(Leído) Anticomunismo y Control Social en Chile

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Departamento de Historia

Universidad de Santiago de Chile


Revista de Historia Social
y de las Mentalidades
Volumen 16, Nº 2, 2012: 79-106
Issn: 0717-5248

ANTICOMUNISMO Y CONTROL SOCIAL EN CHILE, LA


EXPERIENCIA DE LOS TRABAJADORES DEL CARBÓN
EN LOTA Y CORONEL, A MEDIADOS DEL SIGLO XX*

ANTI-COMMUNISM AND SOCIAL CONTROL IN CHILE, THE EXPERIENCE OF THE


COAL WORKERS IN LOTA AND CORONEL, BY THE MIDDLE OF THE XX TH CENTURY

Hernán Venegas Valdebenito**

RESUMEN ABSTRACT
En los inicios de la década de 1940 la región del In the early 1940’s coal region in Chile
carbón en Chile estaba fuertemente influenciada was strongly influenced by the Communist
por el Partido Comunista, situación que se con- Party, a situation contradicted, according
tradecía, de acuerdo a los empresarios y autori- to employers and national authorities, the
dades nacionales, con el carácter estratégico de strategic nature of this industry in the whole
aquella industria en el conjunto de la economía national economy. The paper examines
nacional. El trabajo examina algunas visiones some political and business visions about
políticas y empresariales acerca de ese problema the problem and, moreover, describes
y, por otra parte, describe los mecanismos que the mechanisms that tried to stop the
intentaron frenar la movilización de los trabaja- mobilization of workers and the communist
dores y el avance comunista, tensionando grave- advance, severely straining social relations
mente las relaciones sociales en la zona. Desde in the area. Since then the workers’ demands

* Recibido: Marzo 2012; Aceptado: Septiembre 2012.


Este artículo forma parte de los resultados del proyecto Nº 79090004. Estudios regionales
e historia del tiempo presente. La región del Bío-Bío, colapsos, reconversión productiva y
crisis identitaria, 1948-2008. Programa Capital Humano Avanzado, CONICYT. También se
ha contado con el apoyo del Proyecto FONDECYT Nº1120449, La minería carbonífera en
Chile. Las estrategias empresariales de bienestar y control social. 1920-1952.
** Académico del Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile, Santiago,
Chile. Email: hernan.venegas@usach.cl.
Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los trabajadores
del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

entonces las demandas obreras se desgastaron inevitably wore out, a phenomenon reinforced
inevitablemente, fenómeno reforzado, además, further by the loss of relative importance of coal
por la pérdida de importancia relativa del carbón in the Chilean economy.
dentro de la economía chilena.

Palabras clave: Minería, Carbón, Guerra Fría, Keywords: Mining, Coal, Cold War, Social
Control Social, Anticomunismo Control, Anti-Communism

I. Introducción.

La movilización política que llevó a la Formación del Frente Popular


en 1936 y su llegada al gobierno dos años después coincide con la reactivación
de los conflictos en la zona carbonífera y la puesta en marcha, una vez más, de
la combinación de las estrategias utilizadas por las empresas y las autoridades
políticas en la contención del movimiento social.
Se trata de una segunda oleada de movilización social que terminó por
desahuciar las estrategias paternalistas que las empresas habían desarrollado
con cierto éxito en las primeras décadas del siglo XX, especialmente después
de que esas estrategias se burocratizaran con la creación de los Departamen-
tos de Bienestar implementados por las Compañías en la década de 1920. La
nueva etapa inaugurada con la llegada al gobierno de la coalición de centro
izquierda coincide con el regreso de los comunistas a la dirección de los sin-
dicatos, y a los gobiernos comunales, lo que debilitó el control alcanzado por
las compañías carboníferas y se tradujo en una importante movilización de los
trabajadores, zafándose de la tutela empresarial en la dirección de los sindica-
tos, permitiendo además un sostenido crecimiento de la adhesión comunista
en las filas obreras. En términos concretos, la movilización laboral repercutió
en un importante mejoramiento salarial, la incorporación de mejoras sustan-
tivas, aunque todavía insuficientes, desde el punto de vista de la cobertura
asistencial, y en el plano político permitió un fortalecimiento de las relaciones
con los partidos de izquierda, particularmente el comunista, aunque no exclu-
sivamente, y un acercamiento a instancias gremiales de naturaleza federativa,
lo que se expresó en los contactos con la CTCh y la Federación Minera.
Desde el punto de vista empresarial, las Compañías revitalizaron un
discurso anticomunista con el cual trataron de traducir el conflicto gremial en
otro de naturaleza política, en consonancia con la ruptura que a nivel central
ya se estaba manifestando. A pesar de ello, la estrategia empresarial intentaba
mantener el delicado equilibrio entre sus aspiraciones como empresarios y los
intereses de los trabajadores en pos de mantener las actividades productivas.

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De este modo, si bien la caracterización de la región del carbón como


zona roja se había empezado a construir desde la década de 1920, a raíz de
las grandes huelgas que habían paralizado a la industria carbonífera, especial-
mente a partir de la huelga larga de 1920, veinte años después, el fantasma del
comunismo volvía a levantarse para atemorizar a las cúpulas empresariales y
aún al gobierno.
Los sindicatos se habían inclinado, después de casi una década de con-
trol empresarial con directivas y bases que veían en el comunismo una opción,
lo mismo ocurrió con algunas alcaldías, como las de Lota y Coronel, mientras
que otro tanto ocurrió con parte de la representación parlamentaria. En las
elecciones Municipales de abril de 1947, a nivel nacional, el número de regi-
dores comunistas pasó de 81 a 202, mientras que, paradójicamente, el número
de regidores radicales bajó de 447 a 322 representantes1.
En algún sentido, en la zona se habían amplificado los buenos resulta-
dos que el PCCh había alcanzado después de dejar la clandestinidad, encon-
trando en ella una de sus importantes plataformas sociales2.
Evidentemente, estas transformaciones y aparentes éxitos del PCCh
no podían ser vistos sino con temor por parte de las cúpulas empresariales, así
como por otros actores que veían en el comunismo una de las peores amenazas
para sus intereses; sus ideas de orden y frente al modelo de democracia, que
decían defender, y que, para entonces, parecía ser amagada por las iniciativas
de un partido que guardaba cierta complacencia frente al estalinismo.
La zona del carbón se convirtió en un doble escenario de confronta-
ción, por una parte, aquel determinado por los conflictos suscitados entre el
capital y el trabajo, que a pesar de las prácticas paternalistas establecidas por
las empresas no dejaban de mostrar graves fisuras de conflictividad. Por otra,
el enfrentamiento se expresaba en una lucha de naturaleza más ideológica que
contraponía a las corrientes liberales y el comunismo, incluso antes de que la
Guerra Fría tuviera su “declaración oficial”.
Este artículo plantea como objetivo reconocer algunos de los rasgos
esenciales de la identidad minera de la región del carbón, marcada por el tra-
bajo en la mina; las crisis recurrentes de aquella industria; las estrategias de
sociabilidad de los diversos actores sociales y sus importantes niveles de or-
ganización política, pero también por la impronta paternalista generada por

1 González V., Gabriel, Memorias. Tomo I, Ed. Nacional Gabriela Mistral, Santiago, 1975, p.
540.
2 Entre 1937 y 1945, el PCCh pasó de un 4,2 a un 10,3% del electorado, subiendo al menos 6
puntos porcentuales, creciendo aun más en las elecciones parlamentarias de 1947.

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el discurso y acción empresarial. Interesa sustantivamente reconocer cómo


esta identidad entró en conflicto con los intereses de las empresas y del propio
Estado y cómo esos conflictos empalmaron con los debates nacionales experi-
mentados a raíz de las transformaciones ideológicas y políticas operadas en un
contexto mayor cuyo telón de fondo se materializó en la llamada Guerra Fría.

