Cartilla Semana Del Migrante

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CARTILLA DE SENSIBILIZACIÒN Y EVANGELIZACIÒN

Semana del Migrante 2021


Pastoral del Migrante – Arquidiócesis de Cali

Oración:

Padre santo y amado,


tu Hijo Jesús nos enseñó
que hay una gran alegría en el cielo
cuando alguien que estaba perdido
es encontrado,
cuando alguien que había sido excluido, rechazado o descartado
es acogido de nuevo en nuestro nosotros,
que se vuelve así cada vez más grande.

Te rogamos que concedas a todos los discípulos de Jesús


y a todas las personas de buena voluntad
la gracia de cumplir tu voluntad en el mundo.
Bendice cada gesto de acogida y de asistencia
que sitúa nuevamente a quien está en el exilio
en el nosotros de la comunidad y de la Iglesia,
para que nuestra tierra pueda ser,
tal y como Tú la creaste,
la casa común de todos los hermanos y hermanas. Amén.
Roma, San Juan de Letrán, 3 de mayo de 2021, Fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago.
A manera de introducción:
Como Pastoral Migrantes los invitamos a celebrar loa 107 años de la Jornada Mundial instituida
por la Santa Sede, visibilizando la realidad migratoria en nuestra Jurisdicción Eclesiástica de Cali,
desde el 20 al 26 de septiembre. Con el lema: “Hacia un NOSOTROS, cada vez más grande”

En este material evangelizador les proponemos las actividades que tendremos para esta semana.,
y que invitamos a ser usado en todos los ambiente pastorales de las parroquias, colegios,
movimientos y comunidades evangelizadoras.

Es nuestro deseo que con estos subsidios o herramientas pastorales los párrocos y sus
comunidades reflexionen sobre este fenómeno migratorio actual, como también sobre el impacto
en una ciudad – región caracterizada por ser multicultural, hoy intercultural; las consecuencias
positivas y el compromiso humano-cristiano para con quienes viven el flagelo de la migración, el
refugio, el desplazamiento y el retorno.

Este material contiene

1. Mensaje del santo padre francisco para la 107.ª jornada mundial del migrante y del
refugiado 2021, “hacia un nosotros cada vez más grande”
Una invitación a ccrecer como comunidad eclesial en la acogida al hermano migrante y
refugiado.

2. Apoyos litúrgicos:
Pretendemos ayudar a los presbíteros a tomar la liturgia de la Palabra de Cada día y enfocarlas en
un mensaje que ambiente, ilumine, confronte y comprometa con el fenómeno migratorio en
nuestras comunidades parroquiales, teniendo presente las características de quienes viven la
migración:

- Desarraigo.
- división familiar,
- explotación laboral,
- trata de personas
- enfermos
- Niños, Niñas adolescentes migrantes.
- Madres cabeza de hogar.
- muerte de migrantes (proceso de duelo)
- caminantes (faltos de recurso económico, transporte, expuestos mientras caminar por
carretera…)
- Migrantes católicos y no católicos. Distintas espiritualidades.
- Migrantes irregulares.

3. Subsidio para hora santa


Una guía de oración ante el Santísimo Sacramento del Altar poniéndole de presente cada gesto de
acogida y de asistencia al migrante, pidiendo su bendición., La oración ante el santísimo es capaz
de abrir un espacio interior en lo más íntimo de nosotros mismos, para hacer que allí habite Dios,
para que su Palabra permanezca en nosotros, para que el amor a Él arraigue en nuestra mente y
en nuestro corazón y anime nuestra vida donde se vaya el individualismo y cada vez quepa mas el
nosotros.
4. Catequesis para grupos y comunidades
Cuatro catequesis en clave de encuentro y animación a los discípulos para que veamos en el
hermano migrante, o refugiado el rostro sufriente de Cristo a quien debemos acompañar, acoger,
promover, proteger, integrar.

¿Cómo se encarna el evangelio en una migración como la que estamos viviendo en la


Arquidiócesis?

Como, desde las catequesis pre-sacraméntales (iniciación cristiana), desde los grupos parroquiales,
las pequeñas comunidades, casas católicas, los movimientos y desde toda la vida pastoral de la
parroquia o entidad eclesial se atiende, se oriente, se acompaña, se integra, se ilumina , se
transforma mi concepción sobre esta realidad… confrontada con las concepciones y pre juicios
errados, equívocos, xenófobos, que se dan al entra y al extra de la Iglesia. Ver al migrante como
mi hermano o cómo un extranjero.
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA 107.ª JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2021
[26 de septiembre de 2021]

“Hacia un nosotros cada vez más grande”

Queridos hermanos y hermanas:

En la Carta encíclica Fratelli tutti expresé una preocupación y un deseo que todavía ocupan un
lugar importante en mi corazón: «Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún
más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final
ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”» (n. 35).

Por eso pensé en dedicar el mensaje para la 107.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado a
este tema: “Hacia un nosotros cada vez más grande”, queriendo así indicar un horizonte claro para
nuestro camino común en este mundo.

La historia del “nosotros”

Este horizonte está presente en el mismo proyecto creador de Dios: «Dios creó al ser humano a su
imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Dios los bendijo diciendo: “Sean
fecundos y multiplíquense”» (Gn 1,27-28). Dios nos creó varón y mujer, seres diferentes y
complementarios para formar juntos un nosotros destinado a ser cada vez más grande, con el
multiplicarse de las generaciones. Dios nos creó a su imagen, a imagen de su ser uno y trino,
comunión en la diversidad.

Y cuando, a causa de su desobediencia, el ser humano se alejó de Dios, Él, en su misericordia,


quiso ofrecer un camino de reconciliación, no a los individuos, sino a un pueblo, a un nosotros
destinado a incluir a toda la familia humana, a todos los pueblos: «¡Esta es la morada de Dios entre
los hombres! Él habitará entre ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos» (Ap
21,3).

La historia de la salvación ve, por tanto, un nosotros al inicio y un nosotros al final, y en el centro,
el misterio de Cristo, muerto y resucitado para «que todos sean uno» (Jn 17,21). El tiempo
presente, sin embargo, nos muestra que el nosotros querido por Dios está roto y fragmentado,
herido y desfigurado. Y esto tiene lugar especialmente en los momentos de mayor crisis, como
ahora por la pandemia. Los nacionalismos cerrados y agresivos (cf. Fratelli tutti, 11) y el
individualismo radical (cf. ibíd., 105) resquebrajan o dividen el nosotros, tanto en el mundo como
dentro de la Iglesia. Y el precio más elevado lo pagan quienes más fácilmente pueden convertirse
en los otros: los extranjeros, los migrantes, los marginados, que habitan las periferias
existenciales.

