Engels mantuvo correspondencia con Pablo Iglesias, fundador del socialismo español. En 4 cartas entre 1893 y 1895, Engels discute asuntos del movimiento obrero internacional con Iglesias, lamenta no haberse reunido con él, y expresa su admiración por la lucha de los trabajadores durante una huelga en Málaga. Engels también cuenta una anécdota sobre unos comerciantes judíos llamados Larios en Gibraltar en 1850, preguntándose si el Marqués de Larios está relacionado con esa familia.
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Engels mantuvo correspondencia con Pablo Iglesias, fundador del socialismo español. En 4 cartas entre 1893 y 1895, Engels discute asuntos del movimiento obrero internacional con Iglesias, lamenta no haberse reunido con él, y expresa su admiración por la lucha de los trabajadores durante una huelga en Málaga. Engels también cuenta una anécdota sobre unos comerciantes judíos llamados Larios en Gibraltar en 1850, preguntándose si el Marqués de Larios está relacionado con esa familia.
Engels mantuvo correspondencia con Pablo Iglesias, fundador del socialismo español. En 4 cartas entre 1893 y 1895, Engels discute asuntos del movimiento obrero internacional con Iglesias, lamenta no haberse reunido con él, y expresa su admiración por la lucha de los trabajadores durante una huelga en Málaga. Engels también cuenta una anécdota sobre unos comerciantes judíos llamados Larios en Gibraltar en 1850, preguntándose si el Marqués de Larios está relacionado con esa familia.
Engels mantuvo correspondencia con Pablo Iglesias, fundador del socialismo español. En 4 cartas entre 1893 y 1895, Engels discute asuntos del movimiento obrero internacional con Iglesias, lamenta no haberse reunido con él, y expresa su admiración por la lucha de los trabajadores durante una huelga en Málaga. Engels también cuenta una anécdota sobre unos comerciantes judíos llamados Larios en Gibraltar en 1850, preguntándose si el Marqués de Larios está relacionado con esa familia.
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ENGELS Y PABLO IGLESIAS
PEDRO LAIN ENTRALGO.
Hojeando la edición alemana de las obras completas
de Marx y Engels («Karl Marx und Friedrich Engels. Wer ke», 39 Bd., Dietz Verlag, Berlín, 1968-1972) han saltado a mis ojos las cuatro cartas que Engels dirigió a Pablo Iglesias. Para cuando se escriba la biografía completa del fundador del socialismo español, acaso tengan interés una breve noticia de ellas. Pablo Iglesias y Federico Engels debieron de conocerse en París con motivo del Congreso Internacional Socialista de Trabajadores que en 1889 fundó la Segunda Interna cional. Meses más tarde, en marzo de 1890, Paúl Lafargue remite a Engels el original de una carta que él había re cibido de Pablo Iglesias. Engels la comenta así: «Gracias por la carta de Iglesias, que le devolveré a usted la pró xima vez. Ese Back es un ruso-alemán de las provincias bálticas, que hace como diez años comenzó a editar en Ginebra una revista báltica (en alemán), y al cual el viejo Becker, que no disponía de nada mejor, intentó convertir al socialismo. Back ha enviado un artículo a Kautsky so bre el partido español fundado por él mismo, pero Kauts ky me ha dado el manuscrito sin publicarlo. ¡Qué fres cura la de este falso ruso báltico, poniéndose a la cabeza de un partido español formado por tres oficiales sin sol dados!» (Engels a Paúl Lafargue, 7-III-90). No sé si entre los papeles del Partido Socialista Obrero Español per durará algún recuerdo de este presunto y extraño aspi rante a organizador de nuestro socialismo. 120 HOMENAJE A PABLO IGLESIAS
La primera de las cartas de Engels a Páblo Iglesias fue
