Practica 1 Derecho de Sociededades

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DERECHO DE SOCIEDADES Y

MERCADO DE VALORES
Grupo 36

Práctica 1: Contestación a la demanda


Acción Social de Responsabilidad a los Administradores

Grupo 2: Andrés Balbás, Marcos Esteban, Manuel Leal y


Javier Martínez
AL JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA DE MADRID

Procedimiento: 7546 Número: 46/2022

Don Eduardo Pedrerol Aguirre, Procurador de los Tribunales y de Juan González, James
Bufford y Warton Bufford, en virtud del poder de representación otorgado por mis
representados, según resulta de la escritura de poder que se acompaña al presente escrito
(Documento nº 1), y bajo la dirección letrada de Don Alsina Herrera Losantos con número
de Colegiado 123456789, ante el juzgado comparezco, y como mejor proceda en derecho
DIGO:

Que por medio del presente escrito, y de conformidad con lo dispuesto en la vigente Ley de
Enjuiciamiento Civil, formulo CONTESTACIÓN A LA DEMANDA , interpuesta contra mis
mandantes, Juan González con domicilio en Madrid, calle Antártida,4; y James Bufford y
Warton Bufford con domicilio en Delaware, Linda Street, 5, en fecha de 9 de octubre de 2022.
Ruego asimismo se notifique a la atención de Distribuciones Unidas SA, con domicilio a
efectos de notificaciones, en Madrid, Paseo de la Castellana nº 177 . Todo ello de conformidad
con los siguientes,

HECHOS

I. DATOS DE LA CONSTITUCIÓN Y DOMICILIO DE BETCLO CORP.

El caso se encuadra dentro del grupo societario de Distribuciones Unidas dominado por la
matriz Distribuciones Unidas S.A. que ostenta el 100% del capital de Mercadina SA, teniendo
esta última la filial estadounidense Better & Close Corp. con domicilio social en Delaware que
explota el negocio en EEUU bajo la marca Betclo representando el 7% de la facturación del
grupo de Mercadina SA.

II. Con la intención de expansión internacional del grupo, Betclo Corp. adquirió Trader Jim
Corp. Y Bestdeal.com con la participación de Mercadina SA y de Juan González, siendo esta
operación realizada sin el consentimiento de los socios fundadores del grupo y después de un
periodo de pérdidas de ambas sociedades.

III. Juan González fue nombrado director general y Presidente para Estados Unidos y ambas
sociedades de Betclo Corp. cuyo saneamiento fue encomendado, a su vez, a Juan González y
a los Bufford, James y Warton.

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IV. Para la consecución de la finalidad encomendada, mis representados vendieron una filial
de Trader Jim Corp. dedicada al comercio mayorista debido al arrastre de 30-40 millones de
dólares en pérdidas por el cierre del flujo comercial entre Estados Unidos con Latinoamérica y
Asia. La adquisición de la filial fue por parte de Wholesale Corp. el 17 de noviembre de 2010
por un precio de 450 millones de dólares. Repentinamente, la política internacional comercial
cambió entre enero y junio de 2011 lo que supuso un cambio de escenario importante e
imprevisible.

V. Asimismo, Juan González y los Bufford renovaron el Board y el cuerpo directivo de


Bestdeal.com despidiendo a los Michael Avitz senior y junior, fundador y jefe de operaciones
de la compañía respectivamente, pagando unas indemnizaciones de 50 y 40 millones de
dólares.

VI. LA SUPUESTA NEGLIGENCIA DE MIS REPRESENTADOS

Con apoyo del informe elaborado por Hat&Scorpio la parte demandante sostiene la negligencia
y responsabilidad de mis representados en relación con la venta de la filial de Trader Jim Corp.
y con el despido de Michael Avitz de Bestdeal.com. En este sentido, la consultora muestra que
una inversión de 80 millones de dólares habría reportado unas ganancias netas de 600 millones
de dólares en un periodo de cuatro años, lo que elevaría el valor de la compañía a 850 millones
de dólares. Sin embargo, me es de obligación recordar el carácter inesperado y repentino de la
apertura del nuevo entorno comercial surgido en 2011, de forma posterior a la formalización
de la venta. Finalmente, la consultora establece que la opción más rentable para la renovación
del board y los dirigentes de Bestdeal.com hubiese sido apartar a los Avitz de la gestión y del
board ya que sus sueldos eran de 10 y 5 millones de dólares anuales.