En realidad, todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no
haya más muros que nos separen, que no haya más otros, sino sólo un nosotros, grande como
toda la humanidad. Por eso, aprovecho la ocasión de esta Jornada para hacer un doble
llamamiento a caminar juntos hacia un nosotros cada vez más grande, dirigiéndome ante todo a
los fieles católicos y luego a todos los hombres y mujeres del mundo.

Una Iglesia cada vez más católica

Para los miembros de la Iglesia católica este llamamiento se traduce en un compromiso por ser
cada vez más fieles a su ser católicos, realizando lo que san Pablo recomendaba a la comunidad de
Éfeso: «Uno solo es el Cuerpo y uno solo el Espíritu, así como también una sola es la esperanza a la
que han sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef 4,4-5).

En efecto, la catolicidad de la Iglesia, su universalidad, es una realidad que pide ser acogida y
vivida en cada época, según la voluntad y la gracia del Señor que nos prometió estar siempre con
nosotros, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,20). Su Espíritu nos hace capaces de abrazar a
todos para crear comunión en la diversidad, armonizando las diferencias sin nunca imponer una
uniformidad que despersonaliza. En el encuentro con la diversidad de los extranjeros, de los
migrantes, de los refugiados y en el diálogo intercultural que puede surgir, se nos da la
oportunidad de crecer como Iglesia, de enriquecernos mutuamente. Por eso, todo bautizado,
dondequiera que se encuentre, es miembro de pleno derecho de la comunidad eclesial local,
miembro de la única Iglesia, residente en la única casa, componente de la única familia.

Los fieles católicos están llamados a comprometerse, cada uno a partir de la comunidad en la que
vive, para que la Iglesia sea siempre más inclusiva, siguiendo la misión que Jesucristo encomendó a
los Apóstoles: «Vayan y anuncien que está llegando el Reino de los cielos. Curen a los enfermos,
resuciten a los muertos, limpien a los leprosos y expulsen a los demonios. Lo que han recibido
gratis, entréguenlo también gratis» (Mt 10,7-8).

Hoy la Iglesia está llamada a salir a las calles de las periferias existenciales para curar a quien está
herido y buscar a quien está perdido, sin prejuicios o miedos, sin proselitismo, pero dispuesta a
ensanchar el espacio de su tienda para acoger a todos. Entre los habitantes de las periferias
encontraremos a muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a quienes el
Señor quiere que se les manifieste su amor y que se les anuncie su salvación. «Los flujos
migratorios contemporáneos constituyen una nueva “frontera” misionera, una ocasión
privilegiada para anunciar a Jesucristo y su Evangelio sin moverse del propio ambiente, de dar un
testimonio concreto de la fe cristiana en la caridad y en el profundo respeto por otras expresiones
religiosas. El encuentro con los migrantes y refugiados de otras confesiones y religiones es un
terreno fértil para el desarrollo de un diálogo ecuménico e interreligioso sincero y enriquecedor»
(Discurso a los Responsables Nacionales de la Pastoral de Migraciones, 22 de septiembre de 2017).

Un mundo cada vez más inclusivo

A todos los hombres y mujeres del mundo dirijo mi llamamiento a caminar juntos hacia un
nosotros cada vez más grande, a recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro
futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido.
El futuro de nuestras sociedades es un futuro “lleno de color”, enriquecido por la diversidad y las
relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz. Me es
particularmente querida la imagen de los habitantes de Jerusalén que escuchan el anuncio de la
salvación el día del “bautismo” de la Iglesia, en Pentecostés, inmediatamente después del
descenso del Espíritu Santo: «Partos, medos y elamitas, los que vivimos en Mesopotamia, Judea,
Capadocia, Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y la zona de Libia que limita con Cirene, los
peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes les oímos decir en nuestros propios
idiomas las grandezas de Dios» (Hch 2,9-11).

Es el ideal de la nueva Jerusalén (cf. Is 60; Ap 21,3), donde todos los pueblos se encuentran unidos,
en paz y concordia, celebrando la bondad de Dios y las maravillas de la creación. Pero para
alcanzar este ideal, debemos esforzarnos todos para derribar los muros que nos separan y
construir puentes que favorezcan la cultura del encuentro, conscientes de la íntima interconexión
que existe entre nosotros. En esta perspectiva, las migraciones contemporáneas nos brindan la
oportunidad de superar nuestros miedos para dejarnos enriquecer por la diversidad del don de
cada uno. Entonces, si lo queremos, podemos transformar las fronteras en lugares privilegiados de
encuentro, donde puede florecer el milagro de un nosotros cada vez más grande.

Pido a todos los hombres y mujeres del mundo que hagan un buen uso de los dones que el Señor
nos ha confiado para conservar y hacer aún más bella su creación. «Un hombre de familia noble
viajó a un país lejano para ser coronado rey y volver como tal. Entonces llamó a diez de sus
servidores y les distribuyó diez monedas de gran valor, ordenándoles: “Hagan negocio con el
dinero hasta que yo vuelva”» (Lc 19,12-13). ¡El Señor nos pedirá cuentas de nuestras acciones!
Pero para que a nuestra casa común se le garantice el cuidado adecuado, tenemos que
constituirnos en un nosotros cada vez más grande, cada vez más corresponsable, con la firme
convicción de que el bien que hagamos al mundo lo hacemos a las generaciones presentes y
futuras. Se trata de un compromiso personal y colectivo, que se hace cargo de todos los hermanos
y hermanas que seguirán sufriendo mientras tratamos de lograr un desarrollo más sostenible,
equilibrado e inclusivo. Un compromiso que no hace distinción entre autóctonos y extranjeros,
entre residentes y huéspedes, porque se trata de un tesoro común, de cuyo cuidado, así como de
cuyos beneficios, nadie debe quedar excluido.

El sueño comienza

El profeta Joel preanunció el futuro mesiánico como un tiempo de sueños y de visiones inspiradas
por el Espíritu: «derramaré mi espíritu sobre todo ser humano; sus hijos e hijas profetizarán; sus
ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones» (3,1). Estamos llamados a soñar juntos. No
debemos tener miedo de soñar y de hacerlo juntos como una sola humanidad, como compañeros
del mismo viaje, como hijos e hijas de esta misma tierra que es nuestra casa común, todos
hermanos y hermanas (cf. Fratelli tutti, 8).
GUIA LITÚRGICA
Semana del 20 al 27 de septiembre de 2021
Preguntarnos:
¿Que estoy haciendo en mi comunidad por acompañar, acoger, promover, proteger, integrar a los
migrantes?

¿Cómo debería ser el trabajo de mi comunidad con estos hermanos?

¿Cómo integrarlos a la vida de parroquia, de comunidad, en la creación de tejidos sociales?

