Cuaderno Historico Edicion 8
Cuaderno Historico Edicion 8
Cuaderno Historico Edicion 8
“Cuaderno Histórico”
Número 8
Fundado en 1993
Presidente Honorario
General Luís Ernesto Gilibert Vargas
Presidente
Mayor General Carlos Alberto Pulido Barrantes
Asesor Ejecutivo
Especialista Jaime Arturo Meneses Martínez
Vicepresidente
Coronel (H) Bernardo Echeverri Ossa
Secretario - Tesorero
Mayor Jorge Iván Toro Carmona
Revisor Fiscal
Doctor Gustavo Gómez Porras
Vocales Titulares
Brigadier General Fabio Arturo Londoño Cárdenas
Brigadier General Guillermo León Diettes Pérez
Teniente Coronel Lino Arturo Girón Trujillo
Vocales Suplentes
Brigadier General Edgard Peña Velásquez
Coronel Ramiro Efraín Rincón Rincón
Doctor Darío Vera Jiménez
EDITORIAL
En nuestra policía, si algo abunda es el amor por las grandes causas de la libertad y de
la seguridad, manifestado en formas y deseos diferentes que exaltan las glorias de la
Institución, suscritas por hombres y mujeres en competencia heroica por dar cada uno lo
mejor de su pensamiento, de su acción y de su vida, al imperio de la ley y al bien de
nuestros ciudadanos.
Las páginas del Cuaderno están justamente destinadas a que nunca caiga en el olvido o
en la solemnidad de los actos institucionales; las ejecutorias de su proyección, inscritas
en obras de orgullo nacional, el martirio de sus memorias, el péndulo incesante entre los
amargos instantes del dolor y la euforia de las mejores horas, que marcan
inexorablemente el ritmo constante de la existencia humana. Recomendamos pues su
lectura, porque en tiempos de saudad, nada más regocijante que evocar recuerdos y en
momentos de incertidumbre nada mejor que buscar en el pasado, la clave de provenir.
Este Cuaderno no sólo se debe leer, sino conservar y compartir.
Miembros Correspondientes
Cr. Fernández Castro Gilberto Antonio
EM. Giraldo Rojas Javier
Dr. Rivero Ángel Guillermo
My. Toro Carmona Jorge Iván
Dr.Vera Jiménez Darío
Contenido
Editorial
Reminiscencias vallecaucanas
y cien años de historia policial
Teniente coronel Hernando Grisales Ramírez............................................92
Creación capítulos de historia policial
Mayor general Carlos Alberto Pulido Barrantes.................................. .....101
I
Adelante guardianes del orden
con hombría, valor, dignidad;
Vigilad que el derecho del hombre
Sea con orden gozar libertad. (Bis)
II
Si a obrar os obliga el deber,
La prudencia y saber demostrad;
De balanza justicia sed fiel,
Ciudadano ante ley es igual.
III
Del hogar los derechos sagrados,
Como padres debéis custodiar;
y que Dios y la Patria os los Premien,
Defensores del orden social. (Bis)
Letra y música:
Maestro Luis María Carvajal
ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA POLICIAL
ESTATU TOS
PREÁMBULO
CAPÍTULO I
NATURALEZA Y DOMICILIO
CAPÍTULO II
OBJETIVOS
CAPÍTULO III
MIEMBROS
Parágrafo: Los Miembros Honorarios no necesitan tomar posesión, sólo se les expedirá
el diploma y la medalla que los acredita como tales mediante acto especial.
Artículo 8.Posesión. Los miembros de la Academia tomarán posesión de sus dignidades
mediante la promesa de rigor y la presentación de un trabajo original sobre un tema
histórico policial. Su calidad se acreditará mediante un diploma firmado por el
Presidente y el Secretario de la corporación.
Artículo 9. Elección. La elección de los miembros de la Academia se hará por mayoría
de votos en sesión ordinaria.
Artículo 11. Derechos de los Miembros. Los miembros de la Academia tendrán derecho
a voz y voto en la asamblea general y en las sesiones ordinarias.
b. La renuncia.
e. La muerte.
CAPÍTULO IV
CARGOS DIRECTIVOS
CAPÍTULO V
FUNCIONES Y RESPONSABILIDADES
Artículo 23. Vocales. Los Vocales son los voceros de la Academia y velarán en todo
momento por el cumplimiento de los fines de la Corporación. Para ello tendrán derecho
a voz y voto.
CAPÍTULO VI
DEBERES Y DERECHOS DE LOS ASOCIADOS
Artículo 26. Derechos. Los afiliados tienen el derecho de asistir a las sesiones y actos
organizados por la Corporación, a participar en sus decisiones, a presentar ponencias, a
conocer los estados financieros y a representarla en actos culturales, previa
autorización de la Junta Directiva.
Artículo 27. Prohibiciones. A los miembros de la Academia les está prohibido utilizar el
nombre de la Corporación para fines que no tengan relación con el ejercicio de sus
funciones.
Artículo 28. Faltas. Son aquellas actitudes, hechos o manifestaciones que afectan el
buen nombre o el funcionamiento de la Academia. Para establecerlas la Presidencia
designará una comisión que investigue los hechos y rinda un informe que será sometido
a consideración de la Academia, la que decidirá en el acto y por mayoría de votos.
CAPÍTULO VII
ASAMBLEA GENERAL
Artículo 30. Quórum. La Academia podrá sesionar con cualquier número de miembros,
pero para tomar decisiones que comprometan a la Corporación, se requerirá un quórum
de la mitad más uno.
CAPÍTULO VIII
PATRIMONIO
Artículo 32. Caja menor. El Tesorero dispondrá de una caja menor en cuantía que fije la
Junta Directiva y de cuyo manejo rendirá cuenta, cuando la Junta Directiva o la
asamblea se lo soliciten.
CAPÍTULO XIX
DISPOSICIONES COMPLEMENTARIAS
Artículo 34. Temas vedados. A los miembros de la Academia les es prohibido discutir
en las sesiones, asuntos personales, religiosos, de política partidista y otros que puedan
afectar, censurar o lesionar intereses de las personas o instituciones.
Artículo 35. Reforma de Estatutos. Para reformar los presentes estatutos se procederá
mediante proposición presentada por cuatro miembros de número y/o correspondientes,
la cual, si fuere admitida, pasará a una comisión de tres miembros, designados por el
Presidente para estudiarla y emitir concepto en la reunión en que se surta el debate. Se
requerirá mayoría de votos para aprobar las modificaciones propuestas.
Artículo 36. Bandera, Escudo, Venera. La Academia podrá aprobar sus propios
símbolos como bandera, himno, escudo y venera.
Si quedaren bienes, una vez liquidado el pasivo, estos se traspasarán a una de las
entidades de asistencia social o cultural de la Policía Nacional, mediante elección por
mayoría de votos de los miembros de número.
Los presentes estatutos fueron aprobados por la mayoría de los asistentes según
consta en el acta No.004 del 15 de marzo de 2001.
Esa decisión, permitió disponer fondos de la Caja de Auxilios de la Policía, para adquirir
un lote de la hacienda “La Laguna”, situada al sur de la ciudad, para adelantar aquí una
construcción, que se pensó de arquitectura inglesa, con colores vivos, para que se
insertara en “esa parte un poco triste de la sabana, de alrededores áridos y atmósfera
gris, color motivado tal vez por la vecindad del horizonte siempre nublado de los
páramos de Cruz Verde”.
Tres años después, con 18 edificios terminados y un área construida cercana a los
15.000 mts cuadrados, el doctor Eduardo Santos, nuevo Presidente de la República,
promulgó el decreto re orgánico de la Policía, en el que estableció el departamento
docente y en su desarrollo, proporcionó a la escuela la estructura orgánica requerida:
designó un director, un prefecto de estudios, un secretario y demás funcionarios para su
administración, así como los docentes y profesionales de sanidad.
Inició sus labores académicas el 16 de mayo de 1940, con 58 muchachos que
desarrollarían un pensum integrado por cuatro clases de disciplinas: Cultura intelectual
(36%), cultura práctica profesional (20%), cultura física (20%) y cultura militar (18%).
Los docentes para esa época, fueron escogidos entre un grupo de alumnos de
selección, de la Universidad Nacional, por encontrarse dispuestos a ofrecer un año de
sus vidas para ponerlo al servicio de la idea y por su capacidad para ayudar en lo que
se consideraba una difícil tarea.
Por primera vez, el 22 de noviembre de 1940, egresó una promoción integrada por 39
entusiastas oficiales, que se constituyeron en la primera de las 81, que hasta la fecha se
han formado en nuestro claustro.
Ya para 1946, se exigía el diploma de bachiller como uno de los requisitos para ser
teniente segundo y el derrotero organizativo y curricular, siguió respondiendo a una
marcada instrucción jurídica, técnica, física y militar (ésta última, como auxiliar de lo
específicamente policial).
El lapso comprendido entre 1948 y 1950, marcó un período de interrupción en las
actividades académicas del instituto, el cual correspondió a la crisis que como resultado
de los hechos violentos del 9 de abril, obligó a la reorganización de la Policía Nacional,
reorganización que se adelantó gracias a la contratación de una misión inglesa, dirigida
por Sir Archibald Douglas Gordon, que entre otras realizaciones elaboró un pensum
completo para cadetes, oficiales y agentes y definió pautas para su formación, las
cuales incluyeron entre muchos aspectos, el fomento de la investigación criminal.
Con base en tales ejecutorias, el gobierno nacional posibilitó que la escuela “General
Santander” reiniciara sus labores en enero de 1950, encargándole de manera exclusiva,
la formación de los oficiales para la Policía Nacional, que se requerían, con más
profesionalismo y capacidad de prestar un servicio eficaz.
En 1956, se establecen los dos últimos años del bachillerato, como una medida para
aumentar el personal y formar la vocación desde temprana edad, y en 1957 se incluyen
en el plan de estudios para cadetes y oficiales, todas las materias que se cursaban en
una facultad de derecho, con especial énfasis en el estudio del derecho civil, penal y
administrativo, complementado con seminarios de derecho laboral, derecho
internacional y criminología, contenidos que vinieron a reforzar aquellos propios de la
formación del policía en lo técnico y procedimental.
La llegada al país en 1958 de una misión chilena, integrada por tres oficiales
seleccionados entre los más destacados del cuerpo de carabineros, permitió la
preparación de instructores y maestros de equitación, que en ese arte han orientado a
las generaciones de oficiales y han tecnificado el servicio de carabineros que se presta
actualmente en nuestros pueblos y ciudades.
La década del 60, registra la creación de la Academia Superior de Policía, como una
oportunidad y un ámbito académico propicio para continuar la formación de los oficiales
en el grado de mayor, preparándolos para asumir los cargos directivos y de comando en
la institución, academia a la que se suman desde esa época oficiales de países
hermanos como Honduras, Panamá, Venezuela, Costa Rica, Perú, Ecuador y Bolivia y
que han contribuido a afianzar el prestigio de la Policía de Colombia en América Latina.
1976 es registrado en los anales históricos del alma máter, por la obtención del
reconocimiento por parte del Icfes, como institución de educación superior y la
autorización para expedir los títulos de “Licenciatura en estudios policiales” y
“Administración policial”, hechos que marcaron el interesante proceso de desarrollo
organizacional y académico que hoy podemos presentar ante la comunidad nacional e
internacional.