II. El avance del comunismo y la defensa de la democracia.

La amenaza comunista se convirtió en una de las principales preocupa-


ciones de los sectores más tradicionales de la política chilena, incluyendo a los
actores de derecha conservadora y liberal, pero que también se hizo extensiva
a los dirigentes del Partido Radical que si bien habían avanzado a posturas de
mayor apertura, seguían viendo en el comunismo un peligro para la democra-
cia. En la década de 1940, a pesar de las declaraciones expresas del Partido
Comunista de ceñirse a las reglas institucionales, la amenaza del comunismo
seguía siendo una de las principales preocupaciones para la mayoría de las
organizaciones que componían el sistema de partidos en Chile. Las fricciones
eran frecuentes y duras incluso con el Partido Socialista, organización con la
que no sólo se disputaba en función del control del electorado y el influjo sobre
las organizaciones sindicales, sino que también en torno a serias diferencias
que se expresaban en términos de sus estrategias políticas.
La lucha anticomunista en Chile antecedió por lo menos tres décadas
a la exclusión de sus militantes del sistema político chileno. Esa lucha anti-
comunista se había manifestado durante la dictadura de Ibáñez y había sido
mantenida a nivel del discurso público de los principales líderes políticos y de
los núcleos empresariales tanto a nivel nacional como en el de la propia región
carbonífera, tal como lo atestiguan publicaciones periódicas que, como La
Opinión o La Información, en Lota y Coronel respectivamente, eran editadas
por las propias Compañías. A mediados de la década de 1930, cuando los efec-
tos de la crisis económica todavía se traducían en desequilibrios del sistema
político, las Compañías apoyaron estrategias que, como la Milicia Republica-
na, aparecían como alternativa para resguardar el orden tradicional esto es lo
que llevó, por ejemplo, a que la Compañía Carbonífera e Industrial de Lota,
anotara en su libro de actas el siguiente acuerdo:

El directorio tomando en consideración que la Milicia Republicana se


preocupa especialmente de la defensa del orden Social y que es natu-
ral que las entidades industriales a las que le interesa primordialmen-

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te el orden contribuyan al sostenimiento de dicha institución, acordó


entregarle como erogación la suma de cuarenta mil pesos ($40.000)3.

En un plano más nacional el debate sobre la ilegalización del Partido


Comunista se anticipó varios años a la dictación de la ley de Defensa Perma-
nente de la Democracia. A mediados de 1940, un proyecto impulsado por la
iniciativa de diputados conservadores buscaba excluir a los comunistas de
la vida pública acusándolos de interferir en las actividades económicas de
sectores que se consideraban estratégicos para el desenvolvimiento nacional,
especialmente aquel representado por la zona del carbón.
Se acusaba a los comunistas de promover las movilizaciones huelguís-
ticas de los años anteriores –sobre todo en la coyuntura 1939-1940–, y de po-
ner en cuestionamiento temas tan importantes como el respeto a la propiedad
privada, así como la libertad de trabajo que, de acuerdo a las acusaciones, se
había visto amagada con motivo de las paralizaciones impulsadas por los sin-
dicatos dirigidos por el Partido Comunista.
En todo caso, la iniciativa de ilegalizar al PCCh debió esperar varios
años para alcanzar su éxito, la campaña anticomunista se vio alentada por
las propias acciones de un partido que veía en el gobierno de las coaliciones
políticas de mediados de siglo –en cuyo seno participaba–, una posibilidad de
afianzar los intereses y derechos de los trabajadores.
Diputados conservadores, como Sergio Fernández Larraín, trataron de
asociar la aparente disminución de la producción de carbón en el Golfo de
Arauco –pero también los empresarios y años más tarde el propio Presidente
González–, con maquinaciones comunistas destinadas a consolidar su domi-
nio sobre las organizaciones de trabajadores y presionar al mundo empresarial
y al propio Estado4. Ello porque con una disminución de las reservas de car-
bón, las autoridades, las empresas y el mundo libre deberían someterse a los
designios de los sindicatos controlados por comunistas5.

3 Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, Libro de Actas 1933-1936, Sesión Nº 363, s/e,
Santiago, 27 de junio de 1935, f/169.
4 Ese mismo argumento aparece repetido a lo largo de todo el período y fue una de las
acusaciones centrales en contra de los trabajadores carboníferos que motivaron la ocupación
militar desde agosto de 1947. Ver, por ejemplo, las memorias de Gabriel González Videla y
las del Ministro de Defensa, el general Guillermo Barrios Tirado, parte de las cuales están
contenidas en González, ob.cit., Tomo I.
5 El sindicato industrial de Lota fue establecido en 1926 y el de Schwager en 1929. Una década
después sus directivas eran de filiación comunista. Intervención del diputado Damián Uribe
Boletín de Sesiones Cámara de Diputados (en adelante BSCD), 21ª sesión ordinaria, s/e,
Santiago, martes 29 de julio de 1941.

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De acuerdo a Fernández Larraín, era política del comunismo interna-


cional orientar su labor hacia las empresas más importantes y hacia los puntos
estratégicos de la producción, y la industria carbonífera correspondía a uno de
esos enclaves estratégicos6.
Por otra parte, advertía Fernández, la táctica comunista consistía fun-
damentalmente en la penetración en los sindicatos, y la región del carbón era
una constatación evidente de los logros comunistas7. Las denuncias del dipu-
tado no se limitaron al espacio de Congreso Nacional, sino que se extendieron
a los debates dentro de su propio partido y publicados en la prensa conserva-
dora, particularmente en El Diario Ilustrado. En la asamblea de Propaganda
Conservadora, celebrada el 23 de diciembre del año 1940, el señor Fernández
Larraín denunció: “el avance tan extraordinario que el Partido Comunista ha-
bía realizado en el último año y cómo, aprovechándose de la negligencia cul-
pable e inexplicable de un régimen que se decía democrático, había logrado
organizar en todo el país las milicias populares”.
Con ocasión de la huelga que movilizó a los trabajadores del carbón en
octubre de 1947, el Presidente denunciaba con dramatismo “las existencias de
carbón como ya lo he manifestado, iban a durar hasta cinco días más. En estas
condiciones será necesario recurrir a las reservas que son mantenidas para ca-
sos de emergencia por la Armada Nacional; pero ello significa imponer nuevas
y más severas restricciones al empleo de dicho combustible”8.
En esa ocasión el Presidente anunciaba restricciones en el transporte
ferroviario, distribución de gas, producción de energía termoeléctrica y racio-
namientos de otros servicios.
En otro plano, los representantes de la derecha en el sistema institu-
cional manifestaban su creciente preocupación por lo que consideraban como
un peligro inminente: la violencia que potencialmente podían desplegar los
grupos que dependían del Partido Comunista o de aquellas organizaciones a
las cuales estaba asociado.

6 BSCD, ob. cit., Intervención del diputado Sergio Fernández Larraín, 12 de agosto, 1940. El
texto de Womack, John, Posición estratégica y fuerza obrera. Hacia una nueva historia de
los movimientos obreros, Fondo de Cultura Económica, México, 2007, discute en su capítulo
VI, La “estrategia de la Huelga”, de la Internacional Roja, 1923-1930, antecedentes que
seguramente habrían servido de estímulo a las ideas del diputado conservador.
7 BSCD, ob. cit., Intervención del Diputado Sergio Fernández Larraín, 26 de noviembre, de
1940. Citada en la 21ª sesión de 29 de julio de 1941, p. 1.328.
8 González, ob.cit, pp. 642-643.

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Lo que molestaba a los representantes políticos era que efectivamente


la zona del carbón, pero también sindicatos de otros importantes núcleos in-
dustriales mineros estuvieran dirigidos por el Partido Comunista.
Esta agrupación se había hecho fuerte en los sindicatos, en los que
millares de trabajadores se suscribían a directivas que abrazaban dicha mi-
litancia. A principios de la década de 1940 esta militancia se vio fortalecida
por la creación de lo que se reconoció como milicias populares, una creación
del PCCh que pretendía contrarrestar el peligro fascista en los comienzos del
conflicto internacional9.
En realidad, las milicias populares nacieron en la lógica de construir
una defensa antifascista, en el marco de los primeros años de la Segunda Gue-
rra Mundial, particularmente en el transcurso del año 1941. Y es muy probable,
que haya cristalizado en aquellas regiones, en donde los sindicatos comunistas
eran más fuertes que en el resto del país10. También es cierto que el diputado
exageraba la verdadera capacidad de esas agrupaciones para poner en jaque
al Estado y la democracia, considerando que además habían nacido para el
resguardo de la misma frente al avance fascista. Lo que complicaba al parla-
mentario y a sus compañeros de bancada y probablemente a los empresarios,
era que el PCCh efectivamente se había fortalecido en algunas regiones, par-
ticularmente la zona del carbón y había desarrollado otras iniciativas como la
articulación de la Federación Industrial Minera; la implementación de la figu-
ra de los “delegados de faenas” e intentaba concretar una instancia novedosa:
los Comités de Producción, que otorgaban un rol esencial a los trabajadores en
las dinámicas decisionales dentro de las minas. Además, durante el período,
los trabajadores, con el apoyo de la CTCh local, habían presentado sendos
proyectos para aumentar la producción en el área de la minería carbonífera11.
Lo que se presentaba frente a los ojos del mundo político y patronal
respecto de la zona de la minería del carbón era que, efectivamente, el comu-
nismo había alcanzado una enorme influencia, si no sobre la población misma,
sí sobre los grupos que se articularon para desarrollar iniciativas que les per-
mitieron conducir a las organizaciones sindicales y comunales, disputando un
espacio que tradicionalmente había estado controlado por las empresas y sus
intermediarios administrativos y políticos. Si bien las empresas habían con-

9 BSCD, ob. cit., Intervención del diputado Sergio Fernández Larraín, 21ª sesión ordinaria,
martes 29 de julio de 1941, p. 1.329.
10 Figueroa, Enrique y Sandoval, Carlos, Carbón: cien años de historia (1848 – 1960), CEDAL,
Santiago, 1987. Los autores señalan la existencia de las milicias pero no profundizan sobre el
tema, p. 234.
11 Revista Principios Nº 17, Ed. Comité Central del PCCh, abril-mayo 1942, Santiago, p. 235.