¿Soy consiente que Jesús y su Familia fueron migrantes, desplazados, y que como cristiano no
puedo ser ajeno a esta realidad y su impacto directo o indirecto? (También la historia de salvación
está marcada por migraciones, desarraigos, refugios, desplazamiento)

¿Cómo se encarna el evangelio en una migración como la que estamos viviendo en la


Arquidiócesis?
SUBSIDIO PARA LA HORA SANTA DEL JUEVES
Bendice Señor cada gesto de acogida y de asistencia al migrante

Hora santa por los migrantes y refugiados


La siguiente Hora Santa es un modelo y se basa en el Ritual de la Santa Comunión y la Adoración
de la Eucaristía fuera de la Misa, que se debe seguir en todos los aspectos.

PROCESIÓN
Reunida la asamblea, se entona un canto mientras el sacerdote o el diácono, revestido y
acompañado por unos ministros asistentes, entra al presbiterio. Toda la asamblea se arrodilla
mientras el celebrante camina hacia el Sagrario. Luego, trae el Santísimo Sacramento, lo pone en
la custodia y lo expone sobre el altar.

El celebrante se arrodilla delante del altar e inciensa el Santísimo Sacramento. Cuando se termina
la canción de entrada, se hace un momento de oración en silencio.

ORACIÓN INICIAL

Después el celebrante se va a su sede y desde allí hace la Oración Inicial, usando uno de los
siguientes formularios:

(Misal Romano, Misa por la Paz y la Justicia)


Concédenos, Señor,
el espíritu de tu amor,
a fin de que, alimentados con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
fomentemos entre todos los hombres
la paz que él mismo nos dejó.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

Se hace un momento de silencio. Sigue la liturgia de la Palabra.

LITURGIA DE LA PALABRA

Primera Lectura:
Santiago 3, 13-18
Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.
Lectura de la carta del apóstol Santiago
Hermanos míos, ¿Hay alguno entre ustedes con sabiduría y experiencia? Si es así, que lo
demuestre con su buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero si ustedes
tienen el corazón amargado por envidias y rivalidades, dejen de presumir y engañar a costa de la
verdad.

Esa no es la sabiduría que viene de lo alto; ésa es terrenal, irracional, diabólica; pues donde hay
envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas.

Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de
la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y
sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.

Palabra de Dios.

Todos: Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial:
Salmo 121

R. Escucha, Señor, las súplicas de tus siervos y dales tu paz.

¡Qué alegría cuando me dijeron:


"Vamos a la casa del Señor"!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

R. Escucha, Señor, las súplicas de tus siervos y dales tu paz.

Allá suben las tribus,


las tribus del Señor.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
R. Escucha, Señor, las súplicas de tus siervos y dales tu paz.

Desead la paz a Jerusalén:


“Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
R. Escucha, Señor, las súplicas de tus siervos y dales tu paz.

Por mis hermanos y compañeros,


voy a decir: “La paz contigo”.
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
R. Escucha, Señor, las súplicas de tus siervos y dales tu paz.

Oración en silencio.

Aclamación Antes del Evangelio:


Juan 14, 27

R. Aleluya, aleluya.

La paz les dejo, mi paz les doy,


dice el Señor.

R. Aleluya.

Evangelio:
Juan 14, 23-29
La paz les dejo, mi paz les doy.

+ Lectura del santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo
amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis
palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi
Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he
dicho.

La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se
acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de
que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda,
para que cuando suceda, crean”.

Palabra del Señor.

Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

Homilía
Luego, el sacerdote o diácono hace la homilía seguido por un periodo de oración en silencio.

Temas para la predicación con referencia a la situación y realidad de los migrantes y refugiados
- Desarraigo.
- división familiar,
- explotación laboral,
- trata de personas
- enfermos
- Niños, Niñas adolescentes migrantes.
- Madres cabeza de hogar.
- muerte de migrantes (proceso de duelo)
- caminantes (faltos de recurso económico, transporte, expuestos mientras caminar por
carretera…)
- Migrantes católicos y no católicos. Distintas espiritualidades.
- Migrantes irregulares.

Plegaria Universal
Puesto de pie, el sacerdote o diácono invita al pueblo a rezar:

Celebrante: Dios es Padre de todas las personas y quiere que todos se congreguen en una sola
familia libre de toda división y distensión. Confiando en su providencia, ponemos nuestra oración
a los migrantes y refugiados delante de ti y te suplicamos:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

El diácono u otro ministro: Por todos los cristianos y todas las personas de buena voluntad, para
que nunca pierdan la esperanza en la posibilidad de la paz, roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

El diácono u otro ministro: Por todos los gobernantes, para que puedan escuchar y responder a las
peticiones de los ciudadanos por la paz y la justicia, roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

El diácono u otro ministro: Por los migrantes y refugiados de todas las partes del mundo, para que
puedan ser acogidos y en comunidad, busquen la paz que Dios ofrece al mundo, roguemos al
Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

El diácono u otro ministro: Por aquellos que acompañan, acogen, promuven, protegen e integran a
los migrantes y refugiados, para que el Señor los guíe y los proteja, roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

El diácono u otro ministro: Por todos los migrantes y refugiados que han muerto fuera de su
patria, para que el Señor los acepte dentro de su presencia amorosa, roguemos al Señor:

Todos: Señor, escucha nuestra oración.

Se hace un momento de oración en silencio.

LETANÍAS DE PAZ

Señor, ten piedad.


R. Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

Que Dios vuelva hacia ti su rostro y te de la paz. (Núm 6, 26)

R. Señor, danos tu paz.


El Señor dará a su pueblo bendiciones de paz. (Sal 29, 11)
R. Señor, danos tu paz.
Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y ponte a perseguirla. (Sal 34, 15)
R. Señor, danos tu paz.
Quiero escuchar lo que dice el Señor, pues Dios habla de paz. (Sal 85, 9)
R. Señor, danos tu paz.
La Gracia y la Verdad se han encontrado, la Justicia y la Paz se han abrazado. (Sal 85, 11)
R. Señor, danos tu paz.
Mi alma halló muy larga su permanencia entre aquellos que detestan la paz. (Sal 120, 6)
R. Señor, danos tu paz.
Estoy por la paz, pero apenas de eso hablo, ellos no piensan más que en guerra. (Sal 120, 7)
R. Señor, danos tu paz.
Por mis hermanos y mis amigos quiero decir: “¡La paz este contigo!” (Sal 122, 8)
R. Señor, danos tu paz.
Tiempo para amar y tiempo para odiar; tiempo para la guerra y tiempo para la paz. (Eclo 3, 8)
R. Señor, danos tu paz.
Oh Dios, dígnate darnos la paz, pues, sólo Tú llevas a feliz término lo que hacemos nosotros. (Is 26,
12)

R. Señor, danos tu paz.


La obra de la Justicia será la Paz y los frutos de la Justicia serán tranquilidad y seguridad para
siempre. (Is 32, 17)