VII.- Que mis representados desean contestar a los argumentos expuestos por la contraparte en
relación con la supuesta infracción de deberes como supuestos administradores, conforme a los
siguientes,

FUNDAMENTOS DE DERECHO

JURÍDICO PROCESALES
PRIMERO.- De acuerdo con los jurídico - procesales sobre jurisdicción, competencia,
procedimiento, y capacidad expuestos por la contraparte.

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SEGUNDO. Mostramos conformidad con los correlativos en cuanto a la capacidad,
representación, jurisdicción, competencia y juicio por el que habrá de sustanciarse la demanda.

FONDO DEL ASUNTO

PRIMERO- FALTA DE LEGITIMACIÓN PASIVA DE JUAN GONZÁLEZ

En representación de mi cliente, Juan González, alego falta de legitimación pasiva para ser
parte en este procedimiento. Ello por la razón de no ser consejero administrador de Betclo
Corp. Siendo así, es imposible exigir responsabilidad del artículo 236 LSC. Podría exigirse en
caso de que se probare su administración de hecho; a continuación, expongo por qué no fue
sujeto de este tipo de administración societaria.

Como resulta evidente, sería responsable de su actuación en el solo caso de probarse su


ejercicio como administrador de hecho; ello pues, como en la demanda del actor y en esta
contestación se expone en los hechos, en momento alguno se otorgó a mi representado título,
cualquiera que fuere, de administrador.

Para el caso de Juan González, su relación con Trader Jim Corp. y Bestdeal.com era el de
director general de sendas compañías, no de consejero. No siendo administrador de derecho,
tampoco lo es de hecho, pues no actuaba en aquellas empresas como tal ni dirigió a los
administradores de derecho. En este sentido, la LSC positiviza el ámbito de responsabilidad de
los administradores en el artículo 263.3 y define legalmente la figura de administrador de hecho
en su punto tercero:

[…] persona que en la realidad del tráfico desempeñe sin título, con un título nulo o extinguido,
o con otro título, las funciones propias de administrador, como, en su caso, aquella bajo cuyas
instrucciones actúen los administradores de la sociedad.

Entonces, y de acuerdo con el precepto citado, la labor de Juan González para con Trader Jim.
Corp. y Bestdeal.com no se ajusta a la definición legal de administrador de hecho. Además,
según jurisprudencia del Tribunal Supremo (STS 224/2016, de 8 de abril; STS 421/2015 de 22
de julio y STS 721/2012, de 4 de diciembre) la figura del administrador de hecho se somete a
tres requisitos fundamentales:

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1. El administrador de hecho ha de desarrollar una actividad de gestión sobre materias
propias del administrador de la sociedad.

2. Esa actividad debe haber sido realizada sistemática y continuadamente; el ejercicio


de gestionar ha de tener una intensidad cualitativa y cuantitativa.

3. La actividad se ha de prestar de forma independiente, con poder autónomo de decisión


y con el respaldo de la sociedad.

Mi cliente fue nombrado director general de las dos empresas filiales de Betclo Corp. por sus
conocimientos sobre el mercado americano. Por esto, su participación exclusiva, puntual y no
reiterada en la venta de la filial de Trader Jim Corp, como experto en el mercado operativo, no
conduce a la conclusión de que mi representado realizase la actividad de gestión societaria de
forma sistemática y continuada. Este incumple la exigencia del Tribunal Supremo para aplicar
la responsabilidad el art. 236.3 LSC como administrador de hecho.

En adición a lo anterior, la decisión de la venta de la empresa filial de Trader Jim Corp. fue
adoptada por el Consejo de Administración, del que no formaba parte Juan González. A estos
efectos, añadimos en el Documento nº2 el acta del Consejo de Administración correspondiente
que muestra que mi representado no formaba parte de aquel.

