Juan Pablo Perez Alfonzo

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VOLUMEN

Biblioteca
Biográfica
16 Venezolana

IL NACIONAL Q ue se dejan ver BANCO DEL CARIBE


Eduardo Mayobre
Nació en Caracas, en enero de 1946.
Licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile.
(1968) y economista de la Universidad de
Cambridge. (1973). Inició su carrera como
Asistente de la Dirección de Extensión de la
Universidad Simón Bolívar. Fue Director de
Secretaría y Director de Investigaciones
Económicas del Ministerio de Hacienda.
Ha sido Viceministro de Hacienda, Jefe de la
Oficina Central de Presupuesto de la Presidencia
de la República; Presidente del Instituto de
Comercio Exterior y Presidente del Banco
República. Asesor de la Presidencia del Banco
Central de Venezuela y del Consejo de Economía
Nacional, se ha desempeñado como miembro del
directorio de varias instituciones, entre ellas,
Banco Central de Venezuela; C.V.G. Internacional;
CADAFE, y FINEXPO.
En el área internacional ha sido Director Ejecutivo
del Fondo Monetario Internacional (1977-1978) y
del Banco Mundial, (1978-1980) representando a
Costa Rica, El Salvador, España, Haití, Honduras,
Guatemala, México, Nicaragua , Panamá, Perú,
Surinam y Venezuela; Representante del CEMLA
para el Pacto Andino; Director de Relaciones
Económicas del Sistema Económico
Latinoamericano (SELA); Miembro de la Comisión
del Acuerdo de Cartagena ; Director en la
Corporación Andina de Fomento y el Instituto
Interamericano de Mercados de Capital. Ha repre­
sentado a Venezuela en múltiples organismos y
foros y ha sido asesor o consultor de SELA, BID,
UNCTAD, INTAL, CEPAL y UNESCO.
Entre sus publicaciones cabe mencionar Determi­
nación y Reconocimiento en la Fenomenología del
Espíritu de Hegel. El Caribe y Venezuela:
Integración de la Integración. Una recesión sin
causas, The renegotiation of Venezuela's foreign
debt during 1982 and 1983, Las cosas en su sitio;
G-24. The Developing Coun tries in the
International Financial System (Editor); y artículos
de prensa en diversos diarios y publicaciones.
Es columnista de El Nacional.
Biblioteca Biográfica Venezolana

Juan Pablo Pérez Alfonzo


1810 Bicentenario de la Independencia de Venezuela 2010

Juan Pablo
Pérez Alfonzo
(1903 - 1979)

Eduardo Mayobre
BIBLIOTECA BIOGRÁFICA VENEZOLANA

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Asistente Editorial: Edgardo Mondolfi Gudat

Consejo Asesor
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por los autores.

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ISBN: 980-6518-56-X (O.C.)
ISBN: 980-6915-45-3
Conversación con el lector

La Biblioteca Biográfica Venezolana es un proyecto de lar­


go alcance, destinado a llenar un gran vacío en cuanto se
refiere al conocimiento de innumerables personajes, bien se
trate de actores políticos, intelectuales, artistas, científicos,
o aquellos que desde diferentes posiciones se han perfilado a
lo largo de nuestra historia. Este proyecto ha sido posible por
la alianza cultural convenida entre el Banco del Caribe y el
diario El Nacional, y el cual se inscribe dentro de las celebra­
ciones del bicentenario de la Independencia de Venezuela,
1810- 2010 .
Es un tiempo propicio, por consiguiente, para intentar una
colección que incorpore al mayor número de venezolanos y
que sus vidas sean tratadas y difundidas de manera adecua­
da. Tanto el estilo de los autores a cargo de la colección, como
la diversidad de los personajes que abarca, permite un ejerci­
cio de interpretación de las distintas épocas, concebido todo
ello en estilo accesible, tratado desde una perspectiva actual.
Al propiciar una colección con las particulares caracterís­
ticas que reviste la Biblioteca Biográfica Venezolana, el Ban­
co del Caribe y el diario El Nacional buscan situar en el mapa
las claves permanentes de lo que somos como nación. Se tra­
ta, en otras palabras, de asumir lo que un gran escritor, Au­
gusto Mijares, definió como lo “afirmativo venezolano”. Al
hacerlo, confiamos en lo mucho que esta iniciativa pueda
significar como aporte a la cultura y al conocimiento de nues­
tra historia, en correspondencia con la preocupación perma­
nente de ambas empresas en el ejercicio de su responsabili­
dad social.

Miguel Ignacio Purroy Miguel Henrique Otero


Presidente del Banco del Caribe Presidente Editor de El Nacional
9

Política, petróleo y civilización

Política
Para entender a Juan Pablo Pérez A lfon zo se necesita com prender
que el m otivo, el propósito y la meta de su acción y su obra fueron
políticos. La inspiración fue com batir la explotación injusta de las ri­
quezas de Venezuela. El propósito inmediato, lograr una sociedad en
la “que las masas de nuestra población económ icam ente marginadas
eleven sus condiciones de vida” . Y la meta de m ediano y largo plazo,
contribuir a construir una civilización de hombres libres.
Luís Beltrán Prieto, su viejo am igo y com pañero de partido, dijo en
una oportunidad: “Juan Pablo Pérez Alfonzo, lo declaro paladinam en­
te, fue el más p olítico de nosotros, más político que Róm ulo Betan­
court, más p olítico que yo. (...) Juan Pablo Pérez A lfon zo es el realiza­
dor de un concepto económ ico y social de la política, para hacer posible
el bienestar de todos sin pensar que grupos particulares son los due­
ños de la riqueza del país” .
Este concepto de la política es el que nos perm ite recorrer su vida.
Pérez A lfon zo vivió casi todo el siglo veinte. Nacido en Caracas en 1903,
se m antuvo activo hasta 1979, cuando muere en Washington. Se in­
corpora en las actividades públicas en 1936, con m otivo de la muerte
del General Juan Vicente Gómez. En 1941 participa activam ente en la
fundación del partido Acción Democrática (AD), de filia ción socialde-
Biblioteca Biográfica Venezolana
10 Juan Pablo Pérez Alfonzo

mócrata. Desde entonces, fue su más calificado experto petrolero. Fue,


como lo califica el tratadista norteamericano Tugwell, el “filósofo p e
trolero” de AD.
Llega al gobierno con motivo del golpe de estado del 18 de Octubre
de 1945. Esta insurrección, conocida también como “Revolución de
Octubre”, fue ejecutada por los mandos militares medios, con el cono­
cimiento de unos pocos líderes de Acción Democrática, entre los cua­
les no se contaba Pérez Alfonzo. El gobierno que se forma a raíz de este
hecho constituye una Junta de Gobierno, presidida por el máximo di­
rigente de Acción Democrática, Rómulo Betancourt, y tanto en su doc­
trina como en su gestión fue conducido primordialmente por los mili­
tantes de ese partido.
Uno de los postulados fundamentales del movimiento de 1945 es la
realización de elecciones libres, por voto universal y directo, para la
Presidencia de la República y otros cargos electivos. Este objetivo se
cumple en 1947 y Rómulo Gallegos, apoyado por AD, es elegido por
amplia mayoría como presidente constitucional. Los miembros de la
Junta de Gobierno habían decidido no participar como candidatos en
esa elección con el objeto de mostrar y asegurar su imparcialidad. Ró­
mulo Gallegos es derrocado en noviembre de 1948, tras nueve meses
de gestión, por los mismos militares que ejecutaron el golpe de 1945.
Juan Pablo Pérez Alfonzo dirige el Ministerio de Fomento durante
los tres años de lo que ha sido llamado el “trienio adeco” . El Ministerio
de Fomento era el encargado del desarrollo económico, la industria y
el comercio y comprendía entre sus áreas de competencia el sector
petrolero. Posteriormente, en 1950, se crea para este sector el Ministe­
rio de Minas e Hidrocarburos que también va a dirigir Pérez Alfonzo
en los años 1959-1964, durante el segundo periodo de gobierno de
Rómulo Betancourt.
El diseño y la puesta en marcha de la política petrolera y de desarro­
llo de Venezuela durante mediados de la década de los cuarenta del
siglo veinte, que realizó principalmente Pérez Alfonzo, constituye un
ejemplo de lo que Prieto llamó “un concepto económico y social de la
política”. Se trata de la definición de las grandes orientaciones que
deben adoptar una sociedad y un país y de la lucha cotidiana para
Política, petróleo y civilización 11

enrumbarlos en dicha dirección, modificando y adaptando la reali­


dad de acuerdo con esos designios. Designios que Pérez Alfonzo, sus
compañeros de partido y buena parte de la población creían que res­
pondían a lo que llamaban el anhelo popular.
Mucha gente, entre ellos algunos dirigentes adecos de batalla, carac­
terizaba en ese entonces a Pérez Alfonzo como “técnico”. Se imagina­
ban a un señor muy estudioso que dominaba asuntos muy complejos
y era competente en sus materias. Lo que era cierto. Pero creían que
esto lo alejaba de la política, a la cual concebían como el trabajo orga­
nizativo de cuadros, las manifestaciones callejeras o los forcejeos elec­
torales. Como comprendía muy bien Prieto, la política no es sólo eso
ni es esencialmente eso. Hay un concepto más alto y fundamental de
ella relacionado con el marco en el cual se dirimen las diferencias, se
diagnostica la realidad y se fijan las metas y los rumbos de una socie­
dad. Es a ese concepto de la política al que se referían las actuaciones
de Pérez Alfonzo y muchos de sus compañeros.
Terminar con el militarismo, el feudalismo y la arbitrariedad como
rasgos determinantes de la vida social venezolana era uno de los cen­
tros de sus preocupaciones. Evitar que ella dependiera de decisiones
tomadas en el extranjero para defender intereses que nos eran ajenos,
constituía otros de sus desvelos. Crear condiciones para una mejor
educación y salud en la población nacional, respetar y hacer valer los
derechos de los trabajadores y campesinos, así como lograr una mejor
distribución del ingreso en el país, eran las tareas inmediatas que te
nían por delante.
Todas estas preocupaciones no se podían concretar si no se contaba
con un conocimiento profundo de la realidad nacional. Era necesario
crear, además, una organización que dotara de coherencia y sentido a
la acción colectiva. Se precisaba tener técnicos y especialistas en las
diferentes áreas del quehacer humano. Esta situación llevó a Pérez
Alfonzo -con el estímulo de Rómulo Betancourt- a profundizar cada
vez más sus conocimientos de política petrolera, pero sin olvidarse
del marco más amplio del cual emergían las preocupaciones sobre
esta especialidad.
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12 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Por estas razones Luís Beltrán Prieto afirma: “Me asombra, me admi­
ra, me confunde, que se hable de Pérez Alfonzo como un simple gestor
de la actividad petrolera del país. A Pérez Alfonzo, que fue sin duda
alguna uno de los políticos mas sagaces de los últimos tiempos vene­
zolanos.”
Cuando Pérez A fon zo asume en 1959 el Ministerio de Minas e Hi­
drocarburos retoma y actualiza la política petrolera que había sido
abandonada o deformada por la dictadura militar después del golpe
que derrocó a Gallegos. La principal innovación fue la creación de la
Organización de Países Exportadores Petróleo (OPEP) con el objeto de
coordinar las políticas de los países productores de hidrocarburos fren­
te al poder y los intereses de las compañías petroleras transnacionales.
En 1962, menos de un año antes de la finalización del gobierno de
Rómulo Betancourt, Pérez A fon zo renuncia al cargo de Ministro de
Minas e Hidrocarburos, alegando motivos de salud. Betancourt no le
acepta la renuncia y se produce la curiosa situación de que Pérez A -
fonzo sigue manejando la política petrolera sin asistir al ministerio.
En la carta que dirige al Presidente Betancourt señala: “Pienso que
serviré mejor a los intereses generales del país -que los míos propios
fueron apartados hace años- y que corresponderé mejor a la confian­
za con que me ha honrado y al constante apoyo que me ha prestado en
mi gestión ministerial-, renunciando al importante cargo para el cual
me designó”. Y añade: “Si algo presta interés al deseo de ser útil por
más tiempo, precisamente es poder continuar dedicado al estudio de
estas cuestiones vitales para el país. Considero que mi rendimiento
podría ser más efectivo descargado de las funciones de ejecución”.
Durante el gobierno de Raúl Leoni, que sucedió al de Betancourt,
Pérez A fon zo juega un papel de conciencia vigilante de la política
petrolera. Como dice Tugwell, “sus sucesores en el Ministerio, Manuel
Pérez Guerrero, quien se hizo cargo de la política petrolera en 1963, y
José Antonio Mayobre, quien fue Ministro a partir de 1967, siguieron
de cerca su liderato. Aun la administración de Caldera, que llegó al
poder a inicios de 1969 mantuvo el mismo curso. Sin embargo, la in­
fluencia de Pérez Afon zo se sintió primordialmente por medio de su
Política, petróleo y civilización 13

critica pública a las políticas seguidas y sus vínculos personales con


individuos y facciones de la legislatura”.
Durante el primer gobierno de Rafael Caldera su papel opositor fue
más activo. A través de ruedas de prensa y de conferencias fue confor­
mando una crítica global a las políticas económicas, basada en la pre­
ocupación por el despilfarro que significaba la manera como se inver­
tían los cuantiosos recursos que producía el petróleo, originados en
los altos niveles de producción de hidrocarburos, que él consideraba
exagerados. En resumen, sostenía que el país no tenía capacidad para
invertir esos recursos provechosamente debido a que se trataba de in­
gresos provenientes de un don de la naturaleza y no del trabajo y la
producción de los propios venezolanos. No existían ni los recursos
humanos ni la organización para que esas inversiones se transforma­
ran en bienestar para el pueblo. Proponía, en consecuencia, que se
redujeran los niveles de producción de petróleo para adaptarlos a la
“capacidad de absorción” de la economía nacional. A las consecuen­
cias negativas del exceso de dinero las llamó el “efecto Venezuela”.
Esta preocupación significó un cambio importante en las ideas de
Pérez Alfonzo. Mientras durante la década de los años cuarenta y de
los años sesenta se había plegado a la consigna nacional de “sembrar
el petróleo”, ahora consideraba que esos recursos eran de tal magni­
tud que los venezolanos no tenían la capacidad para sembrarlos pro­
vechosamente y que se debía moderar su generación e inversión para
limitar el despilfarro.
Lo anterior no significaba que Venezuela debiera descuidar el objeti­
vo de aumentar su participación en las ganancias petroleras. Por eso
promovió junto con parlamentarios afines a sus ideas la determina­
ción de los precios por parte del gobierno venezolano, lo que hizo
posible un mayor control de las empresas transnacionales que opera­
ban en el país. Casi enseguida los otros países de la OPEP adoptaron
políticas similares.
Poco tiempo después de adoptada esta medida la situación política
del Medio Oriente determinó una elevación abrupta del precio del pe­
tróleo, lo que llevó hasta la exageración el exceso de ingresos que Pérez
Alfonzo estaba planteando y aumentó su preocupación al respecto. El
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14 Juan Pablo Pérez Alfonzo

excedente que había denunciado desde antes de 1973 se cuadriplicó en


1974. El “efecto Venezuela”, de riqueza súbita imposible de asimilar, se
profundizó. Se había perdido todo sentido de las proporciones.
Esta situación provocó un cambio cualitativo en el nivel de la crítica
que realizó a la conducción de la política económica nacional. El go­
bierno de Carlos Andrés Pérez siguió en buena medida las orientacio­
nes de política petrolera que él había señalado. En particular, se redu­
jeron significativamente los niveles de producción y se procedió a la
nacionalización de las industrias del hierro y del petróleo. Además, se
creó el Fondo de Inversiones de Venezuela para represar y mantener
fuera de la economía nacional parte de los ingresos provenientes de la
renta petrolera. Sin embargo estas medidas le parecieron insuficien­
tes, las califico de “chucutas”, aunque no objetó su sentido de direc­
ción. Para él “lo importante era liberarnos de la intromisión de las
transnacionales en el manejo de las riquezas básicas de los venezola­
nos”. Por tal razón apoyó la nacionalización del petróleo y del hierro,
independientemente de que tuviera objeciones a algunos aspectos de
la forma en que se realizaron. En sus propias palabras, había que lle­
varlas adelante “salga sapo o salga rana”.
Lo que provocó las mayores críticas de parte de Pérez Alfonzo fue el
V Plan de la Nación acordado en 1976. Lo califico de “Plan de Destruc­
ción Nacional”. Había sido concebido para llevar a Venezuela hacia
una nueva etapa de desarrollo -la llamada “Gran Venezuela”- mediante
la inversión masiva y acelerada de los recursos petroleros en proyec­
tos productivos de aluminio, siderurgia y petroquímica, entre otros;
en obras públicas; y en inversiones en “capital humano”. Para Pérez
Alfonzo todo eso era ilusorio porque ignoraba el “efecto Venezuela”.
De acuerdo con su análisis, el país nunca había sufrido una “indiges­
tión económica” como la experimentada a partir de 1974 y esto daba
lugar a planes fantasiosos imposibles de llevar a realidad que condu­
cían al endeudamiento.
Para Pérez Alfonzo la solución no se encuentra en el incremento de
los recursos financieros y del gasto sino en abordar los problemas que
afectan al país que son más esenciales y más críticos. Por lo que dice;
“En esta pobre-rica Venezuela, al igual que en cualquiera otra nación,
Política, petróleo y civilización 15

lo que cuenta es su población. Las sociedades humanas derivan su sig­


nificación e importancia de lo que representen sus hombres, mujeres
y niños. Los recursos naturales, renovables o irrenovables, ofrecen
posibilidades más o menos favorables a la acción del hombre, pero
constituyen factor secundario, como secundarios son la dimensión del
territorio o la cantidad de población”. Lo que importa, arguye, es la
calidad humana. Por lo que plantea el siguiente problema: “tuvo éxito
la defensa de la riqueza petrolera contra los factores externos a Vene­
zuela, pero parece imposible poder defenderla de nosotros mismos”.

Petróleo
Pérez A fon zo es uno de los venezolanos que ha tenido más repercu­
sión sobre los acontecimientos nacionales e internacionales de su tiem­
po. Es decir, sobre la historia. Sus acciones fueron decisivas para mol­
dear el mundo del petróleo, el cual constituye el elem ento
determinante de la economía nacional y una de las claves del desarro­
llo político y económico mundial del siglo XX. Diseñó y ejecutó la po­
lítica petrolera de Venezuela y lo hizo de manera tan coherente que
las grandes orientaciones que propuso rigieron en nuestro país hasta
que en 1976 se nacionalizó la industria petrolera. Sus objetivos, en
esta materia, fueron 1) Terminar con la injusticia que caracterizaba a
la explotación del petróleo; 2) la participación razonable de Venezue­
la en los ingresos que produce el petróleo; 3) La conservación de esta
materia prima no renovable. 4) La producción e industrialización del
petróleo en el país por parte de los venezolanos; 5) La obtención de
precios justos, que permitieran cumplir los fines anteriores.
El logro de estos objetivos exigía una política internacional. El pe­
tróleo era crucial a nivel mundial tanto para la seguridad y defensa de
los grandes poderes militares como para promover el crecimiento de
la producción industrial. Su extracción, elaboración y comercio inter­
nacional estaban controlados por unas pocas grandes empresas trans­
nacionales respaldadas por los gobiernos de los países industrializa­
dos. En consecuencia, en los hidrocarburos existía un verdadero
mercado global, uno de los primeros en constituirse, con grandes im­
plicaciones económicas y estratégicas.
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16 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Para defender los intereses nacionales resultaba necesario buscar y


obtener la coordinación de políticas con los otros países exportado­
res. Con ese objetivo Pérez Alfonzo promovió la creación de la Organi­
zación de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la cual ha sido pro­
tagonista en las relaciones políticas y económicas internacionales
durante los últimos cuarenta años.
La política nacional era una respuesta a las condiciones en que se
inició y se desarrolló la industria petrolera en Venezuela. El petróleo
comienza a ser importante para la vida del país cuando dominaban las
dictaduras de la llamada “hegemonía andina”. Cipriano Castro, prime­
ro, hasta 1908, y Juan Vicente Gómez, después, desde 1908 hasta su
muerte en 1935. Durante sus gobiernos, se entregaron a particulares
venezolanos contratos para la posible explotación del petróleo que abar­
caban mas de 30 millones de hectáreas, la tercera parte de Venezuela.
Estos contratos, que no tomaban en cuenta los intereses del país, pro­
pietario de los recursos del subsuelo, fueron transferidos inicialmente
a empresas subsidiarias del Grupo Royal Dutch Shell (anglo-holandés) y
después, a partir de 1921, a la Standard Oil Company (estadounidense).
La explotación del petróleo comienza con el descubrimiento de un
gran potencial en 1914, pero tiene que interrumpirse por el inicio de
la Primera Guerra Mundial y es en 1917 cuando empieza la produc­
ción comercial. En 1925 el petróleo desplaza al café como primer ren­
glón de las exportaciones venezolanas y en 1928 Venezuela pasa a ser
el primer país exportador y segundo productor de petróleo en el mun­
do. Comienza así una etapa de crecimiento y auge económico del país
signada por el petróleo.
La política, además de la economía, pasa a estar dominada por el
poder de las empresas petroleras. Estas prefieren gobiernos estables;
que garanticen la paz social y laboral; que les permitan trabajar y ex­
pandirse sin obstáculos; y les aseguren el mayor beneficio económico
para sus actividades. El General Juan Vicente Gómez les proporciona­
ba todo esto y por ello contó con el apoyo de las compañías y de los
gobiernos de sus países de origen.
Como se estaba en las etapas iniciales de la industria, las compañías
necesitaban acumular hectáreas en concesión para tener mejores ex­
Política, petróleo y civilización 17

pectativas de encontrar yacimientos interesantes. Las concesiones eran


entregadas a los amigos del General Gómez y luego vendidas a precios
mucho más altos a las compañías. Esta fue una de las maneras como
se enriquecieron los grupos de poder y condujo a una convivencia
armónica y una complicidad entre las transnacionales del petróleo y
el gobierno. En estas condiciones cualquier acción política que pudie­
ra afectar a los intereses del gobierno o de las compañías petroleras
encontraba en ellos un frente unido. El ministro que en la época de
Gómez intentó defender los intereses nacionales frente a las petrole­
ras, Gumersindo Torres, fue destituido dos veces.
Refiriéndose a estas circunstancias, Pérez Alfonzo explica su primer
contacto con los problemas petroleros: “Trabajando particularmente
como abogado, me llegó a interesar el petróleo debido a que los pri­
meros problemas que se pudieron discutir a raíz de la muerte de Gó­
mez, fueron precisamente los de la situación jurídica de la materia (...)
es a través del derecho, y por un sentimiento innato de justicia, que
me violenta el hecho de que nos exploten de esa forma, y comienzo a
buscar la manera de crear algo por el propósito de enfrentar esa expo­
liación”.
Debido a la arbitrariedad y el desorden que existía en las concesio­
nes petroleras, cada una de las cuales se regía por condiciones diferen­
tes, en 1943 se promulgó la Ley de Hidrocarburos que contemplaba un
régimen unificado para ellas. El nuevo régimen permitía, además,
otorgar nuevas concesiones, como en efecto se hizo de manera masiva
durante los años 1944 y 1945. En la negociación que condujo a la apro­
bación de la Ley se renovaban las concesiones existentes por cuarenta
años y se contemplaba la posibilidad de otorgar nuevas por el mismo
periodo. Además, el gobierno renunciaba a cualquier reclamación por
irregularidades y abusos cometidos anteriormente en la asignación o
explotación de las concesiones. Por otra parte, los concesionarios que­
daban sometidos al pago del Impuesto sobre la Renta, lo que aumenta­
ba sustancialmente los montos que hasta entonces venían pagando al
gobierno.
En los debates para la aprobación de la Ley de Hidrocarburos de 1943,
Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien era diputado del Congreso Nacional,
Biblioteca Biográfica Venezolana
18 Juan Pablo Pérez Alfonzo

se destaca por el dominio técnico de la materia. En el voto salvado que


consigna, considera que el nuevo régimen tiene muchos aspectos po­
sitivos, pero que a la vez contiene algunas disposiciones inaceptables.
En esa oportunidad delinea lo que debería ser una política petrolera
nacional. Dos años más tarde, en 1945, cuando es nombrado Ministro
de Fomento, va a poner en práctica esas ideas.
En primer lugar implanta la política de no más concesiones. Esta
tenía la motivación de evitar que se repitiera el despojo que había
significado el sistema de concesiones. Pero además tenía el objetivo de
reservar a la nación, áreas de explotación con posible riqueza petrole­
ra y de estimular a las compañías a explorar y explotar las concesio­
nes existentes. La política de no más concesiones fue quebrantada en
1956-1957 por la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. Pero,
con esa única excepción, se mantuvo hasta 1975, cuando se decretó la
nacionalización del petróleo.
En segundo lugar, para asegurar una participación razonable en los
ingresos que produce el petróleo, se hace cumplir y se introduce en la
legislación el principio de que por lo menos la mitad de las utilidades
de la industria sea entregada al Fisco Nacional. Este es el famoso cin­
cuenta-cincuenta (fifty-fifty) que fue adoptado posteriormente por los
países del Medio Oriente, y revolucionó al mundo del petróleo. El cin­
cuenta-cincuenta estuvo vigente en Venezuela hasta diciembre de 1958,
cuando el gobierno provisional introduce reformas impositivas que
llevan la proporción a sesenta-cuarenta, a favor de la nación.
Para cumplir con el tercer objetivo de la política diseñada, la conser­
vación del petróleo, además de las medidas técnicas y de supervisión
para el mejor aprovechamiento de los campos de producción, se reali­
zaron acciones para la utilización del gas que se desperdiciaba.
El cuarto objetivo puede dividirse en dos aspectos. Por una parte, la
mayor industrialización del petróleo en el país, que consistía en que
la mayor parte posible del petróleo venezolano fuera refinada en terri­
torio venezolano. Esta política se mantuvo a lo largo de los años y
obligó a las compañías transnacionales a aumentar su capacidad de
refinación en el país. Condujo, además, a la creación de la industria
petroquímica nacional. El segundo aspecto consistía en el control por
Política, petróleo y civilización 19

parte de los venezolanos de la producción petrolera. En este sentido


durante la primera gestión ministerial de Pérez Alfonzo sólo se llegó a
nombrar una Comisión para estudiar la creación de una Compañía
Venezolana de Petróleo, pero esa labor se frustró y se vio interrumpi­
da por el golpe de estado que en derribó al gobierno de Gallegos. Du­
rante la segunda gestión ministerial de Pérez Alfonzo (1959-1963) se
creó la Corporación Venezolana de Petróleo (CVP) y el proceso culmi­
nó con la nacionalización de la industria petrolera.
Para el logro del quinto objetivo, referido a un nivel de precios jus­
tos, se empezó en 1947 con un experimento que nunca antes se había
realizado; la venta directa de la regalía petrolera por parte del Estado.
La regalía es uno de los impuestos que pagan los concesionarios y con­
siste en un porcentaje de lo producido. Se puede pagar en dinero o en
petróleo, a elección del gobierno. AI elegir el gobierno venezolano en
1947 recibir la regalía en especie pudo venderlo en los mercados inter­
nacionales a precios más altos que los que declaraban las petroleras y
demostrar que en el área de los precios había un amplio campo a ex­
plorar. El tema de los precios del petróleo ha sido central en la política
nacional a lo largo de los años. Está relacionado con los niveles de
producción e incide de esa manera en las políticas de conservación. El
tratamiento de los precios fue crucial para la creación de la OPEP y
ocasionó una revolución en el mundo petrolero y en la economía
mundial en los años setenta del siglo veinte.
Como puede apreciarse, todas estas políticas están interrelaciona-
das. Los precios y los niveles de producción inciden en la conserva­
ción, y la participación razonable del fisco influye sobre los precios.
Como se trata de cinco políticas entrecruzadas, Pérez Alfonzo las bau­
tizó como “El Pentágono Petrolero”. El libro que publica en 1967 con
ese nombre tiene un largo subtitulo, casi una arenga, que dice “la po­
lítica nacionalista de defensa y conservación del petróleo persigue li­
berar al país de la excesiva dependencia de un solo recurso no renova­
ble”. Con esta caracterización de la política petrolera señalaba que su
objetivo se encontraba fuera del mundo del petróleo y se refería a la
posibilidad de lograr un desarrollo de Venezuela que no estuviera sig­
nado por la monoproducción.
Biblioteca Biográfica Venezolana
20 Juan Pablo Pérez Alfonzo

De las políticas mencionadas, la de precios depende fundamental­


mente del mercado internacional. A partir de los años setenta del si­
glo veinte el mercado internacional de petróleo se identifica con la
acción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
La creación de la OPEP fue la política de mayor repercusión internacio­
nal e histórica de las emprendidas por Pérez Alfonzo. Tanto es así, que
nacional e internacionalmente se le conoce como el “padre de la OPEP”.
El descubrimiento y explotación de campos petroleros riquísimos y
de bajo costo en los países del Medio Oriente en los años cuarenta del
siglo veinte permitió a las grandes compañías multinacionales presio­
nar a los países exportadores de petróleo y conseguir facilidades de
parte de ellos, enfrentando los intereses de unos a los de los otros.
Unas pocas compañías petroleras multinacionales controlaban el
mercado internacional y se entendían entre sí, de tal manera que fue­
ron bautizadas como las “Siete hermanas”.
Ante esta situación Pérez Alfonzo pensó que una coordinación entre
los países exportadores de petróleo podía servir para enfrentar al car­
tel de las compañías petroleras, debidamente respaldadas por los go­
biernos de sus países de origen. Frente a la colusión de las compañías
de los países consumidores había que oponer una cooperación entre
los países productores. Esta idea simple, pero que para entonces pare
cía imposible de materializar, constituyó el origen de la OPEP.
La organización se creó en 1961 y enfrentó una despiadada campaña
en su contra de parte de las compañías petroleras; de sus voceros en la
política interna de los países productores; y de los países industriali­
zados. Durante diez años fue considerada como una utopía y como un
invento burocrático de los países en desarrollo, parangonable a sus
esquemas de integración económica. Pero a partir de 1971, debido a
las condiciones económicas del mercado petrolero y las condiciones
políticas del Medio Oriente, la OPEP pasó a ser un protagonista decisi­
vo en la vida política y económica internacional. Las gestiones de Pé­
rez Alfonzo habían dado fruto.
A Venezuela, la existencia de la OPEP le permitía un mayor margen
de libertad en su política petrolera. No sólo en cuanto hacía posible
mayores ingresos fiscales sino en la medida en que reducía la gravita­
Política, petróleo y civilización 21

ción de las compañías y sus países de origen en la adopción de políti­


cas. Esto facilitó enormemente la nacionalización del petróleo. En
Venezuela, la nacionalización, que hasta hacía pocos años había sido
una palabra impronunciable para los conductores de la política petro­
lera, incluyendo a Pérez Afonzo, se realizó sin traumas ni enfrenta­
mientos, de manera negociada, gracias a que se habían creado las con­
diciones objetivas para poder hacerla, a través de políticas coherentes,
continuadas, bien concebidas y con claro sentido de dirección.
Los cambios que se produjeron en la década de los setenta en el
mundo petrolero tuvieron múltiples y profundas repercusiones en la
economía mundial.
El incremento acelerado del consumo de energía y el aumento de la
participación de los países exportadores en los beneficios de la indus­
tria elevaron los precios del petróleo. Este incremento en el costo de la
energía ponía en peligro el crecimiento de las economías industriali­
zadas. Ante la imposibilidad de los países desarrollados de contrarres­
tar la posición de la OPEP, no les quedó otra alternativa que empezar a
pensar en la reducción de su consumo. La campaña realizada en los
países desarrollados para reducir el consumo del petróleo y lograr
mayor eficiencia en su utilización se extendió tanto a la industria como
a los hogares. El efecto más visible en la vida cotidiana fue la reduc­
ción del tamaño de los automóviles. Pero el esfuerzo de racionaliza­
ción abarcó a las actividades más diversas y cambió el patrón indus­
trial en los países de occidente. En este sentido, triunfaba la idea de
Juan Pablo Pérez A fon zo de tender hacia una mayor conservación de
un recurso natural no renovable.
El éxito de los países de la OPEP en la defensa de sus intereses y el
hecho de hubieran podido enfrentar a los gobiernos y consorcios más
poderosos del mundo aumentó la capacidad de negociación de los
países en desarrollo. Se crearon o se fortalecieron asociaciones de pro­
ductores de materias primas, pero ninguna llegó a tener la influencia
de la de los exportadores de petróleo. Los gobiernos de los países desa­
rrollados trataron de enfrentar a los países en desarrollo importado­
res de petróleo contra los de la OPEP, pero no lo lograron. Por el con­
trario, se fortaleció la unidad del Tercer Mundo.
Biblioteca Biográfica Venezolana
221Juan Pablo Pérez Alfonzo

La OPEP ha sido en la práctica y en términos efectivos la única insti­


tución que ha podido alterar la distribución de beneficios entre los
países industrializados y los países en desarrollo en favor de estos últi­
mos. Como su acción produjo fuertes desequilibrios en las economías
de los países industrializados y en el sistema financiero internacio­
nal, debió enfrentar una campaña en su contra de parte de ellos, quie­
nes crearon la Agencia Internacional de Energía (A1E) para intentar
anular su influencia.
La importancia del petróleo en las relaciones internacionales puede
apreciarse en el hecho de que ha sido un factor decisivo tanto en la
Guerra del Golfo (1991) como en la guerra de Irak (2003). El dominio
sobre los yacimientos petroleros constituye uno de los elementos prin­
cipales de la pugna de intereses de las grandes potencias. La OPEP ha
permitido que los países exportadores de petróleo puedan defender
efectivamente sus intereses ante esas grandes potencias y obtener un
trato razonable en la repartición de las riquezas que se originan en
ese recurso natural que Pérez Alfonzo llamó alguna vez “el jugo de la
tierra” .
Como dijo en 1975 el destacado analista petrolero norteamericano
Franklin Tugwell, en su libro La política del Petróleo en Venezuela,
“una de las características que distinguen a la política petrolera de
Venezuela es que ha sido diseñada con una fundamentación explícita
y coherente. Contiene un conjunto de supuestos sobre los objetivos de
política adecuados, sobre los actores involucrados y sus motivaciones
y sobre los tipos de alternativas y estrategias apropiadas en ese contex­
to. Un hombre, el “filósofo petrolero” de AD, Juan Pablo Pérez Alfon­
zo, ha sido el principal exponente de esta doctrina”.
A grandes rasgos, estas fueron las realizaciones de Pérez Alfonzo en
la política petrolera nacional e internacional. Pero el “padre de la OPEP”
fue algo más que un hombre del petróleo.