escrita, como antes dije, a mediados de abril de 1893. La copia del texto original —en español— ha sido traducida al alemán para la edición que yo he manejado y su con tenido, muy breve, no deja de ser curioso. Traduzco: «Querido amigo Iglesias, no puedo responder a tu carta sin decirte de antemano que me ofendes tratándome de usted. No creo merecer esto. Los dos somos viejos interna cionales, y durante veinte años hemos luchado codo a codo en los mismos combates. Cuando yo era Secreta rio para España me habéis concedido la honra de tu tearme, y por esto te ruego seguir como antaño. Van ad juntas unas líneas para vuestro número de mayo...». Más extensa es la carta segunda, fechada el 26 de marzo de 1894. Contesta Engels con ella a dos de Pablo Iglesias, una del 24 de noviembre del año anterior y otra, recién llegada a sus manos, del 22 de marzo del mismo año. No era chica hazaña en 1894, que una carta llegase en sólo cuatro días de Madrid a Londres. Engels, que desde hace casi un año no ha escrito a su correspondiente, ratifica su petición de tuteo : «Esta será mi última carta si te obstinas en tratarme de usted. Tendría yo toda la razón para ofenderme, si me negaras el tratamiento habitual entre viejos internacionales y compañeros de lucha. An selmo Lorenzo me lo concedió en 1872, y tantos compa ñeros más, viejos y jóvenes, me lo conceden. ¡Por tanto, al tú!» A continuación deplora no haberse encontrado con él en Zurich, en donde coincidieron con motivo del Tercer Congreso Internacional Socialista (6-12 de agosto de 1893) y le cuenta el fracaso de sus varias tentativas para lograrlo. «Uno de los motivos de haber ido yo a Zurich, y no el menor, fue la esperanza de ver personal mente a mi viejo amigo Iglesias y estrechar su mano», añade. Le agradece el ¡envío regular de «El Socialista» —«con placer lo leo los sábados por la tarde»—, y ex presa su satisfacción viendo en sus páginas que la orga nización socialista progresa en toda España, «que en las provincias vascas nace el socialismo sobre las ruinas del carlismo y que las alejadas provincias de Galicia y Astu rias empiezan a moverse». «¡Enhorabuena!», agrega en PEDRO LAIN ENTRALGO 121
castellano. Comenta acto seguido las noticias que acerca
del movimiento anarquista le da Pablo Iglesias: «Los anarquistas están probablemente en trance de matarse a sí mismos. Esos violentos ataques, esa serie de atentados, insensatos todos y en el fondo pagados y provocados por la policía, acabarán abriendo los ojos a los burgueses sobre el verdadero carácter de esta propaganda de locos y confidentes. Hasta la burguesía encontrará con el tiempo absurdo pagar a la policía, y a través de la policía a los anarquistas, para que salten por los aires los mismos bur gueses que pagan. Y si ahora corremos el riesgo de su frir bajo la reacción burguesa, a la larga ganaremos, por que de este modo podremos demostrar a todos qué en tre nosotros y los anarquistas media un abismo». Si guen a este párrafo varios, en los cuales va exponiendo sumariamente la situación del movimiento obrero en In glaterra, Francia, Italia, Alemania y Austria —«después de todo lo que he visto, me parece que los socialistas austríacos tienen un gran porvenir»—, y se disculpa de no enviarle unas líneas para «El Socialista» del 1 de mayo: está metido en la redacción definitiva del tomo III de El capital de Marx, y se ve obligado a desistir de cual quier trabajo, tanto para el 18 de marzo, como para el 1 de mayo. «Te abrazo cordialmente», termina diciendo.
Seis meses transcurren hasta la carta siguiente, escrita
entre el 6 y el 16 de agosto de 1894. Responde a dos de Pablo Iglesias, fechadas el 8 de junio y el 27 de julio, en las cuales éste pedía a Engels ayuda para que las organiza ciones obreras de Europa se adheriesen al Cuarto Congre so del Partido Socialista Obrero Español (se celebró entre el 2 de agosto y el 1 de septiembre de ese año). Engels le da cuenta de sus gestiones, y pondera de paso las dificul tades por que atraviesa el movimiento obrero inglés, par tido en varios grupos rivales. «A pesar de todo —conclu ye— ese movimiento va adelante entre las masas traba jadoras, gana más y más terreno la idea de la socialización de los medios de producción, y vendrá un día en el cual las masas conscientes echarán por la borda a todos los integrantes y jefes comercializados». Una petición: que 122 HOMENAJE A PABLO IGLESIAS
haga enviar «El Socialista» a Eleanór Marx-Aveling (hija
