El Gaucho
El Gaucho
El Gaucho
Mi tesis al respecto es que, tanto esa metamorfosis “antikafkiana” (de bicho a humano), como
ese olvido deliberado, obedecen a razones políticas. Por un lado hacer del gaucho una figura
idílica, significa expresar el triunfo de la civilización sobre la barbarie; por el otro lado su “no
mención como parte de esos pueblos originarios” niega el componente nacional y nos asimila a
una categoría americanista romantizada que plantea la existencia de una América latina como la
Patria Grande o la Patria Bolivariana. En ambos casos estas operaciones políticas sobre la figura
del gaucho terminan negando su propia identidad, es decir, lo remiten a su origen como
“gauderio, gaucho o guacho”.
El gaucho y su recorrido histórico
El Martín Fierro es tal vez el mejor poema épico que describe detalladamente la epopeya
gauchesca. Escrito por José Hernández en 1872 año en que Calfucurá con 6000 lanzas atacó en
forma de malón los pueblos de General Alvear, 25 de Mayo y 9 de Julio matando a 300 criollos y
“alzando” 200000 cabezas de ganado.
El poema da cuenta de la vida de un gaucho trabajador que vive en un rancho con su mujer e
hijos y como la injusticia social del contexto histórico de un país que comenzaba un proceso
fundacional lo vuelve un “gaucho matrero”, es decir en un hombre fuera de la ley que es
perseguido por la justicia.
En su desventurada vida pone de relieve sus habilidades y experiencias como una forma de
enfrentar la realidad de una tierra que ya empieza serle lejana y que inexorablemente lo
expulsa. Así lo expresa en el siguiente verso:
El salvaje y el gaucho comparten técnicas y destrezas aprendidas por una vida en común.
La picardía, característica que también comparte con el indio queda manifiesta en la situación
que acaba en el duelo con el moreno:
Esta sintética pero ajustada descripción de época tiene como protagonista a nuestro objeto de
estudio, que de ser un hombre libre se ve transformado forzosamente en soldado de línea para
hacer efectivo un atributo de la Nación: la definición de un territorio que le será propio.
También resulta interesante escuchar otra vez la voz de Martín Fierro sobre este punto:
Un año antes de la primera presidencia de Julio Argentino Roca (12 de Octubre de 1880), es
decir en 1879, José Hernández publica La Vuelta del Martín Fierro y es a partir de esta vuelta
que comienza la reconversión útil del “matrero” al gaucho “servicial”. El relato de Martín Fierro
concluye con la huida de Fierro y Cruz hacia las tolderías mapuches. Allí Cruz muere de viruela,
Fierro conoce a una cautiva a la que rescata devolviéndola a una estancia para luego seguir solo
su camino. En una pulpería encontrará a sus hijos, al hijo de Cruz y al hermano del negro que
matara en un duelo. De esta vuelta citaré algunos de los consejos del viejo Vizcacha que son
propios de los que han aceptado un mundo desconocido al cual es necesario adaptarse:
Con esto Vizcacha le esta haciendo saber a Ferro que el principal saber del hombre es la
experiencia adquirida a lo largo de la historia.
“Don Segundo, hágame del favor de decirme que ese papelito miente. Yo no soy hijo de nadie y
de nadie tengo que recibir consejo, ni plata, ni un nombre tan siquiera”.
(Don Segundo Sombra, pag. 173)
“¿Es verdad que no soy el de siempre y que esos malditos pesos van a desmentir mi vida
de paisano?
(Don Segundo Sombra, pag. 176)
“… Si sos gaucho en de veras, no has de mudar, porque andequiera que vayas, irás con
tu alma por delante como madrina´e tropilla...”
(Don Segundo Sombra, pag. 176)
Es evidente que con Sombra, su ahijado y los demás personajes que conforman la novela de
Güiraldes, estamos en presencia de un gaucho “distinto” al que inició el presente trabajo.
Ahora es un gaucho que recuerda con melancolía un pasado que ya no existe, sin embargo aún
siente que la pampa le pertenece tal como le pertenecía al indio. El sol abrasador que quema
las vastas llanuras, las estrellas, las inclemencias del tiempo, los cardos en flor, todo le
pertenece aunque ya nada es suyo. Antes era habitante de la pampa, ahora habita una Nación.