Civilización, o la supremacía de la razón


En la introducción a la Memoria del Ministerio de Fomento de 1947
Pérez Alfonzo señala, después de mencionar los logros del gobierno
durante los dos años precedentes: “Todo esto marca el principio de una
Política, petróleo y civilización 23

nueva época de nuestra historia; son las señales materiales del cambio
que se realiza. Sin embargo, lo más importante es el cambio espiritual
que sirve de motor al adelanto material. La libertad económica es antes
que nada una idea, un propósito de ser libre y comportarse como tal.
Es la decisión de actuar en todo momento con la seguridad de indepen­
dencia, la garantía más efectiva de toda libertad. Las cadenas de escla­
vitud son solamente el complemento del espíritu de derrota”.
En este párrafo encontramos muchas claves para entender el pensa­
miento de Pérez Alfonzo. En primer lugar, está pensando en términos
de largo alcance. Habla del principio de una época de nuestra historia.
Lo realizado es sólo un comienzo y forma parte de un proyecto que
aspira a establecer nuevos modos en las relaciones sociales. En segun­
do lugar, destaca que este proceso histórico supone un cambio espiri­
tual y habla del cambio espiritual como base para el adelanto mate
rial. Los cambios son producto de transformaciones del espíritu. Le
otorga primacía a la acción del espíritu.
En esto último Pérez Alfonzo se diferencia de buena parte de sus
compañeros de partido. La mayoría de los líderes adecos, empezando
por Rómulo Betancourt, tenía una formación marxista y consideraba
que el cambio en las condiciones materiales de producción constituía
la base para producir un cambio espiritual. Pérez Alfonzo tenía una
formación más clásica. Por otra parte, a diferencia de ellos no se había
formado para la lucha política y no había participado en la vida clan­
destina ni en los sueños “revolucionarios” que estos cultivaron en cár­
celes y exilios. Además, no era parte de una generación. Aunque fue
solidario con los estudiantes de la llamada generación del veintiocho,
no perteneció a ella.
En tercer lugar, habla de la libertad económica como una idea d e
seable. Claramente la libertad económica a la cual se refiere no es la
libertad de mercado que promueven liberales y neoliberales. Mal po­
día creer en la libertad de mercado quien se enfrentó a un pequeño
grupo de poderosísimas empresas que controlaban los mercados mun­
diales a su antojo y quien, a su vez, promovió el control de los merca­
dos por parte de los estados petroleros para contrarrestar el abuso que
aquellas realizaban. La idea de libertad económica en Pérez Alfonzo
Biblioteca Biográfica Venezolana
24 Juan Pablo Pérez Alfonzo

está ligada más bien a la independencia. Tal como lo expresa a ren­


glón seguido, “es la decisión de actuar en todo momento con la segu­
ridad de independencia”. Evidentemente esa independencia era la que
le faltaba a Venezuela y a los venezolanos. No sólo por la sujeción a
que estaban sometidos por parte de las grandes compañías petroleras
sino también por la actitud de los venezolanos, en la que había falta­
do, según él, por lo menos hasta 1945, “un propósito de ser libre y
comportarse como tal”.
La libertad económica es para Pérez Alfonzo la posibilidad del hom­
bre y de la sociedad de producirse a sí mismos. Por ello le parecía con­
traproducente que los venezolanos basaran su riqueza en un don de la
naturaleza que habían recibido de manera fortuita. Eso relajaba “el
propósito de ser libre”. Por ello, promovió vehementemente la descen­
tralización y coqueteó años más tarde con la idea de la autarquía y de
las comunidades autosuficientes.
Inmediatamente después del párrafo que hemos venido comentan­
do, Pérez Alfonzo afirma “La convicción de nuestra libertad económi­
ca y de nuestros derechos esta al fin arraigada en Venezuela. Es ella la
que nos ha permitido actuar”. Lamentablemente, pocos meses después
los hechos no confirmarían tal aserto.
Más importante para nuestro propósito de entender el ideario de
Pérez Alfonzo es el hecho de que al finalizar el párrafo que nos ocupa
cita a pie de página a Albert Schweitzer. Esta cita, que pudiera consi­
derarse una extravagancia en una memoria ministerial resulta muy
esclarecedora. Dice: “La libertad material y espiritual están estrecha­
mente unidas. La civilización presume hombres libres, pues solo hom­
bres libres pueden pensar y lograr su realización”.
Pérez Alfonzo muestra su admiración por Schweitzer en una carta a
Rómulo Betancourt en la que escribe: “Schweitzer (es) considerado por
la cultura occidental como su representante más importante en nues­
tro tiempo, por sobre los ídolos científicos, Einstein et al (y otros)”
El concepto de civilización de Schweitzer nos permite adentrarnos
en el pensamiento de Pérez Alfonzo. Es amplio y abarcador. Como aclara
la cita, es lo que pueden alcanzar los hombres libres. En el libro Filoso­
fía de la Civilización, Schweitzer sostiene lo siguiente: “la lucha por la
Política, petróleo y civilización 25

existencia es de carácter doble: el hombre tiene que reafirmarse a sí


mismo en la naturaleza y contra la naturaleza, de igual manera debe
reafirmarse también entre los hombres, sus semejantes, y contra ellos.
El fortalecimiento de la supremacía de la razón sobre la naturaleza
externa y la naturaleza humana, y hacer que ella responda a los fines
propuestos, asegura una disminución de esta lucha. Por ello la civili­
zación tiene una naturaleza de doble sentido: se realiza en la supre­
macía de la razón sobre, primero, las fuerzas de la naturaleza y, se­
gundo, sobre las disposiciones de los hombres”.
En Pérez Alfonzo encontramos reiteradamente tanto esta idea de ci­
vilización como la idea de supremacía de la razón. Lo que se confirma
en que personalmente es posible describirlo como un hombre extre­
madamente racional, empeñado en regirse por el razonamiento lógi­
co, y que enfatizaba la importancia de que lo racional predominara
sobre las disposiciones del hombre.
La supremacía de la razón, según Schweitzer, se realiza a través del
Estado-Nación en cuanto este es “un organismo homogéneo que ha
sido calculado mejor que cualquier otro para hacer del estado civiliza­
do una realidad eficaz”. El Estado-Nación “contiene la promesa y reci­
be la tarea de llevar a realidad al estado civilizado”. Pero para ello
“debe someterse a la razón moral (...) Así, el sentimiento nacional es
colocado bajo la tutoría de lá razón, la moralidad y la civilización”.
Estos conceptos se encuentran, también, recogidos en el ideario de
Pérez Alfonzo. El estado civilizado se logra a través del Estado-Nación.
Por ello la acción pública es el medio preferente para avanzar en el
logro de la libertad y la civilización. Pero el sentimiento nacional debe
responder a la razón y la moralidad.
En este sentido, sigue Schweitzer, “La supremacía de la razón sobre
las disposiciones humanas (...) es un logro espiritual (...) en cuanto per­
mite el trabajo del espíritu sobre el espíritu. (...) esto significa que tan­
to los individuos como la masa permiten que su voluntad sea determi­
nada por el bien material y espiritual de la totalidad y de los individuos
que la componen; esto quiere decir que sus acciones son éticas”.
Aquí encontramos dos ideas que son fundamentales en el pensamien­
to de Pérez Alfonzo: la ética y el colectivismo. Si bien el hombre se
i Biblioteca Biográfica Venezolana
1
26 Juan Pablo Pérez Alfonzo

produce a sí mismo lo hace dentro de un colectivo, dentro de una


comunidad, y este producirse a sí mismo, en la medida en que está
determinado por el bien de la totalidad tiene un componente ético.
En la medida en que se puede hablar de un contenido universal de
la acción colectiva, es posible referirse a una civilización. En tal senti­
do, afirma Schweitzer: “Hubo una vez lo que era conocido simplemen­
te como civilización, y cada nación civilizada se esforzaba por poseer­
la en su forma más pura y desarrollada. A este respecto la nacionalidad
tenía para entonces en la idea de civilización algo mucho más origi­
nal y menos dañado de lo que tiene hoy en día en la misma idea”.
Según Schweitzer, el ideal de una humanidad civilizada o de una
civilización universal, sin embargo, se fue deformando de manera ge­
neral por la transformación de la idea de nación en la de nacionalis­
mo. AI respecto señala: “El nacionalismo, no contento con dejar de
lado en la esfera política todo intento de dar existencia a una humani­
dad realmente civilizada, distorsionó la idea misma de civilización y
pasó a hablar de la civilización nacional”.
El concepto mismo de civilización había perdido fuerza. De acuerdo
con Schweitzer: “En el movimiento que comienza con el renacimien­
to trabajan conjuntamente fuerzas de progreso tanto materiales como
espirituales. Como si fueran rivales unas de otras. Y esto continuó has­
ta el principio del siglo diecinueve. Entonces sucedió, sin embargo,
algo sin precedentes: La energía ética del hombre desfalleció, mien­
tras que las conquistas alcanzadas por su espíritu en la esfera material
aumentaban a pasos agigantados”. Y concluye: “De esta forma nuestra
propia época, (...) llegó a la opinión de que la civilización consiste pri­
mariamente en logros científicos, técnicos y artísticos, y que ella pue­
de alcanzar sus objetivos sin una ética, o, en todo caso, con un míni­
mo de ella”.
No cabe duda de que la ausencia de ética en la acción colectiva y en
la vida pública fue una de las mayores preocupaciones de Pérez Alfon­
zo. Entendiendo por ética no la simple probidad -que también le pre­
ocupaba mucho- sino el trabajo del espíritu sobre el espíritu.
La fragmentación de la civilización universal en civilizaciones na­
cionales llevó a la aspiración de cada civilización nacional de transfor­
Política, petróleo y civilización 27

marse ella misma en civilización universal. Esto es, a la formación de


imperios y a la lucha de los imperios entre sí. El sustento de estas civi­
lizaciones nacionales con aspiración universal respondía a ciertas exi­
gencias económicas. En el afán de cumplir con ellas el elemento espi­
ritual de la civilización nacional tiende a diluirse y erosionarse.
Para citar nuevamente a Schweitzer, en las civilizaciones nacionalis­
tas “La espiritualidad es, más aun, solo una suerte de disimulo; en
realidad tiene un carácter abiertamente materialista. Es una destila­
ción de todos los logros externos de una nación y aparece en la socie­
dad con sus demandas económicas y políticas. La civilización naciona­
lista -aunque se alega fundada en las peculiaridades nacionales- no
permanece como hubiera sido de esperar limitada a la nación misma;
¡Se siente llamada a imponerse a sí misma sobre otras para hacerlas
felices -¡Las naciones modernas buscan mercados para sus civilizacio­
nes, de la misma manera que los buscan para sus manufacturas!”.
Las naciones modernas a las que se refiere Schweitzer son los impe­
rios. Y sobre la inconveniencia de los imperios Pérez Alfonzo tenía ideas
muy claras. Tanto así que se puede afirmar que durante el siglo veinte
fue uno de los hombres que los combatió con mayor eficiencia. Tenía
claro que detrás de la búsqueda de mercado para sus manufacturas
estaba la búsqueda de mercado para sus civilizaciones y que esto se
contraponía a la libertad y la independencia de otras naciones, entre
ellas Venezuela.
La concepción de Pérez Alfonzo, como puede apreciarse, está basada
en teorías de alto aliento. Si en algo coinciden quienes han estudiado
su vida y su obra es que esta se caracteriza por su nacionalismo. Pero
es necesario subrayar que se trata de un nacionalismo bien fundado
que aspira a realizar la idea de civilización y contribuir al bienestar de
la humanidad. No de ese nacionalismo rastrero que Schweitzer carac­
terizó de la siguiente manera: “un patriotismo innoble, exagerado hasta
perder todo sentido, que guarda la misma relación con el nacionalis­
mo sano y noble de la que tiene la idea fija de un imbécil con una
convicción normal”.
El nacionalismo de Pérez Alfonzo está lejos del patrioterismo. Su diag­
nóstico de Venezuela es poco halagador. Cuando se refiere al hecho de
Biblioteca Biográfica Venezolana
28 Juan Pablo Pérez Alfonzo

que pudo haber llegado a ser presidente de Venezuela, pero rechazó el


ofrecimiento, enfatiza que “no sería presidente de Venezuela, por ser
este un país ingobernable”, y añade: “yo no tendría interés en ser pre­
sidente sino cuando los venezolanos seamos por lo menos suecos”. Se
explica: “Uno de los problemas fundamentales de los países atrasados
es que tienen una racionalidad, una capacidad de razonar, escasa. Son
prelógicos y, por tanto, tienden a no razonar sino a emocionarse”.
Estos conceptos básicos de Pérez Alfonzo nos permiten comprender
la aplicación práctica de su visión global al caso concreto de la econo­
mía venezolana y su aversión por el despilfarro. En primer lugar en­
contramos un rechazo al materialismo y un espiritualismo en el que
lo principal es la supremacía de la razón. La razón nos muestra que la
utilización exagerada de los recursos naturales lleva a su degradación
y escasez. Por eso le parece desviada una civilización que agote los
recursos de los que depende para subsistir. De ahí su pasión por la
conservación de los recursos naturales.
En el área económica, la razón le decía que el hombre alcanza la
libertad cuando se produce a sí mismo. Y que esto significa que cada
hombre debe procurar producir sus medios de subsistencia a través
de su propio trabajo. Por ello consideraba que una riqueza no ganada
en vez de fortalecer, debilitaba la libertad y la dignidad humana. Al­
guna vez lo resumió de la siguiente manera: “no creo en el milagro
del pan y de los peces, después de habérsenos dejado sobre esta tierra
para ganarnos la vida con el esfuerzo”.
Aplicando estas ideas a Venezuela, Pérez Alfonzo consideraba que
un caudal de ingresos que no se podía invertir productivamente cons­
tituía una distorsión en las relaciones sociales y significaba una des­
gracia y no una bendición, en la medida en que dispensaba a los miem­
bros de la sociedad del esfuerzo de producir su propio bienestar.
A esto se añadía el hecho de que Venezuela fuera un país atrasado.
En la medida en que su población no tuviera la capacidad de invertir
productivamente los ingresos que percibía, el excedente monetario
que recibiera lo iba a gastar en adquirir bienes innecesarios en el exte­
rior, lo que sólo enriquecería a los proveedores extranjeros y serviría
para relajar las costumbres.
Política, petróleo y civilización 29

Estas ideas las expuso públicamente antes de que se produjera en


1974 el aumento explosivo de los ingresos petroleros. Cuando este tuvo
lugar, su preocupación se exacerbó y llegó al límite.
Por otra parte desechaba como alternativa el que otros invirtieran
por los venezolanos lo que ellos no eran capaces de invertir. En este
sentido, para él la inversión extranjera no significaba una solución ni
un aporte. Por el contrario, era de la idea de que se debía hacer nacio­
nal la mayor proporción posible de esa inversión extranjera, la que los
venezolanos estuvieran en capacidad de administrar. AI respecto afir­
maba: “La inversión extranjera en principio constituye un mal peli­
groso, que hasta las naciones más industrializadas tienden a vigilar
cuidadosamente. Más, cuando los pueblos son débiles y atrasados, los
peligros se multiplican. AI tratar de maximizar sus beneficios, la in­
versión extranjera interviene e interfiere la vida misma del país inva­
dido y mal defendido”.
Dentro de la concepción de Pérez Alfonzo, particularmente en su
última época, juega un papel importante la idea de que los venezola­
nos no tenían suficiente capacidad para invertir los ingresos que reci­
bían, debido a su atraso educacional. La inyección extra de dinero -
explica- “ayudaría si se tiene gente preparada y proyectos a realizar
con ese capital (...) Pero si se recibe más y más dinero lo que se va tener
es una demanda diferida de hombres para usarlos en los aparatos, y
entonces por la precipitación que impone tener esta carga de hom­
bres, puede darse el efecto negativo de no producir más sino menos”.
Ante la falta de preparación de los venezolanos para manejar la cuan­
tía de ingresos que les ha tocado en suerte, Pérez Alfonzo cifra sus
ilusiones en la educación. En el trabajo del espíritu sobre el espíritu.
Por lo que expresa: “mis esperanzas de un buen futuro para los vene­
zolanos no las encuentro sino en aquello que de algún modo tiende a
mejorar la preparación y aprendizaje de las nuevas generaciones”.
Agrega: “educar es conducir, es tratar al hombre como algo que debe­
mos fabricar” . Y concluye: “si no desarrollamos al hombre, si no aten­
demos su educación, su salud, su actitud ante el mundo, su capacidad
y formación interior... no estamos desarrollando esta nación”.
31

Semblanza de un paradigma

Honrado, austero, estudioso, disciplinado, trabajador, intelectualmen­


te honesto. Estos fueron algunos de los rasgos de la per.. nalidad y el
carácter de Juan Pablo Pérez Alfonzo. Coinciden en esta apreciación
quienes lo conocieron y trataron, quienes trabajaron con él e incluso
quienes lo adversaron. Llevaba estas virtudes a su extremo, por lo que
a veces resultaba estricto e inflexible. Se exigía -y exigía a los otros-
un comportamiento acorde con sus convicciones, aun en asuntos me­
nores. Con un temperamento profundamente racional, parecía haber
hecho suya la máxima según la cual la conducta moral es aquella que
puede transformarse en ley universal. Severo, podía ser implacable en
el juicio que le merecían algunos de sus semejantes. No obstante, era
cortés, aunque retraído, en el trato personal. Era, además, tenaz: se
fijaba metas y no cejaba en su empeño hasta que las conseguía.
Respetaba la rutina que había establecido, que incluía levantarse
muy temprano, hacer ejercicios matutinos, ser muy frugal en las co­
midas, no permitirse hábitos ni consumos de lujo, ser muy puntual,
atenerse a los planes de trabajo que había programado, dedicar mu­
chas horas al estudio, no distraerse salvo en el contacto con la natura­
leza y el trabajo manual. Para todas sus conductas tenia una explica­
ción racional. Por ejemplo, respecto al trabajo manual comentaba: “Los
chinos dicen que el desarrollo de la mente se relaciona muy estrecha­
Biblioteca Biográfica Venezolana
32 Juan Pablo Pérez Alfonzo

mente con el de la mano. Todo el que realiza actividades intelectuales


debe ejercitar también las manuales, en forma alterna, para estable­
cer un equilibrio entre el físico y la mente. Por eso es que yo practico la
agricultura y en ocasiones ejerzo como albañil”.
Pérez Alfonzo consideraba que la conducta y forma de vida de cada
quien tenía un contenido pedagógico. Según expone su hijo Oscar:
“mantenía la necesidad de vivir la vida consistente con la prédica de
la persona, sin hipocresías ni dobles frentes, y ceñida a los fundamen­
tales principios y valores éticos, como los establecidos en las grandes
religiones, tanto en la actividad publica como en la privada”. En el
trabajo exigía a sus colaboradores más cercanos una conducta inta­
chable, incluyendo una estricta puntualidad y la utilización comedi­
da de los recursos, al punto de que se preocupaba por el uso que se
diera al papel de oficina y exigía que las publicaciones se hicieran a
un solo espacio. No aceptó nunca, “desde el colegio”, honores, home­
najes o condecoraciones y cuando fue nombrado Ministro de Fomento
prohibió a los empleados que aceptaran cualquier tipo de regalos. AI
respecto en una oportunidad lo visitó un destacado empresario extra­
ñado porque un empleado del ministerio le había devuelto un obse­
quio, acatando esas instrucciones. Se trataba de un dominó de propa­
ganda que llevaba el distintivo de su compañía.
Daba a sus actos un carácter simbólico y en ese sentido podía ser a veces
sentencioso. El cultivo del jardín, por ejemplo, significaba un retorno a la
naturaleza. De sus relaciones sentimentales decía “yo soy monógamo
decidido y no por religión sino por sentimiento de justicia”. Le atribuía
un gran valor a cada una de sus expresiones: “nunca dije a las mujeres
que las quería, hasta que me enamoré de Alicia, mi esposa, la única mu­
jer a quien he dicho que la quiero. A mi me gustaban muchas, pero nun­
ca llegaba a la precisión de tener que confesar que quería a una persona
sin ser cierto”. Con respecto a la muerte, en su testamento dispuso que
fuera cremado y expresó: “En cuanto a la disposición de mis restos, quie­
ro se lleve a cabo en la forma en que conduje siempre mi vida, particu­
larmente en los últimos años. Nada de invitaciones o comunicaciones
de ninguna clase. Nada de fiestas o celebraciones, así se las encubra
bajo el nombre de duelo u otras denominaciones, como continuidad a
Semblanza de un paradigma 33

mi rechazo a toda clase de honores o condecoraciones (...) no quiero


que se trasladen esos restos de un lado a otro y que si he de ser enterra­
do se me coloque en la fosa común del lugar de modo que lo más
pronto me confúnda con la tierra. Considero contrario al buen senti­
do del hombre y a la naturaleza real de los casos confundir el espíritu
del ser humano con el material orgánico que le sirve de instrumento”.
Especial atención le merecía la probidad, particularmente en las
funciones de Gobierno. Eloy Porras relata, en su muy acertada biogra­
fía de Pérez Alfonzo, la siguiente anécdota de la época en que era Mi­
nistro de Fomento. “Desde tan elevada posición y bajo un gobierno
revolucionario, se perfilaba la recia e incorruptible personalidad de
Juan Pablo. Su hermano menor, Eduardo, recuerda al respecto lo si­
guiente: Me sentí muy disgustado con él, aunque ahora pasado el tiem­
po lo veo con profunda admiración, porque cuando empecé a estudiar
en la Universidad me gané, con otros dos jóvenes estudiantes del pri­
mer año de ingeniería civil, una beca otorgada por las petroleras. Pero
esa beca no podía hacerse efectiva sin el visto bueno del Ministro de
Fomento y mi hermano, el titular de la cartera, vetó el otorgamiento
de la beca (...) Yo le reclamé y él me contestó más o menos con estas
palabras “No basta ser honesto. Hay que demostrarlo. Ante los demás
puede haber dudas y esas dudas acrecientan la corrupción”.
Entre las máximas de Pérez Alfonzo se encontraba separar los asun­
tos públicos de los asuntos e intereses individuales. Comenta Porras:
“Considera que las cuestiones públicas requieren un tratamiento tan
objetivo que es menester hacerlas incompatibles con las cuestiones
personales. De consiguiente, siempre se esfuerza en hacer abstracción
de las personas (...) Afirma que no siente ni ha sentido jamás odio por
nadie, porque en los asuntos que trata, las personas carecen de signifi­
cación propia, resultándole indiferentes los individuos que intervie­
nen en cada situación” .
Dadas estas características, que se tornaron más definitivas con el paso
del tiempo, la personalidad de Pérez Alfonzo se constituyó en un para­
digma. Encarnaba al hombre serio que rige su conducta por considera­
ciones morales que a su vez han sido racionalmente deducidas. En este
sentido era un hombre “moderno”, tal como lo hubiera querido ver el
Biblioteca Biográfica Venezolana
34 Juan Pablo Pérez Alfonzo

filósofo Emmanuel Kant, quien creía que era necesario “construir una
moral pura, totalmente limpia de todo lo que pueda ser empírico”.
Una exigencia tan alta de virtudes, sin embargo, no podía estar exen­
ta de carencias. En el caso de Pérez Alfonzo estas parecen haberse pre­
sentado en el aspecto sentimental. Así como no tenía enemigos, tam­
poco tenía amigos cuando se trataba de asuntos públicos o de hacer
valer sus ideas u objetivos. Un colaborador cercano a él comenta: “Se le
tenía mucho respeto, pero no me imagino que alguien pudiera haberle
tenido cariño”.Y un familiar reclama: “no le daba importancia al amor”.
En el marco de todo lo anterior, Pérez Alfonzo era un hombre prag­
mático que enfocaba los problemas desde un punto de vista práctico,
para tratar de resolverlos más que para incluirlos en una construcción
teórica. El problema del petróleo, por ejemplo, lo enfocó en términos
de cómo lograr que esta riqueza fuera más provechosa para Venezuela
y sólo empezó a pensar en la nacionalización de la industria petrolera
cuando consideró que esta era una posibilidad real y factible.
Admiraba profundamente la cultura anglosajona, que se compade­
cía con esta propensión al pragmatismo. Desde joven leyó las revistas
culturales, políticas y económicas de habla inglesa, lo que le permitió
conocer a fondo la estructura y los matices de las sociedades estado­
unidense y británica. Tal como afirmó su hijo Oscar: “siempre tuvo
simpatía por el gran país del Norte, los Estados Unidos, su pueblo y la
naturaleza del sistema político, la vigorosa actividad comercial e in­
dustrial de su sociedad, donde se realizaban profundos avances socia­
les como el Tennessee Valley Authority y el Texas Railway Commis­
sion, ambos indicándole como ejercer la acción gubernamental dentro
de un marco de la economía libre, el efectivo ejercicio del Congreso de
los Estados Unidos contra los excesos del gobierno central, y la lucha
titánica entre éste y los poderosos trusts, tal cual se revela en la histo­
ria de presidentes de ese país como Theodore Roosevelt, Franklin Dela­
no Roosevet y John F. Kennedy”. Sin embargo, como añade el propio
Oscar Pérez Castillo, “su preferencia en cuanto a un ejemplo de estado
moderno lo caracterizó siempre la social democrática Suecia”.
Para la solución de problemas concretos se nutría de las diversas
corrientes de pensamiento y aspiraba a beneficiarse de ellas, por lo
Semblanza de un paradigma 35

que estaba abierto a la discusión y a las innovaciones. Pero cuando


llegaba a una conclusión la proclamaba y defendía sin hacer concesio­
nes. Tenía esa aspiración al enciclopedismo propia de los intelectua­
les de la primera mitad del siglo veinte y el rango de sus intereses y
lecturas era amplio. Entre sus favoritos se encontraba el filósofo fran­
cés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), quien sostenía que el hom­
bre está evolucionando mental y socialmente hacia una unidad
espiritual.
No es de extrañar, por tanto, que en Venezuela se le considerara un
hombre excéntrico. A esta fama contribuyeron las costumbres que
adoptó después de su retiro. Su atuendo era deportivo y utilizaba telas
baratas de fabricación nacional o artesanal (con esto quería señalar la
importancia de la austeridad y la vanidad de los trajes, así como indi­
car su compromiso con la naturaleza). Se cortó a rape el pelo “porque
es más cómodo. Yo empecé a raparme la cabeza totalmente desde que
apareció la maquina eléctrica de afeitar. Me estaba rasurando la barba
y en un momento resolví pasármela también por la cabeza. Me pelé
totalmente. Yo jamás voy al barbero. Esto es mucho más aseado y más
económico. Si siento calor, ando fresco. Y si hace frío, me cubro con
un sombrerito como este”. Los sombreritos con los que cubría la calva
-confeccionados por su mujer y su hija- se hicieron un sello caracte­
rístico del llamado “Monje de los Chorros”.
Permanecía lo más del tiempo en su casa de Los Chorros, cultivando
el jardín y entregado al estudio. No asistía a actos públicos ni a agasa­
jos. Quien quisiera hablar con él debía visitarlo en su casa. Después de
su retiro del gobierno comenzó a ofrecer ruedas de prensa -con inter­
valos de varios meses- que preparaba cuidadosamente y en las cuales
se refería a asuntos de interés nacional. A veces elegía para ellas un
tema específico, como el crecimiento poblacional, la educación, el gasto
público o la conservación. Pero a través de las preguntas nunca dejaba
de estar presente el tema petrolero. En otras oportunidades dictaba
clases magistrales sobre tópicos que había venido estudiando y que
encontraba de interés general. En ellas reunía a discípulos y estudio­
sos, así como a algunos jóvenes y voceros de oposición que buscaban
en sus enseñanzas argumentos concretos para criticar al gobierno,
Biblioteca Biográfica Venezolana
36 Juan Pablo Pérez Alfonzo

cobijados bajo la autoridad moral y el rigor intelectual de uno de los


hombres más prominentes de Acción Democrática.
La excentricidad y las críticas cada vez más fuertes a los patrones de
consumo predominantes en las sociedades de occidente, a las costum­
bres generadas por el sistema capitalista, al mal uso que se hacía de
los recursos naturales, a la posición de la iglesia católica en torno al
aborto y la planificación familiar, así como la intransigencia de sus
posiciones, le granjearon muchos resquemores de parte de los afecta­
dos. Sus críticas a los gobiernos y los gobernantes posteriores a su reti­
ro le hicieron incómodo en los medios oficiales y alejaron de él a los
políticos y técnicos con aspiraciones de ascender en los círculos de
poder. Sus costumbres y su propio carácter lo fueron aislando de la
vida social, lo que contribuyó a que en sus últimos años la maledicen­
cia esparciera el rumor de que se había vuelto loco, o al menos de que
sus teorías y advertencias no debían ser tomadas muy en serio.
“Todo eso -afirma Alfredo Tarre Murzi- alentaba a mucha gente frí­
vola y sin ninguna profundidad, gente que inspiran lástima, a decir
que Juan Pablo era un loco desatado, y a no creer en las cosas que
decía”. El juicio del propio Tarre Murzi es muy diferente, y lo expresa
en los siguientes términos: “Hay que ondear sus ideas como una ban­
dera en esta Venezuela que se está deshaciendo, en esta Venezuela que
cada vez que leemos los periódicos, cada mañana, nos asombramos de
las cosas que ocurren en el terreno político, parlamentario, en los via­
jes presidenciales, en la economía, en las finanzas, en el Banco Cen­
tral, todo está como cayéndose a pedazos y por esto las enseñanzas de
Juan Pablo Pérez Alfonzo a los jóvenes, son de importancia capital”.
En el mismo sentido cabe citar a uno de los mejores periodistas
económicos de esos años, Cayetano Ramírez: “Para mí la figura de Pé­
rez Alfonzo tiene un poco de la imagen trágica, dramática, de ciertos
personajes de la antigüedad, los profetas de la edad media, de alguno
de los personajes que salen de las obras de Shakespeare (...) hace los
llamados más severos al hombre para proclamar y expresar la grande­
za del hombre. A que hubiera siempre una convocatoria a la dignidad
y a la más alta calidad del hombre. Por eso pienso que su pensamiento
tiene vigencia ahora y que la va a tener hacia el futuro”
37

Un aristócrata virtuoso

El medio en el que se crió Juan Pablo Pérez Alfonzo era poco propi­
cio para que desarrollara una personalidad como la suya. Hijo de una
pareja de fortuna, de la alta sociedad caraqueña, nació en Caracas el
13 de diciembre de 1903. Sus padres fueron Juan Pablo Pérez Betan­
court y Carmen Alfonzo de la Torre.
La familia Pérez Alfonzo tenía una estirpe de abolengo, tal como
puede apreciarse en un árbol genealógico contenido en un rollo de
papel que mide aproximadamente diez metros de largo por uno de
ancho. El primer Juan Pablo de la familia Pérez de quien se tiene noti­
cia vivió a mediados del siglo diecinueve y se le atribuye el intento de
establecer el primer banco en Venezuela. Juan Pablo Pérez Brito, el
abuelo de Pérez Alfonzo, fundó una firma comercial próspera, de im­
portaciones y exportaciones y administró una lotería en Caracas.
El resto de la ascendencia la explicó Pérez Alfonzo en los siguientes
términos :”Este abuelo mío tenía entre sus hermanos a Enrique Pérez
Brito, quien fue Ministro de Hacienda y dicen de él que se cogió una
buena parte de una emisión de mediecitos (monedas de 25 céntimos
de bolívar). Pues bien, estos dos hermanos se casaron con dos herma­
nas, porque la esposa de Enrique Pérez Brito era hermana de la esposa
de mi abuelo Juan Pablo. Esa hermana de mi abuela fue quien conser­
vó numerosos papeles para demostrar el abolengo de la familia. Ella
I Biblioteca Biográfica Venezolana
1
38 Juan Pablo Pérez Alfonzo

era la más pretenciosa y encopetada. Decía que los Pérez no eran más
que unos comerciantes, en sentido peyorativo; y que no podían com­
pararse con los Betancourt. En efecto, los Betancourt son los que se
remontan en el pasado en el árbol genealógico que acabo de mostrar­
le. Ellos eran los que poseían plantaciones de cacao. Los Betancourt
nunca trabajaron. Eran nobles, de abolengo, y consideraban que tra­
bajar constituía un deshonor. En cambio los Pérez hacían de todo, tra­
bajaban de todo. Entonces, parte de esas haciendas de cacao pertene­
cientes a los Betancourt, que se habían ido perdiendo por falta de
cuidado, fueron adquiridas por la firma de Juan Pablo Pérez e hijo,
como se denominaba el negocio del abuelo. Entre estas haciendas fi­
guraba la original de los Betancourt Santana, en Aragüita”.
Cuando nace Pérez Alfonzo -en la casa paterna situada de Pájaro a
Curamichate- su madre contaba apenas 20 años de edad. En su niñez,
ella había sido criada por una mulata descendiente de esclavos, que
todos en la familia llamaban Mamajuana, quien también cargó y dis­
pensó los primeros cuidados a su primogénito hasta los cinco años. La
casa comercial Juan Pablo Pérez e hijos la administraba el abuelo, y
cuando éste murió lo hizo el mayor de los Pérez Betancourt, Carlos.
Juan Pablo padre poseía una cochera. Esto es, una compañía de coches
tirados a caballo para prestar servicio de transporte público.
Juan Pablo contaba dos años de edad cuando nació su primer her­
mano, Luís Enrique. Sucesivamente nacieron los otros diez hermanos
a los que el mayor, junto con su abuela materna, Begoña, fue ponien­
do los nombres; Alberto, Carmen Cecilia, Isaac, Víctor, Eloy, Oscar,
Maruja, Felipe Ernesto -quien murió pequeño-, Blanca y Eduardo.
Pérez Alfonzo aprendió las primeras letras con una vecina llamada
Luisa Esteller. Según narra Oscar Pérez Castillo “como era enfermizo,
sólo pudo ingresar al colegio a los nueve años, por lo cual se convirtió
en un asiduo lector. En ciertas ocasiones, nos contaba, su amor por la
lectura era tal que inventaba estar enfermo con fiebre, subiendo arti­
ficialmente la temperatura del termómetro. De esta manera, se podía
quedar en casa y leer sus libros favoritos.”
Realizó sus estudios en el Colegio Francés, en el cual cursó la prima­
ria y los dos primeros años de secundaria. Cuando realizaba el tercer
Un aristócrata virtuoso 39

año de secundaria, el Colegio Francés fue clausurado, por lo que con­


tinuó los estudios en el Liceo San José de los Teques. En el Liceo era
imperiosa una definición al final del tercer año, porque para ingenie­
ros y abogados el bachillerato era de cuatro años, pero si se iba a cur­
sar Medicina era de seis años. Después de terminar cuarto año de ba­
chillerato se preparó para estudiar medicina, por influencia de sus
familiares y de sus profesores franceses, y estudió dos años en el Hos­
pital Vargas, donde se realizaba el pre-universitario.
AI concluir los estudios presentó, para obtener el título de bachiller
en Ciencias Físicas y Naturales una tesis de grado con el nombre “Clo­
rofila y función clorofílica”. Años más tarde Pérez Alfonzo comenta­
ría “Por circunstancias inexplicables elegí un tema relacionado con la
problemática energética. La función clorofílica es la base de la ener­
gía: la captación de la energía solar por las plantas”.
La cochera del padre de Pérez Alfonzo cesa operaciones más o me­
nos simultáneamente con el cierre del Colegio Francés, porque cada
vez se imponía más el uso de los automóviles. Además, al morir el
abuelo los herederos quisieron expandirse y adquirieron un inmue­
ble cercano a la sede principal de la firma. Compraron entre las esqui­
nas de Pedrera y Marcos Parra. Después surgen pleitos entre los her­
manos Pérez Betancourt. El padre de Juan Pablo se une con Carlos
para enfrentar a sus dos hermanos menores, Juan Domingo y Eloy,
concluyendo en una división de la firma.
Juan Pablo Pérez Betancourt adquirió la hacienda La Vega, situada
entre las poblaciones de Tejerías y El Consejo, en el estado Aragua.
También había adquirido un inmueble en Antímano. Cuando Juan
Pablo Pérez Alfonzo tenía quince años de edad, la familia utilizaba
la casa de Antímano para pasar largas temporadas vacacionales. Ha­
bía un balneario formado principalmente por un pozo llamado “La
Vieja”, en el cauce del río Guaire. En este sitio los hermanos Juan
Pablo y Luís Enrique instalaron un negocio de proyección de pelícu­
las. Obtuvieron permiso del Jefe Civil para operarlo, a cambio de una
conexión eléctrica hasta su despacho, situado a 150 metros de la casa,
donde ellos tenían la única planta eléctrica del pueblo, un pequeño
motor.
Biblioteca Biográfica Venezolana
40 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Pérez Alfonzo le relató esa época de su vida a Eloy Porras en los si­
guientes términos:
“En Antímano las muchachas nos buscaban, porque teníamos luz
eléctrica, automóviles, caballos, cine, de todo, a pesar de que ya para
ese momento no estábamos económicamente tan bien. Cuando la pes­
te azotó a Caracas, en 1918, yo permanecí todo el tiempo en Antíma­
no. Fui atacado por la pulmonía y sobreviví de milagro”.
Para la época en que Pérez Alfonzo concluye sus estudios de secun­
daria, la familia alquila un inmueble situado frente a la plazoleta de
San Pablo, diagonal con el teatro Municipal, perteneciente a los He­
rrera Uslar, que en el pasado había sido de los Monagas.
Por la plazoleta de San Pablo, en la esquina de Reducto, había una
gran casa, la de Enrique Pérez Brito, hermano del abuelo de los Pérez
Alfonzo. Entre Reducto y Miranda vivía Vicente Lecuna y enfrente vi­
vía Laureano Vallenilla Lanz. La familia de Andrés Eloy Blanco vivía en
la esquina de Miranda. Todos ellos formaban parte de la élite del país.
La mudanza para la plaza de San Pablo se produce en una época en
que su padre, en vez de empleado, se convierte en co-dueño de la fir­
ma de sucesión heredada del abuelo. Habían alquilado la casa de la
esquina de Curamichate y atravesaban por una etapa de bonanza eco­
nómica. Pagaban cuatro mil bolívares mensuales por el alquiler de la
casa de San Pablo y en total el gasto familiar ascendía a más de doce
mil bolívares mensuales.
A Porras, Pérez Alfonzo le comentó lo siguiente: “Yo conozco estas
cifras porque siempre manejé las finanzas de la familia, no las de la
firma, sino las particulares. Desde que tenía doce años, yo cuidaba de
la economía familiar con mi mamá. Cuando nos encontrábamos en la
casa de San Pablo, mis padres se fueron de paseo por Europa, para
disfrutar de lo que yo he denominado ‘esplendor decadente’ . Es decir,
mi papá sabía que la firma iba hacia la bancarrota y entonces optó por
vivir regaladamente mientras pudiera, aun cuando todo eso acabaría
de un momento a otro. El esplendor era el reflejo de la ilusión de que
las cosas podrían tener una solución favorable. El costoso viaje a Euro­
pa duró alrededor de cinco meses”.
Agrega el periodista: “Juan Pablo le reclamaba y advertía a su padre:
Un aristócrata virtuoso 41

