El Gaucho

Descargar como rtf, pdf o txt
Descargar como rtf, pdf o txt
Está en la página 1de 11

El gaucho argentino, ¿Una identidad olvidada?

El presente trabajo tiene como objeto de estudio al "gaucho argentino" y su consideración


histórica. Resulta interesante seguir el recorrido del significado de la palabra gaucho (gauderio)
desde su probable origen virreinal hasta la actualidad. Este personaje característico de nuestro
país es, a veces, criticado y combatido, otras condenado al olvido, pero al final rescatado de los
anales de la historia como ejemplo de que el progreso es ineluctable y que solo ofrece dos
opciones, o la sujeción al orden constituido de un país en ciernes, o su total eliminación.
Resulta interesante seguir esta mutación de “matrero, vago y mal entretenido” hasta su
transformación en una persona de bien presta a realizar “gauchadas”. Un ejemplo de lo que
somos los argentinos.
Pero a veces el olvido o el desconocimiento es otra manera de referirnos a algo y aquí citaré a
un oscuro general de la Nación cuando se refirió sobre los desaparecidos por la dictadura militar
(1976 – 1982) diciendo… “Los desaparecidos, no están, no existen, son N.N.”. Lo lamentable es
que cierto revisionismo de izquierda adopta la misma posición de ignorancia sobre la identidad
del gaucho al referirse al despojo de los pueblos originarios, olvidando que el “gaucho” es
también portador de ese ADN original.

Mi tesis al respecto es que, tanto esa metamorfosis “antikafkiana” (de bicho a humano), como
ese olvido deliberado, obedecen a razones políticas. Por un lado hacer del gaucho una figura
idílica, significa expresar el triunfo de la civilización sobre la barbarie; por el otro lado su “no
mención como parte de esos pueblos originarios” niega el componente nacional y nos asimila a
una categoría americanista romantizada que plantea la existencia de una América latina como la
Patria Grande o la Patria Bolivariana. En ambos casos estas operaciones políticas sobre la figura
del gaucho terminan negando su propia identidad, es decir, lo remiten a su origen como
“gauderio, gaucho o guacho”.
El gaucho y su recorrido histórico

La palabra gaucho probablemente reconozca sus orígenes en el quechua cuzqueño, en esta


