Sep - Clausetwitz Nunca Conocio El Mar

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Armada del Ecuador

Academia de Guerra Naval


Guayaquil
-o-

Lectura recomendada

Clausewitz nunca conoció el mar, un breve ensayo sobre la


Guerra a 40 años de Malvinas

Lectura recomendada por:

CPFG Gastón Vega


Oficial Asesor de AGUENA

septiembre, 2023

Descargo: Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva


responsabilidad de sus autores y no necesariamente la opinión de la Academia
de Guerra Naval o de la Armada del Ecuador
Motivación a la lectura:

La historia está llena de individuos extraordinarios cuyas vidas y pensamientos han


dejado una huella indeleble en el mundo. Uno de esos personajes es Carl Von
Clausewitz, un destacado estratega militar y autor de la famosa obra "De la Guerra".
Sin embargo, lo que hace aún más fascinante su legado es el hecho de que Clausewitz
nunca conoció el mar.

A primera vista, esto puede parecer un detalle trivial en la vida de un hombre cuya
obra ha influido en generaciones de militares y estrategas. Pero ¿qué significa
realmente que alguien tan influyente nunca haya tenido una experiencia directa con el
océano? En realidad, esta aparente limitación en su experiencia puede ser una fuente
de inspiración y reflexión profunda.

Clausewitz, a lo largo de su vida, se enfrentó a desafíos, batallas y conflictos que no


involucraban las vastas extensiones del mar. Su perspectiva y sabiduría se forjaron
en el campo de batalla, en las salas de estrategia y en los salones de estudio. Sin
embargo, su falta de experiencia marítima nos recuerda que ningún individuo puede
abarcar todos los aspectos del conocimiento y la experiencia en una sola vida. Cada
uno de nosotros tiene limitaciones en nuestro entendimiento y perspectiva.

En la siguiente lectura el autor utiliza su experiencia profesional como Marino de


Guerra, veterano de la Guerra de Malvinas y Profesor de la Escuela de Guerra Naval
para introducirnos una vez más en el discutido mundo del Centro de Gravedad,
analizando los aspectos más sobresalientes de la Guerra de Malvinas, desde el punto
de vista de la Guerra de la Fuerza Naval. En el ensayo se pueden ver materializados
conceptos de distintos autores internacionales con la experiencia de los protagonistas
de esta particular Guerra del Atlántico Sur.
Datos del autor:
Capitán de Navío (SP) Roberto Augusto Ulloa, Veterano de la Guerra de Malvinas.
Fecha de elaboración:
25/09/2023.
CLAUSEWITZ NUNCA CONOCIÓ EL MAR, UN BREVE ENSAYO SOBRE LA
GUERRA A 40 AÑOS DE MALVINAS

Parte 1. Domesticando el Centro de Gravedad.

El punto sobre el cual todas nuestras energías deben ser dirigidas.

Conocí a Carl Von Clausewitz casi dos siglos después de su muerte. Una
edición de bolsillo de Michael Howard fue la introducción a la vida, la época y la obra
del general prusiano. De aquella lectura inicial rescaté, con interés, pero escasa
profundidad, algunas de las ideas centrales en su pensamiento: la moral como factor
vital e incalculable en la guerra; la presencia disruptiva del azar; la fricción que torna
complejo lo simple; y la niebla que distorsiona la realidad. Todas eran reveladoras,
simples e intuitivas para un soldado joven. Recuerdo, en cambio, que su concepto
de centro de gravedad -schwerpunkt- me pareció atractivo y potente, pero ambiguo.
Su fuerza conceptual era esquiva; más fácil de citar que de emplear como una
herramienta para pensar la guerra y la batalla. Quizás esa mezcla entre ambigüedad
y potencia fue lo que alentó a tantos académicos y soldados a explorar e intervenir
ese concepto hasta transformarlo, hacia fines del siglo 20, en el corazón del arte
operacional. En torno a este neo centro de gravedad -incluido hoy en el canon de la
doctrina militar hegemónica- es que propongo una pequeña contribución sobre la
guerra de Malvinas, una mirada de lo que sucedió en el nivel operacional, con énfasis
en el espacio marítimo. Exploremos como primer paso el schwerpunkt.

Domesticar el centro de gravedad (CG) no fue una tarea sencilla. Hijo de una
obra inconclusa, era un concepto trasladado de la física a la guerra y escrito en el
arduo alemán del siglo 18. Como suele suceder con las ideas potentes, originó
polémicas, desdenes y apropiaciones. El primer desafío fue extraerlo del idioma
alemán; una lengua resistente a colaborar con las versiones extranjerizantes de sus
mejores textos y que se empeña en resumir en una sola palabra aquello para lo cual
otros idiomas necesitan varias. Con el tiempo, los sucesivos traductores penetraron
la versión original de Clausewitz. Sobre estas aún se discute -el sino de los
traductores-, pero el primer paso para transformarlo en doctrina militar estaba dado.
La discusión que siguió fue sobre su verdadero sentido. Si bien intuitivamente
estaba vinculado al principio de concentración de la masa sobre el objetivo, las
interpretaciones en torno al alcance de su significado eran diversas. Como norma
general la profesión militar rechaza la ambigüedad de las palabras y prefiere el
empleo de un lenguaje tan inequívoco como le sea posible al hombre, pues en la
guerra todo lo que pueda ser mal interpretado lo será y eso implicará vidas perdidas
y derrotas en el campo de batalla. El significado de schwerpunkt era una suerte de
enigma a resolver. Darle suficiente precisión demoró años y no fue tarea de una
sola persona, sino más bien un extenso trabajo en colaboración de académicos y
soldados.

