Manual Modulo 7 - Curso Mediacion Familiar
Manual Modulo 7 - Curso Mediacion Familiar
Manual Modulo 7 - Curso Mediacion Familiar
CENTRO DE MEDIACI N
Región de Murcia
CURSO DE ESPECIALIZACIÓN EN
MEDIACIÓN FAMILIAR
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MEDIACIÓN Y MENORES DE EDAD
Artículo 92 del CC: “2. El Juez, cuando deba adoptar cualquier medida
sobre la custodia, el cuidado y la educación de los hijos menores, velará por
el cumplimiento de su derecho a ser oídos. 6. En todo caso, antes de
acordar el régimen de guarda y custodia, el Juez deberá recabar informe del
Ministerio Fiscal, y oír a los menores que tengan suficiente juicio cuando se
estime necesario de oficio o a petición del Fiscal, partes o miembros del
Equipo Técnico Judicial, o del propio menor, valorar las alegaciones de las
partes vertidas en la comparecencia y la prueba practicada en ella, y la
relación que los padres mantengan entre sí y con sus hijos para determinar
su idoneidad con el régimen de guarda”.
770.4 LEC: 4.ª “…el Tribunal podrá acordar de oficio las pruebas que
estime necesarias para comprobar la concurrencia de las circunstancias en
cada caso exigidas por el Código Civil para decretar la nulidad, separación o
divorcio, así como las que se refieran a hechos de los que dependan los
pronunciamientos sobre medidas que afecten a los hijos menores o
incapacitados, de acuerdo con la legislación civil aplicable. Si el
procedimiento fuere contencioso y se estime necesario de oficio o a petición
del fiscal, partes o miembros del equipo técnico judicial o del propio menor,
se oirá a los hijos menores o incapacitados si tuviesen suficiente juicio y, en
todo caso, a los mayores de doce años.”
Todas y cada una de las actuaciones que han de llevar a cabo los
progenitores en su día a día, así como enmarcados en un proceso de
mediación (y el mediador), deben ir dirigidas a favorecer todos los
aspectos de la vida del menor, es decir, desde la perspectiva del
menor, familiar, social e incluso institucional. Esto es, garantizar que
el menor cubra todas sus necesidades y lleve a cabo un favorable
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desarrollo físico, de salud, educación, social, teniendo en cuenta sus
intereses, deseos, y favoreciendo su relación con los demás
miembros de la familia y una integración social óptima, etc.
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Tales circunstancias (la mayoría de edad o la emancipación), como
premisas básicas de la mediación familiar, en cuanto contrato, y
derivado, en la mayoría de los casos, de la exigencia de la capacidad
de obrar necesaria para someterse al mismo, no está tan clara
cuando se observa la diferente legislación autonómica al respecto, en
la que, salvo excepciones, no aparece claramente definida la
necesidad de la mayoría de edad para ser considerado sujeto de este
tipo de fórmulas extrajurídicas de consenso, introduciendo en el
objeto de las mismas situaciones que, si bien no necesariamente, sí
disponen la posibilidad de intervención de sujetos menores de edad
como elementos directos de la mediación.
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Deberá también considerarse si es necesario complementar esa
capacidad del menor con la representación legal del mismo. Criterio
este que también habrá de ser objeto de consideración previa por el
mediador. En este sentido es necesario recordar, con el Tribunal
Constitucional7 , que “los menores de edad son titulares plenos de
sus derechos fundamentales…sin que el ejercicio de los mismos y la
facultad de disponer sobre ellos, se abandonen por entero a lo que al
respecto puedan decidir aquellos que tengan atribuida su guarda y
custodia…cuya incidencia sobre el disfrute del menor de sus derechos
fundamentales se modulará en función de la madurez del niño y los
distintos estadios en que la legislación gradúa su capacidad de obrar”.
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d) El derecho a que no le pregunten sobre la elección de uno y
otro progenitor o en qué lugar quiere vivir.
e) El derecho a mantener una relación positiva y constructiva con
cada progenitor.
f) El derecho a no tener que tomar decisiones propias de adultos.
g) El derecho a permanecer siendo niños, sin tener
responsabilidades de adultos y sin tener que “cuidar a sus
padres” o asumir tareas de éstos.
h) El derecho a que o se le meta en un juego doloroso e hiriente
entre ambos padres.
i) El derecho a un nivel y apoyo económico adecuados,
proporcionado por ambos padres.
j) El derecho a aprender comportamientos adecuados, a través
del ejemplo de sus padres.
k) El derecho a tener amigos y a participar en actividades
escolares y de la comunidad.
l) El derecho a lograr éxito académico y prepararse para ser
autónomos e independientes.
m)El derecho a conocer sus orígenes y a formar una identidad
personal basada en sus expectativas.
