Actividad 1 Fisica Septimo
Actividad 1 Fisica Septimo
Actividad 1 Fisica Septimo
Luna
Había una vez un famoso vector, aburrido porque no se le consideraba el sentido decidió
viajar a la Luna, para ver si ahí, en ese lugar, si habían seres que lo consideraran en
plenitud. Y se encontró con unos enanitos verdes, fortachones y simpáticos, que le hicieron
miles de preguntas acerca de cómo era que en la tierra había seres que no le encontraran
sentido al sentido, siendo que es tan importante ya que si así fuera no se sabría hacia
dónde la Tierra atrae a la Luna o hacia dónde la Luna atrae a la Tierra.
Los enanitos verdes le dijeron al vector: "no te ofendas, pero aquí también hay seres que se
parecen a ti, pero nosotros los llamamos simplemente "flechas", así nadie se confunde". El
vector se miró a sí mismo y se quedó pensando un rato y ¡claro!, dice el vector, si toda la
confusión nace de una tontera, yo nací para deleitar la matemática (un plato de comida muy
rico que se sirve en la Tierra) y bueno llegaron unos que se decían físicos y me empezaron
a utilizar y a usar. Ahí fue cuando algunos, que no eran físicos, no comprendieron mi
naturaleza y no me entendieron y me quitaron parte de mi razón de ser.
Sin embargo, he visto que hasta el terrícola más simple, me utiliza correctamente, muchas
veces ni siquiera me conoce, ni sabe de mi existencia. Permanezco oculto para miles y
miles de personas, grandes, más grandes, chicos y más chicos, sin embargo, me usan y
abusan. Mira enanito verde, por ejemplo: a un niño terrícola lo envía su mamá terrícola a
comprar un crédula (algo nuevo, que recién apareció en el mercado) y le dice: ándate en la
dirección del viento y cuando llegues a la esquina toma el sentido de la aurora boreal pues
ahí está lo que te pido, y el niño entendió muy bien el mensaje y no se perdió.
Yo, como soy un vector, me pongo a reflexionar y digo: si no hubiera un sentido ¿habría
llegado el niño a buscar lo que su mamá le pidió? Ves, hasta un niño puede usarme con
facilidad, no sé por qué ahora, algunos terrícolas grandes me quieren ignorar, esto me
entristece y ya no sé que hacer. El enanito verde le dijo: “no te apenes, verás como aquí en
la Luna te vamos a querer como te mereces” y el vector, muy entusiasmado, se quedó a
vivir en la Luna Y no pasaron más de dos eclipses y ta ta ta tan. Las campanas doblaron el
vector se prendó de la Luna y aceptó vivir con ella para el resto de sus días o para la
eternidad, lo que llegue primero, y así el vector y la luna fueron felices para siempre.
Cuento 2
La Reina Masa y el Señor Peso
Había una vez una Masa que, creyéndose Reina, andaba por casi todas partes del mundo
para que todos la conocieran y supieran lo importante que era. No existía territorio alguno
que no supiera de su existencia. Estaba en todas partes. Por entonces, en una aldea
cercana, surgió sin explicación alguna un señor que se hizo prontamente conocido y llegó a
oídos de toda la gente por todas partes de la tierra. Se hizo llamar el Señor Peso. Fue tanta
su popularidad que la gente lo empezó a usar para muchas cosas de su vida cotidiana.
Las personas cuando iban a la feria le decían al vendedor que le pesaran la fruta y la
verdura. Cuando iban al médico, la enfermera lo primero que hacía era pesarlos. Cuando
jugaban en el parque de entretenciones el que pesaba más ganaba en el juego del
balancín. El Señor Peso pronto se hizo más popular que la famosa Masa y no faltó quien
concertó un encuentro entre ellos y toda la gente se dispuso a verlos y a escucharlos, tal
era la fama de ellos que no hubo reino en la tierra que no estuviera atento a este esperado
acontecimiento. La Masa, cuando vio llegar al Señor Peso no se movió de su lugar
esperando que el recién llegado se acercara a rendirle honores. Por cierto que el Señor
Peso hizo caso omiso de tal situación y se colocó pronto a disposición del moderador, el
famoso y prestigiado animador Gravitón. Gravitón les pidió que se identificaran y dieran a
conocer sus cualidades más atractivas que tenían.