Muchos intervinieron en ese proceso, pero hacia finales del siglo 20, un singular
aporte de Joe Strange permitió un salto cualitativo para que “todos pudieran hablar
el mismo lenguaje”, el requisito sine qua non de la doctrina. El Doctor Strange no se
limitó a ampliar la exégesis del CG, sino que concibió un modelo concreto, que
incluyó al CG como piedra angular del diseño operacional. Dicho esquema teórico
basado en la interacción dinámica de una serie de factores críticos permite la
identificación del centro de gravedad y su empleo eficaz en el diseño operacional.
Años después un soldado y catedrático, Dale Eikmeier, perfeccionó el modelo.
Partiendo de una aguda crítica a la definición del CG que la NATO había adoptado,
propuso redefinirlo como la “entidad primaria que posee la capacidad inherente para
alcanzar el objetivo”. El centro de gravedad dice Eikmeier “es un hacedor”. “No
contribuye con la fuerza, es la fuerza”, agrega Strange. Las intervenciones de estos
autores (y muchos otros que no hemos mencionado, pese a merecerlo por sus
destacados aportes) domesticaron al CG para que fuera asequible al empleo militar.
Creo que cabe una advertencia a este brevísimo resumen: Clausewitz ignoró al mar
como dimensión central de la guerra. Su obra no lo menciona. El mar le era extraño;
desconocido. Hijo pródigo de los grandes ejércitos europeos de su época y de
Napoleón (a quien detestaba, como a todo lo francés), el prusiano situó al espacio
de batalla en tierra, donde la concentración de la masa sobre los puntos decisivos
era la clave para la victoria. Para el prusiano la batalla decisiva por excelencia se
daba en tierra, y por ende era ahí donde se definía la guerra. Admitamos la vigencia
de ese concepto tan terrenal, pero incorporemos la centralidad del mar. En donde,
como en todos los niveles de la guerra, es necesario concentrar el poder. Los
conceptos del prusiano son válidos y pertinentes para el mar. Entiendo entonces
que podemos incluir, en forma austera, la mirada naval del schwerpunkt. Como
precaución, formulemos previamente una proposición taxativa; todo esfuerzo en un
teatro de operaciones es conjunto y multi agencial; casi siempre multilateral. No
encuadrarlo así conduce inevitablemente al fracaso de las operaciones y a la derrota
en la batalla. Pronunciado el mantra conjunto volvamos al mar.

El control y proyección de poder en un teatro de operaciones que incluya al


mar requiere de una fuerza naval. Y tal fuerza siempre es un sistema integral donde
el todo supera a la suma de las partes. ¿Dónde encontramos al CG del enemigo
entonces? La mirada sistémica bajo la cual se forma el marino puede llevarlo a
ceder a la tentación de definir a todo el sistema como el CG. Lo cual le quita toda
utilidad. Si todo es centro, nada lo es. Borges ya lo dijo, y mejor. Indagar cuál de las
partes del sistema enemigo puede golpear(nos) más fuerte nos aproximará a la
respuesta. Aunque no será necesariamente vinculante, pues el CG está siempre
relacionado con mi misión. Por fuerte que sea una entidad enemiga, si no afecta mi
misión puede ser irrelevante. Creo que la pregunta correcta que debamos
formularnos para identificarlo es la que propone Strange: ¿Qué se interpone con
nuestra misión de tal modo, con tanta fuerza militar, que puede evitar que
alcancemos el objetivo? La respuesta nos conducirá al CG del enemigo; la entidad
primaria que, en determinado tiempo y espacio, limitará mi libertad de acción en el
mar.

El centro de gravedad recorrió un largo camino hasta transformarse en el


corazón del diseño operacional. Y como tal es el protagonista de toda maniobra. El
guion de esa maniobra podrá tener distintas peripecias y contingencias, pero su
desenlace está anunciado: la colisión entre el centro de gravedad propio y el del
enemigo. Tarde o temprano, de forma directa o indirecta, voluntaria o
involuntariamente. Pero será inevitable. Una maniobra tiene como línea argumental
la conducción del centro de gravedad hacia el objetivo. Antes de alcanzarlo ocurrirá
la colisión, Dónde, cuándo y cómo ocurrirá será consecuencia de la experiencia
profesional, la imaginación y el carácter del comandante. De esa violenta colisión
emergerá la victoria o la derrota. Exagerando, todo el resto es literatura.

