Cuaderno Historico Edicion 8

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 93

Academia Colombiana de Historia Policial

“Cuaderno Histórico”
Número 8

Academia Colombiana de Historia Policial


Cuaderno Histórico
Número 8

Fundado en 1993

Presidente Honorario
General Luís Ernesto Gilibert Vargas

Presidente
Mayor General Carlos Alberto Pulido Barrantes

Asesor Ejecutivo
Especialista Jaime Arturo Meneses Martínez

Bogotá, D.C., mayo de 2002


Junta Directiva
Presidente
Mayor General Carlos Alberto Pulido Barrantes

Vicepresidente
Coronel (H) Bernardo Echeverri Ossa

Secretario - Tesorero
Mayor Jorge Iván Toro Carmona

Revisor Fiscal
Doctor Gustavo Gómez Porras

Vocales Titulares
Brigadier General Fabio Arturo Londoño Cárdenas
Brigadier General Guillermo León Diettes Pérez
Teniente Coronel Lino Arturo Girón Trujillo

Vocales Suplentes
Brigadier General Edgard Peña Velásquez
Coronel Ramiro Efraín Rincón Rincón
Doctor Darío Vera Jiménez

EDITORIAL

LA HISTORIA PARA EL FUTURO


El tiempo sigue su marcha y el “Cuaderno Histórico” continúa publicándose, superando
inconvenientes naturales que suelen atravesarse a toda empresa periodística,
especialmente como a esta, que tiene por único campo de acción, hacer conocer la
historia de la Policía Nacional.

En nuestra policía, si algo abunda es el amor por las grandes causas de la libertad y de
la seguridad, manifestado en formas y deseos diferentes que exaltan las glorias de la
Institución, suscritas por hombres y mujeres en competencia heroica por dar cada uno lo
mejor de su pensamiento, de su acción y de su vida, al imperio de la ley y al bien de
nuestros ciudadanos.

Las páginas del Cuaderno están justamente destinadas a que nunca caiga en el olvido o
en la solemnidad de los actos institucionales; las ejecutorias de su proyección, inscritas
en obras de orgullo nacional, el martirio de sus memorias, el péndulo incesante entre los
amargos instantes del dolor y la euforia de las mejores horas, que marcan
inexorablemente el ritmo constante de la existencia humana. Recomendamos pues su
lectura, porque en tiempos de saudad, nada más regocijante que evocar recuerdos y en
momentos de incertidumbre nada mejor que buscar en el pasado, la clave de provenir.
Este Cuaderno no sólo se debe leer, sino conservar y compartir.

El propósito que anunciamos tantas veces demostrado, debe convocar el


reconocimiento de quienes sienten pasión por la historia y despertar al mismo tiempo
por ella, con el apoyo que sostenga e impulse esta obra, cuya meta como queda dicho,
es que se conozca la historia para crear un magnífico futuro institucional. Sólo pues
auguramos que el contenido que se ha versado y se seguirá escribiendo en estas
páginas, sirva de reflexión por el recuerdo y a quienes ya han cumplido su labor policiva,
de estímulo; y estudio a quienes tienen por delante el compromiso sagrado de cumplirle
a nuestra Policía y a la patria, el juramento que jamás se puede traicionar y que por el
contrario, se debe exaltar día a día, con actos que garanticen la fuerza de la ley y
magnifiquen los destellos inmortales, a la Institución que también hicimos y que nunca
será ajena a nuestro afecto y a nuestros más sinceros deseos por su bienandanza y
consolidados triunfos.

Coronel (H) Bernardo Echeverri Ossa


Vicepresidente Academia Colombiana de Historia Policial
Academia Colombiana de Historia Policial
Miembros Honorarios
Dr. Arenas Parra Luis Elmer
MG. Bedoya Bedoya Aldemar
Dr. Cacua Prada Antonio
BG. Castro Castro Jorge Daniel
Dr. Chávez Cuevas José Ignacio
Cr. Chávez Ocaña Guillermo Julio
Gr. Delgado Mallarino Víctor Alberto
MG. Durán Quintanilla Tobías
Gr. Durán Pombo Jaime
Cr. García Guzmán Héctor
Gr. Gilibert Vargas Luis Ernesto
Gr. Gómez Padilla Miguel Antonio
Mr. Jarro Tobo Álvaro Raúl
BG. Linares Méndez Jorge Enrique
Gr. Naranjo Franco Francisco José
Dr. Navas Talero Carlos Germán
BG. Páez Guerra Víctor Manuel
Dr. Posada Díaz Jaime
Gr. Rosas Guarín Pablo Alfonso
My. Rodríguez Camargo Emiliano
Mr. Rubiano Sáenz Pedro
MG. Salgado Méndez Alfredo
Gr. Serrano Cadena Rosso José
BG. Socha Salamanca Gustavo
Dr. Urdaneta Holguín Roberto
MG. Trujillo Polanco Ismael
Gr. Valderrama Núñez Luis Humberto
Gr. Vargas Silva Octavio
Gr. Valencia Tovar Álvaro
Dr. Velandia Rodríguez Roberto
Miembros de Número
Cr. Alfonso Cepeda Hugo
Cr. Álvarez Mendoza Héctor
My. Aparicio Navia Humberto
Gr. Camacho Leyva Bernardo
Dr. Dorado Daza Audberto Flavio
BG. Diettes Pérez Guillermo León
Cr. Echeverri Ossa Bernardo
Cr. Estupiñán Chaustre Luis Andrés
TC. Galeano Gómez Jorge Alfonso
TC. Girón Trujillo Lino Arturo
Dr. Gómez Porras Gustavo
Dr. González Parra Jaime
Te. Lara Neira Armando
BG. Londoño Cárdenas Fabio Arturo
BG. Murcia Florián José Domingo
BG. Peña Velásquez Edgard
MG. Pulido Barrantes Carlos Alberto
Cr.Rincón Rincón Ramiro Efraín

Miembros Correspondientes
Cr. Fernández Castro Gilberto Antonio
EM. Giraldo Rojas Javier
Dr. Rivero Ángel Guillermo
My. Toro Carmona Jorge Iván
Dr.Vera Jiménez Darío
Contenido
Editorial

Himno de la Policía Nacional.......................................................................10

Estatutos de la Academia Colombiana de Historia Policial.........................11

La Escuela Nacional de Policía General Santander


En aprendizaje permanente
Coronel Javier Martínez Orive....................................................................19

General Saulo Gil Ramírez Sendoya, ilustre personaje


Doctor Guillermo Rivero Ángel ................................................................ 25

In Memoriam - General Saulo Gil Ramírez Sendoya


Mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes ...................................... 29

Septuagésimo octavo aniversario, fallecimiento del


Comisario Excepcional Juan María Marcelino Gilibert
Teniente (H) Armando Lara Neira ........................................................... 33

Presencia de la Iglesia Católica en la vida castrense de Colombia


Monseñor Javier Giraldo Rojas ............................................................... 42

Gratitud a la Iglesia Católica en la Policía Nacional


Mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes ...................................... 53

Policía Nacional de Colombia, 110 años de historia


Mayor general Alfredo Salgado Méndez ................................................ 54

Sinopsis histórica de las Agregadurías de Policía en Colombia


Mayor Joaquín Fernando Buitrago Rueda .............................................. 61

La Policía de Caldas, un pasado de honor ante la historia


Coronel Mauricio Gómez Guzmán .......................................................... 75

Crónica histórica sobre la creación del


Departamento de Policía Risaralda
Teniente coronel Luis Eduardo Altamar Valdivia................................ ........80

Reminiscencias vallecaucanas
y cien años de historia policial
Teniente coronel Hernando Grisales Ramírez............................................92
Creación capítulos de historia policial
Mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes.................................. .....101

Himno de la Policía Nacional

I
Adelante guardianes del orden
con hombría, valor, dignidad;
Vigilad que el derecho del hombre
Sea con orden gozar libertad. (Bis)

II
Si a obrar os obliga el deber,
La prudencia y saber demostrad;
De balanza justicia sed fiel,
Ciudadano ante ley es igual.

III
Del hogar los derechos sagrados,
Como padres debéis custodiar;
y que Dios y la Patria os los Premien,
Defensores del orden social. (Bis)

Letra y música:
Maestro Luis María Carvajal
ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA POLICIAL

ESTATU TOS

PREÁMBULO

Los suscritos miembros de la Academia Colombiana de Historia Policial, organismo que


naciera como Círculo de historia de la Policía Nacional, según carta de fecha 24 de
mayo de 1990 y que fuera elevado posteriormente a la categoría de Academia
Colombiana de Historia Policial por decisión de la asamblea en pleno, del 30 de julio de
1992, reunidos en asamblea general e interpretando el sentir de la comunidad policial,
motivados por la necesidad de indagar y divulgar los aconteceres históricos de la
Institución en su papel protagónico nacional e internacional, e invocando las luces del
Ser Supremo para dinamizar los postulados de nuestro vivificante ideario, a partir del
pasado glorioso de construcción, preservación y permanente esfuerzo del intelecto
como instrumento de cultura, libertad, verdad, convivencia, justicia y paz, procedemos a
aprobar como en efecto se aprueban, los siguientes estatutos de la asociación:

CAPÍTULO I
NATURALEZA Y DOMICILIO

Artículo 1.Razón Social. Adoptase como razón social la de “Academia Colombiana de


Historia Policial”, corporación autónoma de derecho privado, sin ánimo de lucro, con
personería jurídica, patrimonio propio y de duración indefinida.

Artículo 2. Domicilio. La Academia Colombiana de Historia Policial tendrá como


domicilio la ciudad de Bogotá, D.C., y podrá, previo concepto de la junta directiva,
autorizar la organización y funcionamiento de diferentes capítulos en el territorio
nacional, los que se regirán por este estatuto.

CAPÍTULO II
OBJETIVOS

Artículo 3. Objetivos. La Academia Colombiana de Historia Policial persigue los


siguientes objetivos:
a. Investigar, escribir, difundir y promover la historia de las instituciones policiales,
registrando y exaltando los hechos relevantes protagonizados o sufridos por sus
miembros;

b. Colaborar con la conservación del patrimonio histórico de la Policía;


c. Atender las consultas de carácter histórico policial que se le formulen;
d. Conmemorar las fiestas patrias, las efemérides y hechos que glorifiquen, exalten y
honren a la Policía Nacional;
e. Propender por el levantamiento de monumentos, estatuas, bustos, placas, etc. que
perpetúen la memoria de los grandes servidores de la Institución Policial y de sus
acontecimientos;

f. Contribuir a la formación y conservación de archivos y bibliotecas en las


dependencias de la Policía.

g. Publicar revistas, periódicos y libros sobre la historia de la Policía.

h. Promover cursos sobre archivo documental histórico y la preparación técnica del


personal que atienda esta labor; y

i. Crear, organizar y codificar su propia biblioteca y las de los diferentes capítulos.

CAPÍTULO III
MIEMBROS

Artículo 4. Categorías. La Academia estará constituida por un máximo de 30 miembros


de número, 100 miembros correspondientes y 30 miembros honorarios.

Artículo 5. Miembros Correspondientes. Los candidatos a miembros correspondientes y


honorarios serán propuestos por un mínimo de dos miembros de número y/o
correspondiente, deberán ser personas con amplia trayectoria en el estudio de la historia
y con vocación de servicio a la Institución Policial. Su candidatura deberá ser
presentada en sesión ordinaria, mediante proposición que pasará al estudio de una
comisión designada por la Presidencia y que presentará una ponencia para someter a
votación en la siguiente sesión.
Artículo 6. Miembros de Número. Los candidatos a miembros de número deberán ser
académicos correspondientes, con especial vocación por la historia y que hayan
elaborado trabajos propios de las labores de la Academia.

Para su reconocimiento como tales, se seguirá el mismo procedimiento establecido en


el artículo anterior.

Artículo 7. Miembros Honorarios. Los miembros honorarios deberán ser postulados en


la misma forma establecida en los artículos anteriores y serán personas destacadas en
el panorama nacional o internacional por sus méritos intelectuales o por sus ejecutorias,
así como por sus servicios prestados a la Academia o a la Policía Nacional.

Parágrafo: Los Miembros Honorarios no necesitan tomar posesión, sólo se les expedirá
el diploma y la medalla que los acredita como tales mediante acto especial.
Artículo 8.Posesión. Los miembros de la Academia tomarán posesión de sus dignidades
mediante la promesa de rigor y la presentación de un trabajo original sobre un tema
histórico policial. Su calidad se acreditará mediante un diploma firmado por el
Presidente y el Secretario de la corporación.
Artículo 9. Elección. La elección de los miembros de la Academia se hará por mayoría
de votos en sesión ordinaria.

Artículo 10. Sesiones solemnes o extraordinarias. La Presidencia podrá convocar


sesiones solemnes o extraordinarias para la conmemoración de determinados
acontecimientos o para tratar temas especiales. En ellas no se tratarán temas
correspondientes a sesiones ordinarias.

Artículo 11. Derechos de los Miembros. Los miembros de la Academia tendrán derecho
a voz y voto en la asamblea general y en las sesiones ordinarias.

Artículo 12. Declaración de vacantes. Son causales para declarar la vacante de un


miembro de la Academia:

a. La declinación de la postulación, explícita o implícita a juicio de la Academia;

b. La renuncia.

c. La inasistencia a sesiones ordinarias por más de un año, sin causa justificada;


d. La observancia de mala conducta, establecida por mayoría de votos
de la Academia; y,

e. La muerte.

Artículo 13. Presidente Honorario. El Director General de la Policía Nacional será


Presidente Honorario de la Academia y en los capítulos lo será el Comandante del
Departamento de Policía o Director de Escuela de Formación.

CAPÍTULO IV
CARGOS DIRECTIVOS

Artículo 14. Estructura. El Gobierno de la Academia se ejercerá por la asamblea


general y por una junta directiva integrada por los siguientes miembros: El Presidente,
el Vicepresidente, el Secretario, el Tesorero, el Revisor fiscal y tres vocales con sus
respectivos suplentes elegidos todos por mayoría de votos de los asistentes a la sesión
convocada para tal fin. Los miembros de número y correspondientes, tendrán voz y voto
para elegir y ser elegidos.
Artículo 15. Períodos. Los miembros de la Junta Directiva se elegirán para un período
de dos años, a partir de la fecha de posesión que será durante el mes de mayo en que
se celebre el aniversario de la Corporación.
Artículo 16. Comisión de Admisiones. La Presidencia designará, en cada caso,
comisiones de tres miembros de número y/o correspondientes encargados de estudiar y
emitir concepto sobre la postulación de aspirantes a la Academia.

CAPÍTULO V
FUNCIONES Y RESPONSABILIDADES

Artículo 17. Funciones de la Asamblea General. Son funciones de la Asamblea General:

a. Reunirse anualmente en la fecha que ella misma determine;

b. Elegir la Junta Directiva;

c. Estudiar y aprobar el balance general anual;

d. Estudiar y aprobar el presupuesto anual de ingresos y egresos;

e. Establecer el monto de los gastos que pueda autorizar la junta directiva.


f. Nombrar las comisiones que considere necesarias;

g. Reformar los estatutos, de acuerdo con las necesidades de la Corporación;

h. Velar por el cumplimiento de los objetivos prescritos en estos estatutos.

Artículo 18. Junta Directiva. La máxima autoridad de la junta directiva será el


Presidente, quien actuará como su representante legal para todos los efectos.

Artículo 19. FUNCIONES DE LA JUNTA DIRECTIVA. Presidente. Son funciones del


Presidente de la Academia:

a. Dirigir la Corporación y representarla protocolaria y legalmente;

b. Presidir las sesiones e instalar la asamblea general;

c. Presentar informes periódicos a la junta directiva y a la asamblea general sobre la


marcha de la Corporación;

Artículo 20. Vicepresidente. Corresponde al Vicepresidente reemplazar al presidente en


sus ausencias temporales o absolutas y, en este último caso, convocar la asamblea
general para la elección del nuevo titular.

Artículo 21. Secretario. Son funciones del Secretario:


a. Hacer la convocatoria a sesiones ordinarias y extraordinarias.

b. Elaborar las actas y demás correspondencia;

c. Presentar el informe de secretaría en cada sesión.

d. Dar cuenta de la correspondencia recibida;

e. Responder por el archivo y elementos puestos bajo su cuidado;

f. Preparar el orden del día para las distintas sesiones;

Artículo 22. Tesorero. Son funciones del Tesorero:

a. Presentar en la primera sesión del año, el proyecto de presupuesto para


aprobación de la asamblea;

b. Recaudar los ingresos;

c. Hacer las erogaciones ordenadas por la Junta Directiva;

d. Presentar al fiscal las cuentas, libros e informes que solicite.

Artículo 23. Vocales. Los Vocales son los voceros de la Academia y velarán en todo
momento por el cumplimiento de los fines de la Corporación. Para ello tendrán derecho
a voz y voto.

Artículo 24. Revisor Fiscal. Corresponde al Revisor Fiscal de la Academia ejercer la


vigilancia administrativa y velar por la rectitud en el ejercicio de las distintas
operaciones y administración de los recursos.

CAPÍTULO VI
DEBERES Y DERECHOS DE LOS ASOCIADOS

Artículo 25. Deberes. Los miembros de la Academia tienen la obligación de observar


los estatutos y cumplir con los trabajos y las responsabilidades académicas que les
sean impuestos. Igualmente, deberán cancelar oportunamente las cuotas de afiliación y
sostenimiento.

Artículo 26. Derechos. Los afiliados tienen el derecho de asistir a las sesiones y actos
organizados por la Corporación, a participar en sus decisiones, a presentar ponencias, a
conocer los estados financieros y a representarla en actos culturales, previa
autorización de la Junta Directiva.
Artículo 27. Prohibiciones. A los miembros de la Academia les está prohibido utilizar el
nombre de la Corporación para fines que no tengan relación con el ejercicio de sus
funciones.

Artículo 28. Faltas. Son aquellas actitudes, hechos o manifestaciones que afectan el
buen nombre o el funcionamiento de la Academia. Para establecerlas la Presidencia
designará una comisión que investigue los hechos y rinda un informe que será sometido
a consideración de la Academia, la que decidirá en el acto y por mayoría de votos.

CAPÍTULO VII
ASAMBLEA GENERAL

Artículo 29. Reuniones. Las reuniones de la Asamblea General serán ordinarias o


extraordinarias. Las primeras se llevarán a cabo para el debate de los temas habituales
y las extraordinarias para la decisión de asuntos urgentes o de especial importancia.

Artículo 30. Quórum. La Academia podrá sesionar con cualquier número de miembros,
pero para tomar decisiones que comprometan a la Corporación, se requerirá un quórum
de la mitad más uno.

Las proposiciones se aprobarán por la mitad más uno de los asistentes.

CAPÍTULO VIII
PATRIMONIO

Artículo 31. Patrimonio. El patrimonio de la Academia Colombiana de Historia Policial


estará constituido por:

a. Los bienes que adquiera a cualquier título;

b. Las cuotas periódicas, ordinarias o extraordinarias de los afiliados;

c. Las donaciones, legados, auxilios o ingresos que perciba en razón de


su actividad o por contratación de servicios; y

d. Las rentas que pueda derivar de los bienes de su propiedad.

Artículo 32. Caja menor. El Tesorero dispondrá de una caja menor en cuantía que fije la
Junta Directiva y de cuyo manejo rendirá cuenta, cuando la Junta Directiva o la
asamblea se lo soliciten.

Artículo 33. Manejo de fondos. La administración del patrimonio estará a cargo de la


asamblea general, la cual delegará en la Junta Directiva o en el Tesorero la
responsabilidad de su manejo. Sus fondos se depositarán en una entidad crediticia y
se destinarán exclusivamente al cumplimiento de sus fines.

CAPÍTULO XIX
DISPOSICIONES COMPLEMENTARIAS

Artículo 34. Temas vedados. A los miembros de la Academia les es prohibido discutir
en las sesiones, asuntos personales, religiosos, de política partidista y otros que puedan
afectar, censurar o lesionar intereses de las personas o instituciones.

Artículo 35. Reforma de Estatutos. Para reformar los presentes estatutos se procederá
mediante proposición presentada por cuatro miembros de número y/o correspondientes,
la cual, si fuere admitida, pasará a una comisión de tres miembros, designados por el
Presidente para estudiarla y emitir concepto en la reunión en que se surta el debate. Se
requerirá mayoría de votos para aprobar las modificaciones propuestas.

Artículo 36. Bandera, Escudo, Venera. La Academia podrá aprobar sus propios
símbolos como bandera, himno, escudo y venera.

Artículo 37. Disolución. La propuesta de disolución de la Academia requiere aprobación


en dos asambleas consecutivas, mediante proposiciones de las dos terceras partes de
los miembros de número y/o correspondientes.

Artículo 38. Liquidación. Decretada la disolución, se procederá a liquidar la Corporación


para lo cual se designarán tres miembros de número y/o correspondientes por el
Presidente. La Comisión rendirá un informe que se debatirá en la asamblea general.

Si quedaren bienes, una vez liquidado el pasivo, estos se traspasarán a una de las
entidades de asistencia social o cultural de la Policía Nacional, mediante elección por
mayoría de votos de los miembros de número.

Los presentes estatutos fueron aprobados por la mayoría de los asistentes según
consta en el acta No.004 del 15 de marzo de 2001.

Mayor General CARLOS ALBERTO PULIDO BARRANTES


Presidente
Mayor HERNANDO CANO CASTAÑO
Secretario (E)

LA ESCUELA NACIONAL DE POLICÍA GENERAL SANTANDER


EN APRENDIZAJE PERMANENTE

Discurso de orden pronunciado por el señor coronel Javier Martínez


Orive, Vicerrector académico, en la sesión solemne conmemorativa del
sexagésimo segundo aniversario de creación de la Escuela Nacional de
Policía “General Santander”, acto realizado en el teatro del Instituto
docente el día viernes 22 de mayo de 2001.

Con inmenso orgullo como policía y como Vicerrector académico de la Escuela


Nacional de Policía “General Santander”, atiendo esta invitación, para compartir con
ustedes una trayectoria institucional al servicio de la formación de profesionales que
satisfacen las necesidades de seguridad y tranquilidad públicas, mediante la prestación
de un efectivo servicio, que coadyuva a la prevención, investigación y control de delitos,
en pro de la generación de una cultura de solidaridad, que permita a los habitantes de
nuestra patria convivir en paz.

La historia de la actual Escuela Nacional, se remonta al año de 1912, cuando se abre la


posibilidad de establecer una escuela de policía y que se concreta hasta 1937 en el
gobierno del doctor Alfonso López Pumarejo al decretarse su creación, para atender a la
formación de los oficiales, suboficiales y agentes al servicio de la República.

Esa decisión, permitió disponer fondos de la Caja de Auxilios de la Policía, para adquirir
un lote de la hacienda “La Laguna”, situada al sur de la ciudad, para adelantar aquí una
construcción, que se pensó de arquitectura inglesa, con colores vivos, para que se
insertara en “esa parte un poco triste de la sabana, de alrededores áridos y atmósfera
gris, color motivado tal vez por la vecindad del horizonte siempre nublado de los
páramos de Cruz Verde”.

Tres años después, con 18 edificios terminados y un área construida cercana a los
15.000 mts cuadrados, el doctor Eduardo Santos, nuevo Presidente de la República,
promulgó el decreto re orgánico de la Policía, en el que estableció el departamento
docente y en su desarrollo, proporcionó a la escuela la estructura orgánica requerida:
designó un director, un prefecto de estudios, un secretario y demás funcionarios para su
administración, así como los docentes y profesionales de sanidad.
Inició sus labores académicas el 16 de mayo de 1940, con 58 muchachos que
desarrollarían un pensum integrado por cuatro clases de disciplinas: Cultura intelectual
(36%), cultura práctica profesional (20%), cultura física (20%) y cultura militar (18%).

Los docentes para esa época, fueron escogidos entre un grupo de alumnos de
selección, de la Universidad Nacional, por encontrarse dispuestos a ofrecer un año de
sus vidas para ponerlo al servicio de la idea y por su capacidad para ayudar en lo que
se consideraba una difícil tarea.

Por primera vez, el 22 de noviembre de 1940, egresó una promoción integrada por 39
entusiastas oficiales, que se constituyeron en la primera de las 81, que hasta la fecha se
han formado en nuestro claustro.

Más adelante, en 1943, se establece en dos años la formación de los oficiales y


suboficiales; en un año la de aspirantes a agentes, y en tres meses, la que corresponde
a los cursos de perfeccionamiento para ascenso en los diferentes grados.

1944 fue un año de profundas trasformaciones, al reorganizarse el departamento


docente y considerar a la escuela como la “columna vertebral de la policía del presente
y sobre todo de la policía del futuro”, haciéndola responsable de modelar las nuevas
mentalidades, para servir al pueblo colombiano como agentes de seguridad del estado,
dentro del marco riguroso del derecho.

Ya para 1946, se exigía el diploma de bachiller como uno de los requisitos para ser
teniente segundo y el derrotero organizativo y curricular, siguió respondiendo a una
marcada instrucción jurídica, técnica, física y militar (ésta última, como auxiliar de lo
específicamente policial).
El lapso comprendido entre 1948 y 1950, marcó un período de interrupción en las
actividades académicas del instituto, el cual correspondió a la crisis que como resultado
de los hechos violentos del 9 de abril, obligó a la reorganización de la Policía Nacional,
reorganización que se adelantó gracias a la contratación de una misión inglesa, dirigida
por Sir Archibald Douglas Gordon, que entre otras realizaciones elaboró un pensum
completo para cadetes, oficiales y agentes y definió pautas para su formación, las
cuales incluyeron entre muchos aspectos, el fomento de la investigación criminal.

Con base en tales ejecutorias, el gobierno nacional posibilitó que la escuela “General
Santander” reiniciara sus labores en enero de 1950, encargándole de manera exclusiva,
la formación de los oficiales para la Policía Nacional, que se requerían, con más
profesionalismo y capacidad de prestar un servicio eficaz.

En 1956, se establecen los dos últimos años del bachillerato, como una medida para
aumentar el personal y formar la vocación desde temprana edad, y en 1957 se incluyen
en el plan de estudios para cadetes y oficiales, todas las materias que se cursaban en
una facultad de derecho, con especial énfasis en el estudio del derecho civil, penal y
administrativo, complementado con seminarios de derecho laboral, derecho
internacional y criminología, contenidos que vinieron a reforzar aquellos propios de la
formación del policía en lo técnico y procedimental.

La llegada al país en 1958 de una misión chilena, integrada por tres oficiales
seleccionados entre los más destacados del cuerpo de carabineros, permitió la
preparación de instructores y maestros de equitación, que en ese arte han orientado a
las generaciones de oficiales y han tecnificado el servicio de carabineros que se presta
actualmente en nuestros pueblos y ciudades.

