Rumbo A La Libertad
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RUMBO A LA LIBERTAD
“LA GESTA”
VOLUMEN I
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SINOPSIS
Desde viejos tiempos, los haitianos han perturbado la paz en la República
Dominicana, y todos, por miedo a lo peor, no han podido hacer más que temer
por sus vidas. Un grupo de niños, cansados de la injusticia, deciden tomar cartas
en el asunto y crecer con un objetivo: que su tierra pueda ser destruida, pero
nunca sierva. Así se crea, lo que pareciera un proyecto o una simple idea, se
convertiría en la salvación del país. Dios, Patria y Libertad, un lema que no hay
que olvidar, y que, con esto en mente, el dominicano encontrará el “Rumbo a la
Libertad”.
Narración
- “Conversación”
- “Pensamientos”
“Citas”
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ÍNDICE
Un Escritor Frustrado……………………………………………………..pág. 15
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Canto I:
“¿Por qué en Navidad?”
La cena ya estaba servida, el olor se sentía por toda la casa, y las ansias de
clavarle el diente a aquel gran pedazo de carne no eran pocas. La familia se
acomodaba con felicidad en aquella mesa tan amplia, estaban felices y
emocionados, ya que, aunque fueran momentos difíciles, se tenían los unos a los
otros, y eso era suficiente, era navidad, no se podía estar desanimados, y así era,
la alegría se sentía tanto que a pesar del frío clima, la agradable calidez de
aquella familia era hermosa y cómoda.
Pero eso no duró mucho, ya que el peligro y la discordia tocaron a la puerta, y
toda una banda inundó aquella felicidad, buscando venganza, destrozos y
demás.
Aquella alegría se convirtió en miedo, miedo a perder a alguien, miedo a
perderlo todo, simplemente miedo… El enemigo había tomado aquella felicidad
y seguridad y lo convirtieron en lo que deseaban: miedo.
Los haitianos entraron sin aviso al hogar, apresaron a todos contra una pared, y
al más pequeño, de apenas 4 años, lo apartaron para asesinarlo frente a su
familia.
- “¡No lo lastimes, por favor!” – gritó la madre con pura desesperación –
“Se los ruego, no lastimen a mi bebé…”
- “Debiste haberlo pensado antes de romper nuestras reglas, mujer” – habló
aquel hombre de tez oscura, refiriéndose a la “regla” de que nadie podía
celebrar nada, ni siquiera cumpleaños.
- “Es navidad, por favor, tengan un poco de empatía” – Sollozaba el
hermano mayor de aquel niño, rezando en su mente que aquellos
opresores no lastimaran a su mejor amigo.
- “Por favor… es navidad…” – rogaba el padre de la familia.
Los haitianos, hartos de esta escena, decidieron no matar al niño, pero de todas
formas los dejaron a los cuatro inconscientes y se llevaron todo lo que
encontraron, ya fuese comida, joyería, dinero, etc.
Escenas parecidas ocurrían por toda la ciudad, haitianos apoderándose de casas
de gente inocente, llevándose todo lo que encontraban y sembrando el caos y el
temor.
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ojos, es lo más doloroso del mundo, algo que pocos comprenderán, pero
también algo con lo que se identificarán.
Ese día fue muy pesado para el joven Mella, y aquella noticia fue más que
suficiente para que aquel discurso que dio en la mañana fuera más que palabras
que gritó al viento, su inspiración nació y sus ganas de librar a todos de aquella
injusticia que no merecían ascendieron rápido como la luz.
Por otro lado, nuestro amigo Francisco, tranquilo en su habitación, se lamentaba
por no ser tan fuerte como Juan, que, a pesar de haber vivido un momento tan
terrorífico, pudo levantarse y aun así preocuparse por sus amigos y personas
cercanas. En verdad él apreciaba a su amigo Juan, y deseaba ser como él. De
repente, una voz un tanto peculiar empezó a sonar en la habitación del pequeño,
pero no había ninguna otra persona ahí.
- “Escucho en tu voz un poco de tristeza, ¿qué sucede, Frankie?”
- “Deja de llamarme así, te lo he dicho mucho.”
- “Es que es un apodo muy lindo, no puedo evitarlo.”
- “¿Qué quieres, Trini?”
- “Hacerte compañía, eso es todo, te veo un poco desanimado, creo que un
juego o un chiste te vendría bien”
Recuerdos de los chistes de “Trini” llegaron a la cabeza de Francisco, y en
verdad no estaba de ánimos para escucharlos, tal vez sea porque él sea el que
mejor lo estaba pasando entre sus amigos, o simplemente Trini hacía chistes
muy malos.
- “Mejor más tarde, no estoy de humor.”
- “Pero ese es el punto, hacerte reír, que no te quedes amargado.”
- “Quiero quedarme amargado, ¿hay algún problema?”
- “Pero no tienes que hablarme así. Está bien, te daré tu tiempo de paz y
calma”
- “Gracias.”
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Canto II:
“¿Quién es ‘Trini’?”
Hace muchos años, una bella familia se encontraba en un pequeño bosque,
jugando con el ambiente, teniendo un pequeño picnic y disfrutando de la lejanía
de los problemas. El pequeño niño, de tan solo 3 años, se escapó de la vista de
sus padres, y se adentró en ese pequeño bosque.
Los gritos de desesperación de su madre y la búsqueda nerviosa de su padre era
lo único que se escuchaba en el bosque, pero aquel niño inocente no escuchaba
eso, solo escuchaba el cantar de una bella mujer, endulzando sus oídos e
hipnotizando su mente infantil.
No caminó mucho hasta que encontró una pequeña laguna, llena de luciérnagas
y luces naturales, embelleciendo aquella mujer que estaba sentada sobre una
roca, viendo la laguna y jugando con el agua.
Su larga melena de pelo plateado, que tapaba su cuerpo desnudo, su piel, clara
como la porcelana, que reflejaba la luz del sol, y pareciera que de su cuerpo
emanaba una agradable luz.
Embelesado por su belleza, el pequeño se acercó, llamando la atención de
aquella mujer, la cual se giró y le sonrió tiernamente al joven. Sus ojos, de un
color amatista, lo veían con encanto, y lentamente se acercaba al niño.