Parte 2. Malvinas 1982, Del diseño a la maniobra.


La política es la única propietaria de la palabra estrategia, que es una
producción del poder. Es la piedra angular sobre la que se sostiene el nivel
operacional. No es nuestro objetivo describir los (des)aciertos políticos de ambos
bandos durante 1982; muchos textos los han registrado. Algunos incluso
objetivamente. Nos enfocaremos solo en el nivel operacional, que es donde
comienza el trabajo del soldado. Este nivel vincula a la estrategia con la táctica a
través del diseño. La estrategia plantea el problema a resolver; que siempre es
original; es decir no tiene respuestas preconcebidas. Por eso el diseño en el nivel
operacional es una producción intelectual única. Un hecho estético. Para diseñar
esa respuesta, el nivel operacional interroga al problema y define el marco que lo
encuadra. Con el objetivo en mente, la maniobra surge como respuesta integrando
esfuerzos operacionales, con sus respectivas líneas de operaciones, que pueden
ser ejecutados por una fuerza militar. El esfuerzo principal, casi con certeza, tendrá
al centro de gravedad propio como protagonista.

Así como solo mencionaremos las decisiones políticas que afectaron en


forma determinante el diseño operacional, tampoco detallaremos las acciones
tácticas en el teatro de operaciones. Respecto de esta tríada, creo que vale la pena
adelantar una enseñanza que repetiremos más de una vez: el nivel operacional no
puede resolver las dudas y contradicciones de la estrategia, así como a la táctica le
será muy difícil revertir los efectos de una maniobra mal diseñada o pobremente
conducida.
Es justo recordar que hablaremos desde los saberes y la cómoda lejanía del
siglo 21. Para pensar y aprender. Sopesando las decisiones operacionales que
tomaron ambos bandos con sus errores y aciertos; sin juzgar a las personas.
Nuestra mirada, necesariamente será anacrónica pues vamos a revisar lo actuado
en la guerra a la luz de la doctrina actual. En 1982 el centro de gravedad era un
viejo conocido en Argentina y en el Reino Unido. Pero no estaba contemplado en el
corpus doctrinario. Tampoco existía, como lo conocemos ahora, el concepto de arte
operacional y diseño. Nuestro primer desafío será entonces describir cómo se
encuadró el problema militar y cuáles fueron las maniobras resultantes de ambos
bandos.

Tras concluir la eficaz operación Azul/Rosario con que Argentina recuperó las
Islas Malvinas y Georgias del Sur, se manifestaron dos actitudes estratégicas
diferenciadas. Bajo la improbable suposición de que el conflicto no escalaría
militarmente, Argentina adoptó una actitud estratégica defensiva y de cautela. Lo
cual implicó demoras irrecuperables para llevar adelante tareas del nivel
operacional que hubieran hecho una diferencia. Como ser el minado defensivo de
las aguas de Malvinas y la ampliación de la pista de aterrizaje en Puerto Argentino.
Sorprendido y desafiado, el Reino Unido optó por una actitud estratégica ofensiva
aceptando, en forma más o menos explícita, un riesgo alto. Estas actitudes
antagónicas fueron el encuadre estratégico de las dos maniobras y la consecuencia
más significativa, a partir del 2 de abril, fue que Argentina le cedió la iniciativa,
política y operacional, al Reino Unido. No necesariamente la iniciativa táctica.

Mientras la fuerza argentina regresaba a la Base Naval Puerto Belgrano


dejando una guarnición menor en las islas (que pronto crecería en forma
desordenada con una fuerte injerencia del nivel estratégico), el Reino Unido
comenzó su despliegue al Atlántico Sur. Iniciaba una maniobra operacional que aún
no tenía diseño, aunque si alianzas, planes de contingencia y sentido de urgencia.
De hecho, el despliegue de las primeras unidades navales de superficie del Reino
Unido comenzó el 29 de marzo y los dos primeros submarinos con propulsión
nuclear zarparon el 1° de abril hacia el Atlántico Sur. El despliegue hacia el sur ya
no cesaría. Los días siguientes, mientras las negociaciones se mantenían, la crisis
escaló y el nivel operacional entró en juego. Los dados rodaban y la batalla emergía
en el futuro.

El Reino Unido consolidó su diseño operacional hacia mediados de abril del


82, en la Isla Ascensión. La dificultad para sostener el esfuerzo militar en el tiempo
y la percepción de una relativa superioridad en el poder de combate relativo condujo
a optar por una aproximación directa sobre Puerto Argentino. De estos dos factores,
entiendo que el primero tuvo mayor peso. Esquemáticamente la maniobra se tradujo
en un esfuerzo principal y dos esfuerzos secundarios. Cada uno con sus respectivas
líneas de operaciones. El esfuerzo principal fue sobre las Islas Malvinas; más
precisamente sobre Puerto Argentino y dio origen a la operación Sutton. Los dos
esfuerzos secundarios tuvieron sendos objetivos: el control del mar y espacio aéreo
en el teatro y la reocupación de las Islas Georgias del Sur a través de la operación
Paraquet. Notemos que el esfuerzo secundario para controlar mar y aire fue una
condición decisiva e ineludible para alcanzar los objetivos en las Islas Malvinas y
las Georgias del Sur. Al plan que encerraba la maniobra le fue dado el nombre
código Corporate.