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trolado sus recintos y las comunidades atadas a ellos, hacia mediados de siglo
la ampliación de las ciudades como Lota y Coronel, hizo que éstas albergaran
a una población que estaba más allá de los límites del “Pueblo de Compañía”.
Evidentemente, para ese mismo período las iniciativas de los trabaja-
dores, comunistas o no, habían alcanzado un alto grado de articulación regio-
nal, tal como había ocurrido desde el comienzo de las movilizaciones en los
años veinte, por lo que las movilizaciones alcanzaban los ribetes de peligrosi-
dad que intranquilizaban a las autoridades y dirigencias empresariales.
Las alianzas además se daban a nivel nacional, al mantenerse firmes
lazos con la izquierdista CTCh, que buscaba influenciar al sindicalismo re-
gional.
Ciertamente, el manifiesto avance comunista en la región del carbón,
pero también en otros centros productivos, encendió las alarmas, no sólo
en los grupos empresariales que se veían amagados por el éxito comunista,
sino también en la propia coalición de Gobierno, que veía cómo los equili-
brios políticos dentro de la misma se ponían en tensión. El propio Presidente
Pedro Aguirre Cerda miraba con preocupación los acontecimientos de la zo-
na carbonífera matizados por la crisis carbonífera, los accidentes laborales
y la agitación social. Tal preocupación lo llevó a enviar a la zona, en calidad
de delegado del Gobierno, al general Jorge Berguño, para que levantara un
verdadero catastro de la situación económica y social que afectaba la cuenca
carbonífera12. El informe del general constituye una verdadera radiografía de
la región del carbón entregando antecedentes de lo que acontecía en las dos
mayores Compañías, pero también en los distritos mineros más pequeños de
Lirquén, Cosmito, Plegarias, entre otros. En términos globales, el informe del
militar contradice la imagen halagüeña que habían construido las Compañías
respecto de su propia realidad.
El informe del general era enfático en denunciar el dominio comunista
en la región. Si bien la presencia comunista se manifestaba en varios frentes, el
más significativo era el control de la actividad sindical. El informe recogía los
testimonios de las autoridades locales que, según el informante del Gobierno,
afirmaban que “...desde que determinado partido político –el comunista– se
había apoderado de las Directivas Sindicales, la tranquilidad social había ad-
quirido condición precaria”13. Así las directivas sindicales estarían subordi-

12 El informe del general de brigada del Ejército de Chile Jorge Berguño Meneses fue publicado
en El Sur, Imprenta El Sur, Concepción, entre el 24 de agosto y el 7 de septiembre de 1941.
13 Informe del general Jorge Berguño Meneses, citando al Intendente de Concepción Desiderio
González, El Sur, ob. cit., 24 agosto de 1941, p.8.

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nadas a una especie de Cuartel General Central, quedando de esta manera “el
control de dicha región…en poder del Partido Comunista, que obedece a la III
Internacional”14.
El propio general Berguño se hacia parte de la sensación de vulnerabi-
lidad de la región del carbón, y del país, respecto de la organización y movili-
zación de los trabajadores y de las iniciativas de éstos para presionar en pos de
mejorar su condiciones laborales y de existencia. Al respecto, el delegado del
Gobierno manifestaba en comunicación al Ministro del Interior:

Vale decir, pues, que en primer término había que darse a la tarea de
establecer el posible alcance de una actividad coercitiva o movimien-
to huelguístico, a ser producido por los elementos trabajadores de la
zona, organizados para el efecto, con la antelación calculada…
Ud. No ignora que se continuaban adelante produciendo los consi-
guientes acuerdos obreros para asegurar sus posiciones de resisten-
cia. Para tal efecto, la masa toda de la zona carbonífera se encontraba
entregada en un solo haz, a los organismos sindicales que, entre sí
mantienen un perfecto lazo de unión y entendimiento.
Alrededor de las Cías. carboníferas, este clima se hacia cada día más
irrespirable; constante funcionamiento de las dirigencias sindicales;
multiplicación de comicios públicos, apreciable mayor inasistencia
de obreros al trabajo; y, finalmente, no disimulado entendimiento en-
tre los organismos directivos obreros carboníferos con los de otros
ramos15.

De acuerdo a Berguño el Partido Comunista controlaba con eficiencia


las organizaciones obreras de la región del carbón, al punto de establecer una
perfecta coordinación entre las distintas instancias sindicales de la zona, pero
además por la creación de un clima de activismo y propaganda que se multipli-
caba y se tomaba las calles. La situación era grave, según el general, porque en
un clima así se fomentaba el ausentismo laboral, aumentaba el temor e inse-
guridad de otros componentes sociales y se estaba logrando el entendimiento
de los obreros carboníferos con los representantes de otras ramas del trabajo
industrial16.

14 BSCD, ob. cit., Informe General Berguño. Intervención del diputado Sergio Fernández
Larraín, 21ª sesión ordinaria, martes 29 de julio de 1941 p. 1.331.
15 El Sur, ob.cit., Informe General Jorge Berguño, agosto de 1941.
16 BSCD, ob. cit., Informe del General Berguño... p. 1.333.

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La gravedad del control comunista se complejizaba, en la visión de


Berguño, dada la capacidad desplegada por dicho partido en la acción combi-
nada de los distintas organizaciones de trabajadores que había logrado armo-
nizar. Ello se manifestaba en la coordinación en la redacción y contenido de
los pliego de peticiones, en el fortalecimiento de sindicatos no mineros, pero
de trabajadores dependientes de las Compañías (trabajadores de los fundos y
gente de mar), pero también por el uso de un lenguaje, de matices comunis-
tas, que se estaba haciendo universal. Para Berguño, también era motivo de
preocupación el hecho de que se había incorporado en las actividades cotidia-
nas en el interior de las minas, una jerarquía que, de alguna manera, aparecía
como sobreimpuesta a aquella propia de las actividades extractivas y que es-
taba encabezada por ingenieros, capataces y mayordomos.
Del informe del general Berguño se desprendían una serie de conclu-
siones para provocar alarma. Por una parte, la realidad de la zona carbonífera
mostraba una serie de rasgos que originaban el descontento obrero, todos
ellos relacionados con la precariedad de las condiciones de trabajo, pero tam-
bién vinculados a las difíciles condiciones de existencia, expresadas en la in-
salubridad de las viviendas y los altos indicadores de precariedad en la salud
pública. Por otra parte, el informe del militar fue un poderoso llamado de
atención acerca de la capacidad del Partido Comunista de reproducirse en un
ambiente, que de acuerdo al general, era el caldo de cultivo para el desarrollo
de expresiones que atentaban contra la institucionalidad: el control de los sin-
dicatos, el influjo huelguístico, las movilizaciones callejeras, la organización
del trabajo dentro de las minas.
Problema que ya era grave tratándose de una actividad estratégica co-
mo lo era la producción de carbón, destinada a cubrir las necesidades naciona-
les, se convertía además en un problema mayor, toda vez que los trabajadores
del carbón habían establecido mecanismos de coordinación con otros traba-
jadores de naturaleza industrial, tanto de la zona como del resto del país. Lo
que estaba amagado entonces, no era solamente el destino de esta actividad
estratégica como la producción de energéticos, sino que lo que se ponía en
tensión era el orden nacional.