Retrocedió al ver que cada paso que daba esa mujer dejaba un rastro de
naturaleza, emergían flores de colores brillantes del suelo, dejando un camino
de flores.
Ramas comenzaron a sonar detrás del niño, y ambos fijaron sus ojos de donde
provenía el sonido, y los padres del pequeño salieron de repente.
- “¡Francisco!” -gritó la madre, aliviada por ver a su hijo a salvo- “No
puedes desaparecerte así, nos diste un gran susto”
- “Lo siento, mami. ¿Viste a esa mujer tan linda?”
- “¿Cuál mujer, Francisco?” -preguntó el padre confundido.
- “Esta dé a…” -no pudo terminar, ya que cuando se giró, no había nadie.
El camino de flores desapareció, y las luciérnagas ya no estaban, era una
simple laguna, ya no era tan bella como antes- “pero estaba aquí…”
- “Vamos a casa, cielo”
Francisco estaba triste. ¿Quién era ella? ¿Cosas de su cabeza? ¿Obra de su
imaginación? O simplemente, era la lechuza blanca que lo veía desde lejos.
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Esta mujer no era nada más que algo desconocido, algo que cualquier persona
temería ver, y que, por la estupidez del ser humano, lastiman sin saber de lo que
es capaz.
Recuerdos oscuros, hace tantos años, su miedo, terror, y la horrible cicatriz que
tiene en la espalda…
Una pequeña niña, no más de 5 años, corría por la pradera, huyendo de un
perro salvaje que la perseguía a toda velocidad, con lágrimas en sus ojos y la
respiración entrecortada. Su pie resbaló y la niña cayó fuertemente, y para su
terror, el perro no había parado de correr, pero, como si de un milagro se
estuviera hablando, una mujer se atravesó en el camino del perro, abriendo sus
brazos e incorporándose frente a la niña, como si de un escudo humano se
tratara.
El perro se detuvo en seco, y retomó su camino al hogar de donde salió, como si
estuviera siguiendo órdenes. La mujer se giró y miró con ternura a la niña, aun
llorando. Le dio un poco de pena, saber que hay padres a los que no les importa
el bienestar de sus hijos, y en vez de ponerle un ojo encima, los dejan a su
suerte.
La mujer, buscando una forma para que la niña dejara de llorar, decidió
enseñarle un truco de magia, diciéndole que mirara detrás de ella, pero no
había nada, así que giró donde la mujer nueva vez, pero en su lugar, había un
gato esponjoso de plateado pelaje y ojos profundos amatistas, acurrucándose
en las piernas de la niña.
La niña estaba embelesada viendo aquel gato que salió de la nada, y una
sonrisa no tardó en brotar, pero poca fue la suerte de aquel gato, ya que un
hombre que estaba por la zona vio aquel “truco de magia”, anunciando por
todas partes que “el diablo los visitaba”.
Se dio la orden de capturar y eliminar aquel demonio, y la mujer no tuvo más
remedio que huir. Se escondió en los bosques, se quedó viendo el mundo temerle
desde los árboles. Pensaba que estaba segura, hasta que la arrogancia y
estupidez dominicana la llevó a su perdición…
- “¿Trini? - dijo Francisco, interrumpiendo los recuerdos de Trini,
salvándola de vivir aquello otra vez.
- “¿Sí?
- “Llevo un rato llamándote, ¿todo bien?
- “Si, si, solo estaba recordando una historia.
- “De acuerdo.” – Dijo Francisco, un tanto dudoso.
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Canto III
“Un Escritor Frustrado”
Meses después del incidente de navidad…
- “Oigan, miren quien viene ahí, es el chico de apellidos raros.”
Caminaba tranquilo por las calles de su ciudad, intentando ignorar al chico que
siempre le molestaba.
- “Oye, Prud’Homme, no me ignores, solo nos estamos divirtiendo.
- “Ya déjame en paz Lucas, ¿no tienes nada mejor que hacer?
- “Pues supieras que sí, quiero ver, que obra ‘majestuosa’ nos traes hoy.” –
dijo Lucas, arrebatándole el cuaderno que guardaba con sus brazos.
- “¡Oye, deja eso!”
- “O si no ¿qué? ¿Vas a llorar?”
Tal vez parezca algo tonto, pero Lucas atormentaba la vida de muchos, y en
ningún momento lo dijo, pero era claro que su víctima favorita era Emilio. Las
lágrimas ya amenazaban con correr por las mejillas rojizas del joven, que
intentaba con sus fuerzas recuperar su cuaderno.
- “Veamos que tenemos aquí… ¿‘Quisqueyanos’? ¿Qué es esto?”
- “¡Nada de tu incumbencia, ya devuélvemelo!”
- “Claro, ahora mismo te lo doy.”
Y tan rápido como la luz, Lucas empezó a destrozar poco a poco aquel pedazo
de papel. Cada vez que se escuchaba ese papel romperse, Emilio sentía como su
corazón se rompía al mismo tiempo que la hoja, y sentía un peso y una
impotencia increíble.
- “Ya déjalo en paz, patán.”
- “¿A quién le dices patán, patán?”
- “A ti mismo.” – respondió Jessica, acercándose amenazantemente a
Lucas, lista para propinarle una golpiza.
La presencia de Jessica era atemorizante, ni bien ella había llegado, ya Lucas
andaba corriendo del temor. Jessica siempre ha sido la mejor amiga de Emilio,
apoyándolo siempre que lo necesitaba, y defendiéndolo de aquellos que se
metieran con él.
- “La próxima vez que te vea, no huiré, te enfrentaré, bastarda.”
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- “Eso dijiste la última vez, genio.” – gritó antes de perder de vista a Lucas,
y luego volver a girarse para ver el estado de su amigo. - “Oye, ¿estás
bien?”
Emilio no escuchaba nada, estaba hipnotizado por el dolor en su corazón, su
obra de arte, en la cual llevaba trabajando meses, estaba recién terminada, y
lamentablemente, recién destrozada…
- “Ey, no te desanimes, lo volveremos a hacer.”