El ingreso de profesionales de las diferentes disciplinas preparados como oficiales del
cuerpo administrativo, la vinculación y formación de mujeres para la vigilancia, la
modificación, ajuste permanente y creación de nuevos programas que den respuesta a
la profesionalización del ejercicio de la actividad policial, el proceso de transformación
cultural de la Policía y la reciente fusión de la Dirección docente con la Escuela de
Cadetes de Policía “General Santander”, son algunos de los hechos que nos permiten
mostrar hoy, una Escuela Nacional muy consolidada, que tiene su sede en Bogotá y
cuenta con 17 seccionales en todo el país, que le permiten ofrecer los planes y
programas que en los campos de la técnica, la tecnología, la formación universitaria y la
formación avanzada requieren tanto los oficiales, como los suboficiales y el personal de
la nueva carrera del nivel ejecutivo, para responder a las demandas de un nuevo tipo de
sociedad, generadora de nuevas modalidades de interacción y prácticas delictivas, las
cuales exigen cada día, identificar necesidades y adecuar la oferta de sus programas,
en un sistema abierto a la innovación y al cambio permanente, conscientes de que en
ello, radica la vigencia de su misión.
El plan de estudios, por su intensidad y contenidos previstos para los 3 años de escuela,
se organiza en tres etapas, las cuales nos permiten apreciar las características de la
comunidad estudiantil que hace tránsito por nuestras aulas:
Espero haber acertado en la síntesis que durante esta sesión he realizado sobre la
Escuela Nacional de Policía “General Santander”, a fin de que ustedes hayan logrado
conocer el valor y el significado que para la vida democrática de Colombia representa
esta casa de estudios, que tiene un sueño y continuará trabajando por lograrlo: Llegar
al año 2010 como una universidad competitiva, con alta exigencia académica,
reconocida y posicionada por la calidad de sus egresados que lideran el servicio policial
y que han construido con el apoyo de la comunidad, una verdadera cultura de la
seguridad ciudadana, que permite que todos los habitantes convivan en armonía.
Muchas gracias
GENERAL SAULO GIL RAMÍREZ SENDOYA
Ilustre personaje policial
Ya han pasado varios años desde el momento en que este ilustre varón, oficial superior
y general de tantos hombres, ha dejado de ejercer la Dirección General de la Policía y la
Gerencia de la Caja de los Sueldos de Retiro.
Era un individuo humano como el que más en todos los actos del servicio, sin
altanerías, sin gritos estentóreos, sin indignidades; de allí nació paradójicamente, un
tratamiento familiar que nos llegó a todos, por su simplicidad, tamaño y a la vez,
grandeza, dadas por sabidas, desde la boca misma de los discretos agentes de policía;
para ellos, el hombre que hoy tratamos de exaltar en su memoria, no era el señor
general Saulo Gil Ramírez Sendoya. Para los agentes de entonces, sus esposas e hijos,
el Director General de la Policía, era simplemente “SAULO GIL”.
Así, a secas: SAULO GIL... era ese el nombre, para todos nosotros, los subalternos, de
quien comandaba, digo mejor, de quien dirigía muchos miles de hombres comulgantes
en la filosofía de la fuerza al servicio del derecho y de la consideración debida al valor
moral de quien lo hacía según las leyes de Dios y de los hombres.
Por ello y por muchos otros motivos exaltamos la memoria de ese distinguido caballero
de noble espada y bastón de mando, quien se preciaba entre otras cosas de ser un
hombre de campo que gustaba de cuidar sus semovientes y de arar personalmente la
tierra, conduciendo un tractor con sus propias manos, durante sus vacaciones.
El señor general Ramírez Sendoya, como hombre de leyes y de armas, era de ánimo
fuerte y sostenible. Pero varias veces lo notamos compungido en algún grado, como
cuando dispuso ropa y uniformes de abrigo para los policías que custodiaban la planta
de la estación de T. V. en el nevado del Ruiz, o en la Navidad en que, como un moderno
espigado san Nicolás, fue a repartir regalitos para los niños de 15 agentes de policía
trasladados en emergencia a orden público. Las madres recibieron, cada una, un
generoso inventario de víveres, para suplir en ese aspecto la ausencia de los jefes de
hogar, en cumplimiento de su misión.
Así lo confirmaron los primeros directores abogados de esta noble escuela, los doctores
Miguel Lleras Pizarro y Roberto Pineda Castillo, hoy reconocidos como preclaros
ciudadanos, y eximios policías sin uniforme, que le dieron lustre al claustro de esta
Escuela de Paz y sembraron semillas de plantas democráticas, que los sucesores en la
Dirección General de la Institución policial han venido cultivando con honor e hidalguía.
Posteriormente, ambos ilustres maestros nos distinguieron con una inmejorable amistad.
Nuestro afecto por la Institución nació desde entonces; allí se consagró, una vez más el
pensamiento de Vidoc, el comisario delegado de la Policía francesa, quien decía,
“Policía un día, policía toda la vida” y los hombres que han servido en ella, lo confirman:
odian el mal y quieren hacer siempre el bien.
Con las iniciativas y apoyo del señor Presidente Lleras Camargo, la Policía vino a más.
Luego, de los estudios de Estado Mayor con el general Bernardo Camacho Leyva, con
un equipo de brillantes oficiales de ejemplar civilidad y preparación intelectual, se
crearon y actualizaron, entre otros, los estatutos de carrera de sus servidores, el
nacimiento de la escuelas de formación de las seccionales, para agentes y suboficiales
en los departamentos para que esos insomnes servidores fueran oriundos del lugar.
Desde entonces nació toda suerte de estatutos reglamentarios que el Estado Mayor
elaboraba; allí se aquilataron normas como el Estatuto Orgánico, y las diversas normas
de procedimientos, al igual que tantas otras disposiciones que han venido consolidando
el basamento legal de nuestra querida institución policial.
La admiramos también, aún más, hoy, cuando llegan los frecuentes aciertos en la
lucha contra el crimen, cuando los hombres de uniforme defienden la soberanía en cada
centímetro del territorio, buscando preservar el orden público interno con un heroísmo,
ejemplo de América… Pero cómo sentimos en el alma, el gotear la sangre de sus
mártires.
Por razones naturales, estamos registrando también hoy, con el viaje sin regreso del
señor general Ramírez, la desaparición de otros seres muy nuestros, que fueron
ilustres oficiales, suboficiales y agentes de quienes lamentamos su desaparición, no sin
antes invocar el recuerdo imborrable de sus méritos morales y profesionales.
Ellos cumplieron bien. Sí,… lo hicieron bien. Esas son las palabras calificativas del
Evangelio para las obras buenas, de los hombres de bien.
El general Ramírez Sendoya, también lo hizo bien; sólo que la bala asesina de que
hablaba Julio Arboleda, vino a señalarlo para morir, como “cualquier bala”, cuando
apenas iniciaba el disfrute de una elegante ancianidad, en pleno honor de caballero y
de brillante policía.
He dicho.
–IN MEMORIAM–
GENERAL SAULO GIL RAMÍREZ SENDOYA
Hablar del general Saulo Gil Ramírez Sendoya es hablar de uno de los grandes
personajes que hicieron la reciente historia en la Policía Nacional y qué mejor
oportunidad que esta, cuando se cumple un año de su fallecimiento, para exaltar su
vida y su obra.
Saulo Gil Ramírez Sendoya ingresó a la Policía en el año 1950 como Comandante de
Policía del departamento de Bolívar y en 1958, asumió el cargo como primer Director
General uniformado, con grado policial, no sin antes haber servido con fervor al Ejército
Nacional y la Infantería de Marina. Durante los siete años que rigió los destinos de la
Institución realizó una extraordinaria labor digna de admiración y encomio.
Como homenaje póstumo a su fecunda vida y a sus calidades policiales, el curso No.
076 de oficiales con inmenso orgullo bautizó su promoción con su nombre, y la Policía
Nacional, para destacar su brillante paso por la Institución le colocó su ilustre nombre al
auditorio de la Seccional de Estudios Superiores de la Policía Nacional, en el que hoy
nos encontramos.
Otro interesante capítulo de su notable presencia en la vida nacional, fue su paso como
gerente de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional (mayo 1971 a abril 1975),
en la que puso todo su empeño y capacidad reorganizando la estructura y planta de
personal, logrando a su vez la terminación y puesta en marcha de la primera torre, Hotel
Hilton, como propósito fundamental de su administración; su dinamismo y su don de
gentes dejaron una honda huella en este Instituto que lo recuerda con gratitud. En
reconocimiento a su obra la Dirección General de CASUR el 24 de febrero de 1999, le
impuso la Condecoración “CASUR” categoría Extraordinaria.
Con este breve recuento de su vida, quiero invitar a los académicos y a toda la Policía
Nacional a que profundicemos sobre su vida, obra, y ejecutorias porque se trata de un
personaje excepcional que le ha dado lustre y brillo a nuestra Institución y que sirvió con
sacrificio y devoción a la Patria.
Muchas Gracias
SEPTUAGÉSIMO OCTAVO ANIVERSARIO
FALLECIMIENTO DEL COMISARIO EXCEPCIONAL
JUAN MARÍA MARCELINO GILIBERT LAFORGUE
Discurso de orden pronunciado por el señor teniente (H) Armando Lara
Neira, Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia
Policial, en la sesión solemne conmemorativa realizada en el teatro de la
Escuela Nacional de Policía “General Santander” el día 11 de
septiembre de 2001.
Permítame la respetable concurrencia recordar el motivo por el cual interviene cada año
en esta ocasión, la décima promoción de oficiales, afectuosamente apellidada de “Los
Marcelinos”.
Las palabras de rigor estuvieron a cargo del entonces capitán Nicolás Ríos Mesa, hoy
gozando de la visión de Dios, con el grado de brigadier general.
Aconteció en aquella fecha un evento, que hoy toma gran relieve: por primera vez
apareció dentro de la Escuela General Santander, acompañado de su señora madre, el
bachiller Luis Ernesto Gilibert Vargas, que varios días antes había sido descubierto en
un colegio de la capital, por la inquietud e iniciativa de los “Marcelinos”, a la sazón
tenientes Francisco de Paula Guerrero Guerrero y Lino Arturo Girón Trujillo. El joven
Luis Ernesto, nieto en línea directa del gran Gilibert, a través de su padre Luis Juan
Pablo Marcelino, es el hoy general de tres estrellas y Director de la Policía Nacional.
Para conocer mejor a nuestro insigne personaje, traigamos a la memoria sus orígenes.
Fue su padre don Juan Gilibert, nacido el primero de junio de 1809 en Fustignac, ciudad
asentada al sur de Francia, en el departamento de “El Alto Garona”, con habitantes en
su mayoría dedicados a las faenas del campo, descollando el cultivo de extensos
viñedos.
En el año de 1870, las tonalidades de los clarines militares invadieron nuevamente los
aires de Francia por todo su entorno, llamando a sus hijos a aprestarse para defender
los derechos nacionales, conculcados por el agresor extranjero. La guerra franco-
prusiana había iniciado y el sargento Gilibert estuvo entre los primeros en asumir
posiciones de defensa, con sus soldados en las líneas de combate.
Sufrió su primera herida y fue hecho prisionero en la avanzada hacia la ciudad alemana
fronteriza de Reischoffen, tras duro enfrentamiento. Merced a su malicia, a su
experiencia, a sus argucias y a la firme convicción de sus principios, una vez recuperado
de su dolencia, logró escapar de sus captores, para volver nuevamente a las filas de su
ejército y continuar combatiendo hasta el final del conflicto. Por segunda y tercera veces
brindó su sangre a Francia, en las batallas de Sedán, el primero de septiembre de 1870
y el 4 de diciembre del mismo año, en la batalla de Orleans.
