Todo Contigo Dina Reed
Todo Contigo Dina Reed
Todo Contigo Dina Reed
Dina Reed
©Dina Reed, junio 2017
©Todos los derechos reservados
Foto de portada: Fotolia
Queda prohibido reproducir el contenido de este texto, total o parcialmente, por
cualquier medio analógico o digital, sin permiso de la autora con la Ley de Derechos de
Autor.
Los personajes que aparecen en la novela son ficticios, cualquier parecido con
personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
ÍNDICE
ÍNDICE
SINOPSIS
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
EPÍLOGO
SINOPSIS
La vida de Gary Scott no ha sido fácil, pero después de mucho trabajo y esfuerzo,
regresa a San Diego convertido en un hombre rico y exitoso, por el que suspiran las
mujeres.
Sin embargo, él no quiere complicaciones…
Hasta que conoce a Sandy…
Gary contrató a Sandy, para que cuidara de su abuela Dorothy, pero esa chica
tiene el poder de desquiciarle como nadie. Si no la despide es porque su abuela está
encantada con ella, y él es incapaz de negarle nada a la persona que más quiere del
mundo.
Sandy tampoco soporta a su jefe, reconoce que es guapo, imponente y sexy, pero es
borde como él solo, duro, impulsivo y acostumbrado a salirse siempre con la suya. De
hecho si le aguanta es porque, aparte de que hace falta el dinero en su casa, adora a
la abuela de Gary…
Con todo, Dorothy cree en el amor y siente que, precisamente por ser polos
opuestos, Sandy y Gary, tienen que darse una oportunidad.
Y para eso tiene un plan…
Todo contigo es una novela romántica, sexy, pasional y explosiva que no podrás
dejar de leer…
Capítulo 1
Cuando Gary llegó a casa después de una dura jornada se encontró con que su abuela
Dorothy dormitaba frente a la televisión, mientras Sandy su cuidadora estaba con la
cabeza metida en un libro.
Genial, pensó en cuanto la vio. Luego, carraspeó un poco y le dijo mientras se
desanudaba un poco la corbata, que ya le sobraba porque detestaba llevar traje.
—Se supone que te he contratado para que cuides de mi abuela, no para que la dejes
sentada frente al televisor y tú te pases el día leyendo…
Ya está aquí el tocapelotas de Gary Scott, pensó Sandy en cuanto le vio aparecer,
todo lo que tenía de sexy y de arrebatador, lo tenía de exasperante, luego esbozó una
sonrisa y replicó:
—Hemos salido a hacer unas compras, después hemos paseado otro poco más por el
jardín, hemos almorzado y tu abuela se ha sentado a ver una película. Yo tengo un
examen esta tarde y he aprovechado para repasar un poco. ¿Tienes algún problema con
eso?
Sandy estudiaba Enfermería por las tardes y por las mañanas de siete a cuatro de la
tarde se dedicaba a atender a Dorothy, a la que hacía algo más de un mes que habían
operado de la cadera.
—Te recuerdo que te pago para que cuides a mi abuela, no para que estudies —
respondió Gary, tajante, con los ojos azules echando chispas.
Gary era un tipo atractivo, moreno, alto, fuerte, de intensos ojos azules y un halo de
virilidad que dejaba sin aliento. Pero Sandy no pensaba dejarse intimidar ni por la
presencia imponente de su jefe, ni mucho menos por su carácter tremendo. Por eso, le
recordó alzando la barbilla y sin perder la calma:
—En ningún momento he descuidado a tu abuela, hemos hecho todo lo que estaba
programado para el día de hoy y justo en este ratito que se ha quedado dormida viendo
la película, he aprovechado para repasar un poco.
Gary miró a esa chica que no podía ser más insolente, apretó fuerte los puños y, tras
morderse los labios, farfulló:
—Estás agotando mi paciencia…
Dorothy abrió los ojos en ese momento y murmuró a su nieto en un tono que sonaba a
regañina:
—¿Quieres dejar a mi Sandy tranquila? Esta tarde tiene un examen muy importante…
—Que estudie en su casa, abuela. Esto no es una biblioteca, aquí viene a trabajar…
—dijo clavando la mirada a Sandy.
Y ella por supuesto que ni se arredró, es más lejos de esquivar la mirada azul de su
jefe, la sostuvo con la convicción que le daba saber que estaba haciendo lo correcto.
—Y trabajar es lo que hago, por si no se te has dado cuenta…. —le recordó por si
acaso lo había olvidado.
Gary pensó que de lo que se había dado cuenta era de que no estaba dispuesto a
soportar ni una impertinencia más de chica, pero cuando estaba a punto de ordenarle
que no volviera más por allí, su abuela comentó:
—Llevamos todo el día de aquí para allá, he hecho mis ejercicios y ahora estoy
viendo una película. Así que déjanos un poquito en paz, cariño —replicó la abuela,
estirando los brazos hacia Gary—. Anda ven, dame un beso…
Gary se sintió como si tuviera tres años, pero no podía dejar a su abuela con el beso
colgado. Era el ser que más quería del mundo y la única familia que tenía. Su madre
murió cuando apenas tenía cinco años y su padre falleció unos años después, cuando
Gary acababa de cumplir dieciocho años y su mundo se vino abajo definitivamente…
A partir de entonces, tuvo que trabajar muy duro para salir adelante y vaya si lo
logró… Pasar de un apartamento ruinoso al maravilloso rancho de más noventa
hectáreas en San Diego que había comprado hacía un año daba fe de ello. Y todo había
sido a base de tesón, esfuerzo, dedicación y tal vez una pizca de suerte, solo un poco
porque Gary estaba convencido de que hasta la suerte había que trabajársela.
Y si algo tenía claro era que su abuela se merecía lo mejor y estaba dispuesto a todo
para dárselo, por eso no iba a tolerar ni por un instante más que Sandy Peters no
cumpliera con su cometido.
Así que ansioso por terminar cuanto antes con la discusión, besó a su abuela en la
mejilla, y después farfulló cabreado:
—He tenido un día horrible, lo que menos quiero al llegar a casa es tener más
problemas. Desde que Sandy trabaja para nosotros, no hay día que no tengamos líos y
más líos… Voy a volver a llamar a la señora Smith…
—¿Qué? —replicó Dorothy alarmada con la sola idea de que esa señora volviera a
su casa—. ¡Ni se te ocurra! ¡Pero si está mucho peor que yo, tiene más goteras que una
casa vieja y con ella me aburro como una ostra! ¡Ni pienses en echar a Sandy o te las
verás conmigo, jovencito! —le advirtió Dorothy a su nieto, apuntándole con el dedo
índice.
Sandy no pudo evitar esbozar un sonrisita y Gary la miró echando humo hasta por las
orejas y con unas ganas tremendas de ponerla de patitas en la calle. Ganas que reprimió
porque no podía contradecir a su abuela, la quería y la respetaba demasiado como para
contravenir sus órdenes y deseos.
Bien era verdad que la señora Smith estaba llena de achaques y que raro el día que
no la había pillado dormitando en el sofá, pero el desparpajo de Sandy le tenía
completamente desquiciado.
Reconocía que era bonita, que tenía un pelo precioso castaño con destellos cobrizos
cuando se ponía al sol, que tenía unos ojos que brillaban con fuerza, que su boca era
carnosa y en forma de corazón, que tenía unos pechos redondos y altos y un culo
respingón, y que caminaba de una forma tan sugerente que era imposible que los ojos no
se le fueran detrás de ella, pero él tenía como norma no tener nada con su personal, y
mucho menos iba a ser tan incauto como para enredarse con alguien tan desquiciante
como Sandy Peters.
En qué hora la contrataría, pensó. Pero ya poco se podía hacer más que esperar a
que cometiera una más gorda y su abuela, que era terca como una mula, se convenciera
de que había que despedirla.
Así que sin más tiempo que perder, dijo loco por salir de allí y dejar de ver la
sonrisita triunfante de la señorita Peters:
—Me voy a comer a algo que vengo hambriento…
—¿Te preparo alguna cosa? —preguntó la abuela, aferrada a su muleta y dispuesta a
levantarse.
—Abuela, por favor, ¿cuántas veces tengo que repetirte que tenemos cocinera y
cuatro doncellas? Para algo me parto el lomo cada día…
Gary dio un manotazo al aire y se marchó a la cocina gruñendo…
—No le tengas en cuenta nada —comentó Dorothy—, ya sabes lo que dicen: perro
ladrador, poco mordedor.
—Me detesta —concluyó Sandy encogiéndose de hombros.
—No, lo único que sucede es que Gary solo me tiene a mí y está obsesionado con
tenerme entre algodones. Pero yo no voy a quedarme aquí de por vida y debería
empezar a tomarse en serio lo de crear su propia familia…
Sandy pensó que quién iba a soportar a un ser tan ogro y tan antipático, pero no le
dijo nada a Dorothy, pues adoraba a su nieto…
—Tú estás genial, Dorothy. Tienes que dar mucha guerra todavía…
—Pienso aguantar todo lo que pueda, muchachita. No pienso irme de aquí sin luchar
hasta el final, pero no soy eterna y no me gusta nada que Gary esté solo.
—Es un joven muy atractivo, seguro que no le faltan mujeres…
Dorothy cogió la mano de Sandy y, mirándola con ternura, le confesó:
—Pero ninguna que merezca la pena, además yo creo que todavía tiene a Kim en la
cabeza… Y ayer me enteré de que acaba de divorciarse… Esa chica es un peligro y no
me gustaría para nada que regresara a la vida de mi nieto.
Sandy no quería parecer entrometida ni chismosa, pero de repente esa Kim le
despertó una curiosidad tremenda y replicó en voz baja…
—¿Kim? Nunca me has hablado de ella…
Sandy llevaba algo más de ocho meses al cuidado de Dorothy y se habían hecho
muchas confidencias, pero esto era algo completamente nuevo…
Dorothy respiró hondo y con una sonrisa cargada de ternura y complicidad,
respondió:
—Es una historia muy larga, tesoro. Mejor repasa para tu examen y ya te lo contaré
otro día…
Capítulo 2
El examen de Sandy salió de maravilla y lo celebró al día siguiente, tomándose un
helado con Dorothy, en Niederfrank’s Ice Cream.
—No le digas a Gary que hemos estado aquí, dice que todavía no estoy para subirme
a un automóvil —comentó Dorothy, sentadas en una de las mesitas de la heladería.
Sandy había conducido uno de los utilitarios de Gary hasta la heladería favorita de
Dorothy, una emblemática en la ciudad, donde preparaban unos deliciosos helados de
menta roja, su favorito.
—Es una locura, Dorothy… Pero cualquiera te dice que no —comentó Sandy tras
probar el exquisito helado de frutas del bosque, fabricado a la antigua usanza, en la
parte de atrás de la tienda. Todo natural.
—Estoy cada día mejor y tampoco nos hemos ido a ochocientos kilómetros. ¡La
heladería está aquí al lado!
—¿Te duele la cadera?
—Tengo molestias, pero es normal. Tú tranquila, querida, que todo está bien.
¡Necesitaba tomarme uno de estos! Este local me trae recuerdos muy bonitos, aquí
venía con mis padres, luego con Becky, la mamá de Gary, y finalmente con Michael,
antes de que nos marcháramos de San Diego… —confesó tras lanzar un suspirito.
—¿Michael? —preguntó Sandy, arqueando una ceja, porque jamás le había hablado
de ningún Michael.
—Es otra larga historia… —musitó Dorothy dejando la mirada perdida.
—Soy toda oídos. Además me tienes que contar lo de Kim… —le recordó Sandy,
que tenía mucha curiosidad con esa historia.
—De alguna manera está todo relacionado. ¿Pero de verdad que te interesa? No
quiero ser la clásica vieja que cuenta sus batallitas y aburre hasta a las ovejas—quiso
saber Dorothy, tras dar otra probadita a su helado de menta roja.
—Por favor, Dorothy… ¡Tú eres una mujer fascinante! ¡Contigo es imposible
aburrirse!
—Gracias, tesoro. Pero esta historia no es para nada divertida, al contrario… Verás
—dijo revolviéndose un poco en la silla—, el padre de Gary era camionero, trabajaba
para un empresa llevando mercancías hasta Alaska, se pasaba el día en la carretera, así
que cuando mi hija murió, me fui a vivir con ellos para cuidar de Gary. Yo también
estaba sola, mi marido había muerto hacía unos años y me venía bien estar con ellos.
Charles, el padre de Gary, siempre fue un hombre difícil, tenía un carácter complicado,
pero mi hija le llevaba muy bien. Era su luz. Sé que fueron muy felices, pero cuando
falleció, Charles se quedó muy tocado. Su carácter se retorció por completo y nunca
más fue feliz… Trabajaba duro, muy duro, para no pensar, pero traía poco dinero a casa
porque comenzó a jugar.
—Oh, Dorothy, lo siento tanto… —susurró Sandy apenada.
—Fue un mazazo muy grande lo de mi hija, una chica tan bonita y llena de vida, se
nos fue de repente... Fue una enfermedad fulminante y Charles no se repuso… Su vía de
escape fue el juego, pero también su perdición. Nos llevó a la ruina más absoluta y
tuvimos que vender la casa…
Sandy tragó saliva porque aquello era demasiado doloroso…
—No sabía nada, Dorothy, esto que me cuentas es tan duro…
Dorothy tomó la mano de la chica y le dijo para reconfortarla:
—Tranquila que lo importante es que ahora estamos bien. ¡Demasiado bien! ¡Gary ha
comprado un rancho tan grande que me da hasta vértigo! —exclamó con una sonrisa
enorme.
—Es que lo de Gary es alucinante, tiene muchísimo mérito todo lo que ha logrado…
Sandy conocía por lo que había leído de él en Internet y sobre todo por lo que su
abuela le había contado, lo que había supuesto para él montar un imperio del transporte
de mercancías en apenas diez años. Y además partiendo de la nada…
—Y sin ayuda de nadie, tan solo esfuerzo, trabajo y talento. Mi nieto es muy listo y
también orgulloso. Él se prometió a sí mismo que jamás nadie volvería a rebajarle y
mira sí lo consiguió.
—¿Rebajarle?
—Sí, querida —asintió Dorothy, mientras hundía la cucharita en el helado—. Cuando
nos quedamos en la calle, sin nada, pasaron cosas muy feas. En las situaciones difíciles
es cuando te das cuenta de quiénes son tus amigos y la verdad es que nosotros
aprendimos que eran muy pocos. Entre ellos el coronel Thompson, Michael para los
amigos…
—Michael…
—Sí —asintió Dorothy esbozando una sonrisa cariñosa—. Él tiene una fundación
para personas sin recursos a la que tuvimos que recurrir para no morirnos de hambre. Y
no solo nos ayudó, sino que nos ofreció gratis un apartamento hasta que pudimos salir
adelante.
—Fue vuestro ángel…
—Desde luego, su aparición en nuestras vidas fue providencial. Él se volcó en su
fundación para superar la muerte de su esposa a la que adoraba. No tuvieron hijos, y de
alguna manera, en nosotros encontró otra familia… Por aquellos días, recibimos otro
palo tremendo, porque el padre de Gary tuvo un accidente, conducía borracho de vuelta
a casa y se estampó contra una pared de hormigón. No sobrevivió al golpe…
—Es terrible… —farfulló Sandy, al tiempo que pensaba en lo mucho que había
sufrido esa familia.
—Estaba destrozado, nunca superó lo de mi hija y derivó en una ludopatía que acabó
de hundirle… Se odiaba a sí mismo por lo que nos había hecho, estábamos en la calle,
sin un céntimo… ¡La vida a veces pega muy fuerte, pero hay que saber levantarse! Y mi
nieto lo hizo… Entró a trabajar en la empresa de su padre, como camionero, mientras
estudiaba Empresariales a distancia… Pero entonces apareció Kim…
Dorothy se calló y bajó la vista al helado, porque no le apetecía demasiado hablar de
ella.
—Si quieres hablamos de otra cosa, Dorothy —propuso Sandy, percibiendo su dolor.
Dorothy respiró hondo y luego dijo con una sonrisa amable:
—No, cielito, déjame que te cuente, para mí es doloroso, pero tienes que saber para
que comprendas a Gary. Necesito que conozcas esto, resulta que mi nieto conoció a
Kim en una fiesta y se enamoró perdidamente de ella. Es la hija de Bill Cooper, el
constructor, una chica de clase alta, que se encaprichó de mi nieto, porque yo creo que
de verdad no le quiso nunca, y tuvieron un romance. Cuando el padre de Kim se enteró
de que estaban saliendo puso el grito en el cielo, que su hijita adorada saliera con el
hijo de un caminero que no tenía donde caerse muerto, no entraba en sus planes así que
le exigió que lo dejaran. Cooper ofreció dinero a mi nieto, una cantidad escandalosa
para que abandonara a Kim. Pero mi nieto no aceptó, es un chico con un corazón de oro,
que no se vende por nada. Como vio que no podía comprarle, le amenazó con volarle la
cabeza si no dejaba en paz a su hija. Pero mi nieto es valiente y no estaba dispuesto a
renunciar a la mujer que amaba. Así que siguieron juntos y Kim se quedó embarazada…
Sandy abrió los ojos como platos porque no esperaba para nada que la historia diera
ese giro…
—¿Gary tiene un hijo? —preguntó blandiendo la cuchara al aire.
La abuela Dorothy negó con la cabeza, sus ojos se llenaron de lágrimas y luego dijo:
—Abortó. Kim era una chica pija de gustos caros y Gary no podía darle más que
cariño y una cena al mes en una hamburguesería barata. Ella quería salir, viajar, cenar
en sitios buenos, ir a conciertos, se encaprichaba de joyas, de bolsos… Un día conoció
a un muchacho en una fiesta que organizó su padre, a Ralph Williams, el heredero de un
imperio de talleres mecánicos, que le hacía regalos caros y la llevaba a todas partes y
Kim decidió que le sobraba Gary y el hijo que llevaba en sus entrañas. Así que sin
consultar con mi nieto abortó y luego le dijo que no quería saber nada de él, que se
había enamorado de Williams y que iban a casarse en seis meses… Acto seguido, le
mostró su anillo y le recordó que valía más que todo lo que él ganaría en su vida con su
sueldo de mierda, textual. Y no supo más de ella…
Sandy sintió una pena enorme y apretó fuerte la mano de Dorothy:
—Lamento mucho todo por lo que habéis pasado…
La abuela levantó la cabeza y, tras morderse los labios, le contó:
—Ese día Gary se prometió a sí mismo que jamás nadie volvería a tratarle de esa
forma. Se hizo un tatuaje en el hombro para atrapar ese dolor, exorcizarlo y recordarse
cada día de su vida la promesa que lleva clavada en lo más profundo de su corazón. Al
día siguiente, hicimos la maleta y nos marchamos a Nueva York, donde empezamos
absolutamente de cero y con la promesa de Gary de que algún día volveríamos a San
Diego, ricos, asquerosamente ricos, como así hemos vuelto…
Capítulo 3
Sandy conocía parte de la historia de Gary, sabía que era un hombre hecho a sí
mismo que de la nada había levantado un imperio, pero desconocía el dolor que había
detrás y justo en ese instante entendió muchas cosas. Sobre todo ese punto de tristeza
profunda que había en su mirada azul y que siempre le conmovía tanto…
No comprendía cómo un hombre que lo tenía todo, tenía ese poso de dolor en su
mirada, esa pena honda, aparte de ese temperamento tremendo que ella no soportaba…
Pero eso era otra historia…
Gary había sufrido demasiado y menos mal que había contado siempre con el amor
de su abuela, porque sino ese hombre estaría completamente a la deriva.
—Desconocía todo esto que me estás contando, Dorothy…
—A Gary no le gusta que hable de ello, de hecho no lo sabe nadie más que tú…
—¿Y el coronel? —preguntó Sandy conmovida con la historia.
Dorothy respiró hondo otra vez, dejó la mirada perdida en uno de los ventanales y
contestó:
—Verás, nuestra amistad digamos que fue un poco más allá…
—¿Os enamorasteis? —preguntó Sandy muy intrigada.
Dorothy la miró con una sonrisa tímida y asintió con la cabeza:
—Sí, pero lo nuestro no podía ser. Mi vida estaba junto a Gary y Michael está
profundamente ligado a su comunidad, a su obra social. No podía exigirle que lo dejara
todo y se viniera a Nueva York con nosotros. No me parecía justo y le dije que lo mejor
era que lo dejáramos.
—No puedo creer que renunciaras al amor, Dorothy. Tú eres una mujer tan
apasionada… —susurró Sandy, llevándose la mano al pecho de la pena que le daba que
esa mujer hubiese llevado una vida de tantas privaciones.
—Elegí el amor a mi nieto. La familia es todo para mí. Y al coronel después de un
tiempo no le quedó más remedio que aceptarlo. Le costó, porque él se empeñaba en
venirse con nosotros a Nueva York. Pero era una locura, Sandy, su vida estaba aquí…
Me negué a que dejara a la gente colgada..
—¿Y perdiste el contacto completo con él?
—Me escribía cartas, insistía en que quería venir a vernos, pero decidí cortar la
comunicación porque solo nos hacía daño. Si no podía ser, era absurdo continuar
alimentando ese vínculo. Le pedí que no me escribiera más y hasta hoy… —contó
Dorothy con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Pero sigue vivo?
—Claro que sigue, el viernes organiza un baile a beneficio de su fundación y mi nieto
quiere que vayamos.
—¡Tienes que ir! —exclamó Sandy entusiasmada.
—No puedo, Sandy. Es mejor dejar las cosas así…
—¿Tú pudiste olvidarle? ¿No has pensado más en él durante todos estos años?
—¿Cómo iba a olvidarle, querida? Michael es todo un caballero, apuesto, elegante,
generoso, educado, culto… ¡Es un hombre de la cabeza a los pies! Alguien así no se
puede olvidar, es más ya te he dicho antes que en cuanto he entrado en esta heladería lo
primero que he hecho ha sido acordarme de él… Desde que he vuelto a la ciudad su
huella está por todas partes… También la de mi marido, claro está, yo tuve un buen
matrimonio, pero después con Michael… fue muy especial.
Sandy vio cómo se iluminaba la mirada de Dorothy y se le ocurrió algo de repente:
—¡Vamos a comprar un vestido bonito para el viernes! ¡Tienes que ir a esa fiesta sí o
sí!
Dorothy se tapó la cara con las manos como si fuera una adolescente y masculló:
—Ay por favor… Me muero de la vergüenza… Volver a ver a Michael… Después de
todo…
Sandy cogió cariñosa el brazo de Dorothy y luego le dijo divertida:
—Venga, que lo estás deseando…
Dorothy se apartó las manos de la cara y replicó a la chica:
—Solo con una condición: que tú vengas con nosotros.
—¿Yo a una fiesta contigo y tu nieto? No. Y mil veces no —negó Sandy rotunda,
cruzándose de brazos.
Dorothy tomó otro poco de su helado de menta roja y preguntó:
—¿Se puede saber el por qué de tu no tan rotundo? Mi nieto es un buen chico, dudo
que encuentres en todo el estado a un mejor partido que él.
Sandy entornó los ojos, probó otro poco de su helado y aclaró a Dorothy:
—Contigo voy al fin del mundo, pero tu nieto y yo somos como el perro y el gato. No
sé qué pasa que cada vez que coincidimos tenemos un encontronazo. No nos llevamos
bien… Ni él me aguanta a mí, ni yo a él…
Dorothy se llevó la mano al mentón y luego observó:
—Los polos opuestos se atraen…
—No es nuestro caso. Nos repelemos totalmente.
—Pues fíjate que estoy convencida de que haríais muy buena pareja —dijo
apuntándola con la cucharilla.
—Yo te digo que no. Además no tengo tiempo para el amor, vivo centrada
exclusivamente en el trabajo y mis estudios.
—Muy mal hecho. Hay que tener tiempo para todo… —comentó Dorothy
retocándose coquetamente el moño con la mano.
Dorothy era una mujer de una belleza serena en la que era imposible no reparar: ojos
grises y profundos, frente amplia, nariz recta, sonrisa encantadora, cuello largo y una
figura elegante y distinguida que hacía que todo lo que se pusiera, aunque fuera unos
trapos, le sentara de maravilla.
—¿Me lo dices tú que renunciaste al amor del coronel?
—No compares, Sandy. Eran situaciones diferentes, tú eres joven y tienes toda la
vida por delante. Yo era ya una persona madura y mi obligación era estar con mi nieto.
No tiene más familia que yo, por eso deseo tanto que encuentre una chica que le haga
feliz y con la que pueda formar una familia propia…
—Seguro que la encuentra —afirmó Sandy encogiéndose de hombros y pensando que
lo iba a tener francamente difícil dado el carácter tremendo que tenía, pero eso no se lo
dijo a su abuela, obviamente.
—A mí me gustas tú para él… Eres perfecta.
Sandy se echó a reír, porque encontraba totalmente absurda la propuesta de la
abuela…
—¿Perfecta para qué? ¿Para volverle loco de remate?
—Para volverle loco de amor —contestó la abuela sin dudar lo más mínimo.
—Me detesta, Dorothy, si se ve a la legua…
—No digas bobadas, tesoro —habló Dorothy dando un manotazo al aire—. Lo que
sucede es que no habéis tenido ocasión de hablar fuera del trabajo, yo creo que si le
dieras una oportunidad cambiarias la opinión que tienes de él. No es porque sea mi
nieto, pero más noble y más bueno, no lo vas a encontrar...
—Te agradezco la confianza que tienes puesta en mí y no dudo de que tu nieto sea una
joya… —mintió porque no le parecía tal cosa.
—Y con dinero… Aunque sea una vulgaridad decirlo, querida… —apuntó Dorothy,
excusándose por la grosería que suponía hablar de dinero.
—Soy una chica sencilla, Dorothy. Cuando me enamoro lo hago del corazón, me da
igual la clase social, no soy una persona interesada. Imagino que lo sabes por lo que me
conoces…
—Por eso me gustas para mi nieto. Tú eres noble y buena como él, tienes valores y
principios similares a los suyos, crees en la familia y eres capaz de darlo todo por los
tuyos. Eres lista, luchadora, trabajadora, generosa, alegre, dulce y cariñosa… Harías
tan feliz a Gary, además le he pillado muchísimas veces mirándote… Tienes un cuerpo
muy bonito y una cara preciosa… Eres perfecta para él.
—De verdad que te agradezco tanto piropo, pero ni busco el amor ni creo que yo sea
la persona más idónea para tu nieto. Así que mejor centrémonos en buscarte un precioso
modelito para el baile organizado por el coronel…
—Solo iré a ese baile si tú vienes… Esa es mi condición…
Sandy resopló y, aunque lo que menos le apetecía en el mundo era ir a una fiesta con
Gary Scott, por Dorothy era capaz de ir al fin del mundo…
—Está bien. Pero voy para acompañarte a ti, que te conozco. De ninguna manera esto
es una cita para ir al baile con tu nieto…
—No, claro que no… —murmuró Dorothy, reprimiendo una sonrisita de lo más
traviesa.
Capítulo 4
Después, justo cuando Sandy iba a replicar algo, escucharon cómo alguien golpeaba
con los nudillos el cristal del ventanal que estaba detrás de ellas. Ambas se giraron y
comprobaron para su pasmo que era ni más ni menos que Gary, que las miraba con cara
de pocos amigos…
—Me temo que Gary nos ha pillado… —masculló Dorothy, preocupada por la
reacción de su nieto, al percatarse de que se había montado en un automóvil.
Gary estaba que ni se lo creía y no podía dejar de pensar en que la culpa era de la
irresponsable de su cuidadora, a la que esta vez iba a caerle la bronca del siglo.
Bufando, entró en la heladería, y se dirigió a ella a punto de explotar, con la vena del
cuello hinchada y los ojos echando chispas:
—Lo tuyo ya no tiene nombre, ¿pero tú qué tienes en la cabeza? ¡Mi abuela está
operada de la cadera y no es conveniente que se suba a un auto todavía!
—Gary, por favor, pero si ya camino sin muleta. Hace un mes y pico que me
operaron. No seas melodramático, por favor… —le pidió su abuela, cogiéndole de la
mano y tirando de ella para que se sentara a su lado.
—Quiero que esa cadera se cure bien. ¿Entiendes? —replicó apretando fuerte los
puños—. No quiero riesgos y sinceramente, no sé qué pintas aquí… ¿No podías haberte
tomado el helado en casa? Seguro que es una brillante idea de la alocada de la señorita
Peters traerte hasta aquí… —comentó Gary acribillando a Sandy con la mirada.
Ella desde luego no se dejó intimidar por esa mirada azul y fría y se la devolvió
frunciendo los labios de una forma que resultó tan sexy y descarada que a Gary le
entraron unas ganas enormes de echarle la mano al cuello y besarla hasta quedarse sin
aliento.
Lo que me faltaba, pensó, no solo me está sacando de quicio sino que además
ahora me entran ganas de besarla…
Antes de que la señorita Peters le acabara de volver loco de remate, rechazó de su
mente ese pensamiento que consideró estúpido, mientras Dorothy explicaba:
—Sandy no tiene culpa de nada, he sido yo la que he insistido para que me traiga a la
heladería, me aburro muchísimo en casa y me apetecía tomarme un helado. Además, qué
diantres, ya estoy bien… Camino sin muletas y el doctor me aseguró que no había
problemas en realizar trayectos cortos.
Gary, exasperado, gruñó:
—¡No me fío! Prefiero esperar a que pase un poco más de tiempo…
—Gary, por favor, no seas aprensivo… Está todo bien.
Gary resopló, se apretó fuerte el entrecejo con los dedos y luego dijo:
—No, no está bien, abuela. Se trata de seguir unas normas y desde que Sandy está
con nosotros, todo es un puñetero caos.
Sandy clavó la vista en el ventanal y se mordió la lengua para no liarla más, en tanto
que Dorothy hablaba:
—Gary te agradezco mucho tu preocupación, pero te repito que estoy bien, Sandy es
una profesional maravillosa y un ser humano excepcional. No estás siendo justo con
ella, así que te exijo una rectificación…
Gary se envaró y, con los ojos como platos, replicó:
—¿Qué? ¡Lo que me faltaba! Es ella la que tiene que pedirme disculpas, por haber
cometido la imprudencia de subir a mi abuela en un automóvil.
Sandy, que ya no podía más, replicó muy ofuscada:
—¡No he cometido ninguna imprudencia! Tu abuela está bien, así que relájate un
poco y sácate de una vez el palo que tienes metido en el culo, Gary Scott.
Dorothy soltó una carcajada y luego, alzando los pulgares, le dijo a Sandy:
—¡Muy bien dicho, Sandy!
Gary, sin dejar de mirar a Sandy muy crispado, replicó:
—Qué ganas tengo de…
—¿Besarte? —le interrumpió su abuela muerta de risa.
Sandy rompió también a reír y luego exclamó muy divertida:
—¡Ni en sueños beso yo a Gary Scott! ¡Qué horror más grande, por favor!
A Gary le entraron tales ganas de silenciar las risas de esa chica con un beso que la
dejara del revés, que le sobrevino una súbita erección que estuvo a punto de reventar
sus jeans.
—¡Esta conversación es absurda! —habló Gary para zanjar cuanto antes el asunto—.
Abuela, vamos a casa, yo te llevo.
—Primero me voy a terminar el helado y luego nos vamos a ir de tiendas. Por cierto,
¿por qué no te tomas un heladito? ¿Sabes que el helado favorito de Sandy es el mismo
que el tuyo?
Gary se pasó la mano por la cara, desesperado porque ya solo le faltaba ponerse a
tomar helado con la negligente de la cuidadora…
—Abuela, tengo mucho trabajo… He salido un momento porque tenía que tratar un
asunto urgente con un proveedor, pero me esperan en la oficina como ochenta tareas
pendientes. No tengo tiempo de tomarme helados y mucho menos de irme a comprar
trapos. Vamos a casa y compra por Internet lo que te plazca…
—Necesito un vestido para el viernes y debo probármelo antes. Tengo que ir a la
tienda…
—¿Por fin has decidido ir al baile? —preguntó Gary, sin llegar a creérselo.
—¿Qué pasa que te parece mal que vaya? ¡Está a quince minutos de casa!
—Te dije que te llevaba, si yo conduzco no me importa que salgas, pero no me fío de
nadie más. ¿Queda claro? Y en cuanto a ese baile, ¿ya no te importa reencontrarte con
el coronel?
—No, si viene Sandy…
Gary pensó que eso era el colmo y luego replicó:
—¿Qué pinta ella en el baile benéfico?
—Me da seguridad —replicó encogiéndose de hombros—, con ella me siento más
protegida y más cómoda. Tú te vas a poner a hablar con unos y con otros y a mí me da
una tranquilidad tremenda saber que Sandy va a estar a mi lado.
Gary bufó, pero entendió que lo que estaba diciendo su abuela tenía toda la lógica
del mundo. Él siempre estaba haciendo negocios, estuviera donde estuviese, así que era
cierto que no iba a poder dedicarle una atención plena, por lo que dijo:
—Está bien. Estamos obligados a ir esa fiesta y si tu condición es que vaya la
señorita Peters, lo acepto… Aunque me toque las pelotas…
—¡Gary! ¡Te voy a tener que lavar la boca con jabón! Retira esas palabras tan feas…
—le exigió la abuela.
—Las narices, me toca las narices… —rectificó Gary, sin dejar de mirar a Sandy.
—Lo mismo digo —replicó Sandy, alzando un poco la cabeza.
Y lo hizo de una manera tan sugerente que esta vez Gary no solo tuvo ganas de
besarla, sino también de empotrarla contra la pared y hundirse en lo más profundo de
ella hasta que gimiera de puro placer.
—¡Sois tal para cual! ¡Si es que se ve a la legua! —concluyó la abuela mientras se
terminaba su helado.
Gary soltó una carcajada tremenda y luego replicó cruzándose de brazos:
—Antes me meto a monje que tener algo con la señorita Peters…
Pero justo en ese instante, Sandy no pudo evitar mirar a la abultada entrepierna de
Gary y mascullar:
—Ya veo, ya…
Luego se arrepintió de sus palabras y devoró a toda velocidad lo que le quedaba de
helado, que estaba ya casi derretido.
Y Gary al ver cómo esa chica lamía con la punta de la lengua la cucharilla del
helado, no pudo evitar imaginarse esa misma lengua deslizándose sobre su miembro
que estaba tan duro que le dolía.
—Vuelve al trabajo, querido, que Sandy y yo nos iremos al mall a comprarnos los
vestidos… —comentó la abuela, mientras a su nieto le asaltaban esos pensamientos
lujuriosos.
—No te compres cualquier trapajo que te conozco, abuela. Vete a Prada y no
escatimes. Compra también un vestido para la señorita Peters, a ver si por una vez la
veo vestida con algo que no sea de saldo… —habló en un tono de lo más autoritario,
para que esa chica no olvidara en ningún momento quién mandaba.
Sandy muy ofendida no pudo replicar nada a ese tío tan soberbio y arrogante, porque
el muy cabrón se marchó de repente dejándola con la palabra en la boca.
De momento, solo de momento…
Capítulo 5
A pesar de que Sandy se negó a que Dorothy le comprara nada, fue tanta su
insistencia que al final terminó con un vestido escotado y entallado rojo de Prada, unos
tacones de vértigo y una cartera a juego que le sentaban de maravilla.
—Pareces una actriz de Hollywood, Sandy, estás radiante… —le dijo su madre en
cuanto acabó de vestirse.
—Todavía no sé ni cómo he terminado embutiéndome en este vestido. ¡Al final Gary
Scott se ha salido con la suya! —refunfuñó mientras se retocaba el maquillaje frente al
espejo.