En su Atlas sobre la guerra de Malvinas, el historiador Gordon Smith resumió


la maniobra secuenciada en cinco fases: “1) Bloqueo de las islas Malvinas con
submarinos; 2) operación anfibia sobre las islas Georgias del Sur (operación
Paraquet); 3) Obtención del control del mar y del espacio aéreo con el Grupo de
Batalla de Portaaviones y Avanzado; 4) Operación anfibia sobre las Islas Malvinas
(operación Sutton); y 5) Obtención del control militar de las Islas Malvinas.”
Sustentar esa maniobra requirió de un gran esfuerzo logístico dadas las grandes
distancias en juego y las características geográficas, meteorológicas y políticas del
escenario. Dentro de ese soporte logístico la isla Ascensión fue vital como base
avanzada en el Atlántico Sur. Como complemento a este enclave a mitad de camino
entre Londres y Malvinas, el Reino Unido debió organizar una base logística
avanzada en el mar (TRALA) situada al noreste de la zona marítima de exclusión,
aproximadamente a un día de navegación de las Islas Malvinas.
¿Dónde se expresó el centro de gravedad del Reino Unido? O al decir de
Eikmeier ¿cuál fue la entidad primaria del Reino Unido que poseía la capacidad
inherente de lograr el objetivo? Entiendo que hubo múltiples CG y si repasamos las
cinco fases de la maniobra notaremos que estos se encuentran mencionados en
forma explícita. Creo que podemos diferenciar dos etapas para identificarlos. La
primera fue entre el posicionamiento de los primero tres SSN 1 en el teatro de
operaciones el 11 de abril, y el establecimiento de la cabecera de playa en San
Carlos el 21 de mayo. Durante esos cuarenta y un días en que se disputó el control
del mar y del aire se expresaron dos CG simultáneos: los portaaviones Hermes e
Invincible por un lado y los submarinos nucleares por el otro. Estos dos CG,
coordinados entre sí por Fieldhouse desde Londres, fueron las entidades primarias
con la capacidad inherente para negarle a Argentina el control del mar y del aire en
el teatro de operaciones; condición necesaria para la ejecución de las operaciones
Paraquet y Sutton. En la segunda etapa –a partir del establecimiento de la cabecera
de playa el 21 de mayo- el centro de gravedad cambió. O quizás lo correcto es decir
que se expresó un tercer CG, que fue la fuerza de desembarco. Esa fuerza fue la
entidad primaria con la capacidad inherente para alcanzar el objetivo asociado al
esfuerzo principal.

Hemos resumido en grandes trazos el diseño y los centros de gravedad del


Reino Unido; retomemos ahora la maniobra operacional de Argentina. Ya señalamos
que a partir del 2 de abril se adoptó una actitud estratégica defensiva con la
consiguiente pérdida de iniciativa. La pregunta correcta quizás sea si realmente
existió una maniobra como tal luego de la recuperación de las Islas Malvinas.
Entiendo que no. Por definición una maniobra se corresponde con la existencia de
un solo comandante operacional en el teatro. Eso permite la unidad de mando y la
unicidad de objetivo. Dos principios centrales de la guerra. Eso no ocurrió; el
comandante del Teatro de Operaciones Atlántico Sur no condujo la totalidad de los
medios conjuntos. Lo hizo solo parcialmente y a través de la coordinación con sus
pares. Al no existir unidad de comando, la respuesta argentina fue fragmentaria y

1 Los SSN Conqueror, Splendid y Spartan.


se dispersó el esfuerzo. Nunca se terminó de concentrar la masa del poder militar
sobre los puntos decisivos. Ampliemos esa idea. Cada maniobra operacional es un
diseño de autor. No solo en su concepción, que es una producción del intelecto, sino
también en su conducción en el teatro, que responde al liderazgo. La inexistencia
de unidad de comando y la consecuente respuesta fragmentada originó que
Argentina diera una respuesta táctica a un problema operacional. Sin proponérselo,
quizás sin advertirlo, entiendo que la maniobra de Lombardo se centró en el
comandante enemigo incorrecto: en Woodward (comandante en la escena de la
acción) en lugar de Fieldhouse (comandante operacional). Volvemos, una vez más,
a la premisa que la táctica no puede revertir los errores de diseño y liderazgo en el
nivel operacional.

Hacia los primeros días de abril de 1982 Lombardo había anticipado, con
acierto, la maniobra del Reino Unido. También visualizó en forma clara la
importancia vital de obtener un grado adecuado de control del mar y del aire para
dar una batalla centrada en una isla. Esas dos premisas que describían parte del
problema correctamente no se trasladaron a la respuesta operacional. Hemos
hablado de la ausencia de unidad de comando como una causa determinante para
que esto suceda; creo que también debemos agregar la elevada valoración del
riesgo en el nivel estratégico que afectó todas las decisiones.

