Los Grados de Oración Con Dios
Los Grados de Oración Con Dios
Los Grados de Oración Con Dios
Cuando estas arideces permitidas por Dios se prolongan largo tiempo pue- c) El desaliento, que se apodera de las almas débiles y enfermizas al
de pensarse que el alma ha entrado en la noche del sentido o en alguna otra no comprobar progresos sensibles en su larga vida de oración; o el excesivo
purificación pasiva. Hemos hablado largamente de estas cosas, así como de optimismo de otras muchas que se creen más adelantadas de lo que en reali-
las señales para distinguirlas de la tibieza o voluntaria flojedad (cf. n.212-13). dad están.
d) El apego a los consuelos sensibles, que engendra en el alma una espe-
Los REMEDIOS contra las sequedades o arideces consisten, ante todo, en cie de «gula espiritual» 26, que la impulsa a buscar los consuelos de Dios en
suprimir sus causas voluntarias, principalmente la tibieza y flojedad en el vez de al Dios de los consuelos.
servicio de Dios. Guando son involuntarias, lo mejor es resignarse a los desig- e) El apego excesivo a un determinado método, como si fuera el único
nios de Dios por todo el tiempo que El quiera; convencerse de que la de- posible para el ejercicio de la oración; o la excesiva ligereza, que nos mueve
voción sensible no es esencial al verdadero amor de Dios; que basta querer a prescindir de él o abandonarlo antes de tiempo.
amar a Dios para amarle ya en realidad; humillarse profundamente, recono- Otras muchas ilusiones que padecen las almas en su vida de oración
ciéndose indigno de toda consolación; perseverar, a pesar de todo, en la habrán de ser corregidas por la mirada vigilante de un experto y competente
oración, haciendo lo que aún entonces se puede hacer (fíat, miserere mei...), director espiritual. Sin esta ayuda exterior es casi imposible no incurrir en
etcétera. Y, a fin de aumentar el mérito y las energías del alma, procurar algunas de ellas, a pesar, tal vez, de la buena voluntad y excelentes disposi-
uri'rse al divino agonizante de Getsemaní, que «puesto en agonía oraba con ciones del alma que las sufre.
más insistencia» (Le. 22,44), y llevar la generosidad y el heroísmo a aumen-
tar incluso el tiempo destinado a la oración, como aconseja San Ignacio 24 . Y vamos a pasar a h o r a a otro p u n t o interesantisimo d e la vida
¿No será lícito pedir a Nuestro Señor el cese de la prueba o el retorno de la oración: sus diferentes grados y principales fenómenos q u e les
de la devoción sensible? Sí, con tal de hacerlo con plena subordinación a su
https://www.traditio-op.org/biblioteca/Royo-marin/teologia-de-la-perfeccion-cristiana-tomo_2.pdf
acompañan.
voluntad adorable y se intente con ello redoblar las fuerzas del alma para
servirle con más generosidad, no por el goce sensible que aquellos consuelos
nos hayan de producir. La Iglesia pide en su oración litúrgica de Pentecos-
tés «gozar siempre de las consolaciones del Espíritu Santo» y todos los SECCIÓN 11
maestros de la vida espiritual hablan largamente de la «importancia y nece-
sidad de los divinos consuelos» 25 . Pero téngase en cuenta que el mejor pro- L O S GRADOS DE ORACIÓN
cedimiento—presupuestas la oración y la humildad—para atraerse nueva-
mente los consuelos de Dios es una gran generosidad en su divino servicio
y una fidelidad exquisita a las menores inspiraciones del Espíritu Santo. Las 376. i. I n t r o d u c c i ó n . — A Santa T e r e s a d e Jesús d e b e m o s la
sequedades se deben con frecuencia a la resistencia a estas delicadas insinua- clasificación m á s p r o f u n d a y exacta de los grados de oración q u e se
ciones del divino Espíritu; una generosa inmolación de nosotros mismos nos conoce hasta la fecha. E n su genial Castillo interior va describiendo
las volverá a traer con facilidad. Pero sea que vuelvan en seguida o que se las etapas sucesivas d e la santificación del alma en t o r n o a su vida
hagan esperar, cuide sobre todo el alma de no abandonar la oración ni dis- d e oración. Para la g r a n santa d e Avila, los grados d e oración coin-
minuirla a pesar de todas las arideces y repugnancias que pueda experimentar.
ciden con los de la vida cristiana en su m a r c h a hacia la santidad. E s t e
p u n t o de vista, q u e p u e d e justificarse p l e n a m e n t e p o r la razón t e o -
375. 8. E s c o l l o s q u e se h a n d e e v i t a r . — E n la vida de ora- lógica—la intensidad de la oración coincide con la d e la caridad—,
ción s u r g e n n o pocas dificultades y obstáculos, q u e el alma, ayuda- fué confirmado p o r San Pío X, e n carta al general de los Carmelitas
da de la gracia, d e b e superar; p e r o no se requieren m e n o s tino ni m e - el 7 d e m a r z o de 1914, al decir q u e los grados d e oración enseñados
nos ayudas para no d a r en alguno de sus escollos o peligros. H e aquí p o r Santa T e r e s a r e p r e s e n t a n otros t a n t o s grados de s u p e r a c i ó n y
los principales: ascenso hacia la perfección cristiana J .
Sería, p u e s , a v e n t u r a d o y temerario intentar u n a n u e v a clasifica-
a) La rutina en la oración vocal, que la convierte en un ejercicio pura-
ción. Nosotros v a m o s a seguir las huellas d e la g r a n santa española,
mente mecánico, sin valor y sin vida; o la fuerza de la costumbre en la mental
metodizada, que lleva a cierto automatismo semiinconsciente, que la priva bien persuadidos d e q u e haciéndolo así pisamos t e r r e n o firme y
casi totalmente de su eficacia santificadora. seguro.
b) El exceso de actividad natural, que quiere conseguirlo todo como a
Se ha reprochado a Santa Teresa que insiste demasiado en lo psico-
fuerza de brazos, adelantándose a la acción de Dios en el alma; o la excesiva
pasividad e inercia, que, so pretexto de no adelantarse a la divina acción, no lógico, con perjuicio de lo teológico 2 . Creemos, sin embargo, que esta
hace ni siquiera lo que con la gracia ordinaria podría y debería hacerse. acusación—que tiene, desde luego, un fundamento real—no se puede lan-
26
24 Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche obscura 1,6.
«Asimismo es de advertir que, como en el tiempo de la consolación, es fácil y leve 1
He aquí las palabras del santo Pontífice: «... gradus orationis quod numerantur veluti
estar en la contemplación la hora entera; assí en el tiempo de la dessolación es muy difícil totidem superiores in christiana perfectione ascensus esse...» (cf. D E GUIBERT, Documenta
cumplirla; por tanto la persona que se exercita, por hacer contra la dessolación y vencer las ecclesiastica christianae perfectionis studium spectantia n.636).
t entaciones, debe siempre estar alguna cosa más de la hora cumplida; porque no sólo se avece 2
Cf. DOM STOLZ, O.S.B., Teología de la mística, en el capítulo titulado «Vida de oración
a resistir al adversario, más aun a derrocarle» (Ejercicios Espirituales n.13; cf. n.310). y ascensión mística» P.152SS. (ed. Madrid 1951).
25
Cf. P. ARINTERO, Cuestiones místicas 1,6, donde se recogen gran número de testimonios.
596 P. I I I . DESARROLLO NORMAL D i LA VIDA CRISTIANA L. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 597
zar contra una mujer que no se propuso en sus libros «hacer teología», ore todo las de San Juan de la Cruz, en todo tan conforme con Santa Teresa;
sino únicamente enseñar a sus monjas en lenguaje sencillo y familiar, «como de San Francisco de Sales, del Venerable P. Granada—otro gran maestro
de vieja castellana junto al fuego», el verdadero camino de perfección o sen- de la vida de oración—y de otros muchos antiguos y modernos, que comple-
dero que habían de recorrer para alcanzar las cumbres de la santidad. Falta tarán y redondearán las doctrinas teresianas 6 . En todo caso, no es menester
en ella, naturalmente, la doctrina teológica, especulativa, de principios; se advertir que tendremos siempre delante los grandes principios del Doctor
mueve únicamente en el terreno psicológico y experimental. Pero sus ma- Angélico, con los que tan maravillosamente concuerdan las enseñanzas de
gistrales descripciones concuerdan y se armonizan maravillosamente con los Santa Teresa.
principios teológicos más firmes. Al teólogo profesional corresponde señalar
el entronque y concordancia de ambas cosas; pero de ningún modo puede
prescindir de esos datos experimentales, en los que Santa Teresa aparece 377. 2. Clasificación q u e a d o p t a m o s . — H e aquí en esquema
como maestra consumada. Sus descripciones experimentales no han sido su- la clasificación de los grados de oración p r o p u e s t a p o r la mayoría
peradas hasta ahora absolutamente por nadie—ni siquiera por San Juan de de los autores espirituales en pos de las huellas de Santa T e r e s a , q u e
la Cruz—y nos parece muy difícil que lo puedan ser jamás. vamos a exponer detalladamente en las páginas siguientes:
Ni se diga que Santa Teresa se limita a describir su propia experiencia,
y que, por lo mismo, sus descripciones no tienen valor universal ni pueden i.° O r a c i ó n vocal.
aplicarse a todas las almas. A esto hemos de responder varias cosas: 2° Meditación.
i.» No es enteramente cierto que Santa Teresa se limite a describir su 3.° O r a c i ó n afectiva.
propia experiencia. La Santa conoció y tuvo trato íntimo con gran número 4.° O r a c i ó n de simplicidad.
de almas que caminaban a su lado por los senderos de la vida espiritual. Do- 5.° Recogimiento infuso.
tada como estaba de excepcionales dotes de talento natural y de agudísima
6.° Quietud.
penetración psicológica, se fijó en las reacciones de esas almas, observó cui-
dadosamente sus luchas y dificultades, recibió sus confidencias más íntimas, 7. 0 U n i ó n simple.
examinó sus fenómenos extraordinarios y se aprovechó largamente de todo 8.° U n i ó n extática.
en la redacción de sus obras magistrales. No siempre se refiere a ella misma 9. 0 U n i ó n transformativa.
cuando dice; «Yo conocí un alma...; me dijo una vez un alma que lo había
experimentado bien...», etc. Pocos, poquísimos maestros de la vida espiri- L o s tres p r i m e r o s grados pertenecen a la vía ascética, q u e com-
tual y directores de almas han tenido a su disposición tantos datos y de tan p r e n d e las tres primeras moradas del Castillo interior; el cuarto se-
alto valor como los que logró reunir Santa Teresa en el trato directo con las
ñala el m o m e n t o de transición de la ascética a la mística, y los otros
almas.
cinco p e r t e n e c e n a la vía mística, q u e comienza en las cuartas mora-
2. a Nadie más enemigo que Santa Teresa de clasificaciones estrechas y
de «libros muy concertados» 3 . Ella misma nos advierte al comenzar su Cas- das y llega hasta la c u m b r e del castillo (santidad c o n s u m a d a ) . El paso
tillo interior o libro de Las Moradas que «no hemos de entender estas mora- de los grados ascéticos a los místicos se hace d e u n a m a n e r a g r a d u a l
das una en pos de otra, como cosa enhilada... Porque las cosas del alma e insensible, casi sin darse cuenta el alma, como veremos a m p l i a m e n -
siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza... Esto im- te en su lugar. Son las etapas fundamentales del c a m i n o de la p e r -
porta mucho a cualquier alma que tenga oración, poca o mucha, que no la fección, q u e van sucediéndose con espontánea naturalidad, p o n i e n -
arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los d o claramente de manifiesto la unidad de la vida espiritual y la abso-
lados, pues Dios la dio tan gran dignidad; no se estruje en estar mucho luta normalidad de la mística, a la que todos estamos llamados, y a la
tiempo en una pieza sola» 4 . Y un poco más adelante nos dice: «Por eso digo
que no consideren pocas piezas, sino un millón; porque de muchas maneras q u e llegarán de h e c h o todas las almas q u e n o p o n g a n obstáculo a la
entran almas aquí...» 5 acción de la gracia y sean e n t e r a m e n t e fieles a las divinas m o c i o n e s
De manera que las moradas teresianas, según proclama la misma Santa, del Espíritu Santo.
no constituyen departamentos estancos e irreductibles. Caben en ellas in- 6
El lector que quiera más abundante información sobre las principales clasificaciones
finidad de matices y pueden caminar por ellas holgadamente todas las almas de los grados de oración propuestos antes y después de Santa Teresa, puede encontrarla en
que aspiren a la perfección, cualquiera que sea el camino particular por don- RIBET, La mystique divine t.l c í o y en el P. ARINTERO, Grados de oración a.6.
de el Espíritu Santo las conduzca. Pero como punto de partida para una cla-
sificación ordenada y metódica de los principales grados y manifestaciones
de la vida de oración en sus líneas fundamentales, nos parece que las des-
cripciones de Santa Teresa son de un precio y valor incalculable por llegar
hasta las raíces más hondas de la psicología humana común a todas las almas.
Por estas razones, nosotros vamos a seguir a la gran Doctora Mística con
escrupulosa fidelidad. Esto no quiere decir que dejemos de aprovechar al
paso las'preciosas enseñanzas de otros grandes místicos experimentales, so-
3
4
Cf. Camino 21,4.
Moradas primeras 11,8.
5 loid., 11,12.
598 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
L. I I . C. 3, LA VIDA DB ORACIÓN 699
E s admirable la correspondencia e n t r e esta doctrina del A n g é - afecto de la caridad, de d o n d e tiene su origen, la oración d e b e ser
lico y la de Santa T e r e s a de Jesús. L a insigne monja castellana p a r e - p e r m a n e n t e y continua, p o r q u e el influjo actual o virtual de la cari-
ce salir de las aulas d e u n a facultad de Teología c u a n d o escribe con d a d ha de alcanzar a t o d o el conjunto d e n u e s t r a vida; y en este sen-
tido, t o d o cuanto hacemos estando en gracia de Dios y bajo la in-
galanura inimitable:
fluencia de la caridad p u e d e decirse q u e es oración. Pero, considerada
«Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este cas- en sí m i s m a y en c u a n t o tal, la oración n o p u e d e ser continua, ya
tillo es la oración y consideración; no digo más mental que vocal, que como q u e h e m o s d e vacar a otros m u c h o s negocios indispensables. A h o r a
sea oración ha de ser con consideración. Porque la que no advierte con quién bien: la cantidad de u n a cosa cualquiera h a d e ser p r o p o r c i o n a d a al
habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, fin a q u e se ordena, como la cantidad d e medicina q u e t o m a m o s es
aunque mucho menee los labios. Porque aunque algunas veces sí será aunque ni más ni m e n o s q u e la necesaria para la salud. D e d o n d e hay q u e
no lleve este cuidado, más es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese concluir q u e la oración d e b e d u r a r t o d o el t i e m p o q u e sea m e n e s -
de costumbre hablar con la majestad de Dios como hablaría con su esclavo, ter p a r a excitar el fervor interior, y n o más. C u a n d o rebase esta m e -
que ni mira si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene aprendido
dida d e tal forma q u e n o p u e d a continuarse sin tedio n i fastidio, h a
por hacerlo otras veces, no la tengo por oración, ni plegué a Dios que ningún
cristiano la tenga de esta suerte» n . de cesar la oración. Y esto ha de tenerse en cuenta n o sólo en la ora-
ción privada, sino t a m b i é n en la pública, q u e d e b e d u r a r c u a n t o sea
D e m a n e r a q u e la oración vocal p a r a q u e sea p r o p i a m e n t e ora- menester para excitar la devoción del p u e b l o , sin causarle tedio ni
ción es menester q u e sea atenta. L a atención actual sería la mejor, y a aburrimiento.
conseguirla a toda costa h a n de enderezarse los esfuerzos del alma 1 2 .
P e r o al m e n o s es indispensable la virtual, q u e se ha puesto intensa- De esta luminosa doctrina se desprenden las siguientes consecuencias
m e n t e al principio d e la oración y sigue influyendo en t o d a ella a prácticas:
pesar d e las distracciones involuntarias q u e p u e d a n sobrevenir. Si 1. a No es conveniente multiplicar las palabras en la oración, sino in-
sistir sobre todo en el afecto interior. Nos lo advierte expresamente el Señor
la distracción es p l e n a m e n t e voluntaria, constituye u n verdadero p e -
en el Evangelio: «Cuando orareis no habléis mucho, como los gentiles, que
cado de irreverencia, q u e , según el D o c t o r Angélico, i m p i d e el fruto piensan serán escuchados a fuerza de palabras. No os asemejéis a ellos,
de la oración (83,13 ad 3). pues vuestro Padre conoce perfectamente las cosas que necesitáis antes de
que se las pidáis» (Mt. 6,7-8). Ténganlo en cuenta tantos devotos y devotas
b) PROFUNDA P I E D A D . — E s la segunda condición, c o m p l e m e n - que se pasan el día recitando plegarias inacabables, con descuido acaso de
taria de la anterior. C o n la atención aplicábamos n u e s t r a inteligen- sus deberes más apremiantes.
cia a Dios. C o n la piedad p o n e m o s en contacto con El el corazón y 2. a No se confunda la prolijidad en las fórmulas de oración—que debe
cesar cuando se haya logrado el afecto o fervor interior—con la permanen-
la voluntad. Esta piedad profunda envuelve y s u p o n e u n conjunto
cia en oración mientras dure ese fervor. Esto último es convenientísimo y
de virtudes cristianas d e p r i m e r a categoría: la caridad, la fe viva, la debe prolongarse todo el tiempo que sea posible, incluso varias horas, si es
confianza, la h u m i l d a d , la devoción y reverencia ante la Majestad compatible con los deberes del propio estado (cf. 83,14 ad 1, 2 et 4). El
divina y la perseverancia (83,14). E s preciso llegar a recitar así n u e s - mismo Cristo nos dio ejemplo de larga oración, pasando a veces en ella las
tras oraciones vocales. N o hay inconveniente en d i s m i n u i r su n ú m e - noches enteras (Le. 6,12) e intensificándola en medio de su agonía de Get-
semaní (Le. 22,43), aunque sin multiplicar las palabras, sino empleando
r o si n o nos es posible recitarlas t o d a s en esta forma. P e r o lo q u e en
siempre la misma breve fórmula: «fiat voluntas tua».
m o d o alguno p u e d e admitirse es convertir la oración en u n acto m e -
3. a Como el fin de la oración vocal es excitar el afecto interior, no he-
cánico y sin vida, q u e n o tiene ante Dios mayor influencia q u e la q u e mos de vacilar un instante en abandonar las oraciones vocales—a no ser que
p o d r í a n tener esas m i s m a s oraciones recitadas p o r u n gramófono o sean obligatorias—para entregarnos al fervor interior de la voluntad cuando
cinta magnetofónica. M á s vale u n a sola avemaria bien rezada q u e éste ha brotado con fuerza. Sería un error muy grande querer continuar en-
u n rosario entero con voluntaria y continuada distracción. Esto nos tonces el rezo vocal, que habría perdido ya toda su razón de ser y podría
estorbar al fervor interior 13 .
lleva a plantear la cuestión del t i e m p o q u e ha d e d u r a r la oración
vocal.
381. 4. L a s f ó r m u l a s d e o r a c i ó n v o c a l . — E s imposible sobre
este asunto dar n o r m a s fijas q u e t e n g a n valor universal p a r a todas
380. 3. D u r a c i ó n d e la o r a c i ó n vocal.—Santo T o m á s se
13
plantea expresamente este p r o b l e m a al p r e g u n t a r «si la oración ha He aquí cómo expone esta doctrina ti dule» SAK FRANCISCO DE SALES: «Si, haciendo
de ser m u y larga» (83,14). Contesta con la clarividencia d e siempre, oración vocal, sentís vuestro corazón atraído y convidado a la oración interior o mental, no
rehuséis hacerlo así, mas dejad vuestro corazón inclinarse dulcemente de ese lado y no os
estableciendo una distinción. E n su causa—dice—, esto es, en el preocupéis poco ni mucho de no haber terminado las oraciones vocales que teníais intención
de recitar: porque la oración mental que habéis hecho en su lugar es más agradable a Dios
ll y más útil a vuestra alma. Exceptúo el oficio eclesiástico, sí estáis obligado a decirlo, porque
< Moradas primeras 1,7.
12 en este caso es preciso cumplir el deber» (Vida devota p.?.* e l n.a).
Véase lo que hemos dicho al hablar de la purificación activa de la memoria y de la
i maginación (cf. 11.193-94), Que e s muy conveniente para evitar las distracciones en la oración.
602 P. I I I . DESARROLLO -NORMA!, Dií LA VIDA CRISTIANA
l. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 603
las almas. C a d a u n a ha d e seguir el impulso interior del Espíritu
Santo y emplear las fórmulas q u e más exciten su fervor y devoción, «Es cosa clara que lo primero que hay que desear es el fin; y después,
los medios para llegar a él. Ahora bien: nuestro fin es Dios. Y hacia El tien-
o no emplear n i n g u n a d e t e r m i n a d a si e n c u e n t r a la paz h a b l a n d o sen- den nuestros afectos de dos maneras: la primera, en cuanto queremos la
cillamente con D i o s c o m o u n niño p e q u e ñ o con su p a d r e . Objetiva- gloria de Dios; la segunda, en cuanto queremos gozar de ella. La primera
m e n t e h a b l a n d o , es i n d u d a b l e q u e las mejores fórmulas son las q u e pertenece al amor con que amamos a Dios en sí mismo; la segunda corres-
la Iglesia nos p r o p o n e en su liturgia oficial. T i e n e n u n a eficacia espe- ponde al amor con que nos amamos a nosotros en Dios. Y por eso la pri-
cial para expresar los deseos de la Esposa d e Cristo y recibir la in- mera petición del Padre nuestro es santificado sea tu nombre, por la cual pe-
fluencia colectiva de los m i e m b r o s todos de su C u e r p o místico. Las dimos la gloria de Dios; y la segunda es venga a nos tu reino, por la cual
fórmulas m á s conocidas y familiares son precisamente las d e más pedimos llegar a la gloria de su reino, esto es, alcanzar la vida eterna».
h o n d o contenido y profundidad. N o hay n a d a comparable al P a d r e
nuestro, el avemaria, el credo, la salve, el Gloria, el Ángelus, las ora- C o m o se ve, las dos p r i m e r a s peticiones del P a d r e n u e s t r o n o
ciones d e la m a ñ a n a y d e la noche, la bendición d e la mesa, las pa- p u e d e n ser m á s sublimes. E n la p r i m e r a p e d i m o s la gloria d e D i o s ,
labras q u e p r o n u n c i a m o s al hacer la señal de la cruz, al acercarnos o sea, q u e todas las criaturas reconozcan y glorifiquen (eso significa
a comulgar, el acto de contrición y la confesión general. El rezo del aquí santificar) el n o m b r e d e Dios. T a l es el fin último de la crea-
rosario, t a n p r o f u n d o y sencillo al m i s m o t i e m p o , constituye t a m - ción: la gloria de Dios, o, m á s exacta y teológicamente, Dios mismo
bién u n a d e las plegarias favoritas del p u e b l o cristiano deseoso de glorificado p o r sus criaturas. Esta gloria d e Dios constituía la obse-
h o n r a r a M a r í a y recibir d e ella su bendición maternal. N o p o d e m o s sión d e todos los santos. E n la c u m b r e d e la m o n t a ñ a de la santidad
d e t e n e r n o s en exponer esas preciosas fórmulas d e oración, p e r o es se lee s i e m p r e e indefectiblemente el rótulo q u e p u s o San J u a n d e la
forzoso q u e h a g a m o s u n a excepción con la más excelente y sublime C r u z e n lo alto de s u Monte Carmelo: «Sólo m o r a e n este m o n t e la
de todas: el P a d r e n u e s t r o , llamado t a m b i é n «oración dominical» h o n r a y gloria d e Dios». El yo h u m a n o , t e r r e n o y egoísta, ha m u e r t o
por h a b e r b r o t a d o de los labios m i s m o s del divino R e d e n t o r . definitivamente.
P e r o D i o s h a q u e r i d o e n c o n t r a r su propia gloria en nuestra p r o -
pia felicidad. N o solamente n o se nos p r o h i b e , sino q u e se nos manda
382. 5. E x p o s i c i ó n del P a d r e n u e s t r o . — S a n t o T o m á s p r e -
desear n u e s t r a propia felicidad e n Dios. P e r o ú n i c a m e n t e en segundo
g u n t a en u n artículo d e la Suma Teológica «si están b i e n puestas las
lugar, en perfecta subordinación a la gloria d e Dios, en la m e d i d a y
siete peticiones del P a d r e nuestro» (83,9). C r e e m o s q u e la m a r a -
grado d e su beneplácito divino: «buscad primero el reino de Dios y
villosa doctrina q u e expone al contestar afirmativamente hace de
su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura» ( M t . 6,33). Al
ese artículo u n o de los m á s sublimes y profundos de su obra i n m o r -
pedirle a D i o s el advenimiento de su reino sobre nosotros, le p e d i -
tal, verdadero alcázar de la Teología católica.
mos e n realidad la gracia y la gloria p a r a nosotros; o sea, lo más gran-
H e aquí la doctrina del Santo, con algunas ampliaciones p a r a fa- d e y sublime q u e p o d e m o s pedir después de la gloria d e D i o s .
cilitar su plena inteligencia a los n o versados en Teología.
D e s p u é s del fin principal y secundario hay q u e desear, lógica-
Comienza Santo T o m á s diciendo q u e la oración dominical es
m e n t e , los medios para alcanzarlo. Sigamos escuchando a Santo T o -
perfectísima, ya q u e en ella se contiene t o d o c u a n t o h e m o s de p e -
más:
dir y en el o r d e n m i s m o con q u e hay q u e pedirlo. H e aquí sus pa-
labras: «Al fin que acabamos de decir nos puede ordenar algo de dos maneras:
directa o indirectamente 14. Directamente (per se) nos ordena el bien que sea
«La oración del Señor es perfectísima; porque, como dice San Agustín, útil al fin. Y este bien puede ser de dos maneras: primaria y principalmente,
si oramos recta y congruentemente, nada absolutamente podemos decir que no nos ordena al fin el mérito con que merecemos la bienaventuranza eterna
esté contenido en esta oración. Porque como la oración es como un intérprete obedeciendo a Dios, y por esto se ponen aquellas palabras: hágase tu volun-
de nuestros deseos ante Dios, solamente podemos pedir con rectitud lo que tad en la tierra como se hace en el cielo; secundaria e instrumentalmente, todo
rectamente podemos desear. Ahora bien: en la oración dominical no sólo se aquello que puede ayudarnos a merecer la vida eterna, y para esto se dice:
piden todas las cosas que rectamente podemos desear, sino hasta por el orden el pan nuestro de cada día dánosle hoy. Y esto es verdadero tanto si se entiende
mismo con que hay que desearlas; y así esta oración no sólo nos enseña a del pan sacramental, cuyo uso cotidiano es muy provechoso al hombre (y en
pedir, sino que informa y rectifica todos nuestros afectos y deseos». el que se sobrentienden todos los demás sacramentos), como si se entiende
del pan material, significando con ese pan todas las cosas necesarias para
A continuación comienza el Angélico la exposición del P a d r e vivir; porque la Eucaristía es el principal sacramento, y el pan material es
nuestro. Para e n t e n d e r el p r i m e r párrafo conviene t e n e r presente el principal alimento».
lo q u e ya dejamos explicado al comienzo de esta obra, a saber: q u e
el fin último y absoluto de la vida cristiana es la gloria de Dios, y el C o m o se ve, después de haber p e d i d o lo relativo al fin principal
fin secundario o relativo es nuestra propia perfección y felicidad y al secundario, se empieza i n m e d i a t a m e n t e a pedir lo relativo a los
(cf. n.11-12). E s c u c h e m o s ahora a Santo T o m á s : 14
El Santo emplea la fórmula escolástica per se y per accidens, que en nuestro caso puede
traducirse muy bien por directa e indirectamente.
