Antonio Medrano
Antonio Medrano
Antonio Medrano
Su misión y función social en la actualidad (la que la sociedad demanda y le pide): orientar,
ilustrar, despertar e iluminar las mentes (y las conciencias), aclarar ideas, ayudar a entender
mejor el mundo en que vivimos, dar consejo y apoyo a las personas que lo necesitan (para
mejorar su vida), aportar claridad en medio de la confusión y la oscuridad imperantes, alentar
y animar iniciativas renovadoras (positivas), proporcionar elementos y criterios formativos
para las nuevas generaciones, aliviar y curar las heridas (males, dolencias, malestar)
ocasionadas por la evolución inhumana de la civilización moderna, fomentar la participación
social y estimular el cultivo de las virtudes cívicas. Contribuir a la consolidación y difusión de
una cultura humanista que se oriente a la afirmación de la persona humana y sirva a los
valores supremos de la Verdad, el Bien y la Belleza. Hacer accesible para todos lo que más
debiera importarnos: una vida plena, lograda, sana, libre y feliz.
EL INMUNDO MODERNO
En los últimos tiempos la Humanidad ha estado construyendo una realidad social, civilizatoria
e incluso cósmica, que más que “un mundo” (un todo ordenado y armonioso, un hogar en el
que vivir) es “un inmundo” (des-mundo, infra-mundo, sin-mundo o contra-mundo). Un
conglomerado caótico, antinatural, inclemente, inhumano e inhóspito, en el que se extiende y
domina la negatividad; un inmundo lleno de inmundicia, no sólo física (basura contaminante)
sino también y sobre todo inmundicia moral, intelectual y emotiva, con serias y muy negativas
repercusiones en todos los ámbitos y a todos los niveles.
1) el eclipse de las dos fuerzas que sostienen la vida humana y cósmica: la Luz (la
sabiduría, la inteligencia) y el Calor (la calidez del amor, de la compasión, de la
bondad).
2) la hipertrofia de la Civilización (las tecnicidades, las técnicas de poder y dominio)
con la relegación e incluso supresión de la Cultura (las humanidades, el cultivo
del ser humano); lo cual lleva consigo la primacía de la cantidad (lo cuantitativo,
lo accesorio, banal y superficial) sobre la calidad (lo cualitativo, lo profundo y
esencial).
3) el avance arrollador de los contravalores (o invalores) y el retroceso de los
valores, los más altos y nobles valores, que constituyen el entramado de la
Cultura: la Verdad, el Bien y la Belleza; la confianza, la lealtad, la concordia, el
honor, el respeto, la amabilidad, la honradez, la humildad, la humanidad, la
alegría de vivir.
4) el predominio absoluto del tener y el hacer sobre el ser (la dimensión más
importante, fundamental y esencial del ser humano). Lo que significa el triunfo
del devenir sobre el ser, así como de las tendencias rajásica y tamásica sobre la
sátvica, la tendencia hacia el Principio, hacia el Centro, hacia el Ser, hacia la luz y
hacia lo alto.
5) la potencia invasora, negativa, corrosiva y destructiva del antiespíritu (der
Ungeist), visceral enemigo del Amor y la Sabiduría, verdadero forjador del
inmundo (Unwelt), abanderado de la inmoralidad (Unmoral), del absurdo y el
sinsentido (Unsinn), de la discordia (Unfriede), de la infelicidad y la desgracia
(Unglück), de la incultura y la anticultura (Unkultur).
La consecuencia de todo ello es una atmósfera invernal, infernal (oscura y fría) en la que todos
nos sentimos atrapados y que nos causa mucho sufrimiento, así como infinidad de problemas
de todo tipo en nuestro diario vivir.
El diagnóstico claro y correcto de los males causantes del inmundo en que vivimos es la
condición previa para la superación de la grave crisis que atraviesa la Humanidad en la
actualidad y para conseguir sanar nuestras propias dolencias individuales.
La reflexión sobre el inmundo no debe llevarnos, sin embargo, a una actitud negativa,
derrotista o pesimista, sino todo lo contrario: debería conducirnos a adoptar la actitud
correcta ante la vida, afirmadora y combativa, para que las fuerzas y tendencias negativas no
se apoderen de nosotros, con lo cual seriamos nosotros mismos los inmundos portadores del
inmundo, al interiorizar su funesto legado. En este caso, tendríamos también un inmundo en el
otro significado que lleva consigo el prefijo in-, el sentido de “dentro de”: el inmundo lo sería
entonces además por estar dentro de nosotros (in-mundo como “mundo dentro de mí”,
mundo negativo interiorizado), la peor de las situaciones.
Parafraseando la sabiduría que encierra la sentencia evangélica, podemos decir que estamos
en el inmundo, no podemos evitarlo; pero no somos del inmundo. Estamos en el inmundo
para vencerle, para transformarlo, para purificarlo y salvarlo.