La década del 60, registra la creación de la Academia Superior de Policía, como una
oportunidad y un ámbito académico propicio para continuar la formación de los oficiales
en el grado de mayor, preparándolos para asumir los cargos directivos y de comando en
la institución, academia a la que se suman desde esa época oficiales de países
hermanos como Honduras, Panamá, Venezuela, Costa Rica, Perú, Ecuador y Bolivia y
que han contribuido a afianzar el prestigio de la Policía de Colombia en América Latina.

1976 es registrado en los anales históricos del alma máter, por la obtención del
reconocimiento por parte del Icfes, como institución de educación superior y la
autorización para expedir los títulos de “Licenciatura en estudios policiales” y
“Administración policial”, hechos que marcaron el interesante proceso de desarrollo
organizacional y académico que hoy podemos presentar ante la comunidad nacional e
internacional.
El ingreso de profesionales de las diferentes disciplinas preparados como oficiales del
cuerpo administrativo, la vinculación y formación de mujeres para la vigilancia, la
modificación, ajuste permanente y creación de nuevos programas que den respuesta a
la profesionalización del ejercicio de la actividad policial, el proceso de transformación
cultural de la Policía y la reciente fusión de la Dirección docente con la Escuela de
Cadetes de Policía “General Santander”, son algunos de los hechos que nos permiten
mostrar hoy, una Escuela Nacional muy consolidada, que tiene su sede en Bogotá y
cuenta con 17 seccionales en todo el país, que le permiten ofrecer los planes y
programas que en los campos de la técnica, la tecnología, la formación universitaria y la
formación avanzada requieren tanto los oficiales, como los suboficiales y el personal de
la nueva carrera del nivel ejecutivo, para responder a las demandas de un nuevo tipo de
sociedad, generadora de nuevas modalidades de interacción y prácticas delictivas, las
cuales exigen cada día, identificar necesidades y adecuar la oferta de sus programas,
en un sistema abierto a la innovación y al cambio permanente, conscientes de que en
ello, radica la vigencia de su misión.

Para los oficiales, en ese gran marco de organización universitaria, se ofrecen en la


actualidad dos programas de pregrado: En “Administración policial” y “Criminalística” y
tres especializaciones en seguridad, investigación criminal y servicio de policía para
integrantes del nivel ejecutivo y técnico en servicio de policía y tecnólogo en estudios
policiales, para integrantes del nivel ejecutivo los cuales son direccionados desde las
facultades correspondientes y en su planeación académica y curricular, responden a los
lineamientos de la ley 30 de 1992, sobre educación superior.

El desarrollo de los programas de pregrado se cumplen al término de 8 semestres, en


los que paralelamente al ejercicio académico conducente al título de idoneidad
profesional, se fundamenta la carrera policial para alcanzar los grados y dignidades que
permiten a los bachilleres que ingresan, consolidar su proyecto de vida a 30 ó 35 años
a través de los rangos como cadetes, alféreces, subtenientes, tenientes, capitanes,
mayores, tenientes coroneles, coroneles y generales en sus tres niveles.

El plan de estudios, por su intensidad y contenidos previstos para los 3 años de escuela,
se organiza en tres etapas, las cuales nos permiten apreciar las características de la
comunidad estudiantil que hace tránsito por nuestras aulas:

- La primera de adaptación. Posibilita al estudiante tener un conocimiento básico sobre


la institución policial y la información que fundamente el servicio de policía a partir de
su marco constitucional y definición teórica.
- La segunda de identificación. Permite el desarrollo del sentido de pertenencia, el
espíritu de cuerpo, que se fortalezca la vocación y se profundice en el aprendizaje
policial, y.

- La tercera de proyección. A través de la cual el futuro oficial vislumbra con


posterioridad al egreso, su ubicación en el contexto organizacional y laboral de la
Policía, lo que le permite no sólo identificar y concretar las actividades profesionales
que va a desempeñar, sino precisar también, los rumbos que su disciplina le ofrece y
que le garantizan un porvenir promisorio.

Al término de ellas, además de optar al título como administrador policial o criminalística,


nuestro egresado es distinguido como subteniente y se le vincula al servicio, con todas
las garantías salariales, prestacionales y de bienestar que brinda una entidad, que como
la Policía, está considerada como la más grande empresa del país.

Dado que la escuela entiende su compromiso educativo en el marco de la formación


integral, parte en su gestión de la necesidad de admitir para adelantar los programas
ofrecidos, a personas abiertas a la innovación, creativas, capaces de analizar y
enfrentarse a eventos complejos, desarrollar nuevas habilidades, generar relaciones y
administrar procesos de comunicación y participación colectiva, que contribuyan a
agregar valor al servicio policial. Por ello, la Escuela General Santander prepara a sus
profesionales para que crezcan continuamente en sus dimensiones intelectuales, socio-
afectiva, físicas y espirituales.

Esa formación integral, exige el desarrollo permanente de acciones pedagógicas, que


posibiliten a cada persona fortalecer y desarrollar sus valores y principios éticos, su
liderazgo, responsabilidad social, familiar y laboral, habilidades de comunicación y
gestión, capacidad para trabajar en equipo, solidaridad, tolerancia e innovación, entre
muchos valores y virtudes, por la seguridad que anima este proceso de formación
profesional de que nuestro egresado debe ser un ciudadano ejemplar, que pueda
cumplir su labor con autoridad moral.
Lograrlo, ha llevado a mejorar todos y cada uno de los procesos que como entidad de
educación superior le corresponden a la escuela para el cumplimiento de sus funciones
sustantivas de docencia, investigación y extensión.

Espero haber acertado en la síntesis que durante esta sesión he realizado sobre la
Escuela Nacional de Policía “General Santander”, a fin de que ustedes hayan logrado
conocer el valor y el significado que para la vida democrática de Colombia representa
esta casa de estudios, que tiene un sueño y continuará trabajando por lograrlo: Llegar
al año 2010 como una universidad competitiva, con alta exigencia académica,
reconocida y posicionada por la calidad de sus egresados que lideran el servicio policial
y que han construido con el apoyo de la comunidad, una verdadera cultura de la
seguridad ciudadana, que permite que todos los habitantes convivan en armonía.

Muchas gracias
GENERAL SAULO GIL RAMÍREZ SENDOYA
Ilustre personaje policial

Discurso de orden pronunciado por el doctor Guillermo Rivero Ángel,


para tomar posesión como Miembro Correspondiente de la Academia
Colombiana de Historia Policial, en sesión solemne realizada en el
auditorio del Centro de Estudios Superiores de Policía “SESPO” el día
jueves 14 de agosto de 2001.

El señor general, Presidente de la noble Academia Colombiana de Historia Policial, ha


tenido a bien designarme, con la anuencia de su Junta Directiva, para llevar la palabra
hoy, en un día de profesional recordación y de rendido homenaje, para destacar, aún
más, si ello fuere posible y necesario, la enhiesta y nobilísima figura de un Director de
nuestra querida institución que apenas hace un año estaba entre nosotros. El general
Saulo Gil Ramírez Sendoya.

Anteladamente presento disculpas por la simplicidad de mis palabras nacidas de la


comprensión íntima, del afecto que me ha unido a estas aulas santanderinas y a la
Institución, en donde serví como profesor de asignaturas jurídicas por más de cuatro
años, y a la Policía Nacional por casi el mismo tiempo, en muy importante misión
jurídico- administrativa.

Ya han pasado varios años desde el momento en que este ilustre varón, oficial superior
y general de tantos hombres, ha dejado de ejercer la Dirección General de la Policía y la
Gerencia de la Caja de los Sueldos de Retiro.

Promediándose el año de 1958, tuve el privilegio de llegar al servicio de esta Institución


nobilísima, a la que hallé, tanto por sus fines específicos, como por las realizaciones al
servicio del derecho y de la comunidad, con la transparencia de un cristal de roca, o la
de un nuevo manantial de agua viva, abierto en la peña de la alta montaña o de la
eterna llanura, en donde no debe ocultarse jamás la democracia.

Venía yo, de servir en los tribunales y en la Procuraduría General de la Nación. Por


ello no fui extraño a los programas de respeto a la ley que la Institución ha sostenido
en todos los campos de la paz pública y del derecho y del respeto de las condiciones
de todos los ciudadanos.
En los largos años desempeñándome como su Secretario General, conocí al hombre
que hoy exaltamos; cumplí sus instrucciones, oí sus pareceres y a mi turno le presente
formalmente mis opiniones, que fueron recibidas con bondad y alguna vez, comentamos
juntos los mandamientos de las leyes. Con ese Director General de la Policía Nacional
aprendí, además a redactar, en su misma sindéresis, en sus mismos términos,
proyectos escritos para regular alguna parte de su ingente labor.

Muchísimos e ingeniosos apuntes anecdóticos pueden referirse al señor general


Ramírez Sendoya sobre su personalidad y su manera de ser; pero el principal de todos,
el que da la sensación del conocimiento sobre la realidad de la persona humana, él lo
tenía como jefe.

Poseía conceptos muy claros y él mismo fue ejemplo reverente de la dignidad


institucional que deberían tener quienes ejercieran la Dirección General y todos los
mandos.

Era un individuo humano como el que más en todos los actos del servicio, sin
altanerías, sin gritos estentóreos, sin indignidades; de allí nació paradójicamente, un
tratamiento familiar que nos llegó a todos, por su simplicidad, tamaño y a la vez,
grandeza, dadas por sabidas, desde la boca misma de los discretos agentes de policía;
para ellos, el hombre que hoy tratamos de exaltar en su memoria, no era el señor
general Saulo Gil Ramírez Sendoya. Para los agentes de entonces, sus esposas e hijos,
el Director General de la Policía, era simplemente “SAULO GIL”.

Así, a secas: SAULO GIL... era ese el nombre, para todos nosotros, los subalternos, de
quien comandaba, digo mejor, de quien dirigía muchos miles de hombres comulgantes
en la filosofía de la fuerza al servicio del derecho y de la consideración debida al valor
moral de quien lo hacía según las leyes de Dios y de los hombres.
Por ello y por muchos otros motivos exaltamos la memoria de ese distinguido caballero
de noble espada y bastón de mando, quien se preciaba entre otras cosas de ser un
hombre de campo que gustaba de cuidar sus semovientes y de arar personalmente la
tierra, conduciendo un tractor con sus propias manos, durante sus vacaciones.

El señor general Ramírez Sendoya, como hombre de leyes y de armas, era de ánimo
fuerte y sostenible. Pero varias veces lo notamos compungido en algún grado, como
cuando dispuso ropa y uniformes de abrigo para los policías que custodiaban la planta
de la estación de T. V. en el nevado del Ruiz, o en la Navidad en que, como un moderno
espigado san Nicolás, fue a repartir regalitos para los niños de 15 agentes de policía
trasladados en emergencia a orden público. Las madres recibieron, cada una, un
generoso inventario de víveres, para suplir en ese aspecto la ausencia de los jefes de
hogar, en cumplimiento de su misión.

Estamos hablando sobre un hombre, un hombre público en verdad, pero un hombre


sencillo. Un hombre que aprendió el arte de las armas en el mar y las leyes de la paz en
la tierra firme. Para él, no fueron extraños los grandes horizontes, no conoció secretos
en lontananza, mar afuera, en el cenit, bajo las delgadas nubes, pero encontró
sensibles a su sentido social, la vida de las gentes que habitan en las altas montañas,
en las laderas de las cordilleras, en las sabanas y en los llanos eternos, para la
democracia.

Así lo confirmaron los primeros directores abogados de esta noble escuela, los doctores
Miguel Lleras Pizarro y Roberto Pineda Castillo, hoy reconocidos como preclaros
ciudadanos, y eximios policías sin uniforme, que le dieron lustre al claustro de esta
Escuela de Paz y sembraron semillas de plantas democráticas, que los sucesores en la
Dirección General de la Institución policial han venido cultivando con honor e hidalguía.

Estas noches sabatinas enriquecían notablemente el haber jurídico de unos y de otros.


Al agente guiador, quien aprendía a mandar; a los alféreces, la rutina del servicio y a
nosotros nos enseñaba a oír, juzgar y decidir.

Posteriormente, ambos ilustres maestros nos distinguieron con una inmejorable amistad.
Nuestro afecto por la Institución nació desde entonces; allí se consagró, una vez más el
pensamiento de Vidoc, el comisario delegado de la Policía francesa, quien decía,
“Policía un día, policía toda la vida” y los hombres que han servido en ella, lo confirman:
odian el mal y quieren hacer siempre el bien.

Con las iniciativas y apoyo del señor Presidente Lleras Camargo, la Policía vino a más.

Luego, de los estudios de Estado Mayor con el general Bernardo Camacho Leyva, con
un equipo de brillantes oficiales de ejemplar civilidad y preparación intelectual, se
crearon y actualizaron, entre otros, los estatutos de carrera de sus servidores, el
nacimiento de la escuelas de formación de las seccionales, para agentes y suboficiales
en los departamentos para que esos insomnes servidores fueran oriundos del lugar.

Desde entonces nació toda suerte de estatutos reglamentarios que el Estado Mayor
elaboraba; allí se aquilataron normas como el Estatuto Orgánico, y las diversas normas
de procedimientos, al igual que tantas otras disposiciones que han venido consolidando
el basamento legal de nuestra querida institución policial.

La admiramos también, aún más, hoy, cuando llegan los frecuentes aciertos en la
lucha contra el crimen, cuando los hombres de uniforme defienden la soberanía en cada
centímetro del territorio, buscando preservar el orden público interno con un heroísmo,
ejemplo de América… Pero cómo sentimos en el alma, el gotear la sangre de sus
mártires.

Por razones naturales, estamos registrando también hoy, con el viaje sin regreso del
señor general Ramírez, la desaparición de otros seres muy nuestros, que fueron
ilustres oficiales, suboficiales y agentes de quienes lamentamos su desaparición, no sin
antes invocar el recuerdo imborrable de sus méritos morales y profesionales.
Ellos cumplieron bien. Sí,… lo hicieron bien. Esas son las palabras calificativas del
Evangelio para las obras buenas, de los hombres de bien.

El general Ramírez Sendoya, también lo hizo bien; sólo que la bala asesina de que
hablaba Julio Arboleda, vino a señalarlo para morir, como “cualquier bala”, cuando
apenas iniciaba el disfrute de una elegante ancianidad, en pleno honor de caballero y
de brillante policía.

He dicho.
–IN MEMORIAM–
GENERAL SAULO GIL RAMÍREZ SENDOYA

Intervención del señor mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes,


Presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, en la sesión
solemne en homenaje al extinto señor general Saulo Gil Ramírez
Sendoya, acto realizado en el auditorio de la Seccional de Estudios
Superiores de Policía “Sespo”, el día 14 de agosto de 2001.

Hablar del general Saulo Gil Ramírez Sendoya es hablar de uno de los grandes
personajes que hicieron la reciente historia en la Policía Nacional y qué mejor
oportunidad que esta, cuando se cumple un año de su fallecimiento, para exaltar su
vida y su obra.

La Dirección General de la Policía y la Academia de Historia Policial, coincidieron en


que era la ocasión propicia para realizar un acto solemne y con él, honrar la memoria
de este ilustre policía que con altura, inteligencia y carácter dirigió la Policía en una de
las épocas más críticas de la Nación.

La Junta Militar de Gobierno, mediante Decreto 0809 de 1958, de fecha 8 de mayo,


designó al coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya como Comandante de las Fuerzas de
Policía, recién pasados los angustiosos hechos del 2 de mayo, en que se produjo el
intento del golpe contra la junta militar de gobierno por parte del comandante de la
Policía Militar, el coronel Hernando Forero Gómez y pasadas las elecciones
presidenciales que se realizaron el 4 de mayo del mismo año, para dar inicio al
gobierno del Frente Nacional, con una duración de 16 años, cuyo primer presidente fue
el doctor Alberto Lleras Camargo.

Gracias a la visión de gran estadista que poseía el doctor Lleras Camargo y al


dinamismo y capacidad del comandante Ramírez Sendoya, la Policía tomó el derrotero
profesional y democrático propio de la filosofía policial. De gran valor histórico fue la
sabia decisión de nacionalizar la Policía, con la expedición de la ley 193 de 1959,
perdiendo validez jurídica los entes departamentales y municipales que funcionaban
como ruedas sueltas y al capricho político, pasando a depender la Policía directamente
del Ministerio de Guerra, tomando la denominación de Dirección General de la Policía
Nacional. Posteriormente, en 1960, se dio la estructura orgánica acorde con la nueva
reglamentación cuya transición y aplicación presentó dificultades e inconvenientes por
las circunstancias especiales que vivía el país y que como Director General superó con
firmeza, e inteligencia.

Saulo Gil Ramírez Sendoya ingresó a la Policía en el año 1950 como Comandante de
Policía del departamento de Bolívar y en 1958, asumió el cargo como primer Director
General uniformado, con grado policial, no sin antes haber servido con fervor al Ejército
Nacional y la Infantería de Marina. Durante los siete años que rigió los destinos de la
Institución realizó una extraordinaria labor digna de admiración y encomio.

Una de sus grandes preocupaciones fue la educación y el establecimiento de una


cultura policial, por lo cual adoptó el lema “Educación sin pausa”; entre sus grandes
ejecutorias se encuentra la creación de las Escuelas de formación Pedro de Heredia, en
Turbaco; Eduardo Cuevas en Villavicencio y Carlos Holguín en Medellín; dio especial
impulso a las especialidades de ferrocarriles, turismo, policía rural y seccional Gorgona;
fundó los departamentos de Policía Tolima, Llanos Orientales y Chocó; impulsó las
comunicaciones con la División de Transmisiones; en el campo del bienestar social
inició la construcción de colegios para los hijos de los policías y los clubes de agentes y
oficiales, así como la clínica materno infantil en Ibagué.

Su permanente preocupación por el bienestar de la Policía lo llevó a desarrollar un


extraordinario plan de vivienda en todo el país, para lo cual logró que el Instituto de
Crédito Territorial autorizara para la Policía Nacional, el 10% de los planes de vivienda
a nivel nacional, igualmente obtuvo financiación especial del Banco Central Hipotecario,
Popular y otros más. Con cuotas iniciales bajas y con los recursos de los ahorros,
cesantías y vacaciones, los funcionarios uniformados y civiles de la Institución pudieron
acceder a su vivienda. El capitán Lino Arturo Girón Trujillo, encargado del desarrollo de
los programas de vivienda en la Caja de Vivienda Militar recuerda cómo en la época
entre 1962 a 1966, se entregaron viviendas en Santa Marta, Barranquilla, Cartagena,
Ibagué, Pasto, Popayán, Cúcuta, Neiva, Bucaramanga y Jumbo; en Bogotá, en el barrio
Kennedy y cercanías de la Escuela General Santander, especialmente. Esta política
permitió reducir los tiempos mínimos de servicio para adquirir vivienda pasando de 14
años a menos de 10 y en muchos casos de a 5 años para agentes y civiles; a esta
importante obra contribuyó enormemente el entonces coronel Bernardo Camacho
Leyva, Subdirector de la Policía.

Durante su dirección se expidieron normas que estructuraron definitivamente la Policía


Nacional como el estatuto orgánico y los reglamentos internos. Se definió el fuero penal
militar para la Policía Nacional, se creó la Academia Superior de Policía y se contrató
una misión policial norteamericana.

Su elocuencia, la firmeza de carácter, sus modales finos y su talento policial


caracterizan su paso por la Institución que forjó con sabiduría, entusiasmo y patriotismo.

El día 31 de marzo de 1965, siendo mayor general, entregó la Dirección General al


señor brigadier general Bernardo Camacho Leyva, lleno de orgullo y de inmensa
satisfacción personal e institucional.

Como reconocimiento a sus eximias ejecutorias y como merecimiento a su permanente


entrega, constante trabajo y la dignidad con que desempeñó su cargo, el Gobierno
Nacional, a petición de la Dirección General de la Policía Nacional, le otorgó el grado de
general, insignias que le impuso el señor Presidente de la República Andrés Pastrana,
en ceremonia especial realizada en el alma máter de la Institución, el día 16 de mayo de
1999.

Como homenaje póstumo a su fecunda vida y a sus calidades policiales, el curso No.
076 de oficiales con inmenso orgullo bautizó su promoción con su nombre, y la Policía
Nacional, para destacar su brillante paso por la Institución le colocó su ilustre nombre al
auditorio de la Seccional de Estudios Superiores de la Policía Nacional, en el que hoy
nos encontramos.

Otro interesante capítulo de su notable presencia en la vida nacional, fue su paso como
gerente de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional (mayo 1971 a abril 1975),
en la que puso todo su empeño y capacidad reorganizando la estructura y planta de
personal, logrando a su vez la terminación y puesta en marcha de la primera torre, Hotel
Hilton, como propósito fundamental de su administración; su dinamismo y su don de
gentes dejaron una honda huella en este Instituto que lo recuerda con gratitud. En
reconocimiento a su obra la Dirección General de CASUR el 24 de febrero de 1999, le
impuso la Condecoración “CASUR” categoría Extraordinaria.
Con este breve recuento de su vida, quiero invitar a los académicos y a toda la Policía
Nacional a que profundicemos sobre su vida, obra, y ejecutorias porque se trata de un
personaje excepcional que le ha dado lustre y brillo a nuestra Institución y que sirvió con
sacrificio y devoción a la Patria.

Que las generaciones policiales honren su memoria y sigan su diáfano ejemplo,


recordando con gratitud su ponderada obra.

Muchas Gracias
SEPTUAGÉSIMO OCTAVO ANIVERSARIO
FALLECIMIENTO DEL COMISARIO EXCEPCIONAL
JUAN MARÍA MARCELINO GILIBERT LAFORGUE
Discurso de orden pronunciado por el señor teniente (H) Armando Lara
Neira, Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia
Policial, en la sesión solemne conmemorativa realizada en el teatro de la
Escuela Nacional de Policía “General Santander” el día 11 de
septiembre de 2001.

Permítame la respetable concurrencia recordar el motivo por el cual interviene cada año
en esta ocasión, la décima promoción de oficiales, afectuosamente apellidada de “Los
Marcelinos”.

A principios de julio de 1958, los tenientes de la décima promoción Miguel Díaz


Pérez y Francisco de Paula Guerrero, a la sazón ayudantes de personal y de la
Subdirección General, en su orden, resolviendo escudriñar la vida, méritos y actividades
del comisario Gilibert. Las brillantes actuaciones arrancadas a la Historia, despertaron
sorpresa y admiración y naturalmente fueron consideradas dignas de publicarse y
destacarse ante la comunidad policial. Recibida la autorización superior, los entonces
tenientes Díaz y Guerrero elaboraron las resoluciones 02811 y 02812, que el 5 de
septiembre de 1958, fueron firmadas por el Director General, en la época teniente
coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya.

La primera disposición de las anteriormente mencionadas, estableció para toda la


Policía la orden de conmemorar cada año, el 11 de septiembre, el fallecimiento del gran
Comisario, con la mayor solemnidad posible y bautizar con su nombre la avenida
principal de la Escuela de Cadetes de Policía, con la placa de rigor. Con la segunda
resolución se creó la galería de mosaicos de las diferentes promociones de oficiales,
para su permanente exhibición en el casino principal del Alma Mater.

Muy solemne resultó la primera celebración en ese 11 de septiembre de 1958, que


marcó el 35 aniversario de la muerte de Gilibert. A la presencia natural de los altos
mandos policiales, con asistencia de representaciones de las unidades de Bogotá, se
agregaron los comandantes de las Fuerzas Militares y el Embajador de Francia, con sus
funcionarios más importantes.

Las palabras de rigor estuvieron a cargo del entonces capitán Nicolás Ríos Mesa, hoy
gozando de la visión de Dios, con el grado de brigadier general.

Aconteció en aquella fecha un evento, que hoy toma gran relieve: por primera vez
apareció dentro de la Escuela General Santander, acompañado de su señora madre, el
bachiller Luis Ernesto Gilibert Vargas, que varios días antes había sido descubierto en
un colegio de la capital, por la inquietud e iniciativa de los “Marcelinos”, a la sazón
tenientes Francisco de Paula Guerrero Guerrero y Lino Arturo Girón Trujillo. El joven
Luis Ernesto, nieto en línea directa del gran Gilibert, a través de su padre Luis Juan
Pablo Marcelino, es el hoy general de tres estrellas y Director de la Policía Nacional.

Para conocer mejor a nuestro insigne personaje, traigamos a la memoria sus orígenes.
Fue su padre don Juan Gilibert, nacido el primero de junio de 1809 en Fustignac, ciudad
asentada al sur de Francia, en el departamento de “El Alto Garona”, con habitantes en
su mayoría dedicados a las faenas del campo, descollando el cultivo de extensos
viñedos.

En esta pequeña ciudad, de profundas raigambres católicas, se mantuvo la cuna de sus


seis hijos, concebidos con su esposa doña Guillermina Laforgue, quien había visto la luz
primera el 31 de marzo de 1807. Con el nombre de Luisa fue bautizada la hija mayor,
nacida el 6 de junio de 1837, posteriormente contrajo nupcias con su primo paterno
Marcelino Gilibert, no tuvieron descendencia. Juan María Marcelino, nuestro personaje,
segundo hijo, llegó al mundo el 24 de febrero de 1839.

El tercer lugar lo ocupó Juana el 13 de junio de 1841. Con su nacimiento el 16 de


octubre de 1843, María Francisca, fue la cuarta. Como no hay quinto malo, José
Celestino, alegró el hogar el 18 de septiembre de 1845. En el año de 1852, cerró el
listado filial Luis Marcelino, quien largo tiempo después viajó a los Estados Unidos,
consiguiendo trabajo en las plantaciones de algodón, cercanas a la ciudad de Nueva
Orleans, donde se unió en matrimonio con una norteamericana, cuyo nombre
desapareció en las páginas del olvido.

El 20 de noviembre de 1880, siendo ya comisario de policía, Juan María Marcelino


Gilibert Laforgue, recibió la bendición nupcial con la institutriz Paulina Duchain. Ella
había nacido el 21 de marzo de 1852 en la ciudad de Pointis Inard, situada en las
inmediaciones de Fustignac. El único fruto del amor de esta unión sacramental estuvo
personificado en Luis Juan Pablo Marcelino, que, conforme dejamos antes anotado, fue
el padre de nuestro actual Director General.

Juan María Marcelino Gilibert, adelantó los estudios de primaria en Fustignac y la


secundaria en la ciudad de Tolosa, en cuyas aulas universitarias de la facultad de leyes,
estuvo absorbiendo los conocimientos de los primeros años de derecho, a partir de
1852. Aprovechando la cercanía con la añeja Iberia se interesó por la lengua española
y en poco tiempo la dominó. Esta circunstancia, sumada a las demás capacidades y al
bagaje de conocimientos y méritos, se constituyó en una de las principales, entre las
decisivas, para asignarle a nuestro comisario, la importante misión en la lejana Bogotá.