Por ende, mi cliente no es responsable conforme al artículo 263 LSC. Si se derivase alguna
responsabilidad de su actuación, entendemos que la misma sería contractual derivada de una
relación laboral, como personal de alta dirección, con la sociedad. Considero que Juan
González no es administrador de la sociedad y que, como veremos, no ha obrado ilegalmente;
por ello de aplicarse responsabilidad alguna habría de ser guiada por las cláusulas relativas a la
responsabilidad contractual y extracontractual del Código Civil.

Una última consideración respecto a mi cliente: cabe plantearse si pudiera ser considerado
administrador dominical por el porcentaje de acciones sociales de su titularidad, el 10%. El
artículo 529 duodecies, en su punto tercero, regula la figura de administrador dominical, que,
entre otros aspectos, serían aquellos que posean una participación accionarial igual o superior
a la legalmente considerada significativa. Esta consideración de significación se regula en el
artículo 231 letra d) LSC, cifrada en un 10%

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Si se le considera administrador dominical, ello no implica que le sea exigida la misma
responsabilidad que a cualquier miembro del consejo de administración, pues se equipararía
situaciones distintas (la de administrador de derecho o de hecho y dominical). Si ello fuere así,
se desvirtuaría la razón de ser del artículo 529 duodecies de la LSC.

SEGUNDO- FALTA DE LEGITIMACIÓN PASIVA DE JAMES Y WARTON


BUFFORD

En representación de mis clientes, James Bufford y Warton Bufford alego falta de legitimidad
pasiva para ser parte en este procedimiento; no siendo de aplicación la responsabilidad de los
administradores del artículo 236 LSC. Me remito a la argumentación jurídica realizada
anteriormente para la defensa de mi cliente Juan González.

Como en el caso de Juan González, en el caso de que se identificara, erróneamente a mi juicio,


como administradores, lo serían exclusivamente dominicales y en ningún caso independientes.
Para ello recupero la anterior cita del artículo 529 duodecies de la LSC y la disertación realizada
sobre administradores dominicales. Al igual que en el caso de Juan González, su eventual
reconocimiento como administradores dominicales no implica que no se hallen sujetos a las
obligaciones relativas a la lealtad societaria de los artículos 227 y 228 LSC.

Recupero lo dicho antes en cuanto a la responsabilidad de los consejeros dominicales respecto


de los consejeros de hecho y de derecho.

La finalidad de la norma no se destruye aquí, el cumplimiento del deber de lealtad y la


realización del interés social no colisionan sino que se complementan: la adquisición de Trader
Jim Corp. por parte de Wholesale Corp. contribuyó a maximizar los beneficios de Barktree.

TERCERO. SOBRE LA SUPUESTA VULNERACIÓN DEL DEBER DE DILIGENCIA.


En primer lugar, si a diferencia de lo aquí expuesto se asimilase a mis representados la
condición de administradores de hecho, considero conveniente mencionar el artículo 236.1
LSC enmarca la responsabilidad de los administradores en aquellos actos u omisiones
contrarios a la ley o a los estatutos o a los deberes inherentes al desempeño cargo siempre que
intervenga culpa o dolo en las actuaciones.

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A la hora de interpretar el deber de diligencia enunciado en el artículo 225 LSC, debe
entenderse ligado íntimamente a la discrecionalidad empresarial del artículo 226 del mismo
texto legal. Esto viene a resultar en que la responsabilidad de un administrador no va a
determinarse por el éxito o fracaso de una decisión empresarial estratégica, porque en ese
supuesto estaríamos hablando de fundar la responsabilidad en función de los resultados y no
de los deberes que deben acompañar a la condición de administrador. De este modo, a los
administradores, lo que les es exigible es que desarrolle una actividad o gestión con la debida
diligencia y prudencia, tal y como recoge la Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid
de 10 de octubre de 2000 (SAP M 13657/2000).

La misma sentencia es la que dicta que “el simple fracaso económico de la sociedad e incluso
su quiebra por sí no determinan la responsabilidad de los administradores, es decir, no es
suficiente para determinar la responsabilidad de aquél el resultado negativo de la actividad
social o del acto singular. Lo que los terceros y socios, en su caso, pueden exigir al
administrador es el cumplimiento de sus obligaciones, pero no pueden responsabilizarlo por el
fracaso económico de los negocios sociales”.