lengua “huacho” designaba a un pobre o a un huérfano. En la lengua mapuche “huacha”
significa hijo ilegitimo, y en aimará la palabra utilizada para nombrar a un huérfano era
“huajcha”. No debe extrañarnos entonces de que nuestro personaje tenga un mayor grado de
identificación entonces con los pueblos originarios que con la sociedad surgida a partir de la
conquista hispánica. Este habitante de “las tierras de nadie” de la llanura pampeana y de la
Banda Oriental, por su carácter rebelde, anarquico, por su estilo de vida libre, no sujeto al orden
virreinal, era mencionado por las autoridades como “gauderio” para indicar su condición de
desempleado. Sin embargo el gaucho, a pesar que por su estilo de vida se asemeja más a los
indígenas que poblaban las pampas, no es totalmente un miembro de los pueblos originarios.
No obstante, por su condición de criollo, se reconoce en su linaje una doble identificación
sanguínea, española y nativa. El gaucho es un criollo por una referencia de sangre, pero el
gaucho que es nuestro objeto de estudio es ese habitante pintoresco “fuera de la ley” que vive
una vida errante, no es el criollo que como Hernandarias, se destaque en la política o aquellos
milicianos que participaron en la reconquista durante las invasiones inglesas.
El gobernador intendente de Buenos Aires Francisco de Paula Sanz con fecha de Agosto de
1785, se dirigía al Rey de España proponiendo “una campaña de limpieza de vagos, facinerosos,
contrabandistas y desertores”.
En su libro Contextos criollos del Río de la Plata, Jorge Emilio Gallardo describe los rasgos
peyorativos fundamentados en su rebeldía ante la ley y el orden constituido, así también por su
vida errante. De tal manera el gauderio primero y luego el gaucho, al elegir un estilo de vida
libre y anarquico queda afuera de la estructura social colonial y por tal motivo muchas veces
encontrará protección en las tolderías indígenas de la pampa, con las que además tendrá
relaciones a través del trueque de diversos bienes.
Entre 1810 y 1814 el gaucho conformará las milicias cuyo papel en las guerras de la
independencia será de vital importancia no solo por su destreza y arrojo, sino también por su
identificación con el caudillo. Un claro ejemplo de esto lo evidencian “Los Infernales de
Güemes”y su participación en la Guerra Gaucha contra la invasión realista.
También tendrá un papel protagónico durante la guerra civil que estalló en 1820 luego del
fusilamiento de Dorrego enrolado en ambos bandos. De aquellos tiempos en que se
enfrentaban civilización y barbarie, desde el partido unitario, representante de la civilización, se
alzaba una voz que invitaba al presidente Mitre “a no economizar sangre de gauchos. Este es un
abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma, criolla, incivil, bárbara y ruda,
es lo único que tienen de seres humanos” tal el contenido de la carta que Sarmiento le enviara a
Mitre (la misma civilización que degolló al Chacho Peñaloza el 20 de mayor de 1863).
También el Brigadier Dn. Juan Manuel de Rosas se sirvió del gaucho y muchos de ellos
formaron parte de la terrible mazorca. Este período histórico, borrado por la línea Mayo –
Caseros, y recuperado por cierto revisionismo histórico, explica tanto la suerte de Rosas como la
de los gauchos. La oposición unitaria contra Rosas operó en un doble sentido, por un lado una
enconada oposición al régimen y por otro, la elaboración de un proyecto superador del rosismo,
y esa fue la función de la “generación del 37”. Este proyecto implicaba echar las bases
fundacionales de un nuevo orden político que no admitía ni siquiera resabios de ese “elemento
rebelde y levantisco”. La ansiada inmigración europea constituida por alemanes, ingleses,
franceses debía suplir el espacio que se le negaba al gaucho y a su “asociado”, el indio. La nueva
corriente “civilizadora”inaugurada tras la caída del “tirano cruel” sentaba las bases de un país
que debía ampliar sus fronteras, y a diferencia del proceso de colonización hacia el oeste que
había iniciado EEUU., Argentina amplio sus fronteras hacia el sur mediante la conquista.
Esta acción de gobierno que alcanzó su mayor expansión durante el gobierno de Nicolás
Avellaneda, supuso la expulsión del elemento indígena. El ejército nacional estableció una línea
de frontera que se expandía sobre los territorios conquistados. Existen relatos sobre las terribles
condiciones de vida de la soldadesca en esos fortines de línea, malas pagas, poca comida, un
régimen de disciplina interna cruel y arbitrario eran causas frecuentes de deserción hacia las
tolderías indígenas.
La leva o reclutamiento de tropas se realizaba sobre un segmento de la población definido, es
decir sobre el gauchaje. Este tenía dos opciones, o estar al servicio de algún patrón de estancia
lo cual se demostraba con la tenencia de la “papeleta”, o ser declarado “vago y mal
entretenido” y por la fuerza ser llevado a la línea de frontera.
Una vez que la cuestión indígena fuese saldada a favor de la incipiente nación, el gaucho ya no
haya refugio en las tolderías y la pampa, ahora poblada por estancias, ya tampoco le pertenece.
Su destino será entonces el de integrarse a esta nueva organización, aquí lo veremos entonces
como empleado de estancia, resero, domador o realizando múltiples tareas campestres; pero
también lo podremos encontrar al servicio de algún caudillo político amedrentando rivales e
interviniendo en procesos electorales amañados propios del conservadurismo político
argentino.
La figura del gaucho noble, servicial, poseedor de múltiples oficios camperos, obediente del
patrón y de la ley, no fue otra cosa más que una construcción para justificar una estructura
económica agro importadora. “Cultivar el suelo es servir a la Patria”reza el lema de la Sociedad
Rural Argentina y el hombre de campo es su mayor exponente, por esto era necesario
reformular el carácter libre y anarquico del gaucho “guacho” transformándolo en un “ser
civilizado” patriota y trabajador. Es este el modelo de gaucho que vemos en los desfiles patrios,
en las exposiciones rurales y en los festivales gauchescos. Este fue el prototipo de gaucho útil
para construir un modelo de país agro importador.
Martín Fierro