El propio Gilibert, interrumpió los estudios universitarios, que en sus ideales en un


futuro, lo habrían podido diplomar como abogado, ante el llamado de la Patria, la cual
para él primaba por encima de cualquier otra aspiración. Así, a los 26 años de edad, el
13 de agosto de 1865, inició su carrera militar en África, en el regimiento 34 de línea 13,
para más tarde ingresar al tercer regimentó de tiradores argelinos, en la ciudad de
Constantina. En escala ascendente recibió los siguientes grados militares: cabo el 19
de febrero de 1868; sargento el 2 de enero de 1869 y sargento Mayor el primero de julio
de 1871.

En la campaña de África se revistió de felicitaciones y de merecidos elogios, por sus


actuaciones de gran valentía y sobresaliente espíritu militar. La preocupación por los
subalternos lo impuso por varias veces a adentrarse en el desierto del Sahara,
desafiando sus traicioneros simunes, para recuperar soldados perdidos en las
peligrosas dunas y para salvar a otros seriamente afectados por el cólera.

En el año de 1870, las tonalidades de los clarines militares invadieron nuevamente los
aires de Francia por todo su entorno, llamando a sus hijos a aprestarse para defender
los derechos nacionales, conculcados por el agresor extranjero. La guerra franco-
prusiana había iniciado y el sargento Gilibert estuvo entre los primeros en asumir
posiciones de defensa, con sus soldados en las líneas de combate.

Sufrió su primera herida y fue hecho prisionero en la avanzada hacia la ciudad alemana
fronteriza de Reischoffen, tras duro enfrentamiento. Merced a su malicia, a su
experiencia, a sus argucias y a la firme convicción de sus principios, una vez recuperado
de su dolencia, logró escapar de sus captores, para volver nuevamente a las filas de su
ejército y continuar combatiendo hasta el final del conflicto. Por segunda y tercera veces
brindó su sangre a Francia, en las batallas de Sedán, el primero de septiembre de 1870
y el 4 de diciembre del mismo año, en la batalla de Orleans.

El valor, el arrojo, el comportamiento militar, la conducción y el trato de los soldados a él


encomendados, el éxito en las misiones difíciles y de gran peligro, la oportuna aplicación
de su experiencia y de sus conocimientos tácticos, le merecieron que en su guerrera se
agregaran “La medalla Colonial”, la de “Honor de Caballero” y la “Medalla Militar”. Años
más tarde, ya en la ciudad de Bogotá, el primero de agosto de 1901, el gobierno
francés, por intermedio de su Embajador, le ratificó el reconocimiento de sus méritos con
“La Cruz de la Legión de Honor”.

Licenciado de los tráfagos de la milicia, buscó refugio y descanso de los agotadores


trajines de las armas, en la paz y tranquilo amor de su hogar y de su querido terruño,
ambos tan añorados por su mente, en las ausencias prolongadas, por entregarse
totalmente al servicio y a la defensa de su idolatrada Francia.

La dedicación de Juan María Marcelino a atender las obligaciones de su círculo familiar


y de su ciudad natal, se desvaneció con el tiempo ante el nuevo llamado de la Patria,
que, conocedora de sus capacidades, lo requería para el servicio policial en otras
comunidades, necesitadas de sus conocimientos.

Fue así como, envuelto en su prestigio y pertrechado del deseo invencible de dar de sí
mismo todo lo posible para mejorar los ambientes, reinantes en las diferentes capas
sociales, infectadas muchas de ellas del descontento, de malestares, de malos manejos
y alimentadas por doctrinas foráneas de rebeldía y desorden, aceptó sin pensarlo dos
veces, asumir el cargo de Comisario Especial de Quinta Clase, en la Policía de su país.

Quiero solamente mencionar algunas de las principales ciudades, que se disputaron y


se beneficiaron de sus admirables capacidades de rector de los servicios integrales de
policía, dejando siempre sembrados para muchos años, los recuerdos de sus
actuaciones, excelentemente productivas.

En el año de 1878, Brioude y Torre del Pino alternaron su presencia; Mende lo tuvo en
1879; Isoure en 1880; en 1881, por dos ocasiones lo albergó Flers, Castres lo disfrutó
en 1889 y ya ostentaba los distintivos de Comisario Jefe de Primera Categoría. El
máximo grado de la Policía francesa de la época, el de comisario excepcional, le fue
conferido por el gobierno de su patria, estando ya en Bogotá, al parecer en 1906, al
cumplir quince años de permanencia continua en Colombia.

El gran patricio chocoano, don Carlos Holguín Mallarino, con su obsesión por contribuir
a la paz y a la convivencia entre los colombianos, en una época gravemente conturbada
por las frecuentes guerras intestinas, propiciadas por los partidos políticos en formación,
saturados de sentimientos egoístas con aspiraciones únicas de poder, fue él, el señor
Holguín Mallarino el pilar definitivo en la expedición de la Ley 38 de 1880, en la cual se
autorizó al Ejecutivo, crear y organizar la Policía en Bogotá. Sin embargo la carencia de
medios económicos, dio al traste con tan importante disposición.

Por fortuna y gracias a la tesonera labor de don Rafael Núñez, entró en vigencia la
nueva Constitución de la República en 1886, en cuyo artículo 167, se incluyó para el
Gobierno Nacional la obligación de organizar el cuerpo de policía, servicio éste que
estaba diseminado por los anteriores estados federativos, con legislaciones propias,
adecuadas a las costumbres y a los modus vi-vendi regionales. Este nuevo mandato
constitucional conformó los anhelos del presidente Holguín, para lanzarse a la
organización y mantenimiento de un cuerpo policial, con futuros alcances nacionales,
conforme ya lo habían contemplado los artículos 3 y 4 de la Ley 23 de 1890.

Estas normas legales mencionadas abrieron definitivamente al presidente Holguín, el


camino de sus viejas obsesiones. Después de analizar las numerosas propuestas entre
instituciones policiales de varios países europeos, con sus ministros y funcionarios más
allegados y conocedores de asuntos tan importantes, se decidió por la Policía francesa,
cuya reestructuración brillante de cien años antes, la situaba a la cabeza de todas las
demás.
Satisfechas por los canales diplomáticos todas las diligencias requeridas, merced a las
actividades adelantadas, principalmente por el Ministro de Gobierno, don Antonio
Roldán, se tuvo noticia que el seleccionado para cumplir la misión prevista, era el
comisario de primera clase, don Juan María Marcelino Gilibert Laforgue.

Para escoger al comisario Gilibert, el gobierno francés tuvo en cuenta sus sólidos
conocimientos policiales, basados en estudios y experiencia, su recio carácter y
personalidad bien definida, los años universitarios cursados en la facultad de leyes y su
dominio del idioma español.

El 26 de agosto de 1891, Gilibert aceptó el cargo y seis días después salió de París
hacia el puerto de San Nazario. Allí, donde las aguas del río Loira rinden su tributo a las
del Océano Atlántico, tomó pasaje hacia la Colombia, descrita en su imaginación como
un país pintado en las novelas de Emilio Salgari. Allí también entregó a los aires, en un
instinto de confianza, sus besos y abrazos, para que los vientos complacientes los
depositaran en su amada Paulina y en su querido y único retoño de apenas 17 meses
Luis Juan Pablo Marcelino. Allí, por primera vez postrimera, clavó su mirada triste en su
amartelada Francia, lejos de imaginarse que jamás retornaría a ella.

Las escasas crónicas que acompañan la vida de Gilibert, no se han puesto de acuerdo
para determinar si el arribo al continente sudamericano, se hizo por la morena y
retrechera Cartagena de Indias o por la incipiente y arenosa Barranquilla, el 28 de
septiembre de 1891. Pero el sentido común acude a nuestra ayuda, para insinuarnos
que tuvo que haber sido por la segunda de las villas costeñas ya que en las Bocas de
Ceniza zarpaban los vapores aguas arriba del río de La Magdalena, para dejar en el
puerto de Honda, los pasajeros con destino a la capital colombiana. Lo cierto fue que
nuestro comisario hizo entrada a Bogotá, el 14 de octubre de 1891.

En ese largo recorrido, por las agrestes comarcas, que separan el litoral norteño de la
esmeraldina sabana bogotana, descubrió Gilibert un país joven en su democracia
representativa y en ese lapso, gozó de mucho tiempo y oportunidades para compartir e
intercambiar ideas, para conocer las gentes criollas, con sus costumbres y sus dichos y
para aprender a enamorarse de esta nación, que lo aceptaba con los brazos abiertos,
en amplia generosidad y justificada esperanza.

La inquietud de Gilibert, para comenzar labores en la organización de la Policía y


emprender en forma rápida la misión encomendada, se tradujo dos días más tarde, en la
apertura de oficinas en el “Hotel del Universo”, situado en la actual calle décima con
carrera once. Dichas circunstancias aceleraron el nacimiento del Decreto 1000, el 5 de
noviembre de 1891, ideado por el Presidente Carlos Holguín Mallarino. Así se
constituyeron de manera clara y taxativa, las actividades tendientes a la organización
institucional.

Ardua fue la tarea para preparar estatutos, reglamentos y material de instrucción y de


estudio y normas y perfiles para la selección de candidatos a llenar los cargos en los
diferentes niveles de la nueva organización, con caracteres tan exigentes, que se
reflejaran en el cumplimiento cabal de las funciones, en el trato con el público, en el
comportamiento profesional intachable, en el servicio a la comunidad y en el ejemplo
real para la ciudadanía.
Para Gilibert, no hubo obstáculos ni cortapisas, que interrumpieran ni detuvieran su
marcha acelerada hacia la meta propuesta.
De esta manera, con su esfuerzo y capacidad de trabajo, en corto tiempo, exactamente
el domingo 10 de enero de 1892, hizo una demostración, ante el Gobierno Nacional y la
población bogotana, de un grandioso y memorable desfile de 4.450 policías,
disciplinados e instruidos, vistiendo uniformes de gala, al estilo y semejanza de la
policía francesa. Fue esta la mejor comprobación de la extraordinaria capacidad como
organizador de Juan María Marcelino Gilibert Laforgue.

Lejos de equivocarnos, estamos seguros al afirmar que fue ese histórico hecho, donde
se fincó la decisión gubernamental para nombrar a Gilibert, por vez primera, Director de
la Policía. Tal cargo lo desempeñó con brillantez, en otras cuatro ocasiones posteriores,
hasta la finalización de su misión hacia el año de 1910.

Juan María Marcelino, se dedicó no solamente a formar profesionales de Policía, sino


que además organizó grupos comunitarios, con instalaciones y dotaciones completas,
para que sus integrantes pudieran laborar dentro de las mejores comodidades y así
ofrecer un servicio apreciable a la sociedad.

Pero no todo se reflejó en glorias y satisfacciones. Hubo también acontecimientos que


marcaron angustias y tristezas en el cumplimiento del deber. El 15 de enero de 1893,
los artesanos capitalinos se sintieron ofendidos por una publicación periodística, cuyo
contenido estaba lejos de su agrado. Por tal motivo, se dirigieron a la residencia del
autor del artículo, manifestando su inconformidad, con extrema violencia. En igual forma
lo hicieron con el Ministerio de Gobierno, con la Alcaldía Municipal y con las
instalaciones de la Policía.

En el clímax de la asonada y con los disparos de los acometedores de ambos bandos,


se produjo lamentablemente la muerte de un ciudadano, cuyo cadáver en poder de los
revoltosos, fue paseado por las calles, aumentando la agresividad del populacho.
Durante dos días más se prolongaron los disturbios, con graves consecuencias para su
comercio. Hasta tanto llegaron los desafueros y actuaciones violentas de los artesanos,
unidos a la plebe, que hubo necesidad de que el Ejército entrara a ayudar a la Policía,
caso muy raro en aquella época.
Al final de la contienda, muy tristes y caros fueron los resultados de la imposición de la
Ley: aparecieron muchos heridos entre la Fuerza Pública y entre los civiles, y varios
muertos, entre estos últimos, además de un agente de Policía. La sociedad capitalina
se afectó seriamente, atemorizada en alto grado por tales manifestaciones de violencia.

La fecha marcó un hito para la Institución naciente, ya que se conocieron la lealtad,


valentía y disciplina de los hombres formados por el comisario Gilibert, quien por
segunda vez ejercía como Director General de la Institución.

Consciente el Gobierno de la exitosa actuación, no sólo elogió el comportamiento


policial en todos sus rangos, sino que por medio del decreto del 18 de enero de ese año,
dispuso aumentar los efectivos institucionales, de 500 a 1000 agentes.
Después de un arduo trabajo y esfuerzo constante, que eran innatos en él, y frisando los
71 años, el comisario excepcional se retira, en 1910, de las actividades policiales,
colmado de honores justos y con la satisfacción de haber cumplido a conciencia, la
misión encomendada. Se refugia entonces en su finca sabanera de “La Gascuña”,
nombre que a cada momento le recuerda los años ya distantes, vividos en su país natal.
Allí al lado de su amada Paulina y de su querido hijo Luis Juan Pablo Marcelino y de sus
numerosos amigos campesinos, busca recuperarse de sus dolencias, repartiendo el
tiempo entre livianas tareas del campo y las atracciones hogareñas, favorecido en gran
modo por la pureza y bondad de los aires. La placidez y la tranquilidad familiares
transcurren felizmente por algunos años, hasta que fueron dolorosamente truncadas con
la muerte de su amada Paulina.

Agobiado por la tristeza y resentida de manera grave su salud, muy pronto sigue a su
consorte, falleciendo Gilibert el 11 de septiembre de 1923, a las 12 y 20 del día en la
ciudad de Bogotá, a los 84 años de edad.

En la vida de Gilibert, se contabilizaron 38 años, 4 meses y 9 días como funcionario


Público, de los cuales correspondieron 9 años, un mes y 18 días en el Ejército francés y
18 años, 9 meses y 22 días en la Policía colombiana, solamente interrumpidos por el
lapso de la Guerra de los Mil Días, en la transición del siglo, en que por su calidad de
extranjero, se comportó simplemente como asesor eventual ad honorem.

Gilibert, murió con la paz que genera la satisfacción del deber cumplido, dejando en la
historia y en la mente policial, la impronta de sus magníficas enseñanzas, para toda la
bella Colombia, que aprendió a amar como su segunda Patria. Por eso podemos decir a
plana voz: aquel comisario excepcional, que se entregó con alma y corazón, para
organizar nuestra Policía, en bien de un orden público integral y del bienestar completo
de la sociedad, ha sido por siempre acogido como hijo auténtico de nuestra Colombia.

Los que en nuestra décima promoción sobrevivimos, por bondad de Dios, a los 74
subtenientes, que nos graduamos el primero de octubre de 1952, en la Escuela de
Cadetes General Santander, nos hemos impuesto año tras año, revivir las glorias y
méritos de Juan María Marcelino Gilibert Laforgue. Orgullosos nos sentimos de ser
llamados “Marcelinos”, no sólo porque revivimos los recuerdo del gran comisario
excepcional, sino porque nos trae a la memoria, nuestras actuaciones sobresalientes en
la actividad policial, las cuales honrosamente fueron resumidas en expresión lapidaria
del señor general Saulo Gil Ramírez Sendoya, cuando siendo Director institucional,
improvisó esta frase lapidaria en histórica fecha: “El curso Marcelino se ha constituido
en la columna vertebral de la Policía Nacional”.
Compañeros policías, señoras, señores: Juan María Marcelino Gilibert Laforgue, mira
hoy complacido y satisfecho, desde las etéreas mansiones celestiales, cómo se ha
desarrollado en gigantescas proporciones, la semilla que él sembró en 1891. Sus
esfuerzos, renunciamientos, celo, entusiasmo, desvelos y admirable voluntad y
consagración sin igual a sus labores, se ven compensadas con grandeza, ante el
progreso ganado por nuestra Institución policial y sus proyectos, ideas e ilusiones de
abarcar todo el territorio nacional, fueron cumplidas desde hace muchas décadas con
las diversas especialidades profesionales, cuyo germen él también implantó.

Seguros estamos, que el espíritu del gran Gilibert permanece solícito contribuyendo a
que la Policía Nacional, con ayuda de todos sus hombres, obtenga los mejores
resultados en su difícil actividad y resurja con mayores bríos cuando el infortunio la
hiera.

Permitamos que el pasado nos enseñe; que aprendamos de la Historia y que las solas
letras se escriban, reflejen sin alterar, la memoria de nuestra Gran Institución

Muchas Gracias.
PRESENCIA DE LA IGLESIA CATÓLICA
EN LA VIDA CASTRENSE DE COLOMBIA

Discurso de orden pronunciado por el coronel ilustrísimo monseñor


Javier Giraldo Rojas, Vicario General del Vicariato castrense, en la
sesión solemne prevista para tomar posesión como Miembro
Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia Policial, acto
realizado en la sede de la Corporación el 3 de octubre de 2001.

Qué honor tan grande me concede la Academia Colombiana de Historia Policial, al


recibirme como miembro correspondiente, honor que considero, no tanto personal, como
reconocimiento al Obispado Castrense de Colombia y al clero diocesano y religioso que
a través de la historia ha hecho presente el amor de Dios en Cristo entre nosotros, ha
defendido la libertad y ha tutelado los derechos fundamentales, sembrando en el
corazón de nuestros hombres la semilla del Evangelio, mensaje de amor. Un vistazo a la
Historia empezando por nuestra madre patria.

España, nos hará comprender y apreciar una Iglesia, madre y maestra, que solícita
acompaña a todos sus hijos en la situación que se encuentren y cuya obra no puede ser
cuestionada ni minimizada por quienes nunca estuvieron presentes en las horas
decisivas, ni han convivido ni compartido con los hombres en armas. Veamos entonces
este bosquejo histórico que arrancando del siglo XIX nos lleve al servicio religioso en
nuestra Policía Nacional, como integrantes del Obispado Castrense de Colombia.

ORGANIZACIÓN DE LA PASTORAL CASTRENSE AL INICIARSE EL SIGLO XIX.

Con excepción de las plazas fuertes de Cartagena, Portobelo o Puerto Cabello, que
tuvieron ejércitos regulares para defenderse de los piratas, la organización de cuerpos
fijos de infantería y caballería no tendrá lugar sino en el último cuarto del siglo XVIII,
época en la que aparecieron los primeros movimientos de insurrección como el de
Túpac Amaru en el Perú y el de los Comuneros en el Virreinato de Santa Fe.

Sin embargo, tengamos en cuenta que desde el siglo XVI se organizaban por iniciativa
de los vecinos y autoridades locales, milicias voluntarias, que eran disueltas una vez
pasaba la circunstancia que las había motivado y que por tanto no constituían cuerpos
permanentes, ni menos veteranos, por lo cual nunca fueron considerados cuerpos
regulares del Ejército. Sólo en la segunda mitad del siglo XVIII merecieron atención y
reglamentación necesarias.

Los ejércitos regulares de la época se regían por las “Ordenanzas dadas por el señor
don Carlos III, para el régimen, disciplina, subordinación y servicio el 22 de octubre de
1768”. - En el Tratado 2 – título 23 de estas ordenanzas se trataba de los Capellanes, la
forma y requisitos para su nombramiento y remoción, sus obligaciones, etc.
El Servicio Castrense en los reinos de España:

Antes de que existieran los ejércitos permanentes, sacerdotes, diocesanos y religiosos


acompañaban a las tropas para asistirlos espiritualmente. En 1532 cuando se organizan
los tercios españoles, el capellán entra a formar parte de la unidad militar a la que sigue
a todas partes, pero sujeto a la autoridad del obispo del territorio en el cual se
encontraba la tropa.

El servicio religioso castrense se inicia formalmente en España con el breve “Cum sicut
Majestatis tuae” del Papa Inocencio X del 26 de septiembre de 1645 por petición de
Felipe IV y por el cual se crea una jurisdicción eclesiástica especial para los capellanes
militares, bajo la dependencia del capellán mayor de su majestad el rey y sin
dependencia del ordinario del lugar, pero sólo durante el tiempo de las hostilidades,
cesada la guerra y en tiempo de paz la atención espiritual a las tropas correspondía a
los respectivos obispos y prelados de los lugares donde se encontraba la sede del
ejército.

Desde 1610, a solicitud de Felipe III, el Papa Pablo V había unido a la dignidad de
Patriarca de las Indias, título creado el 8 de junio de 1524, hasta entonces
exclusivamente honorífico, las funciones de capellán mayor.
Entronizada la dinastía borbónica a principios del siglo XVIII, se inicia una
reorganización administrativa en todos los estamentos del Estado. A ella obedece el
breve: “Quoniam in exercititus” del Papa Clemente XII del 4 de febrero de 1736, por el
cual se renueva y amplía el de Inocencio X y se orden que tanto en tiempos de guerra
como de paz, el capellán mayor posee la jurisdicción delegada castrense, la cual puede
subdelegar. Esta concesión se da por siete años y se renueva periódicamente.

El 10 de marzo de 1762, a petición de Carlos III, el Papa Clemente XIII por otro Breve
“Quoniam in exercititus”, une los cargos de vicario general del Ejército y la Armada en
uno solo y expresamente asigna al oficio de vicario general de los reales ejércitos, al
capellán mayor y patriarca de las Indias.

El 6 de octubre de 1775 el Papa Pío VI autoriza al patriarca de las Indias a “declarar sin
ningún escrúpulo y con toda seguridad de conciencia, cuáles personas deben gozar de
la indicada jurisdicción castrense”. En uso de esta prerrogativa, el 3 de febrero de 1779
el Patriarca declara detalladamente quienes quedan comprendidos dentro del servicio
religioso castrense, y excluye formalmente de su jurisdicción a las milicias voluntarias.
Así lo comunica por decreto del 22 de febrero a los arzobispos y obispos de las dos
Américas e Islas Filipinas.
El Vicariato Castrense en las Indias:

En virtud del breve del Papa Clemente XIII, el patriarca, a quien le estaba expresamente
prohibido pasar a Indias, podía nombrar subdelegados apostólicos para el ejercicio
ministerial en el vicariato castrense, tanto en las provincias españolas como en las
posesiones ultra marinas.

El 21 de marzo de 1782 se publica una relación de tenientes vicarios o subdelegados en


la que figuran los arzobispos de México, Lima, Santa Fe y Manila y los Obispos de
Cartagena, Santa Marta, Puebla de los Ángeles, Oaxaca, Quito y Buenos Aires. En la
misma fecha se promulgan las instrucciones por las cuales se han de regir los
subdelegados en el ejercicio de su jurisdicción castrense. En 1807 se subdelega
también el de Mérida de Maracaibo.

El 5 de septiembre de 1786 por circular del Marqués de Sonora se comunicó a los


virreyes, gobernadores, arzobispos y obispos de Indias la decisión del rey de asimilar a
los ejércitos de España a todos los cuerpos veteranos de Indias e Islas de Barlovento y
Filipinas “que se denominan fijas” cuya lista taxativa se pasó al patriarca de Indias en
respuesta a una consulta de éste. En atención a la decisión real, el patriarca los declara
“verdaderos súbditos nuestros y les concedemos las mismas exenciones, prerrogativas,
gracias y privilegios, en virtud de las facultades que los sumos pontífices nos franquean
por sus breves apostólicos”.

Los Breves: Cun exercitibus de Pío VI – 21 de enero de 1783. Cum in reonis


Hispanarum – 16 de noviembre de 1806 y “Compertun es nobis” de Pío VII – serán los
que regirán los servicios religiosos castrenses en los nuevos estados americanos, hasta
que sus gobiernos empiecen a legislar sobre la materia en fechas muy posteriores a las
del periodo de las guerras e independencia.

Nombramiento y remoción de los capellanes:

Desde que aparecen los capellanes en los tercios españoles en el siglo XVI, su
nombramiento y remoción corresponden a las autoridades reales y militares, pues
forman parte de la plana mayor de las unidades. El 29 de agosto de 1630, Felipe III, por
orden real manda a los generales de sus ejércitos que nombren capellanes y los puedan
remover a su voluntad y pide a los obispos que los examinen y les concedan las
licencias ministeriales sin necesidad de presentarlos al virrey o gobernador general
como se hacía con los doctrineros.

El Rey Carlos III establece el 3 de agosto de 1768 que sean los coroneles comandantes
de los ejércitos los que nombren los capellanes, pero en conformidad con las
instrucciones del patriarca- vicario general. Pero el 4 de noviembre de 1783, el rey, en
vista de los inconvenientes que se han presentado, ordena que en adelante el
nombramiento lo haga el patriarca o sus subdelegados, previa oposición y concurso, lo
que se hace extensivo a los capellanes de la armada el 25 de febrero de 1784.
La misión del capellán era: doctrinal, moral y ministerial, pero además comprendía
funciones asistenciales a los heridos, enfermos, etc.

Al producirse los movimientos de independencia, las nuevas autoridades republicanas,


siguiendo los modelos del regalismo borbónico se declararon en ejercicio del patronato
regio, que no consideran como una concesión pontificia sino como un derecho inherente
e inalienable de la monarquía, y en tal virtud actuaban en lo eclesiástico como legítimos
sucesores de los monarcas españoles.

JERARQUÍA Y CLERO EN LA INDEPENDENCIA.

Al iniciarse en 1809 en la Plata y en Quito el primer movimiento independentista, la


situación de la Iglesia en los países bolivarianos era la siguiente: existían las
arquidiócesis de Lima, Santa Fe de Bogotá, La Plata y Caracas y las diócesis de
Panamá, Santa Marta, Cartagena, Cuzco, Popayán, Quito, La Paz, Santa Cruz de la
Sierra, Arequipa, Huamanga, Trujillo, Cuenca, Mérida de Maracaibo, Guayana, Maynas
y Santa Fe de Antioquia.

De estas 20 Iglesias locales, 3 estaban vacantes: las de Popayán, Guayana y Santa Fe


de Antioquia. En las 17 restantes, cinco tenían obispos criollos (Panamá, Cuzco, Quito,
Santa Cruz de la Sierra y Huamanga) en las 12 restantes los obispos eran peninsulares.

El clero en la Independencia:

El juramento de fidelidad que los obispos tenían que hacer al ser nombrados, explica el
fervor realista de los prelados al iniciarse los movimientos de independencia. La
intransigencia de muchos de ellos que prefirieron abandonar sus diócesis antes de
transigir con el nuevo orden político y las actitudes beligerantes de algunos, obligó a su
expulsión. Por ello es tanto más de admirar la conducta de quienes apoyaron desde el
primer momento la causa patriota, como don José Cuero y Caicedo, obispo de Quito y
otros que lograron superar sus convicciones y sentimientos monárquicos para servir leal
y fielmente como pastores y ciudadanos a los nuevos estados como el Obispo de
Popayán, don Salvador Jiménez de Enciso y Cobos de Padilla.