Su madre sonrió encantada y, admirada del porte divino de su hija, luego repuso:
—Deja de quejarte, Sandy. ¿No ves lo afortunada que eres con que tu jefe se salga
con la suya y te compre un vestido tan bonito? Oye ¿pero no será que le gustas? Porque
esto de que se gaste ese dineral no es normal…
Sandy se quedó rígida, con la barra de labios en la mano y replicó:
—Lo ha hecho para humillarme, bien claro que me dejó que visto de trapillo… Y que
conste que si me pongo este vestido es por Dorothy que lo eligió con mucha ilusión
para que lo luzca esta noche, si no de qué iba yo a darle el gusto a ese orangután…
—Un orangután que te ha pagado un vestido carísimo y al que yo creo que le gustas…
Sandy resopló nerviosa y le rogó a su madre:
—No sigas, mamá, porque no hay nada de nada. Es mi jefe, no le soporto, él a mí
menos y si sigo ahí es por la adorable de Dorothy…
—Vale, vale… Está bien. Punto en boca, sobre tu jefe. Aunque le estamos muy
agradecidos porque si no es por él… Dime tú de qué íbamos a comer…
El padre de Sandy desde que la fábrica en la que trabajaba había cerrado hacía un
año, no había encontrado ningún otro empleo. La madre era recepcionista en un
consultorio médico, pero su sueldo apenas daba para pagar la hipoteca del apartamento
en el que vivían, la luz, el agua y el teléfono, así que gracias al sueldo de Sandy podían
hacer la compra y pagar los gastos de la escuela de sus dos hermanos pequeños.
—Puedo encontrar trabajo en otra parte, no le debo nada a ese cretino… —aseguró
Sandy acabándose de retocar los labios.
—Ese hombre será todo lo cretino que tú quieras pero te paga con generosidad, en
ningún otro lugar iban a remunerarte como lo hace él.
Sandy guardó su barra de labios en la cartera y le aclaró a su madre:
—Créeme que no está pagado aguantarle. Es controlador, autoritario, arrogante,
obsesivo… Entiendo que tiene devoción por su abuela, pero se pasa veinte pueblos
protegiéndola… Teme a cada instante que le pase algo, tiene sobre ella una
hipervigilancia y cuidado que me tiene completamente desquiciada…
—Es que es todo lo que tiene, Sandy. Ese chico está muy solo…
—Es un tío triunfador, tiene que tener a miles de mujeres suspirando por él, está solo
porque quiere… O mejor dicho porque nadie le aguanta… —matizó soltando una
carcajada.
Sin embargo, la madre puso una cara de pena y le pidió a Sandy:
—Ten un poco más de empatía, hija. Y paciencia, también. Pienso que ese chico está
muy herido, pero es buena persona. El cariño que tiene a su abuela, lo bien que te paga,
esas cosas solo hablan bien de él… Así que sé un poco más compasiva con él, ¿vale,
cielo? —dijo poniéndose detrás de Sandy que estaba frente al espejo, y echando la
melena preciosa de su hija hacia atrás.
Entonces, Sandy se volvió y le confesó a su madre…
—No sé si debo contar esto, porque Dorothy me dijo que no se lo había revelado a
nadie más que a mí. Pero creo que debes saberlo… Además, tú siempre lo sabes todo.
—Soy una madre, las madres lo sabemos todo de nuestros hijos con solo mirarlos a
los ojos. Y yo sé que a pesar de que dices que ese chico es un horror, ves algo en él que
respetas profundamente…
—Su dolor, mamá… Tal vez sea eso... Verás… El otro día me contó su abuela que no
solo perdió a su madre muy pronto, sino que su padre murió en unas circunstancias muy
trágicas. Luego, le sucedió algo con una pareja, perdió al hijo que esperaban, abortó sin
consultarle, y le abandonó de una forma muy humillante para casarse con otro.
La madre se llevó las manos a la cabeza y, muy conmovida con la historia, musitó:
—Pero cuánto ha sufrido ese muchacho… Nadie merece pasar por tanto dolor…
—Pero es tan fuerte, mamá… Se juró a sí mismo que jamás nadie volvería a
ningunearle y montó su imperio…
—Es un gran tipo, es digno de admiración, Sandy.
Sandy respiró hondo y reconoció:
—Sí, sí que lo es. Pero tenemos una incompatibilidad de caracteres tremenda…
—Tú padre y yo también la teníamos y míranos… ¡Llevamos toda la vida juntos,
superando cada prueba que nos ha puesto la vida!
—Pero tú te llevas genial con papá…
—Uy tenías que habernos visto al principio, volaban los platos. Cómo no sería que a
los quince días de relación me dije a mí misma: ¿de verdad quiero esto para el resto de
mi vida? Pero nos queremos tanto, Sandy, y los dos somos tan apasionados, que bueno,
al final todo fue una cuestión de ajuste, de saber ceder y de quererse y respetarse… —
concluyó la madre encogiéndose de hombros.
—Me siento muy orgullosa de vosotros, mamá, pero yo jamás tendré nada con Gary
Scott ni con nadie… Ahora mismo estoy centrada en mi trabajo y en mis estudios, y
desde luego si llegara a tener un romance con alguien sería con cualquiera menos con
mi jefe, que encima me odia.
—No creo que te odie y tampoco creo que sea bueno cerrarse al amor. Hay que vivir
hija, no todo es obligación… Estudiar y trabajar duro está muy bien, pero también hay
que divertirse y disfrutar de las cosas bonitas de la vida. Como este baile de hoy, ¿me
prometes que te vas a divertir?
Sandy dio un beso en la mejilla a su hija y luego le dijo:
—Está bien, mamá.
—¡Esa es mi chica! —exclamó la madre con orgullo, justo cuando llamaban al timbre
del portal.
—¡Ya están aquí! —dijo Sandy nerviosa.
—Venga, cariño. Tranquila que todo va a salir bien…
Sandy se despidió de su madre y luego de su padre y sus hermanos que estaban
viendo un partido de fútbol en el salón y salió de casa deseando que las palabras de su
madre fueran ciertas y que todo saliera bien por esa noche.
Porque con Gary Scott nunca se sabía…
Tomó el ascensor, donde se miró en el espejo por enésima vez para comprobar que
su atuendo estaba impecable y luego se dirigió al portal donde estaba esperándole el
mismísimo Gary Scott vestido de esmoquin…
Está buenísimo, pensó, de hecho es el tío más bueno que he visto en mi vida, qué
pena que sea tan puñetero y que encima sea mi jefe…
Lo que Sandy no sabía era que a Gary, en cuanto la vio con ese vestido rojo
maravilloso que le marcaba bien las curvas, toda la sangre se le fue de inmediato a la
entrepierna.
Qué mala suerte la mía, que la mujer más bonita y sexy de San Diego, sea la que
más me toca las pelotas. No podía ser otra, pensó mientras Sandy ya estaba a su lado
desprendiendo un aroma a rosas frescas que le puso más duro todavía.
—Buenas noches, señorita Peters. Ya era hora de verte vestida de verdad… —dijo
ofreciéndole su brazo y pensando que él lo que más deseaba era verla desnuda,
completamente desnuda y recorrer su cuerpo entero con la lengua.
—¿Ya vas a empezar? ¿Por qué no hacemos una tregua? Aunque solo sea por esta
noche…
Gary no pudo evitar mirar la boca roja de esa chica que deseó besar hasta el infinito,
hasta que no pudiera más y le suplicara que la penetrara por todas partes.
Pero ¿qué coño de pensamientos lujuriosos eran esos?, pensó Gary apartándolos de
un plumazo de su mente, al menos de momento, y respondiendo a la chica, aunque solo
fuera para dejar de pensar en guarrerías infinitas con ella:
—Está bien… Acepto. Si quieres tregua, tendrás tregua…
Capítulo 6
Gary abrió la puerta de su flamante Mercedes último modelo, donde estaba sentada
en la parte de atrás la adorable Dorothy, vestida con un vestido azul Klein, largo, de
corte recto y tremendamente elegante.
—Buenas noches, Dorothy. ¡Estás preciosa!
Dorothy le tendió la mano y le dijo a Sandy, encantadísima de que estuviera con ellos
compartiendo esa velada tan especial:
—Tú sí que lo estás, querida. ¡Pareces una auténtica princesa!
—¡Tú sí que estás regia total, mi querida Dorothy!
Gary arrancó el coche y puso rumbo al baile, mientras decía con guasa y una sonrisa
traviesa:
—¡A mí también podéis decirme algo! ¡Qué sé yo! Que parezco un duque, un conde,
un príncipe… No sé…
—¿Cómo que no sabes? —saltó Dorothy risueña—. ¡Estás hecho un príncipe, eres la
pareja perfecta de mi princesa Sandy!
Ambos se miraron y no dijeron nada, a pesar de que estaban pensando lo mismo.
Sandy estaba convencida de que ese tío tenía una planta imponente, que estaba como
para comérselo enterito, pero que no podía ser… Y Gary estaba pensando exactamente
lo mismo, es más… le asaltó de pronto la imagen de él devorando el sexo de esa chica
hasta quedar saciado por completo y fue tan vívida que tuvo que poner el Réquiem de
Mozart, a ver si así lograba espantar esa fantasía lasciva.
—¡Gary! —protestó su abuela—. ¡Vamos a un baile! ¿Qué haces poniendo un
réquiem! ¡Quita esa música triste!
—A mí me gusta… —dijo Gary, mientras pensaba que solo le faltaba poner música
alegre para venirse más arriba todavía.
—Pon el Despacito de Luis Fonsi… ¡Venga, anda! ¡No seas soso!
Gary resopló y un súbito calor le recorrió por todo el cuerpo de solo imaginarse
haciendo cochinadas despacito, muy despacito con esa chica.
De hecho, de repente fantaseó con ella de rodillas, delante de él, tragando muy
despacio su pene duro y palpitante, hasta el fondo; y luego follarla duro hasta
derramarse por completo en esa boca que le parecía un sueño…
—¡Nada de Despacito! —gritó agitando la cabeza a ver si así conseguía también
liberarse de esas imágenes que le estaban poniendo cardiaco.
Él no iba a ese baile a tener sexo con la señorita Peters, se recordó a sí mismo para
sus adentros, él iba no solo a hacer una generosa donación al coronel con el que
estaba tan en deuda, sino que también iba a aprovechar que estaban los empresarios
más importantes de la ciudad y alrededores para hacer negocios, como siempre.
Y así, recordándose de forma obsesiva su cometido, con el Réquiem de Mozart de
fondo y mientras Dorothy y Sandy no podían dejar de pensar que qué carácter tenía ese
chico, llegaron a su destino…
Entonces, sucedió que nada más cruzar el lujoso hall de entrada del salón elegante
donde iba a celebrarse el evento, decorado en tonos dorados, alfombras persas y una
araña de cristales enorme, vieron al coronel Thompson con su mejor sonrisa, alto,
apuesto y elegante, recibiendo a todos y cada uno de los invitados.
En cuanto Dorothy se percató de su presencia, las piernas comenzaron a temblarle y
tuvo que aferrarse fuerte al brazo de Sandy para no trastabillar:
—¿Estás bien? —le preguntó Sandy que notaba la inquietud de Dorothy en su mirada.
Y antes de que pudiera responder, Gary bastante enojado intervino:
—Mira que te he dicho que cogieras la muleta, pero como eres tan terca… ¿Qué te
pasa? ¿Tienes dificultad para caminar?
Dorothy negó con la cabeza resoplando, justo en el instante en el que el coronel la
vio y se acercó a ella convencido de que estaba soñando…
—Dorothy, ¡no puedo creerlo! ¡Qué bendición verte otra vez!
El coronel tomó la mano de Dorothy y la besó con muchísima delicadeza,
emocionado como no recordaba.
Dorothy le miró a los ojos brillantes y susurró conmovida por el reencuentro:
—Michael…
Después de besar la mano de Dorothy, el coronel se quedó mirándola fascinado y
dijo:
—Estás más bella que nunca.
Dorothy sonrió con coquetería y musitó:
—Tú siempre tan caballero, Michael. Pero los años pasan y dejan huella…
—No para ti, querida. Estás tan bella o más que la última vez que nos vimos, de
verdad que me hace infinita ilusión que estés aquí. ¿Me concederás un baile?
Gary que siempre estaba al tanto de todo, saltó como un resorte y comentó:
—No puede, coronel. Hace algo más de un mes que fue operada de la cadera…
—¡No lo puedo creer! —exclamó el coronel fascinado—. Pero si caminas tan regia
como siempre…
—Porque es una cabezota de cuidado, no quería venir al baile con la muleta…
El coronel sonrió maravillado por la fuerza y entereza de Dorothy y luego abrazó
fuerte a Gary, al que quería muchísimo:
—Tú siempre velando por tu abuela, muchacho. ¡Qué feliz me siento de verte otra
vez! —. Los dos hombres se fusionaron en un abrazo muy cariñoso y luego el coronel
añadió agradecido—: He recibido esta mañana tu cheque tan generoso, Gary. Me he
quedado sin palabras…
—Es lo menos que podía hacer, coronel. Cuando todo el mundo nos dio la espalda, tú
nos ayudaste; ahora me toca a mí devolver lo que se me dio…
—Y multiplicado con creces, hijo. No estabas obligado a dar nada, porque yo hice lo
que debía. Ni más ni menos, pero con todo te agradezco en el alma la contribución que
has hecho a mi fundación. No dudes de que irá a parar a gente que lo necesita, cuando
quieras pásate por mi despacho para que te muestre lo que estamos haciendo. Estamos
ayudando a familias en una situación de extrema necesidad, nos necesitan mucho Gary,
y no imaginas lo bien que nos viene tu aportación.
—Lo hago gustoso, coronel. Y si necesitas más ayuda, no dudes en pedírmela…
—Siempre me pareciste un chico extraordinario, Gary. Pero ahora debo confesarte
que te has convertido en un hombre ejemplar —le dijo el coronel apretando fuerte el
hombro del joven, el mismo donde sabía que tenía el tatuaje que le recordaba cada día
de dónde venía y por qué estaba ahí—. Y ahora ¿no me vas a presentar a tu prometida?
Gary pestañeó muy deprisa sin entender nada…
—¿Prometida?
—Esta joven tan bella que os acompaña esta noche… —comentó mirando con cariño
a Sandy.
—Es la enfermera de mi abuela y la única persona del mundo con la que te aseguro
que jamás me comprometería… —repuso Gary, entre risas.
—Todavía no soy enfermera, me falta un curso para terminar los estudios. De
momento soy cuidadora, me contrató Gary hace unos meses… —explicó Sandy, a la que
no le había hecho ninguna gracia el comentario tan poco cortés de Gary.
—Como ves, coronel, Sandy siempre está poniendo la puntilla a todo —observó
Gary alzando las cejas.
—Está diciendo la verdad, es una mujer preciosa y valiente. Me gusta mucho para ti,
serías un idiota de remate si no reconsideraras ahora mismo la bobada que acabas de
decir. Dudo que encuentres en todo el estado, qué digo estado, en todo el país,
muchacha más bonita y más interesante que Sandy…
Sandy respiró hondo, incluso se puso un poco roja y luego agradeció al coronel:
—Gracias coronel Thompson, usted sí que es un hombre gentil…
Gary bufó y le soltó medio ofuscado, con el ceño fruncido, al coronel:
—¿Ves, coronel? Ya está provocándome otra vez con sus indirectas, “usted sí que es
un hombre gentil”. ¿Qué estás diciéndome con eso, que yo no lo soy? —le preguntó
Gary a Sandy que se mordía los labios, nerviosa.
—Es que no lo has sido —intervino el coronel—. Así que pídele disculpas y
empecemos la fiesta como Dios manda…
Gary admiraba y respetaba demasiado al capitán como para no acatar una orden, así
que a regañadientes, y mirando de soslayo a Sandy, farfulló:
—Disculpa la grosería, Sandy…
—Perfecto, y ahora pasemos a la cena y luego la sacas a bailar.
—¿A bailar también? —refunfuñó Gary.
El coronel asintió con la cabeza y todos estallaron en risas, menos Gary que tenía un
cabreo considerable…
Capítulo 7
Después de una cena exquisita, en la que Gary a pesar del enojo no pudo dejar de
mirar a Sandy, que estaba enfrente de él, e imaginársela desnuda gozando debajo de su
cuerpo sudoroso, se levantó de la mesa y se puso a departir con unos empresarios del
sector de las nuevas tecnologías, porque nunca podía dejar pensar en los negocios y
sobre todo porque no quería ni por asomo bailar con Sandy…
Después de la cantidad de pensamientos sucios que le habían asaltado durante la
cena, no quería ni imaginarse lo que podía ser tenerla pegada a su cuerpo, con esos
pezones duros, que no había podido dejar de mirar durante toda la cena, frotándose
contra su pecho.
Solo de pensarlo se empalmó, se puso duro como una roca y tuvo que dar un trago
largo a su copa de champán para ver si así apartaba esa imagen lasciva de su mente.
Luego se concentró en la conversación con los empresarios y por unos momentos
logró sacarse a Sandy de la cabeza…
Ella por su parte estaba en un rinconcito junto a Dorothy, en una mesita en la que se
habían sentado después de la cena, y donde degustaban el champán delicioso…
—Voy a llamar a Gary para que te saque a bailar… —propuso Dorothy tras dar un
sorbo a su copa.
Sandy puso una cara de pánico tremenda y le suplicó:
—Ni se te ocurra, por favor, deja que siga con sus negocios.
Sandy no había podido dejar de mirar a Gary durante la cena, por alguna extraña
razón, a pesar de que le caía como una patada en el culo, sus miradas se habían cruzado
en muchas ocasiones. Aparte de que Gary la miraba de una forma tan intensa y
provocadora que ella se había incluso ruborizado unas cuantas veces…
¡Cómo para ponerse a bailar con él!, pensó. No podía cometer el riesgo de estar
tan cerca de él y que acabara sucediendo alguna locura, porque Gary era un plasta,
pero estaba bueno como él solo. Era tan sexy y atractivo que iba a ser una tentación
terrible, bailar con él.
—Eres joven, Sandy. Estás en la flor de la vida, que no baile yo que soy una vieja
lisiada, pero tú…
—No eres ninguna vieja lisiada, estás genial y el coronel no hace más que comerte
con los ojos… Por cierto, ¿Gary sabe algo de lo vuestro?
Dorothy se aferró a su copa de champán y negó con la cabeza:
—No, solo sabe que somos buenos amigos, pero nada más. Tú eres la única a la que
le he confesado mi secreto.
—Parecíais dos tortolitos cuando os habéis reencontrado. Yo no sé cómo no se ha
dado cuenta Gary de que hay tomate entre vosotros. ¡Si saltan las chispitas del amor y
del deseo!
Dorothy soltó una carcajada y, tras retocarse el moño con la mano, en un gesto
coqueto de los suyos, le confesó:
—Gary es un poco torpe para la cosa de los afectos, todo lo listo que es para los
negocios, lo tiene de tontorrón para los sentimientos. No se entera de mucho, mira
contigo…
—¿Qué pasa conmigo? —preguntó Sandy a la defensiva.
—Mujer, es obvio que le gustas muchísimo. Se ha pasado toda la cena con la vista
puesta en ti, pero él sigue empecinado en sacarte de quicio… Cuando es más que
evidente que tú eres la mujer perfecta para él.
Sandy dio otro sorbo al champán y luego le replicó a Dorothy:
—Te agradezco que pienses eso de mí, pero yo no soy la mujer ideal para tu nieto.
No te niego que él me atrae, es un chico muy atractivo, pero de ahí no pasa la cosa. Los
que sí que estáis hechos el uno para el otro sois el coronel y tú…
—Uy. Te equivocas, querida. No tengo edad para romances, porque…
Dorothy se calló ya que justo en ese instante aparecieron el coronel y Gary, que no
parecía muy conforme con acercarse a la mesa:
—Mis bellas amigas, traigo a este joven para que cumpla su promesa de sacar a
bailar a Sandy y yo vengo a pedirte querida Dorothy que me concedas el próximo
baile…
Gary dio un respingo y, muy nervioso, protestó:
—¡Esto es el colmo! ¡No solo me condenas a bailar con Sandy sino que encima
quieres cargarte la cadera maltrecha de mi pobre abuela! ¡Coronel lo suyo es puro
sadismo!
El coronel se echó a reír y a continuación le informó:
—Es un vals, lo bailaremos despacito y sin apenas movernos del sitio. Descuida,
Gary, que tu abuela está en buenas manos… Dorothy, si me permites tu mano, por
favor…
El coronel tendió la mano a Dorothy y ella no supo bien qué hacer. Y no porque no
tuviera ganas de bailar, que las tenía todas, ni porque tuviera miedo a que le pasara
algo a su cadera, porque cada día estaba mejor, a lo que tenía pánico era a los
sentimientos que pudiera desencadenar ese baile.
Y algo parecido le estaba pasando a su nieto, que temía que como tuviera a esa
preciosidad entre sus brazos, la noche podía terminar de una forma muy loca…
Y eso no le convenía para nada, o eso era al menos lo que pensaba…
—Vamos, Dorothy, concédele la mano al coronel… —le instó Sandy para que lo
hiciera.
Dorothy entonces sonrió, y como no había nada más que deseara en el mundo que la
felicidad de su nieto, vio la ocasión perfecta para que él y Sandy acercaran posturas.
Por eso, dijo levantando una ceja:
—Solo si tú bailas con Gary.
Sandy tenía tanto cariño a Dorothy y sabía que ese baile era tan importante para ella,
que no le quedó más remedio que encogerse de hombros y decir:
—Está bien…
Gary tragó saliva, porque de pronto comenzaron a sonar los primeros acordes del
vals y Sandy le tendió la mano…
—Esto es… No es necesario que… Mi abuela no debe…
El coronel le dio un golpe fuerte en la espalda y le ordenó en un tono de voz firme:
—¡Déjate de balbuceos, señor Scott y agarra la mano de Sandy! Un caballero
siempre toma la mano que le tiende una dama. Vamos, a bailar…
Rezongando un poco, Gary cogió la mano de Sandy y sintió algo como electrizante
que le recorrió el cuerpo entero.
Luego fueron de la mano hasta el centro de la pista y ahí Gary la tomó por la cintura y
la estrechó contra él.
Sandy respiró hondo y se mordió los labios, porque la presencia imponente de Gary
Scott la estaba dejando fuera de combate. Olía de maravilla, a perfume francés caro,
tenía unas manos fuertes, un cuerpo musculado y potente que la hacía sentir muy
protegida y a la vez le despertaba ganas de cosas que no era conveniente sentir… No
con su jefe, no con un ogro como Gary Scott, no de ninguna manera… O eso creía.
Por eso, le advirtió cuando Gary la estrechó más todavía contra su cuerpo:
—Solo será un baile…
Gary sintió que la sangre entera le ardía, sentir esos pechos altos y redondos, tan
firmes y duros, pegados a su torso, tener la otra mano tan cerca del culo redondo y
hermoso, que se moría también por penetrar, le provocaron tal erección que Sandy la
sintió pujando contra su cuerpo.
—Madre mía… —murmuró la chica, tragando saliva.
Luego comenzaron a bailar al ritmo de la música, y aunque el vals no se bailaba
pegados, cuerpo con cuerpo, Gary se negaba a separase de ella…
—Estoy duro. Me pones así. Espero que no te importe… —le susurró Gary al oído,
rozando sutilmente la mejilla de la chica.
El contacto fue tan excitante que los dos se estremecieron un poco, luego se miraron a
los ojos y vieron que el deseo ardía en los cuerpos de los dos.
—Supongo que es una reacción natural… —dijo Sandy mirando a los labios de Gary
que intuía sedosos y duros.
—Como la de tus pezones, los noto duros, muy duros… Como también te intuyo
mojada, muy mojada…
Sandy estaba muy excitada, pero se puso muy seria y replicó como si aquello no
tuviera la menor importancia:
—Somos jóvenes, son reacciones fisiológicas normales ante ciertos estímulos…
Gary se echó a reír y soltó con una seguridad en sí mismo pasmosa:
—No hay nadie en esta fiesta que te ponga tanto como yo…
—Tú siempre tan presuntuoso, Gary Scott —repuso Sandy, aunque Gary tenía toda la
razón.
Luego Gary pegó los labios al lóbulo de la oreja de Sandy y susurró provocándole un
cosquilleo que la estremeció por completo:
—Me vuelves loco, señorita Peters…
Capítulo 8
Sandy no dijo nada, tan solo se envaró un poco y se limitó a dejarse llevar por la
música, hasta que no supo bien cómo acabaron en una de las esquinas del salón y luego
Gary, cuando terminó la pieza, tiró de su mano hasta empujarla a una de las salidas…
—¿Adónde me llevas? —preguntó Sandy pestañeando muy deprisa.
—A cumplir tus deseos —respondió Gary, mientras la llevaba de la mano por un
estrecho pasillo.
—¿De qué deseos hablas, Gary? —insistió perpleja.
—¿No dijiste un solo baile? Pues te saco del baile, tus deseos son órdenes para mí.
—¿Pero por qué no me devuelves a mi mesa?
—Porque tú lo has dicho, somos dos jóvenes con deseos y pulsiones naturales, yo te
pongo y tú me pones. Tenemos que hacer algo con eso ¿no crees?
Gary abrió una de las puertas que estaban al final del pasillo y que conocía a la
perfección, porque era un despacho donde se había reunido en alguna ocasión con el
dueño del local.
—Bingo. Está abierto. Hoy es nuestro día de suerte. Pasa… —dijo tras abrir la
puerta que estaba cerrada sin llave, para su inmensa alegría.
Sandy se quedó alucinada mirando la puerta y advirtió:
—¿No pretenderás que me encierre en el despacho contigo?
Gary, con los ojos vidriosos de deseo, contestó con una rotundidad enorme:
—Lo estás deseando, si algo sé es leer una mirada femenina. Sé que te mueres por
saber cómo beso…
Sandy sintió que era absurdo negar la evidencia, porque se había pasado el baile
mirándole a los labios que se moría por probar. Pero ¿adónde le llevaba eso? ¿A tener
una aventura con su jefe? ¡Eso siempre salía mal!
—Puede ser, pero no olvides quiénes somos… —le recordó retándole con la mirada
y muriéndose de ganas de besarlo.
—¿Una chica y un chico con instintos primarios que desean saciar? —inquirió Gary,
tomándola por la cintura y estrechándola contra su erección.
—Gary tú no me soportas, eres mi jefe, esto no tiene sentido…
—Mira cómo me tienes, Sandy. Estoy muy duro y eso tiene todo el sentido del
mundo…
Gary colocó una mano en el culo de Sandy y lo apretó fuerte contra su dureza:
—No soy una chica que vaya follando por ahí… —musitó Sandy sintiendo el pene
duro en su entrepierna y deseando con todas sus ganas que ese hombre la penetrara
hasta el límite de su fuerzas.
—Yo solo quiero que lo hagas conmigo. Es muy sencillo, baby…
Gary posó los labios sobre los de la chica y luego hundió los dedos en el pelo
sedoso de Sandy para profundizar más aún el beso…
Ella abrió la boca y Gary la invadió con su lengua, que quería llenarla por
completo…
Gary besaba con tanta pasión y tanto deseo que a Sandy se le nubló la razón y se
entregó a ese beso sin ningún tipo de reservas. Se mordieron los labios, se enredaron
las lenguas y ya sin aliento, Gary la empujó hasta dentro del despacho, cerró la puerta y
echó el pestillo:
—No sé si debemos, Gary… —susurró Sandy con los labios pegados a los de Gary,
sin ninguna gana de que aquello parara, pero sintiendo que tenía que decirlo.
—Si estás incómoda, abro la puerta y te devuelvo a tu mesa —habló Gary
apartándose un poco de ella.
Sandy le tomó por el cuello y le suplicó:
—No, no lo hagas.
—¿Tienes pareja? —le preguntó, mientras le acariciaba el rostro con el dorso de la
mano.
—Solo he tenido un novio, desde el instituto y lo dejamos el año pasado…
—Yo he tenido muchas mujeres, pero ninguna importante —susurró Gary
mordiéndole el cuello.
—Pero soy tu empleada, Gary. Y no me soportas… —le recordó cerrando los ojos
del placer exquisito que le estaba haciendo sentir con esos mordisquitos en el cuello.
—Ahora somos una mujer y un hombre con muchas ganas. Lo demás ahora mismo no
importa…
Gary tomó a Sandy por el cuello con ambas manos y pasó su lengua por los labios,
lamiéndola de una forma tan sexy que ella creyó marearse de deseo:
—Pero cuando toda esta locura pase, volveremos a ser los mismos que no podemos
ni vernos…
—¿Quieres dejarlo, Sandy? Solo respóndeme a eso, es lo único que quiero saber.
Sandy no podía dejar aquello, estaba tan excitada que solo quería seguir adelante y
llegar con Gary hasta el final…
Por eso, negó con la cabeza y susurró:
—Quiero que sigas…
Gary descendió con las manos hasta los pechos de la chica, los apretó con fuerza
hasta hacerla gemir y luego bajó los tirantes del vestido.
—Quiero tus pezones duros en mi boca… —susurró justo antes de arrancarle las
pezoneras y meterse el dulce pezón en la boca.
Sandy cerró los ojos y volvió a gemir de puro gusto, mientras Gary se deleitaba con
su pezones. Mordisquitos, tirones suaves, lametones…
Luego empujó el vestido hacia abajo para dejarla solo en braguitas, la cogió en
brazos y la sentó sobre la mesa del despacho.
—Voy a comerte entera, Sandy.
Ella echó su cuerpo hacia atrás, hasta acabar tumbada sobre la mesa con las piernas
dobladas, él le quitó las braguitas y luego recorrió con su mano el pubis mojado de
Sandy…
—Gary jamás he hecho esto, sexo así, sin más…
Gary recorrió los pliegues húmedos del sexo de esa chica que estaba tan excitada
como él y luego enterró un dedo en el interior...
—Tienes el coño tan apretado, Sandy —susurró mientras la chica jadeaba de placer.
Después sacó el dedo y lo colocó sobre los labios de Sandy que farfulló casi
temblando:
—Gary, yo esto… El sexo que tenía con mi novio era tan…
Sandy quería mucho a Nicholas, su primer y único novio, pero la verdad era que
habían tenido un sexo bastante aburrido y predecible. Jamás había hecho con él nada
parecido a lo que estaba haciendo con Gary.
—No me hables de ese tío. Ahora estás conmigo, solo tú y yo. Abre la boca, Sandy…
Sandy obedeció y él le introdujo el dedo pringado de las esencias femeninas muy
despacio, hasta que llegó hasta el fondo…
—Así, nena. Todo… Buena chica…
Sandy sintió una pequeña arcada, pero se sentía tan mujer y tan sexy que aceptó esa
invasión y recorrió ese dedo fuerte y largo con la lengua.
Luego Gary lo sacó y lo volvió a meter entero en la dulce humedad de la entrepierna
de la chica…
—Tienes el coño más delicioso que he conocido en mi vida. Es tan estrecho y
mojado…
Ella se estremeció más todavía con las caricias de ese hombre, con las penetraciones
suaves que le estaba haciendo con el dedo, y le pidió más, mucho más…
—Dame más, Gary… Te lo ruego…
Gary se bajó la cremallera de sus pantalones, sacó su miembro fuerte, duro y largo y
lo colocó sobre los labios de Sandy que, atónita y excitada como nunca en su vida,
lamió con frenesí el glande mojado.
—Es grande para ti, baby. ¿Crees que podrás aceptarme?
Sandy abrió la boca, así tumbada y se metió ese pene enorme hasta la mitad… Pero
Gary enseguida lo sacó de su boca y le dijo con un tono de voz que la volvió loca por
completo de deseo:
—Deja que te prepare primero con mi lengua…
Gary se situó frente al sexo de la chica y hundió la lengua en el coño mojado y
estrecho que se moría por follar, hasta abrirlo como nadie jamás se lo había dilatado…
Capítulo 9
Sandy pensó que aquello era una locura, que era imposible que el mismo hombre que
la detestaba, que apenas unas horas atrás acababa de decirle que era la única mujer en
el mundo con la que jamás tendría un compromiso, estuviera entre sus piernas dándole
tanto placer.
—Gary ¿esto qué es? —preguntó ella, jadeando de placer.
Gary apartó la boca unos segundos del sexo chorreante de esa chica, le introdujo un
par de dedos y le susurró al tiempo que los enterraba hasta el fondo:
—Desde el primer día que apareciste en mi casa deseé hacer esto…
Sandy gimió de deseo, sentir a ese hombre tan dentro la estaba volviendo loca…
—Pero tú jamás tendrías nada conmigo.
—Me exasperas, pero me pones tan caliente… Y tú, estás derretida… —replicó
penetrándola suavemente con los dedos.
—¿Entonces solo es deseo? Esto es nuevo para mí, solo sexo…
—¿Acaso tú sientes algo más por mí, Sandy? —preguntó metiendo y sacando los
dedos del interior de la chica, cada vez con más fruición y intensidad.
—Oh, Gary… Esto es… —susurró mordiéndose los labios de tanto cómo estaba
sintiendo.
—Responde, ¿sientes algo por mí, nena?
Sandy lo único que sabía era que quería Gary siguiera con aquello hasta el final,
porque necesitaba más, mucho más…
—Quiero que sigas… Dame más, Gary… Necesito más…
Gary gruñó porque también quería lo mismo, y arrebatado de deseo siguió
penetrándola con los dedos cada vez más duro y contundente, hasta que la notó tan
mojada y con el clítoris tan duro, que solo tuvo que presionarlo un poco con la lengua,
con unos lametones con la punta tan precisos, que Sandy sucumbió a un orgasmo tal que
tuvo que clavar las uñas en los hombros musculados y fuertes de Gary para resistirlo.
—Así me gusta, baby. Déjate llevar por el placer, dámelo todo…
Gary sentía cómo el interior húmedo y ardiente de la chica palpitaba, cómo se
contraía y se dilataba de una forma exquisita, en torno a los dos dedos que tenía dentro
de ella…
—Me encanta sentir tu orgasmo, ¿quieres más, Sandy?
Sandy que todavía se retorcía de placer no podía entender cómo ese hombre todavía
se atrevía a pedirle más…
—¿Más? —preguntó limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano—.
Estoy a punto de desfallecer…
—Quiero darte mucho más… —susurró Gary, deslizando las manos por el vientre
que ardía hasta terminar en los pechos que apretó hasta hacerla gemir otra vez.
—Jamás he sentido nada parecido…
—Tienes unos pechos preciosos, tu cuerpo entero es una maravilla. Tienes que
permitirte gozar, Sandy. Tu cuerpo responde tan bien a mis caricias… —musitó
mientras tomaba los pezones duros con los dedos y los castigaba un poco tirando de
ellos.
Sandy pensó que en la vida había perdido la cabeza de esa forma, con Nicholas había
hecho el amor en su casa, en su habitación y con la luz apagada. Y siempre de una forma
dulce y tierna, pero tan previsible… Esto sin embargo era tan diferente, tan morboso,
tan sexy y tan excitante.
Ella nunca imaginó que podía estar desnuda sobre la mesa del despacho de un
desconocido a merced de Gary Scott, que la miraba con sus preciosos ojos azules
encendidos de deseo.
—Nunca imaginé que pasaría esto… —confesó Sandy mientras Gary se metía un
pezón en la boca.
—¿El qué? —inquirió Gary, justo antes de mordisquear el durísimo pezón de la
chica.
—Oh, Gary. Por favor… —atinó a decir, cerrando los ojos de puro placer.
—¿Nunca pensaste que podrías sentir esto?
—Es completamente nuevo para mí…
Gary volvió a deslizar dos dedos en el sexo de Sandy y ella gimió estremecida.
—Solo está empezando, Sandy. Puedo llevarte muy lejos, si tú quieres. ¿Te gustaría
que en vez de mis dedos fuera mi polla?
Sandy asintió con la cabeza, lo deseaba como nada en el mundo. Necesitaba sentir
ese miembro duro y grande dentro de ella, con una urgencia y necesidad extrema.