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a) Niño hiper maduro: Son aquellos niños que aparentan un grado
de madurez mayor que el que deberían tener para su edad.
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h) Niño y conflicto de lealtad: En este caso, el niño se encuentra
inmerso en un conflicto entre los padres, los cuales exigen cosas
diferentes al menor. Éste hace un intento por agradar a un progenitor
y luego al otro, pero llega un momento que o puede agradar a los dos
a la vez, pues se encuentra en una situación central entre dos
opiniones y contraposiciones diversas. No puede defender la idea de
uno y al mismo tiempo la del otro, por lo que puede provocar en el
niño (además de ansiedad), la idea de que está fallando a uno de los
dos progenitores, por lo que estaría siéndole desleal. Del mismo
modo que el progenitor que no obtiene lo que busca del menor,
siente que el niño le está siendo desleal.
Así, cualquier acuerdo por parte de los padres, deberá velar por el
interés superior de sus hijos, desde las visitas de los progenitores,
hasta la cuantía económica, todo lo que afecte directa o
indirectamente al hijo. En una mediación familiar, los menores
pueden ocupar un papel importante, ya que pueden ser gravemente
perjudicados con los conflictos existentes entre los progenitores.
Tanto es así, que Susana Del Pozo (2013, pp. 76-77) apunta algunos
aspectos a tener en cuenta dependiendo de la edad de los menores.
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Comenta que “hasta los tres años”, los niños necesitan de los
cuidados paternales y la constante visualización de los rostros
familiares; “hasta los seis años de edad”, su necesidad se basa en el
apoyo y presencia de los padres, sintiéndoles cerca sin sentir miedo a
una pérdida; “hasta los ocho años”, los hijos necesitan apoyo escolar
y emocional principalmente, sin recibir información negativa del otro
progenitor; mientras que desde esta edad “hasta los doce”, sienten la
ruptura como un conflicto y una guerra entre dos partes por la que
tiene que elegir alguno de los dos, además, la necesidad de afecto y
apoyo por parte de ambos dificulta aún más la situación; desde los
trece “hasta la mayoría de edad”, comienzan a poder entender que
una reconciliación no es posible y es posible escuchar su punto de
vista ante la situación.
Defienden que los menores pueden tener una idea o un plan que
puede ser muy útil como punto de partida para acordar; además, la
presencia de los hijos puede hacer que los padres dejen por
momentos el papel de “enfrentados” para comportarse como padres y
dialogar.
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Todo ello puede tenerse en cuenta si los hijos han expresado
directamente sus deseos en la repartición del tiempo con sus
progenitores o si desea hablar con el mediador, entonces, la
presencia del niño puede hacer que se le tenga más en cuenta para la
hora de acordar.
Por todo ello, puede decirse que los menores tienen una presencia
“virtual” (Martín & Arsuaga, 2013, p. 44) en el proceso de mediación,
ya que gran parte de las cuestiones que se debaten en el mismo
están relacionadas directamente con ellos. En relación con el párrafo
anterior, existen mediadores que recurren a fotos de los menores
para tenerlos siempre presentes en el transcurso del procedimiento,
dando pie a que los padres puedan llegar a acuerdos pensando en los
hijos.
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Aunque los progenitores hayan roto sus lazos matrimoniales, no
tienen por qué verse rotas las relaciones parentales, en tanto en
cuanto siguen siendo padres de sus hijos y los serán siempre; y como
tales, deben velar por el interés superior de los mismos. (Del Pozo,
2013).
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“Dejando de un lado la posibilidad de que sea un tercero externo a
ellos (juez) quien decida por ellos, dando así una oportunidad al
diálogo y la cooperación”. Desde la Mediación familiar se pueden
trabajar diferentes aspectos de notable importancia para la
comunicación entre padres e hijos, destacando aquellos que nombra
Del Pozo (2013, p.76) como:
Los padres pueden evitar que sus hijos sientan malestares como los
descritos en el apartado anterior ante la ruptura del matrimonio y
ante la nueva situación familiar, o por el contrario pueden agravar
estos episodios si por ejemplo, un progenitor comparte su rabia o
enfado (con la otra parte) con el hijo o incluso compara al menor con
la otra parte de forma despectiva, también se puede agravar la
situación si utilizan a los hijos como mensajeros, espías, o apoyo
(intercambiando los roles) o interviniendo en que el hijo muestre
rechazo por el otro progenitor, un rechazo visto por una de las partes
y que el hijo reproduce sistemáticamente aunque no lo sienta de
verdad.