—Bueno, papá, nos estamos arruinando cada vez más... nos estamos
hundiendo.
Pero el padre no entendía eso. La causa de la desaparición de la fir­
ma es clara: estaban liquidando los activos, vendían propiedades para
sostener un nivel de consumo que no provenía de la renta, que no se
originaba en el trabajo, sino en la liquidación de ese activo.
—Esa experiencia privada -señala Juan Pablo- tiene mucha impor­
tancia en mi formación y en el enfoque que hago yo actualmente de
las cosas.
Añade que aquella situación familiar se asemeja mucho, a lo que ha
venido sucediendo en Venezuela durante más de medio siglo; porque
los venezolanos supeditamos nuestra economía a los ingresos deriva­
dos del petróleo, un recurso natural no renovable. Es decir, que esta­
mos consumiendo malbaratando y liquidando el principal activo con
que cuenta el país. Nos estamos descapitalizando”.
En 1922 Pérez Alfonzo viaja a Estados Unidos para estudiar medici­
na en la Universidad John Hopkins, en Baltimore. Permanece mes y
medio en Nueva York y se inscribe en un high school cercano a Tren-
ton (Nueva Jersey) con el objetivo de mejorar su inglés. Regresa a Cara­
cas de vacaciones y tiene que hacerse cargo de las finanzas de la fami­
lia, que se encontraban en una situación crítica, lo que le impide
continuar sus estudios.
Carlos Pérez Betancourt, quien administraba la casa de comercio de
la familia, había pensado que los precios del cacao se moverían al alza,
por lo que realizó cuantiosas compras del producto. Como los precios
se movieron en dirección contraria, la casa comercial sufrió grandes
pérdidas y tuvo que ser liquidada. En vista de que su padre y sus tíos
no estaban acostumbrados a trabajar en condiciones tan adversas, Pé­
rez Alfonzo se encargó de la liquidación de la empresa. Además con­
tribuyó económicamente para que sus padres pudieran mantener el
nivel de vida al que estaban acostumbrados.
Al respecto dice Porras: “Ya Juan Pablo era y actuaba como un hom­
bre. Se reunía socialmente con profesionales mayores que él, en lugar
de andar con estudiantes de su edad. Es así como se hace socio del
Club Central. Era el club de los jóvenes, situado entre las esquinas de
! Biblioteca Biográfica Venezolana
42 i Juan Pablo Pérez Alfonzo

Jesuítas y Tienda Honda. (...) Juan Pablo tenía 18 años y bebía brandy
francés. No obstante su edad, fue admitido en el Club Central, según
él entiende, porque poseía un automóvil marca Winston, el único de
esa marca que había en Caracas. Era un automóvil grande, converti­
ble, de ocho cilindros en línea”.
Y sigue relatando lo que le dijo Pérez Alfonzo: “Yo entré al Club Cen­
tral muy joven. Yo salía con profesionales, de mayor edad que la mía y
teníamos que parrandear obligado (...) Aquellas parrandas me causa­
ban desagrado. Los hombres debíamos tomar, porque uno nunca sa­
bía lo que iba a suceder. Algunas veces surgían peleas de borrachínes
presuntuosos. Pero en ese terreno yo no tuve nunca problemas, por­
que era bastante fuerte. Tenia buena musculatura, no sólo porque me
ejercitaba en las paralelas y en las argollas, sino que también compe
tía con carreteros y con los cargadores del almacén de la Sucesión”.
Respecto a la fortaleza, Pérez Alfonzo relata una anécdota muy reve­
ladora de su carácter pertinaz. “Una de las exhibiciones en las cuales
era imbatible consistía en levantar con los dientes un saco de 66 kilo­
gramos. La idea surgió porque yo me echaba al hombro un saco de
esos y podía transportar hasta dos o tres sacos desde el almacén hasta
la carreta, en tanto los caleteros profesionales portaban en una joma­
da hasta cien sacos. Eso me tenía un poco acomplejado frente a ellos,
hasta que un día vi en un circo la conocida suerte de los trapecistas
que se cuelgan de los dientes, soportando mientras giran su propio
peso. Se me ocurrió entonces que yo podía intentar algo parecido y
empecé a entrenarme con sacos de 20 kilogramos, asiéndolos con los
dientes por la parte superior. Poco a poco fui aumentando el peso has­
ta llegar a los 66 kilogramos. Entonces, para lucirme con los caleteros,
los reté a levantar el saco con los dientes, asiéndolo por la costura
gruesa de la parte superior. Todos se sorprendieron de mi proeza por­
que ninguno de ellos pudo hacerla como yo, por más que lo intenta­
ron esforzadamente. Uno puede ser campeón con inteligencia, endu­
reciendo los músculos correspondientes. Así lo hice yo con los músculos
de la nuca para poder alzar el saco de 66 kilos”.
Entre el Club y estas hazañas comenzó a ser atractivo, y a conocer, a
las mujeres. AI respecto Pérez Alfonzo comenta: “Hay tipos de mujer
Un aristócrata virtuoso 43

específicos que me atraen. En general, hay muchas mujeres que a mí


no me llaman la atención, pero hay tipos que me atraen como son las
rubias, altas, de rostro ovalado, esbeltas, con buen cuerpo y particu­
larmente con buenas piernas”.
Continúa Porras: “Cuando el padre de Juan Pablo regresa de Europa,
ya la economía familiar ha entrado en crisis. Juan Pablo comienza a
vivir una madurez prematura, pues su padre confía al primogénito
casi todas las responsabilidades del hogar y se retira como administra­
dor de una hacienda en Barlovento desde donde provee a la familia de
alimentos frescos. El almacén de la Sucesión fue intervenido por los
acreedores, un francés y un representante de bancos angloamericanos”.
La experiencia del cambio de fortuna de sus padres no sólo obligó a
Pérez Alfonzo a adentrarse en los detalles del comercio, las finanzas y
el derecho, sino que lo enfrentó con lo que su hijo Oscar llama “la
rudeza de la vida”.
Según recoge Porras: “La liquidación progresiva de los negocios pa­
ternos reclamaba la mayor parte de su tiempo. Juan Pablo se había
convertido en cabeza de una familia numerosa, constituida por la
madre y diez hermanos. Por ese motivo transcurren dos años desde su
regreso de Estados Unidos hasta el momento en que se inscribe como
estudiante de derecho en la Universidad Central de Venezuela”.
En la universidad, sigue el relato, “estableció estrecha amistad con
Germán Suárez Flamerich, quien años mas tarde, en 1950, presidiría
la Junta de Gobierno a raíz del asesinato del Coronel Carlos Delgado
Chalbaud. Ambos eran serios y estudiosos y pudieron compenetrarse
con rapidez. Repasaban juntos sus lecciones cuando se aproximaban
los exámenes. Germán Suárez Flamerich era uno de los mejores alum­
nos, entre los sobresalientes del curso, y tenía otra ventaja: trabajaba
en el bufete del doctor Carlos Sequera, reputado como el mejor aboga­
do de Caracas. (...) El doctor Carlos Sequera tenía una biblioteca muy
moderna y Juan Pablo tuvo acceso a ella y también oportunidad de
cooperar como auxiliar del bufete. Aprendió mucho de otro abogado
famoso, Tito Gutiérrez Alfaro, con quien discutía los casos que se pro­
cesaban en el escritorio”.
Biblioteca Biográfica Venezolana
U Juan Pablo Pérez Alfonzo

En esa época conoce a Alicia Castillo, quien sería su esposa hasta la


muerte. Declara, sin titubear: “Yo me enamoré en realidad una sola
vez en mi vida, cuando conocí a Alicia. Fue un amor a primera voz”. Y
aclara: “Ella obtuvo referencias suyas por boca de amigas mayores, entre
ellas Mercedes Tello, la morocha Calcaño, y las Iturbe. Alicia estaba
castigada por alguna de sus travesuras, en la casa situada de Reducto a
Miranda, que antes había sido ocupada por la familia Ugueto. Como
estaba aburrida y no tenía nada en que ocuparse, buscó la guía telefó­
nica para hallar el número y solicitó una conexión con los Pérez Al­
fonzo. Era un domingo. Juan Pablo atendió la llamada y se prendó de
aquella voz tan agradable que preguntaba por su nombre”.
En 1928, cuando Pérez Alfonzo tenía 24 años de edad, se producen
en la universidad acontecimientos que iban a definir a toda una gene­
ración y a iniciar un cambio de rumbo del país. Durante la semana del
estudiante, en actos aparentemente inocuos, como la coronación de
la reina, algunos estudiantes (entre ellos Rómulo Betancourt, Raúl
Leoni, Pío Tamayo y Jóvito Villalba) elevan su voz de protesta contra la
dictadura de Gómez y son apresados.
Según Pérez Alfonzo: “En el Movimiento del 28 yo apenas tengo co­
nocimiento de lo que sucede, pero no participo. Ni siquiera lo recuer­
do. Ignoro totalmente incluso el famoso acto de elección de Beatriz
Peña como Reina de los Estudiantes. Vengo a percatarme de lo que
sucede cuando hacen presos a mis compañeros y entonces consideré
un deber de solidaridad presentarme a la policía. Y lo hice acompaña­
do de un hermano cuatro años menor que yo, Alberto, que también
estudiaba Derecho”.
AI igual que los hermanos Pérez Alfonzo, muchos estudiantes se hi­
cieron detener para manifestar su apoyo a los que habían sido encar­
celados. El respaldo que obtuvieron de amplios grupos sociales le dio
una especial significación a los sucesos. Desde entonces los estudian­
tes de esa época, que a la larga moldearon la transformación política y
cultural de Venezuela desde un régimen militar y caudillesco a uno
civil y de instituciones democráticas, fueron conocidos como la “gene­
ración del veintiocho”.
Un aristócrata virtuoso 45

Pérez Alfonzo era un poco mayor que sus compañeros de esa gene­
ración y no se consideraba miembro de ella, a pesar del gesto de soli­
daridad, que realizó por gallardía. Sus ocupaciones a cargo de los
negocios de la familia no le permitían participar en las actividades
políticas de los estudiantes. Según él, apenas fue un simple especta­
dor de los hechos. Sin embargo, fue recluido en el Castillo de Puerto
Cabello.
“Permaneció quince días en el Castillo. Durante esas dos semanas,
sus familiares y otros grupos estudiantiles protagonizaron manifesta­
ciones callejeras de protesta en Caracas. Entre los manifestantes so­
bresalían los Corao y los hermanos de Juan Pablo, en especial Luís
Enrique y Alberto, quienes fueron apresados cuando regaban tachue­
las por las calles para sabotear la circulación de vehículos. Cuando
llevaron a Luís Enrique al Castillo, pusieron en libertad a Juan Pablo,
en atención a que se trataba del hijo mayor y constituía el sostén de
una familia numerosa. Luís Enrique iba a permanecer prisionero dos
años en el Castillo”. Cuando retorna a Caracas, transcurre un año sin
estudiar, porque los estudiantes acordaron abstenerse de concurrir a
las aulas, en protesta contra el gobierno.
En 1931 se gradúa de Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Presen­
ta como tesis de grado un trabajo titulado “la legítima defensa de los
derechos patrimoniales”. En la elección del tema influyó su experien­
cia en la liquidación de la firma paterna. “Su primer escritorio jurídi­
co -denominación que empleó en vez de bufete- lo instaló de Madri-
ces a Ibarras y al mismo se asociaron en forma sucesiva Carlos Irazabal,
Carlos Eduardo Frías, Inocente Palacios y Antonio Luongo Cabello.
Después lo mudó, pero esta vez sin socios, entre las esquinas de Conde
y Carmelitas. Luego se asoció con el bufete Parpacén”
El juicio más notable a su cargo mientras estuvo en el bufete de Ma-
drices a Ibarra, se relacionó con unas tías solteras cuya fortuna habían
donado, cuando enfermaron, a su abogado y a órdenes religiosas. Pé­
rez Alfonzo los demandó alegando simulación de venta y logró que se
repusiera parte de la fortuna. Con los honorarios percibidos en este
caso pudo comprar los terrenos de Los Chorros en donde más tarde
construiría su residencia. Ya en el escritorio Parpacén, el caso que le
Biblioteca Biográfica Venezolana
46 Juan Pablo Pérez Alfonzo

produjo mayores honorarios fue la quiebra de la poderosa firma im­


portadora Eraso.
El 20 de noviembre de 1932 se casa con Alicia Castillo. La ceremonia
civil se efectuó en la jefatura civil de La Pastora y la religiosa en la
iglesia de la misma parroquia. Se trató de una boda sencilla, sin lujos.
La primera hija, Mariela, nació en diciembre de 1933. Llevaban año y
medio de casados cuando decidieron alquilar la casita que habían com­
prado en San Agustín y mudarse para Antímano, junto con la madre y
los hermanos solteros, con quienes se reagruparon para consolidar la
economía familiar. En agosto de 1935 nace el segundo hijo, Juan Pablo.
47

Un hombre público

En diciembre de 1935 muere el dictador Juan Vicente Gómez, lo que


va a cambiar la historia del país. Como dice la frase de Mariano Picón
Salas, con la muerte de Gómez “comienza en Venezuela el siglo vein­
te”. Con la llegada del siglo veinte, en el año 1936 también comienza
la política moderna en Venezuela. En febrero de ese año se producen
manifestaciones populares en Caracas que impulsan al sucesor de
Gómez, General Eleazar López Contreras, a iniciar una apertura de­
mocrática. No existían partidos ni agrupaciones políticas, por lo cual
se empieza a improvisar formas de participación a través de diferentes
canales e instituciones. Una de ellas es el Colegio de Abogados. Juan
Pablo Pérez Alfonzo es elegido Secretario de ese gremio y comienza
así su vida pública. Tenía treinta y dos años de edad.
Como Secretario del Colegio de Abogados establece relaciones con
los jóvenes políticos que regresan del exilio. Como abogado se dedica
a trabajar algunos juicios contra los herederos del dictador que le ha­
bía cedido Parpacén. Se había separado de ese bufete y había instalado
su escritorio entre las esquinas de Bolsa y Pedrera. Consolida entonces
su amistad con Gonzalo Barrios, con quien se ve frecuentemente.
Ambos trabajaban hasta tarde y luego jugaban billar en un bar situa­
do enfrente del edificio del escritorio. En ese entonces es designado
miembro de la comisión encargada de redactar el nuevo Código Civil.
I Biblioteca Biográfica Venezolana
481Juan Pablo Pérez Alfonzo

Su primera actuación pública fue con motivo de la llamada Ley Lara.


Para controlar las manifestaciones populares, que se hacían frecuen­
tes, el gobierno promueve un proyecto de Ley para Garantizar el Or­
den Publico y el ejercicio de los Derechos Civiles e Individuales, cono­
cido como la Ley Lara, porque fue presentado por el Ministro de
Relaciones Interiores, Alejandro Lara. Pérez Alfonzo escribe un docu­
mento en contra del proyecto para presentarlo al Gobernador del Dis­
trito Federal.
El diario El Universal se interesa por las colaboraciones del joven abo­
gado e inserta sus artículos en primera página. Pérez Alfonzo, concien-
te de que carece de habilidades para redactar, invita a Carlos D’ Ascoli
y a Antonio Arráiz para que lo ayuden a elaborarlos. Entre los tres ha­
bían redactado el documento del Colegio de Abogados contra la Ley
Lara, reunidos en el local que ocupaba el Movimiento de Organización
Venezolana (ORVE), que actuaba ya como partido político incipiente.
Es entonces cuando hace amistad con Rómulo Betancourt, recién
llegado del exilio. Según recoge Porras: “se percata pronto de que Be­
tancourt es el dirigente principal de aquella Organización y es con él
con quien discute más a menudo.
—Rómulo sabía de política, pero yo sabía de Derecho. Noté que el
tenía una visión avanzada de que Venezuela no debía seguir el rumbo
soviético, sino resolver los problemas a su modo”.
La amistad entre Pérez Alfonzo y Rómulo Betancourt merece lo que
se llama un capítulo aparte. Se mantuvo hasta el final. Murieron con
pocos años de diferencia. Pérez Alfonzo en 1979 y Betancourt en 1981.
Formaron lo que Virginia Betancourt, hija de Rómulo, llama “una lla­
ve”. Pérez Alfonzo fue ministro de Betancourt las dos veces que éste
ocupo la presidencia de la república. Elaboraron en conjunto la políti­
ca petrolera de Acción Democrática. Compartieron el exilio y colabo­
raron estrechamente en la redacción de los capítulos económicos de
la obra fundamental de Betancourt, Venezuela: Política y Petróleo. Los
intentos de innumerables intrigantes para distanciarlos, particular­
mente en sus últimos años, nunca dieron resultado. Aspiraban a capi­
talizar la fortaleza de carácter de cada uno de ellos. Pero este rasgo
común en vez de separarlos los unía.
Un hombre público 49

Cuando ORVE se transforma en Partido Democrático Nacional (PDN),


Pérez Alfonzo es comisionado para redactar los estatutos. Tiene que
acudir personalmente a la Gobernación del Distrito Federal para de­
fenderlos y convencer a las autoridades de que no se trataba de una
organización comunista. Según Arturo Sosa Abascal: “El PDN es ese
partido popular que no es clasista, ni policlasista, ni el resultado de la
colaboración de clases. (...) El PDN pretende representar al pueblo por­
que conoce las injusticias que padecen las mayorías de la población y
porque su programa es la expresión de los más profundos deseos de
esas mayorías. Porque reconoce en los latifundistas, los imperialistas
y los regímenes personalistas-autoritarios los responsables de la per­
manencia de esa situación. Pretende representar al pueblo porque
concibe la transición modernizadora como un proceso cuyo sujeto es
el pueblo y no como un proceso para el pueblo”.
En 1937 se efectúan elecciones municipales, que eran una de las po­
cas instancias en la cual había voto popular directo. De acuerdo a la
nueva Constitución aprobada en 1936, los diputados eran elegidos por
las Asambleas de Municipalidades, los senadores por las Asambleas
Legislativas de los Estados y el Presidente de la República por el Con­
greso. La oposición se agrupa en el movimiento Acción Municipal, lue­
go de que el gobierno hubiera publicado el Libro Rojo, oficialmente
titulado La verdad de las actividades comunistas en Venezuela, y fir­
mado, el 13 de marzo de 1937, un decreto de expulsión de 47 de los
principales lideres de oposición. Acción Municipal logra que se elijan
en Caracas once concejales. Con esta cuota de poder pueden designar
a Pérez Alfonzo como Síndico Procurador Municipal. Cuando asume
la sindicatura cierra el escritorio jurídico y cesa en el ejercicio profe­
sional privado.
Sobre el desempeño de ese cargo, Alfredo Tarre Murzi (Sanín) dice lo
siguiente: “actuó como síndico procurador municipal el doctor Juan
Pablo Pérez Alfonzo, quien era profesor de la Escuela de Derecho en la
cátedra de Derecho Civil y gozaba ya de fama como ilustre jurista.
Pérez Alfonzo realizó una labor extraordinaria como síndico, especial­
mente en materia sindical, promoviendo la organización de los traba­
jadores en la rama municipal. Igualmente, Pérez Alfonzo se enfrentó
I Biblioteca Biográfica Venezolana
501 Juan Pablo Pérez Alfonzo

al gobernador Mibelli defendiendo con brillo ante la Corte las resolu­


ciones del Poder Municipal. Como síndico, Pérez Alfonzo logró recu­
perar para el Municipio en Caraballeda numerosas parcelas de ejidos
que estaban ocupadas y explotadas ilegalmente por particulares”.
Este comportamiento como síndico y sus relaciones con dirigentes
que permanecían en la clandestinidad motivó un clima de presiones
y amenazas contra Pérez Alfonzo. Según cuenta Oscar Pérez Castillo
“Su amistad con Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Miguel Otero
Silva era tal que, en 1938, durante la persecución de la oposición,
mantuvo escondidas en su casa de familia de Los Dos Caminos a estas
figuras políticas”. Por otra parte, le valió que fuera propuesto como
candidato y elegido concejal en las próximas elecciones municipales.
Además, fue designado Diputado por la Asamblea de Municipalida­
des. Se podía ser concejal y diputado al mismo tiempo.
En 1939 se incorpora como profesor a la Universidad Central de Ve­
nezuela. En 1941, cuando se inicia la provisión de cátedras por concur­
so, asciende al rango de profesor titular de Derecho Civil I (personas y
bienes). Julio César Arreaza, quien fue su alumno, lo describe de la
siguiente manera:
“Como profesor, Pérez Alfonzo era extremadamente puntual en el
cumplimiento del horario de clases y, aun cuando no era un expositor
elocuente dejaba traslucir el dominio de la materia que enseñaba y
realmente hacía esto permaneciendo en el aula al terminar su clase,
explicando a los alumnos puntos que habían quedado oscuros o no
bien comprendidos. Daba gran importancia en la valoración del cono­
cimiento de sus alumnos a los efectos de los exámenes finales, a los
trabajos que les encomendaba, los cuales revisaba cuidadosamente, lo
que daba lugar a explicaciones en clases o en el tiempo que seguía a
éstas. Se guiaba en sus exposiciones por textos de autores alemanes, lo
que constituía una novedad en la escuela de Derecho, en la cual sólo
eran conocidos los autores franceses e italianos. Bajo tal inspiración
impuso desde la cátedra la expresión ‘ordenamiento jurídico’. Acos­
tumbraba invitar a su casa, algunos fines de semana, a sus mejores
alumnos, para intimar más con ellos, abordar diferentes asuntos y dar­
les a conocer a sus familiares y personalidades que también invitaba”.
Un hombre público 51

En estas apreciaciones coinciden otros dos de sus alumnos, Benito


Raúl Losada y Arturo Hernández Grisanti. Losada habla del “discurrir
monótono” de Pérez Alfonzo y confirma su acuciosidad y compromi­
so con los alumnos. Cuenta que daba especial importancia a la investi­
gación. Y añade que entre los autores alemanes que enseñaba destaca­
ba el texto del tratadista Ludwig Enneccerusu. Estos tres alumnos
-Losada, Arreaza y Hernández Grisanti- participarán después en las
gestiones ministeriales de Pérez Alfonzo, ocupando los más altos cargos.
En 1941 Pérez Alfonzo se muda a la quinta Camurana de los Cho­
rros, cuyo diseño y construcción fueron realizados por él mismo con
la ayuda de un maestro de obras y unos pocos peones. En ella nacerían
dos de sus hijos Germán y Oscar. Camurana estaba emplazada en los
faldeos del Avila, rodeada de vegetación. El cultivo del jardín y el huer­
to así como los paseos por el cerro constituían su distracción favorita.
“Cuando se instaló con la familia en Camurana, la casa aun estaba en
proceso de edificación. Poseía dos vacas Holstein que adquirió en las
vaqueras de La Castellana. Tenía gallinas, caballos y perros. La huerta
producía hortalizas y verduras que vendía junto con las cosechas de
guayaba y otras frutas”. Pérez Alfonzo habitó Camurana hasta su muer­
te. Con el mismo nombre bautizó un cóctel que inventó y que sería el
único licor que tomaba habitualmente. Sus ingredientes eran ron, jugo
de limón y amargo de angostura. Tomaba uno, o un máximo de dos,
en sus momentos de expansión.
Para entonces era parlamentario. Según cuenta Porras: “Como Dipu­
tado al Congreso Nacional, Juan Pablo Pérez Alfonzo tuvo actuaciones
de carácter general y concentró su trabajo parlamentario en el aseso-
ramiento de las comisiones permanentes de las cuales formaba parte,
o como consejero legal de algunos diputados independientes que le
consultaban. Pero no participaba en los debates de las plenarias, por­
que le parecía fastidioso e inútil discutir algo que estaba previamente
aprobado por la mayoría parlamentaria, integrada en su totalidad por
funcionarios del gobierno”.
En 1941 se crea Acción Democrática. Según Rómulo Betancourt un
partido nacido para hacer historia. Pérez Alfonzo fue uno de sus miem­
bros fundadores. El partido fue legalizado y se nutrió del P.D.N., del
|Biblioteca Biográfica Venezolana
52 ! Juan Pablo Pérez Alfonzo

cual era prácticamente una continuación. En 1942 Pérez Alfonzo se


presenta como candidato a concejal por la parroquia de Santa Teresa
y es derrotado por el destacado escritor Felipe Massiani.
En el Congreso, los diputados de A.D., Andrés Eloy Blanco, Luís Lan-
der, Mario García Arocha, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Ricardo Montilla,
Jesús Ortega Bejarano y P. B. Pérez Salinas, forman la Minoría Unifica­
da -un grupo parlamentario de oposición- junto con los diputados
independientes Ricardo Hernández Rovatti, Carlos E. Lemoine, Mar­
tín Vegas y Germán Suárez Flamerich, y los senadores independientes
Luís Barrios Cruz y Alberto Ravell.
En 1943 el Congreso discute la Ley de Hidrocarburos propuesta por
el gobierno de Isaías Medina Angarita, la cual fue aprobada en marzo
por la mayoría oficial. La Minoría Unificada salva su voto en un docu­
mento firmado por Martín Vegas, Andrés Eloy Blanco, Luís Lander,
Mario García Arocha, Jesús Ortega Bejarano, Víctor Alvarado Franco,
Carlos E. Lemoine, Juan Guglielmi, Lorenzo Antonio Vivas y Germán
Orozco Jiménez.
Pérez Alfonzo emitió un voto salvado individual, en el que funda­
menta sus discrepancias con la ley aprobada y con el conjunto de polí­
ticas y acuerdos que acompañaron su aprobación. En su redacción, e
incluso en la mecanografía, lo ayudó Rómulo Betancourt, quien en­
tonces era Secretario General de Acción Democrática. En el voto salva­
do apoya algunos aspectos positivos de la Ley, como la unificación del
régimen de concesiones, el aumento de los impuestos y la obligación
para las compañías de establecer en Venezuela la contabilidad de las
empresas. Pero objeta que no podría alcanzarse la distribución de los
ingresos obtenidos por las empresas productoras en un cincuenta por
ciento para el Estado y un cincuenta por ciento para las compañías, el
llamado fifty-fifty.
También objeta la idea del saneamiento total de la industria. Pérez
Alfonzo, al respecto, dice lo siguiente: “cuando se pretende que las
ventajas señaladas signifiquen la cancelación del pasado, ‘la sanato-
ria absoluta de todo vicio anterior y terminación completa de toda
acción o reclamo que pudiera originarse’ de la situación anterior, se
sostiene una pretensión de imposible realización. Porque si hay algo
Un hombre público 53

cierto, indiscutible, como hecho de la vida real es la situación creada


y mantenida en Venezuela por las industrias del petróleo. Cómo han
expoliado esa riqueza del pueblo venezolano no obstante conocer las
necesidades de ese mismo pueblo, es un hecho público y notorio. Vali­
das las compañías de las debilidades de quienes con y sin derecho han
representado a la Nación, actuando al margen del derecho y la justi­
cia, han realizado utilidades ilegítimas ocasionando daños cuya repa­
ración no puede ser borrada por una simple disposición de una Ley:
no hay, ni puede haber, figura jurídica alguna que haga de la injusti­
cia, derecho”.
Otro aspecto que le merece rechazo es la afirmación de que la Ley
determinaba el marco definitivo para el funcionamiento de la indus­
tria. Si bien Pérez Alfonzo considera un avance que la Ley estableciera
una más clara y definida intervención del Estado en el funcionamien­
to de la industria no creía que se hubieran llenado las aspiraciones de
la nación. Por ello afirma: “Con respecto al futuro que habría de regir­
se por esta Ley dejo ya indicado que ella determina condiciones razo­
nables para los concesionarios, y más justas que las anteriores para la
Nación. Pero en muchos casos no se alcanza sino parcialmente aque­
llo que en razón y justicia debería pretenderse”.
Un revolucionario petrolero

“El 18 de octubre de 1945, unos veinte días después de haberse con­


sagrado la entrega de nuevas concesiones petroleras a los trusts inter­
nacionales, ocurrió un hecho político que estaba destinado a modifi­
car las relaciones petróleo-poder: la revolución de Octubre derrocó al
presidente Medina Angarita, siendo sustituido por la Junta Revolucio­
naria de Gobierno, con Rómulo Betancourt como presidente. Tenía
entonces 37 años y había escrito numerosos trabajos sobre problemas
económicos y sociales de Venezuela y de América Latina y, en particu­
lar, sobre asuntos del petróleo y su vinculación con el capital extranje­
ro”. Así describe Simón Alberto Consalvi el cambio de gobierno que
sucedió entonces, teniendo cuidado en no utilizar la palabra “golpe”.
Rómulo Betancourt fue menos pudoroso. En Venezuela Política y
Petróleo dice: “El gobierno de facto nació de un golpe de estado típico
y no de una bravia insurgencia popular. Lo que tenía de negativo tal
circunstancia no necesita ser subrayado”. Sin embargo, agrega a ren­
glón seguido: “Pero cualquiera hubiera sido su origen, lo cierto es que
estábamos animados de la indeclinable decisión de que el gobierno
provisional le diera al país el viraje revolucionario que reclamaba con
apremio”.
Revolución o golpe, lo cierto es que el 18 de octubre significó un
cambio de época en la historia de Venezuela. Terminaba la hegemonía
Biblioteca Biográfica Venezolana
56 Juan Pablo Pérez Alfonzo

andina, representada principalmente por Cipriano Castro y Juan Vi­


cente de Gómez. Sus sucesores, López Contreras y Medina Angarita
habían intentado realizar una transición gradual y pacífica hacia la
democracia, que se vio frustrada por los sucesos del 18 de Octubre y
porque sus esfuerzos resultaban insuficientes, debido a los resabios
que aún quedaban del gomecismo: el temor al voto popular y el deseo
de cada uno de los jefes de continuar controlando el poder y el ejército.
Alguien que conocía al gomecismo por dentro -Gumersindo Torres-
describe la situación política que precedió al 18 de octubre de 1945 de
la siguiente manera:
“Resuelto a entregar el poder, sin abandonar su aspiración a otro
período, pensó el general López Contreras primero en el doctor Dioge­
nes Escalante y luego en el general Isaías Medina Angarita, quien fue
elegido por el Congreso y tomó posesión de la Presidencia el 5 de mayo
del 41, día de cumpleaños del general López Contreras. El General
Medina carecía de condiciones para el desempeño de tan alto cargo,
ineptitud que aseguraba a López, cuando menos la frecuente asisten­
cia al amigo con sus consejos de hombre más viejo y más versado en
los embrollos de la política y le aseguraba también la probabilidad o
la seguridad de su vuelta al poder en 1946 en justa retribución (...)
Una cosa piensa el burro y otra quien lo ha de montar, dice la vieja
sentencia popular y con esta elección le salió respondona la cría al
Gran Elector de 1941. El elegido no sólo no utilizó a su antiguo jefe,
amigo y protector, sino que no queriendo pasar como un testaferro, se
emancipó totalmente, hasta llegar a ser adversario cuando en el 45
López aspiró a la presidencia. Este choque dividió profundamente a
los dos hombres, a sus respectivos círculos de amigos y dividió al andi­
nismo. (...). Cegados por la ambición no vieron el volcán sobre el que
pisaban, cuya erupción del 18 de octubre cortó el hilo de los sueños y
ambiciones de ambos aspirantes, quienes no pensaron en la Patria,
sino en sí mismos”.
Por otra parte, se inició un nuevo régimen de gobierno que iba a
predominar por lo menos durante los próximos cincuenta años. Un
régimen civil y democrático con voto universal y directo, con un na­
cionalismo que iba a culminar en la nacionalización del petróleo y
Un revolucionario petrolero 57

con una clara preocupación por la educación y la salud de los sectores


populares.
El 18 de Octubre de 1945 no se trató solamente de un cambio de
gobierno. Fue un cambio de enfoque y perspectiva. Rómulo Betancourt
había advertido el 17 de octubre en un mitin realizado en el Nuevo
Circo de Caracas que “Acción Democrática no iría jamás a un gobier­
no como el pariente pobre que entra por la puerta del servicio domés­
tico a ocupar dos o tres de esos llamados ‘ministerios técnicos’ . No
somos un partido formado por literatos diletantes, ni por mosquete­
ros románticos. Somos un partido político que se ha organizado para
que este pueblo, aquí congregado, para que el pueblo venezolano, vaya
al poder y nosotros con ese pueblo a gobernar. Pero gobernaremos
cuando tengamos en las manos las posiciones-clave del Estado, esas
donde se decide la vida política, económica y social del país. Porque a
nosotros no nos interesa el gobierno para que dos o tres miembros del
partido tengan carteras ministeriales: nos interesa para implantar un
programa de salvación nacional”.
En efecto, Acción Democrática ejerció las posiciones claves del Esta­
do en el gobierno que se formó en octubre de 1945. Como explica y
resume Manuel Caballero, “la conjura que estalla el 18 de octubre no
fue una revolución sino un pronunciamiento militar clásico. Lo ac­
tuado a partir de entonces sí merece ser llamado ‘revolución’”.
Juan Pablo Pérez Alfonzo no sabía nada de la conspiración y de los
contactos de algunos dirigentes de AD con los militares. Había sido
elegido hacia poco tiempo vicepresidente del partido, pero en AD sólo
estaban al tanto de la posible revuelta militar Betancourt, Raúl Leoni,
Gonzalo Barrios y Luís Beltrán Prieto Figueroa. El día 18 de octubre,
según el propio Pérez Alfonzo: “Se abstiene de llevar a sus hijos al
colegio americano, situado en Campo Alegre, porque escuchó dispa­
ros en horas tempranas. Pensó que se trataba de un enfrentamiento
entre grupos partidarios de Isaías Medina y los seguidores del General
Eleazar López Contreras”.
“Ese día -relata- no tenía clases en la Universidad. Por la tarde nos
fuimos a caballo hasta Petare, donde aproveché de visitar al pintor
José Fabbiani. En la noche, cuando estaba de regreso en mi casa, ce­
Biblioteca Biográfica Venezolana
58 Juan Pablo Pérez Alfonzo

nando, escuché a Rómulo Betancourt por la radio dirigiéndose al país


como Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Así me ente­
ré de lo que sucedía, porque yo ignoraba que el partido estuviese invo­
lucrado en un golpe cívico-militar. A los pocos minutos de concluir la
alocución, recibí una llamada de Betancourt desde Miraflores notifi­
cándome que en ese mismo instante enviaba por mí a Ricardo Monti-
11a, quien llegó en efecto con una escolta del Ejército, porque todavía
se registraban escaramuzas. Y salí con él a Miraflores a las diez de la
noche”.
Cuando Pérez Alfonzo llegó a Miraflores comenzó a actuar como
consejero jurídico y la primera tarea que le asignaron fue la de redac­
tar el acta constitutiva del nuevo gobierno y los primeros decretos. El
decreto en el que se nombraba el gabinete fue dictado el 21 de Octu­
bre. En él figuraba Juan Pablo Pérez Alfonzo como Ministro de Fomen­
to. El Ministerio de Fomento tenía entre sus responsabilidades super­
visar los asuntos petroleros. Pero estos eran sólo una parte de su campo
de acción. Casi todas las políticas de desarrollo económico, incluyen­
do la industria y el comercio, estaban a su cargo.
Respecto al petróleo, Rómulo Betancourt, refiriéndose a la constitu­
ción del gobierno en 1945 afirma: “si en alguna materia no tuvimos
que improvisar los hombres de Acción Democrática cuando asumi­
mos las responsabilidades de gobierno fue en ésta de la política petro­
lera. Teníamos conocimiento del problema, fórmulas concretas para
abordarlo y decisión de rectificar, de una vez por todas, el rumbo en-
treguista, o vacilante, que siempre habían adoptado los gobiernos v e
nezolanos ante los consorcios del petróleo”.
Los lincamientos de la política los define Rómulo Betancourt en Ve­
nezuela Política y Petróleo en ocho puntos que el califica como “fór­
mulas simples y concretas”. Pero más simple aun es la formulación
que hace Pérez Alfonzo en la Introducción a Memoria del Ministerio
de Fomento de 1947. Sintetiza en cinco puntos “los principios genera­
les que han servido de guía a la política petrolera”, los cuales son:
“1. Mantener la Ley de 1943.
2. No otorgar nuevas concesiones.
Un revolucionario petrolero 59