—Sí, Gary…
—Yo también lo deseo, tienes el coño tan estrecho y delicioso, pero no tengo
condones, baby. El sexo tiene que ser seguro…
—Lo sé —farfulló Sandy en tanto que Gary seguía penetrándola con los dedos,
saliendo y entrando de su sexo que ardía.
—Pero te vas a correr otra vez…
—No sé, Gary. No creo que pueda…
—Esas palabras no existen en mi diccionario, baby. Conmigo todo se puede, solo
tienes que dejarte llevar. ¿Confías en mí?
Gary introdujo los dedos hasta el fondo y luego coló otro más…
—Gary… Yo… —masculló Sandy, sintiendo su interior a punto de estallar.
—Estás muy apretada, Sandy. Relájate. Mi polla es mucho más grande y larga que
estos tres dedos, si quieres aceptarme a mí, tendrás que relajarte… Vamos, nena, tú
puedes…
Gary recorrió el vientre y los pechos de Sandy con la mano que tenía libre, luego
enterró un par de dedos hasta el fondo de la boca de la chica que se estremeció por
completo, a punto de la arcada.
Gary sacó los dedos, los chupó como si fuera el más delicioso manjar mientras ella
solo podía gemir asolada por las penetraciones de los tres dedos implacables en su
interior.
—Gary esto es demasiado… —musitó, sintiendo un placer que le dolía tanto como le
gustaba.
—Shhh. Nunca es demasiado, Sandy. Nunca.
Gary volvió a meterle dos dedos en la boca, mientras con la otra mano seguía
penetrándola para sacarle lo mejor de ella.
Sandy se sentía desbordada, en la vida había hecho nada parecido, aceptar esa doble
invasión en la boca y en su sexo, eran tan excitante, tan prohibido y tan delicioso, que
poco a poco se fue entregando más y más…
Su interior tensado al máximo se abrió un poco más, dolía pero era cada vez más
placentero, sus pezones duros ya casi que quemaban y en la boca los dedos le sabían a
poco, pues necesitaba el miembro duro y fuerte de Gary.
Él sacó los dedos de la boca jugosa y dulce de la chica y ella le suplicó:
—Necesito tu sexo en mi boca, Gary. Es una locura, jamás he hecho nada parecido,
pero lo quiero…
Gary se puso más duro todavía solo de pensar en el delirio que podía suponer que
esa chica con esa boca tan generosa le hiciera una felación, pero había que esperar un
poco más…
—Antes quiero algo, necesito algo…
Gary sacó el dedo índice del interior húmedo de Sandy, y siguió penetrándola esta
vez solo con los dedos medio y anular, hasta que accedió a una especie de rugosidad,
justo detrás del hueso público, que comenzó a masajear para deleite de Sandy.
—Gary esto es… Siento que me voy a volver completamente loca…
—Disfruta, Sandy, y contrae y suelta los músculos de tu interior. Hazlo nena, hazlo
para mí…
Sandy lo hizo y comenzó a lubricar mucho más, a la vez que Gary seguía frotando y
presionando ese punto que estaba derritiendo a la chica, caricias que fueron poco a
poco aumentando en intensidad y fruición que hasta llegó un momento en el que fueron
tan fuertes que Sandy sintió que no iba a soportarlo más.
—Gary, por favor… —suplicó sintiendo que todo ese placer era demasiado, que ya
iba a desbordarla.
—Entrégate entera, Sandy. Levanta las caderas y aprieta el culo fuerte y siente, tú
solo siente… No tengas miedo, déjame que te lleve muy lejos…
A Sandy nunca la había llevado su novio demasiado lejos, sin embargo pensó que era
hora de experimentar cosas nuevas. Además su cuerpo lo estaba pidiendo a gritos, así
que ya no había más opción que dejarse llevar…
Gary siguió masturbándola así, muy fuerte y duro, pero ya ni dolía, solo era placer
infinito, un placer que siguió y siguió hasta que sintió que no podía más, y un chorro
viscoso, blanquecino y abundante brotó de su interior…
—Ya lo tienes, nena. Eres maravillosa, Sandy. Vamos, dámelo todo…
Sandy gritó de placer, desesperada, y sucumbió a un orgasmo tan potente y
descomunal que estuvo a punto de marearse…
Capítulo 10
Tras recuperar un poco el aliento, Sandy se incorporó mientras Gary le tendía una
botella de agua que acababa de sacar de una nevera pequeña de la oficina.
Ella lo aceptó con cierta timidez, porque después de lo que había sucedido se sintió
más desnuda de lo que ya estaba.
Luego, Gary se abrochó los pantalones, cogió unas servilletas que había sobre un
microondas y limpió bien la mesa donde Sandy había estado tumbada…
Ella abrió la botella de agua y dio un trago largo, mientras no dejaba de preguntarse
qué demonios hacía desnuda junto a Gary Scott, pero sin arrepentirse de la experiencia
sexual más increíble que había tenido en su vida.
—Jamás hubiese imaginado que el baile terminaría así…
Gary acabó de limpiar la mesa, tiró las servilletas sucias a la papelera y luego
respondió con una seguridad en sí mismo que era de lo más sexy:
—Yo sí. Por eso no quería bailar contigo, llevo toda la cena imaginando miles de
cosas sucias contigo.
Sandy esbozó una sonrisa, dio otro sorbo de agua y luego confesó:
—Eres muy atractivo y el esmoquin te queda espectacularmente bien. Me atraes
muchísimo y supongo que por esa razón ha pasado esto…
Gary se acercó a ella, la tomó por el cuello con ambas manos y con el ceño fruncido,
preguntó:
—¿Te arrepientes?
Sandy negó con la cabeza y se sinceró completamente con Gary:
—Es la primera vez en mi vida que me dejo llevar por un arrebato. Nunca he tenido
un… ¿Cómo lo llama la gente? ¿Calentón?
—Esto ha sido más que un calentón… —susurró Gary acariciando el labio inferior
de Sandy.
—Solo he tenido sexo con mi novio y era muy normal, quiero decir que nos metíamos
en la cama, apagaba la luz y se hundía dentro de mí. Era bonito, nos queríamos, era
dulce y era tierno, pero esto que acabo de vivir contigo es…
Gary colocó el dedo índice en la boca dulce y le susurró a esa chica que estaba
empezando a temblar y no precisamente porque hiciera frío, ya que estaban a finales de
mayo y la temperatura era muy agradable.
—Eres tú expresando tu sexualidad libremente y solo es el principio, si tú quieres…
Podemos seguir disfrutando muchísimo más… Eres tan bonita, Sandy.
Gary acarició la mejilla de esa chica y ella, tras lanzar un suspirito, le aclaró:
—Hasta hoy creía que era incapaz de disfrutar del sexo sin corazón, pero contigo me
he dado cuenta de que puedo…
A Gary la respuesta no le gustó nada y se apartó, inconscientemente, un poco de ella.
—Ya —dijo bajando la vista al suelo, decepcionado—. Mira, sé que en el trabajo
soy duro y exigente —siguió hablando clavando su mirada azul en los ojos de esa chica
—, pero no más de lo que lo soy conmigo mismo, te lo aseguro. He tenido que pelear
mucho para conseguir todo lo que tengo y si he llegado tan alto es porque siempre lo
doy todo, al máximo. A ti te exijo mucho, lo sé, soy un pesado y un jefe cabrón, pero es
que mi abuela es la única familia que me queda —comentó con los ojos llenos de
lágrimas.
A Sandy le emocionaron mucho las palabras de ese chico, por eso susurró:
—Lo sé, Gary. Y lo entiendo.
—Yo también entiendo que me detestes, muchas veces me paso con mi afán de
excelencia. Pero…
Gary iba a decir que después de todo no era un mal tipo, si bien prefirió callarse. A
él no se le daba bien hablar de los asuntos del corazón y con esa chica se estaba
abriendo demasiado, tanto que se asustó y prefirió cerrar el pico.
—Adoro a tu abuela y comprendo tu devoción porque es una mujer admirable. Yo
aprendo tanto con ella… La quiero mucho y para mí estar con Dorothy, es algo más que
trabajo… Con esto te quiero decir que tu abuela me importa muchísimo, y que lamento
profundamente si alguna vez te he desquiciado cuando me has visto estudiando o cuando
contravenimos tus estrictas normas y nos hacemos nuestras escapaditas locas… —
confesó Sandy con una sonrisa traviesa—. Pero quiero que sepas que tu abuela para mí
es una prioridad absoluta, que la cuido como si fuera de mi familia…
—¿Tienes abuelos, Sandy? —preguntó Gary, al que le estaba gustando muchísimo
escuchar lo que esa chica le estaba contando.
—No. No conocí a ninguno, pero te confieso que me habría encantado tener una
abuela como la tuya.
—Me parece que al paso que llevas, vas a terminar arrebatándome a mi abuela. Ella
te adora, a veces hasta me entran celos… —dijo entre risas.
—Tu abuela lo ha dado todo por ti.
—Ya, por eso me esfuerzo tanto para devolverle con creces tanta entrega y tanto
sacrificio, pero jamás estaré a la altura… —reconoció encogiéndose de hombros.
Sandy negó con la cabeza y luego susurró a ese chico que tenía aquel fondo triste en
la mirada:
—Sí, que lo estás. Eres un nieto ejemplar.
Después, Sandy le dio un beso suave en los labios, pero Gary abrió los labios y se lo
devolvió mucho más apasionado. Enredó las manos en el cabello de Sandy, y la besó
desesperado porque sentía una urgencia tremenda…
Ella le devolvió los besos y luego bajó la mano hasta la entrepierna de Gary que
estaba muy dura…
—Yo tampoco creas que estoy acostumbrado a esto… —murmuró Gary, mientras
Sandy acariciaba la erección a través de la tela.
—¿A qué te refieres? —preguntó Sandy, aun a sabiendas de que no se estaba
refiriendo al sexo a salta de mata.
—A hablar de mis sentimientos con alguien… y menos con una mujer. No te voy a
negar que tengo la agenda llena de teléfonos de mujeres con las que podría pasar una
buena sesión de sexo, pero solo es eso. Placer, sudor y morbo. Sin más. Cuando llevas
una vida tan estresante como la mía, consagrada por entero al trabajo, te confieso que
es hasta relajante tener a alguien a quien llamar y con quien echar un polvo estupendo.
Luego me vuelvo a casa y duermo como un lirón. Pero me despierto solo y esa soledad
cada vez va pesando más…
Gary de nuevo se calló, otra vez estaba hablando demasiado y todo era por culpa de
esa chica que, por alguna extraña razón, le daba pie a abrirse de esa forma…
—O sea que nos está pasando algo parecido —confesó Sandy—, tú nunca has abierto
tu corazón a nadie, y yo nunca me he atrevido a entregarme sexualmente con el descaro
con el que lo estoy haciendo contigo…
—Sí, pero con un matiz importante: yo sí que abrí una vez mi corazón a alguien y me
lo hizo trizas…
Sandy sabía que se estaba refiriendo a Kim, pero no dijo nada. Tan solo se atrevió a
apuntar:
—Por eso estás siempre a la defensiva…
Gary resopló y luego habló, frunciendo el ceño:
—Me hizo muchísimo daño, desde entonces me blindé. No he vuelto a abrir mi
corazón a nadie.
—Es una pena —susurró Sandy que seguía acariciando con la mano la erección de
Gary, a través de la tela del pantalón.
—Tengo pavor a que me hagan daño… ¿Y tú? ¿Por qué no tienes pareja? Eres una
chica muy bonita y especial… Debes tener miles de pretendientes.
Sandy sonrió y respondió al tiempo que bajaba la cremallera del pantalón de Gary…
—No tengo tiempo. Vivo centrada en el trabajo y en mis estudios. Mi padre está en
paro, mi madre no es que gane mucho y somos tres hermanos. Necesito estar centrada
en sacar a los míos adelante…
—Pero hay tiempo para todo…
Sandy miró a Gary, risueña, y replicó:
—¿Y me lo dices tú, que vives entregado por completo a tu empresa y a tu familia?
Gary soltó una carcajada porque la chica tenía razón, y acto seguido Sandy cayó de
rodillas frente a él…
Capítulo 11
Gary se quitó la chaqueta, se desabotonó la camisa dejando sus pectorales fuertes y
duros al descubierto para deleite de Sandy y acto seguido se desabrochó el cinturón de
su pantalón. Sandy tragó saliva impresionada, en tanto que Gary se bajaba los
pantalones…
—Dios mío, Gary…—musitó Sandy, al tiempo que sacaba el miembro erecto, sedoso
y duro del calzoncillo…
—¿Te apetece? ¿O lo haces para que empatemos? —gruñó Gary, mientras Sandy
miraba fascinada el miembro enorme de ese hombre.
—Me apetece darte placer… No sé si seré capaz de darte tanto como tú me lo has
dado a mí, porque la verdad es que lo tuyo ha sido espectacular, pero al menos déjame
intentarlo.
—¿Lo has hecho alguna vez? —preguntó Gary, colocando el pene sobre los labios
jugosos de esa chica.
Sandy lo había hecho unas cuantas veces con su novio, pero no es que hubiera sido
nada memorable. Nicholas se corría rápido y la verdad era que las veces que lo habían
practicado no le habían dejado ninguna huella.
Se lo había metido en la boca, su novio le había empujado un poco la cabeza y su
mente había volado a otra parte hasta que él la había sacado y se había corrido en un
pañuelo.
Sin embargo, con Gary era diferente, solo por el hecho de estar ante él, postrada y
con su miembro duro y fuerte, rozando sus labios, estaba tan mojada que temía que los
fluidos femeninos no estuvieran chorreándole por los muslos.
Con Gary era todo tan diferente… Era tan sexy, desprendía tanta virilidad y
seguridad, que era difícil no excitarse al máximo cada vez que la tocaba con un solo
dedo.
Pero ahora no era un dedo lo que estaba a punto de entrar en su boca, era un pene
grande que impresionaba bastante y que dudaba si iba a ser capaz de aceptar en su
boca.
—Quiero hacerlo —se limitó a responder con una sinceridad que a Gary le puso más
duro todavía.
Luego lamió el glande brillante y húmedo con la punta de la lengua, con tanta avidez
que Gary gimió cerrando los ojos.
—Lo haces muy bien, Sandy. ¡Eso me encanta!
Pero Sandy no pensaba conformarse con eso, así que abrió la boca y tragó ese pene
duro y fuerte, tan sedoso, hasta la mitad, haciendo gemir a Gary otra vez.
—Tienes una boca deliciosa, nena.
Sandy comenzó a mover la cabeza, para que el pene entrara y saliera de su boca, al
tiempo que lo recorría con la lengua. Gary estaba tan excitado que hundió los dedos en
el cabello revuelto de Sandy y empujó un poco para que le aceptara más adentro
todavía.
—Puedes un poco más… Vamos, Sandy…
Sandy sintió una pequeña arcada que controló y, como Gary le había dicho, pudo
aceptar el pene duro y grande un poco más dentro de su boca.
—Lo haces muy bien, Sandy. Me gusta tanto tu boca…
Sandy solo quería seguir complaciendo a ese hombre que le había dado tanto placer,
por eso se empeñó a fondo en devorar su sexo, cada vez más intenso, más profundo, con
más voracidad…
—Quiero tenerte entero… —le susurró después de que casi le aceptó por completo
en su boca.
Gary retiró las pequeñas lágrimas que habían brotado en el rostro de la chica, del
esfuerzo de reprimir las arcadas y le musitó agradecido:
—Lo estás haciendo muy bien, Sandy. Eres divina…
Luego, recogió el cabello de la chica en una mano y tiró hacia atrás para obligarle a
que echara hacia atrás la cabeza.
—Te quiero en mi boca, Gary. Por favor…
Gary muy duro y con los ojos brillantes de deseo, le preguntó mientras con la otra
mano daba sendos pellizcos a los pezones de Sandy, que eran exquisitos.
—¿De verdad que me quieres entero, baby?
Sandy asintió con la cabeza y, luego excitada como no recordaba, le volvió a
suplicar:
—Sí, Gary. Todo.
Gary empujó la cabeza de la chica contra su miembro y ella abrió la boca todo lo que
pudo…
—Vamos allá, Sandy. Te voy a dar todo lo que me pides…
Gary hundió la mitad de su miembro en la boca de la chica y luego tiró del cabello
para obligarla a echar la cabeza hacia atrás y así empujar un poco más…
—Así es, Sandy, buena chica…
Sandy sentía las mandíbulas muy tensas, pero no tenía pensado rendirse. Con Gary
era imposible hacerlo… Por eso, cuando él empujó hasta casi introducirlo entero,
aguantó como pudo la arcada y miró a Gary pidiéndole más…
Gary excitadísimo, tiró más del pelo, está vez mucho más fuerte y enterró su miembro
hasta que la nariz de Sandy rozó el vello púbico de él.
Sandy sintió que no iba a poder soportarlo, pero Gary sacó el pene de su boca y le
dijo:
—Eres única, Sandy, única.
Sandy estaba tan cachonda que volvió a tomar el pene en su boca y se lo metió otra
vez muy dentro, hasta el fondo, y comenzó a devorarlo con una fruición que a Gary le
volvió más loco todavía.
Las penetraciones eran tan profundas, tan intensas, era tan delicioso sentir el calor de
esa boca que ya ardía que Gary no pudo más…
—Voy a correrme, Sandy. ¿Quieres mi leche?
Sandy no quería retirarse, necesitaba que ese hombre le diera lo que era suyo, que se
derramara por completo en su interior, quería llegar hasta el final de lo que había
empezado…
Así que asintió con la cabeza y Gary más duro que nunca, empujó fuerte hasta el
fondo de su garganta, luego la penetró unas cuantas veces más, muy duro, sin
contemplaciones, y finalmente se vació lanzando el chorro viscoso y caliente contra lo
más profundo de la garganta de Sandy.
Ella que jamás había padecido semejante invasión, que jamás había aceptado a un
hombre tan adentro, tan profundo, de esa forma tan salvaje y tan excitante a la vez, tragó
lo que Gary le estaba dando como si fuera un premio a su locura…
Porque era una locura estar haciendo eso con su jefe al que se suponía que detestaba,
pero a la vez era lo mejor que le había pasado en la vida, lo más arriesgado, lo más
sexy, lo más apasionante…
Gary sacó despacio el miembro de la boca jugosa de Sandy y luego lo dejó apoyado
contra los labios…
Sandy devoró las gotas que quedaban y Gary maravillado con lo que estaba
sucediendo, sacudió su pene de tal forma que cayeron sobre el rostro de la chica los
restos del estallido feroz…
Después, Gary se arrodilló junto a ella y la besó apasionado, mientras le susurraba
emocionado:
—Eres maravillosa, baby. Tienes una boca divina…
—Esto es la primera vez que lo hago… Nunca había llegado hasta el final…
Gary agradeció la generosidad y la entrega de esa chica, las más grandes que había
conocido, deslizando su mano hasta la entrepierna mojada y enterrando dos dedos
dentro de ella.
—Me encantaría que fuera mi polla… Quiero estar dentro de ti, por todas partes…
—Y yo quiero que lo hagas…
Gary comenzó a penetrarla duro con los dedos, luego los sacó y con el pulgar
acarició el clítoris que se puso tan hinchado que solo tuvo que golpetearlo unas cuantas
veces para arrancarle un orgasmo que la hizo gritar otra vez…
—Dios mío, Gary. Vas a matarme… —susurró cuando terminó de correrse.
—Solo es placer, permítete sentirlo…
Gary la besó suave en los labios y sintió tal punzada en la tripa que le hizo dudar de
si era algo más que placer…
Pero enseguida descartó la duda y se marchó al cuartito de baño que había en el
despacho para limpiarse, recomponerse y volver a la fiesta…
Capítulo 12
Cuando Sandy regresó del baño, Gary que ya estaba completamente vestido le
propuso:
—Espérame aquí, voy a por condones y seguimos con nuestra fiesta particular…
Sandy estaba agotada, lo que había sucedido era tan fuerte que no sabía bien si estaba
dispuesta a seguir. Por un lado claro que le apetecía seguir haciéndolo con Gary, pero
por otro sentía que estaba a punto de cruzar demasiados límites y que era mejor dejarlo
ahí.
—Tu abuela está afuera, el coronel…
—Y media ciudad… ¿Y?
—Tal vez sería más conveniente que volviéramos a la fiesta.
—¿Te preocupa el qué dirán? Al que se atreva a decir algo, le partiré la cara con mis
propias manos…
—Qué bruto eres, Gary Scott. No es eso, simplemente creo que es mejor dejarlo
aquí…
Gary por un momento pensó que la chica se estaba arrepintiendo y le preguntó con
mucha inquietud:
—¿Habrá más veces?
Sandy se moría porque hubiera más veces, pero estaba tan aturdida con lo que
acababa de suceder, se sentía tan vulnerable, tan desnuda, delante de su jefe que
contestó:
—Déjame que asimile esto, primero.
Gary la tomó por la cintura y luego le susurró al oído:
—Para mí ha sido especial. Nunca había conocido tanta generosidad y tanta
entrega… Eres una chica diferente a todas… Te das entera. Sin reservas.
Sandy sonrió agradecida, acarició el rostro de Gary y respondió:
—Tú también, pero creo que ahora lo más sensato es que volvamos a la fiesta.
—Contigo es imposible ser sensato —confesó acariciando los pechos de Sandy con
ambas manos.
Sandy se mordió los labios del placer de sentir esa caricia y confesó con el corazón
latiéndole con fuerza:
—Esto que siento es muy fuerte… Es un deseo infinito, insaciable, brutal…
Gary la miró a los ojos y luego la besó profundo en los labios, deslizando las manos
por la espalda dulce de la chica y después dejándolas posadas en culo, suave, blanco,
respingón…
Y justo cuando estaba empujándola contra su cuerpo, el teléfono móvil de Gary sonó.
Era Dorothy:
—Abuela ¿estás bien? —preguntó con preocupación.
—Eso es lo que quiero preguntarte yo a ti. ¿Dónde os habéis metido? El coronel está
esperando a Sandy para la subasta del beso.
Gary frunció el ceño y luego replicó:
—¿Subasta de qué?
—Es la tradición en estos tipos de bailes benéficos, la chica más bonita del baile
suele subastar un beso al que más puje por él.
A Gary la sola idea de que otro besara a Sandy no le gustó para nada, por eso sin
dudarlo propuso:
—Que se lo propongan a otra…
—Pero es que Sandy es la chica más guapa del salón, si escogemos a otra los
donativos serán mucho menores.
Gary pensó que su abuela estaba en lo cierto, no había nadie tan bella como Sandy en
todo el estado, pero no le apetecía que besara a nadie más que a él.
—Sé que no hay nadie que pueda hacer sombra a Sandy, es una belleza sin parangón,
pero tendréis que elegir a otra chica…
Al escuchar aquello, Sandy se sonrojó… No podía creer que el ogro de su jefe
estuviera regalándole ese piropo.
—¿Qué te pasa, Gary? ¿Por qué no quieres que Sandy participe en la subasta?
¿Acaso estás celoso?
Gary gruñó porque no le gustaba ser descubierto y contestó contundente:
—No digas tonterías, abuela. Lo que pasa es que me parece una tradición antigua y
trasnochada que seguro que a Sandy le parece hasta ofensiva…
—¿De qué tradición hablas, Gary? —preguntó Sandy intrigada.
—De la subasta de besos, se supone que la chica más bella del baile subasta un beso
y los fondos que se recauden irán a la fundación del coronel.
Sandy sonrió porque aquello le parecía muy divertido y le explicó a Gary:
—Si se trata de recaudar fondos para una buena causa, a mí parece perfecto. Ahora
que no creo que sea la chica más guapa del baile ni de lejos, y más estando Dorothy.
Gary se echó a reír y le comentó a su abuela que seguía al otro lado del teléfono:
—¿Has escuchado lo que sugiere Sandy, abuela? Que seas tú la que subastes los
besos. Jajajaja.
—Ya me gustaría, hijo. Pero no creo que por mí dieran ni un céntimo, sin embargo
por ella… ¡Seguro que los caballeros están dispuestos a pagar auténticas fortunas!
Gary pensó que eso sería por encima de su cadáver, porque no estaba dispuesto a que
nadie más besara a la mujer que le acababa de llevar al séptimo cielo.
—Mejor dile al coronel que invente otra cosa que no sea la subasta del beso.
—Gary no seas terco. ¡Es una tradición centenaria!
Sandy que estaba escuchándolo todo, sonrió encantada y luego dijo:
—Dile al coronel que cuente conmigo. Para mí es honor poder contribuir con la
causa… Ojalá se recaude mucho dinero…
Gary gruñó, porque no le hacía ninguna gracia, pero no le quedó otra que aceptar.
Luego colgó y acudieron de vuelta al baile enganchados del brazo y muy sonrientes…
—¡No me lo puedo creer! —comentó Dorothy en cuanto los vio aparecer—. Esperad
un momento que saque el teléfono móvil y os haga una foto. ¡Hacéis un parejón!
Parecéis unos príncipes…
Dorothy extrajo el móvil de su cartera de mano y Gary a regañadientes, porque
detestaba las fotos, posó junto a Sandy que, un poco cortada, sonrió a la cámara sin
soltarse del brazo de Gary.
La abuela disparó unas cuantas fotos y luego apareció el coronel para pedirle a Gary:
—Con tu permiso, Gary, me llevo a tu chica…
Gary sabía que Sandy no era su chica, pero le gustó tanto como sonaba aquello, “su
chica”, que ni siquiera rectificó. Soltó delicadamente el brazo de Sandy, muy a su pesar,
y ella se agarró al del coronel que la condujo hasta un estrado, donde tomó la palabra.
Después, de mandar callar a la concurrencia, el coronel agarró el micrófono y dijo en
un tono solemne:
—Amigos, vamos a celebrar la clásica subasta del beso. El ganador recibirá como
premio un beso de la bella y distinguida señorita Peters, que tenemos el honor de que
nos acompañe esta noche. Les recuerdo que todos los beneficios irán para el comedor
social que a diario da ochenta comidas a personas desfavorecidas. Y sin más dilación,
que empiece la puja…
Gary estaba loco por terminar con aquello, necesitaba a Sandy a su lado con
urgencia, además de que no iba a permitir que nadie pudiera siquiera rozarla. Por eso,
sin pensárselo dos veces, levantó el brazo y gritó:
—30. 000 dólares.
La sala entera rugió de sorpresa y admiración, pero alguien al fondo gritó alto y
claro:
—50. 000 dólares…
Gary miró con desprecio a Oliver Palmer, un comerciante adinerado que debía tener
noventa años, sintiendo hasta nauseas solo de pensar que ese viejo verde iba a poner un
dedo encima de Sandy.
—50. 000 dólares, ¿alguien da más? 50.000 dólares a la una, a las dos, a las…
—300. 000 dólares —gritó Gary desesperado, ansioso por acabar con la maldita
subasta de una vez.
La sala de baile entera murmuró de asombro y de admiración y el coronel volvió a
preguntar si alguien daba más…Todos callaron y a Gary le faltó tiempo para ir a cobrar
su premio.
Sin pensárselo dos veces, se fue derechito al estrado y le estampó tal beso en los
labios a Sandy que se le removió el alma entera…
Capítulo 13
Y es que el beso fue tan intenso, tan arrebatador y tan romántico que la sala entera
rompió a aplaudir…
Sandy estaba estremecida con lo sucedido y Gary sintió tal punzada en el vientre que
se asustó porque podía ser una poderosa señal de que con Sandy estaba empezando a
sentir algo, que se había prohibido albergar en su corazón.
Desde lo de Kim estaba cerrado a todo, no quería sufrir, no quería que le hiriesen,
sin embargo con Sandy había ocurrido algo diferente…
El sexo con ella había resultado algo más, y ese beso… Ese último beso había sido
tan especial que habría pagado por él lo que hubiese hecho falta, incluso su fortuna
entera.
Para Sandy ese beso también había significado bastante, no en vano sintió tal vuelco
al corazón que las rodillas se le quedaron hechas gelatinas.
Pero después de ese beso, ya no volvió a pasar nada con Gary, de hecho él se puso a
departir con unos empresarios y luego la fiesta terminó y la dejaron en casa, sin más…
Ella tal vez hubiese esperado un beso en el portal, aunque fuera fugaz y pequeñito,
pero no hubo nada de eso…
Lo que Sandy no sabía era que Gary se moría por besarla, por estar con ella, por
compartir ochenta mil veladas como esa, si bien estaba sintiendo tanto miedo a los
sentimientos que estaban empezando a brotar en su interior, que prefirió apartarse de
ella.
Al fin y al cabo él era su jefe y tenía por norma no enredarse en asuntos de faldas con
ninguna de sus empleadas. Esas cosas siempre salían mal y con Sandy no iba a ser
diferente…
Aunque le pareciera la chica más sexy, más dulce y más bella de todo el planeta,
aunque estuviera loco por follarla hasta hacerla desfallecer, daba lo mismo…
Lo suyo no podía ser…
O eso al menos era lo que Gary pensaba, en tanto que Sandy llevaba bastante mal la
distancia que su jefe había puesto entre ellos después de la fiesta.
Porque los días pasaron y con Gary apenas intercambió unos saludos de lo más fríos,
de hecho ya ni siquiera se dirigía a ella para echarle la bronca por cualquier cosa,
como hacía antes.
La había pillado estudiando en más de una ocasión, las había sorprendido de
compras por el centro, incluso bailando “Despacito” la canción de moda en la piscina y
Gary, que en otro tiempo hubiese puesto el grito en el cielo, no dijo absolutamente nada.
Sandy no solo no entendía su comportamiento, sino que le entristecía bastante lo que
estaba pasando, pero no podía hacer nada más que aceptarlo. Si Gary había decidido
enfriar la relación, sus razones tendría aunque a ella no le hicieran mucha gracia.
Era lo que había, aunque Sandy se muriese de ganas de besarlo otra vez, aunque no
dejara de fantasear con hacer cosas sucias y excitantes como las del día de la fiesta,
aunque le apeteciera dar un simple paseo de la mano y luego irse a tomar un helado
juntos…
No le quedaba otra que guardarse todas esas ganas y fingir que no le importaba, que
no le dolía su indiferencia, que se estaba muriendo poco a poco de pena…
Dorothy que era lista como el hambre, intuía lo que estaba sintiendo esa chica y le
decía que tuviera paciencia, que su nieto solo tenía miedo, y que esperase un poco a
que digiriera que estaba coladito por ella.
Sandy pensó que ojalá fuera así, pero sin demasiada confianza en que el muy terco de
Gary fuera a cambiar de opinión.
Mientras tanto, decidió centrarse en el trabajo y en los estudios, que al fin y al cabo
eran lo más importante.
Y así se sucedieron los días, hasta que a mediados de junio, un día muy caluroso, en
el que Dorothy y Sandy se encontraban haciendo los ejercicios de rehabilitación en la
piscina, al aire libre, apareció Gary agotado del trabajo y con unas ganas inmensas de
darse un chapuzón.
—¡Vamos, Gary! ¡Ponte el bañador y date un bañito con nosotras!
Gary tenía tanto calor, necesitaba tanto darse ese baño, que se quitó la ropa que
llevaba encima, una camisa remangada al hombro y unos pantalones italianos que le
hacían un culo para perder el sentido y, en slips, se tiró de cabeza la piscina.
Sandy con los ojos como platos, le preguntó a Dorothy para cerciorarse de que no era
un sueño:
—¿Se ha tirado a la piscina en ropa interior?
Dorothy se echó a reír, mientras Gary nadaba hacia ellas con un estilo impecable…
—Lo hace muchas veces. Está como una cabra…
Sandy sintió un estremecimiento absoluto por todo el cuerpo, que ese pedazo de
hombre estuviera nadando hacia ella, estaba poniéndola cardiaca…
—¿Vendrá a echarme la bronca por haberte metido en la piscina? —farfulló Sandy
muy nerviosa.
—¿Bronca por qué? Si estamos haciendo la tabla de ejercicios que me ha mandado el
traumatólogo… Será que ya se le ha pasado lo que tiene contigo. Está traumatizado
desde la noche del beso… Tranquila que es porque está coladito por ti…
—Te empeñas en eso y yo creo que…
Sandy se quedó callada, porque de repente Gary llegó junto a ellas…
—Tengo tanto calor que hoy era difícil resistirse a la tentación —confesó Gary, con
la figura imponente y varonil cubierta de miles de gotitas de agua…
—Has hecho muy bien. Siempre te digo lo mismo: trabajas demasiado. Ven, dame un
beso… —pidió Dorothy, tendiéndole los brazos.
Gary estiró los brazos y avanzó los cuatro pasos que le separaban de su abuela, pero
al hacerlo rozó suavemente a Sandy que se estremeció por completo.
Gary también, al volver a sentir la piel mojada de esa chica sobre la suya, miles de
ideas hot se le vinieron a la cabeza, pero las desechó de un plumazo…
—Está el agua buenísima y yo ya he hecho mis ejercicios. ¡La tabla entera y dos
sesiones más extra! —comentó la abuela tras darle dos besos cariñosos en la mejilla.
—Eso está genial, abuela.
—¿Has comido ya, Gary? —le preguntó Dorothy siempre preocupada por la
alimentación de su nieto.
—Almorcé a la una de la tarde con unos clientes, estuvimos comiendo en un japonés
del centro.
—Perfecto, tesoro.
Sandy no podía dejar de mirar embobada el cuerpazo de Gary, de hecho estaba
sintiendo tal punzada de deseo, que pensó que lo mejor era salir del agua cuanto
antes…
—Yo me voy ya, os dejo solos para que podáis seguir disfrutando del día… —
anunció pues eran más de las cuatro de la tarde y su turno había terminado.
—Pero si ya has terminado las clases, Sandy. ¡Quédate un poco más en la piscina!
¡Hace mucho calor! —exclamó Dorothy, que estaba dispuesta a todo con tal de que no
se marchara.
—Tengo que estudiar, me quedan dos exámenes todavía. Y son muy importantes,
Dorothy. Me voy a la biblioteca que al menos allí hay aire acondicionado.
—¿No tienes aire acondicionado en casa? —preguntó Gary arrugando el ceño.
Sandy negó con la cabeza, mientras se retiraba un mechón de pelo que le caía por el
rostro.
—El aire acondicionado es muy caro. No podemos permitírnoslo. Pero no pasa nada,
tenemos ventiladores de techo y nos pasamos el día con las persianas bajadas…
Gary ni se lo pensó dos veces y luego exigió, porque no había lugar a réplica en su
tono.
—Contrata hoy mismo un buen equipo de aire, yo corro con todos los gastos.
Sandy abrió los ojos como platos, tragó saliva y negó con la cabeza, mientras
Dorothy la cogía con cariño del brazo y musitaba:
—Acéptalo, Sandy. En vuestra casa hace mucho calor y lo necesitáis… Es lo menos
que podemos hacer después de lo bien que te estás portando conmigo. Muchos días te
quedas una hora o dos más, te empeñas a fondo conmigo, por favor…
Dorothy miraba a Sandy con tanto cariño que era imposible decirle que no…
Capítulo 14
Después de que Sandy aceptara muy agradecida en nombre de su familia y el suyo
propio, Dorothy dijo:
—Me voy a salir ya, voy a descansar un poco en mi cuarto. Pero vosotros seguid
aquí… Eso sí, Sandy, ¿te importaría poner protector solar a Gary? Este sol pega hoy
muy fuerte…
De solo imaginar que Sandy iba a poner otra vez las manos en su piel, Gary se puso
durísimo. Menos mal que el agua tapaba su slip y la chica no podía ver cuál había sido
su reacción ante la propuesta de la abuela.
—Yo también me voy… Espera que te ayudo a salir —dijo Sandy, que para nada
quería quedarse a solas con Gary, porque no respondía de las locuras que podía llegar
a cometer.
Era tal la atracción que ese hombre ejercía sobre ella que tenía los pezones
durísimos y unas ganas tremendas de que le sacara el bañador con la boca y le hiciera
el amor sin ningún tipo de concesiones.