- “¿Cómo? Llevaba meses haciéndolo, ya no vale la pena, pero gracias por
intentar ayudarme…” – dijo Emilio, para luego levantarse con el pesar de
su dolor, y emprender su camino hacia su hogar.
Jessica se quedó esperando una respuesta, algún movimiento brusco, o algo que
le hiciera notar un pequeño cambio de parecer, pero no hubo nada.
Giró su rostro nuevamente para ver los pedazos de papel destrozados, para
luego recogerlos todos y darle una gran sorpresa a su amigo para el día de su
cumpleaños, que ya se avecinaba.
Al paso de unas horas, la madre de Jessica estaba extrañada, con lo imperativa
que es su hija, y no la había sentido desde hace un rato. Subió a su cuarto para
revisar que todo estuviera bien, y lo que encontró le conmovió un poco. Ver a su
hija dedicada en arreglar aquel montón de papeles le pareció un acto muy
formidable.
…
El 20 de agosto ya había llegado, era el día que Jessica tanto esperaba. Como no
sabía mucho de manualidades y esas cosas, le pidió ayuda a su madre para
poder hacer algo bonito, que hiciera sentir bien a Emilio, y se las arreglaron
para decorar una carpeta de cartón y que así pareciera algo más bien trabajado
que simplemente ir a comprarlo.
Jessica salió corriendo de su hogar, rezando interiormente que Emilio se
encontrara en el sitio de siempre. Ya casi llegando al pequeño parque que había
en la zona, logró divisar la figura de su amigo, sentado debajo de un árbol,
intentando conciliar el sueño.
- “¡EMILIO!”- gritó Jessica desde lejos, esperando despertar a su amigo –
“¡FELIZ CUMPLEAÑOS!”
- “¿Jessica?”
- “Si, yo misma, ¿Quién más va a ser? Te tengo un regalo.”
- “Gracias, pero no era necesario.”
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Canto IV
“Dios, Patria y Libertad”
Una mañana comenzaba como cualquier otra para el desafortunado Ramón, el
cual pareciera que la mala suerte no podía alejarse de él. Cada paso, cada
suspiro, cada cosa que hacía o pensaba, tenía que acabar mal.
Recogió sus cuadernos para aventurarse a la escuela, pero no se percató de que
el cuaderno que había arrojado a su escritorio, el más importante de todos, con
un maestro bastante estricto y que encima no le caía bien, el cuaderno de Cívica
había chocado con un vaso de agua, que derramó todo su interior encima del
cuaderno.
Pensó en escribir todo el contenido a lo largo del día, pero la materia tocaba a
primera hora del día, así que decidió mentir y decir que se le ha quedado en su
casa.
El reloj de su habitación gritaba con desespero que la hora de irse había llegado,
pero cuando se acercaba a apagarlo, dejó de sonar mágicamente, dando a
conocer que, efectivamente, se ha vuelto a dañar, por novena vez en la semana
(era martes).
Se apresuró para tomar el autobús, pero fue sorprendido por un chico arrojando
periódicos, y el que había arrojado para darle algo de entretenimiento a la
abuela del chico chocó justo con su rostro, y con una fuerza que pareciera que el
joven practicaba béisbol todos los domingos a las 6 de la tarde.
Cayó de espaldas por el impacto, y sintió algo romperse en la mochila que
llevaba en la espalda. Oh sorpresa, era su almuerzo, sopa de tomate. Con gran
velocidad abrió su mochila, para ver como todo el interior de esta estaba roja,
desde fondo hasta el tope.
Dio un largo suspiro, y el sonido del autobús moviéndose lo alarmó, se giró, y
contempló cómo su medio de transporte anti-accidentes se iba lentamente, lo
que significaba que le tocaba caminar.
Entró a su hogar para preguntarle a su madre si podía faltar hoy, pero la
respuesta fue rotunda, un ‘no’ sonó en la sala de estar, mientras su madre estaba
sentada en el sofá leyendo una revista, sin siquiera molestarse para ver la mirada
de perrito triste de su hijo rogándole decir que sí podía faltar.
Caminó con pesadez hasta la puerta, y sin notarlo, su pantalón se atoró con la
cerradura de la puerta, rompiéndolo en gran parte.
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La madre, riéndose a lo bajo, estaba lista para sacar el próximo número del
bingo.
- “Y… el siguiente número es…” – decía, añadiendo demasiado suspenso.
Ambos estaban listos para gritar ‘bingo’, pero solo uno podía ganar -
¡B7!”
- “!BINGO!” – gritó Isidro
- “Eso es trampa, ganaste porque tía está de tu lado.” – refunfuñaba
Ramón, no le gustaba perder
- “Lo dices como si no hubieras ganado las 5 rondas anteriores.”
- “No se peleen niños, es solo un juego.” – decía Chepita, intentando que
estos dos niños no soltaran problemas, como siempre hacen.
Mientras reían, llenos de alegría, la puerta principal empezó a sonar, dejando
saber que alguien estaba ahí. Chepita estaba confundida, no había ordenado
nada, y nadie había avisado que vendría. Se levantó, no sin antes decirle a los
niños que guardaran silencio, ya que aquello era bastante sospechoso.
Con paso lento y temeroso, se acercó a la puerta, miró por un pequeño hueco
que había para ver quien estaba del otro lado, y sintió como todo su cuerpo se
helaba al ver a toda una patrulla de haitianos esperando a que aquel trozo de
madera se quitara del medio.
Se alejó poco a poco de la puerta, rezando que no se dieran cuenta de la pequeña
ventana junto la entrada, pero sus oraciones no llegaron a tiempo, ya que un
hombre de tez oscura se asomó por la ventana, viendo claramente como Chepita
se alejaba de ellos, siendo esta como una señal de que podían empezar su
allanamiento.
- “!Niños escóndanse!” – gritó al escuchar el primer golpe en la puerta.
¡Pum!
¡Pum!
¡Crack!
La puerta se abrió de par en par en tan solo un parpadeo, y todo un equipo de 10
personas aproximadamente irrumpieron en aquel pacífico lugar.
Los niños se encontraban escondidos debajo de la mesa, siendo ocultados por el
mantel que llegaba al suelo. Chepita se interpuso en el camino de los haitianos,
pero su esfuerzo fue en vano, ya que estos la echaron de lado y la acorralaron
contra una pared, evitando así que esta se moviera siquiera un centímetro.