III. Las Compañías carboníferas frente a la movilización social.

El temor a la movilización política y sus efectos en el control de los sin-


dicatos de trabajadores alertó a los empresarios y avivó el rechazo que aque-
llos exhibían frente a la influencia comunista en la región del carbón. De este
modo, detrás de las iniciativas obreras y sindicales, de acuerdo a las cúpulas

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empresariales, siempre estaba la sombra roja del comunismo. Esa influencia


se revelaba en las asambleas, las movilizaciones y meeting, en los pliegos
de peticiones –siempre evaluados como exagerados. Pero también servía de
argumento a la hipótesis que culpaba a los trabajadores de entrabar la produc-
ción provocando descensos artificiales de la misma, utilizando aquella dismi-
nución de la oferta como instrumento de negociación con las empresas y frente
al Gobierno. Estas acusaciones fueron vertidas en la prensa local, propiedad
de los propios empresarios, en los portavoces nacionales del empresariado,
como El Mercurio, pero también en los círculos institucionales y políticos.
Así por ejemplo, varios empresarios ejercieron críticas desde el parla-
mento, como miembros de los cuerpos legislativos. Es el caso del representan-
te por Valparaíso al senado, Pedro Poklepovic. Sus dichos son elocuentes. Si
bien Poklepovic se expresaba en tanto parlamentario, también lo hacía en su
calidad de miembro del directorio de la principal mina de la región, la Com-
pañía Carbonífera e Industrial de Lota, de la cual llegó a ser su vicepresidente
algunos años más tarde. Durante las discusiones desarrolladas en el Senado,
el representante de Valparaíso asume con desenfado una frontal defensa de
los intereses de la empresa, especialmente de las severas acusaciones hechas
por los senadores comunistas respecto de las malas condiciones de trabajo,
habitación, salarios y salubridad en los espacios controlados por la Compañía
Carbonífera e Industrial de Lota, ataques que se agudizarían a raíz del grave
accidente ocurrido en junio de 1947 en que perdieron la vida 18 mineros en el
Pique Carlos Cousiño17. Si bien todos los antecedentes apuntaban a la respon-
sabilidad de la Compañías por las deficientes medidas de seguridad, el par-
lamentario argumentó que la causa del accidente estaba en la negligencia de
los trabajadores y la acción criminal de los agitadores comunistas que habían
controlado a los sindicatos mineros y mantenían sometida a la región.
Refiriéndose a la muerte de los trabajadores, el senador responsabilizó
a los propios obreros y al relajamiento de la disciplina del trabajo, agregando
además que para solucionar el problema se hacía urgente proceder contra los
agitadores, refiriéndose claramente a los activistas de filiación comunista18.
Por otra parte, el parlamentario señalaba que la reducción de la producción
estaba claramente vinculada a la situación de desorden, que según él, estaba
imperando en las faenas carboníferas y sus anexos.

17 El accidente y su origen es debatido en varias sesiones del Senado. Ver Boletín de Sesiones
Senado (en adelante BSS), a partir de la 9ª sesión ordinaria, s/e, Santiago, lunes 24 de junio de
1947.
18 BSS, ob. cit., a partir de la 9ª sesión ordinaria, lunes 24 de junio de 1947.

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Cuando se discutía en el Senado los antecedentes del accidente en la


mina de Lota el parlamentario señaló:

Yo me pregunto, señor Presidente ¿se puede culpar a las empresas


mineras de estas tragedias o catástrofes, cuando en esta forma se en-
traba su acción, para tomar medidas disciplinarias destinadas a cau-
telar la vida de los hombres que trabajan en ellas? Estos accidentes
generalmente tienen su origen en un descuido de parte de algún obre-
ro, y estos descuidos temerarios se están produciendo más a menudo,
porque se ha relajado la disciplina del trabajo19.

Efectivamente, el control que habían logrado las Compañías durante


casi una década combinando paternalismo y coerción estaba tocando a su fin.
Fenómeno que se había acentuado con la llegada del Frente Popular al Go-
bierno. Se debe recordar que no solo los sindicatos mineros se autonomizaron
a partir de entonces, sino que también se constituyeron organizaciones simi-
lares entre los trabajadores del ferrocarril, la gente de mar y los portuarios
de Lota. Iniciativas similares se llevaron a cabo entre los trabajadores de los
fundos El Escuadrón y Los Ríos, propiedad de la Compañía, lo que habla de la
intensidad de la movilización social20.
La crisis que provocó el accidente de julio de 1947 dio lugar a una ar-
dua discusión en distintos niveles, pero que tuvo en el Senado uno de sus im-
portantes escenarios. En ese ambiente, el senador Pedro Poklepovic manifestó
a lo largo del debate, -que duró varios meses hasta la dictación del decreto de
reanudación de faenas por el Presidente de la República-, que la intervención
comunista era tan poderosa que amenazaba con desbordarse al resto de las
actividades productivas y que había que detenerla con medidas que iban des-
de la dictación del estado de emergencia en la zona hasta la expulsión de los
comunistas del sistema político, tal como lo había patrocinado en 1940. En
reiteradas ocasiones fue más allá de su posición de parlamentario en defensa
de la empresa a la cual estaba profundamente vinculado argumentando a favor
del proceder de las Compañías, señalando que lo que hacía falta era disciplina
y que los trabajadores fueran arrancados del influjo de sus “falsos apóstoles”.
Otros dirigentes empresariales, vinculados con la Compañía carboní-
fera, se manifestaron en forma parecida. Así, el Presidente de la Sociedad

19 Id.
20 Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, Libro de Actas 1936-1940, Sesión Nº457, s/e,
Valparaíso, 25 de marzo de 1939, f/190.

90
Hernán Venegas Valdebenito

Nacional de Minería, Hernán Videla Lira, que además era senador de la Repú-
blica, y hermano del gerente general de la Compañía Carbonífera e Industrial
de Lota, se manifestó en contra de la presencia comunista en la zona y defen-
dió a la empresa de las acusaciones sostenidas por los senadores comunistas
en la discusión que se suscitó tras el accidente ya mencionado21. Videla Lira
realizó una pormenorizada defensa de las que según él, eran las condiciones
reinantes en el trabajo de las minas de carbón. Desconoció el bajo nivel de los
salarios y de las inadecuadas condiciones de seguridad en las faenas. Además
señaló que los mecanismos de negociación y entendimiento entre la empresa
y sus trabajadores se habían visto alterados por la presencia de agentes ajenos
al núcleo de trabajadores. Las dificultades para aplicar las ya tradicionales
formulas de negociación -que habían servido para solucionar los conflictos
laborales en la paz sindical que había sobrevenido a la dictadura de Ibáñez- ,
tendían, de acuerdo al dirigente empresarial y político, un manto de dudas so-
bre la viabilidad de la industria carbonífera y el aprovisionamiento nacional
de combustibles.

Por primera vez los obreros rechazan el arbitraje… O sea que después
de muchos años se registró por primera vez en la zona del carbón el
caso de que los propios obreros no aceptaron el arbitraje. ¡Y por qué,
señor Presidente? Ya lo dije en este mismo recinto cuando se discutía
el proyecto de Facultades extraordinarias: porque el carbón es el ner-
vio vital de la República; porque se sabe perfectamente que el país
no dispone de las necesarias reservas de este combustible el normal
desenvolvimiento de la producción nacional. Y frente a la situación
internacional que hoy vive el mundo, en que por todas partes se ven
mermas de la producción, era lógico que el carbón fuera el campo
propicio para que los comunistas cumplieran con las órdenes que se
le imparten desde Moscú22.

De acuerdo al parlamentario, el Partido Comunista no solamente ope-


raba en contra de los intereses de la Nación, sino que al hacerlo también
afectaba los legítimos intereses de los propios trabajadores. En el debate del

21 Hernán Videla Lira, además efectuó varios trabajos contratados por dicha Compañía, tal como
queda de manifiesto en el Libro de Actas de la Compañía Carbonífera e Industrial de Lota,
1933-1940, Sesión Nº 466, s/e, Santiago, 10 de Agosto de 1939, f/213.
22 Videla Lira, Hernán, Boletín Minero Nº 570, Sociedad Nacional de Minería, Santiago,
octubre, 1947. p.577.

91
Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los trabajadores
del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

Senado se refirió extensamente a las estrategias del Partido, en lo que él con-


sideraba barreras para mejorar la condición de los trabajadores que operaban
en los frentes de extracción. Al parecer el PCCh privilegiaba igualdad de tra-
tamiento en los aumentos salariales con el afán de fortalecer la unidad de los
trabajadores, sobre todo en momentos de definiciones de fuerza frente a las
empresas.
En el mes de octubre, cuando ya se había producido la intervención gu-
bernamental en la zona del carbón, el senador Videla Lira aseguró, en defensa
de la ocupación militar, que

Los regímenes necesitan defender sus principios y el nuestro que


es esencialmente democrático está amenazado por influencias ex-
trañas. Si sus enemigos recurren a todas las armas para derribarlo,
ha llegado la hora de que la democracia chilena se levante para salir
unida en defensa de las instituciones republicanas que constituyen su
más honroso y tradicional timbre de gloria23.