R. Señor, danos tu paz.


Pero tú, Belén, cuyo origen se pierde en el pasado. Él mismo será su paz. (Mi 5, 1. 4)
R. Señor, danos tu paz.
Gloria a Dios en lo más alto del Cielo y en la tierra paz a los hombres. (Lc 2, 14)
R. Señor, danos tu paz.
El Señor dijo: Al entrar en cualquier casa, bendíganla antes diciendo: “La paz sea en esta casa.” (Lc
10, 5)
R. Señor, danos tu paz.
El Señor dice: “Les dejo la paz, les doy mi paz.” (Jn 14, 27)
R. Señor, danos tu paz.
El Señor dice: “La paz que yo les doy no es como la que da el mundo.
Que no haya en ustedes angustia ni miedo.” (Jn 14, 27)

R. Señor, danos tu paz.


El Señor dice: “Les he hablado de estas cosas para que tengan paz en mi.” (Jn 16, 33)
R. Señor, danos tu paz.
Y Jesús dijo a sus discípulos:
“¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también.” (Jn 20, 21)
R. Señor, danos tu paz.
El fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. (Gál 5, 22-23)
R. Señor, danos tu paz.
Así la paz de Cristo reinará en sus corazones, pues para esto fueron llamados y reunidos. (Col 3,
15)

R. Señor, danos tu paz.

PADRENUESTRO

El celebrante dice o canta:


Oremos juntos como Cristo nos enseñó:

Todos: Padre nuestro…

BENDICIÓN DEL SANTÍSIMO

Después del Padrenuestro, el celebrante se arrodilla enfrente del altar, delante del Santísimo
Sacramento. Mientras se arrodilla se entona el canto Tantum Ergo (o cualquier otro himno
Eucarístico apropiado) mientras se inciensa el Santísimo Sacramento. Cuando se termina el
himno, el celebrante se pone de pie y canta o dice:

Oremos.

Después de una pausa, el celebrante prosigue diciendo:

Señor, Dios nuestro,


enséñanos a vivir en nuestros corazones
el misterio de la Pascua de tu Hijo,
por el cual, Tú redimiste al mundo.
Cuida amorosamente los regalos de gracia
que por tu amor hemos recibido
y llévalos a su culminación
en la gloria del cielo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén.

Una vez dicha la oración, el celebrante toma el velo humeral, hace genuflexión, toma la custodia y,
sin decir nada, traza la señal de la cruz con la custodia.
RESERVA DEL SANTÍSIMO

Después se saca el Santísimo Sacramento de la custodia y se reserva en el sagrario. Reservado el


Santísimo, el celebrante dice las Alabanzas al Santísimo Sacramento, que a la vez son repetidas
por la asamblea.

Bendito sea Dios.


Bendito sea su santo nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada concepción.
Bendita sea su gloriosa asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

Dichas las Alabanzas al Santísimo Sacramento, se entona un canto o himno. Terminado el canto o
himno, el celebrante y los ministros asistentes, mirando al altar, inclinan la cabeza y se retiran.
CATEQUESIS PARA GRUPOS Y COMUNIDADES
Acompañar, acoger, promover, proteger, integrar a los migrantes y
refugiados

1. DE LA SOLIDARIDAD A LA EMPATÍA
Acoger al migrante o refugiado como el hermano que es.

Oración:
Se repartirá el salmo en copias para cada uno y se pedirá hacer una lectura silenciosa del salmo, y
subrayar lo que más le haya impactado del mismo… se procede a hacer la lectura en grupo, una
personal lee en voz alta y los demás siguen la lectura, se da un espacio de silencio y se dejan oír
unos cuantos participantes sobre lo que hoy el salmo el enseña para su vida, se vuelve a leer el
Salmo esta vez en dos voces, los de la izquierda y los de la derecha.

Se termina la oración con oraciones espontaneas

Salmos, 146
¡Aleluya! ¡Alaba a Yahveh, alma mía!
a Yahveh, mientras viva, he de alabar, mientras exista salmodiaré para mi Dios.

No pongáis vuestra confianza en príncipes, en un hijo de hombre, que no puede salvar; su


soplo exhala, a su barro retorna, y en ese día sus proyectos fenecen.

Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahveh su Dios, que hizo
los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay; que guarda por siempre lealtad, hace justicia a
los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados.

Yahveh abre los ojos a los ciegos, Yahveh a los encorvados endereza, Ama Yahveh a los justos,
Yahveh protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene, mas el camino de los impíos tuerce;

Yahveh reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad.


Dinámica:
Ojos vendados y abrazo en el camino

Metodología:
1. Se hacen parejas de participantes, un miembro de la pareja se pone en un lado del salón y
el otro al frente de el al otro lado del salón,
2. Se le pide a uno de esos grupos que se pongan una venda en sus ojos y deberán seguir la
voz de su pareja para llegar al otro lado y poder recibir un abrazo.
3. En medio del salón se podrán ubicar silla, muebles, u objetos que dificulten el tránsito de
los que están vendados.
4. Se le dice que habrá ganado quien llegue más rápido al otro lado.
5. AL finalizar esta sesión se les pide que se separen de nuevo y a los que no se pusieron la
venda se les entrega una para que se la pongan, a los otros en voz baja se les dice que
cuando den la orden ellos irán hasta el amigo o amiga, Lo abrazarán y con el avanzaran
hasta el otro lado del salón.
6. Se da la orden y se finaliza con un gran aplauso.
7. Se procede a dialogar sobre el sentido de la dinámica y la enseñanza que esta puede dejar
para la vida en comunidad.
Se lee la cita bíblica Job 2, 11 -13 y se pide relacionar este texto con el ejercicio anterior.
8. Se hace una enseñanza sobre el camino que como discípulos misioneros debemos hacer
desde la solidaridad hasta la empatía

Iluminación:
Bíblica: Job 2, 11 -13
Al darse cuenta de que Job sufría lo indecible resultado de la calamidad que le había
sobrevenido, sus amigos fueron considerados y lo acompañaron durante varios días sin
entablar conversación.] Job tenía tres amigos […]. Al enterarse estos de todas las desgracias
que le habían sucedido a Job, decidieron ir a consolarlo y acompañarlo en su dolor. 13 Se
sentaron en el suelo con él, y durante siete días y siete noches estuvieron allí, sin decir una
sola palabra, pues veían que el dolor de Job era muy grande.

Mensaje pastoral:
Como cristiano en medio de una sociedad injusta, de una sociedad con fronteras cada vez más
certeras y con unos niveles de violencia insólitas debemos tener nuestros pies puestos en la
solidaridad, en el conocido pasaje de Sollicitudo rei socialis 38, esta virtud queda definida como “la
determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de
todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”.