menor de Marx y esposa del médico y publicista Edward Aveling); publica semanalmente en el Workman’s Times un informe sobre el desarrollo del movimiento internacio nal, y lee el español. «Viejo y fiel amigo» suyo, se declara en la despedida. La cuarta y última carta es del 16 de marzo de 1895; pocos meses más tarde, en agosto de ese mismo año, mo ría Engels. Se disculpa ahora de no haber respondido antes a las de Pablo Iglesias del 19 de octubre del año anterior y de febrero: no sabía si el firmante de ellas había salido o no de la cárcel de Málaga, en la cual había ingresado como principal responsable de la huelga que en la primera mitad de octubre de 1894 iniciaron en esa ciudad los trabajadores de la fábrica de tejidos de la casa Larios; huelga que duró ochenta días y con la cual se solidarizaron obreros de otras ciudades españolas, en primer término Madrid. Los socialista de Barcelona pi dieron a Eleanor Marx-Aveling que informase a las Tra- de-Unions inglesas acerca de la situación de los huelguis tas malagueños. Con estte motivo, Engels lamenta otra vez el estado de las organizaciones socialistas en Inglaterra; y tras expresar su admiración ante la valentía y la tena cidad de los trabajadores y trabajadoras de Málaga, aña de este pintoresco relato: «El nombre del Marqués de Larios me ha recordado una historia que aconteció hacia 1850.» Había entonces en Gibraltar una casa comercial Her manos Larios (judíos). Un comerciante inglés les enviaba en depósito muchas de sus mercancías para que ellos las vendiesen como artículos de contrabando a otros comer ciantes del territorio español. Estas mercancías eran siem pre decomisadas por los aduaneros españoles, y los Larios pagaban al inglés el importe de la cantidad con que este las había asegurado, como en tales negocios es usual. La cosa, sin embargo, no gustaba nada al inglés, que desapa reció del mercado español y perdió la mayor parte de los beneficios. Para comprobar por sí mismo por qué tales PEDRO LAIN ENTRALGO 123
acciones afectaban siempre a sus mercancías y no a las
de los demás, viajó a Gibraltar, pero no pudo descubrir la causa. Hasta que paseando un día por la ciudad, vio cómo un carro perdía una rueda, con lo cual algunas ca jas con mercancías cayeron al suelo y se rompieron. Eran sus cajas, llevaban la marca de su casa; pero en lugar de mercancías contenían arena. El enigma quedó resuelto: los Larios comunicaban a los carabineros españoles el envío de las cajas llenas de arena, las cuales eran inme diatamente decomisadas, y pagaban al inglés el montante del seguro; luego expedían las mercancías a sus interme diarios españoles, ahora por su cuenta y de modo más seguro, y sin mayor riesgo se embolsaban todas las ga nancias del negocio.
El encolerizado inglés corrió hacia la casa Larios. «¡Da
ré publicidad a todo esto, les formaré un escándalo y les llevaré ante el juez!» «Señor mío, ¿para qué tanta indig nación? Le pagaremos a usted lo que exija, y recibirá la satisfacción que desea». Tras mucho tira y afloja, se pagó al inglés una determinada suma, y los Larios firmaron la siguiente declaración:
«Los Hermanos Larios somos los mayores pillos de esta
ciudad de Gibraltar, y aconsejamos a todos no hacer ne gocios con nosotros, porque si los hacen pueden estar se guros de ser engañados. Gibraltar, tantos de tantos... Her manos Larios».
Esta declaración fue colgada en la Bolsa en Gibraltar,
sobre el lugar donde el viejo Larios solía instalarse y donde durante veinte años hizo sus compras y sus ventas, con este rótulo clavado en la pared, encima de su cabeza.
El Marqués de Larios, ¿pertenece a la familia de estos
Larios de Gibraltar?».
Aquí termina la correspondencia entre Pablo Iglesias
y Federico Engels. En el índice del volumen que la contie ne, los editores soviéticos («Instituto para el Marxismo- Leninismo, en el ZK de la SED») resumen así su vida: «Iglesias, Pablo (1850-1925). Impresor, publicista proleta- 124 HOMENAJE A PABLO IGLESIAS
rio, representante del movimiento obrero ¡español e in
ternacional, miembro del Consejo Federal Español de la IAA (1871-1872); redactor del periódico «La Emancipación» (1871-1873) y miembro de la Nueva Federación Madrile ña (1872-1873). Luchó contra la influencia anarquista. En 1879, cofundador del Partido Socialista Obrero Español, y más tarde jefe de su ala reformista. Delegado en los Congresos Socialistas de Trabajadores de 1889, 1891 y 1893». En su honor —en honor de un hombre que con tanta abnegación y eficacia luchó, no sólo para mejorar la condición de los trabajadores españoles, también para que España fuera un país plenamente europeo— he que rido ser yo ocasional informante y traductor.