No obstante, esa fragmentación en el diseño y conducción, podemos


identificar la existencia de una maniobra ad hoc por parte de Argentina que, en
general, fue reactiva. Pero existieron tres ideas rectoras que influenciaron todas las
decisiones operacionales a lo largo del conflicto y fueron modelando la respuesta
táctica. La primera fue descartar la búsqueda activa de una batalla decisiva en el
mar por no considerarla un modo de acción aceptable ante la amenaza de los SSN.
Esto llevó al empleo de su fuerza naval bajo el concepto de flota en potencia a partir
de mediados de abril. Que es un concepto defensivo. Implicó un accionar desde el
litoral, dividida y a la espera de una oportunidad favorable para combatir. Ya lo
analizaremos en la parte 3 de este trabajo. En segundo lugar, se sostuvo la idea de
que Argentina disponía del poder aéreo suficiente para disuadir y en caso necesario
neutralizar una operación anfibia sobre Malvinas, lo que no sucedió. Como tercera
premisa, se determinó que el esfuerzo principal de la defensa sería en tierra, más
precisamente en la parte norte de la isla Soledad. Pero esas tres ideas no se
tradujeron en una maniobra; nadie las manifestó como una intención integral del
comandante. No se formalizaron planes contribuyentes. Curiosamente, pese a que
el duro invierno era el temor principal del Reino Unido, no hay constancia
documentada de que se haya pensado en una maniobra que buscara ganar tiempo.
Es decir, el empleo de una táctica fabiana para demorar o ralentizar al accionar
enemigo para que el mar y el tiempo lo desgaste. Pero volvamos sobre nuestra
afirmación inicial ¿Cuál fue el centro de gravedad de esta maniobra ad hoc de
Argentina? Pareciera evidente que las fuerzas terrestres emplazadas en la Isla
Soledad constituyeron el principal centro de gravedad de Argentina. Pero
ampliemos esta pregunta, ¿dónde se expresó el centro de gravedad argentino en el
mar? Hasta el 2 de mayo fue el portaaviones ARA 25 de mayo, que con su ala aérea
embarcada fue la entidad primaria con la capacidad inherente para oponerse al
objetivo que tenía el Reino Unido de controlar el mar.

Dos actitudes estratégicas distintas, el diseño de dos maniobras antagónicas,


varios centros de gravedad. Todo se integró en el teatro de operaciones Atlántico
Sur dando lugar a la batalla por las Islas Malvinas.

Parte 3. La batalla.

Una batalla decisiva es una colisión entre dos centros de gravedad.


Clausewitz.

De todos los aspectos de la guerra, la batalla quizás sea el de mayor interés


para el soldado. No solo porque en ella se sintetiza su razón de ser última, sino
también porque es en ese espacio donde se juega la misión, su vida y reputación.
Las estadísticas son concluyentes en cuanto a que es un asunto al que le debemos
prestar debida atención. Aun cuando el teatro de operaciones esté definido en forma
clara, el espacio de batalla asume límites y volúmenes imprecisos, adoptando una
forma caprichosa dibujada por las líneas de operaciones de la maniobra. El manejo
de los tiempos en que suceden dichas acciones es muchas veces la clave del éxito
o el fracaso y expresa la destreza del comandante. Un tiempo que no solo implica
duración sino también ritmo y oportunidad. Si la maniobra tiene un buen guion y una
conducción acertada, los combates estarán coordinados, sincronizados y
priorizados en tiempo y espacio para concentrar la masa del modo más letal y eficaz
posible en torno a su objetivo. Contenidos por ese espacio sin forma se dan los
combates. Algunos son acciones aisladas; otros, que en general conforman una
serie, constituyen el corazón de la batalla. Si los centros de gravedad de ambos
bandos se empeñan en esos combates, la batalla tendrá resultados decisivos. Es
decir que generará condiciones decisivas en el teatro. El riesgo de una batalla de
esa categoría será muy alto y afectará todas las decisiones. Por eso la excesiva
aversión al riesgo tiende a demorar los tiempos (de decisiones y acciones) y
dispersar el esfuerzo. Mayor aversión, mayor dispersión.