El Martín Fierro es tal vez el mejor poema épico que describe detalladamente la epopeya
gauchesca. Escrito por José Hernández en 1872 año en que Calfucurá con 6000 lanzas atacó en
forma de malón los pueblos de General Alvear, 25 de Mayo y 9 de Julio matando a 300 criollos y
“alzando” 200000 cabezas de ganado.
El poema da cuenta de la vida de un gaucho trabajador que vive en un rancho con su mujer e
hijos y como la injusticia social del contexto histórico de un país que comenzaba un proceso
fundacional lo vuelve un “gaucho matrero”, es decir en un hombre fuera de la ley que es
perseguido por la justicia.
En su desventurada vida pone de relieve sus habilidades y experiencias como una forma de
enfrentar la realidad de una tierra que ya empieza serle lejana y que inexorablemente lo
expulsa. Así lo expresa en el siguiente verso:

“El que maneja las bolas


El que sabe echar un pial
O sentarse en un bagual
Sin miedo a que lo baje
Entre los mismos salvajes
No puede pasarlo mal”

El salvaje y el gaucho comparten técnicas y destrezas aprendidas por una vida en común.
La picardía, característica que también comparte con el indio queda manifiesta en la situación
que acaba en el duelo con el moreno:

“Al ver llegar la morena,


Que no hacía caso de naides
Le dije con la mamúa:
Va – ca – yendo gente al baile”

Su idea sobre la ley queda plasmada en la siguiente estrofa:

“La ley es tela de araña


Y en mi ignorancia lo esplico
No la tema el hombre rico
No la tema el que mande
Pues la rompe el bicho grande
Y solo enrieda a los chicos”

Es el progreso, que con su paso inevitable va cambiando la fisonomía de la ruralidad. Un país


urgenciado por incorporar las feraces tierras de la pampa, esto es correr las fronteras hacia al
sur, ganarle tierras al indio, requería del concurso (generalmente forzado) de hombres. Sobre
este punto recurriremos al mapa que realizara Juan J. Biedma en sus “Crónicas Militares
(Antecedentes históricos sobre la campaña contra los indios)”, Tomo 1, Buenos Aires 1924
(citado en Todo es Historia N°144). En dicho documento la primer línea de frontera hasta 1774
se extendía de noroeste a sudeste desde San Nicolás hasta Ensenada, para 1778, y en la misma
dirección, desde Melincué llegando a Chacabuco, y para 1970 ya había cruzado el margen
derecho del Río Salado.
Pero es Rosas quién entre 1833 y 1834 despliega la primera acción de carácter ofensivo en la
historia de la conquista del desierto con el objetivo de desalojar definitivamente a los salvajes
de todo el territorio de La Pampa, Mendoza, San Luis y Córdoba empujando la línea de frontera
hasta Bahía Blanca (“Campaña de Rosas al Desierto” Niño O., 2021 Academia.edu). Después de
Caseros, el éxito parcial conseguido por la Campaña de Rosas, permite el reagrupamiento de
hordas salvajes diseminadas hacia la cordillera comandados ahora por el poderoso cacique
venido de Chile, Calfucurá (Piedra Azul), que, dedicándose a asolar con sus malones a las
distintas poblaciones roban, secuestran y asesinan a sus pobladores. Al respecto dice el
comandante Manuel Prado:
“En ese período que va desde 1852 hasta 1879, el indio aparece como invencible, soberbio,
poderoso, lleno de recursos, dueño y señor de las pampas, ora negociando hábilmente, como
consumado diplomático que era, haciendo la guerra en el terreno que él elije, venciendo
siempre, aún después de episódicas derrotas. Es que, cualesquiera sean sus virtudes o defectos,
ninguno de los gobiernos que se suceden desde Caseros pueden resolver el problema. El país
vive en continúa guerra civil: 11 de Noviembre, Cepeda, Pavón, guerra en las provincias del
interior. Y cuando triunfante Mitre en Pavón parece aproximarse a la paz por el acuerdo con
Urquiza, sobreviene l Guerra del Paraguay, y terminada esta, el levantamiento de López Jordán
en Entre Rios y la rebelión mitrista de 1874”. (Comandante Luis Prado “La Guerra al malón”, Bs.
As. 1961 en Todo es Historia N°144)