Sin embargo, la solidaridad para nuestro tiempo de angustia y deslocalicen que sufren tantos
hermanos y hermanas nuestras que deambulan por las carreteras, que duermen en las aceras y en
los parques porque son migrantes en tránsito, requiere un trabajo de más cercanía, y respeto.

Este espacio nos motiva a emprender nosotros el camino de la empatía, esta es la máxima que se
convirtió en ley natural para quienes vivimos bajo el manto de Jesús: Mateo 7, 12 “Hagan ustedes
con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la Ley y
los Profetas”
Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del
pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! Si hablaba con alguien, miraba sus ojos con
una profunda atención amorosa: «Jesús lo miró con cariño» (Mc 10,21). Lo vemos accesible
cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10,46-52) y cuando come y bebe con los pecadores
(cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11,19). Lo vemos
disponible cuando deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50) o cuando recibe de
noche a Nicodemo (cf. Jn 3,1-15). La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de
ese estilo que marcó toda su existencia. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a
fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos
material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres,
lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a
codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una
opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad.

A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas
del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de
los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos
permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de
verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la
ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la
intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.

Es verdad que, en nuestra relación con el mundo, se nos invita a dar razón de nuestra esperanza,
pero no como enemigos que señalan y condenan. Se nos advierte muy claramente: «Hacedlo con
dulzura y respeto» (1 Pe 3,16), y «en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos
los hombres» (Rm 12,18). También se nos exhorta a tratar de vencer «el mal con el bien» (Rm
12,21), sin cansarnos «de hacer el bien» (Ga 6,9) y sin pretender aparecer como superiores, sino
«considerando a los demás como superiores a uno mismo» (Flp 2,3). De hecho, los Apóstoles del
Señor gozaban de «la simpatía de todo el pueblo» (Hch 2,47; 4,21.33; 5,13). Queda claro que
Jesucristo no nos quiere príncipes que miran despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo.
Ésta no es la opinión de un Papa ni una opción pastoral entre otras posibles; son indicaciones de la
Palabra de Dios tan claras, directas y contundentes que no necesitan interpretaciones que les
quiten fuerza interpelante. Vivámoslas «sine glossa», sin comentarios. De ese modo,
experimentaremos el gozo misionero de compartir la vida con el pueblo fiel a Dios tratando de
encender el fuego en el corazón del mundo.

El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios hasta el punto
de que quien no ama al hermano «camina en las tinieblas» (1 Jn 2,11), «permanece en la muerte»
(1 Jn 3,14) y «no ha conocido a Dios» (1 Jn 4,8). Benedicto XVI ha dicho que «cerrar los ojos ante el
prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios»,[209] y que el amor es en el fondo la única luz
que «ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar»[210]. Por
lo tanto, cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos
nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor. Cada vez que nos encontramos
con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios. Cada
vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a
Dios. Como consecuencia de esto, si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos dejar de
ser misioneros. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón, nos abre horizontes
espirituales, nos hace más sensibles para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros
esquemas espirituales limitados. Simultáneamente, un misionero entregado experimenta el gusto
de ser un manantial, que desborda y refresca a los demás. Sólo puede ser misionero alguien que
se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros. Esa apertura del
corazón es fuente de felicidad, porque «hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35). Uno
no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se
encierra en la comodidad. Eso no es más que un lento suicidio.

La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar;
no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser
si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que
reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar,
levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma,
esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por
una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando
reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo.

Para compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente, necesitamos reconocer también
que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por
su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de
Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de
la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la
cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece
nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya
justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando
rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres!
2. DE LA LIMOSNA A LA CARIDAD
Proteger al migrante o refugiado

Oración:
Se hace la lectura en voz alta por un participante del Salmo 111 y se deja un momento de silencio,
el animador vuelve a leer el salmo y expone la siguiente pregunta que deberá ser meditada por
todos en silencio y elaborarán una oración que harán para finalizar la oración

¿Si Dios es clemente y compasivo para contigo, como debemos responder nosotros a ese amor?

Salmo 111
"¡Aleluya! Doy gracias a Yahveh de todo corazón, en el consejo de los justos y en la comunidad.
Grandes son las obras de Yahveh, meditadas por los que en ellas se complacen.

Esplendor y majestad su obra, su justicia por siempre permanece.

De sus maravillas ha dejado un memorial. ¡Clemente y compasivo Yahveh! Ha dado alimento a


quienes le temen, se acuerda por siempre de su alianza.

Ha revelado a su pueblo el poder de sus obras, dándole la heredad de las naciones.


Verdad y justicia, las obras de sus manos, leales todas sus ordenanzas, afirmadas para siempre
jamás, ejecutadas con verdad y rectitud.

Ha enviado redención a su pueblo, ha fijado para siempre su alianza; santo y temible es su


nombre.. Principio del saber, el temor de Yahveh; muy cuerdos todos los que lo practican. Su
alabanza por siempre permanece."

Dinámica:
Cuestionario de confrontación

Metodología:
9. A cada participante se le entrega un CUESTIONARIO DE REVISIÒN DE MI EJERCICIO DE LA
CARIDAD, este lo deberá contestará con sinceridad en un tiempo máximo de 10 minutos.
10. Pasado este tiempo deberá buscar a dos amigos más y compartir las respuestas y llegar a
acuerdos y conclusiones sobre el mismo. Se da un tiempo promedio de 10 minutos
11. Se hace una reunión de todo el grupo y los grupos de tres darán los resultados de los
cuestionarios y se profundizará sobre cada una de las respuestas verdaderas.
12. Se propone un dialogo sobre cómo proteger al migrante en medio de nuestra realidad
13. Se prosigue con una reflexión pastoral del que dirige la reunión.
14. Se hace una lectura orante de la Palabra de Dios Juan 7, 11-15

Cuestionario de Revisión de mi Ejercicio de la Caridad.


1. ¿Cuándo practicas un acto de caridad los estás haciendo por?:
a. Por amor a la persona que sufre
b. Por sanar las heridas de la sociedad
c. Por amor a Dios

2. ¿Cuándo practicas un acto de caridad los estás haciendo por?


a. Un sentimiento que te parece meritorio
b. Una necesidad que te tranquiliza
c. Un hábito cristiano en tu vida

3. ¿Cuándo practicas un acto de caridad los estás haciendo por qué?


a. Recibirás una recompensa en el cielo
b. Tu tranquilidad viene de que todos a tu alrededor estén tranquilos
c. En la vida lo das recibes

4. ¿Cuándo practicas un acto de caridad los estás haciendo para?


a. Dar ejemplo a todos aquellos que son indolentes
b. Deshacerte del hecho y vivir tranquilo
c. Dar razón de tu esperanza en un Dios misericordia

5. ¿Cuándo practicas un acto de caridad los estás haciendo por qué?


a. Quieres borrar pecados de tu vida
b. Eres imagen del Dios vivo
c. Si no lo haces te condenas

Iluminación:
Bíblica:
Juan 7, 11- 15 -

Reflexión final:
En la huida a Egipto, el niño Jesús experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de
desplazado y refugiado, marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades”, las mismas
sensaciones y situaciones que actualmente tienen que enfrentar millones de familias pueden
reconocerse en esta triste realidad.
“Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo,
enfermo, forastero y encarcelado. Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos
el haberlo conocido, amado y servido”, Mateo 25, 31-46.