604 P. I I I . DESARROLLO NORMA! DE LA VIDA CRISTIANA L. I I . C. 3 . LA VIDA DE ORACIÓN 605
Pero en absoluto se puede hacer en cualquier lugar 4 2 que convide L. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 617
al recogimiento y concentración del espíritu. La soledad suele ser la Se comprende que, si el tiempo es demasiado corto, apenas se hará otra
mejor compañera de la oración bien hecha. Jesucristo la aconseja cosa que despejar la imaginación y preparar el corazón; y cuando se está ya
•expresamente en el Evangelio; y es útil no sólo para evitar la vani- preparado y debiera empezar el ejercicio, se deja. Por esto con razón se acon-
dad (Mt. 6,6), sino también para asegurar su intensidad y eficacia. seja que se tome, para hacer oración, el más largo tiempo posible; y mejor
En ella es donde Dios suel~ hablar'al corazón (Os. 2,14). fuera darle una sola vez largo tiempo, que en dos veces poco tiempo cada una.
«¿Sería bueno hacer la oración ante los espectáculos de la naturaleza: Sin embargo, los antiguos monjes solían hacer breves pero fre-
•sobre las montañas, a la orilla del mar, en la soledad de los campos? Hay cuentes e intensas oraciones 47 , que encajaban muy bien con el ha-
que responder que lo que para unos es conveniente, representa para otros bitual recogimiento de la vida monástica.
un obstáculo. Las disposiciones particulares y la experiencia deben señalar
;aquí la regla de conducta»43, El Doctor Angélico enseña—como ya vimos—que la oración
debe durar todo el tiempo que el alma mantenga el fervor y devo-
389. c) POSTURA.—La postura del cuerpo tiene una gran im- ción, debiendo cesar cuando no pueda continuarse sin tedio y con-
portancia en la oración. Sin duda es el alma quien ora, no el cuerpo; tinuas distracciones 48 . Pero téngase cuidado con no dar oídos a la
pero, dadas sus íntimas relaciones, la actitud corporal repercute en tibieza y negligencia, que encontrarían fácil pretexto en esta norma
el alma y establece una especie de armonía y sincronización entre para sacudir el penoso esfuerzo que requiere casi siempre la oración.
las dos. Huelga, finalmente, advertir que la oración, cualquiera que sea su
En general, conviene una postura humilde y respetuosa. Lo ideal duración, no puede considerarse como un ejercicio aislado y desco-
es hacerla de rodillas, pero esta regla no debe llevarse hasta la rigidez nectado del resto de la vida. Su influencia ha de dejarse sentir a todo
o exageración. En la Sagrada Escritura hay ejemplos de oración en lo largo del día embalsamando todas las horas y ocupaciones, que
todas las posturas imaginables: de pie (Iudith 13,6; Le. 18,13); sen- han de quedar impregnadas del espíritu de oración. En este sentido
tado (2 Reg. 7,18); de rodillas (Le. 22,41; Act. 7,60); postrado en —advierte el Angélico en el mismo lugar—, la oración ha de ser conti-
tierra (3 Reg. 18,42; Iudith 9,1; Me. 14,35), y hasta en el lecho nua e ininterrumpida. Mucho ayudará a conseguir esto la práctica asi-
(Ps. 6,7). dua y ferviente de las oraciones jaculatorias, que mantendrán a le-
Evítense, cualquiera que sea la postura adoptada, dos inconve- targo del día el fuego del corazón. Pero, sea como fuere, hay que con-
nientes contrarios: la excesiva comodidad y la mortificación excesiva. seguirlo a todo trance si queremos llevar una vida de oración que:
La primera, porque, como dice Santa Teresa, «regalo y oración no nos conduzca gradualmente hasta la cumbre de la perfección cris-
se compadecen» (Camino 4,2); y la segunda, porque una postura ex- tiana. Sin vida de oración sería escasísimo el fruto que reportaríamos.:
cesivamente penosa e incómoda podría ser motivo de distracción y de media hora diaria de meditación aislada.
aflojamiento en el fervor, que es lo principal de la oración.
«¡Triste enfermedad—lamenta Tissot—esa del aislamiento!... Esta re-
390. d) DURACIÓN.—La duración de la oración mental no glamentación mecánica, perversión materialista de la regularidad, hace de
puede ser la misma para todas las almas y géneros de vida. El prin- la vida como una suerte de armario lleno de cajoncitos. A tal hora abro uno
de éstos, el de la meditación; le dedico media hora, y lo cierro, y por hoy
cipio general es que debe estar en proporción con las fuerzas, el basta. Luego abro otro, el del rezo; por tres cuartos de hora, y vuelvo a
atractivo y las ocupaciones de cada uno. Puestos a concretar, San cerrarlo. Y así con los demás ejercicios y ocupaciones; cada uno de ellos
Alfonso de Ligorio dice que no se imponga a los principiantes más tiene su cajoncito. Los ejercicios de piedad vienen a quedar de esta suerte
de media hora diaria, y que se vaya aumentando el tiempo a medida aislados en aquella parte del día a ellos dedicada y separados del curso de
que crezcan las fuerzas del alma 44 . San Francisco de Sales, escribien- la vida; y sólo ejercen en el alma esa momentánea influencia, si es que ejer-
do especialmente para las personas del mundo y las de vida activa, cen alguna... El conjunto de mi vida resulta descosido y sin unidad».
pide una hora 45 , y lo mismo San Ignacio en sus Ejercicios (n.13). Los Y más adelante añade: «La invasión del formulismo aislador en ninguna
que escriben más especialmente para religiosos reclaman de hora y parte ha sido más funesta que en la meditación... Confinándola a una media
hora, se hará este ejercicio para tener la satisfacción de haberlo hecho; y
media a dos horas diarias 46 con guardar mejor o peor el tiempo reglamentario, creerá uno haber cum-
42
«Quiero que los u m b r e s oren en todo lugar» (i Tim. 2,8). Recuérdese la conversación plido, y se dará por terminada la oración, sin que ésta apenas tenga eco en
de Cristo con la samaritana a propósito de adorar al Padre en cualquier sitio, con tal de que lo restante del día y sin saber casi lo que es la vida de oración. Encerrando
sea 4«en
3
espíritu y en verdad» (lo. 4,20-24). y aislando de esta manera la meditación, se ha llegado a matar la contem-
44
RIBET, ibid., c.32 n.4. plación...
«Incipiat ergo confessarius introducere animam in orationem. Ab initio non plus quam
mediae horae spatium assignet, quod deinde crescente spiritu, plus minusve augebit» (Pra- En otro tiempo—lo acreditan las reglas de las órdenes antiguas—, los
xis confess.
45
c.Q n.123). fieles eran menos exclusivistas y menos formulistas; cuidaban más de la uni-
Vida devota p.2. a e l n.3.
4
' SANTA TERESA: «Siquiera dos horas cada día» (Vida 8,6); FR. LUIS DE GRANADA, Ora- dad de los ejercicios y de la circulación de la vida en todos los actos de pie-
ción v meditación I c í o n.6. 47
Cf. SAN BENITO, Regula 20.
"8 Cf. 11-11,83,14-
I,. II. C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 619
618 P. III. DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
Ignacio, que da tanta importancia a la parte intelectual, no favorece el trán-
dad... Como el alma cristiana vivía de la liturgia, la vida iba progresiva- sito a la oración afectiva como el método franciscano, que ya desde sus
mente transformándose en un estado de meditación continua, que por fin principios resta importancia al entendimiento para dársela al corazón» 50 .
llegaba a la contemplación. Si la media hora de oración que hoy acostum-
bran a tener todas las almas deseosas de santificarse estuviera menos aislada; ¿Cuándo d e b e hacerse el tránsito? H a y q u e evitar dos escollos:
si en vez de ser una pieza suelta, como otra cualquiera, y yuxtapuesta a ella, d e m a s i a d o p r o n t o o d e m a s i a d o t a r d e . C r e e m o s , sin e m b a r g o , q u e
tendiese a ser como el resumen, el alma y el corazón de todo el día; si la e n la práctica p u e d e n evitarse fácilmente, si se tiene cuidado en ir
sangre de los otros ejercicios y actos diarios viniese a vivificarse aquí; si en simplificando la meditación d e u n a m a n e r a lenta, insensible, sin es-
vez de hacerla salir tan exclusivamente de un método, a veces muy conven- fuerzo ni violencia alguna. N o se e m p e ñ e el alma e n provocar vio-
cional, y de libros superficiales procurásemos hacerla brotar de las entra-
ñas del alma y de la vida ordinaria; si ella fuera la que pusiese en acción el l e n t a m e n t e afectos hacia los q u e n o se siente impulsada n i con fuer-
oficio, la misa, las oraciones, los incidentes y todas las ocupaciones del día zas p a r a ello; p e r o entregúese a ellos dócilmente si siente el atractivo
y de la vida, llevando y dirigiendo todo esto a Dios; si por ella aprendiése- d e la gracia, sin p r e o c u p a r s e poco n i m u c h o d e recorrer los p u n t o s
mos a leer en nuestra vida la acción de Dios sobre nosotros, a verle en sus o m o m e n t o s de su a c o s t u m b r a d a oración discursiva. D e este m o d o ,
relaciones vivas con nuestra alma..., y en vez de confinarse en su media con suavidad y sin esfuerzo, evitando toda violencia, se hará el t r á n -
hora tendiese a invadir todos los momentos del día, creando en el corazón sito de la meditación a la oración afectiva, q u e acabará por reducir
como una necesidad de volver a sumergirse, de vez en cuando, algunos ins- a su m í n i m a expresión, c u a n d o n o a suprimirlo del todo, el previo
tantes en plática fervorosa con Dios, entonces sería más eficaz y más fácil; trabajo del e n t e n d i m i e n t o discursivo.
nos costaría mucho menos y nos aprovecharía mucho más. El aislamiento lo
mata todo, pero en ninguna cosa daña tanto como en la oración» 49 .
Lo que nunca puede darse es una oración pura y exclusivamente afectiva
sin ningún conocimiento previo. La voluntad es potencia ciega, y sólo puede
lanzarse a amar el bien que el entendimiento le presenta 5 1 . Pero acostum-
TERCER GRADO DE ORACIÓN: LA ORACIÓN AFECTIVA brado el entendimiento por las meditaciones anteriores a encontrar fácil-
mente ese bien, se lo presentará cada vez con mayor prontitud a la volun-
tad, proporcionándole la materia de la oración afectiva,
Santa Teresa no emplea esta expresión en ningún lugar de sus obras,
pero habla claramente de ella (Vida 13,11) y ha sido unánimemente acep-
tada por todas las escuelas de espiritualidad cristiana. Uno de los primeros 392. 2. P r á c t i c a d e la o r a c i ó n a f e c t i v a . — N o s p a r e c e n m u y
en emplearla fué Alvarez de Paz en su obra De inquisitione pacis (1617), acertados los siguientes consejos del P. Crisógono 5 2 :
inspirándose en el jesuíta catalán Antonio Cordeses (1518-1601).
i.° No suspender el discurso antes de que haya brotado el afecto. Sería
391. 1. N a t u r a l e z a . — L a oración afectiva es aquella en la que perder el tiempo en una necia ociosidad y fomentar una ilusión peligro-
predominan los afectos de la voluntad sobre el discurso del entendimiento. sísima.
E s como u n a meditación simplificada en la q u e cada vez va t o m a n d o 2. 0 No forzar los afectos. Cuando no broten espontáneos o se hayan;
m a y o r p r e p o n d e r a n c i a el corazón p o r encima del previo trabajo dis- extinguido, volver a excitarlos suavemente por el discurso, pero nunca que-
cursivo. C r e e m o s , p o r lo m i s m o , q u e n o hay diferencia específica rer mantenerse en uno más de lo que él dé de sí.
3. 0 No tener prisa por pasar de unos afectos a otros. Es el extremo con-
•entre ella y la meditación, como la hay entre ésta y la contemplación. trario al anterior. Se expondría el alma a perder el fruto del primero y a no
Se trata, repetimos, d e u n a meditación simplificada y orientada al conseguir luego el segundo, como el que deja una presa segura por otra
corazón; nada m á s . Esto explica q u e el tránsito de la u n a a la otra incierta.
se haga de u n a m a n e r a gradual e insensible, a u n q u e con m á s o m e - 4. 0 Procurar ir reduciendo y simplificando progresivamente los afec-
n o s rapidez o facilidad, según el t e m p e r a m e n t o del q u e la ejercita, tos. Al principio no importa que sean muchos, para que la falta de intensi-
e l esfuerzo q u e ponga, la educación recibida, el m é t o d o e m p l e a d o dad sea suplida por el número; pero, a medida que el alma va adelantando,
y otros factores semejantes. conviene irlos reduciendo hasta llegar, si es posible, a la unidad. Así la in-
tensidad será mayor.
«Hay espíritus—advierte con razón el P. Crisógono—que por su natural
entrañable y afectuoso llegan muy pronto a poder prescindir casi comple- 393- 3 ' V e n t a j a s d e e s t a oración.—Psicológicamente h a b l a n -
tamente del discurso porque una ligera reflexión excita suficientemente los d o , esta oración representa u n verdadero alivio p a r a el alma, q u e vie-
afectos. Otros, en cambio, de carácter frío y enérgico, necesitan que vaya n e a disminuir la r u d a labor de la meditación discursiva. Pero m u -
siempre por delante el discurso reflexivo, y aun así, no son los afectos nu- c h o más i m p o r t a n t e s son las ventajas espirituales q u e reporta. L a s
merosos; con frecuencia cada afecto exige un nuevo discurso. Estas almas principales son:
necesitarán evidentemente más tiempo y más ejercicio que las anteriores
para llegar a la oración afectiva. Finalmente, hasta el método seguido en la 5 0 Compendio de ascética y mística p.2.* c.2 a.5.
meditación influye eficazmente en esto. Así, por ejemplo, el método de San 5» Cf. I-II,9,l.
52 O.C., ibíd.
49
Cf. La vida interior simplificada p.3.* 1.2 c.3-4.
620 P. I I I . DESARROLLO NORMAL. DE LA VIDA CRISTIANA 1. I I . C. 3 . LA VIDA DE ORACIÓN 621
a) U n a u n i ó n m á s í n t i m a y p r o f u n d a c o n D i o s , efecto infali- el alma a la oración afectiva habitual, ya nunca tendrá necesidad de volver
b l e del ejercicio d e l amor, q u e n o s va acercando cada vez m á s al a la meditación. Jamás ocurre esto ni siquiera a las almas que han logrado
remontarse hasta la cumbre de la perfección. Hablando de las almas que han
objeto a m a d o .
logrado escalar las séptimas moradas, Santa Teresa de Jesús escribe expre-
b) U n desarrollo p r o p o r c i o n a d o d e todas las virtudes infusas, samente: «No habéis de entender, hermanas, que siempre en un ser están
ya q u e , estando e n conexión c o n la caridad, crecen todas a la vez estos efectos que he dicho en estas almas, que por eso, adonde se me acuer-
c o m o los dedos d e u n a m a n o 5 3 . da, digo lo ordinario; que algunas veces las deja Nuestro Señor en su na-
c) Suele p r o d u c i r consuelos y suavidades sensibles, q u e si el tural, y no,parece sino que entonces se juntan todas las cosas ponzoñosas
alma sabe explotarlos, sin apegarse d e s o r d e n a d a m e n t e a ellos, le ser- del arrabal y moradas de este castillo para vengarse de ellas por el tiempo
virán d e g r a n estímulo y aliento para la práctica d e las virtudes cris- que no las pueden haber a las manos» 55 . Pues si esto sucede a veces a las
tianas. almas llegadas a la plena unión con Dios, ¡cuánto más ocurrirá a las que
no han logrado trascender ni siquiera las fronteras de la ascética en la
d) E s u n a excelente preparación p a r a la oración d e simplicidad oración afectiva! Es menester en estos casos luchar contra la ociosidad y
y p r i m e r a s manifestaciones d e la contemplación infusa. distracciones, haciendo lo que se pueda con los recursos de la simple medi-
tación u oración discursiva. Lo contrario sería dar de bruces en una actitud
394. 4. O b s t á c u l o s e i n c o n v e n i e n t e s . — P e r o t a n preciosas perezosa y quietista que abriría la puerta a todo un mundo de ilusiones.
ventajas p u e d e n verse c o m p r o m e t i d a s p o r ciertos inconvenientes
contrarios. H a y q u e evitar cuidadosamente sobre t o d o : 395. 5. F r u t o s d e esta o r a c i ó n . — H a y u n a n o r m a infalible
para j u z g a r d e la legitimidad o b o n d a d d e la oración: examinar los
a) E L ESFUERZO VIOLENTO para producir los afectos. El alma debe con- frutos. E s la n o r m a s u p r e m a del discernimiento de los espíritus, como
vencerse de que el verdadero fervor reside en la voluntad, no en la sensi- dada p o r N u e s t r o Señor Jesucristo ( M t . 7.16). E l fruto d e la oración
bilidad. Hay algunos que creen hacer un acto intensísimo de amor de Dios
afectiva n o p u e d e medirse p o r la intensidad d e los consuelos sensi-
apretando fuertemente los puños y encendiendo su rostro hasta la conges-
tión al mismo tiempo que lanzan la exclamación amorosa. No es esto. Sin bles e n ella experimentados, sino p o r la mejora y perfeccionamiento
tanto aparato ni espectacularidad se puede llegar a un acto perfectísimo con manifiesto d e l conjunto d e la vida. L a práctica cada vez m á s intensa
sólo rectificar y elevar de plano los motivos del mismo, o sea, haciéndolo d e las virtudes cristianas, la p u r e z a d e intención, la abnegación y d e s -
llana y simplemente por glorificar a Dios en plan de puro amor, aunque no precio d e sí m i s m o , el espíritu d e caridad, el c u m p l i m i e n t o exacto d e
nos reportara a nosotros ninguna utilidad ni ventaja. Son los motivos cada los deberes del propio estado y otras cosas semejantes n o s d a r á n el
vez más puros y elevados los que dan tanto precio a los actos más insigni- índice d e la legitimidad d e n u e s t r a oración. «Lo d e m á s s o n lagrimi-
ficantes de los santos.
llas q u e se evaporan, suspiros q u e se desvanecen e n la. atmósfera»
(P. CRISÓGONO).
b) E L CREERSE MAS ADELANTADO en ía vida espiritual de Ío que en rea-
lidad se está. Hay almas que, al sentir su corazón lleno de dulces emocio-
nes y al ver la facilidad y prontitud con que les brotan del alma los actos de
amor de Dios, se creen poco menos que en los confines del éxtasis. Cuan C U A R T O GRADO D E ORACIÓN: LA ORACIÓN D E SIMPLICIDAD
falsa sea su apreciación, se comprueba sin esfuerzo pocos minutos después
de terminada su oración, cuando empiezan sin escrúpulo a faltar al silencio, 396. 1. E l nombre.—El primero en emplear esta expresión fué Bos-
a criticar a fulanito, a despachar mal y de prisa las obligaciones de su estado, suet 5 6 , pero el modo de oración designado con este nombre ya se conocía
•cuando no las omiten totalmente, etc., etc. El verdadero adelanto en la anteriormente. Santa Teresa habla de ella con el nombre de oración de re-
vida espiritual consiste en la práctica cada vez más seria y perfecta de las cogimiento activo o adquirido 57 , en contraposición al recogimiento infuso, que
virtudes cristianas, no en las dulzuras que se puedan experimentar en la constituye el primer grado de contemplación manifiestamente sobrenatural
oración, que a tantas ilusiones se prestan. o mística 58 .
55
c) L A GULA ESPIRITUAL 54 , que impulsa a buscar en la oración afectiva Moradas séptimas 4,1.
5
6 A él al menos se atribuye generalmente el opúsculo Maniere courte et facile pour faite
la suavidad de los consuelos sensibles en vez de estímulo y aliento para la Voraison en foi et de simple présence de Dieu, pero su autenticidad no es del todo cierta (cf.
práctica austera de las virtudes cristianas. Dios suele castigar este afán POURRAT, Spir. Chrét. 4 [1926] p.164 n.). Por ío demás, el célebre obispo de Meaux debió
egoísta del alma sensiblera retirándola sus consuelos y sumergiéndola en la de aprender esa expresión de las religiosas de la Visitación—a las que trataba íntimamente—,
puesto que aparece ya en las Respuestas de Santa Juana de Chantal que vieron ía luz pública
aridez y sequedad más desoladoras para que aprenda a rectificar la inten- en 1629, o sea, dos años después del nacimiento de Bossuet.
57
ción y vea por experiencia lo poco que vale cuando Dios se le retira. Habla de ello largamente la Santa en varios pasajes de sus obras, sobre todo en el
Camino de perfección c.28ss. Y que es recogimiento activo o adquirido, lo dice claramente
cuando escribe: «Entended que esto no es cosa sobrenatural, sino que está en nuestro querer
d) L A DEJADEZ Y PEREZA del alma, que la impulsa a una estéril ociosi- y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada, ni podemos
dad cuando faltan los afectos por no molestarse en volver a los discursos de de nosotros tener un buen pensamientos (ibid., 29,4).
la simple meditación. Es una ilusión muy grande pensar que, una vez llegada 58 Habla de él la Santa —entre otros lugares—en las Moradas cuartas (c.3), y lo distin-
gue claramente del adquirido con estas palabras: «Y no penséis que es por el entendimiento
53 Cf. 1-11,66,2. adquirido, procurando pensar dentro de sí de Dios, ni por la imaginación, imaginándole en
sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda sobre verdad, que lo es
' 4 Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche 1,6.
622 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
L. I I . C. 3 . LA VIDA DE ORACIÓN 623
Otros muchos autores la llaman oración de simple mirada, de simple pre-
sencia de Dios o de simple visión de fe. s i m a m e n t e a la contemplación infusa, q u e comienza a alborear e n la
A partir del siglo XVII, los Carmelitas, y con ellos muchos autores, em-
pezaron a llamarla contemplación adquirida 5 9 . Creemos que la innovación oración d e simplicidad. H a y e n ella elementos a d q u i r i d o s e infusos
en la nomenclatura constituyó un verdadero desacierto, que ha dado origen q u e se mezclan y entrelazan e n diversas proporciones. Si el alma es
a multitud de confusiones y errores. San Juan de la Cruz y Santa Teresa fiel, los elementos infusos se irán i n c r e m e n t a n d o progresivamente
jamás emplean esa expresión, y es extraño que la mantengan los que más hasta llegar a prevalecer del t o d o . D e esta forma, sin violencia n i e s -
empeño debían mostrar en conservar la terminología de los dos sublimes fuerzo, casi insensiblemente, el alma irá saliendo d e la ascética p a r a
Reformadores del Carmen. Nosotros, que no tenemos inconveniente en ad- entrar d e lleno e n la mística, como p r u e b a evidente d e la unidad de
mitir la realidad del fenómeno designado con esa palabra—es sencillamente la vida espiritual, o sea, d e un solo camino de perfección q u e empieza
la oración de recogimiento adquirido de Santa Teresa, que coincide entera- e n las p r i m e r a s manifestaciones ascéticas (oración vocal, m e d i t a -
mente con la de simplicidad de Bossuet—, renunciamos a emplear esa des- ción) y acaba e n las c u m b r e s d e la mística (unión transformativa) sin
afortunada expresión, que ninguna ventaja ha traído y sí grandes confusio-
nes y trastornos. la m e n o r violencia, t r a s t o r n o o solución d e continuidad.
398. 3 . P r á c t i c a d e e s t a o r a c i ó n . — P r e c i s a m e n t e p o r su m i s -
397. 2. N a t u r a l e z a . — L a oración d e simplicidad fué definida
m a simplicidad, n o cabe e n esta oración u n m é t o d o p r o p i a m e n t e d i -
p o r Bossuet c o m o una simple visión, mirada o atención amorosa hacia
c h o . T o d o se r e d u c e a mirar y amar. P e r o p u e d e n ser útiles algunos
algún objeto divino, ya sea Dios en sí mismo o alguna de sus perfeccio-
consejos s o b r e el m o d o d e conducirse e n ella. Helos aquí:
nes, ya sea Nuestro Señor fesucristo o alguno de sus misterios, ya otras
verdades cristianas 60.
a) A N T E S D E LA O R A C I Ó N . — C u i d e el a l m a d e n o a d e l a n t a r s e
-a la hora d e Dios. M i e n t r a s p u e d a discurrir y s a q u e fruto d e la m e -
Como se ve, se trata de una oración ascética extremadamente simplifica- ditación ordinaria, n o intente paralizar el discurso. Caería e n u n a
da. El discurso se ha transformado en simple mirada intelectual; los afectos
variados, en una sencilla atención amorosa a Dios. La oración continúa sien- l a m e n t a b l e ociosidad, q u e Santa T e r e s a n o d u d a e n calificar d e ver-
do ascética—el alma puede ponerse en ella cuando le plazca después de haber d a d e r a bobería 6 1 .
adquirido el hábito de la misma—, pero ya empieza a sentir las primeras Evite t a m b i é n el extremo contrario. N o se aferré a la meditación,
influencias de la oración infusa, para la que la oración de simplicidad es n i siquiera a la m u l t i t u d d e actos d e la oración afectiva, si nota cla-
excelente disposición. L o dice expresamente Bossuet inmediatamente des- r a m e n t e q u e su espíritu gusta d e p e r m a n e c e r e n atención amorosa
pués de las palabras de la definición que acabamos de subrayar. H e aquí sus a Dios sin particular consideración n i multiplicación d e actos. Santa
propias palabras: T e r e s a sale al paso d e los q u e califican d e ociosidad y p é r d i d a d e
«El alma deja entonces el discurso, y se vale de una dulce contemplación, t i e m p o este d u l c e reposo e n D i o s , diciendo: «Luego les parece es
que la mantiene en dulce sosiego y atención y la hace susceptible de las ope- p e r d i d o el t i e m p o , y tengo yo por muy ganada esta pérdida» (Vida
raciones e impresiones divinas que el Espíritu Santo le quiere comunicar; tra-
13,11). Y San J u a n d e la C r u z lanza terribles anatemas contra los d i -
baja poco y recibe mucho; su trabajo es grato, y no por eso deja de ser fructuo-
so; y como cada vez se llega más de cerca a la fuente de donde manan la rectores ignorantes q u e t r a t a n d e m a n t e n e r a las almas a t o d a costa
luz, la gracia y las virtudes, recibe más y más de ella» (ibid.). e n los procedimientos discursivos haciéndolas «martillar c o n las p o -
tencias» y estorbándolas el sosiego y la p a z e n D i o s 6 2 .
P o r d o n d e aparece claro q u e la oración d e simplicidad señala
exactamente el tránsito de la ascética a la mística, d e la a d q u i r i d a a la b) D U R A N T E E L L A . — H a y q u e t e n e r e n c u e n t a algunas n o r m a s
oración infusa. E l m i s m o Bossuet n o s h a b l a — e n el texto c i t a d o — p a r a sacar el m á x i m o r e n d i m i e n t o d e esta forma d e oración. H e aquí
d e u n a dulce contemplación q u e el alma comienza a recibir y la h a c e las principales:
susceptible d e las impresiones del Espíritu Santo. Ello alude clarí-
1. a Conviene que el alma tenga preparada de antemano una materia
estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que esto cada uno lo puede hacer determinada como si se tratara de una simple meditación, sin perjuicio de
con el favor del Señor se entiende todo). Mas lo que digo es en diferente manera; y que algunas abandonarla inmediatamente si el atractivo de la gracia así lo pide. Nada per-
veces, antes que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé deremos con haber hecho esa preparación aunque el Espíritu Santo nos lleve
por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor» (n.3).