Fue así como, envuelto en su prestigio y pertrechado del deseo invencible de dar de sí
mismo todo lo posible para mejorar los ambientes, reinantes en las diferentes capas
sociales, infectadas muchas de ellas del descontento, de malestares, de malos manejos
y alimentadas por doctrinas foráneas de rebeldía y desorden, aceptó sin pensarlo dos
veces, asumir el cargo de Comisario Especial de Quinta Clase, en la Policía de su país.
En el año de 1878, Brioude y Torre del Pino alternaron su presencia; Mende lo tuvo en
1879; Isoure en 1880; en 1881, por dos ocasiones lo albergó Flers, Castres lo disfrutó
en 1889 y ya ostentaba los distintivos de Comisario Jefe de Primera Categoría. El
máximo grado de la Policía francesa de la época, el de comisario excepcional, le fue
conferido por el gobierno de su patria, estando ya en Bogotá, al parecer en 1906, al
cumplir quince años de permanencia continua en Colombia.
El gran patricio chocoano, don Carlos Holguín Mallarino, con su obsesión por contribuir
a la paz y a la convivencia entre los colombianos, en una época gravemente conturbada
por las frecuentes guerras intestinas, propiciadas por los partidos políticos en formación,
saturados de sentimientos egoístas con aspiraciones únicas de poder, fue él, el señor
Holguín Mallarino el pilar definitivo en la expedición de la Ley 38 de 1880, en la cual se
autorizó al Ejecutivo, crear y organizar la Policía en Bogotá. Sin embargo la carencia de
medios económicos, dio al traste con tan importante disposición.
Por fortuna y gracias a la tesonera labor de don Rafael Núñez, entró en vigencia la
nueva Constitución de la República en 1886, en cuyo artículo 167, se incluyó para el
Gobierno Nacional la obligación de organizar el cuerpo de policía, servicio éste que
estaba diseminado por los anteriores estados federativos, con legislaciones propias,
adecuadas a las costumbres y a los modus vi-vendi regionales. Este nuevo mandato
constitucional conformó los anhelos del presidente Holguín, para lanzarse a la
organización y mantenimiento de un cuerpo policial, con futuros alcances nacionales,
conforme ya lo habían contemplado los artículos 3 y 4 de la Ley 23 de 1890.
Para escoger al comisario Gilibert, el gobierno francés tuvo en cuenta sus sólidos
conocimientos policiales, basados en estudios y experiencia, su recio carácter y
personalidad bien definida, los años universitarios cursados en la facultad de leyes y su
dominio del idioma español.
El 26 de agosto de 1891, Gilibert aceptó el cargo y seis días después salió de París
hacia el puerto de San Nazario. Allí, donde las aguas del río Loira rinden su tributo a las
del Océano Atlántico, tomó pasaje hacia la Colombia, descrita en su imaginación como
un país pintado en las novelas de Emilio Salgari. Allí también entregó a los aires, en un
instinto de confianza, sus besos y abrazos, para que los vientos complacientes los
depositaran en su amada Paulina y en su querido y único retoño de apenas 17 meses
Luis Juan Pablo Marcelino. Allí, por primera vez postrimera, clavó su mirada triste en su
amartelada Francia, lejos de imaginarse que jamás retornaría a ella.
Las escasas crónicas que acompañan la vida de Gilibert, no se han puesto de acuerdo
para determinar si el arribo al continente sudamericano, se hizo por la morena y
retrechera Cartagena de Indias o por la incipiente y arenosa Barranquilla, el 28 de
septiembre de 1891. Pero el sentido común acude a nuestra ayuda, para insinuarnos
que tuvo que haber sido por la segunda de las villas costeñas ya que en las Bocas de
Ceniza zarpaban los vapores aguas arriba del río de La Magdalena, para dejar en el
puerto de Honda, los pasajeros con destino a la capital colombiana. Lo cierto fue que
nuestro comisario hizo entrada a Bogotá, el 14 de octubre de 1891.
En ese largo recorrido, por las agrestes comarcas, que separan el litoral norteño de la
esmeraldina sabana bogotana, descubrió Gilibert un país joven en su democracia
representativa y en ese lapso, gozó de mucho tiempo y oportunidades para compartir e
intercambiar ideas, para conocer las gentes criollas, con sus costumbres y sus dichos y
para aprender a enamorarse de esta nación, que lo aceptaba con los brazos abiertos,
en amplia generosidad y justificada esperanza.
Lejos de equivocarnos, estamos seguros al afirmar que fue ese histórico hecho, donde
se fincó la decisión gubernamental para nombrar a Gilibert, por vez primera, Director de
la Policía. Tal cargo lo desempeñó con brillantez, en otras cuatro ocasiones posteriores,
hasta la finalización de su misión hacia el año de 1910.
Agobiado por la tristeza y resentida de manera grave su salud, muy pronto sigue a su
consorte, falleciendo Gilibert el 11 de septiembre de 1923, a las 12 y 20 del día en la
ciudad de Bogotá, a los 84 años de edad.
Gilibert, murió con la paz que genera la satisfacción del deber cumplido, dejando en la
historia y en la mente policial, la impronta de sus magníficas enseñanzas, para toda la
bella Colombia, que aprendió a amar como su segunda Patria. Por eso podemos decir a
plana voz: aquel comisario excepcional, que se entregó con alma y corazón, para
organizar nuestra Policía, en bien de un orden público integral y del bienestar completo
de la sociedad, ha sido por siempre acogido como hijo auténtico de nuestra Colombia.
Los que en nuestra décima promoción sobrevivimos, por bondad de Dios, a los 74
subtenientes, que nos graduamos el primero de octubre de 1952, en la Escuela de
Cadetes General Santander, nos hemos impuesto año tras año, revivir las glorias y
méritos de Juan María Marcelino Gilibert Laforgue. Orgullosos nos sentimos de ser
llamados “Marcelinos”, no sólo porque revivimos los recuerdo del gran comisario
excepcional, sino porque nos trae a la memoria, nuestras actuaciones sobresalientes en
la actividad policial, las cuales honrosamente fueron resumidas en expresión lapidaria
del señor general Saulo Gil Ramírez Sendoya, cuando siendo Director institucional,
improvisó esta frase lapidaria en histórica fecha: “El curso Marcelino se ha constituido
en la columna vertebral de la Policía Nacional”.
Compañeros policías, señoras, señores: Juan María Marcelino Gilibert Laforgue, mira
hoy complacido y satisfecho, desde las etéreas mansiones celestiales, cómo se ha
desarrollado en gigantescas proporciones, la semilla que él sembró en 1891. Sus
esfuerzos, renunciamientos, celo, entusiasmo, desvelos y admirable voluntad y
consagración sin igual a sus labores, se ven compensadas con grandeza, ante el
progreso ganado por nuestra Institución policial y sus proyectos, ideas e ilusiones de
abarcar todo el territorio nacional, fueron cumplidas desde hace muchas décadas con
las diversas especialidades profesionales, cuyo germen él también implantó.
Seguros estamos, que el espíritu del gran Gilibert permanece solícito contribuyendo a
que la Policía Nacional, con ayuda de todos sus hombres, obtenga los mejores
resultados en su difícil actividad y resurja con mayores bríos cuando el infortunio la
hiera.
Permitamos que el pasado nos enseñe; que aprendamos de la Historia y que las solas
letras se escriban, reflejen sin alterar, la memoria de nuestra Gran Institución
Muchas Gracias.
PRESENCIA DE LA IGLESIA CATÓLICA
EN LA VIDA CASTRENSE DE COLOMBIA
España, nos hará comprender y apreciar una Iglesia, madre y maestra, que solícita
acompaña a todos sus hijos en la situación que se encuentren y cuya obra no puede ser
cuestionada ni minimizada por quienes nunca estuvieron presentes en las horas
decisivas, ni han convivido ni compartido con los hombres en armas. Veamos entonces
este bosquejo histórico que arrancando del siglo XIX nos lleve al servicio religioso en
nuestra Policía Nacional, como integrantes del Obispado Castrense de Colombia.
Con excepción de las plazas fuertes de Cartagena, Portobelo o Puerto Cabello, que
tuvieron ejércitos regulares para defenderse de los piratas, la organización de cuerpos
fijos de infantería y caballería no tendrá lugar sino en el último cuarto del siglo XVIII,
época en la que aparecieron los primeros movimientos de insurrección como el de
Túpac Amaru en el Perú y el de los Comuneros en el Virreinato de Santa Fe.
Sin embargo, tengamos en cuenta que desde el siglo XVI se organizaban por iniciativa
de los vecinos y autoridades locales, milicias voluntarias, que eran disueltas una vez
pasaba la circunstancia que las había motivado y que por tanto no constituían cuerpos
permanentes, ni menos veteranos, por lo cual nunca fueron considerados cuerpos
regulares del Ejército. Sólo en la segunda mitad del siglo XVIII merecieron atención y
reglamentación necesarias.
Los ejércitos regulares de la época se regían por las “Ordenanzas dadas por el señor
don Carlos III, para el régimen, disciplina, subordinación y servicio el 22 de octubre de
1768”. - En el Tratado 2 – título 23 de estas ordenanzas se trataba de los Capellanes, la
forma y requisitos para su nombramiento y remoción, sus obligaciones, etc.
El Servicio Castrense en los reinos de España:
El servicio religioso castrense se inicia formalmente en España con el breve “Cum sicut
Majestatis tuae” del Papa Inocencio X del 26 de septiembre de 1645 por petición de
Felipe IV y por el cual se crea una jurisdicción eclesiástica especial para los capellanes
militares, bajo la dependencia del capellán mayor de su majestad el rey y sin
dependencia del ordinario del lugar, pero sólo durante el tiempo de las hostilidades,
cesada la guerra y en tiempo de paz la atención espiritual a las tropas correspondía a
los respectivos obispos y prelados de los lugares donde se encontraba la sede del
ejército.
Desde 1610, a solicitud de Felipe III, el Papa Pablo V había unido a la dignidad de
Patriarca de las Indias, título creado el 8 de junio de 1524, hasta entonces
exclusivamente honorífico, las funciones de capellán mayor.
Entronizada la dinastía borbónica a principios del siglo XVIII, se inicia una
reorganización administrativa en todos los estamentos del Estado. A ella obedece el
breve: “Quoniam in exercititus” del Papa Clemente XII del 4 de febrero de 1736, por el
cual se renueva y amplía el de Inocencio X y se orden que tanto en tiempos de guerra
como de paz, el capellán mayor posee la jurisdicción delegada castrense, la cual puede
subdelegar. Esta concesión se da por siete años y se renueva periódicamente.
El 10 de marzo de 1762, a petición de Carlos III, el Papa Clemente XIII por otro Breve
“Quoniam in exercititus”, une los cargos de vicario general del Ejército y la Armada en
uno solo y expresamente asigna al oficio de vicario general de los reales ejércitos, al
capellán mayor y patriarca de las Indias.
El 6 de octubre de 1775 el Papa Pío VI autoriza al patriarca de las Indias a “declarar sin
ningún escrúpulo y con toda seguridad de conciencia, cuáles personas deben gozar de
la indicada jurisdicción castrense”. En uso de esta prerrogativa, el 3 de febrero de 1779
el Patriarca declara detalladamente quienes quedan comprendidos dentro del servicio
religioso castrense, y excluye formalmente de su jurisdicción a las milicias voluntarias.
Así lo comunica por decreto del 22 de febrero a los arzobispos y obispos de las dos
Américas e Islas Filipinas.
El Vicariato Castrense en las Indias:
En virtud del breve del Papa Clemente XIII, el patriarca, a quien le estaba expresamente
prohibido pasar a Indias, podía nombrar subdelegados apostólicos para el ejercicio
ministerial en el vicariato castrense, tanto en las provincias españolas como en las
posesiones ultra marinas.