«Para que el ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es
necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús
a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la
libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención
con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las
exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de
justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que
quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando
por sí mismos» -Concilio Vaticano II: Apostolicam Actuositatem: Decreto sobre el Apostolado de
los Seglares, nº 8.

«La caridad de Cristo no es sólo un buen sentimiento en relación al prójimo; no se para en el gusto
por la filantropía. La caridad, infundida por Dios en el alma, transforma desde dentro la
inteligencia y la voluntad: fundamenta sobrenaturalmente la amistad y la alegría de obrar el
bien»[9]. Es hermoso descubrir cómo los apóstoles, al calor de su relación con el Señor, van
apaciguando sus temperamentos, muy variados, que en ocasiones les han llevado a manifestarse
poco compasivos frente a otras personas. Juan, tan vehemente que con su hermano Santiago
mereció el sobrenombre de hijo del trueno, más tarde se llenará de mansedumbre e insistirá en la
necesidad de abrirse al prójimo, de entregarse a los demás como lo hizo el mismo Cristo: «En esto
hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros. Por eso también nosotros debemos
dar la vida por nuestros hermanos»[10]. También san Pedro, que antes se había mostrado duro
ante los adversarios de Jesús, se dirige al pueblo en el Templo buscando su conversión, pero con
palabras exentas de cualquier rastro de amargura: «Hermanos, sé que obrasteis por ignorancia, lo
mismo que vuestros jefes. (…) Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean borrados
vuestros pecados, de modo que vengan del Señor los tiempos de la consolación»[11].

Otro ejemplo nos lo ofrece san Pablo, que tras haber sido un terrible azote para los cristianos, se
convierte y pone al servicio del Evangelio su genio y su genio: su mente clara y su carácter fuerte.
En Atenas, aunque su espíritu bulle de indignación ante la presencia de tantos ídolos, procura
empatizar con sus habitantes. Cuando tiene ocasión de dirigirse a ellos en el Areópago, en lugar de
echarles en cara su paganismo y depravación de costumbres, apela a su hambre de Dios:
«Atenienses, en todo veo que sois más religiosos que nadie, porque al pasar y contemplar
vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba escrito: “Al Dios
desconocido”. Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer»[12]. En esta actitud
que sabe comprender y motivar se descubren los rasgos sobresalientes de una inteligencia que
integra y modula sus emociones. También se manifiesta la genialidad de una persona que se hace
cargo de la situación de los demás: escoge un aspecto de su sensibilidad, por más pequeño que
parezca, para sintonizar con los oyentes, captar su interés y llevarlos hacia la verdad plena.

«La caridad no puede ser neutra, aséptica, indiferente, tibia o imparcial. La caridad contagia,
apasiona, arriesga y compromete. Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida,
incondicional y gratuita. Lo que está en juego es el rostro que queremos darnos como sociedad y
el valor de cada vida. Se han dado muchos pasos positivos en diferentes ámbitos, especialmente
en las sociedades desarrolladas, pero no podemos olvidar que el progreso de nuestros pueblos no
puede medirse solo por el desarrollo tecnológico o económico. Este depende sobre todo de la
capacidad de dejarse conmover por quien llama a la puerta y que con su mirada estigmatiza y
depone a todos los falsos ídolos que hipotecan y esclavizan la vida, ídolos que prometen una
aparente y fugaz felicidad, construida al margen de la realidad y del sufrimiento de los demás.
¡Qué desierta e inhóspita se vuelve una ciudad cuando pierde la capacidad de compasión! Una
sociedad sin corazón… una madre estéril. Vosotros no estáis marginados, estáis en el centro del
corazón de la Iglesia.« Papa Francisco

3. DE GUIAR A ACOMPAÑAR
Mover mi vida para estar con el migrante o refugiado

Oración:
Haz que un integrante parado frente al grupo frente al santísimo o frente a la Palabra de Dios ,
proclame este Salmo, debes dar la instrucción de que todos deben escuchar lo que dice el salmista
como si fuera la oración de un migrante o un refugiado.

El lector del salmo lo hará de manera ceremoniosa, lentos, fuerte, seguro… lo repetirá tres veces,
dejando un espacio de silencio entre lectura y lectura.

Cuando este ejercicio termine el animador pedirá que se hagan algunas oraciones a Dios
respondiendo el llamado que hizo el lector.

Salmo 61
¡Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi plegaria! Desde el extremo de la tierra hacia ti grito,
en el desmayo de mi corazón. A la roca que se alza lejos de mí, condúceme; pues tú eres mi
refugio, torre fuerte frente al enemigo. ¡Que sea yo siempre huésped de tu tienda, y me acoja al
amparo de tus alas!"

"Porque tú, oh Dios, oyes mis votos: tú me otorgas la heredad de los que temen tu nombre. A
los días del rey añade días, sus años, generación tras generación. ¡Reine por siempre ante la faz de
Dios! ¡El Amor y la Verdad le guarden! Entonces salmodiaré a tu nombre para siempre, día tras día
cumpliré mis votos.

Dinámica:
Análisis del cuento Ros ras ris, Los Príncipes Rusos

Metodología:
1. Se hace lectura del cuento Ros Ras Ris, Los Príncipes Rusos
2. Se invita a que los participantes expresen las interpretaciones que hagamos de este
cuento según la comprensión que hayamos hecho del mismo.
3. El animador de la actividad ayuda con preguntas orientadoras a profundizar en el tema:
Mover mi vida para estar con el migrante o refugiado
4. Se hace la lectura de Lucas 24, 13 – 16 y se hace el mismo ejercicio que con el cuento

Cuento Ros Ras Ris, Los Príncipes Rusos


Un zar ruso tenía tres hijos: Ros Ras y Ris. Se parecían hasta en el nombre, pero su carácter era
bien diferente.

Aquel invierno no se acababa nunca. Las frías nieves lo cubrían todo.

Los ciudadanos enfermaban. El zar yacía en la cama debido a una pulmonía.

Un día llego una información a palacio: “La primavera estaba encadenada a unos árboles en el
Cáucaso.”