El período de tiempo que nos interesa analizar se encuentra entre mediados


de abril y el 14 de junio de 1982. Para ese momento, los centros de gravedad de
ambos bandos estaban posicionados en el teatro de operaciones; es decir dentro
del espacio potencial de batalla. Algunos activos, otros latentes. Movimiento,
protección y exploración habían sido las acciones de ambos bandos durante las
primeras semanas de abril mientras una negociación con final anunciado estaba en
curso. Las reglas de empeñamiento se liberaron hacia fines de abril coincidiendo
con la culminación del esfuerzo secundario del Reino Unido sobre las islas Georgias
del Sur. Comenzó una etapa cuyo esfuerzo estuvo centrado en obtener o negar el
control del mar. Entre el 1 y el 5 de mayo la masa de combate de ambos bandos se
concentró en un espacio confinado de mar. Las condiciones para una batalla
decisiva estuvieron dadas, pero la situación se mantuvo en ciernes. Mayorga, Rótolo
y Woodward describen profusamente los hechos ocurridos esos días; también dan
cuenta de las decisiones tácticas y el ambiente emocional en que estas se tomaron.
Vale la pena leerlos ¿Por qué la batalla no se perfeccionó? Tratemos de resumir lo
que sucedió en términos de diseño y maniobra.
El 1 de mayo la niebla de la guerra fue densa: información imprecisa, a
destiempo e incompleta sugirió que una operación anfibia del Reino Unido sobre las
Islas Malvinas estaba en curso lo que aferraría a las unidades navales del Reino
Unido haciéndolas más vulnerables. La reacción del comandante del teatro de
operaciones Atlántico Sur fue maniobrar a su flota que estaba dividida para
converger sobre el grupo de batalla de portaaviones del Reino Unido, posicionado
al noreste de las Islas Malvinas. La idea general de maniobra fue la de ejecutar un
ataque en forma coordinada, desde el norte y desde el sur donde el esfuerzo
principal fuera ejecutado por el brazo norte que concentraba el mayor poder de
combate.
El primer contacto a distancia de combate entre ambos grupos se dio en el
brazo norte de esa maniobra. Los portaaviones de ambos bandos se detectaron
mutuamente a tan solo 200 millas náuticas de distancia, pero el combate no se
produjo. La secuencia de decisiones tácticas que se sucedieron esa jornada está
bien documentada; las versiones instaladas incluyen la ausencia de viento para
catapultar aeronaves con la cantidad de bombas adecuadas, la pérdida de la
sorpresa táctica y la ruptura del contacto con el enemigo. A lo cual debe sumarse
cierta ambigüedad en las órdenes del nivel estratégico y operacional. Es cierto que
todos esos factores estuvieron dados. Pero, creo que ninguno fue causa suficiente.
Entiendo que ambos comandantes de los grupos de batalla en oposición decidieron
no asumir el riesgo táctico y operacional que implicaba empeñar sus fuerzas en una
batalla decisiva. Toda decisión de comando es en soledad; por más que decenas
de asesores contribuyan con esta. En esa ocasión Woodward emuló la prudencia
de Jellicoe en la batalla de Jutlandia y se replegó hacia el sudeste preservando a
los portaaviones Hermes y al Invincible. Allara hizo lo mismo y se replegó hacia el
noroeste para preservar el portaaviones 25 de Mayo. Esa (in)decisión táctica
desconcentró la masa de combate que la maniobra operacional había acercado en
forma dubitativa. La oportunidad de enfrentar los portaaviones en una batalla
decisiva, y cumplir con la misión, no se volvió a presentar.
La batalla no se agotó en esas decisiones tácticas, sino que continuó con las
acciones militares en el brazo sur de la misma maniobra. El 2 de mayo se registró
el combate más letal de la guerra cuando el SSN Conqueror atacó al Crucero
General Belgrano55 y a sus escoltas mientras se reposicionaban hacia la Isla de los
Estados. Como consecuencia, el Belgrano fue hundido ocasionando 323 bajas. El
posterior rescate, que duró varios días, sacó del mar a 770 náufragos. La batalla,
que no fue decisiva, había finalizado. Dos acciones tácticas de envergadura
ocurrieron en el mismo encuadre temporal y espacial de esta batalla, pero en forma
periférica: el ataque del submarino San Luis a unidades de superficie del Reino
Unido y el hundimiento del destructor Tipo 42 Sheffield mediante un ataque con
misiles Exocet de dos aeronaves navales operando desde el continente.

El 1 de mayo, mientas en el mar se decidía la batalla, la Fuerza Aérea


Argentina ejecutó una larga serie de ataques aéreos sobre la presunta operación
anfibia del Reino Unido. Estas oleadas no estuvieron coordinadas con la operación
de superficie de la flota argentina. La falta de unidad de comando motivó que el
esfuerzo se dispersara en la única oportunidad que hubo para una batalla decisiva.
¿Qué podría haber sucedido ante una verdadera operación conjunta argentina que
concentrara el poder mediante acciones navales e incursiones aéreas de modo
coordinado, sincronizado y adecuadamente priorizado?. Final abierto e interesante,
pero lo contra fáctico es más propio de la ficción o del metaverso que del análisis
militar y es inconducente recrear un escenario alternativo.