Asimismo, en atención a la mencionada regla del artículo 226.1 sobre la discrecionalidad


empresarial, es necesario mencionar que, tal y como se vio en la Sentencia de la Sección 28.ª
de la Audiencia Provincial de Madrid de 12 de junio de 2020 (SAP M 6860/2020), escuda a un
administrador que, tras solicitar a la sociedad el pago de determinadas cantidades en concepto
de indemnización por cese y de retribuciones pendientes de abono, la sociedad pretendía
negárselo alegando que el demandante no actuó de manera diligente en el ejercicio de sus
funciones. En esta misma resolución, vemos que para determinar si la actuación ha sido o no
diligente, se debe hacer un cuádruple examen (además de tener en cuenta esa discrecionalidad),
consistente en evaluar la buena fe, la ausencia de interés personal, que exista información
suficiente y que se haya seguido un procedimiento de decisión adecuado (artículo 226.1 LSC).

Ahora bien, entrando al caso que nos ocupa aquí, sobre la venta de la filial, a la vista de la
situación sobre las negociaciones internacionales y la situación financiera de Trader Jim Corp,
la conclusión que se obtiene es que la decisión no parece errónea ni debería ser causante de una
acción de responsabilidad frente a mis representados. De hecho, como se extrae de la Sentencia
del Tribunal Supremo de 26 de diciembre de 2016 (Roj: STS 732/2014), no es disparatado que
aquella situación resultase en la venta de la sociedad y que se tuviese en cuenta la regla de
discrecionalidad empresarial para el caso concreto.

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La voluntad del demandante de considerar responsables a mis representados en base a que fue
una decisión poco acertada, no considero que posea la suficiente fundamentación jurídica. En
relación con esta sentencia recién citada, es la discrecionalidad empresarial la que debe amparar
a los administradores que toman decisiones por cuestiones de eficiencia en el mercado basadas
en criterios de discrecionalidad técnica, pues como hemos mencionado previamente, la
responsabilidad no se puede fundar en los resultados.

Los demandados actuaron de buena fe y conforme a derecho, con el convencimiento de estar


buscando siempre el interés de la sociedad. Si se enjuicia a mis representados y se llega a
quebrar la inmunidad judicial respecto de esta decisión de venta, esto supondría obstaculizar la
asunción de riesgos inherente a cualquier actividad empresarial, con las aparejadas
consecuencias negativas que esto tendría para el crecimiento económico y la eficiencia en el
mercado.

Bien es cierto que, con posterioridad a la venta de la filial, se ratificaron tratados de libre
comercio que, en este caso, fue motivo determinante para su venta, pero es innegable que esta
ratificación era impredecible y, más aún, si observamos el precedente en esta área comercial
de los últimos años. De nuevo, esta decisión fue tomada conforme a las exigencias del artículo
226.1, pues se cumple con los cuatro supuestos que se deben examinar para ver si estamos
amparados por el artículo, ya mencionados previamente.

Así, en el momento en que se tomó la decisión de transmitir la filial, ésta se encontraba en


situación de pérdidas, a lo que hay que añadir la necesidad de una inversión que requería de un
esfuerzo económico de gran calibre, lo cual no era probable que ocurriese.

Asimismo, hay que añadir que en caso de no apreciar el cumplimiento de los presupuestos que
se deben cumplir (reiterados previamente), no quiere decir que mis representados deban ser
declarados responsables, sino que sólo implicaría la desaparición de la inmunidad judicial.

En otro orden de ideas, abordando los despidos de Michael Avitz junior y senior, no se debe
considerar a mis aquí representados responsables por varios motivos:

- En primer lugar, el despido estuvo respaldado por los informes de consultoría


(Documento nº 3) elaborados para el Grupo “Distribuciones Unidas SA”, que
aconsejaban un cambio en el seno de la sociedad para adaptarla a las exigencias del

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gobierno corporativo. Por ello, se tomó la decisión de prescindir del fundador y del jefe
de operaciones de la compañía, pues era algo necesario para alcanzar tales exigencias.
- En segundo lugar, estos despidos fueron llevados a cabo por razones económicas y
comerciales y, por lo tanto, no se debe responsabilizar a mis clientes de las
indemnizaciones pagaderas. Estas indemnizaciones, además, no fueron acordadas por
mis representados, pues era algo preestablecido desde el nacimiento de la sociedad.