Entonces el Señor Peso dijo: Yo estoy en todas partes de la tierra, la gente me usa para
muchas cosas y, me cambio de ropaje cuando quiero, la gente me valora de diversas
formas, a veces soy más grande otras veces más pequeño. No hay cosa en la Tierra donde
yo no esté. Yo siempre miro hacia abajo, nunca miro hacia el lado ni hacia arriba, ¡no!, la
gente y las cosas se han dado cuenta que no necesito mirar hacia arriba pues nadie más
hay. Le llegó el turno a la Masa y dijo, muy pausadamente: Miren todos, yo sí que estoy en
todas partes, no solo en la Tierra, yo existo en todas partes y más aún, no me ando
cambiando de vestuario, la gente que me conoce en un lugar siempre me verá de la misma
forma, nunca sufrirá un desengaño, yo jamás los defraudo. No importa que vaya al polo o al
ecuador, sigo siendo la misma. Con la humildad que me da el saber que soy la Reina de
toda la naturaleza no necesito andar mirando para abajo, yo miro de frente de costado, para
arriba, para abajo, para todas partes miro yo. El Señor Peso, viendo que la gente que
estaba presente en el encuentro empezó a aplaudir más a la Masa, sacó de entre su ropaje
su bastón de mando, que parecía una flecha, y por más que quería levantarlo no podía, no
dejaba de señalar el centro de la tierra.
La Masa, no podía contenerse de la risa y siguió: El Señor Peso dice que es importante y
popular, más bien lo que sucede es que la gente no se ha dado cuenta de lo enfermizo que
es, se ha hecho conocido por ser un ser de múltiples personalidades, cuando está en esta
ciudad se ve de una forma, pero en otra ciudad del sur o en otra del norte, cambia de
personalidad y se muestra de otra forma. No como yo, insisto, me muestro en todas partes
de la misma forma. Y vieran ustedes lo que le sucede cuando viaja a otro planeta o a
nuestra amada Luna, su forma se va empequeñeciendo e incluso desaparece a cierta
distancia, solo cuando va a llegar a otro lugar nuevamente adquiere una forma visible.
Parece que por sí solo no se puede presentar, parece que su forma depende del lugar
donde se encuentre.
Ya, a estas alturas, el Señor Peso estaba solo escuchando a la Masa, igual como la gente
que había concurrido a este esperado encuentro.
El Señor Peso, continuó la Masa, no puede caminar solo y mirar al frente, quizás no se ha
dado cuenta pero donde él va me encuentra a mí y por más que se sacude no puede
deshacerse de mí, le soy indispensable. No se dejen engañar, a veces él les pide que le
llamen por un seudónimo, el kilogramo, pero ¿no saben que ese es mi apellido? y ¿qué este
que se hace llamar Señor me lo quiere quitar? El Señor Peso quiso pronunciar unas
palabras y sólo alcanzó a decir: “ya ves Masa, que todo el mundo me conoce y me usa más
que a ti...”. Masa lo interrumpió: “claro, pero tú has usado publicidad engañosa, ya es hora
que la gente se de cuenta que en realidad cuando te mencionan, se refieren a mí y no a ti”.
La Masa, dirigiéndose a todos los espectadores: señores y señores, niñas y niños del
mundo, sepan ustedes que yo soy quien está en todas las cosas, independiente del lugar en
que me encuentre, que cuando van a la feria y piden que les pesen la fruta, en realidad
están pidiendo que les den cierta masa de verdura. No confundan mi apellido, el mío es
“kilogramo”, el del Señor Peso es “Newton”. No se dejen engañar con palabras bonitas y
sonantes, la verdad la tengo yo.
Y, con aclamación terminó el encuentro, los aplausos para Masa fueron bastantes, pero
todavía quedaron unos cuantos seguidores del Señor Peso. Al otro día, en titulares de toda
la prensa, escrita, radial, televisiva, números extras de casi todas las revistes, en fin, todos
los medios de comunicación, decían: “La Masa es la Reina de la Naturaleza: La Masa
dominó mejor la situación y pudo demostrar que está en todas partes y no engaña a nadie,
que en todas partes es la misma, sin embargo el Señor Peso tuvo que reconocer que su
existencia dependía de la misma Masa y de estar o no en un Planeta o una estrella o un
satélite”.