Esta sintética pero ajustada descripción de época tiene como protagonista a nuestro objeto de
estudio, que de ser un hombre libre se ve transformado forzosamente en soldado de línea para
hacer efectivo un atributo de la Nación: la definición de un territorio que le será propio.
También resulta interesante escuchar otra vez la voz de Martín Fierro sobre este punto:

“Tuve en mi pago en un tiempo


hijos, hacienda y mujer
pero empecé a padecer
y me echaron a la frontera,
¡Y que iba hallar al volver!
Tan soloemoallé la tapera”

Un año antes de la primera presidencia de Julio Argentino Roca (12 de Octubre de 1880), es
decir en 1879, José Hernández publica La Vuelta del Martín Fierro y es a partir de esta vuelta
que comienza la reconversión útil del “matrero” al gaucho “servicial”. El relato de Martín Fierro
concluye con la huida de Fierro y Cruz hacia las tolderías mapuches. Allí Cruz muere de viruela,
Fierro conoce a una cautiva a la que rescata devolviéndola a una estancia para luego seguir solo
su camino. En una pulpería encontrará a sus hijos, al hijo de Cruz y al hermano del negro que
matara en un duelo. De esta vuelta citaré algunos de los consejos del viejo Vizcacha que son
propios de los que han aceptado un mundo desconocido al cual es necesario adaptarse:

“Me parece que lo veo


Con su poncho calamaco
Después de echar un buen taco
Así principiaba a hablar:
Jamás llegues a parar
Donde veas perros flacos”

Esto no es más que un reconocimiento al poder económico y la conveniencia de no tenerlo de


enemigo.
Prosigue el poema:

“El primer cuidado del hombre


es defender su pellejo
Llevate de mi consejo
Fijate bien en lo que hablo:
El diablo sabe por diablo
Pero más sabe por viejo”

Con esto Vizcacha le esta haciendo saber a Ferro que el principal saber del hombre es la
experiencia adquirida a lo largo de la historia.

“Hacete amigo del juez


No le des de que quejarse;
Y cuando quiera enojarse
Vos te debes encoger
Pues es siempre güeno tener
Palenque ande ir a rascarse”

Este es un claro reconocimiento a un nuevo orden constituido y al que es necesario aceptar y


acatar. El gaucho conservaba su experiencia y picardía pero ya no era poseedor de su libertad.
Había comenzado la elaboración de ese “tipo ideal” que siendo funcional a un modelo de país,
nos representa hasta nuestros días.
Las condiciones que tan sintéticamente había apuntado el Comandante Manuel Prado ya
habían perdido su vigencia. El peligro indígena aventado, las guerras intestinas habían cesado y
el país comenzaba su inexorable camino a convertirse en “el granero del mundo”.
Don Segundo Sombra