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Canto V
“El Valiente Guerrero”
Los años habían pasado, los jóvenes niños, Duarte, Sánchez y Mella, ya eran
adultos, y el odio por los haitianos, las ganas de justicia, los sueños frustrados
de los niños en sus interiores, todo eso había crecido, y el poder alimentar sus
objetivos era más que posible ahora, ya que sus voces no serían calladas por ser
“solo niños”.
Iba Juan caminando tranquilo por las calles de su ciudad, era temprano en la
mañana, las personas se preparaban para empezar un nuevo día, teniendo en sus
mentes la presencia de Juan Pablo Duarte y Diez, siempre dispuesto a ayudar a
su pueblo.
Con el dolor de su alma, veía como banderas haitianas se elevaban en los postes
cercanos, y se culpaba interiormente por no haber detenido esto antes, y por
dejar que todo esto sucediera.
La conmoción llegó a los oídos de Juan, y con paso apurado fue a revisar lo que
sucedía. Al parecer, una mujer se negaba a subir aquella bandera de colores
sombríos, prefería darle honor a la bandera que inventó su hijo de apenas 5 a
tener que darle honor a esos hombres descarados.
La mujer fue sacada a la fuerza de su casa, le obligaron a explicarse, pero la
sentencia ya estaba en el conocimiento de todos los testigos.
~ Todo aquel que no tenga una bandera haitiana al tope de su hogar, será
condenado a muerte…~
- “No les mentiré” - comenzó a decir la mujer, arrodillada en el suelo, con
un arma justo detrás de su cabeza - “no honraré un país tan mald!to como
Haití, aunque eso me cueste la vida” - finalizó con un escupitajo a los
pies del guardia que tenía enfrente.
- “Eske nou touye l, patron? (¿La matamos, jefe?)”
- “Ale pi devan epi fè li. (Adelante, háganlo.)”
Con la espada en alto, el final de esta mujer sería presenciado por todos, pero
alguien no dejaría que esto ocurriera.
En tan solo cuestión de segundos, el mencionado hijo de la mujer salió con
lágrimas en los ojos para abrazar a su madre y evitar un final fatal para ella, y
como si de ayuda divina se tratara, aquella espada fue interrumpida por otra, y
el rostro de la justicia y de la salvación que aquel niño vio por primera vez, no
fue el de nadie más que el de Juan Pablo Duarte.
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Parado entre aquella pequeña familia y el hombre haitiano, estaba JPD (Juan
Pablo Duarte), dispuesto a arriesgar su vida por una mujer a la que ni siquiera
conocía.
Los gritos de ánimo hacia JPD eran muchos, y no había ejército que los callara,
con la frase distintiva de “El Valiente Guerrero”.
Un torneo de miradas se desató en ese mismo momento, el chillido de ambas
espadas de plata chocando una con otra, y la fuerza que ambos imponían era
inimaginable, y pareciera que esa situación duró horas, hasta que el grito de el
comandante sacó a todos del trance
- “¡Solo mátalo!”
La pelea inició a la par con el aire, el haitiano lanzaba estocadas asesinas hacia
JPD, pero este solo se limitaba a esquivarlas, no daba un golpe, no mostraba
agresividad, y la ira del haitiano aumentó, y sus ataques eran más fuertes, más
sedientos de muerte…
- “¡Aléjense de aquí! ¡Rápido!” - gritaba JPD a los espectadores de aquella
pelea, ya que el odio en aquel haitiano era notable, y no quería que
alguien saliera lastimado de ese duelo.
Las personas comenzaron a correr, hasta que esa calle quedó vacía, todos
estaban en sus casas, y la calma llenó el corazón de JPD, sabiendo que su
objetivo de mantener a todos a salvo se cumplió una vez más.
Pero tal vez esa calma era demasiada, ya que un puñetazo cayó justo en la
mejilla de JPD, que lo tumbó al suelo. El odio en ese golpe lo dejó incapaz de
levantarse, con un fuerte mareo, y sangre brotando de una pequeña cortada en su
mejilla, ocasionada por el golpe.
Dos haitianos que estaban ahí lo arrastraron de los brazos, llevándolo a un
castigo público, por haber desobedecido una regla impuesta por los haitianos,
otra vez…
~ Todo aquel que se atreva a desafiar las reglas haitianas, será decapitado
frente al pueblo, como muestra de su terquedad. ~
Poco a poco iba recuperando la fuerza, pero el orgullo dentro de él le impedía
levantarse y tan siquiera dar un poco de resistencia.
Sus ojos, abiertos como platos, analizaban todo el ambiente, las personas
ocultas en sus hogares, viendo secretamente la escena e imaginándose a lo que
llegaría a suceder.
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Cada ataque, uno más rápido que el otro, con un odio incontrolable, jugando
con el aire y sus corrientes, juraban en cada estocada la muerte de aquel
“Valiente Guerrero”.
- “¿Cuál será la causa de tanto odio?” - decía JPD, con un cansancio
notable.
- “No lo sé. Tal vez deberías preguntarle al orgullo que te pinta como diana
en un campo de arquería. Adivina quién tiene el arco.” - dijo Charles con
voz victoriosa, ya que al fin pudo clavar su espada en el costado de JPD.
Todo comenzaba a verse borroso para JPD, sentia como su conciencia lo
abandonaba lentamente, hasta el punto en el que todo se volvio negro…
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Canto VI
“¿Cómo lo haremos?”
La tensión era clara. El enfrentamiento entre Juan y Charles no había salido
como se esperaba. La llamada de atención que el “Valiente Guerrero” se había
llevado por haber sido tan irresponsable (como siempre) no fue para nada
pequeña, sin embargo, ya no había tiempo para lamentarse ni pensar cómo
domesticar a este joven tan peligroso.
El plan debía ser cambiado inmediatamente, ya que no podían ir a la guerra con
el más fuerte de sus hombres herido a muerte.
- “¿Qué haremos ahora? No podemos ir a la guerra con Juan herido, podría
morir, y ya no valdría la pena intentarlo.” - mencionó Mella, preocupado
a más no poder.