59 Que la llamada contemplación adquirida—cuya expresión material era conocida desde a otra materia distinta, y, en cambio, podríamos perder mucho—permane-
antiguo y la empleó Molinos—coincide con la oración de simplicidad de Bossuet, lo decla- ciendo en la ociosidad—sino sintiéramos el atractivo especial de la gracia ha-
ran expresamente sus más devotos partidarios. Véase, por ejemplo, el P. Crisógono en su
Compendio de ascética y mística (p.2. a c.3 a.3), donde, después de describir las dos fórmulas 61
He aquí sus palabras: «Si su Majestad no ha comenzado a embebernos, no puedo
de contemplación adquirida que él admite, escribe textualmente: «A estas dos formas se re- acabar de entender cómo se pueda detener el pensamiento de manera que no haga más daño
ducen las llamadas oraciones de simple mirada, de presencia de Dios y de simplicidad, que que provecho... Mas si este Rey aún no entendemos que nos ha oído ni nos ve, no nos hemos
no son más que una cosa con nombres distintos» (p.136 1.a ed.). Lo mismo declaran expresamente de estar bobos, que lo queda harto el alma cuando ha procurado esto...» (Moradas cuartas
el P. D E GUIBERT en su Theologia Spiritualis n.251 y el P. POULAIN en su Des gráces d'orai- 3,4-5).
son c.2 n.8. 62
Cf. Llama 3,43; cf. ibid., n.30-62. Aunque el Santo habla propiamente del reposo
<>0 Maniere courte... n.3. de la contemplación infusa, puede aplicarse lo que dice, proporcionalmente, a la oración
de sencillez.
624 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA L. I I . C. 3 . LA VIDA DE ORACIÓN 625
cia una materia determinada 63. Pero procúrese que esa preparación sea muy 399. 4. V e n t a j a s . — L a s ventajas q u e señalábamos a la oración
sencilla: el simple recuerdo de un misterio de la vida de Cristo, un texto de afectiva sobre la meditación (cf. n.393) h a y q u e trasladarlas aquí c o -
la Sagrada Escritura, una breve fórmula de oración, etc.
2. a Procure el alma mantener la atención amorosa a Dios con suavidad rregidas y a u m e n t a d a s . A s í como la oración afectiva es excelente dis-
y sin violencia, pero luchando contra las distracciones y el embobamiento posición p a r a la d e simplicidad, ésta lo es p a r a la contemplación in-
ocioso. Ayúdese, si es preciso, de la imaginación y multiplique los actos afec- fusa, d e la q u e ya comienza a participar. E l alma, c o n m e n o s trabajo
tivos si el espíritu se distrae o disipa fácilmente cuando se le quiere sujetar y esfuerzo, consigue resultados santificadores m á s intensos. T o d o el
a uno solo. Y si no basta esa multiplicidad de afectos, eche mano sin vacilar conjunto d e la vida s u b e d e plano y se va perfeccionando y simpli-
del discurso de la razón. Precisamente por su misma simplicidad es muy di- ficando cada vez m á s . E s q u e — n o lo p e r d a m o s n u n c a d e vista—cada
fícil permanecer mucho tiempo en este modo de oración; habrá que hacer nuevo grado d e oración representa u n n u e v o avance e n el c o n j u n t o
frecuentes excursiones a la oración afectiva y aun a la simple meditación para
evitar las distracciones o la pérdida de tiempo. Pero hágase todo con suavi- d e toda la vida cristiana, c o m o declaró e x p r e s a m e n t e San P í o X
dad y sin violencia, sacando en cada momento el mayor partido que se pueda, (cf. n.376), y se c o m p r e n d e q u e tiene q u e ser así p o r la m i s m a n a -
y no más. Mientras la voluntad permanezca unida a Dios en atención amorosa turaleza d e las cosas.
confusa y general, déjesela tranquila a pesar de las distracciones involunta-
rias. Únicamente cuando estas distracciones extinguieran del todo la aten- 400. 5. O b j e c i o n e s . — C o n t r a la oración d e simplicidad se
ción amorosa de la voluntad habría que reanudarla con los procedimientos p u s i e r o n a n t a ñ o algunas objeciones, q u e ya están d e l t o d o desacre-
"'indicados. ditadas y resueltas; p e r o b u e n o será recordarlas b r e v e m e n t e .
3. a N o se desanime el alma por las sequedades. La oración de simpli-
cidad está muy lejos de ser una oración siempre dulce y sabrosa. Precisa- Objeción i. a —«Es una pérdida de tiempo y una puerta abierta a la ocio-
mente por representar el tránsito de la oración ascética a la mística, en ella sidad».
comienzan las sequedades y arideces de la noche del sentido. Hemos hablado
largamente en otro lugar de la conducta que debe observar el alma en esta Solución.—A Santa Teresa de Jesús le parecía lo contrario (cf. Vida
dolorosa prueba (cf. n.213). 13,11), y la experiencia diaria en la dirección de las almas confirma plena-
mente su criterio. Lo que ocurre es que a veces «se ponen» en oración de
simplicidad—nunca tan bien empleado el nombre en su sentido peyorativo—
c) D E S P U É S D E LA O R A C I Ó N . — N o se olvide q u e el fruto d e la almas ilusas que están muy lejos de encontrarse en ese grado de oración. Pero
oración se h a d e t r a d u c i r e n u n a mejora general del conjunto d e la entonces acháquense los inconvenientes a la bobería de esas almas o a la in-
vida cristiana. T o d a ella h a d e e x p e r i m e n t a r la benéfica influencia experiencia de sus directores, no a la oración en sí misma, que es excelente
d e la oración d e simplicidad. Y como la gracia t i e n d e cada vez m á s y altamente santificadora.
a simplificar n u e s t r a c o n d u c t a hasta reducirla a la u n i d a d e n el amor, Objeción 2. a —«Concretar la atención en una idea fija y en un solo afecto
h e m o s d e fomentar esta t e n d e n c i a h u y e n d o d e t o d o a m a n e r a m i e n t o es romperse la cabeza y violentar el corazón».
y complicación e n nuestras relaciones c o n Dios y c o n el prójimo. Solución.—Si el alma no está preparada para ello, estamos completamente
de acuerdo. Pero si lo está, lejos de ser un ejercicio violento, es incompara-
«Esa simplificación—advierte oportunamente Tanquerey 6 4 —se extiende blemente más sencillo y fácil que el de la meditación discursiva y el de la ora-
muy pronto a todo nuestro vivir.» «El ejercicio de esta clase de oración, dice ción afectiva multiforme y variada. Todo está en no adelantarse a la hora de
Bossuet, ha de comenzar desde que despertamos, haciendo un acto de fe en Dios ni retrasarse cuando ha sonado ya.
Dios, que está en todas partes, y en Jesucristo, cuya mirada jamás se apar- Objeción 3.a—«Siempre es más perfecto hacerse violencia».
tará de nosotros aunque nos halláramos en lo más escondido del centro de Solución.-—Es completamente falso. Santo Tomás enseña que la mera
la tierra». Continúa durante todo el día. Aun ocupados en nuestros queha- dificultad de una acción no aumenta su mérito a no ser que se ponga mayor
ceres ordinarios, nos unimos con Dios, le miramos y le amamos. En las ora- amor en realizarla 65. y C on esa violencia nos exponemos, además, a parali-
ciones litúrgicas y en las vocales cuidamos más de la presencia de Dios que zar la acción del Espíritu Santo, que quiere mantener al alma sosegada y tran-
del sentido de las palabras y procuramos manifestarle nuestro amor. El exa- quila para comenzar a comunicarle la contemplación infusa 66,
men de conciencia se simplifica; con una mirada rápida echamos de ver las
65
faltas apenas cometidas y nos dolemos al punto de ellas. El estudio y las obras 11-11,27,8 ad 3; cf. I-II,U4,4 ad 2; 11-11,123,12 ad 2; 155,4 ad 2; 182,2 ad 1; 184.
exteriores de celo las hacemos con espíritu de oración, en la presencia de 8 ad 6.
66
Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche I,io n.5-6 y en otros muchos lugares de sus obras-
Dios y con ardiente deseo de darle gloria: «ad maiorem Dei gloriam». Ni aun
siquiera las obras más ordinarias dejan de estar penetradas del espíritu de
fe y de amor y de convertirse en hostias ofrecidas de continuo a Dios: «offerre
spirituales hostias acceptabiles Deo» (1 Petr. 2,5).
63
Lo recomienda con mucha prudencia San Francisco de Sales, a quien lo contrario
le parecía «un poco duro...» y le causaba «un tanto de repugnancia» (en carta a Santa Juana
de Chantal
64
del n de marzo de 1610; en Oeuvres t.14 p.266).
Teología ascética n.i36g.
(,. I I . C. 3 . LA VIDA D E ORACIÓN 627
626 P. III. DESARROLLO NORMAI, D E LA VIDA CRISTIANA
mamento en una noche serena cuajada de estrellas, las grandes crea-
f ciones artísticas del espíritu humano y, en general, todo aquello que
/ es apto para excitar la admiración y cautivar el alma.
B) ETAPA PREDOMINANTEMENTE MÍSTICA
401. A) CONTEMPLACIÓN NATURAL.—Toda potencia cognos-
Repetimos aquí lo que ya dijimos al empezar la descripción de la etapa citiva puede realizar, más o menos perfectamente, un acto de con-
ascética. Si se quiere hablar con propiedad y precisión, no se puede hablar templación. De ahí que puedan darse ciertos actos de contemplación
de etapa ascética y etapa mística sin más. Ambos aspectos de la vida cristiana puramente natural, que, según la potencia a quien afecta, serán de
se compenetran mutuamente, de tal forma que los ascetas reciben a veces orden sensible, imaginativo o intelectual.
ciertas influencias místicas—a través de los dones del Espíritu Santo, que po-
see toda alma en gracia—y los místicos proceden a veces ascéticamente (siem-
pre que el Espíritu Santo no actúe en ellos con sus dones). Lo único cierto 1) «Es sensible cuando se mira por mucho tiempo y con admiración algu-
es que en la primera etapa predominan los actos ascéticos, y en la segunda los na cosa bella, por ejemplo, la inmensidad del mar o la majestad de una cor-
místicos; pero sin que puedan atribuirse exclusivamente ninguno de ellos a dillera. 2) Llámase imaginativa cuando con la imaginación nos representa-
una determinada fase de la vida espiritual (cf. n. 13 7-140). mos largo rato con admiración y cariño una cosa o persona amada. 3) Inte-
lectual ofilosóficacuando se para admirativa la mirada de la mente, con sólo
considerar y sin discurrir, en alguna gran síntesisfilosófica,por ejemplo, en
La oración de simplicidad señala el paso de la oración ascética el concepto del ser absolutamente simple e inmutable, principio yfinde todos
a la mística. Los elementos infusos—de los que comienza ya a par- los otros seres» 1.
ticipar—acaban por prevalecer sobre los adquiridos de un modo
gradual y progresivo hasta que el alma entra de lleno en la oración Claro que todos estos actos de contemplación puramente natural
mística o contemplación. Antes de describir sus diferentes grados tienen que ser forzosamente muy imperfectos y transitorios. Los dos
y manifestaciones, se impone un estudio previo de la oración mís- primeros—sensibles e imaginativos—no son, propiamente hablando,
tica en general, que no es otra cosa que la contemplación infusa. actos contemplativos, ya que, como veremos más abajo, ninguna po-
tencia puramente orgánica puede ser principio elicitivo de contem-
plación. Y el tercero—el de la contemplación intelectual o filosó-
LA CONTEMPLACIÓN EN GENERAL fica—no puede ser muy perfecto y duradero, puesto que la visión
intuitiva y sin discurso no es propia de la naturaleza racional del
S.Tir., I I - I I , I 8 O - I 8 2 ; SAN BUENAVENTURA, Itinerario; B E A T O SUSÓN, El libro de la Sabi-
duría; TAULERO, Instituciones divinas; RUYSBROECK, El ornato de las nupcias espirituales;
hombre, que va de suyo analizando y discurriendo. El espíritu hu-
SANTA T E R E S A y SAN JUAN D E LA C R U Z , Obras; ALVAREZ DE PAZ, De vita spirituali t.3 1.5; mano cae indefectiblemente en una especie de pasmo o emboba-
SGARAMELLI, Directorio místico; P . LALLEMANT, Doctrina espiritual princ.7; R I B E T , La Mysti- miento cuando se empeña en atajar naturalmente el discurso antes
que divine; POULAIN, Des gráces d'oraison; P . D E MAUMIGNY, Práctica de la oración mental;
LEHODEY, LOS caminos de la oración mental; SAUDREAU, LOS grados de la vida espiritual; L'état de recibir una luz infusa que lo supla o substituya con ventaja 2 .
mystique; MEYNARD, Tr. de la vie intérieure; ARINTERO, Evolución mística; Cuestiones místicas;
LAMBALLE, La contemplación; MARECHAL, Etudes sur la psychologie des mystiques; FARGES,
Les phénoménes mystiques; TANQUEREY, Teología ascética y mística; JORET, La contemplation 402. B) CONTEMPLACIÓN SOBRENATURAL O INFUSA.—La con-
mystique d'aprés Saint Thomas; D E GUIBERT, Theologia spiritualis; GARRIGOU-LAGRANGE,
Perfection et contemplation; Tres edades; STOLZ, Teología de la mística; D E LA T A I L L E , L'orai- templación cristiana, sobrenatural o infusa, ha sido definida con muy
son contemplative; M A R I T A I N , Les degrés du savoir P.502S (París IQ32); exposición d e la p a -
labra contemplation e n el Dictionnaire de Spiritualité facs.XIV-XV cols.1643-2193. variadas fórmulas a través de los siglos, pero todas ellas coinciden
en lo fundamental; se trata de una suspensión admirativa del enten-
He aquí los cinco puntos fundamentales que vamos a examinar en esta dimiento ante el esplendor de la verdad sobrenatural.
previa visión de conjunto: Recojamos brevemente algunas de las más bellas definiciones
que nos ha legado la tradición cristiana 3 :
1. Naturaleza de la contemplación.
2. Excelencia de la vida contemplativa. «La contemplación es una deliciosa admiración de la verdad resplande-
3. ¿Es deseable la divina contemplación? ciente» •*.
4. Disposiciones para ella. «Una santa embriaguez que aparta al alma de la caducidad de las cosas,
5. Llamamiento inmediato a la contemplación.
temporales y que tiene por principio la intuición de la luz eterna de la Sa-
biduría» 5.
i. Naturaleza de la contemplación.—La palabra contempla-
ción, en su acepción más amplia y genérica, sugiere la idea de u n 1
2
TANQUEREY, Teología ascética n. 1297.
Cf. SANTA TERESA, Vida c.12 (sobre todo el n.5), donde p o n e en guardia al as monjas
grandioso espectáculo que llama poderosamente la atención y cau- contra semejantes embobamientos adquiridos.
tiva el espíritu. Contemplar en general es mirar un objeto con admi- 3
4
Cf. RIBET, La mystique divine t . i p . i . a c . i .
ración. Se contempla la inmensidad del mar, el paisaje dilatado de El autor deí libro De Spiritu et Anima (c.32), atribuido antiguamente a San Agustín.
5
SAN AGUSTÍN, Contra Faustum Manich. I.12 c.48.
una verde campiña, un vasto sistema de montañas, la belleza del fir-
€28 p. III. DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA I,. II. C. 3- LA VIDA DE ORACIÓN 629
0
«Una elevación y una suspensión del espíritu en Dios que es un anticipo 3. La contemplación cristiana es altamente meritoria, como admiten
de las dulces alegrías eternas» 6 . todos. Ahora bien: el mérito no puede consistir en la esencia del alma, sino
«Una mirada libre y penetrante del espíritu suspendida de admiración en un acto segundo y libre de coacción y de necesidad (como consta por la con-
ante los espectáculos de la divina Sabiduría» 7 . denación de los errores de Jansenio; Denz. 1094). Luego consiste en un acto
«Una sencilla intuición de la verdad que termina en un movimiento afec- de las potencias.
tivo» 8. ¿Cómo se justifican entonces aquellas expresiones de los místicos a que
«La contemplación es ciencia de amor, la cual es noticia infusa de Dios antes aludíamos? Aquella quietud omnímoda de que hablan hay que en-
amorosa y que juntamente va ilustrando y enamorando al alma hasta subirla tenderla de los sentidos interiores y exteriores y del esfuerzo violento de las
de grado en grado a Dios, su Criador» 9. potencias del alma. La contemplación altísima a que se refieren procede de
«La contemplación no es más que una amorosa, simple y permanente un modo tan suave y delicado, que da la impresión de que no hay operación
atención del espíritu a las cosas divinas» l ° . alguna de las potencias; y, sin embargo, hay operación en grado sumo, para
«La contemplación es una vista de Dios o de las cosas divinas simple, la que se nos dan las virtudes teologales y los dones. La operación, como es
libre, penetrante, cierta, que procede del amor y tiende al amor» n . sabido, cuanto más alta y perfecta es (por ejercicio, por la experiencia o por
la perfección del sujeto), tanto es más fácil, suave y menos agitada.
L a s fórmula? p o d r í a n multiplicarse indefinidamente. Nosotros Puesto en claro que la esencia del alma no puede ser el principio elicitivo
vamos a exponer la naturaleza d e la contemplación infusa siguiendo inmediato de la contemplación, es preciso averiguar ahora a cuál de sus po-
las huellas d e l D o c t o r Angélico, Santo T o m á s d e A q u i n o . Para p r o - tencias corresponde.
ceder c o n claridad y o r d e n , vamos a establecer u n a serie d e conclu-
PRENOTANDO.—Las potencias son de dos géneros: a) puramente espiri-
siones escalonadas. A l final daremos la definición sintética d e la d i - tuales, anorgánicas, y éstas son del alma sola en cuanto al principio y en cuan-
vina contemplación 1 2 . to al sujeto; b) orgánicas, y éstas son del alma en cuanto al principio, pero de
todo el compuesto en cuanto al sujeto. Y estas últimas todavía se subdividen
e n vegetativas (en las plantas y animales) y sensitivas (en los animales, al me-
i.° E l p r i n c i p i o elicitivo p s i c o l ó g i c o nos en los más perfectos), que se desdoblan, a su vez, en aprehensivas (sen-
tidos interiores y exteriores) y apetitivas (apetito sensitivo: concupiscible e
403. Conclusión 1. a : E l principio inmediato elicilivo d e la contempla- irascible).
ción n o es la esencia m i s m a del alma.
404. Conclusión 2. a : L a contemplación n o p u e d e p r o c e d e r d e las p o -
Esta conclusión se opone a la doctrina defendida por algunos místicos tencias orgánicas, cualesquiera q u e sean, c o m o d e su principio
(Eckart, Ruysbroeck, Taulero, etc.), según la cual el ápice supremo de la elicitivo.
contemplación consistiría en la omnímoda quietud y silencio de las poten-
cias. La substancia de Dios—dicen—es del todo inmediata a la substancia SE PRUEBA.—-i. 0 La vida contemplativa es propia de la vida humana
del alma en el centro mismo del alma. Es un «contacto substancial de ambas en cuanto humana, esto es, en cuanto racional; no es una vida común a los
substancias». Y esta contemplación activísima se realiza por el alma misma, hombres, animales y plantas. Pero las potencias vegetativas son comunes al
sin ninguna intervención de las potencias. hombre con las plantas y animales, y las sensitivas al hombre con los anima-
les. Luego la vida contemplativa no puede brotar de esas potencias orgánicas.
SE PRUEBA LA CONCLUSIÓN.—1.° Lo que no es inmediatamente opera- 2. 0 La contemplación se da también en los ángeles y en las almas sepa-
tivo, no es principio elicitivo inmediato de las operaciones subsiguientes. radas, ya que la contemplación de la tierra no difiere de la del cielo sino en el
Ahora bien: la esencia del alma no es inm3diatamente operativa, ya que nin- grado de perfección. Pero los ángeles no tienen ninguna potencia orgánica,
guna substancia creada puede serlo, porque ninguna esencia creada es o pue- y las almas separadas las tienen tan sólo virtual o radicalmente (en cuanto que
de ser suum esse ni puede ser, por consiguiente, suum ágete. El ser es acto de el alma es principio de todo el compuesto), pero no actualmente (ya que en
la esencia. Si el alma, pues, obrase por su esencia, su operación se confundi- su ejercicio actual dependen de sus respectivos órganos). Luego... N o pu-
ría con su ser y con su propio acto; y tendríamos un ser per se, un verdadero diendo proceder la contemplación de las potencias orgánicas, tienen que pro-
acto puro, lo cual repugna absolutamente en el ser creado. ducirla las puramente espirituales. Estas son dos: el entendimiento y la vo-
2.° Por muy elevada que sea la contemplación que pueda alcanzarse en luntad. Veamos a cuál de las dos pertenece y en qué forma.
esta vida, siempre será inferior a la del cielo. Pero la del cielo se realiza por el
entendimiento, que es una potencia del alma; luego con mayor razón la de la 405. Conclusión 3 . a : Esencialmente, la contemplación es acto elicitivo
tierra. del entendimiento solo. Sin e m b a r g o , es t a m b i é n acto d e la volun-
5 tad antecedente, concomitante y consiguientemente.
7
El autor de la famosa Scala Claustralium (atribuida a San Bernardo) c.I.
RICARDO DE SAN VÍCTOR, Beniamin Maior l.i c.4: ML 196,67.
9
8 S.TH., I I - I I , I 8 O , 3 ad 1 et ad 3. Esta conclusión tiene dos partes, que vamos a probar por separado.
10
SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche II,i8,5.
11
SAN FRANCISCO DE SALES, Tratado del amor de Dios 1.6 c.3. Primera parte: Esencialmente es acto elicitivo del entendimiento solo.
12
P. LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.7 c.4 a.5.
Utilizamos ampliamente para redactar estas conclusiones las notas de un cursillo N. B.—Nos referimos al entendimiento posible, no al entendimiento
inédito sobre la contemplación dado por el P. SANTIAGO RAMÍREZ, O.P., en la Pontificia Facul-
tad de Teología del convento de San Esteban, de Salamanca, durante el curso escolar 1950-51. agente, que no es cognoscitivo, ya que su misión se limita a iluminar los fan-
630 P. III. DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
tasmas de la imaginación, presentándolos en forma de especie inteligible al L. II. C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 631
entendimiento pcsible, que es donde se realiza formalmente la intelección 1 3 .
Y se trata del ente- oimiento especulativo, no del práctico. 2. 0 La contemplación se ordena al bien espiritual del que la tiene y las
gracias gratis dadas se ordenan al bien de los demás.
SE PRUEBA.—El objeto propio y el fin de la contemplación es la verdad, 3. 0 Porque la contemplación infusa es formalmente santificadora y las
Pero la verdad pertenece formal y elicitivamente a sólo el entendimiento. gracias gratis dadas no lo son de suyo.
Luego...
Como es sabido, la potencia se ordena a su acto, y el acto a su objeto. Hay
una relación trascendental de la potencia al acto y del acto a la potencia, como- 407. Conclusión 2. a : La contemplación infusa requiere necesariamen-
la hay del acto al objeto y del objeto al acto. Luego si el objeto de la contem- te la gracia habitual o santificante.
plación es la verdad, la contemplación debe pertenecer al entendimiento, de
quien es acto propio conocer la verdad 14 . 1,° Porque—como veremos en seguida—no se da jamás contemplación
infusa sin intervención de los dones intelectivos del Espíritu Santo, que son
Segunda parte: Antecedente, concomitante y consiguientemente es también inseparables de la gracia y la caridad.
acto de la voluntad. 2. 0 Porque la contemplación se realiza a impulsos del amor de Dios
—que supone gracia santificante—y, a su vez, aumenta y enardece el amor.
SE PRUEBA.'—1.° Antecedentemente: Porque la contemplación es un acto- 3. 0 De lo contrario, la contemplación sería una gracia gratis dada, no
libre en cuanto a la especificación y al ejercicio. Luego antecedentemente de- formalmente santificadora.
pende de la voluntad, que aplica al entendimiento a contemplar.
2.° Concomitantemente: La contemplación de las cosas divinas enardece
en el alma el fuego del amor divino y el deseo de poseer plenamente a Dios 408. Conclusión 3. a : No basta la gracia habitual; se requiere necesaria-
en la visión beatífica; y estos actos son propios de la caridad y de la esperanza mente el impulso de la gracia y la caridad actual.
teologales, que están en la voluntad.
Además, la contemplación cristiana es grandemente meritoria en el orden- Porque la contemplación es un acto sobrenatural que requiere la previa
sobrenatural, y no podría serlo sin el influjo de la caridad, que es virtud afec- moción divina sobrenatural, y eso es la gracia actual.
tiva y reside en la voluntad.
3. 0 Consiguientemente: La contemplación cristiana produce una gran, 409. Conclusión 4. a : La gracia actual ordinaria que mueve las virtudes
quietud, paz y delectación de espíritu. Su dulzura y suavidad supera con mu- infusas no basta para el acto contemplativo; se requiere la gracia
cho todos los deleites de esta vida, como dicen reiteradamente los místicos l s . actual que m u e v e el hábito de los dones.
Estos deleites enardecen la caridad; y ésta, a su vez, mueve y excita a seguir
contemplando para gozarlos más y más. Primera parte: porque de lo contrario, todo acto de virtud infusa—al me-
Por donde aparece claro que la contemplación cristiana, aunque formal- nos las de orden intelectivo—sería contemplativo, lo cual es completamente
mente es acto del entendimiento especulativo, causaliter et terminative con- falso.
siste también en el afecto de la voluntad I 6 . Segunda parte: porque la contemplación infusa procede de los dones,
como veremos en seguida.
2. 0 E l p r i n c i p i o elicitivo sobrenatural
410. Conclusión 5. a : A d e m á s de la gracia habitual y actual, se requiere
para la contemplación el hábito de las virtudes infusas y los dones
Vamos a proceder p o r conclusiones. del Espíritu Santo.
406. Conclusión 1. a : La contemplación infusa no es una gracia gra- Porque la gracia habitual no es inmediatamente operativa. Obra siempre
tis dada. mediante sus potencias, que son los hábitos infusos de las virtudes y dones.
La gracia actual sin el hábito de las virtudes y dones produciría un acto
SE PRUEBA.—1.° Porque la contemplación es substancialmente sobrena- sobrenatural violento: tránsito de la potencia radical al acto segundo, sin pasar
tural (quoad substantiamj y las gracias gratis dadas lo son tan sólo en cuanto por el acto primero (disposiciones infusas habituales); y la contemplación es
al modo (quoad modum). un acto lleno de suavidad y dulzura, que nada tiene de violento.
1 3 Cf. 1,79,84 y 85.
i" Cf,
15
II-II,I8O,I. 411. Conclusión 6. a : Ninguna virtud infusa o don del Espíritu Santo
He aquí unos textos de SANTA TERESA: «ES sobre todos los gozos de la tierra, y sobre de orden afectivo puede ser formal y elicitivamente principio in-
todos los deleites, y sobre todos los contentos, y más que no tiene que ver.,.» (Moradas
quintas 1,6). «Sabe que es el mayor [bien] que en la vida se puede gustar, aunque se junten mediato del acto contemplativo, aunque sí pueden ser principios
juntos
16
todos los deleites y gustos del mundo» (Conceptos de amor de Dios 4,4). dispositivos antecedente y consiguientemente.
Lo dice expresamente SANTO TOMÁS: «Vita contemplativa, quantum ad ipsam essen-
tiam actioñisí pertinet ad intellectum: quantum autem ad id quod moz-'et ad exercendum talero
operationem, pertinet ad voluntotem, quae movet omnes alias potentias, et etiam intellectum, Primera parte: porque la contemplación, como vimos, es acto elícito del
ad suuui actum... Et quia unusquisque deiectatur cum adeptus fuerit id quod amat, ideo vita entendimiento; luego los hábitos operativos elicitivos de la contemplación
contemplativa terminatur ad delectaticnem, quae est in affectu: ex qua etiam amor intenditur»
(II-II,I8O,I). deben ser de orden cognoscitivo, no afectivo.
Segunda parte: porque la contemplación no puede realizarse sin la rec-
tificación de las pasiones. El que se entrega a los vicios—sobre todo a los de
I,. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 633
632 P. I I I . DESARROLLO NOEMU, n E LA VIDA CRISTIANA
la carne—y el que vive entre risas y tumultos no tiene su alma dispuesta para 413. Conclusión 8. a : No es la fe sola.
el sosiego y quietud de la contemplación. Luego las virtudes infusas de orden
afectivo concurren dispositiva y terminativamente a la contemplación. 1.° La fe puede ser muerta (informe) o viva (informada por la caridad);
Pero de modo y en grados distintos según se trate de las virtudes morales, y ninguna de las dos puede ser el principio elicitivo de la contemplación.
de los dones o de las virtudes teologales afectivas. Y así: a) No la fe informe: porque esta fe es compatible con el pecado mortal,
y la contemplación infusa jamás lo es.
a) Las virtudes morales concurren de una manera remota, indirecta y b) No la informada por la caridad: porque esta información sería la razón
per accidens, o sea, rectificando el apetito acerca de los medios. Ya sea nega- formal de la contemplación o sólo una condición sine qua non. No puede ser
tivamente, removiendo los obstáculos; ya positivamente, estableciendo la ar-
la razón formal, porque la contemplación pertenece esencialmente al enten-
monía y la paz contra las diversas partes inferiores del hombre. Son las que
dimiento, y esta información procede de la caridad, que reside en la voluntad.
producen la purificación activa de los sentidos y de las pasiones (ascética).