Las acciones tácticas de esos días tuvieron consecuencias operacionales


significativas para ambos bandos. A partir del 5 de mayo los portaaviones del Reino
Unido se alejaron del continente y se mantuvieron operando al este de las Islas
Malvinas fuera del alcance de combate. Fieldhouse mantuvo, y reforzó, el anillo de
los SSN para mantener el bloqueo hasta concluir la guerra. Por su parte Lombardo
retomó el concepto de flota en potencia y al replegar del teatro al SS San Luis ya no
disputó el control del mar más que con combates aeronavales aislados.
El 20 de mayo a las 8 de la mañana se inició la operación Sutton con el
movimiento hacia el objetivo de la fuerza de desembarco. Esta fuerza terrestre se
expresaba como el nuevo centro de gravedad del Reino Unido y su objetivo fue
Puerto Argentino. Siete fragatas escoltaron a los doce buques que transportaban a
las tropas que ejecutarían la operación anfibia. Ese movimiento hacia el objetivo fue
el período de mayor vulnerabilidad del centro de gravedad del Reino Unido. Pero la
falta de exploración demoró su detección y la posibilidad de atacarlos durante el
tránsito. El desembarco se produjo sobre el estrecho de San Carlos en tres olas
sucesivas el 21 de mayo al amanecer. Fue detectado a las 10 de la mañana, por
una patrulla terrestre del Ejército Argentino, cuando las dos primeras olas ya se
encontraban en tierra. La alarma desencadenó una larga serie de ataques aéreos
sobre los buques con resultados tácticos significativos, pero que no impidieron el
establecimiento de la cabecera de playa ni el desembarco de la casi totalidad de
tropas y medios.

El 26 de mayo las fuerzas terrestres en oposición se encontraban


concentradas en la parte norte de la Isla Soledad, separadas por tan solo un
centenar de kilómetros de frío, marcha y combate. Comenzaba la batalla decisiva
en la cual se produjo la colisión de los dos centros de gravedad terrestres. El
desenlace es conocido, el análisis de esa batalla terrestre excede mi conocimiento
profesional y también el alcance de este ensayo. Mientras esta se libraba ocurrieron
una serie de combates sobre el mar; algunos de alto impacto. Táctica. Ya no
alteraría el estado final operacional.

Parte 4. Reflexionando sobre Malvinas.

¿Qué hemos aprendido de la guerra de Malvinas en el nivel operacional? O


quizás sea mejor preguntarnos ¿cambiamos después de la guerra? Porque el
aprendizaje genuino, el que impacta sobre el futuro, solo se valida desde el cambio.
Claro que lo hubo y en todos los niveles. La reflexión de estas líneas finales se
centrará solo en el nivel operacional.
Un punto de partida para verificar el cambio lo podemos encontrar en el plano
de las ideas y del lenguaje. Al fin y al cabo, todo diseño operacional consiste en la
producción de una estructura conceptual arraigada en un lenguaje común que le
dará sentido a la táctica. Sus bloques esenciales son las palabras, enlazadas por
una sintaxis particular. Si las usamos mal o con pobreza; si los demás no comparten
esas palabras o no comprenden acabadamente su significado; si los verbos no son
los adecuados, esa estructura será ineficaz. Como regla general, es improbable que
nuestro accionar supere la calidad de nuestro pensamiento. Malvinas mostró que la
táctica no puede revertir los errores de diseño y liderazgo del nivel operacional. Sin
importar cuánto coraje o profesionalismo se ponga en juego en el combate. Con
lucidez, Pérez León Barreto señaló la existencia de un cambio sustancial en estos
cuarenta años: la consolidación del nivel operacional. Pensamiento y lenguaje
acompañados por la potenciación del accionar conjunto y la creación de un
comando operacional. Bienvenido. El lenguaje común moldea la cultura
institucional; conduce a la cooperación entre las fuerzas y demás agencias del
Estado y permite la verdadera discusión con la estrategia. Aprender a leer y escribir
ese lenguaje, y perfeccionarlo cada día, es imprescindible. Pero no suficiente.

Un segundo aspecto que debemos considerar es que una significativa


cantidad de los errores señalados en el informe Rattenbach sobre la guerra de
Malvinas estaban anticipados en el cuerpo doctrinario disponible en 1982. Algunos
de estos eran de nivel táctico, pero otros estaban relacionados con el nivel
operacional como es el Principio Militar Fundamental. Anticipar y prevenir esos
errores era posible. La historia de los conflictos armados muestra que esta falla (la
no observancia de aquello que la experiencia y el conocimiento señalan como el
proceder o el método correcto) ha sido frecuente y responde a numerosos factores
cognitivos y organizacionales. Entiendo que es un aspecto interesante para ser
investigado por las Escuelas de Guerra pues no solo afecta a las operaciones en
tiempo de guerra, sino también en épocas de paz. Dejemos ahora el plano de las
ideas para reflexionar sobre capacidades militares.
El nivel operacional diseña con las capacidades que dispone. Su arquitectura
puede multiplicar lo que existe mediante la imaginación y el liderazgo, pero eso tiene
un límite. No puede crear capacidades en forma inmediata; menos aún centros de
gravedad. Estos son el corazón de cualquier maniobra para hacer frente a una crisis
o un conflicto. Construir capacidades militares requiere de un largo proceso que la
urgencia no suele esperar.