—Nos vamos todos —habló Gary, que se moría por empotrar a esa chica contra el
fondo de la piscina y hundirse en ella fuerte y duro, hasta arrancarle unos gemidos
bestiales.
Sandy ayudó a Dorothy a subir los escalones de la piscina y luego colocó una toalla
blanca y suave sobre los hombros para que se secara.
Dorothy agradeció el gesto y cogió el protector solar que estaba sobre una hamaca de
rayas y se lo tendió a la chica:
—Toma, embadurna bien de esto a mi nieto. Yo me marcho… —canturreó con una
sonrisita traviesa.
Sandy puso una cara de pánico tremenda, en tanto que Gary todavía seguía en el agua
esperando a que la erección se le bajara.
—Pero es que yo tengo prisa, no puedo Dorothy… —se excusó Sandy, ansiosa sola
de pensar que iba a tener que volver a tocar el cuerpo duro y musculado de Gary.
—Disfrutad un rato, que os viene muy bien a los dos. ¡Sois dos adictos al trabajo
duro y eso no está nada bien! Hay que desconectar un poquito… Y ni se os ocurra
desobedecer… —advirtió amenazándoles con el dedo índice—. Chaíto…
Dorothy se marchó hacia la casa feliz de haber propiciado ese momento, porque no
había cosa que más deseara en el mundo que Sandy y Gary estuvieran juntos.
Ella tenía la profunda convicción de que estaban hechos el uno para la otra y que no
les faltaba más que pasar un poco de tiempo juntos, para que se percataran de que eso
era así.
Por eso, les había dejado solos en la piscina, ahora solo había que rezar para que
supieran aprovecharlo…
Sandy, mientras tanto, estaba rígida como un palo mirando el protector solar que
tenía en la mano, sin saber bien ni qué hacer ni qué decir:
—Creo que no te va a quedar más remedio que untarme ese potingue… —comentó
Gary que en cuanto perdió de vista a su abuela salió del agua y se cubrió con una toalla
para secarse y dejar la piel lista para que Sandy la embadurnara de crema.
El corazón de Sandy latía muy deprisa y le costaba respirar de los nervios que tenía
encima. Ese hombre frente a ella, ese cuerpo, esa tensión sexual que la estaba matando
y el sol pegando fuerte sobre sus cabezas, era demasiado para ella…
—Yo no sé si debemos… —masculló Sandy, que estaba a punto de marearse.
Gary se secó bien la cara, el torso y la espalda, luego le arrebató a Sandy el tubo de
protector solar que tenía en la mano, se echó un buen chorro en la mano y murmuró:
—Hay que protegerse bien del sol. Yo lo haré primero contigo…
Y sin que a Sandy le diera tiempo ni a reaccionar, Gary bajó un tirante del bañador
de la chica y luego dio un fuerte tirón del otro de tal forma que los pechos redondos y
firmes, con los pezones muy duros, quedaron al aire.
—Gary por favor… —susurró Sandy, mirando a todas partes por si alguien podía
verles.
—Estate tranquila, nena. El jardinero libra, las doncellas del turno de tarde no entran
hasta dentro de una hora y el dormitorio de mi abuela da al otro lado. Nadie puede
vernos…
Gary comenzó a untar el protector solar sobre los pechos blancos de Sandy que tuvo
que cerrar los ojos del placer que estaba sintiendo.
—Nunca tomo el sol en los pechos… —le confesó Sandy en tanto que Gary le
aplicaba a fondo la crema.
—¿Nunca te has bañado desnuda?
Sandy negó con la cabeza, a la vez que Gary tomaba un pezón entre los dedos y tiraba
un poco de él.
Era tan delicioso que Sandy necesitaba más, muchísimo más, pero dado el
comportamiento de Gary de los últimos días no sabía bien a qué tenerse.
—Gary esto es muy peligroso, estos días has estado evitándome y yo no sé si…
Gary gruñó al volver a tener esa exquisitez entre sus dedos y, con una erección
tremenda pujando entre sus piernas, confesó:
—No puedo seguir evitándote, baby. Lo he intentado, pero no puedo… Deseo
follarte a todas horas, por todas partes, pero deseo mucho más… Y eso es lo que me
asusta…
—¿Más? —preguntó Sandy, mientras Gary apretaba el tubo de protector, porque
necesitaba más crema para la espalda.
—Date la vuelta…
Sandy obedeció, con las rodillas temblorosas se dio la vuelta y Gary de otro fuerte
tirón bajó el bañador que cayó hecho un rollito a los tobillos de la chica.
—¿De verdad que estás seguro de que no pueden vernos? Como salga tu abuela es
que me da algo…
Gary no quería que Sandy se sintiera incómoda así que, y aunque no había peligro de
que nadie les viera, le tendió la mano que ella aceptó sin pensárselo.
—Deja aquí el bañador… —Gary se agachó a por él y lo colocó sobre la hamaca.
Luego, de la mano, la condujo hasta la casita de invitados que estaba en la parte de
atrás del jardín…
La puerta estaba abierta, Gary solo tuvo que empujarla y tras atravesar un pequeño
recibimiento, apareció ante sus ojos un dormitorio con una cama grande vestida con
sábanas blancas…
—¿Aquí estás más tranquila?
Sandy asintió y entonces Gary siguió untándole la crema por la espalda, despacio,
sensual, sexy, morboso, hasta que sus manos terminaron sobre las nalgas redondas que
amasó cuanto quiso…
Sandy sintió que se humedecía por completo y susurró derretida de placer por las
caricias.
—Gary me estoy poniendo fatal…
Gary estaba duro como una piedra y con ganas de penetrarla por todas partes, pero
de momento se tuvo con conformar con el dedo índice que estaba ya colocado sobre el
ano de la chica.
—¿Te gusta que toquen por aquí? —preguntó introduciendo un poco el dedo en el
interior apretado y duro de Sandy.
A Sandy esa pequeña invasión le provocó un estremecimiento completo, de la cabeza
a los pies:
—No lo sé. Nunca lo he hecho por ahí… Ni siquiera me han tocado… —reconoció
un poco avergonzada, por si Gary pensaba que era una remilgada y una estrecha.
—No pasa nada. Al revés, para mí es un regalo descubrirte esto, si es que quieres
que te lo descubra…
—Sí, quiero, sí, por favor…
Gary hundió poco a poco el dedo en el interior apretado de la joven, arrancándole tal
gemido que incrementó por mil las ganas de follarla.
—Eres muy estrecha y no quiero que te duela. Tengo que prepararte bien… En mi
cuarto tengo condones y lubricante, lo compré el día después del baile porque me moría
por volver a hacerlo contigo, pero luego mi cabeza me decía que no.
—Porque eres mi jefe… —susurró Sandy, con los ojos llenos de lágrimas.
Gary hundió el dedo hasta el fondo y gruñendo de deseo confesó:
—Porque lo que siento por ti va mucho más allá de un simple deseo…
Capítulo 15
Después, con el corazón latiéndole con fuerza y unas ganas tremendas de devorar a
Sandy hasta el infinito, colocó la otra mano en el pubis y descendió hasta tocar la
humedad ardiente de la chica…
—Estás tan mojada, Sandy —le susurró al oído, mordiéndole la oreja—. Espérame
aquí, que vuelvo enseguida…
Para su pesar, Gary apartó las manos de su cuerpo y se marchó dejándola temblando
de placer y de ansiedad… Se sentía muy mojada, los pezones los tenía durísimos y su
culo pedía más, mucho más.
Desesperada de sentir tanto, con el corazón revolucionado por las palabras que
acababa de pronunciar Gary, se tiró en la cama, cayendo boca abajo.
Luego, ardiendo de deseo, comenzó a mover las caderas, con el pubis pegado al
colchón como si así pudiera calmar el incendio que Gary acababa de encender entre sus
piernas.
Pero ese frotamiento lo único que hizo fue incrementar más sus ganas, necesitaba a
Gary muy dentro de ella, quería tenerle entero y por todas partes, hasta que no pudiera
más y cayera fulminada de deseo.
Excitadísima, se dio la vuelta para tocarse, justo cuando Gary abrió la puerta y
apareció con el lubricante y los condones…
Se sentó a su lado y metió la mano entre sus muslos para comprobar cómo estaba:
—Estás mucho más mojada todavía, baby. ¿Has pensado mucho en mí? —preguntó
mientras deslizaba los dedos por los labios chorreantes de la chica.
—No lo dejo de hacer, Gary… —susurró, en tanto que él introducía un dedo en su
vagina.
—Qué ganas tengo de estar aquí dentro con mi polla, nena.
Sandy cerró los ojos de placer mientras que Gary la penetraba con el dedo, luego lo
sacó, la giró poniéndola bocabajo y lo metió hasta el fondo en su ano.
—Estás tan apretada por todas partes, baby. Tienes el coño muy estrecho y el culo es
otra delicia… Voy a tener que abrírtelo todo, ¿quieres Sandy?
—Hazlo por favor…
Gary gruñó de placer, dejó los condones sobre la mesilla y abrió el lubricante que
vertió generosamente sobre el ano pequeño y estrecho de Sandy.
Ella al notar esa sustancia fría y viscosa en esa parte tan íntima de su cuerpo, sintió
un escalofrío que la volvió loca, más loca todavía, luego Gary se untó bien el dedo de
crema y lo hundió hasta el fondo del culo de Sandy.
—¿Te gusta, cielo? —preguntó, mientras metía y sacaba el dedo del interior
apretadísimo de la joven.
—Sí, Gary, sigue… Sigue…
Gary siguió penetrando ese culo tan redondo, tan firme y tan pequeño, el culo más
estrecho que había conocido nunca, el más delicioso, y cuando notó que los músculos
interiores se estaban dilatando para él, decidió ir un poco más allá y probar con dos
dedos…
Al sentir los dedos pujando por entrar dentro de ella, Sandy se tensó un poco y Gary
tuvo que calmarla:
—Relájate, baby. Solo es más placer, voy a abrirte un poco más este culo tan
hermoso… ¿Quieres, Sandy?
—Quiero, pero no sé si podré…
—Si quieres mi polla en tu culo tienes que poder, nena. Si no aceptas mis dedos, no
podrás aceptar mi miembro…
—Lo quiero todo, Gary.
—Entonces, tenemos que trabajar bien tu culo primero con los dedos. Necesito que
entren bien y para eso tienes que relajarte. Acéptame, preciosa, solo tienes que
destensar este agujero tan apretado…
Sandy se esforzó en hacer lo que Gary le pedía, respiró hondo y se concentró en
relajar bien su cuerpo, mientras las penetraciones con los dedos seguían, suaves y
lentas.
Y así, poco a poco, el orificio fue cediendo a la invasión, abriéndose más y más, de
tal forma que Gary incrementó la presión, la intensidad y la fuerza.
—Así me gusta, nena. Lo estás haciendo de maravilla. Tu culo se está abriendo para
mí, sigue así, preciosa…
Sandy clavó fuerte las uñas en el colchón porque la mezcla de dolor y placer era
cada vez más intensa, sentía que su culo no iba poder soportar más, sentía que iba a
partirse, pero el placer que latía dentro de ella era indescriptible. En la vida recordaba
haber sentido tanto…
Los dos dedos entraban y salían de su interior con fuerza, ya casi sin resistencia,
momento en el que Gary probó con tres…
—Ya no queda nada para que estés lista, Sandy. Ya solo queda un poco más… Toma
esto que te doy, tómalo entero…
Sandy gritó al sentir la última invasión, esos tres dedos ya eran demasiado, sintió que
su culo iba a romperse, pero al mismo tiempo no quería dejar de sentirlos dentro de
ella. Necesitaba más, necesitaba entregarse por completo a esas sensaciones tan
intensas que ya estaban más allá de todo.
—Te estás abriendo como la flor hermosa que eres, Sandy. Gracias por darme
tanto… —susurró Gary, metiendo y sacando esos tres dedos largos y fuertes.
Implacables.
Porque Gary en cuanto sintió que el agujero estaba un poco menos tenso, menos duro,
menos cerrado, comenzó a penetrar a conciencia, a prepararlo bien para la que lo iba a
venir…
Sandy creyó que no iba a soportar tanto como ese hombre le estaba dando…
Aquello era una locura y se dejó llevar, ya no había más opción que esa. Y así,
cuando los jadeos de esa chica ya eran extremos, cuando con los ojos llenos de
lágrimas le suplicó que necesitaba correrse, Gary sacó los dedos, la volteó y con unos
golpecitos precisos en el clítoris con el pulgar, le provocó tal orgasmo que Sandy
estalló de placer, entre gemidos entrecortados.
Luego, abrió un condón, se lo enfundó con cuidado sobre la erección que iba a
reventarle, y se hundió sin compasión hasta lo más hondo de la vagina estrecha y
chorreante…
Sandy volvió a gritar, sentir la polla de Gary en lo más profundo de su ser, era algo
que no sabía si iba a poder resistir.
Se aferró a la espalda masculina y sudorosa, musculada y sedosa, y él comenzó a
penetrarla con fuerza…
—Sé duro, Gary. Quiero que no tengas miramientos…
Gary sabía que lo quería así, por eso estaba follándola con fuerza, haciendo que
descubriera el sexo como la mujer ardiente y pasional que era. El sexo que se merecía
por todo lo que le daba, por todo lo que tenía dentro, ni más ni menos.
Ella aceptó todo eso que Gary le estaba entregando, adoraba la forma tan ruda y a la
vez tan pasional que tenía ese hombre de hacer el amor, porque le hacía sentir tan sexy,
tan deseada, tan femenina que aquello era alucinante.
—Eres maravillosa, Sandy… Tienes un cuerpo delicioso…—gruñó de placer.
Sandy sentía que la polla enorme y dura de Gary iba a romperla por dentro, pero no
quería que parara ni que fuera más suave o condescendiente con ella.
Él siguió penetrándola de esa forma tan suya, mientras Sandy, con las manos en las
nalgas duras y fuertes de ese hombre, empujaba para que las penetraciones fueran más
intensas todavía…
—No pares, Gary. Sigue… Quiero tu leche… Toda…
Gary siguió moviéndose, entrando y saliendo del interior estrecho y ardiente de esa
chica, con el cuerpo musculoso y duro en tensión máxima, sudoroso y jadeante, gozando
como no recordaba…
—¿Dónde quieres mi leche, nena? Pídeme dónde quieres que me derrame para ti…
Después de lo duro que había trabajado para dilatar su parte de atrás, Sandy sintió
que merecía un premio… Por eso, susurró con los ojos brillantes de deseo:
—Lléname el culo con tu leche, por favor. Lo necesito, Gary.
—Estoy sano, soy donante de sangre y no puedo contagiarte nada. Pero no sé si tu
culo todavía está preparado para aceptarme…
Sandy miró a los ojos intensamente azules de Gary, con su erección clavada muy
dentro, y susurró:
—Necesito sentirte mucho más… Estoy preparada, Gary.
—Mira cómo estás ahora, baby. Mi polla es dura y grande, tienes tu coño tensado al
máximo. Tu parte de atrás es mucho más estrecha…
A Sandy le dio igual todo, solo quería sentirle así, duro y grande, por todas partes,
por eso volvió a suplicar con dos lágrimas cayéndole por el rostro:
—Hazlo por favor…
Capítulo 16
Gary salió del interior húmedo y estrecho de la chica, se echó a un lado y Sandy
aprovechó para ponerse a cuatro patas.
Él se situó detrás, se desprendió del condón que arrojó al suelo y luego colocó la
punta de su miembro sobre el pequeño ano de la chica.
—Házmelo así, Gary. Quiero toda tu leche en mi culo…
Gary deslizó una mano hasta el pezón durísimo de Sandy y tiró de él hasta hacerla
gemir…
—Voy a dártelo todo, baby. Todo.
Después introdujo la cabeza de su pene duro y grueso y ella jadeó de placer al sentir
como su ano se abría como nunca.
Gary sacó otra vez el miembro del interior de la chica para ver cómo se había
dilatado y se quedó fascinado:
—Sandy estás tan abierta… Eres una maravilla. Tendrías que ver cómo has dilatado,
estás preparada, ahora sí… Has trabajado tan duro, nena…
—Clávate entero, por favor. Lo quiero todo…
Gary deslizó una mano hasta el pubis mojado de la chica y recorrió los pliegues
ardientes con sus dedos hasta arrancarle otro gemido. Entonces, acercó otra vez el pene
al pequeño orificio y lo metió hasta la mitad…
—Bien, Sandy. Muy bien…
Luego, Gary tomó la melena de la chica con una mano y tiró fuerte de ella justo antes
de dar el empujón final que hizo su miembro se clavara entero.
—Oh Gary, esto es…
Sandy no pudo decir más, dos lágrimas recorrieron su rostro por la mezcla de
sensaciones tan intensas. Sentía su interior a punto de reventar, sentía sus pechos duros
y firmes, su vientre palpitando, su clítoris duro como nunca, su coño chorreante…
—Esto es para ti, nena. Solo para ti…
Gary volvió a tirar del pelo de la joven hasta el punto que la hizo levantar la cabeza,
mientras comenzaba a penetrarla de una manera profunda pero suave…
Luego, soltó el pelo y volvió a deslizar la mano hasta el clítoris mojadísimo y duro…
—Estás tan excitada, nena… Y tu culo es tan estrecho…
—Fóllame, te lo ruego. Fóllame.
Gary sintió que esa chica ya estaba preparada, así que comenzó a penetrarla más
fuerte, al tiempo que le acariciaba el clítoris con el pulgar.
El placer era tan grande como el dolor y el deseo, Sandy sentía que su culo iba a
partirse en mil pedazos, pero al mismo tiempo estaba sintiendo un placer tan infinito
que solo tenía ganas de gritar.
Y gritó, porque el pulgar implacable de Gary le provocó tal orgasmo que él por poco
no se corre de lo fuerte que le estaba presionando la polla con las contracciones del
estallido brutal.
—Esta es mi chica, así me gusta, baby, que tu orgasmo apriete fuerte mi polla.
Córrete para mí, déjate llevar, no te guardes nada, siéntelo todo.
Sandy se dejó invadir por las sensaciones bestiales del orgasmo y cuando creía que
ya no podía más, Gary volvió a darle duro por el culo y fuerte con el pulgar sobre el
clítoris y, para su sorpresa, le sobrevino otro orgasmo mucho más rotundo que el
anterior. Brutal, salvaje, devastador…
—Dios mío, Sandy vas a ordeñarme con tu orgasmo. Jamás nadie me presionó tanto
la polla como tú… Eres tan jodidamente estrecha y sexual…
Gary gruñendo de deseo, con la polla a punto de estallar, tiró fuerte del pelo de
Sandy y tras penetrarla con fuerza unas cuantas veces, se corrió en el culo precioso de
esa chica que, con orgullo, y entre lágrimas de felicidad, recibía lo que era suyo y
solamente suyo.
Después de que ese pedazo de hombre se corriera, ella se tumbó bocabajo, agotada
de tanto placer y él hizo lo mismo…
—Sandy eres una diosa… —susurró Gary con los labios pegados a los suyos.
—Tú sí que eres un dios…
Gary puso una mano sobre el culo de Sandy y preguntó mientras hundía un dedo hasta
dentro:
—¿Te duele?
Sandy cerró los ojos de placer, porque aquello era exquisitamente bueno y negó con
la cabeza:
—Ha sido una experiencia tan intensa, Gary. He sentido una mezcla de sensaciones
tan bestial, que estaban más allá del placer o del dolor, solo sé que no quería que
pararas, solo sé que he tenido los mejores orgasmos de mi vida…
—He intentado trabajarte bien este culo tan apretado para que no te doliera, mañana
tendrás alguna molestia que te hará pensar en mí, pero enseguida pasará…
Sandy abrió los ojos, mientras Gary sacaba el dedo lleno de leche de su interior:
—¿El qué va a pasar? Dudo mucho que deje de pensar en ti…
Gary sonrió, untó los labios de la chica con su leche y ella luego abrió la boca para
tragarse ese dedo hasta el fondo.
—¿Piensas mucho en mí, Sandy?
Después de chupar bien el dedo, ella respondió mientras Gary volvía a enterrar el
dedo en su culo.
—Mucho, desde que pasó lo del baile, el beso… Mucho… Y tras lo de hoy mucho
más…
Gary hundió de nuevo su dedo cubierto de leche en la boca de Sandy y ella lo devoró
con fruición mientras decía:
—¿Has visto toda la leche que me has sacado, Sandy? Nadie me ha ordeñado la
polla así, jamás en la vida…
—No tengo experiencia ninguna, Gary. Eres tú el que sacas esta parte de mí tan…
Sandy se mordió los labios porque de pronto se sintió un poco avergonzada de haber
llegado tan lejos, de haber hecho esas cosas tan sucias que nunca se había atrevido a
hacer con su novio de toda la vida…
Pero antes de que ella utilizara ningún adjetivo que pudiera describir lo que acababa
de suceder como sucio o cochino, él la interrumpió:
—Tan mujer. He sacado a la mujer ardiente y pasional que llevas dentro y no debes
avergonzarte de eso.
—Me excitas tanto, en cuanto te he visto aparecer en la piscina ya estaba cachonda,
deseando que me hicieras miles de cosas prohibidas…
—Me siento muy feliz de provocarte esas sensaciones, contigo me pasa lo mismo. Y
quiero que sepas que estos días he estado distanciado de ti porque me asusté, con el
beso que nos dimos sentí algo más y yo tengo miedo a los sentimientos. En el sexo me
manejo bien, pero con las emociones no…
Sandy acarició lentamente el tatuaje tribal del hombro de Gary y susurró:
—Yo nunca te haré daño.
—El tatuaje me lo hice después de que alguien me partiera el corazón. Se llamaba
Kim y no solo me dejó por otro, sino que se arrancó al hijo mío que llevaba en sus
entrañas….
Gary apretó fuerte los labios y no pudo evitar que dos lágrimas enormes recorrieran
su rostro.
—Lo siento tanto, Gary. Si pudiera evitarte tanto dolor no dudes de que lo haría…
Gary se apartó las lágrimas con los dedos y luego confesó:
—Me humilló, me dejó porque no tenía donde caerme muerto. Ese mismo día juré
que no volvería a San Diego hasta ser jodidamente rico. Y aquí estoy…
—¿Vienes a recuperarla? —preguntó Sandy, temerosa de que la respuesta fuera sí.
—No quiero saber nada de esa zorra. ¡Está muerta y enterrada en mi corazón! He
venido porque somos de este lugar, yo soy de San Diego y quiero hacer mi vida aquí,
con mi abuela y ojalá que pronto con la mujer que quiera ser mi compañera de vida.
Pero me cuesta mucho abrirme… Tengo demasiado miedo a que me hagan daño, por eso
mi reacción de estos días… Discúlpame, Sandy… —susurró dándole un beso suave en
los labios.
—Te entiendo, Gary, pero conmigo puedes estar tranquilo… No te voy a hacer
daño…
Gary clavó su mirada azul en la de Sandy y luego masculló con el corazón en carne
viva…
—Pero tampoco podrías enamorarte de un ogro como yo…
Capítulo 17
Sandy colocó la mano en el tatuaje tribal de Gary, lo acarició con dulzura como si así
pudiera mitigar en algo tanto dolor y sufrimiento y luego susurró con una sonrisa
enorme:
—¿Acaso no se enamoró Fiona de Shrek?
Gary pensó que esa chica era demasiado adorable y tierna como para tener algo con
él, que era un desencantado de vuelta de todo.
—Soy mucho peor que Shrek, soy un descreído de todo y no podría aportarte más que
dolores de cabeza. Me temo que soy insoportable… —confesó Gary mirando a los
preciosos ojos de la chica que no dejaba de acariciar su tatuaje.
Sandy le miró mordiéndose los labios de deseo y de emoción y susurró:
—Tú crees en muchas cosas, Gary. Eres demasiado duro contigo mismo, eres un
hombre con unos principios y valores muy sólidos. Crees en la familia, trabajas como
una bestia para darle todo a tu abuela, la cuidas, la mimas, la proteges…
—Sí, eso es verdad pero…
Sandy llevó el dedo índice hasta los labios de Gary para que se callara y siguió
diciendo:
—Crees en el esfuerzo y en el trabajo, te has comprado este rancho enorme porque
crees en la tierra, porque quieres fundar una familia…
—Puedo querer y desear muchas cosas, otra cosa es que encuentre a alguien que me
aguante… —musitó Gary encogiéndose de hombros.
—¿Qué tal si empiezas por hablar de ti mismo con más realismo y consideración?
Dices unas cosas… Yo no te veo para nada como el autorretrato que te haces…
—Desde lo de Kim me quedé tan tocado que ni siquiera me permito hablar de ello…
Tú eres la primera mujer, aparte de mi abuela que conoce la historia de primera mano,
a la que le cuento lo que me sucedió…
Gary apretó fuerte los labios y Sandy le dio un beso en la punta de la nariz…
—Es bueno abrirse y soltar lastre, porque de lo contrario se queda dentro y acaba
carcomiéndonos por dentro…
—Yo ya estoy carcomido por completo, Kim se llevó mi corazón… —reconoció
Gary con un punto de tristeza infinita en la mirada.
Sandy puso la mano sobre el pecho fuerte y duro de Gary, donde latía su corazón con
fuerza:
—Aquí hay un corazón, Gary. Y está latiendo… No lo olvides —le susurró
emocionada.
—No sé si seré capaz… ¿Tú me ayudarías? —preguntó arrugando el ceño.
—Yo estoy aquí para lo que necesites.
—Necesito que me ayudes a amar… —contestó Gary con un nudo en la garganta de
la emoción—. Jamás pensé que le pediría nada parecido a nadie, pero tú eres tan
especial…
Sandy se puso muy nerviosa, porque el desnudo más difícil de todos era el del alma.
Había hecho el amor con Gary de una forma desenfrenada y salvaje, pero esto de abrir
el corazón era mucho más difícil, más intenso y más conmovedor.
Ella estaba sintiendo cosas por él, puesto que aparte de la atracción que era brutal, le
admiraba como persona, como nieto, como empresario… En todas esas facetas era un
ejemplo y una inspiración, también deseaba estar a su lado, aprender de él, compartir
cosas, necesitaba cada día más de su presencia, de su mirada azul, de sus besos…
Pero era Gary Scott, su jefe… Y estaba tan confundida que por eso decidió responder
con una evasiva, mientras ponía orden en su corazón.
—Tú ya amas, a tu abuela, a tu trabajo, a tu rancho, a tu familia… No necesitas a
nadie que te enseñe a hacer lo que ya sabes…
—Te equivocas. Yo no sé amar a una mujer, lo hice una vez y me arrancaron la vida.
Tengo mucho miedo, mucho… Pero contigo no sé qué me está pasando que me atrevo
hasta reconocerlo… Esto jamás me había pasado con ninguna mujer. Me limitaba a
tener sexo y amistad, pero nunca he cruzado la línea que me gustaría cruzar contigo…
La mirada azul de Gary se encendió mucho más y el corazón de Sandy latió con más
fuerza que nunca…
—Me siento muy halagada por lo que te está pasando conmigo, pero solo soy una
empleada y no sé si…
—Para mi abuela eres mucho más que una empleada, te quiere como si fueras de la
familia. Pero yo no… —dijo poniéndose muy serio.
—¿Tú qué? —preguntó Sandy muy asustada.
—Yo jamás te podría querer como una prima, o como una hermana, pero si tú me
ayudas, sí que podría amarte como un esposo…
Sandy pestañeó muy deprisa y con una punzada en el estómago, replicó frunciendo el
ceño:
—Gary Scott ¿estás perdiendo la cabeza? ¿Te recuerdo que soy la señorita Peters que
te toca las pelotas cada día?
—Que me tocaba… Ahora es una bendición verte cada día, te confieso que por tu
culpa salgo más tarde de casa para cruzarme contigo y llego antes de lo que
acostumbraba por lo mismo…
Sandy se había dado cuenta de ese pequeño gran detalle, pero pensaba que lo hacía
para tenerla bajo control como empleada…
—Y yo pensando que lo hacías para ver si me pillabas en algún renuncio. Como
siempre vas buscando el fallo en mi trabajo…
—Yo siempre encuentro fallos a todo el mundo, a mí el primero. Soy muy exigente,
no me cansaré de decírtelo. Mi afán de excelencia es infinito y no creas que no sufro
con eso. Soy jodidamente perfeccionista y las contracturas de mi cuello pueden dar fe,
señorita Peters.
Sandy puso la mano en el cuello fuerte y duro de Gary que era cierto que estaba muy
tenso:
—Deberías tomarte las cosas de otra forma…
—Nado todas las mañanas, corro por la noche, en la oficina tengo un gimnasio y hago
pesas…
—Ahora entiendo el cuerpazo que tienes… —susurró Sandy recorriendo los
pectorales marcados y duros de Gary.
—Trabajo duro mi cuerpo. Todo lo llevo hasta el final. No conozco las medianías. O
todo o nada. Para mí el término medio no existe. Por eso, contigo lo quiero todo
también.
Sandy tragó saliva, le miró nerviosa y, tras morderse los labios, susurró:
—¿Te refieres a todo en el sexo?
—Me refiero a todo. Contigo no quiero una amistad, porque el día del beso en el
baile me di cuenta de que estaba rugiendo algo en mi corazón que iba más allá de todo
eso.
Sandy no pudo evitar echarse a reír, pero más por puro nervio que por otra cosa.
—¿Te ruge el corazón?
Gary se puso muy serio y replicó, con el rostro muy tenso:
—¿Te estás burlando de mí?
Sandy se asustó, a veces olvidaba que Gary era un tipo con el corazón hecho añicos,
con el que tenía que ser más que cuidadosa…
—No, Gary. Es que nunca había escuchado esa expresión…
—¿Prefieres que diga que mi corazón palpita como una patata frita? —replicó Gary,
con una sonrisa, ahora sí.
Sandy sonrió porque le gustaba que Gary empezara a reaccionar de esa forma
relajada y cómplice, cuando hablaban del tema que más le bloqueaba…
—Quiero que puedas expresar lo que sientes en tu corazón, sin miedo. Conmigo
puedes, Gary…
Gary tomó la mano de la chica, la llevó a su corazón y luego susurró:
—Mi corazón dice que le gustaría que le dieras una oportunidad…
Sandy se mordió los labios, pestañeó deprisa y susurró:
—¿Me estás pidiendo que salga contigo, Gary Scott?
—Lo otro ha sonado terriblemente cursi, ¿verdad? —preguntó temiendo haber metido
la pata hasta el fondo—. Me temo que la he cagado, ¿no es eso?
Sandy sonrió de oreja a oreja, lanzó un suspirito de lo más delator y, sin dudarlo,
respondió:
—Uno nunca se equivoca cuando habla con el corazón…
Capítulo 18
Después de estar juntos en la casita de invitados, Sandy se marchó porque tenía que
preparar sus exámenes, feliz como no recordaba con todo lo que estaba pasando con
Gary.
Pero era tan difícil estudiar con el recuerdo de lo vivido con Gary impreso en su
piel, le costaba tanto concentrarse después de esas experiencias tan intensas que temía
que no iba a poder sacar las asignaturas que le quedaban…
—Tía, ¿qué te pasa? ¿Estás como en una nube? —le preguntó Patt, su compañera de
clase con la que quedaba para estudiar en la biblioteca de la universidad.
Sandy respiró hondo y con los ojos en blanco, susurró:
—Es Gary…
Patt una rubia, explosiva y sexy, la clásica chica por la que todo el mundo suspiraba
preguntó alucinada:
—¿Gary el tío que pasaba de ti porque era tu jefe?
—Calla, calla…
—Tía, cuéntame por favor…
—Shhhhhhhhhhhh —dijo otra chica que estaba concentrada en el estudio,
exigiéndolas que se callaran.
—Vamos fuera… —le pidió Patt, tomándola de la mano para que abandonaran la sala
de estudio.
Ya fuera, sentadas en un banco que había justo frente a la puerta de entrada a la
biblioteca, Sandy explicó:
—Hoy ha ocurrido algo increíble, yo pensaba que Gary pasaba de mí, pero su abuela
tenía razón, solo tenía miedo. Estaba poniendo una barrera entre nosotros porque está
cagado de miedo, Patt.
—¿Cómo un tío tan bueno puede tener tanto miedo?
Sandy puso los ojos como platos y luego preguntó perpleja:
—¿Y tú cómo sabes que está tan bueno?
—Aparte de porque me lo has contado tú mil veces, porque le he buscado en Internet
y tía… ¡Está que cruje! Está más bueno que un brownie de chocolate con su bola de
helado de vainilla encima.
—Y porque no le has visto sin ropa… —confesó Sandy entre risas.
—Tía ¡no me des más envidia! ¿También está bien dotado por ahí?
—Mejor no quieras saber. Tan solo te diré que tiene un tatuaje en el hombro que me
pone cardiaca…
—¿Y está bien dotado? —preguntó mordiéndose los labios.
—Madre mía, anda que no eres curiosa.
—Venga, no seas mala. Dime…
—Amiga, no solo está bien dotado, sino que sabe hacer unas cosas que…
Jajajajajajaja.
Las chicas se echaron a reír y Patty siguió:
—Me alegro tanto por ti. ¿Entonces hoy hubo tema? ¿Te has liado con él otra vez?
Sandy asintió con la cabeza, se ruborizó un poco y contó:
—Venía con mucho calor, así que se tiró en calzoncillos a la piscina donde yo estaba
haciendo los ejercicios con Dorothy…
—¡Qué fuerte! ¡No me lo puedo creer!
—Pues créetelo y luego nos quedamos solos y ya fue nuestra perdición. Acabamos
haciéndolo en la casita que tiene para los invitados, fue lo más excitante que he hecho
en mi vida.
—Tía, pero qué morbo más grande. ¡Estar haciéndolo con tu jefe buenorro en un
lugar escondido! Con lo pánfila que tú eras, Sandy… ¡Ni te reconozco! La mosquita
muerta, ¡las mata callando!
—Sigo siendo la misma, lo que pasa es que Gary saca de mí cosas que ni sabía que
tenía…
—Y tanto. Si pensaba que eras casi una monja. Solo has tenido un novio, no te
enrollas con chicos, perdona que te diga pero es que eres bastante aburrida… Te niegas
a venir a fiestas conmigo, no tonteas con nadie jamás, nunca te has emborrachado, ni
siquiera te has fumado un porro, siempre haces lo correcto…
—Hasta que conocí a Gary, que voy a ir derechita al infierno… —concluyó
recogiéndose el pelo en una coleta.
—¡No digas bobadas! Estas empezando a disfrutar de la vida, que ya era hora…
Trabajas y estudias demasiado, desde que te conozco no te has pegado una juerga en
condiciones jamás. ¿Así que cómo vas a ir al infierno por tener un lío con tu jefe?
—Pero es que no sé si es un lío… —masculló rascándose la cabeza.
Patt se revolvió en el banco y preguntó con suma curiosidad:
—¿Cómo? ¿Te ha dicho que lo vuestro es algo más que sexo?
—Está muy herido porque su primer amor le hizo trizas, Kim se fue con otro tío de
dinero, pero antes la muy zorra abortó al hijo de Gary que llevaba en las entrañas, sin
contar con él.
—Joder qué tía más puta…
—Pues sí, tía. Y desde entonces Gary está cerrado al amor… Dice que solo ha tenido
rollos sin compromiso ninguno, pero que conmigo se está planteando ir más allá… —
confesó Sandy emocionada.
—Tía qué bonito lo que me estás contando, él te está espabilando a ti que eras una
sosa y una mojigata de cuidado y tú…
—¡Hala, Patt, no te pases! Tampoco era tan aburrida…
—¡Con Nicholas solo hacías la postura del misionero! ¡Y lo hacías una vez a la
semana como mucho! ¡Que tú misma me lo has contado!
—Sí, pero era muy dulce y muy tierno… —recordó Sandy, aunque la verdad que lo
de Gary no tenía comparación.