La caridad concurre a la contemplación como disposición próxima, pero no
b) Los dones correspondientes a las virtudes morales producen la purifica- da la misma eficiencia formal, ya que no es cognoscitiva en cuanto caridad.
ción pasiva de los sentidos y de las pasiones. Porque los dones son también Y condición sine qua non ciertamente que lo es para que pueda darse la con-
hábitos activos; sólo por orden al Espíritu Santo que los mueve son hábitos
templación, pero esta condición no da la causalidad; es un mero requisito
receptivos o pasivos. En la purificación pasiva intervienen principalmente
previo.
los dones.
2. 0 Además, el acto de fe es creer, o sea, cum assensione cogitare, esen-
c) Las virtudes teologales afectivas (esperanza y caridad) concurren a la- cialmente de non visis, de cosas obscuras, y la contemplación—como vere-
contemplación directamente y per se, causando la rectitud del apetito en mos—-es cierta manera de visión. Por esto, no todos los justos son contem-
orden al fin. Ya sea negativamente, quitando el torpor o pereza de la volun-
plativos ni tienen a su disposición el acto de la contemplación, como tienen
tad; ya positivamente, elevando al hombre a la unión afectiva con Dios (puri-
•el acto de la fe.
ficación activa de la voluntad).
d) Los dones correspondientes a la esperanza (temor) y a la caridad (sabi -
duría) causan la purificación pasiva de la voluntad, que es excelentísima dis- 414. Conclusión 9. a : Ni sólo los dones intelectivos del Espíritu Santo
posición para la contemplación. sin la fe.
412. Conclusión 7. a : El principio inmediato elicitivo de la contempla- i.° Porque en los viadores 1 7 estos dones no pueden darse sin la fe 18 .
ción debe ser una virtud infusa del entendimiento. Ahora bien: estos dones son a la fe lo que la conclusión es a su principio. Pero
las conclusiones no pueden darse independientemente de su principio; toda
SE PRUEBA.—Negativamente: por exclusión de las virtudes afectivas. la fuerza de la conclusión la trae de su principio.
Positivamente: porque la potencia elicitiva de la contemplación es el en- 2. 0 Porque los dones obran con las virtudes correspondientes acerca de
tendimiento; luego el hábito que concurra con la potencia intelectiva tiene- la misma materia. N o tienen actos propios independientes de los de las vir-
que ser también de orden intelectivo. tudes; no se dan actos dónales que no sean, a la vez, actos de virtud infusa
Ahora bien: son muchos los hábitos intelectivos: Sagrada Teología, cien- correspondiente.
cia infusa, prudencia infusa, la fe y los dones intelectivos. ¿Cuál de ellos?
i.° No puede ser el hábito de la Sagrada Teología.—a) Es sobrenatural* 415. Conclusión 10: El hábito inmediato elicitivo del acto de contem-
tan sólo radicaliter, y la contemplación lo es substantialiter. plación es la fe informada por la caridad y reforzada por los dones
b) La Teología es esencialmente discursiva, y la contemplación es in- intelectuales del Espíritu Santo. La fe informada proporciona la
tuitiva. substancia del acto, y los dones intelectuales (sabiduría, entendi-
c) El hábito de la Teología puede darse sin la caridad, y la contempla- miento y ciencia) proporcionan el m o d o sobrehumano 1 9 .
ción jamás.
d) Son legión los teólogos no contemplativos; luego son cosas separables. Como quiera que un solo y mismo acto no puede proceder por igual de
2. 0 Ni el hábito de la ciencia infusa.—a) Es gracia gratis dada, y la con- hábitos específicamente diferentes, tiene que proceder de ellos según lo an-
templación es gracia santificadora. terior y posterior. Y así:
b) No todos los contemplativos tienen ese hábito ni todos los que lo 17
tienen son contemplativos. Sabido es que por e! término viadores se entiende en Teología a los habitantes de este
inundo, que caminan hacia la patria eterna. Y a los que gozan ya de la visión beatífica se les
c) El hábito de la ciencia infusa es discursivo, y la contemplación es llama comprehensores.
18
intuitiva. A excepción de Jesucristo mientras vivía en este mundo, que era a la vez viador y
comprehensor. Por eso no tiene fe—no podía tenerla, puesto que su alma santísima gozaba
3. 0 Ni la prudencia infusa ni el don de consejo correspondiente.—Porque ya de la visión beatífica — , aunque tenía en grado perfectísimo todos los dones del Espíritu
pertenecen al entendimiento práctico, y, por lo mismo, se refieren a la vida -Santo.
19
activa. La contemplación es acto del entendimiento posible o especulativo. Esta tesis es admitida por todas las escuelas de espiritualidad cristiana sin excepción.
El mismo P. Grisógono la proclama abiertamente citando a José del Espíritu Santo. He
4. 0 Ni la profecía.—Porque la profecía es una gracia gratis dada; y ade- aquí sus propias palabras: «El conocimiento intuitivo de la contemplación infusa tiene, de
más no es un hábito, sino una gracia transeúnte. la fe, la sobrenaturalidad de la substancia del acto, y de los dones del Espíritu Santo, la sobre-
naturalidad del modo de la operación» (P. CRISÓGOKO, Compendio de sacética y mística p.3.»
5.° Luego tiene que ser la fe o los dones intelectivos.-—Por exclusión de los c.i a.2 p.167 1.* ed.).
demás hábitos intelectivos. Pero veamos en qué forma.
634 P. n i . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
i.° La fe proporciona la substancia del acto, estableciendo formalmen- L. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 635
te el contacto con la primera Verdad en sí misma, pero sin dar la visión. t o s amorosos, más se acerca negativamente el alma a Dios, concibiendo una
Concurre como causa que pone intelectualmente en contacto formal con la idea más pura de El, removiendo de El toda imperfección, etc. Es cierta
primera Verdad, pero de una manera obscura. Da el mismo acto de cono- tiniebla (coligo mentís)—como dice el Pseudo-Dionisio—, por cuanto todos
cer. La fe proporciona la materia de la contemplación: Dios, objeto prima- los efectos ad extra distan infinitamente de Dios. Y porque la fe formada
rio, y las verdades divinas de la fe. Los dones intelectuales hacen el papel supone la caridad, supone también la unión afectiva (efecto formal del amor,
deforma, como veremos en seguida. La fe concurre como causa propia prin- el amor mismo) y la efectiva (efecto de la unión afectiva; del afe tto se pasa
cipal proporcionando la substancia del conocimiento. Los dones intelectua- al efecto, a la cosa: la unión misma). Y aunque la caridad en esta vida, por
les concurren como causa propia secundaria, proporcionando el modo con- razón del estado, sea de objeto distante (Dios), sin embargo, de suyo, por
templativo, sabroso, experimental, de la Verdad Primera como presente y su propia esencia, exige la presencia.
connatural.
Esto no significa que el conocimiento de fe sea inferior según su esencia,
2.° La caridad concurre, no estableciendo el contacto formal, sino como •o sea, en cuanto al objeto formal, al conocimiento de los dones; sino que los
disposición próxima que aplica el objeto al sujeto; por la caridad el objeto de dones tienen este modo superior en cuanto unidos a la caridad. Quitan en
la fe se hace presente al sujeto bajo la razón de don presente y connatural. •cierto modo la obscuridad de la fe por la connaturalidad que proviene de
Concurre, pues, no elicitiva, sino dispositivamente; pero necesariamente, ya la caridad.
que es indispensable que la fe esté informada por la caridad.
3. 0 Los dones intelectuales del Espíritu Santo concurren proporcionando- Ahora cabe preguntar: ¿en qué estado de perfección es la fe principio
el modo sobrehumano, contemplativo, experimental; y la permanencia y esta- de la contemplación?
bilidad de la contemplación. La fe proporciona la materia del acto contem-
plativo; los dones le proporcionan la forma contemplativa. Pero la forma PRENOTANDO.—Las virtudes teologales están o pueden estar en un triple
no puede darse sin la materia, ni el modo sin la substancia; luego los dones estado:
dependen de la fe, y en todas las operaciones contemplativas concurre la fe.
Pero veamos en qué forma concurren cada uno de los dones intelec- i.° En los incipientes: todavía permanecen en ellos las manchas del pe-
tuales. cado, ni están todavía en paz y sosiego, aunque tengan el principio de ello,
a) El don de entendimiento da el conocimiento formal místico; el objeto -en cuanto están en gracia y poseen los hábitos infusos de las virtudes y dones.
se hace presente bajo la razón de conocido. Por eso dice Santo Tomás: «Er. 2. 0 En los proficientes: tienen ciertamente los dones y las virtudes
esta misma vida, purificado el ojo del espíritu por el don de entendimiento, algo más desarrollados que los principiantes, pero todavía en grado imper-
puede verse en cierto modo a Dios» 2 0 . fecto, sin ejercer toda su virtualidad.
b) El don de sabiduría conforma al hombre con Dios por cierta filiación 3. 0 En los perfectos: tienen los hábitos infusos perfectamente desarro-
adoptiva 21 . En cuanto implica conocimiento de Dios no discursivo, sino in- llados; se adecúan perfectamente al sujeto; están en perfecta paz y quietud;
tuitivo y experimental, pertenece a la fe; en cuanto importa experiencia sa- pueden prorrumpir fácilmente en el acto sublime de la contemplación.
brosa de Dios y de los misterios sobrenaturales, responde a la caridad. Es Estos tres estados corresponden a las tres vías tradicionales: purgativa,
un conocimiento sabroso y afectivo. Radicalmente responde a la fe. iluminativa y unitiva. Y se dan los tres en las virtudes teologales, en los dones
c) El don de ciencia se refiere al objeto secundario de la contempla- -del Espíritu Santo y en las virtudes morales.
ción: las cosas creadas. Por ellas el hombre se eleva al conocimiento de Dios, Veamos ahora, en una nueva conclusión, la contestación a la pregunta
objeto primario de la contemplación. formulada.
Es conveniente ampliar un poquito estas ideas. Los dones de entendi-
miento y sabiduría causan la llamada visión mística, irreductible a las cate- 416. Conclusión i r : La fe no es principio inmediato elicitivo déla con-
gorías de visión de esta vida terrena. La fe da la materia, la substancia de templación en su primer estado (incipiente), ni lo es perfectamen-
la contemplación; más perfectamente que los dones por razón de su objeto te en el segundo (proficiente), sino únicamente en el tercero (es-
o motivo formal, pero inferior a ellos en cuanto al modo de conocer. Por tado perfecto).
los dones—en efecto—se tiene este modo de evidencia experimental. Es un
conocimiento afectivo, una experiencia gustada de los misterios sobrenatu- Esta conclusión tiene tres partes, que vamos a probar por separado.
rales. Es cierto conocimiento inmediato, no por discurso ni remoto (como Primera parte.—No es en el estado incipiente, porque en él, aunque se
el conocimiento del fin por los medios). Es un contacto con Dios, no tai posee el hábito de la fe, sus actos brotan con muy poca intensidad y firmeza
como es en sí, en su misma esencia, sino por los efectos sobrenaturales que a causa de las huellas y reliquias que dejaron en el alma los pasados pecados,
Dios produce en el alma; no considerados de una manera abstracta, sino •de los que no está todavía suficientemente purificada. Ahora bien: la con-
contemplados, gustados, saboreados. Estos efectos son los medios objetivos templación supone un acto vivísimo de fe, incompatible, de ley ordinaria 22;
de este modo de conocer; y no se conoce a Dios por este medio de una ma- con este estado de cosas.
nera abstracta y por el entendimiento, sino afectiva y experimentalmente..
Segunda parte.—No lo es perfectamente en el segundo (proficiente),
Este conocimiento es, en parte, positivo (existe cierto sentido espiritual porque, aunque en este estado—correspondiente a la vía iluminativa—co-
para captarlo), pero principalmente negativo. Cuanto mayores son estos efec- mienzan ya las primeras manifestaciones de la contemplación infusa (recogi-
20 miento infuso, quietud y unión simple), sin embargo, todavía los hábitos
1-11,69,2 ad 3; cf. 3 c et ad 1; 11-11,8,7; 45.6; IV Sent. IS,4,I.I ad 5; De Verit. 18,4
ad 1,
21
etc. 22
1-11,69,3 ad 1; 11-11,45,6. Decimos de ley ordinaria porque en absoluto no es del todo imposible un acto transi-
torio de contemplación infusa en los comienzos mismos de !a vida espiritual, como vimos en
otro lugar de esta obra (cf. n.139).
636 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA >>:/.!: L. I I . C. 3 . LA VIDA DE ORACIÓN 637
infusos no están perfecta y totalmente connaturalizados con el sujeto de m a - Segunda parte.—Bastan las verdades de la fe iluminadas por los dones in-
nera que puedan pronta y fácilmente producir el acto contemplativo en grado telectivos.
perfecto. Porque las verdades de la fe son de suyo obscuras, como de non visis, y
Tercera parte.—Únicamente en este estado perfecto la fe y los dones por eso no pueden ser propiamente contempladas en si mismas a no ser que
están plenamente arraigados y connaturalizados con el sujeto. El acto con- una luz infusa venga a iluminarlas dándoles una especie de evidencia; no
templativo brota con grandísima facilidad y en grado intensísimo. Son las intrínseca u objetiva (los misterios continúan siéndolo en esta vida por mu-
oraciones místicas, correspondientes a la vía unitiva: unión plena, unión ex- cho que se les ilumine), pero sí subjetiva o experimental: y éste es cabalmente
tática y unión transformativa, en la que se realiza el llamado matrimonio el efecto propio de los dones intelectivos del Espíritu Santo, que nos dan
espiritual entre Dios y el alma. Se produce una gran paz y quietud, estupor un conocimiento sabroso, contemplativo, experimental, de las cosas de la fe
y pasmo ante las grandezas de Dios, silencio espiritual perfecto, embriague- por una especie de instinto y connaturalidad con lo divino.
ces y deliquios místicos, acompañados con frecuencia de epifenómenos y
gracias extraordinarias. El alma queda transformada en Dios y puede excla-
mar con San Pablo: «para mí la vida es Cristo» (Phil. 1,21); o también: «ja 3.0 Características psicológicas d e la c o n t e m p l a c i ó n
no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal. 2,20).
Precisada ya teológicamente la naturaleza íntima d e la c o n t e m -
plación infusa, vamos a recoger ahora las principales características
417. Conclusión 12: E n cualquier grado d e perfección q u e se p r o d u z - de tipo psicológico y experimental q u e p e r m i t e n reconocerla e n la p r á c -
ca el acto contemplativo, siempre se realiza a base d e u n a d o b l e
especie inteligible: impresa y expresa. tica y distinguirla d e otros fenómenos del espíritu q u e p u d i e r a n p a -
recérsele.
Algunos autores—pocos—afirman que la contemplación se realiza sin A l g u n o s a u t o r e s — e n t r e los q u e destaca el P . Poulain—se limi-
ninguna especie inteligible, impresa o expresa. Se trata—dicen—de un co- t a n exclusivamente a la exposición d e este aspecto p u r a m e n t e psico-
nocimiento concreto e intuitivo que no puede hacerse por estas especies, lógico y experimental d e la contemplación, dejando c o m p l e t a m e n t e
abstractas. a u n l a d o l a investigación teológica d e s u naturaleza í n t i m a . E s t a a c -
Pero esta doctrina no puede admitirse. En esta vida, todo acto de cono- t i t u d p u e d e admitirse si—como advierte e x p r e s a m e n t e el P . P o u -
cimiento natural o sobrenatural requiere necesariamente un verbo mental lain—se trata ú n i c a m e n t e d e p r e s e n t a r «un simple m a n u a l parecido
(especie expresa), que, a su vez, exige la excitación de una previa especie
impresa. Estas especies son el medio del conocimiento (no el objeto quod de a esos tratados d e medicina práctica, q u e , sin p e r d e r s e e n altas t e o -
la visión, que es siempre el objeto contemplado, sino el medio quo y el in rías biológicas, e n s e ñ a n b u e n a m e n t e a diagnosticar con rapidez c a d a
quo). De lo contrario, la contemplación se confundiría con la visión inmediata enfermedad y a recetar el remedio conveniente» 2 4 ; p e r o es a todas l u -
e intuitiva, que es la propia de la visión beatífica. ces insuficiente si se quiere presentar u n a o b r a v e r d a d e r a m e n t e cien-
El conocimiento contemplativo en esta vida se realiza, pues, a base de tífica. N o s o t r o s n o d e s d e ñ a m o s este aspecto psicológico d e la con-
especies inteligibles. Pero esto plantea un nuevo y último problema, que templación (sería a b s u r d o tratándose d e u n a realidad e m i n e n t e m e n t e
vamos a resolver en la siguiente conclusión. psicológica como ella es); p e r o n u e s t r o m o d e s t o trabajo nos parecería
m u y incompleto si n o h u b i é r a m o s e x a m i n a d o p r e v i a m e n t e s u s fun-
418. Conclusión 13: L a contemplación n o requiere nuevas especies in- damentos teológicos, ú n i c a m e n t e d e los cuales p u e d e recibir solidez
fusas; bastan las m i s m a s especies sobrenaturales q u e proporciona y consistencia.
la fe iluminadas p o r la luz infusa procedente d e los dones intelec- H e aquí, p u e s , las principales características psicológicas q u e suele
tuales del Espíritu Santo. p r e s e n t a r e n la práctica la contemplación infusa:
Esta conclusión tiene dos partes, que vamos a probar separadamente. 419. 1. a L a presencia d e Dios sentida.—El P. Poulain insiste mucho
Primera parte.—No requiere nuevas especies infusas. en esta nota, que considera la más importante y esencia! de la contempla-
i.° Porque ya hemos visto más arriba (conclusión 10) que el hábito in- ción infusa. «La verdadera diferencia—dice—con los recogimientos de la
mediatamente elicitivo del acto contemplativo es la fe informada por la cari- oración ordinaria es que, en el estado místico, Dios no se conten a con ayudar-
dad y reforzada por los dones intelectuales del Espíritu Santo. No se requiere nos a PENSAR en El y a RECORDARNOS SU presencia, sino que nos da un co-
nada más. nocimiento intelectual experimental de esta presencia; en una palabra, nos
2. 0 Porque, de lo contrario, la contemplación infusa se confundiría con hace sentir que entramos realmente en comunicación con él» 2 3 .
las gracias gratis dadas, ya que esa nueva especie infusa equivaldría a una Los discípulos del P. Poulain repiten esta misma doctrina. Fué el
verdadera revelación de algo desconocido hasta entonces, y esto es un ver- P. Grandmaison quien propuso la siguiente fórmula, que ha hecho fortuna
dadero milagro que está fuera en absoluto de las vías normales de la san- entre los autores: «Los místicos son los testigos de la presencia amorosa de
tidad 23. Dios en nosotros» 26.
23 24
El lector que desee una amplia información sobre la no necesidad de especies infusas P. POULAIN, Des graces d'oraison pref. n.2 ( u ed.).
25
para la contemplación, leerá con provecho los extensos artículos del P. Garrigou-Lagrange, P. POULAIN, O.C, C.S n.3.
recogidos en su obra Perfection et contemplation ap.i p.[i-5i] de la 7. a ed. 26
D E GRANDMAISON, Religión personnelle p.178 (ed. París 1927).
L. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 639
638 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
Causa de esta impotencia.—La razón de esta impotencia es muy sencilla.
Nada tendríamos que oponer a esta doctrina si nos la presentaran como Como la contemplación es producida por los dones del Espíritu Santo ilu-
la nota más frecuente y ordinaria de la experiencia mística; pero los hechos minando la fe, y el hombre no puede actuar por sí mismo los dones, ya que
obligan a rechazarla si se la quiere presentar como la nota típica y esencial no son instrumentos suyos—como las virtudes—, sino directa e inmediata-
que nunca falla. Hemos expuesto en otra parte las razones que nos obligan mente del Espíritu Santo, sólo cuando El quiera y mientras El quiera se
a ello, y nada tenemos que añadir aquí (cf. n.136). ponen en movimiento, no antes ni después.
El P. Poulain, siguiendo su estilo de prescindir de las explicaciones teo-
420. 2. a L a invasión de lo sobrenatural en el alma.—Es otra de k s lógicas para describir psicológicamente los hechos, pone un símil muy grá-
características más típicas y frecuentes, aunque puede fallar y falla de hecho fico y expresivo. Helo aquí con sus mismas palabras: «Las tesis que acabamos
en los intervalos de purificaciones pasivas. Cuando se produce—que es lo de exponer nos hacen entrever por qué la unión mística no está a nuestra
más ordinario—, el alma se siente invadida de una manera inequívoca e disposición como la oración ordinaria. Esto obedece a que esta unión nes
inefable por algo que no sabría expresar con precisión, pero que siente cla- da una posesión experimental de Dios. Una comparación hará comprender
ramente que «a vida eterna sabe». Es la acción desbordada de los dones, que esta explicación. Si un amigo mío se oculta detrás de un muro, puedo siem-
inundan al alma de vida sobrenatural. «El hombre—advierte el P. Grand- pre pensar en él cuando me plazca. Pero si quiero entrar realmente en rela-
maison—tiene la impresión de entrar, no por un esfuerzo, sino por un llama- ción con él, mi voluntad no basta; es preciso que el muro desaparezca. D e
miento, en contacto inmediato, sin imagen, sin discurso, aunque no sin luz, semejante manera, Dios está oculto. Con ayuda de la gracia, depende siem-
con una Bondad infinita» 27 . El P. Poulain añade: «En los estados inferiores pre de mi voluntad pensar en él; y esto es la oración ordinaria. Pero se com-
al éxtasis no puede decirse que se vea a Dios, si no es en casos excepciona- prende que, si quiero entrar realmente en comunicación con él, esta volun-
les; no se siente uno impulsado instintivamente a emplear la palabra ver. tad no basta. Hay un obstáculo que se ha de quitar, y sólo la mano divina lo
Lo que constituye, por el contrario, el fondo común de todos 2 8 los grados puede hacer». Y a renglón seguido añade atinadamente:
de unión mística es que la impresión espiritual por la que Dios manifiesta «Si no se puede producir a voluntad el estado místico, al menos se puede
su presencia le hace sentir algo así como una cosa interior de la que está uno disponer. Y esto por la práctica de las virtudes y también por una vida
penetrada el alma; es una sensación de imbibición, de fusión, de inmersión. de recogimiento interior y exterior.
Para mayor claridad puede describirse lo que se siente designando esta sen- A veces es uno sorprendido por la unión mística leyendo algún libro
sación con el nombre de toque interioro 2!>. piadoso u oyendo hablar de Dios. En este caso, la lectura o la conversación
Las almas experimentadas—en efecto—se sienten empapadas de lo so- no son la causa, sino la ocasión de la gracia recibida. Esta gracia tiene por
brenatural como una esponja que se sumerge en el agua. Ello les produce de- única causa a Dios; pero Dios tiene en cuenta la disposición en que nos en-
leites inefables «diferentísimos de los de acá» (Santa Teresa), aunque con contramos» 32,
mayor o menor intensidad según el grado de oración en que se encuentran De aquí se siguen varias consecuencias 33.
y el grado de intensidad de la divina acción a través de los dones del Espíritu a) Nadie puede ponerse a contemplar cuando le plazca. No basta que
Santo 30. uno quiera; es menester que quiera también el Espíritu Santo.
b) El alma puede y debe disponerse para recibir esa acción del Espíritu
421. 3 . a Imposibilidad absoluta de producir por nuestros propios Santo, y es cosa importantísima, como advierte Santa Teresa 34 . Pero no
•esfuerzos la experiencia mística.—Esta es una de las notas más típicas y siendo estas disposiciones la causa eficiente de la contemplación, a veces se
•características, que tiene, además, la ventaja de no fallar nunca en ninguno recibe de improviso (sin ninguna preparación previa) y otras veces no se
•de los estados de oración mística o contemplativa. El alma tiene conciencia recibe por mucho que el alma se prepare para ello.
clarísima de que la experiencia inefable de que está gozando no ha sido pro- c) Una vez recibida la divina moción, no se la puede intensificar a pesar
ducida por ella, ni durará un segundo más de lo que quiera el misterioso de todos los esfuerzos del alma (que, por otra parte, no servirán sino de
agente que la está produciendo. El alma es el sujeto pasivo de una sublime obstáculos a la acción divina). Nadie se hunde en Dios sino en la medida
experiencia que por sí sola no podría producir jamás. Los textos de los mís- y grado en que El lo quiere.
ticos experimentales—particularmente de Santa Teresa—son innumera- d) Nadie puede determinar con sus esfuerzos la especie de esa unión
bles 31. mística, o sea, el grado de oración mística a que corresponde. Depende en-
27 teramente de Dios, que no siempre sigue la clasificación o el orden señalado
D E GRANDMAISON, o.c, p.159.
28 Ya sabe el lector que nosotros no admitimos esta totalidad absoluta, aunque sea ése por Santa Teresa o los demás místicos experimentales. Dios hace en cada
el efecto más frecuente y ordinario de la experiencia mística. — N. del A.
29
alma lo que quiere, cuando quiere y como quiere.
P. POULAIN, O.C, c.6 n.8. e) A veces, la experiencia mística comienza, se intensifica y va dismi-
30
He aquí un texto muy expresivo de SANTA TERESA: «Mas no puedo decir lo que se
siente cuando el Señor la da a entender secretos y grandezas suyas; el deleite tan sobre cuan- nuyendo poco a poco hasta desaparecer del todo en aquella ocasión, y esto
tos acá se pueden entender, que bien con razón hace aborrecer los deleites de la vida, que es lo más frecuente y ordinario. Pero otras veces aparece y desaparece brus-
son basura todos juntos. Es asco traerlos a ninguna comparación aquí—aunque sea para go- camente sin que el alma haya hecho absolutamente nada para provocarla o
zarlos sin fin —, y de estos que da el Señor, sola una gota de agua del gran río caudaloso que
nos está aparejado» (Vida 27,12; cf. Camino de perfección 31,10, donde dice que el deleite alejarla.
de la contemplación «es diferentísimo de los contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo f) Ordinariamente no se puede interrumpir la experiencia mística por
con todos los contentos de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción que es en lo interior un simple querer interior de la voluntad (sobre todo si la experiencia es
-de la voluntad»).
31 He aquí unos textos de SANTA TERESA : «Sólo consiente la voluntad en aquellas merce-
des que goza» (Vida 17,1). «No osa bullirse ni menearse, que de entre las manos le parece 32 O.c, c.7 n.7-8.
•que se le ha de ir aquel bien; ni resolgar algunas veces no querría. No entiende la pobrecita 33 Cf. P. POULAIN, O.C, c.7 n.5.
•que, pues ella por sí no pudo nada para traer a sí a aquel bien, que menos podrá detenerte más '•» Cf. Relación al P. Rodrigo Alvares 0.3.
de lo que el Señor quisiera (Vida 15,1).