En definitiva, como actos de gestión, esta decisión de despido también sigue la lógica del ya
reiterado artículo 226.1 LSC.

CUARTO. SOBRE LA SUPUESTA VULNERACIÓN DEL DEBER DE LEALTAD.

De nuevo, no considero que se pueda atribuir a mis representados la condición de


administradores de hecho de la sociedad objeto de conflicto. Si, llegado el caso, en contra de
lo aquí argumentado y de lo pretendido por la parte demandante, se alcanzase esa conclusión,
analizo aquí el conflicto relativo al deber de lealtad que incumbe a todo administrador.

En relación con los deberes que acompañan a la condición de administrador, en este caso, hago
referencia a la lealtad, recogida en los artículos 227-231 LSC y que la parte demandante alega
en atención a este respecto una vulneración de la misma materializada en un conflicto de
interés. De nuevo, se reitera el hecho de que ninguno de los sujetos representados aquí formaba
parte del Consejo de Administración, el cual fue quien tomó la decisión de la venta objeto de
conflicto. Sin embargo, si en contra de nuestras pretensiones aquí recogidas se llegase a atribuir
la condición de administradores de hecho a mis representados, la decisión de abstención en la
votación de venta en Betclo Corp. y en Trader Jim Corp., y de compra en Wholesaling Corp,
deja constancia de no haberse vulnerado la obligación básica derivada del deber de lealtad
recogida en el apartado c) del artículo 228 LSC.

En otro orden de ideas, es necesario traer al caso la doctrina del Tribunal Supremo de
oportunidades de negocio, para la cual, el mencionado tribunal exige que para que se vulnere
el deber de lealtad, un administrador aproveche para sí o para un allegado una oportunidad de
negocio que podría ser explotada por la sociedad. De nuevo, ni siquiera se vulnera esta tesis
del Tribunal, que como decimos, exige que el administrador desvíe una oportunidad de negocio
que podría ser explotada por la empresa, a favor de sí o de un tercero. No obstante, “podría” ha
de interpretarse en términos de factibilidad comercial para la empresa y, en cualquier caso, la

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manifestación de la negativa de la empresa ante esa oportunidad disuelve la situación de
conflicto.

Volviendo al caso que nos ocupa, es necesario tener en cuenta varios hechos que motivaron la
decisión de mis representados, como ocurre con la situación financiera de la filial, que hacía
tres años que incurría en pérdidas de hasta 40 millones de dólares. Por otro lado, es de alta
relevancia mencionar el bloqueo de las negociaciones entre los EE.UU. de América con el
mercado asiático y el latinoamericano que, tras tres años y la declaración de priorizar las
relaciones bilaterales, no hacía previsible que un año más tarde se retomasen los acuerdos. El
hecho de que la sociedad quisiese operar en los mencionados mercados asiático y
latinoamericano requería de una renovación estructural de la filial mayorista, para lo cual era
necesario invertir la cantidad de 150 millones de dólares que, a la vista de los hechos, no era
asumible por la sociedad. Finalmente, la filial, al dedicarse al suministro mayorista, si adoptase
una minorista, le haría perder su ventaja competitiva.

Todos estos hechos son los que nos permiten apreciar que no existía una oportunidad de
negocio en atención a los requisitos que exige el Tribunal Supremo en la sentencia mencionada
anteriormente, lo que hace llegar a la conclusión de que la decisión tomada se hizo en atención
al interés social sin incumplir el deber de lealtad de los administradores.

De la misma forma, en lo relativo a la pretensión de la parte actora de considerar asimismo un


incumplimiento del deber que venimos hablando para con Distribuciones Unidas SA o
Mercadina SA, no estamos de acuerdo porque, según enuncia la Sentencia del Tribunal
Supremo 11 de diciembre de 2015 (STS 695/2015), aunque estas sociedades sean integrantes
de un mismo grupo, un administrador ostenta ese deber de lealtad con respecto a la sociedad
de la que forma parte y no con otras, sin que pueda operar en estos casos la idea del interés del
grupo. De igual manera, una filial posee su propia personalidad jurídica, así como interés social
y objetivos propios, aunque matizados por el grupo al que pertenece. En cualquier caso, no se
puede “justificar cualquier actuación dañosa para la sociedad por el mero hecho de que
favorezca al grupo en que está integrado”. Por último, ante situaciones de conflicto o
desavenencia habrá que buscar una solución moderada para ambas partes y “la pervivencia de
la sociedad filial es en todo caso un límite último al interés del grupo, en tanto que nunca puede
estar justificada una actuación en beneficio del grupo que suponga poner en peligro la
viabilidad y solvencia de la sociedad filial, con el perjuicio que ello puede suponer para los
socios externos y los acreedores”.