El zar reunió a sus hijos y les dijo: “queridos míos. Tenéis que rescatar a la primavera o todos
moriremos de frio”.
Los tres jóvenes partieron hacia e Cáucaso. Al pie de la montaña decidieron separarse.
El mayor fue hacia la derecha y se encontró a un hombrecito, muy feo y peludo, que intentaba
detenerlo para hablar con él. El orgulloso príncipe paso de largo sin escuchar sus explicaciones.
El hermano pequeño se encamino hacia la izquierda y se encontró con el mismo duende. Le
rechazo por su aspecto y no lo escucho. Ambos se perdieron en as heladas montañas.
El mediano siguió de frente. Se cruzo con el duende y lo escucho.
El duende dijo: ”además de ser guapo he inteligente eres educado”.
El joven que tenia prisa, pregunto: ”¿puedo ayudarte en algo?”.
El duende sentándose, le contesto: ”más bien yo soy en que puedo ayudarte a ti. Soy Num, el
duende del Caucas. Se donde esta la primavera. ¿te gustaría sacarla?”.
Ras, ilusionado exclamo: “¡ese es mi deseo!”.

Num indico: “lo sé yo te ayudare. Solo espero que educado seas prudente, valiente y honrado.
Sigue mis instrucciones y lo conseguirás. Camina sin parar hasta que encuentres un lago
helado. Atraviésalo despacio. Al otro lado hay un árbol guardado por fieros osos. Sé prudente y
valiente. Ahí están las llaves que desencadenaran a la bella primavera”.

Lago helado parecía abrirse bajo sus pies; pero él avanzó despacio, puesta su fe en las palabras
del hombrecito. El árbol estaba rodeado de osos que dormitaban tranquilos. Cogió la llave. Al
momento una nube lo cubrió y Num le dijo: “Gracias, Ras; mira allí enfrente, esta la primavera
tu llave la dejara en libertad

El príncipe vio a una mujer, muy joven, cubierta de hielo. Su cuerpo estaba lleno de frutas y
flores aledas. Busco el candado y con su llave soltó las cadenas que las rodeaban. En unos
segundos comenzó el deshielo. Cascada de agua bajaban por las montañas Asia los ríos. De las
manos de la primavera brotaban flores y frutos de colores maravillosos. Los hermanos de Ras,
con el deshielo, lograron regresar a palacios al llegar y no ver a Ras, contaron a su padre habría
muerto. En ese momento apareció el mediano. El padre comprendió que Ras le avía salvado y
que los otros eran unos mentirosos, y dijo: “sois guapos e inteligentes, pero os falta valentía .
prudencia y honradez. Así no podréis gobernad. Quedáis desterrados hasta que me demostréis
que usáis bien vuestra inteligencia”.
Iluminación:
Bíblica:
Lucas 24, 13 - 16

Reflexión final:
Elegimos, para describir las articulaciones de acoger, proteger mover, integrar el episodio de los
dos discípulos de Emaús. Es un pasaje significativo porque, además de la sabiduría del contenido y
del método pedagógico seguido por Jesús, nos parece ver en los discípulos la imagen de tantos
hombres y mujeres de hoy, un tanto tristes y desanimados, que parecen haber perdido toda
ilusión al andar de pueblo en pueblo sin encontrar una patria acogedor, protectora, movilizadora e
integradora.

A todos los hombres y mujeres del mundo dirijo mi llamamiento a caminar juntos hacia un
nosotros cada vez más grande, a recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro
futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido.

El futuro de nuestras sociedades es un futuro “lleno de color”, enriquecido por la diversidad y las
relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz. Me es
particularmente querida la imagen de los habitantes de Jerusalén que escuchan el anuncio de la
salvación el día del “bautismo” de la Iglesia, en Pentecostés, inmediatamente después del
descenso del Espíritu Santo: «Partos, medos y elamitas, los que vivimos en Mesopotamia, Judea,
Capadocia, Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y la zona de Libia que limita con Cirene, los
peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes les oímos decir en nuestros propios
idiomas las grandezas de Dios» (Hch 2,9-11).

Es el ideal de la nueva Jerusalén (cf. Is 60; Ap 21,3), donde todos los pueblos se encuentran unidos,
en paz y concordia, celebrando la bondad de Dios y las maravillas de la creación. Pero para
alcanzar este ideal, debemos esforzarnos todos para derribar los muros que nos separan y
construir puentes que favorezcan la cultura del encuentro, conscientes de la íntima interconexión
que existe entre nosotros. En esta perspectiva, las migraciones contemporáneas nos brindan la
oportunidad de superar nuestros miedos para dejarnos enriquecer por la diversidad del don de
cada uno. Entonces, si lo queremos, podemos transformar las fronteras en lugares privilegiados de
encuentro, donde puede florecer el milagro de un nosotros cada vez más grande.

Pido a todos los hombres y mujeres del mundo que hagan un buen uso de los dones que el Señor
nos ha confiado para conservar y hacer aún más bella su creación. «Un hombre de familia noble
viajó a un país lejano para ser coronado rey y volver como tal. Entonces llamó a diez de sus
servidores y les distribuyó diez monedas de gran valor, ordenándoles: “Hagan negocio con el
dinero hasta que yo vuelva”» (Lc 19,12-13). ¡El Señor nos pedirá cuentas de nuestras acciones!
Pero para que a nuestra casa común se le garantice el cuidado adecuado, tenemos que
constituirnos en un nosotros cada vez más grande, cada vez más corresponsable, con la firme
convicción de que el bien que hagamos al mundo lo hacemos a las generaciones presentes y
futuras. Se trata de un compromiso personal y colectivo, que se hace cargo de todos los hermanos
y hermanas que seguirán sufriendo mientras tratamos de lograr un desarrollo más sostenible,
equilibrado e inclusivo. Un compromiso que no hace distinción entre autóctonos y extranjeros,
entre residentes y huéspedes, porque se trata de un tesoro común, de cuyo cuidado, así como de
cuyos beneficios, nadie debe quedar excluido.

4 DEL ENCUENTRO AL AGAPE


Integrar al migrante o refugiado a la comunidad

Oración:
Se entrega a cada participante una frase del Salmo y se le pide que en ambiente de oración (se
puede escuchar una canción del amor de Dios), escriban una reflexión personal sobre lo que el
Señor le dice para su vida de caridad para con el hermano migrante o refugiado.

SE termina con la lectura en voz alta del salmo y seguido la lectura de las oraciones que
escribieronn los participantes.

Salmo 118
¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! ¡Diga la casa de Israel:
que es eterno su amor! ¡Diga la casa de Aarón: que es eterno su amor! ¡Digan los que temen a
Yahveh: que es eterno su amor!"

En mi angustia hacia Yahveh grité, él me respondió y me dio respiro; Yahveh está por mí, no
tengo miedo, ¿qué puede hacerme el hombre? Yahveh está por mí, entre los que me ayudan, y yo
desafío a los que me odian.

Mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en hombre; mejor es refugiarse en Yahveh que
confiar en magnates. Me rodeaban todos los gentiles: en el nombre de Yahveh los cercené; me
rodeaban, me asediaban: en el nombre de Yahveh los cercené.