Desde que aparecen los capellanes en los tercios españoles en el siglo XVI, su
nombramiento y remoción corresponden a las autoridades reales y militares, pues
forman parte de la plana mayor de las unidades. El 29 de agosto de 1630, Felipe III, por
orden real manda a los generales de sus ejércitos que nombren capellanes y los puedan
remover a su voluntad y pide a los obispos que los examinen y les concedan las
licencias ministeriales sin necesidad de presentarlos al virrey o gobernador general
como se hacía con los doctrineros.
El Rey Carlos III establece el 3 de agosto de 1768 que sean los coroneles comandantes
de los ejércitos los que nombren los capellanes, pero en conformidad con las
instrucciones del patriarca- vicario general. Pero el 4 de noviembre de 1783, el rey, en
vista de los inconvenientes que se han presentado, ordena que en adelante el
nombramiento lo haga el patriarca o sus subdelegados, previa oposición y concurso, lo
que se hace extensivo a los capellanes de la armada el 25 de febrero de 1784.
La misión del capellán era: doctrinal, moral y ministerial, pero además comprendía
funciones asistenciales a los heridos, enfermos, etc.
El clero en la Independencia:
El juramento de fidelidad que los obispos tenían que hacer al ser nombrados, explica el
fervor realista de los prelados al iniciarse los movimientos de independencia. La
intransigencia de muchos de ellos que prefirieron abandonar sus diócesis antes de
transigir con el nuevo orden político y las actitudes beligerantes de algunos, obligó a su
expulsión. Por ello es tanto más de admirar la conducta de quienes apoyaron desde el
primer momento la causa patriota, como don José Cuero y Caicedo, obispo de Quito y
otros que lograron superar sus convicciones y sentimientos monárquicos para servir leal
y fielmente como pastores y ciudadanos a los nuevos estados como el Obispo de
Popayán, don Salvador Jiménez de Enciso y Cobos de Padilla.
En cuanto al clero diocesano y religioso hay que tener en cuenta que dignidades y
canonjías así como beneficios eclesiásticos eran provistos por las autoridades reales y
estaban sujetos al juramento de fidelidad, pero la gran mayoría del clero diocesano y
religioso era criollo; de entre ellos surgirán los eclesiásticos patriotas, que pusieron todo
el peso de su autoridad moral y su preparación intelectual al servicio de la causa
patriota.
Las sublevaciones de Túpac Amaru en el Perú y de los Comuneros en el Nuevo Reino
de Granada, contaron con la simpatía y aun con el apoyo de clérigos y religiosos.
Aporte ideológico: Está representado en lo notable, por el número y por la calidad de las
personas. Participación del clero diocesano y regular en las juntas supremas, en las
asambleas constituyentes, en la redacción de actas y constituciones. Más influyentes y
decisivas para la ideología patriota, fueron los numerosos escritos que produjeron
clérigos y religiosos para justificar la causa de la emancipación. Basta citar los sermones
y normas patrióticas, que utilizaron la religiosidad popular para sembrar y animar las
nuevas ideas.
Servicios personales: En dos formas prestaron sus servicios personales a los ejércitos
de la república los clérigos diocesanos y religiosos; como Capellanes o como militares.
Entre los años 1899 y 1902, se desata una lucha sangrienta entre los colombianos,
llamada la Guerra de los mil días que anegó en sangre los campos de la patria y en el
cual hubo grandes atropellos contra la Iglesia y se cometieron sacrilegios y actos de
barbarie. En esta guerra estuvo presente la acción pastoral de la Iglesia. En el combate
de Palo negro, nos dice la historia, estuvo la Iglesia con 40 hermanas de la caridad y un
buen número de capellanes. En Santander murió el canónigo Rudesindo Arenas,
capellán del Ejército que defendía la legitimidad.
En el conflicto con el Perú por los años treinta se destaca el joven sacerdote reverendo
Pedro Pablo Galindo, quien obtuvo el grado de brigadier general honorario, capellán del
Ejército y quien más tarde, organizara bajo la dirección del arzobispo de Bogotá, el
grupo de sacerdotes que conformarían el clero castrense para la atención pastoral de
las Fuerzas Armadas del país.
No podemos dejar pasar por alto que desde la creación de los serenos, quienes por
años tutelaron la tranquilidad de los ciudadanos, y luego cuando la Policía se iba
extendiendo a lo largo y ancho de la Patria, los celosos párrocos de entonces atendían
de manera especial a sus policías del pueblo, que con el alcalde y él eran autoridad del
lugar y velaban por la tranquilidad, la paz, la moralidad y el castigo de las faltas.
El decreto 645 de 1924 crea el servicio médico para la Policía y se entrega este servicio
a los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios.
Así transcurría el devenir de una Policía muy al estilo español que prestaba sus
servicios pero vivía en sus hogares y asistía a todos los actos religiosos a sus
respectivas parroquias.
A medida que se fueron creando las divisiones de policía, como Antioquia, Santander,
Cundinamarca, etc., el gobernador respectivo nombraba el personal civil de su policía
departamental. Entre los capellanes que fuimos de las policías departamentales
podemos citar a Evaristo Uribe, Hugo Zolaque, Antonio Ramírez Sendoya, Jorge Pérez
Gómez, Mario Montoya, Carlos Alberto Martínez y el suscrito, quienes al ser
nacionalizada la Policía en 1961, pasamos en junio del mismo año a la Policía Nacional.
EL BIENESTAR SOCIAL
Debemos anotar en primer lugar que cuando los Hermanos Hospitalarios de San Juan
de Dios, dejaron el servicio de sanidad, se hicieron cargo de las Hermanas de la Caridad
o Presentación, quienes con celo y amor atendieron a los enfermos hasta hace pocos
años en la Clínica de la Caracas. Allí fue nombrada en 1953 como Directora la Madre
María de San Luis. Inquieta y preocupada por las necesidades de sus policías, propuso
al coronel Francisco Rojas Scarpeta, la creación de un servicio de asistencia social. Su
anhelo se cristalizó cuando salió la resolución 001863 del 2 de julio de 1953 que creaba
el hoy Bienestar Social de la Policía. En noviembre de 1953 fue inaugurado con la
presencia del entonces presidente teniente general Gustavo Rojas Pinilla. Su primera
Directora fue la Madre María San Luis y su primer capellán el padre Flabio Ochoa; así
empezó una obra social que en poco tiempo cubriría la geografía patria y en cada
bienestar de departamento se nombraba una hermana de la presentación como
directora. Sólo Cesar y Cauca tuvieron una terciaria dominica y una Laurita
respectivamente.
Esto y mucho más para ver la obra que un día soñara la madre María San Luis y que la
Policía ha cuidado fomentado y agrandado. Todos los bienestares son atendidos
espiritualmente por los capellanes del departamento – excepto Bogotá, Medellín,
Cartagena y Barranquilla, que tienen capellán propio.
Antes de terminar es bueno que sepamos que el servicio religioso en la Policía Nacional,
tiene su fundamento legal en la creación del Vicariato Castrense el 13 de octubre de
1949 por su Santidad el Papa Pío XII, quien la incluyó en los fieles del Vicariato
Castrense a la Policía Nacional de Colombia.
En 1987 el Papa Juan Pablo II en la Spirituali Militum Curae, Constitución Apostólica que
rige actualmente en el Obispado Castrense, incluye a la Policía y el estatuto firmado por
canje de notas entre la Santa Sede y el Gobierno de Colombia señala a los miembros
de la Policía como fieles del obispado con todas las prerrogativas.
Con los serenos de antaño, con los agentes, con nuestros suboficiales y oficiales, con
los patrulleros, con los civiles que trabajan en la Fuerza y con sus familias la Iglesia y
sus capellanes continúan la marcha hacia la casa de nuestro Padre Dios.
Muchas gracias.
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS:
Esta especial sesión académica la hemos programado para rendir tributo de admiración
y reconocimiento a la Iglesia católica y en ella a otros policías con sotana, quienes con
fe y devoción se han puesto al servicio de Dios y de la patria como lo reza el lema de la
Policía Nacional.
Muchas gracias
POLICÍA NACIONAL DE COLOMBIA
110 AÑOS DE HISTORIA
Discurso de orden pronunciado por el señor mayor general
Alfredo Salgado Méndez, Subdirector General de la Institución, en la
sesión solemne conmemorativa del centésimo décimo aniversario de
fundación de la Policía Nacional, acto realizado en el auditorio “General
Santander” el día 24 de octubre de 2001.
Hacer referencia a la historia que nos pertenece en unos cuantos renglones, no es tarea
fácil; para iniciar recordemos las palabras del Libertador Simón Bolívar:
“La policía es orden, respeto a los derechos, equilibrio indispensable y guía educadora
de los pueblos. Es formar, propagar y conservar la moral pública”
Fue así como surgió el sereno o vigilante nocturno que recorría las calles como
prevención contra cualquier tipo de infracción y tenía la obligación de dar la alarma en
caso de incendio, a la vez que anunciaba la hora y el estado del tiempo.
La Junta Suprema de Gobierno aclamada por el pueblo en la famosa reyerta del florero,
organizó seis ministerios, entre los cuales cabe destacar el de policía y comercio, el que
refleja la importancia que el régimen naciente le atribuyó a la función policial.
Posteriormente, se sustituyeron estas labores dándose aquellas funciones tradicionales
a los cabildos, que dictaron normas de policía especial, para mantener la tranquilidad y
promover el ornato público.
La Policía sufre una reforma durante el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez, a raíz
de la sustitución de Nueva Granada por Confederación Granadina.
Durante el gobierno del doctor Miguel Antonio Caro, la reciente policía sufrió su primera
gran crisis a raíz de la agudización de los problemas políticos con el surgimiento de un
movimiento revolucionario; pasó a depender del Ministerio de Guerra y sus integrantes
entraron a recibir una formación militar.
Con el devenir de los años la Policía fue objeto de diferentes reformas administrativas,
mediante normas transitorias y confusas, fue anexada a la guardia civil en el gobierno
del general Reyes, denominándose Gendarmería Nacional. En diferentes fechas pasó a
depender del Ministerio de Guerra, para reintegrarse al de Gobierno.
Durante la presidencia del señor José Vicente Concha, la Policía contó con instructores
españoles.
Se contrató una misión francesa bajo el mandato del señor Marco Fidel Suárez, y en el
período de gobierno correspondiente al señor Pedro Nel Ospina, se construyó el palacio
de la Policía, donde actualmente funciona el museo histórico.
Con Miguel Abadía Méndez, surge una nueva tesis proveniente de la jurisprudencia
norteamericana, que estableció en el país la noción de poder de policía y se creó una
sección de policía para atender las relaciones internacionales, medida que se constituyó
en preludio de la creación de la Interpol.
Posteriormente, en 1930, durante el gobierno del doctor Enrique Olaya Herrera, se
reafirmó la prohibición de deliberar por parte de la Fuerza Armada. El período
presidencial finalizó dejando una policía integrada casi exclusivamente por personal de
filiación correspondiente al partido de gobierno.
En el año de 1944, la Policía atravesó por una gran crisis motivada por el asesinato de
“Mamatoco”, este hecho significó para la Institución su militarización.
Con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, se produjo el “Bogotazo” el 9 de abril de
1948. La furia de los amotinados arremetió contra el edificio de la Policía, entre ellos
habían policías; allí muere el cadete Moncayo. Restablecido el orden y sometidos los
revoltosos, la Policía Nacional, al menos en la ciudad de Bogotá no existía. Así empezó
para Colombia una nueva etapa de su historia.