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cambios en la familia que han decidido de forma consensuada y
coherente, o que facilita a los hijos el entendimiento de la separación.
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conflicto entre los padres y la comunicación con los hijos. (Rodríguez-
Domínguez & Roustan, 2015, p. 200).
Con respecto a los menores, que eran niños y niñas de todas las
edades, dejaron ver cómo las controversias entre y con sus
progenitores había disminuido notablemente, lo que suponía un
descenso en el nivel de perjuicios en los hijos, menores episodios de
ansiedad y mayor grado de satisfacción en tanto que recibían mayor
afecto y apoyo por parte de sus padres. Por todo ello, los menores se
encontraban muy satisfechos con la situación alcanzada en mediación
familiar, sin deseos de cambiarla; ya que la relación con sus padres
ha mejorado notablemente.
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VALOR JURÍDICO DEL PRINCIPIO DEL "FAVOR FILII"
Por otra parte se consolida la "protección integral de los hijos" por los
poderes públicos, así como el deber de asistencia de los padres a los
hijos. Finalmente el apartado 4 declara que los niños gozan de "la
protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus
derechos". Además del artículo 39 otros preceptos constitucionales
aparecen involucrados en la defensa de los derechos de los niños y su
específica protección (cfr. arts. 20.4, 27.2 y 35.1).
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artículo 10.1 de la Constitución junto a la dignidad de la persona y los
derechos inviolables que le son inherentes como fundamento del
orden político y de la paz social, por su especial significación en orden
a la determinación del interés del menor, puesto que tal principio,
encabezando el título destinado a tratar de los derechos y libertades
fundamentales, debe considerarse, dentro del sistema constitucional,
"como punto de arranque, como un prius lógico y ontológico para la
existencia y especificación de los demás derechos", según declara la
Sentencia del Tribunal Constitucional 53/1985.
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alcanzar el auténtico sentido de aquellas normas que impliquen a un
menor de edad.
Por tanto, dos son básicamente los campos desde cuyo ámbito se
aportan componentes relevantes que permiten dotar de un cierto
contenido material al genérico concepto del interés del menor: el
normativo y el doctrinal.
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El legislador ha previsto con carácter general la intervención del
menor de edad en aquellas situaciones, conflictos o procedimientos
que pudieran afectarle a través del trámite procesal de la audiencia
del menor.
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Con semejantes premisas normativas se debe concluir que en todo
proceso de mediación el menor deberá ser oído siempre que los
acuerdos a adoptar pudieran afectarle, correspondiendo en todo caso
al mediador la cautela de evitar que los hijos se conviertan en parte
activa de la controversia que enfrente a sus progenitores.
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Sin embargo, tal intervención en modo alguno puede implicar la
anulación o desplazamiento personal del niño pues, como declara la
Sentencia del Tribunal Constitucional 141/2000, de 29 de mayo, "los
menores de edad son titulares plenos de sus derechos
fundamentales, en este caso, de sus derechos a la libertad de
creencias y a su integridad moral, sin que el ejercicio de los mismos y
la facultad de disponer sobre ellos se abandonen por completo a lo
que al respecto puedan decidir aquéllos que tengan atribuida su
guarda o custodia o, en este caso la patria potestad, cuya incidencia
sobre el disfrute del menor de sus derechos fundamentales se
modulará en función de la madurez del niño y los distintos estadios
en que la legislación gradúa su capacidad de obrar".
Por ello la función definitoria del interés del menor por parte de los
órganos judiciales se potencia especialmente en las situaciones de
crisis familiares. Es aquí donde radica el fundamento de la
intervención judicial en la determinación del beneficio o interés del
hijo menor de edad.
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El carácter voluntario de la mediación familiar, valorada
especialmente como institución insertada en el actual contexto
progresivo de desjudicialización que viene presidiendo importantes
reformas legislativas, adquiere especial dimensión por cuanto que,
admitida la posibilidad de separación o divorcio consensual, el
acuerdo de mediación puede llegar a ser homologado por un Juez,
resultando por otra parte indispensable dicha homologación judicial
siempre que los acuerdos adoptados afecten a menores.