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Así, tal y como se aprecia en la cuestión objeto de esta contestación, es de vital importancia
esta última idea, ya que si tenemos en cuenta las pérdidas millonarias que la filial venía
asumiendo desde hacía varios años –a diferencia de lo ocurría con el resto de filiales del grupo–
y la inversión de 150 millones de dólares necesaria para poder expandirse en el mercado
asiático y latinoamericano, pondría en riesgo la supervivencia inmediata de la misma. Al fin y
al cabo, el precio de adquisición de Trader Jim Corp fue de 450 millones de dólares y se evitó
el riesgo de incurrir en más pérdidas tras la venta

De no haberse producido la transmisión de Trader Jim Corp, el resultado de su permanencia en


el estado en que se encontraba, podría haberse llegado a producir una situación de insolvencia
–y su posible concurso de acreedores– y, llegado el caso, una posible acción de responsabilidad
frente a esa administración.

De este modo, aunque los demandantes hayan estimado una ganancia aproximada de 600
millones de dólares en el caso de no haber vendido, la firmeza de esa predicción sigue sin ser
algo vinculante ni seguro para mis representados, y para éstos últimos, la prioridad resultó
satisfecha con la venta. De hecho, tal y como refleja el informe de situación realizado por
Consultora de Consultores SA (Documento nº 4), la opción económicamente más viable fue la
decidida por Juan González y los hermanos Bufford, los cuales se apoyaron en el mencionado
informe para exponer la situación al Consejo de Mercadina SA, por lo que la decisión no se
ocultó en ningún momento, sin que mediase en su momento mala fe.

Tras todo lo expuesto, siguiendo la postura del Alto Tribunal en la mencionada Sentencia de
11 de diciembre de 2015, no considero a la parte demandada responsable de infringir el deber
de lealtad para con la sociedad.

QUINTO. RELACIÓN DE CAUSALIDAD Y DAÑO.


Respecto a la relación de causalidad y el presunto daño causado por mis representados, es
esencial recurrir al art. 236.1 LSC para conocer del alcance subjetivo de las acciones de
responsabilidad.
A partir de esto, son numerosas las resoluciones judiciales que ponen de manifiesto los
requisitos esenciales para interponer dicha acción. La principal es la STS 221/2018, de la que
se sirven otras como la sentencia de AP Tarragona 49/2019 o la sentencia de AP Zaragoza

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373/2020, entre otras. De todas ellas se extraen los requisitos imprescindibles para interponer
la acción social de responsabilidad:
a. existencia de un comportamiento activo o pasivo desarrollado por los administradores;
b. que dicho comportamiento sea imputable al órgano de administración en cuanto tal;
c. que la conducta del administrador merezca la calificación de antijurídica, por infringir
la ley, los estatutos o no ajustarse al estándar o patrón de diligencia exigible a un
ordenado empresario y un representante leal;
d. que la sociedad sufra un daño; y
e. que exista una relación de causalidad entre el actuar del administrador y el daño.

Como ya he argumentado en los anteriores fundamentos, ni Juan González ni James y Warton


Bufford ostentan la condición requerida de administradores, por lo que decae la posibilidad de
emplearla. Aun así, en caso de ser catalogados erróneamente bajo tal condición, se procede a
tratar la imposibilidad de presentar contra ellos una acción social de responsabilidad.