El mundo empresarial relacionaba la negativa de los sindicatos de tra-


bajadores para rebajar las exigencias de mejoramiento salarial, contenidas en
sus pliegos de peticiones, a las influencias comunistas. De acuerdo a los em-
presarios, ante las movilizaciones y huelgas que comenzaron en agosto de
1947, fue sólo el enérgico comportamiento de la autoridad ejecutiva la que
evitó la catástrofe que habría significado una paralización prolongada del sec-
tor, aludiendo al decreto de reanudación de faenas y al establecimiento del
estado de emergencia en la región. “Si bien después de este decreto la casi
totalidad de la masa obrera deseaba volver al trabajo, una minoría audaz, obe-
diente a las consignas del Partido Comunista, trató a toda costa de impedir se
realizara este propósito”24.
En consonancia con esas ideas, lo único que cabía a las autoridades y
a los empresarios para regresar la estabilidad a los yacimientos carboníferos y
sus poblaciones era una intervención autoritaria, aislando los malos elemen-
tos, pero en nombre de la libertad y de la democracia. Ello permitiría poner
fin a la amenaza comunista, asegurar la producción de energía para el país y

23 Videla L., Hernán, “Las causas precisas que han influido en el conflicto de la zona del
carbón”, en Boletín Minero… ob. cit., p.578.
24 Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, Exposición del Directorio a los señores accionistas
en la 27ª Junta General Ordinaria, celebrada en Valparaíso en 31 de marzo de 1948. En Boletín
Minero Nº 577, Sociedad Nacional de Minería, Santiago, pp. 255-261.

92
Hernán Venegas Valdebenito

mantener el buen funcionamiento de las estructuras industriales, amagadas


por el desafío obrero y su mentor, el Partido Comunista.
Con todo, los empresarios acostumbrados a sortear los conflictos a tra-
vés de prácticas que combinaban la negociación, la coerción y muchas veces
el desconocimiento de los acuerdos alcanzados después de avanzados algunos
meses, se vieron frente a una intervención estatal que sobrepasaba con creces
sus viejas estrategias de control y ponía en peligro, con sus medidas, el normal
funcionamiento productivo.
Frente a la estrategia implementada por el Ejecutivo y las Fuerzas Ar-
madas, las empresas a momentos se mostraron vacilantes. Ello queda de ma-
nifiesto cuando el Ministro de Defensa, general Guillermo Barrios Tirado, res-
ponsable de las operaciones militares y políticas en la zona del carbón, señaló:

Las Compañías carboníferas no han cooperado por ignorancia o leni-


dad, porque no se han convencido de la necesidad del apresamiento
masivo de dos a tres mil hombres para extirpar el cáncer revoluciona-
rio. La checa comunista tiene atemorizada a la masa obrera y es a esa
fuerza a la que hay que eliminar para asegurar la libertad de trabajo25.

En algún sentido, la lucha de los empresarios y las autoridades políticas


era parcialmente distinta. La lucha del Presidente González se había definido
contra el comunismo. Los empresarios sabían que reemplazar a 3.000 mine-
ros, de un día para otro, era ilusorio y atentatorio frente a sus expectativas
productivas.

IV. La movilización social y represión política.

La llegada del Frente Popular al Gobierno abrió una avalancha de ex-


pectativas entre los trabajadores y sectores populares que habían estado conte-
nidos en sus demandas y reivindicaciones. El discurso inscrito en el programa
frente populista y las arengas destinadas a conseguir el favor del voto popular
fueron responsables de la posterior movilización social que fue aprovechada,
además, por los partidos de izquierda para canalizar esa marea de crecientes
iniciativas reivindicativas.
Evidentemente, la movilización social excedió las posibilidades de un
sistema institucional que estaba hecho para lograr acuerdos y compromisos

25 Barrios T., Guillermo, Memorias, citado por González ob.cit., Tomo I, p. 658.

93
Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los trabajadores
del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

en un marco todavía estrecho de representación y participación política, por


lo que las demandas sindicales y las exigencias huelguísticas sobrepasaron
a las autoridades y organizaciones que operaban en el cuadro de una matriz
reformista.
Las movilizaciones ocurridas en la zona del carbón a apenas un año de
iniciado el nuevo gobierno no fueron más que una de las tantas manifestacio-
nes de las filtraciones al dique de contención social que se había establecido
en los años de dictadura y gobierno autoritario26. Sin embargo, para cuando
esas fisuras amenazaron con convertirse en profundas grietas del sistema insti-
tucional, los remediales legales ya se habían levantado para contener, esta vez
legalmente, la movilización social.
El paso más trascendental en la implementación de mecanismos de
control social estuvo ligado a la dictación de la ley 7.200, del 18 de julio de
1942, con la que se introdujo una serie de prerrogativas destinadas a fortalecer
la capacidad de la autoridad del Ejecutivo, involucrando de paso a las Fuerzas
Armadas en la defensa de la Constitución. Fue justamente esta iniciativa la
que ofreció un marco de legalidad a las acciones emprendidas por Gabriel
González y sus asesores para sofocar la movilización social en la zona del car-
bón, y en otros centros productivos, y fortalecerse en su lucha anticomunista, a
partir de mediados del año 1947. Cuando los senadores comunistas levantaron
su voz para acusar de inconstitucional las medidas tomadas por el Presidente
y su ministro del Interior, el contraalmirante Immanuel Holger, en la zona del
carbón, fueron los senadores conservadores y radicales los que defendieron la
acción del Presidente usando como argumento la existencia de la ley mencio-
nada y, sobre todo, del decreto con fuerza de ley Nº 34/2.245 que aprobó el
reglamento para la aplicación del artículo 23 de la citada norma legal.
La ley establecía la posibilidad de que el Presidente, por acuerdo parla-
mentario, pudiera ser investido de Facultades Extraordinarias, lo que permitía
decretar estado de emergencia en una o varias zonas del país y colocar a la
cabeza de esas regiones a jefes militares que supeditaban a las autoridades
civiles locales a sus decisiones, mientras durara la contingencia. En un plano
más específico eso permitía suspender una serie de garantías constitucionales
y apresar a personas en recintos que no fueran cárceles, tal como ocurrió en

26 Para el caso de la Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, se sostuvo la primera negociación


entre trabajadores y empresarios a través de la participación de una Comisión Gubernativa. En
tal ocasión los trabajadores recibieron aumentos salariales que se tradujeron en un desembolso
empresarial de 14.000.000 de pesos, lo que fue considerado como un triunfo por parte de los
trabajadores. Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, Libro de Actas, Sesión Nº 467, s/e,
Santiago, 24 de Agosto de 1939, f/215.

94
Hernán Venegas Valdebenito

la localidad de Pisagua desde agosto de 194727. Para el caso que se comenta,


las leyes que otorgaban facultades extraordinarias al Presidente de la Repú-
blica se dictaron a partir de agosto de 1947 y fueron reeditadas en enero y
agosto del año siguiente28. Además en septiembre de 1948, la ley de Defensa
Permanente de la Democracia recogió muchas de estas disposiciones pero las
encauzó directamente a su lucha anticomunista, aunque su uso fue bastante
más indiscriminado durante la década que estuvo en vigencia, afectando a
organizaciones y dirigentes no comunistas.
La agitación social en la zona del carbón se había agudizado en el se-
gundo semestre 1946, las motivaciones eran de carácter local impulsadas por
el interés de las distintas agrupaciones políticas de establecer su hegemonía
en las organizaciones sindicales29. Al mismo tiempo, la zona del carbón actua-
ba como una caja de resonancia de los conflictos registrados a nivel nacional,
especialmente de aquellos que llevaron a la ruptura de la coalición que había
llevado al gobierno a Gabriel González.
Así, por ejemplo, en agosto de 1947 fue declarada la huelga en toda
la región carbonífera, entre Curanilahue por el sur y Lirquén por el norte,
invocándose demandas salariales y las dificultades provocadas por la carestía
del pan. Dos semanas antes, los mineros habían presentado sus pliegos de pe-
ticiones frente a los organismos responsables, Ministerio del Trabajo y Junta
de Conciliación, organización especial –esta última– para la zona del carbón
dada la existencia de veinte mil trabajadores. Agotados los plazos se autorizó
la huelga, la que fue dispuesta para el 19 de ese mismo mes. En esos términos