En cuanto al clero diocesano y religioso hay que tener en cuenta que dignidades y
canonjías así como beneficios eclesiásticos eran provistos por las autoridades reales y
estaban sujetos al juramento de fidelidad, pero la gran mayoría del clero diocesano y
religioso era criollo; de entre ellos surgirán los eclesiásticos patriotas, que pusieron todo
el peso de su autoridad moral y su preparación intelectual al servicio de la causa
patriota.
Las sublevaciones de Túpac Amaru en el Perú y de los Comuneros en el Nuevo Reino
de Granada, contaron con la simpatía y aun con el apoyo de clérigos y religiosos.

¿Cómo apoyó el clero a la Independencia?

Aporte ideológico: Está representado en lo notable, por el número y por la calidad de las
personas. Participación del clero diocesano y regular en las juntas supremas, en las
asambleas constituyentes, en la redacción de actas y constituciones. Más influyentes y
decisivas para la ideología patriota, fueron los numerosos escritos que produjeron
clérigos y religiosos para justificar la causa de la emancipación. Basta citar los sermones
y normas patrióticas, que utilizaron la religiosidad popular para sembrar y animar las
nuevas ideas.

Aporte económico: A la par con la propaganda ideológica, estuvo la contribución


material a la causa de la independencia: sueldos, rentas, colectas, alhajas, semovientes,
provisiones, eran facilitados generosamente por curas, beneficiados y religiosos para
contribuir a los gastos de la independencia. Basta recordar la generosidad del Prior de
Chiquinquirá Fr. Mariano Garnica y Orjuela quien ante la petición del Tribuno del Pueblo
José Acevedo y Gómez, pone a disposición del gobierno cuantos haberes poseían en
común y en particular; dinero, alhajas de oro y plata, haciendas del convento y las
alhajas del cuadro milagroso de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Cosa semejante hizo
en 1819 el provisor del Arzobispado de Bogotá.

Servicios personales: En dos formas prestaron sus servicios personales a los ejércitos
de la república los clérigos diocesanos y religiosos; como Capellanes o como militares.

Capellanes militares: Al organizarse las primeras tropas patriotas no podía dejar de


contemplarse en su plana mayor el cargo de capellán, cuya presencia era indispensable
dada la profunda religiosidad de la oficialidad y miembros de la tropa.

En 1812 cuando se organiza la expedición militar de Santa Fe contra el gobierno federal


de Tunja, figuran como capellanes los presbíteros don Ignacio Torres y Fr. Francisco
Florido, franciscano, quien vuelve a figurar como capellán militar el 20 de julio de 1813.
Más tarde fue capellán de las tropas de Nariño y figura como número 20 en la lista de
clérigos procesados por el pacificador Pablo Morillo. Entre los procesados por Morillo en
1816 podemos recordar como capellanes militares Francisco Javier Serrano Gómez,
José María Neira, Fr. Ignacio Mariño, Juan Nepomuceno Martínez, Antonio García, Juan
Nepomuceno Escobar, Francisco Javier Torres, Fr. José Scarpetta, Francisco Holguín,
Manuel Borrero y Fr. Vicente Heredia. Algunos de ellos tenían grados militares.

1887. A comienzos de este periodo el movimiento de la “Regeneración” encabezado e


inspirado por el doctor Rafael Núñez, llega al poder. Consciente de la importancia y
necesidad de darle una solución adecuada al problema religioso, el doctor Núñez busca
un entendimiento con la Iglesia y como fruto de este acuerdo, se firma el Concordato
entre la República de Colombia y la Santa Sede. Como consecuencia de este
entendimiento se institucionaliza la asistencia espiritual de la Iglesia Católica a los
Ejércitos de la República. Entiéndase que sólo se habla del Ejército porque la Policía
aún no había sido creada como tal.

El Concordato fue firmado el 31 de diciembre de 1887. En 1888 el legislador lo convirtió


en ley de la República; luego será renovado en 1928, 1953 y 1973, conservando en todo
el artículo de la asistencia religiosa a la Fuerza Pública, y dice así: “Artículo XVII. La
atención espiritual y pastoral de los miembros de las Fuerzas Armadas se ejercerá por
medio de la Vicaría Castrense, según normas y reglamentos dictados al efecto por la
Santa Sede, de acuerdo con el Gobierno”.

Entre los años 1899 y 1902, se desata una lucha sangrienta entre los colombianos,
llamada la Guerra de los mil días que anegó en sangre los campos de la patria y en el
cual hubo grandes atropellos contra la Iglesia y se cometieron sacrilegios y actos de
barbarie. En esta guerra estuvo presente la acción pastoral de la Iglesia. En el combate
de Palo negro, nos dice la historia, estuvo la Iglesia con 40 hermanas de la caridad y un
buen número de capellanes. En Santander murió el canónigo Rudesindo Arenas,
capellán del Ejército que defendía la legitimidad.

A principios del siglo XX como muestra de entendimiento, el arzobispo de Bogotá,


monseñor Bernardo Herrera Restrepo, entrega sus bienes al gobierno con destino a la
creación de la Escuela Militar de Cadetes.

En el conflicto con el Perú por los años treinta se destaca el joven sacerdote reverendo
Pedro Pablo Galindo, quien obtuvo el grado de brigadier general honorario, capellán del
Ejército y quien más tarde, organizara bajo la dirección del arzobispo de Bogotá, el
grupo de sacerdotes que conformarían el clero castrense para la atención pastoral de
las Fuerzas Armadas del país.

En 1949 se crea el Vicariato Castrense de Colombia, siendo su primer vicario, el hoy


siervo de Dios, monseñor Ismael Perdomo, arzobispo de Bogotá. Lo sucedieron los
eminentísimos cardenales Crisanto Duque, Luis Concha Córdoba, Aníbal Muñoz Duque
y Mario Revollo Bravo.

El decreto magno estudio de la Santa Sede de 25 de marzo de 1985, separa el Vicariato


Castrense del Arzobispado de Bogotá, y establece que el obispo de las Fuerzas
Armadas, sea un obispo propio, miembro de la conferencia episcopal, con jurisdicción
sobre todo el personal de las Fuerzas Armadas- uniformados y civiles, sus familias, los
institutos descentralizados y quienes asisten a los centros asistenciales. En los
estatutos, la Santa Sede concede a Colombia que en adelante se llame el Obispado
Castrense de Colombia y con fecha 12 de junio de 1985, nombra como primer obispo a
monseñor Víctor Manuel López Forero, lo suceden monseñor Álvaro Raúl Jarro Tobo y
desde este año monseñor Fabio Suescún Mutis.
LA ATENCIÓN ESPIRITUAL A LA POLICÍA NACIONAL

Fundada la Policía Nacional en 1891, es de suponer que en esos primeros años no se


tuviera en cuenta la asistencia espiritual, dado lo exiguo del personal y el periodo
organizativo que cobijó esos primeros años.

Pero el 4 de marzo de 1912, Gabriel González López, Director excepcional de la Policía


Nacional, ordena que en la formación de los policías se enseñe la religión y moral.
Estamos seguros que Clérigos de esa época en Santa Fe de Bogotá asumieron la tarea.

El presidente Marco Fidel Suárez en 1921 ordenó la enseñanza de la religión en todos


los cuarteles de policía.

No podemos dejar pasar por alto que desde la creación de los serenos, quienes por
años tutelaron la tranquilidad de los ciudadanos, y luego cuando la Policía se iba
extendiendo a lo largo y ancho de la Patria, los celosos párrocos de entonces atendían
de manera especial a sus policías del pueblo, que con el alcalde y él eran autoridad del
lugar y velaban por la tranquilidad, la paz, la moralidad y el castigo de las faltas.

El decreto 645 de 1924 crea el servicio médico para la Policía y se entrega este servicio
a los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios.

Así transcurría el devenir de una Policía muy al estilo español que prestaba sus
servicios pero vivía en sus hogares y asistía a todos los actos religiosos a sus
respectivas parroquias.

A medida que se fueron creando las divisiones de policía, como Antioquia, Santander,
Cundinamarca, etc., el gobernador respectivo nombraba el personal civil de su policía
departamental. Entre los capellanes que fuimos de las policías departamentales
podemos citar a Evaristo Uribe, Hugo Zolaque, Antonio Ramírez Sendoya, Jorge Pérez
Gómez, Mario Montoya, Carlos Alberto Martínez y el suscrito, quienes al ser
nacionalizada la Policía en 1961, pasamos en junio del mismo año a la Policía Nacional.

Dado el crecimiento de la Institución, monseñor Pedro Pablo Galindo, de acuerdo con el


arzobispo de Bogotá, dotó de capellanes militares las principales unidades de policía,
especialmente la Escuela de Cadetes General Santander; entre sus capellanes citemos
al coronel Luis Carlos Tejero, al coronel Ernesto Hernández, y al padre Carlos Nieto,
luego ya capellanes de la Policía dirigieron esa capellanía como el padre Gerardo
Higuita, el padre José María Menestrey.

En 1968, el vicario castrense de Colombia, eminentísimo señor cardenal Luis Concha


Córdoba, crea por decreto y previa aceptación del Director General, la Capellanía
General de la Policía Nacional y nombra como primer Capellán al señor mayor del
Ejército, Octavio Echeverri. Empieza entonces una nueva y más eficaz atención
espiritual a las capellanías de departamento, a las escuelas de formación y a las
estaciones del departamento de policía de Bogotá. El padre Echeverri dirigió el servicio
religioso en la Policía hasta septiembre de 1971, cuando se retiró por salud. Desde
marzo de 1972 el suscrito teniente Luis Javier Giraldo Rojas hasta febrero de 1998. El
padre Adolfo Villamil González hasta el año 2000 y del 2000 hasta ahora, el señor
coronel Lorenzo Bottía González. Preocupación constante ha sido el dotar todas las
capellanías de capellanes eficaces y buenos sacerdotes.

En 1971 se realizó el primer curso de oficiales de los servicios y en dicha promoción se


escalafonaron el padre Germán Arturo Rosero y el suscrito. En 1974 se escalonaron el
hoy coronel Luis Gonzalo Riaño y el padre Francisco Alvarado en 1995, el padre José
Miller Mora, y en el año 2000 los padres Wilson Santana, Freddy Osuna, Santiago
Rivas, Uriel Aranda Díaz, Jesús María Cañizares. Pertenece también al clero castrense
el capitán padre Silverio Suárez, total 11 sacerdotes escalafonados hasta hoy.

Las Escuelas de formación han sido preocupación de la Iglesia, porque en ella se


forman en los valores cristianos, oficiales, suboficiales, agentes y patrulleros. Hoy se
cubren la Escuela General Santander, la Seccional Jiménez de Quesada, el Centro de
Estudios Superiores, las Seccionales de Sumapaz, Gabriel González, Alejandro
Gutiérrez, Carlos E. Restrepo, Simón Bolívar y la Seccional Eduardo Cuevas.

EL BIENESTAR SOCIAL

Debemos anotar en primer lugar que cuando los Hermanos Hospitalarios de San Juan
de Dios, dejaron el servicio de sanidad, se hicieron cargo de las Hermanas de la Caridad
o Presentación, quienes con celo y amor atendieron a los enfermos hasta hace pocos
años en la Clínica de la Caracas. Allí fue nombrada en 1953 como Directora la Madre
María de San Luis. Inquieta y preocupada por las necesidades de sus policías, propuso
al coronel Francisco Rojas Scarpeta, la creación de un servicio de asistencia social. Su
anhelo se cristalizó cuando salió la resolución 001863 del 2 de julio de 1953 que creaba
el hoy Bienestar Social de la Policía. En noviembre de 1953 fue inaugurado con la
presencia del entonces presidente teniente general Gustavo Rojas Pinilla. Su primera
Directora fue la Madre María San Luis y su primer capellán el padre Flabio Ochoa; así
empezó una obra social que en poco tiempo cubriría la geografía patria y en cada
bienestar de departamento se nombraba una hermana de la presentación como
directora. Sólo Cesar y Cauca tuvieron una terciaria dominica y una Laurita
respectivamente.

Merecen mención especial la madre Eumelia en Medellín, la hermana Helena en


Santander, la madre Teresa Genoveva en Santa Marta. Hoy lamentablemente ninguna
religiosa dirige el Bienestar Social que tuvo su origen, desarrollo y progreso en religiosas
de la Iglesia. Sus colegios de preescolar, primaria, bachillerato, enfermería, se extienden
a lo largo y ancho del país y podemos decir que los alumnos superan los 20.000.
SERVICIOS

Vigilancia de Policía remunerada –Resolución Ministerio de Defensa 4066 - 28 mayo


1987.
Auxilio mutuo por muerte – Resolución de la Dirección 2111 – 27 de mayo 1989.
Fondo nacional de ayuda – Resolución de la Dirección 5785 – 10 septiembre. 1985.
Fondo de calamidades – Resolución de la Dirección 5785 – 10 septiembre. 1985.
Préstamos al personal – Resolución de la Dirección 6107 – 1º septiembre. 1987.
Transporte equipajes y enseres – Resolución de la Dirección 011 – 22 enero 1988.
Educación a familiares – Resolución de la Dirección 6219 – 23 octubre 1986.
Centro capacitación esposas personal – Resolución Dirección 6219 – 23 octubre. 1986.
Guarderías – Resolución Dirección 420 – 30 noviembre 1987.
Recreación del personal – Decreto 183 de 1975.
Colonias vacacionales – Resolución de la Dirección – 24 abril de 1983.
Promoción social – Resolución 6768 – 4 diciembre 1984.

Esto y mucho más para ver la obra que un día soñara la madre María San Luis y que la
Policía ha cuidado fomentado y agrandado. Todos los bienestares son atendidos
espiritualmente por los capellanes del departamento – excepto Bogotá, Medellín,
Cartagena y Barranquilla, que tienen capellán propio.

No menos importante ha sido la atención espiritual y religiosa a la otra Clínica y hoy


Hospital Central de la Policía. Allí sacerdotes capellanes abnegados y buenos han
dedicado años de su vida a atender, animar y acompañar en sus últimos momentos a
muchos miembros de la Institución en actividad o retirados y sus familias. Citemos al
padre Luis Celonia Allara, capellán 20 años, el padre Luis José Esteban y el padre Hugo
Coy Torres, entre otros.

Policía Antinarcóticos, en Bogotá y los lugares donde se encuentran los integrantes de


esta especialidad, reciben el apoyo espiritual de un capellán exclusivamente dedicado a
ellos.

Antes de terminar es bueno que sepamos que el servicio religioso en la Policía Nacional,
tiene su fundamento legal en la creación del Vicariato Castrense el 13 de octubre de
1949 por su Santidad el Papa Pío XII, quien la incluyó en los fieles del Vicariato
Castrense a la Policía Nacional de Colombia.

En 1987 el Papa Juan Pablo II en la Spirituali Militum Curae, Constitución Apostólica que
rige actualmente en el Obispado Castrense, incluye a la Policía y el estatuto firmado por
canje de notas entre la Santa Sede y el Gobierno de Colombia señala a los miembros
de la Policía como fieles del obispado con todas las prerrogativas.

Con los serenos de antaño, con los agentes, con nuestros suboficiales y oficiales, con
los patrulleros, con los civiles que trabajan en la Fuerza y con sus familias la Iglesia y
sus capellanes continúan la marcha hacia la casa de nuestro Padre Dios.

Muchas gracias.

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS:

1) SUÁREZ Santiago Gerardo. Las milicias, instituciones militares hispanoamericanas.


2) Monseñor MUÑOYERRO Luis Alfonso. Jurisdicción Castrense.
3) SUÁREZ Santiago Gerardo. Ordenamiento militar en Indias.
4) Monseñor ROMERO Mario Germán. Participación del clero en la lucha por la
Independencia.
5) Historia de la Policía.
6) Estatutos del Obispado Castrense.
7) Constitución. Spiritual Militum Curae.
GRATITUD A LA IGLESIA CATÓLICA
EN LA POLICÍA NACIONAL

Palabras del señor mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes,


Presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, en la sesión
académica en homenaje a la Iglesia Católica, acto realizado en la sede
de la corporación el día miércoles 3 de octubre de 2001.

La historia es la maestra de la vida. En la historia se reflejan todas las realizaciones,


éxitos y frustraciones del género humano y de las instituciones.
Con la historia entendemos la evolución de la humanidad, de sus experiencias, evitamos
incurrir en errores y podemos planificar el futuro.

La Academia de Historia de la Policía Nacional es la encargada de estudiar y analizar la


historia institucional y de revivir los acontecimientos en que la Policía Nacional fue
protagonista y de rendir homenaje a los personajes que hicieron posible su estabilidad y
progreso así como de rendir culto de admiración y gratitud a los héroes y mártires que
ofrendaron su vida, derramaron su sangre y perdieron su libertad en aras de la justicia,
la democracia y la paz.

Esta especial sesión académica la hemos programado para rendir tributo de admiración
y reconocimiento a la Iglesia católica y en ella a otros policías con sotana, quienes con
fe y devoción se han puesto al servicio de Dios y de la patria como lo reza el lema de la
Policía Nacional.

A capellanes y párrocos, quienes con sapiencia y humildad han acompañado a la


Institución, brindándole el apoyo espiritual y moral que tanto necesitan, dando todo de sí
para afianzar los valores y la ética policial. Reconocimiento a ellos, que han sido
soporte fundamental del policial en cumplimiento del sagrado deber de servir a los
colombianos.

Empeñados en conocer el nacimiento y desenvolvimiento histórico de la Iglesia Católica


en la Policía Nacional, hemos tenido la feliz idea de invitar al señor coronel y
excelentísimo monseñor Luis Javier Giraldo Rojas, vicario general del Obispado
Castrense, uno de los más connotados servidores policiales que con inteligencia y
sabiduría han orientado los destinos de la iglesia en nuestra Institución, siendo ejemplo
de entrega y de mística al servicio de Dios y de la Policía Nacional.

Muchas gracias
POLICÍA NACIONAL DE COLOMBIA
110 AÑOS DE HISTORIA
Discurso de orden pronunciado por el señor mayor general
Alfredo Salgado Méndez, Subdirector General de la Institución, en la
sesión solemne conmemorativa del centésimo décimo aniversario de
fundación de la Policía Nacional, acto realizado en el auditorio “General
Santander” el día 24 de octubre de 2001.

Hacer referencia a la historia que nos pertenece en unos cuantos renglones, no es tarea
fácil; para iniciar recordemos las palabras del Libertador Simón Bolívar:

“La policía es orden, respeto a los derechos, equilibrio indispensable y guía educadora
de los pueblos. Es formar, propagar y conservar la moral pública”

Durante el virreinato de la Nueva Granada se dio un inadecuado manejo a los


problemas surgidos en la protesta masiva de comuneros, sustituyendo así el verdadero
sentido de policía donde imperaron la fuerza y la brutalidad. La apacible convivencia de
villas y ciudades, cuando fueron exterminados los últimos reductos guerreros en el
Nuevo Reino de Granada, tan solo era perturbada por infracciones menores, hurtos
ocasionales e infrecuentes casos de sangre que no ameritaron, a juicio de los
gobernantes del siglo XVII y XVIII, un verdadero servicio de policía, reducido a unos
pocos alguaciles al servicio del ayuntamiento o de alcaldes y corregidores.

Fue así como surgió el sereno o vigilante nocturno que recorría las calles como
prevención contra cualquier tipo de infracción y tenía la obligación de dar la alarma en
caso de incendio, a la vez que anunciaba la hora y el estado del tiempo.

La Junta Suprema de Gobierno aclamada por el pueblo en la famosa reyerta del florero,
organizó seis ministerios, entre los cuales cabe destacar el de policía y comercio, el que
refleja la importancia que el régimen naciente le atribuyó a la función policial.
Posteriormente, se sustituyeron estas labores dándose aquellas funciones tradicionales
a los cabildos, que dictaron normas de policía especial, para mantener la tranquilidad y
promover el ornato público.

El general Francisco de Paula Santander, reglamentó algunas funciones de policía e


hizo énfasis en el control de la vagancia y mendicidad, aunque continuaron siendo
obligaciones de los cabildos y de los alcaldes, todos los aspectos relacionados con la
policía local. Al regresar el Libertador a Bogotá, dictó una serie de normas para
conservar el orden público interno.

Posteriormente, el general José María Obando, dispuso que correspondía al presidente


la conservación del orden público, la tranquilidad interior y preservar al Estado de todo
ataque exterior.
El general Pedro Alcántara Herrán, logró del Congreso la expedición de la ley 8 del 18
de mayo de 1841, la cual desarrolló la materia policial técnicamente.

La Policía sufre una reforma durante el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez, a raíz
de la sustitución de Nueva Granada por Confederación Granadina.

El general Tomás Cipriano de Mosquera, cabeza de la única revolución triunfante del


siglo XIX, dio el nombre de Estados Unidos de Colombia a la confederación. Se
continuó confundiendo lo relacionado con la Policía al darle la denominación de Milicia
Nacional, de cuya organización se encargó a cada Estado.

La Constitución Nacional de 1886, estableció que al Presidente le corresponde


“Conservar en todo el territorio el orden público y restablecerlo donde fuere turbado”, el
doctor Carlos Holguín, encargado de la presidencia de la República, sancionó la ley 90
del 7 de noviembre de 1888, por medio de la cual, se creó un cuerpo de carácter
policial, con la denominación de Gendarmería.

Con fundamento en la ley 23 de 1890, el Gobierno dictó el decreto 1000 del 5 de


noviembre de 1891 y se contrató al técnico francés Juan María Marcelino Gilibert, quien
asumió la dirección y mando de la Policía, para que a partir del 1 de enero de 1892,
comenzara a prestar sus servicios.

Durante el gobierno del doctor Miguel Antonio Caro, la reciente policía sufrió su primera
gran crisis a raíz de la agudización de los problemas políticos con el surgimiento de un
movimiento revolucionario; pasó a depender del Ministerio de Guerra y sus integrantes
entraron a recibir una formación militar.

Con el devenir de los años la Policía fue objeto de diferentes reformas administrativas,
mediante normas transitorias y confusas, fue anexada a la guardia civil en el gobierno
del general Reyes, denominándose Gendarmería Nacional. En diferentes fechas pasó a
depender del Ministerio de Guerra, para reintegrarse al de Gobierno.

En la administración de Carlos E. Restrepo se creó la revista de la Policía Nacional, la


Escuela de preparación para agentes y la escuela de detectives.

Durante la presidencia del señor José Vicente Concha, la Policía contó con instructores
españoles.

Se contrató una misión francesa bajo el mandato del señor Marco Fidel Suárez, y en el
período de gobierno correspondiente al señor Pedro Nel Ospina, se construyó el palacio
de la Policía, donde actualmente funciona el museo histórico.

Con Miguel Abadía Méndez, surge una nueva tesis proveniente de la jurisprudencia
norteamericana, que estableció en el país la noción de poder de policía y se creó una
sección de policía para atender las relaciones internacionales, medida que se constituyó
en preludio de la creación de la Interpol.
Posteriormente, en 1930, durante el gobierno del doctor Enrique Olaya Herrera, se
reafirmó la prohibición de deliberar por parte de la Fuerza Armada. El período
presidencial finalizó dejando una policía integrada casi exclusivamente por personal de
filiación correspondiente al partido de gobierno.

Con Alfonso López Pumarejo la Policía fortaleció la capacitación de sus hombres, a


través de la implementación de técnicas chilenas y españolas los cuales contribuyeron
al desarrollo de la investigación criminal y se fundó la Escuela General Santander, alma
máter de la Institución.

Siendo presidente el doctor Eduardo Santos se contrató una misión estadounidense


para instruir sobre investigación y defensa personal.

En el año de 1944, la Policía atravesó por una gran crisis motivada por el asesinato de
“Mamatoco”, este hecho significó para la Institución su militarización.
Con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, se produjo el “Bogotazo” el 9 de abril de
1948. La furia de los amotinados arremetió contra el edificio de la Policía, entre ellos
habían policías; allí muere el cadete Moncayo. Restablecido el orden y sometidos los
revoltosos, la Policía Nacional, al menos en la ciudad de Bogotá no existía. Así empezó
para Colombia una nueva etapa de su historia.

Ante la crítica situación le fue confiada entonces al Ejército la seguridad se conformó así
una Policía Militar. Se produce una decisión desconcertante, el licenciamiento de todos
los cuerpos de la Policía Nacional, se contrató entonces una misión inglesa para integrar
una nueva policía.

En 1953 el señor general Gustavo Rojas Pinilla asumió el gobierno; la Policía vivió un
gran auge durante este período, iniciándose en firme la profesionalización de la Policía,
entre otra ejecutorias destácanse la creación del Bienestar Social, la reestructuración de
la Caja de Sueldos de Retiro de las Fuerzas de Policía, la Policía Vial y centros de
instrucción hoy escuelas de formación.

La mujer ingresó a las filas de la Institución, y se dispuso que los delitos que cometieran
los miembros de las Fuerzas de Policía en servicio activo fueran conocidos por la justicia
penal militar.

Los sucesivos gobiernos merecen reconocimiento por su gestión, al haber estructurado


una Institución ajena a los embates del sectarismo, nacionalizándola y reafirmando su
carácter eminentemente civil.

En 1958, tras un intento de golpe de estado, el Gobierno Nacional determinó entregar la


dirección de la Policía Nacional a sus mandos naturales designando para ello al teniente
coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya.
Durante el gobierno del doctor Alberto Lleras Camargo, se reorganizó el Ministerio de
Guerra y se define la Policía Nacional como una “Institución de carácter civil, con
régimen y disciplina especiales”.
El señor presidente Guillermo León Valencia, brindó un amplio respaldo a las Fuerzas
Militares y a la Policía Nacional para combatir a los malhechores que infestaban los
campos y las ciudades, lo cual se alcanzó con éxito; no obstante un reducto de
facinerosos sobrevivió a la acción.

Fortaleció la capacitación y dotación de la Policía con la llegada de una misión


norteamericana la cual realizó el primer curso de granaderos; se creó la Policía de
Turismo y se dio vida a la Academia Superior de Policía.
En el año de 1966 asume la presidencia el doctor Carlos Lleras Restrepo, quien impulsó
la Policía, entendiendo que la base del progreso de los pueblos es su seguridad,
convencido de que la delincuencia no golpea a un país aislado, sino que sus acciones
repercuten en la comunidad internacional.

Se creó la Procuraduría Delegada para la Policía, que consolidó el juzgamiento de los


miembros de la Institución por la Justicia Penal Militar.

Debido a que la carrera de los oficiales de la Policía llegaba únicamente hasta mayor
general, se instituyó el grado de General.

Asimismo, se expidió el Código Nacional de Policía y se intensificaron las acciones de


acercamiento con la comunidad.

El doctor Misael Pastrana Barrero, ocupó el solio de Bolívar en 1970; bajo su mandato
se expidió el estatuto re orgánico de la Policía Nacional. Trascendentes e innovadoras
medidas de seguridad ciudadana, son desarrolladas en este importante periodo de la
historia policial.