¿Disponemos de esas capacidades hoy? La respuesta intuitiva del


profesional es que muchas se han perdido o están degradadas. Pero no es posible
argumentar esto sin contrastarlo con una política de estado que siente las bases
sobre las cuales discutir las mismas. Una estrategia de seguridad integral. Para
permitir el nivel de inversión adecuado y sustentable. Y orientar el pensamiento y la
acción. Dicha política, que requiere de un consenso político significativo, aun es
deuda. De largo plazo.

Muchas veces se compara a las fuerzas armadas con un seguro ante lo


contingente. Creo que la analogía es equivocada. Uno puede contratar un seguro
en forma inmediata en cuanto cobra conciencia de su necesidad. Esa inmediatez
no se traslada a la construcción de capacidades militares. Tras la guerra de Malvinas
el Reino Unido comenzó el desarrollo de capacidades militares más importantes
desde la Segunda Guerra Mundial; sus dos nuevos portaaviones nacieron de ese
proceso y constituyen el centro de gravedad de su fuerza expedicionaria. Nada
sugiere que deban ser imitados; pero es un incentivo intelectual para pensar. El
desarrollo de capacidades militares de Argentina debe responder a una estrategia
nacional en función de una compleja trama de intereses nacionales que decidamos
proteger, reclamar o promover. Muchos de esos intereses, de alto valor, se
encuentran en el mar. Vale la pena reiterar que el tiempo de ese desarrollo se mide
en décadas; en cambio las crisis, o las necesidades estratégicas, manejan otros
tiempos que son mucho más cortos; casi inmediatos y difíciles (si no imposibles) de
anticipar. Para dar esa discusión pareciera que es necesario perfeccionar un
lenguaje común entre la estrategia -la política- y el nivel operacional. Que permita
la comprensión y cooperación en torno al diseño de las fuerzas armadas. Malvinas
también enseñó que el nivel operacional no podrá resolver los errores de la
estrategia. Y dichos errores no son infrecuentes; si, inconmensurablemente
costosos. Es un largo camino el que tenemos por delante.

Cierro estas líneas casi el mismo día que me presenté a bordo del Destructor
ARA Bouchard, hacia inicios de 1982. Era mi primer destino en la Armada tras
graduarme en la Escuela Naval y nada me permitía imaginar que apenas unos
meses después estaríamos rescatando del mar a los sobrevivientes del Crucero
Belgrano. La historia de los libros nos recuerda que así de inesperada suele ser la
verdadera historia. Tengo eso en mente para compartir una última reflexión con
quienes son los verdaderos destinatarios de este trabajo: los líderes militares
jóvenes de la Armada Argentina; aquellos que hoy cubren los puestos de combate
de las unidades y que mañana conducirán la maniobra. Al fin y al cabo, Clausewitz
tenía su edad cuando comenzó a escribir su obra.

En 1916 se dio la batalla de Jutlandia entre las flotas de la Marina Imperial


Alemania y la Marina del Reino Unido. El resultado aún se discute, aunque suele
atribuirse la victoria táctica a Alemania y la ventaja estratégica al Reino Unido. En
1923 un alumno del Naval War College de los EE. UU. eligió esa batalla decisiva
como objeto de su tesis de táctica. Sus conclusiones, que trasuntan el ímpetu de un
marino joven, identificaron la actitud defensiva del almirante inglés como el mayor
obstáculo para obtener la victoria en el mar. No fue un juicio de valor, sino una
opinión profesional; vale la diferencia. Veinte años transcurrieron y en 1942, durante
la Batalla del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial, se dio otra batalla decisiva en
el mar: Midway. El destino quiso que el autor de la tesis, Chester Nimitz, fuera el
comandante superior del grupo de batalla que enfrentó a la flota Imperial de Japón.

La serie de decisiones que lo condujeron a la victoria en esas jornadas de


1942 habían comenzado a gestarse décadas atrás. Obró en la batalla como había
pensado antes en la Academia. Y el concurso del azar le fue favorable. Erramos si
creemos que las decisiones en la batalla, me atrevería a decir en la vida, son del
momento. Se requiere un largo proceso de estudio, experiencia y reflexión para
formar un criterio e incorporar las prácticas y hábitos profesionales que respalden
nuestras decisiones en los momentos de tensión y crisis. Nadie puede darles
certezas sobre lo que les depara el destino, pero la probabilidad de que durante sus
carreras navales se les presenten problemas operacionales reales no es irrelevante.
Y quizás su eficaz resolución sea vital para defender algún interés argentino. Esos
desafíos no tendrán una respuesta táctica, menos aún técnica o administrativa. Y
tendrán que resolverlos en soledad y riesgo; de eso se trata el liderazgo. No lo que
les enseñen, sino como hayan aprendido a pensar, decidir y actuar definirá ese
instante. Son sus lobos, diría algún viejo controlador aéreo de interceptores.

En 1982 hubo muchos aciertos de los que aprender y emular. Cientos y


cientos cayeron en combate evidenciando un alto estándar de coraje,
profesionalismo y compromiso con su juramento. De los que quedaron en las islas
o en el mar, ninguno se rindió. Un país que produce esos hijos merece ser
defendido. Honor para ellos.

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