Antonio Medrano

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ANTONIO MEDRANO

Licenciado en Ciencias Empresariales por ICADE, donde


trabajó también como profesor (siendo al mismo tiempo
alumno en los últimos cursos). Estudios y prácticas
profesionales en diversos países. Experto en política
internacional y diálogo entre culturas. Grafólogo: estudio de
la personalidad a través de la escritura.

Más de 40 años de experiencia en dirección y asesoría de


empresas, organizaciones y asociaciones. Campos de
especialización: planificación estratégica, auditoría directiva,
control de gestión, motivación, coaching, resolución de
problemas humanos y formación de dirigentes. Amplia labor
docente en los más variados campos: empresarial,
universitario, político, militar, asociativo, deportivo y cultural,
enfocada sobre todo a las cuestiones del liderazgo y del crecimiento personal. Objetivo que
guía su actividad: la formación de la juventud y la forja de líderes, con especial hincapié en su
desarrollo personal y su formación humana integral.

Intelectual de reconocido prestigio internacional, desarrolla desde hace años una


intensa labor como escritor, investigador y conferenciante. Colaborador de diversas
publicaciones españolas y extranjeras. Especialista en las siguientes materias:

• Filosofía y pensamiento • Teoría de la crisis (crisis de la


• Antropología (ciencia del hombre civilización occidental)
y de lo humano) • Filosofía de la cultura
• Culturas y filosofías orientales
• Ética y valores humanos
• Arte, poesía y estética
• Espiritualidad y ciencia comparada de las
• Técnicas de realización personal
religiones
• Mitología y simbología
• Historia de las ideas • Liderazgo y relaciones sociales

Su misión y función social en la actualidad (la que la sociedad demanda y le pide): orientar,
ilustrar, despertar e iluminar las mentes (y las conciencias), aclarar ideas, ayudar a entender
mejor el mundo en que vivimos, dar consejo y apoyo a las personas que lo necesitan (para
mejorar su vida), aportar claridad en medio de la confusión y la oscuridad imperantes, alentar
y animar iniciativas renovadoras (positivas), proporcionar elementos y criterios formativos
para las nuevas generaciones, aliviar y curar las heridas (males, dolencias, malestar)
ocasionadas por la evolución inhumana de la civilización moderna, fomentar la participación
social y estimular el cultivo de las virtudes cívicas. Contribuir a la consolidación y difusión de
una cultura humanista que se oriente a la afirmación de la persona humana y sirva a los
valores supremos de la Verdad, el Bien y la Belleza. Hacer accesible para todos lo que más
debiera importarnos: una vida plena, lograda, sana, libre y feliz.

Libros publicados (algunos de ellos traducidos a otros idiomas):

Magia y misterio del Liderazgo. (El arte de vivir en un mundo en crisis)


La Luz del Tao.
La vía de la acción. (El hacer justo y correcto frente al desorden activista).
Sabiduría activa. (La acción humana como expresión de la luz y la verdad).
La senda del Honor. (El significado del honor para la vida humana).
La lucha con el dragón. (La tiranía del ego y la gesta heroica interior).
Tai Chi Xin Yi de Shaolin.
William Law. El espíritu de oración. (traducción del inglés: obra del más importante
místico anglicano).

EL INMUNDO MODERNO
En los últimos tiempos la Humanidad ha estado construyendo una realidad social, civilizatoria
e incluso cósmica, que más que “un mundo” (un todo ordenado y armonioso, un hogar en el
que vivir) es “un inmundo” (des-mundo, infra-mundo, sin-mundo o contra-mundo). Un
conglomerado caótico, antinatural, inclemente, inhumano e inhóspito, en el que se extiende y
domina la negatividad; un inmundo lleno de inmundicia, no sólo física (basura contaminante)
sino también y sobre todo inmundicia moral, intelectual y emotiva, con serias y muy negativas
repercusiones en todos los ámbitos y a todos los niveles.

Es des-mundo porque en él imperan el desmadre, el desorden, la desorientación, el


descreimiento, la desintegración, el desgarro (interno del ser humano), la desvinculación, el
desarraigo, el desplome, la descomposición (con el hedor que esto produce y conlleva). Se
trata de un mundo completamente desprincipiado, desmoralizado y desnortado.

Es contra-mundo porque en él se extienden de forma imparable el contrasentido, lo


contranatura, el contrafuero, los contravalores, la contracultura, la contraventura; todo lo que
es contrario a la realidad y al orden cósmico, al orden del ser, al justo y sano orden (la contra-
realidad y el contra-dios).