—Sí, pero la sangre no te ardía como te arde con Gary, que además te pone en todas
las posturas del Kamasutra. Me da que este te ha abierto ya el tercer ojo…
Jajajajajajajajaja.
—¡Mira que eres guarrilla, Patt! —exclamó Sandy partida de risa.
—O sea que es verdad. ¡Por fin te han follado como es debido! Por todas partes y
hasta bien dentro… Y un tío que te llena bien, como a mí me gusta. Las pollas pequeñas
no sirven para nada, Sandy, que no te engañen…
—Mira que eres frívola, Patt. Yo me enamoro de las personas, no de sus genitales…
—Sí, sí, todo lo que tú quieras pero a ti te ha tocado el premio gordo y nunca mejor
dicho. Jajajajajajajajajaa.
Sandy no pudo evitar partirse de risa de otra vez, porque Patt gesticulaba además de
una forma muy graciosa.
—Es la primera vez que me pasa esto, tener sexo con alguien con el que no tengo un
compromiso serio… Ya sabes cómo soy de convencional…
—¿Pero no dices que quiere algo más? ¿Qué lo vuestro es más que sexo?
—Me dijo que su corazón quiere que le dé una oportunidad, textual.
—Oy qué romántico y qué mono… Chica, pues ¿a qué esperas para dársela? Con eso
te está diciendo que quiere algo serio, ¿o tú esperabas que te pusiera el anillo de
compromiso en la mano?
—No, tía, ya sé que eso no… Pero tengo miedo a no estar a la altura…
—¿Por qué no ibas a estarlo? Dudo que encuentre una chica más leal, más fiel, más
buenecita y más seria en todo San Diego… ¡Eres un chollo de mujer!
—Te recuerdo que es mi jefe, que es millonario, que tiene a todas las mujeres que le
dé la gana y que yo soy una pobre estudiante de mierda, que no tiene un céntimo ni para
comprarse zapatos porque todo lo que gano lo entrego en casa…
—Tú no le has engañado, él sabe perfectamente quién eres y sabiéndolo se te ha
declarado de alguna forma…
—Ya, pero si aparece alguien más guapa, más rica y más todo que yo… que será lo
más normal…
Patt cogió a Sandy por los hombros y le dijo alto y claro:
—Tú eres una chica excepcional, Sandy. Eres bonita, eres lista, eres dulce, eres
buena… ¡No eres menos que nadie! ¿Me entiendes? El dinero es solo es una energía, va
y viene, pero no nos define como seres humanos. El dinero es solo un adorno, lo
importante es cómo tengas el corazón. ¡Y el tuyo es muy bonito! ¡Así que manda a la
mierda todos esos jodidos complejos y cree en ti! ¡Tú vales mucho, preciosa! ¡Mucho!
¿Te queda claro, nena?
Sandy respiró hondo y no le quedó otra que responder:
—Está bien, me queda claro. Ahora a ver si me concentro para estudiar porque no
dejo de pensar en Gary…
—Pues precisamente por Gary, para que se sienta orgulloso de la chica que tiene,
tienes que esforzarte más que nunca. ¿De acuerdo, guapetona?
Sandy se echó a reír porque su amiga tenía toda la razón, en todo…
—De cabo a rabo…
—¡No, no y no! ¡En el rabo tú no tienes que pensar ahora!
Las dos chicas se partieron de risa y luego volvieron a la sala de estudio donde
estuvieron trabajando duro hasta muy tarde…
Capítulo 19
Los días siguientes, Sandy acudió al trabajo entusiasmada con la sola idea de
reencontrarse con Gary al que veía y daba un beso de lo más intenso cuando llegaba y
con el que se daba baños largos en la piscina después de su jornada laboral. Luego,
habían tomado la costumbre de echarse una siesta hot en la casita de invitados que se
había convertido en el refugio secreto…
—¿Cómo van los estudios? —le preguntó Gary, mientras le acariciaba la espalda
suavemente, después de haber hecho el amor como dos fieras salvajes.
—El miércoles tengo el último examen… Pero va bien, estudio en la biblioteca y
gracias al aire acondicionado que nos pusiste cuando llego a casa se está tan fresquito
que sigo un poco más.
—¿Cuánto de más? —preguntó Gary, que a tenor de las ojeras que lucía Sandy
últimamente, imaginaba que apenas dormía un par de horas.
—Cuatro o cinco de la mañana…
—Sandy tómate los días libres hasta que acabes los exámenes. Estás agotada, quiero
que descanses. Te lo exijo, más bien…
—Estoy bien, tranquilo… Ya no queda nada…
—Hazme caso, no quiero que vengas a trabajar hasta que termines ese maldito
examen…
—Pero Gary, no puedo dejar de trabajar, en mi casa hace falta cada céntimo… Mi
padre sigue sin encontrar trabajo y mi madre no es que gane mucho…
—¿Qué profesión tiene tu padre? —preguntó Gary con interés.
—Es contable, y es muy bueno, pero en las empresas ahora quieren a gente mucho
más joven. Es tan frustrante que alguien con tanta experiencia y seriedad esté sentado en
el sofá de casa —dijo con los ojos llenos de lágrimas.
—Tenías que haberme dicho antes que tu padre es contable, llevo dos semanas
buscando uno para las oficinas de San Diego…
A Sandy se iluminó la cara, pero no se creía que eso fuera cierto:
—¿De verdad que buscas un contable, Gary?
Gary pellizcó la barbilla de la chica y, con una sonrisa enorme, dijo:
—Con el trabajo nunca bromeo, baby. Tú bien sabes lo exigente que soy y lo serio
que me tomo estas cosas. Dile a tu padre que se pase mañana por mis oficinas a primera
hora. Y créeme que no le estoy haciendo un favor, necesito como agua de mayo un
contable bueno y responsable, hasta ahora todos los que me han propuesto la agencia de
empleo con la que trabajo son penosos. Yo busco a alguien con experiencia, trabajador,
porque en mi empresa se trabaja muy duro, serio y profesional…
—Así es mi padre, Gary, y no te lo digo porque sea mi padre… De verdad que es
así… —susurró con los ojos llenos de lágrimas.
—Bien, y tú no vengas por aquí hasta que termines tu eximen. Yo ayudaré a mi abuela
cuando venga por la tarde con los ejercicios de piscina… Eso sí, te pido una cosa, si es
que puedes hacer un alto en tus estudios el sábado… —propuso Gary, acariciando la
melena sedosa de la chica.
—Sí, dime, claro que sí…
—Me gustaría que el sábado fuéramos a cenar a un sitio bonito… El otro día estuve
comiendo con un cliente en el Bertrand at Mister A’s en Bankers Hill y es un sitio
maravilloso para ir en pareja… Y no con un gordo, bigotudo y antipático como es
Charles Johnson, mi cliente…
Sandy se echó a reír, pero luego se puso seria, incluso un poco triste:
—Seguro que es un sitio precioso, Gary, pero yo es que no tengo dinero para ir a
esos sitios lujosos…
—¿En qué momento he dicho que tengas que invitarme? —replicó Gary, frunciendo
el ceño.
—Pero es que a mí me gusta pagarlo todo a medias. Es una de mis normas
sagradas…
—Pues vete olvidando de esas normas conmigo, porque Gary Scott siempre invita a
las chicas guapas…
La réplica a Sandy no le gustó demasiado porque le hizo sentirse como una conquista
más de las muchas que tenía Gary….
—Yo es que no funciono así… Yo no soy como una de esas chicas guapas… —
masculló molesta bajando la vista.
Gary levantó la barbilla de Sandy con los dedos y le susurró cariñoso:
—Ya lo sé, baby. Tú no te pareces a ninguna. ¿Te has molestado porque te has
sentido una más? ¿Es eso?
—Pues sí… —murmuró Sandy, encogiéndose de hombros.
—Tú no eres una más, y lo sabes. Tú eres la chica más especial que he conocido en
la vida, la chica por la que suspiro cada mañana, la chica que estoy a todas horas loco
por besar, la chica con la que estoy ansioso por compartir las cosas bonitas que tengo…
¿Por qué te crees que te quiero llevar a ese restaurante? Porque lo primero que pensé al
pisarlo es: Wow, esto tiene que verlo Sandy… Y así me paso el día…
Sandy sonrió de oreja a oreja y susurró:
—Está bien, Gary.
—Perdóname porque a veces puedo resultar rudo y descortés, pero por favor no
dudes nunca de que lo que siento por ti es puro. Quiero estar contigo, Sandy. Y no solo
en la cama, que me fascina, porque el sexo contigo es una locura, ¿pero sabes por qué
lo es? Porque no solo es puro deseo y fuego, es mucho más… Son estas ganas tan
enormes de quererlo todo contigo. Que te quede bien claro… Quiero follar como
salvajes, quiero puestas de sol, quiero restaurantes bonitos, quiero cines, quiero viajar
por el mundo entero… —Gary se calló y emocionado al máximo, añadió—. Y quiero
una vida entera… Pero me da miedo decírtelo por si te asustas.
—Pues ya lo has dicho… —musitó Sandy emocionada.
—Lo he dicho, es cierto…
—Yo tengo miedo a no estar a la altura, soy una chica pobre, Gary. No tengo ropa
bonita para ir a restaurantes de moda, ni siquiera para ir al McDonalds. Tú mismo lo
dijiste, solo llevo trapajos…
Gary apretó los labios y se sintió un cerdo por haberle dicho semejante cosa a Sandy:
—Por favor, perdóname por todas las estupideces que digo… Tú eres una chica
preciosa, mírate. No necesitas nada para lucir como una auténtica princesa…
—Pero la realidad es que soy pobre y que no puedo gastar ni en viajes, ni en cenas
caras, ni en nada de nada… Y no quiero ser una mantenida, no quiero que tú financies
todo eso... Prefiero ir a esos lugares cuando yo pueda pagármelos…
Gary resopló porque por un lado entendía perfectamente a Sandy y le gustaba que
tuviera tanto orgullo y dignidad, pero por otro sentía que tenía que entender que él
estaba allí para dárselo todo, porque quería, porque lo necesitaba, porque si no nada
tenía sentido…
—Mira, Sandy, yo he sido más pobre que tú. Tú no eres pobre, tú tienes un techo y un
plato caliente, tienes un trabajo, estudias… La pobreza es otra cosa y créeme que no es
lo que tú estás viviendo…
Sandy pensó en la gente que pasaba hambre de verdad y que era pobre de verdad en
sitios como África y se sintió una ingrata y una imbécil:
—Tienes razón, comparados con otros no me puedo quejar…
—Yo mismo lo pasé fatal hace años, perdimos todo. No teníamos casa, no teníamos
nada… Menos mal que el coronel nos ayudó, ¿y sabes qué? Yo no quería que lo hiciera,
me negaba rotundamente, pero él me dio una lección de vida que no olvidaré jamás. Me
dijo que la ayuda iba siempre en dos direcciones, y que teníamos que estar dispuestos y
abiertos a darla tanto como a recibirla, que la una sin la otra no tenía sentido.
—Eso es cierto…
—Si tú te niegas a recibir ayuda, mañana no podrás dársela a otro, me aseguró. Y
fíjate que estaba en lo cierto, gracias a que acepté su ayuda, hoy mucha gente se
beneficia de mis aportaciones…
—¿Me estás contado todo esto para que acepte tu invitación a cenar? —preguntó
Sandy risueña, entre otras cosas para que Gary cambiara la cara tan seria que se le
había puesto, tras recordar su pasado.
—Te estoy diciendo que dejes que te ayude, para que permitas que comparta lo
bonito que tengo en mi vida contigo… Y tú a cambio me das tanto, Sandy…
—¿Yo? —preguntó Sandy, dubitativa.
—Sí, tú, tú me estás enseñando a abrir mi corazón, que estaba cerrado como una
ostra. Poco a poco, estoy perdiendo el miedo a amar, gracias a ti, que me estás dando
tanto, Sandy. Así que tienes que dejar que yo también te dé cosas, no tanto como tú me
das a mí, pero algo por favor…
Sandy acarició, con los ojos llenos de lágrimas de emoción, el rostro de Gary y le
musitó sonriente:
—Está bien. Cenemos juntos el sábado…
Capítulo 20
Sandy se pasó los siguientes días estudiando a fondo, ya que Gary le había concedido
esos días libres. Le echaba mucho de menos, pero gracias a que no tenía que ir al
trabajo pudo dormir un poco más, de tal forma que llegó el sábado y ya no lucía las
tremendas ojeras de días anteriores…
—Estás preciosa —le dijo su padre, mirándola con orgullo, mientras ella terminaba
de retocarse el maquillaje frente al espejo del salón.
—Gracias, papá. Estoy tan nerviosa…
Sandy se había puesto un sencillo vestido negro que tenía de tirantes, de corte recto y
bastante escotado, con los zapatos y la cartera de Prada que Dorothy le había comprado
para la fiesta del coronel.
—Pareces una actriz de Hollywood…
Sandy no se sentía muy segura, porque acudir a un restaurante con un vestido de diez
dólares le parecía un sacrilegio… Pero no tenía otra cosa en su armario más que
camisetas, jeans y vestidos tan desfasados que parecían casi de monja.
—Qué exagerado eres, papá. Llevo un vestido del mercadillo de lo más sencillo,
menos mal que tengo los zapatos y la cartera que me compró Dorothy… Pero con todo,
tengo la sensación de que voy fatal… No voy nada apropiada para una cena en un sitio
tan importante… —dijo angustiada, llevándose la mano al vientre.
Su padre se acercó a ella, la giró y le dijo en un tono de voz muy cariñoso:
—Siento mucho, hija mía, no haberte podido dar más cosas. He trabajado muy duro
para sacaros adelante, pero soy un simple contable…
—Papá, por favor, tú me has dado lo más importante que es tu amor. ¡Eso es más
valioso que cualquier cosa material! —exclamó Sandy, abrazándole fuerte.
—Yo no soy un hombre de muchas palabras, ya lo sabes. Pero tengo que agradecerte
todo lo que has hecho por esta familia mientras yo he estado sin empleo. Sé lo mucho
que te has esforzado y de verdad que te mereces todo lo bueno que te pase. Eres una
gran hija y una gran mujer…
Sandy con los ojos llenos de lágrimas, le pidió a su padre:
—Para papá, por favor, que me vas a echar a perder el maquillaje. Y tú no tienes que
agradecerme nada. He hecho lo que debía. La familia es lo más importante y mi deber
era arrimar el hombro…
—Mi deber era haber traído dinero a casa, pero no podía Sandy… Busqué trabajo
por todas partes… —susurró con un nudo en la garganta.
Sandy apretó fuerte el hombro de su padre para reconfortarle y luego le dijo:
—Ya lo sé, papá. Pero para eso estoy aquí, para que no os falte de nada…
—Pero no era justo, hija. A tu edad tienes que divertirte, llevar una vida mucho más
frívola y relajada, lejos de las muchas responsabilidades que tú te has tenido que echar
a la espalda por mi culpa… —reconoció el padre con una culpa tremenda.
—Papá, tú no tienes culpa de que cerrara la fábrica, ni de que los empresarios no
valoren la experiencia de un profesional tan increíble como tú… ¿Me entiendes? Así
que nada de culpabilizarte más…
—Me encantaría haberte podido comprar un vestido bonito para esta noche. No
quiero que vayas a esa cita sintiéndote insegura por un maldito vestido… —comentó el
padre apretando fuerte los puños.
—Las mujeres nunca estamos seguras del todo con nuestros estilismos, papá —
bromeó Sandy, para quitarle hierro al asunto.
—Si tú no hubieses tenido que sostener a esta familia, podrías haberte comprado un
vestido de esos de firma…
—Papá, por favor, déjalo ya —le suplicó—. Tú eres un padre formidable y yo hice
lo que debía. No hay más…
—Sí que hay… —replicó el padre, sacando pecho—. Gracias a Gary Scott tengo
trabajo de nuevo y te juro, hija, que con el primer dinero que gane lo que voy a hacer es
comprarte un vestido precioso de esos de 300 dólares.
—¡Ni lo sueñes! Yo no necesito vestidos caros, soy una chica sencilla, lo que pasa es
que Gary se empeña en llevarme a sitios de lujo y me entra un poco el agobio de si
estaré a altura.
El padre echó la preciosa melena de Sandy hacia atrás y luego le aseguró:
—Tú siempre estás a altura, Sandy, porque no solo eres hermosa, sino que tienes un
corazón tan grande y tan puro, que no necesitas nada que te adorne. No me extraña que
Gary esté loco por ti…
Sandy arrugó el ceño por lo que acababa de escuchar y preguntó:
—¿Te ha dicho que está loco por mí?
—No, pero esas cosas se saben. Si vieras la cara que se le pone cuando habla de ti…
Se le ve que está enamoradísimo…
Sandy suspiró porque le parecía increíble que el duro de Gary Scott pudiera estar
sintiendo todo eso y por ella…
—Y yo que no le soportaba…
—Como jefe es muy duro y estricto. Apenas llevo unos días trabajando para su
compañía y puedo decirte que es un hombre terriblemente exigente.
—Mucho papá —reconoció Sandy, pero con admiración porque sabía que solo así se
podía llegar tan lejos como Gary había llegado.
—Pero él siempre da ejemplo, no pide nada que él no haya dado antes y con creces.
Es un gran jefe, hija, es duro pero todos le quieren mucho. Es un hombre admirado y
respetado por todos.
Sandy se emocionó al escuchar esas palabras porque ella pensaba lo mismo de Gary,
como jefe era severo pero siempre había sido justo con ella. Y como hombre… como
hombre le estaba sorprendiendo tanto que cada día estaba sintiendo cosas más fuertes y
profundas por él.
—Lo sé, papá. Y ese respeto se lo gana cada día…
—Yo le estoy tan agradecido por haberme dado un puesto de trabajo…
—La gratitud es recíproca, Gary necesitaba un contable y tú necesitabas un puesto de
trabajo…
—Voy a trabajar duro, hija. Muy duro, Gary se merece eso y mucho más… No pienso
decepcionar la confianza que ha depositado en mí.
—Sé que no lo harás, papá.
—Me alegro tanto de que hayas elegido a un hombre con tantos valores, hija. Gary
me gusta mucho para ti, es noble, generoso, luchador, inteligente… Es el padre perfecto
para tus hijos…
Sandy se echó a reír y luego le recordó a su padre:
—Papá vas demasiado deprisa. De momento, nos estamos conociendo…
La madre, que acababa de entrar en el salón, le dijo a su hija sorprendida:
—¿Cómo? ¿Todavía no sois novios formales?
—Mamá por favor, no seas antigua… Ahora las cosas son de otra manera más
relajada…
—Ven un momento a mi cuarto, jovencita, que voy a perfumarte…
Sandy sabía que su madre no la estaba empujando hacia el dormitorio para ponerle
una colonia de 10 dólares, imitación de un perfume francés que valía cinco veces
más…
—Mamá, ya sé lo que me vas a decir… —masculló mientras la madre le echaba la
colonia detrás de las orejas.
—Ni se te ocurra acostarte con él después de la cena, Sandy. Te recuerdo que tú eres
una chica decente que se hace respetar.
—Sí, mamá… —murmuró Sandy pensando que a su madre le daría un síncope si
llegara a enterarse de las cosas sucias que hacía con Gary.
—Cuando el noviazgo se formalice y el compromiso esté cerca… Bueno, ahí ya
puedes hacer alguna cosita más… Pero no mucho más, hija… —le pidió a su hija con
preocupación.
—Está todo bien, mamá. No te preocupes. Sé lo que debo hacer…
Lo peor era que con Gary la atracción era tal que era imposible no tener sexo de alto
voltaje cada vez que se veían. Y esa noche… Seguro que también…
Claro que no se lo dijo, se limitó a sonreír a su madre y ella le confesó:
—Estamos muy contentos con Gary. Es perfecto para ti. Y luego lo que ha hecho con
tu padre… siempre estaremos en deuda con él.
—Él necesitaba un contable, mamá. Y conmigo… —Sandy estuvo a punto de decir
que con ella no era bueno todo el tiempo, que con él estaba experimentando cosas que
ni se atrevía a fantasear, pero prefirió callarse y decir—: Conmigo es genial…
Capítulo 21
A las ocho en punto de la tarde, Gary apareció en el portal del apartamento de Sandy
con el Ferrari rojo. Estaba espectacular con un traje italiano entallado de verano y su
mejor sonrisa…
—Sandy estás bellísima… —susurró en cuanto la vio, dándole un beso suave en los
labios para no quitarle el pintalabios, ya se lo quitaría luego, pensó.
—Tú sí que estás guapo —replicó Sandy, en tanto que Gary le abría la puerta del
coche.
Ella se sentó, Gary cerró la puerta y justo antes de arrancar, le tendió una cajita negra
con un lazo…
—¿Y esto? —preguntó Sandy con los ojos como platos.
—Tranquila que todavía no es el anillo. Eso ya vendrá, y pronto, muy pronto…
Sandy resopló nerviosa y Gary se puso duro de ver cómo los pechos redondos y
firmes de la chica subían y bajaban al ritmo de la respiración agitada…
—No tenías por qué comprarme nada…
—Me gusta hacerlo, además creo que va a ser muy sexy y excitante —aseguró con
una sonrisa traviesa.
Sandy le miró más extrañada todavía y luego deshizo el nudo de raso rojo con
verdadera ansiedad.
—No sé cómo lo haces que siempre me sorprendes, Gary.
—Tú sí que lo haces, estás divina con ese vestido negro que ya me sobra… Tengo
unas ganas enormes de hacerte el amor, Sandy. Ha sido verte y ya estoy empalmado. Me
pones muchísimo, nena. Solo tú me pones así…
—No estaba muy segura porque es un vestido de 10 dólares… —confesó un poco
avergonzada.
—Todo lo que te pones parece alta costura, tienes un cuerpo tan bonito, Sandy…
Tienes los pechos más hermosos que he visto jamás, un culo que es mi perdición y unas
piernas que son de cine, así que ni te preocupes por tu atuendo porque todo lo luces
como si fuera ropa de lujo…
—Gracias, Gary. Eres muy gentil… —susurró mientras abría la caja y comprobaba
para su asombro que era un artilugio de plata en forma de pera pequeña, con unas
incrustaciones de brillantes en el tope.
—¿Te gusta? —preguntó, morboso—. Es un dilatador anal…
Sandy tuvo que tragar saliva de la impresión…
—¿La gente usa esto con brillantes?
—Me da igual lo que use la gente, yo solo sé que tu culo merece lo mejor, así que he
decidido comprarte este modelo.
—Pero Gary esto es un gasto que… —dijo con la vista clavada en el dilatador.
—Nos merecemos. Me gusta jugar, Sandy. Y a ti también… Quiero que esta noche
vayas a la cena con el dilatador puesto…
—¿Qué? —preguntó Sandy pensando que, esta vez, Gary había llegado demasiado
lejos.
Sin embargo, Gary lo tenía clarísimo. Por eso, arrancó y condujo hasta un
descampado a las afueras del barrio de Sandy donde paró y sacó un tubo de lubricante
que tenía en la guantera del coche.
—No puedo creer que esto sea verdad. ¿Es una broma, no?
Gary cogió el dilatador que estaba dentro del estuche, lo untó de lubricante y,
mirando a Sandy con los ojos chispeantes, le dijo:
—Quiero preparar tu culo para mí. ¿Quieres, Sandy?
Sandy respiró hondo porque aquello estaba más allá de lo que podía haber imaginado
en sus fantasías más calenturientas.
—Gary esto es…
—Quiero que lo tengas dentro, que lo sientas, que tu culo se vaya destensando y
relajando poco a poco para mí…
—¿Lo tendré dentro de mí hasta que volvamos de la cena?
Gary la besó fuerte en el cuello hasta arrancarle un gemido y luego respondió:
—Déjate sorprender, te va a gustar. Va a ser muy bueno…
Sandy estaba tan excitada que sentía que su entrepierna ya estaba chorreando, como
siempre que estaba con Gary…
—Gary vas a pervertirme totalmente.
Gary se acercó a la oreja de la chica y susurró despacito…
—Solo es placer, baby. Déjate llevar…
Sandy sabía que Gary siempre tenía razón, que cuando le pedía que se dejara llevar,
él lo cumplía y con creces. Por eso, apoyó las manos en el asiento de cuero negro y
levantó las caderas para que Gary pudiera colocar el dilatador en su estrecho orificio.
Gary duro como una piedra, metió la mano por debajo del vestido, apartó la tela de
las braguitas y colocó el dilatador justo encima del ano apretado y delicado de Sandy.
Ella al sentir el frío del lubricante en esa parte tan íntima dio un respingo y luego le
pidió a Gary:
—Hazlo, por favor…
Gary introdujo suavemente el dilatador en el culo pequeño de Sandy y ella gimió de
placer.
Estaban solos, no había absolutamente nadie que pudiera verles y a Sandy le pareció
que todo aquello no podía resultar ni más sexy ni más excitante…
—¿Quieres más, baby?
Sandy estaba sintiendo cómo su cuerpo poco a poco aceptaba esa invasión, su ano
estaba tirante pero a la vez era muy placentero.
—Todo, Gary. Siempre todo…
Gary obedeció solícito y de un empellón introdujo el dilatador hasta el tope que tenía
incrustados unos brillantitos que valían una fortuna. Sandy se merecía eso y más.
Todo…
Como todo era lo que ella estaba aceptando, toda esa intensidad que le dolía tanto
como le gustaba, y que le hacía sentirse tan mujer y tan sexy que estaba a punto de gritar
de emoción.
Gary dio una nalgada en culo duro y redondo de Sandy que estaba precioso con ese
tope brillante en su ano, y luego le pidió:
—Ahora siéntate, baby.
Sandy se sentó con cuidado y sintió tal estremeciendo que pensó que iba a correrse…
Gary que podía leerle el pensamiento deslizó una mano entre sus muslos, buscó el
clítoris duro y mojado y comenzó a acariciarlo sabiendo muy bien lo que hacía.
—Dios, Gary, estoy muy cachonda. Si sigues haciendo eso voy a correrme…
—Quiero que lo hagas…
Gary comenzó a presionar mucho más fuerte y con más intensidad el clítoris hasta
llevarla casi al orgasmo, luego introdujo un dedo dentro de ella para arrancarle un
gemido exquisito, y volvió al clítoris que solo tuvo que presionar un par de veces con
el pulgar, para que Sandy sucumbiera a un orgasmo que le hizo gritar y gritar de placer.
A continuación, Sandy que necesitaba devolverle todo el placer que le había dado,
colocó la mano sobre la bragueta de Gary. Bajó la cremallera del pantalón y sacó la
erección gruesa, larga y sedosa que metió en su boca hasta la mitad…
Gary gruñó de placer y empujó un poco más la cabeza de Sandy para que
profundizara en la caricia.
Ella contuvo la arcada pero no se retiró, estaba tan caliente que necesitaba eso y más,
por eso tragó todavía un poco más y luego lo sacó de su boca, para volver a entrar una
vez más… Pero cada vez más intenso, más profundo, más contundente…
—Tu boca es un sueño, Sandy. Me pones duro como nadie. Come lo que es tuyo,
baby. Todo…
Sandy aceptaba en su boca todo lo que ese hombre le estaba dando, mientras su culo
estaba tenso y abierto, provocándole una sensación de lo más morbosa y placentera.
La felación siguió, profunda, sexy, implacable, reprimiendo la arcada y deseando y
buscando más y más, y así muy excitada y orgullosa de lo mucho que podía dar a su
hombre, llegó un momento en que Gary le advirtió:
—Ya viene mi leche, Sandy. Es toda para ti. Tómala, baby.
Y al momento, Sandy sintió como el chorro caliente y viscoso impactaba contra el
fondo de la garganta, por la que se deslizó hasta mezclarse con su sangre…
Entonces, Sandy, con un par de lágrimas recorriendo su rostro pensó que aquello no
podía ser más excitante, ni más intenso, ni más romántico…
Capítulo 22
Cuando llegaron al restaurante, Sandy seguía con el corazón a mil. Con Gary era todo
tan intenso que cualquier cosa podía pasar en cualquier momento. Se había retocado el
maquillaje en el coche, pero después de la locura de lo que había sucedido sentía que
no estaba del todo acicalada para la ocasión…
—¿Tú crees que estoy bien, Gary? ¿No estoy un poco despeluchada y con los ojos de
vicio?
—Cuando estés conmigo siempre quiero esa mirada. Quiero que sientas deseo, que
tengas ganas de follar a todas horas, eres una mujer de fuego, Sandy, no una monja. Me
encanta tu aspecto, estás perfecta… No tengas ningún complejo de nada, porque eres
una mujer espectacular…
—Mira por favor si se nota que llevo el dilatador puesto. Estoy haciendo verdaderos
esfuerzos para que no se caiga…
—De eso se trata, nena. Lo estás haciendo muy bien…
—Me moriría de vergüenza si la gente se diera cuenta…
Sandy avanzó unos pasos delante de Gary para que le mirara el culo y él se erectó
otra vez solo de pensar que su polla dentro de poco estaría donde ahora estaba el
dilatador…
—No se nota nada, está todo bien, baby. Eres una gran mujer que está preparando el
culo para darle un placer infinito a su hombre. Eso solo puede hacerte sentir orgullosa.
Sandy se ruborizó al escuchar las palabras de Gary que le hacía jugar a esas cosas
tan morbosas…
—Cómo eres, Gary…
—Pero te gusta…
Sandy asintió con la cabeza y Gary le ofreció su brazo para entrar juntos al
restaurante:
—¿Cómo te sientes? ¿Te duele?
—Mi cuerpo ha cedido, es muy estimulante… Llevo húmeda desde que me lo has
puesto…
Gary gruñó de placer y no dijo nada, se limitó a llevar a Sandy del brazo hasta el
interior del elegante restaurante, con vistas a la bahía en la que el sol ya se estaba
poniendo.
Pero justo antes de entrar, Gary la condujo por un pasillo y la empujó por una puerta
de oficinas que estaba abierta…
—Dios mío, Gary. ¿Qué estás haciendo?
—Tranquila que estuve el otro día aquí en una reunión… Sé que los sábados no viene
nadie… —explicó empujando la puerta y cerrándola con pestillo.
—¿No pensarás hacerlo aquí?
Gary dio la vuelta a Sandy, metió las manos por debajo del vestido y acarició con
fruición las nalgas…
—Necesito follarte el culo, Sandy. No puedo soportar ni un segundo más…
—Pero si te has corrido antes…
—Gary extrajo un poco el dilatador del interior de la chica, mientras confesaba…
—Estoy muy duro, baby.
Sandy gimió de placer y Gary lo sacó más todavía. Aquello era tan exquisito que ella
jadeó estremecida y fue justo en ese éxtasis cuando Gary lo volvió a clavar hasta el
fondo.
—Tómalo todo, quiero que te abras bien para mí.
Sandy estaba tan húmeda que necesitaba que Gary fuera mucho más allá…
—Ya estoy lista, Gary… —farfulló entre gemidos.
—¿Quieres mi polla, nena?
—Para ella he preparado muy bien mi culo, Gary. Vamos… Hazlo…
Sandy apoyó las manos en la mesa del despacho y colocó el culo en pompa, que
ofreció a Gary para que hiciera con él lo que quisiera.
Él sacó de un tirón el dilatador y comprobó admirado lo mucho que se había abierto
el estrecho orificio de Sandy.
—Lo has hecho muy bien, nena. Tienes el culo perfecto para recibirme… —gimió
Gary de placer, mientras se bajaba los pantalones y acto seguido, colocaba la punta de
su miembro sobre el orificio de la chica.
—Esto es tan morboso, Gary…
—¿Te gusta hacerlo así, Sandy? ¿Te gusta jugar?
Sandy asintió con la cabeza y Gary respondió hundiéndose lentamente dentro de
ella…
—Cómo me gusta, Gary. Te quería a ti, te necesitaba a ti…
—Y yo a ti, preciosa. No sabes cuánto he deseado estar dentro de ti…
Y tras decir esto, Gary se hundió hasta dentro arrancándole un gemido que le
estremeció por completo. Lo que le daba Sandy en todos los aspectos, no se lo había
dado nunca nadie.
Incluso en el sexual, porque para ser una chica inexperta, Sandy se entregaba y
cruzaba límites mucho más allá de lo que lo hacían las mujeres con las que Gary solía
salir.
—Y yo que estés dentro de mí, Gary… —susurró Sandy, mientras recibía las
embestidas traseras de ese hombre con una mezcla deliciosa de placer y de dolor.
Gary siguió incrementando el ritmo y la intensidad de las penetraciones, mientras
Sandy se aferraba con fuerza a la mesa de madera de roble para soportar toda esa
vorágine de sensaciones que la estaban inundando por completo.
Se notaba tan abierta y era tan feliz de poder dar tanto a ese hombre al que cada día
admiraba más, que ya ni sentía dolor… Era algo que iba más allá de todo y que la hizo
gemir de un placer tan increíble como sofisticado, que no había experimentado en la
vida.
—Sigue, Gary, por favor… —suplicó porque quería más, mucho más.
Gary en tanto que seguía penetrándola analmente descendió con una mano hasta la
entrepierna de Sandy que para su deleite chorreaba como siempre…
Luego comenzó a acariciar el clítoris que estaba durísimo y Sandy creyó que iba a
volverse loca de placer.
Aquello era demasiado, al morbo de estar haciéndolo en ese lugar y de forma anal, se
añadía la pericia que tenía Gary para acariciar su sexo con tal arte que solo tuvo que
tocarla un poco para hacerla sucumbir a un orgasmo que la recorrió entera.
—Gary esto es increíble…
—Nena, qué orgasmo más brutal. No imaginas cómo me estás apretando la polla con
tus espasmos…
Sandy terminó de correrse y Gary excitadísimo la penetró tan duro que ella creyó que
no iba a soportarlo. Pero no le pidió que parase ni que fuera más suave con ella, quería
a Gary así, como era en el sexo. Duro, implacable, feroz…
Y Gary por su parte, cuando ya estaba a punto de correrse, se salió del interior
estrecho de Sandy, mientras le exigía:
—Quiero correrme en tus pechos, Sandy. Necesito que mi leche se deslice por esos
pezones duros que tanto me gustan…
Sandy se quitó el vestido negro de un tirón, se desabrochó a toda prisa el sujetador y
cayó de rodillas ante Gary, que se masturbaba con fuerza para mantener la erección que
estaba a punto de reventar….
Luego, Sandy abrió la boca y le tomó un poco, hasta la mitad… Pero sabía que con
eso no era suficiente…
—Ya está casi, nena… Vamos…
Gary colocó las manos en la cabeza de la chica y empujó un poco para que se lo
tragara un poco más, si bien Sandy no conforme con eso, engulló más todavía…
—Buena chica, baby. Eres la mejor…
A Sandy aquellas palabras la excitaron tanto que aceptó más y más en su boca,
tragando y soltando, chupando y lamiendo, en una felación tan brutal que Gary al poco
se tuvo que salir de la boca de la chica y correrse en los pechos redondos y firmes…
—Dame tu leche, Gary. Toda… —pidió Sandy mientras se agarraba los pechos con
ambas manos y se los ofrecía a ese hombre que derramaba el chorro lechoso sobre ella.
—Desde que te he visto con ese escote deseaba hacer esto, Sandy. Necesitaba
correrme entero sobre tu canalillo, sobre tus pechos perfectos, sobre esos pezones
duros y dulces que me hacen absolutamente perder la cabeza…
Sandy se sentía tan sexy y tan mujer con las cosas que Gary le decía que sonrió
agradecida mientras esparcía el semen por sus pechos…
—Me encanta tener tu leche sobre mí, Gary —dijo orgullosa de todo el placer que
había sido capaz de extraer de ese hombre que la miraba rendido de deseo y
admiración.