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El artículo 3 del referido Estatuto atribuye al Ministerio Fiscal la
función de "tomar parte, en defensa de la legalidad y del interés
público o social, en los procesos relativos al estado civil y en los
demás que establezca la ley" (6.) y "asumir o, en su caso, promover
la representación y defensa en juicio y fuera de él de quienes, por
carecer de capacidad de obrar o de representación legal, no pueden
actuar por sí mismos, así como promover la constitución de los
organismos tutelares que las leyes civiles establecen, y formar parte
de aquéllos otros que tengan por objeto la protección y defensa de
menores y desvalidos" (7.).
INTERVENCIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN
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dar solución a los problemas de los menores en situación de
desamparo.
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concienciar de una manera efectiva a los padres en la misión de
alcanzar preferentemente el beneficio de sus hijos menores.
b) Pensión alimenticia
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carácter general y a fin de preservar el interés superior de los
menores (traducido sin duda en la más amplia y mejor satisfacción de
sus necesidades), debe ponderarse la dedicación personal del
progenitor custodio vinculada con el nivel de ingresos y gastos de
cada uno de los progenitores en relación con las necesidades, tanto
materiales como afectivas, de los menores (cfr. arts. 146 y 147 del
CC) a fin de garantizar una cuantificación equitativa que evite
situaciones de desigualdad y garantice su efectivo cumplimiento.
c) Guarda y custodia
d) Régimen de visitas
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MEDIACIÓN EN SUSTRACCIÓN INTERNACIONAL DE MENORES
El Convenio de la Haya contiene la mención a la mediación de forma
implícita cuando dice: Art. 7 “Las autoridades centrales deberán
colaborar entre sí y promover la colaboración entre las autoridades
competentes en sus respectivos Estados con el fin de garantizar la
restitución inmediata de los menores y en el punto c) garantizar la
restitución voluntaria del menor o facilitar una solución amigable.”
El art.10 del Convenio dice que “la Autoridad central del Estado donde
se encuentre el menor adoptará o hará que se adopten todas las
medidas adecuadas encaminadas a conseguir la restitución voluntaria
del menor.”
Todos los encuentros internacionales de la Conferencia de la Haya
han puesto de relieve la necesidad de verdaderas mediaciones:
(recomendación de abril de 2002, declaraciones de Malta de marzo
2004 y marzo 2006). En la 5ª reunión de la Comisión especial para
revisar el funcionamiento del Convenio de la Haya de 25 de Octubre
de 1980 sobre los aspectos civiles y la implementación práctica del
Convenio de La Haya de 19 de Octubre de 1996, en especial con
referencia al Apéndice del documento de Noviembre de 2006 donde
se sugiere la modificación de los procesos nacionales con diversos
propósitos. La primera medida a destacar fue: “Intentar a través de
la mediación o conciliación la restitución voluntaria del menor o la
solución amigable de los litigios, en forma que no se retrase la
restitución del menor”.
Sin embargo ninguno de estos textos prevé la forma o modalidades
de la puesta en práctica de una mediación familiar internacional. El
recurso a la mediación en materia de sustracción de menores es una
iniciativa que se experimentó en Gran Bretaña destacándose los
trabajos piloto de Reunite y que posteriormente ha sido seguida por
otros países como Francia.
Sin embargo no se ha creado ninguna estructura internacional para
poner en práctica las mediaciones y todavía hay una cierta
desconfianza.
El presidente de la Conferencia de la Haya de derecho internacional
privado William Duncan en la Conferencia de Malta de 2004 indicó:
“Es necesario dar tiempo a los dispositivos de mediación existentes
para producir resultados. Los retrasos en la resolución de los
procesos relativos a la custodia y a las visitas afectan al interés
superior del menor… El tiempo juega a favor del progenitor que ha
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sustraído al menor y complica inevitablemente el restablecimiento del
status quo… No se trata de rechazar la mediación pero hay que
afirmar que debe ser implementada y apoyada por una estructura
jurídica firme, que garantice la igualdad de partes, que permita evitar
retrasos indebidos y que garantice la aplicación de las soluciones
alcanzadas.”
Si bien la mediación en los casos de familia tiene una importante
aceptación, no se da con la misma frecuencia en la sustracción de
menores. El motivo es que existen grandes barreras que todavía hay
que derribar.
En todo caso, no se trata de una mediación entre los progenitores, es
una negociación-mediación pues intervienen gobiernos y en algunos
casos ONGs u organismos internacionales.