- “No se adelanten a conclusiones. El simple hecho de que Juan esté tirado
en aquella cama pensando como llego ahi no es culpa de nadie más que
de él mismo. No se como lo haré, pero debo quitarle ese orgullo, no
puedo más con él.” - dijo Doña Chepita, en su último nervio.
- “No hay que perder la cordura muchachos. Somos pocos, no podemos
arriesgarnos a jugar con las oportunidades.” - decía Sanchez, con un tono
de que nada lo derribará - “Tengo una idea. ¿Qué les parece si reclutamos
personas? Sería un buen comienzo para la independencia, ¿no?”
- “El tiene un punto” - dijo JPD, saliendo a rastras de la habitación en la
que estaba recostado - “¿Alguna idea de un nombre?”
- “Yo tengo una.” - dijo Sanchez.
- “Adelante.” - mencionó Duarte.
La Trinitaria
La luz en la casa se apagó completamente, no se veía nada más que pura
oscuridad, y el silencio inundó el cuarto de reunión.
De repente, una luz blanca como las nubes se movía con rapidez por toda la
casa, deteniéndose brevemente frente las 5 personas que estaban ahí: Duarte,
Sanchez, Mella, Doña Chepita e Isidro.
El miedo de ser descubiertos por los haitianos incrementaba a cada segundo, y
con lentitud los hombres agarraban el mango de sus espadas listos para el
ataque.
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Canto VII
“María Antonieta”
“Busquen cada uno de ustedes a 3 personas, las cuales estén seguros de que si
desean estar aquí. Denle el trabajo de que cada uno de ellos busque otras 3
personas. Y que esas 3 personas nuevas también tengan que buscar 3 personas.
En palabras más sencillas: ¿Estás en la Trinitaria? Bien, ahora tienes el deber
de buscar 3 personas. La cantidad entre nosotros no tiene límites.”
Esta idea, dada por Trini, era mejor de lo que cualquiera se estaba imaginando,
y fue aceptada al segundo que ella terminó.
Buscar 3 personas dispuestas a esto no era tarea fácil, pero Duarte estaba
dispuesto a tomar el riesgo. Además, él ya tenía una idea de alguien que quería
estar aquí.
Se adentró al pueblo en el que lo habían casi asesinado, en busca de aquella
mujer rebelde.
Había otra conmoción, frente a su casa otra vez, dos hombres haitianos estaban
con ella, aparentemente haciendo algo no bueno.
JPD se acercó sin dudarlo dos veces, dispuesto a salvar a esta mujer del aprieto
en el que estaba. Grande fue la sorpresa de Duarte cuando la mujer comenzó a
golpear a ambos guardias hasta noquearlos.
- “Vaya que el mundo tiene un significado muy erróneo de las mujeres.” -
dijo Duarte, mirando impactado a aquella mujer mientras acariciaba los
nudillos.
- “Ni te sorprendas. El ‘significado’ que el mundo tiene de nosotras es
mayormente correcto, simplemente no todas nos ajustamos a este.”
- “Tiene sentido”
Por un momento reinó el silencio, hasta que nuestro héroe decidió dar el primer
paso.
- “Vaya que el mundo tiene un significado muy erróneo de las mujeres.” -
dijo Duarte, mirando impactado a aquella mujer mientras acariciaba los
nudillos.
- “Ni te sorprendas. El ‘significado’ que el mundo tiene de nosotras es
mayormente correcto, simplemente no todas nos ajustamos a este.”
- “Tiene sentido.”
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Por un momento reinó el silencio, hasta que nuestro héroe decidió dar el primer
paso.
- “Juan Pablo Duarte a sus servicios.” -dijo este, dando una reverencia
como el caballero que a veces puede llegar a ser.
- “María Antonieta Bobadilla.” - respondió esta, rompiendo la reverencia
de Duarte sujetando su mano como si fuera un saludo.
- “Un gusto señorita Antonieta.”
De aquí una conversación surgió, al principio sólo era para que María conociera
el plan de La Trinitaria, inspirarla a que se agregue a este mundo de libertad,
pero la conversación tuvo un pequeño desvío, y se fue más por el lado de
conocerse el uno al otro.
- “Juan Pablo Duarte a sus servicios.” - dijo este, dando una reverencia
como el caballero que a veces puede llegar a ser.
- “Maria Antonieta Bobadilla.” - respondió esta, rompiendo la reverencia
de Duarte sujetando su mano como si fuera un saludo.
- “Un gusto señorita Antonieta.”
De aquí una conversación surgió, al principio solo era para que María conociera
el plan de La Trinitaria, inspirarla a que se agregue a este mundo de libertad,
pero la conversación tuvo un pequeńo desvío, y se fue más por el lado de
conocerse el uno al otro.
- “El niño del otro día” - agregó Duarte - “¿es suyo?”
- “Oh no, es mi sobrino.”
- “¿Sobrino?”
- “Si. Yo amo a mi sobrino. Me tocaba estar con él por unos días, mi
hermana tenía un viaje por negocios, y no podía llevárselo.”
- “Oh, ya veo.”
- “¿Por qué la pregunta?”
- “Nada en específico, simplemente me pareció extraño que alguien tan
joven como usted tuviera un hijo.”
- “¿Y qué si fuera mío?”
- “No me malinterprete, simplemente preguntaba.”
Antonieta miró extrañada a Duarte, aquella personalidad que él poseía la
molestaba bastante, pero debía de ir con su plan, era lo único que podía hacer.
- “¿Y cuándo iremos a La Trinitaria?”
- “¡Cierto! Si quiere, vamos ya mismo.”
- “Eso me encantaría.”
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Rumbo A La Libertad Aimeé M. Batista C.
Duarte, tú eres muy impulsivo. Ten cuidado con quien eliges, no vayas a tomar
una mala decisión, por favor.
Estas palabras de Trini resonaron en la cabeza de Duarte, como si le advirtieran,
pero este ya veía a Antonieta como la que le ayudaría a hacer feliz a su madre.