3. Cuidar de la conservación de los yacimientos y mejorar el aprove


chamiento del gas producido.
4. Vigilar la participación de la Nación en las ganancias de la
industria.
5. Procurar la mayor industrialización de los petróleos venezolanos”.
Según Betancourt “la forma como se ajustó el gobierno democrático
a ese programa, es un testimonio más que entre los años 1945 y 1948
gobernó a Venezuela un equipo no sólo capaz de planificar, sino tam­
bién de ejecutar lo planeado. Y es de elemental justicia decir que la
realización de nuestra política de hidrocarburos tuvo su timonel efi­
caz en un venezolano capaz y honrado, excepcionalmente dotado para
la gestión de gobierno: el doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo, Ministro de
Fomento durante el trienio 1945-1948”.
El estilo también formó parte de esa política. Al respecto afirma Be­
tancourt: “Como no éramos demagogos, sino hombres con vocación
de gobierno, supimos dar un viraje de ciento ochenta grados en la
manera de comportarnos públicamente ante la industria del petró­
leo. Habíamos pronunciado centenares de discursos y escrito monta­
ñas de papel exigiendo rectificaciones en las relaciones entre el Esta­
do y ese sector fundamental de la economía venezolana. Pero ya en el
gobierno dejamos de hablar y de escribir, con acento polémico, en
torno del petróleo, porque -como dije en el Mensaje presidencial al
Congreso de 1948- cuando se tienen responsabilidades de Gobierno e
instrumentos de acción en las manos, resulta preferible la acción a la
palabra”.
Pérez Alfonzo, en una carta a Betancourt objeta lo anterior, en tér­
minos que lo caracterizan: “no me gusta nada -ni siquiera en la pri­
mera persona del plural- aparecer dando un viraje de 180 para ser
hombre de gobierno. (...) me parece mucho más correcto lo que dices
en otra parte de que ‘ya en el poder no repetimos aquello de Clemen-
ceau de que las cosas se ven distintas desde las barricadas y desde el
gobierno’. La acción no es nada opuesto a la palabra. Se pasa de una a
otra sin dar vuelta”.
Mantener la ley de 1943 quería decir no nacionalizar. Según explica
Pérez Alfonzo, esto “significaba que no pretendemos expropiar los
Biblioteca Biográfica Venezolana
60 Juan Pablo Pérez Alfonzo

intereses dedicados a la industria del petróleo, y por consiguiente ase


guramos su estabilidad, que es condición indispensable para el mejor
funcionamiento de las actividades económicas. Y como a los particu­
lares no se han otorgado ni se piensan otorgar nuevas concesiones de
acuerdo con la Ley de 1943, resulta sin objeto cualquier reforma”.
Rómulo Betancourt lo explica de la siguiente manera: “Nunca ha­
bíamos coqueteado con la idea de una posible nacionalización por
decreto (...) cuando arribamos nosotros al Gobierno, prácticamente la
totalidad de la economía venezolana y parte apreciable de la actividad
fiscal giraban alrededor del pivote petrolero. (...) frente a tales realida­
des hubiera sido una suicida voltereta en el vacío la nacionalización
por decreto de la industria petrolera”.
En cuanto a la participación fiscal en la renta petrolera, se tomaron
medidas rápidamente. El 31 de diciembre de 1945 se promulgó el de­
creto 112 que establecía un impuesto extraordinario sobre los benefi­
cios obtenidos ese año que afectaba fundamentalmente a las empre­
sas petroleras. De esta forma se logró por primera vez que la nación
obtuviera del petróleo extraído de su suelo ganancias apreciablemen-
te superiores a las que obtenía la industria petrolera extranjera que
operaba en el país. Como se dijo en la Memoria del Ministerio de Fo­
mento de 1946: “Este impuesto con su firme basamento y sin bullicios
ni alharaca, representó a la nación un rendimiento económico supe­
rior al de la reforma petrolera (de 1943)”. Según narra Betancourt: “En
informe de septiembre de 1946, el doctor Carlos D’Ascoli, quien como
ministro de Hacienda colaboró en la elaboración de la política de A.D.
en materia de petróleo, expresó que para esa fecha se habían liquida­
do planillas por concepto de ese impuesto adicional por un monto de
más de noventa millones de bolívares, de los cuales correspondió pa­
gar a las empresas petroleras el 98,5% del total”.
El decreto 112 sobre utilidades extraordinarias era aplicable una sola
vez. Por ello se elaboró el decreto-ley 212 que aumentaba la tasa del
impuesto sobre la renta de las ganancias mayores de 28 millones (can­
tidad que sólo obtenían en Venezuela las empresas petroleras) de 9,5%
a 26%. Este decreto se sometió a la consideración de la Asamblea Cons­
tituyente en 1947 y fue aprobado por unanimidad. La nueva política
Un revolucionario petrolero 61

comenzó a dar resultados positivos favorables al Fisco pero, en 1947,


no se alcanzó el objetivo de que la nación obtuviera por lo menos la
mitad de las ganancias de las empresas. Por esta razón en 1948 se so­
metió a la consideración del Congreso un proyecto de ley que estable­
cía que si sumados todos los impuestos pagados por las empresas, la
tributación no alcanzaba al 50% de sus ganancias, debían pagar la
diferencia de manera que se lograra esa proporción. La ley fue aproba­
da sin enmiendas y promulgada por el presidente Rómulo Gallegos
doce días antes de su derrocamiento. Como dice Simón Alberto Con-
salvi: “para extremar las ironías de la historia (...) la democracia le de­
jaba a la dictadura una bonanza fiscal sin precedente”.
En 1948 el Presidente Rómulo Gallegos viaja en visita oficial a Esta­
dos Unidos. Lo acompañan los ministros Gonzalo Barrios, Andrés Eloy
Blanco, Raúl Leoni, Manuel Pérez Guerrero y Juan Pablo Pérez Alfon­
zo. Este último cuenta lo siguiente: “Recuerdo una conversación con
el Presidente Harry Truman en el ferrocarril que nos conducía hacia
el pueblo Bolívar, donde íbamos a inaugurar una estatua del Liberta­
dor. (...) En el vagón iban los dos presidentes y como el canciller An­
drés Eloy Blanco no dominaba el inglés tuve yo que servirle de intér­
prete al Presidente Gallegos, en tanto que el Embajador de Estados
Unidos en Venezuela, Walter Donnally, actuó como intérprete del Pre­
sidente Truman. (...) En medio de las conversaciones en el ferrocarril,
Donnally aprovechó para decirle a Truman que en Venezuela había­
mos alcanzado una situación satisfactoria pero que las compañías
petroleras habían sufrido mucho con los embates de la presión ejerci­
da por mí desde el gobierno. Para su sorpresa la reacción de Truman
consistió en estimularme para que apretara más a las compañías pe­
troleras; porque -dijo Truman- con los grandes intereses nunca se
sabe cuando se ha llegado a una situación de justicia”.
Un asunto que quedó pendiente en la política petrolera del “trienio
adeco” fue la creación de una empresa nacional para la explotación y
refinación del petróleo. Durante el gobierno de Gallegos se creó una
comisión para el tema integrada por Alberto Carnevali, Enrique Ague-
rreverre y Manuel Egaña. Pero el golpe de Estado impidió que esta
concluyera sus trabajos.
Biblioteca Biográfica Venezolana
62 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Como se ha dicho anteriormente, ni el Ministerio de Fomento ni


Pérez Alfonzo se dedicaron solamente al petróleo. En la Introducción
a la Memoria del Ministerio de Fomento de 1947, por ejemplo, se ha­
cen las siguientes consideraciones: “Dentro del programa general de
sanear nuestra economía fomentando y diversificando la producción,
señalamos que ocupa puesto de primera prioridad la producción agrí­
cola y pecuaria, por cuanto ella es la base y garantía de todo ulterior
desarrollo. Del mismo modo la industria de alimentos complementa
y asegura aquella producción elevando su utilidad y rendimiento. Tam­
bién hemos insistido en que dentro de esa línea general cabe prestar
atención a otras oportunidades de incrementar otras fuentes de pro­
ducción. Es así que nos preocupamos de aprovechar las circunstancias
favorables a la instalación de una industria siderúrgica, que por otros
motivos sólo correspondería a una etapa muy posterior de nuestro
desarrollo (...) Por las razones que quedan expuestas, tiene que ser
nuestro propósito apoyar la industria manufacturera por todos los
medios adecuados (...) Tratamos antes que nada de crear un medio
favorable al desarrollo de las industrias por los particulares. La Admi­
nistración Pública a través de las diferentes dependencias trabaja en
mejorar rápidamente todos los sistemas de comunicación: adelanta
los planes de electrificación del país que garantizarán un suministro
de energía abundante y barata, y el suministro de combustible se man­
tiene a precios mínimos y en cantidades ilimitadas” .
Los párrafos siguientes de la introducción a la Memoria del Ministe­
rio de Fomento delinean los grandes rasgos de una política de fomen­
to industrial basada en la sustitución de importaciones y la protec­
ción a la industria nacional. Esta política no se pudo aplicar totalmente
por lo corto del período en que se intentó ponerla en marcha, pero se
crearon muchos de los instrumentos que la hacían posible. Posterior­
mente, cuando Acción Democrática vuelva al gobierno en 1959, la
política de sustitución de importaciones se instrumentará de manera
amplia y coherente.
En el diseño e instrumentación de estas políticas tiene un papel re­
levante la intervención del Estado. Al respecto dice Pérez Alfonzo en la
Memoria de 1947: “En una economía como la venezolana, con los ca-
Un revolucionario petrolero 63

racteres que la distinguen, entre los cuales se destacan la especial po­


sición fiscal con su fuente principal de entrada directamente fijada
sobre la riqueza nacional más importante, o sea el petróleo, nadie
puede discutir la necesidad de que el Estado impulse el fomento de la
producción y atienda los problemas de abastecimiento de las crecien­
tes necesidades de la población”.
Uno de los instrumentos más importantes para llevar a cabo esta
política fue la Corporación Venezolana de Fomento. Establecida por
decreto-ley de mayo de 1946, “este organismo fue creado con el propó­
sito de contar con un instrumento adecuado a la tarea de planificar y
coordinar la participación del Estado en el fomento de la producción
nacional”. Adscrita al Ministerio de Fomento, su primer presidente
fue Alejandro Oropeza Castillo.
Además de esta política general, desde el Ministerio de Fomento se
impulsaron muchas iniciativas novedosas como la regulación de los
alquileres, la reducción de las tarifas de electricidad y de los produc­
tos del petróleo en el mercado nacional y la creación del Consejo de
Economía Nacional, en el que estaban representados los diferentes
sectores productivos de la vida nacional, incluyendo los laborales, y
las universidades.
Este conjunto de políticas no pudo ampliarse y profundizarse y su
ejecución quedó interrumpida por el golpe de Estado del 24 de No­
viembre de 1948. Esta asonada puramente militar impuso en el go­
bierno a una Junta Militar de Gobierno, presidida por el hasta enton­
ces Ministro de Defensa, Carlos Delgado Chalbaud.
Un exilado estudioso

Juan Pablo Pérez Alfonzo fue apresado en su casa en la madrugada


del 25 de noviembre de 1948. Lo llevaron al comando del motoblinda-
do donde estaban detenidos varios ministros. Luego lo trasladaron a
la cárcel de Pro-Patria. Ahí permaneció siete meses. A fines de junio de
1949 lo subieron en un avión comercial en compañía de Alejandro
Oropeza Castillo, les entregaron pasaportes y les notificaron que su
destino era Miami. Desde Miami viajó a Nueva York donde se encontró
con Rómulo Betancourt y Carlos D’Ascoli. Comenzaba el exilio, que
iba durar nueve años.
Después de una breve estada en Princeton se radicó en la ciudad de
Washington. Se dedicó al estudio. Vivía del alquiler de dos inmuebles
que tenía en Caracas. En Washington estaban sus amigos Marcos Fal­
con Briceño, Carlos Pérez de la Cova y Carlos D’Ascoli. En esa ciudad
nace su hija, Alicia.
Pérez Alfonzo establece desde Washington una correspondencia con
Rómulo Betancourt que se transforma en colaboración cuando éste
último comienza a redactar Venezuela. Política y Petróleo, su obra
escrita más ambiciosa. En las publicaciones de documentos del Archi­
vo de Rómulo Betancourt pueden leerse algunas de las cartas que inter­
cambiaron. Pérez Alfonzo, el 14 de octubre de 1952, escribe lo siguien­
te: “te adelanto unas líneas para darte, como lo deseas, algunos datos
Biblioteca Biográfica Venezolana
661 Juan Pablo Pérez Alfonzo

sobre las campañas de prensa en pro de determinadas consignas nues­


tras que llevé a cabo desde Ahora u otros órganos de prensa y que,
según la intención que presumo de tus líneas sobre el particular, quie­
res para ir complementando las citas que sobre la intervención de di­
versos de nosotros, has venido incluyendo en el libro”. A continuación
menciona una serie de artículos, todos ellos posteriores a la funda­
ción de A.D. y anteriores a su llegada al gobierno, que abarcan los más
variados tópicos y muestran la amplitud de áreas de interés que tenía
Pérez Alfonzo. Entre ellas el impuesto sobre la renta, el crédito agríco­
la, el desarrollo industrial y los fletes marítimos.
El 31 de octubre de 1952, Pérez Alfonzo le envía una larga carta con
observaciones al borrador de una parte de Venezuela Política y Petró­
leo. Los comentarios son críticos y a veces severos, lo que muestra la
confianza que se tenían y lo estrecho de la relación. Pero la carta se
inicia con una queja porque Betancourt no le da en su texto suficiente
relevancia a la participación de Pérez Alfonzo en el trienio adeco. Co­
mienza así:

“Querido Rómulo:
Todas mis cartas anteriores relativas a tus trabajos para el libro no
han sido fáciles. Supuse que la colaboración solicitada me imponía el
deber, no tanto de aplaudirte todo lo mucho bueno y cierto que dejas
allí estampado, que ya de esto habrá mucha gente que se ocupe, sino
más bien de observarte lo que en mi concepto he creído equivocado,
para ayudarte en lo que podía a mejorar esa obra que realizas y a tra­
tar que alcanzara mejor los propósitos que te marcabas.

Señalar defectos, ciertos o posibles, especialmente por escrito cuan­


do hasta la entonación de su lectura puede variar el sentido que se
propone, es tarea bien molesta tanto para el crítico como para el criti­
cado o víctima. Para mi ha sido verdadera empresa el forzarme a dorar
la píldora pero cumpliendo en darte la medicina que he creído nece­
saria para atender a tu solicitud. Pero esta vez la cosa es más complica­
da y me resulta más difícil, porque está en juego un interés y senti­
miento personal que puede restarle objetividad al caso.
Un exilado estudioso 67

No sé si será (...) que el paso de los años y el trabajar constantemente


en una labor interminable que no tiene aliciente de inmediato, me
hayan hipersensibilizado y henchido una escondida vanidad que alar­
deaba no tener. Cualquiera sea la causa, lo cierto es que encuentro
excesivamente desvaída la participación que tuve en la política petro­
lera deA.D. Esto me importa y me molesta porque al derecho y al p e
tróleo he dedicado con todo desprendimiento mi mayor esfuerzo, y
tengo conciencia de que no ha sido en vano. Quizás hayas dado de
propósito este trato al asunto para no ‘herir mi natural humilde’ como
dirían por allá; quizás porque el deseado trabajo de equipo piensas
que se representa en esa forma. Yo pienso que no tampoco logras este
último propósito. Los hombres de Acción Democrática para allá y para
acá, y el equipo, y el conjunto y el uso de la primera persona del plu­
ral, no son bastantes para crear la idea que se dice, cuando el capitán
además de dirigir, de pichar yjonronear, resulta también quechando
y hasta atajando fiáis por primera base.
Ahora vengo a darme cuenta de aquella observación que me antici­
paste de que quizás me resultaras demasiado autocitado. Explicabas
entonces que qué podías hacer cuando esa era la situación real y no
podías inventar la participación de otros. Y así es: en nuestros países,
al mismo tiempo que se repican las campanas es necesario andar la
procesión, o siguiendo el mismo símil del equipo, se necesita jugar
picher y quechar etc. Más por esto mismo, cuando es posible conviene
dejar que otro actúe de sustituto en alguna de esas posiciones, en vez
de, arrastrado por el hábito, desperdiciar la ocasión. Desentona más
aún la cosa en el contexto de todo el trabajo cuando poco antes se leen
elogios, quizás exagerados para el Diputado Pérez Alfonzo, que luego
desaparece en la penumbra del despacho ejecutivo.”
Como esta correspondencia se realiza cuando el libro estaba siendo
redactado, no sabemos si el párrafo de reconocimiento a Pérez Alfon­
zo que citamos en la sección anterior fue escrito antes o después de
esta carta. Pero aparentemente habría sido escrito después, lo que
mostraría que Betancourt habría acogido la crítica que se le hacía so­
bre el particular.
Biblioteca Biográfica Venezolana
68 Juan Pablo Pérez Alfonzo

El intercambio continúa. En una carta de Betancourt a Pérez Alfon­


zo de octubre de 1955, le participa que ha terminado el “mamotreto” ,
o sea Venezuela Política y Petróleo, y lo está pasando en limpio. En
otra, fechada en San José de Costa Rica en febrero de 1954 y con la que
envía un paquete de impresos, le dice “verás leyendo el manifiesto...
como no uso n i una sola vez la palabra imperialismo”. Y razona: “esa
palabra, expresión de un hecho económico admitido por la ciencia
oficial ha adquirido una modalidad típica (...) por el machacón léxico
comunista. (...) Pero hay algo que tenemos que ver claro. Con nuestro
propio lenguaje, según nuestros propios enfoques, estamos obligados
a recoger un sentimiento existente en el país y a orientarlo. El que
pugna contra la colonización económica.” En otra, de abril de 1956,
también aborda el tema del imperio, pero esta vez referido a las com­
pañías petroleras: “Participo de la misma preocupación tuya de que
no se digan cosas que más bien debiliten la posición del país en su
trato con las Compañías. (...) Mejor para nosotros sería -desde el punto
de vista de la muy humana vanidad- dejar envuelta en cierto halo de
misterio la conducta de las compañías frente a los gobiernos que diri­
gimos. Pero considero que lo más patriótico y lo más partidista, tam­
bién, es situar las cosas en su justo lugar. Creo que la moraleja es (...) la
de que si las Compañías aceptaron las regulaciones del gobierno de
ayer de A.D. también aceptarían las del futuro gobierno de ese mismo
partido. Opíname”.
En junio de 1954 ante noticias de que se pensaba otorgar nuevas
concesiones petroleras en Venezuela, Pérez Alfonzo le dirige a la presi­
dencia de la república de Venezuela un telegrama en los siguientes
términos:

NLT - Marcos Pérez Jiménez


Palacio de Miraflores
Caracas

Noticias recientes informan posibilidad nuevas concesiones petró­


leo. Reúno datos entregaré Embajada antes de fin de mes comproban­
do inconvenientes semejante medida. Sería el mayor daño causado a
Un exilado estudioso 69

Venezuela. ¿Antes resolver quiere esperar estudiar personalmente esta


información?

Pérez Alfonzo
Wash.D.C. junio 9 de 1954- 2910 Glover Drive. N.W - tel: WO-62032

El telegrama, que no se hizo público con el objeto de evitar que se


considerara una maniobra política, recibió la siguiente contestación:

Número 256. La Secretaría de la Presidencia de la República se dirige


al señor doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo en la oportunidad de mani­
festarle, en relación con su radiograma del 9 del mes en curso para el
señor Presidente de la República, que el autor de la opinión acerca de
la materia a la cual se refiere dicho mensaje no tiene autoridad moral
ni técnica para dar consejos sobre el particular.
Mal puede hablar de medidas inconvenientes para la nación venezo­
lana quien, como el doctor Pérez Alfonzo, fue destacado personero
ideológico y alto funcionario del Gobierno de Acción Democrática que
es, sin duda alguna por los sobrados motivos que lo prueban, el más
nefasto que ha tenido el país y mucho menos ahora cuando existe un
Régimen que, en contraste definitivo con las actuaciones antinaciona­
les del adequismo, se caracteriza por la defensa de los intereses de
Venezuela.
Miraflores, 16 de junio de 1954 (fda)

En 1955 Pérez Alfonzo se trasladó a México y dejó en Estados Unidos


a sus tres hijos mayores, estudiando en la universidad. En México ha­
bía una numerosa colonia de exilados venezolanos y resultaba menos
costoso vivir. En esta época publicó en Venezuela Democrática, perió­
dico de Acción Democrática que se editaba en México, dos trabajos:
“La Cuestión Monetaria” y “La Cláusula Sindical”.
A finales de 1957 se dirige en automóvil, junto con su esposa Alicia,
desde ciudad de México a Nueva York para continuar con un viaje en
barco hacia Europa. En Nueva York, según cuenta Eloy Porras, “se re
úne con Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, quienes
Biblioteca Biográfica Venezolana
70 Juan Pablo Pérez Alfonzo

le invitan a regresar junto con ellos a Venezuela, ante la inminente


caída del dictador. Pero Juan Pablo persiste en su plan de recorrer Eu­
ropa y se embarca rumbo a París. Cuando llega a la capital francesa, a
fines de enero de 1958, se entera de que ya el dictador ha huido. Reci­
be la visita de Manuel Pérez Guerrero y Luís Esteban Rey, quienes esta­
ban en París. Y este último dice fYa cayó el hombre! ! Vámonos para
Caracas! Juan Pablo rechaza de nuevo la invitación. Les responde que
este viaje europeo lo estuvo planificando durante más de veinte años y
debía completarlo”.
El 23 de enero de 1958 había caído el gobierno del general Marcos
Pérez Jiménez. Se conformó una Junta de Gobierno presidida por el
contralmirante Wolfgang Larrazabal Ugueto y el nuevo gobierno pro­
metió restituir las libertades y convocar a elecciones en menos de un
año con el objeto de restablecer el régimen democrático. Son libera­
dos los presos políticos y regresan del exilio los líderes de los partidos
que habían sido ilegalizados. Se suceden varios intentos de golpe de
estado militares que son sofocados con la ayuda de manifestaciones
populares. Un espíritu de unidad y solidaridad -el llamado “espíritu
del 23 de enero”- predomina en la vida política.
Pérez Alfonzo permaneció seis meses en el viejo continente antes de
retornar a México. En agosto de 1958 puso fin a su exilio de nueve
años y regresó a Venezuela. Al poco tiempo, va a Cumaná con el propó­
sito de seleccionar un lote apropiado para dedicarse a la producción
agrícola, tal como lo había intentado en México.
En septiembre volvió a México para ocuparse de la asistencia al cole­
gio de sus hijos menores. El 31 de octubre de 1958 se firma el llamado
“Pacto de Punto Fijo” por los líderes de los principales partidos políti­
cos, Acción Democrática, Unión Republicana Democrática (U.R.D) y
Copei. El acuerdo contempla 1) defensa de la constitucionalidad y del
derecho a gobernar conforme al resultado electoral; 2) gobierno de
unidad nacional: se formaría un gobierno de coalición y ninguno de
los partidos tendría hegemonía en el gabinete ejecutivo; 3) los tres
partidos se comprometen a presentar un programa mínimo común.
Cuando se aproximaban las elecciones de diciembre Pérez Alfonzo
recibe un cablegrama de la dirección nacional de Acción Democrática
Un exilado estudioso 71

notificándole que habían resuelto incluirlo en las listas de candidatos


a senadores. Contestó inmediatamente desautorizándolos y ratifican­
do su determinación de permanecer al margen de los asuntos públi­
cos, incluidos los parlamentarios.
Rómulo Betancourt deseaba que Pérez Alfonzo lo asesorara en la
campaña electoral. Y fue a la casa familiar de Caracas ofreciendo pa­
gar el costo del pasaje desde México con cargo a las finanzas del parti­
do para asegurar que Pérez Alfonzo trabajara en el programa petrole­
ro de su campaña presidencial.
Se convocaron las elecciones nacionales para el mes de diciembre y
los candidatos a presidente fueron Rómulo Betancourt, por A.D, Ra­
fael Caldera, por Copei, y Wolfgang Larrazabal, por URD y el Partido
Comunista. Para poder ser candidato, Larrazabal debe renunciar a la
Presidencia de la Junta de Gobierno. En su reemplazo es nombrado el
doctor Edgar Sanabria, quien asume el 14 de noviembre.
Después de las elecciones, que ganó ampliamente Rómulo Betan­
court, el gobierno de Sanabria emite el 19 de diciembre de 1958 el
Decreto 476 que reforma la Ley del impuesto sobre la renta de tal ma­
nera que se eleva la participación de nación más allá del 50-50 (“fifty-
fifty”) y pasa a ser por lo menos 60-40 a favor de la nación venezolana,
lo que constituía un nuevo precedente en las relaciones petroleras in­
ternacionales. Julio Diez era ministro de Minas e Hidrocarburos y José
Antonio Mayobre Ministro de Hacienda. Las compañías petroleras, en
particular la Creole, reaccionaron indignadas ante esta medida. Pero
tenían una capacidad de presión disminuida por el inminente cam­
bio de gobierno y el advenimiento de un gobierno democrático con
amplio respaldo popular.
Respecto a esta medida el doctor Edgar Sanabria dijo en el mensaje
de la Junta de Gobierno presentado al Congreso Nacional: “En m ate
ria de hidrocarburos y el ramo de minas en general, el paso de mayor
trascendencia consistió en dotar a la Nación de un nuevo instrumento
impositivo (...) El gobierno Provisional había dispuesto el estudio de
una reforma que permitiera al Estado una participación más justa en
la explotación de su riqueza petrolera y minera. Intervino en la elabo­
ración de ese proyecto el Ministerio de Minas e Hidrocarburos, aprove­
Biblioteca Biográfica Venezolana
72 Juan Pablo Pérez Alfonzo

chando estudios adelantados por el Ministerio de Hacienda que, sin


variar el status jurídico que rige las relaciones entre las empresas ex­
tractivas y la Nación, estaba destinada a afectar por igual a las grandes
ganancias que se obtuvieran en el país. En dicha tarea colaboraron los
técnicos del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, quienes se manifes­
taron conformes en adoptar el criterio sostenido por el Despacho de
Hacienda, ya que se trataba de una reforma impositiva que el Estado
podía implantar por simple acto de soberanía, sin modificar ni alterar
la Ley de Hidrocarburos y la Ley de Minas y que permitiría a la Nación
venezolana una más equitativa participación en la explotación de su
petróleo y de su hierro”.
En Acción Democrática hubo reacciones encontradas en relación al
decreto. Algunos dirigentes consideraban que una medida de tanta
trascendencia no debía ser adoptada por un gobierno provisional si
ya existía un presidente constitucional electo. Pérez Alfonzo manifes­
tó su opinión dentro del partido con los siguientes argumentos: “No
se puede perder tiempo. Puede ser que la intención de Sanabria sea
egoísta, para salir él con esa bandera de gran valor político; pero no
olviden que fuimos nosotros en AD quienes señalamos el camino cuan­
do éramos también gobierno provisorio. Sanabria no hace otra cosa
que repetir la enseñanza del año 45, así que de todos modos salimos
gananciosos, porque en fin de cuentas es el país el que sale ganando y
eso es lo que realmente importa”.Acción Democrática apoyó la medida.
Pérez Alfonzo finalmente accede a convertirse en Ministro de Minas
e Hidrocarburos, aunque condicionándolo a una permanencia limita­
da de sólo dos años, que finalmente sería mucho más prolongada.
Durante esta segunda gestión instrumentó una política petrolera que
luego bautizaría como el “pentágono petrolero”, una de cuyas líneas
de acción más relevantes sería la creación de la Organización de Paí­
ses Exportadores de Petróleo, la OPEP.
73

El padre de la OPEP

Cuando Juan Pablo Pérez Alfonzo asume la cartera de Minas e Hidro­


carburos, el 13 de febrero de 1959, se impone como tarea continuar y
completar la obra realizada durante el trienio 1945-1948, adaptando
las acciones de corto plazo a las condiciones que presentaba el merca­
do petrolero, pero sin perder de vista las metas y principios de media­
no y largo plazo. “La política de defensa y conservación del petróleo
en Venezuela -afirm a- es la consecuencia razonable de la situación
nacional e internacional que se ha vivido. No es un hallazgo casual ni
una improvisación. No se la inventó al capricho ni en forma imagina­
ria, sino que es lo que se consideró necesario (para) hacer frente a los
hechos que directa e indirectamente tienen relación con el recurso
natural más importante del país”.
La política petrolera internacional fue quizás el elemento más nove
doso. Aunque en la década de los cuarenta Pérez Alfonzo había conce
bido la necesidad de un acercamiento con los países exportadores del
Medio Oriente y había enviado una delegación a Washington para
entrar en contacto con el embajador de Irán, ese primer intento había
quedado en suspenso con el golpe de estado de 1948. Desde entonces
habían sucedido en el Medio Oriente una serie de acontecimientos
que habían reforzado el nacionalismo en la región, como el intento de
nacionalización de la industria petrolera en Irán, por parte del pri­
Biblioteca Biográfica Venezolana
74 Juan Pablo Pérez Alfonzo

mer ministro Mohammed Mossadegh, y la crisis del Canal de Suez. Si


a esto se añadía la irritación creada por el manejo que las compañías
petroleras estaban haciendo de los precios a finales de la década de los
cincuenta, las condiciones para una ofensiva diplomática parecían
propicias. Desde el punto de vista venezolano, además, las restriccio­
nes impuestas al acceso al mercado de los Estados Unidos obligaban a
buscar nuevos horizontes.
Los hechos que condujeron a la creación de la OPEP se produjeron
casi inmediatamente después de la toma de posesión de Rómulo Be­
tancourt. Los gobiernos árabes habían invitado a Venezuela a partici­
par en el primer Congreso Petrolero Arabe que se celebraría en El Cai­
ro, Egipto, del 16 al 21 de abril de 1959. Pérez Alfonzo entendió que
esta conferencia le permitiría promover ideas que había concebido
desde hacía mucho tiempo, tales como la de crear un “compacto pe­
trolero” o acuerdo entre los países exportadores de petróleo. En di­
ciembre de 1958 habló con Manuél Pérez Guerrero, quien se encontra­
ba en Argelia, y le pidió que informara a las contrapartes árabes la
disposición del gobierno electo de Venezuela de participar en el Con­
greso. Ya se habían realizado las elecciones, pero el cambio de gobier­
no no se efectuaría sino hasta el 13 de febrero de 1959.
Pérez Guerrero no sólo estaba al tanto de los propósitos e ideas de
Pérez Alfonzo sino que había ayudado a crearlas en largas conversa­
ciones que ambos habían mantenido en el exilio. Tenía, además, la
ventaja de contar con amplios contactos en los países árabes, en don­
de había sido representante permanente de las Naciones Unidas y cuyo
idioma dominaba.
El acercamiento a los países árabes era algo que Pérez Alfonzo consi­
deraba necesario por varias razones. En primer lugar, permitiría te­
ner una mejor supervisión de las grandes compañías petroleras inter­
nacionales y evitaría que manejaran el mercado internacional a su
antojo. En segundo lugar, haría posible lograr y consolidar una mayor
participación en los beneficios de la actividad petrolera si se lograba
impedir una carrera de estímulos para atraer la inversión, la cual ter­
minaría perjudicando a los países productores. En tercer lugar, desde
el punto de vista nacional, dificultaría que se produjera una compe­
El padre de la OPEP 75

tencia ruinosa, una guerra de precios, en la cual Venezuela tenía to­


das las condiciones para perder porque sus costos de producción eran
más altos que los de los países árabes. En cuarto lugar, haría posible
que los países productores tuvieran ingerencia en la determinación
de los precios de los hidrocarburos con lo que sería posible suavizar
las grandes fluctuaciones que presentaban y que tanto afectaban la
estabilidad de sus economías. En todas ellas el petróleo representaba
un alto porcentaje de sus exportaciones y de sus ingresos fiscales. En
quinto lugar, la coordinación de los productores permitiría adecuar
de manera racional la oferta y la demanda petrolera, incluso even­
tualmente mediante acuerdos con los países consumidores. Esto ayu­
daría también a evitar las grandes fluctuaciones de precios ocasiona­
das por la subproducción o sobreproducción a la vez que significaría
un uso más racional y por tanto menos despilfarro y mayor conserva­
ción de un recurso natural no renovable.
Estas ideas le habían surgido a Pérez Alfonzo de su vasto conocimiento
del mundo petrolero, en el cual la regulación del mercado había juga­
do un papel crucial a lo largo de su historia. Acostumbraba citar tres
casos emblemáticos. El de la Standard Oil, cuyo nombre se origina en
que estandarizó los abastecimientos y controló los mercados. El de la
reunión de Achnacarry, realizada en 1928, en la cual las grandes com­
pañías petroleras (Royal Dutch Shell, Standard Oil Company, Anglo-
Iranian, Gulf\ acordaron una repartición de mercados y áreas de in­
fluencia. Y, en especial, la actividad de la Texas Railway Commission,
entidad gubernamental encargada desde la década de los treinta de
prorratear la producción entre los petroleros de ese estado y evitar así
el desorden y la anarquía en los mercados.
En los dos últimos casos se había tratado de esfuerzos por evitar caí­
das de precios abruptas provocadas por la sobreproducción originada
por el descubrimiento de nuevos yacimientos petroleros. El acuerdo de
Achnacarry había tenido como protagonistas a los jefes de las grandes
compañias productoras internacionales, mientras que la Texas Railway
Commission había actuado como una agencia reguladora gubernamen­
tal. Pero la solución había sido la misma: el prorrateo de la producción
mediante el establecimiento de cuotas para los productores.
Biblioteca Biográfica Venezolana
76 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Ahora se trataba de hacer algo similar pero entre los gobiernos de


los países en donde se encontraban los grandes campos petroleros. Las
circunstancias eran propicias y lo hacían-necesaria En los años cua­
renta el exceso de oferta se había producido por la entrada en el mer­
cado de la producción de nuevos yacimientos en el Medio Oriente.
Pero el crecimiento de la demanda después de la Segunda Guerra
Mundial fue tan grande que se evitaron perturbaciones mayores.
A finales de los años cincuenta el petróleo excedente que estaba en­
trando al mercado era el de la Unión Soviética, que había recuperado
su capacidad de producción. Un elemento adicional para la sobreofer-
ta era el hecho de que Estados Unidos, a principios del año 1959, ha­
bía cerrado parcialmente su mercado al establecer cuotas para sus
importaciones, en una típica medida proteccionista y de sustitución
de importaciones. Esto afectaba particularmente a Venezuela, cuyas
exportaciones estaban dirigidas en un 40% hacia el mercado norte­
americano.
La situación descrita se reflejaba en los precios del petróleo, cada
vez menores. Las compañías transnacionales habían mantenido tradi­
cionalmente los precios del petróleo crudo relativamente bajos. Como
eran corporaciones integradas que manejaban el negocio desde la ex­
plotación de los pozos hasta llegar al consumidor final podían mani­
pular los precios de manera de realizar las ganancias en la etapa del
proceso que más les conviniera.
Dado que ya para 1959 los países exportadores habían introducido
impuestos y otras cargas que significaban la recaudación de por lo
menos la mitad de las ganancias en la etapa de extracción del crudo,
las compañías habían optado por realizar las ganancias en una etapa
más avanzada del proceso, lo que acostumbra a llamarse “aguas abajo”.
Las compañías fijaban unos precios de referencia para el petróleo
crudo que servían para el cálculo del pago de los impuestos y que no
coincidían con el precio real de venta o precio de realización. Los pre
cios de referencia se habían mantenido estables durante varios años,
lo que daba cierta estabilidad a los ingresos fiscales de los países ex­
portadores.
El padre de la OPEP 77