Durante la presidencia del doctor Belisario Betancur Cuartas, igualmente se implementa


el Centro Automático de Despacho (CAD), se introdujeron importantes modificaciones al
Código de Tránsito y Transporte Terrestre y se asciende por primera vez a un oficial al
grado de general de la Policía, honor que le correspondió al señor mayor general Víctor
Alberto Delgado Mallarino. Se crea el Servicio Aéreo de policía y la Escuela de Aviación
Policial.

Durante el gobierno del doctor Virgilio Barco Vargas, las organizaciones del narcotráfico
arremetieron contra la Policía. En Medellín, es el caso mencionar murieron más de 300
miembros de la Institución a manos de sicarios del narcotráfico.

En 1991, con ocasión de la nueva Constitución y siendo primer mandatario de la


República el doctor César Gaviria Trujillo, la Policía Nacional recibió significativo
reconocimiento constitucional al determinarse como elemento constitutivo de la Fuerza
Pública con definición, misión e identidad propia.

Circunstancias imponderables aconsejaron en 1993 asumir un proceso de reforma, con


la conformación de dos comisiones: una interna y otra externa, denominada por el
gobierno, comisión consultiva, integrada por notables personalidades a fin de identificar
y analizar la problemática institucional y aportar al gobierno los elementos necesarios
para emprender la modernización de la Policía.
El doctor Ernesto Samper Pizano, facilitó los elementos necesarios para operar en forma
directa contra el narcotráfico, alcanzando los mayores éxitos en la lucha contra este
flagelo.

Facultades especiales se otorgan al Director General de la Policía Nacional para hacer


uso de la discrecionalidad, que lo facultaba para prescindir de los funcionarios de la
Policía que no llenaban los requisitos para ejercer la profesión.

Ante el desafió del nuevo milenio, la Policía Nacional asume el reto de transformar su
cultura construida durante más de un siglo de tradiciones, ritos y creencias. Este
proceso se centró en un cambio en el pensar, sentir y actuar del hombre policía,
utilizando herramientas como la consulta ciudadana.

En el año 1995, se estructuró e implementó el Plan de Transformación Cultural y


Mejoramiento Institucional para dar solución a los problemas más críticos, desarrollando
en su fase inicial la definición de la visión, la misión y los valores corporativos, se
definieron los cinco grandes proyectos con sus correspondientes programas y procesos
así: búsqueda de la vocación y el talento humano, potenciación del conocimiento, nueva
cultura del trabajo, desarrollo gerencial y la participación ciudadana para el cambio, cuya
descripción hace parte de los planes de acción que se desarrollan en las diferentes
direcciones y unidades policiales del país.

Asegurar el ingreso a la Institución de personas con vocación de servicio, valores,


actitudes y aptitudes, fue el objetivo.

El propósito primordial de la Institución para el nuevo milenio, es trabajar hombro a


hombro con la comunidad; obtener resultados exitosos no solo en la parte operativa,
sino hacer que la comunidad se sienta respaldada por la Policía Nacional abriendo
espacios de concertación y compromiso que beneficien los intereses de los
colombianos.

El decreto 2158 del 01 de septiembre de 1997 fija una “nueva estructura”, pasando de
una rígida, piramidal y jerarquizada a una moderna, plana y flexible donde las áreas y
grupos de trabajo se articulan en procura de obtener resultados exitosos.
La Institución en su plan estratégico señala los retos de la Policía con el ciudadano,
facilita el monitoreo de cada uno de los procesos que constituyen el plan de acción de
las diversas direcciones, áreas y grupos de la Institución.
Actualmente y con base en la Estrategia Nacional para la Convivencia y Seguridad
Ciudadana diseñada por el gobierno bajo el mandato del doctor Andrés Pastrana
Arango, la Policía Nacional ha estructurado el Plan Integral de Seguridad Ciudadana,
enmarcado en cinco estrategias, Escuelas de Seguridad Ciudadana y Frentes de
Seguridad Local, Policía Comunitaria, Comandos de Atención Inmediata– CAI, Grupos
Especiales y Desarrollo Tecnológico.
El plan busca precisamente confluir en estrategias integrales que interactúen en un solo
propósito para mejorar el servicio con el apoyo permanente de la comunidad. En el país
se han desarrollado 1.400 escuelas y se han creado más de 18.000 frentes de
seguridad.

Se busca así descentralizar y acercar el servicio de policía a la comunidad, con el fin de


reducir el tiempo de respuesta a los requerimientos de la comunidad

Cabe finalmente y como celebración del centésimo décimo aniversario, exaltar la gestión
y gloria de quienes en un ayer glorioso orientaran los destinos de nuestra institución
policial, reconocer el trabajo ingente y abnegado de nuestros hombres y mujeres
proyectadas siempre hacia los máximos valores patrios.

Policía Nacional de Colombia – Dios y Patria


SINOPSIS HISTÓRICA DE LAS AGREGADURÍAS
DE POLICÍA EN LA REPÚBLICA DE COLOMBIA
Discurso de orden pronunciado por el señor mayor Joaquín Fernando
Buitrago Rueda, en la sesión solemne realizada en homenaje a los
agregados de policía acreditados en Colombia, acto realizado en la sede
de la corporación, el día jueves 15 de noviembre de 2001.

Por encargo directo del señor mayor general (r) Carlos Alberto Pulido Barrantes,
Presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, he tenido el honor esta tarde
de hacer una sinopsis sobre el tema que nos ocupa, recopilando la información de lo
que ha sido el desarrollo de las oficinas encargadas de manejar los asuntos policiales
de diferentes naciones acreditadas en nuestro país.

Debo señalar que no tengo la fortuna de tener ese don precioso para escribir o siquiera
relatar la crónica de los acontecimientos, y por supuesto hacerlo sobre tan importante
tema. Pero esta es una oportunidad que amerita el esfuerzo de traerles hoy la
información que algunos de los presentes tuvieron a bien enviar a la oficina de Asuntos
Internacionales de la Policía Nacional. De igual manera, relatarles algunos apartes de
amplios trabajos escritos, que sobre el tema de nuestra historia han elaborado ilustres
policías y ciudadanos colombianos quienes han querido perpetuar la crónica de nuestra
Institución por más de un siglo, y que ustedes conocen.

Para comenzar, quisiera recordar que el gobierno colombiano de finales del siglo XIX
contrató a un legendario comisario francés llamado Juan María Marcelino Gilibert, a
quien se le encomendó la tarea de organizar un cuerpo de policía que se ajustara a las
necesidades de la época. Tal vez sea este acontecimiento, el punto de partida de lo que
sería la cooperación internacional que ha vivido nuestra Institución hasta nuestros días.
Posteriormente, en los comienzos y mediados del siglo pasado vendrían algunas
“misiones extranjeras” que marcaron importantes hitos en la estructura de la Policía
Nacional, a tal punto me atrevo a decir, que esto nos hizo tener una cultura de apertura
a la presencia de colegas extranjeros al interior de la fuerza. Esta presencia no se limitó
sólo al carácter de asesoramiento sino también al desarrollo de investigaciones
especiales muy puntuales, pese a que el crimen por aquellos tiempos no tuviera el
carácter de transnacional como lo fue después de la segunda guerra mundial.

Y es precisamente en la lucha contra el crimen transnacional, con énfasis en el campo


de la investigación, pilar fundamental en el cumplimiento del deber policial, que
actualmente tenemos la presencia de más de 30 agencias policiales, aduaneras y de
inteligencia que trabajan con nuestros hombres en el combate a las diversas
manifestaciones del delito, que se convierte en una de las mayores amenazas que tiene
el mundo actual.

En un paréntesis, propongo desde este importante escenario, con el auspicio de la


Academia de Historia de la Policía Nacional y de ustedes señores agregados y oficiales
de enlace, conocer el desarrollo histórico de lo que ha sido el crimen transnacional en el
mundo, pues debe ser a través de la historia que podamos conseguir algunas
respuestas a la etiología del crimen transnacional para poder enfrentar esta grave
amenaza.

El reto que tienen las diferentes instituciones policiales y agencias encargadas de la


seguridad interna de todos nuestros países, debe motivar a los organismos
multilaterales como Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, en
apoyar cada vez más la cooperación policial eliminando paradigmas y barreras que nos
permitan darle un sentido más realista y oportuno a la labor policial de las diferentes
agencias del mundo, al menos repito, a nivel continental o hemisférico como ya existe
en otras partes del mundo.

Las agregadurías extranjeras de policía en nuestro país eran muy pocas a mediados de
los años setenta; el incremento de la apertura de las mismas y la aparición de los
oficiales de enlaces policiales, aduaneros y de inteligencia, tuvo su auge a raíz del delito
del narcotráfico. Pero es en el marco de la Convención de Viena contra el tráfico ilícito
de drogas de las Naciones Unidas de 1988, que los diferentes gobiernos con los cuales
nuestro país sostiene relaciones diplomáticas incrementan la presencia de oficiales de
policía en sus sedes diplomáticas, buscando de esta manera incrementar la cooperación
policial.

Sin más preámbulos, me permitiré describir históricamente la presencia de las diferentes


misiones policiales extranjeras que han pasado por nuestro país, en estricto orden
alfabético de acuerdo con protocolo diplomático.

ALEMANIA

El gobierno de Alemania dispuso desde 1992 la apertura de una oficina de enlace a


través de la Agencia Criminal Federal BKA, por sus siglas en alemán, quienes tienen la
responsabilidad de las funciones policiales en el país germano.

Con Alemania mantenemos un acuerdo de cooperación judicial y a través de la


Convención de Viena contra las drogas tenemos intercambio permanente de expertos
para la lucha contra el narcotráfico y delitos conexos.

La señora Martina Zapata y el señor Herman Loch, miembros activos de la BKA son los
actuales oficiales de enlace.

ARGENTINA

A comienzos de 1998 el gobierno argentino decide abrir una oficina de enlace en


inteligencia policial en la embajada con el fin de incrementar el intercambio de
información entre la Policía Nacional, DAS y Fiscalía. En 1993 hay presencia de
personal adscrito a la gendarmería pero su misión es únicamente para la seguridad
interna de la sede diplomática y del embajador.

El señor Enrique Medina Artola, oficial de la Policía Federal Argentina, fue contratado
por el gobierno colombiano en junio de 1928 con el fin de implantar un sistema
dactiloscópico el cual reemplazó la identificación antropométrica francesa. Esta en sí ha
sido la única misión argentina.

Sin embargo, en los años ochenta varios oficiales de la Policía Nacional realizaron
cursos de criminalística en Buenos Aires, Argentina. El señor Héctor Ramón Silva,
Ministro Consejero, y Lucio Strazza, Consejero, están al frente de la oficina de Enlace
argentina en nuestro país.

AUSTRALIA

En 1998 la Policía Federal de Australia nombra un oficial de enlace itinerante para


asuntos policiales en Colombia. La sede de este oficial se encontraba en Caracas,
Venezuela. Debido al incremento del narcotráfico y delitos conexos entre los dos países,
el gobierno australiano decide trasladar definitivamente al oficial de enlace a Bogotá a
partir del presente año, pese a tener la embajada para Colombia en la vecina hermana
República bolivariana de Venezuela, la Policía Federal Australiana abrió una oficina
para tal fin en Bogotá. La oficina de enlace es responsabilidad del Jefe Superintendente,
coronel, Garay O’Neill.

BÉLGICA

La agregaduría policial de Bélgica abrió sus oficinas en la ciudad de Bogotá en 1993,


con competencia para actuar en los países de la región Andina y Centroamérica,
excluyendo México. Por disposición del gobierno belga, la Policía sufrió una
transformación ya que se convirtió en una sola institución actuando en los dos niveles:
federal y local. Dentro de dicha estructura traslado su sede a la ciudad de Caracas
donde actualmente opera para la región. El agregado de Policía es el señor coronel
Frans Jennes.

BRASIL

La representación policial está a cargo de la Policía Federal de Brasil desde 1999, sin
embargo se han realizado varias operaciones con la Policía Nacional en el
desmantelamiento de las redes de narcotraficantes que operan en la región fronteriza
desde 1990. El oficial de enlace de la Policía Federal es el señor Delegado Antonio
César Fernández Núñez.

BOLIVIA
A través de la ley orgánica de la Policía Nacional promulgada en abril de 1985,
comienza el intercambio de representantes policiales en misiones diplomáticas en el
marco del principio internacional de reciprocidad y de acuerdo con las necesidades del
país. En 1999 se abre la agregaduría en Colombia en donde ha cumplido un papel
destacado en el intercambio docente y de doctrina entre las dos instituciones.
Recientemente nos visitó su Director, el señor comandante general Walter Osinaga
Zambrano, quien manifestó su voluntad de suscribir un acuerdo de cooperación
interinstitucional con la Policía Nacional de Colombia para el año 2002. Su actual
agregado es el señor Coronel Edwin Vargas Flores.

CANADÁ

El primer oficial de enlace de la Real Policía Montada del Canadá fue el señor Raymond
Boisvert en 1975. Desde ese entonces Canadá ha estado enviando oficiales de enlace
cada dos o tres años periódicamente. Para la Real Policía Montada del Canadá es
importante el tiempo de la comisión, ya que es política de la institución que el oficial
pueda interactuar con la Policía de cada país de una manera eficiente y logre
acomodarse a las costumbres y cultura de cada país. La Real Policía Montada
estableció el servicio de oficiales de enlace desde 1975. Estos oficiales son
seleccionados por una junta de oficiales de alto rango que analizan las siguientes
aptitudes: experiencia operacional en diferentes campos y la capacidad del lenguaje.
Para Colombia los oficiales deben tener amplia experiencia en el combate al delito del
narcotráfico y conexos. La oficina de la Real Policía Montada del Canadá en Bogotá,
atiende los diferentes casos en los siguientes países: Bolivia, Costa Rica, Chile,
Ecuador, Panamá y Perú.

Los oficiales de enlace son los señores Jaime Sebastián y Gustavo Álvarez, oficiales de
la Real Policía Montada del Canadá.

CHILE

Carabineros de Chile tiene la oficina del agregado desde 1994. Esta noble institución,
mediante contrato celebrado en 1936 por el término de dos años, realizó cursos de
perfeccionamiento en diferentes áreas, asesoraron el plan general sobre los servicios de
policía en el territorio nacional, redactaron reglamentos y reorganizaron la policía rural
montada, entre otros. Esta primera misión estuvo conformada por el coronel Armando
Romo Boza, capitán Belarmino Torres y teniente Emilio Oelckers Hollstein, de grata
recordación. En 1958 comenzó la segunda misión chilena, siendo esta valiosa en su
aporte a la preparación y formación del personal de nuestra institución en todos sus
grados. Hicieron parte de esta el mayor Jorge Aranda Parra, capitán Braulio Saavedra
Morales y capitán Eduardo Gordon Cañas, quienes permanecieron en Colombia por
cerca de cuatro años.

Existe un acuerdo de cooperación vigente entre Carabineros de Chile y la Policía


Nacional de Colombia suscrito en Bogotá en 1999.
Hoy día la agregaduría está bajo la responsabilidad del señor coronel de carabineros
Lorenzo González Cabezas.

COREA

El gobierno de Corea dispuso la apertura de una oficina de enlace en asuntos de


seguridad y de inteligencia policial a partir del año 1994. Su primer oficial de enlace fue
el señor Boeng Seink Lee quien estrechó los lazos de cooperación e intercambio de
información entre la policía y el servicio de seguridad e inteligencia del ministerio de
relaciones exteriores de Corea. Su actual oficial de enlace es el señor Hae Rho Kwon,
Consejero y Agregado de Seguridad.

ECUADOR

El señor coronel de Policía, estado mayor, Humberto León Polo, en 1977 se convirtió en
el primer agregado de policía del Ecuador en nuestro país. Desde ese entonces han
ocupado este cargo 22 oficiales más, algunos de ellos alcanzaron la dirección de la
Institución .La agregaduría de policía del Ecuador, ha cumplido un papel destacado
desde su inicio, especialmente en lo referente a cursos de capacitación en diferentes
áreas del saber policial. En la pasada década se incrementó la cooperación mediante la
realización de varias operaciones conjuntas contra la delincuencia organizada que opera
entre los dos países. Con la Policía del Ecuador hay vigente un acuerdo de cooperación
policial suscrito en Quito en 1979. Su actual Comandante Ge-neral, señor general
inspector ingeniero Jorge Molina Núñez, durante su reciente visita manifestó su deseo
de renovar el acuerdo entre las dos instituciones para el próximo año. El actual
agregado de policía es el señor coronel licenciado Ángel Bolívar Cisneros Galarza y el
adjunto es el señor mayor Bolívar Ruiz Llerena.

ESPAÑA

Inicialmente el reino de España estableció una agregaduría con el envío de un


representante de la Guardia Civil Española, la cual funcionó hasta hace pocos años. El
Ministerio del Interior autorizó al Cuerpo Nacional de Policía de España para desplazar
un oficial de enlace para ocuparse de los temas relativos al combate del crimen
transnacional desde 1995. Debemos remontarnos al año de 1916 cuando el gobierno de
turno contrató los servicios de dos instructores de la guardia civil, el comandante José
Agudo Pintado y el capitán Osuna y Pineda, quienes implantaron un sistema de
identificación mediante dactiloscopia monodactilar. Al capitán Osuna y Pineda, se le
extendió su contrato hasta 1930, organizando las secciones de policía Boyacá,
Cundinamarca y Tolima.

La segunda misión Española fue contratada por el gobierno en 1935, llegando al país el
doctor Manuel Vera Arambari quien introdujo modificaciones al sistema de identificación
establecido durante la primera misión. Durante este tiempo la Policía Nacional tenía un
excelente gabinete central de identificación que lamentablemente se perdió durante los
trágicos acontecimientos del 9 de abril de 1948.

Actualmente se tiene un acuerdo de cooperación entre el Cuerpo Nacional de Policía de


España y la Policía Nacional de Colombia, firmado en Madrid en diciembre de 1998, el
cual ha permitido el incremento de la instrucción en diferentes aspectos policiales los
cuales han sido un importante soporte en las operaciones coordinadas que realizan las
dos instituciones. La oficina de enlace del Ministerio del Interior del Reino de España
está conformada por el agregado señor José Luis Flores Gil y como adjunto el señor
Santos Lázaro Martín.

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

En 1939 llegó al país el señor Edgar Thompson, miembro del FBI quien se dedicó a la
instrucción directa del personal de detectives y a la organización del Departamento
Nacional de Seguridad. El señor Thompson pereció en un lamentable accidente aéreo
en Honda.

En 1963 se da inicio a la segunda misión norteamericana y la integraban los señores


John Doney, Salvador Romero, Dale Callier y Mark Redlin, cuyo propósito era el de
asesorar el desarrollo técnico de la Institución, especialmente en lo referente a la policía
judicial y criminalista.

Hacia 1972 prácticamente comienza la tercera misión norteamericana, con el auspicio


de la misión diplomática acreditada en nuestro país, la cual estuvo enfocada al
establecimiento de la oficina de la Agencia Central Antidrogas, DEA. Posteriormente
comienza el apoyo logístico en la lucha contra el narcotráfico, en lo referente a la
erradicación e interdicción de los cultivos de marihuana y coca por parte del
departamento de Estado mediante la oficina para el control de narcóticos, NAS, por sus
siglas en inglés.

Esta ayuda dio impulso a la creación de la Dirección Antinarcóticos y de la aviación


policial, especialmente en instrucción en operaciones policiales urbanas y rurales,
inteligencia, pilotaje y técnicos en aviación. Hoy día el gobierno de los Estados Unidos
tiene oficiales de enlace que hacen parte de las diferentes agencias dedicadas a
combatir el crimen, especialmente el delito del narcotráfico, terrorismo y crimen
transnacional en general. Entre ellas se encuentra el FBI, DEA, CIA, el servicio de
guardacostas, servicio secreto, ATF (Agencia para el control de armas, explosivos,
alcohol y tabaco), el servicio de aduana y la agregaduría de defensa.

Con los Estados Unidos de América se encuentra vigente un convenio entre los dos
gobiernos y el cual establece la cooperación y control al narcotráfico y otros delitos,
entre las diferentes agencias con la Policía Nacional, firmado en 1997.
Desde 1993, se determinó que la agregaduría de policía estuviera representada por el
oficial del servicio de guardacostas. Actualmente es el señor capitán de fragata Douglas
Eames.

FRANCIA

La primera misión francesa fue la de nuestro actual fundador, el comisario excepcional


Juan María Marcelino Gilibert, quien en ese entonces es contratado por el gobierno de
Carlos Holguín para la organización del primer cuerpo de policía. Durante 19 años,
Marcelino Gilibert estableció el servicio y la normatividad interna de la naciente
Institución.

En 1920 se da inicio a lo que sería la segunda misión francesa debido al éxito de la


primera de ellas. Estaba compuesta por los instructores Albert Bringe y George Drout,
quienes implantaron nuevos métodos disciplinarios, de vigilancia y servicio. También
sobre enseñanza técnica y práctica de la antropometría, medios de investigación
criminal, organización de un servicio central de policía en la capital y regulación a la
admisión de extranjeros en el territorio de la república.

Desde inicios de la década de los setenta la representación policial estaba bajo la


responsabilidad de la gendarmería francesa. Durante la década de los ochenta se
realizaron algunos cursos de adiestramiento por parte de la gendarmería y la Policía
francesa para oficiales colombianos en diferentes áreas. Pero fue en 1989 durante la
visita a Colombia del presidente de la República francesa François Mitterrand, que se
decidió de común acuerdo reforzar la cooperación bilateral con la instalación en 1990
de una delegación del SCTIP (Servicio de Cooperación Técnica Internacional de la
Policía Francesa), encargada de implementar los intercambios técnicos entre las
instituciones competentes entre los dos países.

De igual manera, en 1998 se establecen dos oficiales de enlace para la cooperación e


intercambio de información en la lucha antinarcóticos y delitos conexos.
Actualmente la oficina de Enlace de la Policía Nacional francesa tiene la misión de
continuar con el apoyo en diferentes áreas a la Policía Nacional, bajo el liderazgo del
señor prefecto Serge Antony.

Capítulo especial merece también la cooperación establecida entre la Policía Nacional y


la aduana francesa. Desde 1992 el gobierno francés decidió establecer una oficina de
enlace aduanero en Bogotá, debido a que esta institución tiene bajo su cargo el control
de todas las mercancías que ingresan al país galo. Su apoyo vital a las operaciones
antinarcóticos ha sido esencial en los resultados presentados en la última década por
parte de la Institución. De igual manera apoya en forma permanente un programa de
instrucción para unidades caninas en la escuela francesa de La Rochelle, en lo referente
al control del narcotráfico en puertos y aeropuertos. Su oficial de enlace desde 1996 es
el señor Eric Wiart.
GRAN BRETANA

El gobierno inglés ha dado una importancia especial a la cooperación con la Policía


Nacional en la lucha contra las diferentes modalidades delictivas, en especial el control
al narcotráfico. A mediados de 1948 llegaron a Bogotá 14 técnicos ingleses bajo la
dirección del coronel Douglas Gordon, meritorio jefe que había ocupado diferentes
cargos en su país y que participó en la organización de la policía en India. Esta misión
se encargó de la restauración de la Policía, difundir los fundamentos y normas
procedimentales de los servicios policiales y diseñar nuevos métodos de vigilancia.
Fruto de esta misión fue el Estatuto Orgánico de la Policía, que prevaleció por cerca de
dos décadas.

En 1989 con la llegada de una delegación del servicio especial SAS (por sus siglas en
ingles) se dio inicio a lo que sería la segunda misión inglesa, enfocada hacia la
preparación de unidades antinarcóticos en la lucha contra el narcotráfico en la selva.
Dicha instrucción apuntaba a la búsqueda y control de laboratorios para el
procesamiento de droga en la selva, operaciones tipo comando, fluviales y de
supervivencia.

Posteriormente también abarcaría la instrucción en inteligencia, comunicaciones y


radiogoniometría. A este entrenamiento se le denomino Curso Jungla, el cual continúa
hasta la fecha. También el gobierno de su majestad incrementó la cooperación con el
envío de oficiales aduaneros y de inteligencia con el fin de acrecentar más la
cooperación con la Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos mediante el nombramiento
de oficiales de enlace aduaneros y de inteligencia para el combate al delito de
narcotráfico, crimen transnacional y terrorismo.

Con el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda se tiene un acuerdo de asistencia


penal firmado en Bogotá en 1997 y un memorando de entendimiento para asistencia en
entrenamiento para la Policía Nacional firmado por los dos gobiernos en Bogotá en
septiembre de 1998.

Actualmente se tiene una oficina de Enlace que está bajo la dirección del señor
Reginald James. La agregaduría de defensa bajo el comando del coronel Robert Griffith
y el capitán Jim Muth.

HOLANDA

La Real Policía del Reino de los Países Bajos y Luxemburgo, instaló en su embajada de
Bogotá, una oficina de enlace desde 1991, con el fin de cooperar en la lucha contra el
narcotráfico entre los dos países. Durante este tiempo se han desarrollado múltiples
operaciones internacionales con excelentes resultados.
Debido a lo anterior se suscribió un acuerdo de voluntades en seguridad portuaria el
cual fue firmado en Bogotá en 1997, el cual ha permitido el incremento en
entrenamiento de las unidades antinarcóticos en el puerto de Róterdam, particularmente
en inspecciones subacuáticas, registro de naves por parte de unidades caninas. En
visita reciente del Director de la Policía holandesa, señor Beuvin se actualizó este
acuerdo de cooperación.

Hoy día, la oficina de enlace está bajo la dirección del señor Joost van Slobbe y los
adjuntos Harry van Haaren y Guus de Weille, todos ellos oficiales activos de la Policía
holandesa.

ISRAEL

Debido al incremento del consumo de drogas y narcotráfico proveniente de Suramérica


en Israel, el ministerio del Interior decide en 1996 crear un oficial de la oficina de Enlace
de la Policía de Israel en Miami. Posteriormente se traslada la oficina a Bogotá en 1999.
Mediante esta oficina se impulsaron las visitas de los directores de ambas instituciones
a los respectivos países. La Policía israelí sólo tiene ocho oficinas de enlace, siendo una
de las más importantes la de Colombia.

El actual oficial de Enlace es el coronel Víctor Maor, primer agregado y quien tiene
amplia experiencia en materia del crimen transnacional.

JAPÓN

De acuerdo a la normatividad interna del Ministerio de Relaciones del Japón, los


consulados de las diferentes embajadas en el mundo están bajo el control de oficiales
activos de la Policía del Japón. Desde 1990 el papel de los cónsules designados en
Colombia ha sido el de interactuar con la Policía Nacional y demás agencia encargadas
de la seguridad en nuestro país.

El consulado y la oficina de Enlace y Seguridad han incrementado la cooperación en


materia de instrucción a varios de nuestros oficiales desde hace 10 años a través de la
agencia de Cooperación Cultural Japonesa (JICA) por sus siglas en inglés.

Actualmente el Cónsul es el señor Masami Masuda, oficial activo de la Policía japonesa.