Ante la crítica situación le fue confiada entonces al Ejército la seguridad se conformó así
una Policía Militar. Se produce una decisión desconcertante, el licenciamiento de todos
los cuerpos de la Policía Nacional, se contrató entonces una misión inglesa para integrar
una nueva policía.
En 1953 el señor general Gustavo Rojas Pinilla asumió el gobierno; la Policía vivió un
gran auge durante este período, iniciándose en firme la profesionalización de la Policía,
entre otra ejecutorias destácanse la creación del Bienestar Social, la reestructuración de
la Caja de Sueldos de Retiro de las Fuerzas de Policía, la Policía Vial y centros de
instrucción hoy escuelas de formación.
La mujer ingresó a las filas de la Institución, y se dispuso que los delitos que cometieran
los miembros de las Fuerzas de Policía en servicio activo fueran conocidos por la justicia
penal militar.
Debido a que la carrera de los oficiales de la Policía llegaba únicamente hasta mayor
general, se instituyó el grado de General.
El doctor Misael Pastrana Barrero, ocupó el solio de Bolívar en 1970; bajo su mandato
se expidió el estatuto re orgánico de la Policía Nacional. Trascendentes e innovadoras
medidas de seguridad ciudadana, son desarrolladas en este importante periodo de la
historia policial.
Durante el gobierno del doctor Virgilio Barco Vargas, las organizaciones del narcotráfico
arremetieron contra la Policía. En Medellín, es el caso mencionar murieron más de 300
miembros de la Institución a manos de sicarios del narcotráfico.
Ante el desafió del nuevo milenio, la Policía Nacional asume el reto de transformar su
cultura construida durante más de un siglo de tradiciones, ritos y creencias. Este
proceso se centró en un cambio en el pensar, sentir y actuar del hombre policía,
utilizando herramientas como la consulta ciudadana.
El decreto 2158 del 01 de septiembre de 1997 fija una “nueva estructura”, pasando de
una rígida, piramidal y jerarquizada a una moderna, plana y flexible donde las áreas y
grupos de trabajo se articulan en procura de obtener resultados exitosos.
La Institución en su plan estratégico señala los retos de la Policía con el ciudadano,
facilita el monitoreo de cada uno de los procesos que constituyen el plan de acción de
las diversas direcciones, áreas y grupos de la Institución.
Actualmente y con base en la Estrategia Nacional para la Convivencia y Seguridad
Ciudadana diseñada por el gobierno bajo el mandato del doctor Andrés Pastrana
Arango, la Policía Nacional ha estructurado el Plan Integral de Seguridad Ciudadana,
enmarcado en cinco estrategias, Escuelas de Seguridad Ciudadana y Frentes de
Seguridad Local, Policía Comunitaria, Comandos de Atención Inmediata– CAI, Grupos
Especiales y Desarrollo Tecnológico.
El plan busca precisamente confluir en estrategias integrales que interactúen en un solo
propósito para mejorar el servicio con el apoyo permanente de la comunidad. En el país
se han desarrollado 1.400 escuelas y se han creado más de 18.000 frentes de
seguridad.
Cabe finalmente y como celebración del centésimo décimo aniversario, exaltar la gestión
y gloria de quienes en un ayer glorioso orientaran los destinos de nuestra institución
policial, reconocer el trabajo ingente y abnegado de nuestros hombres y mujeres
proyectadas siempre hacia los máximos valores patrios.
Por encargo directo del señor mayor general (r) Carlos Alberto Pulido Barrantes,
Presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, he tenido el honor esta tarde
de hacer una sinopsis sobre el tema que nos ocupa, recopilando la información de lo
que ha sido el desarrollo de las oficinas encargadas de manejar los asuntos policiales
de diferentes naciones acreditadas en nuestro país.
Debo señalar que no tengo la fortuna de tener ese don precioso para escribir o siquiera
relatar la crónica de los acontecimientos, y por supuesto hacerlo sobre tan importante
tema. Pero esta es una oportunidad que amerita el esfuerzo de traerles hoy la
información que algunos de los presentes tuvieron a bien enviar a la oficina de Asuntos
Internacionales de la Policía Nacional. De igual manera, relatarles algunos apartes de
amplios trabajos escritos, que sobre el tema de nuestra historia han elaborado ilustres
policías y ciudadanos colombianos quienes han querido perpetuar la crónica de nuestra
Institución por más de un siglo, y que ustedes conocen.
Para comenzar, quisiera recordar que el gobierno colombiano de finales del siglo XIX
contrató a un legendario comisario francés llamado Juan María Marcelino Gilibert, a
quien se le encomendó la tarea de organizar un cuerpo de policía que se ajustara a las
necesidades de la época. Tal vez sea este acontecimiento, el punto de partida de lo que
sería la cooperación internacional que ha vivido nuestra Institución hasta nuestros días.
Posteriormente, en los comienzos y mediados del siglo pasado vendrían algunas
“misiones extranjeras” que marcaron importantes hitos en la estructura de la Policía
Nacional, a tal punto me atrevo a decir, que esto nos hizo tener una cultura de apertura
a la presencia de colegas extranjeros al interior de la fuerza. Esta presencia no se limitó
sólo al carácter de asesoramiento sino también al desarrollo de investigaciones
especiales muy puntuales, pese a que el crimen por aquellos tiempos no tuviera el
carácter de transnacional como lo fue después de la segunda guerra mundial.
Las agregadurías extranjeras de policía en nuestro país eran muy pocas a mediados de
los años setenta; el incremento de la apertura de las mismas y la aparición de los
oficiales de enlaces policiales, aduaneros y de inteligencia, tuvo su auge a raíz del delito
del narcotráfico. Pero es en el marco de la Convención de Viena contra el tráfico ilícito
de drogas de las Naciones Unidas de 1988, que los diferentes gobiernos con los cuales
nuestro país sostiene relaciones diplomáticas incrementan la presencia de oficiales de
policía en sus sedes diplomáticas, buscando de esta manera incrementar la cooperación
policial.
ALEMANIA
La señora Martina Zapata y el señor Herman Loch, miembros activos de la BKA son los
actuales oficiales de enlace.
ARGENTINA
El señor Enrique Medina Artola, oficial de la Policía Federal Argentina, fue contratado
por el gobierno colombiano en junio de 1928 con el fin de implantar un sistema
dactiloscópico el cual reemplazó la identificación antropométrica francesa. Esta en sí ha
sido la única misión argentina.
Sin embargo, en los años ochenta varios oficiales de la Policía Nacional realizaron
cursos de criminalística en Buenos Aires, Argentina. El señor Héctor Ramón Silva,
Ministro Consejero, y Lucio Strazza, Consejero, están al frente de la oficina de Enlace
argentina en nuestro país.
AUSTRALIA
BÉLGICA
BRASIL
La representación policial está a cargo de la Policía Federal de Brasil desde 1999, sin
embargo se han realizado varias operaciones con la Policía Nacional en el
desmantelamiento de las redes de narcotraficantes que operan en la región fronteriza
desde 1990. El oficial de enlace de la Policía Federal es el señor Delegado Antonio
César Fernández Núñez.
BOLIVIA
A través de la ley orgánica de la Policía Nacional promulgada en abril de 1985,
comienza el intercambio de representantes policiales en misiones diplomáticas en el
marco del principio internacional de reciprocidad y de acuerdo con las necesidades del
país. En 1999 se abre la agregaduría en Colombia en donde ha cumplido un papel
destacado en el intercambio docente y de doctrina entre las dos instituciones.
Recientemente nos visitó su Director, el señor comandante general Walter Osinaga
Zambrano, quien manifestó su voluntad de suscribir un acuerdo de cooperación
interinstitucional con la Policía Nacional de Colombia para el año 2002. Su actual
agregado es el señor Coronel Edwin Vargas Flores.
CANADÁ
El primer oficial de enlace de la Real Policía Montada del Canadá fue el señor Raymond
Boisvert en 1975. Desde ese entonces Canadá ha estado enviando oficiales de enlace
cada dos o tres años periódicamente. Para la Real Policía Montada del Canadá es
importante el tiempo de la comisión, ya que es política de la institución que el oficial
pueda interactuar con la Policía de cada país de una manera eficiente y logre
acomodarse a las costumbres y cultura de cada país. La Real Policía Montada
estableció el servicio de oficiales de enlace desde 1975. Estos oficiales son
seleccionados por una junta de oficiales de alto rango que analizan las siguientes
aptitudes: experiencia operacional en diferentes campos y la capacidad del lenguaje.
Para Colombia los oficiales deben tener amplia experiencia en el combate al delito del
narcotráfico y conexos. La oficina de la Real Policía Montada del Canadá en Bogotá,
atiende los diferentes casos en los siguientes países: Bolivia, Costa Rica, Chile,
Ecuador, Panamá y Perú.
Los oficiales de enlace son los señores Jaime Sebastián y Gustavo Álvarez, oficiales de
la Real Policía Montada del Canadá.
CHILE
Carabineros de Chile tiene la oficina del agregado desde 1994. Esta noble institución,
mediante contrato celebrado en 1936 por el término de dos años, realizó cursos de
perfeccionamiento en diferentes áreas, asesoraron el plan general sobre los servicios de
policía en el territorio nacional, redactaron reglamentos y reorganizaron la policía rural
montada, entre otros. Esta primera misión estuvo conformada por el coronel Armando
Romo Boza, capitán Belarmino Torres y teniente Emilio Oelckers Hollstein, de grata
recordación. En 1958 comenzó la segunda misión chilena, siendo esta valiosa en su
aporte a la preparación y formación del personal de nuestra institución en todos sus
grados. Hicieron parte de esta el mayor Jorge Aranda Parra, capitán Braulio Saavedra
Morales y capitán Eduardo Gordon Cañas, quienes permanecieron en Colombia por
cerca de cuatro años.
COREA
ECUADOR
El señor coronel de Policía, estado mayor, Humberto León Polo, en 1977 se convirtió en
el primer agregado de policía del Ecuador en nuestro país. Desde ese entonces han
ocupado este cargo 22 oficiales más, algunos de ellos alcanzaron la dirección de la
Institución .La agregaduría de policía del Ecuador, ha cumplido un papel destacado
desde su inicio, especialmente en lo referente a cursos de capacitación en diferentes
áreas del saber policial. En la pasada década se incrementó la cooperación mediante la
realización de varias operaciones conjuntas contra la delincuencia organizada que opera
entre los dos países. Con la Policía del Ecuador hay vigente un acuerdo de cooperación
policial suscrito en Quito en 1979. Su actual Comandante Ge-neral, señor general
inspector ingeniero Jorge Molina Núñez, durante su reciente visita manifestó su deseo
de renovar el acuerdo entre las dos instituciones para el próximo año. El actual
agregado de policía es el señor coronel licenciado Ángel Bolívar Cisneros Galarza y el
adjunto es el señor mayor Bolívar Ruiz Llerena.
ESPAÑA
La segunda misión Española fue contratada por el gobierno en 1935, llegando al país el
doctor Manuel Vera Arambari quien introdujo modificaciones al sistema de identificación
establecido durante la primera misión. Durante este tiempo la Policía Nacional tenía un
excelente gabinete central de identificación que lamentablemente se perdió durante los
trágicos acontecimientos del 9 de abril de 1948.
En 1939 llegó al país el señor Edgar Thompson, miembro del FBI quien se dedicó a la
instrucción directa del personal de detectives y a la organización del Departamento
Nacional de Seguridad. El señor Thompson pereció en un lamentable accidente aéreo
en Honda.
