Lección 03

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Lección 01

UNA ILUMINACION RENOVADA

Efesios 1: 15 Por esta causa también yo, habiendo oído de


vuestra fe en el Señor Jesús,
y de vuestro amor para con todos los santos.
V. 15 Desde que me enteré de su profunda fe en el Señor Jesús
y del amor que tienen por el pueblo de Dios en todas partes.

“Todo aquel que ama, es nacido de Dios y conoce a Dios”, por el contrario
“El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn. 4:7-8).
“Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha
perfeccionado en nosotros” (1 Jn. 4:12).
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues
el que no ama a su hermano a quien ha visto ¿Cómo puede amar a Dios a quien
no ha visto?” (1 Jn. 4:20).
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a
los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte” (1 Jn. 3:14).
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvieres amor los unos con
los otros” (Jn. 13:35).

V. 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria


de vosotros en mis oraciones.
V. 16 no he dejado de dar gracias a Dios por ustedes.
Los recuerdo constantemente en mis oraciones

El apóstol da gracias a Dios, pero los creyentes son el objeto de la acción de


gracias (cf. Ro. 1:8; 2 Co. 1:11; Fil. 1:4).
La necesidad que tiene de orar por la iglesia se pone de manifiesto en el hecho de
que no se trata de una oración ocasional, sino incesante, como lo expresa por
medio de “sin cesar”, literalmente “no ceso”. En otros lugares utiliza siempre
(cf. 5:20; Ro. 1:9s; 1 Co. 1:4; Col. 1:3; 1 Ts. 1:2; 2 Ts. 2:13; Fil. 1:4).

V. 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de


gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el
conocimiento de él,
V. 17 y le pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que les dé sabiduría espiritual y percepción, para
que crezcan en el conocimiento de Dios.

V. 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que


sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
V. 18 Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan
entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó
—es decir, su pueblo santo—, quienes son su rica y gloriosa
herencia.

“La lámpara del cuerpo es el ojo, así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz” (Mt. 6:22).
“Puestos los ojos en Jesús” (He. 12:2).
Jesús es la luz del mundo y Él afirma: “el que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12).
Una visión con “ojo bueno”, producirá un cuerpo lleno de luz, es decir, una vida
que brilla en un mundo en tinieblas.
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que
resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4:6).
Hebreos 6: 18 Así que Dios ha hecho ambas cosas: la promesa y el juramento.
Estas dos cosas no pueden cambiar, porque es imposible que Dios mienta.
Por lo tanto, los que hemos acudido a él en busca de refugio podemos estar bien
confiados aferrándonos a la esperanza que está delante de nosotros.
19 Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a
través de la cortina al santuario interior de Dios. 20 Jesús ya entró allí por
nosotros. Él ha llegado a ser nuestro eterno Sumo Sacerdote, según el orden de
Melquisedec.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a Él,
porque le veremos tal como Él es” (1 Jn. 3:2).
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes,
porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas” (Jos. 1:9).
Esa es la razón por la que podemos ver el presente con seguridad y el futuro
con esperanza que nos permite dar “a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en
triunfo en Cristo Jesús” (2 Co. 2:14).
2 Corintios 2: 14 Así que, ¡gracias a Dios!, quien nos ha hecho sus cautivos y
siempre nos lleva en triunfo en el desfile victorioso de Cristo.
Ahora nos usa para difundir el conocimiento de Cristo por todas partes como un
fragante perfume.

V. 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con


nosotros los que creemos, según la operación del poder de su
fuerza. 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los
muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,
21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y
sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino
también en el venidero; 22 y sometió todas las cosas bajo sus
pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,
23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en
todo.
V. 19 También pido en oración que entiendan la increíble
grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos
en él. Es el mismo gran poder 20 que levantó a Cristo de los
muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios,
en los lugares celestiales. 21 Ahora Cristo está muy por encima
de todo, sean gobernantes o autoridades o poderes o dominios
o cualquier otra cosa, no solo en este mundo sino también en el
mundo que vendrá. 22 Dios ha puesto todo bajo la autoridad
de Cristo, a quien hizo cabeza de todas las cosas para
beneficio de la iglesia. 23 Y la iglesia es el cuerpo de Cristo;
él la completa y la llena, y también es quien da plenitud a
todas las cosas en todas partes con su presencia.

“Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies” (Sal. 110:1).
“Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que
todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra
al Padre que le envió” (Jn. 5:22-23).
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve
contigo antes que el mundo fuese” (17:5).
“Nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble
toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y
toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”
(Fil. 2:9-11).

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