—Te adoro, baby. Eres divina…
Capítulo 23
Después de que Sandy extendiera bien las esencias de Gary por sus pechos, él se
levantó al cuartito de baño que había y con una toallita limpia que mojó con agua, retiró
los restos de semen del cuerpo de esa chica…
—¿Cómo estás, baby? ¿Te duele atrás?
Sandy sonrió, le dolía un poco pero le encantaba poder darle ese placer infinito a
Gary, que ahora la miraba de una forma que iba más allá del deseo…
—Me encanta hacerlo contigo, Gary.
—Has trabajado muy duro tu culo, preciosa. Eres la mujer que más se ha entregado
conmigo, la que más me ha dado…
—No hace falta que me mientas, Gary. Sé que has estado con muchas mujeres y todas
experimentadas. Imagino que con ellas habrás hecho cosas mucho más sucias que
conmigo…
Gary besó despacio los labios jugosos de Sandy y luego confesó:
—No he sido un monje. He hecho cosas muy morbosas, qué sé yo, he participado en
orgías, he estado encerrado con tres mujeres para mí solo en una habitación, he follado
con mujeres con mucha experiencia a las que le gustaban los juegos duros de
sumisión… Pero te repito que ninguna de ellas me ha hecho sentir lo que tú, señorita
Peters.
Sandy se ruborizó al escuchar aquello, si bien estaba feliz a más no poder:
—No creo que más que lo que tú me haces sentir a mí.
Gary terminó de limpiar los pechos de Sandy y luego ella se puso el sujetador y se
colocó de nuevo el vestido mientras él no le quitaba ojo.
Y es que le ponía tanto verla desnudarse como vestirse, porque para Gary esa chica
era tan sexy que le excitaba de cualquiera de las maneras.
—Te entregas tanto, Sandy. Tienes un cuerpo tan delicioso y nunca te rindes, a pesar
de que eres estrecha, vas hasta el final, siempre me pides más y me das mucho más que
eso.
—Tú eres el que consigues sacar eso de mí. El único que lo logra, porque de verdad
que sé que con nadie más podría llegar tan lejos como contigo…
Gary abrazó fuerte a Sandy, que ya estaba vestida, y le susurró al oído:
—No quiero que estés con nadie más que conmigo…
Sandy le miró con los ojos vidriosos de emoción y tras pestañear deprisa replicó:
—Yo tampoco quiero estar con nadie que no seas tú. Pero ahora que acabas de decir
lo de las tres mujeres en una habitación, a lo mejor tú sí que quieres que haya más
chicas cuando tenemos sexo…
Gary frunció el ceño y, negando con la cabeza, le explicó:
—Es pasado, baby. Estaba muy perdido y lo probé todo, pero eso ya pasó. No me
interesa para nada el sexo sin más, ya no… Después de todo lo que experimento y
siento contigo esas historias sin alma, serían solo piel y deseo, que no me llenarían para
nada. Y es que desde que estoy contigo yo… —Gary se calló porque tenía ganas de
decir muchas cosas, si bien las palabras se le atascaron en la garganta.
—¿Tú qué? —musitó Sandy, acariciándole el rostro con el dorso de la mano.
—Soy muy afortunado… —atinó a decir, mordiéndose los labios y las ganas que
tenía de decirle que la quería.
La quería en su cama, en su vida, en sus sueños… La quería y la necesitaba en todas
partes, pero no se atrevió a decírselo por si le tomaba por un idiota…
Lo que Gary no sabía era que Sandy se moría por decirle lo mismo, que nada más
tragar su esencia le había salido del corazón decirle que le quería, pero que se lo había
callado por si la tomaba por una estúpida.
Estando así las cosas, Sandy se limitó a sonreír y a replicar agradecida:
—Yo sí que lo soy, que me has invitado a este sitio tan bonito…
—Tú sí que eres bonita… —dijo Gary, abriendo la puerta del despacho y luego
tendiendo la mano para indicarle a Sandy que saliera.
Ella lo hizo y luego tomó el brazo que Gary le ofrecía, y así enganchados volvieron
hasta la entrada del restaurante donde la recepcionista, una chica joven con una sonrisa
impecable, comprobó que estaban apuntados en la lista de reservas…
—Síganme por favor…
La recepcionista les condujo hasta una mesa que estaba junto al ventanal con vistas
en la bahía, si bien cuando estaban acomodándose en sus asientos, una mujer rubia, de
bonita figura y unos treinta años, exclamó:
—¡Gary Scott, dichosos los ojos que te ven!
Gary se giró y tuvo que aferrarse fuerte a la mesa para convencerse de que aquello no
era una pesadilla. La mismísima Kim en persona, venía a saludarle desde unas mesas
más allá.
Maldita casualidad, pensó, con la de restaurantes que hay en San Diego, tenía que
estar en el suyo…
—No puedo decir lo mismo… —farfulló Gary con cara de muy pocos amigos.
Kim sonrió de una forma que no pudo resultar más falsa y luego replicó:
—Tu fuerte nunca fueron los modales, Gary Scott.
Gary se fijó en que Kim estaba algo distinta, llevaba un vestido rojo entallado y
escotado que dejaba percibir que se había operado los pechos para aumentárselos dos
tallas, la nariz se la había rebajado y se había engrosado más los labios…
El resultado resultaba tan artificial como lo era ella misma, tan de plástico como
su corazón, pensó Gary.
—Me gustaría tener una cena agradable con la señorita Peters, así que si nos
permites… —replicó Gary agarrando a Sandy por la cintura.
Kim miró de arriba abajo a Sandy, con cierto desprecio y luego preguntó con aire de
superioridad:
—¿Peters de los Peters de la naviera?
Los Peters eran familia muy rica que poseía una gran naviera, que por supuesto no
tenían nada que ver con Sandy que procedía de una familia modesta.
—Mi padre es contable en la empresa de Gary —aclaró Sandy con orgullo.
Kim se echó a reír mirándola con más desdén todavía, como si fuera una hormiga
insignificante a la que pudiera aplastar en cuanto quisiera.
—Pensaba que tenías más estilo, Gary. Tú siempre has picado alto, ¿qué haces
enredándote con gente sin clase? —comentó sin parar de reír.
Gary apretó fuerte los puños y, mirando a Kim con toda su furia, le advirtió:
—Déjalo ahí, Kim, porque tú eres la menos indicada para hablar ni de clase ni de
decencia.
Kim arrugó el ceño porque no esperaba esa respuesta, pensaba que después de tantos
años Gary ya habría olvidado lo que sucedió hacía tiempo…
—¿Todavía sigues guardándome rencor? Éramos muy jóvenes y yo estaba muy
confundida… Con el tiempo me di cuenta de que estaba equivocada. Lo reconozco…
—Ya es tarde Kim…
A pesar de las palabras de Gary, Kim estaba convencida de que seguía enamorado de
ella, que usando todas sus artes seductoras volvería a ser suyo otra vez.
—Eres rico, mi matrimonio resultó un fracaso ¿no te vale eso para satisfacer tus
ansias de venganza? —preguntó mientras le miraba a la boca que deseaba que fuera
suya otra vez.
—No tengo sed de nada contigo, Kim —contestó Gary sin pensárselo dos veces y
tomando a Sandy de la mano.
Kim se quedó mirando las manos entrelazadas de ambos y luego soltó irónica:
—A ti te gusta lo bueno, Gary. Y más ahora que puedes comprarlo todo, no me digas
que te vas a juntar con una arrastrada como esta. ¿Cómo puede tener el mal gusto de
presentarse en un sitio elegante como este con un vestido del outlet de la esquina?
Gary miró fijamente a Kim, sin pestañear, y repuso haciendo un gran ejercicio de
autocontrol:
—Gracias Kim.
Kim se quedó descolocada con la respuesta y, sin entender nada, inquirió:
—¿Gracias por qué?
—Porque solo te han bastado unos minutos para recordarme lo víbora que eres. Así
que hazme un favor y sal de mi vida, para siempre…
Capítulo 24
Kim se quedó estupefacta, esperaba cualquier respuesta menos esa…
—Tú no me has olvidado, Gary. A mí no me engañas, yo sé lo que hay detrás del
odio que me tienes… —aseguró Kim, convencida.
—Indiferencia. Ya no hay absolutamente nada más —replicó Gary, orgulloso de
haberse librado de esa mujer tan cruel y egoísta.
Kim no estaba dispuesta a tirar la toalla, el nuevo Gary que había vuelto a la ciudad
millonario y más atractivo que nunca tenía que ser suyo fuera como fuese. No en vano
ella lo había visto primero, cuando no era nadie, cuando le abandonó y abortó el hijo
que le había hecho para según ella hacerle un favor, después de todo.
No en vano, Kim estaba convencida de que gracias a su abandono, Gary Scott había
regresado convertido en un hombre de verdad, poderoso y con carisma, justo el hombre
que según ella merecía…
—Es imposible que me hayas olvidado. Quien prueba el champán ya no se conforma
con la soda…
—Tú no llegas ni a soda, Kim. No te sobreestimes… —replicó Sandy harta de las
palabras de esa mujer.
—Cierra el pico, mona. Tú no pintas nada en esta conversación entre nosotros…
—Ella lo pinta todo, porque es mi pareja… —aclaró Gary con orgullo y Sandy creyó
que se iba a marear de la felicidad.
Que Gary dijera aquello alto y claro la llenó de una dicha tal que creía que iba a salir
flotando…
—¿Pareja? ¿Qué clase de chiste malo es este? —replicó Kim rabiosa—. Tú sabes
bien que no vas a encontrar a nadie como yo, yo te llenaba entero, no solo te hacía arder
la sangre en la cama, sino que mi cerebro era un reto para ti… Yo sí que soy una mujer
de verdad… No esta bobita que te has traído a cenar, que ni debe tener conversación ni
sabe hacerte enloquecer bajo las sábanas como yo lo hacía…
Gary, a punto de que la paciencia se le agotara, le advirtió por última vez:
—No pienso consentirte ni un desprecio más, Kim. ¿Me escuchas bien? Y que sepas
que no le llegas a la señorita Peters ni a la altura del tobillo en nada… Tú eres fría y
egoísta en todo… Jamás me hiciste sentir ni un ápice de lo que siento por Sandy. Ella es
una chica de corazón puro que lo da todo, sin reservas. Es noble, es buena, es generosa
y me llena como nunca lo hizo nadie y mucho menos tú.
Kim, con los ojos llenos de rabia, espetó furiosa:
—No te creo, respiras por la herida. Sé que solo tengo que chasquear mis dedos para
que vengas a mí como un puto perrito faldero.
Gary se echó a reír…
—Estás loca, Kim. Das pena…
—Tú sí que das pena, liándote con esta cochambrosa…
Gary contrajo el gesto y decidió poner de una vez a Kim en su lugar, pues esa
perversa mujer ya no se merecía que siguiera tratándola como una dama:
—Mira en lo que te has convertido y reflexiona un poco —replicó convencido de que
estaba haciendo lo correcto—. Eres una muñeca de goma, que ya nadie quiere ni para
jugar un rato… Todo el mundo en la ciudad sabe que tu exmarido se consolaba con sus
amantes porque tú eras de hielo en la cama…
—¿Qué? ¿Vas a hacer caso a los cotilleos de la gente envidiosa?
Gary conocía bien los chismorreos de la ciudad, porque a sus oídos llegaba todo…
—Tengo buenas fuentes. Tengo varias amigas que se acostaban con él, pero no me
hacía falta tener esa información para saber que tú eras un puñetero aburrimiento en la
cama. A mí jamás me hiciste gozar de verdad… Yo solo recuerdo a una mujer que se
quedaba tumbada a esperar a que se lo hicieran todo…
—¡Eres un rufián, Gary Scott! ¿Qué clase de hombre habla de las intimidades con una
señora?
—¿Señora, quién? ¿Tú? Jajajajaja. No me hagas reír. No puedo ser un caballero con
alguien como tú… No te mereces otro trato… Y de verdad que te digo que reflexiones o
te vas a quedar muy sola, Kim…
—¿Sola? Tengo todos los hombres que quiera… ¿O acaso no ves que hoy he venido a
cenar con William Parker a cenar?
—¿Cuánto va a tardar William Parker en darse cuenta de la clase de persona que
eres? Es un tipo listo, como todos… Dudo que más de dos citas… Espabila, Kim…
—Espabila tú, y deja de salir con señoritas que huelen a perfume barato…
—Eres un despojo de ser humano, Kim. Pero no te preocupes que por si alguien
todavía no lo sabe, no dejaré de correr la voz para que todo el mundo sepa que eres un
trozo de carne, sin corazón, que no vales ni para abrirte de piernas.
Kim, echando chispas por los ojos, espetó:
—¡Hijo de puta! Estás furioso porque no pudiste tenerme y ¿sabes qué? ¡Jamás me
tendrás…! ¡Quédate con tu señorita Peters de medio pelo! ¡No mereces más!
Kim se marchó llena de rabia y de ira hasta su mesa y Sandy y Gary se sentaron en la
suya…
—Perdona el espectáculo lamentable… —se excusó Gary.
—Esa mujer es horrible… —confesó Sandy, sintiendo un desprecio profundo hacia
ella.
—No sé cómo pude cometer el error de tener algo con Kim. Me encandiló
totalmente, pero era tan fría… Y en la cama también. No he dicho ninguna mentira… No
tiene nada que ver contigo, que me lo das todo. Ella se quedaba tumbada mirando al
techo y esperaba comprobando el estado de su manicura a que me corriera. Siempre lo
hacíamos así… Todo lo demás le daba asco o le dolía demasiado… Mira, sé que no
está bien que un hombre hable de esto, pero es que…
Sandy apretó con cariño la mano de Gary y le susurró:
—Tranquilo, sé que eres un caballero. Esa mujer no merecía otro trato…
—¿Cómo puede osar a compararse contigo? Menos mal que te he encontrado, Sandy
—musitó apretando fuerte la mano de Sandy.
—Y yo a ti… —susurró Sandy, ruborizada.
—Eres una mujer magnífica. Un gran mujer… Me llenas tanto, baby. Me vuelves tan
loco y luego tienes un corazón tan hermoso… Cuando le he dicho que eras mi pareja
espero que no te molestara, porque es lo que siento que eres… No sé si te parecerá muy
precipitado usar esa palabra…
Sandy sonrió con dulzura y luego dijo feliz…
—No, no lo es…
Gary emocionado, con los ojos llenos de lágrimas, confesó:
—No puedo creer que estés conmigo, Sandy.
—Yo casi que tampoco…
—No sé qué he hecho para merecer tanto, pero ya no estoy dispuesto a que me lo
quiten… Voy a luchar por ti lo que haga falta…
—Nadie va a separarme de tu lado, Gary. Estoy aquí porque me pareces un gran
hombre. Te admiro mucho…
—Pero yo no quiero que me admires solo, necesito que me quieras. Sé que muchas
veces soy demasiado rudo, otras demasiado exigente, cuando no me paso de terco…
¿Pero crees que podrías quererme?
Sandy respiró hondo y, sintiendo una punzada en el vientre muy fuerte, confesó:
—Creo que ya lo estoy haciendo…
A Gary se le iluminó la mirada y luego confesó:
—Yo no dejo de hacerlo, a cada segundo. Amo todo de ti, Sandy. Tú sonrisa, tu
forma tan sexy de caminar, tu mirada chispeante, tus manos que me llevan al séptimo
cielo, esa boca que me hace perder el juicio, tu forma de ser tan entregada y generosa…
Eres un ángel, baby…
—Tengo también mis defectos, y no son pocos… —reconoció Sandy, después de que
el camarero les sirviera el vino.
—Lo amo todo de ti. Virtudes y defectos —confesó Gary tras dar un sorbo a su vino.
Sandy, nerviosa, con el corazón latiéndole muy fuerte, reconoció:
—No puedo creer que esté pasando… Y contigo, con Gary Scott, el ogro de mi
jefe…
—Pues créetelo, baby. Porque es real, muy real…
Capítulo 25
Después de una cena maravillosa con vistas a la bahía salpicada por las lucecitas de
la ciudad, la pareja se marchó del brazo hasta un local cercano, donde después de
tomar una copa, bailaron muy divertidos hasta las dos de la mañana, que Gary decidió
volver a casa…
—No tengo ganas de volver a casa. Solo son las dos de la mañana… —protestó
Sandy con el ceño fruncido, mientras bailaba pegada a Gary.
—Tienes un examen, señorita Peters. Es la hora de volver a casa, quiero que duermas
bien y que mañana desde primera hora te pongas a estudiar.
—No quiero irme a dormir, todavía…
Sandy se pegó aún más a Gary, hasta notar su erección clavada en el pubis, y él
susurró al oído…
—No seas desobediente, Sandy.
Sandy le miró con ojos traviesos y luego replicó:
—¿Si no lo soy qué harás? ¿Darme azotitos en el culo?
Gary colocó una mano en el trasero de Sandy, siempre firme y redondo, y lo empujó
para que la chica sintiera mucho más la erección:
—Puedo hacerte muchas cosas, pero todas pueden esperar a que termines ese
examen.
Sandy no quería esperar, llevaba un par de horas bailando sin parar y necesitaba otra
vez sentir a Gary muy dentro de ella. La noche no podía terminar así…
—Seguro que conoces algún reservado en este lugar donde podamos divertirnos un
poco antes de irnos…
Gary gruñó solo de pensar en volver a poseer a esa chica que tenía las mismas ganas
que él. Ni más ni menos, y eso le gustaba tanto que toda su sangre se encendió más
todavía.
—Eres insaciable, baby.
—¿Hay algún problema con eso? —preguntó la chica mordiéndose los labios.
Gary respondió cogiéndola de la mano y empujándola hacia una de las puertas de
emergencia que atravesaron. Luego, recorrieron uno de los largos pasillos hasta que
llegaron a un cuartito en el que se escondieron:
—Siempre tenemos suerte, baby. Las puertas del cielo se nos han vuelto a abrir…
Gary cerró la puerta con pestillo y después, sin más dilación, muerto de deseo, coló
una mano por debajo del vestido de Sandy para romperle las braguitas.
—¡Gary! ¡Mis braguitas! Mi madre me mata cuando vea que se han roto…
—Te compraré mil más… —dijo guardando las braguitas en el bolsillo de su
chaqueta y sacando después un condón de la cartera.
—Gary esto es demasiado fuerte… —murmuró la chica con la respiración agitada
por el deseo incontenible.
—Por eso me gustas tanto… —susurró Gary, mientras deslizaba la mano entre los
muslos de Sandy y se perdía entre su humedad.
—Y tú a mí, Gary… —confesó conteniendo la respiración, por las caricias tan
íntimas como excitantes.
—Siempre estás muy húmeda para mí, baby. Esto es un regalo precioso…
Gary entonces introdujo un dedo en el interior de la chica que gimió de placer…
—Ya estoy lista, Gary. No tienes que prepararme más. Quiero que me folles duro.
Quiero que lo hagas sin contemplaciones…
Gary penetró un poco más con el dedo a Sandy, luego lo sacó y se puso el condón en
su falo duro y erecto. Después, la cogió en brazos y así en volandas y con la erección
clavada en el pubis de ella, la empotró contra la pared del fondo del despachito en el
que se encontraban.
—Te la voy a meter, muy dentro y muy duro. ¿De verdad que lo quieres así, baby?
Sandy asintió con la cabeza porque lo quería así y porque no quería ser como esas
muñequitas de plástico, que no aguantaban nada, con las que había estado Gary.
Ella quería vivir el sexo de una forma intensa y pasional, sentir muy fuerte y hacerle
perder la cabeza… No se conformaba con menos…
—Lo quiero todo, Gary. Lo quiero todo, contigo.
Al escuchar esas palabras, Gary rugió de deseó y hundió su miembro hasta el fondo
de la chica que se estremeció ante la tremenda invasión.
—Eres muy estrecha, Sandy.
—Puedo aceptarte así, Gary. Sigue… —suplicó con los ojos llenos de lágrimas de la
excitación y el deseo.
Gary se salió un poco, para volver a clavarse con esa rudeza y contundencia que
hacía que Sandy olvidara todo, incluso del dolor.
Era una experiencia tan intensa y excitante que estaba más allá de todo, tan solo se
limitó a cerrar los ojos y dejarse llevar por las sensaciones que le proporcionaba ese
hombre que la estaba follando sin ningún miramiento.
Duro, fuerte, impecable, Gary se estaba entregando a fondo, para darle a Sandy justo
lo que necesitaba.
Y era tan fascinante que esa chica tan dulce y amorosa, disfrutara del sexo justo
como a él le gustaba, que desde luego que tenía muchísima suerte, pensó.
Afortunadamente, Sandy no era como esas diosas de hielo, frígidas e insensibles
como Kim, ni una ninfómana sin corazón, solo interesada en su billetera, como eran la
mayoría de las tías con las que se había relacionado.
Sandy no se parecía a ninguna, tenía un corazón de oro y disfrutaba del sexo como la
mujer tan maravillosa que era. Sin perjuicios, con generosidad, dándolo todo a pesar de
que era tan inexperta y estrecha…
Gary siguió penetrándola con fuerza, mientras se besaban con verdadera pasión, las
lenguas se enredaban, se mordían, se lamían, se entregaban a un placer que estaba ya
totalmente desbordado.
—Follas como ninguna, Sandy —susurró Gary con los labios pegados a los suyos.
—Es como lo siento, Gary. Me sale así, porque eres tú… Esto solo es contigo…
Gary pellizcó un pezón duro a través de la tela del vestido y Sandy gimió de placer…
—Buena chica, solo te quiero para mí. Te siento tan mía, nena…
Gary estaba tan excitado que solo tuvo que empujar un poco más, tan duro que Sandy
creyó que iba a partirse en dos, tan fuerte que dos lágrimas recorrieron su rostro, y
estalló en un orgasmo tan brutal que gritó con la boca pegada a la de la chica.
Entonces, Sandy rompió a llorar, aquello era tan fuerte en todos los aspectos que se
desbordó por completo.
—Solo tú te entregas así, Sandy. No hay nadie como tú… —susurró Gary después de
vaciarse por completo y dejar a Sandy en el suelo.
Luego se postró ante ella y de rodillas hundió su rostro en el pubis mojado que lamió
con verdadera devoción.
Sandy se retorcía de placer con las manos enredadas en el pelo de Gary…
—Es tan bueno, Gary. No pares, te lo suplico… No pares…
Sandy estaba tan excitada que Gary solo tuvo que golpetear con la punta de la lengua
el clítoris durísimo, para hacerle sucumbir a un orgasmo salvaje que la dejó
estremecida por completo.
Pero no conforme con eso, cuando la chica aún estaba recuperando el aliento, Gary le
introdujo dos dedos en la vagina y comenzó a acariciarle ese punto justo que la volvía
loca de remate…
—Gary es demasiado, no sé si voy a poder…
Para recordarle de lo que era capaz, Gary le coló con la otra mano, dos dedos en el
ano apretado que habían trabajado tan bien…
—Eres capaz de todo, baby. Recuerda de lo que has sido capaz antes con tu culo, has
llevado el dilatador puesto, has aceptado mi polla hasta el fondo… ¿Cómo no vas a
poder correrte una vez más para mí?
Gary sacó los dedos de detrás y siguió penetrándola con los dedos de la mano con
una fruición y una intensidad tal que a Sandy no le quedó más remedio que morder
fuerte el hombro tatuado de Gary a través de la chaqueta…
—Dios mío, Gary, esto es increíble…
—Vamos, baby, dame más. Tú puedes, solo tú puedes hacerlo…
Y así siguió, penetrándola con los dedos, hasta que otra vez le sorprendió un squirt,
un chorro blanquecino y caliente que brotó de su interior, que pringó por completo la
mano de Gary y tras el que le sobrevino un orgasmo que casi le hizo perder la
conciencia…
Capítulo 26
Y a pesar de todo lo que estaba viviendo con Gary, todavía sacó fuerzas y
concentración suficiente para estudiar y sacar la máxima puntuación en el examen…
—¡Mira la empollona! ¡La que decía que no sabía cómo le había salido el examen y
resulta que tiene la mejor nota de la clase! —exclamó Patt, mientras consultaban la nota
en Internet.
Patt había quedado en casa de Sandy para ver las notas juntas, pues sabían que
saldría a eso de las cinco de la tarde.
—¡No me lo puedo creer! ¡A Gary le va a encantar saber que he aprobado! —
exclamó la chica entusiasmada, abrazando a su amiga.
—Tía ¿cómo lo haces? Yo no salí ni nada y he sacado un aprobado raspado, y tú que
llevas una vida de perdición, mira…
—Shhhh. Calla… —le pidió Sandy a su amiga entre risas.
—Cuéntame más cositas, anda…
—Soy feliz. No puedo decirte más… —confesó Sandy pestañeando muy deprisa.
—Buah. Qué sosaza. Quiero detalles, cuanto más picantes mejor. Gracias…
Sandy era una chica muy reservada para sus cosas y más para todo lo que tenía que
ver con la sexualidad, pero estaba tan entusiasmada con lo que estaba viviendo que
sacó del fondo del cajón de la mesilla de noche, el estuche donde tenía guardado el
último regalito de Gary…
—Mira esto y no digas nada, por favor. Sé que me voy a arrepentir de habértelo
enseñado, pero estoy en una nube y necesito contárselo a alguien…
Sandy abrió la caja deprisa y le mostró el dilatador anal con las incrustaciones de
brillantes en el tope.
Luego lo cerró más rápido todavía, mientras su amiga alucinaba en colores…
—¿Eso es lo que creo que es?
Sandy asintió con la cabeza y, tras guardar la caja otra vez en el fondo del cajón, le
explicó:
—Es lo más sexy y lo más morboso que me ha pasado en la vida. Me lo entregó en el
coche y me lo puso en un descampado…
—¿Qué? ¿Fuiste a cenar con esa cosa metida en tu culo? ¡Y yo que te tenía por una
monja! ¡Sandy Peters eres una depravada!
Sandy se echó a reír y luego siguió contando a su amiga…
—Con Gary soy capaz de todo, me veo haciendo cosas que jamás imaginé. Y me
siento tan especial, Patt. Para nada me siento sucia o vulgar, al revés, él me hace sentir
como una diosa. ¿Es muy estúpido lo que te estoy contando?
Patt estaba con la boca abierta, porque aquello sonaba sencillamente genial:
—Estúpida soy yo que me tengo que conformar con que me tire los tejos el pánfilo de
Jack Mauss… ¡Dios! Yo quiero un hombre como tu Gary Scott, necesito un tío de
verdad que me folle como es debido, que me haga probar cosas prohibidas… Joder,
Sandy, ¿y qué más has hecho con él? ¿Tríos? ¿Todavía no te ha metido a otra mujer en la
cama? Ese hombre no debe tener límite ninguno en el sexo…
—No los tiene, pero no quiere más personas en nuestra cama. Ya me lo ha dicho… Y
a mí me parece genial, Patt. Estoy abierta todo pero con él y solo con él…
—Me alegro tanto por ti, amiga…
—Es increíble… Es que, uf, no sé si contártelo…
—¿Qué? ¿Has practicado juegos de sumisión? —preguntó Patt con los ojos como
platos.
—No me importaría que me diera unos buenos azotes. Jajajaja. Pero no, practicamos
el sexo con intensidad, Gary es rudo cuando lo hace, pero a la vez es tan tierno… No sé
si me explico…
—De maravilla —dijo Patt, tras lanzar un suspirito.
—Me hace explorar cosas que ni imaginaba que sería capaz… Me toca de tal forma
que hasta me hizo conseguir otro squirt el otro día…
—¿Después de llevar el dilatador en el culo, te hizo un squirt?
—Lo hicimos analmente en un reservado…
—¿Te dolió?
—Con Gary es todo tan salvaje y tan morboso, que no hay palabras para definirlo. Es
una experiencia brutal que está más allá de todo…
—Joder, tía, me estás dando una envidia, de la buena, eh… Pero yo quiero que Papá
Noel me traiga a uno así…
—El sexo con Gary es exigente, porque él lo es en todo. En el sexo no iba a ser
menos y puedo asegurarte que es duro y contundente, pero es tan excitante… En mi vida
he sentido nada parecido y me hace sentir tan bien y tan mujer… Es un orgullo saber
que puedo darle todo eso…
—Claro, imagino que deben ser unos polvazos antológicos…
—Después de la cena, nos fuimos a bailar y me regaló otro…
—¿Otro polvo? ¿Por detrás también? ¡Nena tienes que tener el culo destrozado!
Sandy se echó a reír y luego le explicó a su amiga…
—Me empotró y luego de postre me regaló un squirt que casi me caigo al suelo del
placer… Le puse la mano chorreando… Fue… —confesó Sandy tapándose la cara con
las manos.
—Madre mía, Sandy. ¡Lo que estás viviendo es grandioso! ¿Tú sabes lo afortunada
que eres? Ese tío es guapo, es rico y sabe follarte de maravilla… ¡No se puede pedir
más!
—Es también muy dulce, Patt. Lo ha pasado muy mal y no se abría, pero poco a poco
su corazón se está deshelando y me está dando mucho… En la cena apareció su ex…
—¿La zorra aquella que le destrozó la vida?
—La misma. Estaba cenando allí y es odiosa, a mí me soltó un montón de
impertinencias pero se llevó su merecido. Gary la puso en su sitio y luego le dijo algo
que me encantó….
—¿El qué? —preguntó Patt, llevándose un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Que yo era su pareja. Oh, Patt, esa palabra me hizo levitar… ¡Yo la pareja de Gary
Scott! ¡Es que todavía ni me lo creo!
—Pues créetelo, cielo, te mereces un hombre como él. Eres una chica maravillosa…
—Tú también, amiga. Pero es que yo aún ni me lo creo, ¡si que ese hombre era el
ogro de mi jefe! Jo, y ahora es…
—¿Todo?
A Sandy se le llenaron los ojos de lágrimas y luego contó emocionada:
—Me hace sentir tanto, Patt. En mi vida pensé que sería capaz de llegar tan lejos con
alguien, y no solo me refiero al sexo sino a todo… Estoy alcanzado con él tal
complicidad que creo que lo nuestro puede tener mucho futuro…
—Uy que me parece que estoy escuchando campanas de boda… —canturreó Patt,
entre risas.
—Soy muy joven y estamos empezando. Sería una locura decirte que nos vamos a
casar, pero sí te puedo confesar que no me imagino ya mi vida sin él…
—Tú estás enamorada de él y ¡mucho!
Sandy respiró hondo y replicó totalmente segura de lo que decía:
—Pues sí. De la cabeza a los pies… Gary Scott me tiene completamente cautivada…
No puedo decir otra cosa…
Patt abrazó fuerte a su amiga y le confesó también:
—Eres muy valiente, Sandy. Reconozco que me tienes muy sorprendida, nunca pensé
que serías capaz de amar así, con tal pasión y locura…
—Jajajaja. Tú pensabas que era una sosa y una estrecha… ¡Como yo! ¡Si es que ni
me reconozco!
—Porque ese hombre ha sacado lo mejor de ti, a la Sandy poderosa que llevas
dentro. Tan mujer, tan sensual, tan entregada al placer y a todo lo bueno que te venga…
¡Ya era hora Sandy! Lo has pasado muy mal, has luchado mucho por tu familia, has
estado trabajando muy duro, ya era hora de que tuvieras tu recompensa a tanto esfuerzo.
¡Ya te tocaba disfrutar de la vida y ser feliz de pleno derecho!
Sandy sonrió ampliamente y, con los ojos llenos de lágrimas, reconoció:
—Lo soy, amiga. Soy muy feliz…
Capítulo 27
Con la llegada del fin de curso universitario, Sandy tuvo más tiempo para dedicar a
afianzar su relación con Gary, con el que salía cada tarde después de que terminaban
sus respectivos trabajos.
Poco a poco, se iban conociendo más en todos los aspectos y los dos sentían que algo
muy profundo y muy sólido estaban construyendo juntos. Y no solo ellos se percataban
de lo que estaba sucediendo, sino todos los que trataban con ellos, como Dorothy que
una mañana de principios de julio le confesó a Sandy, cuando acababan de finalizar la
sesión de ejercicios en el agua…
—Nunca tendré palabras de gratitud suficiente para lo que estás haciendo, Sandy.
Sandy ayudó a Dorothy a salir de la piscina y mientras le tendía el albornoz para que
se secara, replicó con una sonrisa enorme:
—Me lo agradeces cada día con palabras de lo más sentidas y Gary me paga un
sueldo más que generoso.
—No me refiero al trabajo tan excelente que estás realizando con mi cadera, me
refiero a Gary…
—¿Qué pasa con Gary? —inquirió arrugando el ceño.
—Es otro. Jamás le he visto tan sereno ni tan feliz… Y eso es gracias a ti, querida.
Sandy se envolvió en una toalla blanca y esponjosa y, sintiéndose muy orgullosa de
las palabras que acababa de dedicarle Dorothy, confesó:
—No hago nada especial…
—Haces lo que no ha hecho nunca nadie: quererle incondicionalmente, a él, a la
persona, y no a su dinero ni a su posición. Has sido capaz de ir más allá de las capas en
las que se ocultaba para que no le hirieran y has llegado derechito a su corazón. Solo tú
podías hacerlo, Sandy. Eres un ángel, tan dulce y tan buena…
Dorothy acarició con cariño el rostro de la chica que sonreía muy emocionada:
—Gary es un hombre muy especial, quererlo no tiene ningún mérito…
Dorothy respiró hondo muy feliz y siguió hablando con los ojos llenos de lágrimas:
—Sabes que siempre me ha preocupado qué sería de Gary sin mí, pero contigo…
—¡Tú tienes muchos años todavía por delante, Dorothy! ¡No empieces con eso!
¡Tienes una salud estupenda! ¡Y tu cadera va genial!
—Sí, pero nadie tiene la vida comprada, querida. Y no sabes ahora el peso que me
he quitado de encima desde que sé que estás en la vida de mi nieto. Contigo sé que
nunca va a estar solo, sé que le vas a querer y cuidar como nadie, contigo sé que
siempre tendrá un hogar…
Sandy agradecía que Dorothy estuviera tan contenta con la relación que había surgido
entre ambos y que cada día se hacía más fuerte y más sólida.
—Estamos empezando algo y tal vez sea aventurado hablar de un futuro a largo
plazo, pero…
—No hay más que veros juntos para darse cuenta de que hacéis una gran pareja,
Sandy. No necesito que llevéis ocho años de noviazgo para percatarme de la naturaleza
de lo que tenéis entre manos. Se ve a la legua que sois el uno para el otro, que cada uno
tiene la llave de la felicidad del otro. Es así, cielito… No le des más vueltas…
Sandy sonrió porque aun a riesgo de ser una loquita insensata sentía muchas veces
que Gary era todo eso para ella, el hombre de su vida, su destino, su hogar… Lo que
pasaba era que no se atrevía a decirlo porque sentía que era demasiado precipitado,
pero por supuesto que estaba sintiendo muchísimas cosas…
—Te agradezco lo que me dices, Dorothy, y de verdad que por mi parte hago todo lo
posible para que Gary sea feliz, y él… —se calló para lanzar un suspiro muy profundo
—, él me tiene loca de remate…
Dorothy soltó una carcajada y exclamó con los ojos chispeantes:
—¡Qué bonito es estar enamorada!
—Uy, uy, uy… ¡Eso lo dices porque lo estás viviendo en carne propia, truhana!
Dorothy se ruborizó tanto que se llevó a las manos a las mejillas y luego replicó:
—¿Tanto se me nota?
—Mucho, lo tuyo con el coronel tampoco se puede ocultar…
Dorothy solía salir por las tardes con el coronel al cine, al teatro, a merendar y
aquello se le estaba yendo de las manos, porque iba a más allá de la amistad a todas
luces…
De hecho, ya se habían besado unas cuantas veces y su relación estaba pidiendo
mucha más intimidad…
—Michael quiere formalizar lo nuestro y, como es tan formal y tan serio, ¡quiere
pedirle mi mano a mi nieto! Dice que no quiere que sea su amante, ni nada por el
estilo… Y como tampoco tenemos años ya para tener un noviazgo, quiere que nos
casemos en tres meses. ¿Has escuchado alguna locura mayor en tu vida?