El primer requisito menciona que el administrador debe tener un comportamiento que puede
ser activo o pasivo. Como resultado, puede extraerse erróneamente una idea de
“comportamiento” de los administradores bastante amplia, y por lo tanto deben limitarse los
comportamientos respecto a los cuales se debe entender vinculada una determinada acción
social de responsabilidad. Para ello, me he remitido a la STS 574/2014, en donde se señaló la
necesidad de “indicar respecto de qué conducta debe exigirse responsabilidad”. En el caso,
esta premisa no se ha respetado, debido a que no se especifica respecto a que conducta de los
administradores se interpone la acción. Simplemente se persigue la supuesta infracción de los
deberes que corresponden a los administradores, lo cual llevaría a pensar en una generalidad
de conductas que desembocaría en la persecución de la gran mayoría de las actuaciones de los
administradores.

Analizando el siguiente requisito, las acciones de mis clientes no pueden ser catalogadas como
antijurídicas, ya que no se infringen ni la ley ni los estatutos. En cuanto a la segunda parte, se
refiere al estándar de diligencia exigido a un ordenador empresario y representante leal, el cual
debe ser regulado por la regla del juicio empresarial ya mencionada en el presente escrito.

Igualmente, es importante remarcar que en ningún momento las conductas de mis


representados fueron encaminadas a asumir riesgos excesivos, ya que el hecho de depender de

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negociaciones multilaterales entre Estados incentiva una gran incertidumbre en el flujo
empresarial, algo que, además, rompe el nexo causal entre Juan González, James y Warton
Bufford y el supuesto daño causado. Por ello, justifico la venta de la filial dedicada a la
importación y distribución mayorista ya que era la única vía de salvar las pérdidas que se
estaban arrastrando, las cuales se contabilizaban ya en millones de dólares. Lo único que se
podría haber argumentado frente a mis representados es el riesgo excesivo que hubiera supuesto
no vender la filial y realizar las labores de mejora requeridas para revertir la situación, lo cual
hubiera supuesto una inversión inasumible por parte de la empresa en un momento de
importantes pérdidas económicas.

En cuanto al informe encargado a la consultora Hat&Scorpio, respecto a lo anterior, cabe


destacar que dicho informe se elabora en un momento posterior a la venta de la filial, con unas
circunstancias de mercado caracterizadas por una mayor seguridad, y por ello diferentes a las
existentes cuando la venta se produce. En otras palabras, bajo mi juicio no se deben juzgar
decisiones tomadas en un momento pasado de forma ex post, es decir, una vez que se revelan
sus impredecibles consecuencias, ya que se está juzgando las actuaciones de mis clientes con
unos datos que en el momento de la toma de decisiones ellos no poseían. Por todo ello, no
puede servirse la acusación de tal argumento para probar la dejadez de sus funciones.

Por último, es menester analizar a fondo el asunto de la causalidad y el daño producido. Para
ello, en relación con la acción social de responsabilidad el Tribunal Supremo en la STS de 11
de noviembre de 2011 establece que “la relación causal [...] se reconstruye, en una primera
fase, mediante la aplicación de las reglas de la “conditio sine qua non”, -conforme a la que
toda condición, por ser necesaria o indispensable para el efecto, es causa del resultado-; y de
la “equivalencia de condiciones” -según la cual, en el caso de concurrencia de varias, todas
han de ser consideradas iguales en su influencia causal si, suprimidas imaginariamente, la
consecuencia desaparece también-. Solamente afirmada la relación causal según las reglas de
la lógica, y ya en una segunda fase, habrá que identificar la causalidad jurídica”.

Pues bien, respecto a las decisiones de mis representados sobre la venta de la filial y los
despidos no se supera la primera etapa mencionada por el Tribunal Supremo acerca de la
relación causal basada en las reglas de la lógica, por lo que no es necesario ni siquiera llegar al
asunto de la causalidad jurídica. Para analizar esto, es necesario pensar erróneamente que el
daño ha sido producido, hecho que será probado posteriormente.

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Respecto a la decisión de venta de la filial, en el informe de la consultora Hat&Scorpio
reconocen unas ganancias netas de 600 millones de dólares en cuatro años, si bien habla de una
cierta condición que debía darse para que esas ganancias se materializasen. Esta condición se
trata de un “nuevo entorno comercial” producido por los nuevos acuerdos jurídico-
internacionales tomados por EEUU. Por lo tanto, es este nuevo entorno comercial la causa
principal de las ganancias que se pudieran cosechar, no una decisión tomada por mis clientes.