640 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA 641
L. I I . C. 3 . LA VIDA DB ORACIÓN
fuerte e intensa). Es preciso, para disminuirla o hacerla desaparecer, mo- infusas o una acción divina del todo especial, gratuita y extraordinaria, que
verse, distraerse, entablar una conversación enteramente ajena a la expe- nada tiene que ver con el mecanismo normal de la contemplación infusa a
riencia, etc., y aun así no acaba de conseguirse del todo hasta que Dios
base de la luz contemplativa de los dones sin infusión de nuevas especies.
quiere. De donde se sigue que un director espiritual que exija al alma diri-
gida que se desembeba de su oración mística para volver a la oración «ordina- La contemplación infusa, de suyo, recae sobre el acto substancial de la fe,
ria», además de cometer una torpísima imprudencia, le pide un imposible 35. que es necesariamente obscuro y confuso, no claro ni distinto 38.
g) «Otra consecuencia de lo que precede es que en la unión mística se
siente uno, con relación a ese favor, en una dependencia absoluta de la vo- 4Z4. 6. a La contemplación infusa da al alma plena seguridad de
luntad divina; depende de sólo Dios darla, aumentarla o retirarla. que se encuentra bajo la acción de Dios.—Según las descripciones de
Nada hay más propio para inspirar sentimientos de humildad. Porque los místicos experimentales, mientras dura el acto contemplativo, el alma
el alma ve claramente que desempeña un papel muy secundario: el del pobre no puede abrigar la menor duda de que se encuentra bajo la acción de Dios
que alarga la mano. En la oración ordinaria, al contrario, se siente tentada e íntimamente unida a El. Pasada la oración, podrá dudarlo; pero mientras
a atribuir a sus talentos la mayor parte del éxito. permanece en ella, la duda se le hace del todo imposible. Es verdad que esta
Esta dependencia continuamente sentida produce también un temor seguridad admite diferentes grados—en la oración de unión es tan firme y
filial de Dios. Porque vemos cuan fácilmente puede castigar nuestras infide- absoluta, que, si falta, afirma Santa Teresa que no es verdadera unión 39—,
lidades, haciéndonos que lo perdamos todo instantáneamente» 36. pero comienza ya a tenerse en las primeras manifestaciones contemplativas.
La razón es muy sencilla. El alma tiene conciencia clarísima de que no
422. 4. a E n la contemplación, el alma es más pasiva que activa.— ha producido ella misma aquella experiencia divina de que está gozando.
Es una consecuencia de cuanto acabamos de decir. El alma no puede «po- Y el Espíritu Santo, que la está produciendo con sus dones, pone en ella
nerse a contemplar» cuando ella quiera, sino únicamente cuando quiera el una seguridad tan firme e inequívoca de que la tiene sometida a su acción,
Espíritu Santo y en la medida y grado que El quiera. Es cierto que el alma, que, mientras la está gozando, el alma dudaría antes de la existencia del sol
bajo la acción de los dones, reacciona vitalmente y coopera con todas sus o de su propia existencia que de la realidad divina que está experimentando.
fuerzas a la influencia divina, pero se trata de una actividad recibida—por Aquí es donde se cumple aquello de San Pablo: «El Espíritu mismo da tes-
así decirlo—, efecto inmediato de la gracia operante. Es el famoso patiens timonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (Rom. 8,16).
divina del Pseudo-Dionisio, que han experimentado todos los místicos. Por
eso dice Santo Tomás: «El hombre espiritual no se inclina a obrar alguna Sin embargo, en las noches pasivas, esta seguridad de estar bajo ¡a acción
cosa movido principalmente por su propia voluntad, sino por instinto del divina sufre un eclipse en el alma, por las razones que ya hemos explicado
Espíritu Santo» (In Ep. ad Rom. 8,14,3. a ). Y en otra parte: «En los dones en su lugar correspondiente (cf. n.136).
del Espíritu Santo el alma humana no se conduce como motora, sino más
bien como movida» (11-11,52,2 ad 1). 425. 7. a La contemplación infusa lleva al alma la seguridad moral
de estar en gracia de Dios.—Es una consecuencia natural y obligada de
423. 5. a El conocimiento experimental que se tiene de Dios du- la característica anterior. Pero es menester entenderla rectamente para no
rante la unión mística no es claro y distinto, sino obscuro y confuso.— dar en lamentables extravíos.
San Juan de la Cruz explica amplia y maravillosamente este carácter de la Es de fe—fué definido por el concilio de Trento—que sin una especial
contemplación en la Subida al Monte Carmelo y, sobre todo, en la Noche revelación de Dios nadie puede saber con certeza que pertenece al número
obscura. La razón teológica fundamental es porque la luz contemplativa de de los predestinados, o que no puede volver a pecar, o que se convertirá de
los dones recae sobre el acto substancial de la fe, iluminándole extrínseca- nuevo después del pecado, o que recibirá el gran don de la perseverancia
y subjetivamente, como hemos explicado más arriba 37( pero no intrínseca final4Í>. Ni tampoco puede saber con certeza de fe—que no puede fallar—•
y objetivamente, ya que de suyo la fe es de non visis, y los misterios sobrena- haber recibido la gracia de Dios (Denz. 802 823).
turales continúan siendo misterios por mucho que se les ilumine en esta Ahora bien: esa seguridad grandísima que la contemplación infusa pone
vida. Sólo el lumen gloriae romperá los sellos del misterio y nos dará una en el alma de que está bajo la acción amorosa de Dios, ¿equivale a una ver-
contemplación clarísima y distinta de Dios y sus misterios, que no será otra dadera revelación divina? Moralmente hablando, nos parece que sí. Hace-
que la visión beatífica. Pero en este mundo, mientras continúe la vida de fe, mos enteramente nuestras las siguientes palabras del P. Poulain *U
la visión contemplativa tiene que ser forzosamente obscura y confusa, no
clara ni distinta. «Dado que se tenga la unión mística, ¿puede uno concluir que está en es-
tado de gracia? Si se tuvieran simplemente revelaciones y visiones, la res-
En la vida mística pueden producirse, sin embargo, epifenómenos ex-
traordinarios que aparecen al alma claros y distintos. Son ciertas gracias 38
Es preciso, en la práctica de la dirección espiritual, tener muy en cuenta este carácter
gratis dadas (como las visiones y revelaciones) que suponen nuevas especies obscuro y misterioso de la contemplación infusa para no incurrir en lamentables confusiones.
Guando el alma manifiesta que «siente una cosa muy grande que la lleva a Dios, pero que no
35 sabe lo que es, ni la comprende, ni la sabe explicar», un director experimentado reconocerá
Sin embargo—advierte atinadamente el r . r-oulain (ibid., n.6) —, el dirigido deberá en seguida una de las características más típicas de la experiencia mística, mientras que otro
mostrar su buena voluntad ensayando dócilmente a obedecer. El resultado será nulo—a menos menos avisado puede pensar fácilmente que se trata de un alma extraviada y soñadora, a la
de abandonar totalmente la oración, lo que sería una locura—, pero no importa. La obedien- que hay que obligar a caminar por los senderos «ordinarios» y a practicar otro tipo menos ab-
cia no puede obligarle a conseguirlo, sino sólo a ensayarlo. Aunque lo mejor que podría surdo de oración. ¡Cuántas y cuan graves imprudencias se pueden cometer cuando se ignoran
hacer el alma es cambiar de director, abandonando una dirección tan imprudente. los verdaderos caminos de Dios!
36
P. POULAIN, o.c, n.7. c.7 39
37 Cf. Moradas quintas 1,11.
Cf. la décima conclusión que hemos establecido para precisar la naturaleza de la con- 10 Cf. Denz. 805 825 826 833.
templación infusa (n.415). ... 41
O.c, C.12 n.io.
Tcoh de la Perjcc. 21
L. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 643
642 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
comparaciones «que no les contentan» 47 y otros rodeos y circunloquios acier-
puesta sería negativa. Porque la Sagrada Escritura refiere visiones que fue-
tan a decir algo de lo que les pasa a los que nunca lo han experimentado.
ron enviadas a pecadores, como Balaam, Nabucodonosor y Baltasar 42 .
La razón es siempre la misma. La acción sobrenatural de los dones tras-
Pero aquí hablamos de la unión mística. He aquí la respuesta: los que ciende el modo discursivo de la razón humana. Lo intuitivo se percibe, pero
reciben esta unión sin revelación especial sobre su estado de gracia tienen no se puede expresar con propiedad a base de discursos y razonamientos
simplemente la certeza moral de encontrarse en la amistad con Dios. Es una humanos.
certeza muy superior a la que un cristiano ordinario puede sacar de sus dis-
posiciones.
En efecto, se puede tener la certeza moral de que el estado de oración que 427. 9. a La contemplación puede revestir diversas formas.—No
se experimenta es precisamente la contemplación mística tal como la conci- siempre el fenómeno contemplativo se produce de igual forma. Unas veces
ben todos los autores. Pero: i.° Esta unión encierra o incluye un acto con- prevalece la iluminación del entendimiento (contemplación querúbica de los
antiguos), otras la inflamación de la voluntad (contemplación seráfica). A ve-
tinuo de amor perfecto, lo que sería suficiente para devolver el estado de
ces—la inmensa mayoría—es suave y deleitable, pero otras es terriblemente
gracia si no se le tuviera ya. Por consiguiente, la comprobación de la unión
dolorosa y purificadora. De ordinario deja al alma en quietud y paz, sin que
mística es una prueba sólida del estado de gracia. Lo supone o lo produce. se le ocurra desear mayor felicidad; pero otras veces enciende en el alma una
2.° Se admite que esta contemplación es producida por ciertos dones del Es- sed devoradora de poseer el Bien infinito de una manera más plena y pro-
píritu Santo, los cuales suponen necesariamente el estado de gracia. No en- funda. Son variadísimas, en fin, las formas que puede revestir la contempla-
tra en el plan de la Providencia producir los actos de los dones sin los dones ción, y es preciso tener muy en cuenta este detalle para no desorientarse en
mismos. 3. 0 En esta contemplación, Dios muestra al alma su amistad; lo que la dirección de las almas.
le concede es una presencia de amigo 4 3.
Se tiene, pues, una certeza moral, y por esto con razón se mira la unión 428. 10. a La unión mística presenta fluctuaciones o variaciones
mística como una primera expansión de la gracia santificante que prepara continuas.—Oigamos a Santa Teresa: «Aunque a veces dura gran rato,
la expansión definitiva, que será la visión beatífica. «¿Qué es la vida mís- otras de presto se acaba, como quiere comunicarle el Señor, que no es cosa
tica sino la vida de la gracia haciéndose consciente, como experimental?» que se puede procurar por ninguna vía humana. Mas aunque está algunas
(R. P. BAINVEL, Nature et surnaturel c.2,5). veces rato, quitase y torna: en fin, nunca está estante, y por eso no acaba de
Solamente se puede concebir una seguridad más firme a base de una re- abrasar al alma, sino ya que se va a encender, muérese la centella y queda
velación tan clara, que su realidad se impusiera absolutamente al espíritu. con deseo de tornar a padecer aquel dolor amoroso que le causa» 48 .
Lo que acabamos de decir permite tranquilizar a las almas místicas que Con estas fluctuaciones y alternativas puede permanecer el alma en ora-
son asaltadas por violentas tentaciones. Con frecuencia quedan inquietas te- ción mística varias horas, según Santa Teresa 4 9 . A veces, la unión mística
miendo haber cedido más o menos. Deben decirse a sí mismas que, aunque no dura más que un instante (toque místico); otras, se prolonga largo rato.
fuera fundado el temor de una falta grave, han hallado de nuevo el estado Pero ordinariamente no permanecerá ni cinco minutos en el mismo grado
de gracia por efecto mismo de la unión mística, que se lo ha devuelto» 44 . de intensidad. Durante el período ascendente, el alma espera anhelante lle-
No se trata, pues, de una certeza absoluta e infalible—que no puede gar hasta una cumbre inefable que presiente y adivina; pero he aquí que de
darse, según la definición del concilio de Trento, a menos de una especial pronto, y sin saber por qué, comienza a descender. Es entonces cuando el
revelación divina—; pero sí de una certeza moral, incomparablemente más alma comienza a lanzar—aunque en grados diferentes—la dolorosa excla-
grande que la que puede tener un simple cristiano examinando sus actuales mación de San Juan de la Cruz:
disposiciones 45 .
¡Oh llama de amor viva,
426. 8. a La experiencia mística es inefable.—Los místicos no que tiernamente hieres
aciertan a expresar con claridad lo que les pasa. «No hay lenguaje para pla- de mi alma en el más profundo centro!
ticar estas cosas», diría Santa Teresa. La misma Santa, al comenzar a descri- Pues ya no eres esquiva,
bir la contemplación infusa en las Cuartas moradas, escribe textualmente: acaba ya, si quieres;
«Comienzan a ser cosas sobrenaturales, y es dificultosísimo de dar a enten- rompe la tela de este dulce encuentro.
der, si Su Majestad n o lo hace» 46 . Sólo a fuerza de metáforas, ejemplos,
42
429. 11. a La contemplación mística repercute con frecuencia so-
Como es sabido—y estudiaremos en su lugar correspondiente — , las visiones y revela- bre el cuerpo.—Esta repercusión puede afectar muy diversas formas. He
ciones son gracias gratis dadas que no entran en el desarrollo normal de la gracia y pueden
recibirlas incluso los que están en pecado mortal.— N. del A. aquí las principales:
43
Santa Teresa hablando de la quietud: «Los que esta merced conocieren en sí, ténganse
por tales (habla de los amigos de Dios), si saben responder con las leyes que aun la buena amis- a) A veces, el deleite espiritual intensísimo de que está gozando el
tad del mundo pide» (Vida 15,5). — Nota del P. Poulain. alma tiene una repercusión en la sensualidad, en la que pueden producirse
44
Ya se comprende que—aun en este caso—estas almas quedarán obligadas a someter
su falta grave a la absolución sacramental, lo mismo que el que ha recuperado ©í estado de desconcertantes fenómenos 5 0 . Pero San Juan de la Cruz advierte que eso
gracia eií virtud de un acto de contrición. —N. del A.
45 47
Gf. I-II,ii2,5, donde Santo Tomás pone como signos conjeturales para conocer si es- «Riéndome estoy de estas comparaciones, que no me contentan, mas no sé otras» (SANTA
tamos en gracia «se delectar i in Deo... contemnere res mundanas... non esse sibi conscius TERESA, Moradas séptimas 2,11).
48
alicuius peccati mortalis... per quandam experientiam dulcedinis, quam non expentur ille qui Moradas sextas 2,4.
4
non accipit». Sin embargo, añade a continuación que este conocimiento es imperfecto; o sea, ' Cf. Vida 18,12-13.
que no puede darnos una certeza absoluta, sino tan sólo moral o por conjetura. 50
Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche obscura 1,4.
*6 Cuartas moradas 1,1.
L. I I . C. 3. LA VIDA DB ORACIÓN 645
644 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DB LA VIDA CRISTIANA
A veces, sin embargo, hay excepciones. Dios puede muy bien, si quiere,
suele ocurrir únicamente en los principiantes de natural «tierno y delezna- inspirar al alma uno de estos actos adicionales, que no perjudicará en este
ble» si. El remedio está en no hacer caso y seguir adelante en la oración, re- caso a la unión mística. Pero siempre suele tratarse de actos suaves y senci-
chazando y despreciando aquel efecto corporal. llos, jamás enérgicos o violentos, que, lejos de favorecerla, la extinguirían
b) Cuando la contemplación es muy intensa, el organismo se altera fácilmente.
visiblemente. Los ojos se empañan como afectados por una niebla que di- La conducta práctica que debe observar el alma es secundar dócilmente
ficulta la visión. La respiración se vuelve débil e intermitente, si bien reac- la acción de Dios, sin empeñarse en producir actos adicionales si experimenta
ciona fuertemente, de cuando en cuando, en una profunda aspiración instin- dificultades para ello. Limítese, a lo sumo, a alguna breve aspiración amo-
tiva como para absorber la necesaria cantidad de aire. Los miembros se pa- rosa, repetida de vez en cuando para prevenir las distracciones y cooperar
ralizan en parte (los dedos, por ejemplo, pierden su fuerza para sostener un suavemente a la divina acción 54, Únicamente cuando se trate de oraciones
objeto cualquiera que les cae fácilmente de las manos). El calor vital dismi- vocales obligatorias (v.gr., el rezo del breviario para los obligados a él) ha-
nuye, sintiéndose un ligero enfriamiento, sobre todo en las manos y pies, bría que rezarlo a toda costa, aunque fuera a base de disminuir la unión mís-
etcétera. Todos estos datos se han comprobado mil veces en las almas con- tica, poniéndose, v.crr , a andar, a recitar con un compañero, etc.
templativas, y Santa Teresa habla de ello en diferentes lugares de sus obras 52 .
Cuando se produce el éxtasis, la enajenación de los sentidos es completa y Ejemplos concretos en os santos.-—He aquí unos cuantos datos tomados
total, como veremos en su lugar. del P. Poulain 55. San Felipe Neri no podía, a veces, terminar de rezar su
La explicación de estos fenómenos hay que buscarla en la limitación de breviario a no ser alternando con un compañero; de lo contrario, le arreba-
nuestras energías. Cuando el espíritu se absorbe en una operación intensí- taba el éxtasis y se hundía en Dios, abandonando el rezo. San José de Cuper-
sima, el cuerpo tiene que acusar forzosamente el contragolpe y desamparo tino llegaba con frecuencia al anochecer sin haber podido rezar el breviario,
de la energía que le ha robado el alma. Y al revés: cuando el hombre se en- aunque lo había intentado muchas veces. Durante treinta y cinco años, los
trega febrilmente a las cosas corporales, el espíritu queda debilitado para superiores le excluyeron de las ceremonias del coro, de las procesiones y
sus propias operaciones. Por eso dice San Pablo que el hombre carnal no hasta del refectorio común, porque, a causa de sus éxtasis continuos, inte-
puede comprender las cosas espirituales (i Cor. 2,14). rrumpía la marcha de la comunidad. Era un verdadero milagro—dice su
c) A veces, en los estados muy intensos de contemplación, se produ- historiador—que en medio de sus éxtasis pudiera el Santo acabar de decir
cen otros fenómenos corporales verdaderamente sorprendentes: lágrimas de su misa. Apenas terminada, corría a su celda, lanzaba un grito y caía de ro-
sangre, aureolas luminosas, suspensión en el aire, estigmatización, etc., etc. dillas en éxtasis. A San Ignacio de Loyola le dispensaron el rezo del brevia-
Pero todo esto pertenece al capitulo de los epifenómenos extraordinarios rio por la misma razón. Con frecuencia se veía obligado a interrumpir varias
y gracias gratis dadas, que estudiaremos en su lugar correspondiente. veces su misa, de suerte que empleaba más de una hora en decirla, a pesar
de sus esfuerzos por no rebasar la media hora que había señalado a sus re-
430. 12. a La contemplación mística suele producir la suspensión ligiosos.
o ligadura de las potencias.—Para comprender este efecto es menester
distinguir cuidadosamente entre los actos constitutivos de la unión mística 431. 13. a La contemplación infusa lleva consigo un gran impulso
y los actos adicionales a ella 53. Se llaman actos constitutivos o fundamentales a la práctica de las virtudes cristianas.—Es una de las notas más típicas
los que pertenecen necesariamente a ella y siempre la acompañan, tales como e inequívocas de la verdadera contemplación. Santa Teresa lo repite cons-
pensar en Dios, amarle, etc. Y son actos adicionales—fuera de las distraccio- tantemente. El alma que no salga de su oración con grandes impulsos hacia
nes—aquellos otros que no son propios de la unión mística, esto es, que ni las virtudes sólidas: la humildad, la perfecta abnegación de sí mismo, el es-
son causa ni efecto de ella. El término adicional expresa con claridad que se píritu de sacrificio, el amor a la cruz y, sobre todo, el amor de Dios y del pró-
ha añadido algo no esencial a la acción divina; v.gr., rezar un avemaria, leer jimo en grado intensísimo, puede estar bien segura de que no ha tenido ora-
unas líneas de un libro piadoso, ponerse a pensar en la muerte, etc.; y, en ción contemplativa.
general, toda iniciativa humana independiente o al margen de la acción divina. Y lo más sorprendente y maravilloso es que, a veces, el alma contempla-
Ahora bien: la unión mística impide, más o menos, la producción de estos tiva se siente instantáneamente en posesión de una virtud que no había po-
actos adicionales. En el éxtasis, la dificultad es insuperable. En las oraciones dido conseguir en largos años de continuos esfuerzos. Santa Teresa compara
inferiores, la imposibilidad no es absoluta, pero siempre se siente alguna di- estos cambios tan profundos a un gusano de seda que se convierte de pronto
ficultad, tanto mayor cuanto mayor sea la intensidad de la unión mística. en una «mariposica blanca muy graciosa» (Moradas quintas 2,2). El alma no
Las almas experimentan durante la contemplación verdadera dificultad, podría conseguir en muchos años de meditación lo que allí le comunica el
v.gr., en el rezo de las oraciones vocales. A veces comienzan a recitar el Pa- Señor en un instante (ibid., n . n ) .
drenuestro, pero una secreta fuerza interior les obliga a suspender su ora- Es preciso, sin embargo, no exagerar. En las primeras oraciones contem-
ción a las dos o tres palabras. Intentan proseguir con un verdadero esfuerzo, plativas, la transformación no es tan profunda que desaparezcan del alma
y apenas se dan cuenta, cuando ya han dejado de hablar otra vez. Sólo a cos-
toda clase de defectos incluso involuntarios. Y ; sí se equivocaría grande-
ta de grandes esfuerzos y continuas interrupciones podrían recitar por en-
tero el rosario u otra oración vocal de relativa extensión. 5 4 Santa Teresa lo avisa con mucha oportunidad a sus monjas : «Bien es procurar más so-
En resumen: el estado místico tiende comúnmente a excluir todo lo que le ledad para dar lugar al Señor y dejar a Su Majestad que obre como en cosa suya; y cuando más
una palabra de rato en rato suave, como quien da un soplo en la vela, cuando viera que se ha
es extraño, principalmente lo que proviene de nuestra industria y esfuerzo. muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no sirve de más de matarla, a mi pa •
recer. Digo que sea suave el soplo porque por concertar muchas palabras con el entendimiento
51 Ibid.,n.s.
52 no ocupe la voluntad» (Camino 31,7).
53
Cf., entre otros, Vida 18,10; 19,2; 20,3 etc. 55
O.c, c.14 n.16.
El P. Poulain ha explicado muy bien esta distinción; cf. o.c, c.o n.T3,
646 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA t . I I . C. 3 . LA VIDA DE ORACIÓN 647
mente el director que juzgase ilusoria la contemplación de un alma sujeta 3) Luego es un juicio intuitivo.—Se prueba: a) Por exclusión de los an-
todavía a ciertos defectos, que provienen muchas veces más del tempera- teriores, b) El acto propio de la fe es creer, asentimiento sin discurso (cum
mento y del carácter que de la propia voluntad. La contemplación ayuda assensione cogitare), lo cual es un juicio inmediato. De otra manera, la fe sería
eficacísimamente a la santificación del alma, pero no produce instantánea y discursiva, adquirida, no sobrenatural, y su objeto no sería la Verdad pri-
necesariamente un santo. mera, sino una verdad concluida por discurso. Del mismo modo, el acto pro-
pio de los dones es un juicio inmediato, sin discurso. Los actos de la fe y de
los dones son actos del entendimiento en cuanto intellectus (por el que nos
4-° Proceso teológico-psicológico d e la contemplación asemejamos al modo de entender de Dios y de los ángeles), no en cuanto
ratio, o sea, discurriendo de los efectos de la causa y de los principios a las
432. H e aquí ahora, e n sintética visión de conjunto, el p r o c e - conclusiones 58 . La contemplación es, pues, un simple juicio intuitivo, afir-
so teológico-psicológico del fenómeno contemplativo: mativo por la fe, distinto de los demás en cuanto sabroso, experimental, por
los efectos vitales de Dios—procedentes de los dones del Espíritu Santo—,
f I. A MODO DE DISPOSICIONES: que nos ponen en contacto con El.
Accidentalmente concurren al acto contemplativo otros actos del enten-
iv p , , (i) Virtudes morales. dimiento especulativo y práctico (auditio, lectio, cogitatio, consideratio vel
P
, ?? 1 a) Virtudes teologales afectivas (esperanza meditatio, speculatio, oratio, admiratio, etc.), que son disposiciones o redun-
apetito I • , i\
L y candad). dancias del acto contemplativo, que consiste formalmente en el juicio intui-
tivo de la verdad 5 9 .
B) Por p a r t e del! i) Natural: virtudes intelectuales 56 ,
conocimiento | 2) Sobrenatural: la prudencia infusa.
«... DE LA VERDAD DIVINA...»—Es el objeto material primario de la divi-
II. FORMA CONSTITUTIVA: el acto de la fe, ilustrada por los dones na contemplación. Este objeto lo proporciona substancialmente la fe, y
de entendimiento y sabiduría acerca de la primera Verdad en es iluminado por los dones de entendimiento y sabiduría para darle la evi-
sí misma. dencia subjetiva y experimental propia del acto contemplativo.
Secundariamente son también objeto material de la divina contempla-
III. A MODO DE REDUNDANCIA: ción las cosas creadas y humanas iluminadas por el don de ciencia. La con-
templación de estos efectos divinos (cosas creadas) pertenece secundaria-
1) Admiración profunda de la primera Verdad. mente a la vida contemplativa, en cuanto que por ellas el hombre puede
2) Gozo de Dios y de las cosas divinas. elevarse al conocimiento de Dios, como dice Santo Tomás 60.
3) Purificación cada vez mayor de las potencias del alma.
«... PROCEDENTE DE LA FE ILUSTRADA POR LOS DONES DE ENTENDIMIENTO,
0
SABIDURÍA Y CIENCIA EN ESTADO PERFECTO».—Es el principio quo de la con-
5. D e f i n i c i ó n d e la c o n t e m p l a c i ó n infusa templación, de Ique ya hemos hablado en su lugar correspondiente (n.415-16).
Y con esto quedan contestadas las razones en contrario que recordába- Claro es q u e u n a cosa es la contemplación mística e n cuanto tal
mos antes. Todas ellas se refieren al primer aspecto y en él son válidas; pero y otra m u y distinta los epifenómenos y gracias gratis dadas q u e c o n
no al segundo, en el que fallan totalmente. frecuencia la a c o m p a ñ a n , tales como las visiones, revelaciones, etcé-
tera, etcétera. T o d o s los autores están u n á n i m e m e n t e d e acuerdo e n
ARTÍCULO 4. Si LA VIDA ACTIVA ES ANTERIOR A LA CONTEMPLATIVA. q u e sería temeridad, imprudencia, p r e s u n c i ó n y soberbia desear o
pedir tales gracias concomitantes, q u e n a d a t i e n e n q u e ver c o n el
437. Hay que distinguir. Según el orden de dignidad o perfección (cau- desarrollo n o r m a l d e la gracia santificante y p u e d e n recibirlas incluso
salidad formal), la vida contemplativa es anterior a la activa, a quien ordena los q u e están e n pecado mortal, como veremos largamente e n la
y dirige. Pero, según el orden de generación o de tiempo (causalidad mate- cuarta parte d e esta obra.
rial o dispositiva), la vida activa es anterior a la contemplativa, para la que
dispone al sujeto. La forma viene cuando el sujeto está bien dispuesto; y He aquí—a propósito de esto—una página preciosa de un excelente au-
esta disposición la realiza la vida activa principalmente en sus primeras fases tor contemporáneo 64, que nos complacemos en trasladar íntegramente aquí
(purgativa e iluminativa), y nunca puede prescindirse enteramente de ella, traducida al castellano. Aunque se dirige principalmente a los sacerdotes,
pues no hay sujeto tan perfecto y bien dispuesto que no pueda disponerse todos pueden aprovecharse de su espléndida doctrina:
más para una ulterior perfección. Por eso dice Santo Tomás que los que por «La gracia de la contemplación sobrenatural es altamente santificadora
su temperamento inquieto y bullicioso son más aptos para la vida activa,
del alma; más aún, suele llevar a la más eminente santidad. De donde todo
pueden con ella prepararse a la contemplación, y los que por su índole pací-
aquel que se preocupe de su perfección puede y debe aspirar a la contempla-
fica y sosegada son más aptos para la contemplación, pueden ejercitarse en
las obras de la vida activa para mejor disponerse a la divina contemplación ción y a la correspondiente unión con Dios.
(ad 3). ¿La estimo yo, sacerdote, y aspiro a ella con ardiente deseo ? ¿Me ejerzo
generosa y constantemente en la mortificación y el recogimiento con la espe-
Según esto, he aquí el doble orden que puede establecerse entre ambas ranza de obtener de Dios algún día esta gracia?
vidas: Consideraré atentamente los motivos que me deben impulsar a ello, a
íi) Vida activa exterior. saber:
A) Orden ascendente o de generación... •< 2) Vida activa interior.