Es sin-mundo porque en su seno avanza arrolladoramente la sinrazón, el sinsentido, la


sinsustancia, la sinconciencia, la sinventura y el sinsabor (el pesar y la desazón moral). En este
sinmundo, que lleva consigo el sin-raíces, sin-trabajo y sin-horizonte, la vida se convierte en un
sinvivir.
Es infra-mundo porque afloran por doquier las fuerzas y tendencias que vienen de abajo, de lo
más inferior e infernal del alma humana; fuerzas y tendencias que a su vez tiran hacia abajo,
hacia los niveles más ínfimos y degradantes, hacia lo infrapersonal e infrahumano.

Y es in-mundo, finalmente, porque en él se imponen con ímpetu despótico y lo van invadiendo


todo la inmoralidad, la indecencia, la insolencia, la irrespetuosidad, la incoherencia, la
incomunicación, la inconsciencia, la irresponsabilidad, la injusticia, la infamia, la
impersonalidad (el anonimato gregario y anulador), la infirmeza (o sea, la enfermedad), la
insaciabilidad (que quisiera devorarlo, consumirlo y poseerlo todo).

Elementos característicos de este inmundo, y a la vez causas que están en su origen:

1) el eclipse de las dos fuerzas que sostienen la vida humana y cósmica: la Luz (la
sabiduría, la inteligencia) y el Calor (la calidez del amor, de la compasión, de la
bondad).
2) la hipertrofia de la Civilización (las tecnicidades, las técnicas de poder y dominio)
con la relegación e incluso supresión de la Cultura (las humanidades, el cultivo
del ser humano); lo cual lleva consigo la primacía de la cantidad (lo cuantitativo,
lo accesorio, banal y superficial) sobre la calidad (lo cualitativo, lo profundo y
esencial).
3) el avance arrollador de los contravalores (o invalores) y el retroceso de los
valores, los más altos y nobles valores, que constituyen el entramado de la
Cultura: la Verdad, el Bien y la Belleza; la confianza, la lealtad, la concordia, el
honor, el respeto, la amabilidad, la honradez, la humildad, la humanidad, la
alegría de vivir.
4) el predominio absoluto del tener y el hacer sobre el ser (la dimensión más
importante, fundamental y esencial del ser humano). Lo que significa el triunfo
del devenir sobre el ser, así como de las tendencias rajásica y tamásica sobre la
sátvica, la tendencia hacia el Principio, hacia el Centro, hacia el Ser, hacia la luz y
hacia lo alto.
5) la potencia invasora, negativa, corrosiva y destructiva del antiespíritu (der
Ungeist), visceral enemigo del Amor y la Sabiduría, verdadero forjador del
inmundo (Unwelt), abanderado de la inmoralidad (Unmoral), del absurdo y el
sinsentido (Unsinn), de la discordia (Unfriede), de la infelicidad y la desgracia
(Unglück), de la incultura y la anticultura (Unkultur).

La consecuencia de todo ello es una atmósfera invernal, infernal (oscura y fría) en la que todos
nos sentimos atrapados y que nos causa mucho sufrimiento, así como infinidad de problemas
de todo tipo en nuestro diario vivir.

El diagnóstico claro y correcto de los males causantes del inmundo en que vivimos es la
condición previa para la superación de la grave crisis que atraviesa la Humanidad en la
actualidad y para conseguir sanar nuestras propias dolencias individuales.
La reflexión sobre el inmundo no debe llevarnos, sin embargo, a una actitud negativa,
derrotista o pesimista, sino todo lo contrario: debería conducirnos a adoptar la actitud
correcta ante la vida, afirmadora y combativa, para que las fuerzas y tendencias negativas no
se apoderen de nosotros, con lo cual seriamos nosotros mismos los inmundos portadores del
inmundo, al interiorizar su funesto legado. En este caso, tendríamos también un inmundo en el
otro significado que lleva consigo el prefijo in-, el sentido de “dentro de”: el inmundo lo sería
entonces además por estar dentro de nosotros (in-mundo como “mundo dentro de mí”,
mundo negativo interiorizado), la peor de las situaciones.

Parafraseando la sabiduría que encierra la sentencia evangélica, podemos decir que estamos
en el inmundo, no podemos evitarlo; pero no somos del inmundo. Estamos en el inmundo
para vencerle, para transformarlo, para purificarlo y salvarlo.

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