Sandy lo entendía perfectamente, después de todo lo que el coronel había esperado a
Dorothy, las prisas por estar juntos eran más que comprensibles.
—¿Lo sabe Gary? —preguntó feliz por la buena noticia.
—¡No me atrevo ni a comentárselo! ¡Qué vergüenza! ¿Pero dónde has visto a una
abuela con planes de matrimonio?
—¿Pero tú quieres casarte con él?
Dorothy se apretó fuerte el cinturón del albornoz y reconoció con cierto pudor:
—Estoy muy a gusto con él, y no te voy a negar que, a pesar de mis años, mi cuerpo
me pide mucha más intimidad… Michael es un hombre muy atractivo y la carne es
débil…
Sandy se echó a reír…
—¡Es tan hermoso sentir todo eso! ¡El amor no tiene edad, Dorothy!
—Ya, pero de ahí a casarnos. A mí me gustaría que nos fuéramos a vivir juntos, pero
hija mía él no quiere hacerlo así… Es un hombre chapado a la antigua y dice que
necesita formalizar la relación…
—¿Y qué vas a hacer?
—Eso quisiera saber… Por un lado, estoy enamorada y me muero por compartir mis
días con él, pero por otro está Gary…
—¿Gary? ¿Qué problema hay con él?
—¿Imaginas cómo se tomaría que me fuera a vivir con el coronel? ¿Por no hablar de
casarnos?
—¿Mal? ¿Qué tiene de malo que tú busques tu felicidad? Te has entregado
muchísimos años a él, ya va siendo hora de que encuentres tu propia felicidad, Dorothy.
—Si tú no estuvieras en su vida, lo de irme con el coronel ni se me habría pasado
por la cabeza, pero ahora que estás tú, es diferente… Pero con todo, no sé… No me
atrevo ni a plantearle el tema… Es como si estuviera traicionándole… No sé si me
entiendes…
Sandy sonrió condescendiente, porque entendía de maravilla lo que estaba sintiendo
esa mujer que había estado tan apegada a su niego y luego comentó:
—Hablaré con él… Pero tienes que quitarte todas esas ideas de la cabeza, Dorothy.
Tú tienes una vida que vivir y Gary tiene la suya, le has dado todo lo que tenías a
manos llenas y ahora te toca disfrutar a ti de la vida…
—Soy muy feliz con Michael, nunca pensé que a mis años la vida me daría esta
oportunidad, pero aquí estoy, tan exultante como una colegiala. Cada vez que escucho el
timbre de la puerta y sé que es él, me pongo a temblar entera. ¿Te lo puedes creer?
—Me lo creo porque algo similar me pasa cada vez que sé que Gary regresa a
casa…
—Sí, pero es que yo te doblo la edad… ¡A mis años es ridículo sentir esto! —
confesó Dorothy, agachando la vista al suelo.
—¡Lo que es ridículo es no sentir amor! ¡Eso sí que es feo! Pero lo tuyo, Dorothy, es
solo motivo de orgullo. Así que levanta ese rostro y no te preocupes que voy a hablar
con Gary de este tema…
Dorothy levantó la vista y susurró:
—Gracias, querida, a mí es que me da mucha vergüenza planteárselo, por lo que si tú
me haces el favor de exponerlo en mi nombre, sería todo mucho más fácil para mí…
—Claro que sí, Dorothy. Y descuida que todo va a salir bien, ya lo verás…
Capítulo 28
Esa misma noche, después de que Gary regresara del trabajo y mientras se tomaba un
trago junto a la piscina, Sandy sacó el tema, aprovechando que Dorothy se había
marchado a dar un paseo con el coronel…
—¿Todo bien en el trabajo? —preguntó Sandy tumbada en la hamaca de al lado de
Gary.
—He cerrado un contrato más que sabroso con una empresa de Silicon Valley para la
distribución de sus productos. Estoy muy contento… —respondió Gary, tras dar un
sorbo a su whisky.
—¡Eso es genial, Gary!
Gary dejó la bebida en la mesa y con las yemas de los dedos recorrió los muslos
sedosos de Sandy…
—¡Tienes la mano helada! —exclamó Sandy dando un respingo.
—Son los hielos del vaso… Me encantan tus piernas, baby.
Sandy sintió un estremeciendo por el cuerpo entero…
—Gracias, Gary.
—Estamos solos y desde que te he visto con ese bikini de rayas solo deseo quitártelo
y follarte sin remisión…
Sandy se mordió los labios del deseo que sentía y susurró:
—¿Nunca dejaremos de tener ganas?
Gary echó las caderas un poco adelante para que se marcara más la erección que
pujaba entre sus piernas y gruñó:
—Mientras esta cosa siga respondiendo así, me temo que no…
Sandy se echó a reír, en tanto que Gary no perdía el tiempo, se levantaba de la
hamaca y bajaba del tirón la parte de abajo del bikini…
—Dios mío, Gary…
Sandy no pudo decir más, porque Gary enterró la cara entre sus muslos y comenzó a
lamerla y estimularla como solo él sabía…
Después, la soltó la parte de arriba del bikini y acarició los pezones duros que solo
se ponían así para él…
—Eres tan dulce, Sandy, me encanta que te derritas para mí… —susurró Gary, que se
quitó el bañador y se quedó completamente desnudo.
Sandy tuvo que respirar hondo para no perder el sentido, tener a ese dios del sexo
frente a ella, tan duro, tan musculoso, con tanto deseo en la mirada, era una experiencia
que iba a más allá de todo…
Así que se incorporó, porque necesitaba a ese hombre en su boca…
—Yo también quiero que te derritas… —musitó, tomando a Gary de las nalgas duras
y redondas para aproximarlo a su boca.
—Quiero estar dentro de ti, baby. Vamos…
Sandy abrió la boca y tragó ese miembro duro y palpitante que tanto deseaba tener
dentro de ella, lo lamió, lo chupó, lo saboreó como nunca, haciendo que Gary gimiera
de placer.
—Lo haces tan bien, nena…
Gary agarró fuerte la cabeza de Sandy para ir controlando las penetraciones, que
cada vez eran más profundas y más intensas. Sandy se entregaba a tope a las
sensaciones, mientras el sol pegaba fuerte haciendo arder sus cuerpos más todavía…
—Me gustas tanto, Gary. Lo quiero todo… —dijo Sandy justo antes de metérsela
hasta casi el fondo.
—Baby, sí, tómalo. Es toda tuya…
Sandy metía y sacaba ese miembro duro y sedoso en su boca, con una pasión y una
voracidad que hizo que Gary quisiera más, mucho más…
—Me vuelves loco, Sandy… —gruñó empujando la cabeza de la chica de tal forma
que Sandy se la tragó entera.
Aquello era tan duro, que ella creyó que no iba a poder soportarlo, pero aguantó y se
sintió tan mujer de poder darle tanto a su hombre, que le miró pidiéndole más.
Gary tiró del pelo de la chica para obligarle a sacar el pene de la boca y luego se
tumbó sobre ella en la hamaca.
—Quiero más, Gary… Déjame que te siga chupando… Necesito tenerte más en mi
boca…
Gary deslizó una mano hasta el clítoris de Sandy que estaba duro y muy húmedo y
luego susurró…
—Quiero estar aquí… Estás tan mojada, nena.
Sandy se estremeció con la caricia y más cuando Gary metió dos dedos en su interior,
hasta el fondo…
—Es para ti, solo para ti, Gary… —susurró entre gemidos entrecortados.
Gary sacó los dedos, los enterró profundo y con contundencia en la boca jugosa de
Sandy, al tiempo que la erección se clavaba en el pubis chorreante de la chica.
—Saber que este coño estrecho y delicioso me está esperando cuando regreso a casa,
es un sueño… ¿Lo sabes, baby?
Sandy asintió mientras Gary restregaba el glande mojado contra los exquisitos
pliegues femeninos…
—Yo no dejo de pensar en ti, Gary. A cada instante…
—Ni yo, nena. Cada día es más fuerte lo que siento por ti… Deseo tanto fundirme
contigo, mi corazón es tuyo, pequeña.
Ambos se miraron a los ojos y sintieron tal conexión que cuando se besaron sus
corazones latieron muy fuerte. Eran uno, eran un solo corazón y un solo cuerpo, tal vez
por eso se miraron y sintieron que necesitaban un contacto total, mucho más profundo y
verdadero.
Gary introdujo la mitad de su miembro dentro de Sandy y ella le empujó por las
caderas para que se clavara hasta el fondo.
—¿Quieres que sea así, Sandy?
Sandy sabía que estaban sin condón, ella no tomaba la píldora ni ninguna otra cosa
para evitar el embarazo, pero no quería que Gary se apartara…
—Necesito que sea así, mi cuerpo me pide que sea así… —susurró sin darle más
vueltas.
—El mío también, necesito una unión completa, pero si quieres lo dejamos.
—Estoy preparada para hacerlo, Gary. Mi cuerpo lo pide y mi corazón también…
Gary sintió que el corazón iba a salírsele del pecho, que esa chica tan preciosa
estuviera sintiendo justo lo mismo que él, le llenó de tanto amor y tanto deseo que se
hundió hasta el fondo.
—Te quiero, Sandy. Te quiero con toda mi alma…
Sandy con los ojos llenos de lágrimas, y temblando de emoción, replicó:
—Y yo, Gary. Con todo mi ser… Te amo…
Con un amor que no le cabía en el pecho, Gary comenzó a hacer el amor a Sandy con
tanta pasión, que ella gemía de puro placer.
Los dos cuerpos se estremecían uno contra el otro, buscándose, encontrándose,
dándoselo todo, bajo el sol de justicia de julio.
Las pieles ardían, los músculos se tensaban al máximo, las bocas se besaban voraces
en un vano intento de abrasar el fuego que ardía en sus respectivos sexos.
Gary estaba tan excitado que sus penetraciones fueron a más, en profundidad, en
intensidad, en dureza…
Y Sandy jadeaba pidiendo más y más, aunque sintiera que su cuerpo iba a romperse
de tanto amor como ese hombre le estaba dando.
Gary follaba duro y a ella le gustaba que fuera así, era la mejor manera que tenía de
sentirle, de sentirse deseada y mujer, y por nada del mundo quería que parara…
—Sigue Gary, sigue… Hasta el final…
—¿Quieres mi leche dentro de ti, baby?
Sandy lo quería todo, con Gary lo quería todo, así que sin dudar le miró a los ojos,
gimiendo de tanto placer y suplicó:
—Quiero tu leche, Gary, toda…
Gary rugió al escuchar aquello y, con el corazón a mil, la penetró con todo lo que
latía en su interior hasta derramarse de tal forma dentro de ella que gritó como nunca en
su vida.
Sandy al sentir ese chorro caliente derramándose por primera vez en su interior,
sintió tal estremecimiento que gritó también al tiempo que sucumbía a un orgasmo brutal
y luego se echó a llorar como una niña desbordada por tantas emociones.
Gary la besó en los labios y con dos lágrimas de emoción recorriendo su rostro,
susurró otra vez…
—Te quiero, Sandy. Te quiero…
Capítulo 29
Después de amarse de esa manera tan especial, Gary se llevó en brazos a Sandy hasta
su habitación y, tumbados y abrazados en la cama enorme, le aseguró para
tranquilizarla:
—Tal vez hemos ido demasiado lejos dejándonos llevar por la pasión, yo no me
arrepiento pero tú eres muy joven y entendería que quisieras tomar medidas.
Sandy que tenía la cabeza apoyada en el hombro de Gary, la alzó y replicó confusa:
—¿De qué medidas hablas?
—Tengo una amiga ginecóloga, vayamos a que te recete la píldora del día de
después, si esto que acaba de suceder te agobia por las consecuencias que pueda traer.
Sandy era una estudiante de Enfermería y sabía muy bien qué consecuencias podía
traer no hacerlo sin condón. De hecho, si había aceptado era porque las asumía todas de
principio a fin.
—Sé los riesgos que corro y los acepto todos —manifestó convencida.
Gary la miró con los ojos llenos de lágrimas y luego quiso saber:
—Ya sé que es difícil quedarse embarazada a la primera, pero si te quedaras… ¿Lo
tendrías?
—Gary, por favor, ¿cómo iba a abortar un hijo nuestro? ¡Eso ni lo dudes!
Gary la abrazó muy fuerte y luego se excusó:
—Discúlpame, es que estoy tan sensibilizado con ese tema después de lo de Kim
que…
Sandy lo besó suave en los labios y luego le susurró:
—Lo sé, pero no soy Kim. Yo jamás abortaría, lo tengo clarísimo. Por eso te digo
que asumo todas las consecuencias. Soy joven, pero no soy ninguna inconsciente, si lo
he hecho es porque lo sentía, porque quería tenerte muy dentro de mí porque te amo,
Gary.
—Y yo a ti, princesa…
—Si el resultado de ese acto de amor es un bebé, bienvenido sea…
Gary abrazó más fuerte todavía a esa mujer que le sorprendía cada día y le susurró:
—Así es, mi amor. Bienvenido sea, yo jamás lo había hecho sin protección antes…
La última vez fue con Kim y después con nadie más, tenía tanto miedo a que pudiera
repetirse aquel horror, pero contigo he perdido el miedo a amar. Contigo quiero
arriesgarme, me atrevo a soñar, lo quiero todo, Sandy. ¿Lo entiendes?
Sandy asintió con la cabeza porque le pasaba lo mismo, jamás se le habría ocurrido
hacerlo sin protección con nadie más que con Gary, que la miraba con unos ojos de
amor que apenas podía soportarse.
—Claro que lo entiendo, Gary, porque solo contigo he sentido la necesidad de tener
esta fusión máxima, hasta el final, piel con piel, corazón con corazón…
Gary sintió que iba a desbordarse de tanto como estaba sintiendo por esa chica que
se entregaba con el alma entera:
—Eres mágica, Sandy. Me tienes enamorado por completo…
Sandy sonrió con una sonrisa preciosa y, muy emocionada, añadió:
—Y tú a mí, Gary. Así que estamos empatados…
Gary colocó la mano en el vientre cálido de Sandy y musitó verdaderamente
conmovido:
—¿Te imaginas que lo de hoy prospera?
Sandy tenía la mirada brillante como nunca y respondió:
—Puedo imaginármelo todo, hasta que me encantaría que el bebé tuviera tus ojos
azules, pero es muy difícil que me haya quedado embarazada…
—Conmigo todo es posible, baby. ¿De verdad que sientes que estás preparada si eso
sucediera?
Sandy se puso seria, acarició el rostro de Gary con el dorso de la mano y le aseguró:
—No voy a tomarme esa maldita pastilla. ¡Aquí donde me ves soy lo suficiente
adulta como para afrontar cualquier reto, incluido el de la maternidad! ¡No me asusta
para nada!
—Es que si fuera así no estarías sola. Yo voy a estar a tu lado, siempre… ¡Y nos
tendríamos que casar, ya mismo!
—Jajajaja. Anda que no vas deprisa, primero espera a que me haya embarazado…
—Yo por mí me casaba ahora mismo… —confesó Gary, divertido.
—El que tiene ganas de casarse también pronto es el coronel… —comentó Sandy,
aprovechando para introducir el espinoso tema.
—¿Qué coronel? —inquirió Gary, algo despistado.
—¿Qué coronel va a ser? Michael Thompson…
—¿Y con quién se quiere casar? ¿No será con mi abuela, no? —preguntó sin dar
crédito a lo que estaba escuchando.
—Me temo que sí… —susurró Sandy mordiéndose los labios.
—¿Mi abuela y el coronel están liados? ¿Desde cuándo?
—Gary vives tan centrado en tu trabajo y en tus cosas que me parece que te has
perdido algunas cosas…
—¿Mi abuela y coronel llevan tiempo juntos? ¡No me jodas, Sandy! ¿Esto es una
broma, no?
—No, Gary —murmuró Sandy negando con la cabeza—, no es ninguna broma. Ellos
comenzaron su coqueteo antes de que os marcharais a Nueva York, Dorothy renunció a
vivir su amor por ti, pero el otro día en el baile al reencontrarse con el coronel se dio
cuenta de muchas cosas… Se quieren, Gary, mucho y Michael desea vivir el resto de
sus días junto a tu abuela.
Gary se frotó los ojos con la mano y farfulló:
—Esto es muy fuerte, mi abuela enamorada… ¡Y yo sin enterarme de nada! ¿En qué
mundo vivo? ¡Yo estaba convencido de que eran amigos!
—El coronel es un hombre conservador y no quiere irse a vivir con tu abuela sin
estar casados. Quiere pedirle la mano y Dorothy me ha pedido que te cuente todo esto,
porque a ella le da mucho pudor.
—¡Y tanto! Me da a mí escuchar tu relato, es que no puedo creerme todavía que mi
abuela y el coronel estén enamorados…
—¿Por qué no? ¿Acaso no parecía imposible lo nuestro? Por lo menos yo en la vida
pensé que acabaría enamorándome del jefe más tocapelotas que tendré nunca…
—No compares, nosotros somos jóvenes pero ellos… ¿Para qué quiere enamorarse
mi abuela a su edad?
Sandy miró a Gary con cariñó y luego le susurró:
—Para ser feliz, ¿te parece poco? Gary, tu abuela ha renunciado a muchas cosas por
ti, creo que es el momento de que dejes que ella encuentre su camino y que sea feliz
también…
—El jodido desapego… Eso es lo que se supone que debo practicar, ¿no es así? Pero
mi abuela es la única familia que tengo… No tengo a nadie más…
—Eso es mentira, me tienes a mí…
Gary besó dulce y suave a Sandy en los labios y luego siguió hablando:
—Lo sé, preciosa. Y tú me tienes a mí. Y sé que mi abuela debe tener su vida, pero
de repente me sentí como un niño indefenso… No sé... Por dentro soy como una copa
de cristal muy frágil, baby.
—Conmigo estás a salvo, Gary, no tienes nada que temer. No voy a hacerte daño
jamás y a tu abuela la vas a tener siempre.
—Y quién sabe, tal vez pronto ampliemos la familia… —susurró tocando otra vez el
vientre suave de la chica.
—Creo en el destino, sucederá lo que tenga que suceder. Si está de Dios, vendrá… Y
si no… será por algo… Me entrego a lo que la vida tenga a bien darme…
—La vida solo puede traerte cosas buenas, eres un ángel, Sandy.
—La vida da duro muchas veces… Qué te voy a contar que no sepas… Pero con todo
es maravillosa y hay que gozar de ella a cada instante. Por eso creo que Dorothy tiene
que aprovechar la ocasión que le brinda la vida para ser feliz.
—Todo esto me pilla con el pie cambiado, jamás pensé que mi abuela podría
enamorarse, pero tienes razón… La vida es siempre sorprendente y mágica… Mira
nosotros… ¡quién iba a decirlo! Hasta hace nada estábamos como el perro y el gato y
ahora estoy loco por ti…
Sandy abrazó fuerte a Gary y le susurró con los labios pegados a los suyos:
—Y yo por ti, Gary Scott. Estoy enamorada de ti hasta las trancas…
Capítulo 30
La relación de Sandy y Gary siguió viento en popa, cada día conectaban más, se
conocían más, se amaban mejor y aunque aquella relación sin protección en principio
no dio su fruto, ambos estaban convencidos de que había sido por algo.
Tal vez lo mejor era que Sandy terminara sus estudios, que ellos siguieran con su
noviazgo antes de que tener el compromiso y la responsabilidad tan grande de tener un
hijo, en fin… que todo sucedía por algo y siempre para bien.
En esas estaban cuando un día de mediados de agosto en que Sandy se disponía a
acudir al trabajo diario, como siempre, pues aún continuaba Dorothy con su
rehabilitación, salió a su paso alguien que le resultó muy familiar, pero que no sabía
quién era.
—Buenos días, señorita Peters…
Sandy se levantó las gafas de sol para ver si así acababa de reconocer a esa joven…
Y sí… Ese rostro tan operado y esa mirada cargada de desprecio, era imposible de
olvidar…
—Kim ¿qué es lo que quieres? ¡Tengo prisa, me esperan en el trabajo!
Kim se echó a reír de una forma muy teatral y luego espetó:
—¿Llamas trabajar a follarte a tu jefe? ¡Pero mira que eres puta!
Sandy que no estaba dispuesta a escuchar ni un improperio más, esquivó a esa mujer
horrible y siguió caminando a toda prisa, si bien Kim le dio alcance y la cogió del
brazo para pararla:
—Un momento, señorita Peters, que necesito hablar contigo…
Sandy se zafó del brazo de esa bruja y replicó muy enojada:
—¡No tengo nada que hablar contigo! ¡Déjame en paz!
—Oh, claro que tenemos que hablar… Tengo un negocio muy interesante que
ofrecerte…
Sandy la miró con verdadero asco y luego insistió:
—¡Vete a la mierda, Kim! ¿No entiendes que no quiero nada contigo?
Kim se llevó la mano a la frente, respiró hondo y luego aseguró:
—A lo mejor si te digo que estoy dispuesta a ponerte un cheque en blanco para que te
pires de San Diego, cambias de opinión…
Sandy pestañeó muy deprisa y, poniendo el grito en el cielo, repuso:
—¿Por quién me tomas? ¿Piensas que voy a renunciar al amor de Gary por un puñado
de malditos dólares?
Kim esbozó una sonrisa perversa, se atuso una ceja y contestó:
—Estoy hablando de un cheque en blanco… Sé que te queda un año para acabar los
estudios y los esfuerzos que haces para pagártelos. Yo puedo pagarte la mejor
universidad, los estudios de Medicina si deseas seguir estudiando, puedo buscarle a tu
padre un trabajo de contable en cualquiera de las oficinas que tiene mi padre repartidas
por el país. Puedo cambiarte la vida de mierda que tienes por una vida de verdad, solo
tienes que renunciar a Gary… No te pido mucho…
Sandy resopló porque estaba perpleja de ver hasta dónde estaba siendo capaz de
llegar esa pérfida mujer:
—¿Pedirle a una mujer que renuncie al amor de su vida te parece no pedirle mucho?
Mira, yo no soy como tú, que fuiste capaz de arrancarte el hijo que llevabas en tus
entrañas para irte con otro porque tenía más dinero que Gary… A mí el dinero me
importa una mierda y no estoy dispuesta por nada del mundo a renunciar al amor de
Gary…
—Jajajajaja. No me hagas reír, amor de Gary… ¿Pero de verdad crees que lo que
siente por ti es amor? ¡No seas ilusa! Él ahora es un tipo con clase, con fortuna y con
futuro… ¿cómo va a echar a perder todo eso por lo que ha trabajado tan duro para irse
con una tirada como tú? ¿Acaso no te ves? ¡Hueles a lejía! Te dedicas a limpiarle el
culo a la vieja de su abuela… ¡Seamos lúcidos, nena! ¡Nunca te va a tomar en serio!
Siempre te verá como una más de sus empleadas a la que se folla cuando le pica. Ni
más ni menos…
Sandy estaba loca por responderle cuatro cosas bien dichas a esa mujer, pero
finalmente decidió que lo mejor era no entrar al trapo de sus provocaciones y pasar de
ella…
—¡Estás perdiendo el tiempo, olvídate de nosotros y céntrate en tu vida! —le exigió
retándola con la mirada.
—¿Nosotros? ¿Pero de verdad crees que Gary Scott va a tener algo con un ser tan
insignificante como tú?
—Estás trastornada, Kim. Te repito que ¿por qué no nos dejas en paz de una vez y te
limitas a vivir tu vida?
—Es que mi vida solo tiene sentido con Gary y para eso tú sobras en la ecuación.
¿Lo vas pillando ya?
Sandy pensó que esa mujer estaba más loca de lo que pensaba y luego replicó:
—Me temo que la que tiene que pillar que Gary Scott no quiere nada contigo eres tú.
Le rompiste el corazón, por tu culpa dejó de creer en el amor y en todo, le has hecho
tanto daño que no sé ni cómo tienes la vergüenza de dejarle que por fin sea feliz…
Kim la miró de arriba abajo con un asco infinito, como si Sandy fuera un gusano al
que estuviera a punto de pisotear con su afilado tacón, y soltó:
—¿Contigo? Jajajajaja. ¿Cómo un hombre como Gary va a ser feliz con la cuidadora
de su abuela? ¡La Cenicienta es un cuento! ¡Espabila de una vez! Los príncipes se casan
con las de su clase y tú no tienes ninguna… Gary es un hombre de negocios que necesita
una mujer a su lado que haya crecido siempre rodeado de dinero y lujos… Yo soy de su
mundo, tú vienes de una puta cloaca de la que te estoy proponiendo salir. Así que alegra
esa cara, mona, que en el fondo te estoy dando una gran oportunidad. Si quieres
podemos hasta llamarlo una beca… ¿qué te parece?
La paciencia de Sandy estaba a punto de agotarse, por eso echando chispas por los
ojos le exigió:
—¡Cierra el pico! ¡Y déjame en paz! ¡No estoy en venta y jamás me separaré de
Gary!
Cuando Sandy estaba punto de echarse a andar, Kim salió a su paso y se puso en
medio…
—Eso habrá que verlo…
—¡Estás como una cabra! ¿Quieres apartarte de una vez o…?
Sandy no pudo decir nada más, porque de repente comenzó a verlo todo nublado
hasta que dejó de ver, de oír y después cayó desvanecida al suelo…
Kim en vez de atenderla, la dejó allí tirada y salió corriendo con la esperanza de que
con un poco de suerte, esa mujer tendida al sol en una acera por la que solía pasar muy
poca gente, no volviera a despertarse jamás…
Pero para su desgracia y la alegría de todos los demás, una de sus vecinas que salía a
trabajar al poco, se topó con ella y llamó a una ambulancia que la condujo al hospital.
Allí la hicieron todo tipo de pruebas, mientras Gary estaba muerto de nervios en la
sala de espera, solo de imaginar que a esa chica a la que quería como a nada en el
mundo pudiera pasarle algo…
Lo que menos podía imaginar, es que lo que pasaba tenía que ver demasiado con él,
mejor dicho con algo que él había hecho…
—¿Cómo se encuentra, doctor? ¿Qué tiene? —preguntó Gary muy angustiado, cuando
devolvieron a Sandy a la habitación después de hacerle las pruebas pertinentes.
—Lo que tiene se llama embarazo… —dijo el doctor con una sonrisa enorme—. Así
que ¡felicidades, señor Scott!
Gary por poco no se cae al suelo de la impresión, aquello era tan increíble que
estaba convencido de que estaba soñando.
—¡No puede ser! Pero si le vino la regla… —farfulló nervioso.
—No era la regla sino el sangrado de implantación: Sandy está embarazada —dijo el
doctor entre risas, dándole unos golpecitos afectuosos en el hombro.
Luego se marchó y les dejó a los dos solos en la habitación, con demasiadas cosas
por decirse…
—¡Qué susto me he llevado tan tremendo, Sandy! Cuando me han llamado para
decirte que estabas aquí, por un momento me temí lo peor…
—Ya ha pasado todo, menos mal que mi vecina me ha visto… Le llega a pasar algo a
nuestro bebé y jamás se lo habría perdonado a Kim…
Gary que no sabía nada del encuentro que habían tenido antes del desvanecimiento de
Sandy, preguntó muy extrañado tras darle un dulce beso en los labios:
—¿Qué pinta Kim en todo esto?
Capítulo 31
Sandy sabía que lo que tenía que decirle a Gary no iba a gustarle para nada, pero no
le quedaba más remedio que contarle la verdad de lo que había sucedido…
—Al salir de casa, Kim me abordó… —comenzó Sandy a relatar con timidez.
Gary apretó fuerte los puños y replicó muy enfadado:
—¡Maldita zorra! ¿Todavía no tiene bastante con el daño que me hizo?
—Me ha ofrecido un cheque en blanco para que salga de tu vida…
Gary contrajo el gesto y la vena del cuello estuvo a punto de estallarle…
—Esto es el colmo, ¿hasta dónde va a ser capaz de llegar esta mujer? ¡Tengo que
hacer algo ya o no va a parar hasta arruinarnos la vida!
—Se puso muy pesada y lo único que recuerdo es que me mareé y desperté en el
hospital… Había desayunado poco, hacía calor, estábamos al sol y Kim se empeñó a
fondo en sacarme de mis casillas… Por eso me dio la lipotimia, por eso y porque me
parece que has hecho diana…
Sandy tendió la mano a Gary con una sonrisa de felicidad enorme, él la tomó, pero no
se le quitaba de la cabeza las ganas que tenía de dar un gran escarmiento a Kim.
—Para mí es un sueño hecho realidad, cuando el doctor me lo ha dicho es que ni me
lo creía… Pero de verdad que no puedo dejar de pensar en lo que ha sucedido esta
mañana con esa perra… No conforme con humillarte, te ha dejado tirada en la calle,
desvanecida… Eso es denegación de auxilio, ¡podías haber permanecido horas así!
¿Imaginas que llegas a perder el bebé? —gruñó Gary furioso con Kim.
Sandy le acarició la mano con mucho amor y para calmarle le recordó:
—Ya ha pasado todo, cariño. No te hagas mala sangre con eso, lo importante es que
mi vecina me vio, que me han hecho todo tipo de pruebas y que estoy de maravilla…
Gary con unas ansias infinitas de hacer justicia, sacó el teléfono móvil de la chaqueta
de su traje y le anunció a Sandy:
—Esto no va a quedar así, baby. No podemos permitir que Kim siga haciéndonos
daño siempre que quiera… Esta vez ha llegado demasiado lejos y ya va siendo hora de
que alguien la frene…
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Sandy, mientras Gary buscaba un número en la
agenda de su móvil.
—Quiero justicia, y no voy a parar hasta que se haga… —Y tras marcar un número
de teléfono, Gary dijo—: ¿Cooper? Gary Scott al habla…
—¿Cooper? ¿Estás hablando con el padre de Kim? —preguntó Sandy en voz baja
para que Cooper no pudiera escucharla.
Gary le mandó callar y siguió con la conversación:
—Scott, ¿cómo estás? ¿Te has pensado mejor la oferta de la que te hablé?
Cooper hacía poco tiempo que había abierto unas bodegas y buscaba un buen
distribuidor para sus vinos, por eso no hacía mucho que había hablado con Gary para
proponerle hacer negocios juntos.
Gary había declinado la oferta porque no quería saber nada de esa familia, sin
embargo ahora todo cambiaba pues necesitaba a Cooper para impartir su particular
justicia…
—Precisamente te llamo para hacer negocios… Tu hija…
—¿Llamas para pedirme su mano, picarón? ¡No me extraña! Es la chica más bella y
el mejor partido de todo el estado…
—¿Su mano? —replicó Gary a punto de soltar la carcajada.
—Cuando eráis jóvenes no me gustabas ni un pelo porque no tenías donde caerte
muerto, pero ahora que eres un hombre hecho y derecho, todo cambia… Ya sí que estás
preparado para ser un miembro de la familia Cooper…
—Lo que pasa es que a mí la familia Cooper me importa una mierda… —masculló
Gary, muy enfadado.
—¿Cómo dices, Scott? —inquirió Cooper creyendo no haber escuchado bien.
—Que lo único en lo que estoy interesado es en perder a tu hija de vista por un
tiempo largo, por eso tengo algo que proponerte…
—No entiendo nada… —murmuró el viejo Cooper, perplejo.
—Te ofrezco la distribución de tus vinos gratuita por todo el país, a cambio de
mandes a Kim a tus oficinas de Alaska.
Sandy tuvo que taparse la boca con las manos para evitar echarse a reír como una
loca…
—Scott ¿has bebido? ¿Lo que me propones va en serio?
—Yo nunca bromeo con los negocios, Cooper. Mi oferta es en firme, necesito a tu
hija fuera de mi vida y estoy dispuesto a pagar lo que sea.
—Pero ella se ha vuelto a encaprichar de ti, de hecho esta misma mañana me ha
dicho que tenía muchos planes contigo…
—El plan que tenía era poner un cheque en blanco a mi prometida y atosigarla de tal
forma que se ha desvanecido en la calle.
—¿Qué me dices, muchacho?
—No te hagas de nuevas, Cooper, que a ti también se te da muy bien eso de ir
ofreciendo dinero, por no hablar de volar la cabeza de la gente que te sobra.
—Era un padre desesperado, si fueras padre me entenderías… —se justificó el viejo
Cooper.
—Ya, precisamente porque voy a ser padre pronto actúo así. Mi prometida está
embarazada y tu hija la ha dejado tirada en el suelo, denegándole el auxilio, menos mal
que ha salido una vecina y la ha visto…
—Scott no sé de lo que me hablas, mi hija no actuaría jamás de esa forma…
—Tu hija es capaz de eso y de mucho más. Como cuando abortó al hijo que llevaba
en sus entrañas…
—¿Hijo? ¿De qué me estás hablando? —quiso saber el viejo Cooper sin entender
nada.
—Un hijo mío, ella no te lo contó nunca, pero se quedó embarazada de mí y abortó
para poder casarse con Williams…
Cooper que si algo lamentaba era no tener nietos todavía que fueran a heredar su
imperio, bufó muy enojado:
—Vas de farol. Mi Kim jamás haría nada semejante, ella adora los niños…
—Ella adora mucho más la pasta, quería cazar a Williams y para eso tenía que
sacarse el hijo que yo le había hecho…
—Como esto que me estás contando sea verdad, yo mismo voy a ser el que mande a
mi hija a Alaska.
—Es cierto, abortó en la clínica del doctor Shade, puedes ir a confirmarlo cuando
quieras…
—Tú eras un don nadie y entiendo que quisiera un partido mejor, pero ese niño era
un Cooper… ¿Cómo pudo hacer eso con alguien de nuestra sangre?
—Pregúntale a ella, yo solo sé que a mí me arruinó la vida y que ha estado a punto de
hacerlo otra vez. Si mi prometida llega perder el bebé, no sé de lo que habría sido
capaz. Así que celebra todavía la propuesta que te hago…
—Te repito, Scott, que en el momento que confirme que todo esto que me estás
contando es cierto, yo mismo me voy a encargar de llevar por el camino correcto a mi
hija.
—La quiero en Alaska, Cooper…
—Descuida que si todo es como me cuentas, no solo la tendrás en Alaska sino que
me encargaré de que trabaje muy duro hasta que caiga rendida cada noche.
—Eso es lo que tenías que haber hecho con ella hace mucho…
—Sé que la hemos consentido demasiado, pero afortunadamente tiene enmienda…
Vaya si la tiene… Como sea cierto que abortó un hijo que tenía mi sangre, va a fregar
tantos váteres que se le van a poner las rodillas cuadradas…
—Es todo cierto y solo espero que de verdad cumplas con tu palabra. Yo a cambio
de que la mantengas bien alejada de nosotros, me comprometo a distribuir tus
productos…
—Ahora mismo voy a llamar a la clínica donde dices que abortó y después voy a
llamarla para tener una charla muy seria con ella. Te mantendré informado, Scott.
—Aquí estaré, expectante por tener nuevas tuyas…
Capítulo 32
Sandy se quedó mirando a Gary intentando asimilar lo que estaba pasando…
—Ni me puedo creer que vayas a mandarla a Alaska…
—Y con un poco de suerte, mucho antes de lo que pensaba. Cuando el viejo Cooper
certifique que esa zorra abortó al heredero de su imperio, créeme que no va a tener
miramientos con ella. Dice que va a limpiar váteres hasta el aburrimiento… Y créeme,
que le vendrá bien… Esa chica lleva pidiendo a gritos mano dura desde hace mucho…
Cooper fue demasiado laxo con ella y la convirtió en una caprichosa malcriada…
Quién sabe si después de todo, encontrará su camino bien lejos de aquí.
—Ojalá —suspiró Sandy, deseando que así fuera.