La caída de precios de venta real, o de realización, que provocó a


finales de los años cincuenta el exceso de oferta significó que éstos se
situaran en niveles menores que los precios de referencia. Ante esta
situación las empresas consideraban que ellas estaban absorbiendo
todas las pérdidas (o disminución de las ganancias) ya que los gobier­
nos seguían cobrando sus impuestos utilizando los precios de referen­
cia. Entonces decidieron, liderizados por la British Petroleum, reducir
estos últimos a principios de 1959, lo que significaba reducir los in­
gresos de los países exportadores de petróleo. No obstante los efectos
negativos para estos países, las compañías adoptaron la medida sin
haber consultado a los gobiernos afectados, lo que obviamente creó
malestar. En tales circunstancias era menos difícil pensar en un acer­
camiento entre los países exportadores.
El Congreso Petrolero Arabe era una reunión en la que participaban
productores y consumidores, gobiernos y compañías. En consecuen­
cia, el acercamiento de Venezuela a los países árabes con el objeto de
proponerles actuar como un bloque no podía darse en sus deliberacio­
nes oficiales. Venezuela había llevado una delegación muy amplia. Al
país lo representaban Juan Pablo Pérez Alfonzo y Manuel Pérez Gue­
rrero, para entonces jefe de la Oficina Nacional de Coordinación y Pla­
nificación (CORDIPLAN), y participaban en ella representantes de los
partidos políticos que integraban la coalición de gobierno. Un total de
quince personas que indicaba el interés de Venezuela por los asuntos
petroleros árabes y demostraba de parte de Pérez Alfonzo -según dijo
Rómulo Betancourt en su discurso al Congreso sobre la nacionaliza­
ción- “una dispendiosidad de la que nunca había dado muestras”.
La delegación de Arabia Saudita, principal exportador del Medio
Oriente, la encabezaba Abdullah Tariki, jefe del Directorio de Petróleo
y Minas, la posición de política económica más importante de su país.
Tariki gozaba de amplio margen de libertad para definir la política
petrolera, debido a las luchas por el poder que dividían y consumían
el tiempo de la familia real. Para muchos era conocido como el “Jeque
Rojo”. Según dice Daniel Yergin en su monumental libro sobre la his­
toria del petróleo: “Al principio, Tariki se concentró en tratar de ganar
control sobre los activos de refinación y mercadeo como una manera
|Biblioteca Biográfica Venezolana
78 i Juan Pablo Pérez Alfonzo

de aumentar los ingresos petroleros sauditas. Quería crear una com­


pañía petrolera Saudita integrada “hasta la estación de servicio” en
los países consumidores. Llegó incluso a plantear una idea calculada
para estremecer a las grandes compañías estadounidenses: la nacio­
nalización directa de Aramco (la compañía más grande que opera en
Arabia Saudita). Pero entonces, a principios de 1959, toda su estrate­
gia cambió abruptamente. El control de los precios y la producción,
decidió repentinamente, era más importante que la nacionalización e
integración de la industria. La razón para este cambio de opinión fue
la rebaja súbita del precio del petróleo”.
Tariki y Pérez Alfonzo no se conocían. Los presentó Wanda Jablons-
ki, corresponsal de Petroleum Week, quien era la periodista petrolera
de mayor influencia de la época, en su cuarto del Hotel Hilton de El
Cairo. Los dos ministros acordaron reunirse en secreto con los repre­
sentantes de los otros países grandes exportadores de petróleo. Para
mantener la confidencialidad lo hicieron en un club de yates en las
afueras de la ciudad, que estaba prácticamente desierto porque no era
temporada: el Club Maadi. Además de Pérez Alfonzo y Tariki, estaban
presentes Manuel Pérez Guerrero: Ahmed El Sayed Ornar, de Kuwait;
S.Nessim de la República Arabe Unida (RAU); Manucher Farman Far-
maian, de Irán; y Mohamed Salman de la Liga Arabe Unida. Este últi­
mo era de nacionalidad iraquí pero no representaba a Irak oficialmente,
por los problemas políticos que existían entre ese país y la RAU. Ni
Salman ni Farman Farmaian tenían autorización para firmar un acuer­
do, por lo que se firmó un “Pacto de Caballeros” con recomendaciones
a los gobiernos.
Según estima Yergin: “Las recomendaciones del pacto de caballeros
reflejaban las ideas que Pérez Alfonzo había tenido en mente antes de
dejar Caracas: que sus gobiernos establecieran una comisión de con­
sultas sobre petróleo; que defendieran la estructura de precios y que
establecieran compañías petroleras nacionales. A los gobiernos tam­
bién se les instaba a desechar el tan apreciado principio del cincuen­
ta-cincuenta -muy apreciado, esto es, en occidente- y moverse hacia
por lo menos una repartición de sesenta-cuarenta a su favor. Adicio­
nalmente, deberían fortalecer su capacidad doméstica de refinación,
El padre de la OPEP 79

moverse ‘aguas abajo’, y hacerse más integrados para ‘asegurar mer­


cados estables’ para ellos y en consecuencia proteger los ingresos gu­
bernamentales. En todas sus dimensiones el pacto de caballeros, aun­
que secreto, marcó un hito en la cambiante dinámica de la industria
petrolera. Marcó los primeros pasos en la creación de un frente co­
mún contra las compañías petroleras”.
El 9 de agosto de 1960, en vista de la continuada debilidad de los
mercados, la Standard Oil ofNewJersey {Esso), anunció una rebaja en
los precios de referencia, que no había sido previamente consultada
ni notificada a los países exportadores. Las otras compañías siguieron
su liderazgo. Sin embargo, según John Loudon, de la Shell, ésta fue “la
movida fatal” porque “usted no puede guiarse sólo por las fuerzas del
mercado en una industria que es tan esencial para varios gobiernos.
Se tenía que haber tomado en consideración otras cosas. Se tenía que
haber sido tremendamente cuidadoso” .
Ante esta medida unilateral los países exportadores reaccionaron de
inmediato. Tariki y Pérez Alfonzo se pusieron en contacto para pro­
mover una reacción conjunta de los países firmantes del pacto de ca­
balleros. El gobierno de Irak, liderado por Abdul Karim Kassem, los
convocó a una reunión en Bagdad que se iniciaría el 10 de septiembre.
Cuenta Yergin que cuando Pérez Alfonzo recibió el telegrama de invi­
tación no cabía en sí de regocijo y que blandiendo el telegrama les
decía a sus colaboradores “¡lo hicimos!, ¡lo logramos!” La organización
con que tanto había soñado estaba por nacer.
Para el gobierno de Irak la reunión constituía también una manera
de desligar los asuntos petroleros de otros intentos de integración ára­
bes liderados por el presidente Nasser, de Egipto, de quien desconfia­
ba. La inclusión de dos países no árabes, Venezuela e Irán, necesaria
para lograr sus propósitos, le confería a la organización una peculiari­
dad propia.
La reunión se prolongó hasta el 14 de septiembre y su resultado fue
la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP). Las resoluciones adoptadas en Bagdad seguían las ideas de Pé­
rez Alfonzo.
Biblioteca Biográfica Venezolana
80 Juan Pablo Pérez Alfonzo

En sus inicios, los países industrializados y las compañías petroleras


le dieron poca importancia a la organización. No creían que pudiera
funcionar adecuadamente, así como no habían creído que pudiera
constituirse. Según Pérez Alfonzo, “afortunadamente no creyeron
nunca que árabes, iranios y venezolanos pudieran acordar eso jamás,
lo que pasa es que todas sus computadoras fueron incapaces de calcu­
lar esa combinación”.
En los primeros años de actividad de la organización, el primer Se­
cretario General de la OPEP, el iranio Fuad Rohuani, observaba que
las compañías actuaban como si la organización no existiera. De acuer­
do con Yergin: “la recién creada OPEP no se veía ni muy amenazante
ni muy imponente (...) de hecho sólo puede reclamar dos logros du­
rante sus primeros años. Aseguró que las compañías petroleras fue­
ran cuidadosas en adoptar algún paso importante unilateralmente,
sin consultas, y que no se atreverían a rebajar nuevamente los precios
de referencia”.
Además “tan pronto como se estableció la OPEP, sus países miem­
bros perdieron lo que había sido su dominio casi total de las exporta­
ciones mundiales de petróleo. Durante los años sesenta se descubrie­
ron y abrieron a la producción nuevas provincias completas de petróleo
que se añadían a los suministros que estaban inundando los merca­
dos. Y aunque la mayoría de los países productores eventualmente se
convertirían en miembros de la OPEP, al inicio entraron en los merca­
dos internacionales como competidores, capturando porciones de
mercado de los exportadores más tradicionales”.
Los países miembros de la OPEP -que actualmente son once- llega­
rían a ser trece gracias a las siguientes incorporaciones: Qatar (1961),
Indonesia (1962), Libia (1962), Abu Dhabi (1967), Argelia (1969), Nige­
ria (1971), Ecuador (1973), Emiratos Arabes Unidos (1974, por transfe
rencia de la membresía de Abu Dhabi) y Gabón (1975). En 1992 se reti­
ró Ecuador y én 1994 Gabón.
En 1962, Abdullah Tariki, fue destituido como ministro de petróleo
de Arabia Saudita cuando las luchas de poder internas de ese país se
inclinaron a favor del rey Faisal. Fue sustituido por Ahmed Zaki Yama-
ni, quien permanecería en el cargo hasta finales de la década de los
El padre de la OPEP 81

ochenta. En 1963 renuncia Pérez Alfonzo. La pérdida de los dos padres


fundadores de la organización no ayudó a fortalecerla. Esta evolución
se producía en medio de un mercado poco favorable para los países
exportadores y de rivalidades entre los países petroleros árabes, y de
ellos con Irán.
Sin embargo, con la llegada de los años setenta el panorama cambia
abruptamente. Tal como se expone en la página electrónica del secre­
tariado de la OPEP, la organización durante esa década “logró promi­
nencia internacional, a medida que sus países miembros tomaron con­
trol de sus industrias domésticas de petróleo y adquirieron una voz
poderosa en la determinación del precio de los crudos petroleros en
los mercados internacionales. Hubo dos crisis de precios del petróleo,
iniciadas por el embargo petrolero árabe en 1973 y por el comienzo de
la revolución iraní en 1979, pero alimentadas por los desequilibrios
fundamentales del mercado. En ambos casos se produjeron pronun­
ciadas alzas en los precios” . Los desequilibrios de mercado a los que se
hace referencia son los que había previsto Pérez Alfonzo: aumento
acelerado en la demanda y dificultades para aumentar la capacidad
de producción. A lo que habría que añadir la capacidad de los países
exportadores para actuar conjuntamente. Desde entonces la OPEP ha
sido un punto de referencia ineludible y un actor destacado en las
decisiones que determinan la evolución de los mercados petroleros y
de la economía mundial.
83

El pentágono petrolero

En 1959 el petróleo enfrentaba lo que se acostumbra a llamar un


“mercado de compradores”. Esto significa que en la fijación de los pre­
cios las condiciones del mercado favorecían a los consumidores más
que a los de los productores. Hacía poco se había reabierto el Canal de
Suez, y se había normalizado el suministro; la Unión Soviética había
entrado a los mercados como un nuevo exportador de importancia; y
se habían descubierto nuevos y ricos yacimientos en el norte de Afri­
ca. Esta situación contrastaba con la que predominaba en la década de
los cuarenta, la cual por el incremento acelerado del consumo una
vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, podía caracterizarse como
un “mercado de vendedores”. Sin embargo, la política petrolera fue
esencialmente la misma, empeñada en la defensa de los intereses na­
cionales y basada en el principio de que el petróleo es un recurso na­
tural no renovable que tiende a valorizarse a largo plazo, pues se en­
cuentra en cantidades limitadas, mientras que su demanda tiende a
crecer a largo plazo.
En el corto plazo, el mayor suministro de petróleo por parte del Medio
Oriente, del norte de Africa y de la Unión Soviética significaba que
Venezuela estaba perdiendo su participación proporcional en las ex­
portaciones mundiales de petróleo. Ante una situación fiscal difícil,
se presentaba la tentación de aumentar la producción y crear nuevos
i Biblioteca Biográfica Venezolana
841Juan Pablo Pérez Alfonzo

estímulos para las inversiones en hidrocarburos con el objeto de man­


tener o de aumentar la participación del país en los mercados interna­
cionales. Esta era la orientación que recomendaban las compañías
petroleras y algunos expertos venezolanos.
Sin embargo, para mantener la participación de Venezuela hubiera
sido necesario que el petróleo venezolano se enfrentara a la compe
tencia del petróleo del Medio Oriente, que tenía un costo menor. “Eso
no lo queremos”, declaró Pérez Alfonzo en 1959, “queremos que los
precios de nuestro petróleo se mantengan al nivel tradicional del mer­
cado norteamericano”. Y agregó: “Para los países productores, el p e
tróleo es un recurso natural demasiado valioso para que se le asigne
un precio en relación con Tos costos’ o para que se le dé tratamiento
de ‘mercancía común y corriente’. El exceso de producción no debe
usarse como pretexto para bajar los precios”.
Como esta posición era contraria a la de la mayoría de los expertos,
quienes sostenían que existía un excedente de la oferta sobre la de­
manda que implicaría una reducción de precios durante varios años,
resultaba necesario educar a la opinión pública nacional y contar con
un respaldo político que hiciera posible llevar a realidad las orienta­
ciones propuestas. El gobierno tenía a favor un sentimiento generali­
zado en contra de las compañías petroleras originado en el rechazo al
apoyo incondicional que éstas habían brindado a la dictadura de Pé­
rez Jiménez. Las credenciales nacionalistas de Pérez Alfonzo eran inta­
chables y la unidad de los partidos políticos en torno al programa
mínimo del gobierno de coalición contribuía a que tuviera amplio
apoyo. La periodista Wanda Jablonski, de la revista Petroleum W eek-
la misma que presentó a Tariki y Pérez Alfonzo- observaba en 1959:
“Pérez Alfonzo ha alcanzado gran popularidad entre el público como
el símbolo número uno de la nueva actitud nacionalista para con los
recursos petrolíferos del país” por lo que, añadía, “hasta ahora, tanto
el Congreso como la prensa parecen aceptar sin discusión sus normas
y declaraciones”.
Era necesario conservar el clima de opinión favorable y con este fin
Pérez Alfonzo comenzó una campaña de divulgación de las bases de la
política petrolera destinada a convencer a los factores nacionales de
El pentágono petrolero 85

poder y al público en general. Con tal propósito estableció la rutina de


ofrecer una rueda de prensa semanal en su despacho -los jueves en la
mañana- y reforzó al boletín semanal que recogía los datos e informa­
ciones más relevantes del sector petrolero. Se reunía con dirigentes de
los diferentes partidos políticos y grupos de opinión para explicarles
las bases de su política. A la reunión del Congreso Arabe Petrolero se
hizo acompañar por una nutrida delegación en donde estaban repre­
sentados los más diversos puntos de vista. Con el mismo objetivo, Pé­
rez Alfonzo publicó varios libros. Entre ellos, Petróleo, jugo de la tie­
rra (1961) Política petrolera (1960) y Venezuela y su petróleo (1962).
Posteriormente sostuvo un debate televisivo con Arturo Uslar Pietri,
quien tenía posiciones en materia petrolera más afines a las de las
compañías petroleras y abogaba por aumentos de producción y por
mantener la posición de Venezuela como primer exportador mundial
de hidrocarburos. Este rango o distinción le era totalmente indiferen­
te a Pérez Alfonzo, quien además de considerar que la vanidad de ser
los primeros carecía de significación, estaba convencido de que esa
primacía no era sostenible. El debate por televisión, que era una mo­
dalidad poco usual en la época, tuvo una fuerte repercusión.
En el libro Petróleo, jugo de la tierra, Pérez Alfonzo señala que falta
en Venezuela una conciencia sobre el problema petrolero, no sólo en
la masa sino aun en las capas medias y expresa la esperanza de que el
libro pueda “comenzar esa obra de formación y esclarecimiento de la
conciencia vigilante del venezolano”. Esa obra él mismo la había co­
menzado desde el despacho de Minas e Hidrocarburos.
La política petrolera que condujo Pérez Alfonzo en el período 1959-
1964 fue descrita en un libro que publicó en 1967, cuyo título es El
Pentágono Petrolero. Lleva ese nombre porque “se puede enmarcar la
política petrolera nacionalista dentro de lo que se ha llamado el ‘Pen­
tágono de Acción’ con cinco ángulos claves, de los cuales uno, el cons­
tituido por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP),
extiende sus líneas fuera del ámbito de la jurisdicción nacional. Los
otros cuatro ángulos de la estructura del ‘Pentágono de Acción’ que
dan plenamente bajo la soberanía de Venezuela, constituidos por los
principios directivos de: 1, Participación razonable. 2. Comisión Coor­
|Biblioteca Biográfica Venezolana
86 [Juan Pablo Pérez Alfonzo

dinadora de Conservación y el Comercio de los Hidrocarburos 3. Cor­


poración Venezolana del Petróleo, y 4. No más concesiones”.
El libro se inicia con un gráfico que resalta la unidad de estos ángu­
los, el cual se reproduce como figura A. El hecho de que la política se
estructure en cinco “principios directivos” nos permite compararla
con la del trienio 1945-1948, que también fue condensada en cinco
“principios generales” por el propio Pérez Alfonzo. César Balestrini,
funcionario de tradición en el Ministerio de Minas e Hidrocarburos,
tuvo la idea de representar la política de los años 1945-1948 en un
pentágono similar al utilizado por Pérez Alfonzo, tal como se muestra
en la figura B.
Como puede observarse, entre las dos sólo hay una diferencia impor­
tante, que se refiere al ángulo correspondiente a la OPEP. En la políti­
ca de los años cuarenta en ese ángulo aparece “mantener la Ley de
1943”. En ese entonces dar seguridades de que no se iba a nacionalizar
la industria y que se iban a respetar las concesiones otorgadas era cru­
cial en la definición de una política petrolera. En 1958, la vigencia de
la Ley de Hidrocarburos no era un elemento incierto. Su lugar pasa a
ser ocupado por la diplomacia petrolera internacional (esto es, la OPEP)
que en 1945 era sólo incipiente.
Los dos ángulos del lado izquierdo en ambas figuras son idénticos:
participación razonable y no más concesiones. Los dos ángulos del
lado derecho son diferentes pero aluden a las mismas políticas en eta­
pas de instrumentación diferentes. El ángulo superior derecho se re­
fiere en 1945-1948 a la política conservacionista y en 1959-1964 a la
Comisión Coordinadora de Conservación y el Comercio de los Hidro­
carburos (CCCCH), encargada de la política conservacionista, pero con
algunas atribuciones adicionales. El ángulo inferior derecho corres­
pondiente a 1945-1948 se refiere a la industrialización en el país de los
petróleos venezolanos y en la figura relativa al período 1959-1964 dice
CVP (Corporación Venezolana de Petróleo), que es el instrumento dise
ñado para ejecutar esa política.
Si examinamos las políticas del período 1959-1964 una por una, co­
menzando por el ángulo superior izquierdo -participación razona­
ble- tenemos que en 1959 el nuevo gobierno no tenía mucho campo
El pentágono petrolero 87

de acción para actuar. Por dos razones. La primera es que el gobierno


provisional presidido por Edgar Sanabria ya había efectuado la modi­
ficación del impuesto sobre la renta. La segunda consiste en que, debi­
do a las condiciones prevalecientes en los mercados, las utilidades de
las compañías estaban dentro de los niveles que Pérez Alfonzo consi­
deraba razonables, de aproximadamente un 15% de los activos fijos.
En El Pentágono petrolero, Pérez Alfonzo explica que en 1945 cuan­
do se hizo valer el principio del cincuenta-cincuenta “circunstancial­
mente las condiciones del momento conducían a que la elevación de
la participación hasta un nivel por lo menos igual a la utilidad neta de
las empresas, bajaba esa utilidad neta a un nivel aceptable en su rela­
ción al capital”. Pero aclara: “en ningún momento se consideró esta
fórmula como algo estático ni permanente”. Y añade: “por el contra­
rio, se informó al Congreso y a la opinión pública en aquella oportuni­
dad que la situación tendría que revisarse periódicamente”. Para con­
cluir señalando: “luego las empresas elaboraron el alcance de la
fórmula 50-50 con un sentido diferente, especialmente dirigido a mo­
derar las repercusiones internacionales que produciría la medida adop­
tada por Venezuela”. Puesto de otra forma: con su tradicional habili­
dad, las compañías petroleras cuando se dieron cuenta de que no
podían evitar el 50-50 trataron de hacer de este principio un techo (un
máximo) para la participación de los países exportadores, cuando en
realidad había sido concebido como un piso (un mínimo) de lo que
debía ser esa participación.
La base principal de evaluación de la participación razonable se en­
cuentra en la relación entre la utilidad neta de las empresas (después
de impuestos) y el capital invertido para producir esa utilidad. En el
período 1945-1948 se mantuvo en un nivel algo superior al 15%. Pero
en el período 1950-1957 de dictadura militar este rendimiento fue de
26,3%, muy superior a cualquier otra inversión “razonable”. Pérez Al­
fonzo considera que esto es una “muestra indiscutible de la indefen­
sión del Estado y de la insaciable codicia de la empresa privada, cuan­
do campea a sus anchas sin la vigilancia que reclama el interés
colectivo”. En 1958, primer año después de la dictadura militar, la
¡ Biblioteca Biográfica Venezolana
881Juan Pablo Pérez Alfonzo

utilidad neta de las empresas fue de 16,74% debido al ajuste del Im­
puesto sobre la Renta decretado por el Gobierno Provisional.
El otro principio de la política de los años 1945-1948 que se repite en
El Pentágono Petrolero es el de no más concesiones. La razón principal
para aplicarlo consiste en que la riqueza principal del país debe res­
guardarse para ser utilizada de la manera más conveniente a sus inte­
reses en el momento que resulte más oportuno. Como se trata de un
recurso no renovable que tiende a adquirir mayor valor con el tiempo
no puede entregarse para su explotación inmediata, menos aun mien­
tras su propietario, la nación venezolana, no esté en condiciones de
producirlo de la manera que le sea más provechosa. Tanto en el perío­
do 1945-1948 como en el posterior a 1958 se respetaron las concesiones
otorgadas anteriormente, pero se consideró que éstas eran suficientes
para satisfacer las necesidades de mediano y corto plazo de la indus­
tria y del país. Añadir nuevas extensiones en concesión a las ya otorga­
das estimularía la utilización descuidada e inadecuada de las existen­
tes y dificultaría que en el futuro Venezuela pudiera desarrollar una
industria petrolera nacional propia en condiciones convenientes.
En palabras de Pérez Alfonzo: “un país como Venezuela con depen­
dencia exagerada del petróleo, además de las reservas de áreas proba­
bles que mantiene la industria, debe también contar con reservas de
áreas de buenas perspectivas bajo su control, para el desarrollo de su
industria nacional y para decidir más libremente lo que pueda conve­
nir al país en el futuro”. Para el dueño del petróleo, explica, “tiempo
que pasa es tiempo que gana, porque el petróleo, recurso agotable,
cada día se hace más costoso encontrarlo y producirlo, mientras cada
día lo reclaman en mayores cantidades las necesidades del progreso y
las aspiraciones de bienestar de los pueblos”. A lo que añade: “Al ma­
yor valor futuro se agrega la posibilidad de que con el tiempo se haga
un reparto de ganancias más razonable. Además, el seguro valor futu­
ro no llega a compensarse con el valor actual útil, porque general­
mente los países exportadores de petróleo tienen excedida su capaci­
dad real para el empleo de capitales”.
Las razones para no otorgar más concesiones pueden dividirse en
dos aspectos. Por una parte, se trata de evitar que la mayor parte de la
El pentágono petrolero 89

riqueza del subsuelo del país, que es propiedad de la nación, sea acu­
mulada por las empresas transnacionales con el objeto de reservarla
para el futuro y evitar la posible competencia de nuevos productores.
Dichas concesiones habían sido otorgadas en condiciones históricas
desventajosas y no convenía repetir la experiencia. Más importante
aun era el hecho de que las áreas de concesión estaban siendo utiliza­
das para la producción solamente en un pequeño porcentaje, un 6,32%
de las concesiones vigentes, lo que determinaba que los concesiona­
rios contaban con un amplio margen para aumentar la exploración y
la explotación en las áreas ya asignadas.
Por otra parte, para el desarrollo futuro de la industria podían pre­
verse modalidades de producción más convenientes para la nación
que iban desde la explotación directa por parte del Estado hasta for­
mas de asociación que preservaran el control del país sobre sus recur­
sos, tales como los contratos de servicio. Debido a que las áreas más
promisorias para la explotación de petróleo ya estaban en manos de
las concesionarias, parecía prudente mantener las áreas restantes como
reservas.
En este sentido Pérez Alfonzo sostenía que la política de no más con­
cesiones “no se trata de alarde nacionalista, ni de táctica antiimperia­
lista, como tampoco es simple reacción emocional. Por el contrario,
mientras más cuidadosamente se examine la situación más se afian­
zan las razones que justifican la medida”.
Se ha mantenido a lo largo de los años la controversia sobre si es
conveniente aumentar la producción petrolera en el corto plazo para
aprovechar de inmediato la riqueza que produce y tratar de mantener
la mayor participación en los mercados con el objeto de evitar la com­
petencia de otros productores, frente a la posición que mantuvo Pérez
Alfonzo de limitar la producción y reservar la riqueza para el uso futu­
ro ante la certeza de su valoración en el tiempo.
Quienes apoyan la primera posición destacan que el avance de la
tecnología permite o permitirá el descubrimiento de nuevos yacimien­
tos y la utilización comercial de petróleos no convencionales que com­
petirán con las reservas probadas existentes. Añaden que el desarrollo
de fuentes alternas de energía, como la solar y la atómica, desplazará
Biblioteca Biográfica Venezolana
90 Juan Pablo Pérez Alfonzo

al petróleo como principal generador de energía, de donde concluyen


que es importante aumentar la capacidad productiva, para lo cual re­
sultaría necesario incrementar los estímulos a la inversión. Desde esa
perspectiva la capacidad de producción tendría prioridad sobre el
mantenimiento de altos niveles de precios.

A. Pentágono petrolero (1959-1964)

B. Política petrolera (1945-1948)

Ley de hidrocarburos (1943)


El pentágono petrolero 91

Los partidarios de la segunda posición señalan que la valorización


progresiva del petróleo tanto como fuente de energía como en cuanto
materia prima para el desarrollo de nuevos procesos industriales acon­
seja una explotación moderada del recurso que no conduzca al envile­
cimiento de su precio por razones circunstanciales. El descubrimien­
to de nuevos yacimientos podría crear episodios de exceso de oferta
que tendieran a deprimir los precios, pero estas situaciones no debe­
rían hacer perder el horizonte de más largo plazo, de acuerdo al cual
el valor del petróleo es alto y los mercados, tarde o temprano, tendrán
que reconocerlo.
Las fuertes fluctuaciones en la oferta y la demanda parecerían darle
la razón alternativamente a una u otra posición. Dichas fluctuaciones
se originan en circunstancias ligadas al descubrimiento y productivi­
dad de los yacimientos, en acontecimientos políticos y en el desarro­
llo de diferentes tecnologías. Sin embargo, desde la perspectiva actual
tanto las dificultades que se han presentado en el desarrollo de fuen­
tes alternas de energía como la creciente escasez relativa de petróleo -
con la consiguiente elevación de los precios- hacen pensar que la po­
sición que sostenía Pérez Alfonzo no estaba descaminada.
En términos concretos, la política de no más concesiones facilitó la
nacionalización de la industria petrolera en la medida en que ésta
versó mayoritariamente sobre las concesiones otorgadas en 1943, que
vencían en 1983, con lo que se logró uno de sus principales objetivos.
La modalidad de contratos de servicio, que se había previsto como al­
ternativa a la de concesiones, no llegó a tener una gravitación de ma­
yor importancia en la explotación del petróleo en Venezuela.
El tercer ángulo de la política petrolera lo constituyó la Comisión
Coordinadora de la Conservación y el Comercio de los Hidrocarburos
(CCCCH). Según la define Pérez Alfonzo “es el instrumento de defensa
de los precios para evitar el despilfarro económico del petróleo, que se
agota sin posibilidad de renovarse”. Y añade: “Desde 1945 el Gobierno
Democrático reconoció la necesidad de tomar parte más directa en la
economía de la industria petrolera que administra las concesiones
otorgadas”.
] Biblioteca Biográfica Venezolana
921Juan Pablo Pérez Alfonzo

Creada en 1959, la Comisión basó sus trabajos en los datos recogidos


por el Ministerio de Minas sobre las actividades de las empresas trans­
nacionales. Esto le permitió analizar detalladamente los informes so­
bre actividades semestrales que comenzó a exigir a las operadoras, los
cuales debían incluir los contratos de venta que se anticipaban. M e
diante este mecanismo la CCCCH pudo detectar los descuentos exage­
rados que algunas de ellas hacían a sus clientes y objetar algunos con­
tratos. Cuando unas pocas de las empresas pequeñas pretendieron
desconocer las observaciones de la CCCCH se llegó al extremo de orde­
nar suspender sus operaciones hasta que modificaran los contratos
objetados. Aunque esta práctica no se hizo habitual, estableció el pre­
cedente del derecho que asistía a la Comisión de revisar las operacio­
nes de las compañías, incluyendo la supervisión de los precios.
La Comisión estaba inspirada en el funcionamiento de la Texas Rai­
lroad Commission que en los Estados Unidos estaba encargada de la
fijación de los niveles de producción. Como señala Pérez Alfonzo: “Fue
Estados Unidos, el mayor productor de petróleo del mundo, el prim e
ro en apreciar la necesidad de crear estas agencias de coordinación de
los potenciales disponibles de producción, para ajustarlos a los rígi­
dos limites de la demanda y evitar el inútil despilfarro económico de
tan valiosos recursos naturales no renovables”.
Venezuela actuaba en el mercado petrolero internacional, sobre el
cual tenía una influencia limitada dados sus niveles de participación,
y no se podía pensar en duplicar en lo inmediato aquel sistema de pro­
rrateo. Para ello se requeriría que los otros países exportadores de pe­
tróleo participaran. No obstante, la mera existencia de la Comisión
permitía adquirir la experiencia necesaria para avanzar en esa dirección.
La CCCCH constituía, además, un ejemplo a mostrar a los otros paí­
ses exportadores de petróleo. Si esos países creaban instituciones si­
milares se podría avanzar con mayor firmeza en el propósito de esta­
blecer un sistema de prorrateo a nivel internacional, tal como el que
en la década de los ochenta finalmente estableció la OPEP. En la intro­
ducción a la Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos de 1961
ya Pérez Alfonzo se había referido al tema al afirmar: “la organización
y funcionamiento de la Comisión se ha estudiado por los otros países
El pentágono petrolero 193

exportadores que tienen intereses similares a los de Venezuela. En una


u otra forma esos países, al utilizar nuestra experiencia, van adoptan­
do medidas con propósitos equivalentes a los objetivos que cumple la
Comisión Coordinadora”.
Pérez Alfonzo estaba convencido de la necesidad e inevitabilidad de
esta evolución y por eso afirma: “La necesidad permanente de coordi­
nar la producción con la demanda, atendida primero en Estados Uni­
dos y Canadá y luego en Venezuela, es una necesidad impuesta por la
naturaleza del comercio del petróleo que pronto, como se ha dicho,
habrá de extenderse a los demás productores de petróleo y muy seña­
ladamente a aquellos que concurren al comercio internacional del
producto”.
Como resultado de las labores de la CCCCH Pérez Alfonzo puede con­
cluir con orgullo: “contra todos los principios económicos que preva­
lecen, Venezuela ha logrado que su petróleo lo paguen los consumido­
res que lo compran a precios más altos que los que pagan por otras
compras de petróleos equivalentes, pero de otras fuentes de abasteci­
miento. Desde luego, semejante anomalía no la logra la Comisión
Coordinadora por su simple acción, sino porque esa acción se funda­
menta en la realidad de que es imperiosa necesidad de los consumido­
res de petróleo mantener abiertas las fuentes de suministro desde dis­
tintas regiones”.
El cuarto ángulo de la política petrolera lo constituye la CVP. Como
explica Pérez Alfonzo, al singularizar en la empresa petrolera nacio­
nal un aspecto de la orientación de políticas se está subrayando un
logro concreto en la “participación directa del Estado en la actividad
petrolera”.
La CVP constituye un elemento de contrastación importante para
estimar la participación razonable del Estado en la industria. Pero su
enlace principal con la estructura de la política petrolera nacional es
la que permite eliminar la tradicional manera de manejar la riqueza
petrolera a través del sistema de concesiones. Toda nueva área que se
decida explotar deberá asignársela a la CVP. Esta decidirá en cada caso
si se desarrolla mediante la explotación directa o a través de contratos
de servicio.
j Biblioteca Biográfica Venezolana
94 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Los contratos de servicio como modalidad para sustituir el régimen


de concesiones fueron objeto de una serie de debates. Propuestos ini­
cialmente por Pérez Alfonzo, no llegaron a concretarse durante su
gestión y las “bases” de su funcionamiento sólo fueron aprobadas va­
rios años más tarde durante el primer gobierno de Rafael Caldera.
Después de una controversia tan prolongada que significó incluso el
retiro por parte de Pérez Alfonzo de su apoyo a esta modalidad de
contratación, los contratos de servicio no produjeron resultados alen­
tadores: en la mayoría de los campos asignados no se encontraron ya­
cimientos petroleros comercialmente prometedores.
La concepción de la CVP era ambiciosa. No era un secreto para nadie
que el objetivo final era hacerse cargo de la industria petrolera cuan­
do ésta fuera nacionalizada. El vencimiento de las concesiones a par­
tir de 1983 significaba que no se trataba de un objetivo utópico sino
de una realidad para la cual el Estado necesitaba prepararse. La CVP
fue el instrumento ideado para hacerlo. Esta, entre otras consideracio­
nes, determinó que para fines fiscales recibiera un trato similar al de
las empresas extranjeras.
Sin embargo, los inicios de la corporación estatal fueron lentos. Dos
razones contribuyeron en esta evolución. En primer lugar la cautela
de Pérez Alfonzo, que lo llevó a la convicción de la conveniencia de
comenzar con pasos firmes y sin improvisaciones. Consideraba que
permitir errores o apresuramientos podía resultar contraproducente
y poner en peligro un elemento clave de la política petrolera. Estaba
conciente de que era necesario educar a una gerencia venezolana in­
dependiente de las compañías transnacionales y que esto requería de
tiempo y paciencia. En segundo lugar, las condiciones de los merca­
dos petroleros en los años sesenta no aconsejaban añadir una nueva
oferta de crudos si acaso se deseaba mantener la política de reforza­
miento de los precios. Por ello, cuando a mediados de la década de los
setenta se procedió a la nacionalización de la industria petrolera se
consideró que la CVP no estaba preparada para hacerse cargo del ma­
nejo de la totalidad de la industria petrolera y se transformó a las com­
pañías extranjeras en “operadoras” de la industria nacionalizada. La
CVP fue una más de las compañías operadoras.
El pentágono petrolero 95