La belleza de Antonieta no era común, pareciera como si esta mujer fuera de la
misma realeza, como si su rostro hubiera sido tallado por los mismos dioses,
cosa que todo enamorado a primera vista ve al principio, y las ganas de tenerla
entre sus brazos, cuidándola de todo peligro en el que podría estar. Pero es triste
saber que la forma en la que ella desea tenerlo, no es para nada parecida. Tener
la cabeza de Duarte en la punta de una lanza es el mejor regalo que Antonieta
podría darle a su padre…
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Rumbo A La Libertad Aimeé M. Batista C.
Canto VIII
“La Casa junto la Iglesia”
Los meses habían transcurrido con normalidad. La sociedad secreta de La
Trinitaria había crecido de forma inesperada pero exitosa, dando de qué decir
entre los dominicanos, y con la alegría de que los haitianos no tenían ni idea de
que La Trinitaria existía.
Como si de un cuento de hadas, la relación entre Duarte y Antonieta se
desarrolló increíblemente rápido, estando estos ya en una relación más o menos
formal. Los demás integrantes miraban a Antonieta con ojos sospechosos, el
aire que esta emanaba y el pasado del que nadie sabe los ponían alerta con tan
solo sentir su presencia.
Doña Chepita había entregado su casa a la causa, ya que la ubicación de esta,
literalmente al lado de una iglesia, era más conveniente de lo que parecía. Cerca
de aquella simple casita, un escándalo había sucedido, el cual dejó esa iglesia
como zona sagrada, salvando así todas las casas que viven cerca de esta,
incluida la casa de Doña Chepita, conocida por pocos como la casa de la
libertad.
¿Qué sucedió? Hace unos 10 años o menos, una familia iba feliz a la iglesia, una
madre, un padre y un niño. La hora 0 de los haitianos había llegado, y la pareja
pudo salvarse, pero el pequeño de no más de 6 años no fue tan veloz, y las balas
enemigas lo alcanzaron. El grito desesperado del niño, gritándole a los mil
vientos por sus padres fue algo desgarrador, y luego sonaron las balas. 22 en
total.
El enfado de la iglesia no fue poca. Como si de magia se tratara, el cielo
oscureció, las nubes cargadas de lluvia taparon el sol, y un rayo frente a los
haitianos calló todo el ambiente. Como si de un grito de guerra se tratara, los
residentes cercanos corrieron hacia donde se encontraban los guardias.
La cantidad de gente que se abalanzó hacia ellos no fue poca, y muchos de los
guardias huyeron. Unos cinco quedaron ahí, dispuestos a acabar con esto. Tan
solo unos 5 minutos, de puros gritos y disparos, la gente comenzó a dispersarse
poco a poco, y los cuerpos de aquellos guardias eran lo único que quedaban.
Las armas fueron entregadas a la iglesia, y Charles Ainé dió un discurso,
mencionando lo sucedido, y diciendo que la hora 0 debía ser respetada, pero que
el parque de la iglesia no estaría dentro de la zona de muerte.
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¿Dónde están los padres del niño ahora? Estos ahora son parte de la Trinitaria.
Están en la casa de Chepita, observando desde una ventana el árbol que se
plantó en honor a su difunto hijo. La madre, con ojos llorosos, recordaba con
dolor la expresión de su hijo antes de que este no volviera a despertar.
Chepita fue rápida, se acercó para consolar la dolida alma de esta mujer. El
marido, parado junto a su esposa, se limitaba a tan solo tocar su hombro.
Recordar ese momento también es algo doloroso, pero no podía darse el lujo de
llorar frente ella, debía mostrarse fuerte, y continuar lamentándose en silencio.
Isidro y Mella habían llegado, con la compañía de su buena amiga María
Trinidad Sánchez. Trinidad, por otro lado, traía otras tres amigas, su aporte a la
sociedad, María de Jesús Pina, Isabel Sosa y Concepción Bona.
Estas 4 chicas eran bien conocidas en el país, sus destrezas en la moda y en
crear diseños completamente originales eran codiciados por todos, pero el
tenerlas en la sociedad es algo para alegrarse.
- “¡Damas!” - exclamó Duarte, contento con su presencia - “me alegro
tanto de que ustedes estén aquí. Espero no pedir mucho, pero requiero de
sus destrezas.”
- “Díganos, valiente guerrero, ¿qué podría usted necesitar de nosotras?”
- “Necesito que confeccionen la única e inigualable bandera dominicana.”
- “No se preocupe” - dijo Bona, entrando su mano en su bolso, sin perder
un segundo - “ya estábamos trabajando en eso, y disculpe nuestro
atrevimiento.”
- “No hay que disculparse, todo lo contrario, hay que agradecerles, ya que
su increíble trabajo será tomado en cuenta.”
- “Gracias Valiente Guerrero.”
- “Por favor, llámenme Duarte.” - dijo con una sonrisa encantadora,
enterneciendo los corazones de todas las damas presentes.
- “Ya empezó.” - le dijo Sánchez a Mella y a Isidro entre risas.
- “¿Algún problema con mi caballerosidad, señores?”
- “Te ves muy ridículo, señor caballero.” - dijo Isidro riendo.
- “Ja ja, muy gracioso.”
- “Ya chicos” - dijo Chepita - “dejen al caballero en paz, en vez de reirse
deberían aprender.”
- “Pero ma…”
- “Pero nada Ramón. Vamos, tienen muchas cosas que hacer, señores
líderes.”
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Las risas llenaron la habitación, dando un ambiente como si fuera una reunión
familiar. Esto era lo que ellos querían, unir al pueblo. Los haitianos estaban aquí
para separarnos y que el miedo nos acompañara hasta el final, pero nuestros
héroes no dejarían que esto sucediera.
- “Ok, ok, atención todos” - exclamó Chepita, llamando la atención de
todos los que se encontraban en su hogar. - “Iré a la iglesia, así que dejaré
cosas claras. El baño está ahí, la cocina por allá, no suban a las
habitaciones, eso es de mala educación, y si necesitan algo, pregúntenles
a Isidro y a Ramón, ¿ok? ¿Todo claro? Pues me voy. Escuchen a Duarte,
por favor.”
Todos despedían a Chepita como si esta se estuviera yendo a la guerra. Isidro
salió a su lado, revisando que esta estuviera bien.