Con los Estados Unidos de América se encuentra vigente un convenio entre los dos
gobiernos y el cual establece la cooperación y control al narcotráfico y otros delitos,
entre las diferentes agencias con la Policía Nacional, firmado en 1997.
Desde 1993, se determinó que la agregaduría de policía estuviera representada por el
oficial del servicio de guardacostas. Actualmente es el señor capitán de fragata Douglas
Eames.
FRANCIA
En 1989 con la llegada de una delegación del servicio especial SAS (por sus siglas en
ingles) se dio inicio a lo que sería la segunda misión inglesa, enfocada hacia la
preparación de unidades antinarcóticos en la lucha contra el narcotráfico en la selva.
Dicha instrucción apuntaba a la búsqueda y control de laboratorios para el
procesamiento de droga en la selva, operaciones tipo comando, fluviales y de
supervivencia.
Actualmente se tiene una oficina de Enlace que está bajo la dirección del señor
Reginald James. La agregaduría de defensa bajo el comando del coronel Robert Griffith
y el capitán Jim Muth.
HOLANDA
La Real Policía del Reino de los Países Bajos y Luxemburgo, instaló en su embajada de
Bogotá, una oficina de enlace desde 1991, con el fin de cooperar en la lucha contra el
narcotráfico entre los dos países. Durante este tiempo se han desarrollado múltiples
operaciones internacionales con excelentes resultados.
Debido a lo anterior se suscribió un acuerdo de voluntades en seguridad portuaria el
cual fue firmado en Bogotá en 1997, el cual ha permitido el incremento en
entrenamiento de las unidades antinarcóticos en el puerto de Róterdam, particularmente
en inspecciones subacuáticas, registro de naves por parte de unidades caninas. En
visita reciente del Director de la Policía holandesa, señor Beuvin se actualizó este
acuerdo de cooperación.
Hoy día, la oficina de enlace está bajo la dirección del señor Joost van Slobbe y los
adjuntos Harry van Haaren y Guus de Weille, todos ellos oficiales activos de la Policía
holandesa.
ISRAEL
El actual oficial de Enlace es el coronel Víctor Maor, primer agregado y quien tiene
amplia experiencia en materia del crimen transnacional.
JAPÓN
ITALIA
PERÚ
La agregaduría policial del Perú en Colombia es abierta por la antigua Guardia Civil del
Perú en 1985, con la finalidad de estrechar la cooperación e intercambio de información
con su homóloga la Policía Nacional. El Coronel Fernando Dianderas Ottone fue el
primer representante que tuvo esta agregaduría.
De 1989 a 1994 se cerró la agregaduría por disposición del gobierno peruano, por
encontrarse las tres policías peruanas (Guardia Civil, Guardia Republicana y Policía de
Investigaciones), en reorganización para luego crear la actual Policía Nacional del Perú.
En su reciente visita a Colombia del señor general Julio Salas Pino, Director de
Instrucción y Doctrina de la Policía Nacional del Perú, se propuso la firma de un
acuerdo de cooperación entre las dos instituciones para el año 2002.
El señor comandante Héctor Espinosa Andía es el Agregado Policial del Perú hoy día.
POLONIA
RUSIA
VENEZUELA
El señor coronel, Guardia Nacional, Alexis Leal Bárrase es el agregado de las Fuerzas
Armadas de Cooperación.
Este es el panorama histórico que no puedo finalizar sin antes referirme, a la proyección
internacional de la Policía Nacional diseñada por nuestro actual Director General el
señor general Luis Ernesto Gilibert Vargas, en el sentido de liderar un acuerdo a través
de la Organización de Estados Americanos, OEA, para la creación de un ente que
agrupe los organismos policiales, aduanero, de seguridad e instituciones encargadas
de la seguridad ciudadana en cada uno de los países miembros de esta organización
multilateral, con el fin de sobrepasar las fronteras físicas que actualmente tenemos,
aunando esfuerzos conjuntos para preservar la paz y seguridad interna de nuestros
países y la lucha contra las amenazas que se ciernen sobre la humanidad
representadas en el crimen transnacional, en especial el narcotráfico y el terrorismo. De
igual manera la apertura de nuevas oficinas de enlace y agregadurías policiales
colombianas en Europa, países del Este de Europa, y del Extremo Oriente.
Gracias.
LA POLICÍA DE CALDAS,
UN PASADO DE HONOR ANTE LA HISTORIA
Discurso de orden, pronunciado por el señor coronel Mauricio
Gómez Guzmán, en la sesión solemne prevista para dar
creación al “capítulo Caldas” de la Academia Colombiana de
Historia Policial, acto realizado en el auditorio de
“Confamiliares” en la ciudad de Manizales el día viernes 23 de
noviembre de 2001.
He titulado este corto discurso “Un pasado de honor ante la historia” contextual
utilizando algunas fechas, lugares y personas, que merecen ser tenidas en cuenta toda
vez que de allí se desprende la intención que nos ocupa.
Hoy recordamos que hace 152 años, el 12 de octubre de 1849, nace la bella ciudad
de Manizales, sobre montañas abruptas, entre los ariscos farallones, emporio de
riqueza, centro de cultura, espléndida manifestación del arte y del esfuerzo como
ninguna.
Con la creación del departamento de Caldas por parte de la Constituyente Nacional que
promulgó la ley 17 del 11 de abril de 1905 sancionada por el Presidente, general
Rafael Reyes se conformó el cuerpo de Policía Caldas el que fue creado por decreto
No. 030 del 14 de julio de 1905, firmado por el primer Gobernador del Departamento
de Caldas, Don Alejandro Gutiérrez.
Para esa época existía la policía departamental y la municipal; sólo en 1918 se unificó
en una sola y en ese entonces el departamento contaba con 50 policías; sin embargo,
en 1926 nuevamente se crea la policía municipal, que duró hasta 1959, fecha en que
fue nacionalizada por el gobierno de Alberto Lleras Camargo, mediante decreto
2865 del 16 de diciembre de 1960, como Departamento de Policía Caldas, antes
División Caldas.
La 1ª. Para quienes aspiraran a formar parte del cuerpo de Policía Caldas
Para atender los gastos del instituto se destinó la suma de $50.000 pesos y se
estableció entre otros, que en caso de que la rectoría estuviera a cargo del
Comandante de la Policía Nacional, división Caldas, el gobernador sería el encargado
de su vigilancia y organización.
Con esta sucinta remembranza producto del estudio y trabajo de algunos colaboradores
Caldenses, inquietos por su historia, quiero invitar, motivar y comprometer a los
miembros de este nuevo capítulo de historia a seguir recopilando los antecedentes que
nos permiten conocer el desenvolvimiento histórico de nuestros policías en este
departamento.
Muchas gracias.
CRÓNICA HISTÓRICA SOBRE LA CREACIÓN
DEL DEPARTAMENTO DE POLICÍA RISARALDA
Si nos ajustamos a lo expresado por los aconteceres del recuerdo, todavía vivos en la
memoria de los actores y protagonistas del movimiento cívico-cultural y político que
originaron el ente territorial del departamento de Risaralda, entre otros el doctor
Guillermo Ángel Ramírez, que narra lo concerniente a lo que fue ese nacimiento, en
carta enviada al señor Guillermo Alzate Fernández, autor de la obra “Desmembración de
la mariposa verde”, segunda parte, que a su vez es el prólogo mismo del texto, nos dice:
...“La desmembración de la mariposa verde obedece a un proceso biológico iniciado en
la transformación de la oruga y que no implica la extinción vital del insecto, sino su
expresión con renovadas formas de prolongación de la especie. Así lo expresé en el
discurso que a nombre de la junta, pronuncié ante la comisión del Congreso que vino a
Pereira a estudiar la viabilidad de la nueva entidad administrativa y que usted transcribió
en la obra, y ya lo había manifestado varios años antes, en otra ocasión así lo expresé
también ante el Presidente Alberto Lleras Camargo, en su visita a la ciudad. En todas
estas ocasiones los dirigentes de la campaña a favor del departamento nos limitamos a
interpretar la voluntad de un pueblo con ansia de libertad y su decisión inquebrantable
de alcanzarla en la gesta memorable y grandiosa, que usted capta de modo magistral
en su libro. La idea se convirtió en movimiento colectivo, dirigido por la junta que
presidió don Gonzalo Vallejo Restrepo con tino, inteligencia, patriotismo y desinterés
ejemplares. A su lado militamos los demás miembros de la entidad, las damas del
comité femenino, el secretario ejecutivo y los demás funcionarios y la ciudadanía de esta
región hasta coronar con el triunfo conquistado, este ideal del departamento de
Risaralda”.
Policialmente, el ente que pretendía caminar solo por las sendas de su autonomía
político-administrativa, correspondía al segundo distrito del departamento de Caldas,
como quiera que Pereira, en la época fue la segunda ciudad en importancia en lo
económico y social del citado departamento, con el slogan que se escuchaba por
doquier en emisoras, avisos, murales etc., de “ una capital próspera para un
departamento joven”, al parecer de autoría del señor Jaime López Forero, destacado
ciudadano, periodista y docente en aquellas calendas.
Pereira en consecuencia, nos decía en 1967 el autor antes mencionado, ...era
considerada el corazón de Risaralda, ubicada en un hermoso valle, a orillas del río Otún,
fundada el 24 de agosto de 1863 por el presbítero Remigio Antonio Cañarte, sobre las
ruinas de la primitiva ciudad de Cartago, recibiendo el nombre de Pereira en 1869, en
memoria del doctor José Francisco Pereira, el restaurador de la urbe.”
La sede del nuevo comando, ubicado entre las calles 41 y 42, entre las carreras 7ª y 8ª,
donde hoy se levanta la Universidad Libre y parte del colegio del Bienestar Social de la
Policía, sería testigo de las primeras dificultades en el orden de su funcionamiento y
organización. Era una edificación antigua, de bareque y piso de madera
machihembrada, con un patio en piso de tierra, como plaza de armas, que albergó la
planta de personal de un distrito más ahora, insuficiente para albergar las dotaciones del
recurso humano, oficinas y logística determinada en la Resolución 00616 del 67.
Como quiera que la instalación donde se alojaba el comando de la Policía, era un anexo
de la Fábrica de Licores de Caldas, al ser desmontada ésta se quiso habilitar la
estructura para ampliar la cobertura del naciente comando, que no alcanzó a convertirse
en realidad, por el infortunado suceso que dio mucho de qué hablar al derrumbarse
buena parte de la vieja edificación, ocasionando comentarios de variada factura, entre
otros, “que había que buscar la responsabilidad del incidente, en la clase dirigente y
política de Caldas, que tenía adeptos infiltrados en el pueblo, inconformes con la
desmembración. “La Policía también sufrió los efectos de la chismografía ciudadana,
que alentó con el decir, primero tímidamente a “sottecchi” entre la personas cercanas a
la influencia de las autoridades, después con la insolencia del dislate inoportuno fuera
de razonamiento juicioso, que inculpaba a los miembros de la Institución, dirigidos por
algunos oficiales, con el pretexto de lograr el mejoramiento de su bienestar y status
dentro del orden social del nuevo ente político administrativo.
Una idea de la acuciosidad con la cual la Dirección General, enfrentó la urgencia, para
incluir además en su plan de inversión institucional, otras necesidades de perentoria
ejecución, entre otras la construcción de otros cuartelillos como los de las subestaciones
de Pueblo Rico, La Virginia, La Celia, una casa fiscal para vivienda del comandante,
más una escuela de niños en Pereira para los hijos de los agentes.
