El documento ofrece consejos para controlar las emociones a la luz de la Palabra de Dios. Sugiere guardar el corazón con la Palabra de Dios y obedecerla incluso cuando las emociones sean contrarias. También recomienda distinguir si las emociones provienen del Espíritu o de la carne y desechar las de la carne, ya que solo debemos dejarnos guiar por el Espíritu y la obediencia a la Palabra de Dios.
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El documento ofrece consejos para controlar las emociones a la luz de la Palabra de Dios. Sugiere guardar el corazón con la Palabra de Dios y obedecerla incluso cuando las emociones sean contrarias. También recomienda distinguir si las emociones provienen del Espíritu o de la carne y desechar las de la carne, ya que solo debemos dejarnos guiar por el Espíritu y la obediencia a la Palabra de Dios.
El documento ofrece consejos para controlar las emociones a la luz de la Palabra de Dios. Sugiere guardar el corazón con la Palabra de Dios y obedecerla incluso cuando las emociones sean contrarias. También recomienda distinguir si las emociones provienen del Espíritu o de la carne y desechar las de la carne, ya que solo debemos dejarnos guiar por el Espíritu y la obediencia a la Palabra de Dios.
El documento ofrece consejos para controlar las emociones a la luz de la Palabra de Dios. Sugiere guardar el corazón con la Palabra de Dios y obedecerla incluso cuando las emociones sean contrarias. También recomienda distinguir si las emociones provienen del Espíritu o de la carne y desechar las de la carne, ya que solo debemos dejarnos guiar por el Espíritu y la obediencia a la Palabra de Dios.
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Emociones bajo control
Entonces, ¿cómo podemos tratar con nuestras emociones a la luz
de la Palabra de Dios para no equivocarnos? Aquí algunos consejos que pueden ayudarnos:
1. Nuestras emociones forman parte de un todo en nuestro ser
junto con nuestros pensamientos, sentimientos etc. Por eso, Dios nos exhorta a guardar nuestro corazón “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”, Proverbios 4:23. Guardar nuestro corazón no es esconderlo, sino llenarlo y protegerlo con la Palabra de Dios y nuestra obediencia a ella. 2. Cuando un intérprete de la ley le preguntó a Jesús cuál era el gran mandamiento de la ley, Jesús le contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Mateo 22:37. Aquí vemos que cuando adoramos y alabamos a Dios, todo nuestro ser está envuelto, incluyendo nuestras emociones. Lo triste y peligroso es cuando nos dejamos llevar solamente por ellas, y dejamos a un lado nuestra mente y razón. Esto puede traernos consecuencias graves, e incluso muchos han manipulado las emociones de las personas, distorsionando la Palabra de Dios para que hagan lo que su líder espiritual ordene. Necesitamos las emociones, por supuesto, pero con raciocinio. Es decir, controlar el corazón con la razón. 3. Cuando nuestras emociones nos dicten algo abiertamente contrario a los mandatos de la Palabra de Dios, tenemos que obedecer lo que Dios nos dice sin dudar. Por sinceras y fuertes que sean nuestras emociones, seguirlas a expensas del mandato divino es desobediencia abierta a lo que Dios ya nos ha dejado dicho. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas”, Jeremías 17:9. 4. Las emociones que no nos llevan a acercarnos más a Dios y hacer su voluntad vienen de la carne y no del Espíritu. Por lo tanto, no debemos vivir según la carne nos dicte, sino según el Espíritu de Dios que mora en nosotros, “ustedes no están en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en ustedes”, Romanos 8:9. Debemos hacer morir con Su ayuda las manifestaciones, las emociones y obras de la carne. 5. El Espíritu mismo nos da el poder para dominar y distinguir si nuestras emociones son de Dios y me ayudan a crecer en mi vida cristiana, o si son de la carne y las tengo que desechar. No está en mis fuerzas, sino en el poder del Espíritu, como Pablo enseñó a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (de disciplina)”, 2 Timoteo 1:7. Podemos concluir diciendo sí a las emociones que me ayudan a conocer y acercarme más a Dios, pero no dejarnos llevar por ellas, ni que dominen nuestra vida y decisiones. El cristiano solo debe dejarse dominar por la Palabra de Dios y nuestra obediencia a ella.