En este punto están trabajando organizaciones internacionales entre
las que cabe destacar Reunite, una organización sin ánimo de lucro
que nació en el Reino Unido, especializada en la sustracción
internacional de menores cuyo objetivos esenciales son:
a) Proporcionar información y apoyo a padres y familiares cuyos
hijos pueden sufrir, o han sufrido un secuestro internacional.
b) Proporcionar información legal de distintos países,
destacándose su labor de investigación y cooperación en países
del área musulmana.
c) Ofrecer mediación en casos de sustracción internacional de
menores, tanto para colaborar a resolver el caso como para
prevenir su aparición y para garantizar el régimen de visitas
con un elemento transfronterizo.
d) Trabaja por generar una conciencia ciudadana sobre las
consecuencias perjudiciales del secuestro internacional y sobre
cómo prevenir su aparición.
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El papel del Mediador es ayudar a encontrar una solución aceptable
para ambas partes, en el interés superior del menor, cuando, tras la
separación de los cónyuges o compañeros de diferente nacionalidad o
con residencia en países diferentes, el menor es sustraído por uno de
los progenitores.
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procedimiento de mediación y se solicita a las partes que firmen
una declaración en la que aprueban la mediación.
b) A continuación se entabla un diálogo entre las partes en forma
de conferencias telefónicas y el intercambio de correspondencia
por correo ordinario y electrónico. El objetivo es determinar los
asuntos fundamentales que se abordarán en las negociaciones.
c) Una vez se han establecido los puntos clave de un acuerdo por
consentimiento mutuo, se redacta un borrador que se debate
después con vistas a acordar una versión final del texto durante
las sesiones de mediación.
d) La mediación se produce en el edificio del Parlamento Europeo,
en presencia de las partes (a veces a través de vídeo o
teleconferencia), del personal de la Oficina del Mediador y, si
procede, de los representantes legales de las partes.
e) En caso de vídeo o teleconferencia, las partes negocian desde
una «institución», como un embajada, un consulado o una
Oficina de Delegación de la UE.
f) Una vez se ha alcanzado un acuerdo de mediación, este es
firmado por las partes y el Mediador, adquiriendo carácter
oficial.
Este contrato deriva su validez jurídica del hecho de que las partes
han alcanzado un acuerdo mutuo sobre los asuntos tratados durante
el procedimiento de mediación. Al ayudar a las partes a alcanzar un
acuerdo, el Mediador del Parlamento Europeo se asegura de blindarlo
jurídicamente comprobando que todo lo acordado es lícito y leal.
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1992, en los principios del positivismo y del correccionalismo propio
de la Ley de Tribunales de Menores de 1948.
Este inmovilismo legislativo se compensó en parte, particularmente
en Cataluña, con el impulso de una política de justicia juvenil cercana
a la de otros países europeos como Alemania, Austria y Holanda,
entre otros, y de acuerdo con los tratados y recomendaciones
internacionales más recientes. La amplia discrecionalidad que la
antigua ley daba a los jueces de menores, la voluntad de la
administración catalana (con competencia exclusiva en materia de
ejecución de medidas judiciales con menores) de impulsar nuevos
programas y, el consenso entre esta administración y los jueces de
menores, permitieron promover un cambio que sólo se vio
compensado parcialmente en el ámbito legislativo con la Ley 4/92 de
reforma de diversos artículos de la ley de 1948 (como consecuencia
de diversas cuestiones de inconstitucionalidad anteriormente
planteadas en relación con la regulación de los derechos i garantías
de los menores en los procedimientos judiciales).
Dentro de esta dinámica de creación de una nueva justicia juvenil, en
Cataluña se inició, en mayo de 1990, el Programa de mediación y
reparación. Antes de la entrada en vigor de la Ley 4/92, ya habían
participado en este programa 1200 menores y 800 víctimas, que
pudieron solucionar sus conflictos extrajudicialmente con la ayuda de
un mediador. Aún a pesar de las evidentes limitaciones de la Ley
4/92, en Cataluña aquella reforma legal fue bien recibida porque en
muchos aspectos daba una base legal sólida a un programa que,
hasta entonces, sólo fue posible por la voluntad y el consenso entre
los jueces de menores y la administración catalana.
El programa de mediación y reparación en Cataluña en el marco de la
Ley Orgánica 4/92 Reguladora de las competencias y el
procedimiento en los juzgados de menores, (1992-2000) El Programa
se dirige, en esos años, a la población de 12 a 16 años a quienes la
Fiscalía de Menores impute un hecho tipificado como delito o falta en
el Código penal. Asimismo tiene en cuenta a las víctimas que padecen
las consecuencias del hecho delictivo.