27 La referencia de la existencia de mecanismos legales represivos antes de la dictación de la


ley Nº8.987 aplicados a la zona del carbón ha sido estudiada por Pavilack, Jody, Mining for
the nation: the politics of Chile’s from the Popular Front to the Cold War, The Pennsilvania
State University Press, U.S.A., 2011; Venegas V., Hernán, “El Partido Comunista de Chile y
la ley Maldita. La persistencia de la vía pacífica en un período de exclusión, 1948-1958”. En:
Revista Virtual Palimpsesto, www.palimpsestousach.cl, N°5, Departamento de Historia de
la Universidad de Santiago, Chile, 2005; Álvarez, Rolando; Samaniego, Augusto y Venegas,
Hernán (Ed.), Fragmentos de una historia. El Partido Comunista de Chile en el siglo XX.
Democracia, clandestinidad y rebelión (1912-1992), ICAL, Santiago, 2008. Y en el completo
estudio acerca de las consecuencias legales y políticas de la cruzada anticomunista chilena
en el período: Huneeus, Carlos, La Guerra Fría chilena, Gabriel González Videla y la ley
maldita, Debate, Santiago, 2009.
28 Poblete T., Moisés, El derecho del trabajo y la seguridad social en Chile, Editorial Jurídica,
Santiago, 1949, p.74.
29 El conflicto más crudo se dio en torno a un incidente en que dos dirigentes socialistas resultaron
muertos en Lota, y cuya culpabilidad era atribuida a militantes comunistas. Este conflicto fue
debatido a nivel parlamentario. BSS, ob. cit., 11 de diciembre, de 1946, lo mismo ocurre en la
Cámara de Diputados, en la misma fecha.

95
Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los trabajadores
del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

se trataba de una huelga legal, pero que desde el punto de vista de las autori-
dades de Gobierno presentaba el inconveniente de llevarse a cabo justo en el
momento en que las reservas de combustible se encontraban en su nivel más
precario.
Sometido a esa disyuntiva el Gobierno procedió con los mecanismos
más enérgicos de los cuales podía disponer, considerando además, en palabras
del Presidente González, que se trataba de una huelga que formaba parte de
una estrategia de subversión comunista.
Desde ese momento, los sucesos se desencadenaron rápidamente. El
21 de agosto el Poder Ejecutivo declaró zona de emergencia a las provin-
cias de Concepción y Arauco, y nombró jefe de zona al vicealmirante Alfredo
Hoffman, subordinando a las autoridades civiles a su jurisdicción.
Aunque en gran medida la situación de la región del carbón era una
extensión de los conflictos que se habían desatado dentro la coalición de Go-
bierno y su precaria unidad, también se debían a las tensiones existentes entre
los partidos de izquierda que pasaban, quizás, por unos de los peores períodos
de convivencia.
Lo más complejo fue el distanciamiento del Presidente González y sus
aliados comunistas a partir del mes de abril del año 1947, curiosamente des-
pués de la derrota del Partido Radical en las elecciones municipales, en que,
sin embargo, los comunistas habían más que duplicado sus candidatos electos.
Al mes siguiente, el gabinete fue renovado sin la nominación de ministros
comunistas y en julio del mismo año fueron integrados al mismo miembros de
las Fuerzas Armadas en las carteras del Interior y de Defensa Nacional, ambas
figuras centrales en la represión de las movilizaciones de los trabajadores car-
boníferos en el sur de Chile30.
El propio Presidente González comenzó a reforzar su discurso antico-
munista y a plantear los conflictos del carbón como la avanzada para la derrota
de la democracia y la instalación de un régimen de filiación soviética en el
país, tal como lo dio a conocer en una serie de entrevistas en la prensa escrita
y en sus discursos radiales31. De acuerdo a González esta era una huelga de
naturaleza política cuyos fines eran claramente desestabilizadores de la nor-
malidad nacional. Entonces afirmó,

Desde el primer momento me di cuenta de la gravedad de este movi-


miento, que correspondía a la totalidad de las minas de carbón y cuya

30 González, ob.cit., Tomo I, p. 599.


31 Ibid., p. 631.

96
Hernán Venegas Valdebenito

finalidad era privar al país de este importante y vital combustible. El


hecho de que conjuntamente se hubieran sumado los obreros ferro-
viarios, indicaba claramente sus alcances y propósitos subversivos32.

Expuesto de esa manera, el control sobre las huestes comunistas debía


ser total, pues según el Presidente, se trataba de la seguridad de la nación. Para
ganar esa Guerra contra el comunismo había que ganar primero la “Batalla
del carbón”, para cuya dirección fue designado el general Guillermo Barrios
Tirado.
Pero si esta acción era legítima de acuerdo al mandatario, debía gozar
además de legalidad, para lo cual se solicitó y obtuvo con suma diligencia el
uso de facultades extraordinarias. Estas fueron discutidas en la Cámara de
Diputados en larguísimas sesiones que se prolongaron hasta altas horas de la
madrugada del día 20 de agosto y en que finalmente, por 89 votos a favor y 29
en contra, se concedió la petición del Ejecutivo. En el trámite siguiente, en otra
maratónica jornada, el Senado aprobó la moción por 22 votos contra cinco33.
Finalmente, esa misma mañana se publicó en el Diario Oficial y se procedió
a declarar zona de emergencia a la región del carbón, a pesar de que el movi-
miento huelguístico se depuso en los días siguientes después de haberse toma-
do las medidas administrativas. La mayor parte de los trabajadores regresaron
a sus actividades el 25 de agosto y la zona continuó en una tensa espera, pues
en el mes de septiembre vencían los plazos para los acuerdos colectivos en la
industria minera. Como era de esperar, las negociaciones entre los trabajado-
res y las Compañías no llegaron a buen puerto y a fines de ese mes nuevamen-
te las relaciones se tensaron al máximo, hasta que finalmente los sindicatos
obreros decretaron nuevamente la huelga a partir de la noche del 3 de octubre.
La acción del Ejecutivo no se hizo esperar, la ley Nº8.837, de faculta-
des extraordinarias, permitió disponer de una serie de medidas para frenar la
movilización social de los trabajadores, no solamente se nombró nuevamente
al vicealmirante Alfredo Hoffman como jefe militar de Concepción y Arauco,
sino que se dispuso de la verdadera militarización de la zona para lo que se
trasladó un numeroso contingente de aire, tierra y mar a la zona. Un verdade-
ro “plan estratégico para la toma de las minas y la movilización de tanques,
aviones de guerra y unidades de la Armada Nacional”, en esta cruzada contra
el comunismo34.

32 Ibid., p. 630.
33 BSS, Sesiones 27 a 29, s/e, Santiago, del 21 de agosto de 1947.
34 González, ob.cit., Tomo I, p. 655.

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Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los trabajadores
del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

Se decretó zona de emergencia a la región carbonífera; se procedió


al aislamiento de Lota y Coronel; se impidió la entrada y salida de
personas sospechosas; se apresó a los cabecillas, se movilizó mili-
tarmente a las industrias; se procesó a los insurrectos; se evacuó a
cientos de individuos; se cancelaron las personerías jurídicas de los
sindicatos y se les incautaron sus bienes, privándoles de los medios
materiales para una resistencia prolongada35.

Al mismo tiempo, se dictó un decreto de reanudación de faenas, esta-


blecido en la legislación, en la que se obligaba a los trabajadores a volver a
sus labores, desconociendo la legalidad de su movilización, a pesar de haberse
ajustado a las normas establecidas por el Código del Trabajo. Por otra parte, se
estableció el enrolamiento de los trabajadores como reservistas de las fuerzas
armadas, y por lo tanto fueron conminados a recibir ordenes militares con pe-
nas de hasta 3 años de presidio en caso de desobediencia36. Además, el decreto
estableció ajustes salariales sobre el 40 % de los sueldos de los trabajadores
como una manera de quebrar el movimiento y paralizar la agitación social37.
Sin embargo, la negativa obrera de volver al trabajo continuó en el tiempo. De
acuerdo a las autoridades de gobierno, por las amenazas de la “checa” comu-
nista, aunque en la visón de los trabajadores y los parlamentarios de izquierda
se trataba de una respuesta a la represión militar y a la imposibilidad de reali-
zar asambleas deliberativas a raíz de la ocupación de la zona y la suspensión
de derechos básicos, como el de libertad de reunión y la actividad sindical.
La huelga se proyectó hasta por lo menos el 13 de octubre, es decir
10 días después de su inicio. Ello fue así, porque a pesar de lo perentorio del
decreto de reanudación de faenas y el de movilización militar, éstos no fueron
acatados. Sin embargo, en palabras del general Barrios, “se apresaron los ca-
becillas y se les internó en pontones y en la isla Quiriquina, sometiéndolos a

35 Barrios T., Guillermo, Memorias, en González, ob.cit., Tomo I, p. 656.


36 De acuerdo al Ministro de Defensa “Se dictaron tres decretos de importancia. Por el primero,
se movilizó militarmente la industria del carbón, para lo cual se sometía a los mineros al
régimen disciplinario y judicial de las Fuerzas Armadas. Por el segundo, se llamó al servicio
del Ejército a cuatro mil quinientos hombres para reforzar a las unidades y disponer de mayores
efectivos. Por el tercero, se nombró jefe de la zona de Lota y Coronel al General Santiago
Danús Peña, Comandante en Jefe de la III División. Barrios T., Guillermo, Memorias, en
González, ob.cit., Tomo I, p.656.
37 Proclama del comando de huelga frente a la dictación del Decreto Presidencial de reanudación
de faenas, en la región minera de 4 de octubre de 1947. Incluido en BSS, 3ª sesión legislación
extraordinaria, s/e, Santiago, martes 14 de octubre de 1947.