Cuando se consideran en forma conjunta las políticas propuestas y


llevadas a la práctica por Pérez Alfonzo, durante el período 1959-1964
cabe destacar su coherencia y la visión de largo plazo que las domina.
Pero también es posible observar que no dieron fruto de inmediato.
En el corto plazo, como señaló el propio Pérez Alfonzo, las utilidades
de las compañías transnacionales tendieron a aumentar en contrapo­
sición a lo que era un objetivo explícito de la política petrolera, la
evolución de los precios fue lenta y los países exportadores debieron
mantener una actitud defensiva durante toda la década de los sesen­
ta; la OPEP no llegó a convertirse en un factor de importancia en el
mercado petrolero internacional y hasta 1970 jugó un papel más bien
simbólico; la función de control de la Comisión Coordinadora de la
Conservación y el Comercio de los Hidrocarburos sólo pudo ejercerse
en casos puntuales y eventualmente su atribución principal fue susti­
tuida por el mecanismo automático de fijación de precios de referen­
cia; la CVP solamente llegó a representar una fracción pequeña de la
producción petrolera venezolana; y, por último, el mecanismo de con­
tratos de servicio se empantanó en interminables discusiones que r e
tardaron su instrumentación.
Sin embargo -y no obstante que sus resultados de corto plazo eran
discutibles- la política petrolera realizada por Pérez Alfonzo a media­
no plazo resultó plenamente exitosa. Lo que se puede constatar al com­
probar que para la década de los setenta los precios del petróleo se
habían elevado a niveles que unos años antes resultaban inconcebi­
bles y que eran más acordes con lo que Pérez Alfonzo consideraba el
valor real de este recurso natural no renovable; la OPEP llegó a ejercer
un control real de los mercados internacionales de hidrocarburos y a
la larga estableció un sistema de cuotas o prorrateo que inicialmente
parecía imposible de alcanzar; los países exportadores contaron con
recursos más que abundantes para financiar sus programas de desa­
rrollo y se convirtieron en un elemento crucial para el sistema finan­
ciero internacional; se logró un control de las actividades de las com­
pañías petroleras internacionales en casi todas sus áreas de actividad;
se logró que la conservación de los hidrocarburos se convirtiera en
política oficial en los países industrializados; y, por último y más im­
Biblioteca Biográfica Venezolana
96 Juan Pablo Pérez Alfonzo

portante, se nacionalizó la industria petrolera en los principales paí­


ses exportadores de hidrocarburos.
La lección de la evolución reseñada parece evidente: una política
coherente basada en un diagnóstico realista, bien diseñada y con obje­
tivos claros, que se lleva a cabo de manera persistente, sin hacer con­
cesiones a los acontecimientos de corto plazo, puede tener éxito aun
cuando se enfrente a los factores políticos y económicos más podero­
sos, como es el caso de las compañías petroleras transnacionales y de
los países industrializados. La segunda lección también es clara, aun­
que hasta ahora ha resultado más ambigua. Tan o más importante
que el éxito es saber administrarlo. Alertar sobre este corolario fue el
objeto de las preocupaciones de Pérez Alfonzo durante sus últimos
años.
Una conciencia vigilante

El 23 de enero de 1963 Pérez Alfonzo presenta su renuncia al Minis­


terio de Minas e Hidrocarburos. Había realizado un viaje de dos meses
y medio por Europa, el Medio Oriente y Estados Unidos. Había asistido
a la quinta Conferencia de la OPEP y en Estados Unidos, en la Clínica
Osher de Nueva Orleáns, se había sometido a exámenes médicos. An­
tes de emprender el viaje, durante finales de 1962, de acuerdo a lo que
cuenta Julio Cesar Arreaza, “la labor exigente que venía cumpliendo
resintió su salud: dormía poco, se molestaba por pequeñas cosas, en
su casa de Los Chorros era una persona diferente a la del ministro en
su despacho”. El insomnio era un mal que lo había aquejado desde
joven, pero con su sentido de disciplina lo había aprovechado para
realizar lecturas nocturnas.
Regresó a Caracas, por vía marítima, el 15 de enero de 1963. Fueron
a recibirlo a la Guaira, entre otros, Raúl Leoni, J.A. Paz Galárraga, Oc­
tavio Lepage, José González Navarro, Augusto Malavé Villalba y sus
colaboradores del ministerio. Lo encontraron mejor de salud. Sin em­
bargo, comentó a sus amigos: “no regresaré al ministerio, pero esto no
quiere decir que abandonaré mi puesto de lucha por los intereses na­
cionales”.
El presidente Rómulo Betancourt no aceptó la renuncia y aunque
Pérez Alfonzo no se reincorporó al ministerio siguió asesorando a los
I Biblioteca Biográfica Venezolana
98! Juan Pablo Pérez Alfonzo

encargados del despacho, atendiendo los asuntos de la OPEP. De he­


cho, Pérez Alfonzo presidió la delegación de Venezuela a la reunión
de la OPEP de noviembre de 1963. El 7 de mayo, dentro de esas activi­
dades, sostuvo el debate televisado con Arturo Uslar Pietri sobre políti­
ca petrolera nacional. El ministerio quedó a cargo de Arturo Hernán­
dez Grisanti, hasta el 21 de agosto de 1963, cuando se retira para
presentarse como candidato a diputado, y a partir de entonces se en­
carga Julio Cesar Arreaza. El 16 de diciembre, después de que Raúl
Leoni ha triunfado en las elecciones presidenciales, Betancourt nom­
bra a Pérez Guerrero titular del Ministerio de Minas e Hidrocarburos.
Pérez Guerrero es ratificado por Leoni y permanecerá al frente del
despacho hasta enero de 1967.
Arreaza comenta la carta de renuncia de Pérez Alfonzo en los si­
guientes términos: “comienza expresando que no surtió efecto lo que
hizo por recuperar su salud; quebrantada por la tensión constante de
los últimos cuatro años en el cumplimiento de funciones administra­
tivas, que no se correspondían con su carácter, y la magnitud de las
decisiones en defensa y mejor aprovechamiento de los hidrocarburos.
En 1959 había pensado estar sólo dos años en el ministerio, en los que
constataría la situación del mismo y la encaminaría lo mejor posible;
pero circunstancias sucesivas lo obligaron a ir extendiendo el plazo,
alentado por la mejoría experimentada a comienzos del 62, después
de un obligado descanso. El proceso de agotamiento no se detuvo y el
médico de Nueva Orleáns ‘fue terminante al opinar que si quería se­
guir rindiendo algún provecho por más tiempo, debía cambiar el tra­
bajo que me ocupaba’”.
En la carta de renuncia, Pérez Alfonzo agradece a Betancourt por su
confianza y constante apoyo. La finalización de la relación formal y
directa de trabajo entre ellos puede servir de ocasión para transcribir
la opinión de Pérez Alfonzo. Hacia el final de su vida, en uno de los
últimos libros que publica, Hundiéndonos en el excremento del dia­
blo (1976), afirma: “Creo necesario declarar una vez más que toda la
labor que me correspondió realizar en esta importante materia petro­
lera no la habría podido llevar a cabo sin la colaboración de ese parti­
do (Acción Democrática) ni sin el estímulo de Betancourt. Particular­
Una conciencia vigilante 99

mente el comienzo no lo habría iniciado sin las hábiles presiones del


político activo, comprometiéndome a la acción. El Voto Salvado a la
Ley de 1943 no lo habría preparado sin la instigación de Betancourt
llegando al extremo de ayudármelo a escribir a máquina. Tampoco
habría llegado a Miraflores el 18 de Octubre si prácticamente no me
hace salir a rastras de aquí, en Los Chorros, con mi vecino Ricardo
Montilla. Y mucho menos habría regresado de México, a encerrarme
en la Torre Norte del Silencio (sede del Ministerio de Minas e Hidrocar­
buros) si el recién electo Presidente no me hubiese convencido en Di­
ciembre de 1958 de la necesidad de complementar la política petrole­
ra. Lo iniciado en 1945 había quedado tronchado por el golpe militar”.
Al terminar su gestión ministerial, tal como dice Pérez Alfonzo en la
carta de renuncia: “la situación del petróleo no es todo lo buena que
podría desearse, pero es mucho más clara y segura que antes, y su
futuro se ve aun mejor”. La preocupación porque las políticas empren­
didas dieran los resultados buscados y por explicarlas al país en forma
coherente van a ocupar buena parte de su tiempo. En 1965 dicta con­
ferencias y participa en debates sobre la política petrolera nacional en
la Universidad Central de Venezuela. Por otra parte, dentro del parti­
do Acción Democrática continúa contribuyendo en la formulación de
las orientaciones generales en materia de hidrocarburos. Tal como lo
había anticipado, no se desliga del estudio de los temas que considera
vitales para el país. Incluso continuará asistiendo regularmente a las
reuniones de la OPEP, acompañando a Manuel Pérez Guerrero, hasta
julio de 1965.
En 1966 el gobierno nacional presenta a la consideración de las cá­
maras legislativas un proyecto de reforma tributaria. Entre los proyec­
tos de ley se incluye el impuesto selectivo, que había ideado Pérez Al­
fonzo, el cual respondía a sus preocupaciones sobre el exceso de
utilidades de las compañías petroleras. El impuesto se aplicaría a las
utilidades mayores de 15% del activo fijo neto. Como el tributo era un
porcentaje del exceso de utilidades, aun con su aplicación las compa­
ñías podían obtener ganancias muy superiores. De hecho, para enton­
ces estaban obteniendo niveles de utilidad cercanos al 30% mientras
que, según argumentaba Pérez Alfonzo, el rendimiento promedio de
■Biblioteca Biográfica Venezolana
1
100 Juan Pablo Pérez Alfonzo

las empresas internacionales petroleras integradas era de entre un 8%


y un 10%.
En términos generales, como expone Tugwell: “Desde hacía tiempo
se debía realizar una revisión del sistema impositivo venezolano. De­
bido, en parte, a la disponibilidad de ingresos petroleros y, en parte, al
éxito de los intereses privados en evitar incrementos en los impuestos,
el nivel de tributación de las corrientes de ingresos era uno de los más
bajos en el mundo para países con un grado de desarrollo equivalente
y no servía para corregir de manera significativa la distribución del
ingreso. Era, como concluye un análisis cuidadoso, poco más que una
carga simbólica”.
Pero añade: “desde el momento en que Leoni hizo pública la refor­
ma propuesta se hizo evidente que el gobierno había cometido un
serio error táctico al pretender aumentar los impuestos a las personas
naturales y a las empresas al mismo tiempo que los incrementaba a
las compañías petroleras”. El comentario se basa en que “la reforma
tributaria consolidó una alianza entre las élites domésticas y extran­
jeras y le brindó la oportunidad a COPEI y al FND de unirse al ataque a
un gobierno de Acción Democrática que se encontraba debilitado”.
COPEI era el principal partido de oposición y el Frente Nacional D e
mocrático (FND), cuyo principal líder era Arturo Uslar Pietri, había
abandonado recientemente la coalición de gobierno, en buena medi­
da debido a los reparos que tenía sobre la reforma tributaria.
En la oposición a la reforma tributaria se unieron de manera activa
a los partidos políticos mencionados las compañías petroleras, que
abandonaron su tradicional actitud pública de neutralidad, la gran
prensa y otros medios de comunicación social, y los gremios empresa­
riales, liderados por la Federación de Cámaras de Producción y Co­
mercio (FEDECAMARAS) y la Cámara de Comercio de Caracas. Además
se crearon organizaciones especiales, financiadas y asesoradas mayo-
ritariamente por las compañías petroleras, para oponerse a la refor­
ma. Como expone Tugwell: “Un grupo enteramente nuevo que se ha­
cía llamar Comité de la Clase Media apareció de la nada para unirse al
ataque al gobierno. El Comité, presidido por una persona estrecha­
mente ligada a la industria petrolera, adoptó una posición aun más
Una conciencia vigilante 101

conservadora. Como lo expuso uno de sus voceros: ‘la conclusión es


clara: las leyes presentadas al Congreso conducirán a Venezuela direc­
tamente al comunismo’”.
En tales condiciones, y ante el boicot que los partidos políticos de
oposición hicieron a la discusión de la reforma, llegando inclusive a
evitar -por falta de quorum- que el Congreso se reuniera, el gobierno
se vio en la necesidad de negociar con el frente opositor. En particular,
los ministros Pérez Guerrero, de Minas, y Eddie Morales Crespo, de
Hacienda, se reunieron, con las grandes compañías petroleras y llega­
ron a un acuerdo, que fue anunciado por el presidente Leoni a finales
de 1966.
El acuerdo permitió lograr un clima de entendimiento con las com­
pañías petroleras. Además, significó varios avances en asuntos petro­
leros como la solución de las disputas con las compañías sobre repa­
ros impositivos que estaban pendientes. Se comprometieron mediante
un “acuerdo de caballeros” a incrementar la producción entre 3% y
4% por año e iniciaron las negociaciones en relación a los contratos de
servicio sobre las bases propuestas por el gobierno.
El aspecto de mayor trascendencia de los acuerdos, sin embargo, fue
el establecimiento de precios de referencia para el pago de impuestos.
Los precios de referencia se negociarían por un período de cinco años
y constituirán un mínimo para fines tributarios. En caso de que los
precios de venta reales fueran superiores a los de referencia, los im­
puestos se pagarían de acuerdo al más elevado. Este sistema permitía
asegurar al gobierno niveles estables de ingresos petroleros y susti­
tuía al mecanismo de supervisión “caso por caso” que utilizaba la
CCCCH, que había resultado extremadamente engorroso. La partici­
pación del gobierno en las ganancias de la industria petrolera aumen­
tó significativamente. De un 66% de las utilidades que era en 1996 se
elevó a un 71% en 1969 hasta llegar a un 87% en 1972. Estas cifras
contrastan con el 52% que se obtuvo en 1947 y con los porcentajes
muy inferiores al 50% por ciento que se obtenían anteriormente.
En contrapartida a los beneficios mencionados, el gobierno retiró la
propuesta del impuesto selectivo. Pérez Alfonzo consideró el abando­
no del impuesto selectivo como una capitulación ante las compañías
Biblioteca Biográfica Venezolana
102 Juan Pablo Pérez Alfonzo

petroleras y a partir de entonces modificó su actitud, que hasta enton­


ces había sido de colaboración con las autoridades y con el partido
Acción Democrática. Consideraba que la industria petrolera había in­
tervenido indebidamente en asuntos internos del país al movilizar a
los empresarios y a los partidos de oposición y por haber financiado y
creado los llamados movimientos de la clase media. Radicalizó sus
posturas y empezó a distanciarse de la solución de los contratos de
servicio. Adicionalmente, hizo más explícitas sus objeciones a la in­
versión extranjera.
Incluso en el tono de sus escritos se trasluce este cambio de actitud.
En El Pentágono Petrolero escribió al respecto: “Con los sucesos y re­
sultados de las gestiones recientes para modificar el sistema impositi­
vo se tiene una renovada lección y una advertencia del peligroso acre­
centamiento de fuerzas que coliden frecuentemente con los intereses
colectivos. El ejercicio de la soberanía, que la lógica de la organización
social atribuye exclusivamente a los poderes públicos, cada vez encon­
traría mayores dificultades si esas fuerzas económicas continuaran
echando sus raíces incontroladas al margen del sistema político-jurí­
dico del país. Del conjunto de los sucesos, e independientemente de
los errores que se puedan atribuir al Gobierno, lo que resulta más so­
bresaliente y por ello tan evidente como para que no admita discu­
sión, es la influencia de la inversión extranjera, esencialmente petro­
lera, en toda la oposición desplegada contra las medidas propuestas
para modificar el sistema tributario” . Lo que lo lleva a proponer: “lo
más urgente es programar deliberadamente, con la responsabilidad
nacional que amerita el caso, la disminución paulatina, pero inflexi­
blemente consecutiva de las inversiones foráneas en petróleo, así como
las provenientes de Estados Unidos, en general”.
Curiosamente, la molestia con las compañías petroleras no era sola­
mente de Pérez Alfonzo. Buena parte de los sectores empresariales
consideraron que habían sido traicionados por las empresas transna­
cionales. Como explica Tugwell: “Muchos lideres del sector privado
venezolano salieron de esa batalla con un sentido de resentimiento y
con la convicción de que habían sido ‘utilizados’ por las compañías
extranjeras, que habían sido abandonados, con los impuestos incre­
Una conciencia vigilante 103

mentados, mientras las compañías negociaban un arreglo separado


con el gobierno”.
El primer caso de discrepancia abierta de Pérez Alfonzo con las auto­
ridades gubernamentales se produjo a propósito de la carta de inten­
ción que el gobierno nacional ñrmó con la Creole Petroleum Corpora­
tion para estimular la desulfurización de los crudos venezolanos. Las
autoridades de los Estados Unidos, en particular los gobiernos de los
estados de la costa Este, que constituían los mayores mercados para el
petróleo venezolano, habían introducido regulaciones que limitaban
el contenido de azufre en el petróleo a procesar en sus refinerías. Por
esta razón los crudos venezolanos debían ser tratados para ser desul­
furados si acaso se aspiraba a mantener la participación en esos mer­
cados. Con el objeto de estimular la instalación de plantas desulfura-
doras en Venezuela, el gobierno negoció con la Creole para que
realizara las inversiones necesarias. Como resultado de las negocia­
ciones, acordó algunos incentivos tributarios, como la aplicación de
un método de depreciación acelerada para el pago de impuestos. Pé­
rez Alfonzo consideró que esos estímulos eran innecesarios debido a
los altos niveles de ganancia que presentaba la Creole. Al respecto es­
cribió un largo trabajo que posteriormente incluyó en su libro Petró­
leo y dependencia.
Los ministros de Raúl Leoni que suscribieron en 1968 la carta de
intención con la Creóle, José Antonio Mayobre, de Minas e Hidrocar­
buros, y Benito Raúl Losada, de Hacienda, publicaron en 1970 un libro
titulado La desulfuración en Venezuela, una decisión nacionalista en
el que explicaban, en forma pormenorizada y sin polemizar con Pérez
Alfonzo, las razones y bases que tuvo el gobierno nacional para proce­
der como lo hizo. Años más tarde, en 1972, al ser interrogado sobre si
reconocía el error de haber combatido las plantas de desulfuración,
Pérez Alfonzo respondió: “El error está en pensar en que yo ni nadie
combatiera esas plantas. Por lo contrario he afirmado públicamente
que la industria petrolera debió proceder a desulfurar los petróleos”.
Ante la repregunta “pero usted atacó el convenio con la Creóle", con­
testó: “Claro que lo ataqué (...) no se atacaba a la desulfuración que por
su propio interés la Creole tenía que iniciar y ampliar, como lo está
I Biblioteca Biográfica Venezolana
104Í Juan Pablo Pérez Alfonzo

haciendo en la actualidad (...) los injustificados nuevos estímulos aña­


didos constituyeron el objeto de la crítica y ataque”.
Con la tenacidad que le era característica, Pérez Alfonzo no se limitó
a lamentar el abandono por parte del gobierno del impuesto selectivo
o a atacar a las empresas petroleras. Cuando en 1969 se produce el
cambio de gobierno intuye que las condiciones se hacen más propi­
cias tanto para criticar las políticas oficiales como para influir en el
marco general de las políticas petroleras a través del Congreso. En las
elecciones de diciembre de 1968 había triunfado por un margen muy
estrecho el candidato del partido socialcristiano COPEI, Rafael Calde­
ra. Esto significaba el desplazamiento del gobierno de su propio parti­
do, Acción Democrática, después de diez años en el poder, y le permi­
tía a Pérez Alfonzo adoptar con mayor comodidad una actitud abierta
de oposición. Por otra parte, AD había obtenido una fuerte representa­
ción en el Congreso, lo que hacía posible influir en las orientaciones
generales por la vía legislativa. En el parlamento el líder de AD en
asuntos petroleros era Arturo Hernández Grisanti, quien había sido
su viceministro y con quien mantenía excelentes relaciones. Además,
Pérez Alfonzo contaba con el apoyo de la fracción parlamentaria del
MEP (Movimiento Electoral del Pueblo). El MEP era un desprendimien­
to de Acción Democrática que se había constituido en partido político
para apoyar la candidatura de Luís Beltrán Prieto en contra del candi­
dato oficial de AD, Gonzalo Barrios.
La división de Acción Democrática entre el MEP y la llamada “vieja
guardia”, liderada por Rómulo Betancourt, había significado la derro­
ta electoral de ese partido. Antes de que la ruptura fuera definitiva,
las dos partes en pugna le habían ofrecido la candidatura presidencial
a Pérez Alfonzo como manera de superar el conflicto. No aceptó la
postulación a pesar de saber que existía la posibilidad de división. Se­
gún explicaría años más tarde: “al rechazar la postulación para ser
candidato a presidente de la república lo hacía en la convicción de no
poder hacer nada de lo que creía necesario realizar, por no contar con
los elementos para ello. Hablo de elementos humanos, no materiales.
No hay nada más dañino que usted asuma una responsabilidad aun
con la certeza de no poder cumplirla. Uno tiene que contar, por lo
Una conciencia vigilante 105

menos, con la ilusión de poder hacer algo”. Al respecto, Pérez Alfonzo


recordaba con humor que en 1963 el Financial Times de Londres ha­
bía comentado: “no hay que temer que ese señor sea el encargado de
manejar la presidencia de la república de Venezuela, porque allá hay
muy pocos calvinos, y ese señor es Calvino”.
En 1963 también le habían propuesto ser candidato presidencial y
también había declinado. En aquella oportunidad hubiera tenido que
competir en la convención nacional del partido y la postulación no
era segura, porque Raúl Leoni contaba con el apoyo del movimiento
obrero, que se había convertido en el gran factor electoral con una
influencia igual o superior a la del presidente Betancourt. En 1968,
por el contrario, de haber aceptado la candidatura la hubiera obteni­
do fácilmente y lo más probable era que hubiera sido presidente de la
república. Con estos antecedentes, aunque Pérez Alfonzo mantuvo su
militancia en la llamada guardia vieja, su autoridad era reconocida
en las dos facciones que habían resultado de la división de Acción
Democrática.
Los contratos de servicio constituyeron el principal asunto de políti­
ca petrolera durante los primeros dos años del gobierno de Caldera.
Desde 1967 Pérez Alfonzo había hecho pública su nueva posición ad­
versa a los contratos de servicio. Su autoridad moral en asuntos petro­
leros y la influencia que ejercía sobre los grupos parlamentarios de
AD y el MEP le permitieron presionar durante 1969 y 1970 para hacer
más exigentes las bases de los contratos de servicio que debía aprobar
el Congreso y para demorar su aprobación hasta finales de 1970, cuan­
do AD y el gobierno llegaron a un acuerdo al respecto. Curiosamente,
Pérez Alfonzo se había convertido en un arma de negociación para
Venezuela. Sus posiciones extremas le permitían al gobierno y al Con­
greso aumentar sus exigencias y aparecer a la vez como moderados
ante las compañías y los gobiernos extranjeros.
El logro más importante en política petrolera durante el período del
presidente Caldera fue la determinación unilateral de los precios de
referencia por parte del gobierno de Venezuela. Se trató de una inicia­
tiva del Congreso promovida por Arturo Hernández Grisanti. Aunque
fue aprobada por unanimidad, el gobierno lo hizo a desgana y debido
Biblioteca Biográfica Venezolana
106 Juan Pablo Pérez Alfonzo

a que no podía oponerse a una medida nacionalista de gran populari­


dad, que a la vez le proporcionaba nuevos recursos. Se aprobó junto
con un aumento de impuesto a los ingresos provenientes del petróleo
el 13 de diciembre de 1970.
Los acontecimientos que llevaron a la aprobación de la fijación unila­
teral de los precios de referencia se iniciaron en un intento de reforma
tributaria propuesto por el ministro de Hacienda de Caldera, Pedro
Tinoco. La reforma no contemplaba ningún incremento impositivo a
las compañías petroleras. Su pieza central era el impopular impuesto a
las ventas. Pérez Alfonzo y Hernández Grisanti propusieron que en lu­
gar de aumentar los impuestos internos se pechara a las compañías
petroleras. Se basaban en que los mercados petroleros habían vuelto a
ser favorables para los productos venezolanos. Inmediatamente encon­
traron una acogida positiva en el Congreso y en la opinión pública.
Más allá de los efectos fiscales, la fijación unilateral de los precios de
referencia tenía la importancia de que consolidaba el control por par­
te del país sobre su principal riqueza natural. El establecimiento de
los precios de referencia negociados en 1966 había constituido un pri­
mer paso importante que ahora se consumaba en una medida que
cambiaría la estructura de la industria petrolera mundial, como se
dieron cuenta inmediatamente los otros países exportadores miem­
bros de la OPEP.
Después de varios años de haberse sentido relegado, Pérez Alfonzo
consideró suya esta victoria. Convocó inmediatamente a una rueda de
prensa para expresar su apoyo a la medida y para explicar las razones
en que se fundamentaba. Un periodista comentó que “le era difícil
ocultar su contento sobre el desarrollo de los acontecimientos y reac­
cionaba con una sonrisa ante las especulaciones de los reporteros en
torno a que él era la ‘eminencia gris’ de la reforma”. La otra eminen­
cia gris, y operador en el Congreso, Hernández Grisanti, pasó a con­
vertirse en una figura política de primer rango en el país y en su
partido.
La fijación unilateral de los precios de referencia, facultad que utili­
zó el gobierno para decretar un aumento de precios en marzo de 1971,
sirvió para sincerar el carácter de la relación entre las compañías pe­
Una conciencia vigilante 107

troleras y la nación venezolana. Las políticas nacionalistas habían triun­


fado, aun cuando el gobierno estaba dominado por el ala más conser­
vadora del espectro político. Las empresas transnacionales se sentían
incómodas con lo que llamaban la “politización” de la política petro­
lera, manejada ahora desde el Congreso. Pedro Tinoco, un viejo aliado
de ellas, renunció al poco tiempo al Ministerio de Hacienda. El presi­
dente Caldera, por instinto político o por acatar sus deseos subcons­
cientes, se plegó al ambiente nacionalista.
Al poco tiempo, se presentó al Congreso la Ley sobre Bienes Afectos a
Reversión en las Concesiones de Hidrocarburos. La Ley de Reversión,
como se le llamaba, se proponía resolver un problema que todos cono­
cían pero que hasta entonces nadie había querido enfrentar. La mayo­
ría de las concesiones vencían a partir de 1983 y resultaba evidente
que en esa fecha no se renovarían. Las empresas petroleras transnacio­
nales, ante la ofensiva nacionalista de la clase política venezolana,
habían dejado de efectuar las inversiones necesarias para mantener
los campos petroleros en los niveles de productividad adecuados. Ha­
bía el temor de que cuando concluyeran las concesiones, las instala­
ciones estarían convertidas en lo que los discursos incendiarios califi­
caban como “chatarra” . En estas circunstancias, las fracciones
parlamentarias de AD y el MEP, con el asesoramiento de Pérez Alfon­
zo, presentaron a la consideración del Congreso el proyecto de Ley de
Reversión, el cual tenía por objeto asegurar que para 1983 las instala­
ciones se mantuvieran en condiciones aceptables, para lo que se im­
ponía un mayor control de las operaciones de las compañías petrole­
ras. El gobierno y COPEI apoyaron el proyecto y se hizo ley el 30 de
junio de 1971.
La suerte estaba echada. Ni los sectores políticos pensaban en las
compañías petroleras transnacionales como los gestores del futuro de
la industria en el país ni éstas últimas tenían la confianza suficiente
para realizar las inversiones necesarias para modernizarla y mante
nerla en condiciones competitivas. Además, el régimen democrático
en Venezuela era sólido y convocaba el suficiente apoyo popular como
para descartar las salidas de fuerza.
Biblioteca Biográfica Venezolana
1081 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Sin embargo, todavía nadie, incluyendo a Pérez Alfonzo, se atrevía a


hablar de nacionalización. Se procedió a la nacionalización de la in­
dustria del gas, pero esto era más un desahogo que una declaración de
intenciones políticas. El problema no era tanto la nacionalización, en
la cual la mayoría de los venezolanos estaban de acuerdo, y que pare­
cía cada vez más posible en vista de las nacionalizaciones que estaban
planteando los países del Medio Oriente, sino cómo y cuándo realizar­
la, de manera que no resultara la “suicida voltereta en el vacío” de la
que había hablado Rómulo Betancourt.
Mientras tanto, entre 1971 y 1973, en los mercados petroleros y en la
política del Medio Oriente los acontecimientos que se sucedían signi­
ficaban cambios vertiginosos que iban a transformar definitivamente
el mundo del petróleo. Como expone Yergin: “El balance de oferta y
demanda que se estaba presentando al comienzo de los años setenta
estaba enviando un mensaje muy importante: el petróleo barato ha­
bía sido una ayuda tremenda para el crecimiento económico, pero no
podía mantenerse. La demanda no podía seguir creciendo al ritmo
que lo estaba haciendo; se necesitaba desarrollar nuevas fuentes de
oferta. Esto era lo que significaba la desaparición de la capacidad ocio­
sa (en la industria petrolera). Algo tenía que ceder, y ese algo era el
precio. ¿Pero cómo? ¿y cuándo?. Esas eran las preguntas cruciales”.
Esos eran también los dilemas que había venido planteando Pérez
Alfonzo. Las predicciones de las compañías y expertos petroleros con­
templaban desde hacía varios años la permanencia de un mercado de
compradores. Sus consideraciones tenían un alto ingrediente de ad­
monición, e incluso de amenaza. La moraleja era que los productores
debían competir entre sí para mantener su participación en el merca­
do, para lo cual debían moderar sus ambiciones respecto a precios y
participación en las ganancias de la industria. Debían también, para
no quedarse rezagados, incentivar nuevas inversiones por parte de las
compañías petroleras. Pérez Alfonzo había planteado exactamente lo
contrario y el tiempo le estaba dando la razón.
En tales circunstancias, los países exportadores del Medio Oriente y
del Norte de Africa comenzaron a plantear todo tipo de exigencias
para aumentar su participación en el negocio petrolero. En noviem­
Una conciencia vigilante 109

bre de 1970 el Shah de Irán había roto la barrera de la repartición de


ganancias en cincuenta por ciento entre las compañías y los gobier­
nos nacionales. El famoso “fifty-fifty” que Pérez Alfonzo había intro­
ducido en los años cuarenta y que todavía regía en la mayoría de los
países exportadores. Las compañías se vieron en la necesidad de e le
var la participación nacional a 55% no sólo en Irán sino también en el
resto del Golfo Pérsico. A principios de 1971, Libia hizo demandas adi­
cionales. En Teherán, se acordó formalmente una participación de los
exportadores superior a 50% y un aumento de precios. Según afirma
Yergin, “en Teherán se marcó un hito, la iniciativa había pasado de las
compañías a los países exportadores”. En abril del mismo año se acor­
dó un aumento de precios mayor para el petróleo de los países del
Norte de África.
Adicionalmente se planteó un incremento en la participación accio­
naria de los Estados en las compañías petroleras, particularmente en
Arabia Saudita. Argelia nacionalizó la porción de las compañías que
hasta entonces había permanecido en manos privadas. Libia naciona­
lizó las instalaciones de la British Petroleum y la mitad de los intere­
ses de la ENI, la petrolera italiana. Irak hizo lo mismo con la Iraq Pe­
troleum Company. Los países del Golfo Pérsico acordaron con las
compañías petroleras una participación accionaria progresiva que iría
desde un 25% en 1971 hasta un 51% en 1983. En Irán las compañías
pasaron a ser contratistas, con un papel similar al que se preveía para
ellas en Venezuela en los contratos de servicio.
En octubre de 1973 se añadieron dos nuevos elementos. Por una par­
te, los países del Golfo Pérsico, después de no haber llegado a un acuer­
do con las compañías petroleras sobre aumentos de precios, anuncia­
ron unilateralmente un incremento de 70%. Por otra parte, la llamada
Guerra de Yom Kippur entre Israel y los países árabes provocó un em­
bargo del petróleo por parte de los países árabes, que redujeron sus
niveles de producción. Se trataba de una reacción ante el apoyo brin­
dado por Estados Unidos a Israel.
En diciembre de 1973 se celebrarían las elecciones presidenciales en
Venezuela. Durante la campaña se especuló sobre la posibilidad de
plantear la nacionalización de la industria petrolera, pero ninguno
I Biblioteca Biográfica Venezolana
1101Juan Pablo Pérez Alfonzo

de los partidos o candidatos se atrevió a proponerlo. Pérez Alfonzo


tampoco se pronunció al respecto, a pesar de que dentro de Acción
Democrática los redactores de la parte petrolera del programa de go­
bierno se habían manifestado a favor de anunciar la nacionalización.
Después de las elecciones, paradójicamente fue el presidente saliente,
Rafael Caldera, quien recomendó públicamente a su sucesor, el adeco
Carlos Andrés Pérez, que pensara en nacionalizar la industria. La ban­
dera que todos se disputaban, pero que mantenían escondida, al fin
podía ondear.
En 1975 el gobierno de Carlos Andrés Pérez decretó la nacionaliza­
ción de la industria petrolera, con el respaldo unánime de los parti­
dos políticos representados en el Congreso Nacional. Se había ganado
la vieja lucha por lograr el control de los venezolanos sobre su princi­
pal riqueza. Al menos, por ahora. Pérez Alfonzo apoyó la nacionaliza­
ción aunque tuvo reparos a algunas de las disposiciones que la hacían
efectiva.
111