Instalado el nuevo comando en la nueva edificación que reunió las características de
ese entonces de una instalación moderna bajo la dirección de la sección construcciones
a cargo del mayor ingeniero Luis Enrique La Rotta Bautista, arranca orgullosa la nueva
unidad a proveer lo concerniente a la función policiva a los asociados en una trayectoria
que ya cumplió 33 años de servicios continuos, permanentes e ininterrumpidos
jalonados por hechos sobresalientes y heroicos, pero también por actuaciones
desafortunadas que dejaron en su momento un sabor de amargura en la medida que el
prestigio de la Policía sufrió el deterioro natural que ocasiona en el alma de la Institución
las malas actuaciones de sus hombres, para después retomarlo como bandera en el
instante en que la ciudadanía lo ha requerido.
1967 – 1972: les correspondió a los señores comandantes ajustar su talante policial a
las exigencias de una etapa de reorganizaciones y acoplamientos en el orden
administrativo, si tenemos en cuenta las limitaciones, tanto en el aspecto de la
autonomía total relacionada con la toma de decisiones, como el que se originaba
cuando el gasto público se afectaba por el celo de los comandantes, que consideraban
patriótico, cívico y de buen manejo del presupuesto, el hecho de restituir al tesoro
nacional, remanentes no ejecutados, como demostración del alto nivel de eficiencia y
pulcritud, mientras que en la realidad del acontecer de sus respectivas unidades, hacía
falta de todo, para trabajar con la eficacia que espera el ciudadano. Fue la época que
les tocó vivir a los señores comandantes, Carrillo García, González Borras y Delgado de
la Rosa, hasta la medianía de la década de los ochenta, imbuidos de la formación del
talante castrense, determinado por el pragmatismo de la acción sobre los resultados
prácticos, en vez de la obtención cuidadosa para reconocer una gestión, desprovista de
toda especulación.
1972 – 1977: Esta etapa se caracterizó por consolidar adecuadamente la función social
del servicio policial. Había llegado la hora de que la ciudadanía percibiera que la policía,
además de la actitud de mano fuerte y hasta muchas veces equivocada en el campo
procedimental cotidiano, extendiera su radio de acción forzoso e inevitable a conocer
de los sucesos que tuvieran por escenario no solo las calles y los sitios abiertos al
público, sino todas aquellas actividades en que la sociedad incluyera los más
encontrados problemas, en el orden social, cultural, y comunitario que requirieran la
atención de la agencia del orden, para convertir al agente policial, no solo en el “coco y
el “hazme correr” que idealizaron los abuelos para frenar las travesuras de la infancia,
sino en el educador, el maestro, el orientador, el líder de la comunidad. En este período
de la trayectoria de nuestros comandantes de la región risaraldense de los gobiernos
de turno para cumplir con los programas de la Dirección General, se destacan dentro del
período citado anteriormente, los tenientes coroneles, Luque Romero, Rodríguez
Romero, Sanclemente Velásquez, Sánchez Pulido y Gómez Isaza, quienes a pesar de
poseer la tendencia heredada del alma máter en cuanto a la formación del oficial,
comenzaron a entender que la Policía había encontrado en su camino el norte, como
ente gubernamental, para cumplir con la función social encomendada por las leyes de la
república.
1983 – 1990: Los comandantes, coroneles Plata Becerra, Navarro Franco, Peña
Angarita, Camelo Mahecha, Hernández y Granados, como ejecutores de unos planes al
interior de la Institución a nivel nacional, emprendieron programas que fueron
verdaderas campañas de depuración que si bien se iniciaron con la dirección del
general Miguel Gómez Padilla, en forma por demás atinada y oportuna halló en su
contra el mismo sistema procedimental del régimen disciplinario de la época, legalista en
extremo, que retardaba considerablemente el propósito de limpieza y renovación,
continuando la campaña con mejores y eficientes herramientas el general Serrano
Cadena, que logró apresurar el procedimiento de los retiros, con el agravante de que los
comandantes de departamentos, en un momento dado se encontraron trabajando con
las mismas dotaciones de personal de cinco años atrás, mientras la acción del delito
crecía en forma geométrica en contra de los intentos de la Policía, cuyos incrementos de
personal se daban en formación numérica. La carta del 20 de julio de 1998, dirigida por
el general Gómez Padilla a los señores generales en actividad y retiro debe
considerarse como un testimonio histórico dentro del devenir institucional en razón a sus
repercusiones que es un grito de alerta de cómo la corrupción diezmó a la Institución
con el hecho a su vez de la desolación en que se encontraron los mandos
institucionales para enfrentar y solucionar la crisis. La cifra de retiros por mala conducta,
entre 1989 y 1994, que alcanzó a 485 oficiales, 1277 suboficiales y 12.165 agentes y
del nivel ejecutivo, nos demuestra que la Institución no se abandonó a la situación y que
tomó las acciones que el problema requería, así como nos clarifica el porqué en esos
cinco años, los comandos de las provincias y regiones, no escaparon de la imantación
producida por las campañas de depuración.
No quiero terminar sin antes hacer un análisis sencillo, sobre el recurso humano que es
el más importante de los medios con que cuenta la Policía. Hace 34 años, el comando
del departamento inició su labor constitucional, con una planta de personal constituida
por 697 hombres incluyendo el personal no uniformado al servicio de la Institución, hoy
después de tres décadas y un cuatrenio, la unidad cuenta con una planta, que establece
una diferencia de 703 hombres, lo que indica el increíble incremento ponderado por año
en una tasa de aumento de 21 hombres, lo que indica el grado de decrecimiento,
acentuado por la crisis afrontada en los años de 1989 a 1994.
Así mismo, por esas cosas de lo imponderable del destino, las instalaciones que alojan
actualmente el comando, ya cumplieron su misión en cuanto a su capacidad y función
funcionabilidad. Los frecuentes movimientos sísmicos, con los cuales el pueblo aprendió
a convivir, también han contribuido a la acción desestabilizadora del tiempo, en especial
el ocurrido el 25 de enero de 1998, que inhabilitó el 35% de su capacidad estructural,
con la consecuencia de determinar adaptaciones que en vez de mejorar causan
incomodidad e inseguridad, que se enquistaron en la conciencia del personal,
acomodándose a las circunstancias. Inadmisible, inexplicable y desavenida la actitud de
confusión que crean los trámites de la burocracia, al percibir cómo han pasado éstos
años de arduas diligencias por parte de los tres últimos comandantes, sin que se
aprecien la oficiosa eficacia que se considera en otros frentes de futuras edificaciones
de carácter gubernamental, cuando del bienestar de los funcionarios se trata. Que sea
este final de mi modesta intervención, un motivo de sana reflexión y juiciosa apreciación,
para comprender que en la silenciosa gestión de un comandante de departamento, no
se estimulan otra clase de intereses, diferentes a los que alimenta el servicio para el
cual fue creada la Policía Nacional, que se traduce en pocas palabras: Convivencia
tranquila y segura.
Gracias.
REMINISCENCIAS VALLECAUCANAS
Y CIEN AÑOS DE HISTORIA POLICIAL
Discurso de orden pronunciado por el señor teniente coronel (r)
Hernando Grisales Ramírez, en la sesión solemne prevista para reactivar
el “capítulo Valle del Cauca”, de la Academia Colombiana de Historia
Policial, acto realizado en el auditorio del Comando de la Policía
Metropolitana Santiago de Cali, el día viernes 15 de febrero de 2002.
Me siento orgulloso y halagado por la honra que significa para mí, presidir este capítulo,
en donde están representadas las tres unidades policiales fundamentales de la región;
la Policía Metropolitana de Santiago de Cali, el Departamento de Policía Valle del Cauca
y la Escuela Regional de Policía “Simón Bolívar” de Tuluá.
Al declarar abierta esta sesión solemne, me es grato a nombre del capítulo que presido
dar un efusivo saludo a todos y cada uno de los asistentes que con su presencia han
engalanado y dado brillo a este sencillo y solemne acto.
Mi discurso está dividido en dos partes, la primera una reminiscencia del Valle del
Cauca y la segunda las memorias policiales de este departamento.
Por los motivos que hoy me embargan, quiero hacer una reminiscencia de este Valle del
Cauca lleno de leyendas y acontecimientos importantes. El antiguo y extenso Estado
Soberano del Valle del Cauca fue creado por la ley 15 de junio de 1857, que se
denominaba por entonces “Cauca grande” que cubría no menos de la cuarta parte del
país, pues comprendía los departamentos del Cauca, Valle del Cauca y Caldas.
Pero fue en definitiva el acto legislativo No. 3 de 1905 el que le dio la base para el
cambio radical de la división política del país, mediante la ley 1ª. Del 5 de agosto de
1908 de la Asamblea Nacional Constituyente presidida por ese entonces por el señor
general Alfredo Vásquez Cobo y como Presidente de la República el señor general
Rafael Reyes.
En las llanuras ribereñas del majestuoso río Cauca que corre plácido entre dos
cordilleras, debajo de un cielo azul, se ubica este Valle del Cauca de clima apacible de
diversos accidentes geográficos y topográficos, en donde la mano de Dios hizo posible
la realidad de un paraíso, que por obra de inspiración del escritor y poeta don Jorge
Isaac materializó este Edén en el Centro Indico del Valle del Cauca, para entregarnos el
ámbito deslumbrante de sus amores y nostalgias.
Este Valle del Cauca, contrasta con el ardor caluroso de sus días y la frescura nocturna,
que calma la fogosidad de la tierra abrasada, como muy bien lo describen los insignes
educadores José Ignacio Tamayo Chica y Pablo Emilio Camacho Perea en el himno
compuesto en su honor. Sus cañaduzales apostados a lo largo y ancho de este Valle
del Cauca, poblado de las más variadas especies de la flora y la fauna, en donde se
destacan las flores de profusos colores, los cocoteros, los samanes, las bandadas de
garzas, torcazas y cloclíes que engalanan con su peculiar canto los árboles y campos
donde sobrevuelan, agradándole este cielo de azul inmenso que se hace terrenal con
los apacibles y nostálgicos atardeceres que invitan a la meditación divina y las
majestuosas montañas que circundan las dos cordilleras, que en las noches apacibles
esconden, como asomada a una ventana, la enamorada y resplandeciente luna.
El olor dulce de la caña de azúcar evoca los recuerdos de mi infancia, de esos tiempos
idos, que enaltecen mi corazón y mi espíritu a sublimes sentimientos de recuerdos
imborrables.
Por todo esto, quiero consignar el profundo afecto que profeso por esta tierra que un día
me dio albergue y amparo, por la cual la considero mi segunda patria chica.
De los inicios de la Policía en el Valle del Cauca se desconocen datos importantes, pero
al hacer un estudio retrospectivo se ha logrado conseguir algunos rastros que tienen
que ver con la Policía Nacional de Santiago de Cali y del Departamento del Valle del
Cauca, así:
El 4 de noviembre de 1933, mediante decreto No. 1872, bajo la presidencia del doctor
Enrique Olaya Herrera, se fundó un escuadrón de carabineros bajo la dirección del
Comandante Eduardo Cuevas García, quien comenzó con agentes seleccionados de las
divisiones de policía del país. Se pretendía la formación de la policía montada o rural
como se les denominaba. Su fin esencial era la protección del campo, de los
campesinos, agricultores y ganaderos, así como de sus cosechas y la prevención del
abigeato.
En el año de 1934, por solicitud del Gobernador de entonces, doctor Ernesto González
Piedrahíta, llegan al Valle del Cauca cinco parejas de carabineros para la conformación
e instrucción del primer grupo de policía rural en esta región.
En febrero 13, mediante Decreto 262 de 1936 y a través de contratos firmados con los
departamentos, se nacionalizaron las guardias civiles y cuerpos de policía del Atlántico,
Bolívar, Boyacá, Caldas, Huila, Magdalena, Nariño, Tolima y Valle.