98
Hernán Venegas Valdebenito

procesos militares”38. Entonces los trabajadores abandonaron los piques des-


de los cuales no habían podido ser desalojados, tanto en Schwager como en
Lirquén, siendo apresados en masa y muchos de ellos trasladados en barcos,
expulsados o relegados al norte del país39.
De ahí en adelante, se tomaron drásticas medidas en nombre de la de-
fensa anticomunista y la necesidad de recuperar el orden social y productivo.
Sin embargo, en palabras del general Guillermo Barrios Tirado, comandante
de las operaciones, ya no se trataba solamente de solucionar los problemas
laborales, de acuerdo al militar “la finalidad del Gobierno no era otra que la
liquidación del comunismo entronizado en la zona, pasando a término secun-
dario la producción de carbón”40.
Por lo mismo, se mantuvo prácticamente sitiada la región, se prohibió
el ingreso a la zona minera, incluso de diputados y senadores, se clausuraron
medios de prensa locales, se censuró en la región y en Santiago a los medios
informativos41 y, por último, se expulsó de la zona a cientos de trabajadores
y sus familias. Finalmente, muchos de los dirigentes apresados y enviados a
regiones remotas, o se les destinó a campos de detenidos como el de Pisagua,
en el norte del país.
Los efectos de la represión fueron sumamente profundos, entre otras
cosas porque, una sociedad que había estado sometida a verdaderos ciclos de
inestabilidad social pero que había encontrado por sí sola mecanismos de ne-
gociación y acuerdos, -frágiles, pero posibles- , se vio enfrentada a una ruptura
radical en la convivencia local. El éxodo de millares de personas así lo dejó de
manifiesto. Esto provocó que el equilibrio social demorara en recuperarse, pe-
ro al mismo tiempo aseguró que las semillas para nuevos y graves conflictos
quedaran sembradas42.

38 Barrios T., Guillermo, Memorias, en González ob.cit., Tomo I, p. 656.


39 Una semana después del retorno al trabajo, se produjo la toma de la Mina de Schwager, dos
turnos de trabajadores se negaron a salir a la superficie, produciéndose un tenso incidente, que
incluyó el uso de dinamita por parte de los trabajadores. El episodio terminó con más de 200
detenidos trasladados al vapor Araucano de la Armada y sumariados militarmente. González
ob.cit., Tomo II p.674.
40 Ibid., p. 661.
41 El diario El Siglo fue allanado en la semana del 20 de octubre de 1947 y muchos de sus
trabajadores y directivos encarcelados.
42 Los efectos de la ley maldita son denunciados por el Comité de Solidaridad y Defensa de
las Libertades Públicas, formado por numerosos abogados y figuras públicas nacionales,
incluyendo a miembros de diversas colectividades y del propio Partido Comunista. Ver Comité
de Defensa de la Solidaridad y de las Defensas Públicas, El Estado Policial o Ley de Defensa
de la Democracia, Folleto Nº 1, Publicaciones del Comité de Defensa de la Solidaridad y de
las Defensas Públicas, Santiago, 1951 y Exposición sobre su labor realizada, Publicaciones

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Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los trabajadores
del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

Cuando se dictó la ley de Defensa Permanente de la Democracia, la


tarea de represión al comunismo en la zona del carbón ya estaba hecha, anti-
cipándose a la escalada anticomunista que se desató con esa disposición legal.
Con todo, el conflicto demostró que la intervención externa para resol-
ver los desacuerdos entre empresarios y trabajadores rompió el precario equi-
librio existente entre esos dos componentes y si bien la influencia comunista
extremó la posición de los trabajadores, aprovechando la posición estratégica
que habían alcanzado y su posibilidad de aliarse con otros núcleos obreros
ubicados en áreas clave como el transporte ferroviario, no es menos cierto que
la forma de intervención del Ejecutivo dificultó las posibilidades de negocia-
ciones -tal como quedó demostrado cuando se prohibió a los obreros realizar
asambleas en que, presumiblemente, debían votar por el arbitraje- radicalizan-
do la situación, retrocediendo al menos treinta años en el difícil camino de la
democratización43.
A fines de la década siguiente volverían activarse situaciones de con-
flicto que anticiparon el carácter confrontacional entre los trabajadores, las
empresas y el Estado. Sin embargo, estos últimos habían alcanzado con su
intervención una “paz social” de casi diez años, que les sirvió al menos como
paliativo frente a un provenir que anunciaba la crisis final del control empresa-
rial de la industria carbonífera y el debilitamiento del manejo estatal exclusivo
por parte de las elites tradicionales.

V. Epílogo.

El resultado de la imposición de los mecanismos represivos en la zona


del carbón se tradujo en el mediano plazo en la pérdida de autonomía del mo-
vimiento de trabajadores, estableciéndose la continua tutela sobre la actividad
sindical, llegándose al caso extremo de anular elecciones sindicales por haber
detectado la presencia de “agentes comunistas” entre los elegidos por las bases

del Comité de Defensa de la Solidaridad y de las Defensas Públicas, Santiago, 1949. En el


primero de ellos se denuncia que, de acuerdo a la aplicación del artículo transitorio Nº 2 de
la ley Nº 8.987, habían sido eliminados de los registros electorales 26.474 varones y 1.826
mujeres y extranjeros, p. 43. Entre los eliminados se encuentran 5 senadores y 15 diputados,
además de numerosos alcaldes y regidores.
43 La CTCh local y la Federación Minera enviaron una carta al Ministerio del Trabajo solicitando
una serie de aclaraciones y “la reanudación legal de las organizaciones sindicales y la vida
regular de las poblaciones del carbón”. Citado por el senador Neruda. BSS, ob. cit., 3ª sesión,
Legislación extraordinaria, martes 14 de octubre, 1947.

100
Hernán Venegas Valdebenito

mineras44. Al mismo tiempo, esta nueva fase de regresión tuvo su correlato


en tres fenómenos que hicieron que la realidad en los complejos mineros se
deteriorara dramáticamente.
Por una parte, las empresas aceleraron su proceso de recomposición,
lo que se tradujo en modificar tanto sus estrategias productivas, como su es-
tructura administrativa. Eso significó, por ejemplo, la creación desde 1947
de una serie de empresas que se convirtieron en filiales de la Compañía Car-
bonífera e Industrial de Lota y, por otra parte, se externalizaron una serie de
actividades, lo que supuso una significativa reducción de personal. Al mismo
tiempo, empresas como la nombrada aceleraron sus procesos de mecaniza-
ción, incorporando cintas transportadoras y nuevos sistemas en el arranque del
mineral, -favoreciéndose con créditos provenientes del Banco Internacional
de Reconstrucción y Fomento-, produciendo efectos análogos desde el punto
de vista de la contratación de fuerza de trabajo45. Por último, a partir de media-
dos de la década del cincuenta se empezaron a producir los primeros cuellos
de botella en la colocación de la producción carbonífera, que estaba dirigida,
prácticamente, en un ciento por ciento al mercado nacional. Hacia 1955 se
produjeron la primeras caídas importantes en la producción de las Compañías,
y por otra parte, un aumento sin precedentes de los stock que las empresas
acumularon en sus canchas de acopio. Hacia fines de década, la situación fue
de tal gravedad que los directivos de las empresas acudieron al gobierno en
búsqueda de ayudas inmediatas y amenazaron veladamente con la paraliza-
ción de las actividades. Efectivamente, en el segundo semestre de 1959, las-
Compañías propusieron disminuir parcialmente los días trabajados46, mientras
que los trabajadores estimaban que disminuyendo las horas diarias de trabajo a
siete, podrían frenar el despido de muchos de sus compañeros y evitar que se
siguiera incrementando la tasa de cesantía en la región47. Si bien la proporción