ITALIA

A partir de 1992 el gobierno italiano promueve la apertura de una oficina de enlace en


su embajada con representantes de los carabinieri y la Policía D’ Stato. El primer oficial
de enlace fue el señor Vicenzo Boncoraglio. Desde esa fecha se han realizado
operaciones en conjunto con la Policía Nacional, dentro de las cuales cabe resaltar la
Operación Pilota Fase I y II, las cuales arrojaron excelentes resultados en contra de las
organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico entre los dos países.
Posteriormente, con la llegada del señor Piero Innocenti, de la Polizia D’Stato y el
Coronel Demetrio Piras, de los carabinieri, se dio impulso a la Cooperación policial
entre los dos países, al igual que la asistencia judicial en diversos campos. Durante
1994 y 1998 la Policía Nacional tenía un oficial de Enlace acreditado en Roma, debido al
ajuste presupuestal no ha sido posible el envío de nuestros enlaces. Es probable que
con la firma de un acuerdo promovido por los dos gobiernos para el año 2002 se instale
una agregaduría de policía en la embajada de Colombia en Italia.

El actual agregado de los carabinieri es el señor coronel Demetrio Piras.

ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

La oficina de Enlace de la Procuraduría General de la República se abrió hace cuatro


años con el ánimo de estrechar la cooperación judicial y policial entre los dos países en
el combate al narcotráfico. El primer y único oficial de enlace es el licenciado Eduardo
Gorab.

PERÚ

La agregaduría policial del Perú en Colombia es abierta por la antigua Guardia Civil del
Perú en 1985, con la finalidad de estrechar la cooperación e intercambio de información
con su homóloga la Policía Nacional. El Coronel Fernando Dianderas Ottone fue el
primer representante que tuvo esta agregaduría.

De 1989 a 1994 se cerró la agregaduría por disposición del gobierno peruano, por
encontrarse las tres policías peruanas (Guardia Civil, Guardia Republicana y Policía de
Investigaciones), en reorganización para luego crear la actual Policía Nacional del Perú.

En 1995 se abre nuevamente la agregaduría policial del Perú en Colombia con el


coronel Juan del Águila Baluarte.

Durante la década de los 80 la Policía Nacional recibió en la entonces Escuela de


Cadetes de Policía General Santander, varios cadetes que egresaron como oficiales
honorarios del alma máter policial. También en la última década se realizaron múltiples
operaciones internacionales con la Policía peruana en lo referente al combate del
narcotráfico entre las dos naciones.

Actualmente tenemos un acuerdo de prevención y represión al narcotráfico suscrito en


Lima en 1986.

En su reciente visita a Colombia del señor general Julio Salas Pino, Director de
Instrucción y Doctrina de la Policía Nacional del Perú, se propuso la firma de un
acuerdo de cooperación entre las dos instituciones para el año 2002.

El señor comandante Héctor Espinosa Andía es el Agregado Policial del Perú hoy día.
POLONIA

Establece a partir del año 2000 la presencia de un oficial de la Policía Nacional de


Polonia, quien también ejerce funciones consulares. El gobierno polaco manifestó su
deseo de promover una visita para la firma de un acuerdo de cooperación entre las dos
instituciones para el próximo año.

El señor Jacek Gawryszewski, en oficial activo de la Policía polaca y tiene el cargo de


Oficial de Enlace a la fecha.
RUMANIA

La sección política de la embajada de Rumania en nuestro país está encargada de la


oficina de Enlace, a través de un representante desde el año 2000; esta oficina ha
venido incrementando la cooperación entre las dos instituciones. El gobierno de
Rumania está interesado en fortalecer el vínculo con la Policía Nacional a través de un
acuerdo de cooperación firmado en el año 2002. De igual manera crear un cuadro
jurídico moderno y actualizado de asistencia policial. Es de aclarar que la Policía
Nacional de Rumania depende del Ministerio del Interior de ese país.

El señor Virgilio Faur, Consejero Político, tiene a su cargo la oficina de Enlace.

RUSIA

A partir de 1992, la oficina de seguridad Interna de la Embajada de la Federación de


Rusia, inicia un acercamiento directo con la Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos,
con el fin de intercambiar información de inteligencia en materia de narcotráfico,
mediante la firma de un convenio entre el gobierno de la República de Colombia y la
Federación de Rusia sobre cooperación en la lucha contra el tráfico ilícito de
estupefacientes y sustancias sicotrópicas y delitos conexos, firmado en Bogotá en 1997.
Son los actuales oficiales de enlace el coronel Estanislav Osipov y Bladislav Boldiren.

VENEZUELA

La Agregaduría de las Fuerzas Armadas de Cooperación fue formalizada en 1982 por


parte del Ministerio de la Defensa, siendo el primer agregado de la Guardia Nacional el
coronel Ananías Lagos Sánchez. Desde entonces se ha incrementado la cooperación
entre las dos instituciones tanto en el plano operacional como en el de instrucción. La
Guardia Nacional de la hermana República Bolivariana de Venezuela sostiene
reuniones periódicas con los diferentes comandos de departamento de policía
colombianos, a través de sus destacamentos situados a lo largo y ancho de la frontera
con nuestro país. Es necesario señalar que los dos últimos años el intercambio de
oficiales estudiantes en diferentes áreas policiales se ha incrementado al igual que el
permanente intercambio de información con el fin de neutralizar el crimen transnacional.

El acuerdo de cooperación judicial y combate al narcotráfico suscrito por ambos


gobiernos en el Puente Simón Bolívar en 1998 se encuentra vigente y con la visita
reciente del señor general de división Carlos Rafael Alfonso Martínez, Inspector General
de la Guardia Nacional, se coordina la firma de un acuerdo de cooperación entre las dos
instituciones para el próximo año.

El señor coronel, Guardia Nacional, Alexis Leal Bárrase es el agregado de las Fuerzas
Armadas de Cooperación.

Este es el panorama histórico que no puedo finalizar sin antes referirme, a la proyección
internacional de la Policía Nacional diseñada por nuestro actual Director General el
señor general Luis Ernesto Gilibert Vargas, en el sentido de liderar un acuerdo a través
de la Organización de Estados Americanos, OEA, para la creación de un ente que
agrupe los organismos policiales, aduanero, de seguridad e instituciones encargadas
de la seguridad ciudadana en cada uno de los países miembros de esta organización
multilateral, con el fin de sobrepasar las fronteras físicas que actualmente tenemos,
aunando esfuerzos conjuntos para preservar la paz y seguridad interna de nuestros
países y la lucha contra las amenazas que se ciernen sobre la humanidad
representadas en el crimen transnacional, en especial el narcotráfico y el terrorismo. De
igual manera la apertura de nuevas oficinas de enlace y agregadurías policiales
colombianas en Europa, países del Este de Europa, y del Extremo Oriente.

Con lo anterior me permito dar cierre a la sinopsis histórica de las Agregadurías de


Policía en Colombia.

Gracias.
LA POLICÍA DE CALDAS,
UN PASADO DE HONOR ANTE LA HISTORIA
Discurso de orden, pronunciado por el señor coronel Mauricio
Gómez Guzmán, en la sesión solemne prevista para dar
creación al “capítulo Caldas” de la Academia Colombiana de
Historia Policial, acto realizado en el auditorio de
“Confamiliares” en la ciudad de Manizales el día viernes 23 de
noviembre de 2001.

Con verdadero orgullo de policía y como Comandante de este departamento,


recibo con honor la designación de Presidente Honorario del capítulo de historia de la
Policía de Caldas. Difícil hallar palabras adecuadas para traducir las emociones que
surgen en mi espíritu al estar frente a ustedes, pero en especial por la presencia de los
miembros de la Academia Colombiana de Historia de la Policía Nacional, así como de
los invitados especiales que se hallan en este auditorio, una sociedad amiga que nos
brinda su afecto con su tradicional generosidad.

He titulado este corto discurso “Un pasado de honor ante la historia” contextual
utilizando algunas fechas, lugares y personas, que merecen ser tenidas en cuenta toda
vez que de allí se desprende la intención que nos ocupa.
Hoy recordamos que hace 152 años, el 12 de octubre de 1849, nace la bella ciudad
de Manizales, sobre montañas abruptas, entre los ariscos farallones, emporio de
riqueza, centro de cultura, espléndida manifestación del arte y del esfuerzo como
ninguna.

La institución policial caldense que conocemos en la actualidad, data del siglo


antepasado; durante la presidencia de José Hilario López, el día 7 de enero de 1850,
el Alcalde de Manizales, don Antonio Ceballos, nombra para la seguridad de la región a
los comisarios, policiales don Esteban Escobar para El Poblado, a don Francisco
Londoño para La Enea, a don Nicolás Pineda para La Guaca, a don Antonio María
Martínez, para La Linda y a don Antonio Quintero para El Tablazo.

Transcurrido algún tiempo se designaron comisarios o jefes de Policía, para las


fracciones de Sierra Morena, El Águila, La Cabaña, La Linda, El Tablazo y Chinchiná
(hoy Villamaría), estos cargos eran honoríficos y los desempeñaban personas de
reconocida honorabilidad por un lapso no mayor a seis meses.

En 1857, el día sábado 28 de noviembre, nace la fuerza pública de orden y servicios,


perteneciente al Estado Soberano de Antioquia , de la cual Manizales hacía parte.
A raíz de las guerras civiles aparece la delincuencia en esta región, haciéndose
necesario crear la primera inspección de Policía en Manizales en el año de 1875,
siendo su primer Inspector don Eugenio María Ángel.

En 1876 se crea y nace el servicio de Gendarmería; nombre que recibían los


agentes de policía en Manizales, estos eran los encargados del orden y del
cumplimiento de las leyes; tan solo eran tres gendarmes, que portaban bayoneta, sable
y fusil Rémington; su vestimenta estaba compuesta por un saco corto apretado con
ribetes rojos, botones dorados, con el escudo nacional, los pantalones llevaban gabán
de paño con una franja roja de un centímetro de ancho, kepis con gabán rojo y visera de
cuero ancho rolado.

Los dos primeros barrios, denominados el Oriental y el Occidental. Resultaron


como consecuencia de la nueva división territorial de Manizales promulgada en el
año de 1888, por los prefectos don Marcelino Arango Palacio, don Pablo Jaramillo y
don Alejandro Gutiérrez, que ordenaron al inspector de Policía designar hasta seis
gendarmes, elegidos entre los vecinos honorables, para velar por la seguridad de los
barrios.
El primer reglamento de policía elaborado en Manizales fue aprobado el día 12 de
abril de 1891 por el presidente del concejo, don Alejandro Gutiérrez; estuvo como
secretario don José María Piedrahíta y sancionado por el Alcalde General, don
Rafael Jaramillo Uribe.

El honorable Concejo Municipal, a través de su presidente, por acuerdo No. 2 del


sábado 5 de enero de 1895, y el Alcalde don Luis Jaramillo, crearon en Manizales el
cuerpo de vigilantes denominados “serenos” siendo sus principales gestores los
señores don José Miguel Arango, don José Joaquín Arango y don Juan de Dios
Jaramillo, quienes con Don Alejandro Gutiérrez, pueden considerarse como los
primeros gestores de la creación de la Policía en Manizales y por ende de Caldas.

Con la creación del departamento de Caldas por parte de la Constituyente Nacional que
promulgó la ley 17 del 11 de abril de 1905 sancionada por el Presidente, general
Rafael Reyes se conformó el cuerpo de Policía Caldas el que fue creado por decreto
No. 030 del 14 de julio de 1905, firmado por el primer Gobernador del Departamento
de Caldas, Don Alejandro Gutiérrez.

El primer comandante fue Ángel María Avendaño; posteriormente estuvieron al mando


de la Policía don Calixto Botero, Eloy Gómez, Santiago Ruiz Camargo, Jorge Restrepo
Ochoa y Alberto Uribe Piedrahíta entre otros. Los Policías eran nombrados por el
alcalde, esta modalidad se mantuvo por varios años.

Para esa época existía la policía departamental y la municipal; sólo en 1918 se unificó
en una sola y en ese entonces el departamento contaba con 50 policías; sin embargo,
en 1926 nuevamente se crea la policía municipal, que duró hasta 1959, fecha en que
fue nacionalizada por el gobierno de Alberto Lleras Camargo, mediante decreto
2865 del 16 de diciembre de 1960, como Departamento de Policía Caldas, antes
División Caldas.

En el año de 1926, mediante la ordenanza No. 3 del 23 de marzo, se creó en


Manizales una escuela de detectives, conformada por personal de la Policía de
Caldas y en 1932, por Decreto 241 del 12 de mayo el Gobernador don Jorge Garner,
crea la “Escuela de preparación de Caldas”, estas dos escuelas llegaron a ser tan
técnicas y avanzadas que dieron origen la oficina de Identificación, creada mediante
ordenanza No. 34 del primero de mayo de 1934, como dependencia de la Policía
Departamental; esta técnica estaba basada en la identificación dactiloscópica,
siguiendo el sistema del argentino don Juan Vucetich, complementado con las
filiaciones biográficas, filiativos penales y el retrato del identificado.
Como consecuencia de los brotes de inseguridad rural, especialmente por el robo
de ganado, en los municipios de Risaralda, Balboa, Belalcazar, Anserma y Apía,
el doctor Luis Jaramillo Montoya, Gobernador del Departamento, a través del decreto
No. 667 del 7 de noviembre de 1934 crea la “Escuela de Policía Rural Especial” .

Posteriormente, siendo gobernador el doctor Carlos Arturo Jaramillo, la asamblea de


Caldas expide la ordenanza No. 186 del 10 de enero de 1949, que crea la “Escuela
de Policía Caldas” en la calle 24, ubicada entre carreras 20 y 21, hoy Inurbe, cuya
edificación era en cedro rojo cultivado en esta región y su decoración elaborada por
maestros quiteños, funcionaba bajo la inmediata rectoría del Comandante de la Policía
Nacional, División Caldas.

La Escuela de Policía Caldas tenía tres secciones dedicadas a la formación y


capacitación:

La 1ª. Para quienes aspiraran a formar parte del cuerpo de Policía Caldas

La 2ª. Para el personal que ya pertenecía a la Institución

La 3ª. Para oficiales y suboficiales.

Para atender los gastos del instituto se destinó la suma de $50.000 pesos y se
estableció entre otros, que en caso de que la rectoría estuviera a cargo del
Comandante de la Policía Nacional, división Caldas, el gobernador sería el encargado
de su vigilancia y organización.

En el año de 1951, el Gobernador de Caldas, doctor José Restrepo Res-trepo, tuvo


la oportunidad de conocer en la ciudad de Medellín la escuela de policía, razón por
la cual comunicó al comando de policía del Departamento de Caldas a cargo del
coronel Antonio Puerto Rodríguez, el deseo de volver realidad la ordenanza
promulgada por la asamblea.
Un año después, el Gobierno Nacional, por el Decreto No. 1996 de 1952, autoriza al
gobierno departamental la compra de los terrenos con destino a la escuela de
carabineros, que fue bautizada con el nombre del ilustre patricio y primer gobernador del
departamento “Alejandro Gutiérrez” siendo su primer Director el teniente Alfredo Castro
Álvarez.

Con esta sucinta remembranza producto del estudio y trabajo de algunos colaboradores
Caldenses, inquietos por su historia, quiero invitar, motivar y comprometer a los
miembros de este nuevo capítulo de historia a seguir recopilando los antecedentes que
nos permiten conocer el desenvolvimiento histórico de nuestros policías en este
departamento.

El capítulo de historia policial, posee un buen número de fotografías, manuscritos de


los siglos XIX y XX y otras fuentes documentales que nos permiten descubrir la verdad
histórica, con lo cual queda plasmada nuestra intención de escribir sobre la policía de
Caldas, basados en el decir “que hablen los documentos”, así se hace la historia; que
es la relación de los hechos ciertos transmitidos por un testigo fidedigno y mucho más
cuando el palimpsesto está respaldado por otro material.

Muchas gracias.
CRÓNICA HISTÓRICA SOBRE LA CREACIÓN
DEL DEPARTAMENTO DE POLICÍA RISARALDA

Discurso de orden pronunciado por el señor teniente coronel (r) Luis


Eduardo Altamar Valdivia, en la sesión solemne prevista para dar
creación al “capitulo Risaralda” de la Academia Colombiana de Historia
Policial, acto realizado en el salón Opirama del Hotel Melia de la ciudad
de Pereira, el día 23 de noviembre de 2001.

Corría el año de 1966, iniciando su periplo. El viejo Caldas, el departamento modelo en


los asuntos de la cultura y el arte, el de las gentes de naturaleza amable y cordial, el de
rancias y acogedoras costumbres, herencia de los abuelos, la región más rica que
generaba el 40% de la riqueza nacional a través del monocultivo del café y el de la
porción territorial con las características más disímiles en su conformación étnica,
atravesaba desde hacía 17 meses la agónica incertidumbre de ser desmembrado como
consecuencia de las controversias de índole e intereses políticos y culturales en
prolongados debates en el Parlamento que conllevaría a la conquista e independencia
de la autonomía política y administrativa de una parte de su territorio, la más rica de su
haber económico.

Ya en 1965, a mediados del año, siendo presidente de la República el doctor Guillermo


León Valencia, se iniciaba el movimiento separatista liderado por el Senador Camilo
Mejía Duque.

En la época del acontecimiento que se esperaba, asumía la primera magistratura de la


Nación, el doctor Carlos Lleras Restrepo; al frente del Ministerio de la Defensa,
responsable del manejo del orden público se hallaba comprometido el general Gerardo
Ayerbe Cháux con su colaborador inmediato en los asuntos de la policía, el brigadier
general Bernardo Camacho Leyva, como Director de la Policía Nacional, así como el
mayor Mario Castillo Ruiz, Comandante del Departamento de Policía Caldas.

Si nos ajustamos a lo expresado por los aconteceres del recuerdo, todavía vivos en la
memoria de los actores y protagonistas del movimiento cívico-cultural y político que
originaron el ente territorial del departamento de Risaralda, entre otros el doctor
Guillermo Ángel Ramírez, que narra lo concerniente a lo que fue ese nacimiento, en
carta enviada al señor Guillermo Alzate Fernández, autor de la obra “Desmembración de
la mariposa verde”, segunda parte, que a su vez es el prólogo mismo del texto, nos dice:
...“La desmembración de la mariposa verde obedece a un proceso biológico iniciado en
la transformación de la oruga y que no implica la extinción vital del insecto, sino su
expresión con renovadas formas de prolongación de la especie. Así lo expresé en el
discurso que a nombre de la junta, pronuncié ante la comisión del Congreso que vino a
Pereira a estudiar la viabilidad de la nueva entidad administrativa y que usted transcribió
en la obra, y ya lo había manifestado varios años antes, en otra ocasión así lo expresé
también ante el Presidente Alberto Lleras Camargo, en su visita a la ciudad. En todas
estas ocasiones los dirigentes de la campaña a favor del departamento nos limitamos a
interpretar la voluntad de un pueblo con ansia de libertad y su decisión inquebrantable
de alcanzarla en la gesta memorable y grandiosa, que usted capta de modo magistral
en su libro. La idea se convirtió en movimiento colectivo, dirigido por la junta que
presidió don Gonzalo Vallejo Restrepo con tino, inteligencia, patriotismo y desinterés
ejemplares. A su lado militamos los demás miembros de la entidad, las damas del
comité femenino, el secretario ejecutivo y los demás funcionarios y la ciudadanía de esta
región hasta coronar con el triunfo conquistado, este ideal del departamento de
Risaralda”.

Policialmente, el ente que pretendía caminar solo por las sendas de su autonomía
político-administrativa, correspondía al segundo distrito del departamento de Caldas,
como quiera que Pereira, en la época fue la segunda ciudad en importancia en lo
económico y social del citado departamento, con el slogan que se escuchaba por
doquier en emisoras, avisos, murales etc., de “ una capital próspera para un
departamento joven”, al parecer de autoría del señor Jaime López Forero, destacado
ciudadano, periodista y docente en aquellas calendas.
Pereira en consecuencia, nos decía en 1967 el autor antes mencionado, ...era
considerada el corazón de Risaralda, ubicada en un hermoso valle, a orillas del río Otún,
fundada el 24 de agosto de 1863 por el presbítero Remigio Antonio Cañarte, sobre las
ruinas de la primitiva ciudad de Cartago, recibiendo el nombre de Pereira en 1869, en
memoria del doctor José Francisco Pereira, el restaurador de la urbe.”

En la obra del doctor Guillermo Alzate Fernández, mencionada de nuevo,


“Desmembración de la mariposa verde”, expresa: la primera reunión pro- departamento
de Risaralda, se efectuó en un día de agosto de 1966, en las oficinas de la ANDI, la cual
funcionó en el edificio “José Carlos Ángel R. A dicho certamen asistieron por primera
vez, las siguientes personas: doctores Arturo Valencia Arboleda, Guillermo Ángel
Ramírez, Héctor Ángel Arcila, Hernando Gómez Montes, Gabriela Zuleta y Miguel
Álvarez de los Ríos. Esta primera reunión fue el abrebocas para iniciar en serio la
desmembración de Pereira y demás municipios del departamento adictos a la idea. Allí
fue donde el doctor Arturo Valencia Arboleda dijo: “ O tenemos un solo departamento
unido o nos dividimos en tres”. La voz popular era que el Congreso de la República no
iba a dividir en dos un departamento tan pequeño, teniendo en cuenta que la separación
del Quindío ya era un hecho cumplido. El departamento de Risaralda se daba por
descontado, no obstante que la situación era ya intolerable por la creciente enemistad
entre manizaleños y pereiranos, originada entre muchas otras cosas por el manejo que
se hacía de la maquinaria de obras públicas, de manera indiscriminada, así mismo las
consecuencias del primer riel del ferrocarril, levantado en Pereira por el secretario de
Obras Públicas, a fin de evitar las continuas tragedias en plenas calles de la Perla del
Otún, por el cruce del tren; del reloj del Ferrocarril, reclamado también por Caldas.
Todos estos detalles constituyeron el florero de Llorente, para solicitar al Congreso de la
República la desmembración del departamento de Caldas. El reemplazo fulminante del
alcalde de Pereira por negarse a entregar la maquinaria; la destitución repentina del
gobernador de Caldas por su pelea con Pereira, precipitaron y motivaron a los
congresistas para conceder la desmembración. La enemistad entre pereiranos y
manizaleños llegó a tal punto, que era imposible que se impusiera la armonía entre los
dos pueblos, desde el día en que la Asamblea de Caldas propició el desalojo de los
diputados de Risaralda por conducto de sus barras enfurecidas, al ser incapaces los
seis agentes de la policía para garantizar el orden e impedir el atropello.”

Finalmente el 1º de diciembre, el señor Presidente de la República, el doctor Carlos


Lleras Restrepo, firma la Ley 70 de 1966, llamada “El Estatuto de la Libertad”, por la cual
se creó el vigésimo departamento de la República de Colombia: Risaralda, en presencia
del Ministro de Gobierno, doctor Misael Pastrana Borrero, el primer Gobernador, Castor
Jaramillo Arrubla y el Senador Camilo Mejía Duque.

Premeditadamente, he querido traer de la mano del recuerdo, algunos aspectos


relacionados con la creación del departamento de Risaralda, por considerar oportuno
dejar establecido las circunstancias de especial arraigo en el alma de los pueblos, de
que la creación a su vez de los cuerpos de policía, obedecen y van paralelos a la
necesidad apremiante de normalizar el control ciudadano, en el ejercicio de sus
libertades individuales, hoy llamados derechos fundamentales, dentro del concepto
general de los derechos humanos.

La repercusión ocasionada en la Institución policial a nivel regional tendría que hacer


metástasis en la estructura nacional. No era, ni es lo mismo, repartir un pan en el hogar
de un solo hijo, que hacerlo para tres, en el futuro. Pasar, en el caso de Pereira, de ser
la segundona, a ocupar un lugar de honor, como capital de un departamento, era lo
mismo que anochecer como sede de un distrito de policía y amanecer como sede de un
comando de departamento.

En la época anterior a la desmembración del departamento de Caldas, la Policía


Nacional, todavía albergaba en su regazo a los escogidos, después de la depuración
propiciada al iniciarse el mandato del Frente Nacional, que continuó la reorganización de
la Institución, originada en el gobierno militar del general Rojas Pinilla. Por esta causa
algunos mandos dentro de la jerarquía de la oficialidad, engendrados dentro de la
manipulación de la maquinaria política, obedecían más a los menesteres caprichosos de
esta, que a la exigente avanzada de la capacitación y la técnica profesional del oficial
egresado del alma máter, la Escuela de Cadetes “General Santander”.

Con el nacimiento del departamento, se extinguía la institución en la región de los


llamados oficiales de dedo, o de la promoción “Ambrosio Alfinger”, en la cual las
generaciones de policías a partir de 1940 encasillaron a éstos servidores, muchos con
las cualidades y calidades para haber hecho carrera, pero que al gravitar sobre ellos el
peso de la diferencia, fueron arrollados de las filas como los hijos naturales de antaño
que no tuvieron la oportunidad de los nacidos en los hogares formalmente constituidos.
El último comandante del Distrito de Policía Pereira, en esas condiciones fue el capitán
Celimo Gómez. Quien les habla, laboró algunos meses, bajo el mando del citado
comandante, cuando ostenté el grado de teniente, hace 36 años, época en la cual salían
15 agentes en cada turno, para un total de 45 o 50 que componían la dotación de
personal de la unidad. ¡Que tiempos aquellos!, en que al término de un turno de
vigilancia, el parte rutinario al superior, se resumía en tres palabras: Sin novedad
especial.

Exactamente un mes después de la creación del departamento, mediante la resolución


Nº 00616 del 31 de enero de 1967, se determina institucionalmente la existencia del
Departamento de Policía Risaralda. Dice así la citada Resolución, que me permito
recordar, para los que vivieron el momento histórico y la conozcan los que la
desconocen.

Posteriormente, mediante la orden administrativa de personal de la Dirección General Nº


1-038, del mismo día 31 de enero de 1967, se destinó como comandante del
departamento de Policía Risaralda, al señor mayor Francisco Carrillo García, y como
segundo comandante al señor capitán Adolfo León Gómez Isaza.

El 2 de febrero, en ceremonia policial, de espectacular presentación, al son de las notas


marciales y engalanada la Plaza de Bolívar, no sólo por la vistosidad de las banderas
que flameaban al paso del viento, sino por la presencia de la hermosura de la mujer
pereirana, de la presencia de las personalidades de la capital, en la dignidad de sus
cargos, entre otros el brigadier general Juan F. Mosquera Mosquera, Subdirector de la
Policía, que presidió la ceremonia, acompañado de las autoridades del departamento,
encabezadas por el doctor Castor Jaramillo Arrubla, Gobernador, el excelentísimo señor
Baltasar Álvarez Restrepo, obispo de la diócesis, el doctor Fabio Alfonso López Salazar,
Alcalde de Pereira, el señor teniente coronel Humberto Montañez Bejar, Comandante
del Batallón San Mateo, el señor mayor Mario Castillo Ruiz, Comandante del
departamento de Policía Caldas y el señor mayor Francisco Carrillo García,
Comandante del departamento de Risaralda, en su versión inicial.