Nuevamente recurriremos a la valiosa literatura gauchesca, ahora nos basaremos en la novela


escrita por Ricardo Güiraldes titulada Don Segundo Sombra publicada en 1926.
En esta obra literaria, el autor pone de manifiesto a través de Sombra a ese gaucho desposeído
de todo pero poseedor, paradójicamente, de todo. La pampa ahora poblada por estancias y
poblados le sigue perteneciendo; conserva de aquel “gauderio” su amor por la libertad por lo
que no se “aquerencia” en ningún lado y su oficio de resero le permite expresar sus
habilidades adquiridas tras años de observación y práctica, habilidades que comparte con los
“salvajes” con los que contactó con asiduidad, y son justamente esas prácticas lo que lo tornan
en un elemento útil para el país “de las estancias”.
Sombra representa ese pasado por cuanto conserva la experiencia adquirida,pero también es
un elemento que ha debido acomodarse a las circunstancias del presente, su discípulo, ese
“gauchito guacho”, ese que no sabe quienes son sus padres ni conoce su nombre, recorre junto
a Sombra su niñez y su juventud, aprendiendo de aquel no solo las habilidades manuales sino
además la prudencia, esa misma prudencia con la que el viejo Vizcacha aconsejaba a Fierro.
Pero el nuevo presente también golpeará la puerta del ahijado de Sombra al comprobar que
esta nueva sociedad caracterizada por el progreso le había dado un nombre y apellido y como si
eso fuese poco, lo había echo acreedor de la herencia de su padre rico, Don Fabio Cáceres.

“Don Segundo, hágame del favor de decirme que ese papelito miente. Yo no soy hijo de nadie y
de nadie tengo que recibir consejo, ni plata, ni un nombre tan siquiera”.
(Don Segundo Sombra, pag. 173)

El joven gaucho se interroga sobre su nueva condición:

“¿Es verdad que no soy el de siempre y que esos malditos pesos van a desmentir mi vida
de paisano?
(Don Segundo Sombra, pag. 176)

A lo que Sombra responde:

“… Si sos gaucho en de veras, no has de mudar, porque andequiera que vayas, irás con
tu alma por delante como madrina´e tropilla...”
(Don Segundo Sombra, pag. 176)

Es evidente que con Sombra, su ahijado y los demás personajes que conforman la novela de
Güiraldes, estamos en presencia de un gaucho “distinto” al que inició el presente trabajo.
Ahora es un gaucho que recuerda con melancolía un pasado que ya no existe, sin embargo aún
siente que la pampa le pertenece tal como le pertenecía al indio. El sol abrasador que quema
las vastas llanuras, las estrellas, las inclemencias del tiempo, los cardos en flor, todo le
pertenece aunque ya nada es suyo. Antes era habitante de la pampa, ahora habita una Nación.
Este nuevo orden lo escindió de su raíz indígena y en función de sus habilidades lo hizo apto
para un esquema productivo basado en la explotación agropecuaria. El ferrocarril comenzará a
ser el medio elegido para el transporte de hacienda con lo que el oficio de resero irá perdiendo
su importancia y el gaucho se verá ahora a compelido a buscar trabajo fijo en las estancias.
Esta transición de gaucho errante, libre, dueño de la pampa, del cielo que la cubre, de las
estrellas que lo guían a gaucho “aquerenciado” no se realiza sin un sentimiento nostálgico, así lo
cuenta Güiraldes en su libro:

“...El trote de transición le sacudió el cuerpo como una alegría. Y fue el compás conocido de los
cascos trillando distancia: galopar es reducir la lejanía. Llegar no es, para un resero, más que un
pretexto de partir...”