Petróleo y dependencia

Después de su renuncia al Ministerio de Minas e Hidrocarburos, Pé­


rez Alfonzo cumplió con lo que se había propuesto: dedicarse al estu­
dio de asuntos de interés general y acercarse a la naturaleza. Ambas
actividades podía realizarlas en su casa de Los Chorros. Su interven­
ción en la vida pública la realizó a través de conferencias, ruedas de
prensa y publicaciones.
Las ruedas de prensa eran esporádicas pero contundentes. Abarca­
ron progresivamente temas que trascendían los asuntos petroleros.
Sin embargo, la vuelta al tema resultaba inevitable. Pérez Alfonzo,
conciente de eso, comentó: “yo he dicho no interesarme más por el
petróleo, pero, de una u otra forma caigo en él. Muchos ven en eso
una contradicción, pero, no hay tal (...) hasta que se agote, el petróleo
forma parte de la vida actual. Por lo tanto siempre se llega a él por una
u otra vía”.
Los primeros años de su retiro, Pérez Alfonzo los dedicó a explicar
las políticas que había seguido en el área petrolera. Le angustiaba lo
que consideraba desviaciones o debilidades en la aplicación de las orien­
taciones trazadas, tanto a nivel nacional como en el seno de la OPEP.
El aumento de los precios del petróleo que se inició en 1970 profundi­
zó su preocupación sobre la falta de capacidad de los países exporta­
dores de petróleo para invertir productivamente los recursos genera­
Biblioteca Biográfica Venezolana
112 Juan Pablo Pérez Alfonzo

dos. Aunque se alegraba de que finalmente se comenzara a reconocer


el valor que tenían los hidrocarburos, entendía que la riqueza repenti­
na podía convertirse en un problema, más que en una solución, si no
se modificaban las pautas de conducta a las que la dependencia y la
imitación nos habían acostumbrado.
Esta preocupación motivó a Pérez Alfonzo a reunirse en 1971 con el
presidente Rafael Caldera para proponerle tres alternativas en la utili­
zación de los nuevos ingresos: pagar la deuda externa del país, com­
prar valores en el exterior o reducir la producción para cubrir sola­
mente los gastos previstos en el presupuesto. Ninguna fue adoptada y,
por el contrario, la producción petrolera se mantuvo hasta 1973 en
los niveles más altos de la historia de Venezuela.
La inquietud sobre las consecuencias de los ingresos provenientes
del petróleo condujo a Pérez Alfonzo a concentrarse en los efectos que
produce la explotación de los hidrocarburos en los países atrasados.
En 1971 publicó el libro Petróleo y Dependencia en el que aborda el
tema. Este sería el último escrito enteramente por él, porque las publi­
caciones posteriores consisten en diálogos, entrevistas o recopilación
de algunas de sus ruedas de prensa.
En Petróleo y Dependencia destaca la hegemonía del petróleo en la
vida de los venezolanos y señala que representaba en 1968 la cuarta
parte del producto nacional, el 92,8% de las exportaciones y el 67,3% de
los ingresos fiscales. Insiste en que la monoproducción crea una peli­
grosa situación de dependencia, “independientemente de las entida­
des o empresas que pudieran administrar este recurso natural”. En el
caso de Venezuela ese peligro se multiplica -dice- porque el petróleo
es manejado dentro del país y en los mercados internacionales por con­
sorcios multinacionales que persiguen sus propios objetivos de ganan­
cias ilimitadas. Esta situación se exacerba por la concentración de la
dependencia en dos de los mayores consorcios internacionales, la Stan­
dard Oil de New Jersey (Creole, en Venezuela) y la Shell, que controla­
ban las tres cuartas partes de la producción de petróleo en Venezuela.
Hace notar que los simples pagos al sector externo significaron en
1968 un 8,7% del Producto Nacional Bruto (PNB). Este pago lo califica
como “diezmo colonial”. Ante esta situación -expone- “tratamos de
Petróleo y dependencia 113

explicar y justificar nuestra excesiva dependencia externa, tan costo­


sa para Venezuela y con tantos daños para la colectividad, alardeando
de un desarrollo económico artificial, decididamente inseguro, y el
cual jamás alcanzará a ofrecer bienestar al pueblo”. Pero -arguye- la
dependencia sería soportable “si existiese la seguridad del desarrollo
económico. Continuaríamos entregando el petróleo con la esperanza
de llegar a la independencia económica y al progreso nacional. Sin
embargo, esto no es otra cosa que una ilusión infundada cuando se
considera lo que sucede en la realidad”.
La afirmación anterior la explica de la siguiente manera: “Los ingre­
sos que dejaron llegar al gobierno las poderosas empresas en la medi­
da en que crecía la explotación, fueron excediendo cada vez más la
capacidad útil de absorción de capital que tenía la incipiente econo­
mía nacional hasta el punto que esos ingresos determinaron una ver­
dadera indigestión económica o inundación”(...)“Estos ingresos no pro­
vienen de la actividad productiva en los diversos sectores de la
economía de Venezuela sino que surgen de la actividad minera orien­
tada hacia la exportación. Así el petróleo ha venido suministrando
crecientes cantidades de divisas extranjeras con las cuales nos obligan
a comprar bienes y servicios en el extranjero, haciendo que el factor
multiplicador de la actividad petrolera cumpla su función fuera de
los limites del territorio nacional”.
Explica Pérez Alfonzo que entre 1947 y 1967 el gobierno venezolano
percibió 17.469 millones de dólares por participación fiscal en la in­
dustria petrolera. Y añade: “Es muy fácil de imaginar que la pequeña y
atrasada economía de Venezuela no podía aprovechar eficientemente
ni siquiera esta restringida participación en tan excesiva explotación
de sus recursos petroleros”.
Tres mecanismos -que se pueden cuantificar- permiten entender
como se origina el despilfarro. En primer, lugar la relación entre los
ingresos que provee la participación fiscal y el capital existente. En la
medida en que se obtienen nuevos recursos parte de ellos se orienta a
la formación de capital necesaria para promover el crecimiento de la
economía nacional. Pero llega un momento en que las necesidades
inmediatas de capital se copan, porque no existen recursos humanos
Biblioteca Biográfica Venezolana
114 Juan Pablo Pérez Alfonzo

o de organización para añadir nuevas inversiones. En segundo lugar,


se presenta la indigestión propiamente tal que significa romper “los
límites del aprovechamiento útil del capital, forzando más aun las
importaciones”. El tercer mecanismo lo llama “carrera perdida y ca­
rrera ganada”. La carrera perdida consiste en promover un crecimien­
to de la economía no petrolera mediante un crecimiento mayor de la
economía petrolera. Por el contrario, la carrera ganada se produce
cuando el crecimiento del sector no petrolero es mayor al petrolero, lo
que significa reducir la dependencia del petróleo.
Según los cálculos de Pérez Alfonzo, en los años 1950-1957 se dio el
caso de “carrera perdida” porque para generar un crecimiento anual
promedio en el sector no petrolero de 8,9% se debió forzar el creci­
miento del sector petrolero a un promedio anual de 14,1%. En contras­
te, en los doce años siguientes se obtuvo una situación de “carrera
ganada” porque se limitó el crecimiento del sector petrolero a una
tasa anual de 4,7% y el resto de la economía logró una tasa de creci­
miento anual promedio de 7,3%. Explicaba así cómo el crecimiento de
relumbrón de los años de la dictadura había sido más perjudicial que
benéfico.
En sus comentarios destaca que se debe diferenciar entre la depen­
dencia de las compañías transnacionales y la dependencia del petró­
leo. La dependencia de las compañías transnacionales es particular­
mente relevante en lo que atañe a la participación de los venezolanos
en los ingresos generados por la explotación de su riqueza natural. Es
importante respecto a la definición de las orientaciones de política y
la interferencia en las decisiones nacionales. La dependencia del pe­
tróleo, por su parte, incide en el desarrollo y el crecimiento de la eco­
nomía nacional. Se produce independientemente de que los hidrocar­
buros sean explotados por las compañías transnacionales o por una
empresa estatal o nacional y deforma y hace vulnerable el crecimien­
to económico.
Los mecanismos descritos se producen por lo que podríamos llamar
características estructurales de los países atrasados exportadores de
petróleo (Pérez Alfonzo persiste en calificar como atrasados a los paí­
ses que académicos y organismos más piadosos denominan “en desa­
Petróleo y dependencia 115

rrollo”). En consecuencia, los afectan a todos. La evolución de las eco­


nomías de los países exportadores confirma esta apreciación. Todos
ellos, particularmente después de los aumentos de precios de los años
setenta, han tenido una evolución económica similar signada por au­
ges, depresiones y programas de desarrollo frustrados.
Un corolario de lo anterior consiste en que resulta superficial atri­
buir el despilfarro que se ha dado en los países exportadores de petró­
leo y las dificultades que han presentado sus planes de desarrollo a
que su población es poco trabajadora o a la corrupción e incapacidad
de sus sectores dirigentes. El fenómeno peculiar que ha afectado sin
distingos a los países exportadores de petróleo se debe primordialmen­
te al choque que produce la implantación de una industria tecnológi­
camente avanzada, monopólica y generadora de grandes ingresos en
economías atrasadas. El problema ha afectado a pueblos y sociedades
en otros respectos muy distintas entre sí. Literalmente a moros y cris­
tianos; a reinos y repúblicas; a democracias y a dictaduras; a virtuosos
y bribones. Incluso se ha presentado en países avanzados como Gran
Bretaña, Holanda y Noruega cuando se han transformado en exporta­
dores de petróleo. Al punto de que lo que Pérez Alfonzo llamó el “efec­
to Venezuela” se conoce hoy en la literatura económica académica
como “la enfermedad holandesa”. De manera que para entenderlo se
necesita algo más que una simple condena moral. Pérez Alfonzo en­
tendió esto claramente, a pesar de su tendencia innata a las condenas
morales.
Puede observarse, además, que la oposición de Pérez Alfonzo al siste­
ma de contratos de servicios -que ocupa la primera parte del libro
“Petróleo y Dependencia”- se basa en consideraciones sobre el curso
de la economía más que en el análisis de las diferentes alternativas
técnicas que se presentaban en las negociaciones entre el gobierno y
las compañías petroleras. Para subrayar su punto de vista, en la prim e
ra rueda de prensa que convocó en 1970 afirmó: “no he leído, ni tengo
la intención de hacerlo, el proyecto de contrato de servicios, actual­
mente presentado ante el Congreso. Me opongo a los contratos de ser­
vicios porque ellos aumentan nuestra dependencia en los intereses
extranjeros”. Cuando en la rueda de prensa un periodista protestó:
Biblioteca Biográfica Venezolana
1161Juan Pablo Pérez Alfonzo

“Pero doctor, fue idea suya sustituir las concesiones petroleras por con­
tratos de servicio”, respondió cortante: “entonces Pérez Alfonzo esta­
ba equivocado”.
Según nos cuenta Clemente Cohén, en esa oportunidad Pérez Alfon­
zo comentó con sus allegados: “mientras el petróleo nos produzca di­
nero fácilmente, nosotros continuaremos derrochándolo” (...)” Los con­
tratos de servicios debían ser considerados como un vehículo. Como
tal pueden ser considerados un Cadillac en comparación con el Mode­
lo T de Ford, respecto a las concesiones petroleras. Lo que yo critico
cuando me opongo los contratos de servicios, es el camino, no el ca­
rro. Y, por este camino, el Cadillac nos llevará al desastre más rápida­
mente”.
La argumentación que hace Pérez Alfonzo en contra de los contratos
de servicio en el libro “Petróleo y Dependencia” deja en claro que no
consideraba a la explotación del petróleo dañina por sí misma. Por el
contrario, afirma “la nación para subsistir, fortalecerse y progresar,
tiene el compromiso de aprovechar lo mejor posible todos sus recur­
sos. Aun cuando los recursos se agoten al usarse, como es el caso del
petróleo y otros minerales, se tiene el derecho y hasta el deber de apro­
vecharlos razonablemente”.
Lo que realmente le preocupaba era que la economía del país no
estaba preparándose para el momento en el cual el petróleo se agota­
ra o dejara de tener fuerza para impulsar el crecimiento del país. Por
ello consideraba que un agotamiento temprano de la riqueza petrole­
ra sin que se hubiera preparado suficientemente a Venezuela para vi­
vir sin la ayuda fortuita de la explotación de los hidrocarburos consti­
tuiría “el efecto complejo más peligroso para la seguridad de la nación”.
En la exposición de estas ideas, tal como señala Clemente Cohén,
“no es ningún secreto que a pesar de su perspicacia y capacidad para
captar los argumentos importantes en una batalla legal complicada,
Pérez Alfonzo jamás adquirió dominio sobre la elocuencia escrita o
verbal, su única elocuencia era la vehemencia de su verdad”. A pesar
de esta debilidad, que narran sus alumnos y se constata al leer sus
escritos, poseía la virtud de resumir en frases e imágenes cortas y ex­
presivas lo que quería decir. Giros tales como “Diezmo colonial” y “Ca­
Petróleo y dependencia 117

rrera ganada y carrera perdida”, le permitieron abrir y ganar la imagi­


nación de sus audiencias. Frases que posteriormente se hicieron de
uso común como “pobre país rico”, “efecto Venezuela” y “el excremen­
to del diablo” le confirieron popularidad a unas ideas que pocos cono­
cían pero que muchos intuían acertadas, aunque ignoraran el basa­
mento lógico en que se sostenían.
En las conferencias de prensa dictadas entre diciembre de 1971 y
marzo de 1975, Pérez Alfonzo expone lo que posteriormente fueron
sus principales preocupaciones sobre el petróleo y la dependencia.
Antes de referirnos al contenido de ellas, cabe aclarar que “excremen­
to del diablo” era una expresión que utilizaban algunos indios de Ve­
nezuela para referirse al petróleo que brotaba espontáneamente de la
tierra, el mismo al que hacía pocos años había llamado “el jugo de la
tierra”, también una expresión indígena que nombraba al petróleo.
El problema principal que domina en estas ruedas de prensa en el
período anterior a la gran elevación de precios de 1974 es la contrapo­
sición entre el aumento de los precios y el aumento de los niveles de
producción del petróleo. Después de años de precios estables o depri­
midos comenzaba a activarse la demanda y se iniciaba una tendencia
al alza de los precios. Como ya era tradicional, las posiciones se polari­
zaban entre quienes abogaban por un aumento de la producción que
permitiera aumentar la participación en los mercados y quienes eran
partidarios de estabilizar o reducir la producción para estimular el
alza de los precios.
Como también era habitual, Pérez Alfonzo liderizaba esta segunda
posición. Al respecto sostenía que “el petróleo dejado de producir no
es petróleo perdido, tanto porque permanece en la tierra disponible
para futuras necesidades como porque su tendencia secular a la valo­
rización lo hará más codiciado”. De manera que no era necesario la­
mentarse por la pérdida de mercados y una baja de ingresos que él
consideraba innecesarios y hasta dañinos.
Por el contrario, Pérez Alfonzo proponía una reducción de la pro­
ducción para acelerar una revalorización que era justa y que se podía
vislumbrar en el futuro cercano. De hecho, como ya empezaba una
carrera de alza de precios en Libia y el Medio Oriente se lamentaba de
I Biblioteca Biográfica Venezolana
1181 Juan Pablo Pérez Alfonzo

que el gobierno se hubiera retardado en fijar nuevos precios de refe­


rencia. Curiosamente, el aumento de precios que propuso parecía una
extravagancia pero resulta pequeño si se le comprara con los incre­
mentos de precios que se produjeron en los tres años siguientes. Lo
que más indignaba a Pérez Alfonzo es que se mantuvieran los precios
del petróleo venezolano relativamente bajos, alegando que así se obte­
nía una mayor “competitividad”.
Ante la discusión planteada afirma sin el menor asomo de duda:
“una reducción significativa de la producción debe ser considerada
como uno de los hechos más positivos para el progreso de Venezuela”.
Tanto por razones económicas como por el motivo conservacionista
de que “el acentuado decaimiento de las reservas está alertando sobre
la impostergable necesidad de disminuir la producción de petróleo en
Venezuela”. Esa reducción no debería dejar al país en una posición
débil ante los mercados, por lo que propone la creación de un “Fondo
de Defensa Nacional”, de valores liquidables que “preste respaldo fir­
me a su posición de vendedor internacional” .
Después del gran aumento de precios de 1974, Pérez Alfonzo alerta
que “los saltos en los ingresos petroleros no se repetirán y en sus con­
ferencias de prensa de diciembre de 1974 y de marzo de 1975 -cuando
la presidencia de Carlos Andrés Pérez está por cumplir su primer año-
expresa: “La mentalidad de nuevos ricos que nos hunde, originada por
los continuados saltos de los ingresos petroleros no tendrá nuevas ra­
zones para continuar. Será entonces cuando sabremos rectificar. Se
requiere una nueva mentalidad para capacitarnos a realizar el esfuer­
zo que reclama un armonioso progreso nacional”.
En sus conclusiones ratifica y resume su posición afirmando que “la
producción de petróleo debe bajar drásticamente a fin de poner un
techo infranqueable a la disponibilidad de divisas extranjeras” y que
“la defensa del petróleo y la seguridad misma de Venezuela imponen
mantener un fondo de divisas invertidas en el exterior en forma dis­
ponible con relativa rapidez”
El gobierno de Carlos Andrés Pérez redujo fuertemente la produc­
ción petrolera, aunque de manera menos drástica de la que proponía
Pérez Alfonzo. Mientras la producción petrolera en 1973 fue de 3,37
Petróleo y dependencia 119

millones de barriles diarios, en 1974 se redujo a 2,94 millones y en


1975 a 2,34 millones. En el último año del gobierno de Carlos Andrés
Pérez, la producción fue de 2,16 millones diarios. Esta política la con­
tinuaron los gobiernos siguientes. Durante el de Luís Herrera Cam-
píns (1979-1983) se tuvo un promedio de 2,07 millones de barriles dia­
rios y en el de Jaime Lusinchi (1984-1989) el promedio fue de 1,70
millones de barriles diarios.
En cuanto al fondo de divisas, en 1974 se creó el Fondo de Inversio­
nes de Venezuela (FIV), que tenía las mismas funciones prescritas por
Pérez Alfonzo. En la creación del FIV afloraron diferencias internas en
el gobierno que luego serían resaltadas en las críticas de Pérez Alfon­
zo. Mientras el ministro de Hacienda, Héctor Hurtado, había propues­
to un monto de 23.000 millones de bolívares (5.350 millones de dóla­
res) como capital inicial del FIV, el ministro de Planificación, logró
que se redujera esa suma a casi la mitad (Bs. 13.000 millones).
Finalmente, parece conveniente situar la discusión sobre los niveles
de gasto en el contexto internacional. La llamada crisis energética había
profundizado la crisis financiera que se venía presentando a nivel
mundial desde hacía varios años, cuya manifestación más visible ha­
bía sido la devaluación del dólar en 1971. El traslado de recursos en
grandes cantidades hacia los países exportadores que significó el alza
de los precios del petróleo creó una masa monetaria que no podían
invertir rápidamente. La economía internacional se resentía por una
situación inflacionaria en los países industrializados en los años in­
mediatamente anteriores. La inmensa masa de dinero en manos de
los países miembros de la OPEP -que se bautizó como “los petrodóla-
res- y el incremento de los precios del petróleo creaban una presión
adicional en el alza generalizada de los precios.
Se planteaba qué hacer con los petrodólares para que no tuvieran
un efecto adverso sobre el crecimiento y la estabilidad de la economía
mundial. La solución que promovieron los Estados Unidos, la gran
banca internacional, y en consecuencia los organismos financieros
multilaterales, fue el llamado “reciclaje” de los petrodólares. Este con­
sistía en la puesta en circulación de los excedentes monetarios fuera
de los países industriales, a donde de todas maneras volverían, pero
1Biblioteca Biográfica Venezolana
1201 Juan Pablo Pérez Alfonzo

como pagos de bienes y servicios. De esta forma ayudarían, además, a


superar la recesión económica que también amenazaba a los países
industrializados. Esta combinación, totalmente novedosa, de estanca­
miento con inflación había sido bautizada con el neologismo de “es-
tanflación”.
En tales circunstancias, los países industrializados estimularon a los
países exportadores de petróleo a aumentar sus gastos y programas de
inversión con el argumento de que era necesario que los inmensos
recursos que tenían depositados en los bancos no permanecieran ocio­
sos. En el mismo sentido, indujeron a los países de la OPEP a prestar
parte de sus “excedentes monetarios” a los organismos financieros
internacionales, los cuales a su vez los canalizarían hacia los países
importadores de petróleo, incluyendo a los otros países en desarrollo,
para el pago de la factura petrolera o la realización de programas y
proyectos.
El reciclaje de los petrodólares fue uno de los objetivos de la política
económica internacional de los países desarrollados. Para lograrlo se
requería un mayor gasto por parte de los países exportadores de petró­
leo y las presiones para que los realizaran no se dejaron esperar. En el
directorio ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), por ejem­
plo, las políticas de desarrollo y gasto de Venezuela -las mismas que
internamente Pérez Alfonzo criticaba duramente- eran ampliamente
elogiadas.
La misma situación provocó que Estados Unidos y los otros países
industrializados, además de apoyar los programas de gasto e inver­
sión de los países exportadores de petróleo, promovieran su endeuda­
miento. En este caso el argumento era que debido a la excelente situa­
ción financiera de los países petroleros era el momento de incorporarse
y pedir prestado en los mercados de capital, lo que alegaban como un
rasgo distintivo de toda economía sólida y respetable. Para los bancos
comerciales de los países industrializados ese endeudamiento era im­
portante porque habían encontrado dificultades para colocar renta­
blemente los llamados petrodólares. En América Latina tres países -
Venezuela, México y Brasil (que también se estaba endeudando, pero
por la razón opuesta, para financiar la factura petrolera)- fueron pues­
Petróleo y dependencia 1121

tos como ejemplo a seguir porque habían logrado ser aceptados en los
mercados internacionales de capital. Por otra parte, en 1979 el Banco
Mundial circuló un estudio de acuerdo al cual el precio del petróleo
llegaría a cien dólares por barril en 1985. Una de las moralejas era que
los países exportadores de petróleo no tendrían ninguna dificultad
para cancelar las deudas que contrajeran de inmediato en beneficio
del sistema financiero internacional y de su propio desarrollo.
El aumento del gasto y del endeudamiento, como puede apreciarse,
no era solamente el resultado de las ilusiones de súbito progreso por
parte de los gobiernos de los países exportadores de petróleo o de los
engaños y ambiciones de lucro de los vendedores de maquinarias y
baratijas, sino que respondía, además, a las presiones y los grandes
lincamientos de política de los países más poderosos de la economía
mundial.
Pérez Alfonzo estaba conciente de esta nueva manera de dependen­
cia, que abarcaba un amplio espectro que comprendía el halago a la
vanidad de los gobernantes de los países petroleros; la promesa de su
influencia en los asuntos internacionales; la amenaza sobre la hostili­
dad de los países industrializados y de los países en desarrollo impor­
tadores de petróleo; y la predicción de una sustitución de los suminis­
tros de energía por fuentes alternativas al petróleo. Sabía que no se
trataba únicamente de la debilidad de la dirigencia política nacional
e intuía que se estaba lidiando con tendencias en la distribución mun­
dial del poder que iban más allá de los asuntos propiamente petrole­
ros. Esta situación contribuyó a aumentar el ámbito de sus preocupa­
ciones y el alcance de sus denuncias.
Los países miembros de la OPEP habían logrado un cambio en la
estructura de poder en áreas fundamentales para la economía mun­
dial pero no habían podido formular una visión global alternativa para
la definición de nuevas formas de desarrollo. Intentaron hacerlo en la
primera conferencia de soberanos y jefes de estado de la OPEP, celebra­
da en Argelia en 1975, la cual tuvo como resultado una propuesta glo­
bal para negociar e impulsar un “nuevo orden económico internacio­
nal”. Se aspiraba estructurar pautas para que los países en desarrollo
pudieran avanzar económicamente dentro de un ambiente general
|Biblioteca Biográfica Venezolana
1221Juan Pablo Pérez Alfonzo

de estabilidad y menor dependencia. La negociación tuvo lugar en la


Conferencia sobre la Cooperación Económica Internacional, más co­
nocida como el diálogo Norte-Sur, que se desarrolló en París entre di­
ciembre de 1975 y junio de 1977.
Pérez Alfonzo apoyó al diálogo Norte-Sur. “La mayor justicia anhela­
da -dijo en 1976- sólo podría determinarla ese nuevo orden del que
tanto se está hablando”. Lamentablemente los logros de la Conferen­
cia fueron escasos, debido a que no se pudieron reconciliar las dife­
rencias entre países desarrollados y países en desarrollo. Alian MacEa-
chen, entonces m inistro de relaciones exteriores de Canadá y
co-presidente de la Conferencia en representación de los países desa­
rrollados, la definió años más tarde “como el punto máximo del diálo­
go NorteSur y (...) como una de las oportunidades perdidas de los años
1970”. El co-presidente por los países en desarrollo fue el venezolano
Manuel Pérez Guerrero, quien había compartido con Pérez Alfonzo la
lucha por la creación de la OPEP y se había dedicado en los últimos
años a diseñar y promover el nuevo orden económico internacional.
Pérez Guerrero, a quien le correspondió dictar la clase inaugural de
la cátedra Pérez Alfonzo creada en 1983 por la Universidad Central de
Venezuela, compartía con éste último no sólo criterios en el área pe­
trolera e ideales políticos sino también el convencimiento sobre la
necesidad de transformar los estilos de vida y desarrollo. En 1979, afir­
mó ante los ministros de los países en desarrollo: “’’Nosotros somos en
buena parte responsables de las distorsiones que se han introducido
en nuestros ámbitos por obra del consumo desenfrenado. En vez de
copiar modelos de los países ricos para beneficio transitorio de los
ricos de nuestros países, deberíamos darnos más a la tarea de encon­
trar fórmulas que correspondan a las necesidades verdaderas de nues­
tros pueblos”.
123

El monje de los chorros

Después de haber expuesto sus ideas sobre los asuntos petroleros y


su incidencia en el desarrollo económico de Venezuela, Pérez Alfonzo
amplió los asuntos que abordaba en público durante sus conferencias
y ruedas de prensa. Algunos de estos temas resultaban extraños en el
debate político cotidiano. En muchas de sus consideraciones desafia­
ba el saber convencional y proponía soluciones diferentes a las ense­
ñanzas de las instituciones más tradicionales en un lenguaje directo,
a menudo irreverente. Por estas opiniones y admoniciones, así como
por su forma de vida austera y retirada, se le comenzó a conocer como
“El Monje de los Chorros”.
En los temas de población, por ejemplo, se inclinó decididamente a
favor de la planificación familiar y la legalización del aborto, adop­
tando posiciones contrarias a las que defendía la iglesia católica. Res­
pecto al modelo de desarrollo que debía seguir el país, se pronunció
por darle prioridad a la comunidad agrícola, y por moderar el creci­
miento de la gran industria que preconizaban las principales organi­
zaciones políticas, incluyendo su propio partido, Acción Democráti­
ca. Cuando los más diversos sectores celebraban el progreso que
mostraba Venezuela, cuyo ingreso por persona era ampliamente el más
elevado de América Latina y cuya inflación era la más baja del conti-
Biblioteca Biográfica Venezolana
124 ! Juan Pablo Pérez Alfonzo

nente, cuestionó radicalmente las orientaciones adoptadas en la con­


ducción de la política económica.
En una época en la cual todavía resultaban novedosos los asuntos y
las políticas de conservación, Pérez Alfonzo le atribuyó cada vez más
importancia a la ecología. En sus últimos años declaró “soy antes que
nada un ecologista. Siempre lo he sido. Ya no me interesa el petróleo.
Ahora vivo para mis flores. La OPEP, como grupo ecológico, realmente
ha desaparecido”.
Las advertencias de Pérez Alfonzo sobre estos asuntos de carácter
general eran recibidas con escepticismo, e incluso generaban recha­
zo, de parte de muchos especialistas. Se decía que el gran experto y
técnico de los hidrocarburos no contento con haber rechazado su pro­
pia propuesta de política petrolera -los contratos de servicio- y de
criticar las acciones de la organización internacional que había crea­
do -la OPEP- ahora incursionaba en campos que escasamente conocía
y se permitía criticar los esfuerzos realizados en las áreas más diversas
del desarrollo nacional. En los asuntos internacionales, sus reproches
ya no se limitaban a las compañías petroleras transnacionales e iban
dirigidos a los modos de vida adoptados por la sociedad de consumo y
el sistema capitalista. Se permitía incluso citar como ejemplos las “co­
munas” que proliferaban en los Estados Unidos, promovidas por “hip-
pies” y otros grupos alternativos, así como al experimento de desarro­
llo autárquico que se realizaba en la China comunista en la comunidad
de Tachai.
Pérez Alfonzo, por su parte, consideraba que debía ampliar sus pro­
pios horizontes y someter a duda muchas “verdades convencionales”
de fundamentos endebles. En 1976 dijo: “hasta este momento, o hasta
estos últimos tiempos, yo no había visto sino por un ojo, por el ojo del
petróleo, y lo que convenía al petróleo en función de Venezuela”. Aho­
ra aspiraba a tener una visión de conjunto, aunque estaba conciente
de que en estos asuntos más generales no se encontraban recetas o
respuestas definitivas. Pero consideraba necesario alertar a los vene­
zolanos sobre los peligros de un desarrollo artificial, fundamentado
en el exceso de dinero, que a su entender promovían los vendedores
nacionales y extranjeros de maquinarias y baratijas. Por esta actitud,
El monje de los chorros 125

Clemente Cohén lo describe como “un enderezador de entuertos y un


‘pesado socrático’ para sus compatriotas”.
Sobre su propia actitud Pérez Alfonzo comentó en alguna oportuni­
dad: “Es desagradable plantear una solución tan vaga como la de ir
contra la corriente, nadar como los salmones, luchando por alcanzar
los más altos niveles que sigue el curso del agua. Esto podría entender­
se, en el sentido de que uno debe hacer lo que cree que es correcto
dentro de cualquier circunstancia. Para determinar la corrección de
lo que se hace, hay que poner los valores que se hayan desarrollado,
especialmente los valores sociales, utilizando como fundamento, como
principio, la igualdad: uno no puede hacer lo que no se conciba que
pueden hacer todos los que conforman la comunidad. Hay que actuar,
aún mientras no encuentre una solución política definitiva. Dentro
de lo que uno considere lo justo, lo conveniente, como debería ser. Si
usted decide irse a Pariacare, a los terrenos que están ahí y vivir en
una casita, usted está planteando la posibilidad de que todo el mundo
viva en una condición parecida. Esto resulta un camino contrario,
cualquiera sean las ideas políticas que se tengan, a aquel de aprove­
char la situación para tener un yate o un caserón.”
Como puede apreciarse, Pérez Alfonzo creía firmemente que se debe
enseñar con el ejemplo. Por ello se planteó el paso de los dichos a los
hechos y comenzó a planificar e intentó llevar a la práctica la organi­
zación de una comunidad agrícola autosuficiente en el pueblo de El
Tacal. Era un viejo sueño que abrigaba desde su regreso del exilio. El
proyecto contemplaba que Pérez Alfonzo se incorporara a la comuni­
dad y viviera en ella, como en efecto lo hizo durante unos pocos me­
ses, hasta que disputas políticas sobre las tierras lo hicieran fracasar.
Para justificar su proyecto de El Tacal, Pérez Alfonzo argumentaba
lo siguiente: “Volver a la agricultura es la gran misión. Así como dicen
que hay que liberar las tierras, hay que liberar al obrero y al habitante
de la ciudad (...) con lo cual se está significando que todo va a conver­
tirse en campo y la ciudad, en definitiva, desaparece como gran uni­
dad”. Como persona pragmática no se hacía ilusiones de que estuvie­
ra creando al “hombre nuevo” o transformando así a la sociedad. Sus
metas eran más humildes. Por eso dice: “Nada hago con el plan que
Biblioteca Biográfica Venezolana
126 Juan Pablo Pérez Alfonzo

pienso en Tacal, cerca de Cumaná, sin resolver en Caracas. Afortuna­


damente, hay que empezar por algo, sembrar algo en vez de continuar
filosofando, o hablando en el desierto. No voy a dejar de hablar en el
desierto, pero sí voy a tratar de que se realice una cosa que puede ser
ejemplar. El ejemplo es contagioso. No pienso que, dejando la ciudad
y ocupándome nada más de los que están en el campo, aunque reci­
bieran lo del Tacal en otras partes de la República, se resolvería nada,
puesto que la mayoría está en la ciudad. Pero hay la particularidad en
el caso nuestro, que esas mayorías en la ciudad no son ciudadanos,
sino marginados”.
Las posiciones poco ortodoxas de “El Monje de los Chorros” lo hicie­
ron atractivo para quienes, por una u otra razón, buscaban caminos
alternativos al modelo de desarrollo y al modo de vida predominan­
tes. Se estaba en los finales de la década de los sesenta en la cual la
reacción contra la Guerra de Vietnam, en los Estados Unidos; la pri­
mavera de Praga, en el área de los países socialistas; el mayo francés,
en Europa occidental; la revolución cultural, en China; y las reformas
universitarias en América Latina habían cuestionado los valores que
se habían impuesto después de la Segunda Guerra Mundial y habían
planteado la necesidad de nuevos valores menos materialistas y más
afines a lo que cada quien consideraba como “el humanismo”.
Para quienes apoyaban alguna de estas corrientes, un hombre de
sólida formación, con obra concreta realizada, con proyección en el
Tercer Mundo y que se había enfrentado con éxito a la más grandes
empresas transnacionales, como Pérez Alfonzo, que además plantea­
ba temas de ecología, rechazaba el materialismo imperante y tenía la
valentía de proclamarlo, provocaba curiosidad y fascinación. Iván Los-
cher, por ejemplo, en el libro-entrevista que realizó junto con él le
expresa: “en mucho de lo que usted dice noto afinidad con plantea­
mientos de los jóvenes de los movimientos contraculturales, quienes
rechazan la sociedad tecnológica y se plantean comunidades alterna­
tivas, preocupadas por el rescate de ciertos valores morales”.
Los más pragmáticos de estos admiradores consideraban incluso que
un apoyo de parte de Pérez Alfonzo podía transformarse en un activo
político. Esta situación determinó que empezara a crecer el mito de
El monje de los chorros 127