- “Oye Ramón - dijo Sánchez con voz curiosa - ¿por qué le dices ‘Ma’ a
doña Chepita?”
- “Mi relación con mi verdadera madre nunca fue la mejor, siento como si
lo único que me conectaba a ella era la sangre que corre por mis venas,
pero Chepita me ha tratado como si fuera su propio hijo, e Isidro me trata
como si fuera su hermano. Siento como si esta fuera mi verdadera
familia.”
- “Eso es hermoso en verdad. No creo que haya un corazón tan puro como
el de Chepita.”
El calor de la presencia de Chepita es algo que todos sienten, y algo en lo que
todos están de acuerdo en que es algo increíble. La paz que se generó con tan
solo decir su nombre fue interrumpida por una acción un poco tonta de parte del
‘Valiente Guerrero’, ya que este estaba parado sobre una mesa, aplaudiendo para
llamar la atención de todos.
- “Buenas tardes a todos. Gracias por haber acudido al llamado. Se que
estamos en tiempos difíciles, pero no hay que sucumbir ante el miedo que
los haitianos imponen ante nosotros. Somos fuertes, somos dominicanos.
No podemos darnos el lujo de dejarnos dominar por nadie. Debemos dar
la cara, demostrar que no somos débiles. No podemos seguir en esto,
debemos luchar. Cada uno de nosotros tiene algo en sus corazones, y
nadie dijo que descubrir eso era sencillo. ¿Qué les parece si comenzamos
a buscar la manera en la que cambiaremos el mundo?
Los gritos de ánimo inundaron la casa, dando a conocer que todos estaban de
acuerdo con lo que Duarte decía hace unos segundos.
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Canto IX
“Balbina Peña”
Mientras el momento llegaba, Sánchez no estaba dispuesto a no hacer nada, y él
iba caminando, haciendo nada más que ejercicio. Era interesante para los
haitianos ver como alguien cruzaba cada día a la misma hora por el mismo sitio
sin falta ni tardanza.
Un día lo detuvo un escándalo. Iba normal caminando su ruta, hasta que vio
como un haitiano intentaba aprovecharse de una chica que estaba ahí. Con
rapidez, fue en su rescate, ya que atrocidades como estas no serían permitidas en
su presencia.
La chica lloraba desconsolada, esto no era lo que ella quería, ella solo quería
llegar a su casa.
En un acto de autodefensa, la chica consiguió liberar una de sus manos y
abofeteó al haitiano que la acorralaba. Pero este se enfadó tanto que la golpeó,
haciendo que ella cayera al suelo, y con ojos llorosos, vio cómo su vida le
pasaba por delante, mientras el haitiano posaba su arma en dirección a ella,
apuntando justo en su frente.
Cerró los ojos, en busca de no saber cuando venía la bala y no presenciar su
propia muerte, pero esa bala nunca llegó, solo se escuchó un golpe que la sacó
de órbita. Lentamente abrió los ojos y pudo admirar frente a ella a uno de los
héroes del país, Francisco del Rosario Sánchez.
- “¿Está usted bien?” - preguntó preocupado, mientras la ayudaba a
levantarse.
- “Si, gracias a usted, muchísimas gracias.”
- “¿Desea que la acompañe a su hogar? No creo que sea seguro para usted
caminar sola a estas horas de la mañana, no sabe cuando comienza la hora
0.”
- “Me encantaría su compañía en verdad.”
Sin decir mucho más, ambos comenzaron su camino hacia el hogar de la chica,
procurando así que esta llegara bien y sin problemas. Al llegar, quien parecía ser
la madre de la joven se mostró extremadamente pálida, ya que su hija había
llegado más tarde de lo común.
Resulta que la joven también salía a hacer ejercicio matutino, lo utilizaba como
forma de distracción a todos sus problemas, su intención no era crear más.
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La madre de Balbina aún no estaba del todo convencida, pero debía entender
que su hija ya no era una niña pequeña, y que las decisiones que ella tomara,
eran por algo, y no podía meterse en eso, así que le permitió unirse a la causa.
Con todos los ánimos, fue de camino a la base de La Trinitaria, escuchando los
planes que tenían y buscando una forma en la que podría poner su granito de
arena.
Llegó un momento en el que dejó de escuchar lo que Francisco decía, y se
quedó embobada observando el rostro del que pareciera el hombre más guapo
que haya visto en esta isla del apocalipsis.
Llegó a la casa de Chepita, y un abrazo inmenso la recibió, ya que Chepita era
una gran amiga de su madre, y consideraba a Balbina como su sobrina. Isidro y
Ramón no eran la excepción, ya que su buena amiga se estaba uniendo a la
causa.
El cálido ambiente que se encontraba en esa casa era como ningún otro, y
Balbina estaba aún más feliz de que fuera en la casa de su tía.
Tomó su tiempo en ponerse al día con Chepita, ya habían pasado muchos años
desde la última vez que la había visto.
Mientras esto pasaba, Juan y Ramón miraban con risas a Francisco,
preguntándole quién era la bella chica que había traído a la sociedad, pero este
solo se limitaba a responderles lo del ataque y que la convenció.
Obviamente esta historia no se la tragaron, y juraban que había alguna otra
razón, pero lo dejarían tranquilo, aunque sus ojos de enamorado lo delataran.
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Canto X
“Esto es Guerra”
Los años seguían pasando, y la guerra cada vez se sentía más cerca. Algunas
cosas habían cambiado, algunas para bien, algunas para mal.
La Trinidad, había crecido enormemente, llegando al punto de que se dividieron
en distintas partes, 3 exactamente, para que así, los integrantes tuvieran el apoyo
de Juan, Francisco y Ramón.
No hace tanto tiempo, Juan y Antonieta ya estaban en algo oficial, pero Juan
tenía la sensación de que algo andaba fuera de lugar. Se preguntaba diariamente
si era que él estaba haciendo algo mal, ya que nunca sentía la aprobación de su
amada, y eso le dolía en el alma.
- “Oye Juan” - vociferó Isidro - “¿está todo bien entre María y tú?”
- “¡Claro! ¿Por qué no habría de estarlo?”