I3) Vida contemplativa. i.° M i PROPIA UTILIDAD.—Me uniría a Dios más íntimamente y per-
fectamente, y me haría de este modo un verdadero santo. Por los dones del
Espíritu Santo ejercería más divinamente las obras de las virtudes, y realizaría,
{ 1)
2)
3)
Vida contemplativa.
Vida activa interior.
Vida activa exterior.
si así pluguiera a Dios, obras más altas, verdaderamente sublimes y heroi-
cas. ¿Por qué no me lanzo, como si estuviera contento con cierta mediocri-
dad, con cierto cristianismo vulgar, dejando la verdadera santidad para los
438. 3. ¿ E s d e s e a b l e la divina c o n t e m p l a c i ó n ? — E s t a religiosos y para los que me parecen «santos desde su nacimiento»?
cuestión parece ociosa después d e t o d o c u a n t o acabamos d e decir.
2. 0 L A GLORIA DE DIOS.—a) En mi alma: Conocería y amaría más
L a contemplación es u n a gracia formalmente santificadora, puesto perfectamente a mi Dios, que es lo más grande y sublime que se puede pen-
q u e procede d e la fe viva ilustrada p o r los dones del Espíritu Santo sar, y de este modo le alabaría y glorificaría mucho más digna e íntimamente.
y bajo el impulso d e u n a ardiente caridad. N o desearla equivaldría b) En las almas a mi confiadas: Porque «esta suprema unión de caridad
a n o desear la propia perfección y santidad. A u n los autores partida- con Dios es el fundamento y la raíz de toda nuestra vida apostólica, la única
rios d e la doble vía—que creen posible u n a perfección p u r a m e n t e que puede darle verdadera eficacia e infundirle omnímoda fecundidad»
ascética sin influencia de las gracias místicas—admiten q u e la con- (MONS. WAFFELAERT). Porque de este modo nos unimos íntimamente a
templación infusa es u n a gracia eminentemente santificadora, y q u e , Dios «ex quo omnia, per quena omnia, in quo omnia» (liturgia de la fiesta de
p o r lo mismo, se la p u e d e h u m i l d e m e n t e desear y pedir, a u n q u e c o n la Trinidad).
plena sumisión a la voluntad adorable d e Dios 6 3 . L a m i s m a Iglesia Hermosamente dice San Bernardo (In Cant. serm.18): «Si sapis, con-
p i d e oficialmente e n s u liturgia d e Pentecostés q u e descienda sobre cham te exhibebis, non canalem». El canal deja pasar sencillamente el agua,
todos los fieles el Espíritu Santo con sus preciosísimos dones, q u e sin retener una sola gota; la concha, por el contrario, primero se llena a sí
son la causa eficiente d e la contemplación infusa. misma y después da lo que le sobra de la plenitud de su abundancia. Y aña-
de San Bernardo: «Hoy tenemos muchos canales en la Iglesia, pero muy po-
63
Además d e los autores d e la escuela tomista, para ios q u e la tesis de la deseabiíidad d e cas conchas». Seamos, pu:s, conchas principalísimamente por la contempla-
la contemplación es del todo evidente e indiscutible, proclaman esta misma doctrina casi t o - ción, y de la abundancia de nuestro corazón hablarán después nuestros labios.
dos los .pertenecientes a las restantes escuelas de espiritualidad cristiana, hasta el p u n t o de Esta es la verdadera elocuencia apostólica, que los fieles captan y gustan
que hoy p u e d e afirmarse q u e se trata d e u n a tesis común. Véanse, p o r ejemplo, entre los más
representativos, los P P . POULAIN, Des gr dees d'oraison c.25; D E GUIBERT, Theologia spiritualis como por cierta intuición y les mueve íntima y eficazmente: «Repleti sunt
n.443s.; LEHODEY, LOS caminos de la oración mental p.3. f t c.13; TANQUEREY, Teología ascética Spiritu Sancto—los apóstoles—et coeperunt loqui...»; y los oyentes: «com-
n.1417; SCHRIJVERS, LOS principios de la vida espiritual I.3 c.3 a.7 c u e s t . i ; NAVAL, Curso de As-
cética y Mística n.218 (300 e n la 8. a ed.) etc., etc. L a misma doctrina proclamó el famoso
64
Congreso Carmelitano de Madrid (marzo d e 1923) al aprobar las conclusiones q u e hemos MAHIEU, S.T.D., Probatio charitatis n.i6i,b (5.* ed., Brugis 1949) p.4°7-9-
recogido en otra parte (cf. n.133).
654 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA L. II. C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 655
puncti sunt corde... et appositae sunt in die illa animae circiter tria millia» «Esta pureza de corazón es fruto de la mortificación exterior e interior.
(Act. 2). Esta cuesta mucho indudablemente; es preciso no tener apego alguno al
¿Acaso no juzgo—y asi lo estiman demasiados sacerdotes—que el celo pecado, no perdonarnos nuestros defectos ni hacer las paces con ellos. Es
consiste únicamente en la conversión de los pecadores, y no en el perfeccio- preciso entrar por la puerta estrecha que conduce a la verdadera vida y se
namiento de los justos? Sin embargo, San Juan de la Cruz no duda en afir- comprenden mejor que nunca aquellas palabras: «Muchos son los llamados
mar que «es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este y pocos los escogidos». Es necesario estar prontos a pasar por el fuego de los
puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, sufrimientos, porque la pureza del corazón debe crecer, con la contempla-
que todas esas otras obras juntas» (Cántico espiritual, anotación a la can- ción, por las pruebas purificadoras que Dios no deja de enviar a los que de-
ción 29). sean humilde y ardientemente su divina intimidad. Es celoso, como dice la
¡Cuántas almas hay, no solamente en el estado religioso, sino entre las Escritura, y quita las personas o las cosas a las cuales se apegaría el alma y
que viven en el mundo, que tienen hambre y sed de justicia y santidad y no la hace pasar por un crisol para despojarla de todas sus escorias. Cuando
encuentran quien les parta el pan y les dé a beber el agua que salta hasta la las inclinaciones desordenadas, las turbulencias de la sensualidad, del egoís-
vida eterna! ¡Cuántos sacerdotes hay que buscan en vano un padre y direc- mo, del amor propio, del orgullo intelectual y espiritual han desaparecido,
tor espiritual! ¡Cuan útil podría ser a la gloria de Dios y salvación de las el corazón purificado es como un límpido espejo donde se refleja la belleza
almas si fuese un hombre de Dios, lleno de Dios, rebosante de Dios («effun- de Dios. Pero ¿quién puede decir: Yo no puedo tener el corazón puro?» 6 6
dens Deum»); si adelantara yo mismo e hiciese adelantar a los demás en la
ciencia de los santos!» 2) SIMPLICIDAD DE ESPÍRITU.—La contemplación es una mirada senci-
lla y amorosa a Dios que se aviene mal con un espíritu complicado y multi-
439. 4. D i s p o s i c i o n e s para la c o n t e m p l a c i ó n , — L a c o n t e m - forme. Esta simplicidad consiste, ante todo, en reducir todas las cosas a la
plación mística es u n d o n d e Dios q u e el h o m b r e n o p o d r í a j a m á s unidad, viéndolas todas a través de Dios: los acontecimientos prósperos o
adversos, los cargos y ocupaciones agradables o desagradables, las personas
p r o d u c i r p o r sí m i s m o . A u n q u e posee con la gracia todos los hábitos
simpáticas o antipáticas con las que tenemos que convivir, etc., etc. Esto
infusos capaces d e producirla, n o está e n su m a n o la actuación d e los simplifica grandemente el espíritu, sosiega y tranquiliza el corazón y dispo-
dones d e l Espíritu Santo q u e es absolutamente indispensable p a r a ne al alma para el reposo y la paz de la contemplación. En un espíritu tur-
ella. Pero es i n d u d a b l e q u e el cristiano p u e d e y d e b e p r e p a r a r s e p a r a bulento y agitado, apenas se concibe la posibilidad de la oración contem-
q u e el E s p í r i t u Santo los actúe; y a u n q u e esta preparación n o p u e d e plativa.
ser j a m á s la causa determinante d e esa actuación, e n el p l a n actual d e
la Providencia ejercerá, la inmensa mayoría de las veces, u n a influen- 3) HUMILDAD DE CORAZÓN.—Todos los maestros de la vida espiritual
cia decisiva, c o m o causa dispositiva. E l Espíritu Santo suele actuar están de acuerdo en que es ésta una de las condiciones más indispensables.
cada vez c o n m a y o r frecuencia s u s preciosísimos dones a m e d i d a «Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes», dice la Sagrada
q u e van creciendo y desarrollándose en cuanto hábitos; y el crecimien- Escritura (1 Petr. 5,5). Y Santa Teresa, que tan maravillosamente conocía
t o y desarrollo d e los dones e n cuanto hábitos p u e d e el alma e n gracia los caminos de Dios, advierte con mucho encarecimiento a sus monjas
merecerlo c o n m é r i t o estricto o d e condigno (cf. n.103 y 151). Sólo que «todo este edificio, como he dicho, es su cimiento humildad; y si no
falta la moción especial del Espíritu S a n t o — q u e a nadie niega, si está hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy
alto, porque no dé todo en el suelo» (Séptimas moradas 4,8). Y un poco más
convenientemente dispuesto—para q u e actúen d e u n a m a n e r a cada
abajo añade todavía: «Por eso os aviso que ninguna fuerza pongáis si hallareis
vez m á s intensa, p r o d u c i e n d o — s i se trata de los dones intelectivos—
resistencia alguna; porque le enojaréis de manera que nunca os deje entrar
el fenómeno d e la contemplación mística o infusa. en ellas. Es muy amigo de humildad. Con teneros por tales que no mere-
A h o r a bien: ¿en q u é consiste esta preparación? ¿ Q u é es lo q u e céis aún entrar en las terceras, le ganaréis más presto la voluntad para llegar
el alma tiene q u e hacer p a r a disponerse c o n v e n i e n t e m e n t e a q u e Dios a las quintas; y de tal manera le podéis servir desde allí, continuando a ir
le c o m u n i q u e la contemplación infusa? muchas veces a ellas, que os meta en la misma morada que tiene para sí, de
Al h a b l a r d e cada u n o d e los dones e n particular, ya dijimos lo donde no salgáis más» (Ibíd., párrafos finales, n.2).
q u e el alma d e b e hacer p a r a fomentarlos e n c u a n t o esté d e su p a r t e . «Esta humildad—escribe el P. Garrigou-Lagrange—dispone a la con-
L a s principales disposiciones generales n o s parece q u e s o n las si- templación, porque ella canta ya la gloria de Dios. Si hay tan pocos contem-
guientes 6S: plativos, dice la Imitación, es, sobre todo, porque hay pocas almas profun-
damente humildes. Para recibir la gracia de la contemplación es preciso ge-
1) U N A GRAN PUREZA DE CORAZÓN.—Hay una relación muy estrecha neralmente haber hecho un acto profundo de verdadera humildad, un acto
entre ella y la contemplación. El Señor en el Evangelio relaciona íntimamen- que haya tenido honda repercusión en toda la vida. Cuando un alma ha re-
te ambas cosas cuando dice: «Bienaventurados los limpios de corazón, por- conocido frecuentemente y prácticamente que toda su existencia depende
que ellos verán a Dios». Sabido es que la contemplación es como un esbozo absolutamente de Dios, que no subsiste más que por El, que ella no practica
y anticipo imperfecto de la visión beatífica. el bien sino por su gracia, que produce en nosotros el querer y el obrar;
65 que no se dirige bien más que por su luz, que no ha hecho por sí misma otra
Cf. VALLGORNERA, Mystica theologia divi Thomae q.3 d.3 a.4 p.453s. (ed. Turin 1911);
MEYNARD, La vie intérieure p.2.a l.i c.4; GARRIGOU-LAGRANGE, Perfection et contemplation c.5 66
a.4; POULAIN, Desgráces d'oraison c.28 n.24. P. GARRIGOU-LAGRANGE, Perfection... c.5 a.4 p.484-85 (7.* ed.).
656 P. III. DESARROLLO NORMAL DB LA VIDA CRISTIANA L. II. C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 657
cosa que pecar a cada momento, que es una sierva inútil y .despreciable, eru pueda remontarse muy arriba en la contemplación si no se dispone al menos
tonces llega generalmente a recibir la gracia de que estamos hablando» s 7 con dos horas diarias de oración mental <*.
4) RECOGIMIENTO PROFUNDO.—Es imposible que la contemplación se
7) U N A TIERNA Y ENTRAÑABLE DEVOCIÓN A MARÍA.—Es ella el modelo
produzca en un alma derramada al exterior. Una vida agitada, llena de octu
incomparable de las almas contemplativas, la Esposa dulcísima del Espíritu
paciones absorbentes, que llegan casi al surmenage: ese «materialismo e^
acción, que, después de haberse alejado de Dios y de la verdadera vida de) Santo y Madre amantisima de nuestras almas, a las que está deseando her-
espíritu, busca su equivalente en el orden de las cosas materiales multiplú mosear y santificar con las gracias soberanas de la unión mística. La con-
candólas lo más posible y haciendo que la actividad sea siempre más intensa» templación es uno de los frutos de la verdadera devoción a María, como ex-
(P. Garrigou), es un obstáculo casi insuperable para el reposo quieto y pací, plica admirablemente San Luis María Grignion de Montfort 70 . Muchas al-
rico de la contemplación. Es cierto que, si esas ocupaciones son del todo ne- mas no llegan nunca o con mucho retraso a la contemplación, porque se
cesarias o impuestas por la obediencia, Dios no puede castigar el cumplí- olvidaron de hacer intervenir en su deseo a la dulce Mediadora universal
miento del deber; pero con frecuencia nos sobrecargamos voluntariamente de todas las gracias.
de ocupaciones innecesarias, cuando no inútiles del todo, y esto representa
una lamentable equivocación; dejamos el oro por el oropel, la unión con 440. 5. L l a m a m i e n t o i n m e d i a t o a la c o n t e m p l a c i ó n . —
Dios por el servicio de las criaturas, nuestros grandes intereses eternos por C o m o vimos a m p l i a m e n t e e n otro lugar (cf. n.148), t o d o s estamos
la satisfacción de nuestros gustos y caprichos del momento. «Procure dar
llamados c o n u n llamamiento remoto y general a la contemplación
de mano—advierte Santa Teresa—a las cosas y negocios no necesarios, cada
uno conforme a su estado. Que es cosa que le importa tanto para llegar a la infusa p o r el m e r o hecho d e estar llamados a la perfección cristiana,
morada principal, que, si no comienza a hacer esto, lo tengo por imposible» q u e n o p u e d e conseguirse p l e n a m e n t e sin aquélla. Pero el llamamien-
(Moradas primeras 2,14). to próximo y particular p a r a e n t r a r d e h e c h o e n la contemplación se
manifiesta p o r ciertas señales características, q u e la m i r a d a d e u n
S) LA PRÁCTICA CADA VEZ MÁS INTENSA DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS, experto director descubrirá s i n esfuerzo e n el alma dirigida.
SOBRE TODO DE LAS TEOLOGALES.—La contemplación no puede ser premio El p r i m e r o e n p r o p o n e r estas señales fué T a u l e r o , el famoso d o -
de perezosos y recompensa de gente ociosa. El alma ha de hacer todo lo que minico alemán, q u e e n frase d e l P . Crisógono es «el mayor místico
pueda, con ayuda de la gracia ordinaria, para adelantar en la vida espiritual.
Se impone la práctica cada vez más intensa de todas las virtudes, vivificadas de cuantos existieron antes d e los sublimes Reformadores del C a r -
por una caridad ardiente. T a n claro es esto, que no es menester insistir. melo») 7 1 . H e aquí el texto d e T a u l e r o tal c o m o se lee e n las Institu-
ciones :
6) L A PRÁCTICA ASIDUA DE LA ORACIÓN.—El alma ha de dedicar el má-
ximo tiempo posible a la práctica de la oración en su doble aspecto de peti- «Pero es de advertir cuándo se han de posponer las dichas imágenes, por
ción y de unión con Dios. Ha de practicar incesantemente la oración de sú- que no se dejen más temprano ni se retengan por más tiempo de lo que con-
plica—dirigida con frecuencia al Espíritu Santo—, porque la gracia actual viene. Para lo cual pongo tres señales: la primera cuando ya el hombre viene
que ha de poner en marcha el hábito de los dones no se puede merecer: única- a tal estado que, oyendo o entendiendo algo de ellas, recibe hastío; la se-
mente puede impetrarse por vía de oración, aunque de suyo infaliblemente gunda cuando, oyendo o tratando de ellas, ningún deleite recibe; la tercera
cuando sentimos crecer en nosotros la lumbre y deseo de aquel sumo bien
por la promesa divina «8. Y ha de practicar largamente la oración mental (en
que aún no podemos alcanzar; tanto que digamos: «¡Señor, Dios mío! Ya
el grado ascético actualmente a su alcance), porque la contemplación, aunque
no puedo pasar adelante. Mío es pedirte; de ti solo es conceder lo que pido».
excepcionalmente podría Dios concederla—y la concede a veces—a almas
Quien estas tres cosas en sí experimentare, no solamente podrá, mas conve-
todavía muy imperfectas e insuficientemente preparadas, ordinariamente nirle ha, dejar las santas imágenes y consideraciones que dijimos» 72,
no se concede sino a las que han logrado remontarse con ayuda de la gracia
a las supremas oraciones ascéticas (recogimiento adquirido y oración de sim-
plicidad). En la vida espiritual, lo mismo que en la física, el crecimiento no San J u a n d e la C r u z repitió esta doctrina c o n algunas a ñ a d i d u -
se realiza a saltos, sino de una manera lenta, gradual e insensible. ras y c o m p l e m e n t o s interesantísimos 7 3 . D e s d e entonces estas seña-
El director espiritual de un alma que aspira seriamente a santificarse, ** El P. Arintero recomendaba prolongar una hora entera—& ser posible—la acción de
nunca insistirá bastante en este capítulo de la oración. Tiene que convencer gracias después de la sagrada comunión; y lo mismo aconseja el P- Garrigou-Lagrange (Per-
al alma de que ninguna otra cosa le es tan necesaria e indispensable como el fection...
70
p.483 7.'ed.).
Cf. La verdadera devoción a María (ed. BAC, 1954) c.5 a.5. He aquí algunos textos de
ejercicio de la oración mental y trato íntimo con Dios. Que prescinda, si es esta preciosa obrita: «Dios Espíritu Santo ha comunicado a María, su fiel Esposa, sus dones
preciso, de otras cosas, acaso buenas y útiles, pero no necesarias del todo. inefables, escogiéndola por dispensadora de todo lo que El posee; en forma que ella distribu-
Que se entregue largamente a la oración, con la máxima prolongación que ye a quien ella quiere, cuanto ella quiere, como ella quiere y cuando ella quiere todos sus do-
nes y gracias, y no se concede a los hombres don alguno del cielo que no pase por sus virgina-
le permitan los deberes de su propio estado, que es menester cumplir con les manos» (c. 1 a. 1 § 2. 0 n.25). «No creo yo que persona alguna pueda adquirir una unión ínti-
escrupulosa fidelidad. No olvide que, como dicen los santos, la larga oración ma con Nuestro Señor y una fidelidad perfecta al Espíritu Santo sin una estrechísima unión
con María y una gran dependencia de su socorro» (c.i a.2, §2.° n.43). «Quien desea tener en
es el camino más corto y expedito para la alta oración. Es difícil que un alma sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa fiel e indisoluble, la divina María, que
67
le da fertilidad y fecundidad, como hemos dicho ya en otro lugar» (c.5 a.5 § 4 n.164).
Perfection... l.c. 71
P. CRISÓGONO, San Juan de la Cruz: su obra científica... intr. p.45.
72
" Cf. n.103-12.• 105 y 151 de esta obra. FR. JUAN TAULERO, Las instituciones divinas c.35 p.213-14 (ed. del P. Getino, Ma-
drid 1922).
73
Cf. Subida al Monte Carmalo II, 13, y Noche obscura 1,9.
658 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
L. I I . C. 3 . LA VIDA DE ORACIÓN 659
les h a n venido a ser clásicas y las repiten todos los autores sin excep-
Y u n o s renglones m á s abajo, p a r a distinguir este recogimiento
ción. H e m o s hablado largamente d e t o d o esto al tratar d e la noche
sobrenatural del q u e podría conseguir el alma c o n sus esfuerzos y
del sentido, y a aquellas páginas remitimos al lector (cf. n.212).
ayuda d e la gracia, escribe la insigne Reformadora del C a r m e l o :
Sabido es q u e — s e g ú n San J u a n d e la C r u z — l a s p r i m e r a s manifes-
taciones contemplativas p r o d u c e n precisamente la noche del sentido, «Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar
q u e señala, d e este m o d o , el tránsito n o r m a l d e la vida ascética a la dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Bueno es esto
mística. y excelente manera de meditación, porque se funda sobre verdad, que lo es
estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que esto cada uno lo
puede hacer (con el favor del Señor, se entiende todo). Mas lo que digo es en
diferente manera; y que algunas veces, antes que se comience a pensar en
LOS GRADOS DE ORACIÓN CONTEMPLATIVA Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el
silbo de su pastor. Que no fué por los oídos, que no se oye nada; mas siéntese
Expuesta ya someramente la teoría general de la contemplación y prin- notablemente un recogimiento suave al interior, como verá quien pasa por ello,
cipales cuestiones complementarias, pasemos ahora a la exposición de los que yo no lo sé aclarar mejor. Paréceme que he leído que como un erizo o
principales grados en que suelen dividirla los autores en pos de las huellas tortuga cuando se retiran hacia sí; y debíalo de entender bien quien lo es-
de Santa Teresa. El primero de ellos—recogimiento infuso—es el quinto cribió. Mas éstos, ellos se entran cuando quieren; acá no está en nuestro que-
con relación al conjunto total de los grados de oración. Vamos a continuar rer, sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced. Tengo para mí que cuando
esta enumeración única para que aparezca más clara la maravillosa unidad de Su Majestad la hace, es a personas que van ya dando de mano a las cosas
la vida espiritual y la transición insensible de la ascética a la mística. del mundo» 4 .
las d e m á s potencias), mientras q u e la q u i e t u d afecta, ante todo, a la bajos, ya va más templado, porque está más viva la fe y entiende que, si
los pasa por Dios, Su Majestad le dará gracia para que los sufra con pacien-
voluntad. El e n t e n d i m i e n t o y la memoria, a u n q u e sosegados y t r a n -
cia; y aun algunas veces los desea, porque queda también una gran voluntad
quilos, están libres para pensar en lo q u e está ocurriendo; p e r o la de hacer algo por Dios».
voluntad está p l e n a m e n t e cautiva y absorta en Dios. L o dice e x p r e - e) Profunda humildad: «Como va más conociendo su grandeza (la de
s a m e n t e Santa Teresa: Dios), tiénese ya por más miserable».
f) Desprecio de los deleites terrenos: «Como ha probado ya los gustos de
«No le parece hay más que desear; las potencias sosegadas, que no que- Dios, ve que es una basura los del mundo; vase poco a poco apartando de
rrían bullirse; todo parece le estorba a amar, aunque no tan perdidas, por- ellos y es más señora de sí para hacerlo».
que pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres. La voluntad es g) Crecimiento en todas las virtudes: «En fin, en todas las virtudes que-
aquí la cautiva, y si alguna pena puede tener estando así, es de ver que ha da mejorada y no dejará de ir creciendo, si no torna atrás ya a hacer ofensas
de tornar a tener la libertad. El entendimiento no querría entender más de de Dios, porque entonces todo se pierde, por subida que esté un alma en
una cosa, ni la memoria ocuparse en más; aquí ven que ésta sola es necesaria,, la cumbre».
y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease, porque les
parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir; dales pena el ha-
blar; en decir Padre nuestro una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, 446. 3 . F e n ó m e n o s c o n c o m i t a n t e s . — E n t o r n o a la oración
que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey y ven d e q u i e t u d suelen girar otros fenómenos contemplativos, q u e n o son
que las comienza ya a dar aquí su reino; no parece están en el mundo ni le s i n o efectos y manifestaciones de los distintos grados d e intensidad
querrían ver ni oír, sino a su Dios; no les da pena de nada, ni parece se la ha p o r ella alcanzados. L o s principales son el s u e ñ o de las potencias y
de dar. En fin, lo que dura, con la satisfacción y deleite que en sí tienen, la embriaguez de amor.
están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan que hay más que desear,
sino que de buena gana dirían con San Pedro: «Señor, hagamos aquí tres mo-
radas» ls. a) El sueño de las potencias.—Santa Teresa, en el libro de su Vida,
considera como un grado de oración superior y distinto de la quietud el lla-
mado sueño de las potencias, que constituye la «tercera agua» con que se riega
L a q u i e t u d , p u e s — c o m o su m i s m o n o m b r e lo indica—, t i e n d e el vergel del alma i 8 . Pero en sus obras posteriores cambió de pensar 19 ,
de suyo al silencio y reposo contemplativo. Sin e m b a r g o , como el e n - considerándolo como un simple efecto de la quietud en su grado máximo
t e n d i m i e n t o y las potencias orgánicas están libres, p u e d e n ocuparse de intensidad. A esto último nos atenemos.
en las obras de la vida activa, y así lo hacen frecuentemente con m u - Según la misma Santa Teresa, este fenómeno «es un sueño de las poten-
cha intensidad. E n estos casos, la voluntad n o p i e r d e del t o d o su cias que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavi-
dulce q u i e t u d — a u n q u e suele debilitarse algo—y comienzan a j u n - dad y deleite es más sin comparación que lo pasado; es que da el agua a la
tarse M a r t a y María, como dice h e r m o s a m e n t e Santa T e r e s a l ó . Claro garganta a esta alma de la gracia, que no puede ya ir adelante, ni sabe cómo,
q u e esto n o se consigue del t o d o hasta q u e el alma llega a la c u m b r e ni tornar atrás; querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que está
con la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la de-
de la u n i ó n con Dios.
sea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir.
No me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas
4 4 5 . 2. E f e c t o s . — S o n admirables los efectos santificadores del mundo y estar gozando de Dios. Yo no sé otros términos cómo decirlo,
q u e p r o d u c e en el alma la oración d e quietud. Santa T e r e s a e x p o n e ni cómo declararlo, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si
algunos de ellos en u n párrafo admirable 17, q u e , para mayor clari- hable, ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial
locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera
dad, vamos a descomponerlo en sus ideas principales: de gozar el alma» 2 0 .
a) Una gran libertad de espíritu: «Un dilatamiento o ensanchamiento 18 Cf. Vida 16,1.
en el alma... para no estar tan atada como antes en las cosas del servicio de 19
H e aquí las pruebas, Santa Teresa terminó la redacción de su Vida en San José de Avila
Dios, sino con mucha más anchura». e n 1562. Ahora b i e n :
b) Temor filial de Dios, con miedo de ofenderle: «Así en no apretarse con a) E n las Fundaciones, q u e empezó a escribir la Santa en Salamanca en 1573 (o sea, «once
años después», como ella misma recuerda en el prólogo), escribe textualmente: «Acaece m u -
el temor del infierno, porque, aunque le queda mayor de no ofender a Dios, chas veces comenzar una oración de quietud a manera de sueño espiritual...» (c.6,1).
el servil piérdese aquí». b) E n la primera Relación al P . Rodrigo Alvarez (1575), inmediatamente después d e h a -
c) Gran confianza de eterna salvación: «Queda con gran confianza que le blar d e la oración de quietud, escribe: «De esta oración suele proceder un sueño que llaman de
las potencias...» (n.5).
ha de gozar». c) Finalmente, en las Moradas (1577), su obra m á s m a d u r a y acabada, donde, hablando
d) Amor a la mortificación y trabajos: «El (temor) que solía tener, para, precisamente de la oración de quietud, ella misma advierte q u e en algunas cosas ha cambiado
hacer penitencia, de perder la salud, ya le parece que todo lo podrá en Dios; d e pensar con relación a lo q u e escribió en la Vida, puesto q u e tquizá me ha dado el Señor más
claridad en estas cosas de lo que entonces entendía* {Moradas cuartas 2,7), inmediatamente d e s -
tiene más deseos de hacerla que hasta allí. El temor que solía tener a los tra- pués d e hablar de la oración d e quietud (Moradas cuartas), comienza a hablar de la oración
d e unión (Moradas quintas). Sólo hay u n a ligera alusión al sueño de las potencias hablando de
15
Camino de perfección 31,3. la oración d e quietud (Moradas cuartas 3,11), pero sin hacer de él grado especial alguno. Este
16
Cf. Camino de perfección 31,5. es, pues, el pensamiento definitivo de Santa Teresa.