Este nuevo orden lo escindió de su raíz indígena y en función de sus habilidades lo hizo apto
para un esquema productivo basado en la explotación agropecuaria. El ferrocarril comenzará a
ser el medio elegido para el transporte de hacienda con lo que el oficio de resero irá perdiendo
su importancia y el gaucho se verá ahora a compelido a buscar trabajo fijo en las estancias.
Esta transición de gaucho errante, libre, dueño de la pampa, del cielo que la cubre, de las
estrellas que lo guían a gaucho “aquerenciado” no se realiza sin un sentimiento nostálgico, así lo
cuenta Güiraldes en su libro:
“...El trote de transición le sacudió el cuerpo como una alegría. Y fue el compás conocido de los
cascos trillando distancia: galopar es reducir la lejanía. Llegar no es, para un resero, más que un
pretexto de partir...”
Nacido en el partido bonaerense de San José de Flores. Hijo de un mazorquero llamado José
Custodio Moreira al que el mismo Rosas hizo ajusticiar. El folclore argentino lo erigió como
personaje histórico, y su vida, signada por las injusticias es representativa del gaucho argentino.
La figura de Juan Moreira trasciende por la pluma de Eduardo Gutiérrez a traves de sus relatos
en el diario La Patria Argentina.
“Gutiérrez idealizó el personaje hasta hacerlo el arquetipo del gaucho y creando muchas
situaciones de su vida que no tuvo realmente”(Veniard J. M.).
Sin embargo la figura de Moreira es útil a efectos de mostrar la evolución del gaucho argentino.
Moreira, un hombre manso, respetuoso de la justicia pero de repente es víctima del atropello de
la ley, esa ley sobre la que ya advirtiera Fierro: “...La ley es tela de araña/y en mi ignorancia lo
esplico/no le tema el hombre rico/no le tema el que mande/pues la rompe el bicho grande/y
enrieda al bicho chico”. Desgraciado al momento de tomar la justicia por mano propia, comienza
una vida de forajido y perseguido por la “autoridá”debe refugiarse en las tolderías del cacique
Coliqueo. Y también como aconsejara el viejo Vizcacha en La vuelta del Martín Fierro:
“….jamás llegues a parar donde veas perros flacos”, y gracias a su fama de cuchillero se pone al
servicio del político autonomista Adolfo Alsina quien le regala un caballo, un poncho y un mítico
facón.
Jorge Luis Borges es quién mejor relata a este gaucho suburbial, en su cuento Historia de
Rosendo Juárez remarca como un nuevo orden político lo somete a una ley injusta. Al momento
de aconsejar a un amigo sobre un asunto de polleras, no duda en decirle:
“No sé, pero mi vida no es precisamente un ejemplo. Soy un muchacho que, por escurrirle el
bulto a la cárcel, se ha hecho un matón de comité”. (Historia de Rosendo Juárez, Borges )
Esta tipificación que hace Borges coincide con el relato (exagerado o no) que Gutiérrez realiza
de Juan Moreira, pero lo que es real es que el progreso en función de mayores saldos exportables
de materias primas agropecuarias, se verificó a traves del alambrado, el apotreramiento de los
campos, la instalación de aguadas, el ferrocarril y otros adelantos técnicos que hicieron
prescindible la figura del gaucho. El progreso eliminó al indio, y al gaucho lo privó de sus bolas,
de su lazo, maneadores, doblegó su espíritu con injustos castigos en la línea de frontera y en los
poblados, el progreso lo privó de “rancho y mujer” pero le dejó su facón para que prestase útiles
servicios a la política comiteril como pudimos ver en el caso de Juan Moreira o de Rosendo
Juárez.
En su libro Ezequiel Adamovsky se interroga como es posible que el gaucho, montonero,
morocho, que desafiaba a la ley, pudiera convertirse en un héroe nacional y en un símbolo de
argentinidad. (Adamovsky E., 2020)
Para el autor, la figura del gaucho ya se encontraba consolidada para 1880 y esa consolidación
obedecería a dos razones, primero la figura rebelde que desafiaba al poder, y en segundo término
atributos como la virilidad, la lealtad, el apego a las tradiciones camperas, su simpleza, su
desinterés. Es importante destacar que la “figura rebelde”es mas bien una construcción literaria,
que refleje quizás más que la realidad, el sentimiento del escritor. Esta apreciación se apoya en la
obra de Leopoldo Lugones que construyó la imagen del gaucho patriota, ese personaje que
ofreció su vida en las guerras de la independencia y en el rescate del Martín Fierro sobre el cual
el Estado terminó elevándolo a nivel de culto nacional de tal manera que el 6 de junio de 1938 la
Agrupación Bases, institución que homenajeaba a Juan B. Alberdi, solicitó al Senado de la
Provincia de Buenos Aires que declare al 10 de noviembre como el Día de la Tradición en
conmemoración del natalicio de José Hernández, y en 1975 la ley tuvo alcance nacional.