La Ley 4/92 da al Ministerio fiscal la facultad de proponer la
conclusión del expediente, en el supuesto que el joven haya
reparado, o se comprometa a reparar el daño causado a la víctima.
De este modo puede evitarse la continuación del proceso judicial,
anteponiendo, a una posible sanción, la responsabilización del
infractor y la solución del conflicto con la participación voluntaria de
este y de la víctima en un proceso de mediación.
Por otra parte, también se regula la reparación extrajudicial como
alternativa a la ejecución de la medida al final del procedimiento. En
este caso el procedimiento judicial continúa hasta la resolución del
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juez de menores. La aplicación de la reparación se lleva a cabo como
consecuencia de la suspensión de la ejecución de la medida, con la
asunción previa de una propuesta de reparación por parte del
infractor y de los perjudicados.
En Cataluña el programa de mediación, durante esos años, se ha
llevado a cabo teniendo como referencia, prácticamente exclusiva, la
regla 6ª de la Ley, es decir, como alternativa a la continuación del
procedimiento judicial. El proceso de mediación se inicia a instancia
del Ministerio Fiscal en todos aquellos casos en que se considere que
la gravedad del delito y la naturaleza del conflicto permiten
vislumbrar una posible solución extrajudicial. Las características de
ese proceso varían según se trate alcanzar el objetivo de la
conciliación entre las partes y/o la reparación, así como de la
participación directa o indirecta de la víctima en el mismo.
Una vez finalizada la mediación y reparación el mediador hace llegar
al Ministerio fiscal el documento de acuerdos, firmado por las partes,
y una valoración general del proceso. Este, teniendo en cuenta el
hecho delictivo y la reparación efectuada, propone al juez de menores
el sobreseimiento y la conclusión del expediente. Algunos datos de la
experiencia
Desde mayo de 1990, hasta enero de 1999, participaron de forma
voluntaria en el programa 6.624 infractores y 4.279 víctimas.
La diferencia entre menores infractores y víctimas se debe
esencialmente a que muchos de ellos realizan sus acciones delictivas
en grupo. Estas cifras de participación en los programas de mediación
representan el 25%, hasta finales de 1996 y, el 50%, a partir de
1997, del conjunto de jóvenes que llegan por primera vez a la justicia
de menores en Cataluña.
En cuanto al sexo de los jóvenes infractores, los chicos representan el
78% y las chicas el 22%. Hay que destacar, no obstante, que la
proporción de chicas fue aumentando de manera progresiva en esos
años, pasando de un 10%, en 1990, al 22%, en 1999. Estos datos se
corresponden con la tendencia al aumento de la presencia de chicas
que, en términos generales, se ha detectado en la justicia juvenil en
Cataluña durante el mismo periodo.
En el apartado escolar, el 82% de ellos estaban matriculados en
algún centro escolar mientras que el 18% restante no lo estaban. Las
víctimas fueron, en el 50% de los casos, personas físicas, y el otro
50% entidades jurídicas, públicas o privadas. Con respecto a las
primeras destaca el hecho de que el 50% eran a su vez menores de
edad.
Destacan de manera muy significativa los delitos contra el
patrimonio: falta de hurto, hurto, daños y robo con fuerza, entre
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otros, que representan en su conjunto el 63% del total de delitos
cometidos por los jóvenes derivados al programa. Le siguen, a
continuación, los delitos contra las personas, referidos en su mayor
parte a lesiones, con un 24%.
El robo con intimidación y el robo con violencia e intimidación
representan el 4% y el 2% respectivamente de los casos derivados al
programa. Del total de casos en que, teniendo en cuenta la gravedad
de los hechos, la Fiscalía autoriza que se efectúe una consulta previa
para valorar la viabilidad de una mediación, el 50% de los menores
imputados acepta voluntariamente esa opción, mientras que el otro
50% prefiere afrontar los hechos en el marco del procedimiento
penal.
En cuanto a las víctimas (a las cuales únicamente se hace esta
propuesta en el supuesto de que, previamente, el infractor haya
aceptado esa opción), el 13% la rechaza explícitamente. El índice de
aceptación de las víctimas es muy alto pues el 87% de aquellas a
quienes se hace esta propuesta la aceptan, aunque los niveles de
interés y de participación sean muy variables.