A partir del bullado encuentro es que la Masa es reconocida como la Reina de la naturaleza
y el Señor Peso, a petición expresa de la Reina, siguió llamándose así.
Cuento 3
Gravedad
En un lugar muy lejano y cercano a la vez había un hombre que se había hecho conocido
por inventar cosas inútiles. Le llamaban el señor Deschavetado. Un día, viendo que la lluvia
inundaba su entorno y que no tenía cómo impedirlo inventó un dispositivo que hacía que las
gotas de lluvia en vez de caer hacia abajo caían hacia arriba. Los demás hombres
estudiaron y analizaron el nuevo invento del señor Deschavetado y vieron que con ese
dispositivo los aviones se podían elevar más rápido y sin dificultad.
Con el mismo dispositivo, los hombres, hicieron volar vacas y elefantes. Lo usaron con
ellos mismos y empezaron a viajar de un lado a otro sin necesidad de usar el automóvil, ni
los trenes, ni los aviones. Muchas empresas de transporte se fueron a la quiebra con el
invento del señor Deschavetado. Algunos hombres usaron exageradamente el dispositivo y
viajaron a la Luna, otros se equivocaron de rumbo y se perdieron en el espacio. Un día un
afamado hombre, famoso por sus acrobacias en paracaídas fue a hacer una de sus gracias,
pero se dio cuenta que no pudo practicar el paracaidismo. Las alas delta se elevaban y se
perdían sin retornar, los futbolistas no podían patear la pelota sin que saliera de los
estadios.
Un señor que se hacía llamar Gravitón, y que también era un conocido locutor de radio y
televisión, encontró que el nuevo invento del señor Deschavetado era incomprendido y
hacía que la gente se confundiera y también se perdiera en el espacio. Llamó a toda la
población y les invitó a un concurso, aquel que encontrara un dispositivo que anulara el
dispositivo del señor Deschavetado sería premiado con la mano de su hija, la hermosa
Gravedad. Y pasaba el tiempo y la gente no podía ya levantar un pié sobre la Tierra pues
terminaba elevándose en el aire. Los que más se alegraron del invento del señor
Deschavetado fueron los dueños de la única empresa que vendía motores para bajar. Otros
que ganaron con el ya discutido invento fueron los fabricantes de cordeles, pues la gente
tenía que amarrar todas las cosas para que no se les arrancaran hacia arriba.
Los inventores de motores para bajar y cuerdas para amarrar las cosas que suben
reclamaban la mano de la hija de Gravitón, pero el decía: ¡no señores!, el invento debe ser
tal que la gente y las cosas se comporten en forma natural, como siempre solían hacerlo.
Además ustedes inventaron esas cosas para ganar dinero, pensaron solo en como llenar
sus bolsillos y no en cómo hacer feliz a la gente. Y fue entonces que apareció un señor que
se hacía llamar Leydela. Leydela ideó un dispositivo que hacía que todo cuerpo que tuviera
masa se atrajera entre sí. Primero lo aplicó con una manzana que había en un árbol.
Convocó a toda la gente y a todos los medios de difusión para que vieran el uso de lo que
había ideado. Entonces, tomó una tijera, cortó la ramita que sostenía la manzana y, ¡OH
sorpresa!, la manzana cayó para abajo y no para arriba como ya se había hecho normal. El
poder de los inventores de los motores para bajar y de las cuerdas para amarrar era tan
grande que lograron detener la aplicación del invento del señor Leydela durante mucho
tiempo.
Pero, poco a poco la gente se empobrecía y ya no podía comprar motores para bajar y
cuerdas para amarrar. Y nuevamente empezó a perderse gente que se iba al espacio y
otras cosas que seguían el mismo camino. Muchas especies animales empezaron a
extinguirse. Y no sabemos si fue al comienzo o al final de los tiempos cuando por fin la
gente se dio cuenta de que el invento del señor Deschavetado no resultó ser todo lo bueno
que al comienzo se creyó.