Gary se sentó al lado de Sandy y, acariciándole el cabello sedoso, dijo:
—Eres un ángel, baby. Mira que eres buena, todavía le deseas lo mejor a esa zorra
que te ha dejado tirada en la calle y que te ha tratado como a un colilla…
—No soy como ella, Gary. Pero ¿de verdad crees que se va a ir a Alaska porque se
lo diga su padre? No es una cría, es una mujer con una vida propia. Hará lo que le dé la
gana…
—Esa mujer es una cría, créeme, Ralph fue listo y le hizo firmar la separación de
bienes. No le pasa ni un dólar, así que vive de la asignación del viejo Cooper, porque
no ha trabajado en su vida.
—Quizá sea el momento de que lo haga ahora…
—¿Dónde? Ni siquiera terminó el bachillerato, no tiene formación, ni experiencia, ni
ganas de trabajar. ¿Quién va a contratar a semejante paquete?
—Tiene mucho estilo, tal vez en una tienda de moda elegante…
Gary soltó una carcajada y luego dijo convencido:
—Kim jamás trabajará atendiendo a las clases altas de San Diego, sería una
humillación terrible para ella. Se siente una elegida, así que te garantizo que preferirá
Alaska antes de que la vean vendiendo vestidos en cualquier boutique…
—Espero que encuentre su sitio en el mundo…
Gary abrazó muy fuerte a Kim y replicó con los ojos vidriosos de emoción:
—A mí la única que me importa eres tú, y solo sé que quiero a esa zorra muy lejos de
nosotros.
—Yo estoy bien, solo ha sido una bajada de tensión por todo…
Gary cogió la mano de Sandy y musitó muy enamorado:
—Esto que nos ha pasado sé que es muy precipitado, incluso para algunos podría ser
hasta una inconsciencia, pero solo nosotros sabemos cómo sucedió y qué era lo que
estábamos sintiendo. Con todo, si te arrepientes, lo entenderé.
Sandy arrugó el ceño y Gary pensó que estaba preciosa incluso cuando ponía esas
caras:
—¿Arrepentirme de qué?
—Eres muy joven para asumir un compromiso tan grande como es un bebé. Yo seré
un padre implicado y voy a darlo todo si decides seguir adelante, pero quiero que sepas
que tú tienes la última palabra y que respetaré la decisión que tomes, sea la que sea.
Sandy tragó saliva y respiró hondo, porque sabía que lo que Gary le estaba
planteando, con el trauma que tenía por la pérdida del bebé que tuvo con Kim, era algo
muy generoso… Ponía por delante lo que ella tuviera a bien hacer, a sus propios
sentimientos y eso era algo tan noble que sintió más amor que nunca por ese hombre.
—Siempre he tenido muy claro que jamás abortaría, Gary. Es cierto que soy joven,
pero también que tengo dos manos, que soy trabajadora, que estoy estudiando una
carrera y que puedo darle un porvenir a mi hijo. Así que sí, asumo que es un gran reto,
pero siento que estoy capacitada de sobra para hacerle frente. Aparte de lo más
importante, que este bebé —aseguró llevándose la mano al vientre— es el fruto de
nuestro amor y eso es lo más grande que me ha pasado en la vida. ¿Cómo iba a
renunciar a él? Sería como renunciar a nuestro amor y eso sería una auténtica tragedia
para mí. Yo te quiero, Gary… Lo quiero todo contigo. Todo…
Gary la abrazó fuerte, con dos lágrimas corriendo por su rostro, de pura felicidad…
—Me haces tan feliz, baby. Eres un sueño de mujer… Y no vas a estar sola en esta
aventura, voy a cuidar de ti y de nuestro hijo y os juro que jamás os va a faltar nada.
Sandy le besó suave en los labios y susurró también llorando de emoción:
—Ya lo sé, cielo.
—Trabajaré más duro todavía, mi hijo lo tendrá todo… Irá a los mejores colegios,
tendrá caballos, viajará a Europa…
—No hace falta que trabajes más, es imposible… Con lo que tienes ya es más que
suficiente, lo importante es que nuestro hijo crezca contigo de referente al lado, que le
inculques todos esos valores que han hecho de ti el hombre tan extraordinario que
eres…
Gary alzó con los dedos la barbilla de Sandy y, mirándole con ternura a los ojos, le
aseguró:
—Le enseñaré el valor del trabajo, a esforzarse, a pelear duro por lo que se quiere, a
que hay que hacer renuncias y sacrificios, pero no quiero que ni por asomo pase por lo
que yo padecí…
—No, Gary, claro que no…
—Le voy a dar cosas, baby. Le voy dar a manos llenas, lo mejor, siempre lo mejor,
pero no haremos de él un malcriado, ya lo verás. Será un gran hombre también porque
tiene a la mejor madre del mundo…
Sandy se apartó las lágrimas del rostro y susurró:
—Eres un exagerado, Gary Scott.
Gary la besó en la punta de la nariz y luego replicó:
—No, no lo soy. Solo soy un hombre enamorado, nada más que eso…
—Yo también estoy enamorada de ti y aunque nuestra historia sea un tanto especial…
—¿Especial por qué? —preguntó Gary encogiéndose de hombros.
—Tú eras mi jefe gruñón, se supone que no te soportaba y ahora mira, embarazada y
más enamorada que una colegiala…
Gary se echó a reír, mientras acariciaba el cabello de Sandy:
—Eso es lo bonito de la vida, está llena de sorpresas. ¿No crees?
—¡Y tanto! Si me llegan a decir que me iba a pasar esto, jamás lo habría creído.
¿Pero sabes qué? Que en la vida me he sentido tan feliz como en este momento… Sé
que debería estar asustada por la que se me viene encima, pero es justo al revés. ¡Estoy
radiante de felicidad!
Sandy y Gary volvieron a abrazarse fuerte y con los ojos llenos de ilusión y
esperanza por todo lo que estaba por venir, estallaron en carcajadas.
—¡Pues no te cuento cómo estoy yo! Kim me dejó tan trastornado que pensé que
jamás sería capaz de enamorarme, ni de tener una esposa, ni una familia. Es más, estaba
convencido de que eso no sería para mí. Que mi única familia sería siempre mi abuela
y punto.
—¿Te imaginas lo contenta que se va poner cuando sepa la noticia?
—He preferido no decirle nada por teléfono porque algo tan grande tenemos que
comunicárselo en persona. Otra de las razones por las que me alegro de que esto haya
sido tan rápido es porque mi abuela va a poder disfrutar más años de esa criatura.
—Es cierto, Gary. Podíamos haber esperado unos años a tener nuestro primer hijo,
pero si Dios lo ha querido así por algo será. Y una de las razones me temo que tienen
que ver con Dorothy, es mejor ser papás ahora que está de maravilla, que no dentro de
veinte años…
—Dentro de veinte años también te haré un bebé, ya lo verás…
Sandy se echó a reír…
—¿Con más de cuarenta? Y puede que por entonces ya tengamos cuatro o cinco
hijos… Al paso que vamos…
—Siempre he deseado tener familia numerosa, así que ¿por qué no? Somos jóvenes,
estamos sanos y podemos alimentarlos…
—Espera a que tenga el primero y ya vamos hablando… —comentó Sandy, sin parar
de reír.
Capítulo 33
Dorothy recibió la noticia con una alegría inmensa, es más saber que su nieto tenía la
vida completamente encauzada le infundió fuerzas para confesarle, un día de mediados
de septiembre, que su vida también estaba a punto de dar un giro inesperado:
—Tenemos que hablar de algo importante, Gary —le dijo en el desayuno, justo antes
de que Sandy llegara.
De momento, y a pesar de la insistencia de Gary para que se mudara al rancho, Sandy
había decidido seguir viviendo en casa de sus padres, porque ya era todo demasiado
estrés como para añadir una mudanza.
Así que seguía acudiendo como cada mañana al rancho para continuar con la
rehabilitación de Dorothy y por las tardes salía con Gary que cada día llevaba peor no
tenerla en su cama cada noche.
Pero eso era otro asunto…
Ahora lo que importaba era que su abuela estaba a punto de decirle algo importante y
estaba más que asustado, por si se refería a un tema de salud:
—¿Es por el último chequeo en el hospital? ¿Va todo bien, abuela? —preguntó al
tiempo que rezaba para que todo estuviera perfecto.
Dorothy dio un manotazo al aire para quitarle importancia y respondió:
—Claro que sí, tesoro. De salud estoy estupenda, lo que tengo que contarte no tiene
nada que ver con eso.
Gary respiró tranquilo, dio un sorbo a su taza y habló mucho más sereno:
—Lo importante es la salud, abuela. Lo demás… ¡todo puede comprarse con dinero!
Dorothy negó con la cabeza y, con un sonrisita coqueta, musitó:
—Te equivocas, lo más grande que tenemos en la vida no puede comprarse con
dinero.
—¿Te refieres al amor? —inquirió arqueando una ceja—. No, por supuesto que no,
¿pero me quieres decir qué novedad es esa? ¡Llevo queriéndote toda la vida! ¡Y tú a
mí! ¡Eso lo he sabido desde siempre!
—Jajajaja. Pues claro que sí, mi cielo, te adoro con toda mi alma y así será siempre.
Pero lo que tengo que contarte no tiene nada que ver con el amor que te profeso, sino
con el coronel…
Gary dio un respingo en la silla y, muy inquieto, preguntó:
—¿Qué pasa con él?
Dorothy bajó la vista a la mesa y ruborizada como una quinceañera, farfulló:
—Me ha pedido mi mano…
—¿Qué? —replicó Gary revolviéndose el pelo con ambas manos.
—Ayer me llevó a un restaurante precioso junto a la bahía y me pidió que me casara
con él.
—¡Qué bonito! —repuso Gary molesto.
Dorothy que no entendía bien la reacción de su nieto, pues Sandy le había asegurado
que iba a aceptar la relación a las mil maravillas, preguntó:
—¿Estás enfadado?
—¿Tú qué crees? ¡Me tenía que haber pedido la mano a mí!
—¿A ti? —preguntó Dorothy con una mueca muy graciosa.
—Sé que no soy tu padre, pero soy el único hombre de tu familia. Teníamos que
haber hecho una ceremonia formal de pedida y que me hubiera pedido a mí tu mano.
—Por favor, Gary… ¡No seas antiguo! Además, ¿cómo un hombre de la edad del
coronel va a pedir la mano a un crío como tú?
—Ya sé que tú siempre me verás como un niño, pero aquí donde me ves soy todo un
hombre, ya.
Dorothy cogió con cariño la mano de su nieto y, tras darle unos cuantos golpecitos, le
dijo:
—Un gran hombre además, y tienes que saber que el coronel me aseguró que quería
pedirte mi mano, pero yo me negué…
Gary miró a su abuela como si fuera una jovencita rebelde y luego murmuró fingiendo
más enojo del que realmente tenía:
—Muy bonito, señorita…
Dorothy sonrió divertida y le explicó a su nieto:
—Soy una mujer chapada a la antigua y tú bien sabes que me gusta seguir con las
tradiciones, pero con esto de mi boda prefería hacerlo a mi manera. Nuestra relación ha
sido tan especial, Michael lo ha pasado tan mal, me ha esperado tanto tiempo que se
merecía un sí rápido y sincero, cara a cara, los dos solos. ¿Lo entiendes, tesoro?
Gary sonrió, dio un beso cariñoso en la mejilla de su abuela y contestó:
—Perfectamente, abuela. Me habría gustado haber hecho una cena especial en casa o
habernos ido a buen restaurante a celebrar tan buena noticia…
—¿De verdad que te lo parece, querido? —preguntó Dorothy temiéndose que la
respuesta fuera un no.
—No hay nada que más desee en el mundo que tu felicidad y no hace falta más que
ver el brillo que tienes últimamente en los ojos para darse cuenta de que el coronel te
hace muy feliz.
—El mismo brillo que tienes tú, gracias a Sandy… —apuntó Dorothy con una sonrisa
enorme.
—Exactamente, el mismo brillo. Por eso estoy feliz de que el coronel y tú os hayáis
comprometido, es cierto que me habría gustado darle tu mano, pero también es verdad
que debo respetar tus decisiones, abuela.
—Gracias, tesoro. También quiero que sepas que el coronel desea que la boda se
celebre en unas cuantas semanas…
—Vaya si va deprisa…
—Mucho, pero a nuestros años el tiempo vuela y creo que tiene toda la razón…
—No escatimes en nada, abuela. Yo corro con los gastos de todo…
—No hace falta, Michael quiere hacerse cargo, le hace mucha ilusión. Pero a mí
quien me preocupa eres tú…
—¿Yo? ¿Por qué?
—El coronel quiere nos vayamos a vivir a su casa, pero yo no quiero dejarte solo en
este rancho tan grande…
—Yo no estoy solo abuela, ya no… Tengo a Sandy en mi vida y te recuerdo que
espera un hijo mío…
—Ya, pero de momento quiere seguir viviendo en casa de sus padres…
—Tú lo has dicho, de momento, porque han sido demasiadas emociones en muy poco
tiempo, pero su sitio está aquí, junto a mí y ella lo sabe… Solo necesita tiempo y yo
voy a dárselo…
—¿Y no te importa que hasta que ese momento llegue yo me vaya con el coronel?
—No solo no me importa sino que lo celebro, abuela. Me has dado los mejores años
de tu vida, has vivido consagrada a mí, ya va siendo hora de que vivas también tu vida.
Lo entiendo perfectamente…
La abuela terminó su café y llevándose la mano al pecho de la gratitud que tenía le
confesó:
—Estaba tan asustada… Tenía miedo a que tu reacción fuera otra…
—Solo busco tu felicidad, abuela. Y si está al lado del coronel, me parece perfecto.
Es un gran hombre, al que admiro y respeto muchísimo, tú lo sabes. Además le estoy tan
agradecido por todo lo que hizo por nosotros que no concibo mejor compañero para ti.
—Es una persona excelente, Gary, pero yo tenía miedo a que tú no entendieras que a
esta edad el amor también es posible.
—Sandy me ha enseñado tanto sobre el amor que puedo entenderte a la perfección.
—Por eso le pedí que intercediera por nosotros, teníamos tanto miedo a que no
entendieras lo nuestro…
—No tienes nada que temer, abuela. Lo entiendo todo y lo respeto, tienes que vivir tu
vida, ya te has sacrificado demasiado por mí. Se acabaron las renuncias, yo no podría
ser feliz sabiendo que tú estás deseando estar con el coronel.
—Deseo estar con él, cielito. Pero temo a que te lo tomes como un abandono, cuando
no es así…
—Abuela, por favor, que no soy un niño de teta. Sé lo que es amar y sé que eres una
mujer enamorada que desea estar con el hombre que ama. Y lo sé porque yo también
estoy enamorado hasta las trancas de mi Sandy y no hago más que contar los días que
me quedan para poder vivir también junto a ella. Así que no tienes que decirme más, lo
entiendo todo, abuela… Todo…
Capítulo 34
Cinco semanas después tuvo lugar la boda de Dorothy y Michael en los jardines del
rancho de Gary, una boda discreta y muy íntima a la que no asistieron más que los
amigos cercanos.
Después de la ceremonia y tras una comida deliciosa en la que brindaron por la
felicidad de los recién casados, se partió la tarta nupcial y después hubo un baile que
no pudo resultar más divertido.
Gary les deseó lo mejor a su abuela y al coronel al que quería como un padre, y le
pidió que la cuidara siempre…
—Es mi gran tesoro, coronel. Cuídala como oro en paño…
—Más que a mi vida, Gary… —replicó el coronel, cuando el matrimonio ya se
marchaba a descansar después de la intensa jornada.
—Sé que así va a ser y sé que no puedo dejar a mi abuela en mejores manos. Hoy soy
muy feliz…
Dorothy emocionada cogió el rostro de su nieto con las manos y luego susurró:
—Y yo lo soy igualmente, cuando te veo con Sandy… Ojalá me deis pronto la noticia
de que vosotros también os casáis.
Ambos se rieron y luego Sandy dijo:
—Tiempo al tiempo, Dorothy…
—Pero que no sea mucho que no quiero perderme la boda de mi nieto —bromeó la
abuela, justo antes de despedirse.
Luego, Sandy y Gary despidieron al resto de los invitados y cansados también de la
emotiva jornada se fueron al dormitorio donde se tumbaron con las ropas aún puestas.
—¡Lo que agota una boda! —comentó Gary desanudándose la corbata de su chaqué
que le quedaba impecable.
—¡Y eso que no nos hemos casado nosotros! —bromeó Sandy, que llevaba un
precioso vestido entallado rojo que le marcaba la incipiente barriguita.
—Yo me muero por hacerlo… —le dijo Gary, mirándola muy serio.
Sandy pestañeó muy deprisa y, con el corazón latiéndole fuerte, susurró:
—No acabas de celebrar una boda ¿y todavía tienes ganas de ir a por otra?
—Me muero por ir a por ti… —susurró Gary con los labios pegados a los de la
chica.
Luego coló las manos por debajo del vestido de Sandy que se giró para que le
acariciara las nalgas a conciencia.
—Llevo toda la ceremonia mirándote el culo, perdóname por ser un cerdo, pero es la
pura verdad.
Sandy se echó a reír, encantada de que Gary la deseara de esa forma…
—A ti también te queda muy bien el chaqué…
—¿Y no has tenido pensamientos lujuriosos conmigo, señorita Peters?
Gary coló la mano a través de la braguitas para acariciar las nalgas redondas y duras
que tanto le gustaban…
—Alguno que otro… —respondió con coquetería.
—Este vestido me ha vuelto absolutamente loco, llevo horas deseando clavártela
muy hondo…
—Gary, por favor… —susurró mientras Gary introducía el dedo índice en el ano
apretado de la chica, que le miraba con los ojos cargados de deseo.
—Por favor ¿qué? ¿Qué te folle por aquí hasta que grites desesperada?
—Me vuelves loca, Gary. Loca total… —contestó Sandy, en tanto que Gary metía el
dedo hasta el fondo, arrancándole un gemidito a la chica que le puso más duro todavía.
—Me encanta tu culo, baby.
—Sabía que el vestido te iba a gustar a rabiar… —confesó Sandy satisfecha con la
elección.
—He sentido un orgullo inmenso cuando te he visto llegar, tan bella, tan mujer, tan
elegante, con tus pechos altos y redondos, como a mí me gustan, tu culo en sitio,
siempre dispuesto a mis caricias, y tu vientre colmado por mi amor… Me encanta ver
cómo tu tripa crece y crece…
—De momento no ha crecido mucho…
Gary colocó una mano sobre el vientre de Sandy con mucho cariño y sonrió:
—Ya lo hará, baby. Y me harás muy feliz…
Sandy sonrió a la vez que no dejaba de jadear porque Gary seguía estimulándole por
detrás…
—Tú sí que me lo haces a mí…
Sandy puso la mano en la erección durísima de Gary y sonrió más todavía, le
encantaba que su hombre siempre estuviera así para ella.
—Llevo así toda la boda, cielo. Desde que te he visto…
—Mmm. Me encanta, Gary…
A Gary sí que le encantaba esa mujer que se entregaba al placer de esa forma tan
generosa, por eso se desabrochó el pantalón, sacó su erección potente como nunca y
tomándola de las caderas, le pidió:
—Súbete encima, baby. Necesito sentirte muy dentro…
Sandy obedeció porque no había cosa que más deseara que sentir a Gary dentro de
ella, así que se levantó un poco el vestido, apartó la ropa interior y colocó el miembro
duro y sedoso en la entrada de su sexo.
—Quiero hacerlo contigo, Gary…
Sandy se dejó caer poco a poco, hasta que se la clavó hasta el fondo haciendo gruñir
a Gary de puro placer.
—Cómo me gustas, nena. Eres una delicia…
Gary recorrió con las manos la espalda de la chica que se estremeció por la caricia.
Luego, dejó las manos apoyadas en las caderas y comenzó a empujarlas hacia él,
mientras ella comenzaba a cabalgar sobre el pene durísimo que la atravesaba.
El placer era exquisito, sentir a Gary de esa forma era tan intenso que sus pezones
estaban durísimos y su piel entera pedía mucho más.
Gary movía también las caderas para que la penetración fuera más intensa, pero sin
ser tan duro como otras veces dado el estado de Sandy.
Después de estar así un buen rato y cuando la chica estaba a punto de estallar de
placer, Gary colocó un pulgar sobre el clítoris mojado y solo tuvo que estimularlo unas
cuantas veces para provocarle un orgasmo contundente y voraz.
A continuación, la echó a un lado y sin dejar de penetrarla, frente contra frente, piel
con piel, siguieron amándose, entregándose a un placer sin límites que a Gary le tenía la
borde del orgasmo.
—Dámelo, Gary, quiero tu leche… Vamos…
Gary empujó las caderas unas cuantas veces más, arrancando a Sandy gemidos que le
excitaron más todavía y entonces sí que fue irremisible, un chorro contundente llenó por
completo a la chica que se derretía de tanto placer.
Después de correrse, Gary se quedó tumbado al lado de Sandy y susurró feliz:
—Te amo, Sandy.
—Y yo, Gary. Con toda mi alma…
Se besaron apasionadamente y Gary volvió a deslizar la mano hasta la entrepierna de
la chica…
—Me encanta llenar tu vulva con mi leche, baby. Es tan jodidamente sexy…
Sandy gimió de puro gusto, sentir los dedos de Gary en su sexo hinchado era una
auténtica delicia…
—A mí me gusta que esté así… Lleno de ti… Tú me llenas, Gary, por completo.
Gary introdujo el dedo en la vagina de Sandy y luego susurró mientras extendía la
leche mezclada con los fluidos de ella por los pliegues del delicado sexo:
—Y tú a mí, cielo, por completo. Gracias a ti tengo el corazón lleno, como jamás
pensé que lo tendría…
Y Gary siguió con las caricias tan excitantes, que solo tuvo que tocar un poco el
clítoris para hacerla sucumbir a otro orgasmo que la dejó tan exhausta, como feliz y
bella… Porque para Gary, no había mujer en el mundo más bella ni más dulce que
Sandy…
Capítulo 35
Y estaba tan seguro de lo que sentía, que sin postergarlo ni un segundo más y con una
profunda convicción, sacó del cajón de la mesilla de noche un estuche de Tiffany&Co,
lo abrió y, saltando de la cama y clavando una rodilla en el suelo, le pidió:
—Cásate conmigo, baby. Vamos, nena, dime que sí…
Sandy estaba tan nerviosa y emocionada, que se echó a reír como una loca, porque no
concebía una felicidad mayor…
—Dios mío, Gary. ¡Estás loco!
—¡Menuda novedad! ¡Claro que estoy loco! ¡Y solo por ti y el bebé que pronto va a
venir hacernos más felices todavía!
—¡El anillo es precioso! —exclamó Sandy, retirándose una lágrima que le caía por
el rostro.
—Los diamantes son solo un pálido reflejo de tu brillo. Eres preciosa, Sandy, y si me
dices que sí, te prometo que seré un buen marido. Te juro que me esforzaré cada día de
mi vida por ser el mejor… Créeme, baby.
Sandy acarició con ternura el rostro de Gary y luego susurró:
—Esto es increíble… Si hace unos meses me llegan a contar que iba a pasar esto, les
habría dicho que estaban locos de remate… ¡Mi jefe me está pidiendo matrimonio!
—Tu jefe te está pidiendo que seas buena y digas sí… ¡Solo es un sí, Sandy!
—Vaya, si te has tomado en serio eso de que de una boda sale otra —bromeó Sandy.
—Me tomo en serio lo que siento por ti, que es muy grande, lo más grande que me ha
sucedido nunca.
—Siento lo mismo, Gary…
—Y de verdad que no quiero que pienses que te lo pido porque mi abuela se vaya a
vivir con el coronel y lleve fatal lo de quedarme solo. No es eso, baby…
—Ya lo sé, cielo.
—Voy a echar muchísimo de menos a mi abuela, pero no sabes cuánto me alegra
verla feliz. Ella y el coronel se merecen también ser felices y yo soy el primero en
celebrar su unión…
—Se quieren mucho y no hace falta más que mirarles para darse cuenta de ello…
—El coronel es un gran hombre y sé que mi abuela no puede estar en mejores manos.
De verdad que hoy es un gran día para esta familia…
—Sí, que lo es Gary… —susurró Sandy sonriendo dulcemente.
—Y en cuanto a nosotros, sé que las cosas han sucedido de una forma inesperada, sé
que no entraba en tus planes nada de lo que ha pasado. En los míos tampoco, ¿sabes por
qué?
—No, dime… —negó Sandy con la cabeza.
—Porque estaba convencido de que la vida que me había quitado tanto, jamás me
daría la oportunidad de ser tan feliz como lo soy ahora.
—¿Por qué pensabas eso, Gary? —preguntó lamentando que Gary hubiera tenido ese
sentimiento.
—Después de lo de Kim dejé de creer en todo, pero apareciste tú y pusiste mi mundo
patas arriba. Me has hecho cuestionármelo todo, pero sobre todo has hecho que vuelva
a creer en la vida y en el amor. Desde que estás en mi mundo, señorita Peters, siento
que la vida tiene mucho y bueno que depararme, que todo es mucho mejor porque estás
tú… —musitó con los preciosos ojos azules chispeantes de felicidad.
Sandy tomó la mano de Gary con cariño y luego replicó con los ojos llenos de
lágrimas y un nudo en la garganta:
—Tú también haces que mi mundo sea infinitamente mejor, gracias a ti además mi
padre es otra persona. Desde que le has dado un puesto de trabajo ha vuelto a ser el
hombre que era, mi familia parece otra, estamos mucho más serenos, pero sobre todo yo
estoy feliz, Gary. Contigo he descubierto que soy una mujer, que tengo mucho que dar,
que puedo llegar tan lejos como quiera, que si estás tú a mi lado, el cielo es el límite…
Desde que tú estás en mi vida creo mucho más en mí, me siento mucho mejor persona, y
quiero que sepas que si he decidido estar con mis padres estos días ha sido porque
necesitaba poner en orden muchas cosas…
—Lo sé, baby… —susurró Gary, besando suave los labios de su chica.
—Quiero estar contigo a todas horas, pero necesitaba estar un poco en mi espacio
antes de dar el salto…
—No tengas miedo a saltar, nena. Yo voy a estar siempre contigo y te juro que será
bonito, que será divertido y que será muy hot.
Sandy se rió porque desde luego si algo tenía claro era que con Gary jamás iba a
aburrirse… en ninguna de las facetas de su vida.
—¡Te creo completamente, Gary Scott! Contigo es imposible aburrirse, es más cada
día aprendo algo nuevo… Dentro y fuera de la cama…
—Tengo tanto que darte, Sandy…
—Y yo estoy deseando que me lo des, pero ha sido todo tan imprevisible que me
daba hasta vértigo.
Gary bajó la vista al suelo y, con la rodilla un poco dolorida, susurró:
—Si te parece demasiado precipitado lo de la boda, lo dejamos para más adelante.
No quiero que te agobies, nena…
Sandy tomó la barbilla de Gary con los dedos, para que subiera la cabeza y con una
sonrisa enorme, replicó:
—No me agobia pasar el resto de mis días contigo, Gary. Al contrario, no concibo ya
mi vida sin ti, no puedo, es imposible. Es más, ahora no hago otra cosa más que rezar
cada noche para que lo nuestro dure para siempre.
—Así será, baby. Esto es para siempre. Te prometo que voy a trabajar muy duro para
que lo nuestro sea mejor cada día, para que cada mañana cuando te levantes y me veas
te sientas la mujer más dichosa del mundo por haberme escogido.
—Ya me siento así, Gary. Soy muy feliz…
—Pero todavía tengo mucho que mejorar, sé que tengo miles de defectos, pero te
prometo que sabré pulirlos…
—Yo también voy a esforzarme por hacer las cosas bien, pero lo importante es que
nos queremos y que nos aceptamos como somos…
—¿Eso es un sí, baby? Mira que tengo las rodillas ya a punto de que se me trochen…
Sandy se partió de risa y luego bromeó mirando el anillo con curiosidad:
—La verdad es que el anillo es una preciosidad…
—Solo tienes que decir sí y es tuyo. ¡Vamos, baby!
Sandy miró con los ojos llenos de lágrimas a Gary y dijo con contundencia:
—Sí, Gary Scott, quiero casarme contigo.
Sandy tendió la mano a Gary, que la cogió delicadamente y le colocó el anillo en el
dedo anular…
—Encaja a la perfección, como mi corazón en el tuyo…
Sandy sonrió feliz y luego se besaron con pasión mientras los corazones latían con la
fuerza de mil tambores.
—Te amo, Gary, con todo mi corazón.
—Y yo a ti, preciosa.
Gary deslizó la mano hasta el vientre de Sandy que susurró muy emocionada:
—Me gustaría que la boda fuera antes de que mi tripa se ponga enorme…
—¿En dos semanas?
Sandy puso los ojos como platos y luego soltó para cerciorarse de que había
escuchado bien:
—¿Has dicho dos semanas?
—El coronel me ha puesto al día de los trámites y en dos semanas podemos casarnos.
¿Para qué esperar más?
Sandy respiró hondo, sonrió y contestó muy ilusionada:
—Solo tengo que buscar un vestido, buscar un lugar bonito para celebrarlo, un menú
adecuado, una orquesta para bailar hasta tarde… En fin, esas cosas para las que la
gente suele emplear un año…
—Lo haremos en el rancho, no tienes que preocuparte por nada. Y en cuanto al
vestido, elige el que más te guste y no escatimes, que te conozco…
—El otro día pasé con Dorothy por Dior y había un vestido de novia tan bonito que
casi lloramos… Era un sueño, pero yo me conformo con algo mucho más modesto.
Conozco un outlet a las afueras, donde seguro que encuentro alguna ganga…
Gary besó con dulzura la boca de su prometida y susurró con los labios pegados a los
suyos:
—Vete a Dior, compra ese vestido.
—Pero…
Gary colocó el dedo índice sobre los labios de Sandy para mandarla callar:
—Atrévete a soñar, baby. Y no temas despertar, porque siempre voy a estar ahí,
contigo. Siempre…
EPÍLOGO
Dos semanas después, Sandy le dio el sí quiero a Gary en los jardines del rancho que
ese día lucían más espectaculares que nunca, decorados con jarrones de rosas blancas y
guirnaldas de colores.
Gary no pudo reprimir las lágrimas cuando vio aparecer del brazo de su padre a su
prometida, con el maravilloso vestido de Dior que le hacía parecer una princesa de
cuento…
—Estoy a punto de pellizcarme, baby, dime que es cierto que estás aquí… Estás tan
bonita… Eres la novia más bella del mundo…
Sandy, sonrió encantada, estaba preciosa con su vestido de alta costura, sus zapatos
de Prada que parecían casi de cristal, y el pelo suelto cayendo en cascada, sin más
adorno que una coronita de rosas frescas…
—Tú me enseñaste a soñar, Gary. Y aquí estamos… Soy muy feliz, soy la novia más
afortunada del mundo… Estás guapísimo, pareces un príncipe…
Gary llevaba un chaqué hecho a medida con unos zapatos italianos que le quedaban
de fábula. Estaba para caerse de espaldas… Y la verdad era que hacían una pareja
maravillosa, no solo porque fueran guapos y jóvenes, sino porque se les veía
enamorados profundamente.
—Yo sí que soy el hombre más afortunado —susurró Gary al oído de Sandy —,
gracias por hacerme tan feliz, baby.
—Gracias a ti por todo, el vestido, las flores, lo bonito que está el jardín… Dios
mío, Gary, has cuidado todos los detalles…
—Hemos trabajado muy duro, pero todo ha merecido la pena. Quería lo mejor para ti
y…
—Me lo has dado con creces, tú siempre lo das todo y más.
—Tú sí que me lo has dado todo… —musitó Gary, dándole un beso en la mejilla.
—Te quiero, Gary.
—Y yo, mi amor. ¿Te puedes creer que ya estoy pensando en la noche de bodas? —
confesó Gary con una mueca de lo más gamberra.
Sandy sonrió con mucha complicidad, justo en el momento en el que comenzó la
ceremonia que no pudo ser más hermosa.
Se leyeron poemas de amor, el coronel leyó un texto muy sentido sobre la
importancia de los valores sobre los que se fundamenta el matrimonio y Dorothy lloró
como una niña cuando vio cómo su nieto le juraba amor eterno a la dulce Sandy, a la
que quería como una nieta.
La familia de Sandy también estaba muy conmovida con el enlace, porque sabían que
a pesar de que las cosas habían sucedido de una manera un tanto inesperada, jamás
habían visto a Sandy tan feliz.
Y es que era cierto, porque Sandy jamás había sentido tanta felicidad en su vida
como ese día en que el que el hombre que menos imaginaba que sería su marido, le
estaba diciendo sí para siempre…
Pero la vida era así de sorprendente y de maravillosa, y dos personas que en
principio no tenían nada que ver estaban prometiéndose amor eterno para siempre ante
las personas que les querían…
Después vino el beso, el banquete con delicias que enloquecieron a todos y el baile
que abrieron los novios al ritmo de un vals vienés…
—Este vals me trae muchos recuerdos… —comentó Sandy, mientras bailaba feliz
con su ya marido.
—Me temo que va a terminar de la misma forma que aquel día… —bromeó Gary.
—Dime cómo lo haces, Gary…
—¿A qué te refieres?
—A la magia… ¿Cómo haces para que siempre sea especial?
Gary la besó dulce en los labios y musitó feliz:
—Eres tú, baby. Tú eres la que hace que todo sea perfecto…
La fiesta siguió hasta la madrugada, entre bailes, risas y las felicitaciones de todos…
—Estás radiante, amiga. Te deseo todo lo mejor… —le dijo Patt que estaba preciosa
esa noche, con un vestido rojo que tenía encandilados a todos.
—Tú sí que estás guapa, Patt. Tienes alucinado a todo el mundo…
—Sí, pero a mí me gusta el único que pasa de mí.
—¿Quién? —preguntó Sandy, curiosa.
—Ese chico que está hablando con Gary.
Sandy vio que era David Burridge uno de los clientes de Gary y también un buen
amigo…
—Es David, tiene una empresa tecnológica muy potente y es una persona
extraordinaria.
—Parece un poco borde, ¿no?
—Se toma las cosas en serio, tal vez trabaje demasiado, pero es una gran persona.
—Y está buenísimo… —masculló Patt encogiéndose de hombros.
Lo cierto era que David Burridge era uno de los solteros de oro de la ciudad, pero él
pasaba de todas… Vivía por y para el trabajo… Nada más.
—Si quieres te lo presento…
—Es el único tipo que me ha parecido interesante de la fiesta.
—Jajaja. Seguro que es porque pasa de ti…
—No te voy a negar que eso me encanta…
Sandy cogió a su amiga de la mano y la llevó hasta donde estaban los dos hombres
charlando animadamente. Luego hizo las presentaciones y David se quedó gratamente
sorprendido al tener tan cerca a la rubia a la que no había dejado de mirar a hurtadillas
durante toda la ceremonia.
A Patt le estaba pasando algo parecido porque fue sentir la mano fuerte y ancha de
David sobre la suya y estremecerse por completo.
Y como no había que ser muy sagaz para percatarse de que estaban a punto de saltar
las chispas entre ambos, los novios decidieron retirarse a sus habitaciones a
descansar…
A descansar por decir algo, porque esa noche Gary le hizo el amor a su recién
estrenada esposa con más pasión y más amor que nunca…
Y ese solo fue el principio, la primera de las muchas noches que vinieron después y
de las que seguirán viniendo, porque aunque ellos todavía no lo sepan, les espera una
larga y feliz vida por delante…
Los cuatro hijos que tendrán les colmarán más todavía de bendiciones y los doce
nietos que vendrán con el paso de los años, les harán más felices todavía…
Patt vivirá una historia apasionante con David y hasta Kim después de un terrible
purgatorio en Alaska, encontrará su lugar en el mundo junto al jefe más duro que jamás
pudo imaginar…
Pero esas son otras historias…