¿Pero que significa la palabra tradición?, significa donación o legado y abarca el conjunto de
costumbres que pueden transmitirse de generación en generación. Para 1880 Argentina ya poseía
un territorio definido, tenía también un orden político, poseía una lengua, solo le faltaba definir
una población, y este último atributo debía estar compuesto por individuos que compartiesen
vínculos históricos, culturales y religiosos y que hablen el mismo idioma. Que mejor que la
figura del gaucho para expresar al pueblo.
¿Era el gaucho xenófobo? ¿O la presunta xenofobia que se le atribuía al gaucho era en realidad
el sentimiento de la clase dominante?. Recordemos que el éxito de la inmigración deseada por la
“generación del 37” no colmó las expectativas en cuanto a “calidad” de los inmigrantes. ¿No
habrá sido esa la causa de la revalorización del elemento nativo a la hora de construir una
identidad nacional?. El revisionista Adolfo Saldías en una elogiosa carta que le enviara al autor
del Martín Fierro y fechada el 10 de noviembre de 1878, dice:
“Es un poema de lágrimas que solo el Pampero ha recogido… flores silvestres de rara fragancia
que sepultó el progreso que pretendíamos cimentar con remedios de civilizaciones ajenas, y que
amenaza con privar al gaucho hasta del consuelo de ver un día no lejano, el espectáculo de
nuestras libertades arraigadas, de nuestros derechos dignificados, de nuestra prosperidad
asegurada por las que el gaucho luchó durante cincuenta años con su lanza y a caballo...”
(fuente:www.elhistoriador.com.ar)
Al escribir esta carta, Saldías, de extracción federal al igual que Hernández no se detiene en
eufemismos cuando dice claramente que el “progreso” (propuesto por un orden político al que el
no solo no suscribía sino que también combatía desde las filas del radicalismo), que se pretendía
cimentar, era sobre la base de la inmigración, y es tal vez por este motivo que el autor del Martín
Fierro muestra al gaucho como xenófobo.
El criollismo popular
Los cultores de la literatura gauchesca, según sus afinidades políticas procuraron mostrar dos
modelos distintos de prototipo del “gaucho”.
José Hernández y Adolfo Saldías con su revisionismo rosista lo muestran como un hombre que,
forzado por las circunstancias, de pronto se encuentra fuera de la ley. Y es su valentía y su facón,
lo que en la pelea cuerpo a cuerpo puede inclinar la balanza del poderío económico y político
que lo somete.
Por otro lado, la pluma de Lugones que lo muestra como el héroe de la gesta de la
independencia, y así son recordados los Infernales de Güemes. Estos héroes y aquellos
antihéroes, comparten, al igual que sus autores, el respeto a la valentía asociado a un concepto
machista propio de la época.
El criollo, como un sinónimo de gaucho, ya a principios del siglo XX se mezcla con la masa de
inmigrantes en los conventillos y en los suburbios de la ciudad, desarrollando allí una cultura
arrabalera que comienza a atraer a las clases dominantes. Así lo cuenta, entre otros, Manuel
Romero (Los muchachos de antes no usaban gomina, 1937).
La figura del gaucho se fue poco a poco “puliendo”, se resaltaron rasgos positivos como la
valentía (machismo), sus habilidades prácticas con el manejo de la hacienda, su lealtad y
amistad, manifiesta obsecuencia al poder y se dejaron de lado algunas características muy
propias del personaje tales como su espíritu libre e indómito, su sentido de justicia por el que era
capaz de morir, su afición al juego y al alcohol. Características estas que no colaboraban para la
construcción de una identidad nacional de un país que tenía una inserción en el mundo merced a
la riqueza de su suelo.