Estos cuerpos de policía pasaron a formar las nuevas divisiones de Policía Nacional en
los respectivos territorios, adoptando el nombre de los departamentos a los que
pertenecían.
De acuerdo con el contrato aludido, quedarían a cargo de los departamentos los gastos
de sostenimiento, material, viáticos, transporte, alojamiento, servicios médicos y otras
prestaciones de las policías nacionalizadas.
Hasta el año de 1942, la Policía en el Valle del Cauca, fue de carácter municipal, debido
a que los integrantes eran nombrados directamente por el alcalde de cada municipio; de
1942 a 1950 se convirtió en policía departamental, debido a que era el gobernador quien
se encargaba de realizar la respectiva selección del personal, de dictar el Decreto con el
cual se nombraba y removía del cargo al miembro de la Policía en caso de mal
comportamiento.
A raíz del asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán se recrudece la violencia, la
historia del país y de la Policía Nacional se parte en dos épocas, antes y después del 9
de abril de 1948.
También hemos podido recapitular la Historia policial en el Valle del Cauca a partir de la
segunda mitad del siglo XX, destacando el esmero, cuidado y profesionalismo de las
actuaciones policiales en cumplimiento de la misión preventiva y de las normas
constitucionales que rigen la Institución, siendo su extraordinaria y heroica participación
en toda la comarca vallecaucana.
Hoy día los principales servicios que presta la policía tienen que ver con las
especialidades de la vigilancia urbana y rural prestada por patrulleros motorizados, por
carabineros montados a caballo y los carabineros de a pie que antes se denominaban
contraguerrilla, en lo atinente a la policía judicial tiene que ver con la investigación de
delitos especiales por medio de los grupos de antiexplosivos, de automotores, de
homicidios, de atracos, de piratería terrestre y contra el patrimonio económico. También
cuenta con la Dirección de inteligencia (SIPOL), de la policía de carreteras en el control
de vías, la policía de tránsito para el manejo y control de la circulación y tránsito de
automotores en las principales ciudades del departamento, labor en la que están
involucrados los auxiliares bachilleres que prestan el servicio militar obligatorio en la
Policía Nacional, acción antisecuestro por medio del grupo Gaula; control antinarcóticos
en aeropuertos, puertos y carreteras con guías especializados con sus respectivos
perros adiestrados, el control de espectáculos públicos de magnitud, control ecológico y
del medio ambiente en lo que tiene que ver con la flora, la fauna y las fuentes hídricas,
la modernización del (CAD) Centro Automático de Despacho con la instalación de
cámaras de video en los sitios considerados críticos y carreteras, servicios al sector
residencial, parques y zonas recreativas con auxiliares bachilleres y la coordinación
permanente con las autoridades militares y judiciales, la cooperación en emergencias
especiales con los cuerpos de bomberos del Departamento, de la Defensa Civil y la
Cruz Roja.
El Departamento de Policía Valle del Cauca, ha contado desde abril de 1948 con los
servicios de comando y dirección de destacados y brillantes oficiales de formación
académica que han dado lustre a la Institución y a la patria, los cuales se mencionan en
el siguiente orden cronológico
NUEVAS INSTALACIONES
El 11 de julio de 1986, a las 11:00 horas fue inaugurada la nueva sede de los comandos
de la Policía Valle, Metropolitana de Cali y del Centro Automático de Despacho CAD, la
ceremonia fue presidida por el señor Ministro de Defensa Nacional, general Miguel Vega
Uribe, el señor general Víctor Alberto Delgado Mallarino, Director de la Policía Nacional,
el señor Gobernador del departamento del Valle del Cauca, doctor Jorge Herrera Barona
y el señor coronel Jesús Emilio Duque Montoya, Comandante Departamento de Policía
Valle.
A partir de esta fecha los comandantes que ha tenido el Departamento de Policía Valle
son:
Me resta hacer una mención especial a la Academia de Historia del Valle del Cauca en
cabeza del doctor Carlos Calero Mercado y dos de sus miembros por el decidido apoyo
y aportes con que nos han honrado y su propia participación en la integración de esta
nueva junta que hoy reinicia labores, invitando a mantener vivo el entusiasmo por esta
disciplina, como fuente principal de vida de las instituciones y de los pueblos.
Gracias
CREACIÓN CAPÍTULOS DE HISTORIA POLICIAL
Dejar un legado histórico a las presentes y futuras generaciones, resaltando los hechos
y acontecimientos que marcaron una época y que fueron decisivos para la suerte de la
República, ha sido el fundamento esencial de la Academia Colombiana de Historia
Policial, nacida del amor institucional, del sentimiento patriótico y de la obligación moral
que tenemos todos los policías para con la patria y nuestra Institución.
Estas y otras razones son las que han movido a la Academia de Historia a crear el
“Capítulo Caldas”, idea que ha sido viva e inteligentemente secundada por dos
personajes, el señor coronel Mauricio Gómez Guzmán, Comandante del Departamento,
oficial de eximias calidades profesionales e intelectuales, cuyo entusiasmo contagia e
invita a tareas de esta importancia institucional; tuve la fortuna de contar con el coronel
Mauricio Gómez cuando creamos el servicio aéreo de Policía y sé de su capacidad y
liderazgo. Y el teniente coronel Alberto Zuluaga Arias, coordinador departamental de la
Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional en el eje cafetero, cuya creatividad e
ingenio hacen posible cualquier empresa que se proponga y porque su calidad
intelectual y responsabilidad son una garantía al servicio de la historia.
Para orgullo de la academia actuarán como presidentes honorarios y ejecutivos de este
capítulo, coronel Mauricio Gómez Guzmán y el teniente coronel Alberto Zuluaga Arias,
respectivamente. Ellos, apoyados por un selecto grupo de policiales y otras
personalidades académicas de esta tradicionales y querida ciudad de Manizales, se
reunieron en el mes de octubre para dar inicio a la conformación del “capítulo de
Caldas” eligiendo su propia junta directiva, la que quedó integrada así:
Según acta No. 001 de fecha 17 de octubre de 2001, documento original que reposa en
la secretaría de nuestra academia.
Con el rigor académico que exigen los estatutos, el discurso de orden en esta sesión
solemne estará a cargo del señor Presidente Ejecutivo del “capítulo Caldas”, señor
coronel Mauricio Gómez Guzmán, quien disertará sobre el tema “La Policía de Caldas,
un pasado de honor ante la historia”.
El capítulo Risaralda, idea gestada a la luz del sentimiento y la mística policial que
respira por todos los poros el señor teniente coronel Luis Eduardo Altamar Valdivia,
veterano guardián del orden, enamorado de su Policía y fiel a su especialidad de
carabineros. Él, con el ánimo que lo caracteriza y el interés que siempre ha
demostrado por la historia, con aguda inteligencia y fina pluma ha logrado
extraordinarios escritos dignos de admirar y que para fortuna de la academia es quien
regirá los destinos del capítulo Risaralda, como presidente ejecutivo.
En igual forma debo destacar al señor coronel Guillermo Carreño Cárdenas, excelente
policía y gran señor, quien ha sido otro de los grandes entusiastas de la integración, el
servicio y la investigación; él será el vicepresidente de la corporación. Otro importante
artífice de este capítulo ha sido el señor mayor Hernando Cano Castaño, hijo de estas
entrañables tierras, miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia
Policial y Subdirector del Bienestar Social de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía
Nacional, a quien debo reconocer su empeño y voluntad para este esencial logro.
Según acta No. 001 de fecha 4 de octubre de 2001, documento original que reposa en
la secretaría de nuestra academia.
Por lo meritorio de sus vidas, por los ideales de servicio a la comunidad, por su
formación humanística y por su entrega a las causas nobles, la Academia Colombiana
de Historia Policial, ha nombrado como miembros honorarios del capítulo a la doctora
Elsa Gladys Cifuentes Aránzazu, Gobernadora del Departamento de Risaralda, a la
doctora Martha Elena Bedoya Rueda, Alcaldesa de Pereira y al excelentísimo monseñor
Tulio Duque Gutiérrez, Obispo de la Diócesis de Pereira a quienes en esta sesión
académica tendremos el honor de recibir.
El discurso de orden en esta sesión solemne estará a cargo del Señor Presidente
Ejecutivo del “capítulo de Risaralda” teniente coronel Luis Eduardo Altamar Valdivia,
con el tema “Crónica sobre la creación del Departamento de Policía Risaralda”.
La sesión solemne tuvo lugar en el salón Opirama del hotel Melía, de la querendona
ciudad de Pereira.
La creación del capítulo de historia del Valle del Cauca, se debe al entusiasmo y
dedicación de un eminente y distinguido oficial de la Policía Nacional, amante del arte,
del periodismo, la literatura, la historia y de la cultura en general , que siendo
comandante de la Policía Metropolitana Santiago de Cali y a la vez, Vicepresidente de la
Academia de Historia de la Policía Nacional, se dio a esta encomiable tarea. Él es el
señor brigadier general Guillermo León Diettes Pérez, que hoy nos acompaña y quien
por encargo de la Junta Directiva Nacional, el día 15 de septiembre de 1993, dio
posesión al Presidente honorario, el señor general (r) Deogracias Fonseca Espinosa
Exdirector de la Policía Nacional y ex presidente de la República; al Presidente
Ejecutivo teniente coronel Hernando Grisales Ramírez y demás miembros del capítulo.
Después de varios años de inactividad, debido a circunstancias que no es preciso
analizar, este capítulo renace gracias al tesón y empeño de uno de sus fundadores el
señor teniente coronel (r) Hernando Grisales Ramírez, enamorado como ninguno de su
profesión de policía, quien con devoción y cariño durante varios lustros ha venido
acompañando, asesorando y sirviendo a la causa policial y a quienes dirigen los
destinos institucionales en esta noble región de Colombia. Él, con su inteligencia y amor
por la historia policial, para fortuna nuestra, regirá una vez más los destinos de este
capítulo como presidente ejecutivo.
Es reconfortante para nuestra academia, que la junta directiva del capítulo Valle del
Cauca esté presidida por su propio comandante, como Presidente honorario, el señor
brigadier general Heliodoro Antonio Alfonso Roa, distinguido oficial, de amplia
trayectoria profesional y de excelentes ejecutorias, que como conocedor de nuestra
propia historia será un baluarte importante en su consolidación y desarrollo. En igual
forma la vinculación entusiasta y ejecutiva del señor Coronel Javier Darío Pareja
Cardona como Vicepresidente, le dan al capítulo la importancia y fortaleza que merece.
Ellos junto con el señor teniente coronel Grisales Ramírez, apoyados por un distinguido
grupo de policiales y otras personalidades académicas de esta acogedora ciudad
Santiago de Cali, se reunieron para conformar la Junta Directiva del “Capítulo Valle del
Cauca”, que queda integrada así:
Según acta No. 001 de fecha 22 de noviembre de 2001, documento original que reposa
en la secretaría de nuestra academia.
Con el convencimiento de que los capítulos Caldas, Risaralda y Valle del Cauca,
brillarán con luz propia y serán un faro permanente que iluminará la Academia de
Historia Policial, la presidencia felicita a sus distinguidos integrantes y los invita a que
con sus estudios e investigaciones revivan los acontecimientos que marcaron nuestra
pasada y reciente historia y a rendir homenaje a sus mártires y héroes quienes lo
entregaron todo por la libertad, la paz y la democracia.
Muchas gracias.
Imprenta Fondo Rotatorio de la Policía
Teléfonos: 270 5521 – 564 0788