El 59% de los programas de mediación se han hecho con la
participación directa o indirecta de las víctimas: En un 12% de los
casos las partes ya habían solucionado el conflicto por iniciativa
propia con antelación al primer contacto con el mediador. En general
se trata de víctimas e infractores que se conocen, tienen una cierta
relación entre sí o comparten un mismo entorno social. En el 20%
de casos, la mediación y los acuerdos se han realizado con un
mediador, sin encuentro directo entre las partes.
En el 27%, las partes participan en encuentros directos en el marco
de los cuales se concretan los acuerdos. Hay un 30% de casos en
que, debido a la escasa relevancia de los hechos, el poco interés de la
víctima, el hecho de que esta sea desconocida, etc., y dándose
además la circunstancia de que el infractor ha asumido los hechos y
manifestado su interés por reparar el daño, se buscan distintos tipos
de solución extrajudicial sin participación de las víctimas.
Solo el 11% de los casos en que se inició un programa de mediación
finalizó sin obtener resultados. Por lo que a los acuerdos se refiere, la
experiencia nos muestra que la preocupación de las víctimas y los
infractores con relación al tipo de conflicto en el que se ha mediado,
no se centra exclusivamente en la restitución o la reclamación de
daños, aunque estos aspectos queden reflejados en los acuerdos,
sino que, además, el propio proceso de mediación tiene gran
importancia en sí mismo.
Los acuerdos reflejan también la preocupación por aspectos como la
relación futura entre las partes, los compromisos de no-agresión, la
no-reincidencia, etc. Así como de las consecuencias que los hechos
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han tenido para la víctima y para el infractor, en el sentido moral,
emocional y jurídico penal. Desde la perspectiva de estos 10 años de
experiencia con una amplia participación de víctimas e infractores y
de acuerdo con las tres investigaciones realizadas hasta ahora,
orientadas a evaluar el proceso y los resultados de la mediación y al
conocimiento de la opinión de los usuarios del programa, las
conclusiones que pueden aportarse son las siguientes: Todas las
partes salen ganando: la justicia se percibe más cercana y mejora la
imagen social. Constituye un buen modo de responsabilizar a los
jóvenes.
La víctima se siente atendida, escuchada y se tienen en cuenta sus
peticiones. La vivencia común de los infractores y las víctimas es
que la justicia reacciona ante el delito y además les ofrece a ambos la
posibilidad de participar en la solución. Esto también es objeto de una
valoración muy positiva en el contexto social donde se produce el
conflicto y se llevan a cabo los programas. Incrementa la
capacidad de comprensión, por parte de la justicia, de los daños
sufridos por las víctimas en la parte más personal y emocional, así
como en la parte material y económica.
El programa permite diferenciar y tener en cuenta al mismo tiempo la
gravedad del delito, tal y como lo define el derecho penal y las
características del conflicto, desde la perspectiva de la víctima y del
autor, tanto en relación con la norma como con las consecuencias
que puede haber tenido para la víctima. Puede afirmarse que, con
ello, las víctimas se sienten menos victimizadas, los autores más
responsables y menos delincuentes, y que ambos aprecian valores de
utilidad tanto para ellos como para la comunidad. Potenciar este
tipo de programas es fundamental si se quiere favorecer la paz social
y combatir los sentimientos de inseguridad.
Por otra parte hay que destacar que la aplicación de la Ley 4/92 y del
Programa de mediación ha favorecido que se incoasen muchos
expedientes por hechos de escasa relevancia penal, lo cual va en
detrimento del objetivo inicial de desjudicialización e implica un
riesgo evidente de extensión de la red de control social. La mediación
y la reparación en la ley 5/2000 La Ley orgánica 5/2000, de 12 de
enero, reguladora de la responsabilidad penal del menor, substituyó
por completo la legislación penal de menores vigente hasta entonces
(1948 y reforma de 1992) abriendo nuevas posibilidades para
impulsar la reparación a la víctima, la conciliación y los programas de
mediación.
La asignación de la competencia de incoación del expediente y de
impulsar el procedimiento (al igual que en la LO 4/92) al Ministerio
fiscal, juntamente con las amplias posibilidades de desistimiento que
le otorga la ley, favorecen una política encaminada a la aplicación del
principio de oportunidad y de desjudicialización.
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La aplicación de la ley a la población de 14 a 18 años y, en los
supuestos de delitos menos graves y de faltas, a los jóvenes hasta los
21 años , amplía de modo considerable la población sobre la cual se
aplicará la nueva ley.
Estos dos factores: desjudicialización y edad, agrandan en principio
las posibilidades de desarrollo futuro de los programas de mediación.