Este recibe la bandera de guerra de manos del comandante de policía Caldas, en un


traspaso simbólico del mando y que fue el mensaje paternal que se interpretó como la
extensión de una transferencia de dirección policial a la unidad que pasaba de su
responsabilidad a otro en las mismas condiciones de igualdad, en un prematuro parto
institucional, que maduró de un día para otro, bajo la égida protectora del Padre de la
Patria, presente en su pedestal con su silenciosa gloria de siglos

La sede del nuevo comando, ubicado entre las calles 41 y 42, entre las carreras 7ª y 8ª,
donde hoy se levanta la Universidad Libre y parte del colegio del Bienestar Social de la
Policía, sería testigo de las primeras dificultades en el orden de su funcionamiento y
organización. Era una edificación antigua, de bareque y piso de madera
machihembrada, con un patio en piso de tierra, como plaza de armas, que albergó la
planta de personal de un distrito más ahora, insuficiente para albergar las dotaciones del
recurso humano, oficinas y logística determinada en la Resolución 00616 del 67.

No sería esa circunstancia, el primer problema de orden administrativo y operacional.


Durante el primer año de su accionar, se dejaron sentir las consecuencias de las
represalias del departamento de Caldas, que inició el acopio de las dotaciones que le
pertenecían, disminuyendo la capacidad de desempeño de la reciente unidad. Fue así,
como el nuevo comandante, presenciaría impotente el desmonte de una parte de los
activos destinados en el pasado por el departamento de Caldas, entre otros, caballares,
atalajes, catres con sus dotaciones individuales de lencería, desapareciendo días más
tarde la unidad montada ubicada en el sector de la “Julia”, que garantizaba la prestación
del servicio de seguridad a la zona residencial que iniciaba su desarrollo a lo largo de lo
que hoy se conoce como “La Circunvalar”, con sus barrios aledaños.

Como quiera que la instalación donde se alojaba el comando de la Policía, era un anexo
de la Fábrica de Licores de Caldas, al ser desmontada ésta se quiso habilitar la
estructura para ampliar la cobertura del naciente comando, que no alcanzó a convertirse
en realidad, por el infortunado suceso que dio mucho de qué hablar al derrumbarse
buena parte de la vieja edificación, ocasionando comentarios de variada factura, entre
otros, “que había que buscar la responsabilidad del incidente, en la clase dirigente y
política de Caldas, que tenía adeptos infiltrados en el pueblo, inconformes con la
desmembración. “La Policía también sufrió los efectos de la chismografía ciudadana,
que alentó con el decir, primero tímidamente a “sottecchi” entre la personas cercanas a
la influencia de las autoridades, después con la insolencia del dislate inoportuno fuera
de razonamiento juicioso, que inculpaba a los miembros de la Institución, dirigidos por
algunos oficiales, con el pretexto de lograr el mejoramiento de su bienestar y status
dentro del orden social del nuevo ente político administrativo.

Como consecuencia del derrumbamiento de la vieja edificación, que colocó en alto


riesgo de inseguridad a la población policial, por la proyección de los daños, los
gobiernos departamental y municipal, se hacen cargo de la emergencia, cediendo el
último de los nombrados un inmueble, ubicado entre las calles 24 y 25, entre las
carreras 4ª y 5ª donde el comando del departamento, afrontó con su personal, un año
más tarde los inconvenientes y problemas que origina una construcción cuando en la
misma se comparte y se llevan a cabo las diligencias propias de una actividad policial,
con el ajetreo y manipulación de materiales y maquinarias.
El 1º de abril de 1968, se inició la construcción del nuevo cuartel de la unidad,
inaugurándose su terminación y entrega el 16 de septiembre de 1968, –cinco meses y
16 días, duró su construcción.

Una idea de la acuciosidad con la cual la Dirección General, enfrentó la urgencia, para
incluir además en su plan de inversión institucional, otras necesidades de perentoria
ejecución, entre otras la construcción de otros cuartelillos como los de las subestaciones
de Pueblo Rico, La Virginia, La Celia, una casa fiscal para vivienda del comandante,
más una escuela de niños en Pereira para los hijos de los agentes.
Instalado el nuevo comando en la nueva edificación que reunió las características de
ese entonces de una instalación moderna bajo la dirección de la sección construcciones
a cargo del mayor ingeniero Luis Enrique La Rotta Bautista, arranca orgullosa la nueva
unidad a proveer lo concerniente a la función policiva a los asociados en una trayectoria
que ya cumplió 33 años de servicios continuos, permanentes e ininterrumpidos
jalonados por hechos sobresalientes y heroicos, pero también por actuaciones
desafortunadas que dejaron en su momento un sabor de amargura en la medida que el
prestigio de la Policía sufrió el deterioro natural que ocasiona en el alma de la Institución
las malas actuaciones de sus hombres, para después retomarlo como bandera en el
instante en que la ciudadanía lo ha requerido.

Creemos no querer cometer el pecado histórico de la equivocación, al tratar en estos


momentos, en que se encuentra reunido lo más granado de las representaciones de las
autoridades acompañadas de distinguidos personajes de la sociedad, por la dignidad de
sus cargos y por lo que fueron y son en la gratitud del pueblo risaraldense, al tratar de
clasificar –si me es permitido emplear el término– las gestiones de comando y dirección
en los aspectos administrativos y operativos de los 27 señores comandantes, que en
forma sucesiva hasta hoy, recibieron el honor institucional de conducir el destino único,
permanente, efectivo y constitucional de la Policía, a esta región de la Patria.

1967 – 1972: les correspondió a los señores comandantes ajustar su talante policial a
las exigencias de una etapa de reorganizaciones y acoplamientos en el orden
administrativo, si tenemos en cuenta las limitaciones, tanto en el aspecto de la
autonomía total relacionada con la toma de decisiones, como el que se originaba
cuando el gasto público se afectaba por el celo de los comandantes, que consideraban
patriótico, cívico y de buen manejo del presupuesto, el hecho de restituir al tesoro
nacional, remanentes no ejecutados, como demostración del alto nivel de eficiencia y
pulcritud, mientras que en la realidad del acontecer de sus respectivas unidades, hacía
falta de todo, para trabajar con la eficacia que espera el ciudadano. Fue la época que
les tocó vivir a los señores comandantes, Carrillo García, González Borras y Delgado de
la Rosa, hasta la medianía de la década de los ochenta, imbuidos de la formación del
talante castrense, determinado por el pragmatismo de la acción sobre los resultados
prácticos, en vez de la obtención cuidadosa para reconocer una gestión, desprovista de
toda especulación.

1972 – 1977: Esta etapa se caracterizó por consolidar adecuadamente la función social
del servicio policial. Había llegado la hora de que la ciudadanía percibiera que la policía,
además de la actitud de mano fuerte y hasta muchas veces equivocada en el campo
procedimental cotidiano, extendiera su radio de acción forzoso e inevitable a conocer
de los sucesos que tuvieran por escenario no solo las calles y los sitios abiertos al
público, sino todas aquellas actividades en que la sociedad incluyera los más
encontrados problemas, en el orden social, cultural, y comunitario que requirieran la
atención de la agencia del orden, para convertir al agente policial, no solo en el “coco y
el “hazme correr” que idealizaron los abuelos para frenar las travesuras de la infancia,
sino en el educador, el maestro, el orientador, el líder de la comunidad. En este período
de la trayectoria de nuestros comandantes de la región risaraldense de los gobiernos
de turno para cumplir con los programas de la Dirección General, se destacan dentro del
período citado anteriormente, los tenientes coroneles, Luque Romero, Rodríguez
Romero, Sanclemente Velásquez, Sánchez Pulido y Gómez Isaza, quienes a pesar de
poseer la tendencia heredada del alma máter en cuanto a la formación del oficial,
comenzaron a entender que la Policía había encontrado en su camino el norte, como
ente gubernamental, para cumplir con la función social encomendada por las leyes de la
república.

Como tal, la Policía de Risaralda lideró actividades, directa e indirectamente, unas


veces con el apoyo del mismo presupuesto institucional, para sacar o impulsar zonas
marginadas por el ostracismo impuesto por el abandono de los gobernantes, otras
veces, con el aporte logístico del recurso humano, para convertirse en “hacedora de
realidades” coadyuvando en el bienestar del ciudadano en programas de integración
comunitaria.

Fue el “Quinquenio de Oro”, que sin descuidar sus deberes constitucionales,


colaboraron en el desarrollo del departamento. La ciudadanía risaraldense, sus
autoridades y dirigentes, nunca podrán pagarle la deuda de gratitud a la Institución, con
el aporte que en esas épocas les brindaron los comandantes del departamento, en
desarrollo del programa de vinculación mediante el sistema de acción cívica policial, que
posteriormente los políticos copiaron para dar origen a lo que se conoció como acción
comunal, hoy a cargo de las Juntas Administradoras Locales.

1977 – 1983: De ingrata recordación este ciclo, caracterizado por la descomposición


social de sectores cercanos a los gobiernos, que irradió al personal de la Policía, y
Risaralda no podía ser la excepción, siendo un cáncer social que todavía sangra al país
en torrentes de dolor y sufrimientos. Fue tan horripilante esta situación y dramática su
repercusiones, por cuanto enlodó lo mas puro y más noble de la República, manchando
el regazo impoluto hasta ese momento de la Fuerza Pública, como se le dice al binomio
Fuerzas Militares y Policía Nacional, como consecuencia de los planes de infiltración del
narcotráfico y sus capos, para manipular a su antojo las voluntades y conciencias,
originando la desaparición del policía de la esquina, del barrio, o del parque, y con él el
aditamento familiar del bastón de mando, para verlos operando en grupos, portando
armamento sofisticado de largo alcance y gran poder de detención, pero ya no en las
calles, ni en los barrios, sino en las zonas rurales persiguiendo a los mercaderes de la
muerte encarnados en las asociaciones de sicarios, en detrimento del servicio de
control ciudadano que en el pasado fueron la proyección experimentada y sesuda de los
comandantes orgullosos de sus logros, ahora impotentes, atados y restringidos en sus
facultades en una embarazosa conjunción de limitación y tolerancia extrema para hacer
resurgir la razón de ser del agente de policía en la concepción pura de su función
ciudadana al servicio de una convivencia sin violencia.
Las campañas de prevención del delito se dispararon, tratando de vincular al ciudadano
de la calle con una actividad de información contra toda acción delictiva, como
compensación a la desaparición del agente en su espacio de control que abandonó en
contra de su voluntad y de sus quimeras. En su orden, los comandantes Acero Lozano,
González Enríquez, Ospina Arias, Vivanco y Bermúdez Zapata, sufrieron el rigor de la
catástrofe en la medida en que la ciudad dejó de ser una urbe provincial, para entrar en
la brusca transición de una ciudad capital intermedia.

1983 – 1990: Los comandantes, coroneles Plata Becerra, Navarro Franco, Peña
Angarita, Camelo Mahecha, Hernández y Granados, como ejecutores de unos planes al
interior de la Institución a nivel nacional, emprendieron programas que fueron
verdaderas campañas de depuración que si bien se iniciaron con la dirección del
general Miguel Gómez Padilla, en forma por demás atinada y oportuna halló en su
contra el mismo sistema procedimental del régimen disciplinario de la época, legalista en
extremo, que retardaba considerablemente el propósito de limpieza y renovación,
continuando la campaña con mejores y eficientes herramientas el general Serrano
Cadena, que logró apresurar el procedimiento de los retiros, con el agravante de que los
comandantes de departamentos, en un momento dado se encontraron trabajando con
las mismas dotaciones de personal de cinco años atrás, mientras la acción del delito
crecía en forma geométrica en contra de los intentos de la Policía, cuyos incrementos de
personal se daban en formación numérica. La carta del 20 de julio de 1998, dirigida por
el general Gómez Padilla a los señores generales en actividad y retiro debe
considerarse como un testimonio histórico dentro del devenir institucional en razón a sus
repercusiones que es un grito de alerta de cómo la corrupción diezmó a la Institución
con el hecho a su vez de la desolación en que se encontraron los mandos
institucionales para enfrentar y solucionar la crisis. La cifra de retiros por mala conducta,
entre 1989 y 1994, que alcanzó a 485 oficiales, 1277 suboficiales y 12.165 agentes y
del nivel ejecutivo, nos demuestra que la Institución no se abandonó a la situación y que
tomó las acciones que el problema requería, así como nos clarifica el porqué en esos
cinco años, los comandos de las provincias y regiones, no escaparon de la imantación
producida por las campañas de depuración.

1990 – 1995: Fue la época de la tecnificación para contrarrestar la acción delincuencial.


La electrónica, base de la tecnología de punta, aparecía en el horizonte de la Policía
como la panacea milagrosa o el salvavidas con el cual se aferró la Institución. Mediante
aquella, al servicio de las investigaciones y al control de la criminalidad, los
comandantes del período en esta región, reiniciaron el surgimiento de otra modalidad de
control ciudadano, que permitió la modernización de los medios y la reestructuración en
su recta final de la capacitación del policía iniciada en la gestión de la dirección del
general Gómez Padilla, para poner a la Policía Nacional a la cabeza de sus similares en
Latino América, con la concepción que implicaba la desaparición de muchos
formulismos herenciales de otras épocas, para lograr muchos y mejores resultados.

No obstante, los comandantes, coroneles Rodríguez Rodríguez, Socha Salamanca,


Díaz Ortiz y Jiménez Díaz, transcurrieron dentro de un campo de acción determinado
por los efectos de los recortes presupuestales a nivel municipal y departamental, cuyos
gobernantes hicieron esfuerzos para que permaneciera intacta, continuada e invariable
la acción policial.

1995 – 2.00: Como consecuencia de una década de transformaciones, los


comandantes que siguieron el decurso de los últimos años, se desempeñaron con lujo,
eficiencia y establecieron un comando de puertas desplegadas, donde desde el
ciudadano común hasta el influyente, cruzaron sus umbrales por razones de variadas
motivaciones de la vida diaria. Por ser reciente su paso por los caminos de la región, los
cuales hollaron en afanes esenciales de entendimiento y buena voluntad, quien les
habla, en un acto de reconocimiento acorde con el propósito de este histórico momento,
sin demeritar las gestiones anteriores, me atrevo a confirmar por haber sido testigo de
sus anhelos y preocupaciones que cada uno en particular, rubricó su paso de acuerdo a
su característica y modo de ver las tan variadas facetas que encierra la función policial
así;

El coronel Álvaro Pantoja Ibáñez: Se destacó como el educador policial de ponderadas


virtudes, logrando concebir en su visión futurista un plan de seguridad ciudadana
condicionado a una inversión considerable, que llamó la atención de la Dirección
General dispuesta a colaborar, pero que en concepto de las autoridades municipales y
departamentales se escapaba de la buena voluntad y ejecución por ser costoso, aunque
necesario.

El coronel Mario Dávila Medina: El integracionista y eslabón de acerada fortaleza entre


el pueblo y la Policía. No obstante si su labor se hubiera desarrollado siguiendo los
lineamientos marcados por su antecesor en el orden progresista sobre el proyecto y
marcos de referencia aportados, hoy la capital risaraldense estuviera disfrutando de dos
estaciones más de vigilancia, con base en lo que fue un trabajo sesudo para el futuro.

El coronel Álvaro Valencia Isaza: Ejerció su gestión sobre los parámetros de la


disciplina, el orden prioritario y la búsqueda de la información para planear resultados.
En el primero, logró porcentajes considerables que llevaron a apreciar a propios y
extraños la recuperación del respeto dentro de las jerarquías; en el segundo, se
diseñaron programas para encauzar la prevalecía en el orden de atención de la
problemática delincuencial, y por último fue quizás la gestión de los últimos diez años
que gozó del aporte ciudadano para recepcionar diversidad de información para apoyar
los planes de vigilancia. Fue el relacionista por excelencia.
El coronel Hernando Arciniegas Sánchez: Con una gran voluntad de servir, que se viene
acondicionando a las limitaciones de los medios logísticos y presupuestales, que ronda
como un fantasma sobre las proyecciones fijadas. El ejemplo de un caso registrado
como de grave trascendencia lo tenemos en la disminución de 130 hombres entre
retirados, jubilados y pensionados, traslados y otras novedades no subsanadas, que
menoscaban la eficiencia de sus programas de acción.
No obstante lo anterior, los fundamentos de algunos proyectos puestos en práctica,
como el de convivencia ciudadana, policía comunitaria y escuelas de seguridad, han
sobresalido en los seis últimos años, como muestra de lo que puede lograrse cuando se
continúan los programas en donde juega papel importante la función social de la
policía.

No quiero terminar sin antes hacer un análisis sencillo, sobre el recurso humano que es
el más importante de los medios con que cuenta la Policía. Hace 34 años, el comando
del departamento inició su labor constitucional, con una planta de personal constituida
por 697 hombres incluyendo el personal no uniformado al servicio de la Institución, hoy
después de tres décadas y un cuatrenio, la unidad cuenta con una planta, que establece
una diferencia de 703 hombres, lo que indica el increíble incremento ponderado por año
en una tasa de aumento de 21 hombres, lo que indica el grado de decrecimiento,
acentuado por la crisis afrontada en los años de 1989 a 1994.

Así mismo, por esas cosas de lo imponderable del destino, las instalaciones que alojan
actualmente el comando, ya cumplieron su misión en cuanto a su capacidad y función
funcionabilidad. Los frecuentes movimientos sísmicos, con los cuales el pueblo aprendió
a convivir, también han contribuido a la acción desestabilizadora del tiempo, en especial
el ocurrido el 25 de enero de 1998, que inhabilitó el 35% de su capacidad estructural,
con la consecuencia de determinar adaptaciones que en vez de mejorar causan
incomodidad e inseguridad, que se enquistaron en la conciencia del personal,
acomodándose a las circunstancias. Inadmisible, inexplicable y desavenida la actitud de
confusión que crean los trámites de la burocracia, al percibir cómo han pasado éstos
años de arduas diligencias por parte de los tres últimos comandantes, sin que se
aprecien la oficiosa eficacia que se considera en otros frentes de futuras edificaciones
de carácter gubernamental, cuando del bienestar de los funcionarios se trata. Que sea
este final de mi modesta intervención, un motivo de sana reflexión y juiciosa apreciación,
para comprender que en la silenciosa gestión de un comandante de departamento, no
se estimulan otra clase de intereses, diferentes a los que alimenta el servicio para el
cual fue creada la Policía Nacional, que se traduce en pocas palabras: Convivencia
tranquila y segura.

Gracias.

REMINISCENCIAS VALLECAUCANAS
Y CIEN AÑOS DE HISTORIA POLICIAL
Discurso de orden pronunciado por el señor teniente coronel (r)
Hernando Grisales Ramírez, en la sesión solemne prevista para reactivar
el “capítulo Valle del Cauca”, de la Academia Colombiana de Historia
Policial, acto realizado en el auditorio del Comando de la Policía
Metropolitana Santiago de Cali, el día viernes 15 de febrero de 2002.

Me siento orgulloso y halagado por la honra que significa para mí, presidir este capítulo,
en donde están representadas las tres unidades policiales fundamentales de la región;
la Policía Metropolitana de Santiago de Cali, el Departamento de Policía Valle del Cauca
y la Escuela Regional de Policía “Simón Bolívar” de Tuluá.

Al declarar abierta esta sesión solemne, me es grato a nombre del capítulo que presido
dar un efusivo saludo a todos y cada uno de los asistentes que con su presencia han
engalanado y dado brillo a este sencillo y solemne acto.

Mi discurso está dividido en dos partes, la primera una reminiscencia del Valle del
Cauca y la segunda las memorias policiales de este departamento.

Por los motivos que hoy me embargan, quiero hacer una reminiscencia de este Valle del
Cauca lleno de leyendas y acontecimientos importantes. El antiguo y extenso Estado
Soberano del Valle del Cauca fue creado por la ley 15 de junio de 1857, que se
denominaba por entonces “Cauca grande” que cubría no menos de la cuarta parte del
país, pues comprendía los departamentos del Cauca, Valle del Cauca y Caldas.
Pero fue en definitiva el acto legislativo No. 3 de 1905 el que le dio la base para el
cambio radical de la división política del país, mediante la ley 1ª. Del 5 de agosto de
1908 de la Asamblea Nacional Constituyente presidida por ese entonces por el señor
general Alfredo Vásquez Cobo y como Presidente de la República el señor general
Rafael Reyes.

En las llanuras ribereñas del majestuoso río Cauca que corre plácido entre dos
cordilleras, debajo de un cielo azul, se ubica este Valle del Cauca de clima apacible de
diversos accidentes geográficos y topográficos, en donde la mano de Dios hizo posible
la realidad de un paraíso, que por obra de inspiración del escritor y poeta don Jorge
Isaac materializó este Edén en el Centro Indico del Valle del Cauca, para entregarnos el
ámbito deslumbrante de sus amores y nostalgias.

Este Valle del Cauca, contrasta con el ardor caluroso de sus días y la frescura nocturna,
que calma la fogosidad de la tierra abrasada, como muy bien lo describen los insignes
educadores José Ignacio Tamayo Chica y Pablo Emilio Camacho Perea en el himno
compuesto en su honor. Sus cañaduzales apostados a lo largo y ancho de este Valle
del Cauca, poblado de las más variadas especies de la flora y la fauna, en donde se
destacan las flores de profusos colores, los cocoteros, los samanes, las bandadas de
garzas, torcazas y cloclíes que engalanan con su peculiar canto los árboles y campos
donde sobrevuelan, agradándole este cielo de azul inmenso que se hace terrenal con
los apacibles y nostálgicos atardeceres que invitan a la meditación divina y las
majestuosas montañas que circundan las dos cordilleras, que en las noches apacibles
esconden, como asomada a una ventana, la enamorada y resplandeciente luna.

El olor dulce de la caña de azúcar evoca los recuerdos de mi infancia, de esos tiempos
idos, que enaltecen mi corazón y mi espíritu a sublimes sentimientos de recuerdos
imborrables.

Por todo esto, quiero consignar el profundo afecto que profeso por esta tierra que un día
me dio albergue y amparo, por la cual la considero mi segunda patria chica.

“Salve Valle del Cauca mi tierra


verdes campos de dicha y solaz
paraíso del sol donde brillan
la llanura, la sierra y el mar”.

MEMORIAS DEL DEPARTAMENTO DE POLICÍA VALLE DEL CAUCA

De los inicios de la Policía en el Valle del Cauca se desconocen datos importantes, pero
al hacer un estudio retrospectivo se ha logrado conseguir algunos rastros que tienen
que ver con la Policía Nacional de Santiago de Cali y del Departamento del Valle del
Cauca, así:

- El 1 de julio de 1910 se aprueba en el Consejo Municipal de Cali el proyecto de


acuerdo, en el cual se pidió la revisión de los sueldos para la Policía Municipal.
- El 18 de marzo de 1912; por acuerdo de la fecha se acordó el establecimiento de un
cuerpo de policía urbana, compuesta por dos inspectores, dos ayudantes, un
secretario y treinta y cinco agentes.
- El 23 de julio de 1914; se aprobó cambiar el nombre de vigilante de policía, por el de
Inspector de Policía.
- El 20 de septiembre de 1917; se crea la oficina de inspección sanitaria de Santiago
de Cali.
- El 19 de noviembre de 1918; por acuerdo del Concejo Municipal, se prohíbe la tala de
bosques aledaños a los ríos.
- El 2 de enero de 1922 se propuso la creación del Cuerpo de Bomberos de Cali, pero
sólo el 20 de julio de 1928 entró en funcionamiento con dos carro tanques lava calles
de 500 y 1.000 galones, siendo su primer comandante el señor Francisco A. Uribe
(Pachuribe). El primer incendio que le correspondió atender, ocurrió el 31 de agosto
de 1928 en el Barrio La Marta, en una casa contigua a la fábrica de la cervecería
“Los Andes” .

El 4 de noviembre de 1933, mediante decreto No. 1872, bajo la presidencia del doctor
Enrique Olaya Herrera, se fundó un escuadrón de carabineros bajo la dirección del
Comandante Eduardo Cuevas García, quien comenzó con agentes seleccionados de las
divisiones de policía del país. Se pretendía la formación de la policía montada o rural
como se les denominaba. Su fin esencial era la protección del campo, de los
campesinos, agricultores y ganaderos, así como de sus cosechas y la prevención del
abigeato.

En el año de 1934, por solicitud del Gobernador de entonces, doctor Ernesto González
Piedrahíta, llegan al Valle del Cauca cinco parejas de carabineros para la conformación
e instrucción del primer grupo de policía rural en esta región.

En febrero 13, mediante Decreto 262 de 1936 y a través de contratos firmados con los
departamentos, se nacionalizaron las guardias civiles y cuerpos de policía del Atlántico,
Bolívar, Boyacá, Caldas, Huila, Magdalena, Nariño, Tolima y Valle.
Estos cuerpos de policía pasaron a formar las nuevas divisiones de Policía Nacional en
los respectivos territorios, adoptando el nombre de los departamentos a los que
pertenecían.

De acuerdo con el contrato aludido, quedarían a cargo de los departamentos los gastos
de sostenimiento, material, viáticos, transporte, alojamiento, servicios médicos y otras
prestaciones de las policías nacionalizadas.

Hasta el año de 1942, la Policía en el Valle del Cauca, fue de carácter municipal, debido
a que los integrantes eran nombrados directamente por el alcalde de cada municipio; de
1942 a 1950 se convirtió en policía departamental, debido a que era el gobernador quien
se encargaba de realizar la respectiva selección del personal, de dictar el Decreto con el
cual se nombraba y removía del cargo al miembro de la Policía en caso de mal
comportamiento.

A raíz del asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán se recrudece la violencia, la
historia del país y de la Policía Nacional se parte en dos épocas, antes y después del 9
de abril de 1948.

También hemos podido recapitular la Historia policial en el Valle del Cauca a partir de la
segunda mitad del siglo XX, destacando el esmero, cuidado y profesionalismo de las
actuaciones policiales en cumplimiento de la misión preventiva y de las normas
constitucionales que rigen la Institución, siendo su extraordinaria y heroica participación
en toda la comarca vallecaucana.