La gente al fin pudo saltar sin perderse en el cielo, las vacas dejaron de volar y la lluvia
volvió a mojar la Tierra. Gravitón llamó a Leydela y le entregó la mano de Gravedad en una
hermosa ceremonia. Desde entonces Leydela y Gravedad empezaron a ser conocidos
como Ley de la Gravedad. Y la humanidad volvió a ser feliz. Los inventores del motor para
bajar, rediseñaron el aparato y lo rehicieron como motores para subir. Desde entonces se
han hecho más ricos aún. Ahora, el hombre no puede vivir si no es por la buena acción de
la pareja llamada Ley de la Gravedad. Ley de la Gravedad se hizo tan y tan famosa en todo
el universo, que ahora se le conoce como la Gravitación Universal.
Cuento 4
El reino de la masa
En el reino de la Reina Masa, como ha de suponerse, los habitantes son masas. Hay masas
tan grandes como nuestro Señor Sol, y más grandes aún, también hay masas tan pequeñas
como granos de arena, y las hay más pequeñas aún, hay masas en forma de pelota y
también en forma de cuadrados, hay masas que se mueven y otras que están quietas, hay
masas que se ven y otras que no se ven, en fin, sería muy largo enumerar todos las formas,
tipos y tamaños de las masas del reino. La Reina Masa gobierna sin lugar a dudas el
universo de lo finito y de lo infinito. Es la Sabia Naturaleza la que le ha dado tal misión. Y
ella, la reina, cumple su tarea desde que empezó el tiempo y seguramente lo estará
haciendo cuando el tiempo llegue a su fin. La Reina, para poder realizar su misión tiene a su
princesa: la bella Materia, y ella, tiene a tres de los súbditos más fieles del reino: Electrón,
Protón y Neutrón. Electrón era el más pequeño de los tres, Protón y Neutrón eran muy
parecidos de tamaño.
La princesa Materia, sin perder ni un instante de su existencia envía, de masa en masa del
reino, a sus fieles súbditos Electrón, Protón y Neutrón, para ver el estado en que se
encuentran. Ellos se incorporan a cada una de las masas del universo y prontamente
envían reportes a su ama, la princesa. Al poco tiempo de que Electrón, Protón y Neutrón
empezaron a andar juntos por el reino, empezaron a corretearse unos a otros, no había
quién detuviera sus jugarretas. Electrón siempre quería llegar primero a las distintas masas
que iban a visitar, pero también quería lo mismo Protón, y, a veces, se ponían a discutir.
Neutrón, que era muy amistoso, siempre hacía que Electrón y Protón se reconciliaran y
volvían a las jugarretas.
Un día fueron Electrón, Protón y Neutrón a unas masas extrañas que estaban pegadas en
la Tierra y que tenían unos troncos grandes y se adornaban con lindas hojas que colgaban
de sus ramas. Y no podía ser menos, Electrón, Protón y Neutrón empezaron a corretearse
unos a otros y corrían de rama en rama, de hoja en hoja y con ello lograron que las hojas se
movieran de un lado a otro. Había unas masas móviles que decían que eso era el viento,
pero no sabían que eran los súbditos fieles de la princesa Materia que andaban jugando por
ahí. Otro día, se subieron a una masa larga y angosta, parecía una línea y tenía color
metálico. Protón y Neutrón se marearon y les dio pánico moverse, sin embargo Electrón,
que era el más pequeño y travieso, se puso a correr de un lado a otro, y una masa móvil
grande que se dio cuenta del juego de Electrón, le llamó – al juego – electricidad. Y a
Electrón le gustó el juego, pues podía producir efectos luminosos en unas masas frágiles y
transparentes, que las masas móviles le llamaban ampolletas, y también efectos ruidosos
en unas masas que las masas móviles le llamaban radio.
De entonces que Electrón no puede abandonar el juego y las masas móviles tienen la
electricidad en sus casas. Una vez, Electrón, Protón y Neutrón estaban plácidamente
descansando a la sombra de un árbol y de repente vieron pasar a una masa muy pequeña,
parecía una simple partícula. La partícula iba muy rápida pero no pudo escapar a la buena
vista de los amigos. Y, algo les llamó la atención, la partícula a medida que avanzaba, su
tamaño iba aumentando. Entonces, se paró Electrón y la llamó. Partícula se detuvo
bruscamente volviendo a su tamaño normal. Electrón y sus amigos le preguntaron a qué se
debía que su medida aumentaba mientras se movía. Partícula respondió: “miren yo soy casi
igual a ustedes, pero ocurre que cuando viajo muy, muy rápido, mi cuerpo se infla y se infla,
por eso me ven más grande, lo que me ocurre es relativo, depende de la rapidez con que
me mueva, ustedes podrían experimentar lo mismo si lo hicieran”. Electrón, juguetón como
siempre, hizo la prueba y se dio una vuelta a la Tierra a casi la velocidad de la luz, y cuando
pasó frente a sus amigos y Partícula, que aún no se iba, lo vieron más grande, se detuvo y
volvió a su forma original. Encontró que el juego era muy divertido.