“….Sombra, me repetí….¿rezar? ¿dejar sencillamente fluir mi tristeza?. No sé cuantas cosas se


amontonaron en mi soledad. Pero eran cosas que un hombre jamás se confiesa. Centrando mi
voluntad en la ejecución de los pequeños hechos, di vuelta a mi caballo y, lentamente, me fui
para las casas…….. me fui como quien se desangra.”
Juan Moreira (1829 – 1874)

Nacido en el partido bonaerense de San José de Flores. Hijo de un mazorquero llamado José
Custodio Moreira al que el mismo Rosas hizo ajusticiar. El folclore argentino lo erigió como
personaje histórico, y su vida, signada por las injusticias es representativa del gaucho argentino.
La figura de Juan Moreira trasciende por la pluma de Eduardo Gutiérrez a traves de sus relatos
en el diario La Patria Argentina.
“Gutiérrez idealizó el personaje hasta hacerlo el arquetipo del gaucho y creando muchas
situaciones de su vida que no tuvo realmente”(Veniard J. M.).
Sin embargo la figura de Moreira es útil a efectos de mostrar la evolución del gaucho argentino.
Moreira, un hombre manso, respetuoso de la justicia pero de repente es víctima del atropello de
la ley, esa ley sobre la que ya advirtiera Fierro: “...La ley es tela de araña/y en mi ignorancia lo
esplico/no le tema el hombre rico/no le tema el que mande/pues la rompe el bicho grande/y
enrieda al bicho chico”. Desgraciado al momento de tomar la justicia por mano propia, comienza
una vida de forajido y perseguido por la “autoridá”debe refugiarse en las tolderías del cacique
Coliqueo. Y también como aconsejara el viejo Vizcacha en La vuelta del Martín Fierro:
“….jamás llegues a parar donde veas perros flacos”, y gracias a su fama de cuchillero se pone al
servicio del político autonomista Adolfo Alsina quien le regala un caballo, un poncho y un mítico
facón.
Jorge Luis Borges es quién mejor relata a este gaucho suburbial, en su cuento Historia de
Rosendo Juárez remarca como un nuevo orden político lo somete a una ley injusta. Al momento
de aconsejar a un amigo sobre un asunto de polleras, no duda en decirle:

“No sé, pero mi vida no es precisamente un ejemplo. Soy un muchacho que, por escurrirle el
bulto a la cárcel, se ha hecho un matón de comité”. (Historia de Rosendo Juárez, Borges )

Esta tipificación que hace Borges coincide con el relato (exagerado o no) que Gutiérrez realiza
de Juan Moreira, pero lo que es real es que el progreso en función de mayores saldos exportables
de materias primas agropecuarias, se verificó a traves del alambrado, el apotreramiento de los
campos, la instalación de aguadas, el ferrocarril y otros adelantos técnicos que hicieron
prescindible la figura del gaucho. El progreso eliminó al indio, y al gaucho lo privó de sus bolas,
de su lazo, maneadores, doblegó su espíritu con injustos castigos en la línea de frontera y en los
poblados, el progreso lo privó de “rancho y mujer” pero le dejó su facón para que prestase útiles
servicios a la política comiteril como pudimos ver en el caso de Juan Moreira o de Rosendo
Juárez.
En su libro Ezequiel Adamovsky se interroga como es posible que el gaucho, montonero,
morocho, que desafiaba a la ley, pudiera convertirse en un héroe nacional y en un símbolo de
argentinidad. (Adamovsky E., 2020)
Para el autor, la figura del gaucho ya se encontraba consolidada para 1880 y esa consolidación
obedecería a dos razones, primero la figura rebelde que desafiaba al poder, y en segundo término
atributos como la virilidad, la lealtad, el apego a las tradiciones camperas, su simpleza, su
desinterés. Es importante destacar que la “figura rebelde”es mas bien una construcción literaria,
que refleje quizás más que la realidad, el sentimiento del escritor. Esta apreciación se apoya en la
obra de Leopoldo Lugones que construyó la imagen del gaucho patriota, ese personaje que
ofreció su vida en las guerras de la independencia y en el rescate del Martín Fierro sobre el cual
el Estado terminó elevándolo a nivel de culto nacional de tal manera que el 6 de junio de 1938 la
Agrupación Bases, institución que homenajeaba a Juan B. Alberdi, solicitó al Senado de la
Provincia de Buenos Aires que declare al 10 de noviembre como el Día de la Tradición en
conmemoración del natalicio de José Hernández, y en 1975 la ley tuvo alcance nacional.
¿Pero que significa la palabra tradición?, significa donación o legado y abarca el conjunto de
costumbres que pueden transmitirse de generación en generación. Para 1880 Argentina ya poseía
un territorio definido, tenía también un orden político, poseía una lengua, solo le faltaba definir
una población, y este último atributo debía estar compuesto por individuos que compartiesen
vínculos históricos, culturales y religiosos y que hablen el mismo idioma. Que mejor que la
figura del gaucho para expresar al pueblo.
¿Era el gaucho xenófobo? ¿O la presunta xenofobia que se le atribuía al gaucho era en realidad
el sentimiento de la clase dominante?. Recordemos que el éxito de la inmigración deseada por la
“generación del 37” no colmó las expectativas en cuanto a “calidad” de los inmigrantes. ¿No
habrá sido esa la causa de la revalorización del elemento nativo a la hora de construir una
identidad nacional?. El revisionista Adolfo Saldías en una elogiosa carta que le enviara al autor
del Martín Fierro y fechada el 10 de noviembre de 1878, dice:

“Es un poema de lágrimas que solo el Pampero ha recogido… flores silvestres de rara fragancia
que sepultó el progreso que pretendíamos cimentar con remedios de civilizaciones ajenas, y que
amenaza con privar al gaucho hasta del consuelo de ver un día no lejano, el espectáculo de
nuestras libertades arraigadas, de nuestros derechos dignificados, de nuestra prosperidad
asegurada por las que el gaucho luchó durante cincuenta años con su lanza y a caballo...”

(fuente:www.elhistoriador.com.ar)

Al escribir esta carta, Saldías, de extracción federal al igual que Hernández no se detiene en
eufemismos cuando dice claramente que el “progreso” (propuesto por un orden político al que el
no solo no suscribía sino que también combatía desde las filas del radicalismo), que se pretendía
cimentar, era sobre la base de la inmigración, y es tal vez por este motivo que el autor del Martín
Fierro muestra al gaucho como xenófobo.
El criollismo popular

Los cultores de la literatura gauchesca, según sus afinidades políticas procuraron mostrar dos
modelos distintos de prototipo del “gaucho”.
José Hernández y Adolfo Saldías con su revisionismo rosista lo muestran como un hombre que,
forzado por las circunstancias, de pronto se encuentra fuera de la ley. Y es su valentía y su facón,
lo que en la pelea cuerpo a cuerpo puede inclinar la balanza del poderío económico y político
que lo somete.
Por otro lado, la pluma de Lugones que lo muestra como el héroe de la gesta de la
independencia, y así son recordados los Infernales de Güemes. Estos héroes y aquellos
antihéroes, comparten, al igual que sus autores, el respeto a la valentía asociado a un concepto
machista propio de la época.
El criollo, como un sinónimo de gaucho, ya a principios del siglo XX se mezcla con la masa de
inmigrantes en los conventillos y en los suburbios de la ciudad, desarrollando allí una cultura
arrabalera que comienza a atraer a las clases dominantes. Así lo cuenta, entre otros, Manuel
Romero (Los muchachos de antes no usaban gomina, 1937).
La figura del gaucho se fue poco a poco “puliendo”, se resaltaron rasgos positivos como la
valentía (machismo), sus habilidades prácticas con el manejo de la hacienda, su lealtad y
amistad, manifiesta obsecuencia al poder y se dejaron de lado algunas características muy
propias del personaje tales como su espíritu libre e indómito, su sentido de justicia por el que era
capaz de morir, su afición al juego y al alcohol. Características estas que no colaboraban para la
construcción de una identidad nacional de un país que tenía una inserción en el mundo merced a
la riqueza de su suelo.

También podría gustarte