En otras palabras, si mis clientes no hubieran vendido la filial y el entorno comercial no hubiera
cambiado, las posibles ganancias ya mencionadas no se habrían llegado a producir. Hubiera
sido irrelevante para la situación económica de la filial que no se hubiera vendido en el caso de
que no hubieran ocurrido los mencionados tratados multilaterales. Por todo ello, las actuaciones
referidas no son idóneas ni necesarias para causar el supuesto daño.

Una vez probado que las acciones de mis representados no fueron la única causa del daño, es
necesario verificar que efectivamente se ha probado la existencia de dicho daño, lo cual es una
condición sine qua non para llevar a cabo el análisis de causalidad. No es este el caso: tomar
como prueba un informe que realiza afirmaciones y análisis a través de previsiones futuras en
base a escenarios radicalmente diferentes al que se producía en el momento de la toma de
decisiones debe ser motivo suficiente para descartar el peso que en el litigio debe darse al
mismo.

En definitiva, considerando la alta incertidumbre del escenario económico-jurídico


internacional, las pérdidas de la filial, etc., creo que es insostenible no sólo mantener la
existencia de una relación causal entre la conducta de mis representados y el daño producido,
sino también la acreditación de dicho daño.

COSTAS
Las costas deberán ser impuestas a la entidad actora de aplicación del criterio objetivo del
vencimiento y habida cuenta de su temeridad y mala fe, todo ello de conformidad con lo
dispuesto en el art. 394 de la LEC.

Por lo expuesto, al Juzgado

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SUPLICO: tenga por presentado este escrito en la representación que ostento de Juan
González, James y Warton Bufford ordenando se entiendan conmigo las sucesivas diligencias;
lo admita, acuerde unirlo a los autora de su razón, y tenga por formulado en legal tiempo y
forma el presente ESCRITO DE CONTESTACIÓN DE DEMANDA en términos de oposición
frente a la demanda deducida de contrario, ordenando seguir este procedimiento por sus
trámites, con el recibimiento a prueba que desde ahora se deja interesado para el momento
procesal oportuno, para dictar en su día Sentencia íntegramente desestimatoria de las
pretensiones de la actora, con expresa imposición a la entidad demandante de la totalidad de
las cosas causadas a mis representados en este procedimiento.

PRIMER OTRO SÍ DIGO: El APARTADO 4º del artículo 265 de la Ley de Enjuiciamiento


Civil dispone que:

“A toda demanda o contestación habrán de acompañarse (…) los dictámenes periciales en que
las partes apoyen sus pretensiones, sin perjuicio de los dispuesto en los artículos 337 y 339 de
esta ley”

Por su parte, el apartado 1º del artículo 337 citado por remite el precepto transcrito dispone
que:

“Si no les fuese posible a las partes aportar dictámenes elaborados por peritos por ellas
designados, junto con la demanda o contestación, expresarán en una u otra los dictámenes de
que, en su caso, pretendan valerse, que habrán de aportar, para su traslado a la parte
contraria, en cuanto dispongan de ellos, y en todo caso cinco días antes de iniciarse la
audiencia previa al juicio ordinario o de la vista en el verbal”.

Esta representación anuncia su intención de aportar un informe pericial contable que no ha sido
posible obtener antes del transcurso del plazo para la contestación a la demanda, mediante el
cual se analicen las cuentas anuales de la filial Trader Jim Corp. y describa los malos resultados
contables que suscitaron la venta de la misma. . Esta representación se compromete a aportar
el dictamen pericial antes de iniciarse la audiencia previa, para que se dé el pertinente traslado
a la representación procesal a la actora , según previene el artículo 337 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.

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Por lo expuesto,

SUPLICO NUEVAMENTE AL JUZGADO. Que tenga por realizada la manifestación


antecedente a todos los efectos oportunos y, en particular, a los previstos en los artículos 265,
337 y concordantes de la Ley de Enjuiciamiento Civil y disponga los preciso para que se admita
y se una a los Autos el informe pericial al que se ha cheo referencia y que esta representación
aportará antes de iniciarse la audiencia previa.

En Madrid, a 9 de octubre de 2022.

Firma del letrado y número de colegiado Firma del procurador

Fdo. Alsina Herrera Losantos; nº 123456789 Fdo. Eduardo Pedrerol Aguirre

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