meridional, estudio preliminar de
Pedro GRASES, Caracas, 1960.
DÍAZ, Furio: Europa, de la Ilustración a la Revolución, Madrid, 1994.
EGIDO, Teófanes: «La expulsión de los jesuitas de España», en GARCÍA VILLOSLADA, Ricardo (dir.): Histo-
ria de la Iglesia en España, Vol. IV, Cap. VIII, Madrid, 1979.
ELORZA, Antonio y LOPEZ ALONSO, Carmen: El hierro y el oro. Pensamiento político en España, siglos
XVI-XVIII, Madrid, 1979.
FERNÁNDEZ DE PINEDO, Emiliano: «Coyuntura y política económica», TUÑÓN DE LARA, Manuel (dir.):
Historia de España, Vol. VII, Barcelona, 1980.
FERNÁNDEZ PÉREZ, Joaquín: «La Ciencia Ilustrada y las Sociedades Económicas de Amigos del País», en
VV.AA.: Carlos III y la ciencia de la Ilustración, Madrid, 1989.
FERRERO MICÓ, Remedios: «Intentos de reorganización en la universidad de Caracas al final del siglo
XVIII», en Actas de las III jornadas sobre la presencia universitaria española en América: la universidad
en la época borbónica, Revista de la Universidad de Alcalá, Nº 7, 1991.
GARCÍA-BAQUERO GONZÁLEZ, Antonio: Cádiz y el Atlántico, 1717-1778 (El comercio colonial español
bajo el monopolio gaditano), 2 Tomos, Cádiz, 1988.
GONZALVEZ, R.: «F. Valero y Lossa», en Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, 1975, pág.
2705.

546
GUERRA, Francisco: «Las cátedras de medicina en las universidades españolas de América y Filipinas
(1538-1898)», en Revista de Estudios de Historia Social y Económica de América, nº 9, Madrid, 1992.
HAZARD, Paul: El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Madrid, 1991.
HERA, Alberto de la: El regalismo borbónico en su proyección indiana, Madrid, 1963.
HERR, Richard: España y la revolución del siglo XVII, Madrid, 1975.
HUSSEY, Ronald D.: La Compañía de Caracas, 1728-1784, Caracas, 1962.
LACOUTURE, Jean: Jésuites. T.I: Les Conquérans, Paris, 1991.
LAFUENTE, Antonio y PESET, José Luis: «Las actividades e instituciones científicas en la España ilustrada»,
en VV.AA.: Carlos III y la ciencia de la Ilustración, Madrid, 1989.
LEAL, Ildefonso: El claustro de la universidad y su historia, Caracas, 1970.
LEAL, Ildefonso: Historia de la Universidad de Caracas, Caracas, 1963.
Libros y bibliotecas en Venezuela Colonial (1633-1767), estudio preliminar de Ildefonso LEAL, 2 tomos,
Caracas, 1978.
LÓPEZ PIÑERO, José María: «Los estudios históricos sobre la actividad científica en la España de los siglos
XVI y XVII», en Coloquio sobre Historia de la Ciencia Hispanoamericana, Madrid, 19-23 de Abril, 1976,
Madrid, 1977.
MACÍAS DOMÍNGUEZ, Isabelo: «La emigración vasca a Indias en la primera mitad del siglo XVIII», en Ála-
va y América, Vitoria, 1996.
MARTÍNEZ, José Luis: El libro en Hispanoamérica: origen y desarrollo, Madrid, 1986.
MESTRE, Antonio: Historia, fueros y actitudes políticas. Mayans y la historiografía del siglo XVIII, Publica-
ciones del Ayuntamiento de Oliva, nº2, Valencia, 1970.
MESTRE, Antonio: «Ilustrados y reforma universitaria: las “escuelas”», en Universidades españolas y ame-
ricanas, Valencia, 1987, págs. 395-402.
MILIANI, Domingo: Vida intelectual de Venezuela, Caracas, 1970.
MOLIEN, A.: «Jean Baptiste Massillon», en VACANT, A.; MAGNENOT, E.; AMMAN, E. (dir.): Dictionnaire de
Théologie Catholique, T. XIX, París, 1939, col. 258-265.
MORA MÉRIDA, José Luis: «La formación política en la universidad hispanoamericana: proyección urbana
e ideología política “nacionalista” de las facultades eclesiásticas», en PESET, José Luis (coord.): Ciencia,
Vida y Espacio en Iberoamérica, Vol.II, Madrid, 1989.
MORALES PADRÓN, Francisco: Rebelión contra la Compañía de Caracas, Sevilla, 1955.
MORENO GONZÁLEZ, Antonio: «Un obstáculo a remover: la Física en la Universidad», en VV.AA.: Carlos III
y la ciencia de la Ilustración, Madrid, 1989.
PÉREZ-MALLAÍNA BUENO, Pablo Emilio: Política naval española en el Atlántico (1700-1715), Sevilla, 1992.
PÉREZ VILA, Manuel: Los libros en la colonia y en la independencia, Caracas, 1970.
PÉREZ, Joseph: «La reforma universitaria y los planes de estudio en torno a 1780», en Estudios de historia
social y económica de América, Revista de la Universidad de Alcalá, Nº 9, 1992.
PESET, José Luis y Mariano: «La renovación universitaria», en VV.AA.: Carlos III y la ciencia de la Ilustración,
Madrid, 1989.
PESET, Mariano y José Luis: La universidad española (siglos XVIII y XIX), Madrid, 1974.
PLONGERON, Bernard: Théologie et politique au siècle des lumières (1770-1820), Genève, 1973.
RICO LINAGE, Raquel: Las Reales Compañías de Comercio con América, los órganos de gobierno, Sevilla,
1983.
RODRÍGUEZ CASADO, Vicente: La política y los políticos en tiempos de Carlos III, Madrid, 1962.
RODRÍGUEZ CRUZ, Agueda: La universidad en la América hispánica, Madrid, 1992.
SÁNCHEZ AGESTA, Luis: El pensamiento político del despotismo ilustrado, Sevilla, 1979.