17
Moradas cuartas 3,9. 20 Vida 16,1.
664 P. III. DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA L. II. C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 665
Este fenómeno contemplativo se distingue de la simple quietud en que zos vocales—a no ser que fueran obligatorios y no quedara oportunidad
se produce la unión no solamente de la voluntad, sino también del entendi- para rezarlos más tarde—o seguir el método de oración acostumbrado. Se-
miento; y se distingue de la unión plena en que no afecta todavía a la me- ría dejar el fin para seguir entreteniéndose en los medios. «Lo que ha de
moria y a la imaginación. Lo dice expresamente Santa Teresa: «Coge Dios hacer el alma en los tiempos de esta quietud no es más de con suavidad y
la voluntad, y aun el entendimiento, a mi parecer, porque no discurre, sino sin ruido... La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se negocia
está ocupado gozando de Dios, como quien está mirando, y ve tanto, que bien con Dios a fuerza de brazos, y que éstos son unos leños grandes pues-
no sabe hacia dónde mirar; uno por otro se le pierde de vista, que no dará tos sin discreción para ahogar esta centella... Más hacen aquí al caso unas
señas de cosa. La memoria queda libre, y junto con la imaginación debe ser; pajitas puestas con humildad (y menos serán que pajas si las ponemos nos-
y ella, como se ve sola, es para alabar a Dios la guerra que da y cómo procura otros) y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de razones
desasosegarlo todo... No parece sino de estas maripositas de las noches, im- muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo la ahogarán» (SANTA TERE-
portunas y desasosegadas; así anda de un cabo a otro. En extremo me parece SA, Vida 15,6 y 7).
le viene al propio esta comparación, porque aunque no tiene fuerza para ha-
cer ningún mal, importuna a los que la ven» 21. 3) NO TURBAR LA QUIETUD DE LA VOLUNTAD INQ"TETÁNDOSE POR EL AL-
BOROTO DE LAS OTRAS POTENCIAS.—En particular la memoria, junto con la
b) L a e m b r i a g u e z de amor—Los deleites intensísimos del sueño de las imaginación, «es para alabar a Dios la guerra que da», como dice Santa T e -
potencias llegan a veces a producir una especie de divina embriaguez, que resa. Pero la misma Santa advierte a continuación «que no se haga caso de
se manifiesta al exterior en forma de verdaderas locuras de amor, que mue- ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo Dios se la puede
ven al alma a dar gritos y saltos de alegría, a entonar cánticos de alabanza o quitar» (Vida 17,7). Continúe el alma tranquilamente en su dulce paz y
expresar en inspirados versos el estado interior de su espíritu. «¡Oh, válame deje a la «loca de la casa» 23 divagar por donde le plazca, que no tiene fuerza
Dios—exclama Santa Teresa—, cuál está un alma cuando está así! Toda ella suficiente para desembeber al alma: «porque, en fin, no puede, por mucho
querría fuesen lenguas para alabar al Señor. Dice mil desatinos santos, atinan- -que haga, traer a sí las otras potencias, antes ellas, sin ningún trabajo, la
do siempre a contentar a quien la tiene así. Yo sé persona—es ella misma— hacen venir muchas veces a sí. Algunas es Dios servido de haber lástima de
que con no ser poeta, que le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas verla tan perdida y desasosegada, con deseo de estar con las otras, y con-
declarando su pena bien... Todo su cuerpo y alma querría se despedazase siéntela Su Majestad se queme en el fuego de aquella vela divina, donde
para mostrar el gozo que con esta pena siente. ¿Qué se le pondrá entonces las otras están ya hechas polvo, perdido su ser natural casi, estando sobre-
delante de tormentos que no le fuese sabroso pasarlos por su Señor? 22 natural gozando tan grandes bienes» (ibid.).
Como se ve, estos fenómenos son altamente santificadores del alma y es-
tán muy lejos de pertenecer al capítulo de las gracias gratis dadas, como las 4) HUIR CON GRANDÍSIMO CUIDADO DE LAS OCASIONES DE OFENDER A
visiones y revelaciones. Es, sencillamente, la contemplación infusa en un DIOS.—Es Santa Teresa quien lo advierte con mucho encarecimiento a sus
grado muy notable de intensidad, que está, sin embargo, lejos todavía de monjas, porque el alma no tiene fuerzas todavía para afrontar los peligros,
sus manifestaciones supremas. Hasta la unión transformativa le queda al y, si vuelve atrás, irá de mal en peor. «Aviso tanto que no se pongan en
alma todavía mucho trecho que andar, pero con sus fuerzas y luces actuales ocasiones, porque pone mucho el demonio más por un alma de éstas que
«le parece que ya no queda nada más que desear». por muy muchas a quien el Señor no haga estas mercedes; porque le pueden
hacer gran daño con llevar otras consigo, y hacer gran provecho, podría
447. 4. C o n d u c t a práctica del a l m a . — L a disposición ge- ser, en la Iglesia de Dios. Y aunque no haga otra cosa sino ver el que Su
Majestad las muestra amor particular, basta para que él se deshaga porque
neral q u e conviene al alma en todos los estados de oración c o n t e m - se pierdan; y así son muy combatidas y aun mucho más perdidas que otras,
plativa es secundar dócilmente la divina acción, sin adelantarse n i r e - si se pierden». Y aludiendo a la posibilidad de que el demonio pudiera pro-
trasarse u n p u n t o , y h u n d i r s e cada vez más y más en el abismo d e s u ducir en el alma ciertas dulzuras sensibles a imitación de las de la quietud,
n a d a m e d i a n t e u n a profundísima humildad. P e r o p a r a m a y o r a b u n - les da la norma suprema para conocerlo: «Y de que el demonio quiera con-
damiento, señalemos algunas n o r m a s concretas p a r a la oración d e trahacer estas mercedes, conocerse ha en que no hará estos efectos, sino todo
q u i e t u d y sus fenómenos concomitantes. al revés» 24,
«Las pequeñas infidelidades—advierte con razón el P. Crisógono—sue-
len costar muy caro a las almas que Dios puso en los primeros grados mís-
I. En la oración de quietud ticos. Porque son éstos como un ensayo que hace el Señor con los que quie-
re unir a sí, y de la conducta del alma dependerá que Dios retire esas gra-
i) No REALIZAR JAMÁS EL MENOR ESFUERZO PARA «PONERSE» EN ORA- cias o que siga comunicándoselas hasta llevarla al matrimonio espiritual» 25.
CIÓN DE QUIETUD.—Sería trabajo inútil y «se enojaría el Señor» (Santa Tere-
sa) queriendo producir por nuestra cuenta lo que sólo misericordiosamente 5) N o DEJAR JAMÁS LA ORACIÓN A PESAR DE TODAS LAS DIFICULTADES O
puede El concedernos. TROPIEZOS.—-Santa Teresa le concede a esto grandísima importancia. Para
2) SECUNDAR INMEDIATAMENTE LA ACCIÓN DE D I O S APENAS EMPIECE A 23 En otro lugar compara Santa Teresa ia imaginación a una tarabilla de molino, que nun-
ca deja de golpear mientras anda el molino; y dice a sus monjas que «no os traiga inquietas y
SENTIRLA.—No resistir un solo instante bajo el pretexto de terminar los re- afligidas, sino que dejemos andar esta tarabilla de molino y molamos nuestra harina, no de-
jando24
de obrar la voluntad y entendimiento» (Cuartas moradas 1,13).
21 Moradas cuartas 3,10.
Vida 17,5 y 6. 23
22 Vida 16,4. Compendio de ascética y mística p.3. a c.i a.4 p.185-6.
666 P. III. DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA L. I I . C. 3. LA VIDA DE ORACIÓN 667
Teol- ie la Perfec. 22
674 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
i.. II. C. 3- Í.A VIDA DE ORACIÓN 675
normalidad le sea impuesta por una persona constituida en autoridad reli-
giosa, en cuyo caso puede bastar una simple orden mental, como veremos en GERSÓN lo define: «Un rapto de la mente con cesación de todas las ope-
su lugar. raciones en las potencias inferiores» S6 .
456. 2. Sus causas posibles.—Todos los autores están de acuerdo en En fin, ALVAREZ DE PAZ señala a la vez la esencia y la causa del éxtasis
que el fenómeno exterior, tal como lo acabamos de describir, puede tener cuando escribe: «Es, pues, el éxtasis una elevación de ]a mente a Dios con
una triple causa: sobrenatural, preternatural (o diabólica) y puramente na- abstracción de los sentidos exteriores procedente de la grandeza de esa mis-
tural. Santo Tomás lo dice expresamente: «Esta clase de abstracción puede ma elevación. Como quiera que el alma sea de virtud y capacidad limitada,
acontecer por una triple causa: por una causa corporal, como sucede a los cuanto más eficaz y vehementemente atienda a una función, tanto menos
que padecen enajenación por alguna enfermedad; por la acción de los demo- puede atender a las demás» 57 .
nios, como aparece claro en los energúmenos; y por la virtud divina..., en El éxtasis sobrenatural supone, pues, dos elementos: la elevación del
cuanto que alguno es elevado por el espíritu divino a las cosas sobrenatu- alma a Dios y el retiro o aislamiento del mundo sensible. Es una especie
rales con abstracción de los sentidos» 5 n . de sublime absorción del alma en Dios que lleva consigo la suspensión del
Según esto, el éxtasis puede clasificarse, por razón de sus causas eficien- ejercicio de los sentidos exteriores.
tes, en la siguiente forma:
2. S u s clases.—El éxtasis sobrenatural tiene d o s formas m u y
a) Profétic >. distintas: el místico y el profético. V a m o s a decir d o s palabras sobre
I. Éxtasis sobrenatural. . . . este último, para estudiar después a m p l i a m e n t e el éxtasis místico
b) Místico.
p r o p i a m e n t e dicho.
a) Éxtasis natural.
II. Sus falsificaciones.
b) Preternatural o diabólico. A) ÉXTASIS P R O F É T I C O
de contemplación mística. De ningún modo pertenece a las gracias gratis Esta flaqueza natural del sujeto no oe refiere exclusiva ni principalmente
dadas, como equivocadamente creen muchos autores. Volveremos sobre esto a lo corporal, sino, ante todo, a lo psicológico. El alma no está acostumbrada
más abajo. a tanta luz y amor como allí se la comunica, y se inclina como doblegada por
el peso de tanta gloria. Esta flaqueza psicológica se comunica también al
«CARACTERIZADO POR LA UNIÓN ÍNTIMA DEL ALMA CON D I O S , CON ENA- cuerpo, y sobreviene la enajenación de los sentidos. El éxtasis del alma—que
JENACIÓN DE LOS SENTIDOS».—Aquí se recoge la diferencia específica, que in- es siempre lo primario y formalísimo en este fenómeno—se ha comunicado,
cluye dos elementos esenciales: uno primario y per se—la unión íntima del por natural redundancia, al cuerpo y ha producido el fenómeno exterior.
alma con Dios, o elevado mentís, como decían los antiguos—y otro secunda-
rio o ex consequenti: la enajenación de los sentidos. d) CAUSA FINAL.—No es otra que la santificación del alma. El éxtasis
Cualquiera de los tres elementos de la definición que se suprima, des- —como ya hemos dicho—no es una gracia gratis dada, sino un epifenómeno
aparece el éxtasis místico. Sin la unión íntima del alma con Dios, la suspen- místico altamente santificador para el que lo recibe. Se le puede señalar un
sión de los sentidos se identificaría con el sueño; sin la suspensión de los triple aspecto ñnalístico: próximo, remolo y último. Elfinpróximo es inundar
sentidos, habría oración mística, pero no extática; sin la contemplación in- al alma de luz y de amor; es el efecto inmediato de la actuación de los dones
fusa propiamente dicha, podría darse éxtasis profético, éxtasis natural y del Espíritu Santo. El remoto es la santificación del alma, a la que contribuye
éxtasis diabólico, pero no éxtasis místico 58 . poderosamente el éxtasis 6 1 . El último es, en definitiva, la gloria de Dios, a
la que todo se ordena finalmente en el orden natural y en el sobrenatural.
460. 2 . C a u s a s d e l éxtasis m í s t i c o . — V a m o s a señalar las
cuatro causas siguiendo el m é t o d o y la terminología escolástica. 461. 3. G r a d o s del éxtasis.—Santo Tomás distingue tres grados en
el éxtasis; en el primero se suspenden los sentidos externos, pero no los in-
ternos; en el segundo quedan también suspendidos los sentidos internos y
a) CAUSA EFICIENTE.—La causa eficiente del éxtasis es el Espíritu San-
el alma entiende por especies inteligibles independientes de los fantasmas;
to mediante sus dones; o sea, el mismo Dios como autor del orden sobrena-
el tercero lo constituye la contemplación de la Esencia divina, arrobamiento
tural. Se atribuye por apropiación al Espíritu Santo, en cuanto que es una
concedido, en sentir del Angélico, a Moisés y a San Pablo 6 2 .
operación de amor que santifica al alma. Sabido es que al Espíritu Santo se
le suele llamar Espíritu de Amor y Espíritu Santiiicador. Y el divino Espí-
ritu utiliza para ello los dones de entendimiento y sabiduría actuándolos 46.2. 4. F o r m a s . - -Las principales son dos: una suave y deleitosa y
en un grado muy notable de intensidad: el primero iluminando la fe, y el otra violenta y dolorosa. En la primera, el alma «parece no anima en el cuer-
segundo excitando la caridad hasta producir en el alma un amor vehemen- po, y así se siente muy sentido faltar de él el calor natural. Vase enfriando,
tísimo de Dios que la hace enajenar de los sentidos. aunque con grandísima suavidad y deleite» 63, Esta forma de éxtasis no es
dañina para la salud por mucha que sea su duración. A veces cura hasta las
b) CAUSA FORMAL.—La causa formal del éxtasis es la contemplación enfermedades y deja mayor agilidad en el cuerpo: «Muchas veces queda
sano, que estaba bien enfermo y lleno de grandes dolores, y con más habi-
infusa en grado muy intenso, aunque no máximo. Es, sencillamente, el efecto
lidad» 64.
producido por los dones de entendimiento y de sabiduría al actuar intensa-
mente en el alma. Sabido es que la acción de la causa eficiente consiste en En la segunda forma—la dolorosa—es el padecer corporal «tan excesi-
la aplicación de la forma a la materia, sacándola o educiéndola de su poten- vo, que el sujeto le puede mal llevar; y así, algunas veces se me quitan todos
cialidad (obediencial o elevable si se trata de un efecto sobrenatural) i9. los pulsos casi..., las canillas muy abiertas y las manos tan yertas, que yo
Decimos «la contemplación en grado muy intenso» porque cuando es no las puedo algunas veces juntar, y así me queda dolor hasta otro día en
muy débil, no causa suspensión de las potencias del alma ni de los sentidos los pulsos y en el cuerpo, que parece me han descoyuntado» 65 . San Juan de
corporales. Es, pues, necesaria cierta intensidad de luz contemplativa para la Cruz dice que este género de éxtasis «causa debilidades, y detrimentos, y
que se produzca el fenómeno. Pero no hace falta que sea la máxima inten- flaquezas de estómago»; que «parece se le secan los huesos, y se marchita el
sidad, porque, como diremos en seguida, los últimos grados de contempla- natural, y estraga su calor y fuerza»; que «es a veces tan grande el tormento,
ción no producen éxtasis *o. p 0 r otra parte, no se da nunca una intensidad que no le hay que así descoyunte los huesos y ponga en estrecho el natu-
máxima, en el sentido de que ya no pueda ser mayor. ral»; en fin, «que se queda helado y encogidas las carnes como muerto» 66.
A la primera forma—suave y deleitosa—se le llama éxtasis simplemen-
c) CAUSA MATERIAL.— La imperfección o flaqueza natural del sujeto que te; y a la segunda, que implica cierta violencia, arrobamiento. Santa Teresa
recibe la contemplación infusa concurre al éxtasis como causa quasi materia- —y después de ella todos los autores—hablan todavía del «vuelo del espíri-
lis. Por eso, cuando el sujeto está acostumbrado a la luz divina y fortalecido tu», en el que «parece es arrebatado el espíritu con una velocidad que pone
para soportarla—lo que ocurre en los grados superiores de la Mística—des- harto temor» y «verdaderamente parece que el alma se aparta del cuerpo,
aparecen los éxtasis. La forma extática, por decirlo así, no tiene donde aga-
rrar; .le falta la materia. Claro que a veces la comunicación divina es tan in- 61
Cf. SANTA TERESA, Moradas sextas c,4 y 6, donde expone los efectos maravillosos d e
tensa, que el alma no la puede soportar, y sobreviene el éxtasis aun cuando santificación q u e produce el éxtasis.
02
C f . I U U 7 5 . 3 a d 1.
el alma haya llegado ya a la unión transformativa. 63
SANTA T E R E S A , Vida 20,3.
o* SANTATERESA, Vida 20,21; cf. 1 0 , n .
1,5
58 Cf. P . CRISÓGONO, Compendio de Ascética y Mística p . 3 . " c.2 a..-i p.204 0 . » ed.). SANTA T E R E S A , Vida 20,12.
•Sl) Cf. G R E D T , Elementa PhiUisovhiae t.2 n.756. (•o SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche I I , i , 2 ; Cántico 13,1,4; 14,5,19; cf. P . CRISÓGONO, O.C,
^ Cf, P . C R I S Ó G O N O , ibid. p.206.
C78 1'. 111. DKSARRÜl.U) NOKMAL Dl¡ LA VIDA CRISTIANA L. II. C. 3- LA VIDA DE ORACIÓN 67'J
porque se ve perder los sentidos y no entiende para qué» 67 . A este fenóme- 467. 9. Efectos del éxtasis 72 .—Vamos a examinarlos en su doble
no se le llama también rapto. aspecto: en el cuerpo y en el alma.
Notemos en primer lugar que el demonio no puede provocar un i.° TRANSFORMACIÓN EN EL AMADO.—A la manera que el fuego de una
verdadero éxtasis. Como veremos en su lugar correspondiente fragua, cuando se apodera totalmente del hierro que a ella se arrojó, lo trans-
forma enteramente en sí—sin que el hierro pierda, no obstante, su propia
—-cf. n.570—, el entendimiento y la voluntad son absolutamente naturaleza de hierro—, así el alma metida en lo más hondo de la hoguera
invulnerables a los manejos diabólicos. Lo único que puede hacer del divino amor se transforma en el mismo Dios, sin perder, no obstante,
es suprimir la sensibilidad exterior para concentrar toda la atención su condición de criatura. San Juan de la Cruz lo expresa en un párrafo su-
del alma sobre los cuadros sugestivos provocados por él en la ima- blime: «El alma—dice—queda esclarecida y transformada en Dios, y le co-
ginación. Veamos cómo expone esta doctrina el famoso López Ez- munica Dios su ser sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios
querra: y tiene lo que tiene el mismo Dios. Y se hace tal unión cuando Dios hace al
alma esta sobrenatural merced, que todas las cosas de Dios y el alma son
«El demonio no puede producir un verdadero éxtasis porque no puede vinas en transformación participante. Y el alma más parece Dios que alma, y
penetrar en el fondo del espíritu... Pero en el alma, que todavía no ha sido aun es Dios por participación; aunque es verdad que su ser, naturalmente
liberada de los sentidos, puede causar el demonio un deliquio material y em- tan distinto, le tiene del de Dios como antes, aunque está transformada;
botar de tal manera las potencias, que le parezca al alma que se le ha infun- como también la vidriera le tiene distinto del rayo, estando de él clarifi-
dido aquella luz inmediatamente en las potencias espirituales y~"que ha pa- cada» 88 .
decido un éxtasis»85. En otro lugar había comparado San Juan de la Cruz el proceso de la
santificación de un alma al fuego que se va apoderando de un madero hasta
Santa Teresa afirma que hay un abismo entre los fenómenos transformarlo todo en sí: «Porque el fuego material, en aplicándole al ma-
divinos y las falsificaciones y contrahechos del demonio. Teniendo dero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad
en cuenta, sobre todo, los efectos producidos en el alma, el diagnós- fuera y haciéndole llorar el agua qvie en sí tiene. Luego le va poniendo ne-
tico diferencial es relativamente fácil y no puede dar lugar a dudas. gro, obseviro y feo y aun de mal olor; y yéndole secando poco a poco, le va
sacando a la luz y echando fuera todos los accidentes feos y obscuros que
En el éxtasis místico todo es santo, sobrenatural, divino. Las carac- tiene contrarios al fuego. Y, finalmente, comenzándole a inflamar por de
terísticas del diabólico, por el contrario, son: vivir en pecado, gozar fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el
del éxtasis a capricho, hacer muecas y contorsiones, proferir pala- mismo fuego. En el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión
bras incoherentes, no conservar recuerdo alguno después del éxtasis, hay ni acción propia, salvo la gravedad y cantidad, más espesa que la del
buscar sitios concurridos para llamar la atención, quedar con gran fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está
turbación al volver en sí y, por último, recibir en el éxtasis comuni- seco, y seca; está caliente, y calienta; está claro, y esclarece; está ligero mucho
caciones que incitan al mal o mueven a un bien aparente y con malos más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos» 8 9 .
fines 86 .
Al llegar a estas sublimes alturas, el alma a d q u i e r e propiedades
divinas y, e n cierto m o d o , se p u e d e decir c o n San J u a n d e la C r u z
N O V E N O GRADO D E ORACIÓN: LA U N I Ó N TRANSFORMATIVA O MATRI- q u e se h a hecho D i o s p o r participación. E s la plena transformación
M O N I O ESPIRITUAL en el A m a d o , tantas veces soñada y deseada p o r el alma e n los gra-
dos anteriores, y q u e solamente al llegar a estas alturas h a logrado
El último grado de oración clasificado por los místicos es el de conseguir.
la unión con Dios transformativa, conocido también con el nombre Pero ¿en q u é consiste p r o p i a m e n t e esta transformación? N o p u -
de matrimonio espiritual. Constituye la séptima morada del Castillo
d i e n d o consistir e n u n a transformación ontológica—delirio panteísta
interior, de Santa Teresa, y se le designa también con los nombres
condenado p o r la Iglesia 90 y p o r el simple b u e n s e n t i d o — , tiene
de unión consumada y deificación del alma. Es el último grado de per-
q u e referirse a u n a transformación d e nuestras facultades superiores
fección clasiíicable que se puede alcanzar en esta vida y constituye
en cuanto al modo de obrar.
un preludio y preparación inmediata de la vida bienaventurada de
la gloria.
«El alma—dice el P. Poulain 91 —tiene conciencia de que en sus actos
sobrenaturales de inteligencia, de amor, de voluntad, participa de la vida
472. 1. Naturaleza.—San Juan de la Cruz lo define: Una transforma- divina, de los artos análogos que están en Dios. Esto es lo esencial del matri-
ción total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de monio espiritual». Y un poco más abajo añade, explicando su pensamiento:
la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma «El bautismo y la gracia santificante nos dan ya esta participación de la na-
hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida 87. turaleza divina, pero en estado inconsciente. Otra cosa sucede en el matri-
Analizando esta definición, se descubren los tres elementos esenciales monio espiritual. Se tiene conciencia de la comunicación de la vida divina.
del matrimonio espiritual: la transformación total en el Amado, la mutua
entrega y la unión permanente de amor. Examinémoslos por separado. ** Subida 11,5,7.
"^ Noche obscura II.TO.I.
»' Cf. LÓPEZ EZQUERRA, Lucerna mystica tr.5 c.20 n.212. •"> Cf. Denz. sios y 1225.
»» Cf. BENEDICTO XIV, Dz sermrum Dei beat. I.3 c.49 n.5 y 6. 1,1
" Cántico 22 n.i. P. POULAIN, O.C., c.ig n . n . Continúa en el n.i.i.
686 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE LA VIDA CRISTIANA
L. I I . C. 3- LA VIDA DE ORACIÓN 687
Dios ya no es solamente—como en los grados precedentes—-el objeto de
nuestras operaciones sobrenaturales de inteligencia y voluntad, sino que se lo único esencial es que se establezca en adelante una unión permanente e
muestra como coprincipio de nuestras operaciones, la ayuda de que nos indisoluble entre Dios y el alma.
servimos para producirlas. Nuestros actos nos parecen, en cierto modo, di-
vinos; nuestras facultades son ramas en las que sentimos circular la savia 3. 0 L A UNIÓN PERMANENTE DE AMOR.—Es la tercera nota esencial del
divina. Se cree sentir en sí mismo a Dios viviendo por los dos. Se vive en matrimonio místico, que la distingue y separa de los grados anteriores. Lo
El, de El, por El. Ninguna criatura puede manifestarse a nosotros de esta dice expresamente Santa Teresa: «Porque entended que hay grandísima dife-
manera». rencia de todas las pasadas a las de esta morada, y tan grande del desposorio
«En el cielo—continúa—, este mecanismo de la gracia aparecerá en toda espiritual al matrimonio espiritual, como la hay entre dos desposados, a ios
su claridad; allí veremos al descubierto este «matrimonio» de las dos opera- que ya no se pueden apartan 96 . Y un poco antes había explicado de qué
ciones, divina y humana, y el predominio de la primera, es decir, nuestra manera el alma transformada siente a las divinas personas inhabitando per-
«divinización». El cuarto y último grado de oración es el preludio, el gusto manentemente en ella: «Y cada día se espanta más esta alma, porque nunca
anticipado, más o menos intenso, de este conocimiento experimental. Aquí más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve, de la manera
abajo la transformación ha comenzado, pero no se la conoce más que por que queda dicha, que están en lo interior de su alma; en lo muy muy interior,
la fe». en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras,
97
siente en sí esta divina compañía» .