Y, así fue como Electrón, Protón y Neutrón hicieron una amistad enorme con Partícula, que
no estaba en sus planes, y la llamaron “masa Relativa”. Las masas móviles grandes se
dieron cuenta de la existencia de la masa Relativa y la examinaron cuidadosamente y así
lograron comprender mejor algunos secretos del reino de la Reina Masa. Y, bueno, Materia,
la princesa a la cual servían Electrón, Protón y Neutrón, decidió acompañarlos en un viaje
por las masas del reino. Materia, igual que sus súbditos, se empezó a introducir en todos los
cuerpos que tenía el reino de la Reina Masa. Y logró entrar a todos, sin faltarle uno siquiera.
Tanto le gustó a la princesa Materia entrar a las masas que ahora entendía la felicidad
permanente de Electrón, Protón y Neutrón.
Desde entonces se dice que todos los cuerpos del reino de la Reina Masa tienen a la
Materia en su interior. Las masas móviles dicen que un cuerpo tiene masa si en su interior
se encuentra la princesa Materia. Otra cosa que sucedió cuando la princesa Materia se
introducía en los cuerpos del reino de la Reina Masa, es que mientras más entraba en ellos,
más difícil era para las masas móviles el poder moverlos. Las masas móviles se dieron
cuenta que mientras menos se introducía Materia en los cuerpos, más fácil era moverlos del
lugar donde se encontraban. Igual cosa sucedía con masas que se movían, las masas
móviles se dieron cuenta que era más difícil cambiar el movimiento de ellas mientras la
princesa Materia más se introducía en ellos. Una masa móvil le preguntó a la princesa
Materia el por qué sucedía que su entrada a los cuerpos del reino hacía más fácil o más
difícil cambiar el movimiento de los cuerpos.
Y la princesa respondió: “lo que sucede es que yo, cuando entro a una masa, la masa me
confunde con una prima mía, Inercia, entonces, las masas dicen que si Inercia está con
ellos, a ellos les dificulta cambiar el movimiento”. Desde entonces es que las masas
móviles dicen que un cuerpo con Materia en su interior tiene también a Inercia metida en su
interior. A todo esto, Electrón, Protón y Neutrón seguían, ahora con la princesa Materia,
metiéndose en cuánto cuerpo con masa encontraban en su camino. Ha de saberse,
también, que Electrón, Protón y Neutrón tenían innumerables hermanos en el reino de la
Reina Masa, que pertenecían, respectivamente, a las familias de los Electrones, Protones y
Neutrones. Una vez, los amigos Electrón, Protón y Neutrón llamaron a sus hermanos, y se
metieron muchos de ellos en un cuerpo y vieron que el cuerpo se hacía más grande, luego
se metieron unos pocos en otro cuerpo y este cuerpo se hacía más pequeño. Desde afuera
una masa móvil miró la entretención de los amigos y sus hermanos y dedujo: “mientras más
electrones, protones y neutrones tenga un cuerpo, la medida de la masa del cuerpo donde
están se hace más grande”. Y pasó el tiempo y ahora, tanto la princesa Materia como sus
fieles súbditos Electrón, Protón y Neutrón y todos sus hermanos, se introducían a todos los
cuerpos y les iban dando forma y medidas diversas. Las masas móviles, que casi no podían
ver a los hermanos de Electrón, Protón y Neutrón, los confundían con la princesa Materia.
Desde entonces es que las masas móviles dicen que los cuerpos con masa tienen a Materia
en su interior y que, a su vez, la princesa Materia tenía electrones, protones y neutrones. Y,
Electrón, Protón, Neutrón y la princesa Materia, siguen hasta el día de hoy jugando, felices y
unidos, en todas las masas del reino de Reina Masa.