547
Carmen María Panera Rico

SÁNCHEZ-BLANCO PARODY, Francisco: Europa y el pensamiento español del siglo XVIII, Madrid, 1991.
SAUGNIEUX, Joël: Le jansénisme espagnol du XVIIIe siècle: ses composantes et ses sources, Oviedo, 1975.
SAUGNIEUX, Joël: Les Jansénistes et le renouveau de la prédication, dans l’espagne de la seconde moitié
du XVIII siècle, Lyon, 1976.
SELLÉS, Manuel A.: «Astronomía y Navegación», en VV.AA.: Carlos III y la ciencia de la Ilustración, Madrid,
1989, págs. 81-98.
SOLANO, Francisco de: Nivel cultural, teatro y diversiones colectivas en las ciudades de la Venezuela colo-
nial. 1747-1760. Separata del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, T. LIX, Nº 233, Caracas,
1976.
TOMSICH, Mª Giovanna: El jansenismo en España. Estudio sobre las ideas religiosas en la segunda mitad
del siglo XVIII, Madrid, 1972.
VIVAS PINEDA, Gerardo: «Los tropiezos del Estado: la Casa de la Contratación de Cádiz y su incidencia en
los fraudes marítimos de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728-1785)», en MENA
GARCÍA, Carmen (coord.): Venezuela en el Siglo de las Luces, Sevilla-Bogotá, 1995.
VIVAS PINEDA, Gerardo: «El vascuence y otras estrategias navales de los capitanes de la Compañía Gui-
puzcoana de Caracas», en Comerciantes, mineros y nautas. Los vascos en la economía americana, Bil-
bao, 1996.
ZUBIRI MARTÍN, Mª Teresa: «Vascos en Venezuela. Apuntes sobre la Compañía Guipuzcoana de Caracas»,
en Comerciantes, mineros y nautas. Los vascos en la economía americana, Bilbao, 1966.

548

También podría gustarte