44 Figueroa, Enrique y Sandoval, Carlos, Carbón: cien años de historia (1848 – 1960), CEDAL,
Santiago, 1987, pp. 214-215.
45 La operación se concretó el año 1957 y se adjudicaron en moneda norteamericana 9.600.000
a la Compañía Carbonífera e Industrial de Lota y 12.200.000 a la Compañía Carbonífera y
de Fundición de Schwager, destinados a realizar planes de ampliación y mecanización de los
yacimientos. Archivo Ministerio de Minería, Borrador, Decreto 5443, que autoriza la fusión
de ambas Compañías, Ministerio de Minería, Santiago, s/f, pero presumiblemente de fines de
1963.
46 Ministerio de Minería, Comunicación del Gerente General de la Compañía Carbonífera e
Industrial de Lota, Guillermo Videla Lira al Ministro del Trabajo, Eduardo Gomien, s/e,
Valparaíso, 1º de septiembre de 1959.
47 Ministerio de Minería, Asamblea del Sindicato Industrial de Schwager, s/e, Coronel, domingo
29 de noviembre de 1959.

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del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

de trabajadores había tenido importantes oscilaciones a lo largo del siglo XX,


la tendencia sostenida hacia el ascenso de la población trabajadora se había
detenido a comienzos de la década del cincuenta con casi 20.000 trabajadores.
A partir de ese momento se produjo primero un estancamiento y luego una in-
volución de la tendencia, lo que llevó a que, de acuerdo a datos del Ministerio
de Minería, en el transcurso de 1963 el número de trabajadores de las dos más
grandes Compañías sólo llegara a 12.000 obreros y a 1.200 empleados.
Finalmente, durante el segundo semestre se iniciaron las conversacio-
nes de las dos grandes Compañías para enfrentar el problema del mercado.
Los primeros acuerdos de fusión de las compañías se plantearon sobre la base
de una distribución del capital de un 65% a favor de la Compañía Carbonífera
e Industrial de Lota y un 35% correspondiente a la Compañía Carbonífera y
de Fundición de Schwager y su finalidad esencial estaba determinada por la
“disminución de los costos y adaptación de la producción a las exigencias del
mercado”48.
A fines de 1963, las conversaciones ya estaban finiquitadas y entre los
considerandos para la fusión de las compañías se establecía

que la desproporción entre la capacidad actual de producción de las


Compañías mencionadas y la disminución experimentada por el mer-
cado consumidor, ha determinado un aumento de los costos, lo que
repercute en los precios, afectando al consumo y a la supervivencia
de la industria, situación ésta que de mantenerse originará fatalmente
la paralización obligada de una o ambas minas, lo que traerá, con-
secuencialmente, una disminución considerable de la producción de
carbón y la cesantía de 12.000 obreros y de 1.200 empleados, aproxi-
madamente, que ocupan dichas compañías49.

48 Archivo Ministerio de Minería, Acta de la reunión celebrada por los representantes de las
Compañías para acordar la fusión de ambas empresas, Ministerio de Minería, Santiago, 20
de octubre de 1960. Por la Compañía Carbonífera y Fundición de Schwager asisten Francis
Sharman, Presidente; Arturo Fernández, Vicepresidente; Salustio Prieto, Manuel Mardones y
Enrique Wiechmann. Representando a la Compañía Carbonífera e Industrial de Lota Gilles
Heeckereen, Presidente; Pedro Poklepovic, Vicepresidente, Guillermo Videla Lira, Director–
Gerente y Alfredo Searle, Gerente de operaciones. Asistió, además, el Ministro de Minería
Enrique Serrano Viale-Riego, y asesores.
49 Archivo Ministerio de Minería, Borrador de decreto que autoriza la Fusión de las Compañías
Carbonífera e Industrial de Lota y Carbonífera y de Fundición de Schwager, Ministerio de
Minería, Santiago, s/f. p. 1.

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Hernán Venegas Valdebenito

Al mismo tiempo, se afirmaba que el problema del desempleo, de


acuerdo a la consultora Powell Duffryn Technical Sevices Limited, no afecta-
ría gravemente la contratación de personal pues ésta ya se había producido por
la mecanización de las faenas y sería morigerada por la eliminación natural
de trabajadores por retiros voluntarios, jubilaciones o por otras causales de
caducidad50.
En el considerando Nº 10 se volvía sobre el tema y se recalcaba que el
problema de reducción del personal era actual, se derivaba de la mecanización
y por lo tanto no podía estar asociado a la fusión de las empresas,

debiendo agregarse que el Gobierno ha adoptado en la zona del car-


bón las medidas conducentes al empadronamiento de los emplea-
dos y obreros cesantes y a la promoción de actividades que puedan
proporcionarles trabajo, por lo que, sin perjuicio de otras medidas
que corresponda adoptar, el Gobierno está en situación de solucionar
dicho problema social51.

Con lo que las propuestas de reconversión de trabajadores mineros aso-


maron por primera vez como una respuesta a la crisis que amagaba a la región.
La fusión de las Compañías fue el corolario de una etapa en que se
había producido el deterioro de la capacidad de los trabajadores para defender
sus intereses y colocarse como piedra angular del crecimiento económico en
Chile. Afectados por los anuncios de la crisis estructural de la Industria del
carbón, debieron experimentar el despido de miles de trabajadores (al menos
unos 7.000 en todo ese período) el deterioro de sus espacios vitales amenaza-
dos por la marginalidad, los problemas sociales asociados y la pérdida efectiva
de su capacidad para demandar sobre empresarios que incluso habían ame-
nazado con el cierre de los yacimientos, tal como ocurrió con los conflictos y
paralizaciones que terminaron en la derrota de los trabajadores en la huelga
larga de 1960.
Con todo, lo que se puede concluir es que la zona carbonífera vivió un
intenso proceso de deterioro económico materializado en el empobrecimiento
del desempeño de las Compañías que habían monopolizado por décadas el
mercado del carbón en Chile. El deterioro fue tan acentuado que ni la ayuda

50 Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, Powell Duffryn Technical Services Limited,


Informe sobre los aspectos del (sic) Fusión de la Cía. Carbonífera e Industrial de Lota y de la
Compañía Carbonífera y de Fundición de Schwager S.A., s/e, Santiago, marzo de 1962.
51 Archivo Ministerio de Minería, Borrador de decreto que autoriza… ob.cit., s/f. p.2.

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del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX. pp. 79-106

estatal desde el punto de vista del mercado, ni los recursos externos emplea-
dos para modernizar las faenas alcanzaron para detener la caída, que solo fue
disfrazada después que en 1970 el Estado chileno decidió expropiar el sector.
Desde el punto de vista social, la crisis también fue manifiesta, entre
otras cosas porque la intervención de elementos externos al conflicto empre-
sas-trabajadores, extremó con medidas represivas la intervención estatal en un
mundo que, bien o mal, se encontraba permeado por prácticas sociales hasta
entonces provistas de rasgos más acomodaticios propias de los resabios del
paternalismo industrial, del asistencialismo estatal y de una legislación dise-
ñada para la conciliación y el arbitraje. Tensionado ese espacio, por el discurso
y la acción comunista, por una parte, y la represión estatal-militar por otra,
fue muy difícil que las comunidades carboníferas (incluyendo a las empresas)
encontraran puntos de equilibrio en el corto plazo.
Como en otras circunstancias similares, la fuerza se impuso sobre la
razón, instalándose a fines de la década de 1940 una serie de mecanismos de
control que debilitaron las viejas formas de dominación y se percibieron con
más radicalidad las desigualdades y el desencuentro social. Para cuando vol-
vió a recuperarse la “paz social”, la minería del carbón se encaminaba a su fase
de decadencia terminal.

VI. Bibliografía y fuentes.

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mentos de una historia. El Partido Comunista de Chile en el siglo XX.
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7. Boletín de Sesiones Senado (BSS), s/e, Santiago, 1935-1948.

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Hernán Venegas Valdebenito

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Exposición sobre su labor realizada, Publicaciones del Comité Nacional
de Solidaridad y Defensa de las Libertades Públicas, Santiago, 1949.
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26. Yáñez, Juan C., La intervención social en Chile, 1907-1932, RIL edito-
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