Me rodeaban como avispas, llameaban como fuego de zarzas: en el nombre de Yahveh los
cercené. Se me empujó, se me empujó para abatirme, pero Yahveh vino en mi ayuda; mi fuerza y
mi cántico es Yahveh, él ha sido para mí la salvación. Clamor de júbilo y salvación, en las tiendas de
los justos: «¡La diestra de Yahveh hace proezas, excelsa la diestra de Yahveh, la diestra de Yahveh
hace proezas!»

No, no he de morir, que viviré, y contaré las obras de Yahveh; me castigó, me castigó Yahveh,
pero a la muerte no me entregó. ¡Abridme las puertas de justicia, entraré por ellas, daré gracias a
Yahveh!
Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos. Gracias te doy, porque me has
respondido, y has sido para mí la salvación. La piedra que los constructores desecharon en piedra
angular se ha convertido; esta ha sido la obra de Yahveh, una maravilla a nuestros ojos.

¡Este es el día que Yahveh ha hecho, exultemos y gocémonos en él! ¡Ah, Yahveh, da la
salvación! ¡Ah, Yahveh, da el éxito! ¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh! Desde la Casa
de Yahveh os bendecimos. Yahveh es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la procesión, ramos en mano,
hasta los cuernos del altar! Tú eres mi Dios, yo te doy gracias, Dios mío, yo te exalto. ¡Dad gracias a
Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!"

Dinámica:
El muro: los verbos del ágape fraterno

Metodología:
1. Reparte a cada participante un verbo en una hoja carta y pídele que elabore una frase
usando ese verbo donde expresen lo que estarían dispuestos a hacer como cristianos con
un hermano en migrante o refugiado.
2. Pegue en una pared todas las participaciones y haga que todos caminen por el muro de los
verbos del ágape fraterno y miren la riqueza de acciones que podemos hacer para integrar
a nuestros hermanos.
3. Cada uno deberá poner un chulo en uno o dos frases que más le llamaron la atención, las
frases con más chulos serán leídas en voz alta y comentadas por todos.
4. En la medida de lo posible se tendrá servido en una mesa, con su respectivo mantel, pan y
refresco que deberán ser repartidos entre los participantes, mientras consumen los
alimentos dialogarán sobre que significa integrar cuando hablamos de una acción caritativa
de la Iglesia con nuestros hermanos migrantes y refugiados.
5. Se termina el ejercicio con la reflexión pastoral por parte de que lidera el encuentro o un
invitado.

Verbos sugeridos:
abrazar , musicalizar, determina, acordar, divulgar, observar, actuar, olfatear, administrar, echar,
olvidar, agarrar, encontrar, ostentar, allanar, enfadar, pensar, enfermar, perdonar, animar,
enfrascar, pernoctar, aniquilar, enfriar, podar, anticipar, engañar, ponderar, aplanar, ensuciar,
promulgar, arreglar, equilibrar, raptar, aterrizar, escuchar, reemplazar, avisar, estirar, reportar,
bailar, estudiar,restar, expresar, rotar, buscar, hablar, salar, calcular, jugar, saltar, cambiar,
justificar, sanar, caminar, cancelar, lavar, silbar, cantar, limar, soñar, cerrar, llamar, soportar,
chiflar, llevar, sudar, conectar, llorar, sujetar, conjugar, sumar, contactar, luchar, superar,
contratar, manchar, terminar, cortar, marchar, curar, marchitar, tomar, decomisar, memorizar,
transpirar, degustar, mirar, trasladar, desconectar, montar, rotar, despegar, multiplicar

Iluminación:
Bíblica:
Lucas 10, 25 - 37
Reflexión pastoral:
La Iglesia es una prioridad hoy para el cumplimiento de la misión encomendad por Jesús a sus
apóstoles y por intermedio de ellos a todos y cada uno de los que hemos acogido la fe en Jesús
nuestro Salvador. El papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nos propone
cinc verbos: Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar, estos en medio de esta
semana del migrante y del refugiado nos lleva a mirarnos en nuestras acciones frente a los
hombres y mujeres y familias enteras que cruzan por nuestro lado sin un rumbo fijo.

La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran,


que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La
comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el
amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al
encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive
un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia
del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la
Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a
los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos:
«Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos
en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y
asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores
tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone
a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados
que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de
paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad
evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y
no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no
tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una
situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o
inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de
Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste
su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre
sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización.
La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de
extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual
también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.

Estos verbos, parecen estar acompasados con acompañar, acoger, promover, proteger, integrar a
los migrantes, son una mirada más viva del compromiso que como iglesia, que como discípulos
debemos practicar en medio de un país lleno de migrantes nacionales, y de otros países que
cruzan por nuestra tierra o han encontrado refugio en nuestras tierras.

El grito de quien calladamente nos llama a ser caritativos nos clama que amemos a quien "Nacido
fuera de su tierra y procedente de fuera de la patria" (Lc 2, 4 - 7) "Habitó entre nosotros" (Jn 1, 11.
14)
Credo inmigrante: Creo en Dios todopoderoso, que
guió a su pueblo en el éxodo y en
el exilio, el Dios de José en Egipto
y de Daniel en Babilonia, el Dios
de los extranjeros y los inmigrantes.
Creo en Jesucristo, un galileo
desplazado, que nació lejos de su
pueblo y su hogar, que tuvo que
huir de su tierra con sus padres
cuando su vida estaba en peligro;
quien, al volver a su propio país,
tuvo que sufrir la opresión del
tirano Poncio Pilato, siervo de un
poder extranjero. Fue perseguido,
golpeado, torturado, y finalmente
acusado y condenado a muerte
injustamente. Pero al tercer día,
este Jesús menospreciado
resucitó de la muerte, ya no como
extranjero, sino para ofrecernos
una ciudadanía en el cielo.
Creo en el Espíritu Santo, el
inmigrante eterno del Reino de
Dios entre nosotros, que habla
todos los idiomas, vive en todos
los países, y reúne todas las razas.
Creo que la Iglesia es el hogar
seguro para todos los extranjeros
y creyentes que la constituyen,
quienes hablan la misma lengua y
tienen el mismo propósito. Creo
que la comunión de los santos es
inseparable de la diversidad de los santos.
Creo en el perdón de Dios,
que nos hace iguales a todos, y en
su reconciliación, que nos
identifica más que nuestra raza,
lengua, o nacionalidad.
Creo que en la resurrección, Dios
nos unirá como un solo pueblo en
el cual todos son distintos y
parecidos al mismo tiempo. Creo
en la vida eterna más allá de este
mundo, donde nadie será
inmigrante sino que todos serán
ciudadanos del Reino de Dios que no tiene fin.
Amén.
(José Luis Casal)

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