“El Monje de los Chorros” y que muchos políticos, académicos, educa­


dores y jóvenes intentaran acercársele. Pero no se les hizo fácil debido
al carácter retraído, a las costumbres solitarias y a la severidad de los
juicios de Pérez Alfonzo sobre personas y costumbres.
Otros factores adicionales que dificultaban la formación de un mo­
vimiento en torno a su figura fueron la diversidad de motivos y posi­
ciones para querer seguirlo y las ideas que tenía Pérez Alfonzo sobre
los partidos políticos. La mayoría de quienes en ese entonces busca­
ban los llamados caminos alternativos tenían posiciones críticas y r e
servas doctrinarias respecto a los partidos políticos. Pérez Alfonzo, por
lo contrario, creía en su necesidad. Por eso afirmaba, en 1976, “tengo
que manifestar muy claramente que yo no he encontrado otra salida
que la de los partidos políticos. Estos constituyen una institución com­
plementaria al sistema democrático”.
El asunto se hacía más difícil porque no sólo creía en los partidos
políticos sino que seguía creyendo en la misión histórica de su parti­
do, Acción Democrática, a pesar de las críticas que le merecía. Por ello
en la misma época hablaba de “la raigambre de Acción Democrática
en el pueblo venezolano. Por ahora y por mucho tiempo las mayorías
nacionales continuarán cifrando sus esperanzas en ese partido”. Y
añadía: “Esta situación privilegiada de AD multiplica el compromiso
de su responsabilidad ante la Nación y ante el pueblo que cree en ella.
Desaparece de este modo la posibilidad de que sea otro a quien corres­
ponda arrear después para tratar de salir del tremedal en que haya
podido dejar el país. (...) esta es la verdad de la situación. La responsa­
bilidad de un partido que se supo asimilar al pueblo”.
Las ideas expuestas por Pérez Alfonzo durante el período que esta­
mos considerando están recogidas en tres libros que fueron publica­
dos en 1976: Hundiéndonos en el excremento del diablo-, El Desastre-,
y Alternativas. Ninguno de los tres fue escrito como tal por Pérez Al­
fonzo. El primero recoge algunas de sus ruedas de prensa y otros tra­
bajos; el segundo reproduce un diálogo con Domingo Alberto Rangel
en el que participan Pedro Duno, como entrevistador, más tres invita­
dos; y el tercero es una larguísima entrevista que le hace Iván Loscher.
Casi todos los que participan en la recopilación o en los diálogos son
t Biblioteca Biográfica Venezolana
1281 Juan Pablo Pérez Alfonzo

intelectuales o periodistas atraídos por las posiciones “alternativas” y


críticas de Pérez Alfonzo.
La fecha coincidente de publicación de los libros mencionados no es
casual. 1976 fue el año de la nacionalización de la industria petrolera,
un acontecimiento de carácter histórico y nacionalista tan largamen­
te esperado por la población venezolana que había elevado a niveles
sin precedentes la popularidad del gobierno. Los altos ingresos petro­
leros habían producido, además, una bonanza económica que permi­
tía pensar al común de la gente que la “Gran Venezuela” era o podía
ser una realidad.
Quienes adversaban al gobierno desde una posición “anti-sistema”
se encontraban en una situación muy debilitada. La nacionalización
había sido apoyada unánimemente en el Congreso y bien acogida por
la opinión pública. De manera que una posición crítica por parte de
quien directa o indirectamente había sido uno de los “padres” de la
nacionalización -el “filósofo petrolero de AD”- les abría un espacio
político. Por lo tanto dedicaron muchas energías a la difusión de esas
críticas. Pérez Alfonzo, a quien le interesaba que sus opiniones fueran
ampliamente conocidas, no tuvo objeción a que sus puntos de vista
pusieran una nota de cautela al entusiasmo por la nacionalización y
al exceso de optimismo.
En los libros mencionados Pérez Alfonzo se explaya sobre temas de
carácter general, diferentes al petróleo, tales como los sistemas políti­
cos, la población, la educación, la descentralización y la ecología. Como
los textos recogen ponencias, diálogos y ruedas de prensa, los diferen­
tes asuntos aparecen expuestos de manera poco sistemática. Sin em­
bargo, en cada uno de ellos se puede rastrear un pensamiento cohe
rente, con argumentos que se reiteran en situaciones diversas. Aun en
los casos en los cuales periodistas o interlocutores intentan orientarlo
en alguna dirección preconcebida, Pérez Alfonzo se atiene a sus pro­
pias conclusiones y concede muy poco en beneficio del diálogo.
Se aprecia que las ideas las ha ido meditando en la soledad de su
retiro; que casi invariablemente las ha confrontado con las estadísti­
cas y datos disponibles; y que muchas de ellas se han beneficiado de
lecturas de obras poco conocidas en Venezuela y de debates que esta-
El monje de los chorros 129

ban teniendo lugar en los Estados Unidos o en Europa y no se habían


dado aun en Venezuela y en América Latina. Una de las afirmaciones
recurrentes en casi todos los asuntos que aborda es que los países en
desarrollo están importando e imitando los modos de vida e ideas de
los países desarrollados sin percatarse de que están siendo sometidos
a crítica -y a veces han sido superados- en los propios países desarro­
llados, o al menos en sus círculos más ilustrados. Lo que resume di­
ciendo: “Los del tercer mundo estamos empeñados en copiar una so­
ciedad que se reconoce a si misma en crisis”.
En el libro Hundiéndonos en el excremento del diablo, todavía pre­
dominan los temas del petróleo y la dependencia, pero empiezan a co­
brar relevancia nuevos asuntos como los relativos a la población, la
descentralización y las inversiones extranjeras. El libro termina con el
texto “Plan de destrucción nacional”, el cual además de criticar el V
Plan de la Nación cuestiona sus bases conceptuales. En este trabajo acu­
ña frases como “El petróleo es nuestro, lo demás lo importamos”. La
frase, tomada de una caricatura de prensa, alude a una propaganda del
gobierno, a propósito de la nacionalización, en la que se repetía que
ahora el “petróleo es nuestro”. Además afirma que se ha pasado “de la
carraplana al desastre general”, con lo que da pie al título del libro El
Desastre, publicado dos meses después (mayo de 1976) de la primera
edición de Hundiéndonos en el excremento del diablo (marzo de 1976).
El diálogo a varias voces que transcribe El Desastre tuvo lugar en
noviembre de 1975 y enero de 1976. La nacionalización del petróleo,
que se había decretado en octubre de 1975 y efectuado el primero de
enero de 1976, era el tema político del día, pero además abría la discu­
sión y la imaginación a un sinnúmero de interrogantes sobre el futu­
ro de Venezuela. El poder y la riqueza del petróleo que, según se alega­
ba, durante muchos años habían sido usurpados a los venezolanos,
ahora “eran nuestros” y se necesitaba saber qué se iba a hacer con el
poder y la riqueza recién adquiridos. Pérez Alfonzo lo planteaba de la
siguiente manera: “tenemos el caso ahora de los nuevos ricos petrole­
ros. Con tal arma poderosa en las manos, pero por nuestra propia in­
capacidad, locura y pensamiento irracional, se nos sigue explotando,
con nacionalización o sin ella, igual o peor”.
Biblioteca Biográfica Venezolana
130 Juan Pablo Pérez Alfonzo

Para Pedro Duno, profesor que promueve el libro El Desastre, y sirve


de entrevistador, dos voces denunciaban el drama de Venezuela: las
de Juan Pablo Pérez Alfonzo y la de Domingo Alberto Rangel. Quiso
ponerlas juntas y relacionarlas. Rangel era un líder político retirado,
fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), escisión
de Acción Democrática que promovió las guerrillas de los años sesen­
ta. El objetivo de Duno -que él cree logrado- es realizar “un libro de
castigo para un país decadente, un libro de análisis de una sociedad
castrada, miserable, destructora de sí misma, devastadora de la natu­
raleza y del hombre”. Para moderar las posiciones extremas de Duno y
de Rangel, Pérez Alfonzo propuso que los acompañaran en el diálogo
los periodistas Kim Fuad e Iván Loscher y el sacerdote jesuita Fernan­
do Martinez Galdeano. En efecto, frente a las opiniones de Rangel y de
Duno, las de Pérez Alfonzo y los otros participantes aparecen como
relativamente moderadas.
El tercero de los libros citados, Alternativas, se publica en octubre
de 1976. Es una larga entrevista con el periodista Iván Loscher, en la
cual Pérez Alfonzo expone sus ideas y da testimonio de sus experien­
cias por la vía del diálogo, sin necesidad de confrontarlas con un inter­
locutor como Domingo Alberto Rangel, tan apasionado como él mis­
mo. Según se dice en la contraportada del libro: “Más allá de los
Apocalipsis, más allá de los desastres, aparecen otros modos de rela­
ción de los hombres entre ellos mismos y de los hombres con la natu­
raleza. Su exponente, en este caso, expresa con vivacidad tendencias y
alternativas. J. P. Pérez Alfonzo fundador de la OPEP habla”. Se trata de
un libro que recoge propuestas y propone cursos de acción en áreas
diversas del quehacer humano. En este sentido contrasta con El Desas­
tre, que es un texto centrado en la política y en la crítica a la situación
venezolana.
La revalorización del petróleo, y la conciencia de conservación de
los recursos naturales a nivel mundial, le indicaban a Pérez Alfonzo
que se estaba entrando en una nueva época que requería de definicio­
nes y de acciones en diversas áreas del quehacer humano. Por ello puede
afirmar: “Se comienza este último cuarto del Siglo XX con mayores
esperanzas para la humanidad. Un nuevo enfoque de la situación se
El monje de los chorros 131

ha hecho inevitable. Una visión más global y más profunda puede aún
dar tiempo de tomar medidas que abran nuevos rumbos hacia el futu­
ro. Ha penetrado el convencimiento de la necesidad de modificar o
detener tendencias peligrosas que venían acumulándose y amenaza­
ban con una hecatombe. De nuevo el petróleo sirvió de iluminante
para hacernos ver más claro lo que sucedía (...) El problema del hom­
bre y del hambre no se podrá cubrir por más tiempo bajo la mampara
de una supuesta omnipotencia de la ciencia y de la técnica. El petró­
leo desinfló ese balón. También sirvió la crisis energética para llevar a
un plano de atender con mayor urgencia y amplitud la destrucción
del ambiente y su contaminación, al mismo tiempo que se descubrió
la escasez inminente de otros recursos despilfarrados como si fuesen
infinitos. El cobre, el estaño y en general los minerales son cada vez
más difíciles de encontrar y producir. Pero también tienen límites el
agua, los suelos cultivables y hasta el aire que respiramos”.
Los nuevos rumbos para la humanidad, y para Venezuela, a su en­
tender deben empezar “corrigiendo al hombre”. Según Pérez Alfonzo,
“el sistema puede que ayude a corregir al hombre más fácilmente,
pero lo primero a corregir sigue siendo el hombre”. Por ello cuando
Iván Loscher le pregunta ¿Cómo cree usted que deberíamos comenzar
a crearnos una conciencia racional de lo que debería ser Venezuela?,
responde: “Tenemos que preparar a los futuros papás y mamás, por­
que ellos son los que hacen al niño más razonable”. Según él, se nece­
sita un proceso educativo de politización, enseñarle a la población a
pensar en términos de las necesidades sociales. Todo en función del
ser humano. “Preparando al hombre así -indica Pérez Alfonzo- usted
se garantiza que la sociedad sea más segura, en el sentido de mayor
bienestar para todos”.
En términos de sistemas políticos se pudiera decir que Pérez Alfon­
zo era un social demócrata en el sentido más estricto. Creía en la d e
mocracia y creía que el socialismo era un objetivo deseable que se d e
bería alcanzar dentro del régimen democrático. Al respecto afirma:
“Yo siempre he sido demócrata por temer mucho las dictaduras, aun
cuando ésta sea socialista. Esa posibilidad es muy peligrosa entre no­
sotros (...) Las dictaduras entre gente atrasada son dictaduras milita­
Biblioteca Biográfica Venezolana
132 Juan Pablo Pérez Alfonzo

res, que pueden ser muy peligrosas”. Pero era necesario prepararse
para el socialismo. Reconocía la posibilidad de que un gobierno socia­
lista “tenga más chance, pero sólo más chance” de lograr el mejora­
miento del hombre que él proponía, “ya que no es cierto que por ese
mismo hecho de ser socialista sea capaz de realizar tal objetivo”.
Las condiciones humanas de la dirigencia y la capacidad de organi­
zación de la sociedad le resultan a Pérez Alfonzo tan importantes como
la orientación ideológica. Con respecto a los socialistas venezolanos
de la época, por ejemplo, afirma que no le preocupa tanto que sean
muy ortodoxos sino que son “muy jefeciviles. Mandadores, como son
todos. Ahí es donde está el peligro en nuestro caso”. Pero también le
preocupa la ortodoxia en el sentido de que supone una salvación des­
de fuera de las propias convicciones a las que puedan llegar los ciuda­
danos. Por ello exclama, más que afirma, “Mejor es que nos salvemos
nosotros. ¿Quién sabe si ese alguien que supuestamente nos salva, no
es capaz de condenarnos?”
Según Pérez Alfonzo la propiedad social de los medios de produc­
ción -el socialismo- es algo para lo cual se requiere una preparación
previa y debe culminar en el control de esos medios por parte de los
trabajadores o de las comunidades. Por ello: “bajo ningún motivo hay
que caer en el error de decir: “Ahora somos socialistas” y pasar a nacio­
nalizar todo. Para empezar tenemos que estar conscientes de la impo­
sibilidad de manejarlo todo de buenas a primeras. Y por otra parte, en
una etapa posterior, después de haber cumplido con un proceso pau­
latino de nacionalización, como pensamos recomendable, si los me­
dios de producción no pasan a manos de los trabajadores, una vez
comprobada la capacidad de estos para manejarlos, estaremos cayen­
do en el gran peligro del estatismo”. En la etapa de transición -afir­
ma- “la mejor y más recomendable vía de salir adelante, es quitarles
gran parte de los beneficios a los empresarios particulares, y restarles
las injustas posibilidades de sucesión de poder económico a través de
un buen sistema impositivo”.
En resumen y en términos prácticos, “Habría que partir inicialmen­
te de la aceptación de una posibilidad similar a la del modelo sueco.
El monje de los chorros 133

De tal forma una gran porción del sistema de producción continuaría


en manos de un capitalismo controlado por el poder político”.
Sobre las particularidades y el contenido del cambio en Venezuela,
Pérez Alfonzo tiene mucho que decir: En primer lugar, plantea la ne­
cesidad de una ruta alternativa: “pienso que deberíamos buscar los
caminos a fin de implementar un modelo de desarrollo propio, que
no se mida por el PTB, o capital per cápita, que ya de por sí no brinda
ninguna evidencia de repartición justa dentro de un país, puesto que
muchos de los países árabes muestran algunos de los mayores ingre­
sos per cápita y viven bajo reinados propios del feudalismo y hasta
peores, porque teniendo más capital, el pueblo se muere de hambre”.
En segundo lugar, añade un elemento de autonomía y conciencia eco­
lógica: “La mentalidad dependiente hay que superarla, para abrirnos
a la investigación propia. Desarrollar el interés por lo nuevo que noso­
tros mismos podemos hacer (...) y por supuesto que deberíamos ir for­
mando nuestra tecnología en la sencillez (lo pequeño es bello, como
dice Schumacher), con vistas a evitar la contaminación, el desperdicio
de materiales, el utilizar materias primas o insumos preferiblemente
nacionales, el buscar que las condiciones de trabajo sean favorables
para los operarios de las máquinas, etc. Todo eso que contribuya a la
integración del hombre con la naturaleza, aun cuando tenga que ser­
virse por medio de una máquina, debe ser buscado”. En tercer lugar,
propone un enfoque pragmático: “en el caso nuestro he propuesto ir
pensando en un modelo venezolano, que, en lugar de partir de un
ecodesarrollo general o cualquier otra forma esquemática, comence­
mos por casos propios, criollos, para pensar qué sería lo más deseable
dentro de todo el conjunto nuestro y en su relación con los otros”.
El tema que más le preocupa en esa época es el de la degradación de
la población, en particular “la degradación de la calidad humana de
los venezolanos”. Dice: “El grave despilfarro del petróleo y de las divi­
sas que provee quedan con rango muy inferior, cuando se medita so­
bre el despilfarro que representa una población destruida física y psi­
cológicamente en cantidades multiplicadas”. Para ilustrar el punto
señala que mientras en 1945 los niños abandonados en Caracas repre
Biblioteca Biográfica Venezolana
134 Juan Pablo Pérez Alfonzo

sentaban 4,4 por cada mil habitantes, en 1971 esa cifra había aumen­
tado a 124 por mil habitantes.
Al respecto afirma de manera tajante: “Nada ni nadie fijará un rum­
bo de esperanzas para Venezuela mientras no se parta del punto críti­
co alrededor del cual gira todo lo demás. (...) En esta pobrerica Vene­
zuela, al igual que en cualquiera otra nación, lo que cuenta es su
población” .
Se apoya en observaciones cuyas consecuencias no se han pondera­
do suficientemente: “Que la gran mayoría de los venezolanos pasen
hambre es algo que no se ha llegado a medir en todas sus repercusio­
nes. Cuando el 70 por ciento de la población carece de Tos requeri­
mientos nutritivos mínimos’ eso implica que la gran mayoría de los
menores indefensos se encuentran en situación peor. De consiguien­
te, su desarrollo mental será irreversiblemente deteriorado y muy poco
puede esperarse de semejantes seres dañados de por vida”.
“Pero el punto crítico -acota- la clave del asunto es otra, es la canti­
dad de adultos capaces que reclaman los menores para el pleno des­
envolvimiento de sus facultades físicas y espirituales. Ese es el proble­
ma, que a su vez tiene por base que toda la población alcance un nivel
de vida satisfactorio. Mientras los adultos no alcancen a atender sus
propias necesidades, será por excepción extraordinaria que hagan sa­
crificios significativos para cuidar a los menores”. Por ello resulta “in­
soportable” la relación existente en Venezuela entre mayores y meno­
res de la población. Se explica: “Ningún país satisfactoriamente
organizado ha llegado a serlo sin contar con una cantidad substan­
cialmente mayor de individuos de más de 20 años que la cantidad de
menores de esa edad que reclama atención. Venezuela venía sufrien­
do ya de una situación difícil por contar con menos mayores que m e
ñores. Pero esta conflictiva situación ha empeorado aceleradamente.
Para 1950, no hace tanto, todavía se podía contar con 94 personas
mayores de 20 años para atender y preparar 100 menores. Esa canti­
dad de mayores bajó a 84 para 1960 y ahora el mal ha llegado a la
imposible relación de 75 a 100”. En contraste destaca que esa relación
es de 159 mayores de veinte años en Estados Unidos y de 261 en Suecia
por cada cien menores.
El monje de los chorros 135

Sobre la base de las consideraciones anteriores, Pérez Alfonzo se de­


clara partidario de la planificación familiar y de la legalización del
aborto. Estima que se trata fundamentalmente de un problema de
conciencia social: “la cuestión no está en imponer un control de nata­
lidad (quisiera que eso quedara claro), sino en llegar a la convicción de
que no hay derecho a procrear porque a uno le de la gana, ya que el
nacimiento de un nuevo ser extralimita los derechos de los padres, en
la medida que esta criatura va a insertarse dentro de una sociedad que
debe de una u otra forma acogerlo. Así pues el factor económico no
cuenta, es la comunidad la que debe resolver la capacidad de absor­
ción de este nuevo individuo”.
Con relación a la legalización del aborto, Pérez Alfonzo responde a
una pregunta directa que le formula Iván Loscher de la siguiente ma­
nera: “Eso es algo que hasta los propios italianos, con tener el Papa
allá mismo, van a aceptar. ¿Cómo es posible y humano, que una mu­
jer vaya a tener un hijo no deseado? Debemos crear conciencia para
que, en primer lugar, no se produzca el aborto; pero, una vez ocurrida
la preñez indeseada, debe autorizarse el remedio y evitar una situa­
ción que posteriormente será peor y es una de las causas de que en
Caracas, por ejemplo, haya 300.000 niños abandonados. ¿Es eso más
humano que abortar a un ser apenas en gestación?”.
Un crecimiento controlado de la población presenta la ventaja adi­
cional de que hace posible la educación necesaria para que el ser hu­
mano pueda defenderse a sí mismo y se incorpore provechosamente
en la sociedad. Porque -según arguye- “mientras tengamos este tipo
de gente dominada, desnutrida, mantenida en los más ínfimos nive­
les de cultura y conciencia, que no han dejado prepararse, serán más
fáciles de esclavizar y de que soporten la esclavitud que aquellos que
se pudieron preparar. Si, por el contrario, estos marginados no tuvie­
ran esas cargas tan agobiantes pensarían mejor y tendrían mayor con­
ciencia social y política. En las actuales situaciones no pueden ni
pensar”.
Considera Pérez Alfonzo que resulta necesario cambiar la concep­
ción predominante del proceso educativo. Estima que “el sistema de
educación formal debe revisarse integralmente para irse combinando
I Biblioteca Biográfica Venezolana
136 [Juan Pablo Pérez Alfonzo

al trabajo productivo. Se aprende para trabajar y producir, y trabajan­


do y produciendo se continúa aprendiendo. El rescate de los menores
abandonados y una calidad de vida mejor para todos resultaría inal­
canzable sin combinar el aprendizaje con el trabajo. Menores y mayo­
res lograremos mayor bienestar y conocimientos más firmes apren­
diendo a ser y hacer”.
Desde la concepción de que sólo se puede aprender mediante el ejer­
cicio de la libertad, afirma: “al niño, desde que nace, no podemos sino
darle oportunidades para que aprenda, no tratar de imponerle lo que
nosotros queremos que sea”. En consecuencia, “tiene que venir la re­
volución educativa en el sentido de que se desescolarice el mundo. No
se puede continuar con la escuela, porque la escuela es un instrumen­
to de dominación. Quieren encauzar a cada quien como si fueran uni­
dades, se necesitan tantos ingenieros, entonces hay que preparar los
ingenieros, tantos arquitectos, tantos médicos. No hay libertad. Al no
haber libertad de selección, de vocación, se está dañando al individuo
y a la colectividad como grupo humano.
En términos más concretos, entre sus recomendaciones para la edu­
cación en Venezuela, expresa: “Aquí tendríamos que aplicar solucio­
nes empíricas y experimentales (...) Antes que nada, no destruir mu­
cho de lo existente sin estar seguros de haber logrado algo mejor (...) Si
este sistema educacional no sirve para nada, no lo cambiemos de bue­
nas a primeras, porque el trastorno puede ser más grave, sino que,
paralelamente, ataquemos el problema a fin de brindar nuevas opor­
tunidades. Escuelas experimentales al lado de las tradicionales”.
Otro de los temas que preocupaban a Pérez Alfonzo es la descentrali­
zación, tanto del poder como de la gestión administrativa. Lo enfoca­
ba de una manera muy amplia. Para él, la libertad sólo puede conquis­
tarse mediante la afirmación que hace el hombre de sí mismo cuando
se procura su propia subsistencia a través del trabajo. De esta manera
logra su independencia. Por ello un desarrollo o un bienestar que se
otorga, que el individuo no ha creado ni maneja, no contribuye a su
libertad o su independencia. Lo mismo sucede con las comunidades.
Por ello: “No se puede hablar de democracia sin descentralización efec­
tiva, tanto en lo político como en lo administrativo o económico. Cua­
El monje de los chorros 137

lesquiera sean los sistemas o los hombres, no habrá libertad, ni igual­


dad, ni tampoco progreso real si el poder se concentra (...) la autoges­
tión o modelos similares deben someterse a experimentación práctica”.
La necesidad de la descentralización fue una de las razones que llevó
a Pérez Alfonzo a interesarse por las comunas que se estaban experi­
mentando en la China comunista. Según él mismo expone, uno de los
pensamientos más importantes de Mao Tse Tung, el líder de la revolu­
ción china, consiste en que en que “cada comunidad debe buscar su
solución, y llevarla a la práctica a través de las brigadas de trabajo.
Estas distintas brigadas constituyen una comuna, la cual gobierna con
autonomía en su propio lugar”. Al respecto narraba: “En China existe
la famosa comuna Tachai, que ha tenido tal grado de rendimiento
valiéndose en mucho de su ingenio para hacer las cosas, que sirve de
ejemplo a todo el país de 800 millones de habitantes, al extremo de
que uno de los slogans más populares es “Aprender de Tachai”. Lo que
lo llevaba a concluir: “También en nuestro propio país tiene que ha­
ber una adaptación para cada región y condiciones”.
La descentralización para Pérez Alfonzo significaba no sólo basarse
en las pequeñas comunidades sino también evitar y reducir las gran­
des concentraciones urbanas. Creía que eso era posible si se llevaba a
las áreas rurales los avances técnicos de la civilización. La combina­
ción de la descentralización y de la dispersión fuera de las ciudades de
las personas y de las industrias vincula a estas ideas con otras a las que
les daba la mayor importancia: la primacía de la agricultura y el retor­
no a la naturaleza. Lo que explica de la siguiente manera: “Cuando
digo volver a la naturaleza, pienso en un verdadero retorno y regresar
al campo no necesariamente tiene que ser trabajo agrícola, el cual
sólo sería parcial para quienes trabajen principalmente en industrias
desplazadas también para el campo”.
Esta concepción la ilustra bien un diálogo entre Pérez Alfonzo e Iván
Loscher que se reproduce en el libro-entrevista Alternativas. El perio­
dista pregunta: Logrando una descentralización tal ¿qué porcentaje
de la población debería vivir en el campo?. La respuesta es: lo ideal es
que todos vivamos en el campo. Loscher replica: A largo plazo. Pero ¿a
corto y a mediano?. A lo que Pérez Alfonzo contesta: “En ese caso lo
I Biblioteca Biográfica Venezolana
1381 Juan Pablo Pérez Alfonzo

recomendable sería algo así como Suiza, en donde se confunden las


pequeñas ciudades con el campo”. Y agrega: “Por lo pronto es indis­
pensable que esa forma de acción en el campo, más natural, más de
acuerdo con el medio, no sufra por los efectos de la ciudad sino que
tenga muchos de los atractivos de éstas, como son las comunicaciones
electrónicas, TV, teléfono, etcétera”.
Aplicando estos principios a Venezuela, comenta: “Dentro de las ciu­
dades nuestras no hay más que explotación permanente. Una amena­
za y una realidad de vida insoportable tanto para los marginados, como
para los privilegiados (...) si existieran unidades de producción y de
participación en comunidades agrarias en varios sitios de Venezuela,
habría un gran atractivo para escoger”.
Y adopta una posición optimista: “En Venezuela están dadas las
condiciones para que, si hay un gobierno que busque un camino, pue­
da realizarse una revolución, no en el sentido de un cambio de estruc­
tura, sino dentro de las mismas estructuras. Si por fin el campesino
encontrara la manera de vivir satisfactoria y dignamente en el campo,
si lo puede hacer con beneficio, sin acercarse a una población más o
menos importante, cambiarían las cosas. Hay las posibilidades como
para que la vida en el campo sea tan agradable, como la de las ciuda­
des, más con las ventajas del campo: los mismos habitantes de las ciu­
dades, aún los no marginados, encontrarán el deseo y el estímulo para
dirigirse también ahí”.
Pérez Alfonzo agrega a las razones sociales que invoca para reforzar
la agricultura y volver al campo una apreciación sobre el espíritu hu­
mano: “Yo creo que de siempre existe en el hombre el deseo de regre­
sar a la naturaleza (...) uno de los más revolucionarios en eso fue Rous­
seau. No es un mito que el hombre silvestre era más feliz, esto lo
llevamos grabado y de ahí el deseo de regresar. Aun los hombres de las
ciudades salen al campo buscando la naturaleza”.
Consecuente con estas ideas Pérez Alfonzo se dedica después de 1976
a llevar a la práctica su proyecto de la comunidad agrícola de El Tacal.
Como ya se dijo, sin éxito. Paralelamente, después de haber expuesto
vigorosamente sus ideas en los tres libros publicados durante ese año,
concibe el proyecto de narrar su vida y experiencias a través de un
El monje de los chorros i 139

libro testimonial que encargó al destacado periodista, del diario El


Nacional, Eloy Porras. Ese libro fue publicado en 1979, después de su
muerte con el título Juan Pablo Pérez Alfonzo. El hombre que sacudió
al mundo. Como se dice en su contraportada: “este libro es una auto­
biografía de Juan Pablo Pérez Alfonzo, porque él confió toda la infor­
mación al autor y participó directamente en la corrección de los origi­
nales, hasta el punto de que el texto fue redactado en tres ocasiones
diferentes, entre los años 1975 y 1979”.
El libro es un trabajo sobresaliente. Sin embargo, Porras relata en el
prólogo que la última vez que revisaron juntos los originales, durante
un viaje a Cumaná, “Me criticó duramente, porque entendía que era
un trabajo muy deficiente y dijo que hubiera preferido que yo me de­
dicara a su biografía con más tiempo y no a ratos, como parecía ser y
como en efecto había sido. (...) Después de ese viaje, Pérez Alfonzo me
pidió que suspendiera el trabajo y que me abstuviera de publicarlo
mientras él viviese, porque no quería agotarse en absurdas e inútiles
aclaratorias de gente que, con toda seguridad, le llamaría para desvir­
tuar o desmentir algunos pasajes de la obra”. El carácter autobiográfi­
co y la calidad de ese trabajo determina que muchas partes de esta
biografía sigan su texto. En particular, los capítulos referidos a los años
anteriores a su vida pública reproducen la que a veces es la única ver­
sión en primera persona con que se cuenta de los primeros años de
quien con el tiempo sería el “padre de la OPEP”.
La caracterización que Porras hace de Pérez Alfonzo como el “hom­
bre que sacudió al mundo” en el subtítulo del libro es acertada. Pero
se queda corta. Porque Juan Pablo Pérez Alfonzo fue un hombre que
no sólo sacudió sino que transformó al mundo en medida apreciable,
contando solamente con la fuerza de sus ideas y de su voluntad y el
apoyo de sus compañeros políticos. Fue, además, el líder de la defensa
exitosa y la reivindicación para Venezuela de su riqueza petrolera.
Aunque, como él mismo señala, a pesar de todos sus esfuerzos no pudo
defender a Venezuela de los venezolanos mismos. Realizó esta labor
con perseverancia y con una rara especie de humildad en la que se
subsumía en acciones colectivas e ideas de carácter general. Pero sin
renunciar jamás a proclamar lo que creía su verdad con una intensi­
I Biblioteca Biográfica Venezolana
HO Juan Pablo Pérez Alfonzo

dad que se hubiera podido considerar intransigencia. Su intransigen­


cia -su apasionado aferrarse a principios, valores y convicciones- otor­
gaba fuerza a su mensaje y constituía parte de su carisma y de su per­
sonalidad.
En 1979 los problemas de salud de Pérez Alfonzo se agravaron. Fue
examinado en la ciudad de Washington, a donde viajaba regularmen­
te con el objeto de visitar a su hijo mayor y a sus nietos. Su hijo, Juan
Pablo Pérez Castillo, representaba a Venezuela como Director Ejecuti­
vo en el Banco Interamericano de Desarrollo. Aprovechaba estos viajes
para mantenerse actualizado en los asuntos políticos y económicos
internacionales. En Washington le diagnosticaron un tumor cancero­
so en el páncreas. Fue intervenido quirúrgicamente en el Georgetown
University Hospital. Al poco tiempo debió ser hospitalizado nuevamen­
te y falleció el 3 de diciembre de 1979. Tenía setenta y seis años de
edad, casi setenta y siete. De acuerdo con sus últimas disposiciones,
sus restos fueron cremados y sus cenizas esparcidas en el mar, sin que
se realizaran actos u homenajes públicos.
Finalizaba el ciclo vital de un venezolano que demostró con su ejem­
plo que es posible servir a su país y al mundo mediante la acción pú­
blica, siendo fiel a los más altos valores y principios. Fue un político
en la más alta acepción de la palabra. Un hombre que dedicó sus mejo­
res esfuerzos a ser útil y dedicó su vida entera a un ideal colectivo.
Actuó según la ley moral y fue eficiente. Se atuvo a su conciencia y
pudo modificar las condiciones que regían las relaciones entre los
pueblos pobres y los gobernantes más poderosos de la tierra. Procuró
a su país, a Venezuela, el manejo de los recursos que le hicieran posi­
ble definir su futuro de una manera autónoma. Se empeñó con ahín­
co en modificar las costumbres de sus conciudadanos y en eso no tuvo
tanto éxito. Pero dejó un mensaje sobre la dignidad del hombre, y de
su relación con la naturaleza, conforme al cual la civilización sólo
puede concebirse como la más alta expresión del hombre libre. Defi­
nía así una tarea que aun está pendiente. La aspiración de que la liber­
tad y la independencia conduzcan a superar la arbitrariedad que ha
dominado a Venezuela durante casi toda su vida republicana .
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• Porras, Eloy. Juan Pablo Pérez Alfonzo, el hombre que sacudió al


mundo. Editorial Ateneo de Caracas. Caracas. 1979.

• Terzian, Pierre. L'etonnante histoire de l'opep. Les editions jeune afrique.


Paris. 1983.

• Torres, Gumersindo. Memorias. Presidencia de la República. Caracas. 1996.

• Tugwell, Franklin. The politics of oil in Venezuela. Stanford University


Press. Satanford.1975.

• Yergin, Daniel. The Prize, the epic quest for oil, money and power.
Simón & Shuster. New York. 1991.
índice de contenidos 143

Política, petróleo y civilización 9


Política 9
Petróleo 15
Civilización, o la supremacía de la razón 22

Sem blanza de un paradigm a 31

U n aristócrata virtuoso 37

Un hom bre público 47

U n revolucionario petrolero 55

Un exilado estudioso 65

El padre de la OPEP 73

El pentágono petrolero 83

Una conciencia vigilante 97

Petróleo y dependencia 111

El m onje de los chorros 123

B ibliografía básica 141


Biblioteca Biográfica Venezolana

Títulos publicados
1. Joaquín Crespo /Ramón J. Velásquez /Tomo I y Tomo II
2. José Gregorio Hernández /María Matilde Suárez
3. Aquiles Nazoa /lldemaro Torres
4. Raúl Leoni /Rafael Arráiz Lucca
5. Isaías Medina Angarita /Antonio García Ponce
6. José Tomás Boves /Edgardo Mondolfi Gudat
7. El Cardenal Quintero /Miguel Ángel Burelli Rivas
8. Andrés Eloy Blanco /Alfonso Ramírez
9. Renny Ottolina /Carlos Alarico Gómez
10. Juan Pablo Rojas Paúl /Edgar C. Otálvora
11. Simón Rodríguez /Rafael Fernández Heres
12. Manuel Antonio Carreño /Mirla Alcibíades
13. Rómulo Betancourt /María Teresa Romero
14. Esteban Gil Borges /Elsa Cardozo
15. Rafael de Nogales Méndez /Mirela Quero de Trinca
16. Juan Pablo Pérez Alfonzo /Eduardo Mayobre

Próximos
Eleazar López Contreras /Clemy Machado de Acedo
Leoncio Martínez /Juan Carlos Palenzuela
Teresa de la Parra /María Fernanda Palacios
Antonio José de Sucre /Alberto Silva Aristeguieta
Ignacio Andrade /David Ruiz Chataing
Ramón Ignacio Méndez /Manuel Donis
Pedro Manuel Arcaya /Pedro Manuel Arcaya Urrutia
José Rafael Revenga /Carlos Hernández Delfino
Miguel Otero Silva /Argenis Martínez

En imprenta
Teresa Carreño /Violeta Rojo
Este volumen de la Biblioteca Biográfica
Venezolana se term inó de im prim ir el mes de
agosto de 20 0 5 , en los talleres de Editorial Arte,
Caracas, Venezuela. En su diseño se utilizaron
caracteres light, negra, cursiva y condensada de
la fam ilia tipográfica Sw ift y Frutiger, tam años
8.5, 10.5, 11 y 12 puntos. En su impresión se
usó papel Ensocreamy 55 grs.
La b io g ra fía es un género que concita
siem pre una gran atracción entre los
lectores, pero no m enos cierto es el
hecho de que m uchos venezolanos nota­
bles, m ás allá de su relevancia, carecen
hasta ahora de b io g ra fía s fo rm ales o
han sido tratados en obras que, por lo
general, resultan de d ifícil acceso.

Todo lo que contribuya a reducir la desme­


moria de los venezolanos se me antoja como
tarea principal de los tiempos que corren.
Si nos cuesta relacionarnos con el pasado
porque lo desconocemos, lo malinterpreta-
mos o lo explotamos a nuestro antojo, una
manera de volverlo diáfano y plural es reco­
rriendo las vidas de quienes lo han forjado.
Allí yace un múltiple espejo donde nuestro
rostro se refleja en mil pedazos, tan variados
como compleja y fascinante ha sido nuestra
hechura de país.
Antonio López Ortega

Para entender nuestra historia, hay que


conocer a sus protagonistas. Son ellos los
que dieron forma a nuestra identidad actual.
De ahí el estimable valor de poder leer sus
biografías.
Isaac Chocrón

Antes que tratar de adivinarlo mediante


ilusorios horóscopos, el verdadero futuro
hay que aprender a leerlo en las obras y
logros del pasado. Nada mejor, por tanto,
que una colección de biografías de venezola­
nos distinguidos, de vidas esenciales de
nuestra historia, para entrever el porvenir
del país que nos espera.
Eugenio Montejo
Biblioteca
Biográfica
Venezolana
Eduardo Mayobre
Juan Pablo Pérez Alfonzo "...dejó un mensaje sobre la dig­
nidad del hombre, y de su relación con la naturaleza, con­
forme al cual la civilización sólo puede concebirse como la
más alta expresión del hombre libre". Con estas palabras
termina Eduardo Mayobre esta biografía de uno de los
venezolanos más relevantes del siglo XX, cuya vida fue al
mismo tiempo ejemplo y desafío. Disciplinado y laborioso^
irreverente y obstinado, (in) discreto y sabio, Pérez Alfonzo
reaccionó contra todos los convencionalismos y criticó sin ®
piedad a los cómodos y a los improvisados.

Su nombre está vinculado de manera profunda con la


historia del petróleo, la OPEP, y su rescate para la nación.
Pérez Alfonzo percibió lo que el petróleo y su riqueza
podían significar en un país dado a la transitoriedad. No
le rindió culto al silencio ni al disimulo. Severas adverten­
cias les formuló a sus amigos y a sus adversarios cuando
lo consideró pertinente, como cuando desde el exilio le
envió un Memorándum al dictador sobre la inconvenien­
cia de otorgar nuevas concesiones petroleras. Sobre los
escrúpulos del desterrado, predominó el sentimiento del
hombre que amaba a su tierra.

Antes de morir dispuso que su cadáver fuera cremado,


sus cenizas dispersas sobre el mar. Quizás podamos ima­
ginar aquí un simbolismo de lo que fue su vida de des­
prendimiento y de escepticismo. No en vano su nombre
se menciona con ciertos escozores: no dejó espacios para
la demagogia ni para la hipocresía.

Eduardo Mayobre, filósofo de la Universidad de Chile y


economista de Cambridge University, no sólo conoció a
Pérez Alfonzo desde niño, sino que estuvo siempre muy
cercano de su acción, de sus ideas y de su vida. De ahí
que esta biografía ejemplar tenga la lucidez y el rigor de
un testimonio.

Simón Alberto Consalvi

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EL NACIONAL Q ue se deian ver BANCO DEL CARIBE

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