Existen diversas posibilidades en la ley para el desistimiento de las
actuaciones (art. 18,19 y 27.4). En la fase de instrucción lo más
significativo viene reflejado en el art. 19.
Las condiciones para que el Ministerio Fiscal pueda desistir de
continuar con el expediente son las siguientes: - que no haya
violencia o intimidación graves en la comisión de los hechos La Ley
5/2000 entró en vigor el 13 de Enero de 2001.
El artículo que establece competencia para que los jueces de menores
enjuicien causas de jóvenes de 18 a 20 años entrará en vigor en
2007 - o que se haya asumido el compromiso de reparar el daño
causado a la víctima o perjudicado por el delito - o que el infractor se
haya comprometido a cumplir una actividad educativa propuesta por
el equipo técnico en su informe En el art. 19.2, la ley establece lo que
se entiende por conciliación y por reparación a los efectos de tenerlo
en cuenta en el proceso de mediación y en los acuerdos entre las
partes.
La ley diferencia de manera explícita entre desistimiento y
sobreseimiento (art. 19.1 y 19.4). El desistimiento será posible
cuando el hecho imputado al menor sea un delito menos grave o una
falta. Se entiende que este es provisional y que queda condicionado
al cumplimiento, por parte del menor, del compromiso de reparación
y/o de conciliación.
En caso de tratarse de un delito grave sin violencia o intimidación
graves, parece que el Ministerio fiscal puede autorizar la mediación,
pero no puede desistir de la instrucción del procedimiento. En este
caso, una vez finalizado el proceso de mediación y reparación, el
Ministerio fiscal podrá proponer al Juez de Menores el sobreseimiento
y en función del principio acusatorio seria dictado por el juez. En lo
referente a la responsabilidad civil, esta se puede abordar en el
marco del proceso de mediación y reparación, siempre que, de mutuo
acuerdo, las partes quieran llegar a acuerdos.
En todo caso la ley establece que el juez de menores será
competente para resolver sobre la responsabilidad civil (art. 2.2).
Para ello, abrirá una pieza separada de responsabilidad civil. Los
artículos 61 al 64 establecen las reglas generales para exigir la
responsabilidad civil. Esta será ejercida por el Ministerio fiscal,
excepto que el perjudicado renuncie a ella de manera explícita. Por
ese motivo, en caso de que las partes no hayan llegado a acuerdos
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respecto a la responsabilidad civil, esta será decidida por el juez en el
marco del proceso judicial.
Pero la ley no condiciona la conciliación víctima-infractor, ni la
reparación, en cuanto a los beneficios jurídico penales, al hecho de
que se haya satisfecho la responsabilidad civil. Por otra parte, la ley
establece la figura de la responsabilidad solidaria de los padres,
tutores, acogedores y guardadores legales y de hecho, cuando el
responsable de los hechos tenga menos de 18 años. Desde una
perspectiva diferenciadora de la mediación y la reparación, el art. 18
permite impulsar una política desjudicializadora con los siguientes
criterios: - que se trate de un delito menos grave sin violencia o
intimidación en las personas. - que se trate del primer delito.
Desde nuestro punto de vista, esta posibilidad debería impulsarse de
manera generosa. Por una parte debido a que, como de todos es
sabido, tanto en Cataluña como en la mayor parte de países en los
que se han desarrollado experiencias similares, un 80% de los
menores que entran en el sistema judicial tan solo lo hacen en una
ocasión, por la comisión de un delito puntual, y sin que se den
reincidencias posteriores. La detención, el conocimiento del hecho por
parte de la familia, etc., son en muchos casos un límite suficiente
para impedir la reincidencia.
Por otra parte, porque, de lo contrario, se activaría una judicialización
innecesaria con relación a los menores que contribuiría a bloquear
una jurisdicción especial que, por definición, debe ser ágil y de fácil
comprensión, no sólo para los jóvenes, también para las víctimas y
para la comunidad”.
ANEXOS
1. Convenio de Responsabilidad Parental y Medidas de Protección de los
Niños.
2.Caso de mediación penal con menores infractores: la implicación del
perjudicado https://revistademediacion.com/wp-content/uploads/2013/06/Revista-
Mediacion-04-04.pdf
BIBLIOGRAFÍA
Cendrero, T. (2006). Mediación familiar: experto en gestión de
conflictos. Jaén: Formación Alcalá.
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Consejo General del Poder Judicial (2014). Acuerdos de mediación.
Recuperado de http://www.poderjudicial.es/cgpj/es/Temas/Mediacion/Datos-
estadisticos/
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