La directriz y el manejo policial en el Valle del Cauca ha estado en manos de brillantes


oficiales de formación académica, que desde diferentes ángulos y posiciones han dado
lustre a la Institución, colocando cada uno su granito de arena, para el logro de la paz, el
bienestar y el sosiego de sus habitantes, con la consabida cuota de sacrificio de vidas
humanas, de policías que vertieron su sangre en el sagrado cumplimiento de sus
obligaciones legales y constitucionales.
Entre las actuaciones más preponderantes que ha tenido la Institución tanto en la ciudad
capital Santiago de Cali, como en las otras ciudades del departamento, podemos
reseñar, la actuación en la catastrófica explosión del 7 de agosto de 1957, con la
atención de un sinnúmero de heridos y rescate de víctimas dentro de los escombros y
demás labores que un caso de esta magnitud amerita; gracias a la apoliticidad de la
policía se garantizaron los diferentes actos electorales; se combatió la delincuencia
común y grupos armados al margen de la ley que en esas épocas trataron de
desestabilizar el país; la vigilancia y control en el desarrollo de los VI Juegos Deportivos
Panamericanos en el año de 1971; la vigilancia y control de los primeros campeonatos
mundiales de natación y baloncesto femeninos, celebrados en esta ciudad;
acontecimientos estos que le han hecho valer el título de capital deportiva de América;
el constante y permanente control en los diferentes eventos feriales, patronales,
sociales, folclóricos, turísticos y taurinos que se han desarrollado a lo largo y ancho del
departamento y muy especialmente en la celebración de la tradicional feria de la Caña
de azúcar durante 44 años consecutivos, con su muy ponderada feria taurina.

También ha participado y contribuido al desarrollo agroindustrial en la vigilancia de los


recursos naturales de los bosques, las vertientes hídricas y la conservación del medio
ambiente; de la educación de niños de bajos recursos en las áreas rurales y urbanas
llevando anónimamente los conocimientos de las primeras letras a los más necesitados
o de menos capacidad de acceso a la educación primaria inculcándoles valores
fundamentales de convivencia, solidaridad, tolerancia, espíritu cívico y patriotismo.

Gracias a la modernización administrativa y la excelente formación dada al personal


con los adelantos de la ciencia policial en pro de la seguridad, la tranquilidad y la paz,
las actuaciones y operaciones adelantadas en el Valle del Cauca han tenido notoriedad
merced al profesionalismo demostrado por todos y cada uno de los policías y a la
solidaridad y apoyo de la ciudadanía de bien. Se han asestado golpes de gran
contundencia contra las organizaciones criminales establecidas en el territorio
vallecaucano como son la guerrilla, el narcotráfico, las mal denominadas autodefensas,
los terroristas, secuestradores, extorsionistas y toda la gama de la delincuencia común.

Las estaciones, subestaciones y puestos policiales, prestaban anteriormente el servicio


de seguridad y vigilancia en las calles de ciudades, poblados y campos para garantizar
la tranquilidad ciudadana, por medio de la vigilancia urbana prestada por agentes y la
rural por medio de los carabineros, la atención al menor necesitado, maltratado y la
población infantil en general, igualmente las especialidades como ferrocarriles y tránsito,
policía vial, aeroportuaria, de control, granaderos, de turismo, de alfabetización, infantil,
transmisiones, de prisiones en la isla prisión Gorgona, etc. Así mismo la comunidad
contaba con una excelente y permanente comunicación con la institución, gracias al
funcionamiento de la estación cien.
SERVICIOS ACTUALES

Hoy día los principales servicios que presta la policía tienen que ver con las
especialidades de la vigilancia urbana y rural prestada por patrulleros motorizados, por
carabineros montados a caballo y los carabineros de a pie que antes se denominaban
contraguerrilla, en lo atinente a la policía judicial tiene que ver con la investigación de
delitos especiales por medio de los grupos de antiexplosivos, de automotores, de
homicidios, de atracos, de piratería terrestre y contra el patrimonio económico. También
cuenta con la Dirección de inteligencia (SIPOL), de la policía de carreteras en el control
de vías, la policía de tránsito para el manejo y control de la circulación y tránsito de
automotores en las principales ciudades del departamento, labor en la que están
involucrados los auxiliares bachilleres que prestan el servicio militar obligatorio en la
Policía Nacional, acción antisecuestro por medio del grupo Gaula; control antinarcóticos
en aeropuertos, puertos y carreteras con guías especializados con sus respectivos
perros adiestrados, el control de espectáculos públicos de magnitud, control ecológico y
del medio ambiente en lo que tiene que ver con la flora, la fauna y las fuentes hídricas,
la modernización del (CAD) Centro Automático de Despacho con la instalación de
cámaras de video en los sitios considerados críticos y carreteras, servicios al sector
residencial, parques y zonas recreativas con auxiliares bachilleres y la coordinación
permanente con las autoridades militares y judiciales, la cooperación en emergencias
especiales con los cuerpos de bomberos del Departamento, de la Defensa Civil y la
Cruz Roja.

En la actualidad el departamento de Policía Valle, cuenta con 81 estaciones de policía y


un terminal aéreo, ubicados en siete distritos: Palmira, Buga, Tuluá, Sevilla, Roldanillo,
Cartago y Buenaventura.

Hasta el 19 de julio de 2001, se encontraban adscritas al Departamento de Policía Valle,


las estaciones de policía Timbiqui, López de Micay, Guapi (pertenecientes
geográficamente al departamento del Cauca) y Pizarro (al Departamento del Chocó),
consideradas puestos de marea y cuyo servicio policial se prestaba en comisiones de
seis meses, las cuales fueron adscritas a los departamentos respectivos, mediante
Resolución No. 02689 calendada el 19 de julio de 2001.

El Departamento de Policía Valle del Cauca, ha contado desde abril de 1948 con los
servicios de comando y dirección de destacados y brillantes oficiales de formación
académica que han dado lustre a la Institución y a la patria, los cuales se mencionan en
el siguiente orden cronológico

1948 1950 Mayor Francisco José Cortés Arana (Valle)


Capitán Gabriel Uribe Jiménez (Cali)
1950-1952Mayor Jacinto Efraín Márquez (Valle)
Capitán Telmo Acevedo Gómez (Cali)
1952-1953General Rafael Antonio Pizarro (Valle)
Mayor Aurelio Gutiérrez Zea (Cali)
1953-1954Capitán Efraín Vivas García (Valle)
Por Decreto 505 del 6 de abril de 1954 de la Dirección Nacional de Policía se crearon
las divisiones policiales entre ellas la del Valle, siendo sus primeros comandantes:

1954-1955Mayor Luis E. Puerto Rodríguez


1955-1956Teniente coronel, José Ramírez Merchán
1956-1957Mayor Jorge Alfonso Galeano Gómez
1957-1958Mayor Álvaro Llana Velásquez
1958-1961Teniente coronel Henry García Bohórquez
1961-1964Teniente coronel Pedro José Jiménez Fandiño
En el año de 1961 cambia de denominación de división por la de unidad Departamento
de Policía Valle, integrada por ocho distritos: Cali, Palmira, Buga, Tuluá, Sevilla,
Roldanillo, Cartago y Buenaventura.
1964-1967Teniente coronel Ignacio Valderrama Díaz
1967-1969Teniente coronel Filipo Villareal Revelo
1969-1971Teniente coronel Pablo Alfonso Rosas Guarín
1971-1974Coronel Alfredo Castro Álvarez, de quien tuve el honor de ser suayudante.
1974-1976Coronel Enrique Gallego Hernández
1976-1977Coronel Jorge E. Bulla Quintana
1977-1978Coronel Jorge Guerrero Montoya
1978-1980Coronel Luis Francisco Ospina Cubillos
1980-1983Coronel Oswaldo Caraballo Díaz
1983- 1985Coronel Juan de los Santos Prieto Sánchez
1985-1986Coronel Guillerbardo Suárez Hernández

El día 30 de septiembre de 1981 se firma el documento mediante el cual la Gobernación


del Valle del Cauca, cede los terrenos para la construcción de un nuevo cuartel policial,
debido a la destrucción parcial que sufrió el antiguo edificio por un atentado terrorista,
iniciándose la demolición de la antigua casona que en época anterior fue la cárcel
municipal de Cali. Al mismo tiempo el Departamento de Policía Valle del Cauca, sufre la
desmembración del primer distrito Cali, que dio nacimiento a lo que hoy día se denomina
Policía Metropolitana de Santiago de Cali.
Mientras se construía el nuevo cuartel, el comando del Departamento de Policía Valle,
funcionó en la avenida circunvalar en un edificio arrendado en donde hoy día funciona
una sede de una empresa de telefonía celular.

CONSTRUCCIÓN DE NUEVAS INSTALACIONES


A partir de 1981, se inicia la construcción de las nuevas instalaciones policiales,
financiadas con presupuesto del ente gubernamental y de la Dirección General de la
Policía Nacional, obras que tardarían aproximadamente cinco años destinados para el
Comando policial, donde funciona el área administrativa del departamento y se rigen los
destinos de las unidades subalternas.

Por medio de la Resolución No. 0227 calendada el 7 de septiembre de 1983 y acorde


con las facultades conferidas por los Decretos 1355/70 y 2137/83 se reestructuran las
estaciones y subestaciones de policía del departamento.
Condecoración: Mediante Decreto No. 1675 del 30 de octubre de 1985, la gobernación
del Valle del Cauca, en cabeza del Doctor Jorge Herrera Barona, rindió homenaje a la
Policía Nacional, confiriendo la condecoración especial, Joaquín de Caicedo y Cuervo
impuesta en sesión solemne mediante la medalla respectiva al estandarte, del comando
de la unidad exaltando con ella los méritos institucionales en la comarca vallecaucana.

NUEVAS INSTALACIONES

El 11 de julio de 1986, a las 11:00 horas fue inaugurada la nueva sede de los comandos
de la Policía Valle, Metropolitana de Cali y del Centro Automático de Despacho CAD, la
ceremonia fue presidida por el señor Ministro de Defensa Nacional, general Miguel Vega
Uribe, el señor general Víctor Alberto Delgado Mallarino, Director de la Policía Nacional,
el señor Gobernador del departamento del Valle del Cauca, doctor Jorge Herrera Barona
y el señor coronel Jesús Emilio Duque Montoya, Comandante Departamento de Policía
Valle.

A partir de esta fecha los comandantes que ha tenido el Departamento de Policía Valle
son:

1986-1987Coronel Jesús Emilio Duque Montoya


1987-1988Coronel Carlos de la Torre Alarcón
1988-1989Coronel Orlando de Jesús Moreno Millán
1989-1991Coronel Carlos Alberto Pulido Barrantes
1991-1991Coronel Luís Ernesto Gilibert Vargas
1991-1992Coronel Gabriel Alfonso Granados Puentes
1991-1993Coronel Ismael Hidalgo Vidales
1994-1996Coronel Heriberto Manuel Núñez Isaza
1996-l997Coronel Luis Alberto Rojas Merchán
1997-1998Coronel Alfonso Rueda Celis
1998-1999Coronel Marino Alberto Escobar Rivero
1999-2000Coronel Gentil Vidal Sarria
2000 - a la fecha: Coronel Darío Pareja Cardona

Me resta hacer una mención especial a la Academia de Historia del Valle del Cauca en
cabeza del doctor Carlos Calero Mercado y dos de sus miembros por el decidido apoyo
y aportes con que nos han honrado y su propia participación en la integración de esta
nueva junta que hoy reinicia labores, invitando a mantener vivo el entusiasmo por esta
disciplina, como fuente principal de vida de las instituciones y de los pueblos.

Gracias
CREACIÓN CAPÍTULOS DE HISTORIA POLICIAL

Palabras del señor mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes,


Presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, con motivo
de la creación de los capítulos Caldas, Risaralda y reactivación del
Valle del Cauca.

Los historiadores graban en sus páginas el pasado memorable y lo eternizan en piedra


y mármol, los poetas lo exaltan en himnos, los pintores lo expresan en imágenes y los
escultores lo modelan en bronce.

Dejar un legado histórico a las presentes y futuras generaciones, resaltando los hechos
y acontecimientos que marcaron una época y que fueron decisivos para la suerte de la
República, ha sido el fundamento esencial de la Academia Colombiana de Historia
Policial, nacida del amor institucional, del sentimiento patriótico y de la obligación moral
que tenemos todos los policías para con la patria y nuestra Institución.

La Policía Nacional, hoy baluarte ciudadano, modernizada y fortalecida, no nació de la


noche a la mañana, sino después de un delicado proceso, del decantamiento de las
ideas y las acciones, de las necesidades de la comunidad, del trabajo, del sacrificio y de
las vicisitudes como también de la inteligencia, del optimismo, de la audacia, del valor y
la constancia, circunstancias éstas que deben ser estudiadas por la Academia con el
rigor científico que demanda la historia.

Por las razones anotadas se creó el Círculo de Historia de la Policía Nacional el 24 de


mayo de 1990, apadrinado por la Academia Colombiana de Historia para dos años más
tarde ser elevado a la categoría de Academia, esta meritoria y edificante tarea
correspondió a brillantes personajes que fueron sus fundadores, ellos son: mayor
general Bernardo Camacho Leyva, brigadier general Fabio Arturo Londoño Cárdenas,
brigadier general José Domingo Murcia Florián, coronel Guillermo León Diettes Pérez,
doctor Rodrigo Escobar Navia, mayor Humberto Aparicio Navia, doctor Roberto Velandia
Rodríguez y doctor Roberto Pineda Castillo, quienes con visión e inteligencia han
aportado estudios que enriquecen nuestra historia.

La Academia la componen 18 académicos de número y 7 correspondientes, así como


distinguidos miembros honorarios, personajes de la vida nacional, de la Academia, la
cultura, la diplomacia y agregados de Policía de los diferentes países de América y
Europa. Tal como lo determinan los estatutos, el Presidente Honorario es el señor
Director General de la Policía Nacional.
El cuaderno histórico, órgano oficial de la Academia ha sido enriquecido anualmente
con las valiosísimas ponencias de nuestros académicos, historiadores y distinguidos
personajes.
Se han creado los capítulos del Valle del Cauca, Antioquia, Escuela General Santander
en Bogotá, Escuela Jiménez de Quesada de Suboficiales, Escuela Simón Bolívar en
Tuluá, y hoy con gran ilusión y orgullo el capítulo de Caldas, así como el de Risaralda.

Los estatutos de nuestra Academia señalan la creación de capítulos de historia que


tienen como objetivo fundamental, conocer los antecedentes, el desenvolvimiento y los
hechos relevantes de la Policía en cada región de nuestra Patria, para que sean sus
propios académicos quienes investiguen y transmitan la verdad histórica, muchas veces
olvidada y dispersa, pero con un incalculable valor cultural.

A continuación se trascriben apartes de las diferentes intervenciones con motivo de la


creación de los nuevos capítulos.

CAPÍTULO CALDAS (23 de noviembre de 2001)

Estas y otras razones son las que han movido a la Academia de Historia a crear el
“Capítulo Caldas”, idea que ha sido viva e inteligentemente secundada por dos
personajes, el señor coronel Mauricio Gómez Guzmán, Comandante del Departamento,
oficial de eximias calidades profesionales e intelectuales, cuyo entusiasmo contagia e
invita a tareas de esta importancia institucional; tuve la fortuna de contar con el coronel
Mauricio Gómez cuando creamos el servicio aéreo de Policía y sé de su capacidad y
liderazgo. Y el teniente coronel Alberto Zuluaga Arias, coordinador departamental de la
Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional en el eje cafetero, cuya creatividad e
ingenio hacen posible cualquier empresa que se proponga y porque su calidad
intelectual y responsabilidad son una garantía al servicio de la historia.
Para orgullo de la academia actuarán como presidentes honorarios y ejecutivos de este
capítulo, coronel Mauricio Gómez Guzmán y el teniente coronel Alberto Zuluaga Arias,
respectivamente. Ellos, apoyados por un selecto grupo de policiales y otras
personalidades académicas de esta tradicionales y querida ciudad de Manizales, se
reunieron en el mes de octubre para dar inicio a la conformación del “capítulo de
Caldas” eligiendo su propia junta directiva, la que quedó integrada así:

Presidente Honorario Coronel Mauricio Gómez Guzmán


Presidente Ejecutivo Teniente coronel (r) Alberto Zuluaga Arias
Vicepresidente Teniente coronel Sergio Alfonso Vargas C.
Secretario Capitán Alfredo Rangel Hernández
Tesorera Especialista jefe Luisa Marina Arias Ostos
Revisor Fiscal Doctor Darío Betancur Arango
Vocal Subintendente Jorge Hernán Henao Ramírez
Suplente Sargento segundo (r) Rodrigo Hernández Gutiérrez
Vocal Sargento segundo (r) Hernando Gutiérrez Toro
Suplente Doctora Luz Marina Aristizábal García
Vocal Sargento mayor (r) Luis Jesús Becerra Parra
Suplente Intendente Hildebrando Quintero Tangarife.

Según acta No. 001 de fecha 17 de octubre de 2001, documento original que reposa en
la secretaría de nuestra academia.

Celebro que en esta sesión especial, nos acompañen eminentes representantes de la


comunidad caldense, porque con su presencia además de darle lustre y brillo al
naciente capítulo, serán los impulsadores de esta idea que la sienten como propia,
porque también han sido en una u otra forma protagonistas de primer orden de la
historia de este departamento.

MIEMBROS HONORARIOS CAPÍTULO CALDAS

La Academia Colombiana de Historia Policial, ha nombrado como miembros honorarios


del capítulo a las siguientes personalidades: doctor Luis Alfonso Arias Aristizábal,
Gobernador del Departamento, doctor Germán Cardona Gutiérrez, Alcalde de Manizales
y monseñor Fabio Betancur Tirado, Arzobispo de la Diócesis de Manizales, a quienes
en esta sesión académica tendremos el honor de imponerles la medalla que así los
acredita y hacer entrega del diploma correspondiente.

Con el rigor académico que exigen los estatutos, el discurso de orden en esta sesión
solemne estará a cargo del señor Presidente Ejecutivo del “capítulo Caldas”, señor
coronel Mauricio Gómez Guzmán, quien disertará sobre el tema “La Policía de Caldas,
un pasado de honor ante la historia”.

La ceremonia tuvo lugar en el auditorio Comfamiliares de la hermosa ciudad de


Manizales.

CAPÍTULO RISARALDA (23 de noviembre de 2002)

El capítulo Risaralda, idea gestada a la luz del sentimiento y la mística policial que
respira por todos los poros el señor teniente coronel Luis Eduardo Altamar Valdivia,
veterano guardián del orden, enamorado de su Policía y fiel a su especialidad de
carabineros. Él, con el ánimo que lo caracteriza y el interés que siempre ha
demostrado por la historia, con aguda inteligencia y fina pluma ha logrado
extraordinarios escritos dignos de admirar y que para fortuna de la academia es quien
regirá los destinos del capítulo Risaralda, como presidente ejecutivo.

En igual forma debo destacar al señor coronel Guillermo Carreño Cárdenas, excelente
policía y gran señor, quien ha sido otro de los grandes entusiastas de la integración, el
servicio y la investigación; él será el vicepresidente de la corporación. Otro importante
artífice de este capítulo ha sido el señor mayor Hernando Cano Castaño, hijo de estas
entrañables tierras, miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia
Policial y Subdirector del Bienestar Social de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía
Nacional, a quien debo reconocer su empeño y voluntad para este esencial logro.

Actuarán como presidente honorario y ejecutivo de este capítulo, coronel Hernando


Arciniegas Sánchez, Comandante de Departamento y teniente coronel Luis Eduardo
Altamar Valdivia, respectivamente. Ellos, respaldados por un selecto grupo de policiales
y otras personalidades académicas de esta tradicional y querida ciudad de Pereira se
reunieron para dar inicio a la conformación del “capítulo de Risaralda” eligiendo su
propia junta directiva la que quedó integrada así:

Presidente honorario Coronel Hernando Arciniegas Sánchez


Presidente ejecutivo Teniente coronel Luis Eduardo Altamar Valdivia
Vicepresidente Coronel Guillermo Antonio Carreño Cárdenas
Secretario Intendente Miguel A. González González
Secretario de actas Patrullero Jorge M. Gallego Uribe
Tesorera Capitán Martha Álvarez Buitrago
Fiscal Capitán Francisco Rodríguez Bernal
Primer Vocal Agente Silvio Zape Yule
Segundo Vocal Sargento viceprimero José R. Bedoya Valencia
Tercer Vocal Sargento mayor Jorge I. Acosta Muñoz

Según acta No. 001 de fecha 4 de octubre de 2001, documento original que reposa en
la secretaría de nuestra academia.

La presidencia de la Academia se hace presente en la ciudad de Pereira, triángulo de


oro de la economía colombiana, cariñosamente llamada “La trasnochadora,
querendona y morena”, ciudad de las puertas abiertas, donde nadie es forastero, por
el calor y afecto de sus gentes, para hacer realidad el deseo de un selecto grupo de
personas que le hacen honor al Departamento de Risaralda y a su policía, buscando la
riqueza histórica que a no dudarlo resultará abundante y sorprendente.

MIEMBROS HONORARIOS CAPÍTULO RISARALDA

Por lo meritorio de sus vidas, por los ideales de servicio a la comunidad, por su
formación humanística y por su entrega a las causas nobles, la Academia Colombiana
de Historia Policial, ha nombrado como miembros honorarios del capítulo a la doctora
Elsa Gladys Cifuentes Aránzazu, Gobernadora del Departamento de Risaralda, a la
doctora Martha Elena Bedoya Rueda, Alcaldesa de Pereira y al excelentísimo monseñor
Tulio Duque Gutiérrez, Obispo de la Diócesis de Pereira a quienes en esta sesión
académica tendremos el honor de recibir.
El discurso de orden en esta sesión solemne estará a cargo del Señor Presidente
Ejecutivo del “capítulo de Risaralda” teniente coronel Luis Eduardo Altamar Valdivia,
con el tema “Crónica sobre la creación del Departamento de Policía Risaralda”.

La sesión solemne tuvo lugar en el salón Opirama del hotel Melía, de la querendona
ciudad de Pereira.

CAPÍTULO VALLE DEL CAUCA (Reactivación 15 de febrero de 2002 )

La creación del capítulo de historia del Valle del Cauca, se debe al entusiasmo y
dedicación de un eminente y distinguido oficial de la Policía Nacional, amante del arte,
del periodismo, la literatura, la historia y de la cultura en general , que siendo
comandante de la Policía Metropolitana Santiago de Cali y a la vez, Vicepresidente de la
Academia de Historia de la Policía Nacional, se dio a esta encomiable tarea. Él es el
señor brigadier general Guillermo León Diettes Pérez, que hoy nos acompaña y quien
por encargo de la Junta Directiva Nacional, el día 15 de septiembre de 1993, dio
posesión al Presidente honorario, el señor general (r) Deogracias Fonseca Espinosa
Exdirector de la Policía Nacional y ex presidente de la República; al Presidente
Ejecutivo teniente coronel Hernando Grisales Ramírez y demás miembros del capítulo.
Después de varios años de inactividad, debido a circunstancias que no es preciso
analizar, este capítulo renace gracias al tesón y empeño de uno de sus fundadores el
señor teniente coronel (r) Hernando Grisales Ramírez, enamorado como ninguno de su
profesión de policía, quien con devoción y cariño durante varios lustros ha venido
acompañando, asesorando y sirviendo a la causa policial y a quienes dirigen los
destinos institucionales en esta noble región de Colombia. Él, con su inteligencia y amor
por la historia policial, para fortuna nuestra, regirá una vez más los destinos de este
capítulo como presidente ejecutivo.
Es reconfortante para nuestra academia, que la junta directiva del capítulo Valle del
Cauca esté presidida por su propio comandante, como Presidente honorario, el señor
brigadier general Heliodoro Antonio Alfonso Roa, distinguido oficial, de amplia
trayectoria profesional y de excelentes ejecutorias, que como conocedor de nuestra
propia historia será un baluarte importante en su consolidación y desarrollo. En igual
forma la vinculación entusiasta y ejecutiva del señor Coronel Javier Darío Pareja
Cardona como Vicepresidente, le dan al capítulo la importancia y fortaleza que merece.
Ellos junto con el señor teniente coronel Grisales Ramírez, apoyados por un distinguido
grupo de policiales y otras personalidades académicas de esta acogedora ciudad
Santiago de Cali, se reunieron para conformar la Junta Directiva del “Capítulo Valle del
Cauca”, que queda integrada así:

Presidente honorarioBrigadier General Heliodoro Antonio Alfonso Roa


Presidente ejecutivoTeniente Coronel Hernando Grisales Ramírez
VicepresidenteCoronel Javier Pareja Cardona
SecretarioIntendente Ana Luisa Palacios
Tesorero Doctor Álvaro Trujillo Gutiérrez
FiscalDoctor Roberto Alfonso Castillo
Primer VocalMayor Elías Forero Zambrano
Segundo VocalDoctor Carlos Calero Mercado
Tercer VocalSeñor Marco Fidel Chávez

Según acta No. 001 de fecha 22 de noviembre de 2001, documento original que reposa
en la secretaría de nuestra academia.

MIEMBROS HONORARIOS CAPÍTULO VALLE DEL CAUCA

Como un homenaje y reconocimiento a las calidades ciudadanas y de servicio a la


comunidad y a la Policía Nacional, la Academia Colombiana de Historia Policial decidió
por unanimidad nombrar como miembros honorarios a las siguientes personalidades:
doctor Germán Villegas Villegas, Gobernador del Departamento, doctor John Maro
Rodríguez Flórez, Alcalde Santiago de Cali, excelentísimo monseñor Isaías Duarte
Cancino, Obispo de Santiago de Cali, mayor general Deogracias Fonseca Espinosa, ex
presidente de la República, y teniente coronel Gladys Amparo Guevara Díaz, Directora
de la Escuela Simón Bolívar de la ciudad de Tuluá.

Para el discurso de orden en esta sesión solemne se designó al señor Presidente


Ejecutivo del “capítulo del Valle del Cauca” teniente coronel (r) Hernando Grisales
Ramírez con el tema “Reminiscencias vallecaucanas y cien años de historia policial”; el
solemne acto tuvo lugar en el auditorio del comando de la Policía Metropolitana
Santiago de Cali.

Antes de finalizar mi intervención, deseo pedirles un minuto de silencio y reflexión como


homenaje a los miles de policías colombianos que en cumplimiento del más sagrado
deber, han ofrendado su vida, su sangre y aún su libertad en aras de la paz, al igual
que por nuestro ilustre miembro fundador, el doctor Rodrigo Escobar Navia, quien con
su inteligencia y extraordinarias calidades humanas y culturales orientó nuestra
Academia.

Con el convencimiento de que los capítulos Caldas, Risaralda y Valle del Cauca,
brillarán con luz propia y serán un faro permanente que iluminará la Academia de
Historia Policial, la presidencia felicita a sus distinguidos integrantes y los invita a que
con sus estudios e investigaciones revivan los acontecimientos que marcaron nuestra
pasada y reciente historia y a rendir homenaje a sus mártires y héroes quienes lo
entregaron todo por la libertad, la paz y la democracia.

Muchas gracias.
Imprenta Fondo Rotatorio de la Policía
Teléfonos: 270 5521 – 564 0788

También podría gustarte