- “No lo sé, pero últimamente veo como si hubiera algún tema del que
quisieran hablar, y es un poco triste ver como no te tratan ni el doble de
bien de cómo la tratas a ella.”
- “No te preocupes, Isidro, simplemente está frustrada por todo lo que está
sucediendo, y la entiendo, yo también me estresaría si viviera en un bucle
de caos sin fin.”
- “Si tu lo dices compadre, pero ten esto bien en cuenta. Hay algo en esa
mujer que no nos termina de llamar, y no quiero verte sufrir. Te
recomiendo que hables con ella.”
- “Gracias amigo, lo tomaré en cuenta.”
Isidro se acercó a Juan, dándole un fuerte abrazo y unas palmadas en la espalda,
dando a saber que no importaba la decisión tan tonta que este tomara, siempre
tendría un compañero fiel en el que apoyarse.
Francisco estaba hablando con Balbina, temas no muy increíbles, pero su
compañía era reconfortante.
- “¿Qué piensas hacer una vez seamos independientes?” - le preguntó
Balbina, buscando una respuesta en la que ella pudiera participar.
- “¿Yo? Bueno, tenía planeado vivir fuera de la ciudad, tal vez en un campo
no tan lejos, levantarme cada mañana con una taza de café al lado,
sintiendo la fría brisa de la mañana en mi rostro. Pero creo que cambiaré
eso un poco.”
- “¿Cambiarlo cómo?”
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- “Pues, tal vez la compañía de una bella mujer a mi lado haga de ese plan
un sueño.” - dijo este, mientras miraba de forma coqueta a la chica a su
lado.
- “Bueno, ¿qué te parece si esa ‘bella mujer’ soy yo? - un movimiento
arriesgado en verdad, se dejó llevar por el momento, pero tal vez no se
arrepiente tanto como ella misma podría creer.
- “Oh.”
- “M!erda, ¿por qué dije eso? De seguro pensará que soy rara. ¿Y si no
piensa lo mismo que yo?”
- “Sinceramente. No tengo ningún problema con eso.”
Con eso, tomó con suavidad el cuello de Balbina, la acercó lentamente, y a tan
solo unos pocos centímetros de su rostro, la palabra “ ¿puedo?” salió
tiernamente de los labios del guerrero, y la dulce respuesta de Balbina, un “sí”
casi susurrado, fue suficiente para dar comienzo a lo que sería una bella
relación.
Por otro lado, Juan le había hecho caso a Isidro, y había convocado a María para
hablar con ella, saber si había algo que la mantenía infeliz o si simplemente no
quería estar donde estaba.
Obviamente, no la interrogaría intensamente en la sala de su casa, así que
decidió crear un ambiente de restaurante fino en el techo de su casa, con comida
de calidad y música de ambiente que un tocadiscos reproduciría toda la noche,
para que en vez de parecerse a una sala de interrogación pareciera una cita, ya
que con estos tiempos tan caóticos, no tuvo el tiempo de darle un detalle bonito
a su amada.
Ansioso, se quedó esperando por aquella chica, con una gran sonrisa en su
rostro y una botella de vino que no había abierto aún, esperando por un
momento tan especial como este, ya que si todo salía bien, podría llegar a poner
un delicado anillo en su dedo.
Los segundos se volvieron minutos, y los minutos se volvieron horas, pero
María nunca apareció. La botella, ya por la mitad, tenía un sabor desagradable.
Probablemente el sabor del vino cambia dependiendo de la melancolía del
ambiente, y en este caso era grande, pero no era tan grande como el dolor de un
corazón roto.
Al rato, la puerta comenzó a sonar, dando a saber que alguien esperaba al otro
lado de esta. Juan se levantó con prisas, mostrando su mejor cara y
apresurándose a responder al llamado. Al otro lado de la puerta, pudo ver el
rostro de Prudencia Lluberes, conocida en la sociedad como La Nona.
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Esta fue mandada por Mella para ir a buscar a Juan, ya que había una reunión y
de entre los líderes sólo faltaba él. Su rostro decayó rápidamente, y un
semblante depresivo tomó control del joven parado en la puerta.
La Nona se preocupó al ver este cambio radical de ánimo.
- “¿Estás bien? ¿Qué pasó?”
- “Isidro me dijo que intentara arreglar las cosas con María, así que le
organicé una cena, solo ella y yo, pero nunca llegó…”
- “Oh… lo lamento tanto.”
- “No te disculpes, no es tu culpa. ¿Quieres pasar?”
- “Claro.
Antes de darse cuenta, Prudencia ya estaba sentada en el techo de la casa de
Juan, observando cómo este anhelaba el cielo y disfrutaba la fría brisa de la
noche, pensando profundamente qué fue lo que hizo mal.
Dolía verlo así, él no había hecho nada malo, pero él no lo sabía eso. Se levantó
y fue a abrazar a Juan, el cual no pudo aguantar más y rompió en llanto.
- “Se que duele, los corazones rotos son algo muy fuerte, y a veces las
razones de estos son un poco estúpidos-”
- “No era algo estúpido. Yo solamente no sé qué hice mal… la ame, la
comprendí, le di todo lo que tenía…” - dijo triste, mientras sacaba de su
bolsillo el anillo que estaba destinado para ella.
Prudencia simplemente miró con el corazón estrujado como aquel hombre que
siempre se mostraba fuerte e inquebrantable, estaba hecho un desastre, todo por
culpa de alguna mujer que no supo valorar el oro que tenía delante.
- “No llores por algo que no vale la pena, desde el principio debiste haber
notado una pequeña señal de que no funcionaría.”
Recordó todas las veces en las que sus compañeros le dijeron que tuviera ojo
con esa mujer, ya que nunca dio buena espina. Todas esas veces en las que sus
formas de mostrar amor nunca fueron correspondidas, y como siempre fue
incómodo cuando hablaban en privado, ya que la sensación de ser escuchado
nunca se sintió.
- “Gracias en verdad, de no ser por tu, hubiera terminado esta botella yo
solo.”
Aprovechando la presencia de una buena compañía, la comida y el vino que
tenía Juan reservado para María, sería ahora degustado por Prudencia.
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Continuará…
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