2.° LA MUTUA ENTREGA es una consecuencia inevitable de esta profunda En esta conciencia experimental de la unión permanente con Dios caben,
transformación del alma en Dios. Así como entre dos esposos hay perfecta sin embargo, algunos eclipses; lo advierte la misma Santa Teresa 9*. Pero
comunicación de bienes, lo mismo ocurre entre Dios y el alma dichosa ad- son tan breves y transitorios, que puede decirse que el alma goza permanen-
mitida a este espiritual matrimonio. temente de esta divina compañía. Aun durante el sueño continúan en unión
Esta entrega mutua, indisoluble 9 2 , constituye la esencia misma del ma- permanente de amor " , cumpliéndose al pie de la letra la bella expresión
trimonio espiritual, de la misma manera que la mutua entrega y aceptación del Cantar de los Cantares: «Yo duermo, pero mi corazón vela. Es la voz del
de los cónyuges constituye la esencia misma del sacramento del matrimonio. amado que me llama» (Cant. 5,2). Es entonces cuando se realiza en toda su
Nadie se debe escandalizar de que los místicos hayan establecido esta plenitud la estrofa 28 del Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz:
comparación entre la unión con Dios y el matrimonio. Antes que ellos la
había empleado el Espíritu Santo en el sublime epitalamio del Cantar de Mi alma se ha empleado
los Cantares. Cristo la usa también en el Evangelio para expresar los dones y todo mi caudal en su servicio.
de la gracia y de la gloria 9 3 . San Pablo recuerda a los fieles de Corinto que Ya no guardo ganado,
«los ha desposado con Cristo» (2 Cor. 11,2); y en su epístola a los de Efeso ni ya tengo otro oficio,
establece un sublime paralelismo entre el matrimonio y la unión de Cristo que ya sólo en amar es mi ejercicio.
con la Iglesia, de la que dice que es «un gran misterio» (Eph. 5,23-32). En
pos de las Sagradas Escrituras, toda la tradición cristiana ha venido emplean-
do ese símil para significar la íntima unión con Dios del alma llegada a la 473- 2 - ¿Hay confirmación en gracia?—Ahora bien: esta unión
cumbre de la santidad. permanente de amor, ¿implica que el alma transformada está confirmada
Y en verdad que el caso no es para menos. Hugo de San Víctor llega a en gracia?
decir que el matrimonio espiritual no es una simple comparación con menos San Juan de la Cruz lo afirma, aunque con cierta timidez. Después de
realidad y verdad que el matrimonio humano, sino que es éste, más bien, describir el matrimonio espiritual con la definición que hemos dado más
el que no es sino una sombra y figura de aquél. Si el matrimonio es grande, arriba, añade el Místico Doctor: «Y así pienso que este estado nunca acaece
es, sobre todo, por Cristo y la Iglesia. Todo lo que se encuentra de intimidad, sin que esté el alma confirmada en gracia, porque se confirma la fe de ambas
de fecundidad, de alegría y de grandeza en las uniones terrestres no es más partes, confirmándose aquí la de Dios en el alma. De donde éste es el más
que frialdad, impotencia, tristeza y abatimiento comparado con la unión alto estado a que en esta vida se puede llegar» 1 0 ° .
espiritual del alma transformada en Dios 94 . Santa Teresa, sin embargo, opina lo contrario. Varias veces advierte ex-
En realidad, el alma en simple posesión del estado de gracia ya es, de presamente que mientras el alma permanezca en este mundo tiene que
alguna manera, esposa verdadera de Dios. Pero solamente en las grandes andar con cautela y recelo de ofender a Dios. H e aquí uno de los lugares
alturas de la unión transformativa adquiere la conciencia experimental per- más expresivos: «Tampoco os pase por pensamiento que, por tener estas
manente de que efectivamente lo es. almas tan grandes deseos y determinaciones de no hacer una imperfección
Esta entrega mutua tiene lugar, a veces, en forma de ceremonia especial por cosa de la tierra, dejan de hacer muchas, y aun pecados. De adverten-
que la simboliza y significa. En el caso de Santa Catalina de Sena y Santa cia no, que las debe el Señor a estas tales dar muy particular ayuda para
Teresa de Jesús hubo aparición de la humanidad sacratísima de Cristo, en- esto. Digo pecados veniales, que de los mortales que ellas entiendan están
trega de anillos, etc. 9 5 Nada de esto es esencial al estado de transformación; libres, aunque no seguras; que tendrán algunos que no entienden, que no
9
92
Ya precisamos más abajo el verdadero alcance de esta palabra. * Moradas séptimas 2,2.
97
93
Gf. Mt. 22.3; 25,10; Le. 12,36, etc. 98
Moradas séptimas 1,7.
9<
Cf. De sacramentis 1.2 p.2.* c.3: ML 176,482. 99
Moradas séptimas 3,11; 4,1 y 2.
95
Cf. para Santa Catalina: BEATO RAIMUNDO DE CAPUA, Leyenda de Santa Catalina de Lo dice expresamente Santa Teresa: «nunca salía de oración; aun durmiendo, me pa-
Sena p.i.» c.12. Y para Santa Teresa: Moradas séptimas 2,1; Relación 35: Obras, ed. critica, recía estar en ella» (Vida 29.7). El caso se repite con frecuencia, como consta expresamente
,1. Su.viiiiio, t.2 p.64 y 38; ibid., p.66. de Santa Gertrudis, Santa Catalina de Sena, Santa Margarita de Alacoque, San Alonso Ro-
drigue? y otros santos transformados.
" o Cántico 22,3.
(¡88 P. I I I . DESARROLLO NORMAL DE I,A VIDA CRISTIANA L. I I . C. 3- LA VIDA DF ORACÍÓN 68!)
1 107
les será pequeño tormento l" . También se les dan las almas que ven que se viador y comprensor . La mayor parte de los teólogos admiten también
pierden; y aunque en alguna manera tiene gran esperanza que no serán de para la Santísima Virgen transitoriamente, en los momentos culminantes de
ellas..., no pueden dejar de temer, como tengo dicho. Y la que se vipre de un vida, algunos instantes de verdadera visión beatífica 1 0 8 .
vosotras con mayor seguridad en sí, ésta tema más... Su Majestad nos am- Fuera de estos casos, no consta con certeza, de ningún otro, y serla muy
pare siempre; suplicárselo para que no le ofendamos es la mayor seguridad arriesgado lanzarse a hacer cabalas y conjeturas. Santa Teresa habla de una
que podemos tener» 1 0 2 . visión intelectual de la Santísima Trinidad «por cierta manera de represen-
Sin embargo, creemos que, rectamente entendida, se puede seguir y es tación de la verdad» 1 0 9 , o sea por especies creadas, infinitamente distantes
más probable la opinión de San Juan de la Cruz. La Santa habla prudentí- de la verdadera visión beatífica. Y el mismo San Juan de la Cruz, que tiene
simamente, escribiendo como escribía a sus monjas y teniendo en cuenta expresiones mucho más atrevidas, habla siempre de que «no se acaban de
que ningún daño se le sigue al alma de pensar que puede pecar y perderse, quitar todos los velos» 1 ] ° en las más sublimes contemplaciones a que son
sino grandes bienes para andar con humildad y cautela. Pero esta norma, de admitidas las almas transformadas.
exquisita prudencia práctica, no invalida la afirmación teórica de San Juan La conclusión que hay que sacar es, pues, que la visión beatífica no entra
de la Cruz si se la entiende rectamente. Y para ello nos parece que debe a formar parte de los grados contemplativos propios de esta vida. Lo que sí
entenderse del siguiente modo: es cierto es que la contemplación infusa está de suyo orientada y ordenada
i.° No se trata de verdadera impecabilidad intrínseca, cosa imposible en a la visión beatífica, en la que encuentra su supremo analogado; de la misma
esta vida—se requiere para ello la visión beatífica—y que está, además, con- manera que la gracia santificante está orientada y ordenada a la vida eterna,
denada por la Iglesia 1° 3 . en la que encuentra su plena expansión y desarrollo. El último grado con-
2.° Se trata de una asistencia especial de Dios, que, sin volver al alma templativo que se pueda lograr en esta vida—a base de la fe—será, pues, el
impecable, impedirá de hecho que peque mortalmente. preludio normal de la visión beatífica.
3. 0 Esta asistencia especial se venere únicamente al pecado mortal, no
a los pecados veniales, ni mucho menos a las imperfecciones, que requiriría 475. 4. E f e c t o s . — N a d i e c o m o Santa T e r e s a h a descrito los
un privilegio especialísimo, que sólo consta haberlo recibido la Santísima maravillosos efectos q u e p r o d u c e e n el alma la u n i ó n transformativa
Virgen María 1 0 4 . o m a t r i m o n i o espiritual. E l capítulo 3 d e las Séptimas moradas es
A la luz de estos principios hay que entender las expresiones tan fre- u n o d e los m á s admirables q u e b r o t a r o n d e la p l u m a d e la Mística
cuentes en los místicos relativas a la unión indisoluble del matrimonio espi- Doctora. H e aquí u n a breve exposición, sistematizada, del genial
ritual del alma con Dios; aquello de que «ya no se pueden apartar», de Santa capítulo I 1 1 :
Teresa; la «confirmación en gracia», de San Juan de la Cruz, etc., etc. De
esta manera se armonizan muy bien las enseñanzas de la Iglesia y las afirma- i.° MUERTE TOTAL DEL PROPIO EGOÍSMO.—San Francisco de Sales so-
ciones de los místicos experimentales. lía decir sonriendo que el egoísmo muere «un cuarto de hora después de
morir»; tan metido lo tenemos todos en nuestras entrañas. Sin embargo, las
474. 3. ¿ Cabe en esta vida la contemplación de la divina esencia ? almas llegadas a la unión transformativa han realizado ya en esta vida ese
El supremo grado de contemplación que puede alcanzar una criatura humana supremo ideal. Es la plena realización de aquellas palabras de San Pablo:
o angélica es la visión beatífica, o sea la contemplación intuitiva y facial de «Ya estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col. 3,
la esencia misma de Dios. Ello constituye el summum analogatum de la es- 3). Escuchemos a Santa Teresa:
cala contemplativa y la esencia misma de la eterna bienaventuranza. El cielo «Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya murió, con grandísima ale-
no es esencialmente otra cosa. gría de haber hallado reposo y que vive en ella Cristo. Veamos qué vida
Ahora bien: ¿cabe en esta vida esa sublime contemplación? ¿Es posible hace o qué diferencia hay de cuando ella vivía; porque en los efectos veremos
acá en el destierro un acto transitorio de visión beatífica? si es verdadero lo que queda dicho. A lo que puedo entender, son los que
Santo Tomás niega terminantemente que pueda darse en esta vida de diré» (n.i).
una manera habitual 105 . Lo único que admite, a base de un milagro estu- «El primero, un olvido de sí, que verdaderamente parece ya no es, como
pendo, fuera en absoluto de la providencia ordinaria de Dios—supernatura- queda dicho; toda está de tal manera, que no se conoce ni se acuerda que para
liter, et praeter communem ordinem—, es una comunicación transitoria del ella ha de haber cielo, ni vida, ni honra, porque toda está empleada en procu-
lumen gloriae, concedida a Moisés y San Pablo, que les permitió contemplar rar la de Dios; que parece que las palabras que le dijo Su Majestad hicieron
la esencia divina estando totalmente abstraídos de los sentidos l» 6 . efecto de obra, que fué mirase por sus cosas, que El miraría por las suyas»
El único que aun en esta vida gozó habitual y permanentemente de la (n. 2 ).
visión de la divina esencia fué Nuestro Señor Jesucristo, que en su condi-
ción de Hijo de Dios, mientras permaneció en este mundo, era, a la vez, 2. 0 L A GLORIA DE DIOS, ÚNICA PREOCUPACIÓN.—De esta muerte total
101
al propio yo tiene que seguirse inevitablemente un hambre y sed devorado-
Quiere decir !a Santa que estas últimas almas tienen miedo de tener algún pecado mor- ras de la honra y gloria de Dios, que constituye su'única preocupación:
tal oculto o desconocido, lo que les causa un gran tormento. — N. del A.
lfl
2 Moradas séptimas 4,3; cf. 2,o; Vida 39,20: «Díjome el Señor... que no había seguri- i » ' Cf. 111,9,2; 10,1-4.
dad mientras vivíamos en esta carne»; Camino ro,l; 39,4; 40,7; 41,9; Moradas terceras 1 (tí- " » Cf. GARRIGOU-LAGRANGE, La Madre del Salvador p.i.* c.3 a.6; ALASTRUEY, Trata-
tulo): 1,1; 1,2; Moradas quintas 4,7; Conceptos 2,13, etc. do de la Virgen Santísima p.2." c.5 a.3 § 2 (ed. BAC).
103
Cf. Denz. 471, contra begardos y beguinas. 109
Moradas séptimas 1,6.
104
Cf. Denz. 833; vid. etiam;804 810 1276S. 110 «Y entonces traslúcese y vese así algo entre obscuramente (porque no se quitan todos los
">5Cf. 1,12,11. velos) aquel rostro suyo lleno de gracias» (Llama c.4 n.7).
1l
>«' Cf. I,i2,n ad 2; 11-11,175,3-6. ' Damos entre paréntesis el número correspondiente a ese capítulo.
690 P. I I I . DESARROLLO NORMAL BS LA VIDA CRISTIANA L. I I . C. 3- LA VIDA DE ORACIÓN 691
«Y así, de todo lo que puede suceder, no tiene cuidado, sino un extraño tificador sin duda ninguna, pero mucho menos que el cumplimiento per-
olvido, que, como digo, parece ya no es, ni querría ser en nada, nada; si no fecto de la voluntad adorable de Dios. Por encima de esto último no hay
es para cuando entiende que puede haber por su parte algo en que acrecien- nada, ni siquiera la misma gloria de Dios. Si, por un imposible, pudiera
te un punto de gloria y honra de Dios, que por esto pondría muy de buena darse el absurdo de poder emprender una gran obra a gloria de Dios contra-
gana su vida» (n.2). riando su divina voluntad, habríamos de renunciar en el acto a glorificarle
Es la plena realización del ideal cristiano. Como vimos en la primera en aquella forma para no apartarnos un punto de su divina voluntad. Por
parte de nuestra obra, la glorificación de Dios constituye el fin último absolu- eso, los santos hubieran renunciado en el acto a las más sublimes hazañas
to y la única razón de ser de la creación entera. Hemos nacido, ante todo emprendidas por la divina gloria si se hubiera manifestado claramente en
y sobre todo, para glorificar a Dios. Nuestra misma salvación y felicidad contra la voluntad adorable de Dios (v.gr., en virtud de la obediencia de-
eterna constituyen un fin secundario, enteramente subordinado y dependien- bida al legítimo superior) 114.
te de la gloria de Dios. Por consiguiente, hasta que se logre plenamente esta
subordinación de lo secundario a lo principal, no puede decirse que se haya 4-° Gozo EN LA PERSECUCIÓN.—Tolerar la persecución en silencio por
logrado plenamente el ideal cristiano, ni siquiera el ideal de una pura cria- amor de Dios es ya una obra muy grande de virtud. Pero gozarse en ella,
tura 112. considerarse feliz en ella, bendecir a Dios y amar con predilección a los
Sólo en las alturas de la unión transformativa se realiza este ideal, en la que nos persiguen y calumnian (Mt. 5,43-48) es ya el colmo del heroísmo y
medida posible en esta vida. «Sólo mora en este monte la honra y gloría de de la santidad. A estas sublimes alturas se han remontado las almas transfor-
Dios», escribió San Juan de la Cruz. Es el ad maiorem Dei gloriam de San madas. Santa Teresa se frotaba las manos de contento cuando se enteraba
Ignacio de Loyola, que constituye la obsesión única de todas las almas de que la calumniaban. Se llegó a entender por todos que había un procedi-
transformadas. miento infalible para conquistar su simpatía y predilección: insultarla o hu-
Esta caridad ardiente y esta perfectísima pureza de intención dan un millarla de alguna manera. H e aquí cómo describe lo que ella tan heroica-
valor inmenso al más pequeño acto realizado por estas almas endiosadas. mente practicaba:
San Juan de la Cruz llega a decir—y se comprende a la luz de la teología «Tienen también estas almas un gran gozo interior cuando son persegui-
que no hay exageración en sus palabras—que el alma merece más en uno das, con mucha más paz de lo que queda dicho, y sin ninguna enemistad con
solo de ellos que en todos los que había realizado en toda su vida junta antes los que las hacen mal o desean hacer, antes les cobran amor particular; de ma-
de llegar a este grado. He aquí sus palabras: nera que, si los ven en algún trabajo, lo sienten tiernamente, y cualquiera
tomaría por librarlos de él y encomiéndanlos a Dios muy de gana; y de las
«Y ésta es la operación del Espíritu Santo en el alma transformada en
mercedes que les hace Su Majestad holgarían perder porque se las hiciese
amor, que los actos que hace interiores es llamear, que son inflamaciones de a ellos, porque no ofendiesen a Nuestro Señor» (n.5).
amor, en que, unida la voluntad del alma, ama subidísimamente, hecha un
Estas últimas palabras nos dan la clave para entender este sublime he-
amor con aquella llama. Y así, estos actos de amor del alma son preciosísi-
roísmo. En definitiva, es el amor de Dios lo que aquí prevalece, como en
mos, y merece más en uno y vale más que cuanto había hecho toda su vida sin todo lo demás que estas almas hacen. Esas persecuciones y calumnias no
esta transformación, por más que ello fuesen 113. les afectan personalmente en nada, antes se gozan y recrean en ellas. L o
3.0 U N GRAN DESEO D E PADECER, P E R O SOSEGADO Y T R A N Q U I L O , E N T E -
único que sienten es que sus enemigos ofenden con ellas a Dios; y para
RAMENTE SUBORDINADO A LA VOLUNTAD ADORABLE DE DlOS. — L a CrUZ h a evitar esta ofensa divina, con gusto les cederían algunas de las mercedes que
constituido siempre una verdadera obsesión en las almas auténticamente Dios les hace, aun a trueque de quedarse sin ellas. Es el amor de Dios y del
enamoradas del divino Redentor. El heroísmo de Jesús crucificado les sub- prójimo llevado hasta el último extremo de acabamiento y perfección.
yuga y arden en deseos de crucificarse con El. Ahora bien: cuando el fuego
del divino amor no se ha apoderado todavía de lo más hondo y entrañable 5. 0 CELO ARDIENTE POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS.—Santa Teresa des-
del espíritu, la llama chisporrotea y lanza hacia fuera centellas encendidas cribe en este párrafo un fenómeno sorprendente. Antes de llegar a estas
(penitencias extremosas, locuras de amor, etc., etc.); pero cuando el amor alturas, apenas tenían estas almas un deseo más vehemente que el de morir
divino se ha apoderado totalmente del alma, hasta lo más íntimo y profundo para volar al cielo: «que muero porque no muero». Ahora, en cambio, mil
de ella, la llama ya no chisporrotea; el alma se ha convertido en brasa mucho veces por encima del deseo de morir, prevalece el deseo de servir a Dios y
más ardiente que antes, pero sosegada y tranquila, sin aquel alboroto ante- salvarle almas al preciq que sea. Quisieran vivir largos años—«hasta el fin
rior. Ahora se comprenden las palabras de Santa Teresa: del mundo», dice la Santa en otra parte (Vida 37,2)—para servir a Dios y
emplearse enteramente en el servicio espiritual del prójimo n 5 . Escuchemos
«Lo segundo, un deseo de padecer grande, mas no de manera que la in- sus palabras:
quiete como solía; porque es en tanto extremo el deseo que queda en estas
almas de que se haga la voluntad de Dios en ellas, que todo lo que Su Ma- 114
Cf. SANTA TERESA, Vida 36.5. Este principio es fecundísimo en aplicaciones prácti-
jestad hace tienen por bueno; si quiere que padezca, enhorabuena; si no, no cas, sobre todo, para las personas consagradas a Dios. Nada de cuanto se emprenda contra la
se mata, como solía» (n.4). obediencia debida al legítimo superior puede glorificar a Dios, por estar claramente en con-
tra de su divina voluntad por muy grande y sublime que, por otra parte, pueda parecer la
Es la percepción clara e instintiva del verdadero valor y jerarquía de obra intentada. Nada glorifica a Dios como la perfecta obediencia y sumisión a los que nos
las cosas. El sufrimiento sobrellevado por amor a Dios es altamente san- gobiernan en su nombre.
115
La inmensa mayoría de la gente quisiera vivir también «hasta el fin del mundo*.Pero
1,2
En la economía actual de la Providencia, el ideal de pura criatura coincide con el ideal es porque están muy por debajo del deseo de morir que alcanzaron los santos en alguna época
cristiano, ya que no se da el estado de naturaleza pura, por haber sido elevado todo el género de su vida. Cuando llegan a la unión transformativa, los santos lo rebasan por arriba. El mo-
humano al orden sobrenatural. tivo es diametralmente contrario. Hn los primeros es egoísmo y apego a estavida; en los se-
111
Llama c.I 0.3, gundos es olvido total de sí mismos y desprendimiento absoluto de sus propias intereses.
6í>2 p. riT. nns\RROLi.o XORMAL ni! LA v m \ CRISTIANA
L. II. C. ,V I.A VIDA DE ORACIÓN 693
«Lo que más me espanta de todo es que ya habéis visto los trabajos y
aBicciones que han tenido por morirse, por gozar de Nuestro Señor. Ahora penetrantes que antes. La razón de esto hay que buscarla no sólo en la ma-
es tan grande el deseo que tienen de servirle, y que por ellas sea alabado, yor fortaleza del alma, que se ha ido acostumbrando a esas comunicaciones,
y de aprovechar algún alma si pudieren, que no sólo no desean morirse, mas y así puede ya soportarlos sin caer en el desfallecimiento del éxtasis, sino
vivir muy muchos años padeciendo grandísimos trabajos, por si pudiesen que además y principalmente porque la acción de Dios recae más directamente
fuese el Señor alabado por ellos aunque fuese en cosa muy poca. Y si supie- sobre el espíritu, con total preterición de todo lo orgánico y corporal , 1 8 .
sen cierto que, en saliendo el alma del cuerpo, ha de gozar de Dios, no les «En llegando aquí el alma, todos los arrobamientos se le quitan..., si no
hace al caso ni pensar en la gloria que tienen los santos; no desean por en- es alguna vez, y ésta no con aquellos arrebatamientos y vuelo de espíritu;
tonces verse en ella. Su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo y son muy raras veces... Ni le hacen al caso grandes ocasiones de devoción
al Crucificado, en especial cuando ven que es tan ofendido y los pocos que que vea, como antes; que, si ven una imagen devota u oyen un sermón, que
hay que de veras miren por su honra, desasidos de todo lo demás» (n.6). casi no era oírle o música; como la pobre mariposilla andaba tan ansiosa,
Tales son los sublimes sentimientos de todos los santos. San Ignacio de todo la espantaba y hacía volar. Ahora, o es que halló su reposo, o que el
Loyola llegó a decir que preferiría quedarse en este mundo sirviendo a Dios alma ha visto tanto en esta morada, que no se espanta de nada, o que no se
y ayudando a las almas con peligro de condenarse, antes que irse inmediata- halla con aquella soledad que solía, pues goza de tal compañía... Quizá es
mente al cielo con menoscabo de esas almas n*. Y antes que él, ya San Pablo que la ha fortalecido el Señor y ensanchado y habilitado...» (n.12).
había expresado el deseo de ser, si fuera preciso, anatema de Cristo por la
salud de sus hermanos (Rom. 9,3). Es, una vez más, el olvido total de sí 476. 5. L a m u e r t e d e l o s santos.—Se c o m p r e n d e q u e la
mismo y el amor de Dios llevado hasta la locura. m u e r t e d e los santos llegados a estas alturas haya d e ser dulcísima y
v e r d a d e r a m e n t e inefable. M á s q u e u n castigo i n h e r e n t e a la n a t u r a -
6.° DESPRENDIMIENTO DE TODO LO CREADO, ANSIAS DE SOLEDAD, AUSEN-
leza h u m a n a caída p o r el pecado, v e n e n ella u n p r e m i o y u n a libera-
CIA DE SEQUEDADES ESPIRITUALES.—Se comprende perfectamente que un alma
que goce casi habitualmente de los inefables deleites que se siguen a la unión ción. « T e m o r n i n g u n o tiene d e la m u e r t e , m á s q u e t e n d r í a d e u n
con Dios transformativa estime como basura todas las cosas de este mundo, suave arrobamiento», dice Santa T e r e s a U9. San J u a n d e la C r u z
como dice repetidas veces Santa Teresa y había dicho ya San Pablo (Phil. 3,8), tiene u n a página bellísima describiendo la m u e r t e d e estas almas
y guste de estar a solas con Dios en dulce y entrañable conversación. privilegiadas:
«Un desasimiento'grande de todo y deseo de estar siempre o solas u ocu-
padas en cosa que sea provecho de algún alma. No sequedades ni trabajos «De donde es de saber que el morir natural de las almas que llegan a
interiores, sino con una memoria y ternura con Nuestro Señor, que nunca este estado, aunque la condición de su muerte, cuanto al natural, es seme-
querría estar sino dándole alabanzas; y cuando se descuida, el mismo Señor jante a las demás, pero en la causa y en el modo de la muerte hay mucha
la despierta de la manera que queda dicho, que se ve clarísimamente que pro- diferencia. Porque si las otras mueren muerte causada por enfermedad o por
cede aquel impulso, o no sé cómo le llame, de lo interior del alma, como se longura de días, éstas, aunque en enfermedad mueran o en cumplimiento de
dijo de los ímpetus... M e parece eran bien empleados cuantos trabajos se edad, no las arranca el alma sino algún ímpetu y encuentro de amor mucho
pasan por gozar de estos toques de su amor, tan suaves v penetrativos» más subido que los pasados y más poderoso y valeroso, pues pudo romper
(n.8 y o). la tela y llevarse la joya del alma.
Y así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce, más
7.0 PAZ Y QUIETUD IMPERTURBABLES.—El alma llegada a estas alturas
que les fué la vida espiritual toda su vida; pues que mueren con más subidos
goza permanentemente de una paz y sosiego imperturbables. N o hay tem-
ímpetus y encuentros sabrosos de amor, siendo ellas como el cisne, que can-
pestad de la tierra ni vendaval del infierno tan furiosos que puedan conmo-
ta más suavemente cuando se muere. Que por eso dijo David que era «pre-
ver en lo más mínimo el centro o fondo más profundo de estas almas, con-
ciosa la muerte de los santos en el acatamiento de Dios» (Ps. 115,15), por-
vertido en un océano de paz. Santa Teresa advierte expresamente que en
que aquí vienen en uno a juntarse todas las riquezas del alma y van allí a
este asilo imperturbable «no osará entrar el demonio ni le dejará el Señor»
entrar los ríos del amor del alma en la mar, los cuales están ya tan anchos v
(n.io); y que todas las mercedes que el Señor la hace van «con tanta quietud
represados, que parecen ya mares» 1 2 °.
y tan sin ruido..., que en este templo de Dios, en esta morada suya, sólo El
y el alma se gozan con grandísimo silencio» ( n . n ) . Es la realización per-
fecta de aquel solas con El solo que Santa Teresa quería para todas sus hi- Es la muerte de amor, q u e tantas veces soñó Santa T e r e s i t a del
jas 117 , y que constituyó la obsesión de una de las más preclaras que han N i ñ o Jesús y q u e de hecho o b t u v i e r o n t o d o s los santos transforma-
albergado los claustros de ¡a reforma carmelitana: sor Isabel de la Trinidad. dos. Su m u e r t e n o es otra cosa q u e el tránsito a la gloria, como dice
San J u a n d e la Cruz: «Porque éstos, q u e s o n pocos, p o r c u a n t o ya
8.° AUSENCIA DE ÉXTASIS Y ARROBAMIENTOS.—Tan profunda es esta paz p o r el amor están purgadísimos, n o e n t r a n e n el purgatorio. D e d o n -
y quietud interior, que nunca es perturbada ni siquiera por fenómenos mís- de San M a t e o (5,8) dice: «Bienaventurados los limpios d e corazón,
ticos violentos. El alma no padece ya, a no ser rarísima vez, éxtasis y arro- p o r q u e ellos verán a Dios» 1 2 1 .
bamientos, a pesar de que las comunicaciones divinas son más íntimas y
118
lt6 119
Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Nwliell.i n.2: v Cántico 13,6.
Gf. RIBADENEIRA, Vida del Bienaventurado P. Ignacio de I^oyola 1.5 c.2. Moradas séptima* :\ty.
" 7 Cf. Vida 36,39. u o
Llama c.t ri.30.
131
Noche 11,20,5.
6^4 p. rtr. DESARROLLO x n m n i , nj; r,\ m « IK I:VI r %s \
477. 6. T o d o s p o d r í a m o s llegar a estas alturas.—Este ideal r.. I I . C. 3- l..\ VIDA DE ORACIÓN 695
sublime de perfección y santidad está abierto a todas las almas en
Mínente son dioses por participación, iguales y compañeros suyos de Dios»,
gracia y a todas lo ofrece el Señor. A q u e l «sed perfectos c o m o vues- lanza la siguiente dolorosa exclamación:
tro P a d r e celestial lo es» ( M t . 5,48) va dirigido a todos sin excepción. «¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas! ¿Qué
Y esto m i s m o se d e s p r e n d e con t o d a evidencia del último texto q u e hacéis? ¿En qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas, y vues-
acabamos de citar d e San J u a n de la C r u z . P o r q u e , si sólo los santos tras posesiones, miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma,
q u e h a n alcanzado el último grado d e amor en las alturas de la unión pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo
transformativa dejan d e ir al purgatorio, sigúese lógicamente q u e ese que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos,
estado d e transformación debería ser el t é r m i n o n o r m a l de t o d a vida de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!» , 2 5 .
cristiana, a n o ser q u e digamos q u e Dios quiere a priori q u e algunos 25
Cántico c.39 n.6 y 7
vayan al purgatorio. L a vida cristiana, desarrollándose g r a d u a l m e n -
te y sin obstáculos, tendría q u e desembocar forzosamente en la u n i ó n
con Dios transformativa, q u e de esta m a n e r a vendría a ser p a r a todos
el preludio n o r m a l d e la visión beatífica.